lunes, 23 de diciembre de 2013

29/12/2013 - La Sagrada Familia Jesús, María y José (A)

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Homilias de José Antonio Pagola

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José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.


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29 de diciembre de 2013

La Sagrada Familia Jesús, María y José (A)


EVANGELIO

Coge al niño y a su madre y huye a Egipto.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 2,13-15.19-23

Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo." José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: "Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto".
Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo: "Levántate, coge al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño." Se levantó, cogió al niño y a su madre y volvió a Israel. Pero, al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Y, avisado en sueños, se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría Nazareno.

HOMILIA

2013-2014 -
29 de diciembre de 2013

ABIERTAS AL PROYECTO DE DIOS

Los relatos evangélicos no ofrecen duda alguna. Según Jesús, Dios tiene un gran proyecto: construir en el mundo una gran familia humana. Atraído por este proyecto, Jesús se dedica enteramente a que todos sientan a Dios como Padre y todos aprendan a vivir como hermanos. Este es el camino que conduce a la salvación del género humano.
Para algunos, la familia actual se está arruinando porque se ha perdido el ideal tradicional de “familia cristiana”. Para otros, cualquier novedad es un progreso hacia una sociedad nueva. Pero, ¿cómo es una familia abierta al proyecto humanizador de Dios? ¿Qué rasgos podríamos destacar?
Amor entre los esposos. Es lo primero. El hogar está vivo cuando los padres saben quererse, apoyarse mutuamente, compartir penas y alegrías, perdonarse, dialogar y confiar el uno en el otro. La familia se empieza a deshumanizar cuando crece el egoísmo, las discusiones y malentendidos.
Relación entre padres e hijos. No basta el amor entre los esposos. Cuando padres e hijos viven enfrentados y sin apenas comunicación alguna, la vida familiar se hace imposible, la alegría desaparece, todos sufren. La familia necesita un clima de confianza mutua para pensar en el bien de todos.
Atención a los más frágiles. Todos han de encontrar en su hogar acogida, apoyo y comprensión. Pero la familia se hace más humana sobre todo, cuando en ella se cuida con amor y cariño a los más pequeños, cuando se quiere con respeto y paciencia a los mayores, cuando se atiende con solicitud a los enfermos o discapacitados, cuando no se abandona a quien lo está pasando mal.
Apertura a los necesitados. Una familia trabaja por un mundo más humano, cuando no se encierra en sus problemas e intereses, sino que vive abierta a las necesidades de otras familias: hogares rotos que viven situaciones conflictivas y dolorosas, y necesitan apoyo y comprensión; familias sin trabajo ni ingreso alguno, que necesitan ayuda material; familias de inmigrantes que piden acogida y amistad.
Crecimiento de la fe. En la familia se aprende a vivir las cosas más importantes. Por eso, es el mejor lugar para aprender a creer en ese Dios bueno, Padre de todos; para conocer el estilo de vida de Jesús; para descubrir su Buena Noticia; para rezar juntos en torno a la mesa; para tomar parte en la vida de la comunidad de seguidores de Jesús. Estas familias cristianas contribuyen a construir ese mundo más justo, digno y dichoso querido por Dios. Son una bendición para la sociedad.


José Antonio Pagola

HOMILIA

2010-2011 JESÚS ES PARA TODOS
26 de diciembre de 2010

UNA FAMILIA DE REFUGIADOS

Coge al niño y a su madre y huye a Egipto.

Según el relato de Mateo, la familia de Jesús ha vivido la experiencia trágica de los refugiados, obligados a huir de su hogar para buscar asilo en un país extraño. Con el nacimiento de Jesús no ha llegado a su casa la paz. Al contrario, enseguida se han visto envueltos por toda clase de amenazas, intrigas y penalidades.
Todo comienza cuando saben que Herodes busca al niño para acabar con él. Como sucede tantas veces, bajo el aparente bienestar de aquel reinado poderoso, perfectamente organizado, se esconde no poca violencia y crueldad. La familia de Jesús busca refugio en la provincia romana de Egipto, fuera del control de Herodes, asilo bien conocido por quienes huían de su persecución. De noche, de manera precipitada y angustiosa, comienza su odisea.
Por un momento, parece que podrán disfrutar de paz pues «han muerto los que atentaban contra el niño». La familia vuelve a Judea, pero se enteran de que allí reina Arquelao, conocido por su "crueldad y tiranía", según el historiador Flavio Josefo. De nuevo, la angustia, la incertidumbre y la huida a Galilea, para esconderse en un pueblo desconocido de la montaña, llamado Nazaret.
¿Podemos imaginar un relato más contrario a la escena ingenua e idílica del nacimiento de Jesús naciendo entre cantos de paz, entonados por coros de ángeles, en medio de una noche maravillosamente iluminada? ¿Cuál es el mensaje de Mateo al dibujar con trazos tan sombríos los primeros pasos de Jesús?
Lo primero es no soñar. La paz que trae el Mesías no es un regalo llovido del cielo. La acción salvadora de Dios se abre camino en medio de amenazas e incertidumbres, lejos del poder y la seguridad. Quienes trabajen por un mundo mejor con el espíritu de este Mesías, lo harán desde la debilidad de los amenazados, no desde la seguridad de los poderosos.
Por eso, Mateo no llama a Jesús "Rey de los judíos" sino "Dios-con-nosotros". Lo hemos de reconocer compartiendo la suerte de quienes viven en la inseguridad y el miedo, a merced de los poderosos. Una cosa es clara: sólo habrá paz cuando desaparezcan los que atentan contra los inocentes. Trabajar por la paz es luchar contra los abusos e injusticias.
En ese esfuerzo, muchas veces penoso e incierto, hemos de saber que nuestra vida está sostenida y guiada por la "Presencia invisible" de Dios al que hemos de buscar en la oscuridad de la fe. Así busca José, entre pesadillas y miedos nocturnos, luz y fuerza para defender a Jesús y a su madre. Así se defiende la causa de Jesús.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2007-2008 - RECREADOS POR JESÚS
30 de diciembre de 2007

HIJO DE EMIGRANTES

Huye a Egipto.

De ordinario los cristianos imaginamos a María y José disfrutando en su casita de Nazaret de su hijo Jesús en un clima de paz y felicidad envidiables. No es ésta la imagen que nos ofrece el evangelista Mateo de la «sagrada familia». Su sombrío relato de los primeros años de Jesús rompe toda la «poesía» que nosotros le ponemos a la Navidad.
Según Mateo, la familia de Jesús no ha podido vivir tranquila. Herodes quiere acabar con el niño para que no le arrebate un día su poder. José tiene que actuar con rapidez. El peligro es inminente. Coge al niño y a su madre «de noche», y, sin esperar un nuevo amanecer, «huye a Egipto».
La ruta es dura y peligrosa. María y José recuerdan las penalidades sufridas por su pueblo en aquel mismo desierto. Ahora las están reviviendo con su hijo Jesús. Los tres buscan asilo en un país extraño, lejos de su tierra y de los suyos. Todo es incertidumbre e inseguridad. No saben cuándo podrán volver. Ya se les avisará.
Muerto Herodes, la familia respira y emprende el viaje hacia su hogar. Pero en Judea «reina Arquelao» un hombre conocido, según Flavio Josefo, por su crueldad y tiranía. José «siente miedo». No es un lugar seguro para Jesús. Se desplazarán a Galilea y se establecerán en Nazaret, una aldea perdida entre montañas, que de momento parece un lugar menos peligroso.
Así vive la «sagrada familia»: defendiendo a su hijo para que pueda sobrevivir, emigrando de un lugar a otro en busca de pan y trabajo, sin hogar seguro en medio de una tierra dominada por «reyes» poderosos como Herodes o Arquelao.
Ésta es la gran noticia de la Navidad. Dios no ha nacido para que los privilegiados de la tierra lo celebremos con cenas abundantes y regalos superfluos. Ha nacido para compartir nuestra vida, poniendo esperanza en quienes no pueden esperar gran cosa de nadie si no es de Dios.
Según el evangelio de Mateo, Dios se ha hecho hijo de emigrantes. Desde niño ha vivido amenazado, como tantos niños y niñas, amenazados hoy por el hambre, la miseria, las guerras y los abusos. El Dios de Belén es de ellos, antes que de nadie. Que nadie pretenda apropiarse de este Dios olvidando a sus hijos e hijas más pequeños.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
26 de diciembre de 2004

NIÑOS SIN FE

Cogió al niño y a su madre y volvió a Israel.

En muchos hogares ya no se habla de Dios. Los niños no pueden aprender a ser creyentes junto a sus padres. Nadie en casa los inicia a la fe. Sus preguntas religiosas resultan embarazosas y son pronto desviadas hacia cosas más prácticas. Lo que se transmite de padres a hijos no es fe, sino indiferencia y silencio religioso.
No es, pues, extraño que encontremos entre nosotros un número cada vez mas elevado de niños sin fe. ¿Cómo van a creer en Aquel de quien no han oído hablar? ¿Cómo se va a despertar su fe religiosa en un hogar indiferente?
La actuación de los padres es diversa. Hay algunos a los que no les preocupa en absoluto la fe de sus hijos. Hace tiempo que ellos mismos se instalaron en la indiferencia. Hoy no saben si creen o no creen. ¿Qué pueden transmitir a sus hijos?
Hay también padres que, aun sintiéndose creyentes, dimiten fácilmente de su propia responsabilidad y lo dejan todo en manos de los colegios y catequistas. Parecen ignorar que nada puede sustituir el ambiente de fe del propio hogar y el testimonio vivo de unos padres creyentes.
Pero hay también padres preocupados, que no saben que hacer en concreto. Padres que buscan apoyo y orientación y no siempre los encuentran. Puede ser oportuno recordar algunas cosas sencillas pero básicas.
Lo más importante es que los hijos puedan comprobar que sus padres se sienten creyentes. Que puedan intuir que Dios es alguien importante en su vida, que la fe los anima a vivir de manera positiva y los sostiene en los momentos de sufrimiento y prueba.
Pero no es posible transmitir lo que no se vive. No se puede enseñar a rezar al hijo cuando uno no reza nunca. No se le puede explicar por qué el domingo es fiesta, si en casa no se celebra ese día de manera cristiana. No se le puede hablar en serio de Jesucristo, si el hijo nunca nos ve leyendo el Evangelio.
Es importante también preocuparse directamente de educar la fe de los hijos. Comprarles alguna «Biblia para niños», ayudarles a leer esas publicaciones tan hermosas orientadas a presentarles la fe y enseñarles a orar, ver con ellos esos «vide- os» de iniciación a la fe. Nadie mejor que los padres para despertar en los hijos la experiencia religiosa.
Al mismo tiempo, son los padres los que han de acercar al niño a la comunidad cristiana a la que pertenece. Enseñarle el templo parroquial. Mostrarle la pila bautismal donde fue bautizado. Seguir de cerca su proceso en la catequesis. Participar con él en la eucaristía dominical. Celebrar las grandes fiestas cristiana de la Navidad, Semana Santa y Pascua.
La fe o la increencia de las nuevas generaciones se juega en buena parte en la familia. Es bueno recordarlo hoy, en esta fiesta de «la familia de Nazaret», modelo de vida para todo hogar cristiano.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2001-2002 – CON FUEGO
30 de diciembre de 2001

FRÁGIL

Levántate, coge al niño y a su madre.

Cada vez parece más normal romper con la pareja, buscarse un nuevo amor y volver a empezar. Todo parece así más Fácil y llevadero. Sin embargo, detrás de cada ruptura hay casi siempre no poco sufrimiento y frustración. Hay a veces humillación. ¿No es posible vivir en pareja de manera más estable?
Lo primero, tal vez, es no confundir el amor con los sentimientos y el deseo erótico. Por lo general, la primera atracción del amor es muy intensa pero casi nunca se mantiene así. El deseo cambia y evoluciona. Quien identifica el amor con la atracción se dedica a enamorarse una y otra vez de alguien distinto. En cada comienzo disfruta. Luego, sufre y hace sufrir.
Es importante también recordar que, si no hay una decisión y compromiso por buscar el bien del otro, no hay todavía amor. Por eso, es un error avanzar en una relación de pareja de manera prematura, si no estamos dispuestos a hacer feliz al otro. En esto no hay que mentirse ni mentir. Cuántos sufrimientos se hubieran evitado si no se hubiera pronunciado nunca un «te amo», que no era verdad.
Tampoco hay que olvidar que «amar es fundamentalmente dar no recibir». Por eso sólo el amor incondicional es duradero. Si cada uno vive buscando sólo lo que el otro le puede aportar, el futuro de la pareja está en peligro. Nunca la persona amada responde perfectamente a lo que desearíamos. El amor se consolida cuando uno es feliz haciéndole feliz al otro.
El mayor error es ignorar que amar significa respetar a la persona amada, no poseerla. Cuando no se respeta la manera de pensar, de sentir y de ser del otro, se está arruinando el amor. Sólo amando con respeto se le ayuda al otro a crecer y a dar lo mejor que hay en él. Por el contrario, cuando hay manipulación y utilización interesada, la pareja se está ya separando.
El amor de la pareja es una flor frágil. Lo ha sido siempre. Probablemente es la experiencia más sublime del ser humano, pero también la más exigente. Sencillamente, porque, como dice Rilke, el amor consiste «en que dos soledades se protejan, se junten y se acojan mutuamente». El ideal no es separarse, sino llegar a «ser una sola carne». Lo decía Jesús. Sin esa base, no es posible la familia.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
27 de diciembre de 1998

EN FAMILIA

Cogió al niño y a su madre, y volvió a Israel.

Las fiestas de Navidad han tenido entre nosotros un carácter entrañable diferente al de otras fiestas que se suceden a lo largo del año. Estos días navideños se caracterizan todavía hoy por un clima más familiar y hogareño. Para muchos siguen siendo una fiesta de reunión y encuentro familiar. Ocasión para reunirse todos alrededor de una mesa a compartir con gozo el calor del hogar.
Estos días parecen reforzarse los lazos familiares. Se diría que es más fácil la reconciliación y el acercamiento entre familiares enfrentados o distantes. Por otra parte, se recuerda más que nunca la ausencia de los seres queridos muertos o alejados del hogar.
Sin embargo, es fácil observar que el clima hogareño de estas fiestas se va deteriorando cada año más. La fiesta se desplaza fuera del hogar. Los hijos corren a las salas de fiestas. Las familias se trasladan al restaurante. Se nos invita ya a «celebrar estas fiestas en Benidorm».
Probablemente son muchos los factores de diverso orden que explican este cambio social. Pero hay algo que, en cualquier caso, no hemos de olvidar. Es difícil el encuentro familiar cuando a lo largo del año no se vive en familia. Incluso, se hace insoportable cuando no existe un verdadero diálogo entre padres e hijos o cuando el amor de los esposos se va enfriando.
Todo ello facilita cada vez más la celebración de estas fiestas fuera del hogar. Es más fácil la reunión ruidosa de esas cenas superficiales y vacías de un restaurante. El clima que ahí se crea no obliga a vivir la Navidad con la hondura humana y cristiana que el marco del hogar parecía exigir. De ahí que estas fiestas navideñas que, durante tantos años, han reavivado el calor entrañable del hogar, sean quizás hoy en muchos hogares uno de los momentos más reveladores del deterioro de la vida familiar.
Pero la actitud del creyente no puede ser de desaliento. El nacimiento del Señor nos invita a renacer y trabajar por el nacimiento de un hombre nuevo, una familia nueva, una sociedad diferente. Estamos pasando de una familia más numerosa, tradicional, autoritaria y estable, a una familia más reducida, libre, inestable y conflictiva, pero el hombre siempre necesitará un hogar en donde pueda crecer como persona. El mismo Hijo de Dios nació y creció en el seno de una familia.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1995-1996 – SANAR LA VIDA
31 de diciembre de 1995

AÑOS DECISIVOS

Cogió al niño y a su madre y volvió a Israel.

Estos últimos años se ha extendido entre algunos padres una sensación de impotencia y desaliento. Fácilmente se da por supuesto que es poco lo que se puede hacer en casa para educar a los hijos en un estilo sano de vida. La familia —se dice— ya no tiene fuerza, los jóvenes de hoy aprenden a vivir de sus compañeros, del ambiente de la calle o de la televisión. Sin embargo, antes de renunciar a todo esfuerzo, los padres deberían conocer un dato de importancia. En la actual configuración de la sociedad no hay ninguna institución mejor dotada que la familia para orientar la vida del hijo.
Psicólogos y pedagogos de prestigio vienen a decir que, por lo general, las personas vuelven a aquello que han experimentado como bueno y han vivido con satisfacción, seguridad y gozo en los primeros años de su vida. Y es ésta precisamente la gran posibilidad de la familia. En el hogar el niño puede captar valores, conductas, actitudes o experiencias humanas y religiosas, pero no de cualquier manera, sino en un clima de afecto, confianza y amor.
Nada educa de un modo tan decisivo ni deja huellas tan hondas en la vida del sujeto como lo experimentado positivamente en el seno del hogar. Así se expresa un especialista como Gerardo Pastor: «Ni las guarderías o escuelas, ni los grupos de coetáneos, ni las parroquias, ni los medios de comunicación social (prensa, radio y televisión) logran penetrar tan a fondo en la intimidad infantil como los parientes primarios, esos seres de quienes se depende absolutamente durante los seis o nueve primeros años de la vida (padres, hermanos, tutores).»
Es cierto que la TV los amigos y la calle tienen influencia, pero si ésta es a veces tan grande, se debe, en buena parte, a que en la familia hay abandono, descuido o falta de conciencia y de preparación. No es solo problema de los padres. La familia necesita apoyo. Colegios y parroquias han de impulsar escuelas de padres, encuentros de reflexión y orientación práctica.
Los primeros años del niño son decisivos. De ahí la importancia de «sembrar» con responsabilidad. El trabajo de padres y educadores puede parecer a veces pobre y débil, pero si encierra verdad y bondad, Dios está presente en ese trabajo. Esa semilla no se pierde porque lleva dentro el poder salvador del mismo Dios. Es bueno recordarlo en esta fiesta de la Sagrada Familia.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1992-1993 – CON HORIZONTE
27 de diciembre de 1992

NIÑOS SIN FE

Cogió al niño y a su madre
y volvió a Israel.

En muchos hogares ya no se habla de Dios. Los niños no pueden aprender a ser creyentes junto a sus padres. Nadie en casa los inicia a la fe. Sus preguntas religiosas resultan embarazosas y son pronto desviadas hacia cosas más prácticas. Lo que se transmite de padres a hijos no es fe, sino indiferencia y silencio religioso.
No es, pues, extraño que encontremos entre nosotros un número cada vez más elevado de niños sin fe. ¿Cómo van a creer en Aquel de quien no han oído hablar? ¿Cómo se va a despertar su fe religiosa en un hogar indiferente?
La actuación de los padres es diversa. Hay algunos a los que no les preocupa en absoluto la fe de sus hijos. Hace tiempo que ellos mismos se instalaron en la indiferencia. Hoy no saben sí creen o no creen. ¿Qué pueden transmitir a sus hijos?
Hay también padres que, aun sintiéndose creyentes, dimiten fácilmente de su propia responsabilidad y lo dejan todo en manos de los colegios y catequistas. Parecen ignorar que nada puede sustituir el ambiente de fe del propio hogar y el testimonio vivo de unos padres creyentes.
Pero hay también padres preocupados, que no saben qué hacer en concreto. Padres que buscan apoyo y orientación y no siempre los encuentran. Puede ser oportuno recordar algunas cosas sencillas pero básicas.
Lo más importante es que los hijos puedan comprobar que sus padres se sienten creyentes. Que puedan intuir que Dios es alguien importante en su vida, que la fe los anima a vivir de manera positiva y los sostiene en los momentos de sufrimiento y prueba.
Pero no es posible transmitir lo que no se vive. No se puede enseñar a rezar al hijo cuando uno no reza nunca. No se le puede explicar por qué el domingo es fiesta, si en casa no se celebra ese día de manera cristiana. No se le puede hablar en serio de Jesucristo, si el hijo nunca nos ve leyendo el Evangelio.
Es importante también preocuparse directamente de educar la fe de los hijos. Comprarles alguna «Biblia para niños», ayudarles a leer esas publicaciones tan hermosas orientadas a presentarles la fe y enseñarles a orar, ver con ellos esos «vídeos» de iniciación a la fe. Nadie mejor que los padres para despertar en los hijos la experiencia religiosa.
Al mismo tiempo, son los padres los que han de acercar al niño a la comunidad cristiana a la que pertenece. Enseñarle el templo parroquial. Mostrarle la pila bautismal donde fue bautizado. Seguir de cerca su proceso en la catequesis. Participar con El en la eucaristía dominical. Celebrar las grandes fiestas cristiana de la Navidad, Semana Santa y Pascua.
La fe o la increencia de las nuevas generaciones se juega en buena parte en la familia. Es bueno recordarlo hoy, en esta fiesta de «la familia de Nazaret», modelo de vida para todo hogar cristiano.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1989-1990 – NUNCA ES TARDE
31 de diciembre de 1989

DE NUEVO, LA FAMILIA

Cogió al niño y a su madre
y volvió a Israel.

La familia ha cambiado de manera tan vertiginosa durante estos años en las sociedades industrializadas de occidente que no son pocos los que han vaticinado su desaparición para un plazo no muy lejano.
Los vínculos conyugales y familiares, antes tan sólidos, parecen resquebrajarse cada vez con más facilidad. El divorcio, la ruptura entre generaciones, la huida de los jóvenes fuera del hogar, el internamiento de los ancianos en asilos y residencias son hechos frecuentes que minan la vida familiar.
Muchas funciones sociales que antes ejercía la familia han pasado, en gran parte, a otras instituciones. El cuidado del niño, la educación, la seguridad, el «status social», el descanso y otras muchas experiencias dependen cada vez más de instancias alejadas del marco familiar.
La movilidad profesional y social exigidas por la vida moderna y el ritmo trepidante de la sociedad urbana hacen difícil el clima apacible y sereno de la relación familiar. Y cuando, por fin, todos se encuentran en casa, ahí está la revolución de la comunicación electrónica que ha logrado sentar a todas las familias ante el televisor.
Y, sin embargo, la familia no ha conocido esa desaparición más o menos rápida que bastantes habían predicho. El tipo de familia cambia, pero no desaparece. Al contrario, los sociólogos hablan hoy del «fenómeno inesperado de la revalorización de la familia». ¿Por qué?
En una sociedad tan fragmentada y caótica como la occidental, la familia es hoy uno de los pocos lugares de integración total donde las personas pueden crecer y desarrollarse de manera saludable.
Por otra parte, liberada de otras funciones penosas, la familia moderna se puede convertir en «centro socio-afectivo» de importancia decisiva. En una sociedad donde el empobrecimiento de las relaciones lleva al hombre a un callejón sin salida, la familia es uno de los pocos lugares donde las personas pueden encontrarse, no en virtud de unos intereses funcionales, sino en una relación cálida de afecto desinteresado.
Además, cuando las sociedades occidentales sufren crisis de «transmisión » y comienzan a tomar conciencia de que las sabias técnicas sociales y los medios modernos de comunicación no son capaces de comunicar a las nuevas generaciones la sabiduría acumulada por los pueblos, sus valores culturales, su tradición histórica o su experiencia religiosa, la familia se anuncia de nuevo como un lugar de importancia decisiva para el enraizamiento cultural de la persona, su inserción en la historia y su aprendizaje religioso.
Lo que el hombre moderno comienza a reclamar no es, ante todo, la posibilidad de divorciarse y deshacer todo tipo de vínculos familiares, sino el poder conocer una verdadera familia y disfrutar de un hogar.
Si el cristianismo quiere hacer presente la fuerza humanizadora del evangelio en la sociedad occidental, deberá contribuir a hacer de la familia un lugar cálido de experiencia humana y humanizadora. Es una tarea que los cristianos no hemos de olvidar al celebrar la fiesta de la Sagrada Familia.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
28 de diciembre de 1986

NIÑOS QUE SUFREN

Se levantó y cogió al niño y a su madre.

Casi siempre se considera que la infancia es la época más feliz de la vida. Al menos, eso es lo que los adultos imaginamos. Pero, ¿es realmente así?
Es cierto que el niño parece con frecuencia feliz por su gran capacidad de disfrutar de casi todo con asombro. Ese mundo de juegos y ensueño que lleva dentro, esa fantasía que envuelve su vida le permiten moverse, reaccionar, pasar rápidamente lel llanto a la risa.
Pero son muchos los niños que sufren, precisamente porque los adultos no sabemos acercarnos a ellos y cuidar mejor su felicidad.
Al niño se le mima, se le manipula, se le golpea y se le besa. Se le obliga a comer y se le manda callar. No se le escucha, se le amenaza, se le intenta programar para que diga y haga lo que queremos los mayores.
Frecuentemente, se le agobia con libros, estudios y deberes. Se le restringe su tiempo de juego y fantasía. Se ahoga su creatividad y se le pide comportarse como un adulto.
Y luego están los niños maltratados con el peor de los abandonos que es el tenerlos cerca y no atenderlos ni cuidarlos.
Los niños que no reciben besos como premio pero sí bofetones como castigo. Los que viven defendiéndose como pueden en medio de esa tragedia que es una pareja mal avenida. Los niños no amados, que son una carga para sus padres.
Y esos niños atropellados por las tremendas agresiones de los adultos. Y los niños que piden limosnas por las calles envueltos en roña y cubiertos de costras y sabañones. Niños mal alimentados. Con poca comida y menos cariño.
En esta festividad de la Sagrada Familia en que recordamos a María y José defendiendo a su pequeño del atropello y la violencia, yo quiero rendir mi homenaje a esos padres de paciencia casi infinita, que saben estar cerca de sus hijos.
Madres que al llegar a su casa, dejan que sus hijos se les cuelguen del cuello. Madres que saben «perder tiempo” jugando con su niño. Esos hombres y mujeres a los que apenas nadie valora pero que son grandes porque saben respetar, cuidar y hacer felices a sus hijos.
Aunque no lo sepan, están contribuyendo a hacer un mundo más humano porque a un niño feliz siempre le será más fácil ser un día un hombre bueno.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
25 de diciembre de 1983

NIÑOS MALTRATADOS

Herodes busca al niño para matarlo.

En nuestra sociedad son muchas las voces que se levantan para defender ios derechos de las personas y las reivindicaciones de los diferentes grupos, pero apenas nadie defiende los derechos del niño.
Con mucha frecuencia, las violencias físicas y síquicas contra los niños son toleradas e incluso aprobadas por la sociedad. No se persigue las agresiones al niño en el seno de la familia, a no ser que alcance grados extremos, pues se considera a los padres dueños absolutos de ese hijo al que han dado la vida.
Se acepta socialmente que los hijos son propiedad privada de los padres y, en consecuencia, se olvidan los derechos de ese niño como persona intocable que es.
Pero no se trata sólo de malos tratos y violencia física. Es todavía mucho más elevado el número de padres que rechaza y menosprecia a sus hijos no deseados y que no les ofrece la seguridad, atención y cuidado que necesitan para crecer dignamente.
Otras veces, son madres agobiadas por el trabajo, la soledad y la depresión que descargan su inestabilidad emocional en sus pequeños.
Con frecuencia, padres que proyectan en sus hijos sus propias frustraciones y exigen violentamente al niño ser según sus propios deseos para castigarlo cuando no responde a sus expectativas.
Cuántos niños sufren en silencio, víctimas de malos tratos, sin la posibilidad de defenderse de la violencia de los adultos y sin que nadie reconozca su derecho a ser ellos mismos.
Es un signo más de una sociedad egoísta e hipócrita donde defendemos los derechos que nos interesan y donde seguimos olvidando los derechos de los más débiles y pequeños.
En esta fiesta de la Sagrada Familia, hemos de revisar los cristianos cuál es nuestra actitud en el seno de nuestras familias. ¿Qué acogida encuentran nuestros hijos en nuestros hogares? ¿Qué ternura reciben? ¿Con qué respeto nos acercamos a ellos? ¿Qué dedicación les prestamos?
No hemos de olvidar que el futuro de nuestro pueblo se está haciendo, en gran parte, en nuestros hogares. Estos niños que sufren carencias afectivas tan graves son los hombres violentos del futuro. Estos jóvenes que no han conocido lo que es la ternura son los que aumentarán la agresividad social en nuestra sociedad.
Entonces, nosotros condenaremos a esa juventud pero nos habremos de preguntar de dónde han surgido. Por eso, desde ahora tenemos que cuestionarnos seriamente: ¿Son nuestros hogares escuelas de paz o germen de futura violencia?

José Antonio Pagola

HOMILIA

1980-1981 – APRENDER A VIVIR
28 de diciembre de 1980

¿NAVIDAD EN FAMILIA?

Cogió al niño y a su madre, y volvió a Israel.

Las fiestas de Navidad han tenido entre nosotros un carácter entrañable de ternura e intimidad diferente al de otras fiestas que se suceden a lo largo del año.
Estos días navideños se caracterizan todavía hoy por un clima más familiar y hogareño. Para muchos siguen siendo una fiesta de reunión y encuentro familiar. Ocasión para reunirse todos alrededor de una mesa a compartir con gozo el calor del hogar.
Estos días parecen reforzarse los lazos familiares. Se diría que es más fácil la reconciliación y el acercamiento entre familiares enfrentados o distantes. Por otra parte, se recuerda más que nunca la ausencia de los seres queridos muertos o alejados del hogar.
Sin embargo, es fácil observar que el clima hogareño de estas fiestas se va deteriorando cada año más. La fiesta se desplaza fuera del hogar. Los hijos corren a la sala de fiestas. Las familias se trasladan al restaurante. Se nos invita ya a «celebrar estas fiestas en Benidorm».
Probablemente son muchos los factores de diverso orden que explican este cambio social. Pero hay algo que, en cualquier caso, no debemos olvidar.
Es difícil el encuentro familiar cuando a lo largo del año no se vive en familia. Incluso, se hace insoportable cuando no existe un verdadero diálogo entre padres e hijos, o el amor de los esposos se va enfriando.
Todo ello facilita cada vez más la celebración de estas fiestas fuera del hogar. Es más fácil la reunión ruidosa de esas cenas superficiales y vacías de un restaurante. El clima que ahí se crea no obliga a vivir la Navidad con la hondura humana y cristiana que el marco del hogar parecía exigir.
De ahí que estas fiestas navideñas que, durante tantos años, han recogido y reavivado el calor entrañable del hogar, sean quizás hoy en muchos hogares uno de los momentos más reveladores del deterioro de la vida familiar.
Pero, la actitud del creyente no puede ser de desaliento. El nacimiento del Señor nos invita a renacer y trabajar por el nacimiento de un hombre nuevo, una familia nueva, una sociedad diferente.
Estamos pasando de una familia más numerosa, tradicional, autoritaria y estable, a una familia más reducida, libre, inestable conflictiva. Pero el hombre siempre necesitará un hogar en donde pueda crecer como persona. El mismo Hijo de Dios nació Y creció en el seno de una familia.

José Antonio Pagola




Para ver las Homilías de las Conferencias de José Antonio:

                        http://iglesiadesopelana3v.blogspot.com




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