lunes, 25 de enero de 2016

31/01/2016 - 4º domingo Tiempo ordinario (C)

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El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción". 
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

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4º domingo Tiempo ordinario (C)


EVANGELIO

Jesús, como Elías y Eliseo, no es enviado sólo a los judíos.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 4,21-30

En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga:
- Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.
Y decían:
- ¿No es éste el hijo de José?
Y Jesús les dijo:
- Sin duda me recitaréis aquel refrán: «Médico, cúrate a ti mismo»; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.
Y añadió:
- Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2015-2016 -
31 de enero de 2016

¿NO NECESITAMOS PROFETAS?

Ningún profeta es bien mirado en su tierra.

«Un gran profeta ha surgido entre nosotros». Así gritaban en las aldeas de Galilea, sorprendidos por las palabras y los gestos de Jesús. Sin embargo, no es esto lo que sucede en Nazaret cuando se presenta ante sus vecinos como ungido como Profeta de los pobres.
Jesús observa primero su admiración y luego su rechazo. No se sorprende. Les recuerda un conocido refrán: «Os aseguro que ningún profeta es bien acogido en su tierra». Luego, cuando lo expulsan fuera del pueblo e intentan acabar con él, Jesús los abandona. El narrador dice que «se abrió paso entre ellos y se fue alejando». Nazaret se quedó sin el Profeta Jesús.
Jesús es y actúa como profeta. No es un sacerdote del templo ni un maestro de la ley. Su vida se enmarca en la tradición profética de Israel. A diferencia de los reyes y sacerdotes, el profeta no es nombrado ni ungido por nadie. Su autoridad proviene de Dios, empeñado en alentar y guiar con su Espíritu a su pueblo querido cuando los dirigentes políticos y religiosos no saben hacerlo. No es casual que los cristianos confiesen a Dios encarnado en un profeta.
Los rasgos del profeta son inconfundibles. En medio de una sociedad injusta donde los poderosos buscan su bienestar silenciando el sufrimiento de los que lloran, el profeta se atreve a leer y a vivir la realidad desde la compasión de Dios por los últimos. Su vida entera se convierte en "presencia alternativa" que critica las injusticias y llama a la conversión y el cambio.
Por otra parte, cuando la misma religión se acomoda a un orden de cosas injusto y sus intereses ya no responden a los de Dios,  el profeta sacude la indiferencia y el autoengaño, critica la ilusión de eternidad y absoluto que amenaza a toda religión y recuerda a todos que sólo Dios salva. Su presencia introduce una esperanza nueva pues invita a pensar el futuro desde la libertad y el amor de Dios.
Una Iglesia que ignora la dimensión profética de Jesús y de sus seguidores, corre el riesgo de quedarse sin profetas. 

  • Nos preocupa mucho la escasez de sacerdotes y pedimos vocaciones para el servicio presbiteral. ¿Por qué no pedimos que Dios suscite profetas? ¿No los necesitamos? ¿No sentimos necesidad de suscitar el espíritu profético en nuestras comunidades?
  • Una Iglesia sin profetas, ¿no corre el riesgo de caminar sorda a las llamadas de Dios a la conversión y el cambio? 
  • Un cristianismo sin espíritu profético, ¿no tiene el peligro de quedar controlado por el orden, la tradición o el miedo a la novedad de Dios?

José Antonio Pagola

HOMILIA

2012-2013 -
3 de febrero de 2013

PRIVADOS DE ESPÍRITU PROFÉTICO

Sabemos que históricamente la oposición a Jesús se fue gestando poco a poco: el recelo de los escribas, la irritación de los maestros de la ley y el rechazo de los dirigentes del templo fueron creciendo hasta acabar en su ejecución en la cruz.
También lo sabe el evangelista Lucas. Pero, intencionadamente, forzando incluso su propio relato, habla del rechazo frontal a Jesús en la primera actuación pública que describe. Desde el principio han de tomar conciencia los lectores de que el rechazo es la primera reacción que encuentra Jesús entre los suyos al presentarse como Profeta.
Lo sucedido en Nazaret no es un hecho aislado. Algo que sucedió en el pasado. El rechazo a Jesús cuando se presenta como Profeta de los pobres, liberador de los oprimidos y perdonador de los pecadores, se puede ir produciendo entre los suyos a lo largo de los siglos.
A los seguidores de Jesús nos cuesta aceptar su dimensión profética. Olvidamos casi por completo algo que tiene su importancia. Dios no se ha encarnado en un sacerdote, consagrado a cuidar la religión del templo. Tampoco en un letrado ocupado en defender el orden establecido por la ley. Se ha encarnado y revelado en un Profeta enviado por el Espíritu a anunciar a los pobres la Buena Noticia y a los oprimidos la liberación.
Olvidamos que la religión cristiana no es una religión más, nacida para proporcionar a los seguidores de Jesús las creencias, ritos y preceptos adecuados para vivir su relación con Dios. Es una religión profética, impulsada por el Profeta Jesús para promover un mundo más humano, orientado hacia su salvación definitiva en Dios.
Los cristianos tenemos el riesgo de descuidar una y otra vez la dimensión profética que nos ha de animar a los seguidores de Jesús. A pesar de las grandes manifestaciones proféticas que se han ido dando en la historia cristiana, no deja de ser verdad lo que afirma el reconocido teólogo H. von Balthasar: A finales del siglo segundo "cae sobre el espíritu (profético) de la Iglesia una escarcha que no ha vuelto a quitarse del todo".
Hoy, de nuevo, preocupados por restaurar "lo religioso" frente a la secularización moderna, los cristianos corremos el peligro de caminar hacia el futuro privados de espíritu profético. Si es así, nos puede suceder lo que a los vecinos de Nazaret: Jesús se abrirá paso entre nosotros y "se alejará" para proseguir su camino. Nada le impedirá seguir su tarea liberadora. Otros, venidos de fuera, reconocerán su fuerza profética y acogerán su acción salvadora.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
31 de enero de 2010

¿NO NECESITAMOS PROFETAS?

(Ver homilía del ciclo C - 2015-2016)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
28 de enero de 2007

REFRÁN DE ACTUALIDAD

Ningún profeta es bien acogido en su pueblo.

Nazaret era una aldea pequeña, perdida entre las colinas de la Baja Galilea. Todos conocen allí a Jesús: lo han visto jugar y trabajar entre ellos. La humilde sinagoga del pueblo está llena de familiares y vecinos. Allí están sus amigos y amigas de la infancia.
Cuando Jesús se presenta ante ellos como enviado por Dios para los pobres y oprimidos, quedan sorprendidos y admirados. Su mensaje les agrada, pero no les basta. Piden que haga entre ellos las curaciones que, según se dice, ha realizado en Cafarnaún. No quieren un «profeta» de Dios, sino una especie de «mago» o «curandero» que dé prestigio a su pequeña aldea.
Jesús no parece sorprenderse. Según todos los evangelistas, pronuncia un refrán que quedará muy grabado en el recuerdo de sus seguidores: Os aseguro que ningún profeta es bien acogido en su pueblo. Según Lucas, la incredulidad y el rechazo de los vecinos de Nazaret va creciendo. Al final, furiosos lo echan fuera del pueblo.
El refrán de Jesús no es una banalidad, pues encierra una gran verdad. El profeta es una persona que hace presente la verdad de Dios, pone al descubierto nuestras mentiras y cobardías, y llama a todos a un cambio de vida. No es fácil escuchar su mensaje. Resulta más cómodo echarlo fuera y olvidamos de él.
Los cristianos decimos cosas tan admirables de Jesús, que, a veces, olvidamos su dimensión de «profeta». Lo confesamos como «Hijo de Dios», «Salvador del mundo», «Redentor de la humanidad», y pensamos que, al recitar nuestra fe, ya lo estamos acogiendo. No es así. A Jesús, Profeta de Dios, le dejamos penetrar en nuestra vida, cuando escuchamos sus palabras hasta dentro, nos dejamos trasformar por su verdad y seguimos su estilo de vida.
Esta es la decisión más importante de nuestro corazón: o acojo la verdad de Jesús o la rechazo. Esta decisión, oculta a los ojos de los demás y sólo conocida por Dios, es la que decide el sentido de mi vida y el acierto o desacierto de mi paso por el mundo.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
1 de febrero de 2004

EL MIEDO A SER DIFERENTES

Ningún profeta es bien mirado en su tierra.

Pronto pudo ver Jesús lo que podía esperar de su propio pueblo. Los evangelistas no nos han ocultado la resistencia, el escándalo y la contradicción que encontró Jesús muy pronto, incluso en los ambientes más allegados. Su actuación libre y liberadora resultaba demasiado molesta y acusadora. Su comportamiento ponía en peligro demasiados intereses.
Jesús lo comprende así con toda lucidez. Es difícil que un hombre que se pone a actuar escuchando fielmente a Dios sea bien aceptado en un pueblo que vive de espaldas a Él. «Ningún profeta es bien mirado en su tierra».
Los creyentes no lo debiéramos olvidar. No se puede pretender seguir fielmente a Jesús y no provocar, de alguna manera, la reacción, la extrañeza, la crítica y hasta el rechazo de quienes, por diversos motivos, no pueden estar de acuerdo con un planteamiento cristiano de la vida.
¿No somos los creyentes demasiado «normales» y demasiado bien aceptados en una sociedad que no es tan normal ni tan aceptable cuando se miran las cosas desde la fe? ¿No nos sentimos demasiado a gusto y bien adaptados?
Nos da miedo ser diferentes. Hace mucho tiempo que está de moda «estar a la moda». Y no sólo cuando se trata de adquirir el traje de invierno o escoger los colores de verano. El «dictado de la moda» nos impone los gestos, las maneras, el lenguaje, las ideas, las actitudes y las posiciones que debemos defender.
Se necesita una gran dosis de coraje y de valor para ser fiel a las propias convicciones, cuando todo el mundo se acomoda y adapta «a lo que se lleva». Es mas fácil vivir sin un proyecto de vida personal, dejándose llevar por los acontecimientos y los convencionalismos sociales. Es más fácil instalarse cómodamente en la vida y vivir superficialmente según lo que nos dicten desde fuera.
Al comienzo, quizás, uno escucha todavía una voz interior que le dice que no es ése el camino acertado para crecer como hombre ni como creyente. Pero, pronto nos tranquilizamos. No queremos pasar por «un anormal», «un extraño» o «un loco». Se está más seguro sin distanciarse del rebaño.
Y así seguimos caminando. En rebaño. Mientras desde el evangelio se nos sigue invitando a ser fieles a nuestras convicciones creyentes, incuso cuando puedan acarrearnos la crítica y el rechazo dentro de nuestra misma clase social, nuestro propio partido, el círculo profesional y social en el que nos movemos y hasta en el entorno más cercano de nuestros amigos y familiares.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
28 de enero de 2001

NADIE ESTÁ SOLO

A una viuda de Sarepta.

Todavía hoy se da entre los cristianos un cierto «elitismo religioso» que es inconcebible e indigno de un Dios que es amor infinito a todas sus criaturas. Con frecuencia se acepta como lo más normal que Dios cree muchos hijos -todos los hombres y mujeres que van naciendo en el mundo-, pero luego se preocupe de verdad sólo de sus preferidos. Dios escoge siempre «un pueblo elegido» (Israel o la Iglesia) y se vuelca totalmente en ellos dejando a los demás pueblos y religiones en un cierto abandono.
Más aún. Se ha afirmado con toda tranquilidad que «fuera de la Iglesia no hay salvación» citando frases como la tan conocida de san Cipriano, que, sacada de su contexto, resulta escalofriante: «No puede tener a Dios por padre el que no tiene a la Iglesia por madre».
Es cierto que el Concilio Vaticano II ha superado esta visión indigna de Dios afirmando que «Él no está lejos de quienes buscan entre sombras e imágenes al Dios desconocido puesto que todos reciben de él la vida, la inspiración y todas las cosas, y el Salvador quiere que todos los hombres se salven» (Lumen gentium, n. 16), pero una cosa son estas afirmaciones conciliares y otra los hábitos mentales que siguen dominando la actitud de no pocos cristianos.
Hay que decirlo con toda claridad. Dios que crea a todos por amor, vive volcado sobre todas y cada una de sus criaturas. A todos llama y atrae hacia la felicidad eterna en comunión con él. No ha habido nunca un solo hombre o una sola mujer que haya vivido sin que Dios lo haya acompañado desde el fondo de su mismo ser. Allí donde hay un ser humano, cualquiera que sea su religión o su a-religiosidad, allí está Dios suscitando su salvación. Su amor no abandona ni discrimina a nadie. Como dice san Pablo: «en Dios no hay acepción de personas» (Rm 2,11).
Rechazado en su propio pueblo de Nazaret, Jesús recuerda la historia de la viuda de Sarepta y la de Naamán el sirio, ambos extranjeros y paganos, para hacer ver con toda claridad que Dios se preocupa de sus hijos aunque no pertenezcan al pueblo elegido de Israel. Dios no se ajusta a nuestros esquemas y divisiones. Todos son sus hijos, los que viven en la Iglesia y los que la han dejado. Dios no abandona a nadie. A todos los quiere tener para siempre en su felicidad eterna.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
1 de febrero de 1998

OPCIÓN FUNDAMENTAL

Le empujaron fuera del pueblo.

Probablemente muchos cristianos no han oído hablar de la «opción fundamental». Sin embargo, debería ser explicada de forma clara y sencilla, pues se trata de una categoría decisiva en la teología contemporánea para comprender la estructura moral de la persona y para valorar debidamente su actuación.
Como su mismo nombre lo indica, la opción fundamental es una decisión que brota del centro de la persona y que condiciona de manera fundamental todas las demás actuaciones del individuo. Es, por lo tanto, una opción de tal densidad que va a dar una orientación y un sentido a toda la vida de la persona.
Más en concreto, la opción fundamental es una decisión «a favor o en contra de Dios». La persona opta por orientar su existencia contando con Dios o prescindiendo de Él. Acepta a Dios como horizonte último de su comportamiento o se cierra a Él para organizarse su vida desde su propio yo. No es, por tanto, una decisión más entre otras, sino el «sí» o el «no» del individuo a su Creador, que va a condicionar el conjunto de todos los demás actos.
Esta opción no se hace, por lo general, diciendo de manera explícita en un momento determinado: «Yo voy a vivir de hoy en adelante prescindiendo de Dios» o afirmando, por el contrario: «Voy a acoger a Dios en mi vida.» Es una opción libre y consciente, pero, de ordinario, va tomando cuerpo en nosotros poco a poco, a medida que nos vamos abriendo a Dios o nos encerramos en nosotros mismos.
Esta orientación fundamental se va encarnando y manifestando luego en las actuaciones y reacciones de la persona a lo largo de los días, y es necesario tenerla en cuenta para juzgar la moralidad de cada acto sin caer en una falsa casuística. Los actos del individuo son importantes, pero no tanto considerados de manera aislada, sino como exponente de la postura básica de la persona ante Dios y ante la existencia. Las pequeñas decisiones que vamos tomando cada día lo que hacen es confirmar y reforzar nuestra opción por Dios o debilitarla e, incluso, modificarla y eliminarla.
El evangelio de Lucas presenta a Cristo corno «señal de contradicción» en medio del pueblo «a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones» (Le 2, 35). En él podemos escuchar la llamada de Dios a orientar nuestra vida acogiéndolo como único Señor, principio y fuente de todo bien, destino último del ser humano. Dios no cesa de llamarnos en Cristo. Podemos rechazar su invitación como los habitantes de Nazaret o podemos acogerla; podemos ahogarla o dejarla crecer en nuestro corazón. Pero nuestra vida entera se decide en esa opción fundamental, secreta tal vez a los ojos de los demás, pero conocida por Dios nuestro Creador y Padre.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
29 de enero de 1995

TOLERANTES, PERO NO INDIFERENTES

Le empujaron fuera del pueblo.

El pluralismo que reina hoy en occidente no es sólo un dato social. Es un dogma de nuestra cultura. Uno de los pocos que quedan. Todo puede ser discutido. Pero nunca el derecho de cada cual a pensar como le parezca y a ser respetado en lo que piensa.
Esto que, sin duda, significa un progreso en la historia de la humanidad, ha traído consigo un relativismo social que puede ser demoledor. Todo parece igual. Da lo mismo una visión de la vida que otra, un modo de vivir que su contrario.
Para no pocas personas, ya no hay verdad ni mentira, belleza ni fealdad, bueno ni malo. Todo es subjetivo. Cada uno verá qué quiere pensar de la vida, cómo siente las cosas y qué le apetece hacer en cada caso. La elección la hace cada cual.
Más todavía. Las cosas llegan a veces a tal extremo que si uno defiende en público unas convicciones firmes sobre la existencia, el hombre o la moral, fácilmente puede ser tachado de fanático y hasta intolerante. Lo que se lleva es la relatividad de todo. Nada es seguro ni firme. Sólo el que mantiene una postura relativista es digno de respeto.
El profesor de Chicago, A. Bloom, en su conocido análisis «El cierre de la mente moderna», llega a decir que «el relativismo de valores constituye un cambio moral y político tan grande como el que se produjo cuando el cristianismo reemplazó al paganismo griego o romano». Pero, ¿es bueno que se disuelva el esfuerzo por establecer la verdad y por precisar lo que es digno del ser humano?
En este ambiente de «relativismo disfrazado de tolerancia» del que habla el investigador norteamericano, también hablar de «religión» resulta ambiguo. Hay que preguntar enseguida de qué tipo de religión se trata y de qué Dios se está hablando. Concretamente, ante el fenómeno del pluralismo moderno, la reacción de los creyentes es diferente. Algunos se endurecen en posturas de corte fundamentalista hasta intentar incluso imponer sus convicciones a la fuerza. Otros, desde posiciones permisivas y liberales, dan por bueno casi todo afirmando que lo importante es la experiencia religiosa de cada cual.
A mi juicio, el cristiano está llamado hoy a vivir una fe humilde, que mira a la tierra y se preocupa por mejorarla (humilde viene de «humus», tierra); una fe lúcida, que es tolerante sin ser indiferente, comprometida sin ser fanática; una fe firme, que no se disuelve en cualquier cosa; una fe confesante, que no adopta una postura de cruzada, pero no se avergüenza de presentarse en público y de actuar según las propias convicciones.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN

EDUCAR LA VOLUNTAD

Se abrió paso entre ellos.

No está de moda hablar de disciplina, esfuerzo o renuncia. Pocos se atreven hoy a mostrar la importancia que tiene en la vida la educación de una voluntad fuerte y recia. Vivimos más bien envueltos en eso que el catedrático de psiquiatría Enrique Rojas llama «la filosofía del me apetece». Esa es la principal motivación que inspira la vida de no pocos: «no me apetece», «esto me va», «aquello no me gusta».
En pocos años, ha ido creciendo de manera alarmante el número de personas de voluntad débil, caprichosas y blandas, incapaces de proponerse metas y objetivos concretos. Hombres y mujeres inconstantes que giran como veletas según el viento del momento, llevados y traídos por lo que, en cada instante, les pide el cuerpo.
Buscan una vida cómoda y placentera, pero les espera un futuro difícil. En el amor no llegarán muy lejos, pues no saben lo que es renunciar, ni conocen la importancia del sacrificio y la dedicación al bien del otro. Son como niños consentidos y caprichosos que estropean cualquier relación basada en el amor y la entrega generosa.
Tampoco lograrán nada grande y noble en los demás aspectos de su vida. Nunca desarrollarán sus verdaderas posibilidades. Se instalarán en la mediocridad y arrastrarán, a donde quiera que vayan, su personalidad mal diseñada, fruto del abandono y la dejadez.
El hombre de hoy necesita recordar que la voluntad es un rasgo esencial del ser humano. Tanto como la razón. Incluso se ha de decir que el hombre con voluntad llega más lejos en su crecimiento personal que el hombre inteligente. Lo grande es casi siempre fruto de la determinación y la tenacidad.
Educar la voluntad es un trabajo que requiere esfuerzo diario. Hay que utilizar herramientas tan concretas como la disciplina, el orden, la constancia y la ilusión. Hay que saber renunciar a la satisfacción de lo inmediato en función de metas futuras.
Pero merece la pena. Antes o después, van llegando los frutos. La persona se va haciendo más libre y más dueña de sí misma. No se doblega fácilmente a las dificultades. Su vida va alcanzando una madurez que enriquece a quienes encuentra en su camino.
El modelo más limpio lo encuentra el cristiano en ese Jesús capaz de ser fiel a su misión, a pesar de los rechazos y desprecios que encuentra en su camino. El evangelista Lucas nos dice que sus propios vecinos de Nazaret trataban de «despeñarlo», pero él «se abrió paso entre ellos» para continuar su tarea salvadora.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
29 de enero de 1989

TODO ES GRACIA

Se admiraban de las palabras de gracia.

Los habitantes de Cafarnaúm se admiran de “las palabras de gracia” que salen de la boca de Jesús pues, al leer en la sinagoga el libro de Isaias, sólo recoge las palabras que hablan de salvación y no las de venganza y castigo.
Hace unos años los cristianos hablaban de la gracia con más frecuencia. Precisamente el dilema decisivo de la vida se formulaba en estos términos: “estar en gracia” o “estar en pecado”.
Hoy todo eso parece haber quedado arrinconado como algo de importancia secundaria, y la palabra misma “gracia” apenas tiene para muchos creyentes un significado especial.
Sin embargo, la fe cristiana no ha encontrado una palabra más adecuada para expresar la bondad, el cariño y la misericordia de Dios que impregnan y penetran nuestra existencia entera.
El hombre no es un ser “des-graciado”. No está en “des-gracia” ante Dios. Toda persona, lo sepa o no, cuenta siempre con su gracia. Aun el más indigno, el más perdido, está siempre envuelto por la gracia de Dios que lo acoge y lo ama sin fin.
Aunque una cierta predicación haya podido sugerir lo contrario, no es que los hombres tengamos que ser buenos para que Dios nos acepte y nos ame. Dios nos ama porque es Amor y no puede ser de otra manera. Y nosotros somos buenos dejándonos transformar por ese amor.
A pesar de nuestra mediocridad y nuestro pecado, Dios no deja de ofrecerse y comunicarse. No se retira de nosotros. Nuestro pecado no destruye su presencia amorosa. Sólo impide que esa presencia nos vaya liberando y construyendo como personas.
Dios sigue ahí, sosteniendo y alentando nuestro ser con amor, respetando totalmente nuestra libertad, llamándonos silenciosamente a una vida más plena.
Por eso pudo escribir G. Bernanos “todo es gracia”, porque todo, absolutamente todo, está sostenido, envuelto y penetrado por el misterio de ese Dios que es gracia, acogida y perdón para todas sus criaturas.
Por otra parte, sería una equivocación pensar que la gracia es “algo” que se recibe de Dios sólo interiormente y de manera secreta e invisible, en lo más oculto del alma.
La gracia es presencia salvadora de Dios que se nos regala permanentemente y de mil maneras a todos y cada uno de nosotros a través de personas, experiencias y acontecimientos que sostienen nuestra vida, nos interpelan y nos hacen crecer hacia la Vida definitiva.
La gracia es Dios presente en nuestra existencia entera. Todo cambiaría para nosotros si fuéramos capaces de creer un poco lo que dice el admirable Angelus Silesius: “Y0 no existo fuera de Dios; Dios no existe fuera de mí”.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1985-1986 – BUENAS NOTICIAS

EL MIEDO A SER DIFERENTES

Ningún profeta es bien mirado en su tierra.

Pronto pudo ver Jesús lo que podía esperar de su propio pueblo. Los evangelistas no nos han ocultado la resistencia, el escándalo y la contradicción que encontró Jesús muy pronto, incluso en los ambientes más allegados.
Su actuación libre y liberadora resultaba demasiado molesta y acusadora. Su comportamiento ponía en peligro demasiados intereses.
Jesús lo comprende así con toda lucidez. Es difícil que un hombre que se pone a actuar escuchando fielmente a Dios sea bien aceptado en un pueblo que vive de espaldas a El. «Ningún profeta es bien mirado en su tierra».
Los creyentes no lo debiéramos olvidar. No se puede pretender seguir fielmente a Jesús y no provocar, de alguna manera, la reacción, la extrañeza, la crítica y hasta el rechazo de quienes, por diversos motivos, no pueden estar de acuerdo con un planteamiento cristiano de la vida.
¿No somos los creyentes demasiado «normales» y demasiado bien aceptados en una sociedad que no es tan normal ni tan aceptable cuando se miran las cosas desde la fe? ¿No nos sentimos demasiado a gusto y bien adaptados?
Nos da miedo ser diferentes. Hace mucho tiempo que está de moda «estar a la moda». Y no sólo cuando se trata de adquirir el traje de invierno o escoger los colores de verano. El «dictado de la moda» nos impone los gestos, las maneras, el lenguaje, las ideas, las actitudes y las posiciones que debemos defender.
Se necesita una gran dosis de coraje y de valor para ser fiel a las propias convicciones, cuando todo el mundo se acomoda y adapta «a lo que se lleva».
Es más fácil vivir sin un proyecto de vida personal, dejándose llevar por los acontecimientos y los convencionalismos sociales. Es más fácil instalarse cómodamente en la vida y vivir superficialmente según lo que nos dicten desde fuera.
Al comienzo, quizás, uno escucha todavía una voz interior que le dice que no es ése el camino acertado para crecer como hombre ni como creyente. Pero, pronto nos tranquilizamos. No queremos pasar por «un anormal», «un extraño» o «un loco». Se está más seguro sin distanciarse del rebaño.
Y así seguimos caminando. En rebaño. Mientras desde el evangelio se nos sigue invitando a ser fieles a nuestras convicciones creyentes, incuso cuando puedan acarrearnos la crítica y el rechazo dentro de nuestra misma clase social, nuestro propio partido, el círculo profesional y social en el que nos movemos y hasta en el entorno más cercano de nuestros amigos y familiares.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1982-1983 – APRENDER A VIVIR
30 de enero de 1983

CUANDO UN PUEBLO SE EQUIVOCA

Ningún profeta es bien mirado en su tierra.

Es bastante frecuente entre nosotros atribuir al «pueblo» las posturas y posiciones que cada uno trata de defender. Fácilmente se lanzan consignas, se adoptan decisiones y se realizan acciones en nombre de un pueblo que supuestamente las defiende.
Nadie se atreve a elevar una voz que pueda parecer contraria al pueblo. Hay que hacer ver que nuestra palabra es expresión clara de la voluntad del pueblo.
Todo sucede como si la apelación al pueblo fuera el criterio definitivo para juzgar de la validez y el carácter justo de lo que se propone.
Este deseo de defender lo que el pueblo quiere, debe ser, sin duda, la actitud de todo hombre que busca el bien común frente a intereses egoístas y exclusivamente partidistas.
Pero, sería una equivocación pensar que la única manera de amar a un pueblo es identificamos con todo lo que ese pueblo dice y aprobar acríticamente todo lo que ese pueblo hace.
Un pueblo, por el hecho de serlo, no es automáticamente infalible. Los pueblos también se equivocan. Los pueblos también son injustos.
Y es entonces, precisamente, cuando ese pueblo necesita hombres que le digan con sinceridad y valentía sus errores y su pecado. Hombres que, movidos por su amor leal al pueblo, se atrevan a levantar una voz quizás molesta y discordante, pero que ese pueblo necesita escuchar para no deshumanizarse.
Un pueblo que no tiene en cada momento hijos que se atrevan a denunciarle sus errores e injusticias, es un pueblo que corre el riesgo de ir «perdiendo su conciencia».
Quizás el mayor pecado de un pueblo sea el ahogar la voz de sus profetas, gentes a veces muy sencillas pero que conservan como nadie lo mejor y más humano de un pueblo.
Y cuando un pueblo reduce al silencio a estos hombres y mujeres, se empobrece y queda sin luz para caminar hacia un futuro más humano.
Es triste constatar que el refrán judío continúa siendo realidad: «Ningún profeta es bien mirado en su tierra». Y los pueblos siguen desoyendo a sus profetas como aquél de Nazaret que expulsó un día a Jesús, el mejor y más necesario para el pueblo.

José Antonio Pagola



Blog:               http://sopelakoeliza.blogspot.com

Para ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
                        http://iglesiadesopelana3v.blogspot.com


lunes, 18 de enero de 2016

24/01/2016 - 3º domingo Tiempo ordinario (C)

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El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
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Para leer, compartir, bajarse o imprimir las homilias de José Antonio Pagola del domingo haz "clic" sobre el título del domingo, o haz "clic" sobre Ciclo A, Ciclo B o Ciclo C, en el menú superior para leer las homilias de cada ciclo.

¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

No dejes de visitar la nueva página de VÍDEOS DE LAS CONFERENCIAS DE JOSÉ ANTONIO PAGOLA .

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3º domingo Tiempo ordinario (C)


EVANGELIO

Hoy se cumple esta Escritura.

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,1-4; 4,14-21

Excelentísimo Teófilo:
Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros, siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la palabra. Yo también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he resuelto escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres,
para anunciar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista.
Para dar libertad a los oprimidos;
para anunciar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:
- Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2015-2016 -
24 de enero de 2016

EN LA MISMA DIRECCIÓN

Me ha enviado a anunciar la Buena Noticia.

Antes de comenzar a narrar la actividad de Jesús, Lucas quiere dejar muy claro a sus lectores cuál es la pasión que impulsa al Profeta de Galilea y cuál es la meta de toda su actuación. Los cristianos han de saber en qué dirección empuja a Jesús el Espíritu de Dios, pues seguirlo es precisamente caminar en su misma dirección.
Lucas describe con todo detalle lo que hace Jesús en la sinagoga de su pueblo: se pone de pie, recibe el libro sagrado, busca él mismo un pasaje de Isaías, lee el texto, cierra el libro, lo devuelve y se sienta. Todos han de escuchar con atención las palabras escogidas por Jesús pues exponen la tarea a la que se siente  enviado por Dios.
Sorprendentemente, el texto no habla de organizar una religión más perfecta o de implantar un culto más digno, sino de comunicar liberación, esperanza, luz y gracia a los más pobres y desgraciados. Esto es lo que lee. «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor ». Al terminar, les dice: «Hoy se cumple esta Escritura  que acabáis de oír».  
El Espíritu de Dios está en Jesús enviándolo a los pobres, orientando toda su vida hacia los más necesitados, oprimidos y humillados. En esta dirección hemos de trabajar sus seguidores. Ésta es la orientación que Dios, encarnado en Jesús, quiere imprimir a la historia humana. Los últimos han de ser los primeros en conocer esa vida más digna, liberada y dichosa que Dios quiere ya desde ahora para todos sus hijos e hijas.
No lo hemos de olvidar. La "opción por los pobres" no es un invento de unos teólogos del siglo veinte, ni una moda puesta en circulación después del Vaticano II. Es la opción del Espíritu de Dios que anima la vida entera de Jesús, y que sus seguidores hemos de introducir en la historia humana. Lo decía Pablo VI: es un deber de la Iglesia "ayudar a que nazca la liberación...y hacer que sea total".
No es posible vivir y anunciar a Jesucristo si no es desde la defensa de los últimos y la solidaridad con los excluidos. Si lo que hacemos y  proclamamos desde la Iglesia de Jesús no es captado como algo bueno y liberador por los que más sufren, ¿qué evangelio estamos predicando? ¿A qué Jesús estamos siguiendo? ¿Qué espiritualidad estamos promoviendo?. Dicho de manera clara: ¿qué impresión tenemos en la iglesia actual? ¿Estamos caminando en la misma dirección que Jesús?

José Antonio Pagola

HOMILIA

2012-2013 -
27 de enero de 2013

PROFETA

En una aldea perdida de Galilea, llamada Nazaret, los vecinos del pueblo se reúnen en la sinagoga una mañana de sábado para escuchar la Palabra de Dios. Después de algunos años vividos buscando a Dios en el desierto, Jesús vuelve al pueblo en el que había crecido.
La escena es de gran importancia para conocer a Jesús y entender bien su misión. Según el relato de Lucas, en esta aldea casi desconocida por todos, va a hacer Jesús su presentación como Profeta de Dios y va a exponer su programa aplicándose a sí mismo un texto del profeta Isaías.
Después de leer el texto, Jesús lo comenta con una sola frase: "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír". Según Lucas, la gente "tenía los ojos fijos en él". La atención de todos pasa del texto leído a la persona de Jesús. ¿Qué es lo que nosotros podemos descubrir hoy si fijamos nuestros ojos en él?
Movido por el Espíritu de Dios. La vida entera de Jesús está impulsada, conducida y orientada por el aliento, la fuerza y el amor de Dios. Creer en la divinidad de Jesús no es confesar teóricamente una fórmula dogmática elaborada por los concilios. Es ir descubriendo de manera concreta en sus palabras y sus gestos, su ternura y su fuego, el Misterio último de la vida que los creyentes llamamos "Dios".
Profeta de Dios. Jesús no ha sido ungido con aceite de oliva como se ungía a los reyes para transmitirles el poder de gobierno o a los sumos sacerdotes para investirlos de poder sacro. Ha sido "ungido" por el Espíritu de Dios. No viene a gobernar ni a regir. Es profeta de Dios dedicado a liberar la vida. Solo le podremos seguir si aprendemos a vivir con su espíritu profético.
Buena Noticia para los pobres. Su actuación es Buena Noticia para la clase social más marginada y desvalida: los más necesitados de oír algo bueno; los humillados y olvidados por todos. Nos empezamos parecer a Jesús cuando nuestra vida, nuestra actuación y amor solidario puede ser captado por los pobres como algo bueno.
Dedicado a liberar. Vive entregado a liberar al ser humano de toda clase de esclavitudes. La gente lo siente como liberador de sufrimientos, opresiones y abusos; los ciegos lo ven como luz que libera del sinsentido y la desesperanza; los pecadores lo reciben como gracia y perdón. Seguimos a Jesús cuando nos va liberando de todo lo que nos esclaviza, empequeñece o deshumaniza. Entonces creemos en él como Salvador que nos encamina hacia la Vida  definitiva.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
24 de enero de 2010

EN LA MISMA DIRECCIÓN

(Ver homilía del ciclo C - 2015-2016)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
21 de enero de 2007

PROGRAMA

Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres.

Antes de comenzar su relato evangélico, Lucas quiere presentar de manera clara el programa de Jesús, que enseguida irá exponiendo a lo largo de su escrito. Le interesa mucho, pues ése es precisamente el programa que han de tener ante sus ojos los que le siguen.
Según Lucas, es Jesús mismo quien selecciona un pasaje del profeta Isaías y se lo lee a los vecinos de su pueblo, para que puedan entender mejor el Espíritu que lo anima, las preocupaciones que lleva dentro de su corazón y la tarea a la que se quiere dedicar en cuerpo y alma.
El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido. Jesús se siente ungido por el Espíritu de Dios, impregnado por su fuerza. Por eso, sus seguidores le llaman ahora Cristo, es decir, Ungido, y, por eso, se llaman ellos mismos cristianos. Para Lucas, es una contradicción llamarse «cristiano» y vivir sin ese Espíritu de Jesús.
Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres. A Dios le preocupa el sufrimiento de la gente. Por eso, su Espíritu le empuja a Jesús a dejar su pueblo para dar la Buena Noticia a los pobres. Esta es su gran tarea: poner esperanza en los que sufren. Si lo que hacemos y decimos los cristianos no es captado como «Buena Noticia» por los que sufren, ¿qué evangelio estamos predicando?, ¿a qué nos estamos dedicando?
Jesús se siente enviado a cuatro grupos de personas: los pobres, los cautivos, los ciegos, y los oprimidos. Son los que más dentro lleva en su corazón, los que más le preocupan. ¿Qué ha sido de «la gran preocupación» de Jesús? Aquí no hay escapatoria posible. La Iglesia es de los que sufren, o deja de ser la Iglesia de Jesús. Si no son ellos quienes nos preocupan, ¿de qué nos estamos preocupando?
Jesús tiene claro su programa: sembrar libertad, luz y gracia. Esto es lo que desea introducir en aquellas aldeas de Galilea y en el mundo entero. Nosotros podemos dedicarnos a juzgar y condenar la sociedad actual; podemos discutir de todo; podemos lamentamos de la indiferencia religiosa. Si seguimos el programa de Jesús, nos sentiremos llamados a poner en el mundo libertad, luz y gracia de Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
25 de enero de 2004

BUENA NOTICIA PARA LOS POBRES

Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres.

Quizás uno de los rasgos más escandalosos e insoportables de la conducta de Jesús sea su defensa decidida de los pobres. Una y otra vez, los cristianos tratamos de escamotear y olvidar algo que es esencial en la actuación de Jesús.
No debemos engañarnos. Su mensaje no es una buena noticia para todos los hombres, de manera indiscriminada. El ha sido enviado para dar una buena noticia a los pobres:
el futuro proyectado y querido por Dios les pertenece a ellos.
Tienen suerte los pobres, los marginados por la sociedad, los privados de toda defensa, los que no encuentran sitio en la convivencia de los fuertes, los despojados por los poderosos, los humillados por la vida. Jesús amenaza a los ricos y felicita a los pobres porque sólo éstos son los destinatarios del reino de Dios. Sólo éstos se alegrarán cuando Dios «reine» entre lo hombres.
Pero, ¿por qué son ellos los privilegiados? Dios, ¿no es neutral? ¿Es que los pobres son mejores que los demás para merecer de Dios un trato especial?
La posición de Jesús es sencilla y clara. No afirma nunca que los pobres, por el hecho de serlo, sean mejores que los ricos. No existe para Jesús «un clasismo moral». La única razón del privilegio de los pobres consiste en que son pobres y oprimidos. Y Dios no puede «reinar» entre los hombres sino haciéndoles justicia.
Dios no puede ser neutral ante un mundo dividido y desgarrado por las injusticias de los hombres. El pobre es un ser necesitado de justicia. Por eso, la llegada de Dios es una buena noticia para él. Dios no puede hacerse presente entre los hombres sino defendiendo la suerte de los injustamente maltratados.
Si el reinado de Dios se impone, los pobres serán felices. Porque donde Dios «reina», no podrán ya reinar los poderosos sobre los débiles ni los fuertes sobre los indefensos.
Pero no lo olvidemos. Lo que es buena noticia para los pobres resuena como amenaza y mala noticia para los intereses de los ricos. Tienen mala suerte los ricos. El futuro no les pertenece. Sus riquezas les impiden abrirse a un Dios Padre y entrar en la nueva sociedad de hermanos. No participarán en la última fiesta, cuando el Rey se siente a la mesa «con los pobres, lisiados, ciegos y cojos».

José Antonio Pagola

HOMILIA

2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
21 de enero de 2001

LA PRIMERA MIRADA

Para dar la Buena Noticia a los pobres.

La primera mirada de Jesús no se dirige al pecado de las personas, sino al sufrimiento que arruina sus vidas. Lo primero que toca su corazón no es el pecado, sino el dolor, la opresión y la humillación que padecen hombres y mujeres. El pecado consiste precisamente en cerrarse al sufrimiento de los demás para pensar sólo en el propio bienestar.
La exégesis contemporánea atribuye una importancia decisiva al «relato programático» de la sinagoga de Nazaret (Lc 4, 16-22). Jesús se siente «ungido por el Espíritu» de un Dios que se preocupa de los que sufren, impregnado por su amor a los pobres y desvalidos. Es ese Espíritu el que lo empuja a entregar su existencia entera a liberar, aliviar, sanar, perdonar: «El Espíritu del Señor está sobre m4 porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista, para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor» (Lc 4, 18-19).
Este programa de actuación propio de Cristo no ha sido siempre el de los cristianos. La teología cristiana ha dirigido más su atención al pecado de la criatura que a su sufrimiento. El afamado teólogo J.B. Metz ha denunciado repetidamente este grave desplazamiento: «La doctrina cristiana de la salvación ha dramatizado demasiado el problema del pecado mientras ha relativizado el problema del sufrimiento». Es así. Muchas veces la preocupación por el dolor humano ha quedado atenuada por la atención a la redención del pecado.
En el interior del cristianismo hay una fe no en cualquier Dios, sino en el Dios atento al dolor humano. Frente a la «mística de ojos cerrados» propia del budismo y de la espiritualidad del Oriente en general, volcados sobre todo en la atención a lo interior, el cristianismo ha de cultivar una «mística de ojos abiertos» y una espiritualidad de la obligación absoluta de atender al dolor de los otros.
Al cristiano verdaderamente espiritual —.«ungido por el Espíritu»— se lo encuentra, lo mismo que a Cristo, junto a los más desvalidos y humillados. Lo que le caracteriza no es tanto la comunicación íntima con el Ser Supremo cuanto la apertura al amor de un Dios Padre que empuja y envía a sus fieles hacia los seres más pobres y abandonados. Como ha recordado recientemente el cardenal Carlo Martini, en estos tiempos de globalización, el cristianismo ha de globalizar la atención al sufrimiento de los pobres de la Tierra.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
25 de enero de 1998

MERECE LA PENA

Para dar la Buena Noticia a los pobres.

Se dice que los sacerdotes no nos atrevemos ya a invitar a los jóvenes a que sigan nuestros pasos y que muchos padres se entristecen ante la sola idea de que a su hijo se le pueda ocurrir ser cura. Al leer el relato de Lucas en que Jesús se presenta en medio de su pueblo como «ungido por el Espíritu del Señor» y «enviado para dar la Buena Noticia a los pobres» aportando luz, liberación y gracia, he pensado qué diría yo hoy a unos jóvenes que se plantearan el servicio presbiteral como la forma de vida concreta para seguir a Jesús. ¿Merece la pena ser cura? ¿Para qué?
Yo os animo a ser sacerdotes para escuchar los interrogantes, miedos e incertidumbres de tantos hombres y mujeres que han abandonado a un Dios en el que ya no podían creer y necesitan que alguien los acompañe en la búsqueda del verdadero rostro del Padre revelado en Jesucristo.
Haceos curas si queréis sembrar un poco de esperanza en tantas personas que viven sin horizonte, llenas de cosas, pero con el alma vacía y triste, sin saber qué sentido dar a su vida. No dudéis en dar el paso si queréis contribuir a que en nuestro pueblo no se oigan solamente las palabras de los políticos, las voces de los cantantes o los anuncios comerciales de la televisión, sino que se siga escuchando el mensaje liberador de Jesucristo.
Animaos a ser sacerdotes si queréis denunciar desde el Evangelio, con libertad y sin depender de las consignas de ningún partido, las mentiras, injusticias y violencias que nos deshumanizan día a día.
Tomad en serio esa llamada que sentís dentro de vosotros, si queréis compartir las inquietudes de los jóvenes, comprender sus contradicciones y orientarlos hacia una vida más sana y positiva.
Haceos sacerdotes, si queréis trabajar desinteresadamente por una cultura nueva de paz promoviendo entre nosotros el diálogo, el respeto mutuo, la defensa de toda persona, el perdón y la reconciliación.
Orientad vuestra vida hacia el servicio sacerdotal si queréis animar comunidades cristianas donde los hombres y mujeres de nuestro tiempo aprendan a creer en Jesucristo y descubran dónde puede poner el ser humano su última esperanza.
Yo os invito a ser sacerdotes para defender los derechos humanos que todos defienden e, incluso, los que apenas defiende nadie, como el derecho a la vida interior, el derecho a morir con esperanza, el derecho de todo hombre al amor y la solidaridad de todos, el derecho a buscar a Dios.
Si un día llegáis a ser sacerdotes, no os espera una vida fácil. No haréis dinero. No tendréis gran prestigio social. Seréis fácilmente discutidos y hasta rechazados. Pero nadie os podrá quitar la alegría de vivir haciendo este mundo un poco más humano desde el Evangelio de Jesucristo.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
22 de enero de 1995

SIN ESCAPATORIA

Para dar la Buena Noticia a los pobres.

A la Iglesia y a los cristianos hay que cogerles por su palabra. Continuamente hablan de Cristo como su maestro y fundador, el único Señor al que hay que seguir. Y es así. Por eso, Cristo se convierte en su más implacable juez. El criterio de su verdad o su mentira. No son nada las críticas que le pueden llegar a la Iglesia desde fuera, comparadas con las que le vienen del mismo Cristo.
Por eso, nos resulta tan duro escuchar estas palabras programáticas de Jesús: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, a los ciegos la vista, y para dar libertad a los oprimidos» (Lc 4, 18).
El Espíritu de Dios está en Jesús enviándolo a los pobres. Esa es su primera tarea y misión: comunicar a los pobres la Buena Noticia de que Dios quiere introducir en el mundo su justicia y derecho, y dedicarse a liberarlos de la opresión y el mal del que son víctimas. No hay escapatoria. La Iglesia o es de los pobres, o deja de ser la Iglesia de Cristo. La defensa de los maltratados por la vida o por los hombres es la señal y la prueba de que nos estamos dejando guiar por el Espíritu de Cristo.
Por eso, cuando en la Iglesia se olvidan los designios de Dios y se oscurece el seguimiento a Cristo, el Espíritu vuelve a interpelarla desde el clamor de los pobres y crucificados de la Tierra. La «opción» de Jesús por los pobres desenmascara nuestras seguridades, rompe nuestros esquemas religiosos y cuestiona nuestra manera de entender y vivir la fe. Si lo que estamos anunciando y promoviendo en las parroquias y comunidades cristianas no es captado como «Buena Noticia» por los más necesitados de la sociedad, ¿de qué evangelio estamos hablando?, ¿a qué Jesucristo estamos siguiendo?
Hay algo que los cristianos hemos de ver con absoluta claridad en nuestros días: no se puede anunciar ni vivir el Evangelio de Cristo si no es desde la defensa de los excluidos de la sociedad del bienestar, y desde la solidaridad con el Sur. No cualquier teología, no cualquier evangelización ni cualquier acción pastoral es igualmente fiel al Espíritu de Cristo. La teología es discurso vacío si no lleva la Buena Noticia de Dios a los pobres, la evangelización no es plenamente tal si no denuncia la injusticia y el pecado que engendra marginación, la pastoral se vacía de contenido cristiano si olvida el servicio a los últimos.
Los pobres son el gran reto para los que decimos seguir a Jesús. Podemos continuar discutiendo sobre la moral sexual, los preservativos o el sacerdocio de la mujer. Pero el Espíritu de Jesús nos seguirá interpelando a todos desde el sufrimiento de los parados, los pobres o los hambrientos. Sólo él nos puede sacudir de nuestras fáciles «ortodoxias» o nuestras acomodaciones religiosas de derechas o de izquierdas.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
26 de enero de 1992

HOMBRES SIN DERECHOS

Para dar la Buena Noticia a los pobres.

Desde hace algunos años, nos hemos convertido en país de inmigración. Por unas razones u otras, han ido llegando hasta nosotros marroquíes, portugueses, latinoamericanos. Lo hacen en un momento de grave crisis económica y plantean un problema más, de no fácil solución.
Se les llama «clandestinos», «ilegales», «sin papeles»; se les relega fácilmente a una situación marginal; malviven, por lo general, en la más absoluta indefensión. Pero son seres humanos como nosotros, que interpelan nuestra conciencia.
Lo más cómodo es la pasividad. Los que nos sentimos insertos en nuestra sociedad por nuestro origen, familia, trabajo o cultura, corremos el riesgo de no tener sensibilidad suficiente para reaccionar ante situaciones injustas de quienes, como los inmigrantes, no se encuentran en nuestra condición.
Es fácil entonces sumarse a una opinión pública desinformada, que presenta a los inmigrantes como «rivales» que vienen a quitarnos un puesto de trabajo o delincuentes peligrosos de los que hay que defenderse. Por ese camino no es difícil que se despierten sentimientos de segregación y xenofobia.
Sin embargo, la política de inmigración de un pueblo, y el trato humano que damos al extranjero, son un buen test para comprobar la verdad de nuestras solemnes proclamas sobre la igualdad de los derechos humanos y la capacidad real de nuestra solidaridad con el Tercer Mundo.
Es verdad que todo país tiene derecho a controlar sus fronteras, pero este derecho ha de concretarse en el contexto global de regulación de los flujos migratorios y desde una actitud de solidaridad elemental con los países más miserables.
Por nuestra parte, los ciudadanos no podemos ignorar su presencia entre nosotros, ni actuar como si fueran «hombres sin derechos». Aunque sean clandestinos según las leyes vigentes, son seres humanos como nosotros, con derechos humanos, sociales y cívicos inalienables, reconocidos por la Declaración Universal y la Convención Europea.
Se me dirá que suponen una «carga excesiva>) para nuestra economía. Es la objeción de quien desea un mundo más humano, pero desde el aislamiento insolidario. En el fondo, ésta es la cuestión. ¿Queremos que se vayan porque no hay pan para todos, o porque no estamos dispuesto a arriesgar en absoluto nuestro nivel de bienestar aunque otros mueran de hambre?
Aunque resulte impopular, la Iglesia ha de alinearse claramente a favor de estos hombres y defender con decisión sus derechos. De lo contrario, sería infiel a aquel que se sentía «enviado a dar la Buena Noticia a los pobres».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
22 de enero de 1989

EVANGELIO Y OTAN

El Espíritu del Señor está sobre mí.

Como motivo de la polémica surgida en torno al documento elaborado por los Secretariados Sociales “Ante el referéndum sobre la OTAN”, no pocos políticos y comentaristas se han apresurado a decir que la postura contraria a la OTAN no es la única que se puede concluir del evangelio.
De esta manera tan sencilla se descalifica el documento y se propaga la idea de que el evangelio, en realidad, es algo abierto a cualquier clase de posturas, todos ellas igualmente aceptables.
Pero, ¿qué es ese “evangelio” al que se dice que han de acudir los cristianos para madurar su postura ante el próximo referéndum?
Se diría que para muchos es sencillamente una especie de “código doctrinal”. Un conjunto de doctrinas y principios morales de contenido tan general y amplio que, a la hora de aplicarlo a casos concretos, permite toda clase de posiciones, con lo cual no parece servir para gran cosa.
Sin embargo, el evangelio es otra cosa. El evangelio es la persona misma de Jesucristo. El Espíritu que animó toda su actuación y su mensaje. Ese Espíritu que le empuja a “dar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar a los cautivos la libertad, a los ciegos la vista, a los oprimidos libertad”.
Escuchar el evangelio de Jesús es escuchar una llamada a cambiar las relaciones de los hombres en favor de los más pobres. Es aprender a mirar la vida con los ojos de aquellos que son nuestras víctimas. Es adquirir una sensibilidad para defender todo aquello que traiga a los hombres libertad verdadera, solidaridad y vida más humana.
Ante el próximo referéndum, yo no sé lo que escuchan otros en el evangelio. He aquí algo de lo que yo modestamente creo percibir: Una invitación a recordar que nuestro “bienestar europeo” se está consolidando a costa de esos pueblos cada vez más subdesarrollados y que la fabricación demencial de armamentos (también en España) seguirá impidiendo una solidaridad más efectiva con esos países que se mueren de hambre.
Una llamada a defender otra clase de relaciones entre los pueblos, que no sea el enfrentamiento de bloques que se esconde tras la OTAN y el Pacto de Varsovia.
Una llamada a resistirme a que “todo tenga que seguir así”, porque los políticos profesionales siguen preocupándose sólo de sus propios países y siguen creyendo sólo en métodos de fuerza y de poder.
Una llamada a exigir y urgir nuevos caminos de convivencia pacífica entre los pueblos, aunque todavía sean inviables y los actuales políticos no sean capaces de impulsarlos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
26 de enero de 1986

NO SOLO UN ASUNTO PRIVADO

Para dar la Buena Noticia a ¡os pobres...

Está muy extendida entre nosotros la tendencia a comprender y vivir la fe como un asunto puramente privado. Bastantes piensan que la presencia comprometida de la Iglesia en la vida pública es algo totalmente ajeno a la acción evangelizadora querida por Jesús.
La Iglesia tendría una misión exclusivamente religiosa, de orden sobrenatural, ajena a los problemas políticos y económicos, y debería limitarse a ayudar a sus fieles en su santificación individual.
Pero luego se observa una postura curiosa. Se bendice y aprueba la intervención eclesial cuando viene a legitimar o fortalecer las propias posiciones, y se la condena como una degradación de su misión o una intrusión ilegítima cuando critica las propias opciones.
Este doble criterio a la hora de valorar la intervención de la Iglesia, ¿no está indicando una fidelidad mayor a la propia opción socio-política que a la búsqueda sincera de las auténticas exigencias de la fe?
Es indudable que la Iglesia puede en algún caso no respetar debidamente la autonomía propia de lo político y económico. Pero lo que resulta sospechosa es esa reacción casi visceral ante cualquier posicionamiento de la Iglesia que trate de concretar las exigencias sociales de la fe, sin coincidir con nuestra propia posición.
Lo paradójico es que, con frecuencia, se le pide a la Iglesia que «se dedique a lo suyo». Pero, resulta que «lo suyo», es actuar animada por el mismo Espíritu de Jesús quien se veía «enviado a dar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos.., y a dar libertad a los oprimidos».
No se quiere entender que la Iglesia, si quiere seguir a Jesús, debe buscar la salvación integral del hombre, que abarca a las personas concretas, los pueblos, las estructuras y las instituciones creadas por el hombre y para el hombre.
La Iglesia es entre nosotros una institución de gran incidencia pública, un «poder fáctico», como dicen algunos. El problema de la Iglesia es cómo convertirse en servicio evangelizador, inspirador de una sociedad más humana y fraterna, cómo poner su influencia social al servicio de los más desheredados de la sociedad.
La salvación cristiana no puede reducirse a lo económico ni a lo político o cultural, pero la Iglesia «no admite circunscribir su misión sólo al terreno religioso, desentendiéndose de los problemas temporales del hombre». Es un deber suyo «ayudar a que nazca la liberación... y hacer que sea total. Todo esto no es extraño a la evangelización» (Pablo VI).

José Antonio Pagola

HOMILIA

1982-1983 – APRENDER A VIVIR
23 de enero de 1983

BUENAS NOTICIAS PARA LOS POBRES

Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres.

Quizás uno de los rasgos más escandalosos e insoportables de la conducta de Jesús sea su defensa decidida de los pobres. Una y otra vez, los cristianos tratamos de escamotear y olvidar algo que es esencial en la actuación de Jesús.
No debemos engañarnos, Su mensaje no es una buena noticia para todos los hombres, de manera indiscriminada. El ha sido enviado para dar una buena noticia a los pobres: el futuro proyectado y querido por Dios les pertenece a ellos.
Tienen suerte los pobres, los marginados por la sociedad, los desprovistos de toda defensa, los que no encuentran sitio en la convivencia de los fuertes, los despojados por los poderosos, los humillados por la vida.
Jesús amenaza a los ricos y felicita a los pobres porque sólo éstos son los destinatarios del reino de Dios. Sólo éstos se alegrarán cuando Dios «reine» entre lo hombres.
Pero, ¿por qué son ellos los privilegiados? Dios, ¿no es neutral? ¿Es que los pobres son mejores que los demás para merecer de Dios un trato especial?
La posición de Jesús es sencilla y clara. No afirma nunca que los pobres, por el hecho de serlo, sean mejores que ¡os ricos. No existe para Jesús «un clasismo moral».
La única razón del privilegio de los pobres consiste en que son pobres y oprimidos. Y Dios no puede «reinar» entre los hombres sino haciéndoles justicia.
Dios no puede ser neutral ante un mundo dividido y desgarrado por las injusticias de los hombres. El pobre es un ser necesitado de justicia. Por eso, la llegada de Dios es una buena noticia para él. Porque Dios no puede hacerse presente entre los hombres sino defendiendo la suerte de los injustamente maltratados.
Si el reinado de Dios se impone, los pobres serán felices. Porque donde Dios «reina», no podrán ya reinar los poderosos sobre los débiles ni los fuertes sobre los indefensos.
Pero no lo olvidemos. Lo que es buena noticia para los pobres resuena como amenaza y mala noticia para los intereses de los ricos.
Tienen mala suerte los ricos. El futuro no les pertenece. Sus riquezas les impiden abrirse a un Dios Padre y entrar en la nueva sociedad de hermanos. No participarán en la última fiesta, cuando el Rey se siente a la mesa «con los pobres, lisiados, ciegos y cojos».

José Antonio Pagola



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