lunes, 28 de diciembre de 2015

03/01/2016 - 2º domingo de Navidad (C)

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El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción". 
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

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2º domingo de Navidad (C)


EVANGELIO

Evangelio

La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.

Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 1-18

En el principio ya existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por medio de la Palabra se hizo todo,
y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
En la Palabra había vida,
y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en la tiniebla,
y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre, enviado por Dios,
que se llamaba Juan:
éste venía como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que por él todos vinieran a la fe.
No era él la luz,
sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera,
que alumbra a todo hombre.
Al mundo vino,
y en el mundo estaba;
el mundo se hizo por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
Vino a su casa,
y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron
les da poder para ser hijos de Dios,
si creen en su nombre.
Éstos no han nacido de sangre,
ni de amor carnal,
ni de amor humano,
sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne
y acampó entre nosotros,
y hemos contemplado su gloria:
gloria propia del Hijo único del Padre,
lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Éste es de quien dije:
"El que viene detrás de mí,
pasa delante de mí,
porque existía antes que yo"».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la Ley se dio por medio de Moisés,
la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás:
el Hijo único,
que está en el seno del Padre,
es quien lo ha dado a conocer.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2015-2016 (C)
3 de enero de 2016

RECUPERAR A JESÚS

Los creyentes tenemos múltiples y muy diversas imágenes de Dios. Desde niños nos vamos haciendo nuestra propia idea de él, condicionados, sobre todo, por lo que vamos escuchando a catequistas y predicadores, lo que se nos transmite en casa y en el colegio o lo que vivimos en las celebraciones y actos religiosos.
Todas estas imágenes que nos hacemos de Dios son imperfectas y deficientes, y hemos de purificarlas una y otra vez a lo largo de la vida. No lo hemos de olvidar nunca. El evangelio de Juan nos recuerda de manera rotunda una convicción que atraviesa toda la tradición bíblica: «A Dios no lo ha visto nadie jamás».
Los teólogos hablamos mucho de Dios, casi siempre demasiado; parece que lo sabemos todo de él: en realidad, ningún teólogo ha visto a Dios. Lo mismo sucede con los predicadores y dirigentes religiosos; hablan con seguridad casi absoluta; parece que en su interior no hay dudas de ningún género: en realidad, ninguno de ellos ha visto a Dios.
Entonces, ¿cómo purificar nuestras imágenes para no desfigurar de manera grave su misterio santo? El mismo evangelio de Juan nos recuerda la convicción que sustenta toda la fe cristiana en Dios. Solo Jesús, el Hijo único de Dios, es «quien lo ha dado a conocer». En ninguna parte nos descubre Dios su corazón y nos muestra su rostro como en Jesús.
Dios nos ha dicho cómo es encarnándose en Jesús. No se ha revelado en doctrinas y fórmulas teológicas sublimes sino en la vida entrañable de Jesús, en su comportamiento y su mensaje, en su entrega hasta la muerte y en su resurrección. Para aproximarnos a Dios hemos de acercarnos al hombre en el que él sale a nuestro encuentro.
Siempre que el cristianismo ignora a Jesús o lo olvida, corre el riesgo de alejarse del Dios verdadero y de sustituirlo por imágenes distorsionadas que desfiguran su rostro y nos impiden colaborar en su proyecto de construir un mundo nuevo más liberado, justo y fraterno. Por eso es tan urgente recuperar la humanidad de Jesús.
No basta con confesar a Jesucristo de manera teórica o doctrinal. Todos  necesitamos conocer a Jesús desde un acercamiento más concreto y vital a los evangelios, sintonizar con su proyecto, dejarnos animar por su espíritu, entrar en su relación con el Padre, seguirlo de cerca día a día. Ésta es la tarea apasionante de una comunidad que vive hoy purificando su fe. Quien conoce y sigue a Jesús va disfrutando cada vez más de la bondad insondable de Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2012-2013 (C)
Fecha

Título

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José Antonio Pagola
HOMILIA

2009-2010 (C)
3 de enero de 2010

RECUPERAR A JESÚS

(Ver homilía del ciclo C - 2015-2016)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2006-2007 (C) – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS

EL ROSTRO HUMANO DE DIOS

La Palabra de Dios se ha hecho carne.

El cuarto evangelio comienza con un prólogo muy especial. Es una especie de himno que, desde los primeros siglos, ayudó decisivamente a los cristianos a ahondar en el misterio encerrado en Jesús. Si lo escuchamos con fe sencilla, también hoy nos puede ayudar a creer en Jesús de manera más profunda. Sólo nos detenemos en algunas afirmaciones centrales.
La Palabra de Dios se ha hecho carne. Dios no es mudo. No ha permanecido callado, encerrado para siempre en su Misterio. Dios se nos ha querido comunicar. Ha querido hablarnos, decirnos su amor, explicarnos su proyecto. Jesús es sencillamente el Proyecto de Dios hecho carne.
Dios no se nos ha comunicado por medio de conceptos y doctrinas sublimes que sólo pueden entender los doctos. Su Palabra se ha encarnado en la vida entrañable de Jesús, para que lo puedan entender hasta los más sencillos, los que saben conmoverse ante la bondad, el amor y la verdad que se encierra en su vida.
Esta Palabra de Dios ha acampado entre nosotros. Han desaparecido las distancias. Dios se ha hecho «carne». Habita entre nosotros. Para encontramos con él, no tenemos que salir fuera del mundo, sino acercamos a Jesús. Para conocerlo, no hay que estudiar teología, sino sintonizar con Jesús, comulgar con él.
A Dios nadie lo ha visto jamás. Los profetas, los sacerdotes, los maestros de la ley hablaban mucho de Dios, pero ninguno había visto su rostro. Lo mismo sucede hoy entre nosotros: en la Iglesia hablamos mucho de Dios, pero nadie lo hemos visto. Sólo Jesús, el Hijo de Dios, que está en el seno del Padre es quien lo ha dado a conocer.
No lo hemos de olvidar. Sólo Jesús nos ha contado cómo es Dios. Sólo él es la fuente para acercarnos a su Misterio. Cuántas ideas raquíticas y poco humanas de Dios hemos de desaprender y olvidar para dejamos atraer y seducir por ese Dios que se nos revela en Jesús.
Cómo cambia todo cuando uno capta por fin que Jesús es el rostro humano de Dios. Todo se hace más simple y más claro. Ahora sabemos cómo nos mira Dios cuando sufrimos, cómo nos busca cuando nos perdernos, cómo nos entiende y perdona cuando lo negamos. En él se nos revela la gracia y la verdad de Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2003-2004 (C) – A QUIÉN IREMOS
4 de enero de 2004

Título

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José Antonio Pagola

HOMILIA

2000-2001 (C) – BUSCAR LAS RAICES

VIVIR SIN ACOGER

Los suyos no la recibieron.

Todos vamos cometiendo a lo largo de la vida errores y desaciertos de todo tipo. Calculamos mal las cosas. No medimos bien las consecuencias de nuestros actos. Nos dejamos llevar por el apasionamiento o la insensatez. Somos así. Sin embargo, no son ésos los errores más graves. Lo peor es tener planteada la vida de manera errónea. Pongamos un ejemplo.
Todos sabemos que la vida es un regalo. No soy yo quien he decidido nacer. No me he escogido a mí mismo. No he elegido a mis padres ni a mi pueblo. Todo me ha sido dado. Vivir es ya desde su origen recibir. La única manera de vivir sensatamente es acoger de manera activa y responsable lo que se me da.
Sin embargo, no siempre pensamos así. Nos creemos que la vida es algo que se nos debe, que nos pertenece de manera exclusiva. Nos sentimos propietarios de nosotros mismos. Pensamos que la manera más acertada de vivir es organizarlo todo en función de nosotros mismos. Yo soy lo único importante. ¿Qué importan los demás?
Esto tiene consecuencias diversas. Algunos no saben vivir sino exigiendo. Exigen y exigen siempre más. Tienen la impresión de no recibir nunca lo que se les debe. Son como niños insaciables que nunca están contentos con lo que tienen. No hacen sino pedir, reivindicar, lamentarse.
Sin apenas darse cuenta, se convierten poco a poco en el centro de todo. Ellos son la fuente y la norma. Todo lo han de subordinar a su ego. Todo ha de quedar instrumentalizado para su provecho.
La vida de la persona se cierra entonces sobre sí misma. Ya no se acoge el regalo de cada día. Desaparece el reconocimiento y la gratitud. No es posible vivir con el corazón dilatado. Se sigue hablando de amor, pero «amar» significa ahora poseer, desear al otro, ponerlo a mi servicio.
Esta manera de enfocar la vida conduce a vivir cerrados a Dios. La persona se incapacita para acoger. No cree en la gracia, no se abre a nada nuevo, no escucha ninguna voz, no sospecha en su vida presencia alguna. Es el individuo el que lo llena todo.
Por eso es tan grave la advertencia del Evangelio en estos últimos días de la Navidad: «La Palabra era luz verdadera que alumbra a todo hombre. Vino al mundo... y el mundo no la conoció. Vino a su casa y los suyos no la recibieron». Nuestro gran pecado es vivir sin acoger.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1997-1998 (C) – UN CAMINO DIFERENTE
4 de enero de 1998

ESCONDIDO, PERO NO AUSENTE

Al mundo vino.

Toda la tradición bíblica insiste en que el Dios de Israel es un “Dios escondido», según la bella expresión del libro de Isaías. El cristianismo sigue afirmando lo mismo. Es cierto que se ha “revelado» en Jesucristo, pero Dios sigue siendo un misterio insondable y, como decía B. Pascal, «toda religión que no diga que Dios está escondido no es verdadera».
Lo nuevo de la fe cristiana es confesar, a partir de Cristo, que de ese Dios oculto sabemos lo más importante. Tiene su rostro vuelto hacia nosotros, pues su misterio insondable es un misterio de amor. Dios no puede sino mirarnos con amor. Nos lo recuerda san Juan de la Cruz: «el mirar de Dios es amar».
Todo esto puede ser así. Pero lo cierto es que, para muchos, Dios es hoy no sólo un Dios escondido, sino un Dios ausente. Dios se ha diluido en su corazón. Su vida transcurre al margen del misterio. Fuera de su pequeño mundo de preocupaciones, no hay nada importante. Dios es sólo una abstracción. Lo verdaderamente transcendental para ellos es llenar esta corta vida de bienestar y experiencias placenteras. Eso es todo.
Sin embargo, el Dios escondido no es un Dios ausente. En el fondo de la vida, detrás de las cosas, en el interior de los acontecimientos, en el encuentro con las personas, en los dolores y gozos de la existencia, está siempre el amor de Dios sustentándolo todo.
Muchos han quedado hoy sin oído para escuchar esa presencia. Pero la vida no ha cambiado. Dios sigue ofreciéndose calladamente en el interior de cada persona y de cada cosa. El mensaje último y decisivo que él pronuncia sobre cada ser humano, lo ha de escuchar cada uno en el fondo de su corazón. Por eso, el primer paso hacia la fe es ponerse a escuchar a ese Dios que ni pregunta ni responde con palabras humanas, pero está ahí, en el interior de la vida, invitándonos a vivir con confianza.
Estamos celebrando estos días la Encamación del Hijo de Dios. Como dice el evangelista san Juan: «A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer. » Dios sigue escondido pero en Cristo nos ha revelado hasta dónde llega su amor al hombre.
Este es el mensaje último de la fiesta de la Navidad. Dios es amor. Tiene su rostro vuelto hacia nosotros. Nos bendice y nos mira con amor. Como escribió el gran teólogo suizo Karl Barth: “Que está mal, el mundo lo sabe ya; pero no sabe que, por los cuatro costados, está en las manos buenas de Dios. »

José Antonio Pagola

HOMILIA

1994-1995 (C) – VIVIR DESPIERTOS

ESCONDIDO, PERO NO AUSENTE

Al mundo vino.

Toda la tradición bíblica insiste en que el Dios de Israel es un “Dios escondido», según la bella expresión del libro de Isaías. El cristianismo sigue afirmando lo mismo. Es cierto que se ha “revelado» en Jesucristo, pero Dios sigue siendo un misterio insondable y, como decía B. Pascal, «toda religión que no diga que Dios está escondido no es verdadera».
Lo nuevo de la fe cristiana es confesar, a partir de Cristo, que de ese Dios oculto sabemos lo más importante. Tiene su rostro vuelto hacia nosotros, pues su misterio insondable es un misterio de amor. Dios no puede sino mirarnos con amor. Nos lo recuerda san Juan de la Cruz: «el mirar de Dios es amar».
Todo esto puede ser así. Pero lo cierto es que, para muchos, Dios es hoy no sólo un Dios escondido, sino un Dios ausente. Dios se ha diluido en su corazón. Su vida transcurre al margen del misterio. Fuera de su pequeño mundo de preocupaciones, no hay nada importante. Dios es sólo una abstracción. Lo verdaderamente transcendental para ellos es llenar esta corta vida de bienestar y experiencias placenteras. Eso es todo.
Sin embargo, el Dios escondido no es un Dios ausente. En el fondo de la vida, detrás de las cosas, en el interior de los acontecimientos, en el encuentro con las personas, en los dolores y gozos de la existencia, está siempre el amor de Dios sustentándolo todo.
Muchos han quedado hoy sin oído para escuchar esa presencia. Pero la vida no ha cambiado. Dios sigue ofreciéndose calladamente en el interior de cada persona y de cada cosa. El mensaje último y decisivo que él pronuncia sobre cada ser humano, lo ha de escuchar cada uno en el fondo de su corazón. Por eso, el primer paso hacia la fe es ponerse a escuchar a ese Dios que ni pregunta ni responde con palabras humanas, pero está ahí, en el interior de la vida, invitándonos a vivir con confianza.
Estamos celebrando estos días la Encamación del Hijo de Dios. Como dice el evangelista san Juan: «A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer. » Dios sigue escondido pero en Cristo nos ha revelado hasta dónde llega su amor al hombre.
Este es el mensaje último de la fiesta de la Navidad. Dios es amor. Tiene su rostro vuelto hacia nosotros. Nos bendice y nos mira con amor. Como escribió el gran teólogo suizo Karl Barth: “Que está mal, el mundo lo sabe ya; pero no sabe que, por los cuatro costados, está en las manos buenas de Dios. »

José Antonio Pagola

HOMILIA

1991-1992 (C) – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
5 de enero de 1992

¿POR QUE NO?

La luz brilla en la tiniebla.

Hemos comenzado un nuevo año. Y después del bullicio y aturdimiento de las fiestas, puede ser momento idóneo para proyectar nuestra mirada hacia el nuevo año que acabamos de estrenar.
De manera general, ¿qué es lo que yo espero de este año? ¿No complicarme la existencia con más problemas y compromisos? ¿Disfrutar al máximo cada momento? ¿Ir desplegando mi vida de manera acertada y sana? ¿Será realmente para mí un año nuevo porque aprenderé a ser más humano cada día, o seguiré estropeando mi vida con los mismos errores y la misma superficialidad de siempre?
El nuevo año, como la vida entera, es un camino a recorrer. ¿Qué es lo que más temo y qué es lo que más deseo de este año? ¿Dónde encontraré fuerza interior para enfrentarme con ánimo y hasta buen humor a los problemas de cada día?
A veces pensamos que ya no podemos cambiar. Y, sin embargo, no es así. ¿Me dejaré llevar también este año por la corriente, o me atreveré a ser diferente siguiendo con más fidelidad mis propias convicciones? ¿A qué me gustaría llegar este año? ¿Qué meta me he propuesto?
A lo largo del año me relacionaré con las personas de siempre, familiares, amigos, conocidos, y también con personas a las que encontraré por primera vez. ¿Qué recibirán de mí? ¿Haré su vida un poco más llevadera o, tal vez, más difícil y dura?
Este año haré muchas cosas. Trabajaré, me divertiré, descansaré, viajaré. . .Pero, ¿desde dónde viviré todo eso? ¿Dedicaré algún tiempo al silencio, a la reflexión, a mirarme por dentro, o seguiré viviendo desde fuera de mí mismo?
También este año seguirá creciendo el número de parados y necesitados. ¿Pueden esperar algo de mí o pienso que es un asunto que no me concierne? ¿Seguiré yo organizándome la vida lo mejor posible mientras junto a mí hay familias enteras que se hunden en la inseguridad y la pobreza?
Está creciendo entre nosotros el anhelo de paz y reconciliación. ¿Qué voy a hacer yo este año para colaborar más activamente en la tarea de la pacificación? ¿Pienso que sólo tienen que cambiar los demás, o me he propuesto introducir también yo algún cambio en mis propias posturas, reacciones y comportamientos?
También este año Dios me acompañará de cerca en el caminar de cada día. ¿No haré nada por encontrarme con él? ¿Seguiré distanciándome cada vez más, o me atreveré, por fin, a confiarme a su bondad insondable?
Este año sacaré tiempo para mis cosas, mis aficiones, mis amigos. ¿Tendré tiempo para ser yo mismo? ¿Tendré tiempo para Dios? En cualquier caso, él sí tendrá tiempo para mí.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1988-1989 (C) - CONSTRUIR SOBRE LA ROCA

¿CUAL ES MI IDOLO PARTICULAR?

Los suyos no la recibieron

Muchos hombres y mujeres que piensan no creer en ningún Dios viven de hecho sometidos enteramente a pequeños ídolos a los que han entregado su existencia.
El olvido del verdadero Dios los ha llevado no al ateísmo sino a la idolatría. Dios ha dejado paso a ídolos más pequeños que se han ido alojando en su corazón, cumpliéndose una vez más aquellas certeras palabras de F. Dostoievski: “Es imposible ser hombre sin inclinarse. Si a Dios no adora, ante un ídolo se inclina”.
El ídolo siempre esclaviza porque nos obliga a organizarnos la vida entera en torno a ese “dios” que hemos descubierto. Todo lo demás, familia, amistad, proyectos, ideales... sólo valen en la medida en que están al servicio de nuestro ídolo.
El ídolo es siempre engañoso. Ingenuamente creemos que cumplirá todos nuestros deseos. Proyectamos en él nuestras aspiraciones más profundas de felicidad, seguridad, grandeza, poder o bienestar. Pero, el ídolo nunca ofrece lo que promete.
A veces, produce satisfacciones inmediatas. A la larga, sólo engendra amargura, decepción y mal sabor. Descubrimos que no podemos liberarnos de él pero percibimos que estamos hechos para algo ms grande y mejor.
Hoy vivimos en una “sociedad politeísta” donde las gentes viven adorando secreta o públicamente multitud de “pequeños dioses”. Cualquier cosa puede convertirse en ídolo cuando el corazón del hombre se ha alejado de la fe genuina en el Dios verdadero, el único capaz de hacernos vivir en el amor y la verdad.
El dinero, el confort, el prestigio social, el sexo, la patria, el poder, el propio partido, la ciencia.., son los ídolos intocables adorados por muchos en esta sociedad.
Pero la idolatría no es algo privativo de los increyentes. Se aloja también en muchos creyentes que erigimos nuestros pequeños dioses junto al Dios verdadero. El pecado de Israel no consistió en abandonar a Dios para adorar a los falsos “baales” de Canaán, sino en pretender “vivir con Dios y los baales”. ¿No es ésta la actitud de muchos que nos llamamos creyentes?
Ante la escena, aparentemente ingenua, de aquellos magos buscando al verdadero Dios para ofrecerle sólo a Él adoración, todos deberíamos preguntarnos a qué “dios” estamos rindiendo nuestra vida y entregando nuestro corazón.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1985-1986 (C) - BUENAS NOTICIAS
5 de enero de 1986

MENSAJE NO COMERCIAL

Y los suyos no la recibieron.

Las palabras que escuchamos en el evangelio de S. Juan tienen una resonancia especial para quien está atento a lo que sucede también hoy entre nosotros. «La Palabra era Dios... En la Palabra había vida... La Palabra era la luz verdadera... La Palabra vino el mundo... Y los suyos no la recibieron».
No es fácil escuchar esa Palabra que nos habla de amor, solidaridad y cercanía al necesitado, cuando vivimos bajo «la tiranía de la publicidad» que nos incita al disfrute irresponsable, al gasto superficial y a la satisfacción de todos los caprichos «porque usted se lo merece».
No es fácil escuchar el mensaje de la Navidad cuando queda distorsionado y manipulado por tanto «mensaje comercial» que nos invita a ahogar nuestra vida en la posesión y el bienestar material.
Lo importante es comprar. Comprar el último modelo de cualquier cosa que haya salido al mercado. Comprar más cosas, mejores y, sobre todo, más nuevas.
Pocos piensan hacia dónde nos lleva todo esto ni qué sentido tiene ni a costa de quién podemos consumir así. Nadie quiere recordar que, mientras nuestros hijos se despiertan envueltos en mil sofisticados juguetes, 40.000 niños del Tercer Mundo mueren de hambre cada día (informe de J. Grant, presidente de la UNICEF).
Nadie parece muy preocupado por este consumismo alocado que nos masifica, nos irresponsabiliza de la necesidad ajena y nos encierra en un individualismo egoísta. Lo que importa es oler a la colonia más anunciada, leer el último «best-seller», regalar el disco número uno del «hit-parade».
Seguimos fielmente las consignas. Compramos marcas. Bebemos etiquetas. Satisfacemos «fantasías artificialmente estimuladas». Con la copa de champagne, nos bebemos la imagen de las jóvenes que lo beben en el anuncio.
Y poco a poco, nos vamos quedando sin vida interior. «La gente se reconoce en sus mercancías; encuentra su alma en su automóvil, en su aparato de alta fidelidad, su equipo de cocina» (Marcuse). Y mientras tanto, crece la insatisfacción.
El hombre contemporáneo no sabe que, cuando uno se preocupa sólo de «vivir bien» y «tenerlo todo», está matando la alegría verdadera de la vida. Porque el hombre necesita amistad, solidaridad con el hermano, silencio, gozo interior, apertura al misterio de la vida, encuentro con Dios.
Hay un mensaje no comercial que los creyentes debemos escuchar en Navidad. Una Palabra hecha carne en Belén. Un Dios hecho hombre. En ese Dios hay vida, hay luz verdadera. Ese Dios está en medio de nosotros. Lo podemos encontrar «lleno de gracia y de verdad» en la persona, la vida y el mensaje de Jesús de Nazaret.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1982-1983 (C) - APRENDER A VIVIR
2 de enero de 1983

LA ETERNA INFANCIA DE DIOS

Habitó entre nosotros.

No es tan equivocado afirmar que la Navidad es la fiesta de los niños y de aquellos que saben vivir con corazón de niño.
Son ellos los que desde su sencillez, su capacidad de sorpresa y su mirada limpia pueden disfrutar como nadie del regalo de un Dios niño.
A los adultos se nos hace más difícil disfrutar del contenido entrañable de estas fiestas. Lo que nos impide gozar como los niños no es la edad, sino nuestro corazón envejecido, autosuficiente, lleno de egoísmos e intereses. Nuestra vida agitada, polarizada en la búsqueda obsesiva de eficacia, rendimiento, seguridad y bienestar a cualquier precio.
El niño habita un mundo diferente al nuestro. No ha cerrado todavía las puertas de su ser a lo bueno, lo hermoso, lo admirable. No necesita tampoco esconderse detrás de una máscara. Puede revelarse como realmente es, en lugar de dedicarse a proyectar imágenes que agraden, seduzcan y engañen.
El niño es todavía capaz de dar y recibir con gozo. Es un ser abierto. Sabe admirar, acoger, disfrutar. No ha aprendido todavía a manipular a los demás. Su vida es acogida y crecimiento.
La Navidad es una gracia que nos invita a despertar lo que queda en nosotros de ese niño que fuimos, capaces de admirar, escuchar y acoger con sorpresa y gozo el regalo de la vida.
La contemplación de un Dios niño es una llamada a reavivar lo que la ambición, el ansia de seguridad, la obsesión de bienestar y la mentira han podido matar en nosotros.
Paul Claudel, describiendo su conversión, nos recuerda cómo sintió un día de Navidad en la catedral de Notre Dame de París «el sentimiento desgarrador de la inocencia, revelación inefable de la eterna infancia de Dios». Sorprendido y sollozando, comenzó a salir de su «estado habitual de asfixia y desesperanza».
Cuando uno ha intuido, aunque sea de manera muy elemental y pobre, la eterna infancia de Dios, es difícil seguir siendo el adulto mentiroso y manipulador de siempre.
El niño que todavía hay en nosotros se despierta para acoger a ese Dios, pequeño, «infantil», incapaz de engaños y manipulaciones. Un Dios sencillo, confiable, transparente, acogedor.
No lo olvidemos. En medio de la superficialidad y banalidad que caracterizan con frecuencia a nuestras fiestas navideñas, hay algo que sólo se puede descubrir con corazón de niño: la eterna infancia de un Dios que puede despertar nuestra ternura y nuestra capacidad de amar por puro gozo, como ¡os niños.

José Antonio Pagola




Blog:               http://sopelakoeliza.blogspot.com

Para ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
                        http://iglesiadesopelana3v.blogspot.com


domingo, 27 de diciembre de 2015

01-01-2016 - Santa María, Madre de Dios (C)

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El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

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Santa María, Madre de Dios (C)


EVANGELIO

Encontraron a María y a José, y al niño. A los ocho días, le pusieron por nombre Jesús.

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 2,16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.
Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2015-2016 -
1 de enero de 2016

PREGUNTAS DE AÑO NUEVO

Hoy comenzamos un «año nuevo». ¿Cómo será?, ¿qué espero yo del nuevo año?, ¿qué deseo de verdad?, ¿qué es lo que necesito?, ¿a qué dedicaré mi tiempo más precioso e importante?, ¿qué sería para mí algo realmente nuevo y bueno en este año que hoy comienza?
¿Viviré de cualquier manera, pasando de una ocupación a otra, sin saber exactamente qué quiero ni para qué vivo, o aprenderé a distinguir lo importante y esencial de lo que es secundario? ¿Viviré de forma rutinaria y aburrida, o aprenderé a vivir con espíritu más creativo?
¿Seguiré este año alejándome un poco más de Dios o empezaré a buscarlo con más confianza y sinceridad? ¿Seguiré un año más mudo ante él, sin abrir mis labios ni mi corazón, o brotará por fin de mi alma maltrecha una invocación pequeña, humilde pero sincera?
¿Viviré también este año preocupado solo por mi bienestar o sabré preocuparme alguna vez de hacer felices a los demás?, ¿a qué personas me acercaré?, ¿sembraré en ellas alegría, o contagiaré desaliento y tristeza? Por donde yo pase, ¿será la vida más amable y menos dura?
¿Será un año más, dedicado a hacer cosas y más cosas, acumulando egoísmo, tensión y nerviosismo o tendré tiempo para el silencio, el descanso, la oración y el encuentro con Dios?, ¿me encerraré solo en mis problemas o viviré tratando de hacer un mundo más humano y habitable?
¿Seguiré con indiferencia las noticias que día a día me llegarán desde los países del hambre?, ¿contemplaré impasible los cuerpos destrozados de las gentes de Irak o los ahogados de las pateras?, ¿seguiré mirando con frialdad a los que vienen hasta nosotros buscando trabajo y pan? ¿Cuándo aprenderé a mirar a los que sufren con corazón responsable y solidario?
Lo «nuevo» de este año no nos vendrá de fuera. La novedad solo puede brotar de nuestro interior. Este año será nuevo si aprendo a creer de manera nueva y más confiada, si encuentro gestos nuevos y más amables para convivir con los míos, si despierto en mi corazón una compasión nueva hacia los que sufren.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
1 de enero de 2010

PREGUNTAS DEL AÑO NUEVO

Encontraron a María y José y al niño…

(Ver homilía del 01-01-2016)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
1 de enero de 2007

TRABAJAR POR LA PAZ

Dando gloria y alabanza a Dios.

Hoy se celebra en el mundo entero el día de la Paz. En medio de una humanidad envuelta en tantas guerras y conflictos, la Iglesia desea comenzar el nuevo año elevando hasta Dios una oración por la paz.
Pero, ¿qué puede significar hoy una oración por la paz en este mundo desgarrado por tanta violencia? ¿Un entretenimiento religioso para aquellos que no saben o no se atreven a hacer nada más eficaz por lograrla? ¿Un tranquilizante cómodo que nos consuela de nuestra pasividad e inhibición?
Antes que nada, conviene recordar que nuestra oración no es para informar a Dios de la falta de paz que hay entre nosotros. No es Dios el que necesita «enterarse» de la ausencia de paz en el mundo, sino nosotros los que necesitamos descubrir los obstáculos que cada uno ponemos a la justicia y a la paz.
No es Dios quien tiene que «reaccionar», cambiar de manera de actuar y «hacer algo» para que se cumplan nuestros deseos de paz. Somos nosotros los que tenemos que cambiar para ajustar nuestras actuaciones y nuestra vida a los deseos de paz de Dios para la humanidad.
Si la oración es encuentro sincero con Dios, no lleva a la evasión y la cobardía. Al contrario, fortalece nuestra voluntad, estimula nuestra debilidad y robustece nuestro ánimo para buscar la paz y trabajar por ella incansablemente.
Quien pide la paz ardientemente, se hace más capaz para acogerla en su corazón. Más aún. Quien ora así a Dios, está haciendo ya la paz en su interior. No podrá «orar contra nadie» si no es contra su propio pecado, su ceguera, su egoísmo e intolerancia, sus reacciones de odio y venganza.
La verdadera oración convierte. Nos hace más capaces de perdón y reconciliación, más sensibles frente a cualquier injusticia, abuso y mentira. Más libres frente a cualquier manipulación.
No se puede trabajar por la paz de cualquier manera, pues introduciremos inconscientemente nuevos géneros de violencia y conflictividad entre nosotros. Con el corazón lleno de odio, condena, intolerancia y dogmatismo, se pueden hacer muchas cosas. Todo menos aportar verdadera paz a la convivencia entre los hombres. ¿No necesitaremos todos detenernos más a hacer paz en nuestro corazón? ¿No estará el mundo necesitado de más oración por la paz?

José Antonio Pagola

HOMILIA

2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
1 de enero de 2004

PREGUNTAS DE AÑO NUEVO

María conservaba estas cosas meditándolas en su corazón.

(Ver homilía del 01-01-2016)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
1 de enero de 2001

HORAS IMPORTANTES

María conservaba estas cosas meditándolas en su corazón.

Desconocemos lo que nos espera en el nuevo año. No sabemos siquiera si lo terminaremos. Nadie lo sabe. Así caminamos los humanos a través del tiempo. Es normal que se despierten en nosotros preguntas inquietantes: ¿qué nos traerá el nuevo año?, ¿con qué me iré encontrando a lo largo de los días?, ¿tendré suerte?, ¿me irá mal?
También nos podemos preguntar: ¿cómo viviré yo este año?, ¿en qué puedo crecer?, ¿en qué me puedo estropear?, ¿me renovaré interiormente o envejeceré?, ¿será un año lleno de vida?, ¿será vacío y rutinario?
No todas las horas del nuevo año serán iguales. Habrá momentos importantes y momentos que apenas dejarán huella en nosotros. Pero, a veces, experiencias que no parecen dignas de ser registradas en un diario, pueden tener gran significado en nuestra vida. Quiero recordar algunas.
Si en algún momento de este año soy capaz de renunciar al egoísmo en el que normalmente vivo atrincherado y me decido a hacer algún gesto de bondad sin buscar contrapartidas ni exigir reconocimiento, habrá sido una hora importante.
Si en alguna circunstancia me olvido de otros intereses y actúo simplemente por honestidad, aunque sé que voy a quedar ante muchos como un imbécil, será una hora importante, pues habré recuperado mi dignidad.
Si un día de este nuevo año, decido por fin pararme a reflexionar para poner más verdad en mi vida, escuchando la voz íntima de mi conciencia, habrá sido una hora muy importante.
Si en algún momento renuncio a excusarme como acostumbro, escucho la crítica de quienes me conocen bien, y hago un esfuerzo por corregir mi vida de defectos y miserias que no aceptaría en los demás, será una hora importante, pues empezaré a cambiar.
Si un día, en vez de rezar como siempre de manera rutinaria y aburrida, me olvido de pronunciar palabras y me quedo en silencio ante Dios despertando en mi corazón la confianza y el agradecimiento, será una hora muy importante en la historia de mi fe.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
1 de enero de 1998

NUEVO AÑO

Dando gloria y alabanza a Dios.

Se ha dicho que el aburrimiento es una de las enfermedades más graves de nuestro tiempo. Las personas se aburren, se cansan de vivir, no saben ya qué hacer para sentirse vivas por dentro.
No estamos hablando de esa sensación que podemos experimentar cuando nos aburre la lectura de un libro o la conversación con una persona. Se trata de un aburrimiento más profundo, que viene desde dentro y envuelve toda la existencia de indiferencia, escepticismo y tedio. Todo parece entonces soso e insípido. Nada merece la pena. Se vive en un desierto interior.
Este aburrimiento no es una enfermedad nueva. Los medievales la llamaban acedia, y Santo Tomás de Aquino dice de ella que es la causa primera de muchos males, pues destruye de raíz el deseo de vivir de manera activa. Es normal que las personas traten de huir de este aburrimiento y vacío interior. Pero no todos los caminos son igualmente acertados.
Hay quienes buscan la huida en la diversión. Necesitan proteger su vida entreteniéndose en algo. Hay que disfrutar al máximo de todo. Pero paradójicamente, una vida dedicada al hedonismo es con frecuencia poco divertida. «La buena vida puede ser algo desesperadamente poco festivo» (J. Pieper).
Otros buscan la novedad y variedad. Tratan de romper la monotonía de su vida visitando nuevos lugares, estableciendo nuevas relaciones o cambiando sus hábitos y costumbres. Todo puede ser ayuda positiva. Pero la novedad ha de venir de dentro hacia fuera, no de fuera hacia dentro.
La verdadera liberación consiste en descubrir de nuevo un sentido a la vida. Recuperar «el amor creador», que es lo más contrario al aburrimiento. Despertar nuestra vida interior, cuidarla mejor, enriquecerla.
Hoy comenzamos un año nuevo. ¿Cómo será? ¿Estará marcado por el aburrimiento o por el amor creativo? ¿Será un año dedicado a «hacer cosas», resolver asuntos, asegurar mi pequeño bienestar, acumular egoísmo, nerviosismo y tensión? ¿Será un año en que aprenderé a ser más humano? ¿Sabré amar con más ternura y dedicación?
¿Qué tiempo dedicaré al silencio, a la intimidad, al descanso, a la amistad, a la oración y al encuentro con Dios? ¿A qué personas me acercaré, a quienes podré hacer un poco más felices, en quién despertaré un poco de alegría y esperanza?
¿Qué es lo que realmente quiero yo de este año? ¿Será un año vacío, aburrido, triste y rutinario? ¿Será un año en que crecerá mi fe y aumentará mi esperanza? ¿Será un año que me acercará a la vida eterna?

José Antonio Pagola

HOMILIA

1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
1 de enero de 1995

LA PAZ ES POSIBLE

Dando gloria y alabanza a Dios.

Con el título “También hoy es posible la paz. Hagámosla”, el obispo de San Sebastián, José María Setién, publicaba hace un año una carta pastoral sobre la pacificación en el País Vasco. El escrito, lleno de realismo y esperanza, es, al mismo tiempo, una llamada a construir la paz. Recojo algunas de sus afirmaciones más importantes, en este Día Mundial de la Paz.
La paz habrá de alcanzarse a través de procesos que sean ellos mismos pacíficos y, por ello, pacificadores... Las acciones que atentan directamente contra los derechos fundamentales de personas concretas son incompatibles con la justicia de un proceso de paz.
Decimos con rotundidad que NO a los asesinatos, a los secuestros, a las amenazas y a los chantajes de ETA, lo mismo que decimos NO a las torturas, a los malos tratos y a las violaciones de los derechos reconocidos a los presos. Ese NO... se convierte en un SÍ radical a la dignidad humana y a los derechos que la protegen, y también a la pacificación social.
La calle no debe ser objeto de conquista para nadie. La calle es patrimonio de todos, como lo es el espacio público del que necesitamos para no asfixiarnos... Se ha de afirmar el derecho a un uso plural de los espacios públicos, sin violencias ni contaminaciones que hagan impracticable e irrespirable el clima que en ellos se pueda crear. No es verdad que cada cual puede hacer lo que quiera en la calle y con la calle, solamente porque ello pueda serle útil.
Hay que saber distinguir entre lo que es el ejercicio de la libre expresión y manifestación, propias de una sociedad democrática, y lo que es la «lucha» que lleva consigo la agresión contra los derechos de las personas y contra los bienes materiales públicos o de personas y entidades privadas.
No trabaja al servicio de la paz quien responde con agresión a la agresión. Para rechazar las agresiones injustas deben buscarse caminos distintos de la confrontación cívica... Un pueblo debe tener y debe ejercer los medios legítimos para la eliminación de la violencia callejera.
La búsqueda colectiva de la verdad, necesaria para podernos entender, exige afirmar y asegurar el clima de libertad necesario para poder decirla, con exclusión de las amenazas veladas o manifiestas que traten de amordazarla. Nadie tiene derecho a machacar a cuantos, desde las diversas perspectivas y caminos de acceso a la verdad, tratan de hacer su aportación en favor de la clarificación de los hechos, de sus causas y de lo que cree ser un paso hacia adelante al servicio de la justicia y de la paz.
Dialogar no quiere decir dar por bueno lo hecho por aquel con quien se dialoga. Lo que el diálogo debe buscar no es otra cosa que el cambio de la situación dolorosa en que nos hallamos, para dar así el paso a una situación normalizada y más humana.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
1 de enero de 1992

POR LA PAZ

Dando gloria y alabanza a Dios.

Hoy se celebra en el mundo entero el Día de la Paz. En medio de una humanidad envuelta en tantas guerras y conflictos, la Iglesia desea comenzar el nuevo año elevando hasta Dios una oración por la paz.
Pero, ¿qué puede significar hoy una oración por la paz en este pueblo desgarrado por tanta violencia? ¿Un entretenimiento religioso para aquellos que no saben o no se atreven a hacer nada más eficaz por lograrla? ¿Un tranquilizante cómodo que nos consuela de nuestra pasividad e inhibición?
Antes que nada, conviene recordar que nuestra oración no es para informar a Dios de la falta de paz que hay entre nosotros. No es Dios el que necesita «enterarse» de la ausencia de paz en el mundo, sino nosotros los que necesitamos descubrir los obstáculos que cada uno ponemos a la justicia y a la paz.
No es Dios quien tiene que «reaccionar», cambiar de manera de actuar y «hacer algo» para que se cumplan nuestros deseos de paz. Somos nosotros los que tenemos que cambiar para ajustar nuestras actuaciones y nuestra vida a los deseos de paz de Dios para la humanidad.
Si la oración es encuentro sincero con Dios, no lleva a la evasión y la cobardía. Al contrario, fortalece nuestra voluntad, estimula nuestra debilidad y robustece nuestro ánimo para buscar la paz y trabajar por ella incansablemente.
Quien pide la paz ardientemente, se hace más capaz para acogerla en su corazón. Más aún. Quien ora así a Dios, está haciendo ya la paz en su interior. No podrá «orar contra nadie» si no es contra su propio pecado, su ceguera, su egoísmo e intolerancia, sus reacciones de odio y venganza.
La verdadera oración convierte. Nos hace más capaces de perdón y reconciliación, más sensibles frente a cualquier injusticia, abuso y mentira. Más libres frente a cualquier manipulación.
No se puede trabajar por la paz de cualquier manera, pues introduciremos inconscientemente nuevos géneros de violencia y conflictividad entre nosotros. Con el corazón lleno de odio, condena, intolerancia y dogmatismo, se pueden hacer muchas cosas. Todo menos aportar verdadera paz a la convivencia entre los hombres. ¿No necesitaremos todos detenernos más a hacer paz en nuestro corazón? ¿No estará este pueblo necesitado de más oración por la paz?

José Antonio Pagola

HOMILIA

1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
1 de enero de 1989

ORACION PARA NOCHEVIEJA

María conservaba todas estas cosas.

Señor, antes de entrar en el bullicio y el aturdimiento del fin de año, quiero esta tarde encontrarme contigo despacio y con calma.
Son pocas las veces que lo hago. Tú sabes que ya no acierto a rezar. He olvidado aquellas oraciones que me enseñaron de niño y no he aprendido a hablar contigo de otra manera más viva y concreta.
Señor, en realidad, ya no sé muy bien si creo en Tí Han pasado tantas cosas estos años. Ha cambiado tanto la vida y he envejecido tanto por dentro. Yo quisiera sentirte más vivo y más cercano. Me ayudaría a creer. Pero me resulta todo tan difícil.
Y sin embargo, Señor, yo te necesito. A veces me siento muy mal dentro de mí. Van pasando los años y siento el desgaste de la vida. Por fuera todo parece funcionar bien: el trabajo, la familia, los hijos. Cualquiera me envidiaría. Pero yo no me siento bien.
Ya ha pasado un año más. Esta noche comenzaremos un año nuevo, pero yo sé que todo seguirá igual. Los mismos problemas, las mismas preocupaciones, los mismos trabajos. Y así, ¿hasta cuándo?
Cuánto desearía poder renovar mi vida desde dentro. Encontrar en mí una alegría nueva, una fuerza diferente para vivir cada día. Cambiar, ser mejor conmigo mismo y con todos.
Pero a mi edad no se pueden esperar grandes cambios. Estoy ya demasiado acostumbrado a un estilo de vida. Ni yo mismo creo demasiado en mi transformación.
Por otra parte, Tú sabes cómo me dejo arrastrar por la agitación de cada día. Tal vez por eso no me encuentro casi nunca contigo. Tú estás dentro de mí y yo ando casi siempre fuera de mí mismo. Tú estás conmigo y yo ando perdido en mil cosas.
Si al menos te sintiera como mi mejor Amigo. A veces pienso que eso lo cambiaría todo. Qué alegría si yo no te tuviera esa especie de temor que no sé de dónde brota pero que me distancia tanto de Tí
Señor, graba bien en mi corazón que Tú hacia mí sólo puedes sentir amor y ternura. Recuérdame desde dentro que Tú me aceptas tal como soy, con mi mediocridad y mi pecado, y que me quieres incluso aunque no cambie.
Señor, se me va pasando la vida y, a veces, pienso que mi gran pecado es no terminar de creer en Ti y en tu amor. Por eso, esta noche yo no te pido cosas. Sólo que despiertes mi fe lo suficiente para creer que Tú estás siempre cerca y me acompañas.
Que a lo largo de este año nuevo no me aleje mucho de Tí Que sepa encontrarte en mis sufrimientos y mis alegrías. Entonces tal vez cambiaré. Será un año nuevo.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
1 de enero de 1986

CON CONFIANZA

Al cumplirse los ocho días.

Sin fe, nuestro calendario no es otra cosa que la medida de las rotaciones de la tierra. En veinticuatro horas gira la tierra en torno a sí misma y en trescientos sesenta y cinco días, en torno al sol. El día y el año no son, en definitiva, más que medidas puramente mecánicas.
Así, el tiempo es como un círculo. Una marcha circular que se repite siempre de nuevo. La tierra va realizando su carrera, prescindiendo de los sufrimientos y las esperanzas de los hombres y mujeres que viven sobre ella.
Sólo la fe transforma el tiempo y le da sentido. A lo largo del año celebramos los creyentes las fiestas que nos recuerdan las acciones de Dios, desde el nacimiento de Jesús hasta la resurrección de Cristo.
La celebración de estas fiestas es algo totalmente distinto del discurrir de los días. Es la celebración del amor inagotable de Dios que nos conduce hacia la eternidad.
Así, el comienzo cristiano del año con la celebración de la Navidad, es algo totalmente distinto del inicio de un año civil. Es comenzar un nuevo paso hacia la eternidad de Dios apoyados en la fe en ese mismo Dios encarnado entre los hombres.
Por eso, todos los años, en el umbral del nuevo año, la Iglesia nos presenta unas palabras de la Carta a los gálatas donde se nos invita a gritar: «Abba», Padre. La Iglesia nos sugiere esas palabras para despertar en nosotros una confianza que nos ayude a caminar hacia el nuevo año consolados y animosos.
No nos resulta fácil a los hombres de hoy poner esta invocación en nuestra boca. Nos falta la ingenuidad y el espíritu filial que nos haga gritar: ¡Padre! Nos resistimos a presentarnos ante Dios como niños débiles, acostumbrados como estamos a defender nuestra posición de adultos ante todos.
Sin embargo, tenemos la experiencia amarga del pasado. Cuando queremos caminar solos por la vida, terminamos encontrándonos con nuestra propia impotencia. ¿No haremos tampoco este año la experiencia nueva de vivir con más confianza en el Padre? ¿Por qué no va a ser posible en estos tiempos modernos vivir con esa confianza profunda en Dios?
No sabemos lo que nos espera en el nuevo año, pero sabemos que nos espera Dios. No conocemos los problemas, conflictos, sufrimientos y soledades que pueden sacudir nuestro corazón, pero siempre podremos invocar a Dios. No sabemos qué pecados cometeremos y en qué errores caeremos, pero siempre podremos contar con su perdón.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1982-1983 – APRENDER A VIVIR
1 de enero de 1983

COMENZAR UN AÑO NUEVO

Al cumplirse los ocho días.

No es fácil comenzar un año nuevo. El paso del tiempo y la proximidad cada vez mayor de la vejez y de la muerte es algo que resulta insoportable al hombre contemporáneo.
Por eso, no es extraño que, al despedir el año que ha pasado y comenzar otro nuevo, muchos necesiten olvidar, aturdirse, engañarse a sí mismos y desearse una vida nueva y feliz. Cuántos comenzarán el año en la mentira de una cena, celebrada entre ruidosas carcajadas, copas de champagne, gran «cotillón» y augurios de felicidad y prosperidad.
Y en las próximas horas nos encontraremos por las calles y nos repetiremos la misma mentira: «Año nuevo, vida nueva».
Pero, no será así. Comenzará un año nuevo. Pero, nuestra vida continuará siendo casi la misma. Porque continuarán nuestros viejos problemas, nuestros enfrentamientos y nuestras luchas de siempre.
Llegará un nuevo año. Pero, seguiremos cometiendo los mismos errores y repitiendo los mismos fallos. Y seguiremos estropeando cada día nuestra vida y obstaculizando a cada momento nuestra convivencia.
Y, sin embargo, hay un deseo verdadero y real en muchos hombres, al comenzar el año nuevo. Ese día es tradicionalmente la Jornada Mundial por la Paz. Parece como que los hombres deseamos resumir en esa palabra, todos nuestros deseos de vida, justicia, convivencia y felicidad verdaderas.
Los Obispos de nuestras diócesis, siguiendo el mensaje del Papa, han querido dirigirnos, al comienzo del año, una llamada a construir esa paz, poniendo más verdad en nuestras vidas y en nuestra sociedad.
Su palabra es la de unos hombres que creen que una nueva paz es posible entre nosotros, si sabemos buscarla desde una postura de sinceridad, verdad y diálogo.
Durante estos últimos años se ha ido extendiendo entre nosotros la falsa idea de que nuestros problemas sólo se pueden resolver por la fuerza y la lucha violenta. Por eso, estamos acostumbrados a ver que cada uno tiende a imponer, por cualquier medio y a cualquier precio, sus propias convicciones, esquemas y proyectos.
Necesitamos creer más en el hombre y en su capacidad de ir resolviendo los problemas desde una postura sincera de diálogo.
Nuestros Obispos han apostado por «la fuerza pacificadora de quienes buscan sinceramente la verdad, por el diálogo en la acción política». Si su voz tuviera acogida, sería realmente un año nuevo.

José Antonio Pagola


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