lunes, 26 de agosto de 2013

01/09/2013 - 22º domingo Tiempo ordinario (C)

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Homilias de José Antonio Pagola

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José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.


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1 de septiembre de 2013

22º domingo Tiempo ordinario (C)


EVANGELIO

Todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido.

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 14,1. 7-14

Entró Jesús un sábado en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso este ejemplo:
- Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro, y te dirá: «Cédele el puesto a éste». Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que cuando venga el que te convidó, te diga: «Amigo, sube más arriba». Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Y dijo al que lo había invitado:
- Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2012-2013 -
1 de septiembre de 2013

SIN EXCLUIR

Jesús asiste a un banquete invitado por “uno de los principales fariseos” de la región. Es una comida especial de sábado, preparada desde la víspera con todo esmero. Como es costumbre, los invitados son amigos del anfitrión, fariseos de gran prestigio, doctores de la ley, modelo de vida religiosa para todo el pueblo.
Al parecer, Jesús no se siente cómodo. Echa en falta a sus amigos los pobres. Aquellas gentes que encuentra mendigando por los caminos. Los que nunca son invitados por nadie. Los que no cuentan: excluidos de la convivencia, olvidados por la religión, despreciados por casi todos. Ellos son los que habitualmente se sientan a su mesa.
Antes de despedirse, Jesús se dirige al que lo ha invitado. No es para agradecerle el banquete, sino para sacudir su conciencia e invitarle a vivir con un estilo de vida menos convencional y más humano: “No invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes ni a los vecinos ricos porque corresponderán invitándote... Invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos”.
Una vez más, Jesús se esfuerza por humanizar la vida rompiendo, si hace falta, esquemas y criterios de actuación que nos pueden parecer muy respetables, pero que, en el fondo, están indicando nuestra resistencia a construir ese mundo mas humano y fraterno, querido por Dios.
De ordinario, vivimos instalados en un círculo de relaciones familiares, sociales, políticas o religiosas con las que nos ayudamos mutuamente a cuidar de nuestros intereses dejando fuera a quienes nada nos pueden aportar. Invitamos a nuestra vida a los que, a su vez, nos pueden invitar. Eso es todo.
Esclavos de unas relaciones interesadas, no somos conscientes de que nuestro bienestar solo se sostiene excluyendo a quienes más necesitan de nuestra solidaridad gratuita, sencillamente, para poder vivir. Hemos de escuchar los gritos evangélicos del Papa Francisco en la pequeña isla de Lampedusa: “La cultura del bienestar nos hace insensibles a los gritos de los demás”. “Hemos caído en la globalización de la indiferencia”. “Hemos perdido el sentido de la responsabilidad”.
Los seguidores de Jesús hemos de recordar que abrir caminos al Reino de Dios no consiste en construir una sociedad más religiosa o en promover un sistema político alternativo a otros también posibles, sino, ante todo, en generar y desarrollar unas relaciones más humanas que hagan posible unas condiciones de vida digna para todos empezando por los últimos.


José Antonio Pagola

HOMILIA

2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
29 de agosto de 2010

SIN ESPERAR NADA A CAMBIO

Invita a los pobres.

Jesús está comiendo invitado por uno de los principales fariseos de la región. Lucas nos indica que los fariseos no dejan de espiarlo. Jesús, sin embargo, se siente libre para criticar a los invitados que buscan los primeros puestos e, incluso, para sugerir al que lo ha convidado a quiénes ha de invitar en adelante.
Es esta interpelación al anfitrión la que nos deja desconcertados. Con palabras claras y sencillas, Jesús le indica cómo ha de actuar: «No invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos». Pero, ¿hay algo más legítimo y natural que estrechar lazos con las personas que nos quieren bien? ¿No ha hecho Jesús lo mismo con Lázaro, Marta y María, sus amigos de Betania?
Al mismo tiempo, Jesús le señala en quiénes ha de pensar: «Invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos». Los pobres no tienen medios para corresponder a la invitación. De los lisiados, cojos y ciegos, nada se puede esperar. Por eso, no los invita nadie. ¿No es esto algo normal e inevitable?
Jesús no rechaza el amor familiar ni las relaciones amistosas. Lo que no acepta es que ellas sean siempre las relaciones prioritarias, privilegiadas y exclusivas. A los que entran en la dinámica del reino de Dios buscando un mundo más humano y fraterno, Jesús les recuerda que la acogida a los pobres y desamparados ha de ser anterior a las relaciones interesadas y los convencionalismos sociales.
¿Es posible vivir de manera desinteresada? ¿Se puede amar sin esperar nada a cambio? Estamos tan lejos del Espíritu de Jesús que, a veces, hasta la amistad y el amor familiar están mediatizados por el interés. No hemos de engañarnos. El camino de la gratuidad es casi siempre duro y difícil. Es necesario aprender cosas como éstas: dar sin esperar mucho, perdonar sin apenas exigir, ser más pacientes con las personas poco agradables, ayudar pensando sólo en el bien del otro.
Siempre es posible recortar un poco nuestros intereses, renunciar de vez en cuando a pequeñas ventajas, poner alegría en la vida del que vive necesitado, regalar algo de nuestro tiempo sin reservarlo siempre para nosotros, colaborar en pequeños servicios gratuitos.
Jesús se atreve a decir al fariseo que lo ha invitado: «Dichoso tú si no pueden pagarte». Esta bienaventuranza ha quedado tan olvidada que muchos cristianos no han oído hablar nunca de ella. Sin embargo, contiene un mensaje muy querido para Jesús: "Dichosos los que viven para los demás sin recibir recompensa. El Padre del cielo los recompensará".

José Antonio Pagola

HOMILIA

2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
2 de septiembre de 2007

FUE LA OPCIÓN DE JESÚS

Cuando des un banquete, invita a pobres.

En los años posteriores al Concilio se hablaba mucho de la «opción preferencial por los pobres». La teología de la liberación estaba viva. Se percibía una nueva sensibilidad en la Iglesia. Parecía que los cristianos queríamos escuchar de verdad la llamada del Evangelio a vivir al servicio de los más desheredados del mundo.
Desgraciadamente, las cosas han ido cambiando. Algunos piensan que la «opción por los pobres» es un lenguaje peligroso inventado por los teólogos de la liberación y condenado justamente por Roma. No es así. La opción preferencial por los pobres es una consigna que le salió desde muy dentro a Jesús.
Según Lucas, éstas fueron sus palabras: Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedaras pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; ya te pagarán cuando resuciten los justos.
¿Se pueden tomar en serio estas palabras provocativas de Jesús? ¿Lo dice en serio o es una manera de impactar a sus oyentes? Jesús habla de invitar a los excluidos, marginados y desamparados. Son precisamente los desdichados a los que él se está dedicando en cuerpo y alma por las aldeas de Galilea.
Sabe bien que esto no es lo habitual. Los «pobres» no tienen medios para corresponder con cierta dignidad. Los lisiados, cojos y ciegos sencillamente no pueden. En Qumrán son precisamente los que están excluidos de la comida comunitaria.
Jesús habla en serio. Lo prioritario para quien sigue de cerca a Jesús no es privilegiar la relación con los ricos, ni atender las obligaciones familiares o los convencionalismos sociales, olvidando a los pobres. Quien escucha el corazón de Dios, comienza a privilegiar en su vida a los más necesitados.
Una vez de escuchar de labios de Jesús su opción preferencial por los pobres, no es posible evitar nuestra responsabilidad. En su Iglesia hemos de tomar una decisión: o no la tenemos en cuenta para nada, o buscamos seriamente cómo darle una aplicación generosa.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
22 de agosto de 2004

OPTAR POR LOS POBRES

Invita a los pobres.

Hace unos años era frecuente entre los cristianos hablar de «opción preferencial por los pobres». La teología de la liberación estaba viva. Se percibía una nueva sensibilidad en la Iglesia. Parecía que los cristianos queríamos escuchar en serio el «Evangelio de los pobres». ¿Qué ha sido de esta llamada del Espíritu?
La «opción por los pobres» no es de ahora. Es una invitación desconcertante de Jesús a vivir atentos a su necesidad y sufrimientos: «Cuando des una comida, no invites a tus amigos ni a tus vecinos ricos...; invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos». Dios ama a todos, sin excluir a nadie, pero en su corazón de Padre, ocupan un lugar preferente los que no tienen sitio entre los hombres.
Optar por los pobres es saber mirarlos de manera especial. No andar por la vida con mirada distraída. Fijarnos en los pequeños, los humillados, los que sobran. Pensar en ellos, estar atentos a esa pobreza inmensa, creciente, vergonzosa de tantos pueblos hundidos en el hambre y la miseria.
Es muy importante mirar la vida desde los pobres. Lo que vemos depende de dónde nos coloquemos. No es lo mismo mirar el mundo desde arriba, desde los intereses de nuestro pueblo o las preocupaciones de nuestra Iglesia, que mirarlo desde abajo, desde las necesidades y sufrimientos de los que no tienen pan ni dignidad.
Es importante también saber escuchar sus gritos de protesta o sus gemidos. Si nadie los escucha, los pobres «desaparecen» y «se evaporan». ¿Quién va a pensar en ellos, por ejemplo, durante las vacaciones de verano, cuando toda Europa se relaja, se divierte y disfruta de su bienestar? Alguien tiene que escuchar su sufrimiento y gritarlo con fuerza en el interior de la Iglesia y de la sociedad.
Cada uno hemos de preguntarnos qué podemos hacer, cómo concretar nuestra responsabilidad, cómo defender la causa de los últimos, cómo concienciarnos más, cómo hacer valer los derechos de los débiles, cómo compartir más lo que tenemos. Podemos engañarnos de muchas maneras, pero todo es inútil. No se puede seguir a Jesús sin optar de manera preferente por los pobres.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
2 de septiembre de 2001

LO CONTRARIO

Invita a los pobres.

Hace algunos años, CH. Lasch sacudió la conciencia de la sociedad norteamericana con su obra «La cultura del narcisismo» (1979). Lasch no ve en el individualismo actual aquel movimiento que, en su origen, buscaba salvar la autonomía de la persona del poder invasor del Estado desarrollando la fuerza de la voluntad y la razón del individuo. El individualismo de hoy no es autoafirmación, sino pérdida de identidad, vacío interior y empobrecimiento. Basta tomar nota de algunos de sus rasgos.
La personalidad narcisista centra al individuo sobre sí mismo. La meta casi única es el propio bienestar y el equilibrio emocional. Fuera problemas. Lo importante es vivir en paz y tranquilo evitando lo que pueda complicarnos las cosas.
En consecuencia, se vive a distancia de aquello que pueda comprometer. No se toma en serio lo que puede significar exigencia y esfuerzo comprometido. Se habla de derechos, no de obligaciones. El individuo defiende por encima de todo su interés personal.
El resultado es empobrecedor. La persona no crece ni despliega sus posibilidades. Busca seguridad y bienestar. Toda su identidad consiste en vivir cómodamente en cada momento. Todo vale con tal de vivir bien: creencias de todo tipo, religión a la carta, ética de conveniencia. Los problemas personales se hipertrofian. El individuo cae en la apatía e indiferencia ante los sufrimientos ajenos.
El evangelio invita a orientar la vida de otra manera. Se cita una frase sorprendente de Jesús: «Hay más alegría en dar que en recibir». Sin duda, es una frase absolutamente contracultural, pero la experiencia muestra que es verdad para aquel que tenga un espíritu suficientemente humano. Más contrarias aún al espíritu de los tiempos son las palabras recogidas por el evangelio de Lucas: «Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos: dichoso tú porque no pueden pagarte».
Tenemos miedo a la verdadera felicidad porque creemos que ésta se encuentra sólo en el placer y no en la entrega generosa. Sin embargo, la sabiduría de ser feliz supone la libertad de desprenderse. Hay una dicha que sólo conoce quien sabe dar sin recibir nada a cambio, amar a fondo perdido. Todo lo contrario de lo que se nos enseña, pero todo ello profundamente humano y gratificante. Cada uno ha de elegir su camino.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
30 de agosto de 1998

AUNQUE NO SEA RENTABLE

Dichoso tú porque no pueden pagarte.

La tierra pertenece a todos sus habitantes, pero no todos pueden disfrutar de ella. No es la «Humanidad» quien tiene los bienes de la creación en sus manos, sino unos pocos que los acaparan para su exclusivo interés. No es necesario aportar muchas cifras. Basta un dato estremecedor. Cada día mueren de hambre en el mundo unas 30.000 personas. Mientras nosotros disfrutamos de las vacaciones, han muerto en agosto cerca de un millón.
Nunca hemos tenido tantos recursos, nunca hemos tenido tantos cauces de comunicación, pero nunca hemos tenido tantos pobres y tanta hambre en el mundo. Somos la primera generación en la historia de la Humanidad que tiene capacidad y medios para acabar con el hambre, pero a la que falta la voluntad para hacerlo. Podemos, pero no queremos.
Hasta la década de los ochenta, el hambre era atribuido a catástrofes climáticas, crecimiento demográfico o retraso en las técnicas agrícolas. Hoy no es así. La causa del hambre es la injusticia e insolidaridad que existe entre los hombres. No hay falta de alimentos. El hambre se debe a que hay pueblos y colectivos que no tienen acceso a ellos porque nadie les ayuda a producirlos o adquirirlos.
Los países ricos no encuentran rentable invertir en los países pobres del Sur. Las grandes multinacionales buscan su propio interés. Después de tantas declaraciones y programas, la verdad cruda es ésta: la transferencia neta de recursos es de unos 500.000 millones de dólares al año, pero del Sur al Norte. (No se trata de una errata: los recursos se desplazan del hemisferio empobrecido al hemisferio rico).
Mientras tanto, van desapareciendo de nuestro lenguaje conceptos como «bien común» o «función social de los bienes». Incluso, el concepto de «necesidad» es sustituido por el de «demanda». Al Mercado no le interesan las necesidades de los pobres, sino las demandas de quienes tienen «poder adquisitivo»
El Evangelio es una llamada a cambiar de rumbo. Hay que «invitar a nuestro banquete al pobre que no nos podrá pagar». Hay que buscar el bien de quien sufre aunque no sea rentable para nuestro bienestar egoísta. Esto es lo que salva y libera al ser humano.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
3 de septiembre de 1995

NO TODO VA A SER EXIGIR

No pueden pagarte.

Uno de los rasgos más positivos de la sociedad actual es la sensibilidad ante los derechos de la persona. Los individuos conocen y exigen con firmeza sus derechos. Se siguen cometiendo abusos e injusticias múltiples, pero cada vez es más lúcida y firme la reacción social.
Esto que, sin duda, significa un notable progreso nos ha vuelto a todos mucho más propensos a la reivindicación. Hay personas que sólo saben exigir. Se fomenta el espíritu reivindicativo de tal forma que, como ha dicho Juan María Uriarte en una preciosa Carta Pastoral sobre la misericordia, «exigir se convierte.., en una forma privilegiada de relacionarnos con los demás».
Los hijos exigen a sus padres y éstos a sus hijos. Los ciudadanos exigen a las autoridades y las autoridades exigen a la sociedad. Las empresas exigen a sus trabajadores y éstos a sus empresas. Los fieles exigen a la jerarquía eclesiástica y la jerarquía exige a los fieles. Corremos el riesgo de pensar que «exigir» es la forma más noble de vivir.
Sin duda, hay que saber exigir aquello a lo que tenemos derecho. Pero no es justo que olvidemos exigirnos también a nosotros mismos. Y, sobre todo, no es humano vivir tan obsesionados por exigir que nos olvidemos de dar. Sería un retroceso que el espíritu reivindicativo ahogara nuestra capacidad de ofrecer ayuda a quien la necesita más que nosotros.
No somos individuos aislados, luchando cada uno por lo suyo. Estamos vinculados unos a otros; formamos parte de la misma familia humana. La sensibilidad hacia nuestros derechos no nos ha de impedir escuchar el drama de los que sufren marginación y abandono. Es legítimo mirar por los propios intereses. Pero es empobrecedor quedar confinado en ellos.
Hemos de escuchar la interpelación evangélica: «Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Y dichoso tú porque no pueden pagarte. » En la vida no todo es exigir o reivindicar derechos. También hay que saber dar, socorrer, ayudar sin esperar recompensa.
Se ha dicho que «los marginados de la sociedad y del Tercer Mundo han sido “redescubiertos” por la comunidad cristiana en los últimos quince alios». Es cierto. Se percibe una sensibilidad nueva, abnegada y creativa. Está creciendo el voluntariado. Hay cada vez más preocupación por los toxicómanos, los ancianos, los pueblos pobres de África y de América Latina.
Esta conciencia no es sólo fruto de un deseo de justicia. No se trata sólo de exigir los derechos de los indefensos. Es también dar y darse gratuitamente. Acercarse a sus necesidades, sentir su drama, ponerse a su servicio. Dichosos también hoy los que saben hacerlo sin esperar recompensa.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
30 de agosto de 1992

¿HACIA UNA EUROPA INHUMANA?

Dichoso tú, porque no pueden pagarte.

La consolidación de Europa se está llevando a cabo con la afirmación de una conciencia europea en cuyo interior es fácil detectar algunas líneas de fuerza que nos llevarán en una dirección muy alejada del espíritu que animaba a sus primeros impulsores.
Europa se está construyendo desde la decisión unánime de incrementar aceleradamente su desarrollo y su potencial económico para emerger como un gran mercado internacional con pretensiones de beneficiarse de un imperialismo comercial.
Por otra parte, Europa tiene hoy como eje principal de su sistema la promoción de un individualismo hedonista desde el que se busca exclusivamente el disfrute de los propios derechos, mientras se van olvidando las grandes responsabilidades colectivas de la sociedad.
Es patente también un laicismo expansivo y militante que reacciona fuertemente contra las Iglesias cristianas. En nombre del respeto a la libertad religiosa, Dios es silenciado y la dimensión religiosa del hombre queda prácticamente atrofiada.
No es fácil criticar estos vectores de la conciencia europea, pues constituyen hoy la cultura del «progresismo europeo», palabra mágica con la que se puede descalificar a quien ofrezca alguna resistencia o plantee alternativas diferentes. Y, sin embargo, es cada vez más claro el riesgo de una Europa inhumana.
Una Europa centrada en su propio desarrollo puede convertirse en un peligro no sólo para el Tercer Mundo, sino también para la Europa del Este. Y puede ir generando cada vez más en su propio interior ese Cuarto Mundo de marginados y desempleados, abocado a la desintegración social y humana.
Una Europa promotora de hedonismo materialista tiende a pervertir el contenido mismo de los derechos humanos. Banalizando el valor de la familia y del matrimonio estable, despreciando la vida humana desde una postura cada vez más permisiva frente al aborto y la eutanasia, Europa se está derrotando a sí misma.
Por último, una Europa laicista y agnóstica, olvidada de Dios, puede también olvidar peligrosamente el sentido de la vida y de la muerte. El abandono de Dios la puede privar de la fuerza más importante para generar un estilo de vida lleno de humanidad y esperanza.
Europa está necesitada de un nuevo espíritu y una nueva conciencia que la liberen del egoísmo colectivo y la orienten hacia la solidaridad con los más necesitados.
Para ello, Europa ha de estar más atenta a las víctimas que puede producir y está ya produciendo. Y ha de aprender a compartir su riqueza, no con los poderosos de la Tierra, sino con esos «pobres» de los que habla Cristo, que ni siquiera pueden «corresponder», pues se hallan hundidos en la miseria. Europa ha de escuchar la voz de ese Dios que sigue preguntando: «¿Dónde está tu hermano?»

José Antonio Pagola

HOMILIA

1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
3 de septiembre de 1989

GRATIS

Dichoso tú si no pueden pagarte.

Hay una “bienaventuranza” de Jesús perdida en el evangelio y de la que siempre hemos hablado poco los cristianos: “Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Dichoso tú si no pueden pagarte.”
En realidad, se nos hace difícil entender estas palabras porque el lenguaje de la gratuidad nos resulta extraño e incomprensible.
Estamos olvidando lo que es vivir gratuitamente y no acertamos ya ni a dar ni a darnos. Hemos construido una sociedad donde predomina el intercambio, el provecho y el interés.
En nuestra “civilización del poseer» casi nada hay gratuito. Todo se intercambia, se presta, se debe o se exige. Nadie cree que “es mejor dar que recibir» (Act. 20, 35). Sólo sabemos prestar servicios remunerados y “cobrar intereses” de diversas maneras por todo lo que hacemos a lo largo de los días.
Sin embargo, los momentos m intensos y culminantes de nuestra vida son los que sabemos vivir en la gratuidad. Sólo en la entrega gratuita y desinteresada se puede saborear el verdadero amor, el gozo, la solidaridad, la confianza mutua.
Dice San Gregorio Nacianzeno que “Dios ha hecho al hombre, cantor de su irradiación” y, ciertamente, nunca el hombre es tan humano como cuando sabe reflejar en su ser y en su actuar el amor gratuito y desinteresado a las personas y las criaturas todas.
Pero, ¿se puede vivir de manera “desinteresada” hoy en día entre nosotros? No hemos de engañarnos. El camino de la gratuidad es duro, difícil y a veces agotador. Es necesario un esfuerzo constante para amar con paciencia, dar sin correspondencia, acoger sin condiciones, perdonar sin exigencias.
Pero es posible recortar un poco nuestros intereses, renunciar a pequeñas ventajas, aprender a perder para poner alegría en la vida de los necesitados, regalar un poco de nuestro tiempo sin reservarlo siempre para nosotros, comprometerse en pequeños servicios gratuitos.
Pero, tal vez, todo esto es posible cuando se sabe que uno mismo es regalo inmerecido del amor de Dios y que, en definitiva, en la vida “el que pierde gana» como decía Ch. Peguy.
Acostumbrados a correr detrás de toda clase de goces y satisfacciones, ¿nos atreveremos a saborear la dicha oculta pero auténtica que se encierra en la entrega gratuita al que nos necesita?

José Antonio Pagola

HOMILIA

1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
31 de agosto de 1986

INVITAR A POBRES

Cuando des un banquete.

Jesús vivió un estilo de vida diferente. Quien quiere seguirlo con sinceridad, se siente invitado a vivir de manera nueva y revolucionaria, en contradicción con el modo «normal» de comportarse que observamos a nuestro alrededor.
¿Cómo no sentirse desconcertado e interpelado cuando se escuchan estas palabras enormemente claras y sencillas? «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos, porque corresponderán invitándote y quedarás pagado... Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos».
Se nos invita a actuar desde una actitud de gratuidad y de comunión con el pobre, opuesta totalmente a la lógica de quien busca acumular, aprovecharse y excluir a los demás de la propia riqueza.
Se nos llama a compartir nuestros bienes gratis, sin seguir la lógica de quien busca siempre cobrar las deudas, aun a costa de humillar a ese pobre «que siempre está en deuda frente al sistema que lo exprime» (H. Echegaray).
Jesús piensa en unas relaciones humanas basadas en un nuevo espíritu de libertad, gratuidad y amor. Un espíritu que está en contradicción con la práctica y el comportamiento normal del sistema.
Unas relaciones propias de una humanidad nueva, germen de una comunidad diferente a esta sociedad que siembra la muerte y desprecia al pobre.
De esta manera, los creyentes debemos sentirnos llamados a prolongar la actuación de Jesús, aunque sea en gestos muy modestos y humildes.
Esta es nuestra misión evangelizadora. Dinamizar la historia desde ese espíritu revolucionario de Jesús. Contradecir la lógica de la codicia y la acumulación egoísta. Romper con nuestro comportamiento esa escala de valores que nos está deshumanizando a todos.
Quizás, no lograremos cambios espectaculares y, menos, de manera inmediata. Pero, con nuestra actuación solidaria, gratuita y fraterna, criticaremos el comportamiento social actual como algo caduco y llamado a desaparecer, y anunciaremos así el hombre nuevo que nacerá un día en la plenitud del Reino.
El que sigue de cerca a Jesús sabe que su actuación resulta absurda, incómoda e intolerable para la «lógica» de la mayoría. Pero sabe también que con su actuar está apuntando a la salvación definitiva, cuando, por fin, el hombre podrá ser humano.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1982-1983 – APRENDER A VIVIR
28 de agosto de 1983

EL AMOR GRATUITO

Invita a los pobres.

Vivimos en una sociedad en donde prácticamente todo se compra y se paga. El trabajo, los servicios, la enseñanza, el deporte, el ocio…
Nuestra sociedad produce con frecuencia un tipo de hombre egoísta, insolidario, consumista, de corazón pequeño y horizonte estrecho, incapaz de amar con auténtica generosidad.
Es difícil en nuestra sociedad ver gestos verdaderamente desinteresados y gratuitos. Con frecuencia, hasta la amistad y el amor aparecen directa o indirectamente mediatizados por el interés y el egoísmo.
Por eso resulta duro a nuestros oídos escuchar la invitación desconcertante de Jesús: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado. Cuando des una comida, invita a los pobres …”
Jesús no critica la amistad, las relaciones familiares ni el amor gozosamente correspondido. Pero nos invita a reflexionar sobre la verdad última de nuestra conducta.
Amar al que nos ama, ser amable con el que lo es con nosotros, puede ser todavía el comportamiento normal de un hombre egoísta en donde el propio interés sigue siendo el criterio principal de nuestras preferencias y de nuestra predilección.
Sería una equivocación creer que uno sabe amar de verdad y con generosidad por el simple hecho de vivir en armonía y saber desenvolverse con facilidad en el círculo de sus amistades y en las relaciones familiares. También el hombre egoísta “ama” mucho a quienes le aman mucho.
Saber amar no es simplemente saber tratar debidamente a aquél al que me liga una amistad, una simpatía o una relación social. Saber amar es no pasar de largo ante nadie que me necesite cerca.
Jesús pensaba en una sociedad en la que cada uno se sintiera servidor de los más necesitados. Una sociedad muy distinta de la actual, en la que los hombres aprendiéramos a mar no a quien mejor nos paga sino a quién más nos necesita.
Es bueno preguntarnos con sinceridad qué buscamos cuando nos acercamos a los demás. ¿Buscamos dar o buscamos recibir? Solo ama el que es capaz de comprender aquellas palabras de Jesús “Hay más felicidad en dar que en recibir”.

José Antonio Pagola


lunes, 19 de agosto de 2013

25/08/2013 - 21º domingo Tiempo ordinario (C)

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Homilias de José Antonio Pagola

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25 de agosto de 2013

21º domingo Tiempo ordinario (C)


EVANGELIO

Vendrán de Oriente y Occidente, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios.

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 13,22-30

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.
Uno le preguntó:
- Señor, ¿serán pocos los que se salven?
Jesús les dijo:
- Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo. «Señor, ábrenos» y él os replicará: «No sé quiénes sois». Entonces comenzaréis a decir: «Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas». Pero él os replicará: «No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados».
Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios.
Mirad: hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2012-2013 -
25 de agosto de 2013

CONFIANZA,SÍ.FRIVOLIDAD,NO

La sociedad moderna va imponiendo cada vez con más fuerza un estilo de vida marcado por el pragmatismo de lo inmediato. Apenas interesan las grandes cuestiones de la existencia. Ya no tenemos certezas firmes ni convicciones profundas. Poco a poco, nos vamos convirtiendo en seres triviales, cargados de tópicos, sin consistencia interior ni ideales que alienten nuestro vivir diario, más allá del bienestar y la seguridad del momento.
Es muy significativo observar la actitud generalizada de no pocos cristianos ante la cuestión de la “salvación eterna” que tanto preocupaba solo hace pocos años: bastantes la han borrado sin más de su conciencia; algunos, no se sabe bien por qué, se sienten con derecho a un “final feliz”; otros no quieren recordar experiencias religiosas que les han hecho mucho daño.
Según el relato de Lucas, un desconocido hace a Jesús una pregunta frecuente en aquella sociedad religiosa: “¿Serán pocos los que se salven?” Jesús no responde directamente a su pregunta. No le interesa especular sobre ese tipo de cuestiones estériles, tan queridas por algunos maestros de la época. Va directamente a lo esencial y decisivo: ¿cómo hemos de actuar para no quedar excluidos de la salvación que Dios ofrece a todos?
“Esforzaos en entrar por la puerta estrecha”. Estas son sus primeras palabras. Dios nos abre a todos la puerta de la vida eterna, pero hemos de esforzarnos y trabajar para entrar por ella. Esta es la actitud sana. Confianza en Dios, sí; frivolidad, despreocupación y falsas seguridades, no.
Jesús insiste, sobre todo, en no engañarnos con falsas seguridades. No basta pertenecer al pueblo de Israel; no es suficiente haber conocido personalmente a Jesús por los caminos de Galilea. Lo decisivo es entrar desde ahora en el reino Dios y su justicia. De hecho, los que quedan fuera del banquete final son, literalmente, “los que practican la injusticia”.
Jesús invita a la confianza y la responsabilidad. En el banquete final del reino de Dios no se sentarán solo los patriarcas y profetas de Israel. Estarán también paganos venidos de todos los rincones del mundo. Estar dentro o estar fuera depende de cómo responde cada uno a la salvación que Dios ofrece a todos.
Jesús termina con un proverbio que resume su mensaje. En relación al reino de Dios, “hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos”. Su advertencia es clara. Algunos que se sienten seguros de ser admitidos pueden quedar fuera. Otros que parecen excluidos de antemano pueden quedar dentro.


José Antonio Pagola

HOMILIA

2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
22 de agosto de 2010

NO TODO VALE

Esforzaos por entrar por la puerta estrecha.

Jesús va caminando hacia Jerusalén. Su marcha no es la de un peregrino que sube al templo para cumplir sus deberes religiosos. Según Lucas, Jesús recorre ciudades y aldeas “enseñando”. Hay algo que necesita comunicar a aquellas gentes: Dios es un Padre bueno que ofrece a todos su salvación. Todos son invitados a acoger su perdón.
Su mensaje sorprende a todos. Los pecadores se llenan de alegría al oírle hablar de la bondad insondable de Dios: también ellos pueden esperar la salvación. En los sectores fariseos, sin embargo, critican su mensaje y también su acogida a recaudadores, prostitutas y pecadores: ¿no está Jesús abriendo el camino hacia una relajación religiosa y moral inaceptable?
Según Lucas, un desconocido interrumpe su marcha y le pregunta por el número de los que se salvarán: ¿serán pocos?, ¿serán muchos?, ¿se salvarán todos?, ¿sólo los justos?. Jesús no responde directamente a su pregunta. Lo importante no es saber cuántos se salvarán. Lo decisivo es vivir con actitud lúcida y responsable para acoger la salvación de ese Dios Bueno. Jesús se lo recuerda a todos: «Esforzaos por entrar por la puerta estrecha».
De esta manera, corta de raíz la reacción de quienes entienden su mensaje como una invitación al laxismo. Sería burlarse del Padre. La salvación no es algo que se recibe de manera irresponsable de un Dios permisivo. No es tampoco el privilegio de algunos elegidos. No basta ser hijos de Abrahán. No es suficiente haber conocido al Mesías.
Para acoger la salvación de Dios es necesario esforzarnos, luchar, imitar al Padre, confiar en su perdón. Jesús no rebaja sus exigencias: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso»; «No juzguéis y no seréis juzgados»; «Perdonad setenta veces siete» como vuestro Padre; «Buscad el reino de Dios y su justicia».
Para entender correctamente la invitación a «entrar por la puerta estrecha», hemos de recordar las palabras de Jesús que podemos leer en el evangelio de Juan: «Yo soy la puerta; si uno entra por mí será salvo» (Juan 10,9). Entrar por la puerta estrecha es «seguir a Jesús»; aprender a vivir como él; tomar su cruz y confiar en el Padre que lo ha resucitado.
En este seguimiento a Jesús, no todo vale, no todo da igual; hemos de responder al amor de Padre con fidelidad. Lo que Jesús pide no es rigorismo legalista, sino amor radical a Dios y al hermano. Por eso, su llamada es fuente de exigencia, pero no de angustia. Jesucristo es una puerta siempre abierta. Nadie la puede cerrar. Sólo nosotros si nos cerramos a su perdón.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
26 de agosto de 2007

LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS

Hay últimos que serán los primeros.

Los evangelios recogen un dicho que Jesús repitió probablemente en diversas circunstancias. Es un grito que resume su manera de ver la realidad. Las fuentes lo han conservado según una doble versión. La primera es contundente y radical: «Los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos». La segunda es más suave y matizada: «Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos».
Jesús ve la realidad con ojos inconformistas. Las cosas no son lo que deben ser. Este orden de cosas no se ajusta a la verdad de Dios. Este mundo que estamos construyendo será sometido a una revisión a fondo. Casi todo será al revés.
Jesús conoció una «sociedad de patronazgo» donde un patrón domina y protege a sus clientes quienes, a su vez, son patronos de otros subordinados. En la cúspide de la pirámide social está el emperador Tiberio, Antipas y las familias herodianas; vienen luego, los terratenientes y sus administradores; más abajo, los jornaleros, los siervos y esclavos; por último, los que no tienen nada. Lo mismo sucede en el templo donde todos ocupan su propio lugar, desde el sumo sacerdote, los sacerdotes, levitas y funcionarios de diversos rangos, hasta los varones del pueblo y las mujeres. Fuera quedan los excluidos. Todo esto sufrirá, según Jesús, un vuelco total.
Nosotros contemplamos la realidad, jerarquizada según nuestros criterios y valoraciones. Hay un Primer Mundo y un Mundo último. Hay personas con papeles y derechos, y otras sin derechos ni papeles. Hay rangos de orden social y religioso. Hay personas respetables y gentes despreciables. También ante Dios ha de ocupar cada persona su lugar. Uno está  en el centro presidiendo la liturgia, otros están más abajo; los mendigos se quedan fuera, junto a la puerta. Un día será al revés.
La sentencia de Jesús sacude nuestra rutina y nos urge a buscar el reino de Dios y su justicia. Los que brillan tanto, un día se apagarán en la oscuridad. Los que parecen algo, desaparecerán. Cada uno ocupará su lugar. Se hará justicia. Dios impondrá su verdad. Así pensaba Jesús.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
22 de agosto de 2004

LA PUERTA ESTRECHA

(Ver homilía del 24/08/1986)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
26 de agosto de 2001

SOSPECHA SANTA

Esforzaos en entrar por la puerta estrecha.

Nuestra vida es a veces una contradicción. Nos quejamos de casi todo pero no queremos nada mejor. Adormecemos nuestro corazón y nos tapamos los oídos para no escuchar llamada alguna que nos obligue a cambiar. Sería demasiado arriesgado. Todo antes que reflexionar en serio sobre nuestra vida. Todo antes que meditar sobre el sentido de lo que estamos viviendo.
Cada uno tiene sus propias excusas pero, en el fondo, las razones con que intentamos legitimar nuestra mediocridad son parecidas: todos hacen lo mismo, yo no puedo ser una excepción, me han enseñado a vivir así, es difícil vivir de otra manera, ¿que puedo hacer?
Mientras tanto, cogidos por los afanes y preocupaciones de cada día, vamos alejándonos cada vez más de nuestro ser más hondo. Perdemos el sentido de lo que es importante y de lo que no es. Alimentamos lo que nos hace daño y no cuidamos lo que nos podría hacer vivir de manera digna y dichosa.
Poco a poco, caemos en la resignación: «yo soy así, eso es todo». Es verdad que sentimos un cierto malestar. No es sólo culpabilidad moral o conciencia de pecado. Es algo más profundo: infidelidad a nosotros mismos. Pero no nos atrevemos a pensar cómo podría ser nuestra vida si pudiéramos empezarla de nuevo. No queremos vivir con metas más elevadas.
Para iniciar un cambio de dirección en nuestra vida hemos de empezar por alimentar una sospecha santa: «Mi vida no ha terminado todavía, ¿por qué no puedo cambiar? Tal vez, me estoy perdiendo algo importante. Hay una felicidad que yo desconozco. Mi alma es más hermosa de lo que yo imagino. ¿Por qué no voy a saborear la vida de otra manera?»
Condicionados por una cultura que busca siempre el bienestar y la comodidad, no se nos hace fácil escuchar la invitación de Jesús a «entrar por la puerta estrecha». Nos parece un camino tenebroso y absurdo que sólo puede llevarnos a la infelicidad y la muerte. No es así. Jesús nos está llamando a una vida más responsables y digna. Un estilo de vivir que muchos rechazan, pero que conduce a la plenitud de la existencia.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
23 de agosto de 1998

¿QUÉ TOLERANCIA?

Entrar por la puerta estrecha.

La tolerancia ocupa hoy un lugar eminente entre las virtudes más apreciadas en Occidente. Así lo confirman todas las encuestas. Ser tolerante es hoy un valor social cada vez más generalizado sobre todo en el área de lo sexual, lo político o lo religioso. Las jóvenes generaciones no soportan ya la intolerancia y la falta de respeto al otro.
Todos hemos de celebrar este nuevo clima social después de siglos de intolerancia y de violencia perpetrada muchas veces en nombre de la religión o del dogma. Cómo se estremece hoy nuestra conciencia al leer obras como la excelente novela de Miguel Delibes, El hereje (Ed. Destino, Barcelona 1998), y qué gozo experimenta nuestro corazón ante ese canto apasionado a la tolerancia y a la libertad de pensamiento.
Todo ello no impide que seamos críticos con un tipo de «tolerancia» que más que virtud o ideal humano, es desafección hacia los valores e indiferencia grande ante el sentido de cualquier proyecto humano: cada uno puede pensar lo que quiera y hacer lo que le dé la gana porque poco importa lo que el ser humano haga con su vida. Esta «tolerancia» nace cuan do faltan principios claros para distinguir el bien del mal y cuando las exigencias morales quedan diluidas o se mantienen bajo mínimos.
La verdadera tolerancia no es «nihilismo moral» ni cinismo o indiferencia ante la erosión actual de valores. Es respeto a la conciencia del otro, apertura a todo valor humano, interés por todo lo que hace al ser humano más digno de este nombre. La tolerancia es un gran valor, no porque no haya verdad objetiva ni moral alguna, sino porque el mejor modo de acercarnos a ellas es el diálogo y la apertura mutua.
Cuando no es así, pronto queda desenmascarada. Se presume de tolerancia, pero se reproducen nuevas exclusiones y discriminaciones, se afirma el respeto a todo y a todos, pero se descalifica y ridiculiza aquello que molesta. ¿Cómo explicar que en una sociedad que se proclama tolerante brote de nuevo la xenofobia o se alimente la burla de lo religioso?
En la dinámica de toda verdadera tolerancia hay un deseo de buscar siempre lo mejor para el ser humano. Ser tolerante es dialogar, buscar juntos, construir un futuro mejor sin despreciar ni excluir a nadie. Pero la tolerancia no es irresponsabilidad, abandono de valores, olvido de las exigencias morales. La llamada de Jesús a entrar por la «puerta estrecha» no tiene nada que ver con un rigorismo crispado y estéril, pero sí es una llamada a vivir radicalmente sin olvidar las exigencias a veces apremiantes de toda vida digna del ser humano.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
27 de agosto de 1995

UNA FRASE DURA

Por la puerta estrecha.

Es, sin duda, una de las frases más duras de Jesús para los oídos del hombre contemporáneo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. » ¿Qué puede significar hoy esta exhortación evangélica?, ¿hay que volver de nuevo a un cristianismo tenebroso y amenazador?, ¿hemos de entrar otra vez por el camino de un moralismo estrecho?
No es fácil captar con toda precisión la intención de la imagen empleada por Jesús. Las interpretaciones de los expertos difieren. Pero todos coinciden en afirmar que Jesús exhorta al esfuerzo y la renuncia personal como actitud indispensable para salvar la vida.
No podía ser de otra manera. Aunque la sociedad permisiva parece olvidarlo, el esfuerzo y la disciplina son absolutamente necesarios para alcanzar la madurez personal. No hay otro camino. Si alguien pretende lograr su realización por el camino de lo agradable y placentero, pronto descubrirá que cada vez es menos dueño de sí mismo y de sus actos. Nadie alcanza en la vida una meta realmente valiosa sin renuncia y sacrificio.
Esta renuncia no ha de ser entendida como una manera tonta de hacerse daño a sí mismo privándose de la dimensión placentera que entraña el vivir saludable. Se trata, por el contrario, de asumir las renuncias necesarias pra vivir de manera intensa y positiva.
Así, por ejemplo, la verdadera vida es armonía. Armonía entre lo que creo, lo que pienso y lo que hago. No siempre es fácil esta armonía personal. Vivir de manera coherente con uno mismo exige renunciar a todo lo que entorpece o impide esa armonía. Pero, sin esta renuncia, la persona no crece.
La vida es también verdad. Tiene sentido cuando la persona ama la verdad, la busca y camina tras ella. Pero esto exige esfuerzo y disciplina; renunciar a tanta mentira y autoengaño que desfigura nuestra persona y nos hace vivir en una realidad falsa.
La vida es amor. Quien vive encerrado en sus propios intereses, esclavo de sus ambiciones, podrá lograr muchas cosas, pero su vida es un fracaso. Naturalmente, el amor exige renunciar a egoísmos, envidias y resentimientos. Pero, sin esta renuncia no hay amor, y sin amor no hay crecimiento de la persona.
La vida es regalo pero es tarea. Ser humano es una dignidad pero es también un trabajo. No hay crecimiento sin desprendimiento; no hay libertad sin sacrificio; no hay vida sin renuncia. Uno de los errores más colosales de la sociedad permisiva es confundir la «felicidad» con la «facilidad». La advertencia de Jesús guarda toda su gravedad también en nuestros días. Sin renuncia no se gana ni esta vida ni la eterna.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
23 de agosto de 1992

EROTISMO

Esforzaos en entrar por la puerta estrecha.

En pocos años ha cambiado de manera decisiva la actitud social ante el sexo. Todo aquel que quiera pertenecer a esta sociedad moderna ha de rechazar hoy cualquier tipo de miedo o tabú sexual y defender en este terreno una libertad absoluta.
Cualquier normativa o prohibición es considerada inmediatamente como una represión inaceptable en una sociedad que no tolera ninguna forma de imposición. El único criterio que aquí vale es «la prohibición de prohibir», pues cada persona ha de comportarse como le plazca y apetezca.
Sin duda, el clima actual está pidiendo una clarificación. Si era ingenua y equivocada aquella condena absoluta que no veía en el sexo sino algo negativo y degradante, no lo es menos la postura actual de quienes se niegan a ver los riesgos del sexo vivido sin criterio orientador alguno.
Uno de los elementos positivos de la cultura moderna de la sexualidad es ciertamente el descubrimiento del erotismo como fuerza enriquecedora de la persona, que moviliza su fantasía, despierta la emoción, busca el encuentro gratificante y satisface la necesidad de comunión amorosa con el otro.
El hombre moderno ha redescubierto el cuerpo como «el gran signo erótico del deseo amoroso». El cuerpo sugiere, expresa, atrae y estimula el encuentro gozoso y placentero. Un cuerpo que no es puro instrumento de placer, sino cauce de una comunicación amorosa que no acaba sólo en el gozo de la posesión sino en la comunicación profunda con el otro.
Pero, como lo describe ya Platón en el «Banquete», «Eros» es hijo de «Poros» (la riqueza) y de «Penía» (la pobreza). El erotismo crea misterio, encanto, gozo y admiración porque es regalo y don placentero que nace de la riqueza de la persona. Pero, al mismo tiempo, puede despertar el egoísmo, la manipulación y la sed de posesión, pues nace también de la indigencia y pobreza del individuo.
Y es aquí precisamente donde reside toda su ambigüedad. El erotismo puede enriquecer hasta límites insospechados el encuentro amoroso, pero puede también reducirlo a puro interés, donde el otro deja de ser persona para convertirse en objeto del que yo me apodero y al que utilizo para mi propia y exclusiva satisfacción.
Por eso, también hoy es necesario afirmar y defender que todo lo que sea instrumentalizar a la persona, fomentar la búsqueda instintiva del mero placer sin ningún respeto al otro, incitar a la violencia sexual, convertir el sexo en fuente de ganancia económica... sigue siendo algo indigno y deshumanizador. Ninguna persona sensata aceptará que un proyecto como éste sea el modelo de sexualidad que ha de imponerse en nuestra cultura.
También en este campo se ha de recordar que no es la vía ancha y relajada la que conduce a la salvación del ser humano. Cuántos hombres y mujeres disfrutarían más de su encuentro amoroso y descubrirían todo el gozo humano del erotismo si escucharan esas palabras aparentemente difíciles de Jesús: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. »

José Antonio Pagola

HOMILIA

1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
27 de agosto de 1989

¿RIGORISMO O RADICALIDAD?

Esforzaos en entrar por la puerta estrecha.

Hay dichos de Jesús que, si no sabemos leerlos en su verdadera perspectiva, nos pueden conducir a una grave deformación de todo el evangelio.
Así sucede con aquellas palabras tan conocidas: «Esforzaos por entrar por la puerta estrecha » que pueden llevarnos a un rigorismo estrecho, rígido y antievangélico en lugar de orientarnos hacia la verdadera radicalidad exigida por Jesús.
El pensamiento original de Jesús, tal como lo recoge la tradición de Lucas, es suficientemente claro. A aquellos judíos que le preguntan por la salvación, Jesús les advierte que ésta no es algo mecánico, que se obtiene automáticamente. No basta ser hijo de Abrahám. Es necesario acoger el mensaje de Jesús y sus profundas exigencias.
Jesús imagina una muchedumbre agolpada hacia una puerta estrecha. Si no se hace un esfuerzo, no es posible entrar por ella. Si el hombre no se esfuerza por entrar por la puerta del evangelio puede quedarse excluido de la salvación.
Pero este esfuerzo por entrar por esa puerta no consiste en aquel rigorismo estrecho, agobiante y, en definitiva, estéril y superficial que Jesús ha condenado tantas veces en los círculos fariseos.
Jesús llama, por el contrario, a la radicalidad (radical viene de “raíz”) y nos invita a cambiar la orientación del corazón y esforzarnos por vivir una vida nueva, dando primacía absoluta al amor a Dios y a los hermanos.
Esta conversión no es algo teórico que se acepta con la cabeza, sin repercusiones prácticas en el comportamiento diario. Es una decisión que trastoca nuestros criterios de actuación y nos exige una conducta nueva y un modo nuevo de relacionarnos con las personas, con las cosas y con Dios.
Si no se ha escuchado esta llamada radical, corremos siempre el riesgo de vaciar de fuerza todo el mensaje evangélico y hacer de Jesucristo un pequeño maestro de sabiduría humana que nos enseña a vivir sin grandes escándalos pero también sin grandes exigencias.
Pero, por otra parte, la llamada radical a entrar por la puerta sólo se escucha correctamente cuando se descubre que Jesús mismo es la puerta. “Yo soy la puerta; si uno entra por mi; estará a salvo” (Jn 10, 9).
Por eso, la llamada de Jesús crea tensión pero no angustia. Es fuente de exigencia creciente pero no de turbación estéril. Porque uno sabe que busca una puerta siempre abierta: Jesucristo.
Una puerta que nadie puede cerrar si no es nosotros mismos cerrándonos a la verdad y a la ternura de Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
24 de agosto de 1986

LA PUERTA ESTRECHA

Esforzaos en entrar por la puerta estrecha.

Hay frases en el evangelio que nos resultan tan duras y molestas que, casi inconscientemente, las encerramos en un cómodo paréntesis y las olvidamos para no sentirnos demasiado interpelados. Una de ellas es, sin duda, ésta que escuchamos hoy de labios de Jesús: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha».
Estamos caminando hacia una sociedad más tolerante y permisiva, y esto que, sin duda, tiene aspectos grandemente válidos y enriquecedores, está provocando lo que algunos llaman «involución moral». Muchos comportamientos éticamente reprobables que antes permanecían en la esfera de lo privado, son aireados y exhibidos públicamente.
Por otra parte, se está imponiendo en determinadas áreas una permisividad jurídica cada vez mayor (infidelidad matrimonial, aborto...). Y, naturalmente, cuando la ley civil es suavizada o se hace más tolerante, se produce un «vacío moral» en aquellos que han tomado erróneamente la ley civil como guía de su conducta.
Pero, la crisis moral tiene raíces más profundas. La sociedad actual está haciendo nacer un tipo de «hombre amoral». Esta sociedad de consumo ataca el núcleo moral de la persona y lo des-moraliza, colocando en primer término el valor de las cosas y empobreciendo el espíritu humano de las personas.
Se toman en serio las banalidades y se pierde de vista lo profundo. La persona se afana por demasiadas cosas y se le escapa el alma. «Es difícil en verdad que en el hombre-masa crezcan los valores éticos» (López Ibor).
La competencia se transforma en agresividad. Las relaciones humanas se desintegran. La producción se reduce a la búsqueda implacable de lucro. El amor se degrada y la sexualidad se convierte en un producto más de consumo.
Pero, precisamente en esta sociedad, hay hombres y mujeres que están descubriendo que es necesario entrar por la «puerta estrecha», que no es un moralismo raquítico y sin horizontes, sino un comportamiento lúcido y responsable. La puerta por la que entran los que se esfuerzan por vivir fielmente el amor, los que tratan de vivir al servicio del hermano y no tras la posesión de las cosas, los que saben vivir con sentido de solidaridad y no desencadenando agresividad y violencia.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1982-1983 – APRENDER A VIVIR
21 de agosto de 1983

LOS ULTIMOS SERAN LOS PRIMEROS

Hay últimos que serán primeros.

Hay frases de Jesús que es imposible escuchar con sinceridad sin sentirse incómodo. Frases que le despiertan a uno de su inconsciencia y le obligan a dudar de su propia seguridad.
Sin apenas darnos cuenta de ello, somos muchos los cristianos que vivimos dentro de la Iglesia, prácticamente convencidos de que éste es el camino ancho que lleva a la salvación, sin tener conciencia de la necesidad que tenemos de entrar por la puerta estrecha de la conversión personal.
Y, sin embargo, la Iglesia, el Bautismo oficial, la práctica de unas obligaciones religiosas..., si no expresan una adhesión auténtica al evangelio y a la persona de Jesús y no se traducen en una fe viva y responsable en la vida de cada día, no son el salvoconducto seguro que nos conducirá a la salvación.
Por eso nos debe hacer pensar la frase de Jesús: «Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos».
Hay teólogos que son los primeros en hablar de Dios y en atreverse, con audacia a veces ingenua, a hacer toda clase de afirmaciones sobre sus admirables designios, sin detenerse apenas nunca a comunicarse con él y abrirse a sus llamadas. Y hay creyentes sencillos, que no saben hablar de Dios, pero saben hablarle y gritarle desde el fondo del corazón con la confianza de hijos que creen en un Padre. Estos serán los primeros en experimentar la bondad del Creador.
Hay moralistas y predicadores que son los primeros en precisar las obligaciones éticas y en exigir con rigor el cumplimiento de los deberes cristianos al pueblo fiel, aunque luego no sean tan radica les a la hora de vivir personalmente el seguimiento a Jesús. Y hay hombres y mujeres sencillos, de una honradez interior total, que no sabrían dar muchas explicaciones, pero que saben escuchar con responsabilidad la llamada de su conciencia. Estos serán los primeros en encontrarse con Dios.
Hay cristianos que son los primeros en confesar su «ortodoxia» y su fe católica, apostólica y romana, aunque luego se desentiendan de las exigencias del evangelio de Jesús. Y hay cristianos que no saben formular su fe con precisión dogmática, pero son de «corazón ortodoxo» y serán los primeros en encontrarse con la Verdad de Dios.
Hay creyentes revolucionarios que son los primeros en lanzar consignas de justicia y solidaridad para crear una sociedad más humana, sin que se les vea en su vida personal un esfuerzo serio por ser más humanos y estar más cerca de los necesitados. Y hay hombres que no gritan demasiado, pero que viven comprometidos en una vida de servicio a los más pobres. Estos serán los primeros en disfrutar del reino definitivo de la justicia.

José Antonio Pagola