lunes, 27 de febrero de 2017

05-03-2017 - 1º domingo de Cuaresma (A)


El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó  en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos  la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.

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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

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1º domingo de Cuaresma (A)


EVANGELIO

Jesús ayuna cuarenta días y es tentado.

+ Lectura del santo evangelio según san Mateo 4, 1-11

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo.
Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre.
El tentador se le acercó y le dijo:
-«Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.»
Pero él le contestó, diciendo:
-«Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios."»
Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice:
-«Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras."»
Jesús le dijo:
-«También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios."»
Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo:
-«Todo esto te daré, si te postras y me adoras.»
Entonces le dijo Jesús:
-«Vete, Satanás, porque está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto."»
Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2016-2017 -
5 de marzo de 2017

NUESTRA GRAN TENTACIÓN

La escena de “las tentaciones de Jesús” es un relato que no hemos de interpretar ligeramente. Las tentaciones que se nos describen no son propiamente de orden moral. El relato nos está advirtiendo de que podemos arruinar nuestra vida, si nos desviamos del camino que sigue Jesús.
La primera tentación es de importancia decisiva, pues puede pervertir y corromper nuestra vida de raíz. Aparentemente, a Jesús se le ofrece algo bien inocente y bueno: poner a Dios al servicio de su hambre. “Si eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”.
Sin embargo, Jesús reacciona de manera rápida y sorprendente: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de boca de Dios”. No hará de su propio pan un absoluto. No pondrá a Dios al servicio de su propio interés, olvidando el proyecto del Padre. Siempre buscará primero el reino de Dios y su justicia. En todo momento escuchará su Palabra.
Nuestra necesidades no quedan satisfechas solo con tener asegurado nuestro pan. El ser humano necesita y anhela mucho más. Incluso, para rescatar del hambre y la miseria a quienes no tienen pan, hemos de escuchar a Dios, nuestro Padre, y despertar en nuestra conciencia el hambre de justicia, la compasión y la solidaridad.
Nuestra gran tentación es hoy convertirlo todo en pan. Reducir cada vez más el horizonte de nuestra vida a la mera satisfacción de nuestros deseos; hacer de la obsesión por un bienestar siempre mayor o del consumismo indiscriminado y sin límites el ideal casi único de nuestras vidas.
Nos engañamos si pensamos que ese es el camino a seguir hacia el progreso y la liberación. ¿No estamos viendo que una sociedad que arrastra a las personas hacia el consumismo sin límites y hacia la autosatisfacción, no hace sino generar vacío y sinsentido en las personas, y egoísmo, insolidaridad e irresponsabilidad en la convivencia?
¿Por qué nos estremecemos de que vaya aumentando de manera trágica el número de personas que se suicidan cada día? ¿Por qué seguimos encerrados en nuestro falso bienestar, levantando barreras cada vez más inhumanas para que los hambrientos no entren en nuestros países, no lleguen hasta nuestras residencias ni llamen a nuestra puerta?
La llamada de Jesús nos puede ayudar a tomar más conciencia de que no sólo de bienestar vive el hombre. El ser humano necesita también cultivar el espíritu, conocer el amor y la amistad, desarrollar la solidaridad con los que sufren, escuchar su conciencia con responsabilidad, abrirse al Misterio último de la vida con esperanza.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2013-2014 –
9 de marzo de 2014

NUESTRA GRAN TENTACIÓN

(Ver homilía del ciclo A - 2016-2017)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2010-2011 – JESÚS ES PARA TODOS
13 de marzo de 2011

TENTACIONES

No le resultó nada fácil a Jesús mantenerse fiel a la misión recibida de su Padre, sin desviarse de su voluntad. Los evangelios recuerdan su lucha interior y las pruebas que tuvo que superar, junto a sus discípulos, a lo largo de su vida.
Los maestros de la ley lo acosaban con preguntas capciosas para someterlo al orden establecido, olvidando al Espíritu que lo impulsaba a curar incluso en sábado. Los fariseos le pedían que dejara de aliviar el sufrimiento de la gente y realizara algo más espectacular, "un signo del cielo", de proporciones cósmicas, con el que Dios lo confirmara ante todos.
Las tentaciones le venían incluso de sus discípulos más queridos. Santiago y Juan le pedían que se olvidara de los últimos, y pensara más en reservarles a ellos los puestos de más honor y poder. Pedro le reprende porque pone en riesgo su vida y puede terminar ejecutado.
Sufría Jesús y sufrían también sus discípulos. Nada era fácil ni claro. Todos tenían que buscar la voluntad del Padre superando pruebas y tentaciones de diverso género. Pocas horas antes de ser detenido por las fuerzas de seguridad del templo Jesús les dice así: "Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas" (Lucas 22,28).
El episodio conocido como "las tentaciones de Jesús" es un relato en el que se reagrupan y resumen las tentaciones que hubo de superar Jesús a lo largo de toda su vida. Aunque vive movido por el Espíritu recibido en el Jordán, nada le dispensa de sentirse atraído hacia formas falsas de mesianismo.
¿Ha de pensar en su propio interés, o escuchar la voluntad del Padre? ¿Ha de imponer su poder de Mesías, o ponerse al servicio de quienes lo necesitan? ¿Ha de buscar su propia gloria, o manifestar la compasión de Dios hacia los que sufren? ¿Ha de evitar riesgos y eludir la crucifixión, o entregarse a su misión confiando en el Padre?
El relato de las tentaciones de Jesús fue recogido en los evangelios para alertar a sus seguidores. Hemos de ser lúcidos. El Espíritu de Jesús está vivo en su Iglesia, pero los cristianos no estamos libres de falsear una y otra vez nuestra identidad cayendo en múltiples tentaciones.
Identificar hoy las tentaciones de la Iglesia y de la jerarquía, de los cristianos y de sus comunidades; hacernos conscientes de ellas como Jesús; y afrontarlas como lo hizo él, es lo primero para seguirle con fidelidad. Una Iglesia que no es consciente de sus tentaciones, pronto falseará su identidad y su misión. ¿No nos está sucediendo algo de esto? ¿No necesitamos más lucidez y vigilancia para no caer en la infidelidad?

José Antonio Pagola

HOMILIA

2007-2008 - Recreados por Jesús
10 de febrero de 2008

VETE SATANÁS

Vete Satanás.

La primera tentación acontece en el «desierto». Después de un largo ayuno entregado al encuentro con Dios, Jesús siente hambre. Es entonces cuando el tentador le sugiere actuar pensando en si mismo y olvidando el proyecto de Dios: «Si eres Hijo de Dios di que estas piedras se conviertan en pan». Jesús, desfallecido pero lleno del Espíritu de Dios, reacciona:
«No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de Dios». No vivirá buscando su propio interés. No será un Mesías egoísta. Multiplicará panes cuando vea pasar hambre a los pobres. Él se alimentará de la Palabra viva de Dios.
Siempre que la Iglesia busca su propio interés, olvidando el proyecto del reino de Dios, se desvía de Jesús. Siempre que los cristianos anteponemos nuestro bienestar a las necesidades de los últimos, nos alejamos de Jesús.
La segunda tentación se produce en el «templo». El tentador propone a Jesús hacer su entrada triunfal en la ciudad santa, descendiendo de lo alto como Mesías glorioso. La protección de Dios está asegurada. Sus ángeles «cuidarán» de él. Jesús reacciona rápido: «No tentarás al Señor tu Dios». No será un Mesías triunfador. No pondrá a Dios al servicio de su gloria. No hará «señales del cielo». Sólo signos para curar enfermos.
Siempre que la Iglesia pone a Dios al servicio de su propia gloria y «desciende de lo alto» para mostrar su propia dignidad, se desvía de Jesús. Cuando los seguidores de Jesús buscamos «quedar bien» más que «hacer el bien», nos alejamos de él.
La tercera tentación sucede en una «montaña altísima». Desde ella se divisan todos los reinos del mundo. Todos están controlados por Satanás, que hace a Jesús una oferta asombrosa: le dará todo el poder del mundo. Sólo una condición: «si te postras y me adoras». Jesús reacciona violentamente: «Vete, Satanás». «Sólo al Señor tu Dios adorarás». Dios no lo llama a dominar el mundo como el emperador de Roma, sino a servir a quienes viven oprimidos. No será un Mesías dominador sino servidor. El reino de Dios no se impone con poder, se ofrece con amor.
La Iglesia tiene que ahuyentar hoy todas las tentaciones de poder, gloria o dominación, gritando con Jesús «Vete, Satanás». El poder mundano es una oferta diabólica. Cuando los cristianos lo buscamos, nos alejamos de Jesús.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
13 de febrero de 2005

TENTACIONES

Para ser tentado por el diablo.

Los cristianos de la primera generación se interesaron muy pronto por las «tentaciones» de Jesús. No querían olvidar el tipo de conflictos y luchas que tuvo que superar para mantenerse fiel a Dios. Les ayudaba a no desviarse de su única tarea: construir un mundo más humano siguiendo los pasos de Jesús.
El relato es sobrecogedor. En el «desierto» se puede escuchar la voz de Dios, pero se puede sentir también la atracción de fuerzas oscuras que nos alejan de él. El «diablo» tienta a Jesús empleando la Palabra de Dios y apoyándose en salmos que se rezan en Israel. Hasta en el interior de la religión se puede esconder la tentación de distanciamos de Dios.
En la primera tentación, Jesús se resiste a utilizar a Dios para «convertir» las piedras en pan. Lo primero que necesita una persona es comer, pero «no sólo de pan vive el hombre». El anhelo del ser humano no se apaga alimentando su cuerpo. Necesita mucho más.
Precisamente, para liberar de la miseria, del hambre y de la muerte a quienes no tienen pan, hemos de despertar el hambre de justicia y de amor en nuestro mundo deshumanizado de los satisfechos.
En lo alto del templo, el diablo le sugiere buscar en Dios seguridad. Podrá vivir tranquilo, «sostenido por sus manos» y caminar sin tropiezos ni riesgos de ningún tipo. Jesús reacciona: «No tentarás al Señor tu Dios».
Es diabólico organizar la religión como un sistema de creencias y prácticas que dan seguridad. No se construye un mundo más humano refugiándose cada uno en su propia religión. Es necesario asumir a veces compromisos arriesgados, confiando en Dios como Jesús.
La última escena es impresionante. Jesús está mirando el mundo desde una montaña alta. A sus pies se le presentan «todos los reinos» con sus conflictos, guerras e injusticias. Ahí quiere él introducir el reino de la paz y la justicia de Dios. El diablo, por el contrario, le ofrece poder y esplendor si lo adora.
La reacción de Jesús es inmediata: «Al Señor tu Dios adorarás». El mundo no se humaniza con la fuerza del poder. No es posible imponer el poder sobre los demás sin servir al diablo. Quienes siguen a Jesús buscando gloria y esplendor viven «arrodillados» ante el diablo. No adoran al verdadero Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2001-2002 – CON FUEGO
17 de febrero de 2002

¿HAY QUE SEGUIR ASÍ?

No sólo de pan vive el hombre.

Lo propio de nuestra «sociedad consumista» es que no sólo consumimos lo necesario para la vida, sino que consumimos sobre todo y fundamentalmente bienes superfluos. Éste es ci hecho decisivo que mueve básicamente la política y la economía. Lo importante es «aumentar el crecimiento» y «subir el nivel de consumo». Es lo que esperan unánimemente todos los ciudadanos.
Todo gira en torno a este consumo de bienes superfluos. 1 Á)S individuos han aprendido a cifrar su éxito, su felicidad y hasta su personalidad en poseer tal modelo de coche o vestir con tal marca. Es el modo natural de vivir. En este consumo «vivimos, nos movemos y existimos».
Pero, ¿sabemos lo que estamos haciendo?, ¿queremos seguir consumiendo de esta manera?, ¿es éste el mejor estilo de vida en una sociedad progresista?, ¿no nos interesa cambiar y humanizar un poco más nuestra vida?
Tal vez, lo primero es tornar conciencia de lo que estamos haciendo. Es un primer paso, pero importante. ¿Por qué compro tantas cosas?, ¿es para estar a la altura de los amigos y conocidos?, ¿para demostrarme a mí mismo y a los demás que soy «alguien»?, ¿para que se vea que he triunfado?
Podemos preguntamos también si somos libres o esclavos. ¿Soy dueño de mis decisiones o compro lo que me dieta la publicidad?, ¿adquiero lo que me ayuda a vivir de manera digna y dichosa o estoy llenando mi vida de cosas inútiles?, ¿sé boicotear anuncios que tratan de manipularme de manera torpe y degradante o soy uno de esos «esclavos satisfechos» que presumen de tal o cual marca?
Nos hemos de preguntar, sobre todo, si este consumismo tan irresponsable nos parece justo. Ya nada es bastante para vivir bien. Seguimos creando y creando necesidades siempre nuevas, y nunca nos sentimos satisfechos. Mientras tanto, millones de seres humanos no tienen lo necesario para sobrevivir. ¿Qué pensar de todo esto? ¿No es injusto y estúpido?
«No sólo de pan vive el hombre». Estas palabras de Jesús no son una exhortación piadosa para creyentes. Encierran una verdad que necesitamos escuchar todos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
21 de febrero de 1999

PERDIDOS EN LA ABUNDANCIA

No sólo de pan vive el hombre.

Uno de los rasgos de las sociedades avanzadas es el exceso, lo desmesurado, la profusión de ofertas, la multiplicación de posibilidades. Se nos ofrece de todo, lo podemos probar todo. No es fácil vivir así. Atraídos por mil reclamos, podemos terminar aturdidos y sin capacidad para cuidar y alimentar lo esencial.
Los centros comerciales e hipermercados exponen una gama increíble de productos. Los restaurantes ofrecen cartas y menús con toda clase de combinaciones. Podemos seleccionar entre un número cada vez más amplio de cadenas de televisión. Las agencias nos proponen todo tipo de viajes y experiencias. Internet nos abre el camino a un mundo ilimitado de imágenes, impresiones y contactos.
Por otra parte, jamás la información estuvo tan desarrollada. Se nos abruma con datos, estadísticas y previsiones. Las noticias se suceden con rapidez impidiéndonos la reflexión sosegada y la meditación. Sobresaturada de información, la conciencia de bastantes queda captada por todo y por nada. Es cada vez más fácil caer en la indiferencia y la pasividad.
Todo este clima tiene sus consecuencias. Bastantes personas atienden mucho las necesidades artificiales al mismo tiempo que descuidan lo esencial. Se vive hacia fuera, volcados en las novedades externas y se ignora casi todo del mundo interior. El exceso de información y la hipersolicitación del consumismo disuelven la fuerza de las convicciones. Son muchos los que viven entretenidos en lo anecdótico, sin proyecto ni ideal alguno. Las personas se hacen más frágiles e inconscientes. Todo es problema, incluso las cosas más elementales: dormir, irse de vacaciones, engordar, envejecer.
A veces de manera vaga y difusa, otras de forma más clara y precisa, son bastantes los que sienten una decepción y desencanto al experimentar que este estilo de vida despersonaliza, vacía interiormente a las personas y las incapacita para crecer de manera sana. En esa insatisfacción puede estar el comienzo de la salvación.
Al comenzar la Cuaresma cristiana, escuchamos una vez más las palabras de Jesús: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. » Son una llamada a reaccionar. No basta vivir entretenido, funcionar sin alma, vivir sólo de pan, caminar muertos interiormente. Necesitamos la Palabra vivificadora que nos llega de Dios. ¿Sabremos escucharla?

José Antonio Pagola

HOMILIA

1995-1996 – SANAR LA VIDA
25 de febrero de 1996

CON 250 PESETAS

No sólo de pan vive el hombre.

También este año quiero dar mi apoyo a una campaña que se promovió en las diócesis del País Vasco con ocasión del 50 aniversario de las Misiones diocesanas. Lo hago porque puede sacudir de nuevo nuestras conciencias satisfechas de hombres y mujeres del Primer Mundo. Se trata de vivir cada uno de los cinco viernes de cuaresma con sólo 250 pesetas por persona.
¿Por qué 250 pesetas? Sencillamente porque es la cantidad que gasta diariamente en comida una familia media ecuatoriana en las regiones donde trabajan nuestros misioneros. El gesto se puede hacer individualmente o en familia, o ser promovido desde las parroquias. La forma concreta de llevarlo a cabo puede ir desde tomarse tan sólo un bocadillo en todo el día, a compartir un plato de arroz o de patatas en familia, o prescindir de la comida principal. Se trata de vivir estos días con lo que millones de personas viven todos los días del año y todos los años de su vida.
Sería ingenuo creer que, por hacer esta experiencia, estamos compartiendo de cerca las angustias y miseria de aquellas gentes. Pensemos que en Rwanda una familia (no una persona) sobrevive con ¡65! pesetas al día. Una cosa es intercalar este humilde gesto en nuestra vida con todas las necesidades cubiertas, y otra muy distinta vivir sin saber con qué se podrá contar los próximos días.
No es, sin embargo, un gesto puramente simbólico. Es también exigente. Quiere expresar de manera concreta nuestro deseo de acercarnos a los más pobres del mundo para tenerlos más presentes. Así experimentaremos un poco mejor lo que significa esa «desigualdad» de la que tanto hablamos. Por otra parte, es un modo de ejercitar nuestra capacidad de vivir con más austeridad y menos cosas superfluas.
Es claro que estos pequeños gestos no resuelven las injusticias de las relaciones Norte-Sur, pero las cosas nunca cambiarán si no se crea entre nosotros una nueva conciencia. Necesitamos sacudir nuestra rutina, ponernos a reflexionar, descubrir nuevas maneras de vivir de forma más humana. Nos hemos fabricado un modo de vida que nos esclaviza: comemos lo que nos apetece y tiramos lo que nos sobra sin pensar casi nunca que, para que ese nivel de consumo pueda mantenerse, el Tercer Mundo ha de ser exprimido por los intermediarios, las multinacionales y el sistema económico internacional que imponen sus condiciones sin justicia ni piedad alguna.
Tal vez este pequeño gesto nos ayude a entender mejor las palabras de Jesús al comienzo de la cuaresma: «No sólo de pan vive el hombre.»

José Antonio Pagola

HOMILIA

1992-1993 – CON HORIZONTE
28 de febrero de 19993

AYUNO

No sólo de pan vive el hombre.

Son muchas las costumbres y prácticas sociales que, en pocos años, han quedado superadas por el ritmo de la vida moderna. Hoy sólo sirven para el recuerdo divertido y el comentario jocoso. Algo de esto sucede con el ayuno y la abstinencia. ¿Quién se atreve a proponer seriamente algo tan anacrónico?
Sin embargo, el ayuno sigue teniendo una curiosa vigencia en la actual sociedad. Pocas veces se han observado dietas tan severas para eliminar la obesidad, cuidar la silueta o prevenir problemas de salud. Por otra parte, ¿quién se burla de los que hacen «huelga de hambre>) como signo de protesta o gesto de presión en favor de causas justas?
Lo importante en estas cosas es no olvidar el valor original y la sabiduría que encierran. Estoy convencido de que introducir ayuno y austeridad en nuestra vida individual y colectiva no es ninguna necedad. Al contrario, puede ser remedio eficaz para más de una enfermedad.
Naturalmente, lo primero es aclarar que no se trata de «mortificar» el cuerpo porque sí, ni de matar en nosotros el gusto por la vida y el disfrute agradecido de las cosas. Es lo contrario. Liberarnos de aquello que nos impide ser dueños de nosotros mismos para disfrutar de una vida sana y humana.
Quien vive de forma sobria, mantiene una libertad crítica frente a los reclamos insanos de la cultura consumista. Se hace más sensible hacia quienes sufren necesidad, y más disponible para la ayuda solidaria. Le resulta más fácil cultivar la vida del espíritu y abrirse a la dimensión trascendente de la existencia.
Cada uno sabrá cómo introducir en su vida más ayuno y austeridad. Algunos necesitan urgentemente moderar sus comidas y no caer en el exceso de alcohol y tabaco. A otros les haría bien ser menos esclavos de la publicidad y liberarse de cosas superfluas que asfixian su vida. Algunos necesitarían «ayunar» de tanta televisión y romper su dependencia del mando a distancia. Otros, renunciar a un estilo de «fin de semana» agotador y frustrante.
Pero lo decisivo no es ayunar, sino acertar a alimentarse bien. De ahí la máxima evangélica: «No sólo de pan vive el hombre. » Es necesario también el silencio, la reflexión, la apertura a la naturaleza, el arte, la oración. Para el creyente, es vital la escucha de la Palabra de Dios.
Los cristianos comenzamos estos días un tiempo litúrgico que se llama «cuaresma». Es un tiempo en el que nos esforzamos por cuidar más nuestra comunicación con Dios, la escucha del Evangelio y la conversión a Cristo. No tiene por qué ser un tiempo triste y sombrío. Al contrario, es un tiempo de renovación que nos llevará a vivir la Pascua «resucitando» a una vida nueva.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1989-1990 – NUNCA ES TARDE
4 de marzo de 1990

ESTROPEAR LA VIDA

No sólo de pan...

Es lamentable ver con qué facilidad nos dejamos arrastrar por costumbres y modos de vivir que se implantan poco a poco en nuestra sociedad, vaciando de su verdadero contenido las experiencias más nobles y gozosas del ser humano.
Pensemos, por ejemplo, en lo que ha venido en llamarse la cultura del «tírese después de usado», que tiende a imponer entre nosotros todo un estilo de vida. Una vez de usar un producto, hay que buscar rápidamente otro nuevo que lo sustituya.
Esta cultura puede estar configurando nuestra manera de vivir las relaciones interpersonales. De alguna manera, se introduce la tentación de «usar» a las personas para desecharlas cuando ya no interesan.
Lo podemos constatar diariamente: amistades que se hacen y deshacen según la utilidad; amores que duran lo que dura el interés y la atracción física; esposas y esposos abandonados para ser sustituidos por una relación más excitante.
No siempre somos conscientes de cómo podemos estropear nuestra vida cuando damos culto a modas y estilos de vivir que terminan por deshumanizarnos.
Es una equivocación vivir esclavos del dinero, del éxito profesional, del prestigio social o de cualquier otro ídolo, sacrificándoles todo: el descanso, la amistad, la familia, la vida entera.
Cuántas personas, al pasar los años, lo constatan secretamente en su interior. Ganan cada vez más dinero, tienen prestigio, han logrado lo que perseguían, pero se sienten cada vez más solas y frustradas.
Su vida se ha llenado de cosas, pero ha quedado vacía de amistades verdaderas. Saben competir y luchar, pero no saben dar ni recibir amor. Dominan las situaciones más difíciles, pero no aciertan a crecer como personas.
La advertencia de Jesús siempre será de actualidad: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».
No basta alimentar la vida de dinero, prestigio, poder o sexo. Lo sepa o no, el hombre necesita amar y ser amado, perdonar y ser perdonado, acoger y ser acogido.
No le basta al ser humano escucharse a sí mismo y alimentar egocéntricamente sus propios intereses. Necesita abrirse a Dios y escuchar las exigencias y las promesas del amor.
La conversión no es una práctica ya en desuso que hay que recordar en tiempos de cuaresma. Es la orientación nueva de toda nuestra vida, el cambio de rumbo que necesitamos para vivir de manera más sana sin estropear todavía más nuestra persona.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
8 de marzo de 1987

UNA CARTA QUE HACE PENSAR

Al Señor, tu Dios, adorarás.

Tal vez más de uno se sorprenda de que los Obispos del País Vasco no hablen en su Carta Pastoral de cuaresma acerca del hombre.
No les sucederá así a quienes el pasado año les escucharon hablar de Dios como “el mejor guardián y el mayor amigo del hombre».
La Carta de este año nos habla del hombre de hoy. Un hombre invitado y llamado por Dios a la vida, pero al que los Obispos ven debatirse hoy en medio de profundas contradicciones, sin encontrar respuesta a sus interrogantes más profundos, acosado por la incertidumbre y el miedo, necesitado más que nunca de esperanza».
Su palabra no brota, sin embargo, de un pesimismo catastrofista ni tampoco de un optimismo ingenuo. Penetrada toda ella de fe en un Dios que ama entrañablemente al hombre de hoy, la Carta Pastoral es una llamada a la confianza, a la responsabilidad y la esperanza.
Por eso, los Obispos no se dirigen solamente a los creyentes. La Carta encontrará eco en todo hombre o mujer que se pregunte hoy sinceramente por el sentido de su vida y trate de enfrentarse a la existencia de manera digna y esperanzada.
Con estas palabras expresan su intención: “Queremos acompañar a nuestros contemporáneos y ahondar, juntamente con ellos, en las contradicciones, preocupaciones y anhelos que vivimos los hombres y mujeres de hoy para descubrir con más lucidez las preguntas fundamentales a las que también hoy hemos de responder”.
Tal vez muchos hombres y mujeres que se han ido alejando de la fe convencidos de que Dios no era para ellos una mano amiga que les ayudaba a vivir sino una presencia opresiva que les impedía crecer, se sorprenden al descubrir que el único Dios que existe es precisamente el que ellos andan buscando. Un Dios que responde a nuestros interrogantes y anhelos más profundos.
Los Obispos nos invitan a los hombres de hoy a escucharnos con sinceridad total, dispuestos a acoger la llamada que se nos hace desde lo más hondo de nuestro ser.
Ciertamente, sólo con sinceridad y honradez total se puede responder a la pregunta que los Obispos plantean, después de una larga reflexión sobre el hombre contemporáneo:
«En definitiva, suprimido Dios, ¿no queda el hombre reducido a una pregunta sin respuesta, un proyecto imposible, un esbozo inacabado que se desvanece en la nada? Al final de todos los caminos, en el fondo de nuestros anhelos, en el interior de nuestros interrogantes más hondos, ¿no está Dios como único posible Salvador del hombre?”.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
11 de marzo de 1984

ESCAPAR DE DIOS

Al Señor tu Dios adorarás...»

Escapar de Dios ha sido siempre la gran tentación de muchos hombres. Paul Tillich llega a decir que «el hombre que jamás ha intentado huir de Dios, es el que jamás tuvo experiencia del Dios que es realmente Dios».
Pero, en la sociedad moderna, son muchos los que reprimen, incluso, la pregunta misma sobre Dios y ahogan, de diversas maneras, todo planteamiento religioso.
Bastantes se han creado «pequeños dioses» que llenan sus vidas y con quienes conviven con cierta tranquilidad, aun sin poder ahuyentar del todo una vaga sensación de insatisfacción y tristeza.
Otros viven siempre «ocupados», siempre forjando planes, siempre metidos en preparativos, siempre huyendo de lo más profundo de sí mismos, evitando con cuidado cualquier posible encuentro con Dios.
En el fondo, nos resistimos a que Alguien conozca lo que somos y lo que hacemos. Intentamos ocultar las profundidades de nuestra alma a nuestros propios ojos. No podemos soportar un Dios que sea realmente Dios y nos sondee hasta los rincones más oscuros de nuestro ser.
Por eso, son bastantes los que protestan silenciosamente contra ese Dios, desean que no exista, lo rebajan hasta el nivel de las cosas dudosas y huyen hacia el ateísmo.
Pero, ¿existe algún refugio último que nos aísle y «defienda» de Dios? ¿ No estamos sostenidos y contenidos por algo que es mayor que nosotros mismos, que abarca nuestra vida y nuestra muerte y que está exigiendo nuestra respuesta?
Por un tiempo, podremos arrojarlo de nuestra conciencia, rechazarlo de mil maneras, refutarlo, buscar razones para convencernos de que no existe, vivir confortablemente sin él. Pero, ¿escapa uno de Dios sólo porque trata de olvidarlo?
Sin atrevemos a confesarlo públicamente, ¿no seremos los hombres y mujeres de hoy unos «reprimidos religiosos»?
El relato de las tentaciones de Jesús nos invita a hacernos una pregunta decisiva: ¿ Cuál es la manera más humana de enfrentarse a la pregunta sobre Dios? ¿Huir de él o buscarlo?
Según Jesús, no se trata de huir de Dios sino de descubrir su presencia amistosa y el rostro de infinita bondad de un Dios que no es nuestro rival, sino el fondo mismo de nue fuente creadora de nuestro existir, el destinó último al que tendemos misteriosamente.
Muchos de nuestros contemporáneos saben en lo secreto de su corazón que necesitan «reconciliarse» con Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1980-1981 – APRENDER A VIVIR
8 de marzo de 1981

ACTUALIDAD DE LA CUARESMA

Cuarenta días y cuarenta noches.

Lo hemos podido leer estos días en la prensa: «Resurge el carnaval y baja la cuaresma, y para la próxima semana santa ya se está pensando en unas minifiestas primaverales».
Sin duda es así para algunos sectores de nuestra sociedad. Pero también es cierto que para muchos hombres y mujeres que no se resignan a una vida mediocre y vulgar, y que todavía creen en la posibilidad de ser cada día más humanos, la Cuaresma sigue teniendo un significado muy hondo.
Porque la Cuaresma es un tiempo privilegiado para plantearse con seriedad el sentido de la vida, escuchar con más sinceridad la llamada de nuestra conciencia cristiana y esforzarnos por convertirnos al evangelio.
En la carta pastoral que los Obispos de nuestras diócesis nos han dirigido a los creyentes con motivo de la Cuaresma, se nos invita a que nos preguntemos con sinceridad: «¿Nos estamos convirtiendo o nos limitamos a hablar de conversión? ¿vivimos siguiendo a Jesús o nos limitamos a creer en él, para continuar recorriendo nuestros caminos de siempre? ¿amamos o nos limitamos a creer en el amor, sin dejar de ser los viejos egoístas que nunca cambian?».
Detrás de estas preguntas se encierra, sin duda, una preocupación: ¿no estamos viviendo con frecuencia un «cristianismo rebajado», rutinario, inoperante, incapaz de transformar nuestras vidas?
La Cuaresma es un tiempo para hombres y mujeres capaces de confrontar valientemente su vida con la verdad del evangelio.
Un tiempo para encontrarse sinceramente con Dios y con nosotros mismos, para hacernos esas preguntas claves que pocas veces en la vida nos atrevemos a hacérnoslas: ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Para qué vivo? ¿Qué es lo que justifica y da sentido a mi vivir diario?
La Cuaresma ha sido siempre un tiempo de reflexión, de austeridad, oración y escucha intensa de la palabra de Dios.
Por eso precisamente la Cuaresma tiene actualidad. Porque vivimos demasiado vacíos interiormente y necesitamos alimentar las raíces de nuestro ser. Porque escuchamos toda clase de palabras, voces, noticias y comunicados, pero necesitamos escuchar «palabras de vida eterna». Porque vivimos obsesionados por tener dinero, bienestar, seguridad, y lo que necesitamos es aprender a ser más humanos, más sencillos y más hermanos.
Los Obispos nos han dirigido una carta valiente, invitándonos a escuchar el evangelio de los pobres y la interpelación que llega hasta nosotros desde los más olvidados de nuestra sociedad. Semana tras semana trataremos de escuchar su llamada.

José Antonio Pagola



Blog:               http://sopelakoeliza.blogspot.com

Para ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
                        http://iglesiadesopelana3v.blogspot.com


lunes, 20 de febrero de 2017

26-02-2017 - 8º domingo Tiempo ordinario (A)


El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó  en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos  la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.

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José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

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8º domingo Tiempo ordinario (A)


EVANGELIO

No os agobiéis por el mañana.

+ Lectura del santo evangelio según san Mateo 6, 24-34

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.
Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?
¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?
¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso.
Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos. »

Palabra de Dios.

HOMILIA

2016-2017 -
26 de febrero de 2017

NO A LA IDOLATRÍA DEL DINERO

EL Dinero, convertido en ídolo absoluto, es para Jesús el mayor enemigo de ese mundo más digno, justo y solidario que quiere Dios. Hace ya veinte siglos que el Profeta de Galilea denunció de manera rotunda que el culto al Dinero será siempre el mayor obstáculo que encontrará la Humanidad para progresar hacia una convivencia más humana.
La lógica de Jesús es aplastante: “No podéis servir a Dios y al Dinero”. Dios no puede reinar en el mundo y ser Padre de todos, sin reclamar justicia para los que son excluidos de una vida digna. Por eso, no pueden trabajar por ese mundo más humano querido por Dios los que, dominados por el ansia de acumular riqueza, promueven una economía que excluye a los más débiles y los abandona en el hambre y la miseria.
Es sorprendente lo que está sucediendo con el Papa Francisco. Mientras los medios de comunicación y las redes sociales que circulan por internet nos informan, con toda clase de detalles, de los gestos más pequeños de su personalidad admirable, se oculta de modo vergonzoso su grito más urgente a toda la Humanidad: “No a una economía de la exclusión y la iniquidad. Esa economía mata”.
Sin embargo, Francisco no necesita largas argumentaciones ni profundos análisis para exponer su pensamiento. Sabe resumir su indignación en palabras claras y expresivas que podrían abrir el informativo de cualquier telediario, o ser titular de la prensa en cualquier país. Solo algunos ejemplos.
“No puede ser que no sea noticia que muera de frío un anciano en situación de la calle y que sí lo sea la caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es iniquidad”.
Vivimos “en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”. Como consecuencia, “mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz”.
“La cultura del bienestar nos anestesia, y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esa vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un espectáculo que de ninguna manera nos altera”.
Como ha dicho él mismo: “este mensaje no es marxismo sino Evangelio puro”. Un mensaje que tiene que tener eco permanente en nuestras comunidades cristianas. Lo contrario podría ser signo de lo que dice el Papa: “Nos estamos volviendo incapaces de compadecernos de los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás”.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2013-2014 –
2 de marzo de 2014

NO A LA IDOLATRÍA DEL DINERO

(Ver homilía del ciclo A - 2016-2017)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2010-2011 – JESÚS ES PARA TODOS
27 de febrero de 2011

LO PRIMERO

«Sobre todo, buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura». Las palabras de Jesús no pueden ser más claras. Lo primero que hemos de buscar sus seguidores es "el reino de Dios y su justicia"; lo demás viene después.  ¿Vivimos los cristianos de hoy volcados en construir un mundo más humano, tal como lo quiere Dios, o estamos gastando nuestras energías en cosas secundarias y accidentales?
No es una pregunta más. Es decisivo saber si estamos siendo fieles al objetivo prioritario marcado por Jesús, o estamos desarrollando una religiosidad que nos está desviando de la pasión que llevaba él en su corazón. ¿No hemos de corregir la dirección y centrar nuestro cristianismo con más fidelidad en el proyecto del reino de Dios?
La actitud de Jesús es diáfana. Basta leer los evangelios. Al mismo tiempo que vive en medio de la gente trabajando por una Galilea más sana, más justa y fraterna, más atenta a los últimos y más acogedora a los excluidos, no duda en criticar una religión que observa el sábado y cuida el culto mientras olvida que Dios quiere misericordia antes que sacrificios.
El cristianismo no es una religión más, que ofrece unos servicios para responder a la necesidad de Dios que tiene el ser humano. Es una religión profética nacida de Jesús para humanizar la vida según el proyecto de Dios. Podemos "funcionar" como comunidades religiosas reunidas en torno al culto, pero si no contagiamos compasión ni exigimos justicia, si no defendemos a los olvidados ni atendemos a los últimos, ¿dónde queda el proyecto que animó la vida entera de Jesús?
Tal vez, la manera más práctica de reorientar nuestras comunidades hacia el reino de Dios y su justicia es comenzar por cuidar más la acogida. No se trata de descuidar la celebración cultual, sino de desarrollar mucho más la acogida, la escucha y el acompañamiento a la gente en sus penas, trabajos y esperanzas. Compartir el sufrimiento de las personas nos puede ayudar a comprender mejor nuestro objetivo: contribuir desde el Evangelio a un mundo más humano.
En su primera encíclica, Juan Pablo II, recogiendo una idea importante del Concilio Vaticano II, nos  recordó a los cristianos cómo hemos de entender la Iglesia. Lo hizo de manera clara. "La Iglesia no es ella misma su propio fin, pues está orientada al reino de Dios del cual es germen, signo e instrumento". Lo primero no es la Iglesia, sino el reino de Dios. Si queremos una Iglesia más evangélica es porque buscamos contribuir desde  ella a buscar un mundo más humano.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2007-2008 – RECREADOS POR JESÚS

EL BECERRO DE ORO

No podéis servir a Dios y al dinero

Los llamados «países libres» de occidente somos más esclavos que nunca de un «capitalismo sin entrañas» que, para procurar el bienestar relativo de mil millones de personas, no duda en condenar a la miseria a los otros cuatro mil quinientos millones que pueblan la tierra.
Los datos nos dicen que, poco a poco, pero de manera inexorable, «el pastel se reparte cada vez entre menos bocas». Aquella Europa que hace unos años ofrecía «acogida generosa» a trabajadores extranjeros que llegaban a realizar trabajos que nadie quería, dicta hoy «leyes de extranjería» para poner barreras infranqueables a los hambrientos que nosotros mismos estamos contribuyendo a crear en el mundo.
¿A quién le importa en Europa que dos continentes enteros —África y América Latina— tengan hoy un nivel de vida más bajo que hace diez años? ¿Quién se va a preocupar por los catorce millones de niños que mueren de hambre cada año, en esta Europa en la que sigue creciendo el rechazo racista, a veces de manera descarada y casi siempre maquillada de mil formas diferentes?
La Iglesia no puede hoy anunciar el Evangelio en Europa sin desenmascarar toda esa inhumanidad, y sin plantear las preguntas que apenas nadie se quiere hacer.
¿Por qué hay personas que mueren de hambre, si Dios puso en nuestras manos una tierra que tiene recursos suficientes para todos?
¿Por qué tenemos que ser competitivos antes que humanos? ¿Por qué la competitividad tiene que marcar las relaciones entre las personas y entre los pueblos, y no la solidaridad?
¿Por qué hemos de aceptar como algo lógico e inevitable un sistema económico que, para lograr el mayor bienestar de algunos, hunde a tantas víctimas en la pobreza y la marginación?
¿Por qué hemos de seguir alimentando el consumismo como «filosofía de la vida», si está provocando en nosotros una «espiral insaciable» de necesidades artificiales que nos va vaciando de espíritu y sensibilidad humanitaria?
¿Por qué hemos de seguir desarrollando el culto al dinero como el único dios que ofrece seguridad, poder y felicidad? ¿Es ésta, acaso, «la nueva religión», que hará progresar al hombre de hoy hacia niveles de mayor humanidad?
No son preguntas para otros. Cada uno las hemos de escuchar en nuestra conciencia como eco de aquellas palabras de Jesús: «No podéis servir a Dios y al Dinero».

José Antonio Pagola

HOMILIA

2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS

Título

(No existe)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2001-2002 – CON FUEGO

¿SÓLO CONSUMO?

Lo demás se os dará por añadidura.

El consumismo penetra en nosotros de forma sutil. Nadie elige esta manera de vivir después de un proceso de reflexión. Nos vamos sumergiendo en ella, víctimas de una seducción semiinconsciente. El ingenio de la publicidad y el atractivo de las modas van captando suavemente nuestra voluntad. Al final, nos parece imposible vivir de otra manera.
No hay que pensar mucho para saber cómo actuar. El proyecto de vida para la mayoría es muy sencillo: Trabajar para ganar dinero con el cual poder disfrutar de unos periodos de tiempo (fin de semana, vacaciones) en los que se gasta el dinero anteriormente ganado y se recuperan las fuerzas para volver al trabajo.
Se ha dicho que el consumismo se ha convertido en la «nueva religión» del hombre moderno. La meta absoluta consiste en poseer y disfrutar (doctrina dogmática). Para ello es necesario trabajar y ganar dinero (ética y méritos). Los practicantes acuden fielmente a su compra semanal (precepto de fin de semana). Se viven con devoción intensa las grandes fiestas (Navidad, Reyes, vacaciones, bodas, día del padre, de la madre...).
No es fácil liberarse de la esclavitud del consumismo. Como decía E. Fromm, «el hombre puede ser un esclavo sin cadenas». El consumismo no ha hecho sino desplazar las cadenas del exterior al interior. Por dentro estamos encadenados a un sin fin de necesidades, caprichos y falsas ilusiones. Estas cadenas interiores son más fuertes que las que se ven por fuera. ¿Cómo liberamos de esa esclavitud si vivimos creyendo ser libres?
Nuestra vida es insensata. La obesidad y la anorexia que se dan en no pocas personas son una imagen gráfica del aletargamiento y la pérdida de vitalidad de muchos espíritus. Tenemos de todo y carecemos de paz y alegría interior. Queremos vivir triunfando pero somos cómplices de la mise- ría y el hambre de muchos.
Inmersos en la sociedad del bienestar nos preocupamos de seleccionar el restaurante donde iremos a comer, la calidad del vino que vamos a tomar o la marca de nuestro atuendo. Jesús tenía su visión de las cosas. Es importante pensar en «lo que vais a comer», «lo que vais a beber» o «con qué os vais a vestir». Pero, «sobre todo, buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR

LO PRIMERO

Buscad el Reino de Dios y su justicia

Cuando las personas sufren en exceso, suelen quedar mudas. La opresión las deja sin palabras. No son capaces de gritar su protesta o de articular su defensa. Su queja sólo es un gemido. Así es hoy, en el ancho mundo, la voz de millones de niños explotados como esclavos en su trabajo o la voz de millones de mujeres violentadas y humilladas de mil formas en su dignidad. Así es la voz de quienes se consumen en el hambre y la miseria.
No oiremos esa voz en la radio o la televisión. No la reconoceremos en los espacios de publicidad. Nadie les hace entrevistas en los semanarios de moda ni pronuncian discursos en foros internacionales. El gemido de los últimos de la Tierra sólo lo escucha cada uno en el fondo de su conciencia.
No es fácil. Para oír esa voz, lo primero es querer oírla: prestar atención al sufrimiento y la impotencia de esos seres; ser sensible a la injusticia y el abuso que reinan en el mundo. Es necesario, además, desoír otros mensajes que nos invitan a seguir pensando sólo en nuestro bienestar, no hacer caso de las voces que nos incitan vivir encerrados en nuestro pequeño mundo, indiferentes al dolor y la destrucción de los últimos.
Pero, sobre todo, es necesario arriesgarse. Porque, si se escucha de verdad la voz de los que sufren, ya no se puede vivir de cualquier manera. Se necesita hacer algo; plantearse cómo se puede compartir más y mejor lo que tenemos «los ricos del mundo»; cómo colaborar en proyectos de desarrollo o apoyar campañas en favor de los pueblos pobres de la Tierra.
En el modelo de Iglesia presentado por nuestra diócesis se hace esta afirmación: «La intensidad con que se viven en nuestro pueblo algunos graves problemas, no ha de impedir a nuestra Iglesia desarrollar la solidaridad con los pueblos empobrecidos de la Tierra y la colaboración con las Iglesias que sufren con ellos. No queremos mirar sólo a Europa. El Espíritu de Cristo nos interpela desde los pobres del Tercer Mundo». No son frases hermosas para publicar en un documento, sino el espíritu que nos ha de mover hoy a los cristianos del Primer Mundo.
Nada hay más importante y decisivo en la vida del verdadero discípulo ni en los proyectos de una Iglesia fiel a su Señor. Lo primero es buscar una vida digna y dichosa para todos. Todo lo demás viene después. Nos lo recuerdan una vez más las palabras de Jesús: «Buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura.»

José Antonio Pagola

HOMILIA

1995-1996 – SANAR LA VIDA

HACER DINERO

No podéis servir a Dios y al dinero

Poca gente se percibe del daño que provocan en muchas personas algunos criterios y pautas de actuación que la economía actual considera «valores indiscutibles». L. González- Carvajal los considera «los demonios de la economía» que andan sueltos.
El primero es, tal vez, el rendimiento.  Durante muchos años, los seres humanos han tenido el sentido común suficiente como para no trabajar más que lo preciso para llevar una vida alegre y satisfactoria. El capitalismo moderno, por el contrario, elevó el trabajo a «sentido de la vida». A B. Franklin se le atribuye la famosa frase «el tiempo es oro». Quien no lo aprovecha para ganar, está perdiendo su vida.
Sin duda, ese afán de rendimiento ha contribuido al progreso material de la humanidad, pero cada vez hay más personas dañadas por el exceso de trabajo y activismo. Ahora se crea más riqueza, pero, ¿vive la gente más feliz? Por otra parte, se va olvidando el disfrute de actividades que no resultan productivas. ¿Qué sentido puede tener la contemplación estética?, ¿para qué puede servir el cultivo de la amistad o la poesía?, ¿qué utilidad puede tener la oración?
El segundo demonio sería la obsesión por acumular dinero. Todos sabemos que el dinero comenzó siendo un medio inteligente para medir el valor de las cosas y facilitar los intercambios. Hoy, sin embargo, «hacer dinero» es para muchos una especie de deber. Es difícil llegar a «ser alguien» si no se tiene dinero y poder económico.
Muy emparentado con este último demonio está el de la competencia. Lo decisivo para bastantes es competir y luchar para superar a los demás rivales. Es innegable que una «sana dosis» de competitividad puede tener aspectos beneficiosos, pero cuando una sociedad funciona motivada casi exclusivamente por la rivalidad, las personas corren el riesgo de deshumanizarse, pues la vida termina siendo una carrera donde lo importante es tener más éxito que los demás.
Hace algunos años, E. Mounier describía así al burgués occidental: «Un tipo de hombre absolutamente vacío de todo misterio, del sentido del ser y del sentido del amor, del sufrimiento y de la alegría, dedicado a la felicidad y a la seguridad; barnizado en las zonas más altas, de una capa de cortesía, de buen humor y virtud de raza; por abajo, emparedado entre la lectura somnolienta del periódico, las reivindicaciones profesionales, el aburrimiento de los domingos y la obsesión por figurar.» Para Jesús la vida es otra cosa. Sus palabras invitan a vivir con otro horizonte: «No podéis servir a Dios y al dinero... No estéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir... Buscad, sobre todo, el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura.»

José Antonio Pagola

HOMILIA

1992-1993 – CON HORIZONTE

LA CULTURA DE LO EFIMERO

No podéis servir a Dios y al dinero

Uno de los hechos más característicos de nuestros tiempos es la aparición constante de nuevos productos en el mercado. La competencia fuerza a los fabricantes a inundar la sociedad de artículos siempre nuevos. Ya no interesa elaborar productos que duren. Es más rentable fabricar objetos efímeros para introducir al poco tiempo modelos mejorados.
Este fenómeno aparentemente poco relevante tiene repercusiones notables en nuestro estilo de vida. De hecho, muchos viven convencidos de que han de adquirir a toda costa los «nuevos modelos» y exhibir algo moderno y original si quieren contar en la sociedad y estar al día. Son personas que se dejan influir por una publicidad que estimula el deseo de no desentonar o el ansia de sobresalir.
Pero, obviamente, para poder comprar al ritmo acelerado en que van saliendo los nuevos artículos, es necesario obtener mayores ingresos. Se cae entonces en la trampa de vivir obsesionados por ganar siempre más, descuidando otros aspectos y valores necesarios para una vida sana y feliz.
Por otra parte, se va introduciendo fácilmente la tendencia a equiparar lo nuevo con lo mejor, y, trasladando erróneamente esta actitud al campo del pensamiento, las costumbres o la religión, se cree que la última novedad es siempre la más valiosa.
Pero hay algo todavía más grave. Casi sin advertirlo, se va imponiendo la costumbre de tirar los objetos tan pronto como han cumplido su función y, a menudo, cuando todavía son utilizables. Vivimos envueltos en una cultura del «tírese después de usado». Todo tiende a ser efímero y transitorio. Una vez de usarlo, hay que buscar el nuevo producto que lo sustituya.
Esta cultura puede estar configurando también nuestra manera de vivir las relaciones interpersonales. De alguna manera, «se usa» a las personas y fácilmente se las desecha cuando ya no interesan. Amistades que se hacen y deshacen rápidamente según la utilidad. Amores que duran lo que dura el interés y la atracción física. Esposas y esposos abandonados para ser sustituidos por una relación amorosa más excitante.
La advertencia de Jesús: «No podéis servir a Dios y al dinero», nos pone en guardia frente a los efectos deshumanizadores de una sociedad, en gran parte, consumista y frívola que puede reducir incluso la amistad y el amor a relaciones de intercambio interesado. Quien sirve exclusivamente a sus intereses materiales terminará por no conocer el amor.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1989-1990 – NUNCA ES TARDE
25 de febrero de 1990

EL BECERRO DE ORO

No podéis servir a Dios y al Dinero

La caída de los regímenes comunistas en los países del Este ha mostrado que no se puede construir la justicia matando la libertad. Ambas son indisociables. Sólo los pueblos libres pueden construir un mundo más justo.
Pero los llamados «países libres» de occidente son más esclavos que nunca de un «capitalismo sin entrañas» que, para procurar el bienestar relativo de mil millones de personas, no duda en condenar a la miseria a los otros cuatro mil quinientos millones que pueblan la tierra.
Los datos nos dicen que, poco a poco, pero de manera inexorable, «el pastel se reparte cada vez entre menos bocas». Aquella Europa que hace unos años ofrecía «acogida generosa» a trabajadores extranjeros que llegaban a realizar trabajos que nadie quería, dicta hoy «leyes de extranjería» para poner barreras infranqueables al hambre que nosotros mismos estamos contribuyendo a crear en el Tercer Mundo.
¿A quién le importa en Europa que dos continentes enteros –África y América Latina- tengan hoy un nivel de vida más bajo que hace diez años? ¿Quién se va a preocupar por los catorce millones de niños que mueren de hambre cada año, en esta Europa en la que siguen creciendo los movimientos racistas, a veces de manera descarada y casi siempre maquillados de mil formas diferentes?
Ya nos vamos habituando a contemplar, bien acomodados en nuestro sillón, cómo son expulsados esos albaneses enfermos, hambrientos y desesperados que llegan a los puertos italianos. Nadie parece reaccionar con demasiada convicción ante el espectáculo de esos africanos que intentan «la travesía imposible», para acabar en el fondo del mar o en los calabozos de la Guardia que vigila las costas de Tarifa.
La Iglesia no puede hoy anunciar el Evangelio en esta Europa sin desenmascarar toda esa inhumanidad y sin plantear las preguntas que apenas nadie se quiere hacer.
¿Por qué hay personas que mueren de hambre, si Dios puso en nuestras manos una tierra que tiene recursos suficientes para todos?
¿Por qué tenemos que ser competitivos antes que humanos? ¿Por que la competitividad tiene que marcar las relaciones entre las personas y entre los pueblos, y no la solidaridad?
¿Por qué hemos de aceptar como algo lógico e inevitable un sistema económico que, para lograr el mayor bienestar de algunos, hunde a tantas víctimas en la pobreza y marginación, casi como por necesidad intrínseca?
¿Por qué hemos de seguir alimentando el consumismo como «filosofía de la vida», si está provocando en nosotros una «espiral insaciable » de necesidades artificiales que nos va vaciando de espíritu y sensibilidad humanitaria?
¿Por qué hemos de seguir desarrollando el culto al dinero como el único dios que ofrece seguridad, poder y felicidad? ¿Es ésta, acaso, «la nueva religión», que hará progresar al hombre moderno hacia niveles de mayor humanidad?
No son preguntas para otros. Cada uno las hemos de escuchar en nuestra conciencia como eco de aquellas palabras de Jesús: «No podéis servir a Dios v al Dinero».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
1 de marzo de 1987

AGOBIADOS

No estéis agobiados...

La invitación insistente de Jesús a no vivir agobiados por las diferentes preocupaciones de la vida no deja de producirnos a los hombres de hoy la impresión de ingenuidad y falta de realismo.
Pero, tal vez, en lugar de encerrarnos en nuestro escepticismo, debiéramos preguntarnos si no somos nosotros los que estamos viviendo de manera totalmente errada.
Nosotros damos por supuesto que, para asegurar nuestra felicidad, tenemos que poseer cosas, dinero, comodidad, éxito, personas... Pero la experiencia nos dice que, en realidad, por ese camino encontramos exactamente lo que habíamos buscado: cosas, dinero, comodidad, personas, pero no necesariamente felicidad.
Las cosas y las personas nos pueden producir una excitación agradable enormemente valiosa para vivir, pero que no hemos de confundir precisamente con la paz personal.
Cuando buscamos la felicidad en las cosas o personas, hacemos depender nuestra dicha de algo exterior a nosotros mismos. Ponemos la fuente de la felicidad fuera de nosotros, en algo o alguien a quien entregamos la llave de nuestra felicidad.
Entonces nuestra vida se convierte en una especie de “yo-yo” que sube y baja constantemente. Cuando todo responde a nuestros deseos, nos sentimos eufóricos, alegres y dichosos. Cuando algo nos contraría o no responde a lo que buscábamos, nos deprimimos y entristecemos.
El problema no se resuelve buscando nuevas fuentes de satisfacción. Al contrario, cada vez que hacemos depender nuestra felicidad de más y más cosas, esa felicidad se hace todavía más problemática e insegura, pues cada vez hay más probabilidades de que algo nos falle y nos deje vacíos e insatisfechos.
Entonces crece en nosotros la insatisfacción, el desasosiego y hasta el agobio. No sabemos disfrutar de cada momento y gozar conscientemente de cada cosa por sencilla que nos parezca. No sabemos detenernos, entrar en nosotros mismos, encontrarnos con la Fuente de la vida y agradecer lo que ahora mismo se nos está regalando.
Nuestra atención se centra en ese pasado ya muerto que no ha sido como nosotros hubiéramos querido o en ese futuro imaginario por el que, tal vez, nos sentimos amenazados.
Y, mientras tanto, se nos escapa la vida y se nos olvida todo lo que tenemos ahora mismo para disfrutar el momento presente sin estar siempre deseando lo que no tenemos.
¿No sería más realista seguir las indicaciones de Jesús: Buscar en cada momento a Dios, buscar su verdad, su bondad y su justicia. Y no agobiarnos tanto por el mañana?

José Antonio Pagola

HOMILIA

1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
26 de febrero de 1984

LA PROVIDENCIA, EN BAJA

No estéis agobiados por la vida...

Con frecuencia, los cristianos hablamos de Dios con demasiada ligereza y con afirmaciones tan ambiguas y poco cristianas que hacen caer en descrédito la imagen misma de Dios.
No son pocos los cristianos que hablan de la «providencia» de Dios identificándola prácticamente con el azar o la casualidad, añadiéndole quizás, confusamente, un cierto sentido sagrado o misterioso.
Otros ven la «providencia» de Dios, sobre todo, en sucesos inesperados que nos preservan del sufrimiento y la desgracia o en golpes de fortuna que cambian nuestra suerte y nos traen mayor bienestar.
Si escuchamos el mensaje de Jesús, descubriremos que hemos de .cristianizar» esta idea de Dios excesivamente intervencionista y pagana.
Jesús cree, ciertamente, en un Dios Padre que no olvida a sus criaturas ni las abandona. Un Dios fiel cuya presencia amorosa y discreta puede el creyente percibir en medio de las vicisitudes de la vida cotidiana.
Nuestra vida depende radicalmente de Dios y, precisamente por esto, nuestra existencia ha de estar regada por una confianza grande, que, según Jesús, es todo lo contrario de la angustia atormentada y del temor estéril ante del futuro. «No estéis agobiados por la vida».
¿Significa esto que hemos de despreocupamos de nuestro porvenir en momentos tan críticos como los que estamos viviendo? ¿ Será, quizás, la postura más cristiana la de vivir tranquilos y confiados, esperando que Dios en su «providencia» intervenga de manera imprevista cambiando el rumbo de las cosas?
La acción providente de Dios no significa que Dios actúe al margen de las leyes del mundo y de las decisiones de los hombres. Al contrario, su presencia atenta, discreta y respetuosa es la que funda nuestra autonomía. Dios está tan cerca de nosotros que nos deja ser nosotros mismos.
Por eso Jesús, después de invitarnos a vivir sin agobios, añade: «Sobre todo, buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura». Esto significa que la confianza en la providencia de Dios hemos de vivirla como búsqueda activa de la justicia de Dios entre los hombres.
En momentos de crisis como los actuales, todos tendemos a buscar con angustia lo que a nosotros nos parece urgente y vital. Esta es la llamada y el reto de Jesús: No perdáis el ánimo. Dios no se ha olvidado de vosotros. Buscad con fe la implantación de su justicia. Lo demás vendrá como consecuencia.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1980-1981 – APRENDER A VIVIR
1 de marzo de 1981

DIOS O EL DINERO

No podéis servir a Dios y al dinero.

Uno de ios gritos más firmes de Jesús y, al mismo tiempo, más escandalosos, es el que volvemos a escuchar en el evangelio de hoy: «No podéis servir a Dios y al dinero».
El pensamiento de Jesús es de una lógica aplastante. Dios no puede reinar entre los hombres sino preocupándose de todos y haciendo justicia a los que nadie hace. Por tanto, Dios sólo puede ser servido allí donde se promueve la solidaridad y la fraternidad entre los hombres.
En consecuencia, los ricos y privilegiados son llamados a compartir sus bienes con los necesitados. El Padre que ama a todos los hombres no puede ser servido por quien vive dominado por el dinero y olvidado de sus hermanos.
Precisamente poi eso, Jesús va a condenar duramente, a lo largo de su vida, a aquéllos que acaparan y poseen más de lo necesario para vivir, sin preocuparse de los que junto a ellos padecen necesidad.
Mientras siga habiendo pobres y necesitados, toda la riqueza que el hombre acapara para sí mismo, sin necesidad, es «injusta», porque está privando a otros de lo que necesitan.
En definitiva, la riqueza de algunos sólo puede mantenerse y crecer a costa de la pobreza de otros. Por eso, todo hombre que se afana por asegurar su propio bienestar y acumular y acrecentar su propio capital, sin preocuparse de los necesitados, está impidiendo el nacimiento de esa sociedad fraterna querida por Dios. O se sirve al Dios que quiere fraternidad entre los hombres, o se sirve al propio interés económico.
Y no sirve de nada afirmar que uno vive en actitud de desapego interior de esos bienes que se siguen disfrutando cómodamente sin mayor preocupación por los demás. Cuando uno tiene «espíritu de pobre» y verdadero desapego interior, busca el compartir de alguna manera lo que tiene, para liberar a los necesitados de una pobreza deshumanizadora.
Y no sirve tampoco el pensar que los ricos siempre son los otros. Muchos de nosotros lo somos, en un grado u otro. Pues rico es, en definitiva, el que sigue teniendo solo para sí más de lo que necesita, mientras otros carecen de lo indispensable.
Algo falla en nuestra vida cristiana, cuando somos capaces de vivir disfrutando despreocupadamente de nuestras cosas, sin sentirnos interpelados en lo más mínimo por el mensaje de Jesús y las necesidades de los pobres.

José Antonio Pagola



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