lunes, 25 de septiembre de 2017

01-10-2017 - 26º domingo Tiempo ordinario (A)


El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó  en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos  la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Para leer, compartir, bajarse o imprimir las homilias de José Antonio Pagola del domingo haz "clic" sobre el título del domingo, o haz "clic" sobre Ciclo A, Ciclo B o Ciclo C, en el menú superior para leer las homilias de cada ciclo.

¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

No dejes de visitar la nueva página de VÍDEOS DE LAS CONFERENCIAS DE JOSÉ ANTONIO PAGOLA .

------------------------------------------------------------------------------------------------------------
26º domingo Tiempo ordinario (A)


EVANGELIO

Recapacitó y fue.

+ Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 28-32

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

-«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo:

"Hijo, ve hoy a trabajar en la viña"  Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue.

Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor" Pero no fue.

¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»

Contestaron:

-«El primero.»

Jesús les dijo:

-«Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»

Palabra del Señor.

HOMILIA

2016-2017 -
1 de octubre de 2017

POR DELANTE DE NOSOTROS

(Ver homilía del ciclo A - 2013-2014)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2013-2014 -
28 de septiembre de 2014

POR DELANTE DE NOSOTROS

Un día Jesús pronunció estas duras palabras contra los dirigentes religiosos de su pueblo: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de de Dios”. Hace unos años pude comprobar que la afirmación de Jesús no es una exageración.

Un grupo de prostitutas de diferentes países, acompañadas por algunas Hermanas Oblatas, reflexionaron sobre Jesús con la ayuda del libro Jesús. Aproximación histórica. Todavía me conmueve la fuerza y el atractivo que tiene Jesús para estas mujeres de alma sencilla y corazón bueno. Rescato algunos de sus testimonios.

“Me sentía sucia, vacía y poca cosa, todo el mundo me usaba. Ahora me siento con ganas de seguir viviendo porque Dios sabe mucho de mi sufrimiento... Dios está dentro de mí. Dios está dentro de mí. Dios está dentro de mí. ¡Este Jesús me entiende!...”

“Ahora, cuando llego a casa después del trabajo, me lavo con agua muy caliente para arrancar de mi piel la suciedad y después le rezo a este Jesús porque él sí me entiende y sabe mucho de mi sufrimiento... Jesús, quiero cambiar de vida, guíame porque tú solo conoces mi futuro...”

“Yo pido a Jesús todo el día que me aparte de este modo de vida. Siempre que me ocurre algo, yo le llamo y él me ayuda. El está cerca de mí, es maravilloso... Él me lleva en sus manos, él me carga, siento la presencia de él...”

“En la madrugada es cuando más hablo con él. Él me escucha mejor porque en este horario la gente duerme. Él está aquí, no duerme. Él siempre está aquí. A puerta cerrada, me arrodillo y le pido que merezca su ayuda, que me perdone, que yo lucharé por él...”

“Un día yo estaba apoyada en la plaza y dije: Oh, Dios mío, ¿será que yo solo sirvo para esto? ¿Solo para la prostitución?... Entonces es el momento en que más sentí a Dios cargándome, ¿entendiste?, transformándome. Fue en aquel momento. Tanto que yo no me olvido. ¿Entendiste?...”

“Yo ahora hablo con Jesús y le digo: aquí estoy, acompáñame. Tú viste lo que le sucedió a mi compañera (se refiere a una compañera asesinada en un hotel). Te ruego por ella y pido que nada malo suceda a mis compañeras, Yo no hablo, pero pido por ellas pues ellas son personas como yo...”

“Estoy furiosa, triste, dolida, rechazada, nadie me quiere, no sé a quien culpar, o sería mejor odiar a la gente y a mí, o al mundo. Fíjate, desde que era niña yo creí en Ti y has permitido que esto me pasara... Te doy otra oportunidad para protegerme ahora. Bien, yo te perdono, pero por favor no me dejes de nuevo...”

José Antonio Pagola

HOMILIA

2010-2011 -
25 de septiembre de 2011

EL PELIGRO DE LA RELIGIÓN

Jesús lleva unos días en Jerusalén moviéndose en los alrededores del templo. No encuentra por las calles la acogida amistosa de las aldeas de Galilea. Los dirigentes religiosos que se cruzan en su camino tratan de desautorizarlo ante la gente sencilla de la capital. No descansarán hasta enviarlo a la cruz.

Jesús no pierde la paz. Con paciencia incansable sigue llamándolos a la conversión. Les cuenta una anécdota sencilla que se le acaba de ocurrir al verlos: la conversación de un padre que pide a sus dos hijos que vayan a trabajar a la viña de la familia.

El primero rechaza al padre con una negativa tajante: «No quiero». No le da explicación alguna. Sencillamente no le da la gana. Sin embargo, más tarde reflexiona, se da cuenta de que está rechazando a su padre y, arrepentido, marcha a la viña.

El segundo atiende amablemente la petición de su padre: «Voy, señor». Parece dispuesto a cumplir sus deseos, pero pronto se olvida de lo que ha dicho. No vuelve a pensar en su padre. Todo queda en palabras. No marcha a la viña.

Por si no han entendido su mensaje, Jesús dirigiéndose a «los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo», les aplica de manera directa y provocativa la parábola: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios». Quiere que reconozcan su resistencia a entrar en el proyecto del Padre.

Ellos son los "profesionales" de la religión: los que han dicho un gran "sí" al Dios del templo, los especialistas del culto, los guardianes de la ley. No sienten necesidad de convertirse. Por eso, cuando ha venido el profeta Juan a preparar los caminos a Dios, le han dicho "no"; cuando ha llegado Jesús invitándolos a entrar en su reino, siguen diciendo "no".

Por el contrario, los publicanos y las prostitutas son los "profesionales del pecado": los que han dicho un gran "no" al Dios de la religión; los que se han colocado fuera de la ley y del culto santo. Sin embargo, su corazón se ha mantenido abierto a la conversión. Cuando ha venido Juan han creído en él; al llegar Jesús lo han acogido.

La religión no siempre conduce a hacer la voluntad del Padre. Nos podemos sentir seguros en el cumplimiento de nuestros deberes religiosos y acostumbrarnos a pensar que nosotros no necesitamos convertirnos ni cambiar. Son los alejados de la religión los que han de hacerlo. Por eso es tan peligroso sustituir la escucha del Evangelio por la piedad religiosa. Lo dijo Jesús: "No todo el que me diga "Señor", "Señor" entrará en el reino de Dios, sino el que haga la voluntad de mi Padre del cielo"

José Antonio Pagola

HOMILIA

2007-2008 - Recreados por Jesús
28 de septiembre de 2008

VAN POR DELANTE

Las prostitutas os llevan la delantera.

La parábola es tan simple que parece poco digna de un gran profeta como Jesús. Sin embargo, no está dirigida al grupo de niños que corretea a su alrededor, sino a «los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo» que lo acosan cuando se acerca al templo.

Según el relato, un padre pide a dos de sus hijos que vayan a trabajar a su viña. El primero le responde bruscamente: «No quiero», pero no se olvida de la llamada del padre y termina trabajando en la viña. El segundo reacciona con una disponibilidad admirable: «Por supuesto que voy, señor»; pero todo se queda en palabras. Nadie lo verá trabajando en la viña.

El mensaje de la parábola es claro. También los dirigentes religiosos que escuchan a Jesús están de acuerdo. Ante Dios, lo importante no es «hablar» sino «hacer». Para cumplir la voluntad del Padre del cielo, lo decisivo no son las palabras, promesas y rezos, sino los hechos y la vida cotidiana.

Lo sorprendente es la aplicación de Jesús. Sus palabras no pueden ser más duras. Sólo las recoge el evangelista Mateo, pero no hay duda de que provienen de Jesús. Sólo él tenía esa libertad frente a los dirigentes religiosos: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios».

Jesús está hablando desde su propia experiencia. Los dirigentes religiosos han dicho «sí» a Dios. Son los primeros en hablar de él, de su ley y de su templo. Pero, cuando Jesús los llama a «buscar el reino de Dios y su justicia», se cierran a su mensaje y no entran por ese camino. Dicen «no» a Dios con su resistencia a Jesús.

Los recaudadores y prostitutas han dicho «no» a Dios. Viven fuera de la ley, están excluidos del templo. Sin embargo, cuando Jesús les ofrece la amistad de Dios, escuchan su llamada y dan pasos hacia la conversión. Para Jesús, no hay duda: el recaudador Zaqueo, la prostituta que ha regado con lágrimas sus pies y tantos otros... van por delante en «el camino del reino de Dios».

En este camino van por delante, no quienes hacen solemnes profesiones de fe, sino los que se abren a Jesús dando pasos concretos de conversión al proyecto de Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
25 de septiembre de 2005

LAS COSAS NO SON LO QUE PARECEN

Las prostitutas os llevan la delantera.

La parábola es una de las más claras y simples. Un padre se acerca a sus dos hijos para pedirles que vayan a trabajar a la viña. El primero le responde con una negativa rotunda: «No quiero». Luego, lo piensa mejor y va a trabajar. El segundo reacciona con una docilidad ostentosa: «Por supuesto que voy, senior». Sin embargo, todo se queda en palabras pues no va a la viña.

También el mensaje de la parábola es claro y fuera de toda discusión. Ante Dios, lo importante no es «hablar» sino hacer; lo decisivo no es prometer o confesar, sino cumplir su voluntad. Las palabras de Jesús no tienen nada de original. Toda la tradición rabínica lo repite: «Los justos dicen poco y hacen mucho. Los impíos dicen mucho y no hacen nada».

Lo original es la aplicación que, según el evangelista Mateo, lanza Jesús a los dirigentes religiosos de aquella sociedad: «Os aseguro: los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios». ¿Será verdad lo que dice Jesús?

Los escribas hablan constantemente de la ley: el nombre de Dios está siempre en sus labios. Los sacerdotes del templo alaban a Dios sin descanso; su boca está llena de salmos. Nadie dudaría de que están haciendo la voluntad del Padre. Pero las cosas no son siempre como parecen. Los recaudadores y las prostitutas no hablan a nadie de Dios. Hace tiempo que han olvidado su ley. Son pecadores despreciados por todos. Sin embargo, según Jesús van por delante en el camino del reino de Dios. Tal vez, porque saben estar junto a los despreciados y tener compasión de los perdidos. Es exactamente lo que quiere el Padre.

¿Qué importará el credo que pronuncian nuestros labios si vivimos sin compasión, ocupados sólo en nuestro bienestar, sin parecernos al Padre que sufre con los que sufren? ¿Qué importarán las peticiones que dirigimos a Dios para que traiga al mundo paz y justicia, si luego apenas hacemos nada por construir una vida más digna como él quiere para todos?

Los cristianos hemos llenado de palabras muy hermosas la historia de veinte siglos. Hemos construido sistemas impresionantes que recogen la doctrina cristiana con profundos conceptos. Sin embargo hoy y siempre, la verdadera voluntad del Padre la hacen aquellos que traducen en hechos el evangelio de Jesús.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2001-2002 – CON FUEGO
29 de septiembre de 2002

PROFESIONALES DE LA RELIGIÓN

Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera.

La parábola de Jesús es breve y clara. Un padre envía a sus hijos a trabajar en su viña. El primero le responde: «No quiero», pero después se arrepiente y va. El segundo le dice: «Ya voy», pero luego no marcha a trabajar. Jesús pregunta: ¿Quién de los dos hizo la voluntad del padre?

La parábola, dirigida por Jesús a los sacerdotes y dirigentes religiosos de Israel, es una fuerte crítica a los «profesionales» de la religión, que tienen continuamente en sus labios el nombre de Dios pero, acostumbrados a la religión, terminan por olvidar o ser insensibles a la verdadera voluntad del Padre del cielo.

Según Jesús, lo único que Dios quiere es que sus hijos e hijas vivan desde ahora una vida digna y dichosa. Ése es siempre el criterio para actuar según su voluntad. Si alguien ayuda a las personas a vivir, si trata a todos con respeto y comprensión, si contagia confianza y contribuye a una vida más humana, está «haciendo» lo que desea el Padre.

Jesús advierte muchas veces a los escribas, sacerdotes y dirigentes religiosos de uno de los peligros que amenazan a los «profesionales» de la religión: hablan mucho de Dios, creen saberlo todo de él, predican en su nombre la ley, el orden y la moral. Pueden ser personas celosas y diligentes, pero pueden terminar haciendo la vida de las personas más dura y penosa de lo que ya es.

No es mala voluntad, pero hay un modo de entender lo religioso que no contribuye a una vida más plena y digna. Hay personas muy «religiosas» que acusan, amenazan y hasta condenan en nombre de Dios, sin despertar nunca en el corazón de nadie el deseo de una vida más elevada. En esa forma de entender la religión, todo parece estar en orden, todo es perfecto, todo se ajusta a la ley, pero al mismo tiempo, todo es frío y rígido, nada invita a la vida.

Al terminar la parábola, Jesús añade estas palabras terribles: «Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios». Los excluidos oficialmente del ideal religioso, los que no saben cómo poner en orden su vida, los que aparentemente tienen poco que ver con Dios, están más cerca de él que los teólogos y sacerdotes, pues entienden y acogen mejor la comprensión y la bondad de Dios con todos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
26 de septiembre de 1999

SERÉIS LOS PRIMEROS

Las prostitutas os llevan la delantera.

Jesús conoció una sociedad estratificada, llena de barreras de separación y atravesada por complejas discriminaciones. En ella encontramos judíos que pueden entrar en el templo y paganos excluidos del culto. Personas «puras» con las que se puede tratar, y personas «impuras» a las que hay que eludir. «Prójimos» a los que se debe amar, y «no prójimos» a los que se puede abandonar. Hombres «piadosos» observantes de la ley, y «gentes malditas» que ni conocen ni cumplen lo prescrito. Personas «sanas» bendecidas por Dios, y «enfermos» malditos de Yahvé. Personas «justas», y hombres y mujeres «pecadores», de profesión deshonrosa.

La actuación de Jesús en esta sociedad resulta tan sorprendente que todavía hoy nos resistimos a aceptarla. No adopta la postura de los grupos fariseos que evitan todo contacto con impuros y pecadores. No sigue la actitud elitista de Qumrán donde se redactan listas precisas de los que quedan excluidos de la comunidad.

Jesús se acerca precisamente a los más discriminados. Se sienta a comer con publicanos. Se deja besar los pies por una pecadora. Toca con su mano a los leprosos. Busca salvar «lo que está perdido». La gente lo llama «amigo de pecadores». Con una insistencia provocativa va repitiendo que «los últimos serán los primeros», que «el hijo perdido» entrará en la fiesta y el observante quedará fuera, que los publicanos y las prostitutas van por delante de los justos en el camino del reino de Dios.

¿Quién sospecha hoy realmente que los alcohólicos, vagabundos y pordioseros, y todos los que forman el desecho de la sociedad, puedan ser un día los primeros? ¿Quién se atreve a pensar que las prostitutas, los heroinómanos o los afectados por el SIDA pueden preceder a no pocos cristianos de «vida íntegra»?

Sin embargo, aunque ya casi nadie os lo diga, vosotros, los indeseables y anatematizados, tenéis que saber que el Dios revelado en Jesucristo sigue siendo realmente vuestro amigo. Vosotros podéis «entender» y acoger el perdón de Dios mejor que muchos cristianos que no sienten necesidad de arrepentir- se de nada.

Cuando nosotros os evitamos, Dios se os acerca. Cuando nosotros os humillamos, Él os defiende. Cuando os despreciamos, os acoge. En lo más oscuro de vuestra noche no estáis solos. En lo más profundo de vuestra humillación, no estáis abandonados. No hay sitio para vosotros en nuestra sociedad ni en nuestro corazón. Por eso precisamente tenéis un lugar privilegiado en el corazón de Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1995-1996 – SANAR LA VIDA
29 de septiembre de 1996

MÍSTICA COTIDIANA

Un hombre tenía dos hijos.

He tomado parte estos días en un Congreso Internacional de Teología que, con muy poco ruido y sin apenas eco social alguno, se ha celebrado en la ciudad de Ávila. No son tiempos para interesarse por la teología y, menos aún, si se abordan temas tan «inútiles» y poco prácticos como la evolución actual de la teología mística. Y, sin embargo, estoy convencido de que en el Congreso resonaban los interrogantes más hondos del hombre contemporáneo.

Dejando a un lado otras cuestiones de carácter más específico y técnico, quiero levantar acta de dos afirmaciones de fondo en que ha habido un consenso generalizado: la necesidad de una profunda renovación espiritual en la Iglesia, y la búsqueda de una «mística» encarnada en la vida real y concreta.

El Congreso ha sido contundente a la hora de analizar el momento actual del cristianismo: una de las causas más importantes del «desconcierto» de la Iglesia y del «desmoronamiento» de la fe de no pocos es el «vacío espiritual» o esa «ausencia de mística» analizada ampliamente por el teólogo alemán E. Biser en su importante libro «Pronóstico de la fe. Orientaciones para la época postsecularizada» (Ed. Herder).

La Iglesia anda ocupada, con frecuencia, en cuestiones que pertenecen a la «epidermis de la fe», pero apenas ayuda a vivir la experiencia de un encuentro vivo con el Dios de Jesucristo. La acción pastoral se resiente a veces de una falta alarmante de «atención a lo interior». Se ofrece doctrina religiosa, se dictan orientaciones morales, se promueven celebraciones litúrgicas, pero ¿cuándo y cómo comunica la Iglesia esta experiencia nueva y buena de un Dios Salvador, que tanto necesita el hombre de hoy?

Sin embargo —y ésta ha sido otra constante del Congreso—, nadie piensa en el retorno a una «mística neoplatónica», o a un espiritualismo alejado del mundo real y ajeno a los sufrimientos del hombre de hoy. La aportación de teólogos tan dispares como L. Bou yer, K. Rahner o H. Von Balthasar ha dejado claro que las «experiencias subjetivas» poco añaden de sustancial o verdaderamente importante a la unión del hombre con Dios, si falta una vida de amor práctico y compasivo al hermano.

Uno de los congresistas recordaba la «mística cotidiana» vivida por el judío Martín Buber, gran místico de nuestro tiempo, y leía sus propias palabras: «He abandonado o me ha abandonado a mí ‘lo religioso’ que sólo es excepción, exceso, salida y éxtasis. No poseo ahora más que la realidad ordinaria... No conozco más plenitud que la de la exigencia y responsabilidad de cada hora mortal.»

Cuando volvía de Ávila, pensaba que estas palabras de Buber son un comentario excelente a la parábola de Jesús. De los dos hijos, sólo hace la voluntad del padre el que, de hecho, va a trabajar a la viña. Ante Dios, lo importante no son las palabras, los sentimientos, las grandes efusiones o discursos, sino el amor real y efectivo vivido día a día, la «mística cotidiana».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1992-1993 – CON HORIZONTE
26 de septiembre de 1993

ACEDIA

Un hombre tenía dos hijos...

El cristianismo contemporáneo está sometido hoy a críticas muy severas, incluso desde sectores que desconocen por completo el verdadero sentido de la fe. Sin embargo, no siempre se menciona lo que puede ser el pecado clave que paraliza la vida de muchos cristianos: la apatía.

La fe queda viciada en su misma raíz por una actitud difusa de abandono y negligencia. Son «cristianos» que se niegan a vivir la alegría y la responsabilidad de su fe. Han renunciado hace ya mucho tiempo a vivir un estilo de vida coherente con sus convicciones, y su cristianismo se ha convertido en algo abstracto sin apenas repercusión en su existencia diaria.

Probablemente la teología medieval hubiera calificado su postura con el término de «acedía», que literalmente significa «descuido, desidia, indolencia». Esta «acedía» encierra una renuncia a vivir a la altura de la propia fe y juega un papel demoledor en la vida cristiana pues genera tristeza, tedio, falta de gusto por las cosas del espíritu y, en definitiva, aburrimiento religioso.

¿No es ésta la situación de bastantes «cristianos» que viven como huyendo de su propia fe y abdicando de su responsabilidad? Cristianos que viven su cristianismo «bajo mínimos’>, reduciéndolo todo a una especie de «residuo religioso» que difícilmente puede generar alegría y gozo interior. Personas que siguen confesándose creyentes pero cuya vida está dictada por criterios y comportamientos que poco tienen que ver con Jesucristo.

De ahí la actualidad de la parábola de Jesús. Lo importante no son las palabras que pronuncian los protagonistas del relato, sino la conducta real y efectiva. Sólo hace la voluntad del padre el hijo que, de hecho, va a trabajar a la viña.

Ser creyente es bastante más que confesar nuestra simpatía por algunos aspectos del cristianismo o proclamar ligeramente «soy creyente pero no practicante». Expresiones como ésta indican que no se ha comprendido en absoluto que «el Evangelio es una llamada a la responsabilidad adulta» (Harvey Cox).

Por eso, tal vez el primer paso que tiene que dar hoy el hombre o mujer que quiere tomar más en serio su vida y su fe es pararse y responder a preguntas como éstas: ¿Quién quiero ser yo? ¿Cómo quiero orientar mi vida? ¿Qué quiero vivir?

José Antonio Pagola

HOMILIA

1989-1990 – NUNCA ES TARDE
30 de septiembre de 1990

MIEDO A LA RELIGIÓN

Un hombre tenía dos hijos...

Dorothee Sólle, tal vez la mujer teólogo de mayor prestigio en nuestros días, habla en uno de sus libros de un fenómeno social claramente observable en occidente: «el miedo a tener religión».

No está bien visto ocuparse de religión o interesarse por el hecho religioso. La misma palabra «religión» despierta en bastantes una actitud de defensa. Basta plantear la cuestión religiosa en un grupo para provocar malestar, silencios tensos o un discreto desvío de la conversación.

Practicar una religión, orar o celebrar la propia fe es visto a menudo como un comportamiento desfasado e, incluso, impropio de un hombre progresista.

La religión pertenece, en opinión de muchos, a un estadio infantil de la humanidad ya superado, y no se comprende bien qué función pueda tener en una sociedad más adulta y emancipada.

Este «miedo a tener religión» puede estar provocado por factores socio-culturales diversos, pero la teólogo alemana cree ver una raíz más profunda: el hombre occidental siente miedo «ante lo absoluto de la exigencia que la religión recuerda».

Tenemos miedo a la religión porque tenemos miedo a plantearnos la vida en toda su profundidad. Nos da miedo toda experiencia que pueda poner en peligro nuestro pequeño mundo egoísta, descubrir el vacío de nuestra vida y plantearnos exigencias radicales. Preferimos seguir «funcionando sin alma», vivir sólo de pan, continuar muertos antes que exponernos al peligro de estar vivos.

Pero hay otra manera de eludir las exigencias más hondas de la existencia, y es confesar nuestra adhesión a una religión oficial y sentirnos, por ello mismo, dispensados de escuchar las exigencias concretas de Dios.

En la parábola de los dos hijos Jesús critica precisamente la postura ambigua de quienes dicen «sí» a Dios con la boca para luego decirle «no» con el comportamiento de cada día.

No hemos de sentirnos creyentes por el solo hecho de confesarnos «católicos». El carácter religioso de nuestros padres, el ambiente cristiano de la infancia o la educación recibida no son garantía de una fe auténtica.

K. Rahner solía decir de sí mismo que era un hombre «que esperaba llegar a ser cristiano». Cuando, en cierta ocasión, le preguntaba un entrevistador cómo podía hablar así después de más de cincuenta años dedicados a la investigación teológica, Rahner explicaba que «ser cristiano quiere decir siempre estar haciéndose cristiano».

Y luego, con esa humildad propia de los sabios, le revelaba una oración que él mismo repetía y que, a su juicio, cualquier cristiano, sacerdote, obispo o incluso el mismo papa puede hacer siempre: «Dios mío, ayúdame a no contentarme con creer que soy cristiano, sino haz que llegue a serlo de verdad».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
27 de septiembre de 1987

LAS PROSTITUTAS POR DELANTE

Las prostitutas os llevan la delantera.

Jesús conoció una sociedad estratificada, llena de barreras de separación y atravesada por complejas discriminaciones.

En ella encontramos judíos que pueden entrar en el templo y paganos excluidos del culto. Personas “puras” con las que se puede tratar y personas “impuras” a las que hay que eludir. “Prójimos” a los que se debe amar y “no prójimos” a los que se puede abandonar.

Hombres “piadosos” observantes de la ley y “gentes malditas” que ni conocen ni cumplen lo prescrito. Personas “sanas” bendecidas por Dios y “enfermos” malditos de Yahvé. Personas “justas” y hombres y mujeres «pecadores”, de profesión deshonrosa.

La actuación de Jesús en esta sociedad resulta tan sorprendente que todavía hoy nos resistimos a aceptarla.

No adopta la postura de los grupos fariseos que evitan todo contacto con impuros y pecadores. No sigue la actitud elitista de Qumrán donde se redactan listas precisas de los que quedan excluidos de la comunidad.

Jesús se acerca precisamente a los más discriminados. Se sienta a comer con publicanos. Se deja besar los pies por una pecadora. Toca con su mano a los leprosos. Busca salvar “lo que está perdido”; La gente lo llama «amigo de pecadores».

Con una insistencia provocativa va repitiendo que “los últimos serán los primeros”, que “el hijo perdido” entrará en la fiesta y el observante quedará fuera, que los publicanos y las prostitutas van por delante de los justos en el camino del Reino de Dios.

¿Quién sospecha hoy realmente que los alcohólicos, vagabundos y pordioseros, y todos los que forman el desecho de la sociedad, puedan ser un día los primeros? ¿Quién se atreve a pensar que las prostitutas, los heroinómanos o los afectados por el SIDA pueden preceder a no pocos cristianos de «vida íntegra”?

Sin embargo, aunque ya casi nadie os lo diga, vosotros, los indeseables y anatematizados, tenéis que saber que el Dios revelado en Jesucristo sigue siendo realmente vuestro amigo.

Vosotros podéis “entender» y acoger el perdón de Dios mejor que muchos cristianos que no sienten necesidad de arrepentirse de nada.

Cuando nosotros os evitamos, Dios se os acerca. Cuando nosotros os humillamos, El os defiende. Cuando os despreciamos, os acoge.

En lo más oscuro de vuestra noche no estáis solos. En lo más profundo de vuestra humillación, no estáis abandonados.

No hay sitio para vosotros en nuestra sociedad ni en nuestro corazón. Por eso precisamente tenéis un lugar privilegiado en el corazón de Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
30 de septiembre de 1984

INSTALARSE EN LA FE

Pero no fue...

Son bastantes los cristianos que terminan por instalarse cómodamente en su fe sin que su vida apenas se vea afectada lo más mínimo por su relación con Dios.

Se diría que su fe es un añadido, un complemento de lujo o una nostalgia que se conserva todavía de los años de la infancia. Pero no algo nuclear que anima su vivir diario.

Cuántas veces la vida de los cristianos queda cortada en dos. Actúan, se organizan y viven como todos los demás a lo largo de los días, y el domingo dedican un cierto tiempo a dirigirse a un Dios que está ausente de sus vidas el resto de la semana.

Cristianos que se desdoblan y cambian de personalidad según se arrodillen para orar a Dios o se entreguen a sus ocupaciones diarias. Dios no penetra en su vida familiar, en su trabajo, en sus relaciones sociales, en sus proyectos o intereses.

La fe queda convertida así en una costumbre, un reflejo, una «relajación semanal» como diría J. Onimus y, en cualquier caso, en una prudente medida de seguridad para ese futuro que tal vez exista después de la muerte.

Todos hemos de preguntarnos con sinceridad qué significa realmente Dios en nuestro diario vivir. Lo que se opone a la verdadera fe no es, muchas veces, la increencia sino la falta de vida.

¿Qué importa el credo que pronuncian nuestros labios, si falta luego en nuestra vida un mínimo esfuerzo de seguimiento sincero a Jesucristo?

¿Qué importa —nos dice Jesús en su parábola— que un hijo diga a su padre que va a trabajar en la viña, si luego en realidad no lo hace? Las palabras, por muy hermosas y conmovedoras que sean, no dejan de ser palabras.

¿No hemos reducido, con frecuencia, nuestra fe a palabras, ideas o sentimientos? ¿No hemos olvidado demasiado que la fe es una actitud ante Dios que da un significado nuevo y una orientación diferente a todo el comportamiento del hombre?

Los cristianos no deberíamos ignorar que, en realidad, no creemos lo que decimos con los labios sino lo que expresamos con nuestra vida entera.

Los creyentes hemos llenado de palabras muy hermosas la historia de estos veinte siglos, hemos construido sistemas doctrinales monumentales que recogen el pensamiento cristiano con hondura, pero la verdadera fe hoy y siempre la viven aquellos hombres y mujeres que saben traducir en hechos el evangelio.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1980-1981 – APRENDER A VIVIR
27 de septiembre de 1981

MAS QUE PALABRAS

Después se arrepintió y fue.

Los que hemos nacido en una sociedad «cristiana» corremos el grave riesgo de no llegar a comprender correctamente el significado y la verdad de nuestra fe.

Con frecuencia, nuestra visión particular de la fe, elaborada desde los primeros años de la infancia, no es sometida nunca a una verdadera revisión y no puede, por tanto, fácilmente ser purificada de parcialidades y deformaciones quizás inevitables.

De ahí que muchos se sientan «cristianos» por el mero hecho de afirmar verbalmente un credo o por estar dispuestos a aceptar un conjunto de fórmulas cuyo sentido y valor tampoco interesan demasiado.

Más de uno se considera cristiano solamente porque en el fondo de su conciencia cree poseer la respuesta verdadera al problema último del más allá.

Pero, entonces, la fe no es un impulso para vivir prácticamente según la orientación evangélica. Al contrario, puede convertirse en algo que alivia al individuo de la pesada tarea de buscar por sí mismo el verdadero sentido de la vida, y de decidir prácticamente la orientación de toda su conducta.

Erich Fromm habla de «los felices propietarios de la fe verdadera» que aceptan su religión como un «seguro de vida», sin que su fe sea impulso creativo y dinamizador de sus personas.

De ahí la actualidad de la parábola de Jesús. Lo importante no son, las palabras que pronuncian los dos protagonistas del relato sino su conducta real. Sólo hace la voluntad del padre el hijo que de hecho va a trabajar a la viña.

Ser creyente es algo más que recitar fórmulas de fe o confesar nuestra simpatía por la concepción cristiana de la vida.

No nos apresuremos a considerarnos creyentes. La fe no es algo que se posee sino un proceso que se vive. Más importante que confesarnos cristianos es esforzarse prácticamente por llegar a serlo.

La parábola de Jesús nos obliga a revisar nuestro cristianismo. La fe no consiste en pensar sino en recorrer el camino seguido por el Maestro. Somos creyentes en la medida en que la fe desencadena en nosotros una nueva manera de vivir siguiendo las huellas trazadas por él.

José Antonio Pagola

HOMILIA

PROFESIONALES DE LA RELIGIÓN

Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera.

La parábola de Jesús es breve y clara. Un padre envía a sus hijos a trabajar en su viña. El primero le responde: «No quiero», pero después se arrepiente y va. El segundo le dice: «Ya voy», pero luego no marcha a trabajar. Jesús pregunta: ¿Quién de los dos hizo la voluntad del padre?

La parábola, dirigida por Jesús a los sacerdotes y dirigentes religiosos de Israel, es una fuerte crítica a los «profesionales» de la religión, que tienen continuamente en sus labios el nombre de Dios pero, acostumbrados a la religión, terminan por olvidar o ser insensibles a la verdadera voluntad del Padre del cielo. Según Jesús, lo único que Dios quiere es que sus hijos e hijas vivan desde ahora una vida digna y dichosa. Ése es siempre el criterio para actuar según su voluntad. Si alguien ayuda a las personas a vivir, si trata a todos con respeto y comprensión, si contagia confianza y contribuye a una vida más humana, está «haciendo» lo que desea el Padre.

Jesús advierte muchas veces a los escribas, sacerdotes y dirigentes religiosos de uno de los peligros que amenazan a los «profesionales» de la religión: hablan mucho de Dios, creen saberlo todo de él, predican en su nombre la ley, el orden y la moral. Pueden ser personas celosas y diligentes, pero pueden terminar haciendo la vida de las personas más dura y penosa de lo que ya es.

No es mala voluntad, pero hay un modo de entender lo religioso que no contribuye a una vida más plena y digna. Hay personas muy «religiosas» que acusan, amenazan y hasta condenan en nombre de Dios, sin despertar nunca en el corazón de nadie el deseo de una vida más elevada. En esa forma de entender la religión, todo parece estar en orden, todo es perfecto, todo se ajusta a la ley, pero al mismo tiempo, todo es frío y rígido, nada invita a la vida.

Al terminar la parábola, Jesús añade estas palabras terribles: «Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios». Los excluidos oficialmente del ideal religioso, los que no saben cómo poner en orden su vida, los que aparentemente tienen poco que ver con Dios, están más cerca de él que los teólogos y sacerdotes, pues entienden y acogen mejor la comprensión y la bondad de Dios con todos.

José Antonio Pagola





Blog:               http://sopelakoeliza.blogspot.com

Para ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
                        http://iglesiadesopelana3v.blogspot.com


lunes, 18 de septiembre de 2017

24-09-2017 - 25º domingo Tiempo ordinario (A)


El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó  en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos  la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Para leer, compartir, bajarse o imprimir las homilias de José Antonio Pagola del domingo haz "clic" sobre el título del domingo, o haz "clic" sobre Ciclo A, Ciclo B o Ciclo C, en el menú superior para leer las homilias de cada ciclo.

¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

No dejes de visitar la nueva página de VÍDEOS DE LAS CONFERENCIAS DE JOSÉ ANTONIO PAGOLA .

------------------------------------------------------------------------------------------------------------
25º domingo Tiempo ordinario (A)


EVANGELIO

¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?

+ Lectura del santo evangelio según san Mateo 20, 1-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

-«El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a *contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.

Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo:

"Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido."

Ellos fueron.

Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo-. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo:

¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?"

Le respondieron:

"Nadie nos ha contratado."

Él les dijo:

"Id también vosotros a mi viña."

Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz:

"Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros."

Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.

Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo:

"Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno."

Él replicó a uno de ellos:

"Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?"

Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»

Palabra de Dios.

HOMILIA

2016-2017 -
24 de septiembre de 2017

NO DESVIRTUAR LA BONDAD DE DIOS

(Ver homilía del ciclo A - 2013-2014)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2013-2014 -
21 de septiembre de 2014

NO DESVIRTUAR LA BONDAD DE DIOS

A lo largo de su trayectoria profética, Jesús insistió una y otra vez en comunicar su experiencia de Dios como “un misterio de bondad insondable” que rompe todos nuestros cálculos. Su mensaje es tan revolucionario que, después de veinte siglos, hay todavía cristianos que no se atreven a tomarlo en serio.

Para contagiar a todos su experiencia de ese Dios Bueno, Jesús compara su actuación a la conducta sorprendente del señor de una viña. Hasta cinco veces sale él mismo en persona a contratar jornaleros para su viña. No parece preocuparle mucho su rendimiento en el trabajo. Lo que quiere es que ningún jornalero se quede un día más sin trabajo.

Por eso mismo, al final de la jornada, no les paga ajustándose al trabajo realizado por cada grupo. Aunque su trabajo ha sido muy desigual, a todos les da “un denario”: sencillamente, lo que necesitaba cada día una familia campesina de Galilea para poder vivir.

Cuando el portavoz del primer grupo protesta porque ha tratado a los últimos igual que a ellos, que han trabajado más que nadie, el señor de la viña le responde con estas palabras admirables: “¿Vas a tener envidia porque yo soy bueno?”. ¿Me vas a impedir con tus cálculos mezquinos ser bueno con quienes necesitan su pan para cenar?

¿Qué está sugiriendo Jesús? ¿Es que Dios no actúa con los criterios de justicia e igualdad que nosotros manejamos? ¿Será verdad que Dios, más que estar midiendo los méritos de las personas como lo haríamos nosotros, busca siempre responder desde su Bondad insondable a nuestra necesidad radical de salvación?

Confieso que siento una pena inmensa cuando me encuentro con personas buenas que se imaginan a Dios dedicado a anotar cuidadosamente los pecados y los méritos de los humanos, para retribuir un día exactamente a cada uno según su merecido. ¿Es posible imaginar un ser más inhumano que alguien entregado a esto desde toda la eternidad?

Creer en un Dios, Amigo incondicional, puede ser la experiencia más liberadora que se pueda imaginar, la fuerza más vigorosa para vivir y para morir. Por el contrario, vivir ante un Dios justiciero y amenazador puede convertirse en la neurosis más peligrosa y destructora de la persona.

Hemos de aprender a no confundir a Dios con nuestros esquemas estrechos y mezquinos. No hemos de desvirtuar su Bondad insondable mezclando los rasgos auténticos que provienen de Jesús con trazos de un Dios justiciero tomados del Antiguo Testamento. Ante el Dios Bueno revelado en Jesús, lo único que cabe es la confianza.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2010-2011 -
18 de septiembre de 2011

MIRADA ENFERMA

Jesús había hablado a sus discípulos con claridad: "Buscad el reino de Dios y su justicia". Para él esto era lo esencial. Sin embargo, no le veían buscar esa justicia de Dios cumpliendo las leyes y tradiciones de Israel como otros maestros. Incluso en cierta ocasión les hizo una grave advertencia: "Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de Dios". ¿Cómo entendía Jesús la justicia de Dios?

La parábola que les contó los dejó desconcertados. El dueño de una viña salió repetidamente a la plaza del pueblo a contratar obreros. No quería ver a nadie sin trabajo. El primer grupo trabajó duramente doce horas. Los últimos en llegar sólo trabajaron sesenta minutos.

Sin embargo, al final de la jornada, el dueño ordena que todos reciban un denario: ninguna familia se quedará sin cenar esa noche. La decisión sorprende a todos. ¿Cómo calificar la actuación de este señor que ofrece una recompensa igual por un trabajo tan desigual? ¿No es razonable la protesta de quienes han trabajado durante toda la jornada?

Estos obreros reciben el denario estipulado, pero al ver el trato tan generoso que han recibido los últimos, se sienten con derecho a exigir más. No aceptan la igualdad. Esta es su queja: «los has tratado igual que a nosotros». El dueño de la viña responde con estas palabras al portavoz del grupo: «¿Va ser tu ojo malo porque yo soy bueno?». Esta frase recoge la enseñanza principal de la parábola.

Según Jesús, hay una mirada mala, enferma y dañosa, que nos impide captar la bondad de Dios y alegrarnos con su misericordia infinita hacia todos. Nos resistimos a creer que la justicia de Dios consiste precisamente en tratarnos con un amor que está por encima de todos nuestros cálculos.

Esta es la Gran Noticia revelada por Jesús, lo que nunca hubiéramos sospechado y lo que tanto necesitábamos oír. Que nadie se presente ante Dios con méritos o derechos adquiridos. Todos somos acogidos y salvados, no por nuestros esfuerzos sino por su misericordia insondable.

A Jesús le preocupaba que sus discípulos vivieran con una mirada incapaz de creer en esa Bondad. En cierta ocasión les dijo así: "Si tu ojo es malo, toda tu persona estará a oscuras. Y si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!". Los cristianos lo hemos olvidado. ¡Qué luz penetraría en la Iglesia si nos atreviéramos a creer en la Bondad de Dios sin recortarla con nuestra mirada enferma! ¡Qué alegría inundaría los corazones creyentes! ¡Con qué fuerza seguiríamos a Jesús!

José Antonio Pagola

HOMILIA

2007-2008 - Recreados por Jesús
21 de septiembre de 2008

BONDAD ESCANDALOSA

...porque soy bueno

Probablemente era otoño y en los pueblos de Galilea se vivía intensamente la vendimia. Jesús veía en las plazas a quienes no tenían tierras propias, esperando a ser contratados para ganarse el sustento del día. ¿Cómo ayudar a esta pobre gente a intuir la bondad misteriosa de Dios hacia todos?

Jesús les contó una parábola sorprendente. Les habló de un señor que contrató a todos los jornaleros que pudo. Él mismo vino a la plaza del pueblo una y otra vez, a horas diferentes. Al final de la jornada, aunque el trabajo había sido absolutamente desigual, a todos les dio un denario: lo que su familia necesitaba para vivir.

El primer grupo protesta. No se quejan de recibir más o menos dinero. Lo que les ofende es que el señor «ha tratado a los últimos igual que a nosotros». La respuesta del señor al que hace de portavoz es admirable: « Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?».

La parábola es tan revolucionaria que, seguramente, después de veinte siglos, no nos atrevemos todavía a tomarla en serio. ¿Será verdad que Dios es bueno incluso con aquellos y aquellas que apenas pueden presentarse ante él con méritos y obras? ¿Será verdad que en su corazón de Padre no hay privilegios basados en el trabajo más o menos meritorio de quienes han trabajado en su viña?

Todos nuestros esquemas se tambalean cuando hace su aparición el amor libre e insondable de Dios. Por eso nos resulta escandaloso que Jesús parezca olvidarse de los «piadosos» cargados de méritos, y se acerque precisamente a los que no tienen derecho a recompensa alguna por parte de Dios: pecadores que no observan la Alianza o prostitutas que no tienen acceso al templo.

Nosotros seguimos muchas veces con nuestros cálculos, sin dejarle a Dios ser bueno con todos. No toleramos su bondad infinita hacia todos. Hay personas que no se lo merecen. Nos parece que Dios tendría que dar a cada uno su merecido, y sólo su merecido. Menos mal que Dios no es como nosotros. Desde su corazón de Padre, Dios sabe entenderse bien con esas personas a las que nosotros rechazamos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
18 de septiembre de 2005

BUENO CON TODOS

Porque soy bueno

Sin duda, es una de las parábolas más sorprendentes y provocativas de Jesús. Se solía llamar «parábola de los obreros de la viña». Sin embargo, el protagonista es el dueño de la viña. Algunos investigadores la llaman hoy, «parábola del patrono que quería trabajo y pan para todos».

Este hombre sale personalmente a la plaza para contratar a diversos grupos de trabajadores. A los primeros a las seis de la mañana, a otros a las nueve, más tarde a las doce del mediodía y a las tres de la tarde. A los últimos los contrata a las cinco, cuando sólo falta una hora para terminar la jornada.

Su conducta es extraña. No parece urgido por la vendimia. Lo que le preocupa es que haya gente que se quede sin trabajo. Por eso sale incluso a última hora para dar trabajo a los que nadie ha llamado. Y, por eso, al final de la jornada, les da a todos el denario que necesitan para cenar esa noche, incluso a los que no lo han ganado. Cuando los primeros protestan, ésta es su respuesta: « Vais a tener envidia porque soy bueno?».

¿Qué está sugiriendo Jesús? ¿Es que Dios no actúa con los criterios de justicia e igualdad que nosotros manejamos? ¿Será verdad que, más que estar midiendo los méritos de las personas, Dios busca responder a nuestras necesidades?

No es fácil creer en esa bondad insondable de Dios de la que habla Jesús. A más de uno le puede escandalizar que Dios sea bueno con todos, lo merezcan o no, sean creyentes o agnósticos, invoquen su nombre o vivan de espaldas a él. Pero Dios es así. Y lo mejor es dejarle a Dios ser Dios, sin empequeñecerlo con nuestras ideas y esquemas.

La imagen que no pocos cristianos se hacen de Dios es un «conglomerado» de elementos heterogéneos y hasta contradictorios. Algunos aspectos vienen de Jesús, otros del Dios justiciero del Antiguo Testamento, otros de sus propios miedos y fantasmas. Entonces, la bondad de Dios con todas sus criaturas queda como perdida en esa confusión.

Una de las tareas más importantes en una comunidad cristiana será siempre ahondar cada vez más en la experiencia de Dios vivida por Jesús. Sólo los testigos de ese Dios pondrán una esperanza diferente en el mundo.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2001-2002 – CON FUEGO
22 de septiembre de 2002

DIOS ROMPE NUESTROS ESQUEMAS

¿ Vas a tener envidia porque soy bueno?

Los cristianos no terminamos de creer en el Dios increíblemente bueno del que habla Jesús. Los predicadores no acertamos a presentarlo con convicción. Por eso, el mensaje evangélico, sorprendente y provocativo, no produce hoy ninguna sorpresa. Nosotros seguimos con nuestras ideas acerca de Dios.

Los exégetas consideran hoy la parábola de «los trabajadores de la viña» como una de las más revolucionarias de Jesús. El relato es conocido. El dueño de una viña va contratando obreros para que trabajen en su propiedad. Al primer grupo los contrata muy de mañana por un denario que era la cantidad que se consideraba necesaria para alimentarse cada día. A lo largo del día, va contratando a otros obreros que también van a la viña, pero trabajan mucho menos y sin soportar el peso del día y del calor. Al terminar la jornada y, aunque el trabajo ha sido desigual, sorprendentemente el dueño paga a todos un denario. Y cuando los primeros se quejan, responde así: «¿no puedo hacer lo que quiero con lo mío? ¿o vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?»

El mensaje de Jesús rompe todos nuestros esquemas. El dueño de la viña no se fija en el esfuerzo y trabajo que han realizado los diversos grupos de obreros sino en lo que necesitan para vivir. Así es Dios, dice Jesús. Aunque a nosotros nos sorprenda, Dios no está mirando nuestros méritos sino nuestras necesidades. Por eso, Dios increíblemente bueno, nos regala incluso lo que no nos merecemos. Si nos tratara según nuestros méritos, no tendríamos salida.

Alguno podría pensar que esta manera de entender la bondad de Dios llevaría a una vida irresponsable y arbitraria. Nada más contrario a la realidad pues, según Jesús, esta bondad de Dios es la que ha de inspirar nuestras relaciones y nuestra convivencia. Dicho de manera clara y sencilla: cuando nos encontramos con alguien, no hemos de preguntamos qué se merece de nosotros sino que necesita para vivir.

Sólo señalaré un ejemplo sangrante. Ante los inmigrantes que luchan por entrar a convivir con nosotros, no hemos de preguntamos qué derechos tienen, sino qué necesitan para vivir dignamente.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
19 de septiembre de 1999

BONDAD MISTERIOSA

¿ Vas a tener envidia porque yo soy bueno?

Cada vez estoy más convencido de que muchos de los que se dicen ateos, son hombres y mujeres que, cuando rechazan a Dios están rechazando en realidad un «ídolo mental» que se fabricaron cuando eran niños. La idea de Dios que llevaban en su interior y con la que han vivido durante algunos años se les ha quedado pequeña. Llegado un momento, ese Dios les ha resultado un ser extraño, incómodo y molesto y, naturalmente, se han desprendido de él.

No me cuesta nada comprender a estas personas. Dialogando con alguno de ellos, he recordado más de una vez aquellas certeras palabras del patriarca Máximos IV durante el concilio: «Yo tampoco creo en el dios en que los ateos no creen.» En realidad, el dios que han suprimido de sus vidas era una caricatura que se habían formado falsamente de él. Si han vaciado su alma de ese «dios falso», ¿no será para dejar sitio algún día al Dios verdadero?

Pero, ¿cómo puede hoy un hombre honesto y que busca la verdad, encontrarse con Dios? Si se acerca a los que nos decimos creyentes, es fácil que nos encuentre rezando no al Dios verdadero, sino a un pequeño ídolo sobre el que proyectamos nuestros intereses, miedos y obsesiones. Un Dios del que pretendemos apropiamos y al que intentamos utilizar para nuestro provecho olvidando su inmensa e incomprensible bondad con todos.

Jesús rompe todos nuestros esquemas cuando nos presenta en la parábola del «señor de la viña» a ese Dios que «da a todos su denario», lo merezcan o no, y dice así a los que protestan: « Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?»

Dios es bueno con todos los hombres, lo merezcamos o no, seamos creyentes o ateos. Su bondad misteriosa está más allá de la fe de los creyentes y de la increencia de los ateos. La mejor manera de encontrarnos con El no es discutir entre nosotros, intercambiamos palabras y argumentos que quedan infinitamente lejos de lo que El es en realidad.

Tal vez, lo primero sea dejar a un lado nuestras ideas, olvidamos de nuestros esquemas, hacer silencio en nuestro interior, escuchar hasta el fondo la vida que palpita entre nosotros... y esperar, confiar, dejar abierto nuestro ser. Dios no se oculta indefinidamente a quien lo busca con sincero corazón.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1995-1996 – SANAR LA VIDA
22 de septiembre de 1996

SIN MERECERLO

… porque yo soy bueno

Uno de los rasgos más tristes de un cierto estilo de vivir es el «vaciamiento interior». Hay personas que consideran la vida del espíritu algo perfectamente inútil y superfluo. Casi todo lo que hacen tiene como objetivo alimentar su personalidad más externa y superficial. No han aprendido a vivir en contacto con lo que J. Van Ruysbroeck llamaba «el fondo» de la persona.

Por otra parte, la vida del espíritu está tan desprestigiada que, cuando alguien busca superar esta mediocridad para ocuparse más de su mundo interior, corre el riesgo de que se le acuse de evadirse de la realidad. Por lo visto, hoy es más digno y más presentable vivir sin interioridad.

Sin embargo, no es fácil vivir así. El ser humano necesita adentrarse en su propio misterio y llegar al corazón de su vida, allí donde es total y únicamente él mismo. Sin «núcleo interior», las personas se sienten desguarnecidas y sin defensa ante los ataques que sufren desde fuera y desde dentro de su ser.

Consciente o inconscientemente, estos hombres y mujeres reclaman hoy algo que no es técnica, ni ciencia, ni doctrina religiosa, sino experiencia viva del que es la «Fuente del ser» y el «Salvador» de la existencia humana. Pero, ¿quién les puede dar noticia de esa experiencia de salvación?, ¿quién la conoce?, ¿quién puede ayudar a descubrir esa «verdad interior» que libera y hace vivir?

Uno de los riesgos permanentes de las Iglesias es desarrollar una teología y una predicación de corte doctrinal, orientada a «explicar» a Dios, pero incapaz de comunicar la experiencia de su amor salvador. Naturalmente, la doctrina siempre es necesaria porque la persona busca «razones» para creer. Pero, lo que muchos necesitan hoy es descubrir en lo hondo de su ser la presencia latente de un Dios que es amor.

Los hombres de Iglesia hablamos mucho de Dios. Pero, ¿qué es lo que, en realidad, decimos con tantas palabras?, ¿no estamos, con frecuencia, encerrando a Dios en nuestra propia perspectiva, nuestros esquemas e ideas?, ¿no empobrecemos su misterio con nuestra palabrería fácil y rutinaria?, ¿no hay una manera de predicar que en vez de acercar a su misterio de amor insondable, distancia todavía más de él?

Sólo un ejemplo. Es fácil repetir rutinariamente que «Dios da a cada uno lo que se merece». Sin embargo, no es exactamente así. En la parábola de los viñadores, Jesús recuerda que Dios se asemeja más bien a ese «señor de la viña» que da a todos su denario —incluso a los que no se lo merecen— sólo porque él es bueno. Yo sé que puede escandalizar a alguno oír que Dios es bueno con todos, lo merezcan o no, sean creyentes o ateos, invoquen su nombre o vivan de espaldas a él. Pero es así. Y lo primero es dejarle a Dios ser Dios, y no empequeñecer con nuestros cálculos y esquemas su amor insondable y gratuito a todo ser humano.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1992-1993 – CON HORIZONTE
19 de septiembre de 1993

ESCANDALOSAMENTE BUENO

¿Vais a tener envidia porque yo soy bueno?

A veces se habla mucho de la importancia de creer o no creer en Dios. Pero se olvida que lo importante es saber en qué Dios cree cada uno. No es lo mismo creer en un Dios incomprensiblemente bueno con todos, que «hace salir su sol sobre buenos y malos», o creer en un Dios del orden y de la ley, con el que hay que hacer toda clase de cálculos para saber a qué atenerse.

Creer en un Dios Amigo incondicional puede ser la experiencia más liberadora y gozosa que se puede imaginar, la fuerza más vigorosa para vivir y morir. Creer en un Dios justiciero y amenazador puede convertirse, por el contrario, en la neurosis más peligrosa y destructora del ser humano.

La imagen de Dios que nos ha llegado hasta nosotros está inevitablemente amalgamada de ideas y concepciones de otras épocas, a veces con aciertos luminosos, otras, con ambigüedades peligrosas. ¿Cómo ir liberando nuestra representación de Dios de tantas falsas adherencias que se han podido ir acumulando en el fondo de nuestra conciencia?

Lo primero es dejarle a Dios ser Dios. No empequeñecerlo encerrándolo en nuestros esquemas o reduciéndolo a nuestros cálculos. Dejar que sea más grande y más humano que lo más grande y humano que hay en nosotros. No representarnos a Dios a partir de nuestra mediocridad y nuestros resentimientos; buscar más bien su verdadero rostro siguiendo a Jesús, aunque a veces esa imagen de Dios nos sorprenda y hasta «escandalice».

Nunca olvidaré el impacto que me produjo, hace ya muchos años, el descubrir que no fue el rigor o la radicalidad de Jesús lo que provocó irritación y rechazo, sino su anuncio de un Dios «escandalosamente bueno».

La parábola de los trabajadores de la viña es particularmente significativa. Su contenido es tan revolucionario que todavía no nos atrevemos a asumirlo. Y, sin embargo, el mensaje de Jesús es claro: lo mismo que «el Señor de la viña» da a todos sus obreros su «denario», lo merezcan o no, sencillamente porque su corazón es grande, así, Dios no hará injusticia a nadie, pero puede ofrecer su salvación, incluso a los que, según nuestros cálculos, no se la han ganado.

Dios es bueno con todos los hombres, lo merezcan o no, sean creyentes o sean ateos. Su bondad misteriosa desborda todos nuestros cálculos y está más allá de la fe de los creyentes y del ateísmo de los incrédulos. Ante este Dios lo único que cabe es el gozo agradecido. Olvidarnos de nuestros esquemas, hacer silencio dentro de nosotros y abrirnos confiadamente a su bondad infinita.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1989-1990 – NUNCA ES TARDE
23 de septiembre de 1990

DIOS NO ES UN ORDENADOR

¿ Vas a tener envidia
porque yo soy bueno?

En los últimos años de su vida, el gran teólogo alemán K. Rahner utilizaba con frecuencia una expresión un tanto rebuscada para designar a Dios. En vez de nombrarlo directamente, prefería hablar del «Misterio que de ordinario llamamos Dios».

De esta manera, según él, intentaba hacer notar que «no debemos poner bajo el nombre de Dios cualquier cosa: un anciano de barbas, un moralista tirano que vigila nuestra vida o algo semejante».

Decimos con razón que Dios es «misterio insondable», pero hemos de confesar que muchas veces los creyentes, incluidos los sacerdotes, hablamos de El como si lo hubiéramos visto y conociéramos perfectamente su modo de ver las cosas, de sentir y de actuar.

Lo peor es que, al encerrarlo en nuestras visiones estrechas y ajustarlo a nuestros esquemas, terminamos casi siempre por empequeñecerlo. El resultado es, con frecuencia, un Dios tan poco humano como nosotros y, a veces, menos humano.

Son bastantes, por ejemplo, los que sólo creen en un Dios cuyo quehacer esencial consiste en anotar los pecados y méritos de los hombres para retribuir exactamente a cada uno según sus obras. ¿Podemos imaginar un ser humano dedicado a esto durante toda su existencia?

Dios queda convertido entonces en una especie de «ordenador», de memoria prodigiosa, que va almacenando todos los datos de nuestra vida para hacerlos aparecer en pantalla en el momento de la muerte.

Este Dios no tiene corazón. Es tan pequeño y peligroso como nosotros. Lo más seguro es «estar en regla» con El, cumplir escrupulosamente los deberes religiosos y acumular méritos para asegurarnos la salvación eterna.

La parábola de «los obreros de la viña» introduce una verdadera revolución en la manera de concebir a Dios. Según Jesús, la bondad de Dios es insondable y no se ajusta a los cálculos que nosotros podamos hacer.

Dios no hará injusticia a nadie. Pero, lo mismo que el señor de la viña hace con su dinero lo que quiere, sin que nadie tenga derecho a protestar envidiosamente, así también Dios puede regalar su vida, incluso a los que no se la han ganado según nuestros cálculos.

Hemos de aprender una y otra vez a no confundir a Dios con nuestros esquemas religiosos y nuestros cálculos morales. Hemos de dejar a Dios ser más grande que nosotros. Hemos de dejarle sencillamente ser Dios.

Tenemos el riesgo de creer que somos cristianos sin haber asumido todavía ese mensaje que Jesús nos ofrece, de un Dios cuya bondad infinita llega misteriosamente hasta todos los hombres.

Probablemente, más de un cristiano se escandalizaría todavía hoy al oír hablar de un Dios a quien no obliga el derecho canónico, que puede regalar su gracia sin pasar por ninguno de los siete sacramentos, y salvar, incluso fuera de la Iglesia, a hombres y mujeres que nosotros consideramos perdidos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
20 de septiembre de 1987

CARICATURAS

¿Vas a tener envidia porque
yo soy bueno?

Cada vez estoy más convencido de que muchos de los que, entre nosotros, se dicen ateos, son hombres y mujeres que, cuando rechazan a Dios están rechazando en realidad un “ídolo mental” que se fabricaron cuando eran niños.

La idea de Dios que llevaban en su interior y con la que han vivido durante algunos años se les ha quedado pequeña. Llegado un momento, ese Dios les ha resultado un ser extraño, incómodo y molesto y, naturalmente, se han desprendido de él.

No me cuesta nada comprender a estas personas. Dialogando con alguno de ellos, he recordado más de una vez aquellas certeras palabras del patriarca Máximos IV durante el Concilio: “Yo tampoco creo en el dios en que los ateos no creen”.

En realidad, el dios que han suprimido de sus vidas era una caricatura que se habían formado falsamente de él. Si han vaciado su alma de ese “dios falso”, ¿no será para dejar sitio algún día al Dios verdadero?

Pero, ¿cómo puede hoy un hombre honesto y que busca la verdad, encontrarse con Dios?

Si se acerca a los que nos decimos creyentes es fácil que nos encuentre rezando no al Dios verdadero sino a un pequeño ídolo sobre el que proyectamos nuestros intereses, miedos y obsesiones.

Un Dios del que pretendemos apropiarnos y al que intentamos utilizar para nuestro provecho olvidando su inmensa e incomprensible bondad con todos.

Cómo rompe Jesús todos nuestros esquemas cuando nos presenta en la parábola del «señor de la viña» a ese Dios que “da a todos su denario», lo merezcan o no, y dice así a los que protestan: “¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?».

Dios es bueno con todos los hombres, lo merezcamos o no, seamos creyentes o ateos. Su bondad misteriosa está más allá de la fe de los creyentes y de la increencia de los ateos.

La mejor manera de encontrarnos con él no es discutir entre nosotros, intercambiamos palabras y argumentos que quedan infinitamente lejos de lo que El es en realidad.

Tal vez, lo primero sea dejar a un lado nuestras ideas, olvidarnos de nuestros esquemas, hacer silencio en nuestro interior, escuchar hasta el fondo la vida que palpita en nosotros... y esperar, confiar, dejar abierto nuestro ser. Dios no se oculta indefinidamente a quien lo busca con sincero corazón.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
23 de septiembre de 1984

ECLIPSE DE DIOS

¿ o vas a tener envidia porque yo soy bueno?

La parábola de los obreros en la viña nos recuerda a los creyentes 1go de suma importancia. Con un corazón lleno de envidia no se puede «entender» al Dios Bueno que anuncia Jesús.

Al hombre actual se le hace cada día más difícil encontrarse con Dios. Y, sin duda, son muchos y complejos los factores sociológicos y culturales que explican tal dificultad.

Pero no deberíamos olvidar lo que escribía J.M. Velasco hace unos años: «Es indudable que nuestra sociedad padece un eclipse de Dios y en este eclipse no hemos dejado de participar los creyentes con la interposición de una vida que transparenta más nuestros intereses, nuestras preocupaciones y nuestras obsesiones que la presencia vivificante de Dios».

Un Dios que es Amor no puede ser descubierto por la mirada interesada de unos hombres que sólo piensan en su propio provecho, utilidad o disfrute egoísta.

Un Dios que es acogida y ternura gratuita para todos no puede ser captado por hombres de alma calculadora que viven manipulándolo todo, atentos únicamente a lo que puede acrecentar su poder.

¿ Qué eco puede tener hoy, en amplios sectores de esta sociedad, hablar de un Dios que es Amor gratuito?

Hablar de amor es, para bastantes, hablar de algo hipócrita, retrógrado, ineficaz, algo perfectamente inútil en la sociedad actual. Nos basta con organizar bien nuestros egoísmos para no destruirnos unos a otros.

No es extraño que Dios se haya eclipsado convirtiéndose para muchos en algo irreal, abstracto, sin conexión alguna con su vida real.

Entonces corremos el riesgo de caer en la incredulidad total. Recordemos la experiencia de Simone de Beauvoir: «Dios se había convertido para mí en una idea abstracta en el fondo del cielo, y una tarde la borré».

No es posible creer que existimos «desde un origen amoroso» ni descubrir a Dios en la raíz misma de la vida, cuando estamos «fabricando» una sociedad donde apenas se cree en el amor.

Para muchos hombres y mujeres de hoy el camino para encontrarse de nuevo con Dios es volver a reconstruir pacientemente su vida, poniendo en todo un poco más de generosidad, desinterés, ternura y perdón. Lo más profundo de la existencia sólo se descubre desde la experiencia del amor.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1980-1981 – APRENDER A VIVIR
20 de septiembre de 1981

DIOS ES DISTINTO

...y recibieron un denario cada uno.

Con frecuencia, no sospechamos los creyentes que lo que nosotros «sabemos» de Dios, o lo que creemos «saber», puede ser un grave obstáculo para abrirnos al Dios genuino de Jesús.

Hemos olvidado que creer a Jesús es aprender a creer en el Dios en que él creyó. Nos aferramos a nuestros propios esquemas, nos elaboramos nuestra imagen «particular» de Dios, y no aprendemos desde Jesús y con Jesús, a vivir ante ese Padre que nos acoge como hijos y nos llama a la convivencia fraterna.

Por eso, la parbo1a del «Señor generoso y los obreros de la viña» choca profundamente con nuestra «religión particular». Y no sería extraño que también nosotros protestáramos ante la «injusticia de Dios», como los viñadores de la primera hora ante el Señor.

Porque el señor de la viña no retribuye a cada trabajador según lo que ha trabajado, sino que, a pesar de un trabajo desigual, da a todos el jornal completo que necesitan para vivir.

El pensamiento de Jesús es claro. Dios no retribuye a cada uno según sus méritos, siguiendo nuestros criterios y medidas humanas. Dios a nadie hará injusticia, pero, en su bondad infinita, puede incluso regalar a los hombres lo que éstos no se lo han merecido.

Así es Dios, y nadie puede presentarse con reclamaciones justificadas ante él. Su bondad hacia «los últimos» supera el marco estrecho de nuestras categorías de justicia.

La parábola, en su sencillez, tiene una fuerza crítica de consecuencias, a veces, totalmente olvidadas por los creyentes.

Aquí se critica cualquier postura religiosa en la que el hombre se sienta con algún derecho de reclamación ante Dios, apoyado en su práctica religiosa o en su comportamiento moral. La religión no puede ser concebida nunca como «una adquisición de derechos» ante Dios.

Precisamente por esto es condenable toda postura sectaria o monopolizadora en la que unos hombres, basándose en su ortodoxia o moralidad, se crean con derecho a poseer a Dios de una manera especial.

Ningún grupo, partido político ni comunidad religiosa puede pretender ante Dios unos derechos, con anterioridad y preferencia a otros. Sólo los pobres son los «privilegiados» de Dios, y éstos tampoco por sus méritos, sino por la bondad de Dios que defiende a los pequeños.

José Antonio Pagola

HOMILIA

DIOS ROMPE NUESTROS ESQUEMAS

Los cristianos no terminamos de creer en el Dios increíblemente bueno del que habla Jesús. Los predicadores no acertamos a presentarlo con convicción. Por eso, el mensaje evangélico, sorprendente y provocativo, no produce hoy ninguna sorpresa. Nosotros seguimos con nuestras ideas acerca de Dios.

Los exégetas consideran hoy la parábola de «los trabajadores de la viña» como una de las más revolucionarias de Jesús. El relato es conocido. El dueño de una viña va contratando obreros para que trabajen en su propiedad. Al primer grupo los contrata muy de mañana por un denario que era la cantidad que se consideraba necesaria para alimentarse cada día. A lo largo del día, va contratando a otros obreros que también van a la viña, pero trabajan mucho menos y sin soportar el peso del día y del calor. Al terminar la jornada y, aunque el trabajo ha sido desigual, sorprendentemente el dueño paga a todos un denario. Y cuando los primeros se quejan, responde así: «¿no puedo hacer lo que quiero con lo mío? ¿o vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?»

El mensaje de Jesús rompe todos nuestros esquemas. El dueño de la viña no se fija en el esfuerzo y trabajo que han realizado los diversos grupos de obreros sino en lo que necesitan para vivir. Así es Dios, dice Jesús. Aunque a nosotros nos sorprenda, Dios no está mirando nuestros méritos sino nuestras necesidades. Por eso, Dios increíblemente bueno, nos regala incluso lo que no nos merecemos. Si nos tratara según nuestros méritos, no tendríamos salida.

Alguno podría pensar que esta manera de entender la bondad de Dios llevaría a una vida irresponsable y arbitraria. Nada más contrario a la realidad pues, según Jesús, esta bondad de Dios es la que ha de inspirar nuestras relaciones y nuestra convivencia. Dicho de manera clara y sencilla: cuando nos encontramos con alguien, no hemos de preguntarnos qué se merece de nosotros sino que necesita para vivir.

Sólo señalaré un ejemplo sangrante. Ante los inmigrantes que luchan por entrar a convivir con nosotros, no hemos de preguntarnos qué derechos tienen, sino qué necesitan para vivir dignamente.

José Antonio Pagola




Blog:               http://sopelakoeliza.blogspot.com

Para ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
                        http://iglesiadesopelana3v.blogspot.com