domingo, 29 de diciembre de 2013

01/01/2014 - Santa María, Madre de Dios (A)

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Homilias de José Antonio Pagola

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José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.


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1 de enero de 2014

Santa María, Madre de Dios (A)


EVANGELIO

Encontraron a María y a José, y al niño. A los ocho días, le pusieron por nombre Jesús.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2,16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.
Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2013-2014 -
Fecha

Título

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José Antonio Pagola

HOMILIA

2010-2011 -
1 de enero de 2011

LA MADRE

(Ver la homilía del 1 de enero de 2.008).

José Antonio Pagola

HOMILIA

2007-2008 -
1 de enero de 2008

LA MADRE

María conservaba todas estas cosas.

A muchos puede extrañar que la Iglesia haga coincidir el primer día del nuevo año civil con la fiesta de Santa María Madre de Dios. Y sin embargo, es significativo que, desde el siglo iv, la Iglesia, después de celebrar solemnemente el nacimiento del Salvador, desee comenzar el año nuevo bajo la protección maternal de María, Madre del Salvador y Madre nuestra.
Los cristianos de hoy nos tenemos que preguntar qué hemos hecho de María estos últimos años, pues probablemente hemos empobrecido nuestra fe eliminándola demasiado de nuestra vida.
Movidos, sin duda, por una voluntad sincera de purificar nuestra vivencia religiosa y encontrar una fe más sólida, hemos abandonado excesos piadosos, devociones exageradas, costumbres superficiales y extraviadas.
Hemos tratado de superar una falsa mariolatría en la que, tal vez, sustituíamos a Cristo por María y veíamos en ella la salvación, el perdón y la redención que, en realidad, hemos de acoger desde su Hijo.
Si todo ha sido corregir desviaciones y colocar a María en el lugar auténtico que le corresponde como Madre de Jesucristo y Madre de la Iglesia, nos tendríamos que alegrar y reafirmar en nuestra postura.
Pero, ¿ha sido exactamente así? ¿No la hemos olvidado excesivamente? ¿No la hemos arrinconado en algún lugar oscuro del alma junto a las cosas que nos parecen de poca utilidad?
Un abandono de María, sin ahondar más en su misión y en el lugar que ha de ocupar en nuestra vida, no enriquecerá jamás nuestra vivencia cristiana sino que la empobrecerá. Probablemente hemos cometido excesos de mariolatría en el pasado, pero ahora corremos el riesgo de empobrecemos con su ausencia casi total en nuestras vidas.
María es la Madre de Cristo. Pero aquel Cristo que nació de su seno estaba destinado a crecer e incorporar a sí numerosos hermanos, hombres y mujeres que vivirían un día de su Palabra y de su gracia. Hoy María no es sólo Madre de Jesús. Es la Madre del Cristo total. Es la Madre de todos los creyentes.
Es bueno que, al comenzar un año nuevo, lo hagamos elevando nuestros ojos hacia María. Ella nos acompañará a lo largo de los días con cuidado y ternura de madre. Ella cuidará nuestra fe y nuestra esperanza. No la olvidemos a lo largo del año.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
1 de enero de 2005

ANTE UN NUEVO AÑO

... meditándolas en su corazón.

Dice el teólogo Ladislao Boros en alguno de sus escritos que uno de los principios cardinales de la vida cristiana consiste en que «Dios comienza siempre de nuevo». Con él nada hay definitivamente perdido. En él todo es comienzo y renovación.
Por decirlo de manera sencilla, Dios no se deja desalentar por nuestra mediocridad. La fuerza renovadora de su perdón y de su gracia es más vigorosa que nuestros errores y nuestro pecado. Con él, todo puede comenzar de nuevo.
Por eso, es bueno comenzar el año con voluntad de renovación. Cada año que se nos ofrece de vida es un tiempo abierto a nuevas posibilidades, un tiempo de gracia y de salvación en el que se nos invita a vivir de manera nueva. Por ello, es importante escuchar las preguntas que pueden brotar de nuestro interior.
¿Qué espero yo del nuevo año? ¿Será un año dedicado a «hacer cosas», resolver asuntos, acumular tensión, nerviosismo y malhumor o será un año en que aprenderé a vivir de manera mas humana?
¿Qué es lo que realmente quiero yo este año? ¿A qué dedicaré el tiempo más precioso e importante? ¿Será, una vez más, un año vacío, superficial y rutinario, o un año en que amare la vida con gozo y gratitud?
¿Qué tiempo reservaré para el descanso, el silencio, la música, la oración, el encuentro con Dios? ¿Alimentaré mi vida interior o viviré de manera agitada, en permanente actividad, corriendo de una ocupación a otra, sin saber exactamente qué quiero ni para qué vivo?
¿Qué tiempo dedicaré al disfrute íntimo con mi pareja y a la convivencia gozosa con los hijos? ¿Viviré fuera de mi hogar organizándome la vida a mi aire o sabré amar con más dedicación y ternura a los míos?
¿Con quiénes me encontraré este año? ¿A qué personas me acercaré? ¿Pondré en ellas alegría, vida, esperanza, o contagiaré desaliento, tristeza y muerte? Por donde yo pase, ¿será la vida más gozosa y llevadera o más dura y penosa?
¿Viviré este año preocupado sólo por mi pequeño bienestar o me interesaré también por hacer felices a los demás? ¿Me encerraré en mi viejo egoísmo de siempre o viviré de manera creativa, tratando de hacer a mí alrededor un mundo más humano y habitable?
¿Seguiré viviendo de espaldas a Dios o me atreverá a creer que es mi mejor Amigo? ¿Permaneceré mudo ante él, sin abrir mis labios ni mi corazón, o brotará por fin desde mi interior una invocación humilde pero sincera?

José Antonio Pagola

HOMILIA

2001-2002 – CON FUEGO
1 de enero de 2002

ARRIESGARSE

… meditándolas en su corazón.

Los expertos afirman que ha crecido en la sociedad moderna la búsqueda de seguridad. Es normal que suceda así en tiempos de crisis. Las personas se arriesgan cada vez menos. Es lo mejor para no tener problemas o disgustos. No hay que cometer errores. Hay que medir bien las consecuencias para evitar críticas o rechazos.
Unos se defienden reduciendo su vida al ámbito de lo privado. Otros se parapetan detrás de una ideología, una religión o un código de comportamiento social obligado. Hay que ser políticamente o religiosamente correcto. Es peligroso salirse del «pensamiento único».
Ahora bien, quien sólo busca seguridad, termina empobreciendo su existencia. Es difícil que en esa vida aparezca algo realmente nuevo. Las personas se incapacitan para tener ideas nuevas. Pierden creatividad. Se les apaga la imaginación. Su vida es pura repetición.
Ésta búsqueda de seguridad que tanto puede paralizar la vida no afecta sólo a los individuos. Hay un modo de hacer política inmediatista y pragmática que ahoga cualquier proyecto renovador para el futuro. Los problemas siguen bloqueados por falta de voluntad y de audacia. Algo parecido sucede en la Iglesia. Vivimos tiempos de graves crisis, pero nos falta valor para intentar caminos nuevos. Nos parece más seguro y hasta más evangélico seguir haciendo lo de siempre.
Es difícil imaginar un deseo más irreal y falso que ése del «Año Nuevo, vida nueva», que se repite entre nosotros estos días. Una cifra nueva en nuestros calendarios no introducirá nada nuevo en nuestras vidas. Si los políticos no actúan de manera más audaz y decidida, nuestros problemas seguirán bloqueados. Si en la Iglesia no confiamos más en la fuerza renovadora del Evangelio, seguiremos evitando posibles riesgos y errores, pero no aportaremos luz y esperanza al mundo moderno.
Para cada uno de nosotros, este año será nuevo si nos entusiasmamos por algún proyecto nuevo, si tomamos iniciativas nuevas, si nos arriesgamos a amar con más generosidad, si nos atrevemos a creer en Dios con más verdad.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
1 de enero de 1999

NUEVO

Dando gloria y alabanza a Dios.

Mañana comenzaremos un año nuevo. Todos conocemos el ritual: cenas ruidosas, copas de champagne y augurios de felicidad. ¿Cómo creer de verdad en esa mentira repetida una y otra vez deseándonos «año nuevo, vida nueva». Año nuevo, pero vida nada nueva, nada diferente y renovada.
Además, no nos gusta por lo general lo realmente nuevo. Lo nuevo es desconocido, nos inquieta, no lo podemos controlar. Nos tranquiliza más recorrer los caminos conocidos de siempre. Es más seguro. Sin embargo, algo queremos desearnos mutuamente con esos saludos de comienzo de año. En el fondo, todos intuimos que hemos nacido para vivir algo más grande, más pleno y verdadero que lo que vamos conociendo año tras año.
Pero, ¿qué puede haber de nuevo en el año que comienza? ¿Qué puede suceder de nuevo por el hecho de que el reloj dé esta noche doce campanadas? Nada realmente. También el próximo año se sucederán los hechos de siempre, las mismas desgracias, los mismos errores, parecidas satisfacciones. Lo que puede introducir verdadera novedad en nuestra vida es la manera nueva de vivirla. Nuestra actitud nueva ante los acontecimientos, las personas y las cosas.
Este año será nuevo si sabemos mirar los rostros de las personas queridas con más cariño y más comprensión, si sabemos estar más atentos a los desconocidos y detenemos ante quienes sufren. Será nuevo si sabemos hacer cosas tan sencillas como mirar de manera diferente la belleza de los paisajes de siempre o disfrutar más despacio del encanto de las estaciones.
Será un año nuevo si hacemos a Dios más sitio en nuestra vida, si aprendemos a creer de manera diferente, con más confianza y menos miedos. Si nos atrevemos a rezarle no sólo con oraciones prestadas, sino con palabras salidas de nuestro corazón.
En la liturgia de este primer día del año se recuerda una hermosa bendición judía que dice así: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda la paz» (Números 6, 24-26). Esta bendición de Dios será nueva cada día. Dios no se repite y aunque nosotros sigamos los caminos viejos de nuestros errores y pecados de siempre, El estará cerca buscando en todo nuestro bien. Dios será la verdadera novedad del año.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1995-1996 – SANAR LA VIDA
1 de enero de 1996

DESPEDIR EL AÑO

Dando gloria y alabanza a Dios.

Paso los últimos días del año conviviendo con misioneros y misioneras que trabajan en Rwanda. Aquí están, en medio de la tragedia de este pueblo dividido por el odio y amenazado por la muerte y el hambre. Aquí viven aliviando el dolor de la gente, curando como pueden a los enfermos, organizando la acogida a los huérfanos y tratando de quitar el hambre.
Les oigo hablar de sus experiencias en los campos de refugiados y de sus visitas a las cárceles. Les veo arriesgar su propia seguridad para estar cerca de los que sufren. Hablan de las cosas más terribles con la mayor sencillez. No son héroes. Al menos, ellos, nunca se dejarían llamar así. Son hombres y mujeres movidos por una fe grande en Dios y por un amor incondicional al ser humano.
Estos misioneros despiden un año duro y difícil y comienzan otro lleno de incertidumbre. Mientras convivo con ellos, llegan hasta aquí noticias de que en el País Vasco sigue corriendo la sangre. Van pasando los años y nada parece cambiar. ¿Por qué no somos capaces ya de abrir caminos de diálogo y pacificación?
Llega el momento de despedir el año. Cada uno ha de hacerlo en lo hondo de su corazón porque cada persona es diferente. El año vivido por uno, no es igual al que ha vivido el otro. Cada uno va recorriendo su propio camino. Ha transcurrido un año más. Queda para siempre en nuestro pasado, con sus trabajos y sus penas, con sus gozos y sus logros.
Pero, ¿dónde queda este año que ahora termina?, ¿desaparece en la nada?, ¿lo podemos confiar a Alguien? Sin duda, este año es nuestro, lo hemos vivido nosotros y nos pertenece. Pero es un año que lo dejamos para siempre en manos de Dios.
No lo podemos hacer sin pedir perdón, no sólo por nuestra mediocridad, sino, sobre todo, por el bien que hemos dejado de hacer. Hemos de despedirlo también con un sentimiento de agradecimiento. Dios nos ha ido regalando la vida día a día. No importa que nosotros lo hayamos olvidado. El ha estado ahí. Como dice san Pablo: «En Él vivimos, nos movemos y existimos.» No nos ha faltado su bendición. Su gracia ha sido más grande que nuestro pecado. Su misericordia, mayor que nuestra mediocridad.
Sin detenernos un instante, entraremos en un año nuevo. Sabemos que será un año como tantos otros. La única novedad será la que introduzcamos nosotros mismos en nuestra propia vida.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1992-1993 – CON HORIZONTE
1 de enero de 1993

BALANCE

Meditándolas en su corazón.

Acabamos de concluir un año para comenzar otro nuevo. Son días propicios para el balance y la reflexión. La persona que nunca se detiene para encontrarse consigo misma, corre el riesgo de vivir ausente de su centro, dejándose llevar por la vida, sin renovarse ni ser ella misma.
Por eso, es bueno en estas fechas detenernos para ponernos en contacto con nuestro verdadero yo. Sin miedo alguno, con paz, ante ese Dios que sólo quiere nuestro bien. Pero, ¿cómo se hace un balance personal? ¿Cómo comenzar el año en actitud de renovación? He aquí algunas sugerencias.
Tal vez, lo primero es preguntarnos cuál es nuestro estado de ánimo en estos momentos. Comienza un año nuevo, ¿qué siento dentro de mí? ¿Verdad, paz, vida? O por el contrario, ¿percibo turbación, ansiedad y confusión? Es bueno mirar de frente nuestros sentimientos y ponerles nombre. Ahí podemos encontrar ya alguna luz para orientar nuestra vida por un camino más acertado.
Pero hemos de preguntarnos enseguida por lo positivo que hay en nuestra vida. ¿Qué he recibido de bueno a lo largo de este año? ¿Qué experiencias y encuentros positivos he vivido? ¿Qué es lo que más he de agradecer? Experimentar la vida como don que vamos recibiendo gratuitamente es una de las maneras más espontáneas de ir descubriendo la bondad de Dios. Sólo este convencimiento podría ya cambiar mi vida.
Hay otras preguntas de suma importancia. ¿Qué he aprendido este año? ¿Qué he descubierto con más claridad sobre mí mismo o sobre los demás? He descubierto a Dios en mis gozos y mis penas, en mis temores y en mis trabajos? ¿Ha habido algún acontecimiento o alguna persona que me ha dado nueva luz? Nuestra experiencia no crece sólo con el pasar de los años, sino con la reflexión que vamos haciendo sobre lo vivido.
También hemos de revisar nuestros errores. ¿Qué equivocaciones he cometido a lo largo de este año? ¿Qué relaciones he estropeado? ¿Qué es lo que más he descuidado? ¿Por qué he vivido tan ocupado por mis cosas y tan olvidado del bien de los demás? Arrepentirse y distanciarse de lo malo que ha habido en nuestra vida es ya una manera de renovarse y despertar lo mejor que hay dentro de nosotros.
Ahora comienza un año nuevo. ¿No siento ninguna llamada en mi interior? ¿Cómo quiero que sea este año? ¿Qué he de hacer para vivir de manera más sana y más humana? No sabemos qué nos espera a lo largo de este año que comienza. Una cosa es segura. Dios estará siempre buscando nuestro bien. Podremos confiar en El.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1989-1990 – NUNCA ES TARDE
1 de enero de 1990

ANTE UN NUEVO AÑO

... Meditándolas en su corazón.

Dice el teólogo Ladislao Boros en alguno de sus escritos que uno de los principios cardinales de la vida cristiana consiste en que «Dios comienza siempre de nuevo». Con él nada hay definitivamente perdido. En El todo es comienzo y renovación.
Por decirlo de manera sencilla, Dios no se deja desalentar por nuestra mediocridad. La fuerza renovadora de su perdón y de su gracia es más vigorosa que nuestros errores y nuestro pecado. Con El, todo puede comenzar de nuevo.
Por eso, es bueno comenzar el año con voluntad de renovación. Cada año que se nos ofrece de vida es un tiempo abierto a nuevas posibilidades, un tiempo de gracia y de salvación en el que se nos invita a vivir de manera nueva. Por ello, es importante escuchar las preguntas que pueden brotar de nuestro interior.
¿Qué espero yo del nuevo año? ¿Será un año dedicado a «hacer cosas», resolver asuntos, acumular tensión, nerviosismo y malhumor o será un año en que aprenderé a vivir de manera más humana?
¿Qué es lo que realmente quiero yo este año? ¿A qué dedicaré el tiempo más precioso e importante? ¿Será, una vez más, un año vacío, superficial y rutinario, o un año en que amaré la vida con gozo y gratitud?
¿Qué tiempo reservaré para el descanso, el silencio, la música, la oración, el encuentro con Dios? ¿Alimentaré mi vida interior o viviré de manera agitada, en permanente actividad, corriendo de una ocupación a otra, sin saber exactamente qué quiero ni para qué vivo?
¿Qué tiempo dedicaré al disfrute íntimo con mi pareja y a la convivencia gozosa con los hijos? ¿Viviré fuera de mi hogar organizándome la vida a mi aire o sabré amar con más dedicación y ternura a los míos?
¿Con quiénes me encontraré este año? ¿A qué personas me acercaré? ¿Pondré en ellas alegría, vida, esperanza, o contagiaré desaliento, tristeza y muerte? Por donde yo pase, ¿será la vida más gozosa y llevadera o más dura y penosa?
¿Viviré este año preocupado sólo por mi pequeño bienestar o me interesaré también por hacer felices a los demás? ¿Me encerraré en mi viejo egoísmo de siempre o viviré de manera creativa, tratando de hacer a mi alrededor un mundo más humano y habitable?
¿Seguiré viviendo de espaldas a Dios o me atreveré a creer que es mi mejor Amigo? ¿Permaneceré mudo ante El, sin abrir mis labios ni mi corazón, o brotará por fin desde mi interior una invocación humilde pero sincera?

José Antonio Pagola

HOMILIA

1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
1 de enero de 1987

LA NO-VIOLENCIA

Le pusieron por nombre Jesús.

Desde hace unos años, las iglesias cristianas de todo el mundo comienzan el año nuevo celebrando el Día mundial de la paz. La paz anunciada y promovida por ese Jesús que nace en Belén.
Muchas veces los cristianos no hemos sabido ver algo que M. Gandhi descubrió con gozo al leer el evangelio: la profunda convicción de Jesús de que sólo la no-violencia puede salvar a la humanidad.
Después de su encuentro con el evangelio, Gandhi escribía estas palabras: «Leyendo toda la historia de esta vida.., me parece que el cristianismo está todavía por realizar... Mientras no hayamos arrancado de raíz la violencia de la civilización, Cristo no ha nacido todavía».
La vida entera de Jesús ha sido, desde el principio hasta el fin, una llamada a resolver los problemas de la humanidad por caminos no violentos.
La violencia tiende siempre a destruir. Lleva dentro de sí misma la tendencia al exceso, Pretende solucionar los problemas de la convivencia humana arrasando al que considera enemigo, pero no hace sino poner en marcha una reacción en cadena que no tiene fin.
Jesús urge a «hacer violencia a la violencia». El verdadero enemigo del hombre hacia el que tenemos que dirigir nuestra agresividad no es el otro sino nuestro propio «yo» egoísta, capaz de destruir a quien se nos oponga.
Es una equivocación creer que el mal se puede detener con el mal y la injusticia con la injusticia. El respeto total a cada hombre y a cada mujer, tal como lo entiende Jesús, está pidiendo un esfuerzo constante por reducir progresivamente la mutua violencia para ir extendiendo la cooperación, el diálogo y la búsqueda común de la justicia.
Los cristianos hemos de preguntarnos por qué no hemos sabido todavía extraer del evangelio todas las consecuencias de la «no-violencia» de Jesús ni le hemos dado el papel central que ha de ocupar en la vida y la predicación de las Iglesias.
Paradójicamente, han sido los países de tradición cristiana los primeros en hacer posible el deseo de los discípulos. Ya tenemos sobre nuestras cabezas ese «paraguas nuclear» que puede hacer bajar fuego del cielo y arrasarnos a todos.
Tal vez, uno de los mayores pecados de las Iglesias actuales sea el no promover e impulsar con fuerza y convicción un movimiento de no-violencia que vaya desarrollando una cultura diferente de la que estamos habituados a escuchar de los profetas del armamentismo y el «equilibrio del terror».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
1 de enero de 1984

LA MADRE

María conservaba todas estas cosas en su corazón.

A muchos puede extrañar que la Iglesia haga coincidir el primer día del nuevo año civil con la fiesta de Santa María Madre de Dios.
Y sin embargo, es significativo que, desde el siglo IV, la Iglesia, después de celebrar solemnemente el nacimiento del Salvador, desee comenzar el año nuevo bajo la protección maternal de María, Madre del Salvador y Madre nuestra.
Los cristianos de hoy nos tenemos que preguntar qué hemos hecho de María estos últimos años, pues probablemente hemos empobrecido nuestra fe eliminándola demasiado de nuestra vida.
Movidos, sin duda, por una voluntad sincera de purificar nuestra vivencia religiosa y encontrar una fe más sólida, hemos abandonado excesos piadosos, devociones exageradas, costumbres superficiales y extraviadas.
Hemos cuidado de superar una falsa mariolatría en la que, tal vez, sustituíamos a Cristo por María y veíamos en Ella la salvación, el perdón y la redención que, en realidad, hemos de acoger desde su Hijo.
Si todo ha sido corregir desviaciones y colocar a María en el lugar auténtico que le corresponde como Madre de Jesucristo y Madre de la Iglesia, nos tendríamos que alegrar y reafirmar en nuestra postura.
Pero, ¿ha sido exactamente así? ¿No la hemos olvidado excesivamente? ¿No la hemos arrinconado en algún lugar oscuro del alma junto a las cosas que nos parecen de poca utilidad?
Un abandono de María, sin ahondar más en su misión y en el lugar que ha de ocupar en nuestra vida, no enriquecerá jamás nuestra vivencia cristiana sino que la empobrecerá. Probablemente hemos cometido excesos de mariolatría en el pasado, pero ahora corremos el riesgo de empobrecernos con su ausencia casi total en nuestras vidas.
María es la Madre de Cristo. Pero aquel Cristo que nació de su seno estaba destinado a crecer e incorporar a sí numerosos hermanos, hombres y mujeres que vivirían un día de su Palabra y de su gracia. Hoy María no es sólo Madre de Jesucristo. Es la Madre del Cristo total. Es la Madre de todos los creyentes.
Es bueno que, al comenzar un año nuevo, lo hagamos elevando nuestros ojos hacia María. Ella nos acompañará a lo largo de los días con cuidado y ternura de madre. Ella cuidará nuestra fe y nuestra esperanza. No la olvidemos a lo largo del año.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1980-1981 – APRENDER A VIVIR
1 de enero de 1981

LA MADRE DE DIOS

Encontraron a María y a José con el niño.

Se ha dicho que los cristianos de hoy vibran menos ante la figura de María que los creyentes de otras épocas. Quizás somos víctimas inconscientes de muchos recelos y sospechas ante deformaciones habidas en la piedad mariana.
A veces, se había insistido de manera excesivamente unilateral en la función protectora de María, la Madre que protege a sus hijos de todos los males, sin convertirlos a una vida más evangélica.
Otras veces, algunos tipos de devoción mariana no han sabido exaltar a María como madre sin crear una dependencia insana de una «madre idealizada» y fomentar una inmadurez y un infantilismo religioso.
Quizás, esta misma idealización de María como «la mujer única» ha podido alimentar un cierto menosprecio a la mujer real y ser un refuerzo más del dominio masculino. Al menos, no deberíamos desatender ligeramente estos reproches que, desde frentes diversos, se nos hace a los católicos.
Pero sería lamentable que los católicos empobreciéramos nuestra vida religiosa olvidando el regalo que María puede significar para los creyentes.
Una piedad mariana bien entendida no encierra a nadie en el infantilismo, sino que asegura en nuestra vida de fe la presencia enriquecedora de lo femenino.
El mismo Dios ha querido encarnarse en el seno de una mujer. Desde entonces, podemos decir que «lo femenino es camino hacia Dios y de Dios» (L. Boff).
La humanidad necesita siempre de esa riqueza que asociamos a lo femenino porque, aunque también se da en el varón, se condensa de una manera especial en la mujer: intimidad, acogida, solicitud, cariño, ternura, entrega al misterio, gestación, donación de vida.
Siempre que marginamos a María de nuestra vida, empobrecemos nuestra fe. Y siempre que despreciamos lo femenino, nos cerramos a cauces posibles de acercamiento a ese Dios que se nos ha ofrecido en los brazos de una madre.
Comenzamos el año celebrando la fiesta de Santa María Madre de Dios. Que ella esté siempre más presente en nuestro vivir diario.
Su fidelidad y entrega a la palabra de Dios, su identificación con los pequeños, su adhesión a las opciones de su Hijo, su presencia servidora en la Iglesia naciente y, antes que nada, su servicio de Madre del Salvador hacen de ella la Madre de nuestra fe y de nuestra esperanza.

José Antonio Pagola

HOMILIA

Año Nuevo

NO es fácil comenzar el año nuevo. Lo desconocido inquieta, no sabemos lo que nos traerá. Por eso lo festejamos de manera ruidosa: ya no es sólo la cena de Nochevieja y las ofertas especiales de las cadenas televisivas; son cada vez más los que comienzan el año echando cohetes o haciendo explotar petardos. También los antiguos romanos metían ruido para ahuyentar los malos espíritus al inicio del año. Pero se puede comenzar el año en silencio. Es, sin duda, la manera más lúcida de adentrarnos en el misterio de ese tiempo que no podemos detener y que constituye nuestra vida.
No es difícil recordar el año que se va: hemos vivido alegrías y sinsabores, hemos hecho cosas buenas y hemos cometido errores; nos hemos encontrado con personas nuevas; hemos amado y sufrido; algo ha crecido en mí y algo se ha apagado. Esa es mi verdad, ese soy yo. Si en algún rincón de mi alma sigue viva una pequeña fe, puedo agradecer, pedir perdón y confiar en ese Misterio que los creyentes llaman Dios.
Llega ahora un año nuevo. Lo nuevo no sólo inquieta, también tiene su atractivo. Lo nuevo es algo intacto, inédito, lleno de posibilidades: produce un placer especial conducir un coche nuevo, escuchar por primera vez un compacto, estrenar una prenda de vestir. Pero, ¿qué puede haber de realmente nuevo en el año que comienza? Tal vez, lo que más novedad puede introducir en nuestra vida es nuestra manera de vivirla.
¿Puedo ser yo un «hombre nuevo», una «mujer diferente»? ¿Se pueden despertar en mí ideas y sentimientos nuevos? ¿Puedo recorrer caminos no transitados, encontrar gestos nuevos, amar con nueva ternura, acercarme a Dios con corazón renovado? No hace falta que lo cambie todo. En realidad, lo nuevo está ya en germen dentro de mí. Lo importante es que viva atento a lo mejor que hay en mi corazón acogiendo aquello que me puede hacer crecer. Por eso, es bueno que nos deseemos mutuamente un Año Nuevo feliz, pero es mejor todavía que nos preguntemos: ¿qué deseo realmente para mí?, ¿qué es lo que necesito?, ¿qué busco?, ¿qué sería para mí algo realmente nuevo y bueno en este año que comienza?

José Antonio Pagola



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