lunes, 26 de enero de 2015

01/02/2015 - 4º domingo Tiempo ordinario (B)

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El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción". 
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

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4º domingo Tiempo ordinario (B)


EVANGELIO

Enseñaba con autoridad.

+ Lectura del santo evangelio según san Marcos 1,21-28

En aquel tiempo, Jesús y sus -discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenla un espíritu inmundo, y se puso a gritar:
- «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús lo increpó:
- «Cállate y sal de él.»
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos:
- «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2014-2015 -
1 de febrero de 2015

Este enseñar con autoridad es nuevo.

UN ENSEÑAR NUEVO

El episodio es sorprendente y sobrecogedor. Todo ocurre en la «sinagoga», el lugar donde se enseña oficialmente la Ley, tal como es interpretada por los maestros autorizados. Sucede en «sábado», el día en que los judíos observantes se reúnen para escuchar el comentario de sus dirigentes. Es en este marco donde Jesús comienza por vez primera a «enseñar».
Nada se dice del contenido de sus palabras. No es eso lo que aquí interesa, sino el impacto que produce su intervención. Jesús provoca asombro y admiración. La gente capta en él algo especial que no encuentra en sus maestros religiosos: Jesús «no enseña como los escribas, sino con autoridad».
Los letrados enseñan en nombre de la institución. Se atienen a las tradiciones. Citan una y otra vez a maestros ilustres del pasado. Su autoridad proviene de su función de interpretar oficialmente la Ley. La autoridad de Jesús es diferente. No viene de la institución. No se basa en la tradición. Tiene otra fuente. Está lleno del Espíritu vivificador de Dios.
Lo van a poder comprobar enseguida. De forma inesperada, un poseído interrumpe a gritos su enseñanza. No la puede soportar. Está aterrorizado: «¿Has venido a acabar con nosotros?» Aquel hombre se sentía bien al escuchar la enseñanza de los escribas. ¿Por qué se siente ahora amenazado?
Jesús no viene a destruir a nadie. Precisamente su «autoridad» está en dar vida a las personas. Su enseñanza humaniza y libera de esclavitudes. Sus palabras invitan a confiar en Dios. Su mensaje es la mejor noticia que puede escuchar aquel hombre atormentado interiormente. Cuando Jesús lo cura, la gente exclama: «este enseñar con autoridad es nuevo».
Los sondeos indican que la palabra de la Iglesia está perdiendo autoridad y credibilidad. No basta hablar de manera autoritaria para anunciar la Buena Noticia de Dios. No es suficiente transmitir correctamente la tradición para abrir los corazones a la alegría de la fe. Lo que necesitamos urgentemente es un «enseñar nuevo».
No somos «escribas», sino discípulos de Jesús. Hemos de comunicar su mensaje, no nuestras tradiciones. Hemos de enseñar curando la vida, no adoctrinando las mentes. Hemos de anunciar su Espíritu, no nuestras teologías.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2011-2012 -
29 de enero de 2012

CURADOR

Según Marcos, la primera actuación pública de Jesús fue la curación de un hombre poseído por un espíritu maligno en la sinagoga de Cafarnaún. Es una escena sobrecogedora, narrada para que, desde el comienzo, los lectores descubran la fuerza curadora y liberadora de Jesús.
Es sábado y el pueblo se encuentra reunido en la sinagoga para escuchar el comentario de la Ley explicado por los escribas. Por primera vez Jesús va a proclamar la Buena Noticia de Dios precisamente en el lugar donde se enseña oficialmente al pueblo las tradiciones religiosas de Israel.
La gente queda sorprendida al escucharle. Tienen la impresión de que hasta ahora han estado escuchando noticias viejas, dichas sin autoridad. Jesús es diferente. No repite lo que ha oído a otros. Habla con autoridad. Anuncia con libertad y sin miedos a un Dios Bueno.
De pronto un hombre «se pone a gritar: ¿Has venido a acabar con nosotros?». Al escuchar el mensaje de Jesús, se ha sentido amenazado. Su mundo religioso se le derrumba. Se nos dice que está poseído por un «espíritu inmundo», hostil a Dios. ¿Qué fuerzas extrañas le impiden seguir escuchando a Jesús? ¿Qué experiencias dañosas y perversas le bloquean el camino hacia el Dios Bueno que él anuncia?
Jesús no se acobarda. Ve al pobre hombre oprimido por el mal, y grita: «Cállate y sal de él». Ordena que se callen esas voces malignas que no le dejan encontrarse con Dios ni consigo mismo. Que recupere el silencio que sana lo más profundo del ser humano.
El narrador describe la curación de manera dramática. En un último esfuerzo por destruirlo, el espíritu «lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió». Jesús ha logrado liberar al hombre de su violencia interior. Ha puesto fin a las tinieblas y al miedo a Dios. En adelante podrá escuchar la Buena Noticia de Jesús.
No pocas personas viven en su interior de imágenes falsas de Dios que les hacen vivir sin dignidad y sin verdad. Lo sienten, no como una presencia amistosa que invita a vivir de manera creativa, sino como una sombra amenazadora que controla su existencia. Jesús siempre empieza a curar liberando de un Dios opresor.
Sus palabras despiertan la confianza y hacen desaparecer los miedos. Sus parábolas atraen hacia el amor a Dios, no hacia el sometimiento ciego a la ley. Su presencia hace crecer la libertad, no las servidumbres; suscita el amor a la vida, no el resentimiento. Jesús cura porque enseña a vivir sólo de la bondad, el perdón y el amor que no excluye a nadie. Sana porque libera del poder de las cosas, del autoengaño y de la egolatría.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2008-2009 – RECUPERAR EL EVANGELIO
1 de febrero de 2009

UN ENSEÑAR NUEVO

(Ver homilía del 1 de febrero de 2015).

José Antonio Pagola

HOMILIA

2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
29 de enero de 2006

APRENDER A ENSEÑAR

No enseñaba como los letrados sino con autoridad.

El modo de enseñar de Jesús provocó en la gente la impresión de que estaban ante algo desconocido y admirable. Lo señala la fuente cristiana más antigua y los investigadores piensan que fue así realmente. Jesús no enseñaba como los «letrados» de la Ley. Lo hacía con «autoridad»: su palabra liberaba a las personas de «espíritus malignos».
No hay que confundir «autoridad» con «poder». El evangelista Marcos es muy preciso en su lenguaje. La palabra de Jesús no proviene del poder. Jesús no trata de imponer su propia voluntad sobre los demás. No enseña para controlar el comportamiento de la gente. No utiliza la coacción ni las amenazas.
Su palabra no es como la de los letrados de la religión judía. No está revestida de poder institucional. Su «autoridad» nace de la fuerza del Espíritu. Proviene del amor a la gente. Busca aliviar el sufrimiento, curar heridas, promover una vida más sana. Jesús no genera sumisión, infantilismo o pasividad. Libera de miedos, infunde confianza en Dios, anima a las personas a buscar un mundo nuevo.
A nadie se le oculta que estamos viviendo una grave crisis de autoridad. La confianza en la palabra institucional está bajo mínimos. Dentro de la Iglesia se habla de una fuerte «devaluación del magisterio». Las homilías aburren. Las palabras están desgastadas.
¿No es el momento de volver a Jesús y aprender a enseñar como lo hacía él? La palabra de la Iglesia ha de nacer del amor real a las personas. Ha de ser dicha después de una atenta escucha del sufrimiento que hay en el mundo, no antes. Ha de ser cercana, acogedora, capaz de acompañar la vida doliente del ser humano.
Necesitamos una palabra más liberada de la seducción del poder y más llena de la fuerza del Espíritu. Una enseñanza nacida del respeto y la estima positiva de las personas, que genere esperanza y cure heridas. Sería grave que, dentro de la Iglesia, se escuchara una «doctrina de letrados» y no la palabra curadora de Jesús que tanto necesita hoy la gente para vivir.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2002-2003 – REACCIONAR

DESCONOCIDOS Y TEMIDOS

Hasta a los espíritus inmundos les manda.

Unos están recluidos definitivamente en un centro. Otros deambulan por nuestras calles. La inmensa mayoría vive con su familia. Están entre nosotros, pero apenas suscitan el interés de nadie. Son los enfermos mentales.
No resulta fácil penetrar en su mundo de dolor y soledad. Privados, en algún grado, de vida consciente y afectiva sana, apenas gozan de prestigio o ascendiente. Muchos de ellos son seres débiles y vulnerables, o viven atormentados por el miedo en una sociedad que los teme o se desentiende de ellos.
Desde tiempo inmemorial, un conjunto de prejuicios, miedos y recelos y ha ido levantando una especie de muro invisible entre ese mundo de oscuridad y dolor, y la vida de quienes nos consideramos «sanos». El enfermo psíquico crea inseguridad y su presencia parece siempre peligrosa. Lo más prudente es defender nuestra «normalidad», recluyéndolos distanciándolos de nuestro entorno.
Hoy, sin embargo, se habla mucho de la inserción social de los enfermos mentales y del apoyo terapéutico que puede significar su integración en la convivencia. Pero todo ello no deja de ser una bella teoría si no se produce un cambio de actitud ante el enfermo psíquico y no se ayuda de forma más eficaz a tantas familias que se sienten solas o con poco apoyo para hacer frente a los problemas que se les vienen encima con la enfermedad de uno de sus miembros.
Hay familias que saben cuidar a su ser querido con amor y paciencia, colaborando positivamente con los médicos. Pero hay también hogares donde el enfermo resulta una carga dificii de sobrellevar. Poco a poco, la convivencia se deteriora y toda la familia va quedando afectada negativamente favoreciendo, a su vez, el empeoramiento del enfermo.
Es una ironía, entonces, seguir defendiendo teóricamente la mejor calidad de vida para el enfermo psíquico, su integración social o el derecho a una atención adecuada a sus necesidades afectivas, familiares y sociales. Todo esto ha de ser así, pero, para ello, es necesaria una ayuda más real a las familias y una colaboración más estrecha entre los médicos que atienden al enfermo y personas que sepan estar junto a él desde una relación humana y amistosa.
¿Qué lugar ocupan estos enfermos en nuestras comunidades cristianas? ¿No son los grandes olvidados? El evangelio de Marcos subraya de manera especial la atención de Jesús a «los poseídos por espíritus malignos». Su cercanía a las personas más indefensas y desvalidas ante el mal, siempre será para nosotros una llamada interpeladora.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1999-2000 – COMO ACERTAR
30 de enero de 2000

SANAR

Hasta a los espíritus inmundos les manda.

Las primeras tradiciones cristianas describen a Jesús como alguien que pone en marcha un profundo proceso de sanación tanto individual como social. Ésa fue su intención de fondo: curar, aliviar, restaurar la vida. Los evangelistas ponen en boca de Jesús frases que lo dicen todo: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10, 10).
Por eso, las curaciones que Jesús lleva a cabo a nivel físico, psicológico o espiritual son el símbolo que mejor condensa e ilumina el sentido de su vida. Jesús no realiza curaciones de manera arbitraria o por puro sensacionalismo. Lo que busca es la salud integral de las personas: que todos los que se sienten enfermos, abatidos, rotos o humillados, puedan experimentar la salud como signo de un Dios amigo que quiere para el ser humano vida y salvación.
No hemos de pensar sólo en las curaciones. Toda su actuación trata de encaminar a las personas hacia una vida más sana: su rebeldía frente a tantos comportamientos patológicos de raíz religiosa (legalismo, hipocresía, rigorismo vacío de amor...); su lucha por crear una convivencia más humana y solidaria; su ofrecimiento de perdón a gentes hundidas en la culpabilidad y la ruptura interior; su ternura hacia los maltratados por la vida o por la sociedad; sus esfuerzos por liberar a todos del miedo y la inseguridad para vivir desde la confianza absoluta en Dios.
No es extraño que, al confiar su misión a los discípulos, Jesús los imagine no como doctores, jerarcas, liturgistas o teólogos, sino como grandes curadores: «Proclamad que el Reinado de Dios está cerca: curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios». La primera tarea de la Iglesia no es celebrar cultos, elaborar teología, predicar moral, sino curar, liberar del mal, sacar del abatimiento, sanear la vida, ayudar a vivir de manera saludable. Esa lucha por la salud integral es camino de salvación.
Lo denunciaba hace algunos años B. Häring, uno de los más prestigiosos moralistas del siglo XX: la Iglesia ha de recuperar su misión sanadora si quiere enseñar el camino de la salvación. Anunciar la salvación eterna de manera doctrinal, intervenir sólo con llamamientos morales o promesas de salvación desprovistas de experiencia sanadora en el presente, pretender despertar la esperanza sin que se pueda sentir que la fe hace bien, es un error. Jesús no actuó así.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1996-1997 – DESPERTAR LA FE

NADIE ESTÁ PERDIDO PARA DIOS

Hasta los espíritus inmundos.., lo obedecen.

«Estoy perdido... No hay nada que hacer.» Qué duro es escuchar a quien se nos confía con estas o parecidas palabras. Pocos sentimientos habrá tan penosos para el ser humano como esa sensación de verse hundido sin remedio.
Todo se desata, a veces, a partir de una desgracia que el individuo se siente incapaz de soportar: «Es demasiado para mí. No puedo más. Voy a volverme loco.» La persona no sabe dónde encontrar consuelo. Ya nada será como antes. Algo se ha roto para siempre.
Otras veces es la soledad sentida de manera angustiosa: «Nadie me entiende. Nadie me quiere. Todos me han dejado solo.» Frustrada en lo más íntimo, la persona se hunde en la amargura. Sabe que nadie le espera ya en ningún lugar. ¿Qué sentido puede tener seguir viviendo sin la presencia de una persona amada?
En algunos momentos puede aparecer una inexplicable sensación de malestar: «No tengo ganas de vivir. Nada me llena. Todo me da igual.» La persona no sabe cómo sacudirse de encima esa fastidiosa impresión de vacío y falsedad. Hay que seguir viviendo, pero uno se siente acabado.
En otras ocasiones el ser humano experimenta el cansancio de su propio corazón: «Estoy harto de todo y de todos.» Una especie de entumecimiento interior se apodera de la persona. Hay que «seguir tirando», pero hace tiempo que la vida se ha apagado.
No es tampoco tan extraña la experiencia del pecado: «Mi vida es un desastre. He dado muchos pasos equivocados. Poco a poco me he ido alejando de Dios, y ahora no tengo fuerzas para cambiar.» La persona no se atreve ya a enfrentarse a su propia conciencia. Siente confusamente el peso de la culpa, pero no sabe cómo salir de ese estado.
Las parábolas de la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido (Lucas 15, 1-32) insisten todas ellas en lo mismo: Dios es alguien que se alegra con la recuperación de todo hombre o mujer que se veía perdido. No hay desgracia ni pecado, no hay cansancio ni soledad, no hay crimen ni oscuridad que te pueda destruir definitivamente. Nadie está perdido para Dios.
Esta es la Buena Noticia del evangelio: No hay desesperación definitiva; siempre se puede seguir esperando incluso «contra toda esperanza». Dios es Salvador para todos aquellos que se ven desbordados por el mal, el pecado, la impotencia o la fragilidad. Esto es lo que descubren con admiración aquellas gentes de Galilea que son testigos del poder y la bondad de Jesús que libera del «espíritu inmundo» a aquel pobre hombre que se retuerce poseído por el mal.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
30 de enero de 1994

UN DIOS AMIGO

Hasta a los espíritus inmundos les manda.

Hace ya algunos años, A.N Whithead escribió una frase brillante, que luego ha sido largamente citada y comentada. Según este conocido matemático, filósofo y teólogo, «religión es lo que el individuo hace con su propia soledad». Es en la intimidad de cada persona donde se juega, en último término, su actitud religiosa, pues en esa soledad interior va respondiendo a las preguntas últimas: ¿quién soy yo en realidad?, ¿qué puedo saber de la vida?, ¿en qué puedo creer o esperar?
No es fácil saber qué sucede hoy en la interioridad de los individuos y cómo se las ve cada uno con Dios. La cultura moderna ha transformado profundamente la estructura interna de las personas. Hemos cambiado mucho por dentro. Nos hemos hecho más críticos y menos consistentes, más escépticos y menos confiados. Sin embargo, el mismo Whithead ofrece algunas pistas para entender cómo se gesta la actitud religiosa en nuestros días.
Para bastantes, Dios no es sino un «concepto». Una idea, tal vez sublime y excelsa, pero que no se deja sentir en su interior. No niegan que exista —«algo tiene que haber»—, pero no saben relacionarse con él. Dios está situado en el mundo de las ideas, pero no es reconocido como alguien vivo y personal, que fundamenta y suscita la vida de la persona. Estos pueden hablar y discutir sobre Dios, pero nunca hablan a Dios en la soledad de su corazón.
Hay otros que sí sienten a Dios en su interior, pero lo intuyen como «enemigo». Alguien que les cierra el camino, les señala los límites y no les deja vivir en paz. Cuando se encuentran con él, siempre se topan con un señor soberano y omnipotente, que frena sus pretensiones de autonomía y felicidad. Para éstos, Dios es una «amenaza oscura», que hace la vida más difícil y dura de lo que ya es por sí misma.
Bien diferente es, por el contrario, la experiencia de quienes buscan a Dios siguiendo los pasos de Jesús. Estos sienten a Dios, no como el señor amenazador que exige y oprime, sino como el «amigo» que sustenta, comparte, perdona y hace vivir.
Estoy cada vez más convencido de que el proceso religioso que muchas personas necesitan recorrer, es el que lleva desde el Dios «enemigo» al Dios «amigo» y compañero de camino. Si hoy muchos abandonan a Dios y le dan la espalda, es porque solo lo experimentan como exigencia, y no como don y misericordia.
La experiencia de los que se encontraron con Jesús fue muy diferente. Podían comprobar que Jesús no solo hablaba de Dios con autoridad, sino que curaba a las personas y las liberaba del mal en el nombre de un Dios amigo de la dicha del ser humano.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
3 de febrero de 1991

UN PROGRESISMO INGENUO

Se quedaron asombrados de su enseñanza.

Uno de ios dogmas fundamentales de la cultura moderna es la fe en el poder absoluto de la razón. Con la fuerza de la razón, el hombre es capaz de resolver los problemas de la existencia.
En la raíz de esta postura “racionalista” hay una convicción que ha ido creciendo progresivamente. Lo único que existe es lo que el hombre puede verificar con su razón. Fuera de lo que el ser humano puede comprobar, no hay nada real.
Si esto es así, naturalmente ya no hay sitio para Dios ni para la religión. El mundo se reduce sencillamente a un sistema cerrado que el hombre puede dominar desarrollando la ciencia y las tecnologías. La fe en un Dios trascendente queda descalificada de raíz como una postura ingenua y primitiva.
Durante muchos años esta visión “racionalista” fue cultivada en círculos intelectuales y científicos, sin provocar grandes reacciones en las masas. Pero la situación ha cambiado profundamente con la llegada de los grandes medios de comunicación social. Por todas partes se divulga hoy una cultura “racionalista” donde lo religioso aparece como una postura que todavía personas desfasadas pueden cultivar en su corazón, pero que está ya superada hace tiempo por la ciencia y el progreso.
En cualquier programa televisivo se pueden escuchar toda clase de comentarios irónicos y frívolos sobre lo religioso, hechos por “personajes” de la vida social, interesados en dejar bien claro su agnosticismo para no ser tachados de poco progresistas.
Lo curioso es que, como siempre, todo esto sucede precisamente cuando en ¡os sectores científicos más serios y rigurosos del momento actual se respira un clima totalmente diferente.
Hace tiempo que los científicos más prestigiosos hablan de que la razón no puede responder a todos los interrogantes que plantea la existencia. Y son ellos mismos los que afirman la necesidad de que, junto a la ciencia, la humanidad siga cultivando la poesía, la ética, la metafísica, la religión.
Por otra parte, se ha ido tomando conciencia de que la pretensión “racionalista” de que no existe nada más que lo que el hombre puede conocer con su razón, no se basa en ningún análisis científico de la realidad. El hombre moderno ha decidido que no hay nada fuera de lo que él mismo puede comprobar, pero esta convicción primera no proviene de ninguna verificación racional. Es un prejuicio o creencia acrítica, anterior a cualquier intervención de la razón.
Por eso, son muchos los que piensan que ha llegado el momento de revisar, por una parte, la naturaleza del conocimiento científico y de explorar, por otra, las verdaderas raíces de la experiencia religiosa. Ciencia y religión no se excluyen. La humanidad las necesita a ambas para su crecimiento.
Lo progresista no es burlarse de la religión sino abrirse sin prejuicios a toda la verdad de la existencia. La “verdad” que se encierra en la experiencia religiosa es diferente de la “verdad” que aporta la ciencia. De alguna manera, es esto lo que descubren las gentes de Cafarnaum cuando experimentan que “la enseñanza” de Jesús encierra una “autoridad” diferente a la de “los letrados “.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
31 de enero de 1988

CON AUTORIDAD

Con autoridad.

Por lo general, solemos confundir fácilmente «autoridad” con «poder”, pues normalmente toda autoridad necesita para ser ejercida un cierto poder.
Sin embargo, hay personas que tienen autoridad no porque estén investidas de poder o se les haya encomendado una función social, sino porque su manera de ser y de vivir es reconocida y aceptada por los demás.
Son personas que irradian autoridad. No se imponen por su poderío o su fuerza. Es su vida la que atrae y deja huella profunda en quienes los conocen o tratan.
«Autoridad» es un término que viene del latín «augere” que significa «hacer crecer”, “agrandar”, “enriquecer», pues las personas con autoridad ayudan a crecer, nos estimulan, enriquecen la vida de los demás.
Esta autoridad nace de la misma persona, de su honestidad, de su actitud responsable y coherente, de su fidelidad. Ningún poder ni cargo, por importante que sean, pueden sustituirla cuando falta.
Tal vez éste sea uno de los problemas más graves de la actual sociedad occidental. Contamos con personas que tienen “poder oficiala pero no es fácil encontrar hombres y mujeres con autoridad para convertirse en guías y modelos a seguir.
El problema se agudiza cuando el poder o cargo oficial es desempeñado por una persona indigna y sin autoridad moral alguna debido a su comportamiento personal.
Es comprensible que los que ostentan un poder oficial pretendan deslindar netamente su cargo público de lo que constituye su vida personal privada.
Ciertamente, un hombre puede ser fiel a su cargo aunque no sea fiel a su esposa. Puede cumplir honestamente su responsabilidad pública aunque actúe de manera irresponsable en su vida privada.
Pero no es el mejor camino para despertar en los ciudadanos una mayor confianza en los poderes públicos y una mayor colaboración con sus directrices.
El evangelista Marcos nos recuerda que en el pueblo judío se despertó la admiración y el seguimiento a Jesús cuando vieron en él a un hombre que actuaba no como los escribas, sino «con autoridad».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
3 de febrero de 1985

ENSEÑAR CON AUTORIDAD

no como los letrados, sino con autoridad...

Jesús no fue un profesional especializado en comentar la Biblia o interpretar correctamente su contenido. Su palabra clara, directa, auténtica, tenía otra fuerza diferente que el pueblo supo inmediatamente captar.
No es un discurso lo que sale de labios de Jesús. Tampoco una instrucción. Su palabra es una llamada, un mensaje vivo que provoca impacto y se abre camino en lo más hondo de las gentes.
El pueblo queda asombrado «porque no enseña como ¡os letrados, sino con autoridad». Esta autoridad no está ligada a ningún título o poder social. No proviene tampoco de las ideas que expone o la doctrina que enseña. La fuerza de su palabra es él mismo, su persona, su espíritu, su libertad.
Jesús no es «un vendedor de ideologías» ni un repetidor de lecciones aprendidas de antemano. Es un maestro de vida que coloca al hombre ante las cuestiones más decisivas y vitales. Un hombre que enseña a vivir.
Es duro reconocer que, con frecuencia, las nuevas generaciones no encuentran «maestros de vida» a quienes poder escuchar. ¿Qué autoridad pueden tener las palabras de muchos políticos, dirigentes o responsable civiles y religiosos, si no están acompañadas de un testimonio claro de honestidad y responsabilidad personal?
Por otra parte, ¿qué vida pueden encontrar nuestros jóvenes en una enseñanza mutilada, que proporciona datos, cifras y códigos, pero no ofrece respuesta alguna a las cuestiones más inquietantes que anidan en el ser humano?
Difícilmente ayudará a crecer a los alumnos una enseñanza reducida a información científica en la que el enseñante puede ser sustituido por el programa correspondiente del «video» o del ordenador.
Nuestra sociedad necesita «profesores de existencia». Hombres y mujeres que enseñen el arte de abrir los ojos, maravillarse ante la vida e interrogarse con sencillez por el sentido último de todo.
Maestros que, con su testimonio personal de vida, siembren inquietud, contagien vida y ayuden a plantearse honradamente los interrogantes más hondos de la existencia.
Hacen pensar las palabras del escritor anarquista A. Robin, por lo que pueden presagiar para nuestra sociedad: «Se suprimirá la fe en nombre de la luz; después se suprimirá la luz. Se suprimirá el alma en nombre de la razón; después se suprimirá la razón. Se suprimirá la caridad en nombre de la justicia; después se suprimirá la justicia. Se suprimirá el espíritu de verdad en nombre del espíritu crítico; después se suprimirá el espíritu crítico».
El Evangelio de Jesús no es algo superfluo e inútil para una sociedad que corre el riesgo de seguir tales derroteros.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1981-1982 – APRENDER A VIVIR
31 de enero de 1982

LA FUERZA DE LO DEMONIACO

Hasta los espíritus inmundos k obedecen.

Durante estos últimos años, varias novelas, llevadas posteriormente a la pantalla, han puesto de relieve que la imagen diabólica, un tanto arrinconada por la civilización contemporánea, sigue teniendo una confusa vigencia en la conciencia de grandes masas.
Obras como «El exorcista» de W. P. Blatty, «La semilla del diablo» de I. Levin y «El Otro» de Th. Tryon, y la proliferación inesperada de cultos satánicos en Norteamérica y Europa, nos han descubierto que la figura siniestra de lo demoníaco tiene todavía una fuerza que nadie hubiera podido sospechar.
Y es que también el hombre de hoy, al enfrentarse a la existencia, sigue percibiendo lo que Van der Leeuw ha llamado «la angustia indeterminada ante lo horrible, lo inabarcable». También el hombre contemporáneo se sigue conmoviendo cuando las fuerzas del mal adquieren un carácter amenazador incontrolable y de raíces impenetrables.
Paul Valory decía en su «Fausto» que la actuación primordial del demonio consiste en «mostrar a los hombres en un espejo sus deseos más ocultos». Lo que ha aterrorizado a los hombres no ha sido la entidad misma de los demonios, sino lo que lo demoníaco refleja: los instintos de agresión, destrucción y muerte que hay en nosotros, y que pueden desbordarse en un momento dado.
Y es esto lo que tampoco hoy deberíamos olvidar. En la historia grande de los pueblos y en la pequeña historia individual de cada uno, siempre existe la posibilidad de que el lado tenebroso y maligno de la existencia humana se rebele y nos desborde hasta límites insospechados.
Por eso siguen teniendo actualidad y vigencia esos relatos que encontramos en los evangelios, y donde se nos presenta a Jesús expulsando demonios con fuerza salvadora.
Los psicoanalistas nos han descubierto que lo inhumano, la sangre, el dolor, la destrucción y la muerte, ejercen una extraña atracción sobre el siquismo humano. Y que el hombre necesita abrirse a la vida, y entrar en una dinámica de amor y creatividad, si no quiere verse amenazado por la destrucción.
Este Jesús, que no expulsa demonios con fórmulas mágicas de exorcista, sino como el enviado del Dios de la vida y la salud, que predica con fuerza liberadora el amor, y que nos invita a entrar en el reino de la ternura, la fraternidad y la libertad, puede ser también hoy Alguien capaz de acallar las fuerzas del mal y liberarnos de la esclavitud de tantos males que parecen escapar a nuestro control.

José Antonio Pagola



Blog:               http://sopelakoeliza.blogspot.com

Para ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
                        http://iglesiadesopelana3v.blogspot.com


lunes, 19 de enero de 2015

25/01/2015 - 3º domingo Tiempo ordinario (B)

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El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción". 
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

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3º domingo Tiempo ordinario (B)


EVANGELIO

Convertíos y creed en el Evangelio.

+ Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 14-20

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:
- «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
Pasando junto al lado de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo:«Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

Palabra de Dios.

HOMILIA

25 de enero de 2015

Venid detrás de mí.

IR DETRÁS DE JESÚS

Cuando el Bautista fue detenido, Jesús vino a Galilea y comenzó a «proclamar la Buena Noticia de Dios». Según Marcos, no enseña propiamente una doctrina para que sus discípulos la aprendan y difundan correctamente. Jesús anuncia un acontecimiento que está ya ocurriendo. Él lo está ya viviendo y quiere compartir su experiencia con todos.
Marcos resume así su mensaje: «Se ha cumplido el plazo»: ya no hay que mirar hacia atrás. «Está cerca el reino de Dios»: pues quiere construir un mundo más humano. «Convertíos»: no podéis seguir como si nada estuviera ocurriendo; cambiad vuestra manera de pensar y de actuar. «Creed en esta Buena Noticia». Este proyecto de Dios es la mejor noticia que podéis escuchar.
Después de este solemne resumen, la primera actuación de Jesús es buscar colaboradores para llevar adelante su proyecto. Jesús va «pasando junto al lago de Galilea». Ha comenzado su camino. Es un profeta itinerante que busca seguidores para hacer con ellos un recorrido apasionante: vivir abriendo caminos al reino de Dios. No es un rabino sentado en su cátedra, que busca alumnos para formar una escuela religiosa. Ser cristiano no es aprender doctrinas, sino seguirle a Jesús en su proyecto de vida.
El que toma la iniciativa es siempre Jesús. Se acerca, fija su mirada en aquellos cuatro pescadores y los llama a dar una orientación nueva a sus vidas. Sin su intervención, no nace nunca un verdadero cristiano. Los creyentes hemos de vivir con más fe la presencia viva de Cristo y su mirada sobre cada uno de nosotros. Si no es él, ¿quién puede dar una nueva orientación a nuestras vidas?
Pero lo más decisivo es escuchar desde dentro su llamada: «Venid detrás de mí». No es tarea de un día. Escuchar esta llamada significa despertar la confianza en Jesús, reavivar nuestra adhesión personal a él, tener fe en su proyecto, identificarnos con su programa, reproducir en nosotros sus actitudes… y, de esta manera, ganar más personas para su proyecto.
Éste podría ser hoy un buen lema para una comunidad cristiana: ir detrás de Jesús. Ponerlo al frente de todos. Recordarlo cada domingo como el líder que va por delante de nosotros. Generar una nueva dinámica. Centrarlo todo en seguir más de cerca a Jesucristo. Nuestras comunidades cristianas se transformarían. La Iglesia sería diferente.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2011-2012 -
22 de enero de 2012

OTRO MUNDO ES POSIBLE

No sabemos con certeza cómo reaccionaron los discípulos del Bautista cuando Herodes Antipas lo encarceló en la fortaleza de Maqueronte. Conocemos la reacción de Jesús. No se ocultó en el desierto. Tampoco se refugió entre sus familiares de Nazaret. Comenzó a recorrer las aldeas de Galilea predicando un mensaje original y sorprendente.
El evangelista Marcos lo resume diciendo que «marchó a Galilea proclamando la Buena Noticia de Dios». Jesús no repite la predicación del Bautista, ni habla de su bautismo en el Jordán. Anuncia a Dios como algo nuevo y bueno. Este es su mensaje.
«Se ha cumplido el plazo». El tiempo de espera que se vive en Israel ha acabado. Ha terminado también el tiempo del Bautista. Con Jesús comienza una era nueva. Dios no quiere dejarnos solos ante nuestros problemas, sufrimientos y desafíos. Quiere construir junto con nosotros un mundo más humano.
«Está cerca el reino de Dios». Con una audacia desconocida, Jesús sorprende a todos anunciando algo que ningún profeta se había atrevido a declarar: "Ya está aquí Dios, con su fuerza creadora de justicia, tratando de reinar entre nosotros". Jesús experimenta a Dios como una Presencia buena y amistosa que está buscando abrirse camino entre nosotros para humanizar nuestra vida.
Por eso, toda la vida de Jesús es una llamada a la esperanza. Hay alternativa. No es verdad que la historia tenga que discurrir por los caminos de injusticia que le trazan los poderosos de la tierra. Es posible un mundo más justo y fraterno. Podemos modificar la trayectoria de la historia.
«Convertíos». Ya no es posible vivir como si nada estuviera sucediendo. Dios pide a sus hijos e hijas colaboración. Por eso grita Jesús: "Cambiad de manera de pensar y de actuar". Somos las personas las que primero hemos de cambiar. Dios no impone nada por la fuerza, pero está siempre atrayendo nuestras conciencias hacia una vida más humana.
«Creed en esta Buena Noticia». Tomadla en serio. Despertad de la indiferencia. Movilizad vuestras energías. Creed que es posible humanizar el mundo. Creed en la fuerza liberadora del Evangelio. Creed que es posible la transformación. Introducid en el mundo la confianza.
¿Qué hemos hecho de este mensaje apasionante Jesús? ¿Cómo lo hemos podido olvidar? ¿Con qué lo hemos sustituido? ¿En qué nos estamos entreteniendo si lo primero es "buscar el reino de Dios y su justicia"? ¿Cómo podemos vivir tranquilos observando que el proyecto creador de Dios de una tierra llena de paz y de justicia está siendo aniquilado por los hombres?

José Antonio Pagola

HOMILIA

2008-2009 – RECUPERAR EL EVANGELIO
25 de enero de 2009

IR DETRÁS DE JESÚS

(Ver homilía del 25 de enero de 2015).

José Antonio Pagola

HOMILIA

2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
22 de enero de 2006

LO DEMÁS ES RELATIVO

El reino de Dios está cerca.

Se han escrito obras muy importantes para definir con precisión dónde está la «esencia del cristianismo». Sin embargo, para conocer el centro de la fe cristiana, no hay que acudir a ninguna teoría teológica. Lo primero es captar qué fue para Jesús su objetivo, el centro de su vida, lo absoluto, la causa a la que se dedicó en cuerpo y alma.
Nadie duda hoy de que el evangelio de Marcos lo ha resumido acertadamente con estas palabras: «El reino de Dios está cerca. Convertíos y creed esta Buena Noticia». El objetivo de Jesús fue introducir en el mundo lo que él llamaba «el reino de Dios»: una sociedad estructurada de manera justa y digna para todos, tal como la quiere Dios.
Cuando Dios reina en el mundo, la humanidad progresa en justicia, solidaridad, compasión, fraternidad y paz. A esto se dedicó Jesús con verdadera pasión. Por ello fue perseguido, torturado y ejecutado. «El reino de Dios» fue lo absoluto para él.
La conclusión es evidente: la fuerza, el motor, el objetivo, la razón y el sentido último del cristianismo es «el reino de Dios», no otra cosa. El criterio para medir la identidad de los cristianos, la verdad de una espiritualidad o el valor de lo que hace la Iglesia es siempre «el reino de Dios».
La única manera de mirar la vida como la miraba Jesús, la única forma de sentir las cosas como las sentía él, el único modo de actuar como él actuaba, es orientar la vida a construir un mundo más humano. Sin embargo, muchos cristianos no han oído hablar así del «reino de Dios». Y no pocos teólogos lo hemos tenido que ir descubriendo poco a poco a lo largo de nuestra vida.
Una de las herejías más graves que se han ido introduciendo en el cristianismo es hacer de la Iglesia lo absoluto. Pensar que la Iglesia es lo central, la realidad ante la cual todo lo demás ha de quedar subordinado; hacer de la Iglesia el «sustitutivo» del reino de Dios; trabajar por la Iglesia y preocupamos de sus problemas, olvidando el sufrimiento que hay en el mundo y la lucha por una organización más justa de la vida.
No es fácil mantener un cristianismo orientado según el reino de Dios, pero cuando se trabaja en esa dirección, la fe se transforma, se hace más creativa y, sobre todo, más evangélica y cristiana.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2002-2003 – REACCIONAR
26 de enero de 2003

SED ITINERANTES

Se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.

Jesús fue un profeta itinerante. No permaneció predicando en el desierto del Jordán. No se quedó en su aldea de Nazaret. Tampoco se instaló en Cafarnaúm donde vivió algún tiempo. Su estilo era otro: recorrer los pueblos comunicando su experiencia de un Dios bueno. Esta manera de actuar no era casual. Respondía a una estrategia bien pensada y tenía un hondo significado que los investigadores tratan hoy de captar.
Jesús no quería que el pueblo marchara al Jordán a prepararse piel juicio inminente de Dios. Sería él mismo quién los visitarla, aldea por aldea, invitando a todos a acoger a Dios que irrumpía en sus vidas. No tenían que peregrinar a ninguna parte. Era Dios quien venía a sus casas.
Jesús recorrió los pequeños pueblos de Galilea pero, al parecer, no entró nunca en las grandes ciudades como Séforis o Tiberíades. El anuncio de Dios tenía que comenzar allí donde el pueblo estaba más enfermo y abatido, despojado del derecho a disfrutar dignamente de su tierra.
Su vida itinerante en medio de aquellas gentes era símbolo de su libertad. Jesús no tiene casa ni tierra alguna. No lleva consigo ninguna moneda con la imagen del César. No tiene que responder ante ningún recaudador. Él es el primero que se ha salido del imperio de Roma para entrar confiadamente en el reino de Dios. Lo dice abiertamente: «No tengo dónde reclinar mi cabeza».
Jesús no se instala en ningún lugar. El reino de Dios no tendrá un centro geográfico de poder desde el que pueda ser controlado. No es como el imperio gobernado por Tiberio desde Roma ni como la religión judía vigilada por los sumos sacerdotes desde el Templo de Jerusalén.
El Dios de Jesús sólo puede ser anunciado en contacto - directo y estrecho con las gentes más necesitadas de vida y dignidad, desde una estrategia alejada del poder, por hombres y mujeres que se mueven con libertad frente a cualquier sistema imperialista. El evangelio apócrifo de Tomás atribuye a Jesús estas palabras: «Sed itinerantes». Según algunos autores, sería un dicho auténtico de Jesús. ¿Es posible volver al movimiento itinerante creado por Jesús?

José Antonio Pagola

HOMILIA

1999-2000 – COMO ACERTAR
23 de enero de 2000

LIBERAR LA VIDA

Convertíos.

«Convertíos porque está cerca el Reino de Dios». ¿Qué pueden decirle estas palabras a un hombre o una mujer de nuestros días? A nadie nos atrae ofr una llamada a la conversión. Pensamos enseguida en algo costoso y poco agradable: una ruptura que nos llevaría a una vida poco atractiva y deseable, llena sólo de sacrificios y renuncia. ¿Es realmente así?
Para comenzar, el verbo griego que se traduce por «convertirse» significa en realidad «ponerse a pensar», «revisar el enfoque de nuestra vida», «reajustar la perspectiva». Las palabras de Jesús se podrían escuchar así: «Mirad si no tenéis que revisar y reajustar algo en vuestra manera de pensar y de actuar para que se cumplan en vosotros los sueños de Dios».
Si esto es así, lo primero que hay que revisar es aquello que bloquea nuestra vida. Convertirse es «liberar la vida» eliminando miedos, egoísmos, tensiones y esclavitudes que nos impiden crecer de manera sana y armoniosa. La conversión que no produce paz y alegría no es auténtica. No nos está acercando a Dios.
Hemos de revisar luego si cuidamos bien las raíces. Las grandes decisiones no sirven de nada si no alimentamos las fuentes. No se nos pide una fe sublime ni una vida perfecta; sólo que vivamos confiando en la grandeza del amor que Dios nos tiene. Convertirse no es empeñarse en ser santo, sino aprender a vivir distendido y en paz con Dios. Sólo entonces puede comenzar en nosotros una verdadera transformación.
La vida nunca es plenitud ni éxito total. Hemos de aceptar lo «inacabado», lo que nos humilla, lo que no acertamos a corregir. Lo importante es mantener el deseo, no ceder al desaliento, no decir «no merece la pena», «siempre lo estropeo todo». Convertirse no es vivir sin pecado, sino aprender a vivir del perdón, sin orgullo ni tristeza, sin alimentar la insatisfacción por lo que deberíamos ser y no somos. Así dice el Señor en el libro de Isaías: «Por la conversión y la calma seréis libera4os» (Is 30, 15).
  

José Antonio Pagola

HOMILIA

1996-1997 – DESPERTAR LA FE
26 de enero de 1997

¿MIEDO O ALEGRÍA?

… a proclamar el Evangelio de Dios.

Hoy el término «evangelio» hace pensar espontáneamente en uno de los cuatro libros que recogen el mensaje y la actuación de Jesús. No era así para las primeras generaciones cris- lianas que conocían bien el significado de esta palabra griega: «buena noticia». En el Nuevo Testamento se emplean expresiones como «el evangelio de Dios» (Pablo), «el evangelio de Jesucristo» (Marcos) o «el evangelio del Reino» (Mateo) para decir que el Dios del que habla Jesús es una «buena noticia», algo «nuevo y bueno» para el ser humano.
Conozco a no pocas personas para las que Dios no es algo bueno. Su religión se ha alimentado durante muchos años del miedo a Dios. Oyen hablar de su misericordia infinita, pero no pueden substraerse a un temor grande a la justicia divina. Tienen miedo a encontrarse con Dios después de la muerte. No se atreven a confiar en su misericordia frenados, tal vez, por la imagen de Dios que ha quedado en su conciencia.
Por eso, puede ser importante dar a conocer el mensaje central de Teresa de Lisieux, declarada recientemente «doctora de la Iglesia» por Juan Pablo II. Sorprende y conmueve la audacia de su confianza en la misericordia infinita de Dios. «A través de ella —dice la santa— contemplo y adoro las demás perfecciones divinas.., entonces todas se me presentan radiantes de amor; incluso la justicia (y quizás ésta más aún que las demás) me parece revestida de amor.»
Para Teresa de Lisieux, la «justicia de Dios» no tiene nada que ver con los tribunales humanos. Es la justicia de alguien que es amor y misericordia infinita. Por eso, la justicia de Dios que a tantos espanta, constituye para ella motivo de alegría y de confianza. Escuchemos sus palabras: «Yo sé que hay que estar muy puros para comparecer ante el Dios de toda santidad, pero sé también que el Señor es infinitamente justo. Y esta justicia, que asusta a tantas almas, es precisamente lo que constituye el motivo de mi alegría y de mi confianza... Precisamente porque es justo, es compasivo y misericordioso.., se acuerda de que somos barro.» Teresa se alegra al pensar en la justicia de Dios: «Qué alegría pensar que Dios es justo!, es decir, que tiene en cuenta nuestras debilidades... Siendo así, ¿de qué voy a tener miedo? El Dios infinitamente justo, que se dignó perdonar con tanta bondad todas las culpas del hijo pródigo, ¿no va a ser justo también conmigo?»
Según el célebre escritor francés G. Bernanos, la invitación de la santa de Lisieux a confiar totalmente en la misericordia de Dios no es una receta más de «confitería devota», sino «uno de los mensajes más misteriosos y urgentes que jamás haya recibido el mundo». El mensaje del mismo Jesús olvidado muchas veces por los suyos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
23 de enero de 1994

LA NOTICIA

Creed la Buena Noticia.

Hay personas a las que el cristianismo se les presenta como una religión complicada y sobrecargada. No saben cómo expresarlo, pero sienten la necesidad de redescubrir cuál es el núcleo elemental y básico que les permita comprender mejor dónde está la novedad de la fe cristiana. De ahí el interés excepcional de esos breves versículos en los que el evangelio más antiguo nos ofrece el primer resumen que se formuló de la predicación de Jesús.
El evangelista Marcos nos dice que todo lo que Jesús predicaba se puede sintetizar en esto: Jesús proclamaba «la Buena Noticia de Dios». Ahí está la sustancia de todo su mensaje. Propiamente Jesús no enseñaba una doctrina ni exponía una filosofía. Su originalidad está en anunciar la noticia de que Dios es algo bueno para los hombres.
A continuación, el evangelista nos resume esto en unas breves palabras que son analizadas minuciosamente hoy por los mejores especialistas y exégetas: «El tiempo se ha cumplido, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena  Noticia ¿Se puede explicar de manera sencilla y elemental este mensaje?
«El tiempo se ha cumplido.» Comienza ahora algo nuevo y definitivo. Es lo primero que afirma Jesús. No hay que esperar más. Ha llegado ya el momento decisivo de revelar a los seres humanos algo importante. Algo que exige la máxima atención.
«Está cerca el Reino de Dios.» Este es el gran acontecimiento. Dios quiere intervenir en la vida de las personas. Y esto es lo mejor que nos podía ocurrir. Porque este Dios no es como los falsos dioses, que llevan al egoísmo, la injusticia y la mutua destrucción. Es un Dios Padre que quiere la vida, la felicidad y la salvación de todos y cada uno de los hombres y mujeres porque él los ha creado y los siente como hijos.
Nadie está excluido, ni siquiera los pecadores. Cuando Dios reine plenamente, todo será al revés. Los últimos serán los primeros. Las prostitutas irán por delante de los que parecen santos. Y los pobres que ahora lloran y pasan hambre descubrirán que Dios es bueno, sobre todo, para ellos, no porque son mejores, sino porque Dios no puede reinar sin hacer justicia a los que nadie hace.
«Convertíos y creed la Buena Noticia.» Hay que cambiar. Esta noticia exige un giro total. Hay que tomar otra postura. Entender a Dios de otra manera. Confiar absolutamente en su bondad. Orientar nuestra vida según las exigencias de este Dios que quiere lo mejor para todos.
Lo primero es creer esta buena noticia. Acogerla con alegría. Creer en ese Dios revelado y encarnado en Jesús. Creer en su amor increíble y sorprendente. Vivir con la confianza absoluta de que nuestra salvación está en ese Dios. Ser cristiano es dejarse impactar por el «misterio del Reino» (Mc 4, 11) y saber que tu vida se está decidiendo en la postura que adoptas ante esa Buena Noticia proclamada por Jesús.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
27 de enero de 1991

ANUNCIAR A DIOS

Proclamar el Evangelio de Dios.

Hay personas que, al escuchar el nombre de Dios, reaccionan casi instintivamente con una actitud de rechazo: “Dios? No me interesa. Bastante tengo con mis problemas”. Otros parecen adoptar una postura más vacilante: “Tal vez sea importante, pero no tengo tiempo para ocuparme de esas cosas. No veo para qué puede servir Dios”. A alguno le he oído decir estas palabras: “Ojalá Dios no existiera. Todos viviríamos mejor y más tranquilos, sin miedo a caer algún día en sus manos”.
¿Por qué ha dejado Dios de ser Buena Noticia para tantas personas? ¿Por qué su nombre no es pronunciado con más amor y más gozo por los hombres de hoy? ¿Por qué ha quedado vacío de atractivo? ¿Es que Dios los ha defraudado?
Quien se ha encontrado con El, aunque sea de manera humilde y modesta, sabe que Dios no decepciona. Los que decepcionamos una y otra vez somos los que decimos creer en El.
Se han escrito muchos estudios sobre las causas que están en la raíz de la indiferencia religiosa y del ateísmo contemporáneo. Pero no siempre se recuerda la posible responsabilidad de quienes pretendemos ser sus mensajeros.
Y, sin embargo, cuántos se alejan de Dios decepcionados por la mediocridad de quienes hablamos de El. Un experto como Ch. Chabanis ha podido afirmar que “la gran crisis religiosa de nuestro tiempo es menos una desafección hacia Dios que una desafección hacia las instituciones religiosas”.
Es cierto que no hay que confundir nunca a Dios con los hombres que lo anuncian o las instituciones que lo representan. Pero, dentro de las Iglesias, hemos de tomar conciencia de la enorme frustración que podemos provocar en quienes buscan sinceramente a Dios.
¿Cómo podrán escuchar su voz en medio de nuestra palabrería? ¿Cómo descubrirán su rostro bajo esas ideas mezquinas de un Dios puesto al servicio de tantos intereses y quimeras? ¿Cómo se sentirán atraídos por su misterio si no perciben más amor entre los que lo adoran? ¿Cómo podrán experimentar bajo una religión, a veces tan complicada, sobrecargada y triste, la presencia de un Dios cercano y bueno, capaz de aliviar su corazón fatigado?
El evangelista Marcos resume la actividad de Jesús diciendo que “anunciaba la Buena Noticia de Dios”. Encontrarse con Jesús era encontrarse con alguien que acercaba a Dios, transparentaba su misterio de bondad, contagiaba su alegría y su perdón.
Sólo una vida como la de Jesús puede anunciar a Dios como Buena Noticia. En caso contrario, por mucho que hablemos de El, no seremos sus testigos sino pantalla opaca que oculta su rostro.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
24 de enero de 1988

SUICIDIO

Creed la Buena Noticia.

Lo hemos podido ver sobrecogidos en la pequeña pantalla del televisor. Un hombre todavía joven arrojándose al vacío ante las cámaras, en un espectáculo entre morboso y trágico.
Quitarse la vida ya no es algo raro entre nosotros. Poco a poco, el suicidio va dejando de ser aquel hecho más o menos vergonzante que familiares y amigos trataban de disfrazar de muerte accidental. Hoy podemos ver morir “en directo”.
La prensa diaria nos ha ido habituando a noticias de este tipo: “Hombre de 56 años se arroja al tren en la estación de San Sebastián”; “Fallece una anciana en Eibar al caer desde el sexto piso”; “Joven muerto al dispararse un tiro de escopeta».
Según las estadísticas, 115 personas acabaron con su vida en Euskadi el pasado año, de ellas 42 guipuzcoanos. Sólo en la Residencia donostiarra se atendieron más de 350 urgencias por intento de suicidio.
Si estos datos son ciertos, casi todos los días hay en Guipúzcoa una persona que intenta quitarse la vida. ¿Qué pensar ante este hecho?
Los siquiatras nos hablan de los factores de alto riesgo de suicidio que pueden conducir hasta la trágica decisión: la muerte del cónyuge, una enfermedad incurable, la soledad, problemas conyugales, la depresión.
Por otra parte, desde los estudios de E. Durkheim, el suicidio viene interesando cada vez más a sociólogos y observadores de la sociedad. De hecho, aunque el factor desencadenante sea una crisis personal, los suicidios nos descubren también, de alguna manera, la crisis y el fracaso de una sociedad donde los individuos pueden llegar tan fácilmente a su desintegración.
Es aquí donde surge la pregunta más inquietante. Este suicidio cada vez más frecuente entre nosotros, ¿es sólo problema de algunos individuos o síntoma de «una cultura suicida” promovida inconscientemente por todos?
¿Por qué son hoy tantas las personas que se quedan sin una razón para seguir viviendo? ¿Qué es lo que les falta y no encuentran en esta sociedad? ¿Por qué acaban no creyendo en nada ni en nadie?
No se puede responder de manera simplista. Cada persona es un misterio. Pero lo cierto es que el hombre moderno parece cada vez más necesitado de sentido, esperanza y paz interior.
¿No necesitará hoy más que nunca escuchar la llamada decisiva de Jesús: «Dios está cerca. Cambiad y creed en esta Buena Noticia?”.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
27 de enero de 1985

DESCUBRIR LA BUENA NOTICIA

Creed la Buena Noticia.

Muchos cristianos quedarían un tanto sorprendidos si se les dijera que el cristianismo consiste en descubrir una Buena Noticia.
Para ellos, las cosas han sucedido de otra manera. Se han encontrado en la vida siendo «cristianos», sin que se hayan planteado nunca por qué creen y sin que la fe les haya ayudado a experimentar nada especialmente gozoso en la vida.
Su fe no ha crecido. Ha quedado embotada y vacía. Más bien, la religión ha sido un peso del que se han ido desprendiendo poco a poco, más que por razones convincentes, por comodidad, cansancio o aburrimiento.
Es fácil abandonar así la fe, abandonándose uno mismo a la superficialidad y al olvido, pero no supone más coraje, más verdad ni más alegría.
Otros han reducido la fe al mínimo. Su religión está impregnada de desconfianza y sospecha, más que de fe gozosa y entregada. Para ellos, Dios es cualquier cosa menos una Buena Noticia capaz de alegrar su existencia.
¿Es posible descubrir bajo un cristianismo aparentemente complejo, complicado, sobrecargado, desfigurado y triste, algo sencillo, elemental y bueno, que pueda iluminar nuestro corazón fatigado y triste?
Karl Rahner en su precioso librito «Crees en Dios?» escribe así: «Dios es y sigue siendo el misterio inefable. Lo único que se sabe de Dios es la experiencia del misterio obtenida en la adoración. El único medio de acercarse a El es la humildad, es decir, la verdad de nuestra existencia humana».
¿No estará ahí todo el secreto? Cuántos hombres y mujeres sencillos saben de Dios más que teólogos y dogmáticos ilustrados. Gentes que no hacen gala de una fe grande y pura, pero que se confían humildemente al misterio de Dios.
Personas que viven el amor al prójimo sin aspavientos ni ostentación alguna. Cristianos humildes, muy conscientes de su limitación y su pecado, pero que se saben habitados por la presencia bondadosa de Dios.
No sabrán decirnos grandes cosas de El, pero han acertado en lo más importante. Lo han acogido como gracia. Saben vivir ante El. Han respondido a la llamada de Jesús: «Creed la Buena Noticia».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1981-1982 – APRENDER A VIVIR
24 de enero de 1982

DIOS, ¿BUENA NOTICIA?

A proclamar el evangelio de Dios.

No cabe duda de que, cuando Marcos nos dice que Jesús «proclamaba la buena noticia de Dios», esté recogiendo una experiencia real que las gentes vivieron, de alguna manera, junto a Jesús.
Y uno que vive en esta sociedad, aparentemente tan indiferente y fría ante Dios, no puede menos de preguntarse: ¿Cómo pudo Jesús entusiasmar a sus oyentes? ¿Cómo pudieron aquellos hombres percibir a Dios como buena noticia?
El gran teólogo francés Jean Rostand ha expresado, con dan- dad y honradez, el malestar que muchos contemporáneos sienten hoy ante la fe religiosa. «Yo soy incapaz de aceptar una “revelación” supuestamente hecha a antepasados nuestros en tiempos ya pasados de nuestra historia, por respetable que me parezca este género de tradiciones y el papel que han podido jugar en nuestro pasado moral... A mis ojos valen las creencias que vamos recreando constantemente en nuestra inteligencia, y pueden formarse de novo en el espíritu del hombre, a partir de materiales provenientes de la ciencia y la libre reflexión».
Si ser cristiano fuera aceptar un conjunto de doctrinas y afirmaciones que nos llegan de tiempos pasados, Jean Rostand tendría razón. Pero la fe cristiana no es sólo eso. La fe nos pone a los creyentes en contacto con Alguien vivo, que va impulsando la vida del hombre hacia su cumplimiento.
A veces olvidamos que Jesús no ha hablado de Dios, sino del «reino de Dios». Jesús no ha sido el teólogo preocupado de expresar teóricamente una doctrina acerca de Dios, sino el hombre habitado por un Dios vivo, que ha buscado con todas sus fuerzas que Dios sea acogido por los hombres y que su reinado se imponga en las entrañas mismas de la historia.
Dios empieza a ser buena noticia para nosotros, no cuando pretendemos comprenderlo con nuestra inteligencia, sino cuando lo acogemos humildemente en nuestra existencia, y podemos experimentar que su cercanía nos hace más humanos, más libres, más capaces de amar, vivir y crear.
Maurice Blondel supo expresar bellamente algo que puede estar sucediendo entre nosotros: «Cuando se mira a Dios desde fuera como un objeto de conocimiento, sin juventud de corazón ni inquietud de amor, no se tiene entre las manos sino un fantasma o un ídolo».
Quizás son muchos los que llevan hoy en el fondo de sus almas ese fantasma o ese ídolo de Dios. Hombres y mujeres que esperan la buena noticia de un Dios diferente. ¿Dónde están los creyentes que se la puedan contagiar?

José Antonio Pagola



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