lunes, 29 de agosto de 2016

04-09-2016 - 23º domingo Tiempo ordinario (C)

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El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción". 
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

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23º domingo Tiempo ordinario (C)


EVANGELIO

El que no renuncia a todo, no puede ser discípulo mío.

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 14,25-33

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
- Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?
No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: «Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar».
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2015-2016 -
4 de septiembre de 2013

REALISMO RESPONSABLE

No puede ser discípulo mío.

Los ejemplos que emplea Jesús son muy diferentes, pero su enseñanza es la misma: el que emprende un proyecto importante de manera temeraria, sin examinar antes si tiene medios y fuerzas para lograr lo que pretende, corre el riesgo de terminar fracasando.
Ningún labrador se pone a construir una torre para proteger sus viñas, sin tomarse antes un tiempo para calcular si podrá concluirla con éxito, no sea que la obra quede inacabada, provocando las burlas de los vecinos. Ningún rey se decide a entrar en combate con un adversario poderoso, sin antes analizar si aquella batalla puede terminar en victoria o será un suicidio.
A primera vista, puede parecer que Jesús está invitando a un comportamiento prudente y precavido, muy alejado de la audacia con que habla de ordinario a los suyos. Nada más lejos de la realidad. La misión que quiere encomendar a los suyos es tan importante que nadie ha de comprometerse en ella de forma inconsciente, temeraria o presuntuosa.
Su advertencia cobra gran actualidad en estos momentos críticos y decisivos para el futuro de nuestra fe. Jesús llama, antes que nada, a la reflexión madura: los dos protagonistas de las parábolas «se sientan» a reflexionar. Sería una grave irresponsabilidad vivir hoy como discípulos de Jesús, que no saben lo que quieren, ni a dónde pretenden llegar, ni con qué medios han de trabajar.
¿Cuándo nos vamos a sentar para aunar fuerzas, reflexionar juntos y buscar entre todos el camino que hemos de seguir? ¿No necesitamos dedicar más tiempo, más escucha del evangelio y más meditación para descubrir llamadas, despertar carismas y cultivar un estilo renovado de seguimiento a Jesús?
Jesús llama también al realismo. Estamos viviendo un cambio sociocultural sin precedentes. ¿Es posible contagiar la fe en este mundo nuevo que está naciendo, sin conocerlo bien y sin comprenderlo desde dentro? ¿Es posible facilitar el acceso al Evangelio ignorando el pensamiento, los sentimientos y el lenguaje de los hombres y mujeres de nuestro tiempo? ¿No es un error responder a los retos de hoy con estrategias de ayer?
Sería una temeridad en estos momentos actuar de manera inconsciente y ciega. Nos expondríamos al fracaso, la frustración y hasta el ridículo. Según la parábola, la  "torre inacabada" no hace sino provocar las burlas de la gente hacia su constructor. No hemos de olvidar el lenguaje realista y humilde de Jesús que invita a sus discípulos a ser "fermento" en medio del pueblo o puñado de "sal" que pone sabor nuevo a la vida de las gentes.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2012-2013 -
8 de septiembre de 2013

NO DE CUALQUIER MANERA

Jesús va camino de Jerusalén. El evangelista nos dice que le “acompañaba mucha gente”. Sin embargo, Jesús no se hace ilusiones. No se deja engañar por entusiasmos fáciles de las gentes. A algunos les preocupa hoy cómo va descendiendo el número de los cristianos. A Jesús le interesaba más la calidad de sus seguidores que su número.
De pronto “se vuelve” y comienza a hablar a aquella muchedumbre de las exigencias concretas que encierra el acompañarlo de manera lúcida y responsable. No quiere que la gente lo siga de cualquier manera. Ser discípulo de Jesús es una decisión que ha de marcar la vida entera de la persona.
Jesús les habla, en primer lugar de la familia. Aquellas gentes tienen su propia familia: padres y madres, mujer e hijos, hermanos y hermanas. Son sus seres más queridos y entrañables. Pero, si no dejan a un lado los intereses familiares para colaborar con él en promover una familia humana, no basada en lazos de sangre sino construida desde la justicia y la solidaridad fraterna, no podrán ser sus discípulos.
Jesús no está pensando en deshacer los hogares eliminando el cariño y la convivencia familiar. Pero, si alguien pone por encima de todo el honor de su familia, el patrimonio, la herencia o el bienestar familiar, no podrá ser su discípulo ni trabajar con él en el proyecto de un mundo más humano.
Más aún. Si alguien solo piensa en sí mismo y en sus cosas, si vive solo para disfrutar de su bienestar, si se preocupa únicamente de sus intereses, que no se engañe, no puede ser discípulo de Jesús. Le falta libertad interior, coherencia y responsabilidad para tomarlo en serio.
Jesús sigue hablando con crudeza: “Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser mi discípulo”. Si uno vive evitando problemas y conflictos, si no sabe asumir riesgos y penalidades, si no está dispuesto a soportar sufrimientos por el reino de Dios y su justicia, no puede ser discípulo de Jesús.
No se puede ser cristiano de cualquier manera. No hemos de confundir la vida cristiana con formas de vivir que desfiguran y vacían de contenido el seguimiento humilde, pero responsable a Jesús.
Sorprende la libertad del Papa Francisco para denunciar estilos de cristianos que poco tienen que ver con los discípulos de Jesús: “cristianos de buenos modales, pero malas costumbres”, “creyentes de museo”, “hipócritas de la casuística”, “cristianos incapaces de vivir contra corriente”, cristianos “corruptos” que solo piensan en sí mismos, “cristianos educados” que no anuncian el evangelio...

José Antonio Pagola

HOMILIA

2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
5 de septiembre de 2010

REALISMO RESPONSABLE

(Ver homilía del ciclo C - 2015-2016)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
9 de septiembre de 2007

CRISTIANOS LÚCIDOS

¿Quién de vosotros, si quiere construir una torre…?

Es un error pretender ser«discípulos» de Jesús sin detenerse nunca a reflexionar sobre las exigencias concretas que encierra seguir sus pasos, y sobre las fuerzas con que hemos de contar para ello. Nunca pensó Jesús en seguidores inconscientes, sino en personas lúcidas y responsables.
Las dos imágenes que emplea son muy concretas. Nadie se pone a «construir una torre» sin tomarse un tiempo para reflexionar sobre cómo debe actuar para lograr acabarla. Sería un fracaso empezar a «construir» y no poder llevar a término la obra iniciada.
El evangelio que propone Jesús es una manera de «construir» la vida. Un proyecto ambicioso, capaz de transformar nuestra existencia. Por eso no es posible terminar viviendo de manera evangélica sin detenerse a reflexionar sobre las decisiones oportunas a tomar en cada momento.
También es claro el segundo ejemplo. Nadie se enfrenta de manera inconsciente a un adversario que le viene a atacar con un ejército mucho más poderoso, sin reflexionar previamente si aquel combate terminará en victoria o será un suicidio. Seguir a Jesús es enfrentarse contra los adversarios del reino de Dios y su justicia. No es posible luchar a favor del reino de Dios de cualquier manera. Se necesita lucidez, responsabilidad y decisión.
En los dos ejemplos de Jesús se repite lo mismo: los dos personajes «se sientan» a reflexionar sobre las verdaderas exigencias, los riesgos y las fuerzas con que han de contar para llevar a cabo su cometido. Según Jesús, entre sus seguidores, siempre será necesaria la meditación, el debate, la reflexión. De lo contrario, el proyecto cristiano puede quedar inacabado.
Es un error en la Iglesia de Jesús ahogar el diálogo e impedir el debate. Necesitamos más que nunca reflexionar y deliberar juntos sobre la conversión que hemos de vivir hoy los seguidores de Jesús. No seguir trabajando como si nada pasara. «Sentarnos» para pensar con qué fuerzas hemos de construir el reino de Dios en la sociedad moderna. De lo contrario nuestra evangelización será una «torre inacabada».

José Antonio Pagola

HOMILIA

2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
5 de septiembre de 2004

MÁS QUE UNA OPINIÓN

… no puede ser discípulo mío.

No es fácil saber qué está pasando en la conciencia religiosa de los individuos. Aunque convivimos en la misma sociedad y nos encontramos diariamente en el hogar, el trabajo o en las relaciones sociales, lo cierto es que pocas veces sabemos de verdad algo de lo que piensa el otro acerca de Dios, de la fe o del sentido último de la vida. Cada uno vive en su interior interrogantes, dudas o búsquedas que no conocemos.
Sin embargo, es difícil sustraerse a una impresión. Sin verlo, sin poder precisarlo con claridad, parece que va penetrando entre nosotros una nueva forma de pensar, de actuar y de vivir que ya no está marcada por la fe cristiana.
Se diría que, poco a poco, nos vamos familiarizando a una cultura donde cada vez se prescinde más de Dios. Parece que los mismos cristianos nos vamos acostumbrando a esta nueva situación de indiferencia. ¿Cómo vivir con lucidez y responsabilidad cristiana en estos tiempos?
Los expertos dicen que uno de los cambios más profundos que se está produciendo en nuestros días es el paso de una «sociedad de creencias» a una «sociedad de opiniones». Hace algunos años, los individuos actuaban movidos por una fe que les servía de criterio, sentido y norma de vida; la fe marcaba profundamente sus vidas. Hoy se tiende más bien a vivir de opiniones: cada uno tiene su propia «opinión religiosa», pero no siente necesidad alguna de vivirla, alimentarla, y hacer de ella principio inspirador de su comportamiento.
El cristiano no vive su fe como una opinión: «tú opinas así, pero yo opino de otra manera». Creer en Jesucristo es mucho más que tener una opinión frente a otros que opinan de manera diferente. ¿En qué se convierte la fe si ya no es capaz de inspirar el sentido global de la vida ni de motivar y movilizar a la persona?
Creer en Jesucristo no es tener una opinión sobre él, sino seguirle. Y seguirle de manera incondicional anteponiendo su persona a todo y aprendiendo a vivir como vivió él. De lo contrario, «nadie puede ser discípulo suyo». Será otra cosa.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
9 de septiembre de 2001

ÍDOLOS PRIVADOS

El que no renuncia a todos sus bienes...

Hay algo que resulta escandaloso e insoportable a quien se acerca a Jesús desde el clima de autosuficiencia y afirmación personal del hombre del siglo xx. Jesús es radical a la hora de pedir un adhesión a su persona. El hombre debe subordinarlo todo al seguimiento incondicional a Jesús.
No se trata de un «consejo evangélico» para un grupo de cristianos selectos o una élite de esforzados seguidores. Es la condición indispensable de todo discípulo. Las palabras de Jesús son claras y rotundas. «El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío».
El hombre siente desde lo más hondo de su ser el anhelo de la libertad. Y sin embargo, hay una experiencia que se sigue imponiendo generación tras generación: el hombre parece condenado a ser «esclavo de ídolos». Incapaces de satisfacernos a nosotros mismos, nos pasamos la vida entera buscando algo que responda a nuestras aspiraciones y deseos más fundamentales.
Cada uno buscamos un «dios», algo que nos parece esencial para vivir, algo que inconscientemente convertimos en lo esencial de nuestra vida. Algo que nos domina y se adueña de nosotros profundamente. Paradójicamente, buscamos ser libres, independientes y autónomos, pero, al mismo tiempo, parece que no podemos vivir sin entregarnos a algún «ídolo» que oriente y determine nuestra vida entera.
Estos ídolos son muy diversos. Dinero, salud, éxito, poder, prestigio, sexo, tranquilidad, felicidad a toda costa... Cada uno sabe el nombre de su «dios privado» al que da culto y rinde secretamente su ser.
Por eso, cuando en un gesto de «ingenua libertad» hacemos algo «porque nos da la gana», debemos preguntarnos honradamente qué es lo que en aquel momento nos domina y a quién estamos obedeciendo en realidad.
La invitación de Jesús es provocativa. Sólo hay un camino para acercarnos a la libertad y sólo lo entienden los que se atreven a seguir a Jesús incondicionalmente: vivir en obediencia total a un Dios Padre, origen y centro de referencia de toda vida humana, y servir desinteresadamente a los hombres sentidos como hermanos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
6 de septiembre de 1998

SENTARSE

No se sienta primero.

Son muchos los que viven sin detenerse nunca en su camino. Jamás se paran para preguntarse por el sentido de su vida o para reflexionar sobre el rumbo que va tomando con el pasar de los años. No conocen la sabiduría de quien se retira de vez en cuando a la soledad o, simplemente, se recoge en su habitación para «meditar» su vida.
En el relato evangélico (Le 14, 28-32), Jesús emplea dos imágenes: la del hombre que quiere construir una torre y la del rey que se ve obligado a afrontar a un enemigo que viene a su encuentro. En ambos casos, se repite lo mismo: los dos personajes «se sientan» a reflexionar sobre las exigencias, los riesgos y las fuerzas con que cuentan para enfrentarse sabiamente a su vida.
¿Por qué no «sentarnos», terminadas ya las vacaciones, para reflexionar sobre la vida que reanudamos estos días? Esta reflexión nos ayudará a no dejamos arrastrar tan fácilmente por la rutina o el ajetreo de cada día. Compromisos, obligaciones, trabajos..., todo tiene un sentido más humano cuando la persona vive esa «suave vigilancia» (D. Maurin) que permite a la persona ser dueña de su vida, reacciones y sentimientos. Es conocida la sentencia de Pascal: «La desgracia de los hombres proviene de una sola cosa, de no saber permanecer sosegadamente en una habitación» (Pensamiento 136).
Más que discurrir, lo que necesitamos, tal vez, es mirar y aceptar con verdad nuestro ser. Acoger con sencillez nuestra vida cotidiana sin perdernos en la agitación de cada día. Disponemos a cuidar lo importante: la confianza en Dios, el amor a las personas, el gozo de vivir, el trabajo bien hecho, la paz interior.
Cuando en el corazón de la persona sigue viva la fe, estos momentos de reflexión sobre la vida se convierten muchas veces en oración sincera. Una oración que no es la repetición rutinaria de unas fórmulas aprendidas de niño, sino comunicación viva y espontánea con un Dios sentido como Padre y Amigo.
Las alegrías y los gozos de la vida llevan entonces al agradecimiento: «Mi corazón se alegra con tu salvación, cantaré al Señor por el bien que me hace» (Salmo 12). Los sufrimientos y problemas invitan a la invocación: «Me abandonan las fuerzas... Mi pena no se aparta de mí. No me abandones, Señor» (Salmo 37). En medio de la oscuridad está Él: «Señor, tú eres mi lámpara; Dios mío, tú alumbras mis tinieblas» (Salmo 17). En nuestra impotencia podemos contar con Él: «Yo soy pobre y desgraciado, pero el Señor cuida de mí» (Salmo 39).

José Antonio Pagola

HOMILIA

1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
10 de septiembre de 1995

¿QUE HACER ANTE EL DOLOR?

Quien no lleve su cruz...

Tarde o temprano, a todos nos toca sufrir. Una enfermedad grave, un accidente inesperado, la muerte de un ser querido, desgracias y desgarros de todo tipo, nos obligan un día a tomar postura ante el sufrimiento. ¿Qué hacer?
Algunos se limitan a rebelarse. Es una actitud explicable: protestar, sublevarse ante el mal. Pero, por lo general, esta reacción intensifica todavía más el sufrimiento. La persona se crispa y exaspera. Es fácil terminar en el agotamiento y la desesperanza.
Otros se encierran en el aislamiento. Viven replegados sobre su dolor relacionándose sólo con sus penas. No se dejan consolar por nadie. No aceptan alivio alguno. Por ese camino la persona puede autodestruirse.
Otros adoptan la postura de víctimas y viven compadeciéndose de sí mismos. Necesitan mostrar sus penas a todo el mundo: «Mirad qué desgraciado soy.» «Ved cómo me maltrata la vida.» Es una manera de manipular el sufrimiento, que nunca ayudará a la persona a madurar.
La actitud del creyente es diferente. El cristiano no ama el sufrimiento, no lo busca, no lo quiere ni para los demás ni para sí mismo. Siguiendo los pasos de Jesús, lucha con todas sus fuerzas por arrancarlo del corazón de la existencia. Pero, cuando es inevitable, sabe «llevar su cruz» en comunión con el Crucificado.
Esta aceptación del sufrimiento no consiste en doblegarnos ante el dolor porque es más fuerte que nosotros. Eso sería estoicismo o fatalismo, pero no actitud cristiana. No se trata tampoco de buscar «explicaciones» artificiosas considerándolo todo castigo, prueba o purificación que Dios nos envía. Dios no es ningún «sádico» que encuentra un placer especial en vernos sufrir. Tampoco tiene por qué exigirlo, como a pesar suyo, para que quede satisfecho su honor o su gloria.
El cristiano ve en el sufrimiento una experiencia en la que, unido a Cristo, puede vivir su verdad más auténtica. El sufrimiento sigue siendo malo, pero precisamente por eso, se convierte en la experiencia más realista y honda para vivir la confianza radical en Dios y la comunión con los que sufren.
Vivida así, la cruz es lo más opuesto al pecado. ¿Por qué? Pecar es buscar egoístamente la propia felicidad rompiendo con Dios y con los demás. «Llevar la cruz» en comunión con el Crucificado es exactamente lo contrario, pues es abrirse confiadamente al Padre y solidarizarse con los hermanos, precisamente en la ausencia de felicidad.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
6 de septiembre de 1992

SUFRIR DE MANERA MAS HUMANA

Quien no lleve la cruz detrás de mí.

Todos queremos ser felices. Por caminos diferentes, con más o menos acierto, todos nos esforzamos por alcanzar «algo» que llamamos «felicidad» y que nos atrae desde lo más hondo de nuestro ser. Pero, tarde o temprano, todos nos encontramos en la vida con el sufrimiento.
Por mucho que se esfuerce en evitarlo, todo hombre o mujer termina experimentando en su propia carne la verdad de las palabras de Job: «El hombre, nacido de mujer, es corto de días y harto de inquietudes.»
Sin duda, los sufrimientos de cada persona son diferentes y pueden deberse a factores muy diversos. Pero K.G. •Durckheim nos recuerda en sus obras las tres principales fuentes de donde brota el sufrimiento humano.
El hombre busca, antes que nada, seguridad y cuando en su vida surge algo que la pone en peligro, comienza a sufrir porque su seguridad puede quedar destruida. Muchos de nuestros sufrimientos provienen del miedo a que quede destruida nuestra imagen, nuestra tranquilidad, nuestra salud.
El hombre busca, además, sentido a su vida, y cuando experimenta que ésta no significa nada para nadie ni siquiera para él mismo, comienza a sufrir porque ya todo le parece absurdo e inútil. Nada merece la pena. Cuánto sufrimiento nace de los fracasos, frustraciones y desengaños.
El ser humano busca también amor frente al aislamiento y la soledad, y cuando se siente incomprendido, abandonado y solo, comienza a sufrir. Cuántas personas sufren hoy porque no tienen cerca a nadie que las quiera de verdad.
La fe no dispensa al creyente de estos sufrimientos; también él conoce, como cualquier otro hombre o mujer, el lado doloroso de la existencia. Tampoco la fe carga necesariamente al cristiano con un sufrimiento mayor que el del resto de los hombres. Lo primero que escucha el creyente cuando se siente interpelado por Cristo a llevar la cruz tras él no es una llamada a sufrir «más» que los demás, sino a sufrir en comunión con él, es decir, a «llevar la cruz» no de cualquier manera, sino «tras él», desde la misma actitud y con el mismo espíritu.
Quien vive así la cruz, unido a Cristo y desde una actitud de confianza total en Dios, aprende a vivir el sufrimiento de una manera más humana.
Los sufrimientos siguen ahí con todo su realismo y crudeza, pero con la mirada puesta en Cristo crucificado, el creyente encuentra una fuerza nueva en medio de la inseguridad y la destrucción; descubre una luz incluso en los momentos en que todo parece absurdo y sin sentido; experimenta una protección última y misteriosa en medio del abandono de todos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
10 de septiembre de 1989

UN OLVIDO GRAVE

Quien no lleve su cruz….

En el cristianismo la cruz es el criterio decisivo para verificar todo lo que merece llamarse cristiano. Y cuando las generaciones cristianas la olvidan, el cristianismo se aburguesa, se diluye y pierde su fuerza.
Por eso, los creyentes hemos de preguntarnos cuál es el significa do más original de la llamada de Jesús: “Quien no lleve su cruz detrás de mi, no puede ser discípulo mío”.
Aunque parezca sorprendente, los cristianos hemos desarrollado con frecuencia diversos aspectos de la cruz, pero hemos olvidado el primero y más fundamental.
Así, hay cristianos que piensan que seguir al Crucificado es buscar pequeñas mortificaciones, privándose de satisfacciones y renunciando a gozos legítimos para llegar por el sufrimiento a una comunión más profunda con Cristo.
Sin duda, es grande el valor de esta ascesis cristiana y más en una sociedad como la nuestra, pero Jesús no aparece en los evangelios como un asceta que vive buscando mortificaciones y, cuando habla de la cruz, no está invitando a una “vida mortificada”. Hay otros para quienes “llevar la cruz” es aceptar las contrariedades de la vida, las desgracias o adversidades. Pero los evangelios nunca hablan de estos sufrimientos “naturales” de Jesús. Su cruz ha sido el rechazo y la agresión que ha provocado él mismo con su actuación de obediencia absoluta al Padre y de defensa de todos los pequeños.
Sin duda, hemos de valorar el contenido cristiano de esa postura de saber aceptar “el lado oscuro y doloroso” de la vida desde una actitud de fe, pero si queremos descubrir el sentido original de la llama da de Jesús, hemos de recordar con toda sencillez qué era “llevar la cruz”.
Llevar la cruz era un rito que pertenecía al ceremonial de la ejecución. El reo era obligado a atravesar la ciudad llevando la cruz y portando el “títulus” donde aparecía su delito. De esta manera aparecía como culpable ante la sociedad, excluido del pueblo, rechazado por todos.
Esta ha sido la verdadera cruz de Jesús. Verse rechazado por su mismo pueblo y aparecer como culpable ante la sociedad, precisamente por su fidelidad al Padre y su amor liberador a los hombres.
Sin menospreciar otros aspectos de la vida cristiana, los creyentes no deberíamos olvidar que el seguidor de Jesús ha de estar dispuesto a sufrir las reacciones, rechazos y condenas de su mismo pueblo, de sus amigos y hasta de sus familiares, provocados precisamente por su fidelidad a Dios y al evangelio.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
7 de septiembre de 1986

VOLVER A LO ESENCIAL

El que no renuncia a todos sus bienes…

Hay momentos en la vida de los pueblos y en nuestra propia vida individual en los que es más fácil escuchar la llamada a enraizarnos en lo esencial.
Muchos de nosotros estamos viviendo estos días un estado de ánimo en el que se entremezclan el mal sabor del retorno al trabajo diario y el desconcierto por la tragedia que ha inundado nuestra tierra.
Tal vez, más de uno ha sentido estos días la impotencia del ser humano y ha gritado en su corazón que el destino del hombre es demasiado difícil, demasiado triste e injusto.
Por otra parte, el regreso a la vida ordinaria de trabajo, problemas y preocupaciones nos recuerda de nuevo el riesgo de deshumanizarnos en medio de la actividad, el nerviosismo y el cansancio. Ya no somos los mismos que hace unos días.
Y es, precisamente, en la experiencia colectiva de la fragilidad humana y en la experiencia individual de la posible "alienación" en nuestro quehacer diario donde puede uno escuchar con más urgencia la llamada a vivir de lo esencial.
Lo importante es el hombre. Poner la «causa del hombre» por encima de estrechos objetivos partidistas y aprender a organizarlo todo buscando sinceramente el bien del hombre, de todo hombre y de todos los hombres.
Buscar solidariamente el bien del hombre por encima de teorías, estrategias, convencionalismos y siglas. Desenmascarar la insensatez de muchos de nuestros enfrentamientos y hacer converger más nuestros esfuerzos.
Por otra parte, metidos ya en la vida monótona de cada día, sabemos que lo decisivo no es lo que hacemos cada día, sino lo que ese trabajo hace de nosotros. De ahí que el modo  de vivir el trabajo diario sea tan importante o más que el trabajo mismo.
Necesitamos renunciar a todo lo que nos deshumaniza como pueblo y como individuos y volver a lo esencial, más allá de nuestras contradicciones.
En el evangelio de hoy escuchamos, los creyentes, esa llamada radical de Jesús que nos invita a la decisión tomada con lucidez y realismo.
Quizás llevamos mucho tiempo ya descaminados. Tal vez no sabemos cómo volver a ser humanos. Tenemos que partir con realismo de lo que somos. Aceptar nuestras contradicciones y luchar por superarlas desde una búsqueda sincera, humilde y confiada.
Los hombres y los pueblos valemos lo que valen nuestras decisiones. Pequeñas o grandes, son nuestras decisiones las que nos llevan a ser más humanos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1982-1983 – APRENDER A VIVIR
4 de septiembre de 1983

NUESTROS “IDOLOS” PRIVADOS

El que no renuncia a todos sus bienes…

Hay algo que resulta escandaloso e insoportable a quien se acerca a Jesús desde el clima de autonomía, autosuficiencia y afirmación personal del hombre del siglo veinte.
Jesús es radical a la hora de pedir una adhesión a su persona. El hombre debe saber subordinarlo todo al seguimiento incondicional a Jesús.
No se trata de un «consejo evangélico» para un grupo de cristianos selectos o una élite de esforzados seguidores. Es la condición indispensable de todo discípulo. Las palabras de Jesús son claras y rotundas. «El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío».
El hombre siente desde lo más hondo de su ser el anhelo de la libertad. La vida se nos ofrece con frecuencia como una verdadera lucha de los individuos y las comunidades por lograr su libertad y su independencia.
Y sin embargo, hay una experiencia que se sigue imponiendo generación tras generación. El hombre parece condenado a ser «esclavo de ídolos». Incapaces de satisfacernos a nosotros mismos, nos pasamos la vida entera buscando algo que responda a nuestras aspiraciones y deseos más fundamentales.
Cada uno buscamos un «dios», algo que nos parece esencial para vivir, algo que inconscientemente convertimos en lo esencial de nuestra vida. Algo que nos domina y se adueña de nosotros profundamente.
Paradójicamente, este hombre que busca ser libre, independiente y autónomo, no parece que pueda vivir sin entregarse a algún «ídolo» que oriente y determine decisivamente su conducta y su vida entera.
Estos «ídolos» son muy diversos. Dinero, salud, éxito, poder, prestigio, sexo, tranquilidad, felicidad a toda costa... Cada uno sabe el nombre de su «dios privado» al que damos culto y rendimos secretamente nuestro ser.
Por eso, cuando en un gesto de «ingenua libertad» hacemos algo «porque nos da la gana», debemos preguntarnos honradamente qué es lo que en aquel momento nos domina y a quién estamos obedeciendo en realidad.
La invitación de Jesús es provocativa. Sólo hay un camino para acercarnos a la libertad y sólo lo entienden los que se atreven a seguir a Jesús incondicionalmente: vivir en obediencia total a un Dios Padre, origen y centro de referencia de toda vida humana, y en servicio desinteresado a los hombres sentidos como hermanos.

José Antonio Pagola



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lunes, 22 de agosto de 2016

28-08-2016 - 22º domingo Tiempo ordinario (C)

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El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción". 
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

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22º domingo Tiempo ordinario (C)


EVANGELIO

Todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido.

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 14,1. 7-14

Entró Jesús un sábado en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso este ejemplo:
- Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro, y te dirá: «Cédele el puesto a éste». Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que cuando venga el que te convidó, te diga: «Amigo, sube más arriba». Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Y dijo al que lo había invitado:
- Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2015-2016 -
28 de agosto de 2016

SIN ESPERAR NADA A CAMBIO

Invita a los pobres.

Jesús está comiendo invitado por uno de los principales fariseos de la región. Lucas nos indica que los fariseos no dejan de espiarlo. Jesús, sin embargo, se siente libre para criticar a los invitados que buscan los primeros puestos e, incluso, para sugerir al que lo ha convidado a quiénes ha de invitar en adelante.
Es esta interpelación al anfitrión la que nos deja desconcertados. Con palabras claras y sencillas, Jesús le indica cómo ha de actuar: «No invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos». Pero, ¿hay algo más legítimo y natural que estrechar lazos con las personas que nos quieren bien? ¿No ha hecho Jesús lo mismo con Lázaro, Marta y María, sus amigos de Betania?
Al mismo tiempo, Jesús le señala en quiénes ha de pensar: «Invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos». Los pobres no tienen medios para corresponder a la invitación. De los lisiados, cojos y ciegos, nada se puede esperar. Por eso, no los invita nadie. ¿No es esto algo normal e inevitable?
Jesús no rechaza el amor familiar ni las relaciones amistosas. Lo que no acepta es que ellas sean siempre las relaciones prioritarias, privilegiadas y exclusivas. A los que entran en la dinámica del reino de Dios buscando un mundo más humano y fraterno, Jesús les recuerda que la acogida a los pobres y desamparados ha de ser anterior a las relaciones interesadas y los convencionalismos sociales.
¿Es posible vivir de manera desinteresada? ¿Se puede amar sin esperar nada a cambio? Estamos tan lejos del Espíritu de Jesús que, a veces, hasta la amistad y el amor familiar están mediatizados por el interés. No hemos de engañarnos. El camino de la gratuidad es casi siempre duro y difícil. Es necesario aprender cosas como éstas: dar sin esperar mucho, perdonar sin apenas exigir, ser más pacientes con las personas poco agradables, ayudar pensando sólo en el bien del otro.
Siempre es posible recortar un poco nuestros intereses, renunciar de vez en cuando a pequeñas ventajas, poner alegría en la vida del que vive necesitado, regalar algo de nuestro tiempo sin reservarlo siempre para nosotros, colaborar en pequeños servicios gratuitos.
Jesús se atreve a decir al fariseo que lo ha invitado: «Dichoso tú si no pueden pagarte». Esta bienaventuranza ha quedado tan olvidada que muchos cristianos no han oído hablar nunca de ella. Sin embargo, contiene un mensaje muy querido para Jesús: "Dichosos los que viven para los demás sin recibir recompensa. El Padre del cielo los recompensará".

José Antonio Pagola

HOMILIA

2012-2013 -
1 de septiembre de 2013

SIN EXCLUIR

Jesús asiste a un banquete invitado por “uno de los principales fariseos” de la región. Es una comida especial de sábado, preparada desde la víspera con todo esmero. Como es costumbre, los invitados son amigos del anfitrión, fariseos de gran prestigio, doctores de la ley, modelo de vida religiosa para todo el pueblo.
Al parecer, Jesús no se siente cómodo. Echa en falta a sus amigos los pobres. Aquellas gentes que encuentra mendigando por los caminos. Los que nunca son invitados por nadie. Los que no cuentan: excluidos de la convivencia, olvidados por la religión, despreciados por casi todos. Ellos son los que habitualmente se sientan a su mesa.
Antes de despedirse, Jesús se dirige al que lo ha invitado. No es para agradecerle el banquete, sino para sacudir su conciencia e invitarle a vivir con un estilo de vida menos convencional y más humano: “No invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes ni a los vecinos ricos porque corresponderán invitándote... Invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos”.
Una vez más, Jesús se esfuerza por humanizar la vida rompiendo, si hace falta, esquemas y criterios de actuación que nos pueden parecer muy respetables, pero que, en el fondo, están indicando nuestra resistencia a construir ese mundo mas humano y fraterno, querido por Dios.
De ordinario, vivimos instalados en un círculo de relaciones familiares, sociales, políticas o religiosas con las que nos ayudamos mutuamente a cuidar de nuestros intereses dejando fuera a quienes nada nos pueden aportar. Invitamos a nuestra vida a los que, a su vez, nos pueden invitar. Eso es todo.
Esclavos de unas relaciones interesadas, no somos conscientes de que nuestro bienestar solo se sostiene excluyendo a quienes más necesitan de nuestra solidaridad gratuita, sencillamente, para poder vivir. Hemos de escuchar los gritos evangélicos del Papa Francisco en la pequeña isla de Lampedusa: “La cultura del bienestar nos hace insensibles a los gritos de los demás”. “Hemos caído en la globalización de la indiferencia”. “Hemos perdido el sentido de la responsabilidad”.
Los seguidores de Jesús hemos de recordar que abrir caminos al Reino de Dios no consiste en construir una sociedad más religiosa o en promover un sistema político alternativo a otros también posibles, sino, ante todo, en generar y desarrollar unas relaciones más humanas que hagan posible unas condiciones de vida digna para todos empezando por los últimos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
29 de agosto de 2010

SIN ESPERAR NADA A CAMBIO

(Ver homilía del ciclo C - 2015-2016)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
2 de septiembre de 2007

FUE LA OPCIÓN DE JESÚS

Cuando des un banquete, invita a pobres.

En los años posteriores al Concilio se hablaba mucho de la «opción preferencial por los pobres». La teología de la liberación estaba viva. Se percibía una nueva sensibilidad en la Iglesia. Parecía que los cristianos queríamos escuchar de verdad la llamada del Evangelio a vivir al servicio de los más desheredados del mundo.
Desgraciadamente, las cosas han ido cambiando. Algunos piensan que la «opción por los pobres» es un lenguaje peligroso inventado por los teólogos de la liberación y condenado justamente por Roma. No es así. La opción preferencial por los pobres es una consigna que le salió desde muy dentro a Jesús.
Según Lucas, éstas fueron sus palabras: Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedaras pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; ya te pagarán cuando resuciten los justos.
¿Se pueden tomar en serio estas palabras provocativas de Jesús? ¿Lo dice en serio o es una manera de impactar a sus oyentes? Jesús habla de invitar a los excluidos, marginados y desamparados. Son precisamente los desdichados a los que él se está dedicando en cuerpo y alma por las aldeas de Galilea.
Sabe bien que esto no es lo habitual. Los «pobres» no tienen medios para corresponder con cierta dignidad. Los lisiados, cojos y ciegos sencillamente no pueden. En Qumrán son precisamente los que están excluidos de la comida comunitaria.
Jesús habla en serio. Lo prioritario para quien sigue de cerca a Jesús no es privilegiar la relación con los ricos, ni atender las obligaciones familiares o los convencionalismos sociales, olvidando a los pobres. Quien escucha el corazón de Dios, comienza a privilegiar en su vida a los más necesitados.
Una vez de escuchar de labios de Jesús su opción preferencial por los pobres, no es posible evitar nuestra responsabilidad. En su Iglesia hemos de tomar una decisión: o no la tenemos en cuenta para nada, o buscamos seriamente cómo darle una aplicación generosa.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
22 de agosto de 2004

OPTAR POR LOS POBRES

Invita a los pobres.

Hace unos años era frecuente entre los cristianos hablar de «opción preferencial por los pobres». La teología de la liberación estaba viva. Se percibía una nueva sensibilidad en la Iglesia. Parecía que los cristianos queríamos escuchar en serio el «Evangelio de los pobres». ¿Qué ha sido de esta llamada del Espíritu?
La «opción por los pobres» no es de ahora. Es una invitación desconcertante de Jesús a vivir atentos a su necesidad y sufrimientos: «Cuando des una comida, no invites a tus amigos ni a tus vecinos ricos...; invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos». Dios ama a todos, sin excluir a nadie, pero en su corazón de Padre, ocupan un lugar preferente los que no tienen sitio entre los hombres.
Optar por los pobres es saber mirarlos de manera especial. No andar por la vida con mirada distraída. Fijarnos en los pequeños, los humillados, los que sobran. Pensar en ellos, estar atentos a esa pobreza inmensa, creciente, vergonzosa de tantos pueblos hundidos en el hambre y la miseria.
Es muy importante mirar la vida desde los pobres. Lo que vemos depende de dónde nos coloquemos. No es lo mismo mirar el mundo desde arriba, desde los intereses de nuestro pueblo o las preocupaciones de nuestra Iglesia, que mirarlo desde abajo, desde las necesidades y sufrimientos de los que no tienen pan ni dignidad.
Es importante también saber escuchar sus gritos de protesta o sus gemidos. Si nadie los escucha, los pobres «desaparecen» y «se evaporan». ¿Quién va a pensar en ellos, por ejemplo, durante las vacaciones de verano, cuando toda Europa se relaja, se divierte y disfruta de su bienestar? Alguien tiene que escuchar su sufrimiento y gritarlo con fuerza en el interior de la Iglesia y de la sociedad.
Cada uno hemos de preguntarnos qué podemos hacer, cómo concretar nuestra responsabilidad, cómo defender la causa de los últimos, cómo concienciarnos más, cómo hacer valer los derechos de los débiles, cómo compartir más lo que tenemos. Podemos engañarnos de muchas maneras, pero todo es inútil. No se puede seguir a Jesús sin optar de manera preferente por los pobres.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
2 de septiembre de 2001

LO CONTRARIO

Invita a los pobres.

Hace algunos años, CH. Lasch sacudió la conciencia de la sociedad norteamericana con su obra «La cultura del narcisismo» (1979). Lasch no ve en el individualismo actual aquel movimiento que, en su origen, buscaba salvar la autonomía de la persona del poder invasor del Estado desarrollando la fuerza de la voluntad y la razón del individuo. El individualismo de hoy no es autoafirmación, sino pérdida de identidad, vacío interior y empobrecimiento. Basta tomar nota de algunos de sus rasgos.
La personalidad narcisista centra al individuo sobre sí mismo. La meta casi única es el propio bienestar y el equilibrio emocional. Fuera problemas. Lo importante es vivir en paz y tranquilo evitando lo que pueda complicarnos las cosas.
En consecuencia, se vive a distancia de aquello que pueda comprometer. No se toma en serio lo que puede significar exigencia y esfuerzo comprometido. Se habla de derechos, no de obligaciones. El individuo defiende por encima de todo su interés personal.
El resultado es empobrecedor. La persona no crece ni despliega sus posibilidades. Busca seguridad y bienestar. Toda su identidad consiste en vivir cómodamente en cada momento. Todo vale con tal de vivir bien: creencias de todo tipo, religión a la carta, ética de conveniencia. Los problemas personales se hipertrofian. El individuo cae en la apatía e indiferencia ante los sufrimientos ajenos.
El evangelio invita a orientar la vida de otra manera. Se cita una frase sorprendente de Jesús: «Hay más alegría en dar que en recibir». Sin duda, es una frase absolutamente contracultural, pero la experiencia muestra que es verdad para aquel que tenga un espíritu suficientemente humano. Más contrarias aún al espíritu de los tiempos son las palabras recogidas por el evangelio de Lucas: «Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos: dichoso tú porque no pueden pagarte».
Tenemos miedo a la verdadera felicidad porque creemos que ésta se encuentra sólo en el placer y no en la entrega generosa. Sin embargo, la sabiduría de ser feliz supone la libertad de desprenderse. Hay una dicha que sólo conoce quien sabe dar sin recibir nada a cambio, amar a fondo perdido. Todo lo contrario de lo que se nos enseña, pero todo ello profundamente humano y gratificante. Cada uno ha de elegir su camino.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
30 de agosto de 1998

AUNQUE NO SEA RENTABLE

Dichoso tú porque no pueden pagarte.

La tierra pertenece a todos sus habitantes, pero no todos pueden disfrutar de ella. No es la «Humanidad» quien tiene los bienes de la creación en sus manos, sino unos pocos que los acaparan para su exclusivo interés. No es necesario aportar muchas cifras. Basta un dato estremecedor. Cada día mueren de hambre en el mundo unas 30.000 personas. Mientras nosotros disfrutamos de las vacaciones, han muerto en agosto cerca de un millón.
Nunca hemos tenido tantos recursos, nunca hemos tenido tantos cauces de comunicación, pero nunca hemos tenido tantos pobres y tanta hambre en el mundo. Somos la primera generación en la historia de la Humanidad que tiene capacidad y medios para acabar con el hambre, pero a la que falta la voluntad para hacerlo. Podemos, pero no queremos.
Hasta la década de los ochenta, el hambre era atribuido a catástrofes climáticas, crecimiento demográfico o retraso en las técnicas agrícolas. Hoy no es así. La causa del hambre es la injusticia e insolidaridad que existe entre los hombres. No hay falta de alimentos. El hambre se debe a que hay pueblos y colectivos que no tienen acceso a ellos porque nadie les ayuda a producirlos o adquirirlos.
Los países ricos no encuentran rentable invertir en los países pobres del Sur. Las grandes multinacionales buscan su propio interés. Después de tantas declaraciones y programas, la verdad cruda es ésta: la transferencia neta de recursos es de unos 500.000 millones de dólares al año, pero del Sur al Norte. (No se trata de una errata: los recursos se desplazan del hemisferio empobrecido al hemisferio rico).
Mientras tanto, van desapareciendo de nuestro lenguaje conceptos como «bien común» o «función social de los bienes». Incluso, el concepto de «necesidad» es sustituido por el de «demanda». Al Mercado no le interesan las necesidades de los pobres, sino las demandas de quienes tienen «poder adquisitivo»
El Evangelio es una llamada a cambiar de rumbo. Hay que «invitar a nuestro banquete al pobre que no nos podrá pagar». Hay que buscar el bien de quien sufre aunque no sea rentable para nuestro bienestar egoísta. Esto es lo que salva y libera al ser humano.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
3 de septiembre de 1995

NO TODO VA A SER EXIGIR

No pueden pagarte.

Uno de los rasgos más positivos de la sociedad actual es la sensibilidad ante los derechos de la persona. Los individuos conocen y exigen con firmeza sus derechos. Se siguen cometiendo abusos e injusticias múltiples, pero cada vez es más lúcida y firme la reacción social.
Esto que, sin duda, significa un notable progreso nos ha vuelto a todos mucho más propensos a la reivindicación. Hay personas que sólo saben exigir. Se fomenta el espíritu reivindicativo de tal forma que, como ha dicho Juan María Uriarte en una preciosa Carta Pastoral sobre la misericordia, «exigir se convierte.., en una forma privilegiada de relacionarnos con los demás».
Los hijos exigen a sus padres y éstos a sus hijos. Los ciudadanos exigen a las autoridades y las autoridades exigen a la sociedad. Las empresas exigen a sus trabajadores y éstos a sus empresas. Los fieles exigen a la jerarquía eclesiástica y la jerarquía exige a los fieles. Corremos el riesgo de pensar que «exigir» es la forma más noble de vivir.
Sin duda, hay que saber exigir aquello a lo que tenemos derecho. Pero no es justo que olvidemos exigirnos también a nosotros mismos. Y, sobre todo, no es humano vivir tan obsesionados por exigir que nos olvidemos de dar. Sería un retroceso que el espíritu reivindicativo ahogara nuestra capacidad de ofrecer ayuda a quien la necesita más que nosotros.
No somos individuos aislados, luchando cada uno por lo suyo. Estamos vinculados unos a otros; formamos parte de la misma familia humana. La sensibilidad hacia nuestros derechos no nos ha de impedir escuchar el drama de los que sufren marginación y abandono. Es legítimo mirar por los propios intereses. Pero es empobrecedor quedar confinado en ellos.
Hemos de escuchar la interpelación evangélica: «Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Y dichoso tú porque no pueden pagarte. » En la vida no todo es exigir o reivindicar derechos. También hay que saber dar, socorrer, ayudar sin esperar recompensa.
Se ha dicho que «los marginados de la sociedad y del Tercer Mundo han sido “redescubiertos” por la comunidad cristiana en los últimos quince alios». Es cierto. Se percibe una sensibilidad nueva, abnegada y creativa. Está creciendo el voluntariado. Hay cada vez más preocupación por los toxicómanos, los ancianos, los pueblos pobres de África y de América Latina.
Esta conciencia no es sólo fruto de un deseo de justicia. No se trata sólo de exigir los derechos de los indefensos. Es también dar y darse gratuitamente. Acercarse a sus necesidades, sentir su drama, ponerse a su servicio. Dichosos también hoy los que saben hacerlo sin esperar recompensa.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
30 de agosto de 1992

¿HACIA UNA EUROPA INHUMANA?

Dichoso tú, porque no pueden pagarte.

La consolidación de Europa se está llevando a cabo con la afirmación de una conciencia europea en cuyo interior es fácil detectar algunas líneas de fuerza que nos llevarán en una dirección muy alejada del espíritu que animaba a sus primeros impulsores.
Europa se está construyendo desde la decisión unánime de incrementar aceleradamente su desarrollo y su potencial económico para emerger como un gran mercado internacional con pretensiones de beneficiarse de un imperialismo comercial.
Por otra parte, Europa tiene hoy como eje principal de su sistema la promoción de un individualismo hedonista desde el que se busca exclusivamente el disfrute de los propios derechos, mientras se van olvidando las grandes responsabilidades colectivas de la sociedad.
Es patente también un laicismo expansivo y militante que reacciona fuertemente contra las Iglesias cristianas. En nombre del respeto a la libertad religiosa, Dios es silenciado y la dimensión religiosa del hombre queda prácticamente atrofiada.
No es fácil criticar estos vectores de la conciencia europea, pues constituyen hoy la cultura del «progresismo europeo», palabra mágica con la que se puede descalificar a quien ofrezca alguna resistencia o plantee alternativas diferentes. Y, sin embargo, es cada vez más claro el riesgo de una Europa inhumana.
Una Europa centrada en su propio desarrollo puede convertirse en un peligro no sólo para el Tercer Mundo, sino también para la Europa del Este. Y puede ir generando cada vez más en su propio interior ese Cuarto Mundo de marginados y desempleados, abocado a la desintegración social y humana.
Una Europa promotora de hedonismo materialista tiende a pervertir el contenido mismo de los derechos humanos. Banalizando el valor de la familia y del matrimonio estable, despreciando la vida humana desde una postura cada vez más permisiva frente al aborto y la eutanasia, Europa se está derrotando a sí misma.
Por último, una Europa laicista y agnóstica, olvidada de Dios, puede también olvidar peligrosamente el sentido de la vida y de la muerte. El abandono de Dios la puede privar de la fuerza más importante para generar un estilo de vida lleno de humanidad y esperanza.
Europa está necesitada de un nuevo espíritu y una nueva conciencia que la liberen del egoísmo colectivo y la orienten hacia la solidaridad con los más necesitados.
Para ello, Europa ha de estar más atenta a las víctimas que puede producir y está ya produciendo. Y ha de aprender a compartir su riqueza, no con los poderosos de la Tierra, sino con esos «pobres» de los que habla Cristo, que ni siquiera pueden «corresponder», pues se hallan hundidos en la miseria. Europa ha de escuchar la voz de ese Dios que sigue preguntando: «¿Dónde está tu hermano?»

José Antonio Pagola

HOMILIA

1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
3 de septiembre de 1989

GRATIS

Dichoso tú si no pueden pagarte.

Hay una “bienaventuranza” de Jesús perdida en el evangelio y de la que siempre hemos hablado poco los cristianos: “Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Dichoso tú si no pueden pagarte.”
En realidad, se nos hace difícil entender estas palabras porque el lenguaje de la gratuidad nos resulta extraño e incomprensible.
Estamos olvidando lo que es vivir gratuitamente y no acertamos ya ni a dar ni a darnos. Hemos construido una sociedad donde predomina el intercambio, el provecho y el interés.
En nuestra “civilización del poseer» casi nada hay gratuito. Todo se intercambia, se presta, se debe o se exige. Nadie cree que “es mejor dar que recibir» (Act. 20, 35). Sólo sabemos prestar servicios remunerados y “cobrar intereses” de diversas maneras por todo lo que hacemos a lo largo de los días.
Sin embargo, los momentos m intensos y culminantes de nuestra vida son los que sabemos vivir en la gratuidad. Sólo en la entrega gratuita y desinteresada se puede saborear el verdadero amor, el gozo, la solidaridad, la confianza mutua.
Dice San Gregorio Nacianzeno que “Dios ha hecho al hombre, cantor de su irradiación” y, ciertamente, nunca el hombre es tan humano como cuando sabe reflejar en su ser y en su actuar el amor gratuito y desinteresado a las personas y las criaturas todas.
Pero, ¿se puede vivir de manera “desinteresada” hoy en día entre nosotros? No hemos de engañarnos. El camino de la gratuidad es duro, difícil y a veces agotador. Es necesario un esfuerzo constante para amar con paciencia, dar sin correspondencia, acoger sin condiciones, perdonar sin exigencias.
Pero es posible recortar un poco nuestros intereses, renunciar a pequeñas ventajas, aprender a perder para poner alegría en la vida de los necesitados, regalar un poco de nuestro tiempo sin reservarlo siempre para nosotros, comprometerse en pequeños servicios gratuitos.
Pero, tal vez, todo esto es posible cuando se sabe que uno mismo es regalo inmerecido del amor de Dios y que, en definitiva, en la vida “el que pierde gana» como decía Ch. Peguy.
Acostumbrados a correr detrás de toda clase de goces y satisfacciones, ¿nos atreveremos a saborear la dicha oculta pero auténtica que se encierra en la entrega gratuita al que nos necesita?

José Antonio Pagola

HOMILIA

1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
31 de agosto de 1986

INVITAR A POBRES

Cuando des un banquete.

Jesús vivió un estilo de vida diferente. Quien quiere seguirlo con sinceridad, se siente invitado a vivir de manera nueva y revolucionaria, en contradicción con el modo «normal» de comportarse que observamos a nuestro alrededor.
¿Cómo no sentirse desconcertado e interpelado cuando se escuchan estas palabras enormemente claras y sencillas? «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos, porque corresponderán invitándote y quedarás pagado... Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos».
Se nos invita a actuar desde una actitud de gratuidad y de comunión con el pobre, opuesta totalmente a la lógica de quien busca acumular, aprovecharse y excluir a los demás de la propia riqueza.
Se nos llama a compartir nuestros bienes gratis, sin seguir la lógica de quien busca siempre cobrar las deudas, aun a costa de humillar a ese pobre «que siempre está en deuda frente al sistema que lo exprime» (H. Echegaray).
Jesús piensa en unas relaciones humanas basadas en un nuevo espíritu de libertad, gratuidad y amor. Un espíritu que está en contradicción con la práctica y el comportamiento normal del sistema.
Unas relaciones propias de una humanidad nueva, germen de una comunidad diferente a esta sociedad que siembra la muerte y desprecia al pobre.
De esta manera, los creyentes debemos sentirnos llamados a prolongar la actuación de Jesús, aunque sea en gestos muy modestos y humildes.
Esta es nuestra misión evangelizadora. Dinamizar la historia desde ese espíritu revolucionario de Jesús. Contradecir la lógica de la codicia y la acumulación egoísta. Romper con nuestro comportamiento esa escala de valores que nos está deshumanizando a todos.
Quizás, no lograremos cambios espectaculares y, menos, de manera inmediata. Pero, con nuestra actuación solidaria, gratuita y fraterna, criticaremos el comportamiento social actual como algo caduco y llamado a desaparecer, y anunciaremos así el hombre nuevo que nacerá un día en la plenitud del Reino.
El que sigue de cerca a Jesús sabe que su actuación resulta absurda, incómoda e intolerable para la «lógica» de la mayoría. Pero sabe también que con su actuar está apuntando a la salvación definitiva, cuando, por fin, el hombre podrá ser humano.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1982-1983 – APRENDER A VIVIR
28 de agosto de 1983

EL AMOR GRATUITO

Invita a los pobres.

Vivimos en una sociedad en donde prácticamente todo se compra y se paga. El trabajo, los servicios, la enseñanza, el deporte, el ocio…
Nuestra sociedad produce con frecuencia un tipo de hombre egoísta, insolidario, consumista, de corazón pequeño y horizonte estrecho, incapaz de amar con auténtica generosidad.
Es difícil en nuestra sociedad ver gestos verdaderamente desinteresados y gratuitos. Con frecuencia, hasta la amistad y el amor aparecen directa o indirectamente mediatizados por el interés y el egoísmo.
Por eso resulta duro a nuestros oídos escuchar la invitación desconcertante de Jesús: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado. Cuando des una comida, invita a los pobres …”
Jesús no critica la amistad, las relaciones familiares ni el amor gozosamente correspondido. Pero nos invita a reflexionar sobre la verdad última de nuestra conducta.
Amar al que nos ama, ser amable con el que lo es con nosotros, puede ser todavía el comportamiento normal de un hombre egoísta en donde el propio interés sigue siendo el criterio principal de nuestras preferencias y de nuestra predilección.
Sería una equivocación creer que uno sabe amar de verdad y con generosidad por el simple hecho de vivir en armonía y saber desenvolverse con facilidad en el círculo de sus amistades y en las relaciones familiares. También el hombre egoísta “ama” mucho a quienes le aman mucho.
Saber amar no es simplemente saber tratar debidamente a aquél al que me liga una amistad, una simpatía o una relación social. Saber amar es no pasar de largo ante nadie que me necesite cerca.
Jesús pensaba en una sociedad en la que cada uno se sintiera servidor de los más necesitados. Una sociedad muy distinta de la actual, en la que los hombres aprendiéramos a mar no a quien mejor nos paga sino a quién más nos necesita.
Es bueno preguntarnos con sinceridad qué buscamos cuando nos acercamos a los demás. ¿Buscamos dar o buscamos recibir? Solo ama el que es capaz de comprender aquellas palabras de Jesús “Hay más felicidad en dar que en recibir”.

José Antonio Pagola



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