sábado, 27 de diciembre de 2014

01/01/2015 - Santa María, Madre de Dios (B)

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El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción". 
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

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Santa María, Madre de Dios (B)


EVANGELIO

Encontraron a María y a José, y al niño. A los ocho días, le pusieron por nombre Jesús.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2,16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.
Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2014-2015 -
1 de enero de 2015

LA MADRE NOS ACOMPAÑA

Encontraron a María y a José con el niño.

Se dice que los cristianos de hoy vibramos menos ante la figura de María que los creyentes de otras épocas. Quizás somos víctimas inconscientes de muchos recelos y sospechas ante deformaciones habidas en la piedad mariana.
A veces, se había insistido de manera excesivamente unilateral en la función protectora de María, la Madre que ampara a sus hijos e hijas de todos los males, sin convertirlos a una vida más evangélica.
Otras veces, algunos tipos de devoción mariana no han sabido exaltar a María como madre sin crear una dependencia insana de una «madre idealizada» y fomentar una inmadurez y un infantilismo religioso.
Quizás, esta misma idealización de María como «la mujer única» ha podido alimentar un cierto menosprecio a la mujer real y ser un refuerzo más del dominio masculino. Al menos, no deberíamos desatender ligeramente estos reproches que, desde frentes diversos, se nos hace a los católicos.
Pero sería lamentable que los católicos empobreciéramos nuestra vida religiosa olvidando el regalo que María puede significar para los creyentes.
Una piedad mariana bien entendida no encierra a nadie en el infantilismo, sino que asegura en nuestra vida de fe la presencia enriquecedora de lo femenino. El mismo Dios ha querido encarnarse en el seno de una mujer. Desde entonces, podemos decir que «lo femenino es camino hacia Dios y de Dios» (L. Boff).
La humanidad necesita siempre de esa riqueza que asociamos a lo femenino porque, aunque también se da en el varón, se condensa de manera especial en la mujer: intimidad, acogida, solicitud, cariño, ternura, entrega al misterio, gestación, donación de vida.
Siempre que marginamos a María de nuestra vida, empobrecemos nuestra fe. Y siempre que despreciamos lo femenino, nos cerramos a cauces posibles de acercamiento a ese Dios que se nos ha ofrecido en los brazos de una madre.
Comenzamos el año celebrando la fiesta de Santa María Madre de Dios. Su fidelidad y entrega a la palabra de Dios, su identificación con los pequeños, su adhesión a las opciones de su Hijo Jesús, su presencia servidora en la Iglesia naciente y, antes que nada, su servicio de Madre del Salvador hacen de ella la Madre de nuestra fe y de nuestra esperanza.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2011-2012 -
1 de enero de 2012

HOY

Lucas concluye su relato del nacimiento de Jesús indicando a los lectores que «María guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón». No conserva lo sucedido como un recuerdo del pasado, sino como una experiencia que actualizará y revivirá a lo largo de su vida.
No es una observación gratuita. María es modelo de fe. Según este evangelista, creer en Jesús Salvador no es recordar acontecimientos de otros tiempos, sino experimentar hoy su fuerza salvadora, capaz de hacer más humana nuestra vida.
Por eso, Lucas utiliza un recurso literario muy original. Jesús no pertenece al pasado. Intencionadamente va repitiendo que la salvación de Jesús resucitado se nos está ofreciendo "HOY", ahora mismo, siempre que nos encontramos con él. Veamos algunos ejemplos.
Así se nos anuncia el nacimiento de Jesús: "Os ha nacido hoy en la ciudad de David un Salvador". Hoy puede nacer Jesús para nosotros. Hoy puede entrar en nuestra vida y cambiarla para siempre. Con él podemos nacer a una existencia nueva.
En una aldea de Galilea traen ante Jesús a un paralítico. Jesús se conmueve al verlo bloqueado por su pecado y lo sana ofreciéndole el perdón: "Tus pecados quedan perdonados". La gente reacciona alabando a Dios: "Hoy hemos visto cosas admirables". También nosotros podemos experimentar hoy el perdón, la paz de Dios y la alegría interior si nos dejamos sanar por Jesús.
En la ciudad de Jericó, Jesús se aloja en casa de Zaqueo, rico y poderoso recaudador de impuestos. El encuentro con Jesús lo transforma: devolverá lo robado a tanta gente y compartirá sus bienes con los pobres. Jesús le dice: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa". Si dejamos entrar a Jesús en nuestra vida, hoy mismo podemos empezar una vida más digna, fraterna y solidaria.
Jesús está agonizando en la cruz en medio de dos malhechores. Uno de ellos se confía a Jesús: "Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu reino". Jesús reacciona inmediatamente: "Hoy estarás conmigo en el paraíso". También el día de nuestra muerte será un día de salvación. Por fin escucharemos de Jesús esas palabras tan esperadas: descansa, confía en mí, hoy estarás conmigo para siempre.
Hoy comenzamos un año nuevo. Pero, ¿qué puede ser para nosotros algo realmente nuevo y bueno? ¿Quién hará nacer en nosotros una alegría nueva? ¿Qué psicólogo nos enseñará a ser más humanos? De poco sirven los buenos deseos. Lo decisivo es estar más atentos a lo mejor que se despierta en nosotros. La salvación se nos ofrece cada día. No hay que esperar a nada. Hoy mismo puede ser para mí un día de salvación.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2008-2009 -
1 de enero de 2009

HORAS IMPORTANTES

Desconocemos lo que nos espera en el nuevo año. No sabemos siquiera si lo terminaremos. Nadie lo sabe. Así caminamos los humanos a través del tiempo. Es normal que broten de nosotros preguntas inquietantes: ¿qué nos traerá el nuevo año?, ¿con qué me iré encontrando a lo largo de los días?, ¿tendré suerte?, ¿me irá mal?
Tal vez, no son éstas las preguntas más importantes pues la vida no nos la hacen desde fuera. También nos podemos preguntar: ¿cómo viviré yo este año?, ¿en qué puedo crecer?, ¿en qué me puedo estropear?, ¿me renovaré interiormente o envejeceré?, ¿será un año lleno de vida?, ¿será vacío y rutinario?
No todas las horas del nuevo año serán iguales. Habrá momentos importantes y momentos que apenas dejarán huella en nosotros. A veces, experiencias que no parecen dignas de ser registradas en un diario, pueden tener gran significado en nuestra vida. Quiero recordar algunas.
Si en algún momento de este año soy capaz de renunciar al egoísmo en el que normalmente vivo atrincherado y me decido a hacer algún gesto de bondad sin buscar contrapartidas ni exigir reconocimiento, habrá sido una hora importante.
Si en alguna circunstancia me olvido de otros intereses y actuó simplemente por honestidad, aunque sé que voy a quedar ante muchos como un imbécil, será una hora importante pues habré recuperado mi dignidad.
Si un día de este nuevo año, decido por fin pararme a reflexionar para poner más verdad en mi vida, escuchando la voz íntima de mi verdad en mi vida, escuchando la voz íntima de conciencia, habrá sido una hora muy importante.
Si en algún momento renuncio a excusarme como acostumbro, escucho la crítica de quienes me conocen bien, y hago un esfuerzo por corregir mi vida de defectos y miserias que no aceptaría en los demás, será una hora importante pues empezaré a cambiar.
Si un día, en vez de rezar como siempre de manera rutinaria y aburrida, me olvido de pronunciar palabras y me quedo en silencio ante Dios despertando en mi corazón la confianza y el agradecimiento, será una hora muy importante en la historia de mi fe.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
1 de enero de 2006

LA MADRE NOS ACOMPAÑA

(ver homilía del 01/01/2015)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2002-2003 – REACCIONAR
1 de enero de 2003

CAMBIAR

Al cumplirse ocho días.

Tampoco este año cambiaremos mucho. En el calendario será un año nuevo. Nunca lo habíamos vivido con anterioridad. Pero nuestra vida será parecida pues seguiremos cometiendo los mismos errores. ¿Se puede hacer algo para aprender a vivir de manera diferente?
No hemos de buscar enseguida grandes cambios. No estamos preparados. La verdadera transformación se va dando en nosotros poco a poco, casi sin damos cuenta. No hay soluciones rápidas a nuestros problemas. Lo primero es escuchar despacio las preguntas que llevamos dentro: ¿qué deseo exactamente?, ¿qué busco?, ¿hacia dónde quiero caminar? Hemos de amar y ser pacientes con «lo que está sin resolver en nuestro corazón». Lo decía el poeta Rilke.
Este año nos pasará seguramente lo de siempre. Seremos víctimas fáciles de los acontecimientos. Nuestro estado de ánimo y nuestro comportamiento dependerán de lo que nos vaya ocurriendo. Si no vivimos en atención vigilante, nuestra vida será una secuencia de reacciones mecánicas, que no nacen del centro de nuestro ser. Sólo la vigilancia interior cambia nuestra mente y nuestro corazón. Sólo desde dentro se aprende a ser mejor.
También este año habrá acontecimientos, personas y situaciones que romperán nuestros planes y proyectos provocando en nosotros rabia, frustración, tristeza profunda o sensación de impotencia. No lo podemos evitar. Lo viviremos como «desgracia» o «mala suerte», pero pueden ser momentos privilegiados para conocemos mejor, aprender a reaccionar y, sobre todo, descubrir fuentes más profundas para vivir.
Ése puede ser precisamente nuestro verdadero problema: no tener fuerzas para cambiar. ¿Quién me puede ayudar a transformar mi corazón? ¿Qué sicólogo me enseñará a ser más humano cada día? ¿Quién me indicará la fuente de la verdadera alegría?
La fe no es una receta para vivir, pero la experiencia de un Dios cercano y el seguimiento evangélico al Maestro de Galilea ofrecen una luz y una fuerza dificiles de encontrar en otra parte. Este año será nuevo si aprendo a comunicarme de manera nueva y más honda con Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1999-2000 – COMO ACERTAR
1 de enero de 2000

AÑO NUEVO

Al cumplirse los ocho días.

No es fácil comenzar un año nuevo. Lo desconocido inquieta, no sabemos lo que nos traerá. Por eso lo festejamos de manera ruidosa: ya no es sólo la cena de Nochevieja y las ofertas especiales de las cadenas televisivas; son cada vez más los que comienzan el año echando cohetes o haciendo explotar petardos. También los antiguos romanos metían ruido para ahuyentar los malos espíritus al inicio del año. Pero se puede comenzar el año en silencio. Es, sin duda, la manera más lúcida de adentramos en el misterio de ese tiempo que no podemos detener y que constituye nuestra vida.
No es difícil recordar el año que se va: hemos vivido alegrías y sinsabores; hemos hecho cosas buenas y hemos cometido errores; nos hemos encontrado con personas nuevas; hemos amado y sufrido; algo ha crecido en mí y algo se ha apagado. Esa es mi verdad, ése soy yo. Si en algún rincón de mi alma sigue viva una pequeña fe, puedo agradecer, pedir perdón y confiar en ese Misterio que los creyentes llaman Dios.
Llega ahora un año nuevo. Lo nuevo no sólo inquieta, también tiene su atractivo. Lo nuevo es algo intacto, inédito, lleno de posibilidades: produce un placer especial conducir un coche nuevo, escuchar por primera vez un compacto, estrenar una prenda de vestir. Pero, ¿qué puede haber de realmente nuevo en el año que comienza? Tal vez, lo que más novedad puede introducir en nuestra vida es nuestra manera nueva de vivirla.
¿Puedo ser yo un «hombre nuevo», una «mujer diferente»? ¿Se pueden despertar en mí ideas y sentimientos nuevos? ¿Puedo recorrer caminos no transitados, encontrar gestos nuevos, amar con nueva ternura, acercarme a Dios con corazón renovado? No hace falta que lo cambie todo. En realidad, lo nuevo está ya en germen dentro de mí. Lo importante es que viva atento a lo mejor que hay en mi corazón acogiendo aquello que me puede hacer crecer.
Por eso, es bueno que nos deseemos mutuamente un Año Nuevo feliz, pero es mejor todavía que nos preguntemos: ¿qué deseo realmente para mí?, ¿qué es lo que necesito?, ¿qué busco?, ¿qué sería para mí algo realmente nuevo y bueno en este año que comienza?

José Antonio Pagola

HOMILIA

1996-1997 – DESPERTAR LA FE
1 de enero de 1997

AÑO 2000

Al cumplirse los ocho días.

Hemos dejado atrás un año más y nos disponemos a comenzar otro nuevo. Esta vez, un año mágico: el dos mil. El cambio de los cuatro dígitos es, sin duda, un hecho trivial en sí mismo, pero parece que nos lleva a tomar conciencia más viva del paso del tiempo, esa curiosa realidad que, como decía san Agustín, todos conocemos mientras no nos preguntan por ella.
En realidad, nuestro calendario no es otra cosa que la medida de las rotaciones de la tierra. En veinticuatro horas gira la tierra en torno a sí misma, y en trescientos sesenta y cinco días en torno al sol. El día y el año no son, en definitiva, sino medidas puramente mecánicas. No es extraño que la civilización griega considerara el tiempo como una marcha circular que se repite siempre de nuevo. La tierra va realizando su carrera sin tener en cuenta los sufrimientos o las esperanzas de los hombres y mujeres que viven sobre ella.
Sólo la fe transforma la comprensión del tiempo y le da un sentido nuevo. El comienzo cristiano del año con la celebración de la Navidad es algo totalmente distinto del inicio del año civil del calendario. Es comenzar un nuevo paso hacia la eternidad de Dios apoyados en la fe en su Hijo encarnado entre nosotros.
En cualquier caso, es un momento oportuno para la reflexión. Muchas cosas que nos preocupaban y angustiaban ya han pasado. Tal vez no tenían la importancia que les habíamos atribuido. También lo que ahora nos agobia pasará. Con el año viejo se van no sólo las experiencias duras, sino también las horas hermosas y gozosas. Todo pasa. Nada permanece. Cuanto más avanzamos en edad mejor percibimos el paso inexorable del tiempo.
Pero comenzamos un año nuevo. Dice H. Hesse que «en cada comienzo hay algo maravilloso que nos ayuda a vivir y nos protege». Qué verdad se encierra en estas palabras cuando uno mira todo comienzo con ojos de fe. De nuevo se nos regala un tiempo lleno de posibilidades intactas. ¿Cómo será el nuevo año? ¿Aprenderemos a distinguir lo esencial de lo secundario? Tendremos tiempo para trabajar y para divertirnos, para sufrir y para disfrutar; ¿tendremos tiempo para crecer como personas y como creyentes?
Tendremos tiempo para nuestras cosas, nuestros «hobbies» y nuestros amigos; ¿tendremos tiempo para ser nosotros mismos?; ¿tendremos tiempo para Dios? Una cosa es segura, ese Dios olvidado y arrinconado tantas veces a lo largo del año, «tendrá tiempo» para nosotros, todo su tiempo, pues nos acompañará con amor día a día.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
1 de enero de 1994

CON FECHA DE CADUCIDAD

… meditándolas en su corazón.

No lo puedo evitar. En cuanto las grandes cadenas de televisión ponen en marcha sus programas especiales de fin de año, me viene a la memoria lo que escribía a comienzos de siglo el célebre filósofo alemán Max Scheler: «Cuanto más abigarrado, alegre, ruidoso y atractivo se hace el entorno, tanto más triste es, por lo común, el interior del hombre. Cosas muy alegres, contempladas por hombres muy tristes, que no saben qué hacer con ellas; tal es el ‘sentido’ de nuestra cultura del placer en las grandes ciudades.»
Tal vez los jóvenes no lo perciban todavía así. Pero, a partir de la segunda mitad de la vida, no resulta tan alegre y divertido ir dejando atrás un año y otro para seguir la travesía de la vida. Es fácil que esta misma noche, entre cenas ruidosas y animados «cotillones», más de uno sienta por dentro una insatisfacción profunda, una ausencia de alegría y entusiasmo por la vida. El descontento no proviene de ninguna causa en concreto. Se sufre por uno mismo, por la condición fugaz de la vida, por el paso del tiempo.
A partir de cierta edad, se comienza a percibir el tiempo de otra manera. Simone de Beauvoir dice que la edad «modifica nuestra relación con el tiempo. A lo largo de los años, nuestro futuro se encoge, mientras nuestro pasado se va tomando pesado». El joven cree «disponer» de tiempo sin límite alguno. Pero, a partir de los cuarenta años, más o menos, el tiempo comienza a aparecer como una reserva que se va agotando sin remedio. No es fácil entonces cambiar el calendario sin recordar que uno lleva consigo su propia «fecha de caducidad».
La primera mitad de la vida es expansión y desarrollo. La segunda, reducción y atardecer. No se puede vivir de la misma manera. Es una equivocación «conservarse» siempre joven. La vida misma reclama un sentido nuevo y nos obliga a redimensionar la existencia, si queremos proseguir el viaje de forma sana.
Y aquí viene el problema. Nuestra sociedad no educa para la segunda mitad de la vida. Solo prepara al individuo para competir y buscarse un sitio en la sociedad. Cuando la persona termina su formación, sabe de informática, de números, química o estrellas, pero no entiende casi nada de sí misma. No sabe desde dónde dar sentido a su existencia. Lo desconoce casi todo sobre las grandes travesías de la vida. Y lo que es peor: no sabe a dónde recurrir. A nuestra sociedad competitiva no le interesa nada de esto.
Todavía no contamos entre nosotros con una experiencia larga y generalizada de lo que es vivir sin fe todas las fases de la vida, desprovistos de sentido y de esperanza ante lo irremediable. Pero, cuando la persona pierde con los años la ilusión de la inmortalidad y comienza a gestarse secretamente en su interior ese «nacimiento de la muerte» del que habla K Jung, el ser humano siente la necesidad de definir su existencia desde la verdad última de todo. El creyente lo hace desde su fe en Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
1 de enero de 1991

VIDA NUEVA

… meditándolas en su corazón.

Hacemos muchas cosas a lo largo de la vida. Trabajamos, nos divertimos, creamos relaciones y nos empeñamos en mil actividades. Pero lo realmente importante es nuestra manera de ser en todo eso que realizamos.
Esa manera nuestra de vivir las cosas es la que da su verdadera calidad a cada instante de nuestra vida. Desde nuestra actitud interior vamos poniendo un sello personal a todo lo que hacemos, estropeando los momentos más sublimes o transfigurando los detalles más insignificantes.
Los instantes más bellos y las actividades más gozosas se oscurecen cuando la persona los vive desde el aburrimiento, la tristeza o el resentimiento. Por el contrario, una actitud positiva y creadora pone calor y vida incluso a los trabajos más aburridos y desagradables.
El inicio de un nuevo año puede ser buena ocasión para preguntarnos cómo estamos viviendo, y para decidir cómo queremos ser a lo largo del año que comienza.
No es necesario elaborar muchos proyectos. Lo importante no es la cantidad de cosas nuevas que deberíamos hacer en el nuevo año, sino la calidad de vida que hemos de cuidar día a día.
Lo decisivo es aprender a vivir de lo esencial. Hacernos preguntas como ésta: Cuando me encuentre agitado y contrariado por mil experiencias negativas, ¿me detendré a recuperar el centro de mi vida? Cuando me sienta desbordado por un programa sobrecargado de actividades y compromisos, ¿dónde pondré yo lo esencial?, ¿a qué le daré verdadera importancia? Si al pasar de los años no vamos unificando nuestra vida sino, por el contrario, vivimos cada vez más dispersos, estamos siguiendo un camino equivocado.
Naturalmente, hemos de ser realistas y contar siempre con nuestras limitaciones. También en el futuro seguiremos cometiendo errores: estropearemos nuestras relaciones con nuestro torpe egoísmo, nos dejaremos llevar más de una vez por intereses mezquinos, seremos incoherentes con nuestras propias convicciones.
Pero todos esos errores y sombras pueden ser integrados poco a poco desde una actitud positiva más profunda. Se puede vivir abierto sinceramente a lo esencial a pesar de todos los pecados y debilidades. Ese es el secreto y la fuerza del creyente. Los problemas no desaparecen, la mediocridad sigue ahí. Pero uno cuenta siempre con la acogida y el perdón renovador de Dios.
Podemos saludar el año nuevo con confianza. Sólo hemos de preocuparnos de nuestra disponibilidad. Por lo demás, el Dios que guía nuestra vida quiere para nosotros lo mejor.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
1 de enero de 1988

FELIZ AÑO NUEVO

Meditándolas en su corazón.

Estas son las palabras rituales que repetiremos estos días de manera rutinaria o sentida, con aire distraído o con verdadero cariño. Feliz Año Nuevo.
Pero, ¿qué es lo que, en realidad, nos deseamos unos a otros? ¿Que nos acompañe la suerte? ¿Que no nos afecte desgracia alguna? ¿Que nos veamos libres de problemas?
Es evidente que la verdadera felicidad no depende del azar. No le llega a cada uno por casualidad. La dicha es algo que la persona ha de buscar, crear y disfrutar. Y no todos saben hacerlo.
Al escuchar estos días tantos deseos de felicidad, viene a mi mente una sabia enseñanza que escuché de labios de aquel gran maestro indio que fue Tony de Mello y que no he visto publicada en ninguno de sus escritos.
Según él, hay “placeres engañosos» que alimentan el propio “yo” de manera falsa. Son placeres que nos encierran en nosotros mismos, hinchan nuestro egocentrismo pero nos aíslan de la verdadera vida.
Así es el placer que saboreamos cuando alguien alaba nuestro éxito, cuando vencemos a un adversario, dominamos a una persona o logramos por fin poseer un objeto largamente deseado.
Este placer no ofrece felicidad sino satisfacción de mis deseos. Precisamente por eso está siempre amenazado. Cuando mis deseos no queden satisfechos, quedaré deprimido y triste.
Hay, por otra parte, “placeres verdaderos” que no hinchan el propio “yo». No nos encierran en nosotros mismos sino que nos abren a la vida y nos invitan al agradecimiento y a la alabanza.
Son placeres que no se deben a nuestro esfuerzo, poder o valía, y, mucho menos, a nuestras injusticias y opresiones. Placeres que se nos regalan a lo largo de cada día de manera totalmente gratuita.
No todos saben saborearlos debidamente. El secreto está, tal vez, en vivir más despacio, de manera más consciente, atentos a disfrutar todo lo que es vida dentro y fuera de nosotros, por pequeño que pueda parecer.
Se hace necesario aprender a mirar, gustar, tocar, oler y escuchar todo de manera nueva. Saborear con otra hondura los encuentros, las miradas, los rostros, la belleza. Disfrutar más el lado bueno, positivo y gozoso de las personas y los acontecimientos.
En medio de nuestro vivir cotidiano se abre entonces un camino humilde pero real hacia la Vida y hacia Aquel que es la fuente y el origen de todo lo que es felicidad y vida verdadera. Feliz Alío Nuevo.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
1 de enero de 1985

UN AÑO NUEVO

Meditándolas en su corazón.

Hemos dejado ya atrás un año más y nos disponemos a comenzar un año nuevo. En estos momentos nace casi espontáneamente en nosotros la reflexión. Tomamos conciencia más lúcida del tiempo, de esa curiosa realidad que vamos gastando sin tomarla demasiado en cuenta.
Son momentos idóneos para realizar un balance del pasado y proyectar también nuestra mirada hacia el porvenir.
Muchas cosas que nos angustiaban y nos parecían casi insuperables ya han pasado. Hoy nos parecen insignificantes y sin importancia. Mirando hacia atrás, los días que fueron duros tienen un aspecto diferente. Ahora nos sentimos más tranquilos y serenos, incluso, ante lo que ahora nos agobia y que también un día pasará.
Al mismo tiempo, sentimos nostalgia. Nada permanece. Con el viejo año se van no sólo las cosas difíciles y duras sino también las hermosas y buenas. Y cuanto más avanza uno en edad tanto mayor es la fuerza con que percibe el paso inexorable del tiempo.
Este año que ha pasado nos deja también sabor agridulce. No hemos sido lo que deseábamos ser. No hemos hecho lo que nos habíamos propuesto. No hemos sido fieles a nosotros mismos. Un año más que se va sin que hayamos crecido en verdad, en generosidad, en amor.
Hoy comenzamos un año nuevo. Dice H. Hesse que «en cada comienzo hay algo maravilloso que nos ayuda a vivir y nos protege». Qué verdad se encierra en estas palabras cuando uno mira todo comienzo con ojos de fe.
De nuevo se nos ofrece un tiempo lleno de esperanza y de posibilidades intactas. ¿Qué haremos con él?
Las preguntas que podemos hacernos son muchas. Aumentaremos nuestro nivel de vida y nuestro confort quizás, pero, ¿ seguirá empequeñeciéndose nuestro corazón? Tendremos tiempo para trabajar, para poseer, para disfrutar, ¿lo tendremos también para crecer como personas?
Este año será semejante a tantos otros. ¿Aprenderemos a distinguir lo esencial de lo accesório, lo importante de lo accidental y secundario? Tendremos tiempo para nuestras cosas, nuestros amigos, nuestras relaciones sociales. ¿Tendremos tiempo para ser nosotros mismos? ¿Tendremos tiempo para Dios?
Y sin embargo, ese Dios al que arrinconamos día tras día entre tantas ocupaciones y distracciones es el que sostiene nuestro tiempo y puede infundir a nuestra existencia una vida nueva.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1981-1982 – APRENDER A VIVIR
1 de enero de 1982

PAZ EN LA TIERRA

Se admiraban de lo que decían los pastores.

Comenzamos hoy un año nuevo. Un año todavía intacto, pero que viene ya marcado por las luchas, los trabajos, sufrimientos y gozos vividos hasta el día mismo de ayer.
Todos comenzamos un año nuevo, pero todos de manera distinta. Algunos con la incertidumbre quizás de perder su puesto de trabajo. Otros con el gozo de esperar un nuevo hijo. Alguien con la angustia de entrar en el último año de su vida. Otro con la ilusión de crear un nuevo hogar.
Cada uno con sus propios problemas. Sin embargo, a los creyentes se nos invita hoy a que, olvidando nuestras preocupaciones individuales, iniciemos el nuevo año con la mirada puesta en un objetivo urgente para la humanidad: la paz.
Hemos despedido un año sembrado de violencias, agresividad, muertes y sangre. Y comenzamos otro que no nos ofrece un horizonte mejor.
Oímos hablar de violencias injustas y de violencias legítimas. Distinguimos entre una violencia opresora y otra represora. Pero el caso es que poco a poco va consolidándose entre nosotros la convicción de que si se quiere realmente lograr algo, es necesario utilizar «una dosis suficiente de violencia».
Sin embargo, esta idea no es sólo monstruosa sino falsa. La violencia es útil para lograr ciertos objetivos inmediatos y parciales, pero nunca para crear una sociedad más reconciliada, dialogante y fraterna.
Ni de la punta de las metralletas terroristas ni de los gritos de los torturados puede salir una sociedad más humana. La paz y la justicia hay que construirlas por otros medios.
Ha llegado quizás la hora de que todos nos empeñemos en crear una nueva conciencia colectiva de luchar por la «no-violencia» activa. No podemos dejar nuestro futuro en manos del más violento.
Es urgente andar otros caminos. Como ha dicho Rene Habachi, «la no-violencia es una última tentativa del espíritu y de la libertad, más allá de la cual sólo hay unas fuerzas impersonales que se enfrentan, sin otra posibilidad que la victoria de la más implacable».
El respeto a la vida del hermano es algo esencial a lo que un creyente no puede renunciar. Desde el momento en que Dios se ha hecho hombre, ningún hombre puede ser un sujeto sacrificable.
Sin duda, es poco lo que cada uno de nosotros podemos hacer. Pero todos podemos colaborar en la creación de una nueva conciencia y de un nuevo estilo de vida, que actúe como punta de lanza que abra a esta sociedad tan violenta hacia un futuro de mayor fraternidad.

José Antonio Pagola



Blog:               http://sopelakoeliza.blogspot.com

Para ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
                        http://iglesiadesopelana3v.blogspot.com


martes, 23 de diciembre de 2014

28/12/2014 - La Sagrada Familia Jesús, María y José (B)

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El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción". 
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Para leer, compartir, bajarse o imprimir las homilias de José Antonio Pagola del domingo haz "clic" sobre el título del domingo, o haz "clic" sobre Ciclo A, Ciclo B o Ciclo C, en el menú superior para leer las homilias de cada ciclo.

¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

No dejes de visitar la nueva página de VÍDEOS DE LAS CONFERENCIAS DE JOSÉ ANTONIO PAGOLA .

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La Sagrada Familia Jesús, María y José (B)


EVANGELIO

El niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría.

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 22-40

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
- «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre:
- «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2014-2015 -
28 de diciembre de 2014

BANDERA DISCUTIDA

«Será como una bandera discutida.»

Simeón es un personaje entrañable. Lo imaginamos casi siempre como un sacerdote anciano del Templo, pero nada de esto se nos dice en el texto. Simeón es un hombre bueno del pueblo que guarda en su corazón la esperanza de ver un día «el consuelo» que tanto necesitan. «Impulsado por el Espíritu de Dios», sube al templo en el momento en que están entrando María, José y su niño Jesús.
El encuentro es conmovedor. Simeón reconoce en el niño que trae consigo aquella pareja pobre de judíos piadosos al Salvador que lleva tantos años esperando. El hombre se siente feliz. En un gesto atrevido y maternal, «toma al niño en sus brazos» con amor y cariño grande. Bendice a Dios y bendice a los padres. Sin duda, el evangelista lo presenta como modelo. Así hemos de acoger al Salvador.
Pero, de pronto, se dirige a María y su rostro cambia. Sus palabras no presagian nada tranquilizador: «Una espada te traspasara el alma». Este niño que tiene en sus brazos será una «bandera discutida»: fuente de conflictos y enfrentamientos. Jesús hará que «unos caigan y otros se levanten». Unos lo acogerán y su vida adquirirá una dignidad nueva: su existencia se llenará de luz y de esperanza. Otros lo rechazarán y su vida se echará a perder. El rechazo a Jesús será su ruina.
Al tomar postura ante Jesús, «quedará clara la actitud de muchos corazones». El pondrá al descubierto lo que hay en lo más profundo de las personas. La acogida de este niño pide un cambio profundo. Jesús no viene a traer tranquilidad, sino a generar un proceso doloroso y conflictivo de conversión radical.
Siempre es así. También hoy. Una Iglesia que tome en serio su conversión a Jesucristo, no será nunca un espacio de tranquilidad sino de conflicto. No es posible una relación más vital con Jesús sin dar pasos hacia mayores niveles de verdad. Y esto es siempre doloroso para todos.
Cuanto más nos acerquemos a Jesús, mejor veremos nuestras incoherencias y desviaciones; lo que hay de verdad o de mentira en nuestro cristianismo; lo que hay de pecado en nuestros corazones y nuestras estructuras, en nuestras vidas y nuestras teologías.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2011-2012 -
30 de diciembre de 2011

Título

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José Antonio Pagola

HOMILIA

2008-2009 – RECUPERAR EL EVANGELIO.
28 de diciembre de 2008

BANDERA DISCUTIDA

(Ver homilía del 28/12/2014)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
30 de diciembre de 2005

¡QUÉ FAMILIA!

Se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.

Hoy se habla mucho de la crisis de la institución familiar. Ciertamente la crisis es grave. Pero no es lícito ser catastrofistas. Aunque estamos siendo testigos de una verdadera revolución en la conducta familiar, y muchos han predicado la muerte de diversas formas tradicionales de familia, nadie anuncia hoy seriamente la desaparición de la familia.
Al contrario, la historia parece enseñarnos que en los tiempos difíciles se estrechan más los vínculos familiares. La abundancia separa a los hombres. La crisis y la penuria los une. Ante el presentimiento de que vamos a vivir tiempos difíciles, son bastantes los que presagian un nuevo renacer de la familia.
Con frecuencia, el deseo sincero de muchos cristianos de imitar a la sagrada familia de Nazaret ha favorecido el ideal de una familia cimentada en la armonía y la felicidad del propio hogar. Sin duda, es necesario también hoy promover la autoridad y responsabilidad de los padres, la obediencia de los hijos, el diálogo y la solidaridad familiar. Sin estos valores la familia fracasará.
Pero no cualquier familia responde a las exigencias del reino de Dios planteadas por Jesús. Hay familias abiertas al servicio de la sociedad, y familias egoístamente replegadas sobre sí mismas. Familias autoritarias y familias de talante dialogal. Familias que educan en el egoísmo y familias que enseñan solidaridad.
Concretamente, en el contexto de la grave crisis económica que estamos padeciendo, la familia puede ser una escuela de insolidaridad en la que el egoísmo familiar, se convierte en virtud y criterio de actuación que configurará el comportamiento social de los hijos. Y puede ser, por el contrario, un lugar en el que el hijo o la hija puede recordar que todos tenemos un Padre común, y que el mundo no se acaba en las paredes de la propia casa.
Por eso, no podemos celebrar responsablemente la fiesta de la Sagrada Familia, sin escuchar el reto de nuestra fe. ¿Serán nuestros hogares un lugar donde las nuevas generaciones escucharán la llamada del evangelio a la fraternidad universal, la defensa de los abandonados, y la búsqueda de una sociedad mas justa, o se convertirán en la escuela más eficaz de insolidaridad, inhibición y pasividad egoísta ante los problemas ajenos?

José Antonio Pagola

HOMILIA

2002-2003 – REACCIONAR
29 de diciembre de 2002

SHALOM

Luz para alumbrar a las naciones.

El evangelista que narra el nacimiento de Jesús no sabía cómo transmitir su emoción ante lo sucedido en aquella noche santa. Sólo pudo decir lo que él «escuchaba» en lo íntimo de su corazón. Un canto entonado por ángeles, que venía a decir así: «A Dios gloria, alabanza y agradecimiento sin fin. A los hombres paz y sólo paz».
Es correcto traducir el término hebreo «shalom» por paz, como hacen todas las biblias, pero es demasiado poco. «Shalom» es la experiencia dichosa de la vida, el placer de vivir, el gozo total que Dios quiere para cada criatura, para cada árbol y cada animal, para cada niño y para cada hombre y mujer.
«Shalom» es lo que Dios quiere que experimentemos en cada cosa y en cada situación. «Shalom» es salud y bienestar, es casa segura y tierra fértil. Es gozar con la pareja, tener hijos, dormir seguros. «Shalom» es alegría, gozo y armonía interior. «Shalom» es la bendición de Dios: lo que Dios quiere desde siempre para la humanidad entera. Lo único que explica el nacimiento de ese niño.
Las sociedades modernas no despiertan necesidad de «shalom» ni anhelo de plenitud. Sólo producen necesidades artificiales que se satisfacen adquiriendo cosas. Hasta en estos días entrañables pretenden convencemos de que la falta de ternura y de calor se puede llenar comprando artículos de regalo.
Me dicen que vivo en una sociedad del bienestar, pero conozco a mucha gente que se defiende como puede entre la depresión y la resignación. Me aseguran que pertenezco a una religión que es portadora de una alegría universal y siento entre nosotros tristeza, resentimiento y hasta crispación. Al parecer, ni los creyentes damos un voto de confianza a Dios.
Y, entonces, ¿qué tengo que hacer yo para vivir con corazón limpio estas fechas de Navidad? Tal vez, muy poco. No escaparme de este mundo ni de esta Iglesia. No vivir de espaldas a los que sufren. Participar en la vida de las personas. No ahogar en mí el placer de vivir. No cansarme de hacer la vida más amable. Vivir dando gloria a Dios y buscando «shalom» para todos. Felices vosotros y yo si, por lo menos, despertamos en nosotros el deseo de vivir así.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1999-2000 – COMO ACERTAR
26 de diciembre de 1999

INDIFERENCIA

Luz para alumbrar a las naciones.

La actitud más inhumana ante el sufrimiento de tantos hombres y mujeres que mueren de hambre en el mundo es, sin duda, la apatía e insensibilidad de quienes nos sentimos a salvo de tan trágica situación. Gracias al desarrollo de los medios de comunicación hoy sabemos más que nunca de la miseria, el hambre y las desgracias que asolan a pueblos enteros de la tierra. Pero todo ello, lejos de estimular nuestra solidaridad, nos acostumbra a veces a mirarlo todo con resignación y apatía.
Hemos aprendido a quedarnos indiferentes ante las cifras y estadísticas que nos hablan de miseria y muerte. Podemos calcular cuántos niños mueren de hambre cada minuto, sin que se conmueva un ápice nuestra conciencia. Las imágenes más crueles y trágicas que pueda servirnos la televisión quedan rápidamente borradas por el telefilme o el concurso de turno.
Y, sin embargo, la muerte por hambre es la más indigna e inmoral de todas las muertes porque es evitable y sólo se produce por nuestra indiferencia y complicidad. Lo dicen los expertos: sobran alimentos, falta solidaridad.
La indiferencia en los países occidentales alcanza a veces rasgos escandalosos y provocativos. Estas mismas navidades hemos podido ver anunciadas en la prensa donostiarra cenas de fin de año a 115 euros el cubierto. A los pocos días se nos informaba que los indios de Chiapas (México) viven durante todo el año con el equivalente aproximado a 85 euros. ¿Cómo se puede calificar este estado de cosas?
Mientras cien mil personas mueren de hambre cada día, en nuestras sociedades ricas casi la mitad de la población vive preocupada por problemas derivados de una alimentación excesiva. Sobre la misma tierra en que caen cada día tantos hombres y mujeres vencidos por el hambre, nosotros, bien alimentados, paseamos, corremos o hacemos «footing» para bajar el exceso de peso.
Este es nuestro pecado y también nuestra mayor vergüenza. En esta fiesta de la Sagrada Familia hay algo que los creyentes no deberíamos olvidar. Según Jesús, la familia no puede quedar reducida a quienes estamos unidos por lazos de sangre. Todos los humanos formamos «la familia de Dios». No podemos celebrar satisfechos la Navidad dentro de nuestro hogar mientras hay familias en el mundo que mueren de hambre.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1996-1997 – DESPERTAR LA FE
29 de diciembre de 1996

LAS ABUELAS

Se volvieron a Galilea.

La crisis de fe que se observa en la sociedad repercute de diversas formas en la familia, verdadera «caja de resonancia» de cuanto se produce en el entorno social. Algo ha cambiado durante estos años en no pocos hogares: han desaparecido, en buena parte, los signos religiosos, se han perdido costumbres cristianas, son pocas las familias que se reúnen para rezar. En general lo que se transmite a los hijos no es fe, sino indiferencia religiosa y silencio.
La situación concreta es, sin embargo, más variada y compleja. Hay ciertamente familias donde los padres adoptan una postura de rechazo a lo religioso e impiden que sus hijos sean iniciados en la fe. No son muchos. En esos hogares lo religioso sólo aparece para ser objeto de ataque o de burla.
Hay, por el contrario, hogares donde se mantiene viva la identidad cristiana. La fe es un factor importante a la hora de configurar el clima familiar. Se reza, se cuidan los valores religiosos, y los padres se preocupan de la educación cristiana de los hijos. Se trata de un grupo más numeroso de lo que a veces se piensa.
La situación más generalizada es otra. No pocos padres se han alejado de la práctica religiosa y viven instalados en la indiferencia. No rechazan la fe, pero tampoco les preocupa la educación religiosa de sus hijos. No les parece algo importante para su futuro. Bautizan a sus hijos, celebran su primera comunión, pero no les transmiten fe.
En estos hogares son las abuelas las que están desempeñando muchas veces una labor de gran importancia dentro de su aparente humildad. Calladamente y de la forma más natural, van enseñando al nieto o a la nieta a rezar, lo llevan a la iglesia y, a su estilo y manera, le van explicando las «cosas más fundamentales» sobre Dios y Jesús. Ni ellas mismas se dan cuenta de que están despertando en el niño las primeras experiencias religiosas.
Algunas van más lejos, y se preocupan de comprarles una «Biblia para niños» o libros adecuados para explicarles con detalle las parábolas de Jesús o el sentido de las fiestas cristianas. No siempre es una labor solitaria. Cuentan muchas veces con la «complicidad» del abuelo y el asentimiento agradecido de los padres que, en el fondo, saben que todo eso es bueno para el hijo.
En esta fiesta de la Sagrada Familia quiero alabar la actuación de estas mujeres. Tal vez un día, más de uno recuerde agradecido a la «amona» que le habló de un Dios que nos ama sin fin o le contó la parábola del hijo pródigo.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
26 de diciembre de 1993

HACIA UNA FAMILIA MÁS SANA

Se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.

Entre no pocos padres se ha extendido una sensación de pesimismo y desaliento. Es problemático lograr una convivencia sana y gozosa en el hogar. Por todas partes se habla de crisis de la familia y se apuntan toda clase de dificultades. Sin embargo, psicólogos y pedagogos siguen recordando las grandes posibilidades de la familia. Eso sí. Los padres han de cuidar algunos aspectos básicos.
Lo primero es que los padres se quieran de verdad, y que los hijos puedan verlo. Saber y experimentar que los padres se quieren es el mejor regalo para los hijos. La base para crear un ámbito de confianza y seguridad donde los hijos pueden crecer de manera sana. Los psicólogos insisten en que también hoy la persona vuelve, por lo general, a aquellos valores, experiencias y actitudes que vivió con gozo y satisfacción en los primeros años de su vida.
Naturalmente, es decisivo el afecto de los padres hacia sus hijos: el cariño, la atención a cada uno, el interés por sus cosas, la cercanía. Para un hijo, lo más importante es que el padre y la madre le dediquen tiempo a él solo. Los lazos que se crean en ese encuentro a solas son más decisivos que todas las discusiones que se tienen a lo largo del día. El futuro de los hijos que se sienten queridos así por sus padres es siempre más sano y positivo.
Es importante también crear en casa un clima de comunicación. Esto exige eliminar lo que puede generar desconfianza, agresividad o autoritarismo. Pide también momentos de encuentro, un cierto control de la TV, salidas de toda la familia junta. Es cierto que la vida moderna hace más difícil la convivencia en familia. Pero lo más importante no es sacar más tiempo para estar juntos, sino que, cuando la familia esté reunida, se puedan encontrar a gusto, en un clima de confianza y cercanía. Difícilmente van a encontrar los hijos un clima semejante en la sociedad actual.
Los padres han de cuidar también la coherencia entre lo que piden a sus hijos y lo que viven ellos mismos. El padre y la madre pueden cometer errores y tener momentos malos. El hijo sabe que tampoco sus padres son perfectos. Lo importante es que pueda ver en ellos un esfuerzo honesto por vivir según sus propias convicciones. Es esto lo que convence y da autoridad a la palabra de los padres.
Unos padres creyentes, preocupados por crear este clima en su hogar, pueden, al mismo tiempo, darle un carácter cristiano. Es mucho lo que se puede hacer, desde ensayar una oración en pareja y enseñar a rezar a los hijos pequeños, hasta cuidar los signos religiosos en casa o compartir la fe en momentos señalados.
La fiesta litúrgica de la Sagrada Familia puede ser, en estas fechas de Navidad, una buena ocasión para la reflexión y la renovación del clima familiar.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
30 de diciembre de 1990

EL CANSANCIO DE OCCIDENTE

Luz para alumbrar a las naciones.

No es un libro más, sino el título de una apasionante conversación entre dos importantes intelectuales que se atreven a analizar el mundo occidental con absoluta libertad y penetrante lucidez. Un libro que invita a la reflexión y al cambio (El cansancio de Occidente. Rafael Argullol y Eugenio Trías, Edic. Destino, 1992).
Hay algo que se hace evidente a medida que avanza el análisis de los dos autores. Occidente está profundamente cansado. El mito del progreso se desmorona sin remedio. La vida humana se empobrece. Cada vez son más palpables “los signos de agotamiento” de nuestro pretendido mundo feliz.
La técnica ha introducido un modo de ser y de pensar que sólo mira a la eficacia, el rendimiento y la operatividad. No interesa nada que pueda hacer relación al destino o al sentido de la vida, al misterio del cosmos, a lo sagrado. Todo queda descalificado por el pragmatismo.
Sólo interesa el bienestar, el éxito, la seguridad. El hombre contemporáneo se encoge de hombros ante cualquier planteamiento más profundo sobre el hombre, el mundo, la divinidad. “Para qué ocuparse de aquello que carece de respuestas claras, exactas?”
Poco a poco, Occidente se ha convertido en “una suerte de máquina productiva” que va arrasando ideas, valores culturales, poéticos y religiosos, demoliendo cualquier religación al misterio. El resultado es un ciudadano “bárbaro-civilizado” que Argullol y Trías analizan, de manera incisiva, para sacarnos de la ceguera.
Un ser “radicalmente irresponsable”, incapaz de reflexionar por su cuenta, perfectamente adaptado a los patrones de vida que se le imponen. Un hombre ignorante, de “sensibilidad embotada”, con una tendencia creciente a trivializarlo todo. Capaz de acumular muchos, datos de los medios de información, pero carente de verdadera formación.
Aparentemente, siempre en incesante actividad, pero en realidad un “hombre pasivo” que participa dócilmente en un plan de vida que él no ha trazado. Un “individuo-masa”, productor, consumidor, automovilista, espectador televisivo, convertido en “átomo-cápsula” que reproduce ese carácter incapsulado de su ser en su vivienda, su célula familiar, su automóvil, su sector laboral.
El libro de Argullol y Trías no es amargo. Está inspirado por un motivo noble y esperanzador: “Debemos atrevemos a replantear el propio rumbo seguido por la civilización moderna”. Occidente está necesitado de la luz de una “nueva evangelización”. Y éste es el gran reto para la Iglesia: acoger ella misma la llamada de Cristo a la conversión, y urgir al hombre de hoy a cambiar de rumbo.
A la Iglesia se le piden hoy muchas cosas. Pero ella ha de saber que también hoy su tarea primera y fundamental es hacer presente en medio de la sociedad moderna a ese Cristo que, según el cántico de Simeón, es “Salvador de todos los pueblos” y “luz para alumbrar a las naciones “.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
27 de diciembre de 1987

EL ARTE DE ENVEJECER

Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón.

Nadie quiere envejecer. La vejez evoca casi siempre en nosotros soledad, tristeza, esclerosis, aislamiento, amnesia..., incapacidad para vivir intensamente.
¿No es posible ser un anciano dichoso? Sin duda, depende de la familia, de los amigos, del ambiente, de la salud, de las condiciones de jubilación. Pero, en buena parte, depende también de cada hombre o mujer.
Hay gente mayor que se hunde en la desconfianza, la rebelión o el pesimismo. Gente mayor amargada por el egoísmo, que tiraniza a quienes les rodean. Pero hay también gente mayor que ha descubierto la riqueza de esta edad.
El evangelista Lucas nos describe la figura simpática de Simeón y Ana, dos ancianos que consumen sus últimos días a la sombra del templo de Jerusalén dando gracias a Dios y ofreciendo su sabiduría al pueblo.
Sin duda, envejecer no es un arte fácil. Tal vez, lo primero sea saber aceptar humildemente la vida tal como es, con su ritmo, sus posibilidades y sus limitaciones. Es gran sabiduría aceptar serenamente y sin engaños el momento particular de la vida en que nos encontramos.
Pero, ¿qué posibilidades puede ofrecer una edad aparentemente tan triste y temida como la vejez?
En primer lugar, la vejez puede ser la gran ocasión para recuperar la paz del corazón y reconciliarnos con nosotros mismos. En la medida en que van disminuyendo otras actividades y preocupaciones, puede ser más fácil descansar de tanta agitación y encontrarse serenamente con uno mismo.
Para ello, es necesario confiar en Dios. Mirar nuestra vida pasada con los ojos de ese Dios que comprende nuestras equivocaciones, perdona nuestros pecados más oscuros y nos acepta como somos. Dejar en sus manos nuestro futuro porque sólo El nos ama al fin.
Entonces, la vejez puede ser tiempo para saborear la bondad de Dios, momento propicio para agradecer el regalo de la vida, tal como ha sido, con sus horas hermosas y sus momentos amargos.
Pero puede ser, además, el tiempo de la sabiduría y de la verdad. Tiempo para relativizar con humor tantas cosas que no tenían la importancia que les hemos dado a lo largo de la vida. Tiempo para recordar a los jóvenes dónde está, al final, lo verdaderamente esencial.
Y, sobre todo, tiempo de oración sencilla para convertir esas largas horas de silencio, soledad y, tal vez, de sufrimiento, en maduración confiada para el encuentro final con Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
30 de diciembre de 1984

LA FAMILIA NECESARIA

Entraban sus padres con el Niño Jesús.

En poco tiempo estamos asistiendo a un cambio profundo de la institución familiar entre nosotros.
La familia numerosa ha desaparecido para ser sustituida por una «familia nuclear» formada por la pareja y un número muy reducido de hijos.
La mujer ha salido del hogar para realizar un trabajo profesional tan valorado como el de su esposo, abandonando así su rol anterior de esposa y madre dedicada exclusivamente a las labores del hogar.
Los divorcios y separaciones han crecido notablemente. Esta inestabilidad matrimonial ha traído consigo el aumento de hijos que crecen en un hogar en que vive solamente uno de los progenitores.
¿Significa todo esto que la familia está llamada a desaparecer? Los estudiosos de la familia apuntan hoy, más bien, la posibilidad de que se extinga la familia tal como la hemos conocido, pero ninguno de ellos anuncia la desaparición de la dimensión familiar.
El hombre necesita el ámbito familiar para abrirse a la vida y crecer dignamente. Por otra parte, estamos viviendo momentos de grave crisis y la historia nos enseña que en los tiempos difíciles se estrechan los vínculos familiares. La abundancia separa a los hombres y la penuria los une.
Los problemas de la pareja y de la familia no se van a resolver con la ley del divorcio ni con la despenalización del aborto. Es una equivocación pensar que es un progreso establecer una mayor liberalización del divorcio y del aborto.
Lo que necesitan y reclaman los hombres y mujeres de esta sociedad no es poder divorciarse sino poder formar una verdadera familia. Lo que nos tenemos que preguntar seriamente todos es cuáles son las condiciones necesarias para formar un matrimonio duradero y una familia estable, cálida y acogedora.
Los hombres y mujeres de nuestros días están necesitados de experiencias fundamentales de amor y la familia es, tal vez, el marco privilegiado para vivir una experiencia de amor amistoso, gratuito y confiado.
Para los creyentes este amor es precisamente experiencia privilegiada para expresar y vivir la gracia y el amor de Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1981-1982 – APRENDER A VIVIR
27 de diciembre de 1981

¿QUE FAMILIA?

Se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.

Recientemente, un escritor canadiense resumía así la crisis de la familia contemporánea: «Cómo optar por una descendencia en una sociedad aparentemente sin futuro, en una situación social que parece sin salida? ¿Cómo proyectar una larga aventura de educación, cuando se la concibe como una gota de agua en un mar de influencias incontrolables? » (J. Grand’Maison).
Ciertamente, la crisis es grave. Pero no es lícito ser catastrofistas. Aunque estamos siendo testigos de una verdadera revolución en la conducta familiar, y muchos han predicado la muerte de diversas formas tradicionales de familia, nadie anuncia hoy seriamente la desaparición de la familia.
Al contrario, la historia parece enseñarnos que en los tiempos difíciles se estrechan más los vínculos familiares. La abundancia separa a los hombres. La crisis y la penuria los une. Ante el presentimiento de que vamos a vivir tiempos difíciles, son bastantes los que presagian un nuevo renacer de la familia.
Pero, ¿qué familia? Los católicos hemos defendido, con frecuencia, la familia en abstracto, sin detenernos demasiado a reflexionar cuál debe ser el contenido de un proyecto familiar entendido y vivido desde la fe.
Pero, no cualquier familia responde a las exigencias del evangelio. Hay familias abiertas al servicio de la sociedad, y familias egoístamente replegadas sobre sí mismas. Familias autoritarias y familias de talante dialogal. Familias que educan en el egoísmo y familias que enseñan solidaridad.
Concretamente, en el contexto de la grave crisis económica que estamos padeciendo, la familia puede ser una escuela de insolidaridad en la que el egoísmo familiar, se convierte en virtud y criterio de actuación que configurará el comportamiento social de los hijos.
Y puede ser, por el contrario, un lugar en el que el hijo puede recordar que todos tenemos un Padre común, y que el mundo no se acaba en las paredes de la propia casa.
Por eso, no podemos celebrar responsablemente la fiesta de la Sagrada Familia, sin escuchar el reto de nuestra fe. ¿Serán nuestros hogares un lugar donde las nuevas generaciones podrán escuchar la llamada del evangelio a la fraternidad universal, la defensa de los abandonados, y la búsqueda de una sociedad más justa, o se convertirán en la escuela más eficaz de insolidaridad, inhibición y pasividad egoísta ante los problemas ajenos?

José Antonio Pagola



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