lunes, 24 de septiembre de 2012

30/09/2012 - 26º domingo Tiempo ordinario (B)

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Homilias de José Antonio Pagola

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30 de septiembre de 2012

26º domingo Tiempo ordinario (B)


EVANGELIO

El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Si tu mano te quiere hacer caer, córtatela.

+ Lectura del santo evangelio según san Marcos 9,38-43.45.47-48

En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros». Jesús respondió: «No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.
Y, además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar.
Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno, Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo:
más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apagas’.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2011-2012 -
30 de septiembre de 2012

NADIE TIENE LA EXCLUSIVA DE JESÚS

La escena es sorprendente. Los discípulos se acercan a Jesús con un problema. Esta vez, el portador del grupo no es Pedro, sino Juan, uno de los dos hermanos que andan buscando los primeros puestos. Ahora pretende que el grupo de discípulos tenga la exclusiva de Jesús y el monopolio de su acción liberadora.
Vienen preocupados. Un exorcista, no integrado en el grupo, está echando demonios en nombre de Jesús. Los discípulos no se alegran de que la gente quede curada y pueda iniciar una vida más humana. Solo piensan en el prestigio de su propio grupo. Por eso, han tratado de cortar de raíz su actuación. Esta es su única razón: "no es de los nuestros".
Los discípulos dan por supuesto que, para actuar en nombre de Jesús y con su fuerza curadora, es necesario ser miembro de su grupo. Nadie puede apelar a Jesús y trabajar por un mundo más humano, sin formar parte de la Iglesia. ¿Es realmente así? ¿Qué piensa Jesús?
Sus primeras palabras son rotundas: "No se lo impidáis". El Nombre de Jesús y su fuerza humanizadora son más importantes que el pequeño grupo de sus discípulos. Es bueno que la salvación que trae Jesús se extienda más allá de la Iglesia establecida y ayude a las gentes a vivir de manera más humana. Nadie ha de verla como una competencia desleal.
Jesús rompe toda tentación sectaria en sus seguidores. No ha constituido su grupo para controlar su salvación mesiánica. No es rabino de una escuela cerrada sino Profeta de una salvación abierta a todos. Su Iglesia ha de apoyar su Nombre allí donde es invocado para hacer el bien.
No quiere Jesús que entre sus seguidores se hable de los que son nuestros y de los que no lo son, los de dentro y los de fuera, los que pueden actuar en su nombre y los que no pueden hacerlo. Su modo de ver las cosas es diferente: "El que no está contra nosotros está a favor nuestro".
En la sociedad moderna hay muchos hombres y mujeres que trabajan por un mundo más justo y humano sin pertenecer a la Iglesia. Algunos ni son creyentes, pero están abriendo caminos al reino de Dios y su justicia. Son de los nuestros. Hemos de alegrarnos en vez de mirarlos con resentimiento. Los hemos de apoyar en vez de descalificar.
Es un error vivir en la Iglesia viendo en todas partes hostilidad y maldad, creyendo ingenuamente que solo nosotros somos portadores del Espíritu de Jesús. El no nos aprobaría. Nos invitaría a colaborar con alegría con todos los que viven de manera evangélica y se preocupan de los más pobres y necesitados.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2008-2009 – RECUPERAR EL EVANGELIO
27 de septiembre de 2009

SON AMIGOS, NO ADVERSARIOS

El que no está con nosotros, está a favor nuestro.

A pesar de los esfuerzos de Jesús por enseñarles a vivir como él, al servicio del reino de Dios, haciendo la vida de las personas más humana, más digna y dichosa, los discípulos no terminan de entender el Espíritu que lo anima, su amor grande a los más necesitados y la orientación profunda de su vida.
El relato de Marcos es muy iluminador. Los discípulos informan a Jesús de un hecho que los ha molestado mucho. Han visto a un desconocido «expulsando demonios».  Está actuando «en nombre de Jesús» y en su misma línea: se dedica a liberar a las personas del mal que les impide vivir de manera humana y en paz. Sin embargo, a los discípulos no les gusta su trabajo liberador. No piensan en la alegría de los que son curados por aquel hombre. Su actuación les parece una intrusión que hay que cortar.
Le exponen a Jesús su reacción: «Se lo hemos querido impedir porque no es de los nuestros». Aquel extraño no debe seguir curando porque no es miembro del grupo. No les preocupa la salud de la gente, sino su prestigio de grupo. Pretenden monopolizar la acción salvadora de Jesús: nadie debe curar en su nombre si no se adhiere al grupo.
Jesús reprueba la actitud de sus discípulos y se coloca en una lógica radicalmente diferente. Él ve las cosas de otra manera. Lo primero y más importante no es el crecimiento de aquel pequeño grupo, sino que la salvación de Dios llegue a todo ser humano, incluso por medio de personas que no pertenecen al grupo: «el que no está contra nosotros, está a favor nuestro». El que hace presente en el mundo la fuerza curadora y liberadora de Jesús está a favor de su grupo.
Jesús rechaza la postura sectaria y excluyente de sus discípulos que solo piensan en su prestigio y crecimiento, y adopta una actitud abierta e inclusiva donde lo primero es liberar al ser humano de aquello que lo destruye y hace desdichado. Éste es el Espíritu que ha de animar siempre a sus verdaderos seguidores.
Fuera de la Iglesia católica, hay en el mundo un número incontable de hombres y mujeres que hacen el bien y viven trabajando por una humanidad más digna, más justa y más liberada. En ellos está vivo el Espíritu de Jesús. Hemos de sentirlos como amigos y aliados, nunca como adversarios. No están contra nosotros pues están a favor del ser humano, como estaba Jesús.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
1 de octubre de 2006

UN LENGUAJE DURO

Si tu mano te hace caer, córtatela.

Para Jesús, lo primero dentro del grupo de sus seguidores es olvidarse de los propios intereses y ambiciones y ponerse a servir, colaborando juntos en su proyecto de hacer un mundo más humano. No es fácil. A veces, en vez de ayudar a otros creyentes, les podemos hacer daño.
Es lo que preocupa a Jesús. Que, entre los suyos, haya quien «escandalice a uno de esos pequeños que creen». Que, entre los cristianos, haya personas que, con su manera de actuar, hagan daño a creyentes más débiles, y los desvíen del mensaje y el proyecto de Jesús. Sería desvirtuar su movimiento.
Jesús emplea imágenes extremadamente duras para que cada uno extirpe de su vida aquello que se opone a su estilo de entender y de vivir la vida. Está en juego «entrar en el reino de Dios» o quedar excluido, «entrar en la vida» o terminar en la destrucción total.
El lenguaje de Jesús es metafórico. La «mano» es símbolo de la actividad y el trabajo. Jesús empleaba sus manos para bendecir, curar y tocar a los excluidos. Es malo usarlas para herir, golpear, someter o humillar. «Si tu mano te hace caer, córtatela» y renuncia a actuar en contra del estilo de Jesús.
También los «pies» pueden hacer daño si nos llevan por caminos contrarios a la entrega y el servicio. Jesús caminaba para estar cerca de los más necesitados, y para buscar a los que vivían perdidos. «Si tu pie te hace caer córtatelo», y abandona caminos errados que no ayudan a nadie a seguir a Jesús.
Los «ojos» representan los deseos y aspiraciones de la persona. Pero, si no miramos a las personas con el amor y la ternura con que las miraba Jesús, terminaremos pensando sólo en nuestro propio interés. «Si tu ojo te hace caer córtatelo» y aprende a mirar la vida de manera más evangélica.
¿Cómo se le ocurrió a Jesús esa figura trágica y, al mismo tiempo, cómica de un hombre manco, cojo y tuerto entrando en la plenitud de la vida?, ¿qué sintió la gente al oírle hablar así?, ¿cómo podemos reaccionar nosotros? Por muy dolorosas que sean, si los cristianos no hacen opciones que aseguren la fidelidad a Jesús, su proyecto no se abrirá camino en el mundo.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2002-2003 – REACCIONAR
28 de septiembre de 2003

SON DE LOS NUESTROS

El que no está contra nosotros está a nuestro favor.

El evangelista Marcos nos describe un episodio en el que Jesús corrige de manera contundente una actitud equivocada de los Doce. ¿No habremos de escuchar también hoy la advertencia de Jesús?
Los Doce tratan de impedir la actividad de un hombre que «expulsa demonios», es decir, alguien dedicado a liberar a las personas del mal que las bloquea y esclaviza, devolviéndoles su libertad y dignidad. Es un hombre preocupado de hacer el bien a la gente. Incluso actúa «en nombre de Jesús». Pero los Doce observan algo que, a su juicio, es muy grave: «no es de los nuestros».
Los Doce no toleran la actividad liberadora de alguien que no está con ellos. Les parece inadmisible. Sólo a través de la adhesión a ellos puede llevarse a cabo la salvación que ofrece Jesús. No se fijan en el bien que realiza aquel hombre. Les preocupa que no esté con ellos.
Jesús, por el contrario, reprueba de manera rotunda la actitud de sus discípulos. Quien desarrolla una actividad humanizadora está ya, de alguna manera, vinculado a Jesús y a su proyecto de salvación. Sus seguidores no tienen que monopolizarlo.
Los Doce han querido ejercer un control sobre la actividad de quien no pertenece a su grupo, y han visto en él un rival. Jesús que sólo busca el bien del ser humano ha visto en él un aliado y un amigo: «El que no está contra nosotros está a favor nuestro».
La crisis que sufre hoy la «religión cristiana» es una oportunidad para que los seguidores de Jesús recordemos que nuestra primera tarea no es organizar y desarrollar con éxito una religión, sino ser fermento de una humanidad nueva.
Por eso, lo nuestro no es vivir recelosos, condenando posiciones o iniciativas que no se ajustan a nuestros deseos o esquemas religiosos. No es muy propio de una Iglesia de Jesús estar siempre viendo enemigos por todas partes. Jesús nos invita, más bien, a alegrarnos de todo lo que gentes e instituciones ajenas a la Iglesia pueden estar haciendo por un desarrollo más humano de la vida. Son de los nuestros porque luchan por la misma causa: un hombre más digno de su condición de hijo de Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1999-2000 – COMO ACERTAR
1 de octubre de 2000

¿QUÉ HAS HECHO DE TU HERMANO?

El que os dé a beber un vaso de agua...

El individualismo es, sin duda, uno de los rasgos que mejor caracterizan al hombre de hoy. Como recordaba el sociólogo americano D. Riesman en su renombrado estudio «La muchedumbre solitaria» (1950), en la época moderna lo sagrado ya no es el grupo ni la familia, sino el individuo suelto y «autodirigido».
Desgraciadamente este individualismo moderno no lleva siempre a la autoafirmación de la persona. Después del toque de alarma de Ch. Lasch en «La cultura del narcisismo» (1979) no son pocos los que nos ponen en guardia ante cierto estilo de vida individualista que conduce a la pérdida de identidad humana.
El individuo moderno defiende «instintivamente» su libertad, pero ésta queda reducida muchas veces a una defensa recelosa de la esfera privada. Es una libertad sin contenido. Lo que importa es no atarse a nada ni a nadie. No depender de otros. Exigir derechos sin asumir obligaciones. Ocuparse y preocuparse sólo de uno mismo.
Este individualismo conduce entonces a un peligroso aislamiento. La persona se desentiende de todo lo que no sea su propio interés. Rehúye el compromiso e incluso el amor. Sólo le interesa su propio yo. Los problemas personales se hipertrofian. La tranquilidad se va convirtiendo en meta suprema. Lo importante es evitar tensiones y vivir sin problemas.
Curiosamente, al encontrarse por fin solo y sin ataduras, el individuo pierde seguridad. No se siente bien. Necesita coincidir con los demás, vivir a la moda, estar informado, encender el televisor, tener la sensación de que no está tan solo en la vida. Necesita sentirse vivo pero ya no sabe lo que es desplegar la vida desde el amor.
Frente a esta «cultura del yo», el Evangelio sigue invitando a la «cultura del nosotros». La humanidad no es «una muchedumbre de individuos aislados». El mundo no termina en mi piel. Todo ser humano es mi «prójimo». De todos me he de sentir responsable, aunque sólo sea para «dar a beber un vaso de agua». El individualismo contemporáneo no será humano mientras no escuche la pregunta de Dios: «Hombre moderno y progresista, ¿qué has hecho de tu hermano?»

José Antonio Pagola

HOMILIA

1996-1997 – DESPERTAR LA FE
28 de septiembre de 1997

UNA ISLA GRIEGA

El que os dé a beber un vaso de agua…

Lo he escuchado esta misma semana en la televisión. En plena burla de lo que puede significar la ética en la vida práctica, alguien le preguntaba a Pepe Navarro: «Pero, ¿tú sabes lo que es ética?» Y el famoso presentador contestaba con picardía: « ¿Una isla griega?» No nos debe sorprender excesivamente la «gracia» pues se producía en uno de los programas más vulgares de la pequeña pantalla. Más desalentador resulta ver cómo autores muy celebrados hoy en Europa proponen abiertamente una ética inspirada en el propio interés o convivencia.
Según se nos dice, hay que olvidarse del altruismo o la preocupación por el otro y ocuparse sólo del propio bienestar. El interés por uno mismo sería la clave de esta ética de los nuevos tiempos democráticos. Cada uno ha de buscar inteligentemente lo que le conviene. «Good ethics make good business.»
Así afirma G. Lipovetsky en uno de sus libros de mayor éxito de crítica y de ventas: «Una persona buena en el sentido de la moral del deber no siempre produce beneficios, por eso todos preferimos un gestor que robe un poco, pero que incremente la cuenta de resultados, a una bellísima persona que con su bondad nos lleve a la ruina. Los santos pueden ser perjudiciales para el bienestar general, mientras que los astutos pueden resultar beneficiosos. Al individuo responsable le interesarían más los segundos que los primeros.»
La sociedad del futuro se ha de construir, pues, sobre este «individualismo responsable». Las cosas funcionarán bien si cada uno se preocupa razonablemente de lo suyo. No hace falta ocuparse de los otros. La solidaridad «quedaría en un segundo plano, porque no es obligatoria, es más bien un valor sagrado laicizado, que no ocupa el primer lugar. El individualismo es el código de la democracia moderna.»
Naturalmente, en esta «ética individualista» desaparece el interés por el otro, el cuidado del débil, la atención al que sufre. Si una persona sigue haciendo algo de esto, será porque le interesa o porque le apetece, ya que en última instancia, todo se enfoca desde el propio interés. No sé qué es más desmoralizador: reírse de la ética aludiendo a cierta «isla griega» o proponer una ética que nos convierte a todos en «islas».
Qué sanador y reconfortante resulta en este contexto escuchar las palabras de Jesús valorando hasta el vaso de agua que se da a beber a quien tiene sed. Nunca nacerá una sociedad digna del ser humano promoviendo el desencuentro, el desamor y la insolidaridad entre las personas y los grupos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
25 de septiembre de 1994

FE Y PLURALISMO

No es de los nuestros.

Poco a poco, se va tomando conciencia de que uno de los hechos más importantes de la época moderna y de consecuencias más profundas es, sin duda, el pluralismo. La cultura moderna, el desarrollo de los medios de comunicación y la facilidad para viajar hacen que cualquier persona entre hoy en contacto con otras culturas, religiones o ideologías muy diferentes a las suyas.
El hecho no es nuevo en la historia de la humanidad y se ha dado con cierta frecuencia en las grandes ciudades. Lo nuevo del pluralismo moderno es la fuerza que va adquiriendo ese fenómeno que el sociólogo norteamericano Peter L. Berger llama, en su último libro, «la contaminación cognoscitiva»: los diferentes estilos de vida, valores, creencias, posiciones religiosas y morales se mezclan cada vez más. Y no solo en el seno de la sociedad; también en el interior de cada uno.
Las personas reaccionan de diversas maneras ante esta realidad. Hay bastantes que caen en un relativismo generalizado; han descubierto que su religión o su moral no es la única posible, y, poco a poco, se ha abierto en ellas el resquicio de la duda: « ¿Dónde estará la verdad?» Hay quienes optan entonces por ahondar en su propia fe para conocerla y fundamentarla mejor. Pero hay también quienes se abandonan a un relativismo total: «Nada se puede saber con certeza»; «todo da igual»; « ¿para qué complicarse más?»
Otros, por el contrario, se atrincheran en una ortodoxia de «ghetto» y hasta en el fanatismo. Es difícil para muchos vivir sin seguridad absoluta, sobre todo en lo que afecta a las cuestiones más vitales de la existencia. Por eso, cuando el relativismo parece ya excesivo en una sociedad, es normal que el absolutismo y el integrismo doctrinal adquieran para algunos un fuerte atractivo. Hay que defender la propia ortodoxia y combatir los errores: «Fuera de nuestro grupo no hay nada bueno ni verdadero.» Naturalmente, no pienso solo en «ortodoxias» de carácter religioso; las hay también de orden político o ideológico, vinculadas a un determinado estilo de vida o de filosofía.
No es fácil vivir hoy con honestidad las propias convicciones en una sociedad que parece tolerarlo todo, pero donde los fanatismos vuelven a cobrar tanta fuerza. Los cristianos, por nuestra parte, habremos de aprender a vivir nuestra propia fe sin disolverla ligeramente en falsos relativismos y sin encerrarnos ciegamente en fanatismos que poco tienen que ver con el espíritu de Cristo.
Siempre es posible la lealtad innegociable al mensaje de Cristo y a su persona, y la apertura honesta a todo lo bueno y positivo que se encuentra fuera del cristianismo. Esta es la lección que nos llega de ese Jesús que, en cierta ocasión, corrigió a sus discípulos cuando rechazaban a un hombre que «echaba demonios», solo porque, según decían, «no es de los nuestros». El mensaje de Jesús es claro: El que hace el bien, aunque no sea de los nuestros, está a favor nuestro.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
29 de septiembre de 1991

ESCANDALOS

El que escandalice.

Apenas se habla hoy del pecado de escándalo. Tradicionalmente se veía el “escándalo”, sobre todo, en la corrupción de las costumbres, las modas provocativas, los espectáculos atrevidos o todo aquello que turbara los hábitos sociales en el campo del sexo.
Hoy nos hemos habituado de tal manera al deterioro social, que lo que “escandaliza” y ofende no es el estado de la sociedad, sino las palabras de quienes, como el Papa, denuncian el deterioro de los valores morales, el incremento del consumismo, el hedonismo, la permisividad sexual, el descenso de la natalidad o el aborto.
Antes que nada, es conveniente que recordemos que “escándalo”, en su sentido más amplio y profundo, es todo aquello que conduce a otros a actuar al margen de la propia conciencia. Escandalizar no es tanto producir turbación o confusión cuanto incitar a una vida inmoral. En este sentido, nadie puede negar que vivamos en una sociedad “escandalosa” en la que se estimula hacia actuaciones poco humanas.
La desigualdad económica y social entre quienes viven instalados en la seguridad de su puesto de trabajo bien retribuido y los que se van quedando descolgados de toda fuente digna de subsistencia es hoy escandalosa porque está llevando al individualismo ciego, la insolidaridad y la marginación de los más débiles.
Por otra parte, amplios sectores del pueblo comienzan a “escandalizarse” porque constatan que el noble ejercicio de la política se vaya deteriorando de manera lamentable. Estrategias poco transparentes, enfrentamientos mezquinos y manejos turbios, al margen del bien común, están llevando a no pocos ciudadanos al desaliento, la inhibición y la desconfianza en las instituciones públicas.
Asimismo, la agresividad insana, las descalificaciones destructivas y la violencia verbal entre los políticos son un “escándalo” en un pueblo que necesita urgentemente modelos públicos de diálogo constructivo, solidaridad y colaboración en el bien común.
Los cristianos deberíamos recordar también la grave advertencia de Jesús que nos pone en guardia ante el escándalo que puede conducir a la pérdida de fe. Esas palabras tan duras de Jesús: “El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar” no se refieren a la “corrupción de menores”, sino a las incoherencias, infidelidades y contradicciones con las que podemos hacer que se pierda la fe de las gentes sencillas.
Escándalo viene del griego “skandalon” que significa “la piedra” con la que se puede tropezar. Escandaliza todo aquel que, con su actuación, obstaculiza o hace más difícil la vida digna y humana de los demás.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
25 de septiembre de 1988

ESCANDALIZARSE

El que escandalice a uno...

Con cierta frecuencia se oye hablar entre nosotros de acontecimientos, nuevas costumbres, espectáculos o hechos que “provocan escándalo”.
Por lo general, se habla públicamente de escándalos cuando se lesionan valores que se consideran esenciales para la convivencia dentro de una sociedad.
Pero es curioso observar que los escándalos que producen mayor irritación son casi siempre aquéllos que hieren las convicciones o la sensibilidad en lo que afecta al terreno sexual.
Jesús, por el contrario, habla más bien del “escándalo religioso”, es decir, de todo aquello que puede desviar o alejar de la fe a los “pequeñuelos que creen”.
El escándalo puede tener efectos destructivos para el que recibe su impacto, pero puede también convertirse en estímulo y acicate para la fe. No olvidemos que las persecuciones han fortalecido casi siempre la vida de las comunidades cristianas.
Naturalmente, ello depende en gran parte del modo de reaccionar de los creyentes ante el hecho escandaloso que perturba o hiere sus creencias.
Hay quienes lo hacen no desde una postura religiosa sino desde la irritación, el resentimiento o la indignación.
Su reacción exasperada, provocada no pocas veces por la falta de seguridad y solidez interior, les impide con frecuencia ahondar más en su propia fe y enriquecer o purificar su adhesión creyente.
Hay también quienes, curiosamente, se dedican a proclamar a los cuatro vientos el escándalo que han recibido, con lo cual se convierten en sus mejores propagandistas y promotores.
Se diría que, por alguna razón difícil de entender, les interesa que el escándalo adquiera una resonancia y un eco mayor que los que en un comienzo podía tener.
Hay incluso quienes reaccionan de manera más violenta recurriendo al insulto y los ataques personales, como si no existiera otra manera más digna y adecuada de defender las creencias y los valores agraviados.
Sin embargo, si como es normal, al escándalo religioso se responde desde una actitud religiosa, puede convertirse en invitación y estímulo para consolidar mejor nuestra fe y dar un testimonio firme de ella.
Tal vez la próxima presentación de una película “escandalosa» sobre Cristo nos ofrezca una buena ocasión para ello.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
29 de septiembre de 1985

«NO ES DE LOS NUESTROS»

«No es de los nuestros».

La violencia armada que sacude a nuestro pueblo, además de otras cosas, es el exponente más visible de una sociedad intolerante.
Acostumbrados a vivir durante largos años en un marco totalitario, no hemos aprendido todavía a resolver nuestras legítimas diferencias por la vía de la confrontación leal y el diálogo.
Fácilmente caemos en la tentación de pensar cada uno que el proyecto político que defendemos es el único válido al que todos se han de someter y que nuestra posición es la única que se identifica con la justicia.
Sin darnos cuenta, eliminamos de raíz el derecho que tienen los demás a discrepar, ser diferentes y tener sus propias posiciones contrarias e, incluso, opuestas a las nuestras.
Cuando uno vive encerrado en un dogmatismo político, cultural o ideológico, fácilmente desprecia al discrepante, descalifica todo su proyecto y le niega competencia y hasta honestidad.
Entonces, el adversario político o ideológico se convierte en enemigo personal. La confrontación degenera en insulto y agresividad. El clima de intolerancia y mutua exclusión violenta puede entonces conducirnos a la tentación de eliminar de alguna manera a quien se nos presenta como enemigo.
En este clima es fácil justificar cualquier atentado contra las personas, incluso, los asesinatos, si el muerto no es de los nuestros.
Cuántas personas sufren hoy con este ambiente de intolerancia y mutuo rechazo que se respira a menudo, en nuestros ayuntamientos, lugares de trabajo, asambleas y confrontaciones políticas.
No se asentará en nuestro pueblo ninguna paz estable mientras no aprendamos a superar posturas dogmáticas y exclusivistas. El que trata de imponer por la fuerza su propio proyecto político o su ideología, está introduciendo en nuestra convivencia nuevos factores de conflicto y violencia.
Entre todos hemos de crear unas condiciones y un clima de tolerancia, mutuo respeto y confrontación leal en que sea posible ir encontrando vías de diálogo y concertación política que hagan cada vez más injustificable y absurdo el recurso a las armas.
Los cristianos, lejos de endurecer y sacralizar falsamente nuestras posiciones manipulando a Dios e identificándolo con nuestras propias posturas, hemos de seguir a ese Jesús que corrigió a sus discípulos cuando rechazaban a un hombre sólo porque, según decían, «no era de los nuestros».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1981-1982 – APRENDER A VIVIR
26 de septiembre de 1982

A FAVOR NUESTRO

El que no está contra nosotros, está a favor nuestro.

Con frecuencia, los cristianos no terminamos de superar una mentalidad de casta privilegiada que nos impide apreciar todo el bien que se realiza en ámbitos alejados de la fe.
Casi inconscientemente, tendemos a pensar que somos nosotros los únicos portadores de la verdad, y que el Espíritu de Dios sólo actúa a través de nosotros.
Una falsa interpretación del mensaje de Jesús nos ha conducido a veces a identificar el reino de Dios con la Iglesia. Según esta concepción, el reino de Dios se realizaría dentro de la Iglesia, y crecería y se extendería en la medida en que crece y se extiende la Iglesia.
Y sin embargo, no es así. El reino de Dios se extiende más allá de la institución eclesial. No crece sólo entre los cristianos sino entre todos aquellos hombres de buena voluntad que hacen crecer en el mundo la fraternidad.
Según Jesús, todo aquél que «echa demonios en su nombre está evangelizando. Todo hombre, grupo o partido capaz de «echar demonios» de nuestra sociedad y de colaborar en la construcción de un mundo mejor, está, de alguna manera, abriendo camino al reino de Dios.
Es fácil que también a nosotros como a los discípulos, nos parezca que no son de los nuestros, porque no entran en nuestras iglesias ni asisten a nuestros cultos. Sin embargo, según Jesús, «el que no está contra nosotros, está a favor nuestro».
Todos los que, de alguna manera, luchan por la causa del hombre, están con nosotros. «Secretamente, quizás, pero realmente, no hay un sólo combate por la justicia —por equívoco que sea su trasfondo político— que no esté silenciosamente en relación con el reino de Dios, aunque los cristianos no lo quieran saber. Allí donde se lucha por los humillados, los aplastados, los débiles, los abandonados, allí se combate en realidad con Dios por su reino, se sepa o no, él lo sabe» (G. Crespy).
Los cristianos deberíamos valorar con gozo todos los logros humanos grandes o pequeños, y todos los triunfos de la justicia que se alcanzan en el campo político, económico o social, por efímeros que nos puedan parecer.
Los políticos que luchan por una sociedad más justa, los periodistas que se arriesgan por defender la verdad y la libertad, los obreros que logran una mayor solidaridad, los educadores que se desviven por educar para la responsabilidad, aunque no parezcan siempre ser de los nuestros, «están a favor nuestro» si se esfuerzan por un mundo más humano.
Lejos de creernos portadores únicos de salvación, los cristianos debemos acoger con gozo esa corriente de salvación que se abre camino en la historia de los hombres, no sólo en la Iglesia, sino también junto a ella y más allá de sus instituciones.

José Antonio Pagola

lunes, 17 de septiembre de 2012

23/09/2012 - 25º domingo Tiempo ordinario (B)

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Homilias de José Antonio Pagola

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23 de septiembre de 2012

25º domingo Tiempo ordinario (B)



EVANGELIO

El Hijo del hombre va a ser entregado... El que quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.

+ Lectura del santo evangelio según san Marcos 9,30-37

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará». Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».

Palabra de Dios.

HOMILIA

2011-2012 -
23 de septiembre de 2012


¿POR QUÉ LO OLVIDAMOS?

Camino de Jerusalén, Jesús sigue instruyendo a sus discípulos sobre el final que le espera. Insiste una vez más en que será entregado a los hombres y estos lo matarán, pero Dios lo resucitará. Marcos dice que "no le entendieron y les daba miedo preguntarle". En estas palabras se adivina la pobreza de los cristianos de todos los tiempos. No entendemos a Jesús y nos da miedo ahondar en su mensaje.
Al llegar a Cafarnaún, Jesús les pregunta: "¿De qué discutíais por el camino?". Los discípulos se callan. Están avergonzados. Marcos nos dice que, por el camino, habían discutido quién era el más importante. Ciertamente, es vergonzoso ver al Crucificado acompañado de cerca por un grupo de discípulos llenos de estúpidas ambiciones. ¿De qué discutimos hoy en la Iglesia mientras decimos seguir a Jesús?
Una vez en casa, Jesús se dispone a darles una enseñanza. La necesitan. Estas son sus primeras palabras: "Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos". En el grupo que sigue a Jesús, el que quiera sobresalir y ser más que los demás, se ha de poner el último, detrás de todos; así podrá ver qué es lo que necesitan y podrá ser servidor de todos.
La verdadera grandeza consiste en servir. Para Jesús, el primero no es el que ocupa un cargo de importancia, sino quien vive sirviendo y ayudando a los demás. Los primeros en la Iglesia no son los jerarcas sino esas personas sencillas que viven ayudando a quienes encuentran en su camino. No lo hemos de olvidar.
Para Jesús, su Iglesia debería ser un espacio donde todos piensan en los demás. Una comunidad donde estamos atentos a quien nos puede necesitar. No es sueño de Jesús. Para él es tan importante que les va a poner un ejemplo gráfico.
Antes que nada, acerca un niño y lo pone en medio de todos para que fijen su atención en él. En el centro de la Iglesia apostólica ha de estar siempre ese niño, símbolo de las personas débiles y desvalidas, los necesitados de apoyo, defensa y acogida. No han de estar fuera, junto a la puerta. Han de ocupar el centro de nuestra atención.
Luego, Jesús abraza al niño. Quiere que los discípulos lo recuerden siempre así. Identificado con los débiles. Mientras tanto les dice: "El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí...acoge al que me ha enviado".
La enseñanza de Jesús es clara: el camino para acoger a Dios es acoger a su Hijo Jesús presente en los pequeños, los indefensos, los pobres y desvalidos. ¿Por qué lo olvidamos tanto? 

José Antonio Pagola

HOMILIA

2008-2009 – RECUPERAR EL EVANGELIO
20 de septiembre de 2009

DOS ACTITUDES MUY DE JESÚS

Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos.

El grupo de Jesús atraviesa Galilea camino de Jerusalén. Lo hacen de manera reservada, sin que nadie se entere. Jesús quiere dedicarse enteramente a instruir  a sus discípulos. Es muy importante lo que quiere grabar en sus corazones: su camino no es un camino de gloria, éxito y poder. Es lo contrario: conduce a la crucifixión y al rechazo, aunque terminará en resurrección.
A los discípulos no les entra en la cabeza lo que les dice Jesús. Les da miedo hasta preguntarle. No quieren pensar en la crucifixión. No entra en sus planes ni expectativas. Mientras Jesús les habla de entrega y de cruz, ellos hablan de sus ambiciones: ¿quién será el más importante en el grupo? ¿Quién ocupará el puesto más elevado? ¿Quién recibirá más honores?
Jesús «se sienta». Quiere enseñarles algo que nunca han de olvidar. Llama a los Doce, los que están más estrechamente asociados a su misión y los invita a que se acerquen, pues los ve muy distanciados de él. Para seguir sus pasos y parecerse a él han de aprender dos actitudes fundamentales.
Primera actitud: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y servidor de todos». El discípulo de Jesús ha de renunciar a ambiciones, rangos, honores y vanidades. En su grupo nadie ha de pretender estar sobre los demás. Al contrario, ha de ocupar el  último lugar, ponerse al nivel de quienes no tienen poder ni ostentan rango alguno. Y, desde ahí, ser como Jesús: «servidor de todos».
La segunda actitud es tan importante que Jesús la ilustra con un gesto simbólico entrañable. Pone a un niño en medio de los Doce, en el centro del grupo, para que aquellos hombres ambiciosos se olviden de honores y grandezas, y pongan sus ojos en los pequeños, los débiles, los más necesitados de defensa y cuidado.
Luego, lo abraza y les dice: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí». Quien acoge a un "pequeño" está acogiendo al más "grande", a Jesús. Y quien acoge a Jesús está acogiendo al Padre que lo ha enviado. Un Iglesia que acoge a los pequeños e indefensos está enseñando a acoger a Dios. Una Iglesia que mira hacia los grandes y se asocia con los poderosos de la tierra está pervirtiendo la Buena Noticia de Dios anunciada por Jesús.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
24 de septiembre de 2006

¿DE QUÉ DISCUTIMOS NOSOTROS?

¿De qué discutíais por el camino?

Según el relato de Marcos, hasta por tres veces insiste Jesús, camino de Jerusalén, en el destino que le espera. Su entrega al proyecto de Dios no terminará en el éxito triunfal que imaginan sus discípulos. Al final habrá «resurrección», pero, aunque parezca increíble, Jesús «será crucificado». Sus seguidores lo deben saber.
Los discípulos no le entienden. Les da miedo hasta preguntarle. Ellos siguen pensando que Jesús les aportará gloria, poder y prestigio. No piensan en otra cosa. Al llegar a su casa de Cafarnaúm, Jesús les hace una sola pregunta: « ¿De qué discutíais por el camino?», ¿de qué han hablado a sus espaldas en esa conversación en la que Jesús ha estado ausente?
Los discípulos guardan silencio. Les da vergüenza decirle la verdad. Mientras Jesús les habla de entrega y fidelidad, ellos están pensando en quién será el más importante. No creen en la igualdad y la fraternidad que busca Jesús. En realidad, lo que les mueve es la ambición y la vanidad: ser superiores a los demás.
De espaldas a Jesús y sin que su Espíritu esté muy presente, ¿no seguimos discutiendo de cosas parecidas?: ¿tiene que renunciar la Iglesia a privilegios multiseculares o ha de buscar «poder social»?, ¿a qué congregaciones y movimientos hay que dar importancia y cuáles hay que dejar de lado?, ¿qué teólogos merecen el honor de ser considerados «ortodoxos» y quiénes han de ser silenciados como marginales?, ¿sólo los varones han de acceder al rango del sacerdocio o también las mujeres?
Ante el silencio de sus discípulos, Jesús se sienta y los llama. Tiene gran interés en ser escuchado. Lo que va a decir no debe ser olvidado: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». En su movimiento no hay que mirar tanto a los que ocupan los primeros puestos y tienen nombre, títulos y honores. Importantes son los que, sin pensar mucho en su nombre, prestigio o tranquilidad personal, se dedican sin ambiciones y con total libertad a servir, colaborar y contribuir al proyecto de Jesús. No lo hemos de olvidar: lo importante no es quedar bien sino hacer el bien.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2002-2003 – REACCIONAR
21 de septiembre de 2003

EL ARTE DE EDUCAR

El que acoge a un niño...

Hay quienes afirman que la tragedia más grave de la sociedad contemporánea es la crisis de la relación educativa. Los padres cuidan a sus hijos y los maestros enseñan a sus alumnos, pero en no pocos hogares y colegios se ha perdido «el espíritu de la educación».
Y, sin embargo, si una sociedad no sabe educar a las nuevas generaciones no conseguirá ser más humana, por muchos que sean sus avances tecnológicos y sus logros económicos. Para el crecimiento humano, los educadores son más importantes y decisivos que los políticos, los técnicos o los economistas.
Educar no es instruir, adoctrinar, mandar, obligar, imponer o manipular. Educar es el arte de acercarse al niño, con respeto y amor, para ayudarle a que se despliegue en él una vida verdaderamente humana.
La educación está siempre al servicio de la vida. Verdadero educador es el que sabe despertar toda la riqueza y las posibilidades que hay en el niño. El que sabe estimular y hacer crecer en él, no sólo sus aptitudes físicas y mentales, también lo mejor de su mundo interior y el sentido gozoso y responsable de la vida. La célebre educadora M Danielou decía que «el niño más humilde tiene derecho a una cierta iniciación a la vida interior y a la reflexión personal».
Cuando en las instituciones educativas se ahoga «el gusto por la vida», y los enseñantes se limitan a transmitir de manera disciplinada el conjunto de materias que a cada uno se le han asignado (asignaturas), allí se pierde «el espíritu de la educación».
Por otra parte, la relación educativa exige verdad. Se equivocan los educadores que para ganarse el respeto y la admiración de sus alumnos se presentan como dioses. Lo que los niños necesitan es encontrarse con personas reales, sencillas, cercanas y profundamente buenas.
Asimismo, el verdadero educador respeta al niño, no lo humilla, no destruye su autoestima. Una de las maneras más sencillas y nefastas de bloquear su crecimiento es repetirle constantemente: «no hay quien te aguante», «eres un desastre», «serás un desgraciado el día de mañana».
En la relación educativa hay además un clima de alegría, pues la alegría es siempre «signo de creación» y, por ello, uno de los principales estímulos del acto educativo. Así escribía Simone Weil: «La inteligencia no puede ser estimulada sino por la alegría. Para que haya deseo tiene que haber placer y alegría. La alegría de aprender es tan necesaria para los estudios como la respiración para los corredores».
Hace unos días se han abierto los colegios y centros de enseñanza. Miles de niños han vuelto de nuevo a sus maestros y enseñantes. ¿Quién tendrá la suerte de encontrarse con un verdadero educador o educadora? ¿Quién los acogerá con el respeto y la solicitud de aquél que un día en Cafamaum abrazó a uno de ellos diciendo: «Quien acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí?»

José Antonio Pagola

HOMILIA

1999-2000 – COMO ACERTAR
24 de septiembre de 2000

ACOGER AL NIÑO

El que acoge a un niño... me acoge a mí.

Las primeras víctimas del deterioro y de los errores de una sociedad son casi siempre los más débiles y desamparados: los niños. Esos seres que dependen totalmente del cuidado de sus padres o de la ayuda de los adultos. Basta abrir los ojos y observar lo que sucede entre nosotros.
La crisis de la familia y la inestabilidad de la pareja están provocando en algunos hijos efectos difíciles de medir en toda su hondura. Niños poco queridos, privados del cariño y la atención de sus padres, de mirada triste y ánimo crispado, que se defienden como pueden de la dureza de la vida sin saber dónde encontrar refugio seguro.
El bienestar material maquilla a veces la situación ocultando de manera sutil la «soledad» del niño. Ahí están esos hijos, repletos de cosas, que reciben de sus padres todo lo que les apetece, pero que no encuentran en ellos la atención, el cariño y la acogida que necesitan para abrirse a la vida con seguridad y gozo.
Y ¿los educadores? No lo tienen fácil. Piezas de un sistema de enseñanza que, por lo general, fomenta más la transmisión de datos que el acompañamiento humano, tienen el riesgo de convertirse en «procesadores de información» más que en «maestros de vida». Por otra parte, muchos de ellos han de enfrentarse cada mañana a alumnos desmotivados e indolentes sabiendo que apenas encontrarán en sus padres colaboración para su tarea.
No se trata de culpabilizar a nadie. Es toda la sociedad la que ha de tomar conciencia de que un pueblo progresa cuando sabe acoger, cuidar y educar bien a las nuevas generaciones. Es un error planificar el futuro y descuidar la educación integral de niños y jóvenes. Es necesario apoyar más a la familia, valorar a los educadores, saber que la tarea más importante para el futuro es mejorar la calidad humana de quienes serán sus protagonistas.
«El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí». Estas palabras de Jesús, recogidas en diversas tradiciones evangélicas, son una llamada a la responsabilidad. En las primeras comunidades cristianas no se protege al niño por razones jurídicas o legales. La razón es más honda. Los creyentes han de sentirse responsables ante el mismo Cristo de acoger a esos niños que, sin el cuidado y la ayuda de los adultos, no podrán abrirse a una vida digna y dichosa. La vida que Dios quiere para ellos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1996-1997 – DESPERTAR LA FE
21 de septiembre de 1997

EDUCACIÓN INTEGRAL

El que acoge a un niño... me acoge a mí.

El comienzo de un nuevo año escolar ha provocado una vez más comentarios y análisis de algunos aspectos de la reforma en el sistema de la enseñanza. Sin embargo, sigue faltando entre nosotros un debate de fondo que estudie el proyecto de hombre que queremos y analice el futuro que se está gestando en nuestras escuelas y universidades.
Este debate es más necesario que nunca. Se ha publicado recientemente en Bruselas un estudio de La Table Ronde des Industriels Européens donde se propone un nuevo modelo de enseñanza «inspirado por los valores de adaptación a las necesidades de la empresa y por la fe en la tecnología moderna, especialmente los multimedia». Según este estudio, la idea clave que debería inspirar la enseñanza es la «competitividad». Los autores se lamentan de que el mundo de la enseñanza no percibe la necesidad de esta competitividad con la misma agudeza que el mundo económico.
El libro no es sino un exponente más de algo que están denunciando ya los sociólogos y pedagogos más lúcidos (R. Petrella, J.P Laurent). Poco a poco, todo va quedando subordinado al desarrollo tecnológico; se cultiva «lo instrumental» y se olvidan los fines; todo se piensa en función de los ordenadores, las redes terminales, los precios y los mercados. ¿Qué va a ser de estos jóvenes perfectamente conformados a unos patrones técnicos, pero mutilados con frecuencia en sus aspiraciones más hondas de verdad, belleza, amor o justicia?
Es un inmenso error que la sociedad no cuide con más rigor la educación integral de los jóvenes y que apenas se cultiven aspectos y valores tales como la importancia de cada ser humano, la interioridad, el respeto a los derechos de todos, el papel de la conciencia, la solidaridad, la libertad ante la tecnocracia, lo simbólico de la existencia, la responsabilidad ética, el disfrute de la sexualidad, la capacidad de compasión, el rigor intelectual, el conocimiento de uno mismo.
Señalaré todavía algo, a mi juicio, más preocupante. La educación puede modelar inteligencias humildes, abiertas al misterio, capaces de búsqueda interior. Sin embargo, configurada desde claves tecnológicas y utilitaristas, puede formar inteligencias cerradas, autosuficientes, impermeables al misterio más hondo de la existencia.
Los padres y educadores cristianos han de ser más que nunca conscientes de su responsabilidad. Es mucho lo que se puede hacer día a día con los niños y los jóvenes si se sabe acogerlos y acompañarlos desde el espíritu de Cristo y las claves del evangelio. El P. Kolvenbach decía a los rectores de universidades europeas: «Estoy convencido de que sería difícil encontrar en la vida una profesión al servicio de la sociedad futura más elevada que la educación integral de la juventud.»

José Antonio Pagola

HOMILIA

1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
18 de septiembre de 1994

LO COTIDIANO

Quien quiera ser el primero.

Terminadas las vacaciones, unos y otros vamos volviendo a nuestro trabajo y ocupaciones habituales. Y es fácil que más de uno sienta estos días esa insatisfacción profunda que nace en el ser humano al experimentar, de forma más o menos consciente, la enorme distancia entre la sed de felicidad eterna que hay en nosotros y la monotonía de nuestro vivir diario.
No es fácil vivir con hondura lo cotidiano. Es un arte que se ha de aprender cada día. El conocido poeta austriaco R.M Rilke nos advierte sabiamente con estas palabras: «Si tu vida de cada día te parece pobre, no la acuses; acúsate más bien a ti mismo de no ser lo bastante fuerte para descubrir su riqueza.»
Tal vez, lo primero es aprender a mirar la vida como un don que se nos hace cada mañana. Es un regalo admirable poder hacer los gestos más elementales de la vida: ver, escuchar, reír, caminar, comer, dormir; solo cuando enfermamos, empezamos a apreciar el don maravilloso de la existencia. Por otra parte, la vida de cada día está llena de pequeñas sorpresas y experiencias gozosas. Quien sabe acogerla de manera humilde y agradecida, llega a conocer el placer de sentirse vivo.
Es necesario, además, un proyecto de vida que dé sentido y orientación positiva a todos nuestros trabajos y ocupaciones. Cada una de las jornadas, tomada aisladamente, es insignificante; el sentido de la existencia solo se desvela cuando se puede apreciar el espíritu que anima al individuo a lo largo de los días. Es ahí donde va apareciendo la alegría real de la persona, su fe, su fidelidad, su capacidad de amar.
Desde esta perspectiva cobra un significado especial la actividad diaria. Nuestra verdadera grandeza no se manifiesta en los ideales sublimes que proclamamos o en las grandes palabras con que llenamos nuestra boca, sino en el servicio sencillo y generoso a los demás. Nos lo recuerdan las palabras de Jesús: «Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.»
Cuando el trabajo no degenera en activismo para convertirse en huída de nosotros mismos o búsqueda de falsa seguridad, sino que es desgaste generoso animado interiormente por el amor, la vida cotidiana no es monotonía y aburrimiento, sino alabanza al Creador. Hace ya bastantes años, en un conocido estudio sobre la teología de la vida cotidiana, K Rahner escribía así: «La realidad sencilla de cada día, vivida con sinceridad, esconde dentro de sí el milagro eterno y el misterio callado que llamamos Dios.»
No se trata de idealizar lo cotidiano. Todos conocemos por experiencia lo que es el cansancio, la decepción, el peso de algunas jornadas o la mediocridad de nuestra conducta. Pero no hemos de olvidar que es esta vida de cada día la que nos prepara y conduce a la vida eterna.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
22 de septiembre de 1991

EDUCAR

El que acoge a un niño...

Hay quienes afirman que la tragedia más grave de la sociedad contemporánea es la crisis de la relación educativa. Los padres cuidan a sus hijos y los maestros enseñan a sus alumnos, pero en no pocos hogares y colegios se ha perdido “el espíritu de la educación”.
Y, sin embargo, si una sociedad no sabe educar a las nuevas generaciones no conseguirá ser más humana, por muchos que sean sus avances tecnológicos y sus logros económicos. Para el crecimiento humano, los educadores son más importantes y decisivos que los políticos, los técnicos o los economistas.
Educar no es instruir, adoctrinar, mandar, obligar, imponer o manipular. Educar es el arte de acercarse al niño, con respeto y amor, para ayudarle a que se despliegue en él una vida verdaderamente humana.
La educación está siempre al servicio de la vida. Verdadero educador es el que sabe despertar toda la riqueza y las posibilidades que hay en el niño. El que sabe estimular y hacer crecer en él, no sólo sus aptitudes físicas y mentales, también lo mejor de su mundo interior y el sentido gozoso y responsable de la vida. La célebre educadora M. Danielou decía que “el niño más humilde tiene derecho a una cierta iniciación a la vida interior y a la reflexión personal”.
Cuando en las instituciones educativas se ahoga “el gusto por la vida”, y los enseñantes se limitan a transmitir de manera disciplinada el conjunto de materias que a cada uno se le han asignado (asignaturas), allí se pierde “el espíritu de la educación.
Por otra parte, la relación educativa exige verdad. Se equivocan los educadores que para ganarse el respeto y la admiración de sus alumnos se presentan como dioses. Dice G. Mateu que “fingir virtudes que no tenemos, aparentar ciencias que desconocemos, expresar opiniones en las que no creemos, puede ser el principio de una educación marcada por el cinismo y la superficialidad”. Lo que los niños necesitan es encontrarse con personas reales, sencillas, cercanas y profundamente buenas.
Asimismo, el verdadero educador respeta al niño, no lo humilla, no destruye su autoestima. Una de las maneras más sencillas y nefastas de bloquear su crecimiento es repetirle constantemente: “no hay quien te aguante”, “eres un desastre”, “serás un desgraciado el día de mañana”.
En la relación educativa hay además un clima de alegría, pues la alegría es siempre “signo de creación” y, por ello, uno de los principales estímulos del acto educativo. Así escribía Simone Weil: “La inteligencia no puede ser estimulada sino por la alegría. Para que haya deseo tiene que haber placer y alegría. La alegría de aprender es tan necesaria para los estudios como la respiración para los corredores”.
Hace unos días se han abierto los colegios y centros de enseñanza. Miles de niños han vuelto de nuevo a sus maestros y enseñantes. ¿Quién tendrá la suerte de encontrarse con un verdadero educador o educadora? ¿Quién los acogerá con el respeto y la solicitud de aquél que un día en Cafarnaum abrazó a uno de ellos diciendo: “Quien acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí”?

José Antonio Pagola

HOMILIA

1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
18 de septiembre de 1988

INGENUIDAD

Acercando a un niño...

La actitud ante los niños sigue siendo uno de los rasgos más desconcertantes de Jesús. Para él, el niño es el símbolo de lo que debería ser toda actividad existencial verdadera.
No admira Jesús a los hombres maduros, emprendedores, activos o eficaces. Su mirada se vuelve hacia esos pequeños cuya sencillez y simplicidad parecen cautivarlo.
Pocas cosas nos pueden resultar más retrógradas e inútiles en estos tiempos en que la organización y la complejidad de la vida van creciendo de manera acelerada.
La evolución y la marcha general de la humanidad parecen empujarnos sin piedad en una dirección que nos aleja cada día más de todo lo que pueda ser ingenuidad, simplicidad y transparencia.
Sería, sin duda, una estupidez condenar la inteligencia crítica y el desarrollo tecnológico que nos están permitiendo penetrar mejor en los secretos de la naturaleza y organizar de manera más inteligente la vida.
Pero hay algo que comienza a turbar la conciencia del hombre contemporáneo y a ponerlo en estado de alerta.
Esta sociedad está “tecnificando» nuestro espíritu. El sistema comienza a tratarnos a todos como piezas de un gran mecanismo. Nos ajusta, nos funcionaliza y, con frecuencia, lamina nuestra alma vaciándonos de vida y verdad humana.
Compleja y sofisticada, esta sociedad comienza a mostrársenos profundamente indigente cuando se trata de ahondar en el misterio del corazón humano y en sus aspiraciones más íntimas.
Almacenamos datos y conocimientos, pero sentimos que algo esencial se nos escapa. Adquirimos “verdades técnicas» siempre nuevas, pero no nos sentimos poseídos por la verdad.
Comenzamos a intuir que la verdad que nos puede salvar no brotará sin más del desarrollo sin fin de nuestra racionalidad crítica. No será resultado de un proceso meramente tecnológico.
La verdad, según Jesús, aparece como gracia en el corazón de aquellos que saben ahondar en la vida con humildad, transparencia y simplicidad.
«Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reinado de Dios». No son los inteligentes ni los más activos ni los más poderosos, los que más profundamente penetran en la realidad de la existencia, sino aquellos que la viven con «la transparencia del niño».
Transparencia y simplicidad que hoy nos parecen absolutamente impensables, pero que el hombre necesita recuperar para escapar de la asfixia.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
22 de septiembre de 1985

EN DEFENSA DE LOS NIÑOS

Quien acoge a un niño... me acoge a mí.

Se ha dicho que la labor que se hace en las escuelas es más importante y decisiva para el futuro de una sociedad que el trabajo que se realiza en las oficinas, las fábricas y los despachos de los políticos.
Ciertamente, no es nada fácil el arte de educar. Las ciencias de la pedagogía nos hablan hoy de muchos factores que hacen ardua y compleja esta tarea. Pero, quizás, la primera dificultad sea la de encontrarnos realmente con el niño.
No es fácil para un hombre o una mujer integrados en una sociedad como la nuestra acercarse a los niños de verdad. Su mirada y sus gestos espontáneos nos desarman. No les podemos hablar de nuestras ganancias y nuestras cuentas corrientes. No entienden nuestros cálculos y nuestras hipocresías.
Para acercarnos a ellos, tendríamos que volver a apreciar las cosas sencillas de la vida, aprender de nuevo a ser felices sin poseer muchas cosas, amar con entusiasmo la vida y todo lo vivo.
Por eso, es más fácil tratar al niño como una pequeña computadora a la que alimentamos de datos que acercarnos a él para abrirle los ojos y el corazón a todo lo bueno, lo bello, lo grande. Es más cómodo sobrecargarlo de actividades escolares y extraescolares que acompañarlo en el descubrimiento admirado de la vida.
Sólo hombres y mujeres, libres de codicia y de odios, que no crean sólo en el dinero o en la fuerza, pueden hacer con los niños algo más que trasmitirles una información científica.
Sólo hombres y mujeres respetuosos que saben escuchar las preguntas importantes del niño para presentarle con humildad las propias convicciones, pueden ayudarle a crecer como persona. Sólo educadores que saben intuir la soledad de tantos niños para ofrecerles su acogida cariñosa y firme, pueden despertar en ellos el amor verdadero a la vida.
Como decía Saint-Exupéry, y tal vez hoy más que nunca, «los niños deben tener mucha paciencia con los adultos» pues no encuentran en nosotros la comprensión, el respeto, la amistad y acogida que buscan.
Aunque la sociedad no sepa, tal vez, valorar y agradecer debidamente la tarea callada de tantos educadores y educadoras que desgastan su vida, sus fuerzas y sus nervios junto a los niños, ellos han de saber que su labor, cuando es realizada responsablemente, es una de las más grandes para la construcción de un pueblo.
Y los que lo hacen desde una actitud cristiana, han de recordar que «quien acoge a un niño en nombre de Jesús, le acoge a él».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1981-1982 – APRENDER A VIVIR
19 de septiembre de 1982

LOS IMPORTANTES

Quien quiera ser el primero, que sea servidor de todos.

Ciertamente nuestros criterios no coinciden con los de Jesús. ¿A quién de nosotros se le hubiera ocurrido hoy pensar que los hombres y mujeres más importantes son aquéllos que parecen los «últimos» porque viven al servicio de los demás?
Para nosotros, importante es el hombre de prestigio, seguro de sí mismo, que ha alcanzado el éxito en algún campo de la vida, que ha logrado sobresalir sobre los demás y ser aplaudido por las gentes.
Esas personas cuyo rostro podemos ver constantemente en la TV. Líderes políticos, «premios Nobel», cantantes de moda, atletas excepcionales... ¿Quién puede haber más importante que ellos?
Según el criterio de Jesús, miles y miles de hombres y mujeres anónimos, de rostro desconocido, a quienes nadie hará homenaje alguno, pero que se desviven en el servicio sencillo y desinteresado a los demás.
Hombres y mujeres que no viven para su éxito y egoísmo personal. Gentes que no actúan sólo para arrancarle a la vida todas las satisfacciones posibles para sí mismo, sino que se preocupan de la felicidad de los otros.
Ciertamente hay una grandeza en la vida de estas personas que no aciertan a ser felices sin la felicidad de los demás. Su vida es un misterio de entrega y desinterés. Saben vivir más allá de sus propios intereses. Sin hacer cálculos. Sin medir mucho los riesgos.
Hombres y mujeres que saben poner su vida a disposición de otros. No se imponen ni existen para sí mismos. Actúan movidos por su bondad. Una ternura grande envuelve su trabajo, su quehacer diario, sus relaciones, su convivencia.
No viven sólo para trabajar ni para disfrutar. Su vida no se reduce simplemente a cumplir sus obligaciones profesionales y ejecutar diligentemente sus tareas.
En su vida se encierra algo más. Viven de manera creativa. Cada persona que encuentran en su camino, cada dolor que perciben a su alrededor, cada problema que surge junto a ellos, es una llamada que les invita a actuar, servir y ayudar.
Pueden parecer los «últimos», pero su vida es verdaderamente grande. Todos sabemos que una vida de amor y servicio desinteresado merece la pena, aunque no nos atrevamos a vivirla.
Quizás tengamos que orar humildemente como lo hacia el P. Teilhard de Chardin: «Señor, responderé a tu inspiración profunda que me ordena existir, teniendo cuidado de nunca ahogar ni desviar ni desperdiciar mi fuerza de amar y hacer».

José Antonio Pagola