lunes, 28 de noviembre de 2016

04-12-2016 - 2º domingo de Adviento (A)


El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó  en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos  la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.

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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

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2º domingo de Adviento (A)


EVANGELIO

Haced penitencia, porque se acerca el reino de los cielos.

+ Lectura del santo evangelio según san Mateo 3,1-12

Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando:
- Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos. Éste es el que anunció el profeta Isaías diciendo: «Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos».
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:
- Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a escapar de la ira inminente?
Dad el fruto que pide la conversión, y no os hagáis ilusiones pensando: «Abrahán es nuestro padre», pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras.
Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego.
Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias.
Él os bautizará con el Espíritu Santo y fuego.
Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2016-2017 -
4 de diciembre de 2016

RECORRER CAMINOS NUEVOS

Por los años 27 o 28 apareció en el desierto en torno al Jordán un profeta original e independiente que provocó un fuerte impacto en el pueblo judío: las primeras generaciones cristianas lo vieron siempre como el hombre que preparó el camino a Jesús.
Todo su mensaje se puede concentrar en un grito: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos». Después de veinte siglos, el papa Francisco nos está gritando el mismo mensaje a los cristianos: abrid caminos a Dios, volved a Jesús, acoged el Evangelio.
Su propósito es claro: «Busquemos ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos». No será fácil. Hemos vivido estos últimos años paralizados por el miedo. El papa no se sorprende: «La novedad nos da siempre un poco de miedo porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos y planificamos nuestra vida». Y nos hace una pregunta a la que hemos de responder: «¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas que han perdido capacidad de respuesta?».
Algunos sectores de la Iglesia piden al papa que acometa cuanto antes diferentes reformas que consideran urgentes. Sin embargo, Francisco ha manifestado su postura de manera clara: «Algunos esperan y me piden reformas en la Iglesia, y debe haberlas. Pero antes es necesario un cambio de actitudes».
Me parece admirable la clarividencia evangélica del papa. Lo primero no es firmar decretos reformistas. Antes es necesario poner a las comunidades cristianas en estado de conversión y recuperar en el interior de la Iglesia las actitudes evangélicas más básicas. Solo en ese clima será posible acometer de manera eficaz y con espíritu evangélico las reformas que necesita urgentemente la Iglesia.
El mismo Francisco nos está indicando todos los días los cambios de actitudes que necesitamos. Señalaré algunos de gran importancia.
Poner a Jesús en el centro de la Iglesia: «Una Iglesia que no lleva a Jesús es una Iglesia muerta».
No vivir en una Iglesia cerrada y autorreferencial: «Una Iglesia que se encierra en el pasado traiciona su propia identidad».
Actuar siempre movidos por la misericordia de Dios hacia todos sus hijos: no cultivar «un cristianismo restauracionista y legalista que lo quiere todo claro y seguro, y no halla nada».

Buscar una Iglesia pobre y de los pobres. Anclar nuestra vida en la esperanza, no «en nuestras reglas, nuestros comportamientos eclesiásticos, nuestros clericalismos».

José Antonio Pagola

HOMILIA

2013-2014 -
8 de enero de 2013.

RECORRER CAMINOS NUEVOS

(Ver homilía del ciclo A - 2016-2017)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2010-2011 - JESÚS ES PARA TODOS
5 de diciembre de 2010

NO OLVIDAR LA CONVERSIÓN

Convertíos.

"Convertíos porque está cerca el reino de Dios". Según Mateo, éstas son las primeras palabras que pronuncia Juan en el desierto de Judea. Y éstas son también las primeras que pronuncia Jesús, al comenzar su actividad profética, a orillas del lago de Galilea.
Con la predicación del Bautista comienza ya a escucharse la llamada a la conversión que centrará todo el mensaje de Jesús. No ha hecho todavía su aparición, y Juan está ya llamando a un cambio radical pues Dios quiere reorientar la vida hacia su verdadera meta.
Esta conversión no consiste en hacer penitencia. No basta tampoco pertenecer al pueblo elegido. No es suficiente recibir el bautismo del Jordán. Es necesario "dar el fruto que pide la conversión": una vida nueva, orientada a acoger el reino de Dios.
Esta llamada que comienza a escucharse ya en el desierto será el núcleo del mensaje de Jesús, la pasión que animará su vida entera. Viene a decir así: "Comienza un tiempo nuevo. Se acerca Dios. No quiere dejaros solos frente a vuestros problemas y conflictos. Os quiere ver compartiendo la vida como hermanos. Acoged a Dios como Padre de todos. No olvidéis que estáis llamados a una Fiesta final en torno a su mesa".
No nos hemos de resignar a vivir en una Iglesia sin conversión al reino de Dios. No nos está permitido seguir a Jesús sin acoger su proyecto. El concilio Vaticano II lo ha declarado de manera clara y firme: "La Iglesia, al prestar ayuda al mundo y al recibir del mundo múltiple ayuda, no tiene más que una aspiración: que venga el reino de Dios y se realice la salvación del género humano”.
Esta conversión no es sólo un cambio individual de cada uno, sino el clima que hemos de crear en la Iglesia, pues toda ella ha de vivir acogiendo el reino de Dios. No consiste tampoco en cumplir con más fidelidad las prácticas religiosas, sino en "buscar el reino de Dios y su justicia" en la sociedad.
No es suficiente cuidar en las comunidades cristianas la celebración digna de los "sacramentos" de la Iglesia. Es necesario, además, promover los "signos" del reino que Jesús practicaba: la acogida a los más débiles; la compasión hacia los que sufren; la creación de una sociedad reconciliada; el ofrecimiento gratuito del perdón; la defensa de toda persona.
Por eso, animado por un deseo profundo de conversión, el Vaticano II dice así: "La liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, pues para que los hombres puedan llegar a la celebración, es necesario que antes sean llamados a la fe y la conversión". No lo tendríamos que olvidar.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2007-2008 - RECREADOS POR JESÚS
9 de diciembre de 2007

CONVERSIÓN SOSTENIDA

Preparad el camino del Señor.

Entre el otoño del año 27 y la primavera del 28 aparece en el horizonte religioso de Palestina un profeta original e independiente que provoca un fuerte impacto en el pueblo. Su nombre es Juan. Las primeras generaciones lo vieron siempre como el hombre que preparó el camino a Jesús.
Hay algo nuevo y sorprendente en este profeta. No predica en Jerusalén como Isaías y otros profetas: vive apartado de la elite del templo. Tampoco es un profeta de la corte: se mueve lejos del palacio de Antipas. De él se dice que es «una voz que grita en el desierto», un lugar que no puede ser fácilmente controlado por ningún poder.
No llegan hasta el desierto los decretos de Roma ni las órdenes de Antipas. No se escucha allí el bullicio del templo. Tampoco se oyen las discusiones de los maestros de la ley. En cambio, se puede escuchar a Dios en el silencio y la soledad. Es el mejor lugar para iniciar la conversión a Dios preparando el camino a Jesús.
Éste es precisamente el mensaje de Juan: «Convertíos»: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos». Este «camino del Señor» no son las calzadas romanas por donde se mueven las legiones de Tiberio. Estos «senderos» no son los caminos que llevan al templo. Hay que abrir caminos nuevos al Dios que llega con Jesús.
Esto es lo primero que necesitamos también hoy: convertirnos a Dios, volver a Jesús, abrirle caminos en el mundo y en la Iglesia. No se trata de un «aggiornamento» ni de una adaptación al momento actual. Es mucho más. Es poner a la Iglesia entera en estado de conversión.
Probablemente se necesitará mucho tiempo para poner la compasión en el centro del cristianismo. No será fácil pasar de una «religión de autoridad» a una «religión de llamada». Pasarán años hasta que en las comunidades cristianas aprendamos a vivir para el reino de Dios y su justicia. Se necesitarán cambios profundos para poner a los pobres en el centro de nuestra religión.
A Jesús sólo se le puede seguir en estado de conversión. Necesitamos alimentar una «conversión sostenida». Una actitud de conversión que hemos de transmitir a las siguientes generaciones. Sólo una Iglesia así es digna de Jesús.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
5 de diciembre de 2004

NO SOMOS BAUTISTAS

El que viene detrás de mí puede más que yo.

La figura del Bautista es sombría. Su predicación gira en torno al juicio inminente de Dios. Llega ya el Juez Supremo con rostro airado y enfurecido. Nadie se librará de su terrible juicio. «Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles» (Mt 3, 10). Lo único que nos queda es hacer penitencia, volver al cumplimiento de la ley y ver si podemos evitar así «su ira inminente».
No son sólo palabras. El Bautista se convierte con su vida en símbolo de este mensaje amenazador. Se retira al desierto y hace vida de ayuno y penitencia. El Bautista no acoge a los que sufren, no se acerca a los leprosos, no cura a los enfermos, no perdona a los pecadores, no bendice a los niños. Lo suyo es predicar el juicio de Dios, bautizar y llamar a hacer penitencia. El Bautista introduce en los corazones miedo a Dios pues entiende la religión como espera y preparación de su juicio terrible.
La aparición de Jesús representa algo nuevo y sorprendente. Su predicación ya no se centra en el juicio de Dios. El que llega no es un Juez airado, sino un Padre que quiere reinar y ser acogido porque sólo busca una vida más digna y dichosa para todos. No oculta Jesús el riesgo de quedarse fuera de «la fiesta final», pero Dios ofrece su perdón gratuito a todos, incluso a los paganos y pecadores.
El mismo Jesús se convierte en el mejor símbolo de ese Dios bueno. No vive ayunando en el desierto, sino comiendo con pecadores. No le llaman «bautizador», sino «amigo de publicanos y pecadores». Lo suyo no es promover penitencia, sino hacer «gestos de bondad»: Jesús defiende a los débiles, cura a los enfermos, perdona a los pecadores, bendice a los niños. Jesús introduce en los corazones confianza en un Dios bueno porque entiende la religión no como la preparación de un juicio, sino como la acogida de un Dios Padre que quiere vernos convivir como hermanos.
Juan fue un gran hombre. Según Jesús, «el mayor entre los nacidos de mujer». Pero entre Juan y Jesús no hay confusión posible. «La Ley y los Profetas llegaron hasta Juan; a partir de entonces se anuncia la Buena Noticia del Reinado de Dios». No nos podemos quedar en Juan. La Iglesia ha de seguir a Jesús, no al Bautista. La nuestra no es una religión del miedo, sino de la confianza en Dios. Lo decisivo no es hacer penitencia, sino «ser misericordiosos como el Padre es misericordioso».

José Antonio Pagola

HOMILIA

2001-2002 – CON FUEGO
9 de diciembre de 2001

RECUPERAR CAMINOS

Preparad el camino del Señor.

Es muy fácil quedarse en la vida «sin caminos» hacia Dios. No hace falta ser ateo. No es necesario rechazar a Dios de manera consciente. Basta seguir la tendencia general de nuestros días e instalarse en la indiferencia religiosa. Poco a poco, Dios desaparece del horizonte. Cada vez interesa menos. ¿Es posible recuperar hoy caminos nuevos hacia Dios?
Tal vez, lo primero sea recuperar «la humanidad de la religión». Abandonar caminos ambiguos que conducen hacia un Dios interesado y dominador, celoso sólo de su gloria y poder, y en definitiva poco humano, para abrirse a un Dios que sólo busca y desea, desde ahora y para siempre, lo mejor para nosotros. Dios no es el Ser Supremo que aplasta y humiha, sino el Amor Santo que atrae y da vida. Las personas volverán a Dios, no atraídas por lo «tremendum» sino por lo «fascinans» de su misterio.
Es necesario, al mismo tiempo, ensanchar el horizonte de nuestra vida. Estamos llenando nuestra existencia de cosas y nos estamos quedando vacíos por dentro. Vivimos informados de todo, pero ya no sabemos hacia donde orientar nuestra vida. Nos creemos los seres más inteligentes y progresistas de la historia, pero no sabemos entrar en nuestro corazón, meditar, orar o dar gracias. Sólo camina hacia Dios el que no está satisfecho con el lugar actual y busca uno nuevo para existir.
Es importante, además, buscar un «fundamento sólido» a la vida. ¿En qué nos podemos apoyar en medio de tanta incertidumbre y desconcierto? La vida es como una casa: hay que cuidar la fachada y el tejado, pero lo importante es construir sobre cimiento seguro. Al final, siempre necesitamos poner nuestra confianza última en algo o en alguien. ¿No será que necesitamos a Dios?
Para recuperar caminos hacia Dios necesitamos aprender a callar. A lo más íntimo de la existencia se llega, no cuando hablamos y nos agitamos, sino cuando hacemos silencio. Cuando la persona se recoge y está callada ante Dios, el corazón tarde o temprano comienza a abrirse.
Se puede vivir encerrado en uno mismo, sin caminos hacia nada nuevo y creador. Pero se puede también buscar nuevos caminos hacia Dios. A ello nos invita el Bautista.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
6 de diciembre de 1998

NO SOMOS BAUTISTAS

El que viene detrás de mí puede más que yo.

La figura del Bautista es sombría. Su predicación gira en tomo al juicio inminente de Dios. Llega ya el Juez Supremo con rostro airado y enfurecido. Nadie se librará de su terrible juicio. «Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles» (Mt 3, 10). Lo único que nos queda es hacer penitencia, volver al cumplimiento de la Ley y ver si podemos evitar así «su ira inminente».
No son sólo palabras. El Bautista se convierte con su vida en símbolo de este mensaje amenazador. Se retira al desierto y hace vida de ayuno y penitencia. El Bautista no acoge a los que sufren, no se acerca a los leprosos, no cura a los enfermos, no perdona a los pecadores, no bendice a los niños. Lo suyo es predicar el juicio de Dios, bautizar y llamar a hacer penitencia. El Bautista introduce en los corazones miedo a Dios pues entiende la religión como espera y preparación de su juicio terrible.
La aparición de Jesús representa algo nuevo y sorprendente. Su predicación ya no se centra en el juicio de Dios. El que llega no es un Juez airado, sino un Padre que quiere reinar y ser acogido porque sólo busca una vida más digna y dichosa para todos. No oculta Jesús el riesgo de quedarse fuera de «la fiesta final», pero Dios ofrece su perdón gratuito a todos, incluso a los paganos y pecadores.
El mismo Jesús se convierte en el mejor símbolo de ese Dios bueno. No vive ayunando en el desierto, sino comiendo con pecadores. No le llaman «bautizador», sino «amigo de publicanos y pecadores» (Mt 11, 19). Lo suyo no es promover penitencia, sino hacer «gestos de bondad»: Jesús defiende a los débiles, cura a los enfermos, perdona a los pecadores, bendice a los niños. Jesús introduce en los corazones confianza en un Dios bueno porque entiende la religión no como la preparación de un juicio, sino como la acogida de un Dios Padre que quiere vernos convivir como hermanos.
Juan fue un gran hombre. Según Jesús, «el mayor entre los nacidos de mujer». Pero entre Juan y Jesús no hay confusión posible. «La Ley y los Profetas llegaron hasta Juan; a partir de entonces se anuncia la Buena Noticia del Reinado de Dios» (Lc 16, 16). No nos podemos quedar en Juan. La Iglesia ha de seguir a Jesús, no al Bautista. La nuestra no es una religión del miedo, sino de la confianza en Dios. Lo decisivo no es hacer penitencia, sino «ser misericordiosos como el Padre es misericordioso» (Lc 6, 36).

José Antonio Pagola

HOMILIA

1995-1996 – SANAR LA VIDA
10 de diciembre de 1995

EN EL DESIERTO

Una voz grita en el desierto.

Una vez más, en medio de este tiempo de Adviento que nos prepara a las fiestas de Navidad, se escuchan las palabras del profeta Isaías pronunciadas con fuerza por Juan el Bautista: « Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.»
En la mentalidad semita, el «desierto» es, entre otras cosas, el lugar de la verdad, donde las personas se ven obligadas a vivir de lo esencial. Lo superfluo y artificial queda eliminado y el ser humano se ve enfrentado a su verdadera realidad. Es significativo que las grandes religiones que guían a la humanidad hayan nacido muchas veces en el desierto. Siempre es importante para la humanidad escuchar «la voz que clama en el desierto».
Yo la escucho estos días en Rwanda. Aunque se puede disfrutar cada noche de un hermoso cielo donde brillan Orión y la Cruz del Sur, y aunque el paisaje es de gran belleza, todo recuerda aquí al «desierto». No hay lugar para lo superfluo. El hambre es una amenaza permanente. Huérfanos y viudas luchan cada día por sobrevivir. Presos hacinados en las cárceles esperan en vano su liberación. No es muy difícil escuchar aquí el clamor del ser humano necesitado de salvación.
Europa no puede «preparar el camino al Señor», como pide el Bautista, si no escucha el clamor de estos pueblos abandonados. Hace tiempo que el Primer Mundo se ha desviado de lo esencial para seguir caminos tortuosos que nos están deshumanizando a todos. Hemos levantado toda clase de obstáculos de injusticia e insolidaridad que impiden a Dios reinar como Padre de los hombres y mujeres que habitan la Tierra. Vivimos instalados en una indiferencia cruel, y no nos damos cuenta de que, mientras nosotros nos preparamos para celebrar una vez más la Navidad del bienestar y la abundancia, miles de seres humanos estarán esos mismos días muriendo de hambre y desnutrición.
¿Quién será capaz de liberar a Occidente de su ceguera y embotamiento? ¿Quién puede provocar un giro radical en la actitud del Primer Mundo? Las Iglesias cristianas tienen que elevar su voz sin descanso. No se le puede acoger a Dios en el mundo con cantos y celebraciones litúrgicas si no le dejamos entrar como Padre de todos los pueblos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1992-1993 – CON HORIZONTE
6 de diciembre de 1992

SUGERENCIAS

Preparad el camino del Señor

Cada vez me encuentro con más personas que, después de muchos años de vivir alejadas de cualquier experiencia religiosa, sienten hoy de nuevo la necesidad de creer en un Dios vivo. ¿Cómo encontrarse con El? He aquí algunas sugerencias.
Antes que nada, tienes que valorar ese deseo de Dios que hay dentro de ti. Aunque te sientas con pocas fuerzas y tus deseos no se puedan traducir inmediatamente en realidad, Dios conoce tu corazón y también tu debilidad. El te entiende y está cerca. No te compares con otros. Tú tienes que recorrer tu propio camino. No importa tu pasado. Ahora lo decisivo es que confíes en Dios y en ti mismo.
Piensa en lo mejor que hay en tu vida. Lo que a pesar de todas las dificultades y crisis te sostiene y te hace vivir: el amor de tu esposo o esposa, la alegría de tus hijos, los amigos, las experiencias positivas, lo que te da fuerza para sentirte vivo. En el fondo de todo está ese Dios a quien tú buscas.
Entra también dentro de tu corazón y descubre todo lo bueno que hay dentro de ti. No pienses en análisis sicológicos interminables. No necesitas tampoco mucho tiempo para hacer esa peregrinación a tu interior. Toma conciencia de tus sentimientos buenos, de tus acciones generosas y nobles, de tus deseos de vivir con más coherencia y verdad. Dentro de ti y a pesar de tu mediocridad hay siempre una llamada de Dios.
Puedes dar otro paso. Recuerda alguna experiencia religiosa que haya dejado huella en tu corazón. Algún momento importante de tu vida en que has invocado a Dios de verdad, alguna frase del Evangelio que no has olvidado, el encuentro con alguna persona creyente que te ha impactado.
Si puedes, intenta rezar. Al comienzo, no te saldrá nada. Después de tantos años, te parecerá algo artificial en ti. No necesitas muchas palabras. Puedes decirle a Dios: «Quiero creer. Ayúdame en mi debilidad.» Ch. de Foucauld solía repetir: «Dios mío, si existes, haz que yo te conozca.»
Y, ¿después? Nadie puede prever lo que puede pasar. ¿Se despertará de nuevo tu fe? ¿Habrá un cambio en tu vida? ¿Seguirá todo igual? Lo esencial es tu postura sincera de búsqueda de Dios.
En cualquier caso, siempre deberás recordar que aunque tú vuelvas a tu vida mediocre y rutinaria de siempre, Dios seguirá ahí sosteniéndote con amor. Aunque desoigas todas sus llamadas y tu fe siga apagándose, Dios no te abandonará. Esa es la Buena Nueva de Cristo: Dios no se aleja de nosotros ni siquiera cuando pecamos contra El. Incluso cuando pecas, El te está perdonando, y si ese perdón no llega hasta ti es sólo porque tú te cierras.
Recuerda las palabras de Juan el Bautista: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.» Tú puedes abrirte más a Dios. Un día, no se sabe la hora, tal vez te encuentres con el Dios vivo de Jesucristo. Lo notarás al sentir su paz dentro de ti.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1989-1990 – NUNCA ES TARDE
10 de diciembre de 1989

REPRIMIDOS RELIGIOSAMENTE

Preparad el camino del Señor.

Han pasado ya bastantes años desde que S. Freud afirmara de manera casi dogmática que «la religión es la neurosis obsesiva común al género humano». La investigación actual no confirma hoy esta visión freudiana del hecho religioso.
El profesor V. Frankl, reconocido mundialmente como el fundador de la tercera escuela vienesa de psicoterapia (logoterapia), llega a decir, por el contrario, que la religiosidad reprimida de manera indebida es patógena y se está convirtiendo en fuente de neurosis del hombre contemporáneo.
En su obra, «La presencia ignorada de Dios. Psicoterapia y religión » (Ed. Herder, 1988), V. Frankl habla de un Dios presente en la profundidad inconsciente de muchos hombres y mujeres de hoy. Un «Dios inconsciente» que está latente en lo profundo de muchas personas, aunque la relación con él haya quedado reprimida.
Los factores que producen esta represión pueden ser múltiples y, con frecuencia, actúan de manera simultánea en una misma persona.
A veces, es el imperio absoluto y despótico de la razón científica mal entendida el que ahoga la inquietud religiosa que brota del corazón humano.
Otras veces, la persona se instala en una vida pragmática y superficial que le impide llegar con un poco de hondura al fondo de su ser. Sólo interesa la satisfacción inmediata y el placer a cualquier precio. Ya no queda sitio para Dios.
Con frecuencia, el vacío dejado por Dios viene a ser ocupado por «los dioses de paisano» de la era moderna: el dinero, el sexo, el prestigio social.
Pero la religiosidad queda ahí latente, incluso en personas que se dicen increyentes, aunque se trate, muchas veces, de una religiosidad poco desarrollada, adherida a imágenes y vivencias de la infancia.
Lo grave es que esta religiosidad, atrofiada y reprimida, perturba la relación sana con Dios y puede producir, lo mismo que cualquier otra represión, efectos muy negativos en la persona.
La curación, como en todos los procesos de falsa represión, sólo se logra cuando la persona se plantea de manera consciente y responsable su actitud. En este caso, se trata de cerrar definitivamente las puertas a Dios o bien de acogerlo de manera consciente y hacerle un sitio en la propia vida.
De nuevo, una voz nos grita a todos: «Preparad los caminos del Señor». Quitad los obstáculos que impiden la llegada de Dios a vuestras vidas. No bloqueéis su presencia. No reprimáis por más tiempo vuestra «nostalgia» inconsciente de Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
7 de diciembre de 1986

LA PAZ DEPENDE TAMBIEN DE MI

No os hagáis ilusiones... Cambiad.

Casi siempre nos parece que la paz es algo que se juega ahí, fuera de nosotros, en la calle, en las relaciones de las personas, los enfrentamientos de los diferentes grupos y los juegos de los partidos. La echamos de menos cuando leemos el periódico o vemos en el televisor los hechos violentos que suceden o la conflictividad que se endurece día a día.
Entonces, fácilmente llegamos a la conclusión de que nada tiene que ver con esa paz lo que cada uno de nosotros podamos sentir, pensar o desear. ¿Qué puede importar lo que yo piense o desee, con el logro de esa paz que todos decimos es tan necesaria para nuestro pueblo?
Casi inconscientemente, cada uno de nosotros descargamos nuestra propia responsabilidad y nos hacemos la ilusión de que la paz nos la traerán ese pequeño grupo de personas que llamamos «los políticos», con su habilidad, sus estrategias y su capacidad de negociación.
Creemos que la paz se logrará si se llega por fin a unos acuerdos básicos entre las fuerzas políticas y se firman unos pactos que permitan seguir funcionando sin traumas graves y con un equilibrio suficiente. Todo ello, sin que cambiemos nada cada uno de nosotros.
Entonces olvidamos algo que nuestro Obispo nos recuerda este adviento en su Carta Pastoral: «es del corazón del hombre de donde brotan las buenas o las malas acciones. También las que hacen o destrozan la paz”.
La paz no nos va a llegar desde fuera, sólo como resultado de un juego de fuerzas o negociaciones capaces de imponer un orden más pacífico en la vida social.
Cada uno de nosotros, con nuestra manera de sentir, pensar y reaccionar, podemos escoger entre lo que nos acerca a la paz o lo que nos aleja de ella. Cada uno de nosotros podemos construir paz o desorden. Cada uno podemos hacer justicia o provocar injusticias, promover lo que lleva a la vida o fomentar la muerte.
¿Puede la paz arraigar profundamente en la vida de este pueblo, si cada uno de nosotros absolutizamos nuestras posturas hasta el punto de no detenernos ni siquiera ante el derecho a la vida que tiene cada persona? ¿Se puede avanzar hacia una paz verdadera si cada uno de nosotros sigue defendiendo su propia postura de manera dogmática e intolerante, negándonos a aceptar que puede haber algo de positivo y noble en lo que defienden nuestros adversarios? ¿Se logrará la paz si cada uno pretende llegar a ella imponiendo su propio proyecto o alternativa como sea, contra el que sea y por los medios que sean?
Es muy fácil considerar este planteamiento como algo ingenuo y perfectamente inútil. Probablemente, seguiremos todavía mucho tiempo luchando y sufriendo, sin que nadie cambie aquí de postura. Pero las palabras del evangelio seguirán ahí con toda su fuerza interpeladora: “No os hagáis ilusiones... Convertíos... Cambiad”.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
4 de diciembre de 1983

EL CAMINO HACIA LA PAZ

Preparad el camino del Señor.

Si algo hemos de hacer en estos momentos como hombres, como creyentes y como hijos de este pueblo es no aceptar la violencia como un mal endémico del País Vasco.
¿A quién puede interesar que la violencia quede enquistada en el seno de este pueblo vasco sin otro resultado que la degradación de nuestra convivencia socio-política y la ruina progresiva de nuestra economía? ¿Qué es lo que buscan quienes nos imponen la violencia para un tiempo indefinido? ¿Cuáles son sus últimas intenciones sobre nuestro pueblo?
La voz del Bautista que grita a todo el pueblo: «Preparad los caminos del Señor» tiene hoy unas exigencias muy concretas entre nosotros. Tenemos que crear una conciencia colectiva cada vez más clara y firme que nos lleve a abandonar caminos equivocados que nos están cerrando a la paz, para abrir otros nuevos que, aunque parezcan pequeños, nos pueden conducir a una pacificación progresiva y justa.
Hay algo a lo que no podemos renunciar y nos lo ha recordado nuestro Obispo en su reciente Carta Pastoral. Todos los caminos hacia la paz pasan por la defensa firme de los valores éticos y morales y su aplicación práctica a nuestra situación histórica concreta.
Sería una equivocación el dejar para más tarde la aplicación de los principios éticos, pensando que ahora lo importante es ser eficaces y resolver los problemas «como sea».
Y esto es válido para todos. Para aquellos que imponen la violencia terrorista sin respetar siquiera el derecho a la vida, afirmando que un día, lograda una determinada alternativa política, las cosas serán distintas. Y también para aquellos que desearían erradicar el terrorismo «a cualquier precio», buscando sólo la eficacia.
No se avanza hacia un nivel de mayor justicia y paz, cometiendo injusticias, violando los derechos humanos o imponiendo la mentira. «Relegar para más tarde, para cuando se haya alcanzado la tranquilidad y la paz, la aplicación de los imperativos de la verdad, de la justicia, de la libertad y del amor, equivale a demoler de principio, lo que después se pretende edificar» (J.M. Setién, Obispo de San Sebastián).
Cuando se trata de ir caminando hacia una sociedad más humana, justa y pacífica, lo más eficaz, en definitiva, es buscar toda clase de caminos humanos, justos y pacíficos. Y si no lo hacemos así, una vez más habremos errado el verdadero camino.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1980-1981 – APRENDER A VIVIR
7 de diciembre de 1980

SIN CAMBIO, NO HABRA PAZ

Preparad el camino.

Una vez más, en medio del Adviento, se nos presenta la figura austera y enigmática del Bautista gritando a las gentes la necesidad de una profunda conversión: «Preparad el camino del Señor».
Su llamada resultará a muchos estridente y fuera de lugar. No son tiempos de escuchar a los profetas. Y, sin embargo, a uno le hace pensar la peregrinación humilde de aquel pueblo de Israel que marcha al desierto a confesar su pecado e iniciar una vida nueva.
Un pueblo tiene futuro cuando sabe confesar su pecado, reconocer sus errores, abandonar caminos equivocados y abrir otros nuevos que le conduzcan a una convivencia más humana.
Y hay un pecado grave que se está cometiendo en nuestro pueblo. Estamos impidiendo que Dios reine aquí y ahora, entre nosotros, como verdadero Padre de todos. No queremos escuchar esa llamada que hay en el fondo de todo hombre, al respeto a la vida, al diálogo y la fraternidad.
También hoy nuestro pueblo tiene que confesar su pecado y sus errores. La violencia no es el camino para avanzar hacia una convivencia más libre y justa. Una vez más, el enfrentamiento sólo originará vencedores y vencidos, pero no hombres libres que sepan dialogar.
Necesitamos abrir nuevos caminos. Y quizás nuestra verdadera tragedia es el haber entrado de nuevo por el camino viejo de siempre. Los caminos de la violencia y de la sangre.
La violencia actual en nuestro pueblo es, sin duda, el fruto de viejas violencias e injusticias, cometidas durante largos años. Pero, ¿no es una grave equivocación responder con los mismos métodos?
La violencia busca una solución rápida y eficaz a los graves problemas de nuestro pueblo. Pero lo hace sembrando nuevas violencias y enfrentamientos. No transforma las conciencias. No nos educa para construir una sociedad diferente, más respetuosa con los derechos de las personas y de los grupos.
La violencia quiere ir por el atajo, pero corre el riesgo de no llegar nunca a la verdadera meta. No ofrece una alternativa más bu. mana y justa. Con la violencia estamos preparando una sociedad donde de nuevo la última palabra la tendrá no el pueblo, sino los que tengan el poder y las armas.
No es posible una alternativa de paz y justicia para nuestro pueblo, si no reaccionamos todos frente a acciones, represiones y manipulaciones de diverso signo, que sin respetar el valor absoluto de cada persona, la convierten en instrumento al servicio de unos intereses políticos cuestionables.
No hay dogmas ni planteamientos políticos intocables. Ni la unidad actual del Estado Español, ni la independencia política del País Vasco, justifican la destrucción de la vida que se está dando entre nosotros. Nuestra postura cristiana debe ser firme, aunque se tenga que enfrentar a organizaciones, partidos o grupos cuyas siglas o ideología esté cercana a nuestra propia posición personal.

José Antonio Pagola



Blog:               http://sopelakoeliza.blogspot.com

Para ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
                        http://iglesiadesopelana3v.blogspot.com


lunes, 21 de noviembre de 2016

27-11-2016 - 1º domingo de Adviento (A)


El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó  en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos  la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.

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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

No dejes de visitar la nueva página de VÍDEOS DE LAS CONFERENCIAS DE JOSÉ ANTONIO PAGOLA .

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1º domingo de Adviento (A)


EVANGELIO

Estad en vela para estar preparados.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 24,37-44

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- Lo que pasó en tiempos de Noé, pasará cuando venga el Hijo del hombre.
Antes del diluvio la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y, cuando menos lo esperaban, llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre:
Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán.
Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa.
Por eso estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2016-2017 -
27 de noviembre de 2016

CON LOS OJOS ABIERTOS

Las primeras comunidades cristianas vivieron años muy difíciles. Perdidos en el vasto Imperio de Roma, en medio de conflictos y persecuciones, aquellos cristianos buscaban fuerza y aliento esperando la pronta venida de Jesús y recordando sus palabras: “Vigilad. Vivid despiertos. Tened los ojos abiertos. Estad alerta.”
¿Significan todavía algo para nosotros las llamadas de Jesús a vivir despiertos?
¿Qué es hoy para los cristianos poner nuestra esperanza en Dios viviendo con los ojos abiertos?
¿Dejaremos que se agote definitivamente en nuestro mundo secular la esperanza en una última justicia de Dios para esa inmensa mayoría de víctimas inocentes que sufren sin culpa alguna?
Precisamente, la manera más fácil de falsear la esperanza cristiana es esperar de Dios nuestra salvación eterna, mientras damos la espalda al sufrimiento que hay ahora mismo en el mundo. Un día tendremos que reconocer nuestra ceguera ante Cristo Juez: ¿Cuándo te vimos hambriento o sediento, extranjero o desnudo, enfermo o en la cárcel, y no te asistimos? Este será nuestro dialogo final con él si vivimos con los ojos cerrados.
Hemos de despertar y abrir bien los ojos. Vivir vigilantes para mirar más allá de nuestros pequeños intereses y preocupaciones. La esperanza del cristiano no es una actitud ciega, pues no olvida nunca a los que sufren. La espiritualidad cristiana no consiste solo en una mirada hacia el interior, pues su corazón está atento a quienes viven abandonados a su suerte.
En las comunidades cristianas hemos de cuidar cada vez más que nuestro modo de vivir la esperanza no nos lleve a la indiferencia o el olvido de los pobres. No podemos aislarnos en la religión para no oír el clamor de los que mueren diariamente de hambre. No nos está permitido alimentar nuestra ilusión de inocencia para defender nuestra tranquilidad.
Una esperanza en Dios, que se olvida de los que viven en esta tierra sin poder esperar nada, ¿no puede ser considerada como una versión religiosa de cierto optimismo a toda costa, vivido sin lucidez ni responsabilidad? Una búsqueda de la propia salvación eterna de espaldas a los que sufren, ¿no puede ser acusada de ser un sutil “egoísmo alargado hacia el más allá”?
Probablemente, la poca sensibilidad al sufrimiento inmenso que hay en el mundo es uno de los síntomas más graves del envejecimiento del cristianismo actual. Cuando el Papa Francisco reclama “una Iglesia más pobre y de los pobres”, nos está gritando su mensaje más importante a los cristianos de los países del bienestar.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2013-2014 -
1 de diciembre de 2013

CON LOS OJOS ABIERTOS

(Ver homilía del ciclo A - 2016-2017)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2010-2011 – JESÚS ES PARA TODOS
28 de noviembre de 2010

SIGNOS DE LOS TIEMPOS

Estad en vela.

Los evangelios han recogido, de diversas formas, la llamada insistente de Jesús a vivir despiertos y vigilantes, muy atentos a los signos de los tiempos. Al principio, los primeros cristianos dieron mucha importancia a esta "vigilancia" para estar preparados ante la venida inminente del Señor. Más tarde, se tomó conciencia de que vivir con lucidez, atentos a los signos de cada época, es imprescindible para mantenernos fieles a Jesús a lo largo de la historia.
Así recoge el Vaticano II esta preocupación: "Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de esta época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y futura...".
Entre los signos de estos tiempos, el Concilio señala un hecho doloroso: "Crece de día en día el fenómeno de masas que, prácticamente, se desentienden de la religión". ¿Cómo estamos leyendo este grave signo? ¿Somos conscientes de lo que está sucediendo? ¿Es suficiente atribuirlo al materialismo, la secularización o el rechazo social a Dios? ¿No hemos de escuchar en el interior de la Iglesia una llamada a la conversión?
La mayoría se ha ido marchando silenciosamente, sin sacar ruido alguno. Siempre han estado mudos en la Iglesia. Nadie les ha preguntado nada importante. Nunca han pensado que podían tener algo que decir. Ahora se marchan calladamente. ¿Qué hay en el fondo de su silencio? ¿Quién los escucha? ¿Se han sentido alguna vez acogidos, escuchados y acompañados en nuestras comunidades?
Muchos de los que se van eran cristianos sencillos, acostumbrados a cumplir por costumbre sus deberes religiosos. La religión que habían recibido se ha desmoronado. No han encontrado en ella la fuerza que necesitaban para enfrentarse a los nuevos tiempos. ¿Qué alimento han recibido de nosotros? ¿Dónde podrán ahora escuchar el Evangelio? ¿Dónde podrán encontrarse con Cristo?
Otros se van decepcionados. Cansados de escuchar palabras que no tocan su corazón ni responden a sus interrogantes. Apenados al descubrir el "escándalo permanente" de la Iglesia. Algunos siguen buscando a tientas. ¿Quién les hará creíble la Buena Noticia de Jesús?
Benedicto XVI viene insistiendo en que el mayor peligro para la Iglesia no viene de fuera, sino que está dentro de ella misma, en su pecado e infidelidad. Es el momento de reaccionar. La conversión de la Iglesia es posible, pero empieza por nuestra conversión, la de cada uno.
José Antonio Pagola

HOMILIA

2007-2008 - RECREADOS POR JESÚS
2 de diciembre de 2007

¿SEGUIMOS DESPIERTOS?

Estad en vela.

Un día la historia apasionante de los hombres terminará, como termina inevitablemente la vida de cada uno de nosotros. Los evangelios ponen en boca de Jesús un discurso sobre este final, y siempre destacan una exhortación: «vigilad», «estad alerta», «vivid despiertos». Las primeras generaciones cristianas dieron mucha importancia a esta vigilancia. El fin del mundo no llegaba tan pronto como algunos pensaban. Sentían el riesgo de irse olvidando poco a poco de Jesús y no querían que los encontrara un día «dormidos».
Han pasado muchos siglos desde entonces. ¿Cómo vivimos los cristianos de hoy?, ¿seguimos despiertos o nos hemos ido durmiendo poco a poco? ¿Vivimos atraídos por Jesús o distraídos por toda clase de cuestiones secundarias? ¿Le seguimos a él o hemos aprendido a vivir al estilo de todos?
Vigilar es antes que nada despertar de la inconsciencia. Vivimos el sueño de ser cristianos cuando, en realidad, no pocas veces nuestros intereses, actitudes y estilo de vivir no son los de Jesús. Este sueño nos protege de buscar nuestra conversión personal y la de la Iglesia. Sin «despertar», seguiremos engañándonos a nosotros mismos.
Vigilar es vivir atentos a la realidad. Escuchar los gemidos de los que sufren. Sentir el amor de Dios a la vida. Vivir más atentos a su venida a nuestra vida, a nuestra sociedad y a la tierra. Sin esta sensibilidad, no es posible caminar tras los pasos de Jesús.
Vivimos inmunizados a las llamadas del evangelio. Tenemos corazón, pero se nos ha endurecido. Tenemos los ojos abiertos, pero no escuchamos lo que Jesús escuchaba. Tenemos los ojos abiertos, pero ya no vemos la vida como la veía él, no miramos a las personas como él las miraba. Puede ocurrir entonces lo que Jesús quería evitar entre sus seguidores: verlos como «ciegos conduciendo a otros ciegos».
Si no despertamos, a todos nos puede ocurrir lo de aquellos de la parábola que todavía, al final de los tiempos, preguntaban: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o extranjero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?»

José Antonio Pagola

HOMILIA

2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
28 de noviembre de 2004

DESPERTAR

Estad en vela.

Lo repitió Jesús una y otra vez: «estad siempre despiertos». Era su gran preocupación: que el fuego inicial se apagara y sus seguidores se durmieran. Es el gran riesgo de los cristianos: instalarnos cómodamente en nuestras creencias, «acostumbrarnos» al evangelio y vivir adormecidos en la observancia tranquila de una religión apagada. ¿Cómo despertar?
Lo primero es volver a Jesús y sintonizar con la experiencia primera que desencadenó todo. No basta instalamos «correctamente» en la tradición. Hemos de enraizar nuestra fe en la persona de Jesús, volver a nacer de su Espíritu. Nada hay más importante que esto en la Iglesia. Sólo Jesús nos puede conducir de nuevo a lo esencial.
Necesitamos, además, reavivar la experiencia de Dios. Lo esencial del evangelio no se aprende desde fuera. Lo descubre cada uno en su interior como Buena Noticia de Dios. Hemos de aprender y enseñar caminos para encontramos con Dios. De poco sirve desarrollar temas didácticos de religión o seguir discutiendo de cuestiones de «moral sexual», si no despertamos en nadie el gusto por un Dios amigo, fuente de vida digna y dichosa.
Hay algo más. La clave desde la que Jesús vivía a Dios y miraba la vida entera no era el pecado, la moral o la ley, sino el sufrimiento de las gentes. Jesús no sólo amaba a los desgraciados sino que nada amaba más o por encima de ellos. No estamos siguiendo bien los pasos de Jesús si vivimos más preocupados por la religión que por el sufrimiento de las personas. Nada despertará a la Iglesia de su rutina, inmovilismo o mediocridad si no nos conmueve más el hambre, la humillación y el sufrimiento.
Lo importante para Jesús es siempre la vida digna y dichosa de las personas. Por eso, si nuestro «cristianismo» no sirve para hacer vivir y crecer, no sirve para lo esencial por más nombres piadosos y venerables con que lo queramos designar.
El Adviento es un tiempo apropiado para reaccionar. No hemos de mirar a otros. Cada uno hemos de sacudimos de encima la indiferencia, la rutina y la pasividad que nos hace vivir dormidos.  

José Antonio Pagola

HOMILIA

2001-2002 – CON FUEGO
2 de diciembre de 2001

DESPERTAR

Estad en vela

Lo repitió Jesús una y otra vez: «estad siempre despiertos». Era su gran preocupación: que el fuego inicial se apagara y sus seguidores se durmieran. Es el gran riesgo de los cristianos: instalarnos cómodamente en nuestras creencias, «acostumbramos» al evangelio y vivir adormecidos en la observancia tranquila de una religión apagada. ¿Cómo despertar?
Lo primero es volver a Jesús y sintonizar con la experiencia primera que desencadenó todo. No basta instalarnos «correctamente» en la tradición. Hemos de enraizar nuestra fe en la persona de Jesús, volver a nacer de su espíritu. Nada hay más importante que esto en la Iglesia. Sólo Jesús nos puede conducir de nuevo a lo esencial.
Necesitamos, además, reavivar la experiencia de Dios. Lo esencial del evangelio no se aprende desde fuera. Lo descubre cada uno en su interior como Buena Noticia de Dios. Hemos de aprender y enseñar caminos para encontramos con Dios. De poco sirve desarrollar temas didácticos de religión o seguir discutiendo de cuestiones de «moral sexual», si no despertamos en nadie el gusto por un Dios amigo, fuente de vida digna y dichosa.
Hay algo más. La clave desde la que Jesús vivía a Dios y miraba la vida entera no era el pecado, la moral o la ley, sino el sufrimiento de las gentes. Jesús no sólo amaba a los desgraciados sino que nada amaba más o por encima de ellos. No estamos siguiendo bien los pasos de Jesús si vivimos más preocupados por la religión que por el sufrimiento de las personas. Nada despertará a la Iglesia de su rutina, inmovilismo o mediocridad si no nos conmueve más el hambre, la humillación y el sufrimiento.
Lo importante para Jesús es siempre la vida digna y dichosa de las personas. Por eso, si nuestro «cristianismo» no sirve para hacer vivir y crecer, no sirve para lo esencial por más nombres piadosos y venerables con que lo queramos designar.
El Adviento es un tiempo apropiado para reaccionar. No hemos de mirar a otros. Cada uno hemos de sacudimos de encima la indiferencia, la rutina y la pasividad que nos hace vivir dormidos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
29 de noviembre de 1998

REORIENTAR LA VIDA

Estad en vela.

No siempre es fácil poner nombre a ese malestar profundo y persistente que podemos sentir en algún momento de la vida. Así me lo han confesado en más de una ocasión personas que, por otra parte, buscaban «algo diferente», una luz nueva, tal vez una experiencia capaz de dar un color nuevo a su vivir diario.
Lo podemos llamar «vacío interior», insatisfacción, incapacidad de encontrar algo sólido que llene el deseo de vivir intensamente. Tal vez sería mejor llamarlo «aburrimiento», cansancio de vivir siempre lo mismo, sensación de no acertar con el secreto de la vida: nos estamos equivocando en algo esencial y no sabemos exactamente en qué.
A veces, la crisis adquiere un tono religioso. ¿Podemos hablar de «pérdida de fe»? No sabemos ya en qué creer, nada logra iluminarnos por dentro, hemos abandonado la religión ingenua de otros tiempos pero no la hemos sustituido por nada mejor. Puede crecer entonces en nosotros una sensación extraña de culpabilidad: nos hemos quedado sin clave alguna para orientar nuestra vida. ¿Qué podemos hacer?
Lo primero es no ceder a la tristeza ni a la crispación: todo nos está llamando a vivir. Dentro de ese malestar tan persistente hay algo de importancia suma: nuestro deseo de vivir algo más grande y menos postizo, algo más digno y menos artificial. Lo que necesitamos es reorientar nuestra vida. No se trata de corregir un aspecto concreto de nuestra persona. Eso vendrá tal vez después. Ahora lo importante es ir a lo esencial, encontrar una fuente de vida y de salvación.
Hoy no es un domingo más para los cristianos. Con este primer domingo de Adviento comenzamos un nuevo año litúrgico. De ahí, la llamada urgente que se escucha hoy: «Estad en vela», «Daos cuenta del momento que vivís», «Es hora de despertar». Todos hemos de preguntamos qué es lo que estamos descuidando en nuestra vida, qué es lo que hemos de cambiar, a qué hemos de dedicar más atención y más tiempo.
Las palabras de Jesús están dirigidas a todos y a cada uno de nosotros: «Vigilad.» Hemos de reaccionar. Si lo hacemos, viviremos uno de esos raros momentos en que nos sentimos «despiertos» desde lo más hondo de nuestro ser.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1995-1996 – SANAR LA VIDA
3 de diciembre de 1995

POR FAVOR

Estad en vela.

Estoy en Mugina (Rwanda). Cuando se publiquen estas líneas me encontraré en la región de Butare, cerca de Burundi, impartiendo un curso intensivo de teología a los misioneros de habla castellana de Rwanda. Allí viviremos juntos el adviento y, desde allí, trataré de enviar mis comentarios de los próximos domingos.
Este primer domingo de adviento revivo la misma sensación que tuve el año pasado cuando visité estas tierras: no es lo mismo leer el evangelio desde el bienestar de Europa o desde la miseria y el sufrimiento de Africa.
A pesar de todas las crisis y problemas, en Europa se piensa que el mundo siempre irá a mejor. Nadie espera ni quiere el fin de la historia. Nadie desea que cambien mucho las cosas. En el fondo, nos va bastante bien. Desde esta perspectiva, oír hablar de que un día todo esto puede desaparecer, «suena» a «visiones apocalípticas» nacidas del desvarío de mentes pesimistas.
Todo cambia cuando el mismo evangelio es leído desde el sufrimiento del Tercer Mundo. Cuando la miseria es ya insoportable y el momento presente es vivido como un sufrimiento absolutamente destructor, es fácil percibir por dentro un sentimiento diferente: «Gracias a Dios, esto no durará para siempre.»
Los que sufren así son quienes mejor pueden comprender el mensaje de Cristo: «Felices los que lloran porque de ellos es el Reino de Dios.» Estos hombres y mujeres cuya existencia es dolor están esperando algo nuevo y diferente que responda a sus anhelos más hondos de vida y de paz.
Un día «el sol, la luna y las estrellas temblarán», es decir, todo aquello en que creíamos poder confiar para siempre se hundirá. Nuestras ideas de poder, seguridad y progreso se tambalearán. Todo aquello que no conduce al ser humano a la verdad, la justicia y la fraternidad se derrumbará y «en la tierra habrá angustia de las gentes».
Pero el mensaje de Cristo no es de desesperanza para nadie: «Aun entonces, en el momento de la verdad última, no desesperéis, estad despiertos, manteneos en pie, poned vuestra confianza en Dios.» Estos días, viviendo de cerca el sufrimiento cruel de estas gentes, me he sorprendido a mí mismo pensando algo que puede parecer extraño en un cristiano. No es propiamente una oración a Dios. Es un deseo ardiente y una invocación ante el misterio del dolor humano. Es esto lo que me sale de dentro: «Por favor, que haya Dios.»

José Antonio Pagola

HOMILIA

1992-1993 – CON HORIZONTE
29 de noviembre de 1992

DESPERTAR

Estad en vela...

Los ensayos que conozco sobre el momento actual insisten mucho en las contradicciones de la sociedad contemporánea, en la gravedad de la crisis socio-cultural y económica, y en el carácter decadente de este final de siglo.
Sin duda, también hablan de fragmentos de bondad y de belleza, y de gestos de nobleza y generosidad, pero todo ello parece quedar como ocultado por la fuerza del mal, el deterioro de la vida y la injusticia. Al final, todo son «profecías de desventuras».
Se olvida, por lo general, un dato enormemente esperanzador. Está creciendo en la conciencia de muchas personas un sentimiento de indignación ante tanta injusticia, degradación y sufrimiento. Son muchos los hombres y mujeres que no se resignan ya a aceptar una sociedad tan poco humana. De su corazón brota un «no» firme a lo inhumano.
Esta resistencia al mal es común a cristianos y agnósticos. Como decía recientemente el teólogo holandés E. Schillebeeckx, puede hablarse dentro de la sociedad moderna de «un frente común, de creyentes y no creyentes, de cara a un mundo mejor, de aspecto más humano».
En el fondo de esta reacción hay una búsqueda de algo diferente, un reducto de esperanza, un anhelo de algo que en esta sociedad no se ve cumplido. Es el sentimiento de que podríamos ser más humanos, más felices y más buenos en una sociedad más justa, aunque siempre limitada y precaria.
En este contexto cobra una actualidad particular la llamada de Jesús: «Estad en vela.» Son palabras que invitan a despertar y a vivir con más lucidez, sin dejarnos arrastrar o modelar pasivamente por cuanto se impone en esta sociedad.
Tal vez, esto es lo primero. Reaccionar y mantener despierta la resistencia y la rebeldía. Atrevemos a ser diferentes. No actuar como todo el mundo. No identificamos con lo inhumano de esta sociedad. Vivir en contradicción con tanta mediocridad y falta de sensatez. Iniciar la reacción.
Nos deben animar dos convicciones. El hombre no ha perdido su capacidad de ser más humano y de organizar una sociedad más aceptable. Por otra parte, el Espíritu de Dios sigue actuando en la historia y en el corazón de cada persona.
Es posible cambiar el rumbo equivocado que lleva esta sociedad. Lo que se necesita es que cada vez haya más personas lúcidas que se atrevan a introducir sensatez en medio de tanta locura, sentido moral en medio de tanto vacío ético, calor humano y solidaridad en el seno de tanto pragmatismo sin corazón.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1989-1990 – NUNCA ES TARDE
3 de diciembre de 1989

NUNCA ES TARDE

Estad en vela...

Desde que Sigmund Freud formuló la hipótesis de que toda una sociedad en su conjunto puede estar enferma, no han sido pocos los que han analizado sus posibles neurosis y enfermedades.
Recientemente se viene hablando en la sociedad occidental de una «patología de la abundancia» cuyos síntomas son diversos. Un cierto tipo de bienestar fácil puede llegar a atrofiar el crecimiento sano de la persona, aletargando su espíritu y adormeciendo su vitalidad.
Pero, tal vez, uno de sus efectos más graves y generalizados es la frivolidad. La ligereza en el planteamiento de los problemas más serios de la vida. La superficialidad que lo invade casi todo. Este cultivo de lo frívolo se traduce, a menudo, en incoherencias fácilmente detectables entre nosotros.
Se descuida la educación ética en la enseñanza o se eliminan los fundamentos de la vida moral, y luego nos extrañamos por la corrupción de la vida pública.
Se incita a la ganancia del dinero fácil, se promueven los juegos de azar, y luego nos lamentamos de que se produzcan fraudes y negocios sucios.
Se educa a los hijos en la insolidaridad y la búsqueda egoísta de su propio interés, y más tarde sorprende que se desentiendan de sus padres ancianos.
Protestamos del número alarmante de violaciones y agresiones sexuales de todo tipo, pero se sigue fomentando el desenfreno sexual de muchas maneras.
Cada uno se dedica a lo suyo, ignorando a quien no le sirva para su interés o placer inmediato, y luego nos extrañamos de sentirnos terriblemente solos.
Se exalta el amor libre y se trivializan las relaciones extramatrimoniales, y al mismo tiempo nos irritamos ante el sufrimiento inevitable de los fracasos y rupturas de los matrimonios.
Nos alarmamos ante esa plaga moderna de la depresión y el «estrés », pero seguimos fomentando un estilo de vida agitado, superficial y vacío.
De la frivolidad sólo es posible liberarse despertando de la inconsciencia, reaccionando con vigor y aprendiendo a vivir de manera más lúcida.
Este es precisamente el grito del evangelio, al comenzar un nuevo año litúrgico: «Despertad. Sacudíos el sueño. Sed lúcidos». Nunca es tarde para escuchar la llamada de Jesús a «vivir vigilantes», despertando de tanta frivolidad y asumiendo la vida de manera más responsable.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
30 de noviembre de 1986

¿QUEREMOS DE VERDAD LA PAZ?

Estad en vela...

Solemos decir que todos queremos la paz. Las gentes la desean, los políticos la piden, los partidos la incluyen en sus programas. ¿Quién se atrevería hoy a decir lo contrario en medio de un pueblo desgarrado por la violencia y los conflictos de todo orden?
Pero no siempre es cierto lo que los hombres proclamamos individual y colectivamente. Querer la paz no significa solamente lamentar- se de los hechos violentos que suceden entre nosotros. No basta irritarse cada cierto tiempo ante la sangre que se derrama en nuestra tierra.
Tampoco es suficiente esperar a que otros nos la traigan cuanto antes. Ni quedarnos aguardando a que nazca como resultado de un equilibrio de fuerzas o como fruto del juego y las estrategias de los políticos.
Es muy tentador tranquilizar nuestra conciencia, dando por supuesto que nosotros somos ‘buenas personas” que queremos y buscamos la paz y que son los otros “los malos” que no la desean ni la hacen posible.
Por lo general, cada uno de nosotros tiene una imagen interesada de la paz y lo que buscamos en realidad es un orden de cosas tranquilo donde se cumplan nuestros intereses individuales y políticos.
En su Carta Pastoral de Adviento, Mons. Setién nos recuerda que “no hemos de creer que la paz haya de resultar automáticamente sólo con que cada uno busque su propio interés, sin preocuparse de los demás, en virtud de una especie de juego fatal de egoísmos”. La paz no la vamos a hacer pensando cada uno sólo en sus cosas, su ideal político y sus intereses.
Por eso hemos de escuchar una vez más la llamada del evangelio a «despertar” y abrir los ojos. Hemos de preguntarnos cada uno a nosotros mismos, si realmente queremos la paz aunque no responda completamente a nuestros objetivos individuales o de grupo.
Probablemente hoy mismo las urnas reflejarán que la voluntad política de nuestro pueblo está profundamente dividida y que cada partido es solamente “partido”, es decir, algo parcial, que sólo representa a una parte del pueblo.
Cuando se llega a una situación como ésta, se hace más urgente que nunca abrir los ojos para ver hasta qué punto la paz que buscamos cada uno es, de alguna manera, parcial y está teñida por diversos intereses, no todos justos y nobles.
Caminar hacia una paz justa y verdadera para todos, sólo será posible si sabemos escucharnos y buscar juntos lo que hay de justo y bueno en los diversos planteamientos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
27 de noviembre de 1983

UN ADVIENTO PARA LA PACIFICACION

Estad en vela...

Este es el título de la Carta Pastoral que nuestro Obispo nos ha dirigido para despertar una vez más nuestra conciencia y responsabilidad ante la escalada y el crecimiento indiscriminado de la violencia.
Es hora de despertar y movilizar nuestras mejores fuerzas por la paz. Nos puede estar sucediendo también hoy lo que nos recuerda el evangelio. Como en tiempos de Noé, una humanidad distraída en diversos asuntos, no ve acercarse su ruina.
Es una grave equivocación y un pecado vivir hoy en el País Vasco, preocupados cada uno sólo de nuestros pequeños problemas y nuestra felicidad, cerrando los ojos a la violencia que asola nuestra tierra y rehuyendo nuestra propia responsabilidad.
No debemos engañarnos. La paz en el País Vasco no va a nacer espontáneamente del seno de la violencia ni se va a ir afirmando entre nosotros con el mero pasar del tiempo o el cansancio de los contendientes.
La paz tiene su precio y hemos de estar dispuestos a pagarlo. No basta una mayor eficacia policial ni unas medidas técnicas políticas para enraizar a un pueblo en la paz. Es necesario un cambio más profundo en todos.
Necesitamos despertar nuestra conciencia colectiva sobre las graves consecuencias que la violencia puede tener ya para la supervivencia de nuestro pueblo. ¿Qué importarán los diversos planteamientos, estrategias y oportunismos políticos, si, al final, es el pueblo quien queda destrozado, sin la energía necesaria para llevar adelante su recuperación? Más aún. «Qué valen la independencia o la unidad si es a costa de la destrucción de un pueblo? ¿Se le ama así de verdad?» (J.M. Setién, Obispo de San Sebastián).
Si está en juego la vida de nuestro pueblo, somos todo el pueblo los que nos tenemos que comprometer en una lucha por la paz, hemos de manifestar con más firmeza y claridad que la voluntad mayoritaria del pueblo es resolver el problema de Euskadi por vías dignas de nuestra condición humana.
Tenemos el derecho y la obligación de exigir a nuestros partidos, a nuestros dirigentes políticos y a quienes dicen luchar con las armas por nuestra liberación, a que renuncien a actitudes y procedimientos que hacen imposible la paz y amenazan arruinar nuestro futuro.
La paz es posible. Es una necesidad. Es un objetivo al que no podemos renunciar. Los creyentes debemos luchar por ella con la misma fe que anima a nuestro Obispo: «Estamos convencidos de que también hoy los pensamientos de Dios sobre nuestro pueblo son pensamientos de paz, no de desgracia, de darnos un porvenir de esperanza » (Jr 29, 11).

José Antonio Pagola

HOMILIA

1980-1981 – APRENDER A VIVIR
30 de noviembre de 1980

¿QUE PUEDO YO ANTE LA VIOLENCIA?

Estad en vela.

Vivimos respirando un clima de violencia permanente. Amenazas, extorsiones, secuestros, torturas y muertes violentas de todo signo nos están haciendo ya caer en una espiral de violencia de consecuencias imprevisibles.
Mientras tanto, la repetición constante de las muertes, los comunicados que tratan de «justificar» cada acción violenta, el descrédito sistemático de las víctimas, las campañas que se organizan para legitimar tales muertes.., nos están insensibilizando ante la sangre.
Nos estamos acostumbrando a valorar estas muertes sólo por los efectos políticos y la utilidad que puedan tener para los intereses de un grupo o de otro.
Parece que damos por bueno que no vale lo mismo la vida de todos los hombres. Son bastantes los que, sin mayor reflexión, piensan que hay vidas cuya destrucción es el camino legítimo y necesario para resolver los problemas que hoy tiene nuestro pueblo.
No nos detenemos a medir las consecuencias que estas muertes tienen para las víctimas, familiares y amigos. Y no atendemos a las consecuencias imprevisibles que puede tener para todo nuestro pueblo el deterioro progresivo de la convivencia, la escalada de la violencia, la represión y el miedo, el crecimiento indiscriminado del odio y la venganza.
Es hora de despertar nuestra conciencia cristiana. Hay que reaccionar. Los que nos llamamos creyentes hemos de atrevemos a escuchar con sinceridad la voz de nuestra conciencia y defender nuestra postura públicamente. O ¿hemos olvidado ya que todo hombre es por encima de todo un hermano?
Es necesaria la reacción de todos para que se vea con más claridad que no es legítimo matar en nombre de un pueblo que ni siquiera puede decidir estas acciones que tienen graves repercusiones para nuestra convivencia socio-política.
Todos tenemos siempre algo que aportar: nuestro comportamiento personal, nuestra reacción, el modo de enjuiciar los hechos, nuestro gesto de condena, la defensa pública de toda vida, el apoyo a acciones y cauces pacíficos para resolver nuestros problemas.
Los padres, educadores y todos cuantos tenemos la posibilidad de ejercer alguna influencia en los demás, debemos promover una reacción permanente, activa y responsable frente a tanta injusticia, violencia, terror y sangre. Solo así, escucharemos la llamada de este primer domingo de Adviento: «Estad en vela». «Daos cuenta del momento en que vivís. Ya es hora de despertar...».

José Antonio Pagola



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