lunes, 28 de septiembre de 2015

04/10/2015 - 27º domingo Tiempo ordinario (B)

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El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción". 
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

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27º domingo Tiempo ordinario (B)


EVANGELIO

Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

+ Lectura del santo evangelio según san Marcos 10,2-16

En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: « ¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?». El les replicó: « ¿Qué os ha mandado Moisés?».
Contestaron: «Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio». Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios “los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. El les dijo: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio».
Le acercaban niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él». Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2014-2015 -
4 de octubre de 2015

ACOGER A LOS PEQUEÑOS

Dejad que los niños se acerquen a mí.

El episodio parece insignificante. Sin embargo, encierra un trasfondo de gran importancia para los seguidores de Jesús. Según el relato de Marcos, algunos tratan de acercar a Jesús a unos niños y niñas que corretean por allí. Lo único que buscan es que aquel hombre de Dios los pueda tocar para comunicarles algo de su fuerza y de su vida. Al parecer,  era una creencia popular.
Los discípulos se molestan y tratan de impedirlo. Pretenden levantar un cerco en torno a Jesús. Se atribuyen el poder de decidir quiénes pueden llegar hasta Jesús y quiénes no. Se interponen  entre él y los más pequeños, frágiles y necesitados de aquella sociedad. En vez de facilitar su acceso a Jesús, lo obstaculizan.
Se han olvidado ya del gesto de Jesús que, unos días antes, ha puesto en el centro del grupo a un niño para que aprendan bien que son los pequeños los que han de ser el centro de atención y cuidado de sus discípulos. Se han olvidado de cómo lo ha abrazado delante de todos, invitándoles a acogerlos en su nombre y con su mismo cariño.
Jesús se indigna. Aquel comportamiento de sus discípulos es intolerable. Enfadado, les da dos órdenes: «Dejad que los niños se acerquen a mí. No se lo impidáis». ¿Quién les ha enseñado a actuar de una manera tan contraria a su Espíritu? Son, precisamente, los pequeños, débiles e indefensos, los primeros que han de tener abierto el acceso a Jesús.
La razón es muy profunda pues obedece a los designios del Padre: «De los que son como ellos es el reino de Dios». En el reino de Dios y en el grupo de Jesús, los que molestan no son los pequeños, sino los grandes y poderosos, los que quieren dominar y ser los primeros.
El centro de su comunidad no ha de estar ocupado por personas fuertes y poderosas que se imponen a los demás desde arriba. En su comunidad se necesitan hombres y mujeres que buscan el último lugar para acoger, servir, abrazar y bendecir a los más débiles y necesitados.
El reino de Dios no se difunde desde la imposición de los grandes sino desde la acogida y defensa a los pequeños. Donde éstos se convierten en el centro de atención y cuidado, ahí está llegando el reino de Dios, la sociedad humana que quiere el Padre.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2011-2012 -
7 de octubre de 2012

CONTRA EL PODER DEL VARÓN

Los fariseos plantean a Jesús una pregunta para ponerlo a prueba. Esta vez no es una cuestión sin importancia, sino un hecho que hace sufrir mucho a las mujeres de Galilea y es motivo de vivas discusiones entre los seguidores de diversas escuelas rabínicas: "¿Le es lícito al varón divorciarse de su mujer?".
No se trata del divorcio moderno que conocemos hoy, sino de la situación en que vivía la mujer judía dentro del matrimonio, controlado por el varón. Según la ley de Moisés, el marido podía romper el contrato matrimonial y expulsar de casa a su esposa. La mujer, por el contrario, sometida en todo al varón, no podía hacer lo mismo.
La respuesta de Jesús sorprende a todos. No entra en las discusiones de los rabinos. Invita a descubrir el proyecto original de Dios, que está por encima de leyes y normas. Esta ley "machista", en concreto, se ha impuesto en el pueblo judío por la "dureza de corazón" de los varones que controlan a las mujeres y las someten a su voluntad.
Jesús ahonda en el misterio original del ser humano. Dios "los ha creado varón y mujer". Los dos han sido creados en igualdad. Dios no ha creado al varón con poder sobre la mujer. No ha creado a la mujer sometida al varón. Entre varones y mujeres no ha de haber dominación por parte de nadie.
Desde esta estructura original del ser humano, Jesús ofrece una visión del  matrimonio que va más allá de todo lo establecido por la "dureza de corazón" de los varones. Mujeres y varones se unirán para "ser una sola carne" e iniciar una vida compartida en la mutua entrega sin imposición ni sumisión.
Este proyecto matrimonial es para Jesús la suprema expresión del amor humano. El varón no tiene derecho alguno a controlar a la mujer como si fuera su dueño. La mujer no ha de aceptar vivir sometida al varón. Es Dios mismo quien los atrae a vivir unidos por un amor libre y gratuito. Jesús concluye de manera rotunda: "Lo que Dios ha unido, que no lo separe el varón".
Con esta posición, Jesús esta destruyendo de raíz el fundamento del patriarcado bajo todas sus formas de control, sometimiento e imposición del varón sobre la mujer. No solo en el matrimonio sino en cualquier institución civil o religiosa.
Hemos de escuchar el mensaje de Jesús. No es posible abrir caminos al reino de Dios y su justicia sin luchar activamente contra el patriarcado. ¿Cuándo reaccionaremos en la Iglesia con energía evangélica contra tanto abuso, violencia y agresión del varón sobre la mujer? ¿Cuándo defenderemos a la mujer de la "dureza de corazón"  de los varones?

José Antonio Pagola

HOMILIA

2008-2009 – RECUPERAR EL EVANGELIO
4 de octubre de 2009

ACOGER A LOS PEQUEÑOS

(Ver homilía del 4 de octubre de 2015)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
8 de octubre de 2006

PARA HOMBRES

Dios los creó hombre y mujer.

Lo que más hacía sufrir a las mujeres en la Galilea de los años treinta era su sometimiento total al varón dentro de la familia patriarcal. El esposo las podía incluso repudiar en cualquier momento abandonándolas a su suerte. Este derecho se basaba, según la tradición judía, nada menos que en la Ley de Dios.
Los maestros discutían sobre los motivos que podían justificar la decisión del esposo. Según los seguidores de Shammai, sólo se podía repudiar a la mujer en caso de adulterio; según Hillel, bastaba que la mujer hiciera cualquier cosa «desagradable» a los ojos de su marido. Mientras los doctos varones discutían, las mujeres no podían alzar su voz para defender sus derechos.
En algún momento, el planteamiento llegó hasta Jesús: « ¿Puede el hombre repudiar a su esposa?». Su respuesta desconcertó a todos. Las mujeres no se lo podían creer. Según Jesús, si el repudio está en la Ley, es por la «dureza de corazón» de los varones y su mentalidad machista, pero el proyecto original de Dios no fue un matrimonio «patriarcal» dominado por el varón.
Dios creó al varón y a la mujer para que fueran «una sola carne». Los dos están llamados a compartir su amor, su intimidad y su vida entera, con igual dignidad y en comunión total. De ahí el grito de Jesús: «lo que ha unido Dios, que no lo separe el varón», con su actitud machista.
Dios quiere una vida más digna, segura y estable para esas esposas sometidas y maltratadas por el varón en los hogares de Galilea. No puede bendecir una estructura que genere superioridad del varón y sometimiento de la mujer. Después de Jesús, ningún cristiano podrá legitimar con la Biblia o el Evangelio nada que promueva discriminación, exclusión o sumisión de la mujer.
En el mensaje de Jesús hay una predicación dirigida exclusivamente a los varones para que renuncien a su «dureza de corazón» y promuevan unas relaciones más justas e igualitarias entre varón y mujer. ¿Dónde se escucha hoy este mensaje?, ¿cuándo llama la Iglesia a los varones a esta conversión?, ¿qué estamos haciendo los seguidores de Jesús para revisar y cambiar comportamientos, hábitos, costumbres y leyes que van claramente en contra de la voluntad original de Dios al crear al varón y a la mujer?

José Antonio Pagola

HOMILIA

2002-2003 – REACCIONAR
5 de octubre de 2003

ANTES DE SEPARARSE

Lo que Dios ha unido…

Hoy se habla cada vez menos de fidelidad. Basta escuchar ciertas conversaciones para constatar un clima muy diferente. “Hemos pasado las vacaciones cada uno por su cuenta”. “Mi marido tiene un ligue, me costó aceptarlo, pero ¿qué podía hacer?”. “Es que sólo con mi marido me aburro”.
Algunas parejas consideran que el amor es algo espontáneo. Si brota y permanece vivo, todo va bien. Si se enfría y desaparece, la convivencia resulta intolerable. Entonces lo mejor es separarse “de manera civilizada”.
No todos reaccionan así. Hay parejas que se dan cuenta de que ya no se aman, pero no por eso desean separarse, sin que puedan explicarse exactamente por qué. Sólo se preguntan hasta cuándo podrá durar esa situación.
Hay también quienes han encontrado un amor fuera de su matrimonio y se sienten tan atraídos por esa nueva relación que no quieren verse privados de ella. No quieren perderse nada. Ni su matrimonio ni ese amor extramatrimonial. Pero no saben cómo navegar entre ambos.
Las situaciones son muchas y, con frecuencia, muy dolorosas. Mujeres que lloran en secreto su abandono y humillación. Esposos que se aburren en una relación insoportable. Niños tristes que sufren el desamor de sus padres.
Estas parejas no necesitan ahora una receta para salir de su situación. Sería demasiado fácil. Lo primero que les podemos ofrecer es respeto, escucha discreta, aliento para vivir y, tal vez, una palabra lúcida de orientación. Sin embargo, puede ser oportuno recordar algunos pasos fundamentales que siempre es necesario dar.
Lo primero es no renunciar al diálogo. Hay que esclarecer la relación. Desvelar con sinceridad lo que siente y vive cada uno. Tratar de entender lo que se oculta tras ese malestar creciente. Descubrir lo que no funciona. Poner nombre a tantos agravios mutuos que se han ido acumulando sin ser nunca elucidados.
Pero el diálogo no basta. Estas situaciones no se resuelven sin generosidad y espíritu de nobleza. Si cada uno se encierra en una postura de egoísmo mezquino, el conflicto se agrava, los ánimos se crispan y lo que un día fue amor se convierte en odio secreto y mutua destrucción.
Hay que recordar también que el amor se vive en la vida ordinaria y repetida de lo cotidiano. Es pura ilusión querer escapar de ello. Cada día vivido juntos, cada alegría y cada sufrimiento compartidos, cada problema vivido en pareja, dan consistencia real al amor.
La frase de Jesús: “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre” tiene sus exigencias mucho antes de que llegue la ruptura, pues las parejas se van separando poco a poco, en la vida de cada día.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1999-2000 – COMO ACERTAR
8 de octubre de 2000

CRISTIANOS DIVORCIADOS

Lo que Dios ha unido…

En nuestras parroquias hay cada vez más personas que, una vez fracasado su primer matrimonio, se han vuelto a unir civilmente o han formado una pareja de hecho. La realidad es compleja y delicada. Separación y divorcio son experiencias que generan casi siempre lucha interior y sufrimiento y, muchas veces, soledad e incomprensión.
Muchos de ellos no se sienten queridos ni comprendidos por la comunidad cristiana, no obstante las afirmaciones en contra de los documentos oficiales del Magisterio. No es sólo la disciplina canónica de la Iglesia la que les hace sufrir. Es también la actitud que, a veces, perciben en su entorno cristiano. ¿Qué decir?
Antes que nada, hemos de recordar que ser fieles a la enseñanza de Jesús sobre el amor conyugal único, fiel e indisoluble, no ha de significar nunca dejar de seguir su actitud de comprensión y misericordia hacia todos y, de manera particular, hacia los que más sufren. La primera actitud del cristianismo ante estas parejas ha de ser de respeto, cercanía y amistad. No hay razón alguna, ni religiosa ni moral, para adoptar otra postura diferente, contraria al amor.
La comunidad cristiana no los debe marginar ni excluir de su seno. Al contrario, como dice Juan Pablo II, se les ha de ayudar a «que no se consideren separados de la Iglesia pues pueden y deben, en cuanto bautizados, participar en su vida» (Familiaris Consortio, n. 84). No puede ser otra la postura de una Iglesia que proclama y se sabe ella misma aceptada por su Señor a pesar de sus errores y sus pecados.
Hemos de comprender el desgarro interior de quienes se sienten profundamente cristianos y no pueden salir ya de manera razonable de la situación en que se encuentran. Les resulta difícil sintonizar con una Iglesia que no aprueba oficialmente su unión actual. Necesitan percibir en nosotros actitudes y gestos que los hagan sentirse acogidos.
Sobre todo, no olvidemos nunca lo más importante. En esas parejas está Dios buscando siempre su bien. Nosotros podemos encerrarnos en nuestros juicios y condenas; podemos seguir sin comprender los errores y las culpas que los han conducido hasta el divorcio. Una cosa es segura. Dios sigue escribiendo su propia historia de amor con ellos por caminos que a nosotros se nos escapan.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1996-1997 – DESPERTAR LA FE
5 de octubre de 1997

SEPARADOS, PERO PADRES

Lo que Dios ha unido…

Durante estos años he podido compartir de cerca el duro camino de la separación de esposos que un día se quisieron de verdad. Los he visto sufrir, dudar y también luchar por un amor ya desaparecido. Los he visto soportar los reproches, la incomprensión y el distanciamiento de quienes parecían sus amigos. Junto a ellos he visto también sufrir a sus hijos.
No es del todo cierto que la separación de los padres cause un trauma irreversible a los hijos. Lo que les hace daño es el desamor, la agresividad o el miedo que, a veces, acompaña a una separación cuando se realiza de forma poco humana.
Nunca se debería olvidar que los que se separan son los padres, no los hijos. Estos tienen derecho a seguir disfrutando de su padre y de su madre, juntos o separados, y no tienen por qué sufrir su agresividad ni ser testigos de sus disputas y litigios.
Por ello mismo, no han de ser coaccionados para que tomen partido por uno u otro. Tienen derecho a que sus padres mantengan ante ellos una postura digna y de mutuo respeto sin denigrar nunca la imagen del otro; a que no los instrumentalicen para obtener información sobre su conducta; a que no los utilicen como «armas arrojadizas» en sus combates.
Es mezquino, por otra parte, chantajear a los hijos para ganarse su cariño con regalos o conductas permisivas. Al contrario, quien busca realmente el bien del niño le facilita el encuentro y la comunicación con el padre o la madre ya que no vive con él.
Los hijos tienen, además, derecho a que sus padres se reúnan para tratar de temas referentes a su educación y salud, o para tomar decisiones sobre aspectos importantes para su vida. La pareja no ha de olvidar que, aun estando separados, siguen siendo padres de unos hijos que los necesitan.
Conozco los esfuerzos que hacen no pocos separados para que sus hijos sufran lo menos posible las consecuencias dolorosas de la separación. No siempre es fácil ni para quien se queda con la custodia de los hijos (qué agotador ocuparse a solas de su cuidado), ni para quien ha de vivir en adelante separado de ellos (qué duro sentir su vacío). Estos padres necesitan, en más de una ocasión, un apoyo, compañía o ayuda que no siempre encuentran en su entorno, su familia, sus amigos o su Iglesia.
Curiosamente, en el texto evangélico de hoy, el redactor ha unido dos episodios diferentes: la enseñanza de Jesús sobre la indisolubilidad del matrimonio y su acogida a los niños en contra de la reacción de sus discípulos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
2 de octubre de 1994

ANTE LOS DIVORCIADOS

Lo que Dios ha unido…

Los cristianos no podemos cerrar los ojos ante un hecho profundamente doloroso. Los divorciados no se sienten, en general, comprendidos por la Iglesia ni por las comunidades cristianas. La mayoría solo percibe una dureza disciplinar que no llegan a entender. Abandonados a sus problemas y sin la ayuda que necesitarían, no encuentran en la Iglesia un lugar para ellos.
No se trata de poner en discusión la visión cristiana del matrimonio, sino de ser fieles a ese Jesús que, al mismo tiempo que defiende la indisolubilidad del matrimonio, se hace presente a todo hombre o mujer ofreciendo su comprensión y su gracia precisamente a quien más las necesita. Este es el reto. ¿Cómo mostrar a los divorciados la misericordia infinita de Dios a todo ser humano? ¿Cómo estar junto a ellos de manera cristiana?
Antes que nada hemos de recordar que los divorciados que se han vuelto a casar civilmente siguen siendo miembros de la Iglesia. No están excomulgados; no han sido expulsados de la Iglesia. Aunque algunos de sus derechos queden restringidos, forman parte de la comunidad y han de encontrar en los cristianos la solidaridad y comprensión que necesitan para vivir su difícil situación de manera humana y cristiana.
Si la Iglesia les retira el derecho a recibir la comunión es porque «su estado y condición de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía» (Familiaris consortio, n. 84). Pero esto no autoriza a nadie a condenarlos como personas excluidas de la salvación ni a adoptar una postura de desprecio o marginación.
Al contrario, el mismo Juan Pablo II exhorta a los responsables de la comunidad cristiana «a que ayuden a los divorciados cuidando, con caridad solícita, que no se sientan separados de la Iglesia, pues pueden e incluso deben, en cuanto bautizados, tomar parte en su vida» (Familiaris consortio, n. 84). Como todos los demás cristianos, también ellos tienen derecho a escuchar la Palabra de Dios, tomar parte en la asamblea eucarística, colaborar en diferentes obras e iniciativas de la comunidad, y recibir la ayuda que necesitan para vivir su fe y para educar cristianamente a sus hijos.
Es injusto que una comprensión estrecha de la disciplina de la Iglesia y un rigorismo que tiene poco que ver con el espíritu cristiano nos lleven a marginar y abandonar incluso a personas que se esforzaron sinceramente por salvar su primer matrimonio, que no tienen fuerzas para enfrentarse solos a su futuro, que viven fielmente su matrimonio civil, que no pueden rehacer en manera alguna su matrimonio anterior o que tienen adquiridas nuevas obligaciones morales en su actual situación.
En cualquier caso, a los divorciados que os sintáis creyentes solo os quiero recordar una cosa: Dios es infinitamente más grande, más comprensivo y más amigo que todo lo que podáis ver en nosotros los cristianos, y los hombres de Iglesia. Dios es Dios. Cuando nosotros no os entendemos, él os entiende. Confiad siempre en él.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
6 de octubre de 1991

ANTES DE SEPARARSE

Lo que Dios ha unido…

Hoy se habla cada vez menos de fidelidad. Basta escuchar ciertas conversaciones para constatar un clima muy diferente. “Hemos pasado las vacaciones cada uno por su cuenta”. “Mi marido tiene un ligue, me costó aceptarlo, pero ¿qué podía hacer?”. “Es que sólo con mi marido me aburro”.
Algunas parejas consideran que el amor es algo espontáneo. Si brota y permanece vivo, todo va bien. Si se enfría y desaparece, la convivencia resulta intolerable. Entonces lo mejor es separarse “de manera civilizada”.
No todos reaccionan así. Hay parejas que se dan cuenta de que ya no se aman, pero no por eso desean separarse, sin que puedan explicarse exactamente por qué. Sólo se preguntan hasta cuándo podrá durar esa situación.
Hay también quienes han encontrado un amor fuera de su matrimonio y se sienten tan atraídos por esa nueva relación que no quieren verse privados de ella. No quieren perderse nada. Ni su matrimonio ni ese amor extramatrimonial. Pero no saben cómo navegar entre ambos.
Las situaciones son muchas y, con frecuencia, muy dolorosas. Mujeres que lloran en secreto su abandono y humillación. Esposos que se aburren en una relación insoportable. Niños tristes que sufren el desamor de sus padres.
Estas parejas no necesitan ahora una receta para salir de su situación. Sería demasiado fácil. Lo primero que les podemos ofrecer es respeto, escucha discreta, aliento para vivir y, tal vez, una palabra lúcida de orientación. Sin embargo, puede ser oportuno recordar algunos pasos fundamentales que siempre es necesario dar.
Lo primero es no renunciar al diálogo. Hay que esclarecer la relación. Desvelar con sinceridad lo que siente y vive cada uno. Tratar de entender lo que se oculta tras ese malestar creciente. Descubrir lo que no funciona. Poner nombre a tantos agravios mutuos que se han ido acumulando sin ser nunca elucidados.
Pero el diálogo no basta. Estas situaciones no se resuelven sin generosidad y espíritu de nobleza. Si cada uno se encierra en una postura de egoísmo mezquino, el conflicto se agrava, los ánimos se crispan y lo que un día fue amor se convierte en odio secreto y mutua destrucción.
Hay que recordar también que el amor se vive en la vida ordinaria y repetida de lo cotidiano. Es pura ilusión querer escapar de ello. Cada día vivido juntos, cada alegría y cada sufrimiento compartidos, cada problema vivido en pareja, dan consistencia real al amor.
La frase de Jesús: “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre” tiene sus exigencias mucho antes de que llegue la ruptura, pues las parejas se van separando poco a poco, en la vida de cada día.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
2 de octubre de 1988

DIVORCIO

Lo que Dios ha unido...

Han pasado ya algunos años desde que se introdujo la ley divorcista en nuestro país. Se acallaron las controversias públicas y los debates en torno a su legalización. El divorcio es ya práctica aceptada socialmente.
Pero es ahora tal vez cuando la experiencia de estos años nos permite una reflexión más serena.
Sería poco honesto negar que el divorcio ha sido una «solución», sobre todo, para situaciones insostenibles que venían de atrás y en las que estaban implicados con frecuencia hombres y mujeres que no comparten la fe cristiana.
Pero la ley divorcista no puede hacernos olvidar que el divorcio sigue siendo un hecho lamentable tras el cual se descubre siempre la existencia de un error, una equivocación o una infidelidad.
Tal vez uno de nuestros mayores riesgos es el de ir cambiando poco a poco la valoración de las cosas. Al escuchar hoy a ciertas parejas jóvenes da la impresión de que para ellos lo importante es tener la posibilidad de divorciarse, cuando lo verdaderamente importante y decisivo es que los esposos aspiren a quererse con plenitud y autenticidad.
Incluso el que no comparte la visión evangélica del matrimonio ha de reconocer que en todo amor verdadero se encierra una nostalgia de permanencia y una exigencia de fidelidad. El divorcio no podrá ser nunca meta o ideal del matrimonio. Lo ideal será siempre que nada ni nadie destruya el amor y la fidelidad de la pareja.
Es de suponer que nadie va al matrimonio con la ilusión de poder constatar un día que aquel amor ha desaparecido y la convivencia ya no es posible. Pero la legitimación social del divorcio puede conducir a más de uno a entender el amor conyugal como un compromiso pasajero que se utiliza mientras sirve o interesa.
Corremos así el riesgo de que el divorcio se vaya convirtiendo en una solución a la que se acude cada vez con más facilidad y ligereza en cuanto aparece la menor dificultad o cansancio, sin hacer esfuerzo alguno por lograr una armonía mayor o la reconciliación.
Por otra parte, no hemos de olvidar que en la raíz de bastantes divorcios hay sencillamente infidelidad. Una curiosa moral progresista está inculcando hoy a los ciudadanos que no deben engañar a Hacienda pero pueden engañar a su mujer. No se puede traicionar al partido pero se puede traicionar al cónyuge.
No es ése ciertamente el camino más acertado para construir una convivencia más humana y feliz. Si el divorcio ha podido “resolver» algunas situaciones difíciles, no es menos cierto que ha provocado el sufrimiento de muchos esposos y sobre todo, esposas que han sido abandonadas por su cónyuge y han quedado destrozados para siempre.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
6 de octubre de 1985

ANTE LOS MATRIMONIOS ROTOS

«Lo que Dios ha unido… »

Son cada vez más los creyentes que, de una manera o de otra, se hacen hoy la pregunta: ¿Qué actitud adoptar ante tantos hombres y mujeres, muchas veces amigos y familiares nuestros, que han roto su primera unión matrimonial y viven en la actualidad en una nueva situación considerada por la Iglesia como irregular?
No se trata de rechazar ni de discutir la doctrina de la Iglesia, sino de ver cuál ha de ser nuestra postura verdaderamente cristiana ante estas parejas unidas por un vínculo que la Iglesia no acepta.
Son muchos los cristianos que, por una parte, desean defender honradamente la visión cristiana del matrimonio pero, por otra, intuyen que el evangelio les pide adoptar ante estas parejas una actitud que no se puede reducir a una condena fácil.
Antes que nada, tal vez hemos de entender con más serenidad la posición de la Iglesia ante el divorcio y ver con claridad que la defensa de la doctrina eclesiástica sobre el matrimonio no ha de impedir nunca una postura de comprensión, acogida y ayuda.
Cuando la Iglesia defiende la indisolubilidad del matrimonio y prohíbe el divorcio, fundamentalmente quiere decir que, aunque unos esposos hayan encontrado en una segunda unión un amor estable, fiel y fecundo, este nuevo amor no puede ser aceptado en la comunidad cristiana como signo y sacramento del amor indefectible de Cristo a los hombres.
Pero esto no significa que necesariamente hayamos de considerar como negativo todo lo que los divorciados viven en esa unión no sacramental, sin que podamos encontrar nada positivo o evangélico en sus vidas.
Los cristianos no podemos rechazar ni marginar a esas parejas, víctimas muchas veces de situaciones enormemente dolorosas, que están sufriendo o han sufrido una de las experiencias más amargas que pueden darse: la destrucción de un amor que realmente existió.
¿Quiénes somos nosotros para considerarlos indignos de nuestra acogida y nuestra comprensión? ¿Podemos adoptar una postura de rechazo sobre todo hacia aquellos que, después de una trayectoria difícil y compleja, se encuentran hoy en una situación de la que difícilmente pueden salir sin grave daño para otra persona y para unos hijos?
Las palabras de Jesús: «Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre» nos invitan a defender sin ambigüedad la exigencia de fidelidad que se encierra en el matrimonio. Pero esas mismas palabras, ¿no nos invitan también de alguna manera a no introducir una separación y una marginación de esos hermanos y hermanas que sufren las consecuencias de un primer fracaso matrimonial?

José Antonio Pagola

HOMILIA

1981-1982 – APRENDER A VIVIR
3 de octubre de 1982

DESPUES DEL DIVORCIO

No son dos, sino una sola carne.

Ya tenemos el divorcio. Ya contamos con una solución jurídica para tantas situaciones de fracaso y ruptura matrimonial. Y ahora, ¿qué?
La legalización del divorcio civil fue ocasión de interminables polémicas y enfrentamientos. Desde quienes lo defendían como un derecho radical de la persona hasta quienes querían imponer la disciplina católica a toda la sociedad.
Hoy las voces se han vuelto a callar. Da la impresión de que a bastantes les interesaba más la defensa de una determinada ideología que la realidad cotidiana y trágica de tantos fracasos matrimoniales.
Porque es una ingenuidad pensar que con el divorcio tenemos ya «la solución para el desamor». El fracaso matrimonial no es siempre ni solamente un problema jurídico que se puede resolver con leyes. Es un problema personal, emocional, síquico, de raíces y consecuencias muy hondas.
Por eso, es precisamente ahora cuando nos tenemos que preguntar qué podemos hacer para ayudar a los hombres y mujeres de hoy a vivir su amor conyugal.
No basta defender teóricamente la indisolubilidad matrimonial y predicar a los católicos que no pueden acogerse a la ley del divorcio.
Tenemos que preguntarnos qué ayuda puede ofrecer la comunidad creyente a tantos esposos que fracasan en su matrimonio por una elección inadecuada de cónyuge, por un deterioro de su comunicación o sencillamente por su «pecado».
Tenemos que plantearnos cómo estar más cerca de los matrimonios rotos. Independientemente de soluciones jurídicas, una ruptura que no vaya precedida y acompañada de un análisis serio, de un replanteamiento de las actitudes personales y de un redescubrimiento del proyecto matrimonial, corre el riesgo de llevar a los esposos a nuevos fracasos y frustraciones.
Pero, hay algo más. El amor es algo que hay que aprender día a día. Un arte que requiere tiempo, paciencia, fe, reflexión y conversión personal.
En una sociedad donde el interés egoísta se ha convertido en principio orientador de las conductas, y donde la satisfacción de todo deseo parece ser la meta de la vida, ¿dónde aprender a convivir desde el amor?
¿No pueden las comunidades cristianas ofrecer un marco en el que los esposos cristianos puedan encontrarse para descubrir juntos la luz, la fuerza y el aliento que necesitan para alimentar y acrecentar su amor conyugal?

José Antonio Pagola



Blog:               http://sopelakoeliza.blogspot.com

Para ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
                        http://iglesiadesopelana3v.blogspot.com


lunes, 21 de septiembre de 2015

27/09/2015 - 26º domingo Tiempo ordinario (B)

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El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción". 
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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Para leer, compartir, bajarse o imprimir las homilias de José Antonio Pagola del domingo haz "clic" sobre el título del domingo, o haz "clic" sobre Ciclo A, Ciclo B o Ciclo C, en el menú superior para leer las homilias de cada ciclo.

¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

No dejes de visitar la nueva página de VÍDEOS DE LAS CONFERENCIAS DE JOSÉ ANTONIO PAGOLA .

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26º domingo Tiempo ordinario (B)


EVANGELIO

El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Si tu mano te quiere hacer caer, córtatela.

+ Lectura del santo evangelio según san Marcos 9,38-43.45.47-48

En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros». Jesús respondió: «No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.
Y, además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar.
Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno, Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo:
más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apagas’.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2014-2015 -
27 de septiembre de 2015

SON AMIGOS, NO ADVERSARIOS

El que no está con nosotros, está a favor nuestro.

A pesar de los esfuerzos de Jesús por enseñarles a vivir como él, al servicio del reino de Dios, haciendo la vida de las personas más humana, más digna y dichosa, los discípulos no terminan de entender el Espíritu que lo anima, su amor grande a los más necesitados y la orientación profunda de su vida.
El relato de Marcos es muy iluminador. Los discípulos informan a Jesús de un hecho que los ha molestado mucho. Han visto a un desconocido «expulsando demonios».  Está actuando «en nombre de Jesús» y en su misma línea: se dedica a liberar a las personas del mal que les impide vivir de manera humana y en paz. Sin embargo, a los discípulos no les gusta su trabajo liberador. No piensan en la alegría de los que son curados por aquel hombre. Su actuación les parece una intrusión que hay que cortar.
Le exponen a Jesús su reacción: «Se lo hemos querido impedir porque no es de los nuestros». Aquel extraño no debe seguir curando porque no es miembro del grupo. No les preocupa la salud de la gente, sino su prestigio de grupo. Pretenden monopolizar la acción salvadora de Jesús: nadie debe curar en su nombre si no se adhiere al grupo.
Jesús reprueba la actitud de sus discípulos y se coloca en una lógica radicalmente diferente. Él ve las cosas de otra manera. Lo primero y más importante no es el crecimiento de aquel pequeño grupo, sino que la salvación de Dios llegue a todo ser humano, incluso por medio de personas que no pertenecen al grupo: «el que no está contra nosotros, está a favor nuestro». El que hace presente en el mundo la fuerza curadora y liberadora de Jesús está a favor de su grupo.
Jesús rechaza la postura sectaria y excluyente de sus discípulos que solo piensan en su prestigio y crecimiento, y adopta una actitud abierta e inclusiva donde lo primero es liberar al ser humano de aquello que lo destruye y hace desdichado. Éste es el Espíritu que ha de animar siempre a sus verdaderos seguidores.
Fuera de la Iglesia católica, hay en el mundo un número incontable de hombres y mujeres que hacen el bien y viven trabajando por una humanidad más digna, más justa y más liberada. En ellos está vivo el Espíritu de Jesús. Hemos de sentirlos como amigos y aliados, nunca como adversarios. No están contra nosotros pues están a favor del ser humano, como estaba Jesús.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2011-2012 -
30 de septiembre de 2012

NADIE TIENE LA EXCLUSIVA DE JESÚS

La escena es sorprendente. Los discípulos se acercan a Jesús con un problema. Esta vez, el portador del grupo no es Pedro, sino Juan, uno de los dos hermanos que andan buscando los primeros puestos. Ahora pretende que el grupo de discípulos tenga la exclusiva de Jesús y el monopolio de su acción liberadora.
Vienen preocupados. Un exorcista, no integrado en el grupo, está echando demonios en nombre de Jesús. Los discípulos no se alegran de que la gente quede curada y pueda iniciar una vida más humana. Solo piensan en el prestigio de su propio grupo. Por eso, han tratado de cortar de raíz su actuación. Esta es su única razón: "no es de los nuestros".
Los discípulos dan por supuesto que, para actuar en nombre de Jesús y con su fuerza curadora, es necesario ser miembro de su grupo. Nadie puede apelar a Jesús y trabajar por un mundo más humano, sin formar parte de la Iglesia. ¿Es realmente así? ¿Qué piensa Jesús?
Sus primeras palabras son rotundas: "No se lo impidáis". El Nombre de Jesús y su fuerza humanizadora son más importantes que el pequeño grupo de sus discípulos. Es bueno que la salvación que trae Jesús se extienda más allá de la Iglesia establecida y ayude a las gentes a vivir de manera más humana. Nadie ha de verla como una competencia desleal.
Jesús rompe toda tentación sectaria en sus seguidores. No ha constituido su grupo para controlar su salvación mesiánica. No es rabino de una escuela cerrada sino Profeta de una salvación abierta a todos. Su Iglesia ha de apoyar su Nombre allí donde es invocado para hacer el bien.
No quiere Jesús que entre sus seguidores se hable de los que son nuestros y de los que no lo son, los de dentro y los de fuera, los que pueden actuar en su nombre y los que no pueden hacerlo. Su modo de ver las cosas es diferente: "El que no está contra nosotros está a favor nuestro".
En la sociedad moderna hay muchos hombres y mujeres que trabajan por un mundo más justo y humano sin pertenecer a la Iglesia. Algunos ni son creyentes, pero están abriendo caminos al reino de Dios y su justicia. Son de los nuestros. Hemos de alegrarnos en vez de mirarlos con resentimiento. Los hemos de apoyar en vez de descalificar.
Es un error vivir en la Iglesia viendo en todas partes hostilidad y maldad, creyendo ingenuamente que solo nosotros somos portadores del Espíritu de Jesús. El no nos aprobaría. Nos invitaría a colaborar con alegría con todos los que viven de manera evangélica y se preocupan de los más pobres y necesitados.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2008-2009 – RECUPERAR EL EVANGELIO
27 de septiembre de 2009

SON AMIGOS, NO ADVERSARIOS

(Ver homilía del 27 de septiembre de 2015)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
1 de octubre de 2006

UN LENGUAJE DURO

Si tu mano te hace caer, córtatela.

Para Jesús, lo primero dentro del grupo de sus seguidores es olvidarse de los propios intereses y ambiciones y ponerse a servir, colaborando juntos en su proyecto de hacer un mundo más humano. No es fácil. A veces, en vez de ayudar a otros creyentes, les podemos hacer daño.
Es lo que preocupa a Jesús. Que, entre los suyos, haya quien «escandalice a uno de esos pequeños que creen». Que, entre los cristianos, haya personas que, con su manera de actuar, hagan daño a creyentes más débiles, y los desvíen del mensaje y el proyecto de Jesús. Sería desvirtuar su movimiento.
Jesús emplea imágenes extremadamente duras para que cada uno extirpe de su vida aquello que se opone a su estilo de entender y de vivir la vida. Está en juego «entrar en el reino de Dios» o quedar excluido, «entrar en la vida» o terminar en la destrucción total.
El lenguaje de Jesús es metafórico. La «mano» es símbolo de la actividad y el trabajo. Jesús empleaba sus manos para bendecir, curar y tocar a los excluidos. Es malo usarlas para herir, golpear, someter o humillar. «Si tu mano te hace caer, córtatela» y renuncia a actuar en contra del estilo de Jesús.
También los «pies» pueden hacer daño si nos llevan por caminos contrarios a la entrega y el servicio. Jesús caminaba para estar cerca de los más necesitados, y para buscar a los que vivían perdidos. «Si tu pie te hace caer córtatelo», y abandona caminos errados que no ayudan a nadie a seguir a Jesús.
Los «ojos» representan los deseos y aspiraciones de la persona. Pero, si no miramos a las personas con el amor y la ternura con que las miraba Jesús, terminaremos pensando sólo en nuestro propio interés. «Si tu ojo te hace caer córtatelo» y aprende a mirar la vida de manera más evangélica.
¿Cómo se le ocurrió a Jesús esa figura trágica y, al mismo tiempo, cómica de un hombre manco, cojo y tuerto entrando en la plenitud de la vida?, ¿qué sintió la gente al oírle hablar así?, ¿cómo podemos reaccionar nosotros? Por muy dolorosas que sean, si los cristianos no hacen opciones que aseguren la fidelidad a Jesús, su proyecto no se abrirá camino en el mundo.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2002-2003 – REACCIONAR
28 de septiembre de 2003

SON DE LOS NUESTROS

El que no está contra nosotros está a nuestro favor.

El evangelista Marcos nos describe un episodio en el que Jesús corrige de manera contundente una actitud equivocada de los Doce. ¿No habremos de escuchar también hoy la advertencia de Jesús?
Los Doce tratan de impedir la actividad de un hombre que «expulsa demonios», es decir, alguien dedicado a liberar a las personas del mal que las bloquea y esclaviza, devolviéndoles su libertad y dignidad. Es un hombre preocupado de hacer el bien a la gente. Incluso actúa «en nombre de Jesús». Pero los Doce observan algo que, a su juicio, es muy grave: «no es de los nuestros».
Los Doce no toleran la actividad liberadora de alguien que no está con ellos. Les parece inadmisible. Sólo a través de la adhesión a ellos puede llevarse a cabo la salvación que ofrece Jesús. No se fijan en el bien que realiza aquel hombre. Les preocupa que no esté con ellos.
Jesús, por el contrario, reprueba de manera rotunda la actitud de sus discípulos. Quien desarrolla una actividad humanizadora está ya, de alguna manera, vinculado a Jesús y a su proyecto de salvación. Sus seguidores no tienen que monopolizarlo.
Los Doce han querido ejercer un control sobre la actividad de quien no pertenece a su grupo, y han visto en él un rival. Jesús que sólo busca el bien del ser humano ha visto en él un aliado y un amigo: «El que no está contra nosotros está a favor nuestro».
La crisis que sufre hoy la «religión cristiana» es una oportunidad para que los seguidores de Jesús recordemos que nuestra primera tarea no es organizar y desarrollar con éxito una religión, sino ser fermento de una humanidad nueva.
Por eso, lo nuestro no es vivir recelosos, condenando posiciones o iniciativas que no se ajustan a nuestros deseos o esquemas religiosos. No es muy propio de una Iglesia de Jesús estar siempre viendo enemigos por todas partes. Jesús nos invita, más bien, a alegrarnos de todo lo que gentes e instituciones ajenas a la Iglesia pueden estar haciendo por un desarrollo más humano de la vida. Son de los nuestros porque luchan por la misma causa: un hombre más digno de su condición de hijo de Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1999-2000 – COMO ACERTAR
1 de octubre de 2000

¿QUÉ HAS HECHO DE TU HERMANO?

El que os dé a beber un vaso de agua...

El individualismo es, sin duda, uno de los rasgos que mejor caracterizan al hombre de hoy. Como recordaba el sociólogo americano D. Riesman en su renombrado estudio «La muchedumbre solitaria» (1950), en la época moderna lo sagrado ya no es el grupo ni la familia, sino el individuo suelto y «autodirigido».
Desgraciadamente este individualismo moderno no lleva siempre a la autoafirmación de la persona. Después del toque de alarma de Ch. Lasch en «La cultura del narcisismo» (1979) no son pocos los que nos ponen en guardia ante cierto estilo de vida individualista que conduce a la pérdida de identidad humana.
El individuo moderno defiende «instintivamente» su libertad, pero ésta queda reducida muchas veces a una defensa recelosa de la esfera privada. Es una libertad sin contenido. Lo que importa es no atarse a nada ni a nadie. No depender de otros. Exigir derechos sin asumir obligaciones. Ocuparse y preocuparse sólo de uno mismo.
Este individualismo conduce entonces a un peligroso aislamiento. La persona se desentiende de todo lo que no sea su propio interés. Rehúye el compromiso e incluso el amor. Sólo le interesa su propio yo. Los problemas personales se hipertrofian. La tranquilidad se va convirtiendo en meta suprema. Lo importante es evitar tensiones y vivir sin problemas.
Curiosamente, al encontrarse por fin solo y sin ataduras, el individuo pierde seguridad. No se siente bien. Necesita coincidir con los demás, vivir a la moda, estar informado, encender el televisor, tener la sensación de que no está tan solo en la vida. Necesita sentirse vivo pero ya no sabe lo que es desplegar la vida desde el amor.
Frente a esta «cultura del yo», el Evangelio sigue invitando a la «cultura del nosotros». La humanidad no es «una muchedumbre de individuos aislados». El mundo no termina en mi piel. Todo ser humano es mi «prójimo». De todos me he de sentir responsable, aunque sólo sea para «dar a beber un vaso de agua». El individualismo contemporáneo no será humano mientras no escuche la pregunta de Dios: «Hombre moderno y progresista, ¿qué has hecho de tu hermano?»

José Antonio Pagola

HOMILIA

1996-1997 – DESPERTAR LA FE
28 de septiembre de 1997

UNA ISLA GRIEGA

El que os dé a beber un vaso de agua…

Lo he escuchado esta misma semana en la televisión. En plena burla de lo que puede significar la ética en la vida práctica, alguien le preguntaba a Pepe Navarro: «Pero, ¿tú sabes lo que es ética?» Y el famoso presentador contestaba con picardía: « ¿Una isla griega?» No nos debe sorprender excesivamente la «gracia» pues se producía en uno de los programas más vulgares de la pequeña pantalla. Más desalentador resulta ver cómo autores muy celebrados hoy en Europa proponen abiertamente una ética inspirada en el propio interés o convivencia.
Según se nos dice, hay que olvidarse del altruismo o la preocupación por el otro y ocuparse sólo del propio bienestar. El interés por uno mismo sería la clave de esta ética de los nuevos tiempos democráticos. Cada uno ha de buscar inteligentemente lo que le conviene. «Good ethics make good business.»
Así afirma G. Lipovetsky en uno de sus libros de mayor éxito de crítica y de ventas: «Una persona buena en el sentido de la moral del deber no siempre produce beneficios, por eso todos preferimos un gestor que robe un poco, pero que incremente la cuenta de resultados, a una bellísima persona que con su bondad nos lleve a la ruina. Los santos pueden ser perjudiciales para el bienestar general, mientras que los astutos pueden resultar beneficiosos. Al individuo responsable le interesarían más los segundos que los primeros.»
La sociedad del futuro se ha de construir, pues, sobre este «individualismo responsable». Las cosas funcionarán bien si cada uno se preocupa razonablemente de lo suyo. No hace falta ocuparse de los otros. La solidaridad «quedaría en un segundo plano, porque no es obligatoria, es más bien un valor sagrado laicizado, que no ocupa el primer lugar. El individualismo es el código de la democracia moderna.»
Naturalmente, en esta «ética individualista» desaparece el interés por el otro, el cuidado del débil, la atención al que sufre. Si una persona sigue haciendo algo de esto, será porque le interesa o porque le apetece, ya que en última instancia, todo se enfoca desde el propio interés. No sé qué es más desmoralizador: reírse de la ética aludiendo a cierta «isla griega» o proponer una ética que nos convierte a todos en «islas».
Qué sanador y reconfortante resulta en este contexto escuchar las palabras de Jesús valorando hasta el vaso de agua que se da a beber a quien tiene sed. Nunca nacerá una sociedad digna del ser humano promoviendo el desencuentro, el desamor y la insolidaridad entre las personas y los grupos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
25 de septiembre de 1994

FE Y PLURALISMO

No es de los nuestros.

Poco a poco, se va tomando conciencia de que uno de los hechos más importantes de la época moderna y de consecuencias más profundas es, sin duda, el pluralismo. La cultura moderna, el desarrollo de los medios de comunicación y la facilidad para viajar hacen que cualquier persona entre hoy en contacto con otras culturas, religiones o ideologías muy diferentes a las suyas.
El hecho no es nuevo en la historia de la humanidad y se ha dado con cierta frecuencia en las grandes ciudades. Lo nuevo del pluralismo moderno es la fuerza que va adquiriendo ese fenómeno que el sociólogo norteamericano Peter L. Berger llama, en su último libro, «la contaminación cognoscitiva»: los diferentes estilos de vida, valores, creencias, posiciones religiosas y morales se mezclan cada vez más. Y no solo en el seno de la sociedad; también en el interior de cada uno.
Las personas reaccionan de diversas maneras ante esta realidad. Hay bastantes que caen en un relativismo generalizado; han descubierto que su religión o su moral no es la única posible, y, poco a poco, se ha abierto en ellas el resquicio de la duda: « ¿Dónde estará la verdad?» Hay quienes optan entonces por ahondar en su propia fe para conocerla y fundamentarla mejor. Pero hay también quienes se abandonan a un relativismo total: «Nada se puede saber con certeza»; «todo da igual»; « ¿para qué complicarse más?»
Otros, por el contrario, se atrincheran en una ortodoxia de «ghetto» y hasta en el fanatismo. Es difícil para muchos vivir sin seguridad absoluta, sobre todo en lo que afecta a las cuestiones más vitales de la existencia. Por eso, cuando el relativismo parece ya excesivo en una sociedad, es normal que el absolutismo y el integrismo doctrinal adquieran para algunos un fuerte atractivo. Hay que defender la propia ortodoxia y combatir los errores: «Fuera de nuestro grupo no hay nada bueno ni verdadero.» Naturalmente, no pienso solo en «ortodoxias» de carácter religioso; las hay también de orden político o ideológico, vinculadas a un determinado estilo de vida o de filosofía.
No es fácil vivir hoy con honestidad las propias convicciones en una sociedad que parece tolerarlo todo, pero donde los fanatismos vuelven a cobrar tanta fuerza. Los cristianos, por nuestra parte, habremos de aprender a vivir nuestra propia fe sin disolverla ligeramente en falsos relativismos y sin encerrarnos ciegamente en fanatismos que poco tienen que ver con el espíritu de Cristo.
Siempre es posible la lealtad innegociable al mensaje de Cristo y a su persona, y la apertura honesta a todo lo bueno y positivo que se encuentra fuera del cristianismo. Esta es la lección que nos llega de ese Jesús que, en cierta ocasión, corrigió a sus discípulos cuando rechazaban a un hombre que «echaba demonios», solo porque, según decían, «no es de los nuestros». El mensaje de Jesús es claro: El que hace el bien, aunque no sea de los nuestros, está a favor nuestro.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
29 de septiembre de 1991

ESCANDALOS

El que escandalice.

Apenas se habla hoy del pecado de escándalo. Tradicionalmente se veía el “escándalo”, sobre todo, en la corrupción de las costumbres, las modas provocativas, los espectáculos atrevidos o todo aquello que turbara los hábitos sociales en el campo del sexo.
Hoy nos hemos habituado de tal manera al deterioro social, que lo que “escandaliza” y ofende no es el estado de la sociedad, sino las palabras de quienes, como el Papa, denuncian el deterioro de los valores morales, el incremento del consumismo, el hedonismo, la permisividad sexual, el descenso de la natalidad o el aborto.
Antes que nada, es conveniente que recordemos que “escándalo”, en su sentido más amplio y profundo, es todo aquello que conduce a otros a actuar al margen de la propia conciencia. Escandalizar no es tanto producir turbación o confusión cuanto incitar a una vida inmoral. En este sentido, nadie puede negar que vivamos en una sociedad “escandalosa” en la que se estimula hacia actuaciones poco humanas.
La desigualdad económica y social entre quienes viven instalados en la seguridad de su puesto de trabajo bien retribuido y los que se van quedando descolgados de toda fuente digna de subsistencia es hoy escandalosa porque está llevando al individualismo ciego, la insolidaridad y la marginación de los más débiles.
Por otra parte, amplios sectores del pueblo comienzan a “escandalizarse” porque constatan que el noble ejercicio de la política se vaya deteriorando de manera lamentable. Estrategias poco transparentes, enfrentamientos mezquinos y manejos turbios, al margen del bien común, están llevando a no pocos ciudadanos al desaliento, la inhibición y la desconfianza en las instituciones públicas.
Asimismo, la agresividad insana, las descalificaciones destructivas y la violencia verbal entre los políticos son un “escándalo” en un pueblo que necesita urgentemente modelos públicos de diálogo constructivo, solidaridad y colaboración en el bien común.
Los cristianos deberíamos recordar también la grave advertencia de Jesús que nos pone en guardia ante el escándalo que puede conducir a la pérdida de fe. Esas palabras tan duras de Jesús: “El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar” no se refieren a la “corrupción de menores”, sino a las incoherencias, infidelidades y contradicciones con las que podemos hacer que se pierda la fe de las gentes sencillas.
Escándalo viene del griego “skandalon” que significa “la piedra” con la que se puede tropezar. Escandaliza todo aquel que, con su actuación, obstaculiza o hace más difícil la vida digna y humana de los demás.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
25 de septiembre de 1988

ESCANDALIZARSE

El que escandalice a uno...

Con cierta frecuencia se oye hablar entre nosotros de acontecimientos, nuevas costumbres, espectáculos o hechos que “provocan escándalo”.
Por lo general, se habla públicamente de escándalos cuando se lesionan valores que se consideran esenciales para la convivencia dentro de una sociedad.
Pero es curioso observar que los escándalos que producen mayor irritación son casi siempre aquéllos que hieren las convicciones o la sensibilidad en lo que afecta al terreno sexual.
Jesús, por el contrario, habla más bien del “escándalo religioso”, es decir, de todo aquello que puede desviar o alejar de la fe a los “pequeñuelos que creen”.
El escándalo puede tener efectos destructivos para el que recibe su impacto, pero puede también convertirse en estímulo y acicate para la fe. No olvidemos que las persecuciones han fortalecido casi siempre la vida de las comunidades cristianas.
Naturalmente, ello depende en gran parte del modo de reaccionar de los creyentes ante el hecho escandaloso que perturba o hiere sus creencias.
Hay quienes lo hacen no desde una postura religiosa sino desde la irritación, el resentimiento o la indignación.
Su reacción exasperada, provocada no pocas veces por la falta de seguridad y solidez interior, les impide con frecuencia ahondar más en su propia fe y enriquecer o purificar su adhesión creyente.
Hay también quienes, curiosamente, se dedican a proclamar a los cuatro vientos el escándalo que han recibido, con lo cual se convierten en sus mejores propagandistas y promotores.
Se diría que, por alguna razón difícil de entender, les interesa que el escándalo adquiera una resonancia y un eco mayor que los que en un comienzo podía tener.
Hay incluso quienes reaccionan de manera más violenta recurriendo al insulto y los ataques personales, como si no existiera otra manera más digna y adecuada de defender las creencias y los valores agraviados.
Sin embargo, si como es normal, al escándalo religioso se responde desde una actitud religiosa, puede convertirse en invitación y estímulo para consolidar mejor nuestra fe y dar un testimonio firme de ella.
Tal vez la próxima presentación de una película “escandalosa» sobre Cristo nos ofrezca una buena ocasión para ello.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
29 de septiembre de 1985

«NO ES DE LOS NUESTROS»

«No es de los nuestros».

La violencia armada que sacude a nuestro pueblo, además de otras cosas, es el exponente más visible de una sociedad intolerante.
Acostumbrados a vivir durante largos años en un marco totalitario, no hemos aprendido todavía a resolver nuestras legítimas diferencias por la vía de la confrontación leal y el diálogo.
Fácilmente caemos en la tentación de pensar cada uno que el proyecto político que defendemos es el único válido al que todos se han de someter y que nuestra posición es la única que se identifica con la justicia.
Sin darnos cuenta, eliminamos de raíz el derecho que tienen los demás a discrepar, ser diferentes y tener sus propias posiciones contrarias e, incluso, opuestas a las nuestras.
Cuando uno vive encerrado en un dogmatismo político, cultural o ideológico, fácilmente desprecia al discrepante, descalifica todo su proyecto y le niega competencia y hasta honestidad.
Entonces, el adversario político o ideológico se convierte en enemigo personal. La confrontación degenera en insulto y agresividad. El clima de intolerancia y mutua exclusión violenta puede entonces conducirnos a la tentación de eliminar de alguna manera a quien se nos presenta como enemigo.
En este clima es fácil justificar cualquier atentado contra las personas, incluso, los asesinatos, si el muerto no es de los nuestros.
Cuántas personas sufren hoy con este ambiente de intolerancia y mutuo rechazo que se respira a menudo, en nuestros ayuntamientos, lugares de trabajo, asambleas y confrontaciones políticas.
No se asentará en nuestro pueblo ninguna paz estable mientras no aprendamos a superar posturas dogmáticas y exclusivistas. El que trata de imponer por la fuerza su propio proyecto político o su ideología, está introduciendo en nuestra convivencia nuevos factores de conflicto y violencia.
Entre todos hemos de crear unas condiciones y un clima de tolerancia, mutuo respeto y confrontación leal en que sea posible ir encontrando vías de diálogo y concertación política que hagan cada vez más injustificable y absurdo el recurso a las armas.
Los cristianos, lejos de endurecer y sacralizar falsamente nuestras posiciones manipulando a Dios e identificándolo con nuestras propias posturas, hemos de seguir a ese Jesús que corrigió a sus discípulos cuando rechazaban a un hombre sólo porque, según decían, «no era de los nuestros».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1981-1982 – APRENDER A VIVIR
26 de septiembre de 1982

A FAVOR NUESTRO

El que no está contra nosotros, está a favor nuestro.

Con frecuencia, los cristianos no terminamos de superar una mentalidad de casta privilegiada que nos impide apreciar todo el bien que se realiza en ámbitos alejados de la fe.
Casi inconscientemente, tendemos a pensar que somos nosotros los únicos portadores de la verdad, y que el Espíritu de Dios sólo actúa a través de nosotros.
Una falsa interpretación del mensaje de Jesús nos ha conducido a veces a identificar el reino de Dios con la Iglesia. Según esta concepción, el reino de Dios se realizaría dentro de la Iglesia, y crecería y se extendería en la medida en que crece y se extiende la Iglesia.
Y sin embargo, no es así. El reino de Dios se extiende más allá de la institución eclesial. No crece sólo entre los cristianos sino entre todos aquellos hombres de buena voluntad que hacen crecer en el mundo la fraternidad.
Según Jesús, todo aquél que «echa demonios en su nombre está evangelizando. Todo hombre, grupo o partido capaz de «echar demonios» de nuestra sociedad y de colaborar en la construcción de un mundo mejor, está, de alguna manera, abriendo camino al reino de Dios.
Es fácil que también a nosotros como a los discípulos, nos parezca que no son de los nuestros, porque no entran en nuestras iglesias ni asisten a nuestros cultos. Sin embargo, según Jesús, «el que no está contra nosotros, está a favor nuestro».
Todos los que, de alguna manera, luchan por la causa del hombre, están con nosotros. «Secretamente, quizás, pero realmente, no hay un sólo combate por la justicia —por equívoco que sea su trasfondo político— que no esté silenciosamente en relación con el reino de Dios, aunque los cristianos no lo quieran saber. Allí donde se lucha por los humillados, los aplastados, los débiles, los abandonados, allí se combate en realidad con Dios por su reino, se sepa o no, él lo sabe» (G. Crespy).
Los cristianos deberíamos valorar con gozo todos los logros humanos grandes o pequeños, y todos los triunfos de la justicia que se alcanzan en el campo político, económico o social, por efímeros que nos puedan parecer.
Los políticos que luchan por una sociedad más justa, los periodistas que se arriesgan por defender la verdad y la libertad, los obreros que logran una mayor solidaridad, los educadores que se desviven por educar para la responsabilidad, aunque no parezcan siempre ser de los nuestros, «están a favor nuestro» si se esfuerzan por un mundo más humano.
Lejos de creernos portadores únicos de salvación, los cristianos debemos acoger con gozo esa corriente de salvación que se abre camino en la historia de los hombres, no sólo en la Iglesia, sino también junto a ella y más allá de sus instituciones.

José Antonio Pagola



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