lunes, 28 de noviembre de 2011

04/12/2011 - 2º domingo de Adviento (B)

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Homilias de José Antonio Pagola

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4 de diciembre de 2011

2º domingo de Adviento (B)



EVANGELIO

Preparad el camino al Señor.

+ Lectura del santo evangelio según san Marcos 1,1-8

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Está escrito en el profeta Isaías:
- Yo envío mi mensajero delante de ti
para que te prepare el camino.
Una voz grita en el desierto:
«Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos».
Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán.
Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:
- Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias.
Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.
Palabra de Dios.

HOMILIA

2011-2012 -
4 de diciembre de 2011

BUENA NOTICIA

A lo largo de este nuevo año litúrgico los cristianos iremos leyendo los domingos el evangelio de Marcos. Su pequeño escrito arranca con este título: «Comienza la Buena Noticia de Jesucristo, Hijo de Dios». Estas palabras nos permiten evocar algo de lo que encontraremos en su relato.
Con Jesús «comienza» algo nuevo. Es lo primero que quiere dejar claro Marcos. Todo lo anterior pertenece al pasado. Jesús es el comienzo de algo nuevo e inconfundible. En el relato, Jesús dirá que "el tiempo se ha cumplido". Con él llega la Buena Noticia de Dios.
Esto es lo que están experimentando los primeros cristianos. Quien se encuentra vitalmente con Jesús y penetra un poco en su misterio, sabe que empieza una vida nueva, algo que nunca había experimentado anteriormente.
Lo que encuentran en Jesús es una «Buena Noticia». Algo nuevo y bueno. La palabra «Evangelio» que emplea Marcos es muy frecuente entre los primeros seguidores de Jesús y expresa lo que sienten al encontrarse con él. Una sensación de liberación, alegría, seguridad y desaparición de miedos. En Jesús se encuentran con "la salvación de Dios".
Cuando alguien descubre en Jesús al Dios amigo del ser humano, el Padre de todos los pueblos, el defensor de los últimos, la esperanza de los perdidos, sabe que no encontrará una noticia mejor. Cuando conoce el proyecto de Jesús de trabajar por un mundo más humano, digno y dichoso, sabe que no podrá dedicarse a nada más grande.
Esta Buena Noticia es Jesús mismo, el protagonista del relato que va a escribir Marcos. Por eso, su intención primera no es ofrecernos doctrina sobre Jesús ni aportarnos información biográfica sobre él, sino seducirnos para que nos abramos a la Buena Noticia que sólo podremos encontrar en él.
Marcos le atribuye a Jesús dos títulos: uno típicamente judío, el otro más universal. Sin embargo reserva a los lectores alguna sorpresa. Jesús es el «Mesías» al que los judíos esperaban como liberador de su pueblo. Pero un Mesías muy diferente del líder guerrero que muchos anhelaban para destruir a los romanos. En su relato, Jesús es descrito como enviado por Dios para humanizar la vida y encauzar la historia hacia su salvación. Es la primera sorpresa.
Jesús es «Hijo de Dios», pero no dotado del poder y la gloria que algunos hubieran imaginado. Un Hijo de Dios profundamente humano, tan humano que sólo Dios puede ser así. Sólo cuando termina su vida de servicio a todos, ejecutado en una cruz, un centurión romano confiesa: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios". Es la segunda sorpresa.
José Antonio Pagola

HOMILIA

2008-2009 -
7 de diciembre de 2008

CONFESAR NUESTROS PECADOS

«Comienza la Buena Noticia de Jesucristo, Hijo de Dios». Éste es el inicio solemne y gozoso del evangelio de Marcos. Pero, a continuación, de manera abrupta y sin advertencia alguna, comienza a hablar de la urgente conversión que necesita vivir todo el pueblo para acoger a su Mesías y Señor.
En el desierto aparece un profeta diferente. Viene a «preparar el camino del Señor». Éste es su gran servicio a Jesús. Su llamada no se dirige sólo a la conciencia individual de cada uno. Lo que busca Juan va más allá de la conversión moral de cada persona. Se trata de «preparar el camino del Señor», un camino concreto y bien definido, el camino que va a seguir Jesús defraudando las expectativas convencionales de muchos.
La reacción del pueblo es conmovedora. Según el evangelista, dejan Judea y Jerusalén y marchan al «desierto» para escuchar la voz que los llama. El desierto les recuerda su antigua fidelidad a Dios, su amigo y aliado, pero, sobre todo, es el mejor lugar para escuchar la llamada a la conversión.
Allí el pueblo toma conciencia de la situación en que viven; experimentan la necesidad de cambiar; reconocen sus pecados sin echarse las culpas unos a otros; sienten necesidad de salvación. Según Marcos, «confesaban sus pecados» y Juan «los bautizaba».
La conversión que necesita nuestro modo de vivir el cristianismo no se puede improvisar. Requiere un tiempo largo de recogimiento y trabajo interior. Pasarán años hasta que hagamos más verdad en la Iglesia y reconozcamos la conversión que necesitamos para acoger más fielmente a Jesucristo en el centro de nuestro cristianismo.
Ésta puede ser hoy nuestra tentación. No ir al «desierto». Eludir la necesidad de conversión. No escuchar ninguna voz que nos invite a cambiar. Distraernos con cualquier cosa, para olvidar nuestros miedos y disimular nuestra falta de coraje para acoger la verdad de Jesucristo.
La imagen del pueblo judío «confesando sus pecados» es admirable. ¿No necesitamos los cristianos de hoy hacer un examen de conciencia colectivo, a todos los niveles, para reconocer nuestros errores y pecados? Sin este reconocimiento, ¿es posible «preparar el camino del Señor»?

José Antonio Pagola

HOMILIA

2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
4 de diciembre de 2005

CONVERSIÓN SOSTENIDA

Preparadle el camino al Señor.

Entre el otoño del año 27 y la primavera del 28 aparece en el horizonte religioso de Palestina un profeta original e independiente que provoca un fuerte impacto en el pueblo. Su nombre es Juan. Las primeras generaciones lo vieron siempre como el hombre que preparó el camino a Jesús.
Hay algo nuevo y sorprendente en este profeta. No predica en Jerusalén como Isaías y otros profetas: vive apartado de la elite del templo. Tampoco es un profeta de la corte: se mueve lejos del palacio de Antipas. De él se dice que es «una voz que grita en el desierto», un lugar que no puede ser fácilmente controlado por ningún poder.
No llegan hasta el desierto los decretos de Roma ni las órdenes de Antipas. No se escucha allí el bullicio del templo. Tampoco se oyen las discusiones de los maestros de la ley. En cambio, se puede escuchar a Dios en el silencio y la soledad. Es el mejor lugar para iniciar la conversión a Dios preparando el camino a Jesús.
Éste es precisamente el mensaje de Juan: «Preparad el camino al Señor allanad sus senderos». Este «camino del Señor» no son las calzadas romanas por donde se mueven las legiones de Tiberio. Estos «senderos» no son los caminos que llevan al templo. Hay que abrir caminos nuevos al Dios que llega con Jesús.
Esto es lo primero que necesitamos también hoy: convertimos a Dios, volver a Jesús, abrirle caminos en el mundo y en la Iglesia. No se trata de un «aggiornamento» ni de una adaptación al momento actual. Es mucho más. Es poner a la Iglesia entera en estado de conversión.
Probablemente se necesitará mucho tiempo para poner la compasión en el centro del cristianismo. No será fácil pasar de una «religión de autoridad» a una «religión de llamada». Pasarán años hasta que en las comunidades cristianas aprendamos a vivir para el reino de Dios y su justicia. Se necesitarán cambios profundos para poner a los pobres en el centro de nuestra religión.
A Jesús sólo se le puede seguir en estado de conversión. Necesitamos alimentar una «conversión sostenida». Una actitud de conversión que hemos de transmitir a las siguientes generaciones. Sólo una Iglesia así es digna de Jesús.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2002-2003 – REACCIONAR

BUSCAR CAMINOS

Preparad el camino del Señor.

«Preparad el camino al Señor». Tal vez, es la primera llamada que hemos de escuchar hoy los cristianos. La más urgente y decisiva. Estamos tratando de hacer no pocas cosas, pero ¿cómo preparar nuevos caminos al Señor en nuestras comunidades?
Antes que nada, nos hemos de parar para detectar qué zonas de nuestra vida no están iluminadas o conducidas por el Espíritu de Jesús. Podemos funcionar bien como una comunidad religiosa en torno al culto, pero seguir impermeables a aspectos esenciales del Evangelio. ¿En qué nos reconocería hoy Jesús como sus discípulos y seguidores?
Además, hemos de discernir la calidad evangélica de lo que hacemos. La palabra de Jesús nos puede liberar de algunos autoengaños. No todo lo que vivimos viene de Galilea. Si no somos un grupo configurado por los rasgos esenciales de Jesús, ¿qué somos exactamente?
Es esencial «buscar el reino de Dios y su justicia». Rebelamos frente a la indiferencia social que nos impide mirar la vida desde los que sufren. Resistirnos a formas de vida que nos encierran dentro de nuestro egoísmo. Si no contagiamos compasión y atención a los últimos, ¿qué estamos difundiendo en la sociedad?
Hay un «imperativo cristiano» que podría orientamos en la búsqueda real de la justicia de Dios en el mundo: actuar entre nosotros de tal forma que ese comportamiento se pudiera convertir en norma universal para todos los humanos. Señalar testimonialmente caminos hacia un mundo más justo, amable y esperanzado. ¿Cambiaría mucho la sociedad si todos actuaran como lo hacemos en nuestra pequeña comunidad?
Seguramente, sería enriquecedor introducir entre nosotros aquel lema incisivo y sugerente que circuló hace unos años en comunidades cristianas de Alemania: «Piensa globalmente y actúa localmente». Hemos de abrir el horizonte de nuestras comunidades hasta el mundo entero; aprender a procesar la información que recibimos desde la mirada compasiva de Dios hacia todas sus criaturas. Luego, abrir caminos de compasión y justicia en el pequeño mundo en que nos movemos cada día.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1999-2000 – COMO ACERTAR
5 de diciembre de 1999

CAMINO

Preparadle el camino al Señor.

No pocos cristianos practicantes entienden su fe sólo como una «obligación». Hay un conjunto de creencias que se «deben» aceptar aunque uno no conozca su contenido ni sepa el interés que puedan tener para la vida; hay también un código de leyes que se «debe» observar aunque uno no entienda bien tanta exigencia de Dios; hay, por último, unas prácticas religiosas que se «deben» cumplir aunque sea de manera rutinaria.
Esta manera de entender y vivir la fe genera un tipo de cristiano aburrido, sin deseo de Dios, sin creatividad ni pasión alguna por vivir y contagiar su fe. Basta con «cumplir». Esta religión no tiene atractivo alguno; se convierte en un peso difícil de soportar; a no pocos les produce alergia. No andaba descaminada Simone Weil cuando escribía que «donde falta el deseo de encontrarse con Dios allí no hay creyentes, sino pobres caricaturas de personas que se dirigen a Dios por miedo o por interés».
En las primeras comunidades cristianas se vivieron las cosas de otra manera. La fe cristiana no era entendida como un «sistema religioso». Se le llamaba «camino» (hodos) y se lo proponía como la vía más acertada para vivir con sentido y esperanza (Hch 10, 25-26). Se dice que es un «camino nuevo y vivo» que «ha sido inaugurado por Jesús para nosotros», un camino que se recorre «con los ojos fijos en él» (Hb 10, 20; 12,2).
Me parece de gran importancia tomar conciencia de que la fe es un recorrido y no un sistema religioso. Y en un recorrido hay de todo: marcha gozosa y momentos de búsqueda, pruebas a superar y retrocesos, decisiones ineludibles, dudas e interrogantes. Todo es parte del camino: también las dudas, que pueden ser más estimulantes que no pocas certezas y seguridades poseídas de forma rutinaria y simplista.
Cada uno ha de hacer su propio recorrido. Cada uno es responsable de la «aventura» de su vida. Cada uno tiene su propio ritmo. No hay que forzar nada. En el camino cristiano hay etapas: las personas pueden vivir momentos y situaciones diferentes. Lo importante es «caminar», no detenerse, escuchar la llamada que a todos se nos hace de vivir de manera más digna y dichosa. Este puede ser el mejor modo de «preparar el camino del Señor».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1996-1997 – DESPERTAR LA FE
8 de diciembre de 1996

RENDIJAS

Preparadle el camino al Señor.

Son bastantes las personas que ya no aciertan a creer en Dios. No es que lo rechacen. Es que no saben qué camino seguir para encontrarse con él. Y, sin embargo, Dios no está lejos. Oculto en el interior mismo de la vida, Dios sigue nuestros pasos, muchas veces errados o desesperanzados, con amor respetuoso y discreto. ¿Cómo vislumbrar su presencia?
El evangelio de hoy nos recuerda el grito del profeta en medio del desierto: «Preparadle el camino al Señor. Allanad sus senderos» (Marcos 1, 3). ¿Dónde y cómo abrir caminos a Dios en nuestras vidas?
No hemos de pensar en vías espléndidas y despejadas por donde llegue un Dios espectacular. El teólogo catalán J.M. Rovira nos ha recordado que Dios se acerca a nosotros buscando la rendija que el hombre mantiene abierta a lo verdadero, a lo bueno, a lo bello, a lo humano. Son esos resquicios humanos de la vida los que hemos de atender para abrir caminos a Dios.
Para algunos, la vida se ha convertido en un laberinto. Ocupados en mil cosas, se mueven y agitan sin cesar, pero no saben de dónde vienen ni a dónde van. Se abre en ellos una rendija hacia Dios cuando se detienen para encontrarse con lo mejor de sí mismos.
Hay quienes viven una vida descafeinada, plana e intrascendente donde lo único importante es estar entretenido. Dios sólo puede ser vislumbrado cuando se empieza a atender el misterio que late en el fondo de la vida.
Otros viven sumergidos en «la espuma de las apariencias». Sólo se preocupan de su imagen, de lo aparente y externo. Se encontrarán más cerca de Dios si buscan sencillamente la verdad.
Quienes viven fragmentados en mil trozos por el ruido, la retórica, las ambiciones o la prisa, darán pasos hacia Dios si se esfuerzan por encontrar un hilo conductor que humanice sus vidas.
Otros necesitan pasar de esa creencia vaga del «algo tiene que haber» a una postura confiada de invocar a Dios desde el fondo del corazón. Otros «allanarán senderos» hacia Dios si saben pasar de una actitud defensiva ante él a una postura de acogida; del tono arrogante a la oración humilde; del miedo al amor; de la autocondena a la acogida de su perdón. Y todos haremos más sitio a Dios en nuestra vida si sabemos buscarlo con corazón sencillo.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
5 de diciembre de 1993

REACCIONAR

Preparadle el camino al Señor.

A veces se piensa que la diferencia entre creyentes y no creyentes es clara. Unos tienen fe y otros no. Así de sencillo. Nada más lejos de la realidad. Hoy es frecuente encontrarse con personas que no saben exactamente si creen o no creen. Basta escucharles: «,A esto que yo siento se le puede llamar fe?»
Esta situación de ambigüedad puede prolongarse durante años. Pero lo más sano es reaccionar. No se trata de «volver a la Iglesia» y comenzar de nuevo a «cumplir» unas prácticas religiosas sin convicción alguna. Lo importante es clarificar la propia postura y decidir cómo quiere uno orientar su vida.
Antes que nada, es necesario aclarar dónde está uno, y saber exactamente de qué se ha alejado: ¿Me he distanciado de una determinada educación religiosa, o he suprimido a Dios de mi vida? ¿He abandonado una «religión» que me aburría, o he eliminado de mi corazón todo rastro de comunicación con Dios? Rechazar lo que uno encuentra de incoherente, artificial o infantil en su pasado es signo de madurez. Pero solo es un paso. No se debe eludir otra cuestión: una vez rechazado lo religioso, ¿desde dónde doy un sentido último a mi vida?
Por eso es importante seguir aclarando cuál es mi actitud básica ante la existencia: ¿Sé prestar atención a lo «profundo» de la vida, lo que no se capta inmediatamente con los sentidos, o sólo vivo de lo que «salta a la vista» y me resulta útil para mis intereses actuales?
Pero abrirse a lo «profundo» no significa creer en cualquier cosa, ser sensible a la parasicología, creer en los espíritus o buscar las energías ocultas del cosmos. La fe cristiana no va por ahí. El cristiano cree que el mundo entero recibe su existencia, su sentido y cumplimiento último de un Dios que es solo Amor. En el fondo, para un cristiano creer es abrirse con confianza al misterio de la vida, porque se sabe querido por Dios.
Pero, ¿se tiene que sentir algo especial? ¿Qué pasa si uno no vibra como esos creyentes que parecen vivir algo inalcanzable? Hay que recordar que la fe es algo que se vive a un nivel más profundo que el de los sentimientos. La sensibilidad de las personas es diferente y no todos viven la fe de la misma forma. Lo decisivo es buscar confiadamente a Dios, como alguien desde el que mi vida puede cobrar más sentido, orientación y esperanza.
«Preparadle el camino al Seño, allanad sus senderos.» Este grito del Bautista puede ser escuchado también hoy por hombres y mujeres que buscan de alguna manera «salvación». Lo importante es «abrir caminos» en nuestra vida. Hacer algún gesto que manifieste nuestro deseo de reaccionar. Dios está cerca de quien busca con verdad.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
9 de diciembre de 1990

BUSCANDO CAMINOS

Preparadle el camino al Señor.

Casi todos los estudios que se vienen publicando sobre la sociedad contemporánea insisten, de una u otra manera, en las contradicciones que caracterizan al hombre de hoy. Por ello, no es extraño que cada vez sean más los que, sin acertar tal vez a formular con claridad su malestar, andan buscando un sentido nuevo a su vida.
Estos años ha crecido de manera muy positiva el nivel cultural. Las nuevas generaciones reciben una formación más amplia. Vivimos mejor informados que nunca. Y, sin embargo, son cada vez más los que se sienten desprovistos de razones convincentes para dar un sentido a la vida. ¿Qué le falta a nuestra cultura? ¿Qué es lo que necesitamos para aprender a vivir?
Han crecido también los contactos entre las personas y la relación entre los pueblos. Hoy es posible una comunicación rápida y eficaz por toda clase de medios. Y, sin embargo, parece que el hombre contemporáneo es cada vez menos capaz de entablar relaciones de amor y amistad. ¿Qué es lo que hace tan difícil la relación profunda entre las personas?
Hemos de alegrarnos también de que la sociedad actual esté mejor equipada que nunca para luchar contra el dolor, la enfermedad y el mal. Pero, al mismo tiempo, parece que las personas se sienten cada vez más débiles para enfrentarse al sufrimiento y las contrariedades de la vida. ¿Qué es lo que ha debilitado la consistencia interior de las personas?
El hombre contemporáneo puede satisfacer necesidades y deseos que hace unos años eran impensables para muchos. Cada vez son mayores las posibilidades de viajar, divertirse, cultivar toda clase de aficiones artísticas y culturales. ¿Por qué crece el número de personas profundamente insatisfechas?
No es necesario seguir enumerando contradicciones. Casi sin darnos cuenta, comienzan a despertarse en nosotros graves interrogantes. ¿En qué no estamos acertando? ¿Qué es lo que falla? No son preguntas forzadas. Es el planteamiento realista de toda persona que quiere vivir su vida a fondo.
E. Rojas nos ha recordado recientemente en su libro “El hombre light” que la vida se nos presenta a todos como un problema que hay que ir resolviendo día a día. Y como en cualquier problema, “lo importante es plantearlo bien”. Será el mejor modo de enfocarlo y resolverlo con acierto.
No pocos hombres y mujeres sienten que su verdadero problema comienza ahí. Intuyen que no tienen la vida bien planteada. Les falta coherencia interior, afán de superación, proyecto, sentido, exigencia personal.
Cada hombre es responsable de buscar el camino acertado en la vida. Lo que caracteriza al cristiano es que, al diseñar su vida, al darle un sentido y al vivirla, tiene como punto de referencia clave a Jesucristo. De ahí la importancia de escuchar con atención la voz del profeta: “Preparadle el camino al Señor”.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
6 de diciembre de 1987

NI CREYENTES NI INCREYENTES

Preparad el camino al Señor.

Son muchas las personas que no son ni creyentes ni increyentes. Sencillamente se han instalado en una forma de vida en la que no puede aparecer la pregunta por el sentido último de la vida.
Más que de increencia, deberíamos hablar en estos casos de una falta de condiciones indispensables para que la persona pueda adoptar una postura creyente o increyente.
Son hombres y mujeres que carecen de una «infraestructura interior». Su estilo de vida les impide ponerse en contacto un poco profundo consigo mismos. No se acercan nunca al fondo de su ser. No son capaces de escuchar todas las preguntas que surgen desde su interior.
Sin embargo, para adoptar una postura responsable ante el misterio de la vida y de Dios, es indispensable llegar hasta el fondo de uno mismo, ser sincero interiormente, abrirse a la vida honestamente hasta el final.
Tras la crisis religiosa de muchas personas, ¿no se encierra con frecuencia una crisis anterior? Si tantos parecen alejarse hoy de Dios, ¿no es porque antes se han alejado de sí mismas y se han instalado en un nivel de existencia donde ya Dios no puede ser escuchado?
Cuando un hombre se contenta con un bienestar hecho de cosas y su corazón está cogido sólo por preocupaciones de orden material, ¿puede acaso plantearse lúcidamente la pregunta por Dios?
Cuando una persona vive buscando siempre la satisfacción inmediata y el placer a cualquier precio, ¿puede tal vez abrirse con hondura al misterio de la existencia?
Cuando uno vive privado de interioridad, identificado con la función social que ejerce, esforzándose por aparentar u ostentar una determinada imagen de sí mismo ante los demás, ¿puede pensar sinceramente en el sentido último de su vida?
Cuando una persona vive volcada siempre hacia lo exterior, perdiéndose en las mil formas de evasión y divertimiento que ofrece esta sociedad, ¿puede encontrarse realmente consigo misma y preguntarse por su último destino?
Preparad el camino al Señor». Este grito de Juan el Bautista no ha perdido actualidad. Seamos conscientes o no de ello, Dios está siempre viniendo a toda persona.
Podemos de nuevo encontrarnos con El. La fe se puede despertar otra vez en nuestro corazón. Tal vez, lo primero que necesitamos es encontrarnos con nosotros mismos con más hondura y sinceridad.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
9 de diciembre de 1984

¿ES POSIBLE LA ESPERANZA?

Preparadle el camino al Señor.

Cuando un hombre contemporáneo se detiene a mirar con cierta lucidez este mundo donde crece la inseguridad, la incertidumbre y la angustia, no puede sentirse optimista.
Los optimismos han ido desapareciendo estos últimos años. Son muchos los pensadores de la postmodernidad que llegan a la conclusión de que «no hay razón para la esperanza».
La historia contemporánea aparece atrapada en una especie de «destino fatal». Queremos cambiar muchas cosas, pero crece el sentimiento de que, en realidad, apenas puede cambiarse nada.
¿Se puede ser hombre de esperanza en un mundo donde lo más «razonable» y normal empieza a ser la desesperanza y la resignación?
Antes que nada, digamos que la esperanza cristiana no es un «optimismo barato» ni la búsqueda de un consuelo ingenuo, sino todo un estilo de enfrentarse a la vida desde la confianza radical en un Dios «Padre de todos, que está sobre todos, entre todos y en todos» (Ef 4,6).
No es cuestión de ser optimistas o pesimistas. La esperanza es otra cosa. El creyente experimenta la vida como algo que está en marcha hacia su plenitud. La vida está siendo trabajada por la fuerza salvadora de Dios.
En el interior del hombre de esperanza crece una convicción: Dios está viniendo. Y cuando todas las esperanzas humanas parecen apagarse, el creyente sabe que Dios «sigue viniendo» en nuestros trabajos, sufrimientos, aspiraciones y luchas.
Por eso, el hombre de esperanza no se refugia cobardemente en d disfrute alocado del momento presente, ni busca consuelo en un mundo artificial y engañoso ni se hunde en un pesimismo destructor.
Sencillamente, «prepara el camino al Señor». Es decir, se niega a entrar por caminos que no conducen a ninguna parte. Y se esfuerza por liberar todas las fuerzas que bloquean el crecimiento y el progreso de una vida auténticamente humana.
Cada día es una nueva ocasión y una nueva posibilidad para hacer crecer entre nosotros el reino de Dios. En cada una de nuestras actuaciones por pequeña que sea, estamos engendrando o abortando esa nueva sociedad.
Cristianos, «profesionales de la esperanza» que repetimos palabras y ritos sin abrir entre nosotros nuevos caminos a un Dios Salvador, ¿por qué nos dejamos desalentar por «las malas experiencias de superficie» sin enraizar nuestra vida en un Dios que sigue vivo y activo en medio de nosotros?

José Antonio Pagola

HOMILIA

1981-1982 – APRENDER A VIVIR
6 de diciembre de 1981

LA BUENA NOTICIA

Comienza el evangelio de Jesucristo.

Los primeros creyentes han visto en Jesús, antes que nada, una buena noticia. Así ha titulado su pequeño escrito el primer redactor cristiano que ha recogido los dichos y la actuación de Jesús: «Buena noticia de Jesús el Cristo, el Hijo de Dios».
Una buena noticia trata siempre de un acontecimiento feliz que no es todavía conocido, aunque en el fondo, el hombre lo espera y lo busca.
Pero, ¿qué ha anunciado y ofrecido Jesús, que todavía no es conocido por los hombres aunque éstos lo esperan y buscan? ¿Hay todavía algo que los hombres de hoy siguen anhelando y que puede encontrar una respuesta en Jesucristo?
La mayor originalidad de Jesús consiste en anunciar de manera convencida que con él comienza ya a realizarse una utopía que estaba siempre viva en Israel y que es tan vieja como el corazón del hombre: la desaparición del mal, de la injusticia, el dolor y la muerte. Lo que Jesús llamaba el reino de Dios.
Este es el anuncio de Jesús: algo nuevo se ha puesto en marcha en la historia. La humanidad no camina sola, abandonada a sus propios recursos. Hay Alguien empeñado en la felicidad última del hombre. En el fondo de la vida hay Alguien que es bondad, acogida, liberación, plenitud: Dios, nuestro Padre.
Esto lo cambia todo. Comienza una situación nueva en la que se nos invita a comprender y vivir nuestra existencia de una manera nueva: construyendo el reino del Padre, es decir, construyendo una convivencia fraterna, hecha de justicia, verdad y paz.
Esta es la buena noticia y el reto, al mismo tiempo, de Jesús. «Sentimos que algo radical, total, incondicional, nos es pedido; pero nos rebelamos contra ello, intentamos rehuir su apremio, y no queremos aceptar su promesa» (P. Tillich).
Como ha señalado en alguna ocasión González Faus, hay iglesias que parecen anunciar a un Dios, sin reino de justicia, verdad y fraternidad. Y hay humanismos que pretenden buscar este reino de humanidad realizada, sin Dios.
Jesús es una crítica y un reto para ambos. No hay acceso a Dios nuestro Padre, sin búsqueda dolorosa del reino de fraternidad. Así caen por tierra los falsos ídolos de un Dios presentado como indiferente y pasivo ante la injusticia humana.
Pero no hay reino posible sino en Dios Padre, porque, en última instancia, el hombre no puede darse a sí mismo la salvación que anda buscando. Caen así tambíén los falsos «paraísos totalitarios» en los que el hombre se hunde inevitablemente, siempre que construye un reino, sin Padre.

José Antonio Pagola