lunes, 29 de abril de 2013

05/05/2013 - 6º domingo de Pascua (C)

Inicio ..... Ciclo A ..... Ciclo B ..... Ciclo C ..... Euskera ..... Multilingue ..... Videos


Homilias de José Antonio Pagola

Para leer, compartir, bajarse o imprimir las homilias de José Antonio Pagola del domingo haz "clic" sobre el título del domingo, o haz "clic" sobre Ciclo A, Ciclo B o Ciclo C, en el menú superior para leer las homilias de cada ciclo.



José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.


No dejes de visitar la nueva página de VÍDEOS DE LAS CONFERENCIAS DE JOSÉ ANTONIO PAGOLA .


------------------------------------------------------------------------------------------------------------

5 de mayo de 2013

6º domingo de Pascua (C)



EVANGELIO

El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho.

Lectura del santo evangelio según san Juan 14,23-29

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado». Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2012-2013 -
5 de mayo de 2013


ULTIMOS DESEOS DE JESÚS

Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Los ve tristes y acobardados. Todos saben que están viviendo las últimas horas con su Maestro. ¿Qué sucederá cuando les falte? ¿A quién acudirán? ¿Quién los defenderá? Jesús quiere infundirles ánimo descubriéndoles sus últimos deseos.
Que no se pierda mi Mensaje. Es el primer deseo de Jesús. Que no se olvide su Buena Noticia de Dios. Que sus seguidores mantengan siempre vivo el recuerdo del proyecto humanizador del Padre: ese “reino de Dios” del que les ha hablado tanto. Si le aman, esto es lo primero que han de cuidar: “el que me ama, guardará mi palabra...el que no me ama, no la guardará”.
Después de veinte siglos, ¿qué hemos hecho del Evangelio de Jesús? ¿Lo guardamos fielmente o lo estamos manipulando desde nuestros propios intereses? ¿Lo acogemos en nuestro corazón o lo vamos olvidando? ¿Lo presentamos con autenticidad o lo ocultamos con nuestras doctrinas?
El Padre os enviará en mi nombre un Defensor. Jesús no quiere que se queden huérfanos. No sentirán su ausencia. El Padre les enviará el Espíritu Santo que los defenderá de riesgo de desviarse de él. Este Espíritu que han captado en él, enviándolo hacia los pobres, los impulsará también a ellos en la misma dirección.
El Espíritu les “enseñará” a comprender mejor todo lo que les ha enseñado. Les ayudará a profundizar cada vez más su Buena Noticia. Les “recordará” lo que le han escuchado. Los educará en su estilo de vida.
Después de veinte siglos, ¿qué espíritu reina entre los cristianos? ¿Nos dejamos guiar por el Espíritu de Jesús? ¿Sabemos actualizar su Buena Noticia? ¿Vivimos atentos a los que sufren? ¿Hacia dónde nos impulsa hoy su aliento renovador?
Os doy mi paz. Jesús quiere que vivan con la misma paz que han podido ver en él, fruto de su unión íntima con el Padre. Les regala su paz. No es como la que les puede ofrecer el mundo. Es diferente. Nacerá en su corazón si acogen el Espíritu de Jesús.
Esa es la paz que han de contagiar siempre que lleguen a un lugar. Lo primero que difundirán al anunciar el reino de Dios para abrir caminos a un mundo más sano y justo. Nunca han de perder esa paz. Jesús insiste: “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”.
Después de veinte siglos, ¿por qué nos paraliza el miedo al futuro? ¿Por qué tanto recelo ante la sociedad moderna? Hay mucha gente que tiene hambre de Jesús. El Papa Francisco es un regalo de Dios. Todo nos está invitando a caminar hacia una Iglesia más fiel a Jesús y a su Evangelio. No podemos quedarnos pasivos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
9 de mayo de 2010

LA PAZ EN LA IGLESIA

La paz os dejo; mi paz os doy.

En el evangelio de Juan podemos leer un conjunto de discursos en los que Jesús se va despidiendo de sus discípulos. Los comentaristas lo llaman "El Discurso de despedida". En él se respira una atmósfera muy especial: los discípulos tienen miedo a quedarse sin su Maestro; Jesús, por su parte, les insiste en que, a pesar de su partida, nunca sentirán su ausencia.
Hasta cinco veces les repite que podrán contar con «el Espíritu Santo». Él los defenderá, pues los mantendrá fieles a su mensaje y a su proyecto. Por eso lo llama «Espíritu de la verdad». En un momento determinado, Jesús les explica mejor cuál será su quehacer: «El Defensor, el Espíritu Santo... será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho». Este Espíritu será la memoria viva de Jesús.
El horizonte que ofrece a sus discípulos es grandioso. De Jesús nacerá un gran movimiento espiritual de discípulos y discípulas que le seguirán defendidos por el Espíritu Santo. Se mantendrán en su verdad, pues ese Espíritu les irá enseñando todo lo que Jesús les ha ido comunicando por los caminos de Galilea. Él los defenderá en el futuro de la turbación y de la cobardía.
Jesús desea que capten bien lo que significará para ellos el Espíritu de la verdad y Defensor de su comunidad: «Os estoy dejando la paz; os estoy dando la paz». No sólo les desea la paz. Les regala su paz. Si viven guiados por el Espíritu, recordando y guardando sus palabras, conocerán la paz.
No es una paz cualquiera. Es su paz. Por eso les dice: «No os la doy yo como la da el mundo». La paz de Jesús no se construye con estrategias inspiradas en la mentira o en la injusticia, sino actuando con el Espíritu de la verdad. Han de reafirmarse en él: «Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde».
En estos tiempos difíciles de desprestigio y turbación que estamos sufriendo en la Iglesia, sería un grave error pretender ahora defender nuestra credibilidad y autoridad moral actuando sin el Espíritu de la verdad prometido por Jesús. El miedo seguirá penetrando en el cristianismo si buscamos asentar nuestra seguridad y nuestra paz alejándonos del camino trazado por él.
Cuando en la Iglesia se pierde la paz, no es posible recuperarla de cualquier manera ni sirve cualquier estrategia. Con el corazón lleno de resentimiento y ceguera no es posible introducir la paz de Jesús. Es necesario convertirnos humildemente a su verdad, movilizar todas nuestras fuerzas para desandar caminos equivocados, y dejarnos guiar por el Espíritu que animó la vida entera de Jesús.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
13 de mayo de 2007

CUALQUIERA NO PUEDE SEMBRAR PAZ

Os dejo la paz, os doy mi paz.

Siguiendo la costumbre judía, los primeros cristianos se saludaban deseándose mutuamente la paz. No era un saludo rutinario y convencional. Para ellos tenía un significado más profundo. En una carta que Pablo escribe hacia el año 61 a una comunidad cristiana de Asia Menor, les manifiesta su gran deseo: Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones.
Esta paz no hay que confundirla con cualquier cosa. No es una ausencia de conflictos y tensiones. Tampoco una sensación de bienestar o una búsqueda de tranquilidad interior. Según el evangelio de Juan, es el gran regalo de Jesús, la herencia que ha querido dejar para siempre en sus seguidores. Así dice Jesús: Os dejo la paz, os doy mi paz.
Sin duda, recordaban lo que Jesús había pedido a sus discípulos al enviarlos a construir el reino de Dios: En la casa en que entréis, decid primero: paz a esta casa. Para humanizar la vida, lo primero es sembrar paz, no violencia; promover res peto, diálogo y escucha mutua, no imposición, enfrentamiento y dogmatismo.
¿Por qué es tan difícil la paz? ¿Por qué volvemos una y otra vez al enfrentamiento y la agresión mutua? Hay una respuesta primera, tan elemental y sencilla, que nadie la toma en serio: sólo los hombres y mujeres que poseen paz, pueden ponerla en la sociedad.
Cualquiera no puede sembrar paz. Con el corazón lleno de resentimiento, intolerancia y dogmatismo se puede movilizar a la gente, pero no es posible aportar verdadera paz a la convivencia. No se ayuda a acercar posturas y a crear un clima amistoso de entendimiento, mutua aceptación y diálogo.
No es dificil señalar algunos rasgos de la persona que lleva en su interior la paz de Cristo. Busca siempre el bien de todos, no excluye a nadie, respeta las diferencias, no alimenta la agresión, fomenta lo que une, nunca lo que nos enfrenta.
¿Qué estamos aportando hoy desde la Iglesia de Jesús? ¿Concordia o división? ¿Reconciliación o enfrentamiento? Y silos seguidores de Jesús no llevan paz en su corazón, ¿qué es lo que llevan? ¿Miedos, intereses, ambiciones, irresponsabilidad?

José Antonio Pagola

HOMILIA

2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
16 de mayo de 2004

VEN ESPÍRITU SANTO

El Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre.

«El Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho». Esta es la promesa de Jesús. Del Espíritu no habría que hablar mucho. Es mejor desearlo, esperarlo en oración anhelante, invocarlo y dejamos penetrar, reanimar y conducir por Él.
Ven Espíritu Santo. Sin Ti, nuestra lucha por la vida termina sembrando muerte, nuestros esfuerzos por encontrar felicidad acaban en egoísmo amargo e insatisfecho.
Ven Espíritu Santo. Sin Ti, nuestro «progreso» no nos conduce hacia una vida más digna, noble y gozosa. Sin Ti, no habrá nunca un «pueblo unido» sino un pueblo constantemente vencido por divisiones, rupturas y enfrentamientos. Sin Ti, seguiremos dividiendo y separándolo todo: Norte y Sur, bloque occidental y oriental, primer mundo y tercer mundo, izquierdas y derechas, creyentes y ateos, hombres y mujeres. Recuérdanos que todos venimos de las entrañas de un mismo Padre y todos estamos llamados a la comunión gozosa y feliz en Él.
Renueva nuestro amor al mundo y a las cosas. Enséñanos a cuidar esta tierra que nos has regalado como casa común entrañable donde pueda crecer la familia humana. Sin Ti, nos la seguiremos disputando agresivamente, buscaremos cada uno nuestra «propiedad privada» y la iremos haciendo cada vez más inhóspita e inhabitable.
Ven Espíritu Santo. Enséñanos a entendemos aunque hablemos lenguajes diferentes. Si tu ley interior de Amor no nos habita, seguiremos la escalada de la violencia absurda y sin salida.
Ven Espíritu Santo y enséñanos a orar. Sin tu calor y tu fuerza, nuestra liturgia se convierte en rutina, nuestro culto en rito legalista, nuestra plegaria en palabrería. Ven Espíritu Santo y enséñanos a creer. Sin tu aliento, nuestra fe se convierte en ideología de derechas o de izquierdas, nuestra religión en triste «seguro de vida eterna». Recuérdanos todo lo que nos ha dicho Jesús. Condúcenos al evangelio. Ven a mantener dentro de la Iglesia el esfuerzo de conversión. Sin tu impulso, toda renovación termina en anarquía, involución, cansancio o desilusión.
Ven a alegrar nuestro mundo tan sombrío. Ayúdanos a imaginarlo mejor y más humano. Ábrenos a un futuro más fraterno, limpio y solidario. Entra hasta el fondo de nuestras almas. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro. Mira el poder del pecado cuando Tú no envías tu aliento.
Ven Señor y dador de vida. Pon en los hombres gozo, fuerza y consuelo, en sus grandes y pequeñas decisiones, en sus miedos, luchas, esperanzas y temores.
Ven Espíritu Santo y enséñanos a creer en Ti como ternura y cercanía personal de Dios, como fuerza y como gracia que puede conquistar nuestro interior y dar vida a nuestra vida.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
20 de mayo de 2001

PAZ

La paz os dejo, mi paz os doy.

Todos hablan de paz pero no es fácil decir en qué consiste. Todos dicen desearla y buscarla pero no se sabe bien cómo alcanzarla. Intuimos que es un bien precioso, no sólo para la vida personal de cada uno, sino para la convivencia de la Humanidad entera. Debería ser lo primero para asegurar una vida digna y dichosa para todos. Pero casi siempre es lo primero que estropeamos.
¿Por qué es tan difícil la paz? ¿Por qué fracasa una y otra vez el diálogo? ¿Por qué se vuelve una y otra vez al enfrentamiento y la agresión mutua? ¿Por qué se ponen tantos obstáculos a la concordia? Hay una primera respuesta tan elemental y sencilla que nadie la toma en serio: sólo los hombres que poseen paz pueden ponerla en la sociedad.
Cualquiera no puede sembrar paz. Con el corazón lleno de resentimiento, intolerancia y dogmatismo se puede movilizar a algunos sectores; desde actitudes de prepotencia, hostilidad y agresión se puede hacer política y propaganda electoral, pero no se puede aportar verdadera paz a la convivencia de las gentes.
Las fuentes cristianas hablan de la paz de una manera original y desconcertante. Hay una paz que no proviene de los planteamientos y estrategias que ponemos en marcha los humanos. Esta paz, antes que nada, es un regalo que hay que acoger y sólo después contagiar y comunicar. Así dice Jesús: «Os dejo la paz, os doy mi paz; no os la doy como la da el mundo» (Jn 14, 27).
Nos falta paz porque nos faltan hombres y mujeres de paz. Personas que poseen la paz en su corazón, la llevan consigo, la comunican y la difunden. Estos construyen paz porque ayudan a acercar posturas y crean un clima amistoso de entendimiento, mutua aceptación y diálogo.
No es difícil señalar algunos rasgos del «hombre de paz». Busca siempre el bien de todos, no excluye a nadie, respeta las diferencias, no alimenta la agresión, fomenta lo que une, nunca lo que nos enfrenta. Sencillamente ama a todo ser humano.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
17 de mayo de 1998

ACTITUDES PARA LA PAZ

La paz os dejo, mi paz os doy.

La paz no va a nacer espontáneamente de la violencia. No llegará sólo del cansancio de ETA, y menos de sus sangrientas escaladas terroristas. La paz requiere un clima social propicio que hemos de crear entre todos. He aquí algunas actitudes que despiertan en mí las palabras de Jesús: «La paz os dejo, mi paz os doy.»
Condenar no sólo interiormente, sino también de manera pública, los crímenes y asesinatos de ETA. A alguno se le puede hacer más difícil por lazos afectivos y familiares o por identificarse con sus objetivos. Pero la conciencia es antes que todo. Es necesario que todos defendamos de manera unánime la vida y los derechos fundamentales de la persona.
Hacer ver con claridad a ETA cuál es la verdadera voluntad de este pueblo. ETA se equivoca cuando escucha los gritos de algunos que le piden intervenir. El clamor de los vascos es unánime: ETA no debe actuar por más tiempo contra la voluntad mayoritaria de su propio pueblo.
Buscar la paz como el primer objetivo para el bien común en estos momentos. La paz es más importante que los intereses de cada uno de los partidos. No es justo impedirla, dificultarla o retrasarla. La paz ha de ser logro de todos y para todos.
Aprender a resolver nuestros problemas por vías dignas del ser humano. No estamos hechos para vivir permanentemente en la violencia y en el odio. Antes que cualquier otra cosa, somos personas y estamos llamados a entendernos buscando lo mejor para todos.
Apoyar y defender todo lo que puede conducir a un acercamiento de posturas y una búsqueda de entendimiento por caminos que no sean el enfrentamiento destructor. Todos somos necesarios en el País Vasco para construir el futuro. También los que alguna vez hayan podido defender la violencia.
Educar la pasionalidad política. Unos renunciando a extremismos y maximalismos que no pueden conducir con realismo al bien del pueblo. Otros luchando contra las reacciones viscerales que puede provocar en nosotros la cruel y persistente actuación de ETA a lo largo de estos años.
Actuar con lucidez, sin dejarnos arrastrar por consignas, «esloganes» o campañas que puedan generar odio o venganza. Buscar la paz y exigirla de manera firme, pero pacífica. Una paz que sea verdadera y sea paz para todos.
Buscar la verdad. No deformarla por intereses partidistas ni sacrificarla a ninguna estrategia. La mentira impide el entendimiento y la comunicación. La ceguera engendra violencia. Hacia la paz se avanza por caminos de la objetividad y del esclarecimiento de las razones enfrentadas.
Disponemos para el perdón sincero y noble, rechazando sentimientos de venganza. La pacificación exige introducir en la convivencia social la capacidad de perdonar. El perdón libera de la violencia del pasado, nos ennoblece a todos y genera en la sociedad nuevas energías para construir el futuro.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
21 de mayo de 1995

NO DA LO MISMO

Guardará mi palabra.

El pluralismo cultural es un hecho innegable. Se puede incluso afirmar que es uno de los datos más característicos de la sociedad moderna. Se ha fraccionado en mil pedazos aquel mundo monolítico de hace unos años. Hoy conviven entre nosotros toda clase de posicionamientos, ideas o valores.
Este pluralismo no es sólo un dato. Es uno de los pocos dogmas de nuestra cultura. Hoy todo puede ser discutido. Todo menos el derecho de cada uno a pensar como le parezca y a ser respetado en lo que piensa.
Ciertamente este pluralismo nos puede estimular a la búsqueda responsable, al diálogo y a la confrontación de posturas. Pero nos puede llevar también a graves retrocesos.
De hecho, no pocos están cayendo en un relativismo total. Todo da lo mismo. Como dice G. Lipovetsky, «vivimos en la hora de los feelings». Ya no existe verdad ni mentira, belleza ni fealdad. Nada es bueno ni malo. Se vive de impresiones y cada uno piensa lo que quiere y hace lo que le apetece.
En este clima de relativismo se está llegando a situaciones realmente decadentes. Se defienden las creencias más peregrinas sin un mínimo esfuerzo racional. Se pretende resolver con cuatro tópicos las cuestiones más vitales del ser humano. Tiene razón A. Finkielkraut cuando afirma que «la barbarie se está apoderando de la cultura».
La pregunta es inevitable. ¿Se puede llamar «progreso» a todo esto? ¿Es bueno para el hombre y para la humanidad poblar la mente de cualquier idea o llenar el corazón de cualquier creencia, renunciando a una búsqueda honesta de mayor verdad, bondad y sentido de la existencia?
El cristiano está llamado hoy a vivir su fe en actitud de búsqueda responsable y compartida. No da igual pensar cualquier cosa de la vida. Hemos de seguir buscando la verdad última del hombre que está muy lejos de quedar explicada satisfactoriamente a partir de teorías científicas, sistemas sicológicos o visiones ideológicas.
El cristiano está llamado también a vivir sanando esta cultura. No es lo mismo ganar dinero sin escrúpulo alguno que desempeñar honestamente un servicio público, ni es igual dar gritos a favor del terrorismo que defender los derechos de cada persona. No da los mismo abortar que acoger la vida, ni es igual «hacer el amor» de cualquier manera que amar de verdad al otro. No es lo mismo ignorar a los necesitados o trabajar por sus derechos. Lo primero es malo y daña al hombre. Lo segundo está cargado de esperanza y promesa.
También en medio del actual pluralismo siguen resonando las palabras de Jesús: «El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
24 de mayo de 1992

UNA CULTURA DE LA PAZ

La paz os dejo, mi paz os doy.

Son muchos ¡os conflictos que sacuden hoy nuestra sociedad. Además de ¡as tensiones y enfrentamientos que se producen entre las personas y en el seno de las familias, graves conflictos de orden social, político y económico impiden entre nosotros la convivencia pacífica.
Para resolver los conflictos, los hombres han de hacer siempre individual y colectivamente una opción: o escogemos la vía del diálogo y del mutuo entendimiento, o seguimos los caminos de la violencia y del enfrentamiento destructor. Por eso, muchas veces, lo más grave no es la existencia misma de los conflictos, sino que una sociedad termine creyendo que los conflictos sólo se pueden resolver por medio de la violencia o la imposición de la fuerza.
Frente a esta «cultura de la violencia» que tanto se ha cultivado entre nosotros, necesitamos promover hoy una «cultura de la paz». La fe en la violencia ha de ser sustituida por la fe en la eficacia de los caminos no violentos.
Hemos de aprender a resolver nuestros problemas por vías dignas del ser humano. No estamos hechos para vivir permanentemente en el enfrentamiento violento. Antes que cualquier otra cosa, somos hombres y estamos llamados a entendernos buscando honestamente soluciones justas para todos.
Esta «cultura de la paz» exige buscar la eliminación de las injusticias sin introducir otras nuevas y sin alimentar y ahondar más las divisiones. Sólo los que se resisten a los medios injustos y combaten todo atentado contra la persona pueden ser constructores de paz.
Una «cultura de paz» exige además crear un clima de diálogo social promoviendo actitudes de respeto y escucha mutuos. Una sociedad avanza hacia la paz renunciando a los dogmatismos, buscando el acercamiento de posturas y esclareciendo en el diálogo las razones enfrentadas.
La «cultura de paz» se enraíza siempre en la verdad. Deformarla o manipularla al servicio de intereses partidistas o de estrategias oscuras no conduce a la verdadera paz. La mentira y el engaño al pueblo engendran siempre violencia.
La «cultura de paz» sólo se asienta en una sociedad cuando las gentes están dispuestas al perdón sincero, rechazando sentimientos de venganza y revancha. El perdón libera de la violencia del pasado y genera nuevas energías para construir el futuro entre todos.
En medio de esta sociedad, los cristianos hemos de escuchar de manera nueva las palabras de Jesús, «la paz os dejo, mi paz os doy», y hemos de preguntarnos qué hemos hecho de esa paz que el mundo no puede dar pero necesita conocer.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
30 de abril de 1989

ACOGER A DIOS EN LA CIUDAD

Haremos morada en él…

No parece que la ciudad moderna, sobre todo la gran ciudad, sea un lugar muy propicio para acoger a ese Dios que, según Jesús, desea “habitar” en el hombre.
El ruido permanente, el asedio continuo de todo tipo de mensajes e impresiones, los desplazamientos constantes de una parte a otra, las prisas y las tensiones hacen casi imposible el sosiego y la paz que parecen indispensables para acoger a Dios.
No es extraño que las gentes aprovechen cualquier ocasión para huir de la ciudad en busca de aire puro para sus pulmones y de un poco de silencio, sosiego y paz para sus espíritus.
El contacto con la naturaleza y el paseo por el campo producen en nosotros una verdadera liberación. Respiramos con más profundidad, nuestro rostro se relaja, miramos el entorno con ojos más serenos y contemplativos, percibimos en nosotros una calma interior nueva, nos sentimos más dispuestos a la escucha y al diálogo. Parece más fácil creer y acoger a Dios.
Pero la solución no puede estar exclusivamente en esas salidas periódicas. Hemos de aprender a acoger a Dios en medio de la ciudad pues Dios está sobre todo en el hombre, en medio de sus luchas, sus disputas, tensiones y cansancios.
También por la ciudad se puede caminar con ojos suficientemente tranquilos para contemplar la vida con sus destellos de bondad y sus tragedias, y descubrir a Dios en el rostro cansado de la gente y el agobio y la insatisfacción de tantos.
También en la ciudad se puede luchar contra esa ansiedad y avidez por vivir siempre volcados hacia fuera, buscando incansablemente nuevas sensaciones, novedades, noticias y ruidos.
También en la ciudad se puede encontrar algún momento para orar, aunque sea en el retiro de la habitación, en el interior del propio coche o durante la espera del autobús.
También desde la ciudad se puede invocar a Dios y presentarle las angustias, penas, luchas y gozos de esos ancianos gastados, esos jóvenes ruidosos, esas mujeres indiferentes y tantas gentes desconocidas que cruzamos en nuestro camino.
También en la ciudad, Jesús nos puede dar su paz, ésa que el mundo no puede dar. Sólo necesitamos adoptar una actitud de acogida y oración.
Recordemos lo que escribe E. Wiesel: “No orar no es un pecado; es un castigo». El castigo de verse condenado a vivir sin la mejor compañía que el hombre puede tener.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
4 de mayo de 1986

VEN, ESPIRITU SANTO

El Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre.

«El Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho». Esta es la promesa de Jesús.
Del Espíritu no habría que hablar mucho. Es mejor desearlo, esperarlo en oración anhelante, invocarlo y dejarnos penetrar, reanimar y conducir por El.
Ven Espíritu Santo. Sin Ti, nuestra lucha por la vida termina sembrando muerte, nuestros esfuerzos por encontrar felicidad acaban en egoísmo amargo e insatisfecho.
Ven Espíritu Santo. Sin Ti, nuestro «progreso» no nos conduce hacia una vida más digna, noble y gozosa. Sin Ti, no habrá nunca un «pueblo unido» sino un pueblo constantemente vencido por divisiones, rupturas y enfrentamientos.
Sin Ti, seguiremos dividiendo y separándolo todo: Norte y Sur, bloque occidental y oriental, primer mundo y tercer mundo, izquierdas y derechas, creyentes y ateos, hombres y mujeres.
Recuérdanos que todos venimos de las entrañas de un mismo Padre y todos estamos llamados a la comunión gozosa y feliz en El.
Renueva nuestro amor al mundo y a las cosas. Enséñanos a cuidar esta tierra que nos has regalado como casa común entrañable donde pueda crecer la familia humana. Sin Ti, nos la seguiremos disputando agresivamente, buscaremos cada uno nuestra «propiedad privada» la iremos haciendo cada vez más inhóspita e inhabitable.
Ven Espíritu Santo. Enséñanos a entendernos aunque hablemos lenguajes diferentes. Si tu Ley interior de Amor no nos habita, seguiremos la escalada de la violencia absurda y sin salida.
Ven Espíritu Santo y enséñanos a creer. Sin tu aliento, nuestra fe se convierte en ideología de derechas o de izquierdas, nuestra religión en triste «seguro de vida eterna». Recuérdanos todo lo que nos ha dicho Jesús. Condúcenos al evangelio.
Ven Espíritu Santo y enséñanos a orar. Sin tu calor y tu fuerza. nuestra liturgia se pierde en rutina, nuestro culto en rito legalista. nuestra plegaria en palabrería.
Ven a mantener dentro de la Iglesia el esfuerzo de conversión. Sin tu impulso, toda renovación termina en anarquía, involución, cansancio o desilusión.
Ven a alegrar nuestro mundo tan sombrío. Ayúdanos a imaginarlo mejor y más humano. Ábrenos a un futuro más fraterno, limpio solidario. Enséñanos a pensar lo todavía no pensado y construir lo todavía no trabajado.
Entra hasta el fondo de nuestras almas. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro. Mira el poder del pecado cuando Tú no envías tu aliento.
Ven Señor y dador de vida. Pon en los hombres gozo, fuerza y consuelo, en sus grandes y pequeñas decisiones, en sus miedos, luchas, esperanzas y temores.
Ven Espíritu Santo y enséñanos a creer en Ti como ternura proximidad personal de Dios a los hombres, como fuerza y poder de gracia que puede conquistar nuestro interior y dar vida a nuestra vida.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1982-1983 – APRENDER A VIVIR
8 de mayo de 1983

HOMBRES EMPOBRECIDOS

Vendremos a él y haremos morada en él.

Todo hombre vive condicionado por la realidad sociológica e histórica en la que se encuentra inserto. Sin que podamos evitarlo, somos parte integrante de un mundo complejo que incide poderosamente en nuestra manera de ser, actuar y vivir.
El marco sociocultural y sicosocial en el que vivimos marca decisivamente nuestra conducta, nuestra actitud existencial y nuestro ser entero.
Por eso deberíamos estar ms atentos a aquellos fenómenos sociológicos que están modelando el ser del hombre contemporáneo. Fenómenos tales como el cambio cultural, la tecnología, el consumo, la movilidad, el anonimato social, la incomunicación, el pluralismo...
No son pocos los observadores que, al estudiar las posibilidades y los riesgos de la sociedad contemporánea, señalan con tono alarmante el empobrecimiento interior y el vacío que parece amenazar al hombre contemporáneo.
Un hombre que ha avanzado técnicamente de manera insospechada, pero que vive en dependencia cada vez mayor de aquello que él mismo produce y fabrica.
Un hombre que, en la mayoría de los casos, se ve obligado a vivir encadenado para siempre a un oficio especializado, sin poder desarrollar adecuadamente más que una parte mínima de su ser.
Un hombre que vive de manera acelerada, sometido a un ritmo de vida agotador, sin posibilidad de detenerse serenamente ante su propia vida.
Un hombre abrumado por una información múltiple y variada de noticias y datos, pero sin medios para discernir, reflexionar y formarse su propio juicio con responsabilidad y lucidez.
Un hombre seducido por los mil engañosos atractivos de la sociedad de consumo, pero «mf ra-alimentado» espiritualmente.
Un hombre alienado por diversos eslóganes y distraído por innumerables modas o consignas, pero sin capacidad para enfrentarse a su propia verdad.
Los creyentes entendemos que la fe puede ser la gran fuerza interior que nos ayude a liberarnos de la alienación, la superficialidad, la desintegración y el vacío interior.
Para vivir de una manera más humana y liberada necesitamos una energía interior capaz de animar y dinamizar toda nuestra existencia. Por eso escuchamos hoy con gozo las palabras de Jesús: «El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él».

José Antonio Pagola

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La publicación de los comentarios requerirán la aceptación del administrador del blog.