lunes, 16 de julio de 2012

22/07/2012 - 16º domingo Tiempo ordinario (B)

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Homilias de José Antonio Pagola

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22 de julio de 2012

16º domingo Tiempo ordinario (B)


16º domingo Tiempo ordinario (B)

EVANGELIO

Andaban como ovejas sin pastor.

+ Lectura del Evangelio según San Marcos. 6, 30-34.

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
El les dijo: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer.
Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2011-2012 -
22 de julio de 2012

LA MIRADA DE JESÚS

Marcos describe con todo detalle la situación. Jesús se dirige en barca con sus discípulos hacia un lugar tranquilo y retirado. Quiere escucharles con calma, pues han vuelto cansados de su primera correría evangelizadora y desean compartir su experiencia con el Profeta que los ha enviado.
El propósito de Jesús queda frustrado. La gente descubre su intención y se les adelanta corriendo por la orilla. Cuando llegan al lugar, se encuentran con una multitud venida de todas las aldeas del entorno. ¿Cómo reaccionará Jesús? 
Marcos describe gráficamente su actuación: los discípulos han de aprender cómo han de tratar a la gente; en las comunidades cristianas se ha de recordar cómo era Jesús con esas personas perdidas en el anonimato, de las que nadie se preocupa. "Al desembarcar, Jesús vio la multitud, se conmovió porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles con calma".
Lo primero que destaca el evangelista es la mirada de Jesús. No se irrita porque han interrumpido sus planes. Los mira detenidamente y se conmueve. Nunca le molesta la gente. Su corazón intuye la desorientación y el abandono en que se encuentran los campesinos de aquellas aldeas.
En la Iglesia hemos de aprender a mirar a la gente como la miraba Jesús: captando el sufrimiento, la soledad, el desconcierto o el abandono que sufren muchos y muchas. La compasión no brota de la atención a las normas o el recuerdo de nuestras obligaciones. Se despierta en nosotros cuando miramos atentamente a los que sufren.
Desde esa mirada Jesús descubre la necesidad más profunda de aquellas gentes: "andan como ovejas sin pastor". La enseñanza que reciben de los maestros y letrados de la ley no les ofrece el alimento que necesitan. Viven sin que nadie cuide realmente de ellas. No tienen un pastor que las guíe y las defienda.
Movido por su compasión, Jesús "se pone a enseñarles con calma". Sin prisas, se dedica pacientemente a enseñarles la Buena Noticia de Dios y su proyecto humanizador del reino. No lo hace por obligación. No piensa en sí mismo. Les comunica la Palabra de Dios, conmovido por la necesidad que tienen de un pastor.
No podemos permanecer indiferentes ante tanta gente que, dentro de nuestras comunidades cristianas, anda buscando un alimento más sólido que el que recibe. No hemos de aceptar como normal la desorientación religiosa dentro de la Iglesia. Hemos de reaccionar de manera lúcida y responsable. No pocos cristianos buscan ser mejor alimentados. Necesitan pastores que les transmitan la enseñanza de Jesús.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2008-2009 – RECUPERAR EL EVANGELIO
19 de julio de 2009

COMO OVEJAS SIN PASTOR

Le dio lástima de ellos.

Los discípulos, enviados por Jesús para anunciar su Evangelio, vuelven entusiasmados. Les falta tiempo para contar a su Maestro todo lo que han hecho y enseñado. Al parecer, Jesús quiere escucharlos con calma y los invita a retirarse «ellos solos a un sitio tranquilo a descansar un poco ».
La gente les estropea todo su plan. De todas las aldeas corren a buscarlos. Ya no es posible aquella reunión tranquila que había proyectado Jesús a solas con sus discípulos más cercanos. Para cuando llegan al lugar, la muchedumbre lo ha invadido todo. ¿Cómo reaccionará Jesús?
El evangelista describe con detalle su actitud. A Jesús nunca le estorba la gente. Fija su mirada en la multitud. Sabe mirar, no sólo a las personas concretas y cercanas, sino también a esa masa de gente formada por hombres y mujeres sin voz, sin rostro y sin importancia especial. Enseguida se despierta en él la compasión. No lo puede evitar. «Le dio lástima de ellos ». Los lleva todos muy dentro de su corazón.
Nunca los abandonará. Los «ve como ovejas sin pastor »: gentes sin guías para descubrir el camino, sin profetas para escuchar la voz de Dios. Por eso, «se puso a enseñarles con calma», dedicándoles tiempo y atención para alimentarlos con su Palabra curadora.
Un día tendremos que revisar ante Jesús, nuestro único Señor, cómo miramos y tratamos a esas muchedumbres que se nos están marchando poco a poco de la Iglesia, tal vez porque no escuchan entre nosotros su Evangelio y porque ya no les dicen nada nuestros discursos, comunicados y declaraciones.
Personas sencillas y buenas a las que estamos decepcionando porque no ven en nosotros la compasión de Jesús. Creyentes que no saben a quién acudir ni qué caminos seguir para encontrarse con un Dios más humano que el que perciben entre nosotros. Cristianos que se callan porque saben que su palabra no será tenida en cuenta por nadie importante en la Iglesia.
Un día el rostro de esta Iglesia cambiará. Aprenderá a actuar con más compasión; se olvidará de sus propios discursos y se pondrá a escuchar el sufrimiento de la gente. Jesús tiene fuerza para transformar nuestros corazones y renovar nuestras comunidades.


José Antonio Pagola

HOMILIA

2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
23 de julio de 2006

OVEJAS SIN PASTOR

Le dio lástima...
porque andaban como ovejas sin pastor.

Jesús lo vivía todo desde la compasión. Era su manera de ser, su primera reacción ante las personas. No sabía mirar a nadie con indiferencia. No soportaba ver a las personas sufriendo. Era algo superior a sus fuerzas. Así fue recordado por las primeras generaciones cristianas.
Pero los evangelistas dicen algo más. A Jesús no le conmueven sólo las personas concretas que encuentra en su camino: los enfermos que le buscan, los indeseables que se le acercan, los niños a los que nadie abraza. Siente compasión por la gente que vive desorientada y no tiene quien la guíe y alimente.
El evangelista Marcos describe lo que sucedió en alguna ocasión junto al lago de Galilea. De todas las aldeas llegaron corriendo al lugar en el que iba a desembarcar Jesús. Al ver a toda aquella gente, Jesús reacciona como siempre: «sintió compasión porque andaban como ovejas sin pastor».
La imagen es patética. Jesús parece estar recordando las palabras pronunciadas por el profeta Ezequiel seis siglos antes: en el pueblo de Dios hay ovejas que viven sin pastor: ovejas «débiles» a las que nadie conforta; ovejas «enfermas» a las que nadie cura; ovejas «heridas» a las que nadie venda. Hay también ovejas «descarriadas» a las que nadie se acerca y ovejas «perdidas» a las que nadie busca (Ezequiel 34).
Mientras nosotros analizamos las causas del deterioro social y de la crisis eclesial; mientras discutimos sobre la posición que ha de tomar la Iglesia en una sociedad secularizada; mientras nos descalificamos unos a otros y condenamos fácilmente todo lo que nos irrita, hay entre nosotros muchas, muchísimas «ovejas sin pastor».
Gente sola a la que nadie tiene tiempo de escuchar. Esposas y esposos que sufren impotentes y sin ayuda alguna el derrumbamiento de su amor. Jóvenes que abortan presionadas por el miedo y la inseguridad, sin el apoyo y la comprensión de nadie. Personas que sufren secretamente su incapacidad para salir de una vida indigna. Alejados que desean reavivar su fe y no saben a quién acudir ¿Quién despertará entre nosotros la compasión? ¿Quién dará a la Iglesia un rostro más parecido al de Jesús?

José Antonio Pagola

HOMILIA

2002-2003 – REACCIONAR
20 de julio de 2003

FIESTAS

A descansar un poco.

No conozco ningún estudio documentado sobre la transformación que han sufrido nuestras fiestas estos últimos años, pero tendría su interés, al menos si es cierto aquello de Saint-Exupery: «Dime cuáles son tus fiestas y te podré decir cómo es tu civilización».
La fiesta es algo más que la interrupción del trabajo. «Hacer fiesta» significa entrar en una atmósfera afectiva peculiar despertando en nosotros nuevas posibilidades de disfrute y gusto por la vida.
Por eso, cuando las personas no están vivas por dentro o arrastran una existencia en gran parte vacía, es muy difícil entrar en la fiesta. Se puede organizar un programa atractivo de festejos, pero la fiesta no prende en los corazones.
Hay todavía algo más significativo. En la fiesta la vida se carga de un contenido nuevo. Al ser humano se le revela el sentido más pleno de la vida regenerándole así del desgaste y la rutina de la vida diaria.
La vida no se reduce a la esclavitud penosa del trabajo. La lucha y el esfuerzo no tienen la última palabra de todo. La existencia es regalo misterioso que hay que disfrutar y celebrar. Por eso hay algo de sacro en toda fiesta y es normal que el acontecimiento festivo brote casi siempre del culto o culmine en él.
Hoy sabemos hacer vacación pero a nuestra vacación le falta ese «algo más» que es imprescindible para celebrar festivamente la existencia. Sabemos interrumpir nuestro trabajo y olvidar por algún tiempo problemas y preocupaciones, pero nos falta ese sentido positivo de plenitud que invade al hombre en fiesta invitándole a celebrar a su Creador.
La desacralización de nuestras fiestas van reduciendo nuestras fiestas a diversión y esparcimiento colectivo, pero las vacían de su hondo contenido.
Para celebrar fiesta plena un pueblo ha de escuchar el estampido de los cohetes y chupinazos pero también la invitación de las campanas.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1999-2000 – COMO ACERTAR
23 de julio de 2000

EL ARTE DE LA VACACIÓN

.. .a descansar un poco.

Hacer unas buenas vacaciones es un arte. Algunos piensan que basta con organizarse de manera inteligente pára obtener toda esa clase de disfrute y diversión. No es lo más acertado. Pocas cosas hay más penosas que ver a las personas llegar de vacaciones con el espíritu maltrecho y el cuerpo más cansado que nunca por el ritmo alocado del verano. Se pueden vivir unas vacaciones placenteras que, al mismo tiempo, mejoren nuestra calidad de vida.
Durante las vacaciones, el centro de gravedad se desplaza del trabajo al aire libre. Hacer vacaciones es, sobre todo, liberarse de la dependencia y sujeción del trabajo para vivir en la distensión y el descanso. Algunos, al parecer, necesitan continuar de alguna manera su trabajo y no se sienten cómodos sin realizar alguna actividad de carácter utilitario. Es un error. El trabajo es importante, pero no agota el sentido de nuestra existencia ni pone de manifiesto su dimensión más fundamental y esperanzadora. La persona ha de aprender a vivir de manera gratuita y libre disfrutando del descanso, la convivencia tranquila y el contacto gozoso con la naturaleza.
El tiempo empleado en «no hacer nada» no es un tiempo perdido, pero el descanso es algo más que la simple inactividad. Este distanciamiento veraniego nos puede ayudar a encontrarnos con nosotros mismos, obtener una visión más clara de la trayectoria de nuestra vida e incluso captar errores y desaciertos que necesitan ser corregidos.
Las vacaciones ofrecen, por lo general, la posibilidad de vivir de manera más libre y creativa, pero es, precisamente, esta libertad y falta de rutina diaria la que puede crear problemas. Algunos no saben como «matar el tiempo», otros necesitan programar todas sus actividades. El arte está en vivir creativamente disfrutando del cuerpo y del espíritu, de la naturaleza y de los amigos, de la música y del arte, de la fiesta y de la oración.
Hay muchas maneras de escuchar la llamada de Jesús: «Venid a un sitio tranquilo a descansar un poco». No hemos de olvidar, sin embargo, que quien no ama nada ni a nadie no puede descansar y alegrarse, por mucho que lo intente. «Ubi caritas gaudet, ibi est festivitas» decía san Juan Crisóstomo, «donde el amor despierta el gozo, allí hay fiesta».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1996-1997 – DESPERTAR LA FE
20 de julio de 1997

VACACIONES

A descansar un poco.

Desde que en 1936 se logró la concesión de vacaciones pagadas en Francia, el descanso veraniego se ha ido convirtiendo en un fenómeno masivo de especial importancia en las sociedades desarrolladas. No se trata sólo de contar con un «tiempo libre» más largo. «Estar de vacaciones» o «salir de vacaciones» es vivir una vida diferente.
No todos entienden las vacaciones de la misma forma. Muchos se dejan atrapar sin más por el «consumo organizado del verano» con sus playas y lugares de recreo masivo, bronceado obligatorio, recorrido imperativo por los itinerarios turísticos o diversiones nocturnas inevitables. Hay quien busca, sobre todo, la evasión placentera que permita olvidar los problemas y tensiones del año. Cada vez son más los que entienden este tiempo vacacional como una oportunidad para recuperar dimensiones descuidadas.
Las vacaciones permiten, por lo general, vivir con mayor autonomía. Aprisionados por horarios inflexibles, esclavos de toda clase de ocupaciones obligatorias, es bueno descubrir qué sabemos hacer con nuestra vida cuando podemos disponer de ella con más libertad. Después de una actividad mecánica, repetitiva y rutinaria, es sano desarrollar la iniciativa y aprender a vivir con más fantasía.
Las vacaciones permiten también vivir con un ritmo más natural, restableciendo el equilibrio perdido. Qué bien hace a la persona estrenar el nuevo día sin prisas, recuperar el contacto con la naturaleza, saber estar sin hacer nada, disfrutar de una buena música o un buen libro, conversar despacio con los amigos. Poco a poco la persona recupera su salud interior y su dignidad.
A quien sabe descansar así, las vacaciones le ayudan a encontrarse consigo mismo. Le permiten tomar conciencia de algunos errores en su forma ordinaria de vivir y le invitan a actuar en adelante de manera más sana. Aunque el resultado no sea inmediato, éste puede ser a más largo plazo el mejor fruto de unas buenas vacaciones.
En cualquier caso, el verano no es una receta para resolver la frustración y el vacío interior que genera en la persona una vida equivocada y mal fundamentada. Es necesario ahondar más en nuestra propia existencia. En el umbral de las vacaciones, el texto evangélico nos recuerda estas palabras de Jesús: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco» (Marcos 6, 31).

José Antonio Pagola

HOMILIA

1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
17 de julio de 1994

DESCANSAR

Venid... a un sitio tranquilo a descansar.

Llama la atención cómo han aumentado los problemas de «estrés» o de «surmenage» en unos tiempos en los que el bienestar y la comodidad son una de las primeras metas de no pocos.
Son incontables los estadios que se vienen publicando sobre el desequilibrio que produce en las personas un estilo de vida marcado por el exceso de actividad, la agitación y la dispersión. Simplificando bastante las cosas, los expertos nos ayudan a distinguir entre el cansancio, el agotamiento y el desgaste. Tres términos que a menudo se confunden, pero que responden a tres experiencias diferentes.
El cansancio es la consecuencia normal y transitoria de cualquier esfuerzo que realizamos de manera algo intensa o duradera. Toda actividad lleva consigo una dosis de cansancio. Pero este cansancio es sano siempre que se mantenga dentro de unos límites normales; estimula el organismo, incita al sueño y da a la persona una sensación de vitalidad. Es una equivocación pretender eliminar este cansancio; lo importante es dosificarlo y saber descansar mediante el sueño y un reposo adecuado.
El agotamiento es otra cosa. Sin recuperarse debidamente de sus cansancios, la persona sigue actuando por encima de sus límites. El individuo emprende una tarea detrás de otra sin un minuto de respiro; siempre tiene algo que hacer. Pronto aparecen diferentes perturbaciones que no son sino «señales de alarma»: la persona no puede conciliar el sueño, se hace cada día más irritable, crece su inseguridad, pierde el apetito o come con ansia exagerada, se deteriora su relación con las personas, cada día se siente peor.
Esta persona está ya «enferma», aunque no es fácil que ella lo reconozca y asuma su propia responsabilidad. Para liberarse de este agotamiento ya no basta el descanso normal. Se necesitan unas semanas de reposo y un planteamiento nuevo de todo. La persona se cura cuando aprende a recomponer su vida, organizar mejor su trabajo y asegurar un ritmo sano de actividad y descanso.
Si el individuo no reacciona y el estado de agotamiento se prolonga durante años, llega inevitablemente el desgaste con sus síntomas inequívocos de envejecimiento prematuro, insomnio permanente, apatía, fases depresivas y decaimiento general.
Por eso, no es una trivialidad organizarse bien las vacaciones. Puede ser un deber. El descanso veraniego ha de ser un período de recuperación física y psíquica. Pero puede ser, además, una oportunidad para revisar nuestra vida, reconocer nuestras equivocaciones, respetar nuestros límites y aprender a vivir de manera más humana. Es una manera de escuchar también hoy la invitación de Jesús a sus discípulos: «Venid a un sitio tranquilo a descansar.»

José Antonio Pagola

HOMILIA

1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
21 de julio de 1991

UN DESCANSO DIFERENTE

Venid a descansar.

Según el diccionario, descansar es “cesar en el trabajo o en una actividad, reposar para reparar fuerzas”. Sin embargo, no todos los que interrumpen sus ocupaciones laborales durante las vacaciones, vuelven descansados.
Hay un cansancio más profundo que la mera fatiga causada por la actividad de cada jornada. Un cansancio que puede instalarse de manera insidiosa en la vida de la persona y que no desaparece sólo por el hecho de “tomarse unas vacaciones”.
Antes que nada, está ese cansancio que proviene de nuestra tendencia a dar una importancia excesiva y desproporcionada a lo que nos va sucediendo. A veces revestimos de un valor absoluto aquello que nos preocupa en un determinado momento. Parece que no existe nada más en el mundo y que, además, siempre será así.
Para descansar es necesario situar de nuevo las cosas en su verdadera dimensión y perspectiva. Aprender a “relativizar”, lo cual no quiere decir quitar importancia a los hechos, sino ponerlos en relación con lo que es importante y esencial en la vida. El creyente sabe hacerlo desde la fe. Cómo cambian los agobios, tensiones y conflictos cuando la persona los sitúa en el horizonte total de la vida, y los vive desde la grandeza y el perdón de Dios.
Hay otro cansancio, que nace de la dispersión y desintegración. Cuando alguien vive dividido interiormente, arrastrado por toda clase de contradicciones y sin coherencia personal, pronto experimenta el desasosiego, la inseguridad y el agotamiento. La vida se hace difícil, las relaciones se crispan, la salud se quiebra.
Para descansar es necesario entonces recuperar la unidad interior y ser fiel a la propia conciencia. La persona que se siente integrada vuelve a experimentar la fuerza interior y el descanso. Para el creyente, Dios es ese Misterio último de la vida que le invita a unificarlo todo desde el amor.
Otra fuente de cansancio es el aburrimiento y la rutina. La vida es, en gran parte, repetición y si la persona no vive desde dentro, corre el riesgo de caer en la rutina. Las cosas pierden novedad, todo es igual, nada merece la pena, la pareja que un día vivió enamorada hoy se aburre hasta en los momentos de mayor intimidad.
Para recuperar de nuevo la vida no basta entonces visitar nuevos países, descubrir paisajes desconocidos o entablar nuevas amistades. La novedad debe venir de adentro hacia afuera, no de afuera hacia adentro. Para el creyente, la vida es un regalo de Dios que hay que agradecer, disfrutar y compartir intensamente cada día.
El evangelio nos recuerda la invitación de Jesús: “Venid a un sitio tranquilo a descansar un poco”. Tal vez, la Iglesia de hoy deba repetir la misma invitación al hombre contemporáneo, a veces tan agobiado, disperso, aburrido o estresado, y enseñarle a encontrar descanso interior.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
17 de julio de 1988

REIR

A descansar un poco.

La escena está cargada de ternura. Llegan los discípulos cansados del trabajo realizado. La actividad es tan intensa que ya “no encontraban tiempo para comer”. Y entonces Jesús les hace esta invitación: “Venida un sitio tranquilo a descansar”.
Los cristianos olvidamos hoy con demasiada frecuencia que un grupo de cristianos no es sólo una comunidad de oración, reflexión y trabajo, sino también una comunidad de descanso y disfrute.
Pero no siempre ha sido así. Las frases que siguen no son de ningún teólogo progresista. Están redactadas allá por el siglo IV por aquel gran Obispo poco sospechoso de frivolidades que fue San Agustín.
“Un grupo de cristianos es un grupo de personas que rezan juntas, pero también conversan juntas. Ríen en común y se intercambian favores. Están bromeando juntas y juntas están en serio. Están a veces en desacuerdo, pero sin animosidad, como se está a veces con uno mismo, utilizando ese desacuerdo para reforzar siempre el acuerdo habitual.
Aprenden algo unos de otros o lo enseñan unos a otros. Echan de menos, con pena, a los ausentes. Acogen con alegría a los que llegan. Hacen manifestaciones de este u otro tipo: chispas del corazón de los que se aman, expresadas en el rostro, en la lengua, en los ojos, en mil gestos de ternura” (“Las Confesiones”).
Tal vez, lo que más nos sorprende hoy en este texto es esa faceta de unos cristianos que saben rezar pero saben también reír. Saben estar serios y saben también bromear.
La Iglesia actual aparece casi siempre grave y solemne. Parece como que los cristianos le tenemos miedo a la risa, como si la risa fuera siempre signo de frivolidad y falta de responsabilidad ante los problemas.
Pero hay un humor y un saber reír que es signo más bien de madurez y sabiduría. Es la risa del creyente que sabe reír porque sabe relativizar lo que es relativo, sin dramatizar sin necesidad los problemas.
Es una risa que nace de la confianza última de ese Dios que nos mira a todos con piedad y ternura. Una risa que distiende, libera y da fuerzas para seguir caminando.
Esta risa une. Los que ríen juntos no se atacan ni se hacen daño porque la risa verdaderamente humana nace de un corazón que sabe comprender y amar.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
21 de julio de 1985

¿DESCANSO O ABURRIMIENTO?

… descansar un poco.

Son muchos los que piensan que el hombre actual, esclavo de «una sociedad de la eficacia», está perdiendo capacidad para celebrar, hacer fiesta y disfrutar hondamente de la vida.
La actividad desnuda marca su vida entera. Hemos logrado a base de trabajo crear unas condiciones más aptas para una vida digna, pero luego no sabemos disfrutar de esa vida.
El hombre actual suspende temporalmente el trabajo, la tensión y la presión de la actividad para lograr otra vez el equilibrio sicológico, la distensión física y una capacidad nueva para el trabajo. Pero en muchos hombres, «ya no hay culto ni celebración ni descanso, sino tan solo derecho al tiempo libre, vacaciones y placer» (H. Rombach).
Sin embargo, el hombre no es sólo «una máquina» que necesita una recuperación, sino un ser que necesita encontrase consigo mismo y redescubrir las raíces mismas que dan sentido a su vida.
Por eso el descanso verdadero no es tiempo muerto, placer vacío, repliegue egoísta sobre sí mismo, aburrimiento insoportable, obligación social de sentirse feliz y pasarlo bien. El descanso ha de ser «re-creación» que nos libera de nuevo para la vida y el amor.
El problema de muchos es que, al dejar su trabajo y no estar ya ocupados por las obligaciones habituales, se encuentran con su propio vacío y su incapacidad de comunicarse con un poco de ternura ni siquiera con las personas más cercanas.
Entonces las vacaciones se convierten en una huída alocada y el descanso en un esfuerzo vano por llenar el vacío interior acumulando experiencias siempre nuevas, buscando estimulantes siempre más fuertes o dejándose estrujar de manera infantil por «la industria del tiempo libre».
Sin embargo, tarde o temprano, se corre el peligro de encontrar todo aburrido ya que uno mismo, con su propio vacío, es la fuente y la causa de su propio tedio y aburrimiento.
Es bueno escuchar una vez más la sabiduría de B. Pascal: «He dicho con frecuencia que toda la desgracia de los seres humanos procede de una sola cosa que es no saber permanecer en paz dentro de una habitación».
El descanso engendra tedio y se vuelve insoportable cuando el hombre no sabe abrirse hacia lo mejor que hay en él y hacia aquél que es fuente de vida y de libertad. Ojalá sepamos escuchar en medio de nuestras vacaciones las palabras de Jesús: «Venid a un sitio tranquilo a descansar un poco».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1981-1982 – APRENDER A VIVIR
18 de julio de 1982

DESCANSO ENRIQUECEDOR

Venid a descansar un poco.

Es gozoso para un creyente encontrarse con un Jesús que sabe comprender las necesidades más hondas del ser humano. Por eso, se nos llena el alma de alegría al escuchar la invitación que dirige a sus discípulos: «Venid a un sitio tranquilo a descansar un poco».
Los hombres necesitamos «hacer fiesta». Y quizás hoy más que nunca. Sometidos a un ritmo de trabajo inflexible, esclavos de ocupaciones y tareas a veces agotadoras, necesitamos ese descanso que nos ayude a liberarnos de la tensión, el desgaste y la fatiga acumulada a lo largo de los días.
El hombre contemporáneo ha terminado con frecuencia por ser un esclavo de la productividad. Tanto en ios países socialistas como capitalistas, el valor de la vida se reduce en la práctica diaria a producción, eficacia y rendimiento laboral.
H. Cox ha dicho que el hombre actual «ha comprado la prosperidad al precio de un vertiginoso empobrecimiento en sus elementos vitales». Lo cierto es que todos corremos el riesgo de olvidar el valor último de la vida para ahogarnos en el activismo, el trabajo y la producción.
La sociedad industrial nos ha hecho a todos más laboriosos, mejor organizados, más eficaces, pero mientras tanto, son muchos los que tienen la impresión de que la vida se les escapa tristemente de entre las manos.
Por eso, el descanso no puede ser solamente la «pausa» necesaria para reponer nuestras energías agotadas, o una «válvula de escape» que nos libere de las tensiones acumuladas, para volver así con nuevas fuerzas al trabajo de siempre.
El descanso nos debería ayudar a regenerar todo nuestro ser descubriéndonos dimensiones nuevas de nuestra existencia. La fiesta nos debe recordar que la vida no es sólo esfuerzo y trabajo agotador. El hombre está hecho también para disfrutar, para jugar, para gozar de la amistad, para orar, para agradecer, para adorar...
No debemos olvidar nunca que, por encima de luchas y rivalidades, todos los hombres estamos llamados y desde ahora a disfrutar como hermanos de una fiesta que un día será definitiva.
Tenemos que aprender a «hacer vacaciones» de otra manera. No se trata de obsesionarnos con «pasarlo bien» a toda costa, sino de saber disfrutar con sencillez y agradecimiento de los amigos, la familia, la naturaleza, el silencio, el juego, la música, el amor, la belleza, la convivencia.
No se trata de vaciarse en la superficialidad de unos días vividos de manera alocada, sino de recuperar la armonía interior, cuidar más las raíces de nuestra vida, encontrarnos con nosotros mismos, disfrutar de la amistad y el amor de las personas, «gozar de Dios» a través de la creación entera.
Y no olvidemos algo importante. Sólo tenemos derecho al descanso y la fiesta, si nos cansamos diariamente en el esfuerzo por construir una sociedad más humana y feliz para todos.

José Antonio Pagola

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