lunes, 9 de julio de 2012

15/07/2012 - 15º domingo Tiempo ordinario (B)

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Homilias de José Antonio Pagola

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15 de julio de 2012

15º domingo Tiempo ordinario (B)


EVANGELIO

Los fue enviando.

+ Lectura del santo evangelio según san Marcos 6,7-13

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió: - «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio.
Y si un lugar no os recibe ni os escucha,. al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2011-2012 -
15 de Julio de 2012

EVANGELIZACIÓN NUEVA

En la Iglesia se siente hoy la necesidad de una nueva evangelización. ¿En qué puede consistir? ¿Dónde puede estar su novedad? ¿Qué hemos de cambiar? ¿Cuál fue realmente la intención de Jesús al enviar a sus discípulos a prolongar su tarea evangelizadora?
El relato de Marcos deja claro que solo Jesús es la fuente, el inspirador y el modelo de la acción evangelizadora de sus seguidores. Estos actuarán con su autoridad. No harán nada en nombre propio. Son "enviados" de Jesús. No se predicarán a sí mismos: solo anunciarán su Evangelio. No tendrán otros intereses: solo se dedicarán a abrir caminos al reino de Dios.
La única manera de impulsar una "nueva evangelización" es purificar e intensificar esta vinculación con Jesús. No habrá nueva evangelización si no hay nuevos evangelizadores, y no habrá nuevos evangelizadores si no hay un contacto más vivo, lúcido y apasionado con Jesús. Sin él haremos todo menos introducir su Espíritu en el mundo.
Al enviarlos, Jesús no deja a sus discípulos abandonados a sus fuerzas. Les da su "autoridad", que no es un poder para controlar, gobernar o dominar a los demás, sino su fuerza para "expulsar espíritus inmundos", liberando a las gentes de lo que esclaviza, oprime y deshumaniza a las personas y a la sociedad.
Los discípulos saben muy bien qué les encarga Jesús. Nunca lo han visto gobernando a nadie. Siempre lo han conocido curando heridas, aliviando el sufrimiento, regenerando vidas, liberando de miedos, contagiando confianza en Dios. "Curar" y "liberar" son tareas prioritarias en la actuación de Jesús. Darían un rostro radicalmente diferente a nuestra evangelización.
Jesús los envía con lo necesario para caminar. Según Marcos, solo llevarán "bastón, sandalias y una túnica". No necesitan de más para ser testigos de lo esencial. Jesús los quiere ver libres y sin ataduras; siempre disponibles, sin instalarse en el bienestar; confiando en la fuerza del Evangelio.
Sin recuperar este estilo evangélico, no hay nueva evangelización. Lo importante no es poner en marcha nuevas actividades y estrategias, sino desprendernos de costumbres, estructuras y servidumbres que nos están impidiendo ser libres para contagiar lo esencial del Evangelio con verdad y sencillez.
La Iglesia ha perdido ese estilo itinerante que sugiere Jesús. Su caminar es lento y pesado. No acierta a acompañar a la humanidad. No tenemos agilidad para pasar de una cultura a otra. Nos agarramos al poder que hemos tenido. Nos enredamos en intereses que no coinciden con el reino de Dios. Necesitamos conversión.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2008-2009 – RECUPERAR EL EVANGELIO
12 de Julio de 2009

PARA UN EXAMEN COLECTIVO

Los fue enviando de dos en dos.

Jesús no envía a sus discípulos de cualquier manera. Para colaborar en su proyecto del reino de Dios y prolongar su misión es necesario cuidar un estilo de vida. Si no es así, podrán hacer muchas cosas, pero no introducirán en el mundo su espíritu. Marcos nos recuerda algunas recomendaciones de Jesús. Destacamos algunas.
En primer lugar, ¿quiénes son ellos para actuar en nombre de Jesús? ¿Cuál es su autoridad? Según Marcos, al enviarlos, Jesús «les da autoridad sobre los espíritus inmundos». No les da poder sobre las personas que irán encontrando en su camino. Tampoco él ha utilizado su poder para gobernar sino para curar.
Como siempre, Jesús está pensando en un mundo más sano, liberado de las fuerzas malignas que esclavizan y deshumanizan al ser humano. Sus discípulos introducirán entre las gentes su fuerza sanadora. Se abrirán paso en la sociedad, no utilizando un poder sobre las personas, sino humanizando la vida, aliviando el sufrimiento de las gentes, haciendo crecer la libertad y la fraternidad.
Llevarán sólo «bastón» y «sandalias». Jesús los imagina como caminantes. Nunca instalados. Siempre de camino. No atados a nada ni a nadie. Sólo con lo imprescindible. Con esa agilidad que tenía Jesús para hacerse presente allí donde alguien lo necesitaba. El báculo de Jesús no es para mandar, sino para caminar.
No llevarán «ni pan, ni alforja, ni dinero». No han de vivir obsesionados por su propia seguridad. Llevan consigo algo más importante: el Espíritu de Jesús, su Palabra y su Autoridad para humanizar la vida de las gentes. Curiosamente, Jesús no está pensando en lo que han de llevar para ser eficaces, sino en lo que no han de llevar. No sea que un día se olviden de los pobres y vivan encerrados en su propio bienestar.
Tampoco llevarán «túnica de repuesto». Vestirán con la sencillez de los pobres. No llevarán vestiduras sagradas como los sacerdotes del Templo. Tampoco vestirán como el Bautista en la soledad del desierto. Serán profetas en medio de la gente. Su vida será signo de la cercanía de Dios a todos, sobre todo, a los más necesitados.
¿Nos atreveremos algún día a hacer en el seno de la Iglesia un examen colectivo para dejarnos iluminar por Jesús y ver cómo nos hemos ido alejando sin darnos casi cuenta de su espíritu?

José Antonio Pagola

HOMILIA

2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
16 de Julio de 2006

LO QUE NO DEBEMOS LLEVAR

Ni pan ni alforja.

Los cristianos nos preocupamos mucho de que la Iglesia cuente con medios adecuados para cumplir eficazmente su tarea: recursos económicos, poder social, plataformas eficientes. Nos parece lo más normal. Sin embargo, cuando Jesús envía a sus discípulos a prolongar su misión, no piensa en lo que deben llevar consigo, sino precisamente en lo contrario: lo que no deben llevar.
El estilo de vida que les propone es tan desafiante y provocativo que pronto las generaciones cristianas lo suavizaron. ¿Qué hemos de hacer hoy con estas palabras de Jesús?, ¿borrarlas del evangelio?, ¿olvidarlas para siempre?, ¿tratar de ser también hoy fieles a su espíritu?
Jesús pide a sus discípulos que no tomen consigo dinero ni provisiones. El «mundo nuevo» que él busca no se construye con dinero. Su proyecto no lo sacarán adelante los ricos, sino gente sencilla que sepa vivir con pocas cosas porque han descubierto lo esencial: el reino de Dios y su justicia.
No llevarán siquiera zurrón, al estilo de los filósofos cínicos que llevaban colgando del hombro una bolsa donde guardaban las limosnas para asegurarse su futuro. La obsesión por la seguridad no es buena. Desde la tranquilidad del bienestar no es fácil crear el reino de Dios como un espacio de vida digna para todos.
Sus seguidores irán descalzos, como las clases más oprimidas de Galilea. No llevarán sandalias. Tampoco túnica de repuesto para protegerse del frío de la noche. La gente los debe ver identificados con los últimos. Si se alejan de los pobres, no podrán anunciar la Buena Noticia de Dios a los más necesitados.
Para los seguidores de Jesús no es malo perder el poder, la seguridad y el prestigio social que hemos tenido cuando la Iglesia lo dominaba todo. Puede ser una bendición si nos conduce a una vida más fiel a Jesús. El poder no transforma los corazones; la seguridad del bienestar nos aleja de los pobres; el prestigio nos llena de nosotros mismos.
Jesús imaginaba a sus seguidores de otra manera: liberados de ataduras, identificados con los últimos, con la confianza puesta totalmente en Dios, curando a los que sufren, buscando para todos la paz. Sólo así se introduce en el mundo su proyecto.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2002-2003 – REACCIONAR
13 de Julio de 2003

EN MINORÍA

Ni pan ni alforja.

No le va a ser fácil a la Iglesia aprender a «vivir en minoría», en medio de una sociedad secularizada y pluralista. Después de haber sido la religión oficial del Imperio romano y haber ejercido durante siglos un poder hegemónico en occidente, no acierta a caminar sin el apoyo de algún «poder» que le permita actuar desde un nivel de superioridad.
Sin embargo, es bueno para la Iglesia ir perdiendo poder económico y político pues ese despojamiento la va acercando de nuevo hacia el movimiento que puso en marcha Jesús cuando envió a sus discípulos de dos en dos, sin alforjas, sin dinero ni túnica de repuesto, y con una sola misión: «predicar la conversión».
La intención original de Jesús es clara. No necesita de ricos que sostengan su proyecto. Basta con gente sencilla que sabe vivir con pocas cosas pues ha descubierto lo esencial: la importancia de construir una sociedad más humana y digna acogiendo a un Padre de todos.
Jesús no quiso dejar el Evangelio en manos del dinero. Le horrorizaba «acumular tesoros en la tierra». Tarde o temprano, el dinero se convierte en signo de poder, de seguridad, de ambición y dominio sobre los demás. El dinero le resta credibilidad al evangelio. Desde el poder económico no se puede predicar la conversión que necesita nuestra sociedad ni crear un espacio de solidaridad para todos.
Por otra parte, Jesús no necesita de poderosos que protejan la misión de sus discípulos. No cree en el poder como fuerza transformadora. El poder suele ir acompañado de autoritarismo impositivo y no es capaz de cambiar los corazones. Jesús cree en el servicio humilde de los que buscan una sociedad mejor para todos.
Por eso, no quiso dejar el evangelio en manos del poder. Él mismo nunca se impone por la fuerza, no gobierna, no controla, no vigila. En su comunidad, «quien quiera ser el mayor se ha de hacer servidor». Jesús no encumbra a sus discípulos dándoles un poder sobre los demás. Desde el poder no se puede impulsar la transformación evangélica que necesitamos entre nosotros.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1999-2000 – COMO ACERTAR
16 de Julio de 2000

AUTORIDAD

… dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos.

Según los expertos, el poder y la autoridad están sufriendo en la sociedad informatizada de estos tiempos, cambios de cuyas consecuencias no somos todavía conscientes. Tanto en las sociedades civiles como en las religiosas, la autoridad tiene cada vez más poder para controlar e imponer un pensamiento único.
Los medios tecnológicos permiten hoy una centralización fuerte y eficaz. Se cuenta con dictámenes informatizados, es fácil la supervisión inmediata, las órdenes son instantáneas y universales. Al mismo tiempo, la autoridad se hace cada vez más invisible, los despachos últimos son inaccesibles, no se sabe exactamente de dónde parten las disposiciones.
Se tiende poco a poco a la supresión de todo diálogo real. Cada vez es más rara la comunicación para buscar juntos una solución común a problemas comunes. Cada vez es más difícil el debate y la discrepancia. Hay algunos que piensan y hablan por todos. No se puede pensar o decir nada diferente excepto en temas de importancia secundaria.
Sin embargo, es peligroso que la sociedad civil o religiosa se deje guiar ciegamente por los que detentan el poder. Es necesario más que nunca el diálogo, la mutua escucha, la luz que nace del contraste, la búsqueda común. «Autoridad» es una palabra muy noble. Proviene del latín «augere» (hacer crecer) y, en sus inicios, indicaba la capacidad para hacer crecer a los demás, para hacerlos más adultos y más capaces de una vida digna. Hoy, por el contrario, significa casi siempre, «control», «poder», «gobierno», «imposición». Éste es tal vez nuestro infortunio: necesitamos personas con autoridad y sólo contamos con personas poderosas.
Jesús no gobernó sobre nadie. No impuso nada por la fuerza. Nunca utilizó el poder para controlar a sus seguidores. Jamás excluyó a nadie. Fue libre. Escuchaba a los mendigos ciegos y a los soldados extranjeros, se negaba a castigar a las adúlteras y pedía a Pedro «perdonar hasta setenta veces siete». Ponía vida en las personas, y sensatez y justicia en la sociedad. No ostentó ningún poder oficial pero, según las gentes, actuaba «como quien tiene autoridad». Por eso, cuando envía a sus discípulos a evangelizar, Marcos nos dice que «les dio autoridad sobre los espíritus inmundos», es decir, les dio poder para liberar del mal, no para dominar y controlar a las personas.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1996-1997 – DESPERTAR LA FE
13 de Julio de 1997

AL SERVICIO DEL EVANGELIO

Salieron a predicar la conversión.

La diócesis de San Sebastián ha presentado un documento titulado Una Iglesia al servicio del Evangelio, que va a orientar su trabajo pastoral en los próximos años. Tiempo habrá para ahondar en este importante escrito donde se plasma el perfil de Iglesia que servirá de referencia para los planes y programas de la diócesis donostiarra. Hoy sólo quiero apuntar los seis rasgos que la definen.
Renovada por el Espíritu. El punto de arranque de todo es la renovación espiritual de la misma diócesis. No basta mejorar la organización o intensificar el trabajo. El «gozo de creer» y «la audacia para evangelizar» sólo se reavivan desde la fuerza del Espíritu y la adhesión a Cristo. La diócesis quiere cuidar de forma prioritaria la vuelta al evangelio, la celebración de la eucaristía dominical y cuanto ayude a despertar la experiencia religiosa.
Al servicio del Evangelio. Es el objetivo primero de la diócesis: comunicar el evangelio de Cristo al hombre y la mujer de hoy escuchando sus interrogantes y problemas. Esto exigirá cuidar más el testimonio y el compromiso cristiano en los diferentes ámbitos de la vida. Esta Iglesia quiere ser respetuosa con quienes se han alejado de ella, pero, también cercana a todo el que busca a Dios sinceramente.
Acogedora y cercana. La diócesis quiere ser una Iglesia «acogedora y cercana», que escuche y acompañe a los hombres y mujeres de hoy implicándose más en sus problemas e interrogantes. La diócesis se marca, sobre todo, un doble objetivo: cuidar la acogida a «los jóvenes» y «promover el apoyo a la familia».
Junto a los que sufren. Ahí quiere encontrar la diócesis su verdadero lugar social. Sólo desde la solidaridad con los maltratados por la vida y con las víctimas de las injusticias podrá ser testigo de Cristo y signo de esperanza. Por otra parte, la diócesis no quiere mirar sólo a Europa, pues se siente interpelada por los pobres del Sur.
Trabajando por la paz. La diócesis «quiere ser ahora más que nunca una Iglesia que ora, educa y trabaja por la reconciliación y la convivencia pacífica». Su contribución a la paz se centrará, sobre todo, en la defensa de los derechos humanos, el apoyo a las vías pacíficas para resolver los conflictos, y la promoción del respeto, la tolerancia y el mutuo perdón.
En comunión fraterna. La diócesis quiere desarrollar «formas nuevas y más fraternas de relación, apoyo mutuo y colaboración» entre laicos, religiosos y presbíteros. Es urgente, por otra parte, cuidar la pastoral vocacional e impulsar la participación de los laicos y laicas en tareas de coordinación y dirección.
No es una tarea fácil, pero es nuestra misión hoy. Después de veinte siglos de fe cristiana nos sentimos en medio de esta sociedad sucesores de aquellos discípulos que, enviados por Jesús, «salieron a predicar la conversión» (Marcos 6, 13).

José Antonio Pagola

HOMILIA

1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
10 de Julio de 1994

LOS DINEROS DE LA IGLESIA

Ni alforja ni dinero en la faja.

A lo largo de su historia, la economía de la Iglesia ha oscilado entre extremos tan alejados entre sí como la pobreza radical de san Francisco de Asís y las órdenes mendicantes o la compraventa de beneficios eclesiásticos.
Hoy, los dineros de la Iglesia siguen siendo objeto de fuertes críticas. Pero, afortunadamente, ni la Iglesia es tan rica como se piensa, ni las criticas que se le hacen se basan siempre en datos reales. Al contrario, aunque hay aspectos criticables, se van dando pasos importantes hacia una situación económica más coherente con su misión evangelizadora.
Así, cada vez es mayor la participación de los seglares en la gestión de los bienes de la Iglesia, de manera que son ellos quienes mayoritariamente forman los consejos económicos de las diócesis y quienes administran la economía de las parroquias.
Por otra parte, se van poniendo los medios adecuados para ofrecer una información transparente de los ingresos y gastos. De hecho, son cada vez más las diócesis y parroquias que informan periódicamente de su estado de cuentas y del destino concreto de las aportaciones de los fieles.
Han desaparecido de manera casi general aquellas celebraciones de funerales y bodas con mayor o menor solemnidad según tarifas más o menos elevadas. Se busca una celebración digna para todos, mientras las tasas son sustituidas por aportaciones voluntarias.
En muchas diócesis, se ha logrado la equiparación económica de todos los sacerdotes. Ya no existe aquella especie de jerarquía honorífica y económica. No hay parroquias de primera o segunda clase. Todos los sacerdotes, cualquiera que sea su cargo, perciben la misma cantidad para su sustento.
Por otra parte, hay que seguir dando pasos hacia la autofinanciación de la Iglesia prescindiendo de la subvención estatal. Sin duda, es legítimo que el Estado asigne una dotación a la Iglesia por el servicio que presta a la sociedad en el orden religioso. Como dice L. González-Carvajal, «el argumento de que no todos los ciudadanos son creyentes carece de valor Tampoco a todos los ciudadanos les interesa el teatro o el fútbol, y el Estado hace bien en subvencionarlos». Pero la autofinanciación plena de la Iglesia aseguraría mejor su libertad e independencia, haría crecer en los creyentes el sentido de pertenencia y contribuiría a purificar la actuación y el testimonio de las comunidades cristianas.
Sin duda, hay un largo camino que recorrer en muchos aspectos. En la Iglesia hemos de escuchar la verdad que se puede encerrar en las críticas que se nos hacen, pero, sobre todo, hemos de saber extraer las debidas exigencias de ese mandato de Jesús que envía a sus discípulos a evangelizar «sin alforja, sin dinero y sin túnica de repuesto».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
14 de Julio de 1991

NO BASTA PASARLO BIEN

Predicar la conversión.

Sociólogos y siquiatras describen en sus análisis los rasgos que parecen definir cada vez de manera más clara el perfil del hombre contemporáneo. Sin duda, no todo es negativo. Lo que resulta, tal vez, más preocupante es el vaciamiento y la degradación de la vida que constatan en muchas personas.
Según diferentes estudios, el hombre de hoy es cada vez más indiferente a “lo importante” de la vida. Apenas le interesan las grandes verdades de la existencia. No tiene certezas firmes ni convicciones profundas. Es cierto que busca mucha información para saber lo que está pasando. Pero esto no le ayuda a formarse ni a ser más sabio y profundo. Recibe noticias, pero le falta capacidad para hacer una síntesis de lo que le llega.
Se trata, al mismo tiempo, de un hombre cada vez más hedonista. Sólo le interesa de verdad organizarse de la manera más placentera posible. Aprovecharse, disfrutar de la vida y sacarle jugo. La vida es placer y si no, no es vida. A este hombre le cuesta cada vez más, interesarse por algo que no sea su propio bienestar, su dinero o el pasarlo bien.
Otro rasgo es la permisividad. Cada vez es mayor la resistencia a aceptar códigos o normas de comportamiento. Es bueno lo que me apetece, y malo lo que me disgusta. Eso es todo. No hay prohibiciones ni terrenos vedados. No hay tampoco objetivos ni ideales mayores. Lo importante es el pragmatismo: lo que a mí me va bien.
Mientras tanto, la vida se va vaciando de verdadero contenido humano. El hombre se queda sin metas ni puntos de referencia. Las personas tienen cada vez más fachada y menos vida interior. Los valores humanos son sustituidos por los intereses de cada uno. Al sexo se le llama amor; al placer, felicidad; a la información televisiva, cultura.
Pero el hombre es demasiado grande para contentarse con cualquier cosa. No pocos analistas toman nota del número creciente de personas que, cansadas de vivir una vida tan “rebajada”, buscan algo diferente.
Es difícil vivir una vida que no apunta a ninguna meta. No basta tampoco pasarlo bien. El hombre necesita arriesgarse y crecer comprometiéndose en causas nobles y dignas. La vida se hace insoportable cuando todo se reduce a fachada y frivolidad. Estamos hechos también para cultivar el espíritu y la alegría interior.
Una vida hueca y superficial es siempre una vida vulnerable. Tarde o temprano lleva al cansancio. Hay mucha gente hoy cansada de vivir, pero no como consecuencia de sus compromisos y tareas sino porque no pueden soportar ya su propio vacío.
Esta sociedad necesita dar un giro radical. Hay que “predicar la conversión”, impulsar el cambio, pero, sobre todo, hay que introducir en la cultura moderna y en la convivencia social valores, actitudes y comportamientos que nos hagan más humanos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
10 de Julio de 1988

LIBROS PARA EL VERANO

Un bastón para el camino.

No sé si Jesús que recomendaba a sus discípulos “llevar un bastón para el camino» no aconsejaría hoy a los suyos un buen libro como compañero de viaje.
En cualquier caso, el descanso veraniego puede ser buena ocasión para una lectura reposada y relajante que oxigene nuestro espíritu.
Voy a señalar algunos libros sencillos, de fácil lectura, seleccionados con diversidad de criterios y con el único fin de ofrecer un modesto servicio de orientación.
Comienzo por sugerir, incluso a personas poco acostumbradas a leer, los libros de Phil Bosmans. Pueden ser una inyección de energía, serenidad y alegría de vivir para quienes se sientan cansados interiormente y desalentados: “La alegría de vivir”; “Sí a la vida “; “El derecho al amor”; “Las flores del bien”. Todos ellos publicados por Ediciones 29.
Entre la inmensa literatura existente sobre la oración, me decido por dos pequeños libros de Jean Lafrance porque pueden conducir espontáneamente al lector a un clima de oración: “Cuando oréis, decid Padre” y “La oración del corazón”. Ambos en Ediciones Narcea.
Para quienes buscan a Dios en el interior mismo de la vida, apunto dos preciosos libros del pensador rumano Ladislao Boros, el segundo de carácter meditativo: “Experimentar a Dios en la vida” (Herder); “Encontrar a Dios en el hombre” (Ed. Sígueme).
Los cristianos hemos de vivir hoy la fe en un clima inhóspito de increencia. Dos buenos libros pueden ayudar al creyente turbado: “Ante el reto de la increencia” de los Obispos del País Vasco (Ed. Idatz) y el reciente estudio de Juan Martín Velasco: “Increencia y evangelización” (Ed. Sígueme).
A quien desee conocer una buena síntesis de la fe católica escrita por selecto equipo de teólogos y pedagogos para el hombre de hoy le recomiendo sin dudar “La fe de los católicos” de B. Chenu y F. Coudreau (Ed. Sígueme). Es una obra extensa (750 páginas) pero de fácil lectura.
Cada edad tiene sus problemas peculiares. Quienes rondan los cincuenta no se arrepentirán de leer el sugerente librito “La mitad de la vida como tarea espiritual’ de A. Grün (Ed. Narcea). Para ios de edad más avanzada, un sabroso libro: “Nuestros abuelos” de A. Francia (Ed. Paulinas).
A quienes me honran con su lectura les recuerdo que todos mis artículos están recopilados en dos libros editados por Idatz, con unos índices que permiten una lectura por temas. Se titulan: “Aprender a vivir” y “Buenas noticias”.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
14 de Julio de 1985

SIN APOYO SOCIAL

Ni pan ni alforja  

¿Cómo podría la Iglesia recuperar su prestigio social y ejercer de nuevo aquella influencia que tuvo en nuestra sociedad hace solamente algunos años?
Sin confesarlo, quizás, en voz alta, son bastante los que añoran aquellos tiempos en que la Iglesia podía anunciar su mensaje desde unas plataformas privilegiadas que contaban con el apoyo del poder político.
¿ No hemos de luchar por recuperar otra vez esas plataformas perdidas que nos permitan hacer «una propaganda» religiosa y moral, eficaz, capaz de superar otras ideologías y corrientes de opinión que se van imponiendo entre nosotros?
¿No hemos de trabajar más la formación sólida de los cristianos para que, bien equipados en la doctrina cristiana, puedan transmitirla de manera persuasiva y convincente, atrayendo de nuevo a las gentes hacia la verdad?
¿No hemos de desarrollar unas estructuras religiosas más fuertes, perfeccionar nuestros organismos pastorales y hacer de la Iglesia una «empresa más competitiva y rentable»?
Sin duda, en el fondo de esta inquietud hay una voluntad sincera de llevar el evangelio de Jesucristo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, pero ¿es ése el camino a seguir?
Las palabras de Jesús, al enviar a sus discípulos sin pan ni alforja, sin dinero ni túnica de repuesto, insisten más bien en «caminar» pobremente, con libertad, ligereza y disponibilidad total.
Lo importante no es un equipamiento que nos dé seguridad sino la fuerza misma del evangelio vivido con sinceridad, pues el evangelio penetra en la sociedad no tanto a través de medios eficaces de propaganda, cuanto por medio de testigos que viven fielmente el seguimiento a Jesucristo.
Necesitamos cristianos bien formados doctrinalmente, pero necesitamos, mucho más, testigos vivos del evangelio. Son necesarias en la Iglesia la organización y las estructuras, pero sólo para sostener la vida evangélica de los creyentes.
Una Iglesia cargada de excesivo equipaje corre el riesgo de hacerse sedentaria y conservadora. A la larga se preocupará más de abastecerse a sí misma que de caminar libremente en el evangelio.
Una Iglesia más desguarnecida, más desprovista de privilegios y más empobrecida de poder socio-político, es una Iglesia más libre y más capaz de ofrecer el evangelio en su verdadera pureza.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1981-1982 – APRENDER A VIVIR
11 de Julio de 1982

CON POCAS COSAS

Ni pan, ni alforjas.

¿Qué ha podido pasar para distanciarnos tanto de aquel proyecto inicial de Jesús? ¿Dónde ha quedado el encargo del Maestro? ¿Quién sigue escuchando hoy su deseo?
Pocos gestos nos descubren mejor la intención original de Jesús como éste que nos relata el pasaje evangélico de hoy. Jesús envía a sus discípulos de dos en dos, sin alforjas, dinero ni túnica de repuesto, con una única misión: «predicar la conversión».
Basta un amigo, un bastón y unas sandalias, para adentrarse por los caminos de la vida anunciando a todos ese cambio que necesitamos para descubrir el secreto último de la vida y el camino hacia la verdadera liberación.
No desvirtuemos el encargo de Jesús rápidamente. No pensemos que se trata de una utopía ingenua, propia quizás de una sociedad seminómada ya superada, pero imposible en un mundo como el nuestro.
Aquí hay algo que no podemos eludir. El evangelio es anunciado por aquéllos que saben vivir con sencillez. Hombres y mujeres libres, que conocen el gozo de caminar por la vida sin sentirse esclavos de las cosas.
No son ios poderosos, los financieros, los tecnócratas, los grandes estrategas de la política, los que van a construir sin más un mundo más humano.
No son las conferencias, las protestas y manifestaciones las que van a lograr una mejora profunda de nuestra sociedad.
Esta sociedad necesita descubrir que hay que volver a las cosas sencillas de la vida. No basta con aumentar la producción y alcanzar un mayor nivel de vida. No es suficiente ganar siempre más, comprar más y más cosas, lograr siempre mejores comodidades.
Puede uno poseer todo lo que se puede desear, y permanecer todavía insatisfecho. Si seguimos esclavos del reclamo propagandístico de la televisión, pronto no habrá nadie contento con lo que tiene.
-Esta sociedad necesita como nunca el impacto de hombres y mujeres que sepan vivir con pocas cosas. Creyentes capaces de demostrar que la felicidad no está en acumular bienes.
Alguien que nos recuerde que no somos ricos cuando poseemos muchas cosas, sino cuando sabemos disfrutarlas con sencillez y compartirlas con generosidad. Alguien que nos grite con su vida que un hombre que no sabe amar es un cero colosal, un fracaso total, por muchos que sean sus bienes y sus éxitos.
Quienes viven una vida sencilla y una solidaridad generosa son los que mejor predican hoy la conversión que más necesita nuestra sociedad.

José Antonio Pagola

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