lunes, 10 de octubre de 2011

16/10/2011 - 29º domingo Tiempo ordinario (A)

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Homilias de José Antonio Pagola

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16 de octubre de 2011

29º domingo Tiempo ordinario (A)

EVANGELIO


Pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

+ Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 15-21

En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron:
-«Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
-«Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.»
Le presentaron un denario. Él les preguntó:
_« ¿De quién son esta cara y esta inscripción?»
Le respondieron:
-«Del César.»
Entonces les replicó:
-«Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»
Palabra de Dios.

HOMILIA

2010-2011 -
16 de octubre de 2011


VÍCTIMAS


La pregunta que hacen a Jesús algunos sectores fariseos, confabulados con partidarios de Antipas, es una trampa preparada con astucia para ir preparando un clima propicio para eliminarlo: «¿Es lícito pagar impuesto al César o no?».
Si dice que es lícito, Jesús quedará desprestigiado ante el pueblo y perderá su apoyo: así será más fácil actuar contra él. Si dice que no es lícito, podrá ser acusado de agitador subversivo ante los romanos que, en las fiestas de Pascua ya próximas, suben a Jerusalén para ahogar cualquier conato de rebelión contra el César.
Antes que nada, Jesús les pide que le muestren «la moneda del impuesto» y que le digan de quién es la imagen y la inscripción. Los adversarios reconocen que la imagen es del César como dice la inscripción: Tiberio César, Hijo augusto del Divino Augusto. Pontífice Máximo. Con su gesto, Jesús ha situado la pregunta en un contexto inesperado.
Saca entonces una primera conclusión. Si la imagen de la moneda pertenece al César, «dad al César lo que es del César». Devolvedle lo que es suyo: esa moneda idolátrica, acuñada con símbolos de poder religioso. Si la estáis utilizando en vuestros negocios, estáis ya reconociendo su soberanía. Cumplid con vuestras obligaciones.
Pero Jesús que no vive al servicio del emperador de Roma, sino "buscando el reino de Dios y su justicia" añade una grave advertencia sobre algo que nadie le ha preguntado: «A Dios dadle lo que es de Dios». La moneda lleva la "imagen" de Tiberio, pero el ser humano es "imagen" de Dios: le pertenece sólo a él. Nunca sacrifiquéis las personas a ningún poder. Defendedlas.
La crisis económica que estamos viviendo en los países occidentales no tiene fácil solución. Más que una crisis financiera es una crisis de humanidad. Obsesionados sólo por un bienestar material siempre mayor, hemos terminado viviendo un estilo de vida insostenible incluso económicamente.
No va a bastar con proponer soluciones técnicas. Es necesaria una conversión de nuestro estilo de vida, una transformación de las conciencias: pasar de la lógica de la competición a la de la cooperación: poner límites a la voracidad de los mercados; aprender una nueva ética de la renuncia.
La crisis va a ser larga. Nos esperan años difíciles. Los seguidores de Jesús hemos de encontrar en el Evangelio la inspiración y el aliento para vivirla de manera solidaria. De Jesús escuchamos la invitación a estar cerca de las víctimas más vulnerables: los que están siendo sacrificados injustamente a las estrategias de los mercados más poderosos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2007-2008 - Recreados por Jesús
19 de octubre de 2008

SON DE DIOS, DE NADIE MÁS

A Dios lo que es de Dios.

«Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Pocas palabras de Jesús habrán sido tan citadas como éstas. Y ninguna, tal vez, más distorsionada desde intereses muy ajenos a aquel Profeta que vivió totalmente dedicado, no precisamente al Emperador sino a los olvidados, empobrecidos y excluidos por Roma.
El episodio está cargado de tensión. Los fariseos se han retirado a planear un ataque decisivo contra Jesús. Para ello envían a «unos discípulos»; no vienen ellos mismos; evitan el encuentro directo con Jesús. Ellos son defensores del orden vigente y no quieren perder su puesto privilegiado en aquella sociedad que Jesús está cuestionando de raíz.
Pero, además, los envían acompañados «por unos partidarios de Herodes» del entorno de Antipas. Seguramente, no faltan entre ellos terratenientes y recaudadores encargados de almacenar el grano de Galilea y enviar los tributos al César.
El elogio que hacen de Jesús es insólito en sus labios: «Sabemos que eres sincero y enseñas el camino conforme a la verdad». Todo es una trampa, pero han hablado con más verdad de lo que se imaginan. Es así. Jesús vive totalmente entregado a preparar el «camino de Dios» para que nazca una sociedad más justa.
No está al servicio del emperador de Roma; ha entrado en la dinámica del reino de Dios. No vive para desarrollar el Imperio, sino para hacer posible la justicia de Dios entre sus hijos e hijas. Cuando le preguntan si «es lícito pagar impuesto al César o no», su respuesta es rotunda: «Pagad al Cesar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».
Jesús no está pensando en Dios y el César como dos poderes que pueden exigir cada uno sus derechos a sus súbditos. Como judío fiel, sabe que a Dios le pertenece «la tierra y todo lo que contiene, el orbe y todos sus habitantes» (salmo 24). ¿Qué le puede pertenecer al César, que no sea de Dios? Sólo su dinero injusto.
Si alguien vive enredado en el sistema del César, que cumpla sus «obligaciones», pero si entra en la dinámica del reino de Dios ha de saber que los pobres le pertenecen sólo a Dios, son sus hijos predilectos. Nadie ha de abusar de ellos. Esto es lo que Jesús enseña «conforme a la verdad».
Sus seguidores nos hemos de resistir a que nadie, cerca o lejos de nosotros, sea sacrificado a ningún poder político, económico, religioso ni eclesiástico. Los humillados por los poderosos son de Dios. De nadie más.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
16 de octubre de 2005

LO QUE ES DE DIOS

A Dios lo que es de Dios.

La trampa que tienden a Jesús está bien pensada: «¿Es lícito pagar tributos al César o no?». Si responde negativamente, lo podrán acusar de rebelión contra Roma. Si acepta la tributación, quedará desacreditado ante aquellas gentes que viven en la miseria exprimidas por los impuestos, y a las que él tanto quiere y defiende.
Jesús les pide que le enseñen «la moneda del impuesto». El no la tiene, pues vive como un vagabundo itinerante, sin tierras ni trabajo fijo; hace tiempo que no tiene problemas con los recaudadores. Después les pregunta por la imagen que aparece en aquel denario de plata. Representa a Tiberio y la leyenda decía: «Tiberius Caesar, Divi Augusti Filius Augustus». En el reverso se podía leer: «Pontifex Maximus».
El gesto de Jesús es ya clarificador. Sus adversarios viven esclavos del sistema pues, al utilizar aquella moneda acuñada con símbolos políticos y religiosos, están reconociendo la soberanía del emperador. No es el caso de Jesús que vive de manera pobre pero libre, dedicado a los más pobres y excluidos del imperio.
Jesús añade entonces algo que nadie le ha planteado. Le preguntan por los derechos del César y él les responde recordando los derechos de Dios: «Pagadle al César lo que es del César, pero dad a Dios lo que es de Dios». La moneda lleva la imagen del emperador, pero el ser humano, como lo recuerda el viejo libro del Génesis, es «imagen de Dios». Por eso, nunca ha de ser sometido a ningún emperador. Jesús lo había recordado muchas veces. Los pobres son de Dios. Los pequeños son sus hijos predilectos. El reino de Dios les pertenece. Nadie ha de abusar de ellos.
Jesús no dice que una mitad de la vida, la material y económica, pertenece a la esfera del César, y la otra mitad, la espiritual y religiosa, a la esfera de Dios. Su mensaje es otro: si entramos en el reino, no hemos de consentir que ningún César sacrifique lo que sólo le pertenece a Dios: los hambrientos del mundo, los subsaharianos abandonados en el desierto, los sinpapeles de nuestras ciudades. Que ningún César cuente con nosotros.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2001-2002 – CON FUEGO
20 de octubre de 2002

Título

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José Antonio Pagola

HOMILIA

1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
17 de octubre de 1999

POLÍTICOS CRISTIANOS

Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

Nunca han sido fáciles las relaciones entre fe y política. Tampoco entre la Iglesia y los políticos. A veces, son éstos quienes tratan de utilizar lo religioso para defender su propia causa. Otras, es la Iglesia la que pretende servirse de ellos para sus propios intereses. Y con frecuencia, no se valora debidamente el importante quehacer del político ni se le ayuda a descubrir el papel que la fe puede jugar en su tarea.
Para hacer luz, hemos de comenzar, tal vez, por recordar dos datos ampliamente admitidos por la exégesis actual. Por una parte, el proyecto que pone en marcha Jesús (llamado por él «Reino de Dios») trata de promover una transformación profunda en la convivencia humana y está, por ello, llamado a tener una repercusión política en el sentido amplio y aristotélico de esta palabra, que es promover el bien común en la sociedad.
Pero, por otra parte, Jesús no utiliza el poder para llevar adelante su proyecto y, por ello, se aleja de la «política» en el sentido moderno de la palabra, que es el uso técnico del poder para estructurar la convivencia. El reino de Dios no se impone por el poder, la fuerza o la coacción, sino que penetra en la sociedad por la siembra y la acogida de valores como la justicia, la solidaridad o la defensa de los débiles.
El episodio del tributo al César es iluminador. La respuesta de Jesús dice así: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Es un anacronismo erróneo ver en estas palabras una «separación entre política y religión», como si la primera se ocupara de los problemas terrestres y la segunda sólo de lo espiritual. Su sentido es otro. A Jesús le preguntan por los derechos del César, pero él responde recordando los derechos de Dios por los que nadie le ha preguntado. La moneda imperial lleva la imagen del César, pero el ser humano es «imagen de Dios» y su dignidad de hijo de Dios no debe quedar sometida a ningún César.
El político cristiano no debe utilizar nunca a Dios para legitimar sus posturas partidistas. La fe cristiana no se identifica con ninguna opción partidista, pues los valores evangélicos pueden promoverse desde mediaciones técnicas diversas. Pero esto no significa que se deba arrinconar la fe al ámbito de lo privado. El Evangelio le ofrece al político cristiano una inspiración, una visión de la persona y unos valores que pueden orientar y estimular su quehacer. El gran reto para él es cómo hacer políticamente operativos en la vida pública esos valores que defiendan al ser humano de cuanto le puede deshumanizar.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1995-1996 – SANAR LA VIDA
20 de octubre de 1996

EL DERECHO A LA VERDAD

Enseñar el camino de Dios conforme a la verdad.

No es frecuente en nuestra sociedad defender el derecho de la persona a la verdad. Uno se pregunta por qué no se escuchan gritos de protesta contra la mentira, al menos, con la misma fuerza con que se grita contra la injusticia. ¿Será que no somos conscientes de la mentira que nos envuelve por todas partes? ¿Será que para gritar contra la mentira, la hipocresía y el engaño, es necesario vivir con un mínimo de sinceridad personal?
La mentira es hoy uno de los presupuestos más firmes de nuestra convivencia. El mentir es aceptado como algo necesario, tanto en el complejo mundo del quehacer político como en la «pequeña comedia» de nuestras relaciones personales de cada día.
La persona se ve obligada a pensar, decidir y actuar envuelta en una niebla de mentira y falsedad. Indefensa ante un cerco de falacias, engaños y ambigüedad de los que no es fácil liberarse para moverse con acierto.
¿Cómo saber la «verdad» que se oculta tras las actuaciones de los diversos partidos políticos? ¿Cómo conocer los verdaderos hilos que mueven a los autores de actos terroristas? ¿Cómo descubrir los verdaderos intereses que se encierran tras campañas y acciones que se nos pide defender o rechazar? ¿Cómo actuar con lucidez alimentados por una información parcial e interesada?
Se dirá que la mentira es necesaria para actuar con eficacia en la construcción de una sociedad más libre y justa. Pero, ¿hay alguien que pueda garantizar que estamos haciendo un mundo más humano cuando desde los centros de poder se oculta la verdad, cuando entre nosotros se utiliza la calumnia para destruir al adversario, cuando se obliga a la gente a que sea protagonista de su propia historia desde el engaño y la ignorancia de la verdad real?
El hombre está hecho para vivir en la verdad. Y difícilmente se construirá nada verdaderamente humano sobre la mentira y la falsedad. En el mensaje de Jesús hay una invitación a vivir en la verdad ante Dios, ante uno mismo y ante los demás. « Yo he venido para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»
Es bueno que se escuchen de nuevo en esta sociedad aquellas palabras inolvidables de Jesús, que son un reto y una promesa para todo hombre que busca sinceramente una sociedad más humana: «La verdad os hará libres.» Es así. La mentira no construye una sociedad más democrática ni más liberada. Sólo la verdad, aunque sea despreciada y perseguida, nos llevará a una convivencia más pacificada. Este es el mensaje de Jesús, el hombre que, según sus mismos enemigos «era sincero y enseñaba el camino de Dios conforme a la verdad».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1992-1993 – CON HORIZONTE
17 de octubre de 1993

¿QUE ES CREER EN DIOS?

Enseñas el camino de Dios.

Se habla a veces de manera tan superficial sobre las cuestiones más importantes de la vida, y se opina con tal ignorancia sobre la religión, que hoy se hace necesario aclarar, incluso, las cosas más elementales. Por ejemplo, ¿qué significa creer en Dios?
En el lenguaje ordinario, «creer» puede encerrar significados bastante diferentes. Cuando digo «creo que lloverá», quiero decir que «no sé con certeza, pero sospecho, intuyo.., que lloverá». Cuando digo «te creo», estoy diciendo mucho más: «me fío de ti, creo en lo que tú me dices». Si alguien dice «yo creo en ti», está diciendo todavía algo más: «yo pongo mi confianza en ti, me apoyo en ti». Esta expresión nos acerca ya a lo que vive el que cree en Dios.
Cuando una persona habla «desde fuera», sin conocer por experiencia personal lo que es creer en Dios, piensa, por lo general, que la postura del creyente es, más o menos, ésta: «No sé si Dios existe, y no lo puedo comprobar con certeza, pero yo pienso que sí, que algo tiene que existir.» De la misma manera que uno puede creer que hay vida en otros planetas, aunque no lo pueda saber con seguridad.
Sin embargo, para el que vive desde la fe, «creer en Dios» es otra cosa. Cuando el creyente dice a Dios «yo creo en Ti», está diciendo: «No estoy solo, Tú estás en mi origen y en mi destino último; Tú me conoces y me amas; Tú no me dejarás nunca abandonado, en Ti apoyo mi existencia; nada ni nadie podrá separarme de tu amor y comprensión.» Esta experiencia del creyente tiene poco que ver con la postura del que opina «algo tiene que haber». Es una relación vital con Dios: «Yo vengo de Dios, voy hacia Dios. Mi ser descansa y se apoya en ese Dios que es sólo amor.»
Por eso, para creer, lo decisivo no son las «pruebas» a favor o en contra de la existencia de Dios, sino la postura interior que uno adopta ante el misterio último de la vida. Nuestro mayor problema hoy es no acertar a vivir desde «el fondo» de nuestro ser (Ruysbroeck). Vivimos por lo general, con una «personalidad superficial», separados del «fondo». Y esta pérdida de contacto con lo más auténtico que hay en nosotros, nos impide abrirnos confiadamente a Dios y nos precipita en la soledad interior.
Lo triste es que ese vacío que deja la falta de fe en Dios, no puede ser sustituido con nada. Podemos hacer que nuestra vida sea más agradable poniendo en marcha algunos resortes sicológicos. Pero nada puede aportar la estabilidad y salud interior que experimenta el creyente: «Mi pasado pertenece a la misericordia de Dios, mi futuro está confiado a su amor, sólo queda el presente para vivirlo de manera agradecida.»
Según el relato evangélico, unas gentes se acercan a Jesús con estas palabras: «Sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad.» Esa debería ser hoy una de nuestras tareas: ser sinceros y ayudarnos unos a otros a descubrir el verdadero «camino de Dios».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1989-1990 – NUNCA ES TARDE
21 de octubre de 1990

LA CÁRCEL

A Dios lo que es de Dios.

He estado bastantes veces en el interior de la cárcel de Martutene, compartiendo durante algunas horas con los hombres y mujeres allí internados. Siempre he salido con el ánimo encogido y el corazón lleno de profunda pena.
Uno va dejando atrás las sucesivas galerías con sus puertas y cerrojos, pero no puede olvidar fácilmente esas miradas vacías y cansadas, esos rostros impenetrables y, sobre todo, esos jóvenes casi adolescentes de cuerpo escuálido y envejecido.
¿Quiénes son estos hombres y mujeres? ¿Por qué han venido a parar hasta aquí? ¿Por qué los encerramos así, en estas condiciones? ¿Es esto lo único que les sabemos ofrecer?
Siempre he tenido la impresión de que estos hombres y mujeres son casi siempre víctimas, más que culpables. Seres humanos maltratados por la vida y marginados por una sociedad que primeramente los genera y más tarde los encierra y rechaza de la convivencia, como algo dañino para el resto de los ciudadanos.
Lo sorprendente es constatar que quienes conocen más de cerca el mundo de la prisión no creen en el actual sistema penitenciario como instrumento válido para rehabilitar al delincuente y reinsertarlo en la sociedad.
La cárcel aísla, destruye, desintegra. Es un lugar de sufrimiento innecesario donde no existe ni el clima ni los medios adecuados para ayudar al preso a crecer como persona.
Pero la cárcel sigue y la sociedad sigue arrojando allí a los delincuentes más débiles e indefensos, sin que a nadie preocupe mucho cómo saldrán de ella.
Los presos tratan de hacer oír su voz, pero su palabra está descalificada de antemano. Algunos colectivos gritan su protesta, pero su grito es recibido como parte de una estrategia ideológica. Expertos en criminología hablan de alternativas al sistema carcelario, pero no se dan pasos eficaces.
Por otra parte, se trata de un colectivo demasiado débil para resultar de interés a los partidos, ni siquiera para fines propagandísticos. N o es extraño tampoco que apenas ocupen un lugar apreciable en los presupuestos de una sociedad que olvida siempre a los menos rentables.
Ahí están, tras los muros de cemento y los barrotes de hierro. Aislados, humillados, ofendidos. Apenas interesan a nadie. ¿No hemos de reaccionar nadie ante esta situación? No deberíamos olvidar los cristianos que nunca hay que dar al César lo que es de Dios. Nunca hay que someterse al poder de las estructuras sociales cuando olvidan los derechos inalienables del ser humano.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
18 de octubre de 1987

¿QUE LIBERTAD?

A Dios lo que es de Dios.

Un deseo profundo de libertad personal y social late con fuerza en el hombre contemporáneo. Todos defienden hoy la libertad como algo indiscutible, aunque difícilmente se ponen de acuerdo a la hora de decidir qué es la libertad y cuál es su verdadero contenido.
A bastantes, la palabra misma «libertad” les sugiere un clima de facilidad, abandono y despreocupación. Olvidan que ser libre exige asumir aquellas renuncias y sacrificios que son absolutamente necesarios para crecer como persona.
De hecho, este olvido está llevando hoy a bastantes jóvenes a una total inmadurez. Dicen ser libres. Piensan que hacen lo que quieren. Pero, en realidad, están totalmente en manos de fuerzas y de instintos que no son ellos mismos.
Para otros, libertad significa arbitrariedad, anarquía, ruptura de toda normal moral, rechazo de toda fe en Dios. Olvidan que el hombre necesita orientación y sentido para poder hacer un proyecto de sí mismo, para esforzarse activamente en la construcción de su propio destino y para asumir su propia responsabilidad.
Cuando uno arrincona todo esto como algo ridículo y desfasado, puede creerse muy “liberado», pero corre el riesgo de terminar viviendo sin ideal alguno, sin aspiraciones profundas, sin fidelidad alguna, al aire de la última moda.
Otros piensan que conservar la propia libertad es vivir de manera independiente, preocupados exclusivamente de los propios intereses, sin crear ningún lazo o dependencia que nos obligue a ocuparnos de los demás. Olvidan que el ser humano sólo puede disfrutar gozosamente de la vida cuando acierta a vivir en comunión y amistad con los otros.
Cuántas personas que se creen libres e independientes viven esclavas de sus propios egoísmos y frustraciones, atrapadas por su propia mediocridad, sin conocer las posibilidades de crecimiento que da el vivir generosamente el amor y la amistad.
No son pocos los que piensan que conquistar la libertad es liberarse de esquemas, tradiciones y «tabúes» del pasado. Olvidan que lo decisivo no es nunca «liberarse de» sino “liberarse para» vivir algo que nos haga crecer como personas.
Si no es así, la persona supuestamente “liberada” cae en nuevas servidumbres y convencionalismos, sin descubrir todavía su propia vocación y sus aspiraciones más hondas.
El creyente descubre precisamente en su adhesión a Dios la fuente más genuina de libertad. Quien sabe vivir en obediencia filial al Padre se libera de todo ídolo, todo «césar», todo señor que pueda esclavizarlo.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
21 de octubre de 1984

SOMOS DE DIOS

A Dios lo que es de Dios.

Pocas frases de Jesús han sido objeto de interpretaciones más interesadas e, incluso, de manipulaciones como ésta que escuchamos en el evangelio de hoy: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».
Estas palabras de Jesús han sido utilizadas para establecer una frontera clara entre lo político y lo religioso y defender así la autonomía absoluta del estado ante cualquier interpelación hecha desde la fe.
Según esta interpretación, Jesús habría colocado al hombre, por una parte, ante unas obligaciones de carácter cívico-político y, por otra, ante una interpelación religiosa. Como si el hombre tuviera que responder de los asuntos socio-políticos ante el poder político y de los asuntos religiosos ante Dios.
Ha sido G. Bornkamm quien, con claridad, ha ahondado en el verdadero sentido de la sentencia de Jesús.
El acento de las palabras de Jesús está en la parte final. Le han preguntado insidiosamente por el problema de los tributos y Jesús resuelve prontamente el problema. Si manejan moneda que pertenece al césar, habrán de someterse a las consecuencias que ello implica. Pero Jesús introduce una idea nueva que no aparecía en la pregunta de los adversarios.
De forma inesperada, introduce a Dios en el planteamiento. La imagen de la moneda pertenece al césar, pero los hombres no han de olvidar que llevan en sí mismos la imagen de Dios y, por lo tanto, sólo le pertenecen a El.
Es entonces cuando podemos captar el pensamiento de Jesús. «Dad al césar lo que le pertenece a él, pero no olvidéis que vosotros mismos pertenecéis a Dios».
Para Jesús, el césar y Dios no son dos autoridades de rango semejante que se han de repartir la sumisión de los hombres. Dios está por encima de cualquier césar y éste no puede nunca exigir lo que pertenece a Dios.
En unos tiempos en que crece el poder del estado de manera insospechada y a los ciudadanos les resulta cada vez más difícil defender su libertad en medio de una sociedad burocrática donde casi todo está dirigido y controlado perfectamente, los creyentes no hemos de dejarnos robar nuestra conciencia y nuestra libertad por ningún poder.
Hemos de cumplir con honradez nuestros deberes ciudadanos, pero no hemos de dejarnos modelar ni dirigir por ningún poder que nos enfrente con las exigencias fundamentales de la fe.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1980-1981 – APRENDER A VIVIR
18 de octubre de 1981

A DIOS LO QUE ES DE DIOS

A Dios, lo que es de Dios.

Pocas frases del evangelio habrán sido tan manipuladas como ésta que escuchamos hoy de labios de Jesús: «Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios».
Son muchos los que se han servido de ella para levantar una separación total entre la religión y la vida política. De esta manera, la religión quedarla arrinconada al ámbito de lo individual y privado, sin incidencia alguna en la vida social.
Como si Jesús hubiera puesto en el mismo plano a Dios y al César, como dos autoridades que hubiera que colocar al mismo nivel, cada una de ellas con sus exigencias propias de carácter absoluto.
El pensamiento de Jesús es bien diferente. Es necesario distinguir los diversos ámbitos que constituyen la vida del hombre, y atribuirle a cada uno su propia competencia. Pero Jesús no reconoce ningún derecho divino a nada ni a nadie que no sea el Padre.
No se debe dar a ningún césar lo que es de Dios. Ningún poder humano puede pretender exigencias absolutas sobre el hombre. Hay que dar a Dios lo suyo, y no sólo en el ámbito privado e individual sino también en la vida social y política.
J. B. Metz ha sacudido estos últimos años nuestra conciencia, haciéndonos ver el riesgo de estar viviendo en Europa no la fe cristiana nacida del evangelio sino «una religión puramente burguesa».
La sociedad burguesa europea ha sabido «domesticar», en gran parte, la fe cristiana eludiendo sus exigencias sociales ms radicales, y convirtiéndola en «una religión privada».
Inconscientemente, la santidad ha sido concebida como «un ideal estrictamente privado que uno persigue para sí mismo», pero sin incidencia especial en el contexto social y político.
De esta manera, la religión con sus prácticas de piedad individual se convierte en «coartada religiosa» y tranquilizante para una vida social, económica y política que discurre al margen de las exigencias del evangelio.
Entonces, ya no es la religión la que transforma la sociedad, sino que es la sociedad burguesa la que acomoda la religi6n. a sus intereses y conveniencias. El hombre no escucha las exigencias de Dios, sino que se sirve de la religión cuando la «necesita».
Esta sociedad nuestra necesita recordar que es el hombre el que esta en juego en la política y en la economía. Y donde está en juego el hombre, hay que escuchar siempre las exigencias absolutas de Dios por encima de cualquier otro interés del césar de turno.
No se puede arrinconar a Dios al mundo de lo privado para no escuchar su voz que nos pide preocuparnos del hermano.

José Antonio Pagola

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