El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
12º domingo Tiempo ordinario (A)
EVANGELIO
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Lectura del santo evangelio según san Mateo 10,26-33
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a
descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse.
Lo que os digo de noche decidlo en pleno día,
y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los
que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede
destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos
cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro
Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso,
no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones.
Si uno se pone de mi parte ante los hombres,
yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega
ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo».
Palabra de Dios.
HOMILIA
2016-2017 -
25 de junio de 2017
NUESTROS
MIEDOS
Cuando nuestro corazón no está
habitado por un amor fuerte o una fe firme, fácilmente queda nuestra vida a
merced de nuestros miedos. A veces es el miedo a perder prestigio, seguridad,
comodidad o bienestar lo que nos detiene al tomar las decisiones. No nos
atrevemos a arriesgar nuestra posición social, nuestro dinero o nuestra pequeña
felicidad.
Otras veces nos paraliza el miedo
a no ser acogidos. Nos atemoriza la posibilidad de quedarnos solos, sin la
amistad o el amor de las personas. Tener que enfrentarnos a la vida diaria sin
la compañía cercana de nadie.
Con frecuencia vivimos
preocupados solo de quedar bien. Nos da miedo hacer el ridículo, confesar
nuestras verdaderas convicciones, dar testimonio de nuestra fe. Tememos las
críticas, los comentarios y el rechazo de los demás. No queremos ser
clasificados. Otras veces nos invade el temor al futuro. No vemos claro nuestro
porvenir. No tenemos seguridad en nada. Quizá no confiamos en nadie. Nos da
miedo enfrentarnos al mañana.
Siempre ha sido tentador para los
creyentes buscar en la religión un refugio seguro que nos libere de nuestros
miedos, incertidumbres y temores. Pero sería un error ver en la fe el
agarradero fácil de los pusilánimes, los cobardes y asustadizos.
La fe confiada en Dios, cuando es
bien entendida, no conduce al creyente a eludir su propia responsabilidad ante
los problemas. No le lleva a huir de los conflictos para encerrarse cómodamente
en el aislamiento. Al contrario, es la fe en Dios la que llena su corazón de
fuerza para vivir con más generosidad y de manera más arriesgada. Es la
confianza viva en el Padre la que le ayuda a superar cobardías y miedos para
defender con más audacia y libertad el reino de Dios y su justicia.
La fe no crea hombres cobardes,
sino personas resueltas y audaces. No encierra a los creyentes en sí mismos,
sino que los abre más a la vida problemática y conflictiva de cada día. No los
envuelve en la pereza y la comodidad, sino que los anima para el compromiso.
Cuando un creyente escucha de
verdad en su corazón las palabras de Jesús: «No tengáis miedo», no se siente
invitado a eludir sus compromisos, sino alentado por la fuerza de Dios para
enfrentarse a ellos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2013-2014 -
Fecha
Título
---
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 -
Fecha
Título
---
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 - Recreados por
Jesús
22 de junio de 2008
SIN MIEDO
El recuerdo de la ejecución de
Jesús estaba todavía muy reciente. Por las comunidades cristianas circulaban
diversas versiones de su Pasión. Todos sabían que era peligroso seguir a
alguien que había terminado tan mal. Se recordaba una frase de Jesús: «El
discípulo no está por encima de su maestro». Si a él le han llamado Belcebú,
¿qué no dirán de sus seguidores?
Jesús no quería que sus
discípulos se hicieran falsas ilusiones. Nadie puede pretender seguirle de
verdad, sin compartir de alguna manera su suerte. En algún momento, alguien lo
rechazará, maltratará, insultará o condenará. ¿Qué hay que hacer?
La respuesta le sale a Jesús
desde dentro: «No les tengáis miedo». El miedo es malo. No ha de paralizar
nunca a sus discípulos. No han de callarse. No han de cesar de propagar el
mensaje de Jesús por ningún motivo.
Jesús les va a explicar cómo han
de situarse ante la persecución. Con él ha comenzado ya la revelación de la
Buena Noticia de Dios. Deben confiar. Lo que todavía está «encubierto» y
«escondido» a muchos, un día quedará patente: se conocerá el Misterio de Dios,
su amor al ser humano y su proyecto de una vida más feliz para todos.
Los seguidores de Jesús están
llamados a tomar parte activa desde ahora en ese proceso de revelación: «Lo que
yo os digo de noche, decidlo en pleno día». Lo que les explica al anochecer,
antes de retirarse a descansar, lo tienen que comunicar sin miedo «en pleno
día». «Lo que yo os digo al oído, pregonadlo desde los tejados». Lo que les
susurra al oído para que penetre bien en su corazón, lo tienen que hacer
público.
Jesús insiste en que no tengan
miedo. «Quien se pone de mi parte», nada ha de temer. El último juicio será
para él una sorpresa gozosa. El juez será «mi Padre del cielo», el que os ama
sin fin. El defensor seré yo mismo, que «me pondré de su parte». ¿Quién puede
infundirnos más esperanza en medio de las pruebas?
Jesús imaginaba a sus seguidores
como un grupo de creyentes que saben «ponerse de su parte» sin miedo. ¿Por qué
somos tan poco libres para abrir nuevos caminos más fieles a Jesús? ¿Por qué no
nos atrevemos a plantear de manera sencilla, clara y concreta lo esencial del
evangelio?
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
19 de junio de 2005
LIBERAR
DEL MIEDO
No
tengáis miedo.
Las fuentes cristianas presentan
a Jesús enteramente dedicado a liberar a la gente del miedo. Le apenaba ver a
las personas aterrorizadas por el poder de Roma, intimidadas por las amenazas
de los maestros de la ley, distanciadas de Dios por el miedo a su ira,
culpabilizadas por su poca fidelidad a la ley. De su corazón, lleno de Dios,
sólo podía brotar un deseo: «No tengáis
miedo». Son palabras de Jesús que se repiten una y otra vez en los
evangelios. Las que más se deberían repetir en su Iglesia.
El miedo se apodera de nosotros
cuando en nuestro corazón crece la desconfianza, la inseguridad o la falta de
libertad interior. Este miedo es el problema central del ser humano y sólo nos
podemos liberar de él, enraizando nuestra vida en un Dios que sólo busca
nuestro bien.
Así lo veía Jesús. Por eso, se
dedicó, antes que nada, a despertar la confianza en el corazón de las personas.
Su fe profunda y sencilla era contagiosa: «Si
Dios cuida con tanta ternura a los gorriones del campo, los pájaros más
pequeños de Galilea, ¿cómo no os va a cuidar a vosotros? Para Dios sois más
importantes y queridos que todos los pájaros del cielo». Un cristiano de la
primera generación recogió bien su mensaje: «Descargad
en Dios todo agobio, que a él le interesa vuestro bien».
Con qué fuerza hablaba Jesús a
cada enfermo: «Ten fe. Dios no se ha
olvidado de ti». Con qué alegría los despedía cuando los podía ver curados:
«Vete en paz. Vive bien». Era su gran
deseo. Que la gente viviera con paz, sin miedos ni angustias: «No os juzguéis, no os condenéis mutuamente,
no os hagáis daño. Vivid de manera amistosa».
Son muchos los miedos que hacen
sufrir en secreto a las personas. El miedo hace daño, mucho daño. Donde crece
el miedo, se pierde de vista a Dios y se ahoga la bondad que hay en el corazón
de las personas. La vida se apaga, la alegría desaparece.
Una comunidad de seguidores de
Jesús debe ser, antes que muchas otras cosas, un lugar donde la gente se libera
de sus miedos y aprende a vivir confiando en Dios. Una comunidad donde se
respira una paz contagiosa y se vive una amistad entrañable que hacen posible
escuchar hoy la llamada de Jesús: «No
tengáis miedo».
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
23 de junio de 2002
CONFIAR
No
tengáis miedo.
Nuestro corazón está lleno de
inquietudes, miedos e inseguridades. El poeta alemán Rainer María Rilke
aconseja que hemos de tener paciencia con todo cuanto queda aún por resolver en
nuestros corazones, pero lo cierto es que nuestro ser busca un descanso, una
serenidad y armonía que dificilmente pueden proporcionar unas buenas
vacaciones.
Estoy convencido de que la
experiencia de Dios tal como se ofrece y comunica en Jesús puede contribuir a
conocer la paz y el sosiego, pero esta experiencia es absolutamente personal.
Cada uno ha de escuchar la llamada de Jesús: «No tengáis miedo, no hay comparación entre vosotros y los gorriones».
Tal vez, lo primero es detenernos
en experimentar a Dios sólo como amor. Todo lo que nace de él es amor. De él
sólo nos llega vida, paz y bien. Yo me puedo apartar de él y olvidar su amor,
pero él no cambia. El cambio se produce sólo en mí. Él nunca deja de amarme.
Hay algo todavía más conmovedor.
Puedo gozar meditando que Dios me ama incondicionalmente, tal como soy. No
tengo que ganarme su amor. No tengo que conquistar su corazón. No tengo que
cambiar ni crecer ni ser bueno para ser amado por él. Más bien, sabiendo que me
ama así, puedo cambiar, crecer y ser mejor.
Puedo ahora pensar en mi vida.
¿Qué me pide Dios?, ¿qué espera de mí? Sólo que aprenda a amar. No sé en qué
circunstancias me puedo encontrar y qué decisiones tendré que tomar, pero Dios
sólo espera de mí que ame a las personas y busque su bien, que me ame a mí
mismo y me trate bien, que ame la vida y me esfuerce por hacerla siempre más
digna y más humana para todos. Que sea sensible al amor. Amando acertaré.
Hay algo que no debo olvidar.
Nunca estaré solo. Todos «vivimos, nos
movemos y existimos» en Dios. El será siempre esa presencia comprensiva y
exigente que necesito, esa mano fuerte que me sostendrá en la debilidad, esa
luz que me guíará por sus caminos. Él me invitará siempre a caminar y decir
«Sí» a la vida. Un día, cuando termine mi peregrinación por este mundo,
conoceré junto a Dios la paz y el descanso, la vida y la libertad.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
20 de junio de 1999
CONFIAR
No
tengáis miedo a los que matan el cuerpo.
En todas las épocas ha habido
«profetas de desgracias» dedicados a anunciar toda clase de males para el
futuro. También hoy aparecen aquí o allá personas poco equilibradas que
profetizan catástrofes y desgracias —incluso el fin del mundo—, tal vez porque
ellos mismos viven su vida como catástrofe y proyectan sobre el mundo sus
propios deseos destructivos.
Estos falsos profetas pueden
tocar un punto sensible en el alma frágil de algunos, pero no son los más
peligrosos. Mayor daño hacen quienes constantemente van destilando su pesimismo
envenenando la vida cotidiana con su visión sombría y sus pronósticos
pesimistas.
El creyente no se hace ilusiones
sobre la situación del mundo. No se engaña «resolviendo» los problemas desde
una fe ingenua. Conoce la fuerza del mal, pero su fe en Dios le ayuda a no
olvidar que el mundo no está abandonado a su desgracia. Más allá de los
titulares de la prensa y los datos de las estadísticas, el creyente ve la
realidad en su hondura última que es la salvación que viene de Dios.
Ésta es la confianza fundamental
que Jesús quiere transmitir a sus discípulos: «No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el
alma.» Es cierto que la vida está llena de experiencias negativas y la fe
no ofrece recetas mágicas para resolver los problemas. Pero la existencia del
ser humano está en manos de Dios. Sólo en El está nuestra salvación de la
muerte y del fracaso final.
Esta fe robusta en Dios no lleva
a la evasión o la pasividad. Se traduce, por el contrario, en coraje para tomar
decisiones y asumir responsabilidades. Conduce a afrontar riesgos y aceptar
sacrificios para ser fiel a sí mismo y a la propia dignidad. Lo propio del
verdadero creyente no es la cobardía y la resignación, sino la audacia y la
creatividad.
Otra consecuencia de la confianza
en Dios es la paciencia, ese arte de asumir la adversidad y resistir a la
agresividad del mal sin perder la propia dignidad ni destruirse. La palabra «paciencia» en el primitivo lenguaje
griego de las primeras comunidades cristianas se dice «hypomone», y significa literalmente «permanecer en pie» soportando el mal de cada día. Esa es la
actitud secreta de quien pone su confianza última en Dios.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
23 de junio de 1996
NIHILISMO
No
tengáis miedo.
El nihilismo es uno de los rasgos
fundamentales de nuestro tiempo. Heidegger
lo considera «la esencia de la historia occidental europea». Estamos
finalizando un siglo que sabe lo que deja atrás como algo acabado, pero no
parece tener claro hacia dónde se encamina. Todo está en crisis. Nada se
sostiene.
Es clarificador analizar el
lenguaje de este final de milenio en sus diversas variantes. Se habla de postcristianismo, postmoralismo, postmodernismo...; todo lo que parecía seguro queda
superado. Se habla de la «muerte de Dios», el «final de la historia», el «ocaso
del progreso», la «crisis de la razón»...; todo parece desvanecerse: conceptos,
valores, principios e ideales.
Se produce así una sensación de
vacío que se traduce en desorientación y sinsentido. Muchos ven en este vacío
el signo más palpable de una época decadente. Otros, sin embargo, lo consideran
como una experiencia profundamente humana que sacude e inquieta hoy a la humanidad,
pero puede ser precisamente lo que la ponga en movimiento hacia una verdad más
honda. La vida tiene también sus noches en las que se nos invita a buscar luz,
sentido y orientación.
La caída de las grandes ideas,
sistemas y creencias en las que, tal vez, buscaba una falsa seguridad, le
obliga hoy al hombre moderno a colocarse de nuevo ante el misterio de la
existencia desde su debilidad radical. Como insiste G. Amengual, todo está invitando hoy a la razón a que deje de ser
«dominante» y prepotente para hacerse «acogedora» al misterio.
En contra de lo que muchos puedan
pensar, se está abriendo tal vez un espacio nuevo para el despertar de la
verdadera fe. No hemos de olvidar que la fe no nace del esfuerzo de la razón ni
es la conclusión de una investigación o el resultado de una argumentación. Para
creer, lo importante es dejarse interrogar, ser receptivo, saber escuchar el
misterio. Dios no es un problema que hemos de resolver, sino un interrogante
que hemos de escuchar.
El gran riesgo de la razón es
atrincherarse en sus propias ideas, creerse en posesión de toda la verdad,
encerrarse en la arrogancia intelectual, defenderse de lo que puede cuestionar
de raíz nuestra existencia. La fe, por el contrario, nace en quien tiene un
corazón receptivo, que se abre con honestidad a toda llamada. Creer es siempre,
de alguna manera, confiar en Dios.
El evangelio es una llamada
permanente a esta confianza radical en Dios. Nuestra vida está en manos del
Padre. «No tengáis miedo», Dios que
cuida de los pájaros del campo se preocupa de cada ser humano.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
20 de junio de 1993
CONFIANZA
No
tengáis miedo a los hombres.
Hablamos a veces con tanta
ligereza de lo religioso que terminamos por olvidar que Dios es siempre un Dios
oculto y silencioso, un Dios cuyo misterio último siempre nos supera y
trasciende. Pero Dios es Dios. Presencia silenciosa y gratuita de la que no
podemos disponer y a la que no podemos manipular a nuestro antojo. Por eso, no
se puede propiamente probar la existencia de Dios con argumentos racionales,
como no se puede tampoco probar su no existencia.
Ni el creyente ni el ateo pueden
justificar científicamente sus respectivas posturas. El creyente cree que hay Dios, pero no puede probar
su fe. El ateo cree que no hay, pero
tampoco puede verificar su ateísmo. Los dos caminan a oscuras, envueltos en el
misterio último de la vida.
Este misterio con el que nos
topamos los hombres de todos los tiempos obliga a tomar una actitud, la más
radical y decisiva de todas, pues de ella depende en gran parte la orientación
de nuestra vida. Las posturas pueden ser diferentes.
El misterio puede llevar al
ateísmo. Al no poder comprobar la existencia de Dios como se comprueban otras
cosas de nuestro mundo, uno puede llegar a la conclusión de que Dios no existe.
Los hombres estamos solos. La existencia termina donde termina nuestra
capacidad de entender y verificar. No hay más. Fuera de lo que nosotros
captamos no hay sino vacío y nada.
El misterio puede llevar, por el
contrario, a una postura religiosa de abandono y acogida, pero sin un encuentro
personal con Dios. Es la experiencia de las religiones orientales. El individuo
se sumerge en el misterio buscando la profundidad del ser, pero no invoca a un
Dios personal. No se comunica con nadie, no se confía a un Padre. Sencillamente
se abandona al misterio. No es Dios el que salva al hombre. Es el individuo el
que se redime a sí mismo abismándose en la profundidad de su ser.
Pero el misterio puede también
despertar en el corazón humano la invocación a un Dios personal. Es la postura
del cristiano que se abandona confiado a un Dios sentido como Padre. Esta es la
mayor originalidad y el mayor atrevimiento del cristianismo. El cristiano no
sólo se abandona al misterio, sino que se confía a un Padre. Se sabe amado,
comprendido, perdonado y acogido por un Dios que es Padre.
Esta es la revelación nuclear que
se nos ofrece en Jesucristo. No estamos huérfanos. El silencio de Dios en
nuestras vidas no significa su ausencia. Se puede confiar en Dios incluso en el
momento del silencio supremo de la muerte. Esta confianza radical en un Dios
Padre es el rasgo más característico del cristiano. Si lo olvida, deja de
serlo. Por eso, la vida del que cree en Jesucristo se concluye siempre con un
acto de confianza total. «En Ti, Señor,
confié, no me veré defraudado para siempre.»
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
Fecha
¿AGNÓSTICOS?
Si uno me
niega ante los hombres...
Pocos nos han ayudado tanto como Chnstian Chabanis a conocer la actitud
concreta del hombre contemporáneo ante el problema de Dios. Sus famosas
entrevistas son documentos imprescindibles para saber qué piensan hoy los
científicos y pensadores más reconocidos acerca de Dios.
A los pocos meses de su muerte,
se ha publicado ahora un hermoso libro, «Obsession
de Dieu» donde se recogen sus experiencias e impresiones personales en este
debate sobre Dios.
Chabanis nos
confiesa que, cuando inició sus entrevistas a los ateos más prestigiosos de
nuestros días, pensaba encontrar en ellos un ateísmo riguroso y bien fundado.
En realidad descubrió que, tras graves profesiones de lucidez y honestidad
intelectual, se escondía con frecuencia una ausencia de «búsqueda de verdad
absoluta y una profesión de fe fácil en el progreso, la ciencia o el porvenir
del hombre».
No sorprende demasiado la
constatación del escritor francés, pues algo semejante sucede entre nosotros.
La mayoría de las personas que renuncian a creer en Dios, lo hacen sin haber
vivido proceso alguno de búsqueda.
Pienso, sobre todo, en tantos
hombres y mujeres que se confiesan agnósticos, a veces de manera ostentosa,
cuando en realidad están lejos de un verdadero agnosticismo.
El agnóstico es una persona que
se plantea el problema de Dios y, al no encontrar razones suficientes para
creer en El, suspende el juicio. El agnosticismo es, pues, una búsqueda que
termina en frustración. Sólo después de haber buscado, adopta el agnóstico la
postura que ¡uzga más honrada: «No sé si existe Dios. Yo no encuentro razones
ni para creer ni para no creer».
La postura más extendida hoy
consiste más bien en desentenderse de la cuestión de Dios, no preocuparse del
sentido último de la existencia. Muchos de los que se llaman agnósticos son, en
realidad, personas que no buscan. Vidas «sin voluntad de verdad real», que
diría X. Zubiri.
Les resulta indiferente que Dios
exista o no exista, que la vida tenga un sentido último o no. A ellos les basta
con «dejarse vivir», abandonarse «a lo que fuere», sin ahondar en la raíz de
las cosas y de la vida.
¿Es ésa la postura más humana
ante la realidad? ¿Se puede presentar como progresista una vida en la que está
ausente la voluntad de buscar la verdad última de todo?
La pregunta radical de Jesús a
los discípulos nos sigue interpelando a todos: «¿Qué buscáis?». Hacerse persona
es buscar. Hacerse creyente es buscar a Dios como el sentido y fundamento de
todo. La actitud menos humana y menos creyente es la despreocupación frívola de
quien no busca la verdad real.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
21 de junio de 1987
MANUAL DE
INSTRUCCIONES
No hay comparación entre vosotros y los gorriones
El mayor problema de muchas
personas es que han recibido el regalo de la vida pero desconocen las
instrucciones para su buen funcionamiento.
Su problema se hace todavía más
agudo en una sociedad que ofrece “un manual de instrucciones», en muchos casos,
absolutamente disparatado.
Algo asf como si, al estrenar
coche, se nos entregaran para su uso y mantenimiento instrucciones tan absurdas
como éstas: “Para alimentar el motor, échesele agua». «En caso de mal
funcionamiento en el carburador, limpie bien los ceniceros y alfombras». «Para
obtener un frenado más seguro, encienda la calefacción”.
Sin embargo, son convicciones y
pautas de conducta tan habituales y comunes que seguirlas nos parece lo más
sensato y juicioso, sin advertir que son precisamente la fuente más importante
de muchas de nuestras desdichas, frustraciones y miedos.
¿Cómo dudar, por ejemplo, de esa
convicción tan arraigada en nosotros y que constantemente dirige nuestra
conducta con esta consigna: “Si no tienes éxito, no vales»?
Creemos que para lograr la estima
y aprobación de los demás e, incluso, la nuestra propia, hemos de lograr el
éxito en todo lo que emprendemos.
Programados de manera tan
equivocada, ya no podemos sentirnos bien si no lo logramos. Nos torturamos a
nosotros mismos siempre que fracasamos en algo. Cualquier contratiempo nos
llena de irritación y nos deprime.
Creemos que, para valer, hemos de
poseer cosas, dominar personas, acumular éxitos. Y si son otros los que lo
logran, una envidia secreta y casi inconsciente llena de tristeza nuestra vida
entera.
No nos damos cuenta de que,
buscando nuestra dignidad fuera de nosotros mismos y desconectados de la fuente
auténtica del ser, nuestro vivir diario queda cada vez más amenazado.
Vivimos ciegos, sin valorar el
inmenso regalo de la vida que palpita en nosotros. Sin sospechar lo que valemos
ni disfrutar de lo que somos, sin necesidad de que le añadamos éxito o logro a
nuestro ser.
Lo que en nosotros vale es esa
vida que brota de Dios y hacia Dios se dirige. Lo que somos ante ese Padre que
cuida y alienta con su amor todo nuestro ser.
Esa es la convicción de Jesús:
«No tengáis miedo... Tenéis un Padre... Vosotros valéis mucho más que los
gorriones que El cuida”.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
Fecha
NUESTROS
MIEDOS
No
tengáis miedo.
Cuando nuestro corazón no está
habitado por un amor fuerte o una fe firme, fácilmente queda nuestra vida a
merced de diferentes miedos.
Muchas veces, el miedo a perder
prestigio, seguridad, comodidad o bienestar, nos detiene al tomar nuestras
decisiones. No nos atrevemos a arriesgar nuestra posición social, nuestro
dinero o nuestra pequeña felicidad.
Otras veces, nos paraliza el
miedo a no ser acogidos. Nos aterroriza la posibilidad de quedarnos solos, sin
la amistad o el amor de las personas. Tener que enfrentarnos a la vida diaria
sin la compañía cercana de nadie.
Con frecuencia, vivimos
preocupados sólo de quedar bien. Nos da miedo hacer el ridículo, confesar
nuestras verdaderas convicciones, dar testimonio de nuestra fe. Tememos las
críticas, los comentarios y el rechazo de los demás. No queremos ser
clasificados.
A veces nos invade el temor al
futuro. No vemos claro nuestro porvenir. No tenemos seguridad en nada. No
confiamos quizás en nadie. Nos da miedo enfrentarnos al mañana.
Siempre ha sido una tentación
para los creyentes buscar en la religión un refugio seguro que los libere de
sus miedos, incertidumbres y temores. Pero sería una equivocación ver en la fe
el agarradero fácil de los pusilánimes, los cobardes y asustadizos.
La fe confiada en Dios, cuando es
bien entendida, no conduce al creyente a eludir su propia responsabilidad ante
los problemas. No le lleva a huir de los conflictos para encerrarse cómodamente
en el aislamiento.
Al contrario, es la fe en Dios la
que llena su corazón de fuerza para vivir con más generosidad y de manera más
arriesgada. Es la confianza viva en el Padre la que le ayuda a superar
cobardías y miedos para defender con más audacia y libertad a los que son
injustamente maltratados en esta sociedad.
La fe no crea hombres cobardes
sino personas más resueltas y audaces. No encierra a los creyentes en sí mismos
sino que los abre más a la vida problemática y conflictiva de cada día. No los
envuelve en la pereza y la comodidad sino que los anima para el compromiso.
Cuando un creyente escucha de
verdad en su corazón las palabras de Jesús: «No tengas miedo», no se siente
invitado a eludir sus compromisos sino penetrado por la fuerza de Dios para
enfrentarse a ellos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
21 de junio de 1981
NO AL
MIEDO
No
tengáis miedo.
No es pecar de dramatismo el
constatar que crece entre nosotros el
miedo social, la sospecha de todo, la inseguridad y la necesidad de
defenderse y buscar cada uno su salida en la vida.
La vida está cada vez más difícil
o, al menos, así lo percibe mucha gente que se siente amenazada de muchas
maneras y no ve claro el futuro.
En nuestra sociedad hay miedo. Y
no se trata sólo de grupos terroristas que desde intereses y posturas
ideológicas muy distintas se esfuerzan por crear un clima de miedo e
inestabilidad que favorece a sus proyectos políticos.
El miedo social es algo más
profundo. Es la impresión casi imperceptible, pero real, de que las
instituciones sociales políticas y económicas existentes no son capaces de
resolver los problemas actuales.
Este miedo no se manifiesta
siempre de la misma manera ni tiene los mismos efectos en todos.
Hay quienes sienten necesidad de
consumir más para sentirse más protegidos, y de lanzarse a una vida de
divertimiento que les permita olvidar los problemas de cada día.
Hay quienes caen en la pasividad,
la resignación y el desencanto, pues se sienten dominados por una sensación de
impotencia, al tener muy pocas posibilidades de protagonismo en una sociedad
tan compleja y tan sometida al interés de los privilegiados.
No faltan quienes, acobardados
ante el riesgo que supone una mayor libertad social, desean volver a
situaciones más dictatoriales y anhelan un Estado fuerte, defensor de un orden
rígido y seguro.
Es posible también que un número
no pequeño de personas busquen en la religión la seguridad que no encuentran en
otra parte. Ahora bien, cuando lo que nos empuja a lo religioso es el deseo de
seguridad y no la búsqueda de sentido, la fe corre el riesgo de ser mal
entendida e incluso manipulada.
El miedo hace imposible la
construcción de una sociedad más humana. Pero la superación del miedo no es
sólo ni principalmente cuestión de buena voluntad.
El hombre necesita descubrir una
esperanza definitiva y una fuerza que dé sentido a su luchar diario. Necesita
encontrar un principio perenne de nuevas posibilidades, una razón para vivir,
una confianza para morir.
El que ha comprendido a
Jesucristo, entiende sus palabras: «No
tengáis miedo». Pues la fe es quizás antes que nada, fuerza contra todo
miedo y osadía para seguir creyendo en el futuro del hombre desde un compromiso
humilde y desde una confianza ilimitada en el Padre de todos.
José Antonio Pagola
Para
ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
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