lunes, 19 de agosto de 2013

25/08/2013 - 21º domingo Tiempo ordinario (C)

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Homilias de José Antonio Pagola

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José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.


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25 de agosto de 2013

21º domingo Tiempo ordinario (C)


EVANGELIO

Vendrán de Oriente y Occidente, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios.

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 13,22-30

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.
Uno le preguntó:
- Señor, ¿serán pocos los que se salven?
Jesús les dijo:
- Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo. «Señor, ábrenos» y él os replicará: «No sé quiénes sois». Entonces comenzaréis a decir: «Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas». Pero él os replicará: «No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados».
Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios.
Mirad: hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2012-2013 -
25 de agosto de 2013

CONFIANZA,SÍ.FRIVOLIDAD,NO

La sociedad moderna va imponiendo cada vez con más fuerza un estilo de vida marcado por el pragmatismo de lo inmediato. Apenas interesan las grandes cuestiones de la existencia. Ya no tenemos certezas firmes ni convicciones profundas. Poco a poco, nos vamos convirtiendo en seres triviales, cargados de tópicos, sin consistencia interior ni ideales que alienten nuestro vivir diario, más allá del bienestar y la seguridad del momento.
Es muy significativo observar la actitud generalizada de no pocos cristianos ante la cuestión de la “salvación eterna” que tanto preocupaba solo hace pocos años: bastantes la han borrado sin más de su conciencia; algunos, no se sabe bien por qué, se sienten con derecho a un “final feliz”; otros no quieren recordar experiencias religiosas que les han hecho mucho daño.
Según el relato de Lucas, un desconocido hace a Jesús una pregunta frecuente en aquella sociedad religiosa: “¿Serán pocos los que se salven?” Jesús no responde directamente a su pregunta. No le interesa especular sobre ese tipo de cuestiones estériles, tan queridas por algunos maestros de la época. Va directamente a lo esencial y decisivo: ¿cómo hemos de actuar para no quedar excluidos de la salvación que Dios ofrece a todos?
“Esforzaos en entrar por la puerta estrecha”. Estas son sus primeras palabras. Dios nos abre a todos la puerta de la vida eterna, pero hemos de esforzarnos y trabajar para entrar por ella. Esta es la actitud sana. Confianza en Dios, sí; frivolidad, despreocupación y falsas seguridades, no.
Jesús insiste, sobre todo, en no engañarnos con falsas seguridades. No basta pertenecer al pueblo de Israel; no es suficiente haber conocido personalmente a Jesús por los caminos de Galilea. Lo decisivo es entrar desde ahora en el reino Dios y su justicia. De hecho, los que quedan fuera del banquete final son, literalmente, “los que practican la injusticia”.
Jesús invita a la confianza y la responsabilidad. En el banquete final del reino de Dios no se sentarán solo los patriarcas y profetas de Israel. Estarán también paganos venidos de todos los rincones del mundo. Estar dentro o estar fuera depende de cómo responde cada uno a la salvación que Dios ofrece a todos.
Jesús termina con un proverbio que resume su mensaje. En relación al reino de Dios, “hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos”. Su advertencia es clara. Algunos que se sienten seguros de ser admitidos pueden quedar fuera. Otros que parecen excluidos de antemano pueden quedar dentro.


José Antonio Pagola

HOMILIA

2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
22 de agosto de 2010

NO TODO VALE

Esforzaos por entrar por la puerta estrecha.

Jesús va caminando hacia Jerusalén. Su marcha no es la de un peregrino que sube al templo para cumplir sus deberes religiosos. Según Lucas, Jesús recorre ciudades y aldeas “enseñando”. Hay algo que necesita comunicar a aquellas gentes: Dios es un Padre bueno que ofrece a todos su salvación. Todos son invitados a acoger su perdón.
Su mensaje sorprende a todos. Los pecadores se llenan de alegría al oírle hablar de la bondad insondable de Dios: también ellos pueden esperar la salvación. En los sectores fariseos, sin embargo, critican su mensaje y también su acogida a recaudadores, prostitutas y pecadores: ¿no está Jesús abriendo el camino hacia una relajación religiosa y moral inaceptable?
Según Lucas, un desconocido interrumpe su marcha y le pregunta por el número de los que se salvarán: ¿serán pocos?, ¿serán muchos?, ¿se salvarán todos?, ¿sólo los justos?. Jesús no responde directamente a su pregunta. Lo importante no es saber cuántos se salvarán. Lo decisivo es vivir con actitud lúcida y responsable para acoger la salvación de ese Dios Bueno. Jesús se lo recuerda a todos: «Esforzaos por entrar por la puerta estrecha».
De esta manera, corta de raíz la reacción de quienes entienden su mensaje como una invitación al laxismo. Sería burlarse del Padre. La salvación no es algo que se recibe de manera irresponsable de un Dios permisivo. No es tampoco el privilegio de algunos elegidos. No basta ser hijos de Abrahán. No es suficiente haber conocido al Mesías.
Para acoger la salvación de Dios es necesario esforzarnos, luchar, imitar al Padre, confiar en su perdón. Jesús no rebaja sus exigencias: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso»; «No juzguéis y no seréis juzgados»; «Perdonad setenta veces siete» como vuestro Padre; «Buscad el reino de Dios y su justicia».
Para entender correctamente la invitación a «entrar por la puerta estrecha», hemos de recordar las palabras de Jesús que podemos leer en el evangelio de Juan: «Yo soy la puerta; si uno entra por mí será salvo» (Juan 10,9). Entrar por la puerta estrecha es «seguir a Jesús»; aprender a vivir como él; tomar su cruz y confiar en el Padre que lo ha resucitado.
En este seguimiento a Jesús, no todo vale, no todo da igual; hemos de responder al amor de Padre con fidelidad. Lo que Jesús pide no es rigorismo legalista, sino amor radical a Dios y al hermano. Por eso, su llamada es fuente de exigencia, pero no de angustia. Jesucristo es una puerta siempre abierta. Nadie la puede cerrar. Sólo nosotros si nos cerramos a su perdón.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
26 de agosto de 2007

LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS

Hay últimos que serán los primeros.

Los evangelios recogen un dicho que Jesús repitió probablemente en diversas circunstancias. Es un grito que resume su manera de ver la realidad. Las fuentes lo han conservado según una doble versión. La primera es contundente y radical: «Los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos». La segunda es más suave y matizada: «Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos».
Jesús ve la realidad con ojos inconformistas. Las cosas no son lo que deben ser. Este orden de cosas no se ajusta a la verdad de Dios. Este mundo que estamos construyendo será sometido a una revisión a fondo. Casi todo será al revés.
Jesús conoció una «sociedad de patronazgo» donde un patrón domina y protege a sus clientes quienes, a su vez, son patronos de otros subordinados. En la cúspide de la pirámide social está el emperador Tiberio, Antipas y las familias herodianas; vienen luego, los terratenientes y sus administradores; más abajo, los jornaleros, los siervos y esclavos; por último, los que no tienen nada. Lo mismo sucede en el templo donde todos ocupan su propio lugar, desde el sumo sacerdote, los sacerdotes, levitas y funcionarios de diversos rangos, hasta los varones del pueblo y las mujeres. Fuera quedan los excluidos. Todo esto sufrirá, según Jesús, un vuelco total.
Nosotros contemplamos la realidad, jerarquizada según nuestros criterios y valoraciones. Hay un Primer Mundo y un Mundo último. Hay personas con papeles y derechos, y otras sin derechos ni papeles. Hay rangos de orden social y religioso. Hay personas respetables y gentes despreciables. También ante Dios ha de ocupar cada persona su lugar. Uno está  en el centro presidiendo la liturgia, otros están más abajo; los mendigos se quedan fuera, junto a la puerta. Un día será al revés.
La sentencia de Jesús sacude nuestra rutina y nos urge a buscar el reino de Dios y su justicia. Los que brillan tanto, un día se apagarán en la oscuridad. Los que parecen algo, desaparecerán. Cada uno ocupará su lugar. Se hará justicia. Dios impondrá su verdad. Así pensaba Jesús.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
22 de agosto de 2004

LA PUERTA ESTRECHA

(Ver homilía del 24/08/1986)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
26 de agosto de 2001

SOSPECHA SANTA

Esforzaos en entrar por la puerta estrecha.

Nuestra vida es a veces una contradicción. Nos quejamos de casi todo pero no queremos nada mejor. Adormecemos nuestro corazón y nos tapamos los oídos para no escuchar llamada alguna que nos obligue a cambiar. Sería demasiado arriesgado. Todo antes que reflexionar en serio sobre nuestra vida. Todo antes que meditar sobre el sentido de lo que estamos viviendo.
Cada uno tiene sus propias excusas pero, en el fondo, las razones con que intentamos legitimar nuestra mediocridad son parecidas: todos hacen lo mismo, yo no puedo ser una excepción, me han enseñado a vivir así, es difícil vivir de otra manera, ¿que puedo hacer?
Mientras tanto, cogidos por los afanes y preocupaciones de cada día, vamos alejándonos cada vez más de nuestro ser más hondo. Perdemos el sentido de lo que es importante y de lo que no es. Alimentamos lo que nos hace daño y no cuidamos lo que nos podría hacer vivir de manera digna y dichosa.
Poco a poco, caemos en la resignación: «yo soy así, eso es todo». Es verdad que sentimos un cierto malestar. No es sólo culpabilidad moral o conciencia de pecado. Es algo más profundo: infidelidad a nosotros mismos. Pero no nos atrevemos a pensar cómo podría ser nuestra vida si pudiéramos empezarla de nuevo. No queremos vivir con metas más elevadas.
Para iniciar un cambio de dirección en nuestra vida hemos de empezar por alimentar una sospecha santa: «Mi vida no ha terminado todavía, ¿por qué no puedo cambiar? Tal vez, me estoy perdiendo algo importante. Hay una felicidad que yo desconozco. Mi alma es más hermosa de lo que yo imagino. ¿Por qué no voy a saborear la vida de otra manera?»
Condicionados por una cultura que busca siempre el bienestar y la comodidad, no se nos hace fácil escuchar la invitación de Jesús a «entrar por la puerta estrecha». Nos parece un camino tenebroso y absurdo que sólo puede llevarnos a la infelicidad y la muerte. No es así. Jesús nos está llamando a una vida más responsables y digna. Un estilo de vivir que muchos rechazan, pero que conduce a la plenitud de la existencia.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
23 de agosto de 1998

¿QUÉ TOLERANCIA?

Entrar por la puerta estrecha.

La tolerancia ocupa hoy un lugar eminente entre las virtudes más apreciadas en Occidente. Así lo confirman todas las encuestas. Ser tolerante es hoy un valor social cada vez más generalizado sobre todo en el área de lo sexual, lo político o lo religioso. Las jóvenes generaciones no soportan ya la intolerancia y la falta de respeto al otro.
Todos hemos de celebrar este nuevo clima social después de siglos de intolerancia y de violencia perpetrada muchas veces en nombre de la religión o del dogma. Cómo se estremece hoy nuestra conciencia al leer obras como la excelente novela de Miguel Delibes, El hereje (Ed. Destino, Barcelona 1998), y qué gozo experimenta nuestro corazón ante ese canto apasionado a la tolerancia y a la libertad de pensamiento.
Todo ello no impide que seamos críticos con un tipo de «tolerancia» que más que virtud o ideal humano, es desafección hacia los valores e indiferencia grande ante el sentido de cualquier proyecto humano: cada uno puede pensar lo que quiera y hacer lo que le dé la gana porque poco importa lo que el ser humano haga con su vida. Esta «tolerancia» nace cuan do faltan principios claros para distinguir el bien del mal y cuando las exigencias morales quedan diluidas o se mantienen bajo mínimos.
La verdadera tolerancia no es «nihilismo moral» ni cinismo o indiferencia ante la erosión actual de valores. Es respeto a la conciencia del otro, apertura a todo valor humano, interés por todo lo que hace al ser humano más digno de este nombre. La tolerancia es un gran valor, no porque no haya verdad objetiva ni moral alguna, sino porque el mejor modo de acercarnos a ellas es el diálogo y la apertura mutua.
Cuando no es así, pronto queda desenmascarada. Se presume de tolerancia, pero se reproducen nuevas exclusiones y discriminaciones, se afirma el respeto a todo y a todos, pero se descalifica y ridiculiza aquello que molesta. ¿Cómo explicar que en una sociedad que se proclama tolerante brote de nuevo la xenofobia o se alimente la burla de lo religioso?
En la dinámica de toda verdadera tolerancia hay un deseo de buscar siempre lo mejor para el ser humano. Ser tolerante es dialogar, buscar juntos, construir un futuro mejor sin despreciar ni excluir a nadie. Pero la tolerancia no es irresponsabilidad, abandono de valores, olvido de las exigencias morales. La llamada de Jesús a entrar por la «puerta estrecha» no tiene nada que ver con un rigorismo crispado y estéril, pero sí es una llamada a vivir radicalmente sin olvidar las exigencias a veces apremiantes de toda vida digna del ser humano.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
27 de agosto de 1995

UNA FRASE DURA

Por la puerta estrecha.

Es, sin duda, una de las frases más duras de Jesús para los oídos del hombre contemporáneo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. » ¿Qué puede significar hoy esta exhortación evangélica?, ¿hay que volver de nuevo a un cristianismo tenebroso y amenazador?, ¿hemos de entrar otra vez por el camino de un moralismo estrecho?
No es fácil captar con toda precisión la intención de la imagen empleada por Jesús. Las interpretaciones de los expertos difieren. Pero todos coinciden en afirmar que Jesús exhorta al esfuerzo y la renuncia personal como actitud indispensable para salvar la vida.
No podía ser de otra manera. Aunque la sociedad permisiva parece olvidarlo, el esfuerzo y la disciplina son absolutamente necesarios para alcanzar la madurez personal. No hay otro camino. Si alguien pretende lograr su realización por el camino de lo agradable y placentero, pronto descubrirá que cada vez es menos dueño de sí mismo y de sus actos. Nadie alcanza en la vida una meta realmente valiosa sin renuncia y sacrificio.
Esta renuncia no ha de ser entendida como una manera tonta de hacerse daño a sí mismo privándose de la dimensión placentera que entraña el vivir saludable. Se trata, por el contrario, de asumir las renuncias necesarias pra vivir de manera intensa y positiva.
Así, por ejemplo, la verdadera vida es armonía. Armonía entre lo que creo, lo que pienso y lo que hago. No siempre es fácil esta armonía personal. Vivir de manera coherente con uno mismo exige renunciar a todo lo que entorpece o impide esa armonía. Pero, sin esta renuncia, la persona no crece.
La vida es también verdad. Tiene sentido cuando la persona ama la verdad, la busca y camina tras ella. Pero esto exige esfuerzo y disciplina; renunciar a tanta mentira y autoengaño que desfigura nuestra persona y nos hace vivir en una realidad falsa.
La vida es amor. Quien vive encerrado en sus propios intereses, esclavo de sus ambiciones, podrá lograr muchas cosas, pero su vida es un fracaso. Naturalmente, el amor exige renunciar a egoísmos, envidias y resentimientos. Pero, sin esta renuncia no hay amor, y sin amor no hay crecimiento de la persona.
La vida es regalo pero es tarea. Ser humano es una dignidad pero es también un trabajo. No hay crecimiento sin desprendimiento; no hay libertad sin sacrificio; no hay vida sin renuncia. Uno de los errores más colosales de la sociedad permisiva es confundir la «felicidad» con la «facilidad». La advertencia de Jesús guarda toda su gravedad también en nuestros días. Sin renuncia no se gana ni esta vida ni la eterna.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
23 de agosto de 1992

EROTISMO

Esforzaos en entrar por la puerta estrecha.

En pocos años ha cambiado de manera decisiva la actitud social ante el sexo. Todo aquel que quiera pertenecer a esta sociedad moderna ha de rechazar hoy cualquier tipo de miedo o tabú sexual y defender en este terreno una libertad absoluta.
Cualquier normativa o prohibición es considerada inmediatamente como una represión inaceptable en una sociedad que no tolera ninguna forma de imposición. El único criterio que aquí vale es «la prohibición de prohibir», pues cada persona ha de comportarse como le plazca y apetezca.
Sin duda, el clima actual está pidiendo una clarificación. Si era ingenua y equivocada aquella condena absoluta que no veía en el sexo sino algo negativo y degradante, no lo es menos la postura actual de quienes se niegan a ver los riesgos del sexo vivido sin criterio orientador alguno.
Uno de los elementos positivos de la cultura moderna de la sexualidad es ciertamente el descubrimiento del erotismo como fuerza enriquecedora de la persona, que moviliza su fantasía, despierta la emoción, busca el encuentro gratificante y satisface la necesidad de comunión amorosa con el otro.
El hombre moderno ha redescubierto el cuerpo como «el gran signo erótico del deseo amoroso». El cuerpo sugiere, expresa, atrae y estimula el encuentro gozoso y placentero. Un cuerpo que no es puro instrumento de placer, sino cauce de una comunicación amorosa que no acaba sólo en el gozo de la posesión sino en la comunicación profunda con el otro.
Pero, como lo describe ya Platón en el «Banquete», «Eros» es hijo de «Poros» (la riqueza) y de «Penía» (la pobreza). El erotismo crea misterio, encanto, gozo y admiración porque es regalo y don placentero que nace de la riqueza de la persona. Pero, al mismo tiempo, puede despertar el egoísmo, la manipulación y la sed de posesión, pues nace también de la indigencia y pobreza del individuo.
Y es aquí precisamente donde reside toda su ambigüedad. El erotismo puede enriquecer hasta límites insospechados el encuentro amoroso, pero puede también reducirlo a puro interés, donde el otro deja de ser persona para convertirse en objeto del que yo me apodero y al que utilizo para mi propia y exclusiva satisfacción.
Por eso, también hoy es necesario afirmar y defender que todo lo que sea instrumentalizar a la persona, fomentar la búsqueda instintiva del mero placer sin ningún respeto al otro, incitar a la violencia sexual, convertir el sexo en fuente de ganancia económica... sigue siendo algo indigno y deshumanizador. Ninguna persona sensata aceptará que un proyecto como éste sea el modelo de sexualidad que ha de imponerse en nuestra cultura.
También en este campo se ha de recordar que no es la vía ancha y relajada la que conduce a la salvación del ser humano. Cuántos hombres y mujeres disfrutarían más de su encuentro amoroso y descubrirían todo el gozo humano del erotismo si escucharan esas palabras aparentemente difíciles de Jesús: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. »

José Antonio Pagola

HOMILIA

1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
27 de agosto de 1989

¿RIGORISMO O RADICALIDAD?

Esforzaos en entrar por la puerta estrecha.

Hay dichos de Jesús que, si no sabemos leerlos en su verdadera perspectiva, nos pueden conducir a una grave deformación de todo el evangelio.
Así sucede con aquellas palabras tan conocidas: «Esforzaos por entrar por la puerta estrecha » que pueden llevarnos a un rigorismo estrecho, rígido y antievangélico en lugar de orientarnos hacia la verdadera radicalidad exigida por Jesús.
El pensamiento original de Jesús, tal como lo recoge la tradición de Lucas, es suficientemente claro. A aquellos judíos que le preguntan por la salvación, Jesús les advierte que ésta no es algo mecánico, que se obtiene automáticamente. No basta ser hijo de Abrahám. Es necesario acoger el mensaje de Jesús y sus profundas exigencias.
Jesús imagina una muchedumbre agolpada hacia una puerta estrecha. Si no se hace un esfuerzo, no es posible entrar por ella. Si el hombre no se esfuerza por entrar por la puerta del evangelio puede quedarse excluido de la salvación.
Pero este esfuerzo por entrar por esa puerta no consiste en aquel rigorismo estrecho, agobiante y, en definitiva, estéril y superficial que Jesús ha condenado tantas veces en los círculos fariseos.
Jesús llama, por el contrario, a la radicalidad (radical viene de “raíz”) y nos invita a cambiar la orientación del corazón y esforzarnos por vivir una vida nueva, dando primacía absoluta al amor a Dios y a los hermanos.
Esta conversión no es algo teórico que se acepta con la cabeza, sin repercusiones prácticas en el comportamiento diario. Es una decisión que trastoca nuestros criterios de actuación y nos exige una conducta nueva y un modo nuevo de relacionarnos con las personas, con las cosas y con Dios.
Si no se ha escuchado esta llamada radical, corremos siempre el riesgo de vaciar de fuerza todo el mensaje evangélico y hacer de Jesucristo un pequeño maestro de sabiduría humana que nos enseña a vivir sin grandes escándalos pero también sin grandes exigencias.
Pero, por otra parte, la llamada radical a entrar por la puerta sólo se escucha correctamente cuando se descubre que Jesús mismo es la puerta. “Yo soy la puerta; si uno entra por mi; estará a salvo” (Jn 10, 9).
Por eso, la llamada de Jesús crea tensión pero no angustia. Es fuente de exigencia creciente pero no de turbación estéril. Porque uno sabe que busca una puerta siempre abierta: Jesucristo.
Una puerta que nadie puede cerrar si no es nosotros mismos cerrándonos a la verdad y a la ternura de Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
24 de agosto de 1986

LA PUERTA ESTRECHA

Esforzaos en entrar por la puerta estrecha.

Hay frases en el evangelio que nos resultan tan duras y molestas que, casi inconscientemente, las encerramos en un cómodo paréntesis y las olvidamos para no sentirnos demasiado interpelados. Una de ellas es, sin duda, ésta que escuchamos hoy de labios de Jesús: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha».
Estamos caminando hacia una sociedad más tolerante y permisiva, y esto que, sin duda, tiene aspectos grandemente válidos y enriquecedores, está provocando lo que algunos llaman «involución moral». Muchos comportamientos éticamente reprobables que antes permanecían en la esfera de lo privado, son aireados y exhibidos públicamente.
Por otra parte, se está imponiendo en determinadas áreas una permisividad jurídica cada vez mayor (infidelidad matrimonial, aborto...). Y, naturalmente, cuando la ley civil es suavizada o se hace más tolerante, se produce un «vacío moral» en aquellos que han tomado erróneamente la ley civil como guía de su conducta.
Pero, la crisis moral tiene raíces más profundas. La sociedad actual está haciendo nacer un tipo de «hombre amoral». Esta sociedad de consumo ataca el núcleo moral de la persona y lo des-moraliza, colocando en primer término el valor de las cosas y empobreciendo el espíritu humano de las personas.
Se toman en serio las banalidades y se pierde de vista lo profundo. La persona se afana por demasiadas cosas y se le escapa el alma. «Es difícil en verdad que en el hombre-masa crezcan los valores éticos» (López Ibor).
La competencia se transforma en agresividad. Las relaciones humanas se desintegran. La producción se reduce a la búsqueda implacable de lucro. El amor se degrada y la sexualidad se convierte en un producto más de consumo.
Pero, precisamente en esta sociedad, hay hombres y mujeres que están descubriendo que es necesario entrar por la «puerta estrecha», que no es un moralismo raquítico y sin horizontes, sino un comportamiento lúcido y responsable. La puerta por la que entran los que se esfuerzan por vivir fielmente el amor, los que tratan de vivir al servicio del hermano y no tras la posesión de las cosas, los que saben vivir con sentido de solidaridad y no desencadenando agresividad y violencia.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1982-1983 – APRENDER A VIVIR
21 de agosto de 1983

LOS ULTIMOS SERAN LOS PRIMEROS

Hay últimos que serán primeros.

Hay frases de Jesús que es imposible escuchar con sinceridad sin sentirse incómodo. Frases que le despiertan a uno de su inconsciencia y le obligan a dudar de su propia seguridad.
Sin apenas darnos cuenta de ello, somos muchos los cristianos que vivimos dentro de la Iglesia, prácticamente convencidos de que éste es el camino ancho que lleva a la salvación, sin tener conciencia de la necesidad que tenemos de entrar por la puerta estrecha de la conversión personal.
Y, sin embargo, la Iglesia, el Bautismo oficial, la práctica de unas obligaciones religiosas..., si no expresan una adhesión auténtica al evangelio y a la persona de Jesús y no se traducen en una fe viva y responsable en la vida de cada día, no son el salvoconducto seguro que nos conducirá a la salvación.
Por eso nos debe hacer pensar la frase de Jesús: «Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos».
Hay teólogos que son los primeros en hablar de Dios y en atreverse, con audacia a veces ingenua, a hacer toda clase de afirmaciones sobre sus admirables designios, sin detenerse apenas nunca a comunicarse con él y abrirse a sus llamadas. Y hay creyentes sencillos, que no saben hablar de Dios, pero saben hablarle y gritarle desde el fondo del corazón con la confianza de hijos que creen en un Padre. Estos serán los primeros en experimentar la bondad del Creador.
Hay moralistas y predicadores que son los primeros en precisar las obligaciones éticas y en exigir con rigor el cumplimiento de los deberes cristianos al pueblo fiel, aunque luego no sean tan radica les a la hora de vivir personalmente el seguimiento a Jesús. Y hay hombres y mujeres sencillos, de una honradez interior total, que no sabrían dar muchas explicaciones, pero que saben escuchar con responsabilidad la llamada de su conciencia. Estos serán los primeros en encontrarse con Dios.
Hay cristianos que son los primeros en confesar su «ortodoxia» y su fe católica, apostólica y romana, aunque luego se desentiendan de las exigencias del evangelio de Jesús. Y hay cristianos que no saben formular su fe con precisión dogmática, pero son de «corazón ortodoxo» y serán los primeros en encontrarse con la Verdad de Dios.
Hay creyentes revolucionarios que son los primeros en lanzar consignas de justicia y solidaridad para crear una sociedad más humana, sin que se les vea en su vida personal un esfuerzo serio por ser más humanos y estar más cerca de los necesitados. Y hay hombres que no gritan demasiado, pero que viven comprometidos en una vida de servicio a los más pobres. Estos serán los primeros en disfrutar del reino definitivo de la justicia.

José Antonio Pagola


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