lunes, 21 de enero de 2013

27/01/2013 - 3º domingo Tiempo ordinario (C)

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Homilias de José Antonio Pagola

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27 de enero de 2013

3º domingo Tiempo ordinario (C)



EVANGELIO

Hoy se cumple esta Escritura.

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,1-4; 4,14-21

Excelentísimo Teófilo:
Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros, siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la palabra. Yo también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he resuelto escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres,
para anunciar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista.
Para dar libertad a los oprimidos;
para anunciar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:
- Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2012-2013 -
27 de enero de 2013


PROFETA

En una aldea perdida de Galilea, llamada Nazaret, los vecinos del pueblo se reúnen en la sinagoga una mañana de sábado para escuchar la Palabra de Dios. Después de algunos años vividos buscando a Dios en el desierto, Jesús vuelve al pueblo en el que había crecido.
La escena es de gran importancia para conocer a Jesús y entender bien su misión. Según el relato de Lucas, en esta aldea casi desconocida por todos, va a hacer Jesús su presentación como Profeta de Dios y va a exponer su programa aplicándose a sí mismo un texto del profeta Isaías.
Después de leer el texto, Jesús lo comenta con una sola frase: "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír". Según Lucas, la gente "tenía los ojos fijos en él". La atención de todos pasa del texto leído a la persona de Jesús. ¿Qué es lo que nosotros podemos descubrir hoy si fijamos nuestros ojos en él?
Movido por el Espíritu de Dios. La vida entera de Jesús está impulsada, conducida y orientada por el aliento, la fuerza y el amor de Dios. Creer en la divinidad de Jesús no es confesar teóricamente una fórmula dogmática elaborada por los concilios. Es ir descubriendo de manera concreta en sus palabras y sus gestos, su ternura y su fuego, el Misterio último de la vida que los creyentes llamamos "Dios".
Profeta de Dios. Jesús no ha sido ungido con aceite de oliva como se ungía a los reyes para transmitirles el poder de gobierno o a los sumos sacerdotes para investirlos de poder sacro. Ha sido "ungido" por el Espíritu de Dios. No viene a gobernar ni a regir. Es profeta de Dios dedicado a liberar la vida. Solo le podremos seguir si aprendemos a vivir con su espíritu profético.
Buena Noticia para los pobres. Su actuación es Buena Noticia para la clase social más marginada y desvalida: los más necesitados de oír algo bueno; los humillados y olvidados por todos. Nos empezamos parecer a Jesús cuando nuestra vida, nuestra actuación y amor solidario puede ser captado por los pobres como algo bueno.
Dedicado a liberar. Vive entregado a liberar al ser humano de toda clase de esclavitudes. La gente lo siente como liberador de sufrimientos, opresiones y abusos; los ciegos lo ven como luz que libera del sinsentido y la desesperanza; los pecadores lo reciben como gracia y perdón. Seguimos a Jesús cuando nos va liberando de todo lo que nos esclaviza, empequeñece o deshumaniza. Entonces creemos en él como Salvador que nos encamina hacia la Vida  definitiva.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
24 de enero de 2010

EN LA MISMA DIRECCIÓN

Me ha enviado a anunciar la Buena Noticia.

Antes de comenzar a narrar la actividad de Jesús, Lucas quiere dejar muy claro a sus lectores cuál es la pasión que impulsa al Profeta de Galilea y cuál es la meta de toda su actuación. Los cristianos han de saber en qué dirección empuja a Jesús el Espíritu de Dios, pues seguirlo es precisamente caminar en su misma dirección.
Lucas describe con todo detalle lo que hace Jesús en la sinagoga de su pueblo: se pone de pie, recibe el libro sagrado, busca él mismo un pasaje de Isaías, lee el texto, cierra el libro, lo devuelve y se sienta. Todos han de escuchar con atención las palabras escogidas por Jesús pues exponen la tarea a la que se siente  enviado por Dios.
Sorprendentemente, el texto no habla de organizar una religión más perfecta o de implantar un culto más digno, sino de comunicar liberación, esperanza, luz y gracia a los más pobres y desgraciados. Esto es lo que lee. «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor ». Al terminar, les dice: «Hoy se cumple esta Escritura  que acabáis de oír».  
El Espíritu de Dios está en Jesús enviándolo a los pobres, orientando toda su vida hacia los más necesitados, oprimidos y humillados. En esta dirección hemos de trabajar sus seguidores. Ésta es la orientación que Dios, encarnado en Jesús, quiere imprimir a la historia humana. Los últimos han de ser los primeros en conocer esa vida más digna, liberada y dichosa que Dios quiere ya desde ahora para todos sus hijos e hijas.
No lo hemos de olvidar. La "opción por los pobres" no es un invento de unos teólogos del siglo veinte, ni una moda puesta en circulación después del Vaticano II. Es la opción del Espíritu de Dios que anima la vida entera de Jesús, y que sus seguidores hemos de introducir en la historia humana. Lo decía Pablo VI: es un deber de la Iglesia "ayudar a que nazca la liberación...y hacer que sea total".
No es posible vivir y anunciar a Jesucristo si no es desde la defensa de los últimos y la solidaridad con los excluidos. Si lo que hacemos y  proclamamos desde la Iglesia de Jesús no es captado como algo bueno y liberador por los que más sufren, ¿qué evangelio estamos predicando? ¿A qué Jesús estamos siguiendo? ¿Qué espiritualidad estamos promoviendo?. Dicho de manera clara: ¿qué impresión tenemos en la iglesia actual? ¿Estamos caminando en la misma dirección que Jesús?

José Antonio Pagola

HOMILIA

2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
21 de enero de 2007

PROGRAMA

Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres.

Antes de comenzar su relato evangélico, Lucas quiere presentar de manera clara el programa de Jesús, que enseguida irá exponiendo a lo largo de su escrito. Le interesa mucho, pues ése es precisamente el programa que han de tener ante sus ojos los que le siguen.
Según Lucas, es Jesús mismo quien selecciona un pasaje del profeta Isaías y se lo lee a los vecinos de su pueblo, para que puedan entender mejor el Espíritu que lo anima, las preocupaciones que lleva dentro de su corazón y la tarea a la que se quiere dedicar en cuerpo y alma.
El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido. Jesús se siente ungido por el Espíritu de Dios, impregnado por su fuerza. Por eso, sus seguidores le llaman ahora Cristo, es decir, Ungido, y, por eso, se llaman ellos mismos cristianos. Para Lucas, es una contradicción llamarse «cristiano» y vivir sin ese Espíritu de Jesús.
Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres. A Dios le preocupa el sufrimiento de la gente. Por eso, su Espíritu le empuja a Jesús a dejar su pueblo para dar la Buena Noticia a los pobres. Esta es su gran tarea: poner esperanza en los que sufren. Si lo que hacemos y decimos los cristianos no es captado como «Buena Noticia» por los que sufren, ¿qué evangelio estamos predicando?, ¿a qué nos estamos dedicando?
Jesús se siente enviado a cuatro grupos de personas: los pobres, los cautivos, los ciegos, y los oprimidos. Son los que más dentro lleva en su corazón, los que más le preocupan. ¿Qué ha sido de «la gran preocupación» de Jesús? Aquí no hay escapatoria posible. La Iglesia es de los que sufren, o deja de ser la Iglesia de Jesús. Si no son ellos quienes nos preocupan, ¿de qué nos estamos preocupando?
Jesús tiene claro su programa: sembrar libertad, luz y gracia. Esto es lo que desea introducir en aquellas aldeas de Galilea y en el mundo entero. Nosotros podemos dedicarnos a juzgar y condenar la sociedad actual; podemos discutir de todo; podemos lamentamos de la indiferencia religiosa. Si seguimos el programa de Jesús, nos sentiremos llamados a poner en el mundo libertad, luz y gracia de Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
25 de enero de 2004

BUENA NOTICIA PARA LOS POBRES

Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres.

Quizás uno de los rasgos más escandalosos e insoportables de la conducta de Jesús sea su defensa decidida de los pobres. Una y otra vez, los cristianos tratamos de escamotear y olvidar algo que es esencial en la actuación de Jesús.
No debemos engañarnos. Su mensaje no es una buena noticia para todos los hombres, de manera indiscriminada. El ha sido enviado para dar una buena noticia a los pobres:
el futuro proyectado y querido por Dios les pertenece a ellos.
Tienen suerte los pobres, los marginados por la sociedad, los privados de toda defensa, los que no encuentran sitio en la convivencia de los fuertes, los despojados por los poderosos, los humillados por la vida. Jesús amenaza a los ricos y felicita a los pobres porque sólo éstos son los destinatarios del reino de Dios. Sólo éstos se alegrarán cuando Dios «reine» entre lo hombres.
Pero, ¿por qué son ellos los privilegiados? Dios, ¿no es neutral? ¿Es que los pobres son mejores que los demás para merecer de Dios un trato especial?
La posición de Jesús es sencilla y clara. No afirma nunca que los pobres, por el hecho de serlo, sean mejores que los ricos. No existe para Jesús «un clasismo moral». La única razón del privilegio de los pobres consiste en que son pobres y oprimidos. Y Dios no puede «reinar» entre los hombres sino haciéndoles justicia.
Dios no puede ser neutral ante un mundo dividido y desgarrado por las injusticias de los hombres. El pobre es un ser necesitado de justicia. Por eso, la llegada de Dios es una buena noticia para él. Dios no puede hacerse presente entre los hombres sino defendiendo la suerte de los injustamente maltratados.
Si el reinado de Dios se impone, los pobres serán felices. Porque donde Dios «reina», no podrán ya reinar los poderosos sobre los débiles ni los fuertes sobre los indefensos.
Pero no lo olvidemos. Lo que es buena noticia para los pobres resuena como amenaza y mala noticia para los intereses de los ricos. Tienen mala suerte los ricos. El futuro no les pertenece. Sus riquezas les impiden abrirse a un Dios Padre y entrar en la nueva sociedad de hermanos. No participarán en la última fiesta, cuando el Rey se siente a la mesa «con los pobres, lisiados, ciegos y cojos».

José Antonio Pagola

HOMILIA

2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
21 de enero de 2001

LA PRIMERA MIRADA

Para dar la Buena Noticia a los pobres.

La primera mirada de Jesús no se dirige al pecado de las personas, sino al sufrimiento que arruina sus vidas. Lo primero que toca su corazón no es el pecado, sino el dolor, la opresión y la humillación que padecen hombres y mujeres. El pecado consiste precisamente en cerrarse al sufrimiento de los demás para pensar sólo en el propio bienestar.
La exégesis contemporánea atribuye una importancia decisiva al «relato programático» de la sinagoga de Nazaret (Lc 4, 16-22). Jesús se siente «ungido por el Espíritu» de un Dios que se preocupa de los que sufren, impregnado por su amor a los pobres y desvalidos. Es ese Espíritu el que lo empuja a entregar su existencia entera a liberar, aliviar, sanar, perdonar: «El Espíritu del Señor está sobre m4 porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista, para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor» (Lc 4, 18-19).
Este programa de actuación propio de Cristo no ha sido siempre el de los cristianos. La teología cristiana ha dirigido más su atención al pecado de la criatura que a su sufrimiento. El afamado teólogo J.B. Metz ha denunciado repetidamente este grave desplazamiento: «La doctrina cristiana de la salvación ha dramatizado demasiado el problema del pecado mientras ha relativizado el problema del sufrimiento». Es así. Muchas veces la preocupación por el dolor humano ha quedado atenuada por la atención a la redención del pecado.
En el interior del cristianismo hay una fe no en cualquier Dios, sino en el Dios atento al dolor humano. Frente a la «mística de ojos cerrados» propia del budismo y de la espiritualidad del Oriente en general, volcados sobre todo en la atención a lo interior, el cristianismo ha de cultivar una «mística de ojos abiertos» y una espiritualidad de la obligación absoluta de atender al dolor de los otros.
Al cristiano verdaderamente espiritual —.«ungido por el Espíritu»— se lo encuentra, lo mismo que a Cristo, junto a los más desvalidos y humillados. Lo que le caracteriza no es tanto la comunicación íntima con el Ser Supremo cuanto la apertura al amor de un Dios Padre que empuja y envía a sus fieles hacia los seres más pobres y abandonados. Como ha recordado recientemente el cardenal Carlo Martini, en estos tiempos de globalización, el cristianismo ha de globalizar la atención al sufrimiento de los pobres de la Tierra.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
25 de enero de 1998

MERECE LA PENA

Para dar la Buena Noticia a los pobres.

Se dice que los sacerdotes no nos atrevemos ya a invitar a los jóvenes a que sigan nuestros pasos y que muchos padres se entristecen ante la sola idea de que a su hijo se le pueda ocurrir ser cura. Al leer el relato de Lucas en que Jesús se presenta en medio de su pueblo como «ungido por el Espíritu del Señor» y «enviado para dar la Buena Noticia a los pobres» aportando luz, liberación y gracia, he pensado qué diría yo hoy a unos jóvenes que se plantearan el servicio presbiteral como la forma de vida concreta para seguir a Jesús. ¿Merece la pena ser cura? ¿Para qué?
Yo os animo a ser sacerdotes para escuchar los interrogantes, miedos e incertidumbres de tantos hombres y mujeres que han abandonado a un Dios en el que ya no podían creer y necesitan que alguien los acompañe en la búsqueda del verdadero rostro del Padre revelado en Jesucristo.
Haceos curas si queréis sembrar un poco de esperanza en tantas personas que viven sin horizonte, llenas de cosas, pero con el alma vacía y triste, sin saber qué sentido dar a su vida. No dudéis en dar el paso si queréis contribuir a que en nuestro pueblo no se oigan solamente las palabras de los políticos, las voces de los cantantes o los anuncios comerciales de la televisión, sino que se siga escuchando el mensaje liberador de Jesucristo.
Animaos a ser sacerdotes si queréis denunciar desde el Evangelio, con libertad y sin depender de las consignas de ningún partido, las mentiras, injusticias y violencias que nos deshumanizan día a día.
Tomad en serio esa llamada que sentís dentro de vosotros, si queréis compartir las inquietudes de los jóvenes, comprender sus contradicciones y orientarlos hacia una vida más sana y positiva.
Haceos sacerdotes, si queréis trabajar desinteresadamente por una cultura nueva de paz promoviendo entre nosotros el diálogo, el respeto mutuo, la defensa de toda persona, el perdón y la reconciliación.
Orientad vuestra vida hacia el servicio sacerdotal si queréis animar comunidades cristianas donde los hombres y mujeres de nuestro tiempo aprendan a creer en Jesucristo y descubran dónde puede poner el ser humano su última esperanza.
Yo os invito a ser sacerdotes para defender los derechos humanos que todos defienden e, incluso, los que apenas defiende nadie, como el derecho a la vida interior, el derecho a morir con esperanza, el derecho de todo hombre al amor y la solidaridad de todos, el derecho a buscar a Dios.
Si un día llegáis a ser sacerdotes, no os espera una vida fácil. No haréis dinero. No tendréis gran prestigio social. Seréis fácilmente discutidos y hasta rechazados. Pero nadie os podrá quitar la alegría de vivir haciendo este mundo un poco más humano desde el Evangelio de Jesucristo.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
22 de enero de 1995

SIN ESCAPATORIA

Para dar la Buena Noticia a los pobres.

A la Iglesia y a los cristianos hay que cogerles por su palabra. Continuamente hablan de Cristo como su maestro y fundador, el único Señor al que hay que seguir. Y es así. Por eso, Cristo se convierte en su más implacable juez. El criterio de su verdad o su mentira. No son nada las críticas que le pueden llegar a la Iglesia desde fuera, comparadas con las que le vienen del mismo Cristo.
Por eso, nos resulta tan duro escuchar estas palabras programáticas de Jesús: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, a los ciegos la vista, y para dar libertad a los oprimidos» (Lc 4, 18).
El Espíritu de Dios está en Jesús enviándolo a los pobres. Esa es su primera tarea y misión: comunicar a los pobres la Buena Noticia de que Dios quiere introducir en el mundo su justicia y derecho, y dedicarse a liberarlos de la opresión y el mal del que son víctimas. No hay escapatoria. La Iglesia o es de los pobres, o deja de ser la Iglesia de Cristo. La defensa de los maltratados por la vida o por los hombres es la señal y la prueba de que nos estamos dejando guiar por el Espíritu de Cristo.
Por eso, cuando en la Iglesia se olvidan los designios de Dios y se oscurece el seguimiento a Cristo, el Espíritu vuelve a interpelarla desde el clamor de los pobres y crucificados de la Tierra. La «opción» de Jesús por los pobres desenmascara nuestras seguridades, rompe nuestros esquemas religiosos y cuestiona nuestra manera de entender y vivir la fe. Si lo que estamos anunciando y promoviendo en las parroquias y comunidades cristianas no es captado como «Buena Noticia» por los más necesitados de la sociedad, ¿de qué evangelio estamos hablando?, ¿a qué Jesucristo estamos siguiendo?
Hay algo que los cristianos hemos de ver con absoluta claridad en nuestros días: no se puede anunciar ni vivir el Evangelio de Cristo si no es desde la defensa de los excluidos de la sociedad del bienestar, y desde la solidaridad con el Sur. No cualquier teología, no cualquier evangelización ni cualquier acción pastoral es igualmente fiel al Espíritu de Cristo. La teología es discurso vacío si no lleva la Buena Noticia de Dios a los pobres, la evangelización no es plenamente tal si no denuncia la injusticia y el pecado que engendra marginación, la pastoral se vacía de contenido cristiano si olvida el servicio a los últimos.
Los pobres son el gran reto para los que decimos seguir a Jesús. Podemos continuar discutiendo sobre la moral sexual, los preservativos o el sacerdocio de la mujer. Pero el Espíritu de Jesús nos seguirá interpelando a todos desde el sufrimiento de los parados, los pobres o los hambrientos. Sólo él nos puede sacudir de nuestras fáciles «ortodoxias» o nuestras acomodaciones religiosas de derechas o de izquierdas.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
26 de enero de 1992

HOMBRES SIN DERECHOS

Para dar la Buena Noticia a los pobres.

Desde hace algunos años, nos hemos convertido en país de inmigración. Por unas razones u otras, han ido llegando hasta nosotros marroquíes, portugueses, latinoamericanos. Lo hacen en un momento de grave crisis económica y plantean un problema más, de no fácil solución.
Se les llama «clandestinos», «ilegales», «sin papeles»; se les relega fácilmente a una situación marginal; malviven, por lo general, en la más absoluta indefensión. Pero son seres humanos como nosotros, que interpelan nuestra conciencia.
Lo más cómodo es la pasividad. Los que nos sentimos insertos en nuestra sociedad por nuestro origen, familia, trabajo o cultura, corremos el riesgo de no tener sensibilidad suficiente para reaccionar ante situaciones injustas de quienes, como los inmigrantes, no se encuentran en nuestra condición.
Es fácil entonces sumarse a una opinión pública desinformada, que presenta a los inmigrantes como «rivales» que vienen a quitarnos un puesto de trabajo o delincuentes peligrosos de los que hay que defenderse. Por ese camino no es difícil que se despierten sentimientos de segregación y xenofobia.
Sin embargo, la política de inmigración de un pueblo, y el trato humano que damos al extranjero, son un buen test para comprobar la verdad de nuestras solemnes proclamas sobre la igualdad de los derechos humanos y la capacidad real de nuestra solidaridad con el Tercer Mundo.
Es verdad que todo país tiene derecho a controlar sus fronteras, pero este derecho ha de concretarse en el contexto global de regulación de los flujos migratorios y desde una actitud de solidaridad elemental con los países más miserables.
Por nuestra parte, los ciudadanos no podemos ignorar su presencia entre nosotros, ni actuar como si fueran «hombres sin derechos». Aunque sean clandestinos según las leyes vigentes, son seres humanos como nosotros, con derechos humanos, sociales y cívicos inalienables, reconocidos por la Declaración Universal y la Convención Europea.
Se me dirá que suponen una «carga excesiva>) para nuestra economía. Es la objeción de quien desea un mundo más humano, pero desde el aislamiento insolidario. En el fondo, ésta es la cuestión. ¿Queremos que se vayan porque no hay pan para todos, o porque no estamos dispuesto a arriesgar en absoluto nuestro nivel de bienestar aunque otros mueran de hambre?
Aunque resulte impopular, la Iglesia ha de alinearse claramente a favor de estos hombres y defender con decisión sus derechos. De lo contrario, sería infiel a aquel que se sentía «enviado a dar la Buena Noticia a los pobres».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
22 de enero de 1989

EVANGELIO Y OTAN

El Espíritu del Señor está sobre mí.

Como motivo de la polémica surgida en torno al documento elaborado por los Secretariados Sociales “Ante el referéndum sobre la OTAN”, no pocos políticos y comentaristas se han apresurado a decir que la postura contraria a la OTAN no es la única que se puede concluir del evangelio.
De esta manera tan sencilla se descalifica el documento y se propaga la idea de que el evangelio, en realidad, es algo abierto a cualquier clase de posturas, todos ellas igualmente aceptables.
Pero, ¿qué es ese “evangelio” al que se dice que han de acudir los cristianos para madurar su postura ante el próximo referéndum?
Se diría que para muchos es sencillamente una especie de “código doctrinal”. Un conjunto de doctrinas y principios morales de contenido tan general y amplio que, a la hora de aplicarlo a casos concretos, permite toda clase de posiciones, con lo cual no parece servir para gran cosa.
Sin embargo, el evangelio es otra cosa. El evangelio es la persona misma de Jesucristo. El Espíritu que animó toda su actuación y su mensaje. Ese Espíritu que le empuja a “dar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar a los cautivos la libertad, a los ciegos la vista, a los oprimidos libertad”.
Escuchar el evangelio de Jesús es escuchar una llamada a cambiar las relaciones de los hombres en favor de los más pobres. Es aprender a mirar la vida con los ojos de aquellos que son nuestras víctimas. Es adquirir una sensibilidad para defender todo aquello que traiga a los hombres libertad verdadera, solidaridad y vida más humana.
Ante el próximo referéndum, yo no sé lo que escuchan otros en el evangelio. He aquí algo de lo que yo modestamente creo percibir: Una invitación a recordar que nuestro “bienestar europeo” se está consolidando a costa de esos pueblos cada vez más subdesarrollados y que la fabricación demencial de armamentos (también en España) seguirá impidiendo una solidaridad más efectiva con esos países que se mueren de hambre.
Una llamada a defender otra clase de relaciones entre los pueblos, que no sea el enfrentamiento de bloques que se esconde tras la OTAN y el Pacto de Varsovia.
Una llamada a resistirme a que “todo tenga que seguir así”, porque los políticos profesionales siguen preocupándose sólo de sus propios países y siguen creyendo sólo en métodos de fuerza y de poder.
Una llamada a exigir y urgir nuevos caminos de convivencia pacífica entre los pueblos, aunque todavía sean inviables y los actuales políticos no sean capaces de impulsarlos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
26 de enero de 1986

NO SOLO UN ASUNTO PRIVADO

Para dar la Buena Noticia a ¡os pobres...

Está muy extendida entre nosotros la tendencia a comprender y vivir la fe como un asunto puramente privado. Bastantes piensan que la presencia comprometida de la Iglesia en la vida pública es algo totalmente ajeno a la acción evangelizadora querida por Jesús.
La Iglesia tendría una misión exclusivamente religiosa, de orden sobrenatural, ajena a los problemas políticos y económicos, y debería limitarse a ayudar a sus fieles en su santificación individual.
Pero luego se observa una postura curiosa. Se bendice y aprueba la intervención eclesial cuando viene a legitimar o fortalecer las propias posiciones, y se la condena como una degradación de su misión o una intrusión ilegítima cuando critica las propias opciones.
Este doble criterio a la hora de valorar la intervención de la Iglesia, ¿no está indicando una fidelidad mayor a la propia opción socio-política que a la búsqueda sincera de las auténticas exigencias de la fe?
Es indudable que la Iglesia puede en algún caso no respetar debidamente la autonomía propia de lo político y económico. Pero lo que resulta sospechosa es esa reacción casi visceral ante cualquier posicionamiento de la Iglesia que trate de concretar las exigencias sociales de la fe, sin coincidir con nuestra propia posición.
Lo paradójico es que, con frecuencia, se le pide a la Iglesia que «se dedique a lo suyo». Pero, resulta que «lo suyo», es actuar animada por el mismo Espíritu de Jesús quien se veía «enviado a dar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos.., y a dar libertad a los oprimidos».
No se quiere entender que la Iglesia, si quiere seguir a Jesús, debe buscar la salvación integral del hombre, que abarca a las personas concretas, los pueblos, las estructuras y las instituciones creadas por el hombre y para el hombre.
La Iglesia es entre nosotros una institución de gran incidencia pública, un «poder fáctico», como dicen algunos. El problema de la Iglesia es cómo convertirse en servicio evangelizador, inspirador de una sociedad más humana y fraterna, cómo poner su influencia social al servicio de los más desheredados de la sociedad.
La salvación cristiana no puede reducirse a lo económico ni a lo político o cultural, pero la Iglesia «no admite circunscribir su misión sólo al terreno religioso, desentendiéndose de los problemas temporales del hombre». Es un deber suyo «ayudar a que nazca la liberación... y hacer que sea total. Todo esto no es extraño a la evangelización» (Pablo VI).

José Antonio Pagola

HOMILIA

1982-1983 – APRENDER A VIVIR
23 de enero de 1983

BUENAS NOTICIAS PARA LOS POBRES

Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres.

Quizás uno de los rasgos más escandalosos e insoportables de la conducta de Jesús sea su defensa decidida de los pobres. Una y otra vez, los cristianos tratamos de escamotear y olvidar algo que es esencial en la actuación de Jesús.
No debemos engañarnos, Su mensaje no es una buena noticia para todos los hombres, de manera indiscriminada. El ha sido enviado para dar una buena noticia a los pobres: el futuro proyectado y querido por Dios les pertenece a ellos.
Tienen suerte los pobres, los marginados por la sociedad, los desprovistos de toda defensa, los que no encuentran sitio en la convivencia de los fuertes, los despojados por los poderosos, los humillados por la vida.
Jesús amenaza a los ricos y felicita a los pobres porque sólo éstos son los destinatarios del reino de Dios. Sólo éstos se alegrarán cuando Dios «reine» entre lo hombres.
Pero, ¿por qué son ellos los privilegiados? Dios, ¿no es neutral? ¿Es que los pobres son mejores que los demás para merecer de Dios un trato especial?
La posición de Jesús es sencilla y clara. No afirma nunca que los pobres, por el hecho de serlo, sean mejores que ¡os ricos. No existe para Jesús «un clasismo moral».
La única razón del privilegio de los pobres consiste en que son pobres y oprimidos. Y Dios no puede «reinar» entre los hombres sino haciéndoles justicia.
Dios no puede ser neutral ante un mundo dividido y desgarrado por las injusticias de los hombres. El pobre es un ser necesitado de justicia. Por eso, la llegada de Dios es una buena noticia para él. Porque Dios no puede hacerse presente entre los hombres sino defendiendo la suerte de los injustamente maltratados.
Si el reinado de Dios se impone, los pobres serán felices. Porque donde Dios «reina», no podrán ya reinar los poderosos sobre los débiles ni los fuertes sobre los indefensos.
Pero no lo olvidemos. Lo que es buena noticia para los pobres resuena como amenaza y mala noticia para los intereses de los ricos.
Tienen mala suerte los ricos. El futuro no les pertenece. Sus riquezas les impiden abrirse a un Dios Padre y entrar en la nueva sociedad de hermanos. No participarán en la última fiesta, cuando el Rey se siente a la mesa «con los pobres, lisiados, ciegos y cojos».

José Antonio Pagola

HOMILIA

¿SENTIRSE BIEN?

No es difícil observar entre nosotros los rasgos más característicos del individualismo moderno. Para muchos, el ideal de la vida es «sentirse bien». Todo lo demás viene después. Lo primero es mejorar la calidad de vida, evitar lo que nos puede molestar, y asegurar, como sea, nuestro pequeño bienestar material, sicológico y afectivo.
Para lograrlo, cada uno debe organizarse la vida a su gusto. No hay que pensar en los problemas de los demás. Lo que haga cada uno es cosa suya. No es bueno meterse en la vida de otros. Bastante tiene uno con sacar adelante su propia vida.
Este individualismo moderno está cambiando la vida de los creyentes de occidente. Poco a poco, se va difundiendo una «moral sin mandamientos». Todo es bueno si no me hace daño. Lo importante es ser inteligente y actuar con habilidad. Naturalmente, hay que respetar a todos y no perjudicar a nadie. Eso es todo.
Va cambiando también la manera de vivir la fe. Cada uno sabe «lo que le va» y «lo que no le va». Lo importante es que la religión le ayude a uno a sentirse bien. Se puede ser un «cristiano majo» y sin problemas. Lo que hace falta es «gestionar» lo religioso de manera inteligente.
El resultado es una clase media instalada en el bienestar, compuesta por individuos respetables que se comportan correctamente en todos los órdenes de la vida, pero que viven encerrados en sí mismos, separados de su propia alma y apartados de Dios y de sus semejantes.
Hay una manera muy sencilla de saber qué queda de «cristiano» en  este individualismo moderno y es ver si todavía nos preocupamos de los que sufren. Lo dijo Jesús con claridad: «A mí el Espíritu de Dios me envía a dar una Buena Noticia a los pobres». Ser cristiano no es sentirse bien ni mal, sino sentir a los que viven mal , pensar en los que sufren, reaccionar ante su impotencia, no refugiarnos en nuestro propio bienestar.
No hay que dar por supuesto que somos cristianos pues puede no ser verdad. Nos tenemos que preguntar si vivimos según lo que nos parece o si nos dejamos alguna vez conducir por ese Espíritu que a él lo llevaba hacia los que veía sufrir.

José Antonio Pagola

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