lunes, 6 de febrero de 2017

12-02-2017 - 6º domingo Tiempo ordinario (A)


El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó  en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos  la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.

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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

No dejes de visitar la nueva página de VÍDEOS DE LAS CONFERENCIAS DE JOSÉ ANTONIO PAGOLA .

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6º domingo Tiempo ordinario (A)


EVANGELIO

Se dijo a los antiguos, pero yo os digo.

+ Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 17-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.
El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.
Os lo aseguro: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será procesado.
Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil', tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "renegado", merece la condena del fuego.
Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.
Habéis oído el mandamiento "no cometerás adulterio". Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.
Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno.
Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno.
Está mandado: "El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio. "
Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No jurarás en falso" y "Cumplirás tus votos al Señor".
Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir "sí" o "no". Lo que pasa de ahí viene del Maligno.»

Palabra de Dios.

HOMILIA

2016-2017 -
12 de febrero de 2.017

NO A LA GUERRA ENTRE NOSOTROS

Los judíos hablaban con orgullo de la Ley de Moisés. Según la tradición, Dios mismo la había regalado a su pueblo. Era lo mejor que habían recibido de él. En esa Ley se encierra la voluntad del único Dios verdadero. Ahí pueden encontrar todo lo que necesitan para ser fieles a Dios.
También para Jesús la Ley es importante, pero ya no ocupa el lugar central. Él vive y comunica otra experiencia: está llegando el reino de Dios; el Padre está buscando abrirse camino entre nosotros para hacer un mundo más humano. No basta quedarnos con cumplir la Ley de Moisés. Es necesario abrirnos al Padre y colaborar con él en hacer una vida más justa y fraterna.
Por eso, según Jesús, no basta cumplir la ley que ordena “No matarás”. Es necesario, además, arrancar de nuestra vida la agresividad, el desprecio al otro, los insultos o las venganzas. Aquel que no mata, cumple la ley, pero si no se libera de la violencia, en su corazón no reina todavía ese Dios que busca construir con nosotros una vida más humana.
Según algunos observadores, se está extendiendo en la sociedad actual un lenguaje que refleja el crecimiento de la agresividad. Cada vez son más frecuentes los insultos ofensivos proferidos solo para humillar, despreciar y herir. Palabras nacidas del rechazo, el resentimiento, el odio o la venganza.
Por otra parte, las conversaciones están a menudo tejidas de palabras injustas que reparten condenas y siembran sospechas. Palabras dichas sin amor y sin respeto, que envenenan la convivencia y hacen daño. Palabras nacidas casi siempre de la irritación, la mezquindad o la bajeza.
No es este un hecho que se da solo en la convivencia social. Es también un grave problema en la Iglesia actual. El Papa Francisco sufre al ver divisiones, conflictos y enfrentamientos de “cristianos en guerra contra otros cristianos”. Es un estado de cosas tan contrario al Evangelio que ha sentido la necesidad de dirigirnos una llamada urgente: “No a la guerra entre nosotros”.
Así habla el Papa: “Me duele comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aún entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odios, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?”. El Papa quiere trabajar por una Iglesia en la que “todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis”.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2013-2014 –
16 de febrero de 2.014

NO A LA GUERRA ENTRE NOSOTROS

(Ver homilía del ciclo A - 2016-2017)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2010-2011 – JESÚS ES PARA TODOS
13 de febrero de 2011

ENTENDER LAS LEYES COMO JESÚS

Los judíos hablaban con orgullo de la Ley de Moisés. Era el mejor regalo que habían recibido de Dios. En todas las sinagogas la guardaban con veneración dentro de un cofre depositado en un lugar especial. En esa Ley podían encontrar cuanto necesitaban para ser fieles a Dios.
Jesús, sin embargo, no vive centrado en la Ley. No se dedica a estudiarla ni a explicarla a sus discípulos. No se le ve nunca preocupado por observarla de manera escrupulosa. Ciertamente, no pone en marcha una campaña contra la Ley, pero ésta no ocupa ya un lugar central en su corazón.
Jesús busca la voluntad del Dios desde otra experiencia diferente. Le siente a Dios tratando de abrirse camino entre los hombres para construir con ellos un mundo más justo y fraterno. Esto lo cambia todo. La ley no es ya lo decisivo para saber qué espera Dios de nosotros. Lo primero es "buscar el reino de Dios y su justicia".
Los fariseos y letrados se preocupan de observar rigurosamente las leyes, pero descuidan el amor y la justicia. Jesús se esfuerza por introducir en sus seguidores otro talante y otro espíritu: «si vuestra justicia no es mejor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de Dios». Hay que superar el legalismo que se contenta con el cumplimiento literal de leyes y normas.
Cuando se busca la voluntad del Padre con la pasión con que la busca Jesús, se va siempre más allá de lo que dicen las leyes. Para caminar hacia ese mundo más humano que Dios quiere para todos, lo importante no es contar con personas observantes de leyes, sino con hombres y mujeres que se parezcan a él.
Aquel que no mata, cumple la Ley, pero si no arranca de su corazón la agresividad hacia su hermano, no se parece a Dios. Aquel que no comete adulterio, cumple la Ley, pero si desea egoístamente la esposa de su hermano, no se asemeja a Dios. En estas personas reina la Ley, pero no Dios; son observantes, pero no saben amar; viven correctamente, pero no construirán un mundo más humano.
Hemos de escuchar bien las palabras de Jesús: «No he venido a abolir la Ley y los profetas, sino a dar plenitud». No ha venido a echar por tierra el patrimonio legal y religioso del antiguo testamento. Ha venido a «dar plenitud», a ensanchar el horizonte del comportamiento humano, a liberar la vida de los peligros del legalismo.
Nuestro cristianismo será más humano y evangélico cuando aprendamos a vivir las leyes, normas, preceptos y tradiciones como los vivía Jesús: buscando ese mundo más justo y fraterno que quiere el Padre.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2007-2008 – RECREADOS POR JESÚS

DESARMAR LA PALABRA

Si uno llama a su hermano «imbécil».

El conocido escritor italiano, Alessandro Pronzato, ha publicado un nuevo libro titulado En busca de las virtudes perdidas. Su tesis es clara: hemos de cuidar mejor actitudes como la paciencia, el respeto, la discreción, la dulzura, la honradez, el sentido del deber..., si queremos vivir de manera más humana en una sociedad donde el individualismo, la búsqueda de eficacia o el éxito fácil parecen invadirlo todo.
Entre otras cosas, Pronzato denuncia en su libro la «profanación del lenguaje» en nuestros días. No está de moda hablar respetuosamente y con delicadeza. Es más frecuente el lenguaje decadente y de mal gusto. Es fácil detectar tres hechos lamentables: la violencia verbal, la maledicencia en el hablar y la vulgaridad.
El hablar actual refleja con frecuencia la agresividad que habita el corazón de las personas. De su boca brota un lenguaje duro e implacable. Palabras ofensivas e hirientes, pronunciadas sólo para humillar y despreciar, para descalificar y destruir. ¿Por qué está tan extendido este lenguaje hecho de insultos e injurias? A veces, todo proviene de la agresividad, el rechazo o el deseo de venganza. Otras, de la antipatía o la envidia. A veces, de la ligereza e inconsciencia.
Otro rasgo del lenguaje actual es la maledicencia. Las conversaciones están llenas de palabras injustas que reparten condenas y siembran sospechas. Palabras dichas sin amor y sin respeto, que envenenan la convivencia y hacen daño. Palabras nacidas casi siempre de la irritación, la mezquindad o la bajeza. Palabras que no alientan ni construyen.
Otro síntoma penoso es la vulgaridad, el lenguaje desvergonzado y hasta procaz. Hay quienes no pueden expresarse sin aludir de forma irreverente a lo sagrado, o sin utilizar términos groseros e indecentes. No está de moda el lenguaje amable o las palabras educadas. Impacta más el mal gusto y la transgresión.
No ha perdido actualidad la advertencia de Jesús pidiendo a sus seguidores no insultar al hermano llamándolo «imbécil» o «renegado». Cuando se tiene un corazón noble y una actitud digna, se habla de otra manera más respetuosa y pacífica.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS

Título

(No existe)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2001-2002 – CON FUEGO

PREOCUPACIONES DIFERENTES

Deja tu ofrenda ante el altar.

Al parecer, preocupan no poco en algunos sectores de la Iglesia los abusos que se puedan cometer en la liturgia. Al menos, esto parece desprenderse de un documento oficial en el que se señalan hasta 37 abusos de diversa naturaleza, que alteran los ritos, expresan un excesivo protagonismo de los laicos y laicas o no tienen en cuenta algunas normas.
La preocupación es tal que en un párrafo inusitado y sorprendente se dice que cualquier católico, sacerdote, diácono o laico, «tiene derecho a denunciar cualquier abuso litúrgico» ante el obispo diocesano o ante la Sede Apostólica de Roma.
Ciertamente no eran éstas las preocupaciones de Jesús en torno a la liturgia ni éstos los caminos y el espíritu para corregir actuaciones inadecuadas entre sus seguidores. A Jesús le preocupa la liturgia que no crea una vida más digna y humana entre las gentes. Si un día realiza un gesto amenazador contra el Templo no es porque los ritos no se ajustan a lo prescrito, sino porque aquel culto no crea justicia.
Según Jesús, todas las ofrendas han de quedar ante el altar y la liturgia ha de ser interrumpida si no nos urge a construir una sociedad más reconciliada. Sus comidas y cenas, abiertas a publicanos, pecadores y prostitutas, no tenían otro fin: despertar la fe en el Dios del perdón y crear una sociedad fraterna.
¿Cuál es el verdadero problema de nuestra liturgia? ¿Los abusos que se pueden cometer o la falta de verdad, coherencia y credibilidad? ¿Qué hemos de denunciar? ¿Los «abusos» de algunos o la falta de sensibilidad y creatividad de todos para buscar formas de celebración más adecuadas para el hombre y la mujer de hoy?
Las iglesias se vacían, los jóvenes no entienden nuestro lenguaje multisecular, no pocos asisten pacientemente a unas misas en las que no resuenan sus verdaderos problemas y preocupaciones... Sin embargo, nadie reacciona. ¿Es tan difícil preguntarse (sólo preguntarse) qué liturgia necesitan los hombres y las mujeres de hoy, sumidos en la desorientación, necesitados de esperanza y hambrientos de un Dios Amigo?
Lo que ha de alertar nuestra conciencia son las palabras de Jesús: «Si te acuerdas de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
14 de febrero de 1999

DESARMAR LA PALABRA

Si uno llama a su hermano «imbécil»...

El conocido escritor italiano, Alessandro Pronzato, acaba de publicar un nuevo libro titulado «En busca de las virtudes perdidas» (Ed. Sígueme, Salamanca 2001). Su tesis es clara: hemos de cuidar mejor actitudes como la paciencia, el respeto, la discreción, la dulzura, la honradez, el sentido del deber..., si queremos vivir de manera más humana en una sociedad donde el individualismo, la búsqueda de eficacia o el éxito fácil parecen invadirlo todo.
Entre otras cosas, Pronzato denuncia en su libro la «profanación del lenguaje» en nuestros días. No está de moda hablar respetuosamente y con delicadeza. Es más frecuente el lenguaje decadente y de mal gusto. Es fácil detectar tres hechos lamentables: la violencia verbal, la maledicencia en el hablar y la vulgaridad.
El hablar actual refleja con frecuencia la agresividad que habita el corazón de las personas. De su boca brota un lenguaje duro e implacable. Palabras ofensivas e hirientes, pronunciadas sólo para humillar y despreciar, para descalificar y destruir. ¿Por qué está tan extendido este lenguaje hecho de insultos e injurias? A veces, todo proviene de la agresividad, el rechazo o el deseo de venganza. Otras, de la antipatía o la envidia. A veces, de la ligereza e inconsciencia.
Otro rasgo del lenguaje actual es la maledicencia. Las conversaciones están llenas de palabras injustas que reparten condenas y siembran sospechas. Palabras dichas sin amor y sin respeto, que envenenan la convivencia y hacen daño. Palabras nacidas casi siempre de la irritación, la mezquindad o la bajeza. Palabras que no alientan ni construyen.
Otro síntoma penoso es la vulgaridad, el lenguaje desvergonzado y hasta procaz. Hay quienes no pueden expresarse sin aludir de forma irreverente a lo sagrado, o sin utilizar términos groseros e indecentes. No está de moda el lenguaje amable o las palabras educadas. Impacta más el mal gusto y la transgresión.
No ha perdido actualidad la advertencia de Jesús pidiendo a sus seguidores no insultar al hermano llamándolo «imbécil» o «renegado». Cuando se tiene un corazón noble y una actitud digna, se habla de otra manera más respetuosa y pacífica.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1995-1996 – SANAR LA VIDA
11 de febrero de 1996

¿ES POSIBLE SER FIEL?

No cometerás adulterio.

No es fácil hablar hoy de «fidelidad». La confusión es casi total. ¿Hemos de ser fieles a una patria, a una religión, a una ideología? ¿Debemos ser fieles a unos principios de valor eterno? ¿He de ser fiel a mi pasado cuando ya no me convence?
Las cosas se complican todavía más cuando se trata de la «fidelidad matrimonial». ¿Qué quiere decir fidelidad a un amor que ha desaparecido? Si el cónyuge ya no es el de antes, si ya no le amo o amo a otra persona, ¿qué es ser fiel?, ¿mantener las apariencias de un amor inexistente?, ¿sentirme libre para volver a amar a otra persona?, ¿he de ser fiel a la institución matrimonial o fiel a mí mismo y a la realidad?
Se suele atribuir esta crisis de la pareja al cambio de rol de la mujer y a su nuevo protagonismo sexual, a la disolución que se ha abierto entre sexo y fecundidad, al descubrimiento del erotismo fuera de la institución matrimonial o a factores semejantes. No deberíamos, sin embargo, olvidar otro dato fundamental: la sociedad moderna marcada por cambios pro fundos y acelerados está generando en las personas inestabilidad, deseo de vivir sólo el presente, miedo a todo compromiso de carácter duradero.
No son pocos los que sienten más o menos así: «¿Puedo yo ser fiel a mi compromiso a lo largo de los años si tanto mi pareja como yo vamos a ir cambiando, y va a cambiar también nuestra relación, nuestras ideas y sentimientos?» La conclusión es lógica: «estaremos casados mientras las cosas nos vayan bien».
Lo primero es aclarar que la fidelidad siempre tiene sentido en relación al otro. No se trata de ser fiel a la institución matrimonial o al vínculo jurídico, sino a esa persona a la que ahora amo y prometo amar. Por otra parte, la fidelidad a esa persona amada ha de ser siempre «nueva» y «creativa» pues la pareja, efectivamente, va cambiando a lo largo de los años. El «amor muerto» o la convivencia soportada en el aburrimiento no es propiamente fidelidad. Esta se vive en cada momento de manera diferente, siempre abierta a situaciones nuevas.
Al afirmar que el hombre se unirá a la mujer y que «no serán ya dos, sino una sola carne», Jesús no está invitando a la pareja a soportar una institución jurídica o a vivir la mentira de un «amor muerto», sino a crecer juntos, a descubrirse siempre de forma nueva, a consolidar el amor cada vez con más realismo y más ternura. Está invitando a vivir las exigencias más hondas del amor humano.
Sin embargo, la fidelidad del hombre o la mujer será siempre frágil e incierta. Dios que ha creado el corazón humano lo sabe. Y Dios es siempre gracia, perdón y principio de vida renovada.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1992-1993 – CON HORIZONTE
14 de febrero de 1993

EL CAMINO MÁS EQUIVOCADO

Vete primero a reconciliarte.

Estoy convencido de que el deseo sincero de paz que sienten tantos hombres y mujeres de este pueblo se abrirá camino tarde o temprano. Lo siento así incluso en estos momentos en que se abren nuevas heridas, aumentan los odios y cunde en no pocos el desaliento.
Eso sí, hacia la paz no se avanza de cualquier manera. Hay que dar pasos acertados. Y en estos momentos corremos el peligro de adentramos por los caminos más equivocados.
No se llegará a la paz pidiendo a gritos la «libertad» del pueblo mientras se legitima el secuestro de una persona. Es un error engañar la propia conciencia tratando de justificar lo que es injustificable. ¿Qué «libertad» se está pidiendo cuando no importa la libertad ni la vida de las personas?
No se llegará a la paz enfrentando de manera violenta a las personas. Lo que se necesita es aproximar posturas y aunar fuerzas, no encender la lucha callejera ni ahondar las divisiones. Así no se hace un pueblo. Así se lo destruye. ¿Qué amor al pueblo hay en quien pone en marcha un camino tan peligroso y destructor?
No se llegará a la paz provocando el desprecio, los insultos y la mutua agresión. ¿Qué paz se podrá hacer entre personas que no se escuchan ni se respetan mutuamente sus ideas? ¿Por qué tengo yo que despreciar y considerar como enemigo a alguien sólo porque piensa de diversa manera? ¿Tengo que olvidar que es hombre, que es hermano, que pertenece a mi propio pueblo?
No se llegará a la paz introduciendo más pasión y fanatismo entre nosotros. Lo que se necesita es sembrar objetividad y racionalidad. Sólo quienes busquen con espíritu abierto y lucidez fórmulas de convivencia política nos acercarán a la paz. ¿Qué puede esperarse que nazca de posturas dogmáticas intocables de un signo o de otro?
No se llegará a la paz coaccionando a las personas con graves amenazas y reduciendo al silencio a quien no piensa igual. Cuando en una sociedad la gente tiene miedo para expresar lo que piensa, allí se está destruyendo la convivencia democrática. Un pueblo puede perder la libertad desde fuera, pero la puede perder también dentro.
En medio de los enfrentamientos de estos días, escucho la consigna de Jesús: «Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano.» ¿Para qué sirven todas nuestras profesiones de fe en un Dios Padre, si luego no vivimos como hermanos? ¿Qué puede significar una celebración cristiana vivida desde el resentimiento y el odio mutuo? El acercamiento a Dios lleva siempre a una actitud abierta y reconciliadora con todos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1989-1990 – NUNCA ES TARDE
11 de febrero de 1990

NO MATARAS

No matarás.

Es realmente aterrador estudiar los Informes que publica cada año, con su habitual rigor, Amnistía Internacional sobre las violaciones de los derechos humanos en el mundo.
Decenas de miles de personas mueren anualmente víctimas de matanzas masivas, ejecuciones secretas, juicios sumarísimos o como consecuencia de torturas inhumanas.
Algunos fueron asesinados a la puerta de su casa, en mezquitas o iglesias. Otros eliminados en comisarías de policía, celdas secretas, cuarteles militares o dependencias gubernamentales.
Muchas de estas personas han sido ejecutadas exclusivamente por sus convicciones políticas o religiosas, o por razones de color, origen étnico o idioma.
Resulta especialmente estremecedor constatar los esfuerzos por ocultar tanta indignidad: ejecuciones nocturnas, desaparición de las víctimas, eliminación de pruebas, intervención de «escuadrones de la muerte» y fuerzas paramilitares secretas, prohibición de investigaciones imparciales.
Según los datos, la década de los ochenta se ha caracterizado por el número extraordinario de asesinatos masivos o individuales cometidos precisamente por fuerzas gubernamentales.
El «no matarás» bíblico, tan radicalmente asumido y predicado por Jesús, sigue siendo violado de manera sistemática en el mundo, incluso por aquellos que tienen el deber de proteger la vida de las personas.
¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros ante esa barbarie mundial?
¿Cómo contribuir a crear una conciencia internacional que reaccione con más fuerza ante atentados tan execrables?
Un cauce sencillo pero eficaz es colaborar en la actividad que viene realizando de manera incansable Amnistía Internacional. La actuación de este prestigioso organismo de carácter independiente se centra sobre todo en estas tareas:
Liberar a «los presos de conciencia» que no han recurrido a la violencia ni han abogado por ella, presionando a las autoridades por medio de cartas y escritos, y alertando a la opinión pública sobre los presos olvidados.
Propugnar juicios imparciales para todos los presos políticos, defendiéndolos de injusticias y arbitrariedades.
Detectar y denunciar las torturas y el trato inhumano y degradante impuestos a cualquier categoría de presos.
Luchar por la abolición de la pena de muerte vigente todavía en más de cien países y realizar campañas ante la inminente ejecución de algún recluso.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
15 de febrero de 1987

EL DIA DE LA EUCARISTIA

Vuelve a presentar tu ofrenda.

La eucaristía es el centro del domingo y, por lo tanto, el momento culminante de toda la semana del creyente.
Los cristianos hemos acentuado mucho la misa como sacrificio redentor pero, a veces hemos olvidado que la eucaristía es lo que a nosotros nos permite hoy encontrarnos realmente con el resucitado.
El que se hace presente en la eucaristía no es propiamente aquel personaje histórico que vivió hace dos mil años y se llamó Jesús de Nazaret, sino el que vive ahora resucitado y lleno de vida. Ese Cristo resucitado que alimenta hoy la vida de los creyentes.
Por eso, F.X. Durrwell ha podido decir en su estudio sobre la eucaristía que ésta es «una forma permanente de aparición pascual» para los cristianos de todas las épocas.
Así comprenderemos mejor que la Iglesia no celebra la eucaristía dominical para permitir a cada cristiano que cumpla con su deber. No se trata de “organizar» misas para ponerlas a disposición de aquellos que quieran cumplir con sus obligaciones religiosas.
Las comunidades cristianas celebran cada domingo la eucaristía porque necesitan alimentar su fe y encontrarse con Cristo resucitado. Como dice S. Juan Crisóstomo: “abstenerse de esta comida es quedar- se separado del Señor”.
Más de uno dirá, sin embargo, que no es fácil renovar la esperanza en ciertas misas. Las razones pueden ser varias: una iglesia mal dispuesta y poco acogedora, una celebración mal preparada, una actuación torpe del sacerdote, unos cantos mal cantados, una homilía pesada...
Quejas, con frecuencia, muy reales y que han de ser escuchadas por quienes podemos y debemos mejorar la liturgia de las comunidades cristianas. Pero es necesario recordar que Dios se deja encontrar por quien realmente le busca, incluso en esas circunstancias.
Uno puede poner de su parte gestos sencillos pero de gran importancia.
Llegar con tiempo suficiente para estar unos minutos en silencio, liberarnos de otras preocupaciones y hacer paz en nuestro corazón.
Colocarnos allí donde nos resulte más fácil participar y vivir la celebración. Cantar y pronunciar las oraciones dándonos cuenta de lo que decimos. Dar sentido a todos nuestros gestos: levantarnos en actitud de respeto y atención, sentarnos para escuchar, arrodillamos para adorar y orar con humildad.
Pero, sin duda, lo más importante es abrirnos interiormente a Dios, acogerle sin temor, confiarnos a él con gozo. Que cuando el sacerdote nos invite a que levantemos el corazón, podamos decir con toda verdad: «Lo tenemos levantado hacia el Señor».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
12 de febrero de 1984

AGRESION INUTIL

Si uno llama «imbécil» a su hermano...

Es insólito que un animal llegue a destruir a otro de su misma especie. La explicación científica es sencilla. En los animales, la agresión está controlada por mecanismos biológicos que impiden su mutua destrucción.
No sucede así en la especie humana. En nosotros, la agresividad puede convertirse en ataque destructor que llega, incluso, hasta eliminar a otro hombre.
Nosotros no estamos defendidos por ningún dispositivo biológico que nos impida destruirnos mutuamente. ¿Qué es lo que puede salvar a los hombres de la mutua agresión y el exterminio?
Esta pregunta no es hoy algo teórico y sin importancia, sino una cuestión angustiosa en una sociedad cuya agresividad está creciendo hasta límites insostenibles.
La respuesta de Jesús es clara. No basta convertir el homicidio en 4tabú», con la prohibición divina del «no matarás». Es necesario, además, liberarnos de todo lo que nos lleva a destruir al otro y reorientar nuestras energías agresivas hacia la construcción de la fraternidad.
Es una equivocación y una incoherencia condenar con toda clase de repulsas las muertes violentas y avivar, al mismo tiempo, entre nosotros, una agresividad tan estéril como peligrosa.
Lo podemos comprobar una vez más en esta campaña electoral. Parece que no podemos confrontar nuestras posiciones políticas, sin degenerar en ataques poco nobles al adversario. No acertamos a defender nuestras opciones sin despreciar las de los demás. No sabemos criticarnos mutuamente, sin caer en la acusación desleal, el insulto o la injuria.
Los dirigentes políticos no contribuyen a crear un clima social de diálogo, colaboración y búsqueda solidaria del bien común. Al contrario, enzarzados, con frecuencia, en agresiones inútiles, producen la impresión de estar más enfrentados que los mismos ciudadanos a los que representan.
¿Qué sentido pueden tener estos enfrentamientos estériles, cuando estamos necesitando aunar más que nunca los esfuerzos de todos para acometer juntos la solución de nuestros graves problemas?
Hay en el evangelio de Jesús un mensaje que tampoco hoy deberíamos olvidar: los hombres caminan hacia la salvación, cuando convierten su «agresividad», no en ataque destructor al hermano sino en energía positiva, orientada a construir una sociedad más justa y fraterna.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1980-1981 – APRENDER A VIVIR
15 de febrero de 1981

¿SOLO DIVORCIO?

El que se divorcie de su mujer...

El proyecto de ley de divorcio que se encuentra a la espera de ser debatido próximamente en el Congreso de Diputados ha levantado ya fuertes reacciones a favor y en contra.
Divorcistas y antidivorcistas se debaten con argumentos de todo género en una controversia que va adquiriendo tonos cada vez más fuertes.
A nadie se le escapa que la aprobación de dicha ley introducirá en nuestra sociedad cambios profundos e irreversibles en el comportamiento y la conducta matrimonial.
Pero, quizás no sea menor la influencia que puede tener en la conciencia cristiana de muchos creyentes. No son pocos los que comienzan a sospechar que Jesús y la Iglesia han cargado al matrimonio con una pesada ley, insoportable ya para el hombre contemporáneo.
Con demasiada facilidad se olvida en las discusiones que, en cualquier caso, la fidelidad sigue urgiendo siempre que ha nacido y se ha logrado un auténtico amor. Un matrimonio fundado en un verdadero amor conyugal está llamado a ser exclusivo, total e incondicional para toda la vida.
El proyecto cristiano no es una agresión absurda y anticuada al matrimonio, sino, precisamente, la exigencia verdadera del amor que nace en aquellos esposos que se aman sinceramente.
Por esto, ante el fracaso matrimonial, no es suficiente defender teóricamente la indisolubilidad del matrimonio ni tampoco posicionarse a favor del proyecto de ley de divorcio.
Nos debemos interrogar sobre las raíces profundas de tanto fracaso matrimonial y sentirnos interpelados por tantos esposos que soportan una vida matrimonial vacía y desgarrada, o buscan liberarse de su soledad en una nueva relación amorosa.
¿Qué hacer ante la falta de conciencia matrimonial, la ausencia de diálogo conyugal, la inestabilidad y la incapacidad de fidelidad de tantas parejas?
Una ley divorcista no resolverá nunca el problema profundo de una sociedad que engendra tantos hombres y mujeres inestables, inmaduros, frágiles, incapaces de vivir el amor en fidelidad.
Nuestra sociedad necesita hombres y mujeres que sepan defender el proyecto de un amor indisoluble, al mismo tiempo que compren. den y ayudan a quienes son incapaces de vivirlo en el contexto difícil de esta sociedad.
Los cristianos tenemos un modelo de conducta a seguir en Aquél que defendió el matrimonio como nadie y, al mismo tiempo, no quiso lanzar piedras sobre nadie.

José Antonio Pagola



Blog:               http://sopelakoeliza.blogspot.com

Para ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
                        http://iglesiadesopelana3v.blogspot.com


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