lunes, 16 de febrero de 2015

22/02/2015 - 1º Domingo de Cuaresma (B)

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El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción". 
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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Para leer, compartir, bajarse o imprimir las homilias de José Antonio Pagola del domingo haz "clic" sobre el título del domingo, o haz "clic" sobre Ciclo A, Ciclo B o Ciclo C, en el menú superior para leer las homilias de cada ciclo.

¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

No dejes de visitar la nueva página de VÍDEOS DE LAS CONFERENCIAS DE JOSÉ ANTONIO PAGOLA .

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1º Domingo de Cuaresma (B)


EVANGELIO

Se dejaba tentar por Satanás, y los ángeles le servían.

+ Comienzo del santo evangelio según San Marcos 1,12-15

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto.
Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían.
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:
- «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»

Palabra de Dios.

HOMILIA

2014-2015 -
22 de febrero de 2015

EMPUJADOS AL DESIERTO

El Espíritu empujó a Jesús al desierto.

Marcos presenta la escena de Jesús en el desierto como un resumen de su vida. Señalo algunas claves. Según el evangelista, «el Espíritu empuja a Jesús al desierto». No es una iniciativa suya. Es el Espíritu de Dios el que lo desplaza hasta colocarlo en el desierto: la vida de Jesús no va a ser un camino de éxito fácil; más bien le esperan pruebas, inseguridad y amenazas.
Pero el «desierto» es, al mismo tiempo, el mejor lugar para escuchar, en silencio y soledad, la voz de Dios. El lugar al que hay que volver en tiempos de crisis para abrirle caminos al Señor en el corazón del pueblo. Así se pensaba en la época de Jesús.
En el desierto, Jesús «es tentado por Satanás». Nada se dice del contenido de las tentaciones. Sólo que provienen de «Satanás», el Adversario que busca la ruina del ser humano destruyendo el plan de Dios. Ya no volverá a aparecer en todo el evangelio de Marcos. Jesús lo ve actuando en todos aquellos que lo quieren desviar de su misión, incluido Pedro.
El breve relato termina con dos imágenes en fuerte contraste: Jesús «vive entre fieras», pero «los ángeles le sirven». Las «fieras», los seres más violentos de la creación, evocan los peligros que amenazarán siempre a Jesús y su proyecto. Los «ángeles», los seres más buenos de la creación, evocan la cercanía de Dios que bendice, cuida y defiende a Jesús y su misión.
El cristianismo está viviendo momentos difíciles. Siguiendo los estudios sociológicos, nosotros hablamos de crisis, secularización, rechazo por parte del mundo moderno… Pero tal vez, desde una lectura de fe, hemos de decir algo más: ¿No será Dios quien nos está empujando a este «desierto»? ¿No necesitábamos algo de esto para liberarnos de tanta vanagloria, poder mundano, vanidad y falsos éxitos acumulados inconscientemente durante tantos siglos? Nunca habríamos elegido nosotros estos caminos.
Esta experiencia de desierto, que irá creciendo en los próximos años, es un tiempo inesperado de gracia y purificación que hemos de agradecer a Dios. El seguirá cuidando su proyecto. Sólo se nos pide rechazar con lucidez las tentaciones que nos pueden desviar una vez más de la conversión a Jesucristo.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2011-2012 -
26 de febrero de 2012

ENTRE CONFLICTOS Y TENTACIONES

Antes de comenzar a narrar la actividad profética de Jesús, Marcos escribe estos breves versículos: «El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían». Estas breves líneas son un resumen de las experiencias básicas vividas por Jesús hasta su ejecución en la cruz.
Jesús no ha conocido una vida fácil y tranquila. Ha vivido impulsado por el Espíritu, pero ha sentido en su propia carne las fuerzas del mal. Su entrega apasionada al proyecto de Dios lo ha llevado a vivir una existencia desgarrada por conflictos y tensiones. De él hemos de aprender sus seguidores a vivir en tiempos de prueba.
«El Espíritu empuja a Jesús al desierto». No lo conduce a una vida cómoda. Lo lleva por caminos de pruebas, riesgos y tentaciones. Buscar el reino de Dios y su justicia, anunciar a Dios sin falsearlo, trabajar por un mundo más humano es siempre arriesgado. Lo fue para Jesús y lo será para sus seguidores.
«Se quedó en el desierto cuarenta días». El desierto será el escenario por el que transcurrirá la vida de Jesús. Este lugar inhóspito y nada acogedor es símbolo de prueba y purificación. El mejor lugar para aprender a vivir de lo esencial, pero también el más peligroso para quien queda abandonado a sus propias fuerzas.
«Tentado por Satanás». Satanás significa "el adversario", la fuerza hostil a Dios y a quienes trabajan por su reinado. En la tentación se descubre qué hay en nosotros de verdad o de mentira, de luz o de tinieblas, de fidelidad a Dios o de complicidad con la injusticia.
A lo largo de su vida, Jesús se mantendrá vigilante para descubrir a "Satanás" en las circunstancias más inesperadas. Un día rechazará a Pedro con estas palabras: "Apártate de mí, Satanás, porque tus pensamiento no son los de Dios". Los tiempos de prueba hemos de vivirlos, como él, atentos a lo que nos puede desviar de Dios.
«Vivía entre alimañas, y los ángeles le servían». Las fieras, los seres más violentos de la tierra, evocan los peligros que amenazarán a Jesús. Los ángeles, los seres más buenos de la creación, sugieren la cercanía de Dios que lo bendice, cuida y sostiene. Así vivirá Jesús: defendiéndose de Antipas al que llama "zorra" y buscando en la oración de la noche la fuerza del Padre.
Hemos de vivir estos tiempos difíciles con los ojos fijos en Jesús. Es el Espíritu de Dios el que nos está empujando al desierto. De esta crisis saldrá un día una Iglesia más humilde y más fiel a su Señor.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2008-2009 -  RECUPERAR EL EVANGELIO
1 de marzo de 2009

EMPUJADOS AL DESIERTO

(Ver homilía del 22 de febrero de 2015)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
5 de marzo de 2006

CÓMO SERÍA LA VIDA

Creed la Buena Noticia.

Propiamente, Jesús no enseñó una «doctrina religiosa» para que sus discípulos la aprendieran y difundieran correctamente. Jesús anuncia, más bien, un «acontecimiento» que pide ser acogido, pues lo puede cambiar todo. Ello está ya experimentando: «Dios se está introduciendo en la vida con su fuerza salvadora. Hay que hacerle sitio».
Según el evangelio más antiguo, Jesús «proclamaba esta Buena Noticia de Dios: se ha cumplido el plazo. Está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia». Es un buen resumen del mensaje de Jesús: «Se avecina un tiempo nuevo. Dios no quiere dejamos solos frente a nuestros problemas y desafíos. Quiere construir junto a nosotros una vida más humana. Cambiad de manera de pensar y de actuar. Vivid creyendo esta buena noticia».
Todos los expertos piensan hoy que esto que Jesús llama «reino de Dios» es el corazón de su mensaje y la pasión que alentó toda su vida. Lo sorprendente es que Jesús nunca explica directamente en qué consiste el «reino de Dios». Lo que hace es sugerir en parábolas inolvidables cómo actúa Dios y cómo sería la vida si hubiera gente que actuara como él.
Para Jesús, el «reino de Dios» es la vida tal como la quiere construir Dios. Ése era el fuego que llevaba dentro: ¿cómo sería la vida en el Imperio si en Roma reinara Dios y no Tiberio?, ¿cómo cambiarían las cosas si se imitara, no a Tiberio que sólo buscaba poder, riqueza y honor, sino a Dios que pide justicia y compasión para los últimos?
¿Cómo sería la vida en las aldeas de Galilea si en Tiberíades reinara Dios y no Antipas?, ¿cómo cambiaría todo si la gente se pareciera, no a los grandes terratenientes que explotaban a los campesinos, sino a Dios que los quiere ver comiendo y no de hambre?
Para Jesús el reino de Dios no es un sueño. Es el proyecto que Dios quiere llevar adelante en el mundo. El único objetivo que han de tener sus seguidores. ¿Cómo sería la Iglesia si se dedicará sólo a construir la vida tal como la quiere Dios, no como la quieren los amos del mundo?, ¿cómo seríamos los cristianos si viviéramos convirtiéndonos al reino de Dios?, ¿cómo lucharíamos por el «pan de cada día» para todo ser humano?, ¿cómo gritaríamos «Venga tu reino»?

José Antonio Pagola

HOMILIA

2002-2003 – REACCIONAR
9 de marzo de 2003

CONVERTIRSE HACE BIEN

Convertíos y creed la Buena Noticia.

La llamada a la conversión evoca casi siempre en nosotros el recuerdo del esfuerzo exigente y el desgarrón propio de todo trabajo de renovación y purificación. Sin embargo, las palabras de Jesús: «Convertíos y creed en la Buena Noticia», nos invitan a descubrir la conversión como paso a una vida más plena y gratificante.
El evangelio de Jesús nos viene a decir algo que nunca hemos de olvidar: «Es bueno convertirse. Nos hace bien. Nos permite experimentar un modo nuevo de vivir, más sano, más gozoso». Alguno se preguntará: Pero, ¿cómo vivir esa experiencia?, ¿qué pasos dar?
Lo primero es pararse. No tener miedo a quedarnos a solas con nosotros mismos para hacemos las preguntas importantes de la vida: ¿Quién soy yo? ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Es esto lo único que quiero vivir?
Este encuentro con uno mismo exige sinceridad. Lo importante es no seguir engañándose por más tiempo. Buscar la verdad de lo que estamos viviendo. No empeñamos en ocultar lo que somos y en parecer lo que no somos.
Es fácil que experimentemos entonces el vacío y la mediocridad. Aparecen ante nosotros actuaciones y posturas que están arruinando nuestra vida. No es esto lo que hubiéramos querido. En el fondo, deseamos vivir algo mejor y más gozoso.
Descubrir cómo estamos dañando nuestra vida no tiene por qué hundimos en el pesimismo o la desesperanza. Esta conciencia de pecado es saludable. Nos dignifica y nos ayuda a recuperar la autoestima personal. No todo es malo y ruin en nosotros. Dentro de cada uno está operando siempre una fuerza que nos atrae y empuja hacia el bien, el amor y la bondad.
La conversión nos exigirá, sin duda, introducir cambios concretos en nuestra manera de actuar. Pero la conversión no consiste en esos cambios. Ella misma es el cambio. Convertirse es cambiar el corazón, adoptar una postura nueva en la vida, tomar una dirección más sana.
Todos, creyentes y no creyentes, pueden dar los pasos hasta aquí evocados. La suerte del creyente es poder vivir esta experiencia abriéndose confiadamente a Dios. Un Dios que se interesa por mí más que yo mismo, para resolver no mis problemas sino «el problema», esa vida mía mediocre y fallida que parece no tener solución. Un Dios que me entiende, me espera, me perdona y quiere yerme vivir de manera más plena, gozosa y gratificante.
Por eso el creyente vive su conversión invocando a Dios con las palabras del salmista: «Ten misericordia de mí, oh Dios según tu bondad. Lávame afondo de mi culpa, limpia mi pecado. Crea en mí un corazón limpio. Renuévame por dentro. Devuélveme la alegría de tu salvación» (Salmo 50). La Cuaresma puede ser un tiempo decisivo para iniciar una vida nueva.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1999-2000 – COMO ACERTAR
12 de marzo de 2000

DIOS SIGUE CERCA

Convertíos y creed la Buena Noticia.

Un día la fe cristiana llegó hasta nosotros y fue acogida con gozo por nuestros antepasados. Durante siglos, Jesucristo ha sido para muchos el mejor estímulo y la fuerza más vigorosa para vivir con sentido. Hoy, sin embargo, son bastantes los que no aciertan a descubrir su valor. Poco a poco, Jesucristo va siendo olvidado.
Es cierto. Hoy se discute todo. Nada parece tener un valor decisivo. Ideales, filosofías, valores, religiones..., todo queda sometido a los intereses prácticos del vivir diario. Pero, una vez cuestionado todo, queda un problema que cada uno ha de resolver: hay que acertar en la vida, y no es tan fácil encontrar el camino. Jesucristo puede ser el estímulo más poderoso y la esperanza más firme para vivir, amar, crear, sufrir y morir de manera acertada.
A lo largo de estos años hemos cambiado mucho por dentro. Nos hemos hecho más críticos y escépticos, pero también más frágiles y menos consistentes interiormente. No nos resulta fácil creer, pero es difícil no creer. La vida no se hace más llevadera ni más humana sólo con dejar de lado a Dios. Olvidar a Jesucristo no significa tener más energía ni más resortes para vivir.
Pero, ¿es posible reaccionar cuando uno ha vivido muchos años sumido en la indiferencia y el desinterés?, ¿qué pasos se pueden dar para superar prejuicios, dudas e interrogantes?, ¿cómo creer sinceramente en Dios cuando uno se siente tan lejos de aquel «mundo religioso» que conoció de niño? Tal vez, lo primero es recordar que Dios no está lejos de nadie. Todo hombre o mujer, el más indiferente, el más mediocre, el más incrédulo vive envuelto por su amor insondable. Dios siempre se deja encontrar por quien lo busca con sincero corazón.
La cuaresma es un tiempo oportuno para escuchar la llamada de Jesús: «Convertíos y creed la Buena Noticia de Dios». Dios sigue cerca. Es bueno confiar en Él. Dios es el más interesado en que vivamos de manera más digna y dichosa.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1996-1997 – DESPERTAR LA FE
16 de febrero de 1997

NO ES FÁCIL

… a proclamar el Evangelio de Dios.

Cuando me meto en la piel de un hombre o de una mujer que vive fuera de la Iglesia y quiere conocer a Cristo y su evangelio, me doy cuenta de que no lo tiene fácil. Si no tiene la suerte de encontrarse con un creyente que vive su fe de manera convencida y gozosa, le resultará difícil captar toda la fuerza, el vigor y la esperanza que Cristo puede aportar a la vida. ¿Por qué digo esto?
Tal como aparece hoy en la sociedad, lo religioso se le va a presentar muchas veces como algo «anacrónico» que, quizás tuvo sentido en otras épocas o culturas, pero que no pertenece a nuestros días. Las ceremonias religiosas que va a ver en la televisión o el lenguaje eclesiástico que habitualmente va a escuchar le pueden llevar a preguntarse: «,A qué viene todo esto?, ¿hay que vestirse así, hacer estos ritos o hablar de esa manera para relacionarse con Dios o vivir el evangelio de Cristo?»
No es sólo esto. Lo religioso se le puede presentar también como algo «autoritario». Un mundo en el que se imponen verdades y dogmas que hay que aceptar aunque no se entiendan. Una institución que prohíbe y censura cosas que, en principio a uno le parecen sanas. Surgirá entonces la pregunta: «¿Cómo voy a aceptar algo que se me trata de imponer de forma autoritaria?»
Puede tener también la impresión de que en las instituciones religiosas hay «miedo» al avance de la ciencia, al progreso de las ideas y a los cambios sociales. Incluso puede llegar a sospechar que lo religioso, tal como a veces es presentado y vivido, está contra la vida. ¿Cómo percibir entonces a ese Cristo que vino para que los hombres «tengan vida y la tengan en abundancia» (Juan 10, 10)?
No es el momento de analizar lo que hay de injusto o verdadero en esta visión de lo religioso, lo que es deformación de la realidad o pecado de la Iglesia. Lo cierto es que a través de esta percepción de lo religioso, es casi imposible que una persona llegue a descubrir la luz y la fuerza que Cristo puede infundir a la existencia.
Según Marcos, Jesús «proclamaba la Buena Noticia de Dios» (Marcos 1, 14). Para muchos que sólo conocen lo religioso «desde fuera», la verdadera oportunidad de entrar en contacto con «lo cristiano» y descubrir a ese Dios es encontrarse con hombres y mujeres en cuya vida se pueda ver con claridad que creer en Dios hace bien, pues da fuerza para vivir y esperanza para morir.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
20 de febrero de 1994

DIFICIL

Convertíos.

Hubo un tiempo en que era peligroso confesarse cristiano. Podía significar, incluso, ser condenado a muerte. La persecución ha acompañado a menudo a los cristianos. Los mártires son creyentes que han confesado su fe con su sangre.
Ha habido, por el contrario, tiempos en que ser cristiano era ventajoso. Significaba prestigio y hasta trato privilegiado por parte de las autoridades y de la misma sociedad. La condición de cristiano era una especie de «status» social, no esfuerzo de fidelidad al evangelio.
Hoy, ser cristiano, más que peligroso o ventajoso, es sencillamente difícil. Sin duda, siempre es peligroso ser auténticamente cristiano; también en nuestros días puede entrañar riesgos. Y siempre existe la tentación de acogerse a situaciones de privilegio allí donde la Iglesia tiene poder social. Pero lo propio de nuestros tiempos está en la «dificultad» de ser cristiano.
Según Raimon Paníkkar a quien sigo de cerca en esta reflexión, el «peligro» para el cristiano suele venir, en general, de fuera; son las fuerzas hostiles a la Iglesia las que desarrollan la persecución. El «privilegio» suele ser consecuencia de un estado de compromiso entre el cristianismo y los que detentan el poder. La «dificultad actual» del cristiano proviene de dentro de sí mismo y de dentro de la misma Iglesia.
Ser cristiano es difícil porque cuesta vivir las bienaventuranzas y ser fiel al evangelio. La dificultad está dentro de nosotros, en nuestra resistencia a seguir la voz del Espíritu, que nos llama siempre a una vida más digna y más plena. Es más fácil «rebajar» el cristianismo y adaptarlo a nuestra vida mediocre.
La dificultad está también en que, muchas veces, el cristiano no recibe de los demás creyentes apoyo y aliento para vivir su fe de manera auténtica. La iglesia no aparece como modelo evangélico; no inspira ni alienta; más bien, decepciona. Resulta más fácil entonces olvidar el evangelio y acomodarse a la rutina general.
Según Panikkar, en los momentos en que se hace peligroso ser cristiano, es necesario ejercitar la virtud de la fortaleza. Cuando, por el contrario, resulta un privilegio, lo que se requiere es humildad. Hoy, para superar la dificultad de ser cristiano, se precisa obediencia al Espíritu.
El pensador catalán recuerda, con toda la tradición cristiana, que saber obedecer significa saber escuchar bien (ob-audire). Mantener despierto el oído interior; conservar limpio el corazón; estar atento a la voz de la propia responsabilidad. En el fondo, ser cristiano o no, es un asunto que se juega en nuestra capacidad de obedecer a la llamada de Cristo: «convertíos porque está cerca el Reino de Dios.» Cambiad porque un Dios cercano quiere reinar en vuestra vida.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
17 de febrero de 1991

CONVERTIRSE HACE BIEN

Convertíos y creed la Buena Noticia.

La llamada a la conversión evoca casi siempre en nosotros el recuerdo del esfuerzo exigente y el desgarrón propios de todo trabajo de renovación y purificación. Sin embargo, las palabras de Jesús: “Convertíos y creed en la Buena Noticia”, nos invitan a descubrir la conversión como paso a una vida más plena y gratificante.
El evangelio de Jesús nos viene a decir algo que nunca hemos de olvidar: “Es bueno convertirse. Nos hace bien. Nos permite experimentar un modo nuevo de vivir, más sano, más gozoso”. Alguno se preguntará: Pero, ¿cómo vivir esa experiencia?, ¿qué pasos dar?
Lo primero es pararse. No tener miedo a quedarnos a solas con nosotros mismos para hacernos las preguntas importantes de la vida: ¿Quién soy yo? ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Es esto lo único que quiero vivir?
Este encuentro consigo mismo exige sinceridad. Lo importante es no seguir engañándose por más tiempo. Buscar la verdad de lo que estamos viviendo. No empeñarnos en ocultar lo que somos y en parecer lo que no somos.
Es fácil que experimentemos entonces el vacío y la mediocridad. Aparecen ante nosotros actuaciones y posturas que están arruinando nuestra vida. No es esto lo que hubiéramos querido. En el fondo, deseamos vivir algo mejor y más gozoso.
Descubrir cómo estamos dañando nuestra vida no tiene por qué hundirnos en el pesimismo o la desesperanza. Esta conciencia de pecado es saludable. Nos dignifica y nos ayuda a recuperar la autoestima personal. No todo es malo y ruin en nosotros. Dentro de cada uno está operando siempre una fuerza que nos atrae y empuja hacia el bien, el amor, la bondad.
La conversión nos exigirá, sin duda, introducir cambios concretos en nuestra manera de actuar. Pero la conversión no consiste en esos cambios. Ella misma es el cambio. Convertirse es cambiar el corazón, adoptar una postura nueva en la vida, tomar una dirección más sana.
Todos, creyentes y no creyentes, pueden dar los pasos hasta aquí evocados. La suerte del creyente es poder vivir esta experiencia abriéndose confiadamente a Dios. Un Dios que se interesa por mí más que yo mismo, para resolver no mis problemas sino “el problema”, esa vida mía mediocre y fallida que parece no tener solución. Un Dios que me entiende, me espera, me perdona y quiere yerme vivir de manera más plena, gozosa y gratificante.
Por eso el creyente vive su conversión invocando a Dios con las palabras del salmista: “Ten misericordia de mí, oh Dios, según tu bondad. Lávame a fondo de mi culpa, limpia mi pecado. Crea en mí un corazón limpio. Renuévame por dentro. Devuélveme la alegría de tu salvación” (Salmo 50).
Esta Cuaresma puede ser para ti un tiempo decisivo para iniciar una vida nueva.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
21 de febrero de 1988

SEDUCCIÓN

Se quedó en el desierto.

Acabo de leer el apasionante estudio de Gilles Lipovetsky sobre la sociedad posmoderna, que lleva por título «La era del vacío “.
Según el prestigioso sociólogo de Grenoble, uno de los rasgos característicos del momento actual es el clima de seducción que parece impregnar cada vez más la vida contemporánea.
La seducción ya no es algo que se produce sólo en las relaciones interpersonales, sino que se va convirtiendo en un elemento que tiende a regular el consumo, la organización de la vida, la educación, las costumbres.
La profusión de productos y la necesidad de captar al posible comprador ha llevado a la publicidad a extremar la estrategia de la seducción por medio de ofertas cada vez más tentadoras, imágenes más excitantes, voces aterciopeladas.
Las relaciones autoritarias dejan paso a relaciones de seducción. Los jefes se han de mostrar cercanos y cordiales. La disciplina es sustituida por un estilo cálido y sugerente. La educación, antes autoritaria, se vuelve más permisiva y atenta a los deseos de los niños y adolescentes.
Crece por todas partes el deseo de crear un clima más tranquilo y seductor. Se trabaja con hilo musical, se conduce escuchando el estéreo, se oye música desde la mañana a la noche como si el individuo tuviera necesidad de vivir transportado y envuelto en un ambiente relajado.
El mismo lenguaje pretende crear un mundo suave y tolerante. Ya no hay ciegos y lisiados, sino invidentes y minusválidos. Los viejos se han convertido en “personas de la tercera edad». El aborto es solamente «una interrupción voluntaria del embarazo».
Sin duda, es fácil detectar en este “fenómeno posmoderno» el deseo y la necesidad de humanizar la dureza de la vida moderna introduciendo un aire más cálido, cordial y tolerante.
Pero, como advierte con lucidez G. Lipovetsky, esta sociedad seductora está generando un hombre de voluntad débil, seducido por toda clase de cebos y reclamos, esclavo de mil impulsos y deseos cambiantes.
Cada vez son más los que viven “a la carta», confeccionándose su propio menú según las apetencias del momento, en una búsqueda interminable de sí mismos, sin saber exactamente dónde enraizar su existencia.
Sin embargo, una vida digna de este nombre exige con frecuencia no ceder a seducciones que pueden destruirnos como personas. La figura de Jesús enfrentándose a la tentación sigue siendo también hoy una llamada que nos interpela.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
24 de febrero de 1985

ANTE EL VACIO MORAL

Convertíos y creed la Buena Noticia.

Los obispos del País Vasco acaban de escribir una Carta Pastoral que, probablemente, no saltará a las primeras páginas de los periódicos como en tantas otras ocasiones.
Su contenido no interesará esta vez a los que buscan sensacionalismos fáciles que distraigan a las gentes. Sin embargo, su llamada lúcida y responsable a «recuperar el sentido moral» será acogida con gozo por todos aquellos que anhelan honradamente una sociedad más humana.
Los obispos nos ayudan a detectar en sus mismas raíces una crisis más grave que la económica. Una «crisis moral» que, en ocasiones, llega a ser un auténtico «vacío ético».
Son muchos los que, a pesar de su buena fe, viven desorientados, sin saber qué valor atribuir a los criterios morales tradicionales y cómo responder concretamente a esa llamada que hay en todo hombre a ihacer el bien y evitar el mal».
No se trata solamente de la crisis individual de una persona o de otra. Es una crisis cultural más profunda que tiene sus raíces en la pérdida del sentido mismo del hombre.
En la cultura moderna ya no se sabe cómo responder a las preguntas más fundamentales que nacen de lo hondo del corazón humano. ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Cuál es mi destino? ¿Por qué y para qué vivo?
Cuando el hombre no es capaz de responder a estas preguntas, difícilmente puede contestar a esta otra que está en la base misma del comportamiento moral. ¿Cómo he de vivir? ¿Qué es lo que debo hacer? No hemos de extrañarnos del «vacío moral» en que viven muchos. Si el hombre no sabe lo que es, difícilmente podrá saber cómo debe actuar.
El hombre moderno ha ido perdiendo el sentido de Dios, pero esta pérdida de fe religiosa no le ha hecho más humano. Al contrario, al perder a Dios como sentido último de su vida, se le ha oscurecido su propia identidad y ha ido cayendo en un vacío moral que lo va deshumanizando más y más. Resulta cada vez más inquietante la pregunta de A. Malraux: «En un mundo en el qüe Dios ha muerto, ¿podrá el hombre sobrevivir»?
Desde el interior mismo de esta crisis cultural, los obispos del País Vasco nos invitan con lucidez y convicción a descubrir en Jesucristo «qué es ser hombre y vivir como hombre».
Su palabra no es «una receta moral» para ser aplicada infantilmente en cada caso. Es una llamada a responder desde lo más hondo de nuestro ser al Dios de Jesucristo, descubriendo en las exigencias de la moral cristiana una invitación a vivir la vida en toda su plenitud.
Su Carta Pastoral es un eco del grito de Jesús que escuchamos al comienzo de la cuaresma: «Convertíos y creed la Buena Noticia». La conversión no anula. La moral no deshumaniza. Dios sigue siendo Buena Noticia para quien anhela vivir como hombre.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1981-1982 – APRENDER A VIVIR
28 de febrero de 1982

ES POSIBLE CAMBIAR

Convertíos y creed la buena noticia.

Podemos decir que todo el mensaje de Jesús es una llamada al cambio. Algo nuevo se ha puesto en marcha con su venida. Dios esta cerca. Su reinado de justicia, libertad y fraternidad comienza a abrirse camino entre los hombres. Desde ahora mismo, hay que creer en esta buena noticia. Hay que reaccionar y vivir de manera nueva, como hijos de un mismo Padre, como hermanos de todos los hombres.
Se nos pide dar un paso decisivo. Creer desde el fondo de nuestro ser que somos hijos de un Padre, y que nuestra felicidad y nuestro último destino es vivir como hermanos.
No se trata de corregir un determinado defecto o arrepentimos de un pecado concreto. Se nos invita a pasar de la increencia a la fe, de la pereza a la decisión, de la soledad a la amistad con Dios, del egoísmo al amor, de la defensa de mi pequeña felicidad a la solidaridad más radical.
Se nos llama a despertar todas las posibilidades que se encierran en cada uno de nosotros. Se nos anima a reavivar la capacidad de generosidad, desinterés y fraternidad adormecidas quizás en nuestro ser.
A veces los cristianos hemos olvidado que la fe es una llamada a crecer como hombres, un estímulo a crear siempre una vida más humana. Dietrich Bonhoeffer combatía apasionadamente esa religión estéril y vacía de quienes se conforman con cualquier injusticia propia o ajena, porque, en definitiva, ya se han resignado hace tiempo, y viven esta vida sólo con la mitad de su corazón.
Siempre nuestra vida puede volver a empezar. Nunca estamos perdidos del todo. Podemos conocer de nuevo la alegría interior. Somos capaces de volver a amar con desinterés.
Sólo es necesario escuchar la llamada del Dios vivo que está resonando ya en nuestro «hombre interior», es decir, en esa capacidad de escucha y de respuesta que llevamos todos en nosotros mismos, quizás sin sospecharla apenas.
Los hombres y mujeres que escuchan esta llamada comprenden que ya no podrán vivir como antes. Ese Dios que no era hasta entonces sino un desconocido o una amenaza, se les ha desvelado.
Ahora saben algo nuevo y que hoy ya apenas nadie sospecha. Que Dios es fuerza y alegría para el hombre. Que Dios es la mejor noticia que un hombre puede escuchar.  

José Antonio Pagola



Blog:               http://sopelakoeliza.blogspot.com

Para ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
                        http://iglesiadesopelana3v.blogspot.com


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