lunes, 1 de julio de 2013

07/07/2013 - 14º domingo Tiempo ordinario (C)

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Homilias de José Antonio Pagola

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José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.


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7 de julio de 2013

14º domingo Tiempo ordinario (C)


EVANGELIO

Descansará sobre ellos vuestra paz.

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 10,1-12. 17-20

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
- “La mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa», y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan: porque el obrero merece su salario.
No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: «Está cerca de vosotros el Reino de Dios».
Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: «Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el Reino de Dios».
Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo.”
Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron:
- “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.”
Él les contestó:
- “Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.”

Palabra de Dios.

HOMILIA

2012-2013 -
7 de julio de 2013

SIN MIEDO A LA NOVEDAD

El Papa Francisco está llamando a la Iglesia a salir de sí misma olvidando miedos e intereses propios, para ponerse en contacto con la vida real de las gentes y hacer presente el Evangelio allí donde los hombres y mujeres de hoy sufren y gozan, luchan y trabajan.
Con su lenguaje inconfundible y sus palabras vivas y concretas, nos está abriendo los ojos para advertirnos del riesgo de una Iglesia que se asfixia en una actitud autodefensiva: “cuando la Iglesia se encierra, se enferma”; “prefiero mil veces una Iglesia accidentada a una que esté enferma por encerrarse en sí misma”.
La consigna de Francisco es clara: “La Iglesia ha de salir de sí misma a la periferia, a dar testimonio del Evangelio y a encontrarse con los demás”. No está pensando en planteamientos teóricos, sino en pasos muy concretos: “Salgamos de nosotros mismos para encontrarnos con la pobreza”.
El Papa sabe lo que está diciendo. Quiere arrastrar a la Iglesia actual hacia una renovación evangélica profunda. No es fácil. “La novedad nos da siempre un poco de miedo, porque nos sentimos más seguros, si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos y planificamos nuestra vida según nuestros esquemas, seguridades y gustos”.
Pero Francisco no tiene miedo a la “novedad de Dios”. En la fiesta de Pentecostés ha formulado a toda la Iglesia una pregunta decisiva a la que tendremos que ir respondiendo en los próximos años: “¿Estamos decididos a recorrer caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheraremos en estructuras caducas que han perdido la capacidad de respuesta?
No quiero ocultar mi alegría al ver que el Papa Francisco nos llama a reavivar en la Iglesia el aliento evangelizador que Jesús quiso que animara siempre a sus seguidores. El evangelista Lucas nos recuerda sus consignas. “Poneos en camino”. No hay que esperar a nada. No hemos de retener a Jesús dentro nuestras parroquias. Hay que darlo a conocer en la vida.
“No llevéis bolsas, alforjas ni sandalias de repuesto”. Hay que salir a la vida de manera sencilla y humilde. Sin privilegios ni estructuras de poder. El Evangelio no se impone por la fuerza. Se contagia desde la fe en Jesús y la confianza en el Padre.
Cuando entréis en una casa, decid :”Paz a esta casa”. Esto es lo primero. Dejad a un lado las condenas, curad a los enfermos, aliviad los sufrimientos que hay en el mundo. Decid a todos que Dios está cerca y nos quiere ver trabajando por una vida más humana. Esta es la gran noticia del reino de Dios.


José Antonio Pagola

HOMILIA

2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
4 de julio de 2010

PORTADORES DEL EVANGELIO

Poneos en camino.

Lucas recoge en su evangelio un importante discurso de Jesús, dirigido no a los Doce sino a otro grupo numeroso de discípulos a los que envía para que colaboren con él en su proyecto del reino de Dios. Las palabras de Jesús constituyen una especie de carta fundacional donde sus seguidores han de alimentar su tarea evangelizadora. Subrayo algunas líneas maestras.
«Poneos en camino». Aunque lo olvidamos una y otra vez, la Iglesia está marcada por el envío de Jesús. Por eso es peligroso concebirla como una institución fundada para cuidar y desarrollar su propia religión. Responde mejor al deseo original de Jesús la imagen de un movimiento profético que camina por la historia según la lógica del envío: saliendo de sí misma, pensando en los demás, sirviendo al mundo la Buena Noticia de Dios. "La Iglesia no está ahí para ella misma, sino para la humanidad" (Benedicto XVI).
Por eso es hoy tan peligrosa la tentación de replegarnos sobre nuestros propios intereses, nuestro pasado, nuestras adquisiciones doctrinales, nuestras prácticas y costumbres. Más todavía, si lo hacemos endureciendo nuestra relación con el mundo. ¿Qué es una Iglesia rígida, anquilosada, encerrada en sí misma, sin profetas de Jesús ni portadores del Evangelio.
«Cuando entréis en un pueblo... curad a los enfermos y decid: está cerca de vosotros el reino de Dios». Ésta es la gran noticia: Dios está cerca de nosotros animándonos a hacer más humana la vida. Pero no basta afirmar una verdad para que sea atractiva y deseable. Es necesario revisar nuestra actuación: ¿qué es lo que puede llevar hoy a las personas hacia el Evangelio? ¿Cómo pueden captar a Dios como algo nuevo y bueno?
Seguramente, nos falta amor al mundo actual y no sabemos llegar al corazón del hombre y la mujer de hoy. No basta predicar sermones desde el altar. Hemos de aprender a escuchar más, acoger, curar la vida de los que sufren... Sólo así encontraremos palabras humildes y buenas que acerquen a ese Jesús cuya ternura insondable nos pone en contacto con Dios, el Padre Bueno de todos.
«Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa». La Buena Noticia de Jesús se comunica con respeto total, desde una actitud amistosa y fraterna, contagiando paz. Es un error pretender imponerla desde la superioridad, la amenaza o el resentimiento. Es antievangélico tratar sin amor a las personas sólo porque no aceptan nuestro mensaje. Pero, ¿cómo lo aceptarán si no se sienten comprendidos por quienes nos presentamos en nombre de Jesús?

José Antonio Pagola

HOMILIA

2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
8 de julio de 2007

DOS CONSIGNAS DE JESÚS

Los mandó por delante.

Después de veinte siglos de cristianismo es difícil escuchar con honradez las instrucciones de Jesús a los suyos sin sentir sonrojo. No se trata de vivirlas al pie de la letra. No. Simplemente de no actuar contra el espíritu que encierran. Sólo nos detendremos en dos consignas.
Jesús envía a sus discípulos por las aldeas de Galilea como «corderos en medio de lobos». ¿Quién cree que ésta ha de ser hoy nuestra identidad en una sociedad atravesada por toda clase de conflictos y enfrentamientos? Y, sin embargo, entre nosotros no necesitamos más lobos, sino más corderos. Cada vez que desde la Iglesia o su entorno se alimenta la agresividad y el resentimiento o se lanzan insultos y ataques que hacen más difícil el mutuo entendimiento, estamos actuando contra el espíritu de Jesús.
Lo «primero» que han de comunicar sus discípulos al entrar en una casa es «Paz a esta casa». La paz es la primera señal del reino de Dios. Si la Iglesia no introduce paz en la convivencia, los cristianos estamos anulando de raíz nuestra primera misión.
La otra consigna es más desconcertante: «No llevaréis talega ni alforja ni sandalias». Los seguidores de Jesús vivirán como los vagabundos que encuentren en el camino. No llevarán dinero ni provisiones. Caminarán descalzos como tantos pobres que no tienen un par de «sandalias» de cuero. No llevarán siquiera una «alforja» como hacen ciertos filósofos itinerantes.
Todos podrán ver plasmada en su manera de vestir y de equiparse su pasión por los últimos. Lo sorprendente es que Jesús no está pensando en lo que deben llevar consigo, sino precisamente en lo contrario: en lo que no deben llevar; no sea que se distancien demasiado de los más pobres.
¿Cómo se puede traducir hoy este espíritu de Jesús en una sociedad del bienestar? No ciertamente recurriendo a un atuendo que nos identifique como miembros de una asociación religiosa o responsables de un cargo o tarea en la Iglesia. Cada uno hemos de revisar con humildad qué nivel de vida, qué comportamientos, qué palabra, qué actitud nos identifican con los últimos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
4 de julio de 2004

UN DESTINO SORPRENDENTE

Como corderos entre lobos.

Hay expresiones de Jesús a las que nos hemos acostumbrado sin habernos detenido nunca a extraer el contenido que encierran. Palabras que, cuando sabemos escucharlas interiormente, tocan nuestro ser, nos iluminan con luz nueva y nos revelan lo lejos que estamos de entender y acoger su Evangelio.
¿Cómo puede uno reaccionar si escucha con sinceridad, en su corazón, ese destino inaudito del que Jesús habla para sus discípulos: «Yo os mando como corderos en medio de lobos»?.
En una sociedad que se nos presenta, con frecuencia, tan mezquina, tan insensible, tan agresiva e, incluso, a veces, tan cruel, ¿se puede vivir de otra manera que no sea la de defensa y ataque del lobo? (homo homini lupus). En una convivencia amenazada por tanta agitación, intereses, rivalidades y enfrentamientos, ¿puede significar todavía algo el vivir «como un cordero»?
Y sin embargo, hay algo atractivo en ese destino sorprendente del discípulo cristiano. Se nos llama a vivir de tal manera que los hombres puedan descubrir que la bondad y la benevolencia existen y que la vida, «a pesar de todo», puede ser buena.
No tiene por qué ser todo rivalidad, competencia y enfrentamiento destructor. También es posible acercarse a la vida y a las personas con otra actitud de respeto, veneración y ternura. El hombre puede ser para otro hombre no un lobo sino, sencillamente, un ser humano.
Más aún. Aunque nos pasamos la vida dando importancia a muchas cosas, tal vez lo único importante sea pasar por esta vida aportando al mundo un poco más de bondad, amor y ternura.
Nuestra cultura está necesitada de humanidad. Cada palabra odiosa que se pronuncia, cada mentira que se dice, cada violencia que se comete, nos está empujando a todos hacia una confusión cada vez más profunda y destructiva.
Pero no es fácil vivir hoy en esta actitud de respeto, comprensión y acogida. Lo fácil es endurecerse cada día más y defenderse atacando y haciendo mal.
Tal vez, tengamos que empezar por pronunciar con humildad y sinceridad aquella bella oración del teólogo húngaro Ladislao Boros: «Señor, he ocasionado mucho mal en tu bello mundo; tengo que soportar pacientemente lo que los demás son y lo que yo mismo soy; concédeme que pueda hacer algo para que la vida sea un poco mejor allí donde tú me has colocado».

José Antonio Pagola

HOMILIA

2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
8 de julio de 2001

LA PAZ DE DIOS

Paz a esta casa.

De pocas palabras se ha abusado tanto como de la palabra «paz». Todos hablamos de «paz», pero el significado de este término ha ido cambiando profundamente alejándose cada vez más de su sentido bíblico. Su uso interesado ha hecho de la paz un término ambiguo y problemático. Hoy, por lo general, los mensajes de paz resultan bastantes sospechosos y no logran mucha credibilidad.
Cuando en las primeras comunidades cristianas se habla de paz, no piensan en primer término en una vida más tranquila y menos problemática, que discurra con cierto orden por caminos de un mayor progreso y bienestar. Antes que esto y en el origen de toda paz individual o social está la convicción de que todos somos aceptados por Dios a pesar de nuestros errores y contradicciones, todos podemos vivir reconciliados y en amistad con él. Esto es lo primero y decisivo: «Estamos en paz con Dios» (Rm 5, 1).
Esta paz no es sólo ausencia de conflictos, sino vida más plena que nace de la confianza total en Dios y afecta al centro mismo de la persona. Esta paz no depende sólo de circunstancias externas. Es una paz que brota en el corazón, va conquistando gradualmente a toda la persona y desde ella se extiende a los demás.
Esta paz es regalo de Dios pero es también fruto de un trabajo no pequeño que puede prolongarse durante toda una vida. Acoger la paz de Dios, guardarla fielmente en el corazón, mantenerla en medio de los conflictos y contagiarla a los demás exige el esfuerzo apasionante pero no fácil de unificar y enraizar la vida en Dios.
Esta paz no es una compensación psicológica ante la falta de paz en la sociedad; no es una evasión pragmática que aleja de los problemas y conflictos; no se trata de un refugio cómodo para personas desengañadas o escépticas ante una paz social casi «imposible». Si es verdadera paz de Dios se convierte en el mejor estímulo para vivir trabajando por una convivencia pacífica hecha entre todos y para el bien de todos.
Jesús pide a sus discípulos que, al anunciar el Reino de Dios, su primer mensaje sea para ofrecer paz a todos: «Decid primero: paz a esta casa». Si la paz es acogida, se irá extendiendo por las aldeas de Galilea. De lo contrario, «volverá» de nuevo a ellos, pero nunca ha de quedar destruida en su corazón, pues la paz es un regalo de Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
5 de julio de 1998

RETRASAR LA PAZ

Paz a esta casa.

Sorda a cualquier llamamiento y sin el menor respeto a su propio pueblo, ETA sigue su propio camino sembrando sangre y horror. Ésta es su gran aportación: matar, hacer sufrir, aterrorizar. Por otra parte, quienes podrían intentar algo para desbloquear la situación, nos dicen que, en este momento, no hay que dar un paso. Ésta es su gran contribución: dejar pasar el tiempo. Mientras tanto, a la sociedad sólo le queda sufrir y esperar quién será la siguiente víctima.
Una y otra vez se repite la misma tragedia. Es asesinado un inocente y rápidamente se pone en marcha la cascada de condenas y repulsas, hay que encontrar la palabra más dura e implacable, nadie quiere faltar a la cita, hemos de situarnos lo más lejos posible del crimen. Pasan unos días y todo parece volver a la normalidad. En estos momentos, ETA está estudiando probablemente cómo eliminar a la próxima víctima. Algunos ciudadanos viven con angustia la posibilidad de ser ellos los “elegidos”. Los demás seguimos esperando. Por lo que se nos dice, esto es, a la larga, lo más sensato y eficaz. Nadie ha de defender otros caminos.
Es ahora, sin embargo, cuando las víctimas nos han de interpelar. En primer lugar, a ETA que no puede sacudirse de encima esa sangre inocente traspasándola a otros. En segundo lugar, a quienes tienen la responsabilidad directa de buscar soluciones a un conflicto tan grave. ¿Cómo puede haber una contradicción tan abismal entre tanta manifestación de dolor, condena y crispación en torno al asesinato, y la falta de determinación para dar algún paso siquiera que tienda a la distensión?
Nuestro gran pecado es hoy “retrasar la paz”. ¿Por qué hay que seguir repitiendo el mismo esquema? ¿Por qué no se quiere hacer algo distinto? ¿Por qué no se han de explorar vías diferentes? No resulta fácil imaginar que, después de tantos años de violencia, muerte y enfrentamiento, todo este conflicto se resuelva por la fuerza policial y, menos aún, que termine por cansancio o aburrimiento. En algún momento se darán pasos, se producirán contactos, se acordarán soluciones. ¿Por qué hay que esperar más? ¿Por qué no nos duelen ya las próximas víctimas?
Según Jesús, las primeras palabras de sus mensajeros han de ser éstas: “Paz a esta casa”. No es un saludo convencional. Es lo primero que Dios quiere para una sociedad. El bien más valioso, lo que no ha de quedar subordinado a otros intereses. Las palabras que añade Jesús no dejan de ser sorprendentes: “Si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, se volverá a vosotros”. La paz es un bien que no puede desvanecerse. Si no encuentra acogida, retornará a su origen. No hay que renunciar nunca. Hay que seguir proclamándola y haciéndola posible.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
9 de julio de 1995

PADECER

Paz a esta casa.

No puedo estos días quitar de mi mente la escena evangélica. Así narra san Lucas la entrada de Jesús en Jerusalén: «Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella diciendo: Si tú conocieras el mensaje de la paz. Pero ahora está oculto a tus ojos. » ¿Qué otra cosa se puede sentir sino pena y tristeza ante un pueblo al que se le impide conocer la paz?
Sorda ante cualquier llamamiento, ETA sigue su camino de locura sembrando sangre y horror. Esta es su gran aportación: hacer sufrir. Por otra parte, quienes podrían introducir distensión y racionabilidad, o intentar caminos para desbloquear la situación, no dan un paso. Esa es su contribución: dejar pasar el tiempo. Mientras tanto, a este pueblo sólo le queda una alternativa: padecer.
Yo no sé a dónde nos puede conducir la violencia padecida de esta manera. Intuyo el riesgo de un pueblo dividido, hastiado y debilitado para mucho tiempo. Pero conozco también la fecundidad del sufrimiento y la fuerza renovadora que encierra el grano que «muere para dar fruto», según la conocida imagen de Jesús. Sólo hablaré de tres experiencias.
Este pueblo está experimentando en su propia carne lo que es el miedo impuesto por las amenazas y la agresividad. Pero no es pánico irracional lo que se vive. Es un miedo sufrido de forma lúcida, que nos está haciendo ver que una sociedad atemorizada nunca será «patria» ni hogar verdadero para nadie. Ésta es la lección a aprender: nada humano se construirá desde la coacción.
Este pueblo está sufriendo también en su propio seno el enfrentamiento y la división. Se puede, incluso, caer en el odio, que no es sólo sentir aversión hacia el otro sino buscar positivamente su mal. Pero este enfrentamiento sufrido con lucidez nos puede enseñar una gran verdad: no se puede buscar el bien común de un pueblo fomentando el odio y el mutuo rechazo.
Pero, sobre todo, este pueblo lleva muchos años sufriendo la violencia bajo todas sus formas: asesinatos, secuestros, torturas, destrucción. Se le ha predicado el terror, lo han presionado para que olvide todo criterio moral y apoye el asesinato. Todo esto nos podía haber llevado al envilecimiento y la degradación. No ha sido así. El terrorismo no ha logrado eliminar la conciencia ética de este pueblo que lucha, como pocos, por defender su identidad, pero no quiere hacerlo a costa de dejar de ser humano.
Abrumados por la violencia de cada día, nos resulta difícil vislumbrar algo esperanzador para el futuro. Yo quiero recordar en estos momentos oscuros la fuerza regeneradora que puede encerrar tanto dolor. Estamos, tal vez, grabando en la memoria histórica de este pueblo algo que puede iluminar a las generaciones futuras: el asesinato, el odio o el enfrentamiento no llevan nunca a construir un pueblo más liberado. Mientras tanto, hemos de seguir recordando la consigna de Jesús a sus discípulos: «Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa. »

José Antonio Pagola

HOMILIA

1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
5 de julio de 1992

EL ARTE DE DESCANSAR

Paz a esta casa.

Pide Jesús a sus discípulos que pasen por los pueblos y lugares contagiando paz. Tarea nada fácil, pues sólo quien la posee en su corazón puede comunicarla de verdad.
Las vacaciones son, sin duda, momento privilegiado para reconstruir esa paz interior, a veces, tan maltrecha. He aquí algunas sugerencias para quien quiera descansar de una manera diferente.
Experimentar el silencio. Tal vez sea bueno olvidarnos por unos días de la TV y la radio. Nuestro espíritu lo agradecerá. Mejor todavía si sabemos encontrar de vez en cuando algún rincón tranquilo (la sombra de un bosque, la orilla de un río, la paz de una ermita...) para «estar en silencio», sin prisas.
El silencio nos revelará muchas cosas. Descubriremos nuestra agitación interior y nuestras tensiones. Sentiremos la necesidad de vivir de otra manera. El silencio relajado es siempre fuerza transformadora y fuente de paz.
Sentir nuestro cuerpo. La mayor parte del tiempo vivimos «en nuestra cabeza», olvidados absolutamente de nuestro cuerpo, crispado y tenso por las mil preocupaciones de cada día.
Hagamos una experiencia nueva al menos durante unos días: sentir nuestro cuerpo, respirar conscientemente y con calma, tomar conciencia de las diversas sensaciones, sentarnos de manera relajada, pasear sintiendo nuestro caminar. Descubriremos con más fuerza la alegría de sentirnos vivos.
Gustar la vida. Por lo general, tendemos a acumular en nuestro interior las experiencias negativas, sin detenernos ante lo bueno y bello de la vida.
¿Por qué no dedicar unos días a vivir más despacio, gustando las cosas pequeñas y saboreando agradecidos tantos placeres sencillos que ofrece el vivir diario? Quedaremos sorprendidos de todo lo que se nos regala de manera constante.
Aprender a mirar. Casi siempre corremos por el mundo sin captar apenas la vida que llena el cosmos y sin abrirnos al misterio que nos envuelve.
Es bueno tomarse tiempo para aprender a mirar el entorno más despacio y con más hondura. No se trata de afinar los sentidos, sino de captar la vida que palpita dentro de las personas, los seres y las cosas, y escuchar su eco en nosotros.
Sanar los recuerdos dolorosos. Para recuperar la paz es necesario curar las heridas que nos hacen sufrir interiormente. Liberarnos de los recuerdos dolorosos del pasado y de las amenazas del futuro.
Es un verdadero arte vivir plenamente el momento presente, aquí y ahora. El creyente lo aprende desde la fe: el pasado pertenece a la misericordia de Dios; el futuro queda confiado a su bondad.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
9 de julio de 1989

UN DESTINO SORPRENDENTE

Como corderos entre lobos.

Hay expresiones de Jesús a las que nos hemos acostumbrado sin habernos detenido nunca a extraer el contenido que encierran. Palabras que, cuando sabemos escucharlas interiormente, tocan nuestro ser, nos iluminan con luz nueva y nos revelan lo lejos que estamos de entender y acoger su Evangelio.
¿Cómo puede uno reaccionar si escucha con sinceridad, en su corazón, ese destino inaudito del que Jesús habla para sus discípulos: «Yo os mando como corderos en medio de lobos».
En una sociedad que se nos presenta, con frecuencia, tan mezquina, tan insensible, tan agresiva e, incluso, a veces, tan cruel, ¿se puede vivir de otra manera que no sea la de defensa y ataque del lobo? (homo homini lupus).
En una convivencia amenazada por tanta agitación, intereses, rivalidades y enfrentamientos, ¿puede significar todavía algo el vivir «como un cordero»?
Y sin embargo, hay algo atractivo en ese destino sorprendente del discípulo cristiano. Se nos llama a vivir de tal manera que los hombres puedan descubrir que la bondad y la benevolencia existen y que la vida, «a pesar de todo», puede ser buena.
No tiene por qué ser todo rivalidad, competencia y enfrentamiento destructor. También es posible acercarse a la vida y a las personas con otra actitud de respeto, veneración y ternura. El hombre puede ser para otro hombre no un lobo sino, sencillamente, un ser humano.
Más aún. Aunque nos pasamos la vida dando importancia a muchas cosas, tal vez lo único importante sea pasar por esta vida aportando al mundo un poco más de bondad, amor y ternura.
Nuestra cultura está necesitada de humanidad. Cada palabra odiosa que se pronuncia, cada mentira que se dice, cada violencia que se comete, nos está empujando a todos hacia una confusión cada vez más profunda y destructiva.
Pero no es fácil vivir hoy en esta actitud de respeto, comprensión y acogida. Lo fácil es endurecerse cada día más y defenderse atacando y haciendo mal.
Tal vez, tengamos que empezar por pronunciar con humildad y sinceridad aquella bella oración del teólogo húngaro Ladislao Boros: «Señor, he ocasionado mucho mal en tu bello mundo; tengo que soportar pacientemente lo que los demás son y lo que yo mismo soy; concédeme que pueda hacer algo para que la vida sea un poco mejor allí donde tú me has colocado».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
6 de julio de 1986

SIN ALFORJAS

No llevéis talega, ni alforjas, ni sandalias.

Con frecuencia, entendemos la evangelización de manera excesivamente doctrinal. Llevar el evangelio sería dar a conocer la doctrina de Jesús a quienes todavía no la conocen o la conocen de manera insuficiente.
Si entendemos las cosas así, las consecuencias son evidentes. Necesitamos, antes que nada, "medios de poder" con los que poder asegurar la propagación de nuestro mensaje frente a otras ideologías, modas y corrientes de opinión.
Además, son necesarios cristianos bien formados doctrinalmente, que conozcan bien la doctrina y sean capaces de transmitirla de la manera más persuasiva y convincente.
Necesitamos estructuras, técnicas y pedagogías adecuadas para propagar el mensaje cristiano.
Por último, es importante el número de evangelizadores que con los mejores medios lleguen a convencer al mayor número de personas.
Todo esto es muy razonable y encierra, sin duda, grandes valores. Pero, cuando se ahonda un poco en la actuación de Jesús y en su acción evangelizadora, las cosas cambian bastante.
El Evangelio no es sólo ni, sobre todo, una doctrina. El Evangelio es la persona de Jesús. La experiencia humanizadora, salvadora, liberadora que comenzó con Jesús.
Por eso, evangelizar no es sólo propagar una doctrina sino hacer presente en el corazón mismo de la sociedad y de la vida humana la fuerza salvadora del acontecimiento y la persona de Jesucristo. Y esto no se hace de cualquier manera.
Para hacer presente esa experiencia liberadora, los medios más adecuados no son los de poder y dominio sino los medios pobres de los que se sirvió el mismo Jesús. Solidaridad con los más abandonados, acogida a cada persona, perdón, creación de comunidad, ofrecer sentido a la vida...
Entonces, lo importante es contar con testigos en cuya vida se pueda percibir la fuerza humanizadora que encierra la persona de Jesús cuando es aceptada. Con ello no se rechaza la importancia de la formación doctrinal, pero sólo cuando está al servicio de la vida misma.
El testimonio tiene primacía absoluta. Las estructuras, instituciones y técnicas son importantes en la medida en que son necesarias para sostener la vida y el testimonio de los creyentes.
Por eso, lo más importante no es tampoco el número sino la calidad de vida de la comunidad que puede irradiar fuerza evangelizadora.
Quizás debamos escuchar con más atención las palabras de Jesús a sus enviados: «No llevéis talega ni alforja ni sandalias».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1982-1983 – APRENDER A VIVIR
3 de julio de 1983

PAZ A ESTE PUEBLO

Paz a esta casa.

«Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa». Es la primera actitud que debe adoptar el seguidor de Jesús, en cualquier lugar en donde se encuentre: dar paz.
Cuando uno escucha estas palabras de Jesús y es hijo de un pueblo atravesado por la violencia, la agresividad y la muerte, siente en el fondo de su alma una pregunta inevitable: ¿Qué hacemos los creyentes para poner paz en nuestra casa? ¿Qué aportamos a nuestro pueblo? ¿Paz o violencia?
No aportamos paz cuando asistimos indiferentes a las injusticias estructurales, sin rebelamos contra la violencia establecida en nuestra sociedad, tanto más grave cuanto que se ejerce de manera permanente, profunda, silenciosa y hasta legal en muchos casos.
No aportamos paz cuando, aun sin ejercer nosotros directamente la violencia, seguimos sosteniendo la de unos pocos, para aprovecharnos egoístamente para nuestros intereses partidistas.
No aportamos paz cuando absolutizamos nuestras posturas y posiciones políticas hasta el dogmatismo intolerante, que es componente de casi todas las violencias.
No aportamos paz, cuando no estamos dispuestos a pagar el precio que cuesta la no violencia, trabajando pacientemente en la construcción lenta pero realista de una sociedad ms justa.
No aportamos paz, cuando en vez de reducir al mínimo la violencia inevitable, planteamos de tal manera la lucha politica que la violencia termina siendo considerada como el único medio para obtener unos logros políticos.
No aportamos paz, cuando sóio nos preocupa precisar si la violencia puede ser legítima en alguna circunstancia, en lugar de trabajar para que nunca lo sea.
No aportamos paz, cuando no trabajamos por buscar otros cauces eficaces de lucha política que hagan más injustificable la violencia, y promovemos la lucha violenta sin preocuparnos el que nuestro pueblo quede marcado por el odio, la frustración o la falta de respeto a la vida.
No aportamos paz, cuando degradamos al adversario calificándolo de «perro», «asesino», «mafioso»... haciendo más fácil su ejecución y exterminio. Y menos aún, cuando lo consideramos como enemigo absoluto, sin derecho alguno a la existencia.
Y Jesús sigue invitando a gritar: «Paz a esta casa. Paz a este pueblo».

José Antonio Pagola


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