lunes, 11 de marzo de 2019

17-03-2019 - 2º domingo de Cuaresma (C)


El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó  en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos  la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.

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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

No dejes de visitar la nueva página de VÍDEOS DE LAS CONFERENCIAS DE JOSÉ ANTONIO PAGOLA .

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2º domingo de Cuaresma (C)



EVANGELIO

Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió.

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,28b-36

En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.

De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que se iba a consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:

- Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

No sabía lo que decía.

Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía:

- Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.

Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2018-2019 -
17 de marzo de 2019

ESCUCHAR A JESÚS

Los cristianos de todos los tiempos se han sentido atraídos por la escena llamada tradicionalmente "La transfiguración del Señor". Sin embargo, a los que pertenecemos a la cultura moderna no se nos hace fácil penetrar en el significado de un relato redactado con imágenes y recursos literarios, propios de una "teofanía" o revelación de Dios.

Sin embargo, el evangelista Lucas ha introducido detalles que nos permiten descubrir con más realismo el mensaje de un episodio que a muchos les resulta hoy extraño e inverosímil. Desde el comienzo nos indica que Jesús sube con sus discípulos más cercanos a lo alto de una montaña sencillamente "para orar", no para contemplar una transfiguración.

Todo sucede durante la oración de Jesús: "mientras oraba cambió el aspecto de su rostro ". Jesús, recogido profundamente, acoge la presencia de su Padre, y su rostro cambia. Los discípulos perciben algo de su identidad más profunda y escondida. Algo que no pueden captar en la vida ordinaria de cada día.

En la vida de los seguidores de Jesús no faltan momentos de claridad y certeza, de alegría y de luz. Ignoramos lo que sucedió en lo alto de aquella montaña, pero sabemos que en la oración y el silencio es posible vislumbrar, desde la fe, algo de la identidad oculta de Jesús. Esta oración es fuente de un conocimiento que no es posible obtener de los libros.

Lucas dice que los discípulos apenas se enteran de nada, pues "se caían de sueño" y solo "al espabilarse", captaron algo. Pedro solo sabe que allí se está muy bien y que esa experiencia no debería terminar nunca. Lucas dice que "no sabía lo que decía".

Por eso, la escena culmina con una voz y un mandato solemne. Los discípulos se ven envueltos en una nube. Se asustan pues todo aquello los sobrepasa. Sin embargo, de aquella nube sale una voz: "Este es mi Hijo elegido; escuchadlo". La escucha ha de ser la primera actitud de los discípulos.

Los cristianos de hoy necesitamos urgentemente "interiorizar" nuestra religión si queremos reavivar nuestra fe. No basta oír el Evangelio de manera distraída, rutinaria y gastada, sin deseo alguno de escuchar. No basta tampoco una escucha inteligente preocupada solo de entender.

Necesitamos escuchar a Jesús vivo en lo más íntimo de nuestro ser. Todos, predicadores y pueblo fiel, teólogos y lectores, necesitamos escuchar su Buena Noticia de Dios, no desde fuera sino desde dentro. Dejar que sus palabras desciendan de nuestras cabezas hasta el corazón. Nuestra fe sería más fuerte, más gozosa, más contagiosa.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2015-2016 -
21 de febrero de 2016

ESCUCHAR SOLO A JESÚS

Escuchadlo.

La escena es considerada tradicionalmente como "la transfiguración de Jesús". No es posible reconstruir con certeza la experiencia que dio origen a este sorprendente relato. Sólo sabemos que los evangelistas le dan gran importancia pues, según su relato, es una experiencia que deja entrever algo de la verdadera identidad de Jesús.

En un primer momento, el relato destaca la transformación de su rostro y, aunque vienen a conversar con él Moisés y Elías, tal vez como representantes de la ley y los profetas respectivamente, sólo el rostro de Jesús permanece transfigurado y resplandeciente en el centro de la escena.

Al parecer, los discípulos no captan el contenido profundo de lo que están viviendo, pues Pedro dice a Jesús: «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Coloca a Jesús en el mismo plano y al mismo nivel que  a los dos grandes personajes bíblicos. A cada uno su tienda. Jesús no ocupa todavía un lugar central y absoluto en su corazón.

La voz de Dios le va a corregir, revelando la verdadera identidad de Jesús: «Éste es mi Hijo, el escogido», el que tiene el rostro transfigurado. No ha de ser confundido con los de Moisés o Elías, que están apagados. «Escuchadle a él». A nadie más. Su Palabra es la única decisiva. Las demás nos han de llevar hasta él.

Es urgente recuperar en la Iglesia actual la importancia decisiva que tuvo en sus comienzos la experiencia de escuchar en el seno de las comunidades cristianas el relato de Jesús recogido en los evangelios. Estos cuatro escritos constituyen para los cristianos una obra única que no hemos de equiparar al resto de los libros bíblicos.

Hay algo que sólo en ellos podemos encontrar: el impacto causado por Jesús a los primeros que se sintieron atraídos por él y le siguieron. Los evangelios no son libros didácticos que exponen doctrina académica sobre Jesús. Tampoco biografías redactadas para informar con detalle sobre su trayectoria histórica. Son "relatos de conversión" que invitan al cambio, al seguimiento a Jesús y a la identificación con su proyecto.

Por eso piden ser escuchados en actitud de conversión. Y en esa actitud han de ser leídos, predicados, meditados y guardados en el corazón de cada creyente y de cada comunidad. Una comunidad cristiana que sabe escuchar cada domingo el relato evangélico de Jesús en actitud de conversión, comienza a transformarse. No tiene la Iglesia un potencial más vigoroso de renovación que el que se encierra en estos cuatro pequeños libros.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2012-2013 -
24 de febrero de 2013

ESCUCHAR A JESÚS

Los cristianos de todos los tiempos se han sentido atraídos por la escena llamada tradicionalmente "La transfiguración del Señor". Sin embargo, a los que pertenecemos a la cultura moderna no se nos hace fácil penetrar en el significado de un relato redactado con imágenes y recursos literarios, propios de una "teofanía" o revelación de Dios.

Sin embargo, el evangelista Lucas ha introducido detalles que nos permiten descubrir con más realismo el mensaje de un episodio que a muchos les resulta hoy extraño e inverosímil. Desde el comienzo nos indica que Jesús sube con sus discípulos más cercanos a lo alto de una montaña sencillamente "para orar", no para contemplar una transfiguración.

Todo sucede durante la oración de Jesús: "mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió". Jesús, recogido profundamente, acoge la presencia de su Padre, y su rostro cambia. Los discípulos perciben algo de su identidad más profunda y escondida. Algo que no pueden captar en la vida ordinaria de cada día.

En la vida de los seguidores de Jesús no faltan momentos de claridad y certeza, de alegría y de luz. Ignoramos lo que sucedió en lo alto de aquella montaña, pero sabemos que en la oración y el silencio es posible vislumbrar, desde la fe, algo de la identidad oculta de Jesús. Esta oración es fuente de un conocimiento que no es posible obtener de los libros.

Lucas dice que los discípulos apenas se enteran de nada, pues "se caían de sueño" y solo "al espabilarse", captaron algo. Pedro solo sabe que allí se está muy bien y que esa experiencia no debería terminar nunca. Lucas dice que "no sabía lo que decía".

Por eso, la escena culmina con una voz y un mandato solemne. Los discípulos se ven envueltos en una nube. Se asustan pues todo aquello los sobrepasa. Sin embargo, de aquella nube sale una voz: "Este es mi Hijo, el escogido. Escuchadle". La escucha ha de ser la primera actitud de los discípulos.

Los cristianos de hoy necesitamos urgentemente "interiorizar" nuestra religión si queremos reavivar nuestra fe. No basta oír el Evangelio de manera distraída, rutinaria y gastada, sin deseo alguno de escuchar. No basta tampoco una escucha inteligente preocupada solo de entender.

Necesitamos escuchar a Jesús vivo en lo más íntimo de nuestro ser. Todos, predicadores y pueblo fiel, teólogos y lectores, necesitamos escuchar su Buena Noticia de Dios, no desde fuera sino desde dentro. Dejar que sus palabras desciendan de nuestras cabezas hasta el corazón. Nuestra fe sería más fuerte, más gozosa, más contagiosa.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
28 de febrero de 2010

ESCUCHAR SOLO A JESÚS

(Ver homilía del ciclo C del 21-02-2016)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
4 de marzo de 2007

EXPERIENCIA NUEVA

Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle.

Para captar la verdadera identidad de Jesús, lo más decisivo no es estudiar, sino vivir una experiencia diferente: subir con él a lo alto de una montaña. Levantar el espíritu, mirar la vida desde un horizonte más elevado y no dejarnos arrastrar siempre por la rutina y la inercia que tiran de nosotros hacia abajo. Es lo primero que nos dice el relato de la «transfiguración de Jesús».

La escena es atractiva. Mientras Jesús «ora», el aspecto de su rostro cambia. Los discípulos que están orando con él, comienzan a verlo de otra manera. Es Jesús, su maestro querido de siempre, pero en su rostro comienzan a contemplar el destello de algo nuevo.

Sin embargo, junto a él siguen viendo a dos personajes muy queridos por la tradición judía. Moisés, el hombre que ha guiado al pueblo hasta el país de la libertad y le ha dotado de leyes y normas para vivir en paz. Y Elías, el profeta de fuego, que ha luchado contra nuevos ídolos que han surgido en Israel.

Los discípulos no parecen entender gran cosa. Están como aturdidos por el sueño. Pedro propone hacer tres tiendas, una para cada uno. No ha captado la novedad de Jesús. Lo pone en el mismo plano que a Moisés y Elías.

La voz que sale de una nube lo aclara todo: Éste es mi Hijo, el escogido; escuchadle a él. No escuchéis a Moisés o Elías, escuchad a Jesús. Sólo él es el Hijo. Escogedle a él porque es el escogido por Dios.

Los cristianos hemos de poner en el centro de nuestra fe a Jesús, no a Moisés. Dejarnos conducir por Jesús hacia el amor, no hacia la ley. Es un error confundir a Dios con un conjunto de obligaciones interiorizadas durante años en nuestra conciencia. Dios está más allá de esas leyes. Quien escucha a Jesús lo va encontrando como fuente de Amor.

Hemos de poner en el centro de nuestro corazón a Jesús, no a Elías. Nadie como él puede liberarnos de los ídolos que albergamos dentro de nosotros. Ídolos construidos por nuestros miedos, fantasmas y deseos de seguridad y bienestar. Es muy difícil quitarle a uno sus «dioses», pues se queda como vacío e indefenso. Quien escucha a Jesús se va llenando de la fuerza y de la vida que da Dios.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
7 de marzo de 2004

¿A QUIÉN ESCUCHAR?

Escuchadlo.

Los cristianos han oído hablar desde niños de una escena evangélica llamada tradicionalmente «la transfiguración de Jesús». Ya no es posible saber con seguridad cómo se originó el relato. Quedó recogida en la tradición cristiana sobre todo por dos motivos: les ayudaba a recordar la «realidad oculta» encerrada en Jesús y les invitaba a «escucharle» sólo a él.

En la cumbre de una «montaña alta» los discípulos más cercanos ven a Jesús con el rostro «transfigurado». Le acompañan dos personajes legendarios de la historia de Israel: Moisés, el gran legislador del pueblo, y Elías, el profeta de fuego, que defendió a Dios con celo abrasador.

La escena es sugerente. Los dos personajes, representantes de la Ley y los Profetas, tienen el rostro apagado: sólo Jesús irradia luz. Por otra parte, no proclaman mensaje alguno, vienen a «conversar» con Jesús: sólo éste tiene la última palabra. Sólo él es la clave para leer cualquier otro mensaje.

Pedro no parece haberlo entendido. Propone hacer «tres chozas», una para cada uno. Pone a los tres en el mismo plano. La Ley y los Profetas siguen ocupando el sitio de siempre. No ha captado la novedad de Jesús. La voz salida de la nube va a aclarar las cosas: «Este es mi Hijo amado. Escuchadle». No hay que escuchar a Moisés o Elías sino a Jesús, el «Hijo amado». Sólo sus palabras y su vida nos descubren la verdad de Dios.

Vivir escuchando a Jesús es una experiencia única. Por fin, estás escuchando a alguien que dice la verdad. Alguien que sabe por qué y para qué hay que vivir. Alguien que ofrece las claves para construir un mundo más justo y más digno del ser humano.

Entre los seguidores de Jesús no se vive de cualquier creencia, norma o rito. Una comunidad se va haciendo cristiana cuando va poniendo en su centro el evangelio y sólo el evangelio. Ahí se juega nuestra identidad. No es fácil imaginar un hecho colectivo más humanizador que un grupo de creyentes escuchando juntos el «relato de Jesús». Cada domingo podrán sentir su llamada a mirar la vida con ojos diferentes y a vivirla con más sentido y responsabilidad, construyendo un mundo más habitable.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
11 de marzo de 2001

PERDIDOS

Escuchadlo.

Uno de los datos más importantes del hombre contemporáneo es lo que los expertos llaman «pérdida de referentes». Todos lo podemos comprobar: la religión va perdiendo fuerza en las conciencias; se va diluyendo la moral tradicional; ya no se sabe a ciencia cierta quién puede poseer las claves que orienten la existencia.

Bastantes educadores no saben qué decir ni en nombre de quién hablar a sus alumnos acerca de la vida. Los padres no saben qué «herencia espiritual» dejar a sus hijos. La cultura se va transformando en modas sucesivas. Los valores del pasado interesan menos que la información de lo inmediato.

Son muchos los que no saben muy bien dónde fundamentar su vida ni a quién acudir para orientarla. No se sabe dónde encontrar los criterios que puedan regir la manera de vivir, pensar, trabajar, amar o morir. Todo queda sometido al cambio constante de las modas o de los gustos del momento.

Es fácil constatar ya algunas consecuencias. Si no hay a quién acudir, cada uno ha de defenderse como pueda y construir a solas su existencia. Algunos viven con una «personalidad prestada» alimentándose de la cultura de la información. Hay quienes buscan algún sucedáneo en las sectas o adentrándose en el mundo seductor de lo «virtual». Por otra parte, son cada vez más los que viven perdidos y como indefensos ante la existencia. No tienen meta ni proyecto. Pronto se convierten en presa fácil de cualquiera que pueda cubrir sus deseos inmediatos.

Necesitamos reaccionar. Vivir con un corazón más atento a la verdad última de la vida; detenernos para escuchar las necesidades más hondas de nuestro ser; sintonizar con nuestro verdadero yo. Tal vez entonces se despierte en nosotros la necesidad de escuchar un mensaje diferente. Tal vez entonces hagamos un espacio mayor a Dios.

La escena evangélica de Lucas recobra un hondo sentido en nuestros tiempos. Según el relato, los discípulos «se asustan» al quedar cubiertos por una nube. Se sienten solos y perdidos. En medio de la nube escuchan una voz que le dice: «Éste es mi Hijo, el escogido. Escuchadlo». Es difícil vivir sin escuchar una voz que ponga luz y esperanza en nuestro corazón.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
8 de marzo de 1998

ESCUCHADLE

Éste es mi Hijo... escuchadle.

Se ha dicho que los hombres y mujeres de hoy, sumidos en una civilización inmisericorde donde mandan el dinero, el mercado, la competitividad, el fracaso de los débiles y el triunfo de los fuertes, corremos el riesgo de olvidar qué significa ser «humano». Cada vez nos parece más normal vivir para ganar, poseer y triunfar. ¿Quién va a pensar en crecer como persona y ser cada día mejor en una cultura donde parece prohibida la piedad, el perdón o cualquier signo de debilidad por el que sufre?

Estremece escuchar a ensayistas lúcidos como Jean Onimus cuando nos hacen ver cómo está emergiendo una sociedad mecanizada y sin espíritu que, arruinada por la sed alocada de consumo y esclavizada por su propia técnica, «hace callar a los poetas... transforma la música en estrépito, la danza en gimnasia deportiva, y el amor en proezas fisiológicas».

Está emergiendo entre nosotros un hombre inteligente, hábil, organizado, pero sin corazón, sin conciencia y sin profundidad. Un hombre sin inquietud espiritual y sin preguntas. El «hombre ideal» para una sociedad perfectamente organizada y programada donde el principal objetivo es que la vida «funcione».

Sería, sin embargo, un error quedarnos en visiones catastrofistas. Es fácil apreciar ahora mismo el deseo creciente por encontrar una luz nueva. ¿Dónde hay un sentido, un ideal capaz de iluminar el horizonte? ¿Dónde podemos encontrar una utopía que nos mantenga en pie? ¿Quién puede hacer a este hombre más humano? ¿Quién puede despertar de nuevo la esperanza?

Las Iglesias no parecen responder a lo que espera y necesita el hombre moderno. Sus doctrinas se convierten con frecuencia en abstracciones que apenas interesan a nadie. Sus esquemas mentales, sus costumbres y tradiciones pertenecen al pasado. Su palabra parece haberse secado. También ellas necesitan que alguien despierte su espíritu.

Hoy más que nunca hemos de orientar nuestro corazón hacia Cristo. Él es el único que puede decirnos algo nuevo y diferente. El relato evangélico nos recuerda la invitación divina: «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle. »

José Antonio Pagola

HOMILIA

1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
12 de marzo de 1995

LECTIO DIVINA

Escuchadlo.

Entre todos los métodos posibles de leer la Biblia desde la fe se está revalorizando cada vez más en algunos sectores cristianos el todo llamado «lectio divina» muy apreciado en otros tiempos, sobre todo, en los monasterios. Consiste fundamentalmente en una lectura meditada de la Biblia, orientada directamente a suscitar el encuentro con Dios y la escucha de su Palabra en el fondo del corazón. Esta forma de leer el texto bíblico exige dar diversos pasos.

Lo primero es leer el texto tratando de captar su sentido original y evitando cualquier interpretación arbitraria o subjetiva. No es legítimo hacerle decir a la Biblia cualquier cosa, tergiversando su sentido real. Hemos de comprender el texto empleando todas las ayudas que tengamos a mano: una buena traducción, las notas de la Biblia, algún comentario sencillo.

La meditación supone un paso más. Ahora se trata de acoger la Palabra de Dios meditándola en el fondo del corazón. Para ello se comienza por repetir despacio las palabras fundamentales del texto tratando de asimilar su mensaje y hacerlo nuestro. Los antiguos decían que es necesario «masticar» o «rumiar» el texto bíblico, «hacerlo descender de la cabeza al corazón». Este momento pide recogimiento y silencio interior, fe en Dios que me habla, apertura dócil a su voz.

El tercer momento es la oración. El lector pasa ahora de una actitud de escucha a una postura de respuesta. Esta oración es necesaria para que se establezca el diálogo entre el creyente y Dios. No hace falta para ello hacer grandes esfuerzos de imaginación ni inventar hermosos discursos. Basta preguntarse con sinceridad. «Señor, ¿qué me quieres decir a través de este texto?, ¿a qué me llamas en concreto?, ¿qué confianza quieres sembrar en mi corazón?»

Se puede pasar a un cuarto momento que suele ser designado como contemplación o silencio ante Dios. El creyente descansa en Dios acallando otras voces. Es el momento de estar ante él escuchando sólo su amor y su misericordia, sin ninguna otra preocupación o interés.

Por último, es necesario recordar que la verdadera lectura de la Biblia termina en la vida concreta y que el criterio para verificar si hemos escuchado a Dios es nuestra conversión. Por eso es necesario pasar de la «Palabra escrita» a la «Palabra vivida» y pensar qué cambio o transformación nos exige la Palabra de Dios que hemos escuchado. San Nilo, venerable Padre del desierto decía: «Yo interpreto la Escritura con mi vida. »

Según el relato lucano de la escena del Tabor, los discípulos escuchan esta invitación: «Este es mi Hijo, el escogido; escuchadlo. » Una forma de hacerlo es aprender a leer el evangelio de Jesús con este método de lectura.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
15 de marzo de 1992

MIEDO AL SILENCIO

Se asustaron al entrar en la nube.

El hombre contemporáneo se está quedando poco a poco sin silencio. El ruido se va apoderando de los ambientes y los hogares, de las mentes y los corazones, impidiendo a las personas vivir en paz y armonía.

Sería una ingenuidad pensar que el ruido sólo está fuera de nosotros, en el estrépito de la motocicleta que pasa o el alboroto del piso vecino. El ruido está dentro de cada uno, en esa agitación y confusión que reina en nuestro interior o en esa prisa y ansiedad que nos destruye desde dentro.

Incluso podemos decir que crispaciones y problemas externos que atormentan a muchos son, con frecuencia, una proyección de problemas y desequilibrios que no han sido resueltos en el silencio del corazón.

Por eso, el silencio no se recupera solamente insonorizando las habitaciones del hogar o retirándose al campo durante el fin de semana. Es necesario, sobre todo, aprender a entrar en uno mismo y crear ese clima de recogimiento personal indispensable para reconstruir nuestro interior.

La persona cogida por el ruido y la agitación corre el riesgo de no conocerse a sí misma sino de manera superficial. Por eso, tal vez, lo primero es encontrarnos con nosotros mismos. Conocer mejor a ese personaje extraño que se agita a lo largo del día y que soy «yo» mismo.

Esto sólo es posible cuando uno se atreve a poner en orden esa confusión interior, haciéndose las preguntas fundamentales de todo ser humano: «Qué busco yo en la vida? ¿Por qué me afano? ¿Qué amo? ¿Dónde pongo yo mi felicidad?»

Preguntas que se nos pueden hacer insoportables pues fácilmente despiertan en nosotros sensaciones diversas de fracaso, mediocridad, pecado o desesperanza. Entonces el silencio se hace oscuro y tenebroso. Da miedo entrar en uno mismo y penetrar en el fondo de la existencia.

Así se encuentran aquellos discípulos a los que Jesús ha alejado del ruido y la agitación, para conducirlos a lo alto de una montaña a orar. Se asustan al entrar en la nube que comienza a cubrirlos. Su temor sólo desaparece cuando, desde el interior de la nube, escuchan una voz que les dice: «Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle.»

El creyente nunca está solo en su silencio. Alguien lo acompaña y sostiene desde dentro. Siempre puede escuchar esa voz de Jesucristo que comprende nuestras equivocaciones, perdona nuestro pecado y despierta de nuevo en nosotros la esperanza.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
19 de febrero de 1989

CARICATURAS DE DIOS

Escuchadle a Él.

Uno de los mayores riesgos de los creyentes es ir llenando la palabra “Dios” de cualquier contenido y seguir pensando todavía que uno cree e invoca al Dios verdadero.

Más aún. Con bastante frecuencia, nuestra imagen deformada de Dios puede ser, de manera inconsciente, el mayor obstáculo para descubrir el verdadero rostro de Dios.

Los Obispos nos han recordado las deformaciones más usuales entre nosotros. Deformaciones que cuando se viven de manera extrema son auténticas caricaturas de Dios.

El “Dios intimista” que nos compensa de nuestras frustraciones, nos consuela en nuestras tribulaciones y nos tranquiliza en la ansiedad, pero no nos estimula a vivir la fraternidad y la solidaridad con el necesitado.

El “Dios de nuestros intereses” puesto al servicio de cruzadas y estrategias políticas diferentes, utilizado para “rearmes religiosos” interesados y apoyo de ideologías de un signo y otro.

El “Dios popular” con quien se negocian favores temporales y eternos a base de promesas, ritos y oraciones.

El “Dios riguroso” y terrible, reflejo de una sociedad autoritaria, en quien es difícil confiar o el “Dios permisivo” y complaciente de los nuevos tiempos, que no exige ni inquieta porque le hacemos decir sólo lo que queremos oír de Él.

El “Dios encerrado” en una parcela privada de nuestra vida, que no tiene apenas influencia alguna en esferas importantes de nuestra vida como los negocios, la profesión, la actividad pública o el comportamiento sexual.

El “Dios irrelevante” que no tiene apenas impacto alguno en la vida real de cada día y cuya desaparición no cambiaría de manera notable la existencia de ios que se dicen creyentes.

¿Dónde purificar nuestras imágenes deformadas de Dios y descubrir cada vez con más pureza el verdadero rostro de Dios?

El verdadero camino es Jesucristo. Los discípulos han escuchado la invitación: “Este es mi Hijo escogido. Escuchadle a Él”.

Los Obispos nos lo vuelven a recordar en esta cuaresma. Para acoger al verdadero Dios es necesario seguir a Jesús, escuchar su mensaje, vivir su experiencia, dejarse animar por su Espíritu.

Los creyentes no deberíamos olvidar que una de las primeras tareas de toda generación cristiana es purificar su fe de tantas adherencias y deformaciones, volviendo de nuevo a Jesucristo.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
23 de febrero de 1986

¿DONDE ESCUCHAR LA BUENA NOTICIA?

Este es mi Hijo, el escogido. Escuchadlo.

Nos habíamos llegado a creer que el progreso científico y el desarrollo de la técnica iban a ofrecernos por fin la felicidad y el sosiego que anda buscando siempre nuestro corazón.

Hoy nos vemos obligados a abrir los ojos y reconocer que el progreso técnico ha sido fuente de bienestar y de elevación humana, pero que ha generado también dolorosas esclavitudes.

Las soluciones que hemos encontrado hasta ahora son «respuestas incompletas a las aspiraciones humanas». Poco a poco, se va extendiendo entre nosotros la oscura sensación de que el hombre no es capaz de salvarse radical y totalmente a sí mismo.

Tenemos medios de vida pero no sabemos exactamente para que vivir. Nos lanzamos al disfrute intenso de la vida, pero nos sentimos cada vez más insatisfechos.

Deseamos y necesitamos paz pero presentimos que la misma supervivencia del hombre está gravemente amenazada por el militarismo, el terrorismo y las modernas armas nucleares.

Los jóvenes han buscado, por su parte, en la «liberación sexual» una nueva plenitud. Pero muchos de ellos se debaten hoy entre el aburrimiento de la vida, la tentación de la droga y el fantasma del paro.

El hombre de hoy inseguro e insatisfecho comienza a buscar algo nuevo. Las nuevas generaciones viven decepcionadas pero expectantes. Están cayendo innumerables sueños y esperanzas, pero la humanidad busca «el resurgir de la esperanza». ¿Dónde escuchar la Buena Noticia que estamos necesitando oír?

El relato evangélico nos recuerda aquella voz que conmovió a los discípulos y que debería resonar también hoy en el corazón de esta profunda crisis que vive la humanidad: «este es mi Hijo amado. Escuchadlo».

Pero, ¿dónde escuchar hoy la Buena Noticia de Jesús? ¿Dónde comprobar la energía salvadora y humanizadora que encierra el proyecto de vida impulsado por Cristo? ¿Dónde encontrarse con la fuerza liberadora del evangelio?

Los Obispos nos hacen una llamada urgente en su carta pastoral. Sólo unas iglesias que se esfuerzan por ser coherentes con las exigencias del evangelio podrán tener la credibilidad suficiente como para ofrecer a Cristo como «la clave, el centro y el fin de la historia humana».

Sólo unos hombres que sepan vivir como «hombres nuevos», liberados de tantas «esclavitudes modernas», con un estilo de vida sencillo, solidario y servicial, animados por una profunda alegría interior, incansables en su fe en el Padre, pueden hacer creíble hoy el evangelio de Jesucristo.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1982-1983 – APRENDER A VIVIR
27 de febrero de 1983

VIVIR ANTE EL MISTERIO

Este es mi Hijo... Escuchadle.

El hombre moderno comienza a experimentar la insatisfacción que produce en su corazón el vacío interior, la banalidad de lo cotidiano, la superficialidad de nuestra sociedad, la incomunicación con el misterio.

Son bastantes los que, a veces de manera vaga y confusa, otras de manera clara y precisa, sienten una decepción y un desencanto inconfesable frente a una sociedad que despersonaliza a los hombres, los aliena y vacía interiormente y los incapacita para abrirse al Trascendente.

El hombre actual ha absolutizado el poder de la razón y no tolera que algo se le escape a su dominio todopoderoso.

La trayectoria seguida por la humanidad es fácil de describir. El hombre ha ido aprendiendo a utilizar con una eficacia cada vez mayor el instrumento de su razón.

Ha ido acumulando un número cada vez mayor de datos. Ha sistematizado sus conocimientos en ciencias cada vez ms complejas. Ha transformado las ciencias en técnicas cada vez ms poderosas para dominar el mundo y la vida del hombre.

Este caminar apasionante del hombre a lo largo de los siglos tiene un riesgo. Inconscientemente, hemos terminado por creer que la razón nos llevará a la liberación total.

El hombre actual no acepta el misterio. Y, sin embargo, el misterio está presente en lo más profundo de nuestra existencia.

El hombre puede conocer y dominar todo. Pero no puede conocer y dominar ni su origen ni su destino último. Y lo más racional sería reconocer que estamos envueltos en algo que nos trasciende y que la vida del hombre se debe mover humildemente en un horizonte de misterio.

En el mensaje de Jesús hay una invitación escandalosa para los oídos modernos: No todo se reduce a la razón. El hombre debe aprender a vivir ante el misterio. Y el misterio tiene un nombre. Dios, nuestro Padre, que nos acoge y acepta radicalmente y nos llama a vivir como hermanos.

Quizás el mayor problema del hombre contemporáneo sea el haberse incapacitado para orar y dialogar con un Padre. Estamos huérfanos y no acertamos a entendernos como hombres radicalmente hermanos.

También hoy, en medio de nubes y oscuridad, se puede oír una voz que nos sigue asustando a los hombres: «Este es mi Hijo... Escuchadle».

José Antonio Pagola



Blog:               http://sopelakoeliza.blogspot.com

Para ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
                        http://iglesiadesopelana3v.blogspot.com


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