lunes, 10 de noviembre de 2014

16/11/2014 - 33º domingo Tiempo ordinario (A)

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El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción". 
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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Para leer, compartir, bajarse o imprimir las homilias de José Antonio Pagola del domingo haz "clic" sobre el título del domingo, o haz "clic" sobre Ciclo A, Ciclo B o Ciclo C, en el menú superior para leer las homilias de cada ciclo.

¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

No dejes de visitar la nueva página de VÍDEOS DE LAS CONFERENCIAS DE JOSÉ ANTONIO PAGOLA .

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33º domingo Tiempo ordinario (A)


EVANGELIO

Has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu Señor.

+ Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 14-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.
El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos.
Se acercó el que habla recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor."
Se acercó luego el que habla recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor."
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabia que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo."
El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabias que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues deblas haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene.
Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes."

Palabra del Señor

HOMILIA

2013-2014 -
16 de noviembre de 2014

BÚSQUEDA CREATIVA

A pesar de su aparente inocencia, la parábola de los talentos encierra una carga explosiva. Sorprendentemente, el “tercer siervo” es condenado sin haber cometido ninguna acción mala. Su único error consiste en “no hacer nada”: no arriesga su talento, no lo hace fructificar, lo conserva intacto en un lugar seguro.
El mensaje de Jesús es claro. No al conservadurismo, sí a la creatividad. No a una vida estéril, sí a la respuesta activa a Dios. No a la obsesión por la seguridad, sí al esfuerzo arriesgado por transformar el mundo. No a la fe enterrada bajo el conformismo, sí al trabajo comprometido en abrir caminos al reino de Dios.
El gran pecado de los seguidores de Jesús puede ser siempre el no arriesgarnos a seguirlo de manera creativa. Es significativo observar el lenguaje que se ha empleado entre los cristianos a lo largo de los años para ver en qué hemos centrado con frecuencia la atención: conservar el depósito de la fe; conservar la tradición; conservar las buenas costumbres; conservar; la gracia; conservar la vocación...
Esta tentación de conservadurismo es más fuerte en tiempos de crisis religiosa. Es fácil entonces invocar la necesidad de controlar la ortodoxia, reforzar la disciplina y la normativa; asegurar la pertenencia a la Iglesia... Todo puede ser explicable, pero ¿no es con frecuencia una manera de desvirtuar el evangelio y congelar la creatividad del Espíritu?
Para los dirigentes religiosos y los responsables de las comunidades cristianas puede ser más cómodo “repetir” de manera monótona los caminos heredados del pasado, ignorando los interrogantes, las contradicciones y los planteamientos del hombre moderno, pero ¿de qué sirve todo ello si no somos capaces de transmitir luz y esperanza a los problemas y sufrimientos que sacuden a los hombres y mujeres de nuestros días?
Las actitudes que hemos de cuidar hoy en el interior de la Iglesia no se llaman “prudencia”, “fidelidad al pasado”, “resignación”... Llevan más bien otro nombre: “búsqueda creativa”, “audacia”, “capacidad de riesgo”, “escucha al Espíritu” que todo lo hace nuevo.
Lo más grave puede ser que, lo mismo que le sucedió al tercer siervo de la parábola, también nosotros creamos que estamos respondiendo fielmente a Dios con nuestra actitud conservadora, cuando estamos defraudando sus expectativas. El principal quehacer de la Iglesia hoy no puede ser conservar el pasado, sino aprender a comunicar la Buena Noticia de Jesús en una sociedad sacudida por cambios socioculturales sin precedentes.


José Antonio Pagola

HOMILIA

2010-2011 -
13 de noviembre de 2011

MIEDO AL RIESGO

La parábola de los talentos es muy conocida entre los cristianos. Según el relato, antes de salir de viaje, un señor confía la gestión de sus bienes a tres empleados. A uno le deja cinco talentos, a otro dos y a un tercero un talento: «a cada cual según su capacidad». De todos espera una respuesta digna.
Los dos primeros se ponen «enseguida» a negociar con sus talentos. Se les ve trabajar con decisión, identificados con el proyecto de su señor. No temen correr riesgos. Cuando llega el señor le entregan con orgullo los frutos: han logrado duplicar los talentos recibidos.
La reacción del tercer empleado es extraña. Lo único que se le ocurre es «esconder bajo tierra» el talento recibido para conservarlo seguro. Cuando vuelve su señor, se justifica con estas palabras: «Señor, sabía que eras exigente y siegas donde no siembras... Por eso, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo». El señor lo condena como empleado «negligente».
En realidad, la raíz de su comportamiento es más profunda. Este empleado tiene una imagen falsa del señor. Lo imagina egoísta, injusto y arbitrario. Es exigente y no admite errores. No se puede uno fiar. Lo mejor es defenderse de él.
Esta idea mezquina de su señor lo paraliza. No se atreve a correr riesgo alguno. El miedo lo tiene bloqueado. No es libre para responder de manera creativa a la responsabilidad que se le ha confiado. Lo más seguro es «conservar» el talento. Con eso basta.
Probablemente, los cristianos de las primeras generaciones captaban mejor que nosotros la fuerza interpeladora de la parábola. Jesús ha dejado en nuestras manos el Proyecto del Padre de hacer un mundo más justo y humano. Nos ha dejado en herencia el mandato del amor. Nos ha confiado la gran Noticia de un Dios amigo del ser humano. ¿Cómo estamos respondiendo hoy los seguidores de Jesús?
Cuando no se vive la fe cristiana desde la confianza sino desde el miedo, todo se desvirtúa. La fe se conserva pero no se contagia. La religión se convierte en deber. El evangelio es sustituido por la observancia. La celebración queda dominada por la preocupación ritual.
Sería un error presentarnos un día ante el Señor con la actitud del tercer empleado: "Aquí tienes lo tuyo. Aquí está tu Evangelio, aquí está el proyecto de tu reino y tu mensaje de amor a los que sufren. Lo hemos conservado fielmente. Lo hemos predicado correctamente. No ha servido mucho para transformar nuestra vida. Tampoco para abrir caminos de justicia a tu reino. Pero aquí lo tienes intacto".

José Antonio Pagola

HOMILIA

2007-2008 - Recreados por Jesús
16 de noviembre de 2008

NO ENTERRAR NUESTRA RESPONSABILIDAD

Tuve miedo y fui a esconder mi talento.

La parábola de los talentos es un relato abierto que se presta a lecturas diversas. De hecho, comentaristas y predicadores la han interpretado con frecuencia en un sentido alegórico orientado en diferentes direcciones. Es importante que nos centremos en la actuación del tercer siervo, pues ocupa la mayor atención y espacio en la parábola.
Su conducta es extraña. Mientras los otros siervos se dedican a hacer fructificar los bienes que les ha confiado su señor, al tercero no se le ocurre otra cosa que «esconder bajo tierra» el talento recibido para conservarlo seguro. Cuando el señor llega, lo condena como siervo «negligente y holgazán» que no ha entendido nada. ¿Cómo se explica su comportamiento?
Este siervo no se siente identificado con su señor ni con sus intereses. En ningún momento actúa movido por el amor. No ama a su señor, le tiene miedo. Y es precisamente ese miedo el que lo lleva a actuar buscando su propia seguridad. El mismo lo explica todo: «Tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra».
Este siervo no entiende en qué consiste su verdadera responsabilidad. Piensa que está respondiendo a las expectativas de su señor, conservando su talento seguro, aunque improductivo. No conoce lo que es una fidelidad activa y creativa. No se implica en los proyectos de su señor. Cuando éste llega, se lo dice claramente: «Aquí tienes lo tuyo».
Cuando se piensa que el cristianismo ha llegado a un punto en el que lo único o lo primordial es «conservar» y, no tanto, buscar con coraje y confianza en el Señor, caminos nuevos para acoger, vivir, y anunciar su proyecto del reino de Dios, estamos olvidando cuál es nuestra verdadera responsabilidad.
Si nunca nos sentimos llamados a seguir las exigencias de Cristo más allá de lo enseñado y mandado siempre; si no arriesgamos nada por hacer una Iglesia más fiel a Jesús; si nos mantenemos ajenos a cualquier conversión que nos pueda complicar la vida; si no asumimos la responsabilidad del reino como lo hizo Jesús, buscando «vino nuevo en odres nuevos», es que necesitamos aprender la fidelidad activa, creativa y arriesgada a la que nos invita su parábola.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
13 de noviembre de 2005

NO ENTERRAR LA VIDA

Fui a esconder tu talento bajo tierra.

La parábola de los talentos es, seguramente, una de las más conocidas. Antes de salir de viaje, un señor confía sus bienes a tres empleados. Los dos primeros se ponen de inmediato a trabajar. Cuando el señor regresa, le presentan los resultados: ambos han duplicado los talentos recibidos. Su esfuerzo es premiado con generosidad pues han sabido responder a las expectativas de su señor.
La actuación del tercer empleado es extraña. Lo único que se le ocurre es «esconder bajo tierra» el talento recibido y conservarlo seguro hasta el final. Cuando llega el señor, se lo entrega pensando que ha respondido fielmente a sus deseos: «Aquí tienes lo tuyo». El señor lo condena. Este empleado «negligente y holgazán» no ha entendido nada. Sólo ha pensado en su seguridad.
El mensaje de Jesús es claro. No al conservadurismo, sí a la creatividad. No a una vida estéril, sí a la respuesta viva al Creador. No a la obsesión por la seguridad, si al esfuerzo arriesgado por transformar el mundo. No a la fe enterrada bajo el conformismo, sí al seguimiento comprometido a Jesús.
Es muy tentador vivir siempre evitando problemas y buscando tranquilidad: no comprometernos en nada que nos pueda complicar la vida, defender nuestro pequeño bienestar. No hay una forma mejor de vivir una vida estéril, pequeña y sin horizonte.
Lo mismo sucede en la vida cristiana. Nuestro mayor riesgo no es salirnos de los esquemas de siempre y caer en innovaciones exageradas, sino congelar nuestra fe y apagar la frescura del evangelio. Hemos de preguntamos qué estamos sembrando en la sociedad, a quiénes contagiamos esperanza, dónde aliviamos sufrimiento.
Sería un error presentarnos ante Dios con la actitud del tercer siervo: «Aquí tienes lo tuyo. Aquí está tu evangelio, el proyecto de tu reino, tu mensaje de amor a los que sufren. Lo hemos conservado fielmente. No ha servido para transformar nuestra vida ni para introducir tu reino en el mundo. No hemos querido correr riesgos. Pero aquí lo tienes intacto».

José Antonio Pagola

HOMILIA

2001-2002 – CON FUEGO
17 de noviembre de 2002

ARRIESGARSE

Fui a esconder tu talento bajo tierra.

Con frecuencia se ha entendido la religión como un sistema de creencias y prácticas que sirven para protegerse contra Dios, pero no ayudan a vivir de manera creativa. Esta religión conduce a una vida triste y estéril donde lo importante es vivir seguros ante Dios, pero donde falta alegría y dinamismo.
Hay que decirlo sin rodeos. En el fondo de esa religión sólo hay miedo. Quien busca protegerse de Dios es que le tiene miedo. Esa persona no ama a Dios, no confía en él, no disfruta de su misericordia. Sólo le teme y por eso busca en la religión remedio para sus miedos y fantasmas.
Después de Jesús, no tenemos ya derecho a entender y vivir así lo religioso. Dios no es un tirano que atemoriza a los hombres buscando egoístamente su propio interés, sino un Padre que le confía a cada uno el gran regalo de la vida. Por eso, Jesús imagina a sus seguidores no como «observantes piadosos» de una religión, sino como creyentes audaces dis puestos a correr riesgos y superar dificultades para «inventar» una vida más digna y dichosa para todos. Un discípulo de Jesús se siente llamado a todo menos a enterrar su vida de manera estéril.
El tercer siervo de la parábola es condenado, no por hacer algo malo sino porque, paralizado por el temor a su Señor, «entierra» los talentos que se le han confiado. El mensaje es claro. A Dios no se le puede devolver la vida diciendo: «Aquí está lo tuyo. La vida que me diste no ha servido para nada». Es un error vivir una vida «religiosamente correcta» sin arriesgamos a vivir el amor de manera más audaz y creativa.
Quien sólo busca cuidar su vida, protegerla y defenderla, la echa a perder. Quien no sigue las aspiraciones más nobles de su corazón por miedo a fracasar, ya está fracasando. Quien no toma iniciativa alguna para no equivocarse, ya se está equivocando. Quien sólo se dedica a conservar su virtud y su fe, corre el riesgo de enterrar su vida. Al final, no habremos cometido grandes errores, pero no habremos vivido.
Jesús es una invitación a vivir intensamente. A lo único que hemos de temer es a vivir siempre con miedo a arriesgarnos, con temor a salimos de lo «correcto», sin audacia para renovamos, sin valor para actualizar el evangelio, sin fantasía para inventar el amor cristiano.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
14 de noviembre de 1999

ARRIESGAR

Fui a esconder tu talento bajo tierra.

El quehacer de la Iglesia no es conservar el pasado. Nadie puede poner en duda su necesidad de alimentarse en la experiencia fundante de Cristo ni de reavivar una y otra vez lo mejor que el Espíritu ha generado a lo largo de los siglos, pero la Iglesia no ha de convertirse en monumento de lo que ha sido. De nada sirve ser fieles al pasado cuando ese pasado apenas guarda relación con los interrogantes y desafíos del presente.
El objetivo de la Iglesia no es tampoco sobrevivir. Esto significaría olvidar su misión más profunda que es comunicar en cada momento histórico la Buena Noticia de un Dios Padre que ha de ser estímulo, horizonte y esperanza para el ser humano. De nada sirven las estrategias y adaptaciones externas para restaurar seguridades si no es capaz de transmitir algo significativo a los hombres y mujeres de hoy.
Por eso las virtudes a desarrollar en el interior de la Iglesia actual no se llaman «prudencia», «conformidad», «resignación», «fidelidad al pasado». Llevan más bien el nombre de «audacia», «capacidad de riesgo», «búsqueda creativa», «escucha al Espíritu» que todo lo hace nuevo. Arriesgar no es un camino fácil para ninguna institución, tampoco para la Iglesia. Pero no hay otro si queremos comunicar la experiencia cristiana en un mundo que ha cambiado radicalmente.
Cuando se vive del Espíritu creador de Dios, pertenecer a una institución que tiene dos mil años no es una excusa para no arriesgarse. Algo está fallando en la Iglesia si la propia seguridad y la preocupación por el futuro de las instituciones se vuelve más importante que la búsqueda creativa y arriesgada para servir al hombre de hoy el Evangelio y la esperanza cristiana.
Lo más grave del «tercer siervo» de la parábola evangélica no es que entierra su talento sin hacerlo fructificar, sino que piensa equivocadamente estar respondiendo fielmente a Dios con su postura conservadora, a salvo de todo riesgo. El hecho de que no hagamos nada que suponga un cambio de dirección no significa que estamos siendo fieles a Dios. Nuestra supuesta fidelidad puede ocultar cosas como rigidez, cobardía, inmovilismo, comodidad y, en definitiva, falta de fe en la creatividad del Espíritu. La verdadera fidelidad a Dios no se vive desde la pasividad y la inercia de quien no arriesga, sino desde la vitalidad y el riesgo de quien trata de escuchar hoy sus llamadas.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1995-1996 – SANAR LA VIDA
17 de noviembre de 1996

APRENDER A MIRAR

Fui a esconder tu talento bajo tierra.

La mirada de muchos se va haciendo cada vez más pragmática y corta. Las preguntas más habituales ante la realidad que nos rodea son casi siempre las mismas: ¿Para qué sirve?, ¿cuánto cuesta?, ¿qué ventajas me puede traer? Si no queremos seguir empobreciéndonos más, hemos de mirar la existencia de manera diferente.
Lo primero es, tal vez, aprender a mirar desde nuestro interior. Sólo así se puede captar la vida con cierta hondura. Lo decía bellamente Paul Claudel: «Qué buena idea cerrar los ojos para ver claro! Cuando se ha aprendido a servirse de ellos para adentro, no hay nada que no se vea por fuera mucho mejor.» Lo ha de saber, sobre todo, quien trata de abrirse al misterio de Dios. «Quien no encuentra a Dios en sí mismo, no lo encuentra jamás fuera. Pero el hombre que ha visto a Dios en el templo de su propia alma, lo verá también en el templo del universo» (G. CH. Ramacrisna).
Es importante, además, prestar atención a la inagotable riqueza de la vida. No todo es rentabilidad, dinero o eficacia. Hay algo más que fútbol y televisión. Está también la belleza, la emoción del corazón, el amor, el anhelo de lo infinito, la amistad, el disfrute de lo gratuito.
Es decisivo, por otra parte, no cerrarse al misterio. «La ciencia podrá ensanchar las dimensiones de la jaula en la que estamos encerrados; pero jamás podrá sacarnos de la jaula.» (J. M. Zunzunegi). Es necesario aprender a trascender y trascendernos. Mirar detrás de las cosas, en lo hondo de las personas, en la entraña de nuestras vidas. Siempre se pueden percibir signos y llamadas que nos invitan a elevar el corazón hasta la realidad última de Dios, origen y destino último de nuestro ser.
Por último, es de gran importancia aprender a mirarlo todo sin resentimiento, en actitud amistosa y abierta, con simpatía, buscando la comunión con las personas y con la creación entera. Todo se ve y saborea de manera diferente cuando se ama.
La parábola de los talentos es una invitación a desarrollar todas las posibilidades que Dios ha sembrado en nosotros. Es un error vivir con una mirada corta buscando sólo lo seguro, útil y provechoso. La vida es una aventura en la que la persona ha de ir respondiendo a la gracia de Dios de forma creativa.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1992-1993 – CON HORIZONTE
14 de noviembre de 1993

AUTOESTIMA

Fui a esconder tu talento bajo tierra.

A juzgar por el número de libros que se vienen publicando y por los cursos que se organizan, hay un interés cada vez mayor por la autoestima. Es un tema tratado con frecuencia en talleres de desarrollo personal o en cursos de formación empresarial.
Junto a este interés se advierte también en algunos sectores un cierto recelo, pues se piensa que la autoestima puede llevar a una actitud de individualismo insolidario y de egoísmo creciente, sobre todo, en una sociedad donde parece imponerse una cultura de signo narcisista.
El interés por la autoestima se remonta a William James, a finales del pasado siglo, pero ha adquirido una importancia central en la psicoterapia humanista. Basta pensar en la contribución de Carl Rogers para quien la raíz de los problemas de muchas personas está en que se desprecian o se consideran seres sin valor, indignos de ser amados.
La importancia de la autoestima estriba en que incide directamente en nuestra manera de ser. Nadie puede desentenderse u olvidarse de sí mismo. Constantemente nos estamos percibiendo: pensamos sobre nosotros mismos y nuestros comportamientos, nos evaluamos, nos sentimos bien o mal con nosotros, nos aceptamos o nos rechazamos. Y todo esto tiene repercusiones inmediatas sobre nuestra vida.
Si yo no me valoro en lo que realmente valgo, sí no aprecio de manera sana y realista las cualidades y talentos que poseo, no creceré como persona pues no descubriré nunca las posibilidades que el Creador ha sembrado en mí.
Por otra parte, si no acepto con paz mis limitaciones y reconozco con serenidad mis defectos, seré víctima fácil de la inseguridad y desconfianza en mí mismo. Me faltará esa sana «humildad» necesaria para arriesgarme en proyectos tal vez un poco comprometidos, pero accesibles a mis posibilidades.
Es un grave error «enterrar la vida» de manera estéril. La penetrante parábola de Jesús condenando al «tercer siervo» por «enterrar su talento», sin arriesgarse a hacerlo fructificar, es una llamada a la iniciativa, la creatividad y el compromiso responsable.
Tal vez hemos de empezar por esa sana aceptación de uno mismo con sus luces y sombras, con sus talentos y limitaciones. El conocido teólogo Juan Bautista Metz llega a decir que este «sí a uno mismo» puede considerarse «como imperativo categórico de la fe cristiana: ¡Aceptarás amorosamente la humanidad que se te ha confiado!... ¡Te abrazarás a ti mismo!»
Quien sabe aceptarse así, no vive «ensimismado», enamorado de su propia imagen y encerrado en un egoísmo insolidario. Al contrario, se siente responsable de su vida y se arriesga a crecer como persona buscando una vida más humana para todos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1989-1990 – NUNCA ES TARDE
18 de noviembre de 1990

EL MIEDO AL RIESGO

Fui a esconder tu talento bajo tierra.

Nadie se atrevería hoy a hacer una crítica tan radical al conservadurismo cristiano como la que hace Jesús en su parábola de los talentos.
No hemos de olvidar que el tercer siervo de la parábola es condenado, no porque haya cometido maldad alguna, sino porque se ha limitado a conservar estérilmente lo recibido sin hacerlo fructificar.
Lo que Jesús critica no es simplemente «el pecado de omisión», sino la actitud conservadora de quien, por miedo al riesgo, reduce la fe a mera autoconservación, impidiendo su crecimiento y expansión.
No hemos de mirar a otros. El miedo al riesgo y la tentación fácil del conservadurismo nos acechan a todos. Pero ese miedo no es cristiano, y puede ocultar una falta de fe en la fuerza que se encierra en el evangelio.
Es explicable que a los dirigentes eclesiásticos les preocupe en estos momentos asegurar la ortodoxia y poner orden en el interior de la Iglesia, pero, ¿es eso lo que va a revitalizar el espíritu de los creyentes?
Para los teólogos puede ser más cómodo «repetir» una teología heredada ignorando los interrogantes, intuiciones y valores del hombre moderno, pero ¿no se esteriliza así el cristianismo haciéndolo aparecer como una reliquia históricamente superada?
Para los pastores puede ser más fácil y gratificante «restaurar» formas religiosas tradicionales para ofrecerlas a quienes todavía se acercan, pero ¿es ésa la manera más evangélica de hacer fructificar hoy la fuerza salvadora de Jesucristo en las nuevas generaciones?
A todos nos puede parecer hoy más seguro y prudente defender nuestra fe en una especie de «ghetto» y esperar a que lleguen tiempos mejores, pero ¿no es más evangélico vivir en medio de la sociedad actual esforzándonos por construir un mundo mejor y más humano?
Esta actitud defensiva es tanto más peligrosa cuanto que no se presenta bajo su propio nombre, sino invocando a la ortodoxia, el sentido de Iglesia o la defensa de los valores cristianos. Pero, ¿no es, una vez más, una manera de congelar el evangelio?
La Iglesia no pierde su fuerza y vigor evangélico por los ataques que recibe de fuera, sino porque dentro de ella no somos capaces de confiar radicalmente en el Espíritu, y de responder de manera audaz y arriesgada a los retos de nuestro tiempo.
Lo más grave es que, lo mismo que el siervo de la parábola, creemos estar respondiendo fielmente a Dios con nuestra postura conservadora, mientras podemos estar defraudando en realidad sus expectativas.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
15 de noviembre de 1987

VIVIR CRECIENDO

Fui a esconder tu talento bajo tierra.

Cuántas personas “mueren” hoy mucho antes de que les llegue la hora de la muerte. Les harán los funerales dentro de unos años, pero en realidad, ya «han muerto”. No crecen ni se desarrollan, no se abren a nada nuevo.
Son hombres y mujeres que viven repitiéndose día tras día. Encerrados en sus costumbres de siempre. Instalados en un bienestar decadente y estéril.
Qué fácil es a lo largo de los años recortar nuestros ideales y aspiraciones, contentarnos con “conservarnos” lo mejor posible, bloquear las posibilidades encerradas en nosotros y resignarnos a “ir tirando”.
Qué fácil caer en el conformismo, adaptarnos a la moda de turno, seguir los caminos superficiales que siguen todos.
A unos los paraliza el miedo a correr riesgos. A otros los asusta el asumir responsabilidades que les complicarán la vida. Hay quienes se han incapacitado para todo lo que requiera esfuerzo y prefieren vivir satisfaciendo los instintos de siempre.
Pero esa vida, aparentemente la más fácil y cómoda, es triste y dura porque, como decía S. Gregorio de Nisa es una «vida muerta”. Una vida sin vida y sin alegría verdadera.
En una parábola realmente sorprendente, Jesús condena de manera tajante al hombre que sólo sabe conservar su vida «enterrándola» por miedo a riesgos y complicaciones posibles.
Seguir a Jesús es, más bien, vivir creciendo. Liberarnos día a día de todo lo que desde dentro o desde fuera nos bloquea y paraliza. Romper ataduras, servidumbres y cobardías que nos esterilizan y matan como hombres y como creyentes.
Siempre podemos cambiar y ser mejores. Siempre podemos liberar en nosotros las fuerzas de una vida más noble y generosa. Intensificar nuestro amor a cada persona. Generar más vida a nuestro alrededor.
Pero esta vida sólo puede crecer cuando en nosotros hay paz y amor. El odio, la envidia, la agresividad no pueden ser nunca fuente de verdadero crecimiento y creatividad.
El creyente, aunque nadie le entienda desde fuera, encuentra en Dios “la fuente de vida». Y aun en los momentos más difíciles acude a El confiado, con aquellas palabras del salmista: “Señor, consérvame vivo” (Sal 142, 11).

José Antonio Pagola

HOMILIA

1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
18 de noviembre de 1984

MUCHO MÁS QUE CONSERVAR

Escondí tu talento.

En poco tiempo hemos visto hundirse entre nosotros ideales so- dales y religiosos que sólo hace unos años despertaban la generosidad y entrega de hombres y mujeres. Las nuevas generaciones difícilmente encuentran causas nobles por las que merezca la pena luchar. Mejor es vivir el presente intensamente exprimiéndole el máximo placer.
Al mismo tiempo, valores tan importantes como la familia, la autoridad, la tradición, el magisterio de la iglesia, han quedado oscurecidos o se han debilitado profundamente en la conciencia de muchos.
El desconcierto se ha hecho todavía mayor al caer por los suelos normas concretas de comportamiento y leyes de conducta que hace unos años eran todavía intocables.
La crisis ha provocado en muchos una sensación de vértigo, vacío y desorientación. No pocos se preguntan con inquietud: ¿Ha cambiado la moral? ¿Ya no hay pecado? ¿Hemos vivido equivocados hasta ahora? ¿ Cuándo volverán de nuevo los tiempos pasados?
No es de extrañar la reacción de muchos que se defienden instalándose íntegramente en el pasado, cerrándose a toda novedad y gastando casi todas sus energías en «conservar intacta la moral de siempre».
Sin embargo, la sorpresa del «tercer siervo» de la parábola, condenado solamente por preocuparse de «conservar el talento» sin arriesgar nada más, nos recuerda que seguir a Jesús es mucho más que conservar intacta nuestra moralidad frente a todo y frente a todos.
La moral cristiana no consiste en conservar fielmente la herencia que hemos recibido del pasado, sino en buscar, movidos por el Espíritu de Jesús, cómo ser más humanos precisamente en el mundo de hoy.
Las leyes son necesarias. Nos indican la dirección en que hemos de buscar y nos señalan los límites que no debemos franquear. Pero sería una equivocación pensar que estamos respondiendo a las exigencias profundas de Dios sólo porque nos mantenemos íntegros en el cumplimiento de unas leyes.
Ser creyente es algo mucho más grande y apasionante que enterrar nuestra vida en unas leyes para conservarla segura.
El seguimiento a Jesús es siempre llamada a buscar y crear una humanidad nueva y siempre mejor. Por eso mismo, seguir a Jesús es riesgo más que seguridad. Exigencia fecunda más que cumplimiento estéril. Urgencia de amor más que satisfacción del deber cumplido.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1980-1981 – APRENDER A VIVIR
15 de noviembre de 1981

ENTERRAR LA VIDA

Escondí tu talento bajo tierra.

A pesar de su aparente «inocencia», la parábola de los talentos encierra una carga verdaderamente explosiva. Sorprendentemente, el «tercer siervo» es condenado sin haber cometido ninguna acción mala.
Su pecado consiste precisamente en «no hacer nada», no arriesgar su talento, conservarlo del modo más seguro posible.
Según Jesús, es una grave equivocación pensar que el hombre da a Dios lo suyo con tal de no cometer ninguna acción mala. Al contrario, el que no se arríesga de manera positiva y creadora a realizar el bien, aunque no viole ninguna ley, está ya defraudando las exigencias profundas de Dios.
El pensamiento de Jesús es claro. Nuestro gran pecado puede ser la omisión, el no arriesgarnos en el camino del hacer el bien, el contentarnos con «conservar el talento».
Basta recordar un cierto lenguaje «cristiano» para percibir en qué hemos puesto nuestro cuidado. «Conservar» el depósito de la fe, «conservar» la gracia, «conservar» las buenas costumbres, «conservar» la vocación... ¿Es este cristianismo «en conserva» el querido por Jesús?
Alguien ha dicho que «la apatía constituye el pecado clave del mundo moderno» (H. Cox). Apatía que significa abandono y renuncia a ser realmente hombre. Negativa a asumir los riesgos de una vida responsable.
Los cristianos hemos visto con frecuencia al pecador como el hombre soberbio, de actitud rebelde y desafiante. Quizás tengamos que recordar más este otro pecado de quien «renuncia a las implicaciones de su propia dignidad humana» (J. Pieper).
Cada uno tenemos ante nosotros un quehacer al que no podemos renunciar. Una tarea en la que nadie nos puede sustituir.
En concreto, tenemos que empezar por decidir quién quiero ser yo en realidad, y en qué clase de sociedad quiero vivir. Debemos escuchar el evangelio como una llamada a la iniciativa, a la creatividad, a la responsabilidad adulta.
Nada nos puede excusar de una actitud de pasividad, pereza y conservadurismo. No vale decir que bastante tenemos con «seguir tirando», que apenas hemos recibido en la vida más que un pequeño talento.
Todos estamos recibiendo «gracia». No como algo mágico que se nos da desde fuera y se añade a nuestros esfuerzos, sino como aliento del Oreador que anima toda nuestra existencia.
Renunciar a la creatividad, no arriesgarse a crecer como personas, no comprometernos en la construcción de una sociedad mejor, es enterrar nuestra vida y traicionar no sólo nuestra propia dignidad humana sino también los designios del Creador.

José Antonio Pagola



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Para ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
                        http://iglesiadesopelana3v.blogspot.com


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