lunes, 26 de abril de 2010

02/05/2010 - 5º Pascua (C)

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2 de mayo de 2010

5º Pascua (C)

EVANGELIO

Juan 13, 31-33a.34-35

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:
- «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en si mismo: pronto lo glorificará.
Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros.
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.»


HOMILIA

2 de mayo de 2007

NO PERDER LA IDENTIDAD

Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Dentro de muy poco, ya no lo tendrán con ellos. Jesús les habla con ternura especial: «Hijitos míos, me queda poco de estar con vosotros». La comunidad es pequeña y frágil. Acaba de nacer. Los discípulos son como niños pequeños. ¿Qué será de ellos si se quedan sin el Maestro?

Jesús les hace un regalo: «Os doy un mandato nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado». Si se quieren mutuamente con el amor con que Jesús los ha querido, no dejarán de sentirlo vivo en medio de ellos. El amor que han recibido de Jesús seguirá difundiéndose entre los suyos.

Por eso, Jesús añade: «La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros». Lo que permitirá descubrir que una comunidad que se dice cristiana es realmente de Jesús, no será la confesión de una doctrina, ni la observancia de unos ritos, ni el cumplimiento de una disciplina, sino el amor vivido con el espíritu de Jesús. En ese amor está su identidad.

Vivimos en una sociedad donde se ha ido imponiendo la "cultura del intercambio". Las personas se intercambian objetos, servicios y prestaciones. Con frecuencia, se intercambian además sentimientos, cuerpos y hasta amistad. Eric Fromm llegó a decir que "el amor es un fenómeno marginal en la sociedad contemporánea". La gente capaz de amar es una excepción.

Probablemente sea un análisis excesivamente pesimista, pero lo cierto es que, para vivir hoy el amor cristiano, es necesario resistirse a la atmósfera que envuelve a la sociedad actual. No es posible vivir un amor inspirado por Jesús sin distanciarse del estilo de relaciones e intercambios interesados que predomina con frecuencia entre nosotros.

Si la Iglesia "se está diluyendo" en medio de la sociedad contemporánea no es sólo por la crisis profunda de las instituciones religiosas. En el caso del cristianismo es, también, porque muchas veces no es fácil ver en nuestras comunidades discípulos y discípulas de Jesús que se distingan por su capacidad de amar como amaba él. Nos falta el distintivo cristiano.

Los cristianos hemos hablado mucho del amor. Sin embargo, no siempre hemos acertado o nos hemos atrevido a darle su verdadero contenido a partir del espíritu y de las actitudes concretas de Jesús. Nos falta aprender que él vivió el amor como un comportamiento activo y creador que lo llevaba a una actitud de servicio y de lucha contra todo lo que deshumaniza y hace sufrir el ser humano.

José Antonio Pagola

HOMILIA

6 de mayo de 2007

COMUNIDAD DE AMISTAD

Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Dentro de muy poco, ya no lo tendrán con ellos. ¿Quién llenará su vacío? Jesús les dice: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado». Si saben quererse como Jesús los ha querido, no dejarán de sentirlo vivo en medio de ellos.

El evangelista Juan tiene su atención puesta en la comunidad cristiana. No está pensando en los de fuera. Cuando falte Jesús, en su comunidad se tendrán que querer como «amigos» porque así los ha querido Jesús: «vosotros sois mis amigos»; «ya nos os llamo siervos, a vosotros os he llamado amigos». La comunidad de Jesús será una comunidad de amistad.

Esta imagen de la comunidad cristiana como «comunidad de amigos» quedó pronto olvidada. Durante muchos siglos, los cristianos se han visto a sí mismos como una «familia» donde algunos son «padres» (el Papa, los obispos, los sacerdotes, los abades...); otros son «hijos» fieles, y todos han de vivir como «hermanos».

Entender así la comunidad cristiana estimula la fraternidad, pero tiene sus riesgos. En la familia cristiana se tiende a subrayar el lugar que le corresponde a cada uno. Se destaca lo que nos diferencia, no lo que nos une; se da mucha importancia a la autoridad, el orden, la unidad, la subordinación. Y se corre el riesgo de promover la dependencia, el infantilismo y la irresponsabilidad de muchos.

Una comunidad basada en la «amistad cristiana» enriquecería y trasformaría hoy a la Iglesia de Jesús. La amistad promueve lo que nos une, no lo que nos diferencia. Entre amigos se cultiva la igualdad, la reciprocidad y el apoyo mutuo. Nadie está por encima de nadie. Ningún amigo es superior a otro. Se respetan las diferencias, pero se cuida la cercanía y la relación.

Entre amigos y amigas es más fácil sentirse responsable y colaborar. Y no es tan difícil estar abiertos a los extraños y diferentes, los que necesitan acogida y amistad. De una comunidad de amigos es difícil marcharse. De una comunidad fría, rutinaria e indiferente, la gente se va, y los que se quedan, apenas lo sienten.

José Antonio Pagola

HOMILIA

DIOS AMA AL MUNDO

Hay en el Evangelio frases que deberíamos gravar con fuego en nuestro interior, pues podrían transformar de raíz nuestra visión de Dios. Una es ésta que leemos en el evangelio de Juan:
«Tanto amó Dios al mundo, que entregó su Hijo único... Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3,16-17).
Nunca ha sido fácil la relación de los cristianos con el mundo. A veces ha predominado la actitud pesimista, se ha predicado el «desprecio del mundo», la condenación de lo mundano y la huida de lo terreno para encontrarse con Dios. Otras veces, un frívolo optimismo ha llevado a la Iglesia a vivir un neopaganismo mundano muy alejado del Evangelio. ¿Cuál es la actitud de Dios?
Dios ama al mundo. Es lo primero que hemos de recordar. Dios no condena, no excluye a nadie, no discrimina. No abandona a nadie en ninguna circunstancia. Ama a la humanidad, ama la historia que van construyendo los humanos, ama las culturas y las religiones, ama a los pueblos. A todos. Su amor no depende de nuestras clasificaciones y fronteras.
Dios quiere salvar al mundo. Dios ama al mundo no porque el mundo es bueno, sino para que llegue a serlo. En el mundo hay mucho de injusticia, mentira e indignidad. Dios ama para salvar, para que el mundo llegue a ser más humano, más digno, más habitable. Orientar la vida hacia la verdadera voluntad de Dios siempre lleva a hacerla más sana, más responsable, más plenamente humana.
Dos rasgos deberían caracterizar la actitud del cristiano ante el mundo. Antes que nada, el cristiano ama el mundo y ama la vida. Quiere a las gentes, disfruta con los avances de la humanidad, goza con todo lo bueno y admirable que hay en la creación, le gusta vivir intensamente. Lo ve todo desde el amor de Dios, y esto le lleva a vivir en una actitud de simpatía universal, de misericordia y de perdón.
Al mismo tiempo, sabe que el mundo necesita ser transformado y «salvado». Por ello, su modo de estar en el mundo está marcado por el empeño de hacer la vida más humana y el mundo más habitable. No se desentiende de ningún problema grave, sufre con los pueblos que sufren, le duelen las guerras y la violencia criminal, lucha contra la xenofobia y los racismos, se preocupa de quienes no tienen un sitio digno en la sociedad, hace lo que puede para que la vida sea más llevadera y más humana para todos. Su corazón es el de un «hijo de Dios».
Por eso, la única señal decisiva por la que se le conoce al discípulo de Cristo es siempre la misma: sabe amar como él nos ha amado. Esto es lo esencial. Sin esto no hay cristianismo.

José Antonio Pagola

5 comentarios:

  1. "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros."
    El seguimiento a Jesús es lo único que nos hace cristianos.
    Seguir a Jesús implica poner en el centro de nuestra mirada y de nuestro corazón a los pobres. Situarnos en la perspectiva de los que sufren.
    Seguir a Jesús es vivir con compasión. Sacudirnos de encima la indiferencia.
    Seguir a Jesús pide desarrollar la acogida. No vivir con mentalidad de secta. No excluir ni excomulgar. Hacer nuestro el proyecto integrador e incluyente de Jesús. Derribar fronteras y construir puentes. Eliminar la discriminación.
    Seguir a Jesús es asumir la crucifixión por el reino de Dios. No dejar de definirnos y tomar partido por miedo a las consecuencias dolorosas.
    Seguir a Jesús es confiar en el Padre de todos, invocar su santo nombre, pedir la venida de su reino y sembrar la esperanza de Jesús contra toda esperanza.

    Del libro: Jesús, aproximación histórica.
    de Jose Antonio Pagola

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  2. Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:
    - «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en si mismo: pronto lo glorificará.»

    ¿Quien me puede explicar, que nos quiere de cir el evangelista Juan con eta frase?

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  3. Los evangelios han sido escritos después de la experiencia de la resurrección. Y el evangelista lo que quiere decirnos es que Jesús ha resucitado y que es Dios mismo.

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  4. Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:
    - «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en si mismo: pronto lo glorificará.»
    Juan 13, 31-32

    Esta frase está situada al comienzo de los discursos del adiós que Juan coloca en el centro de su evangelio. Antes de la fiesta de la pascua Jesús se reune con los suyos, y les anuncia su muerte inminente, interpretándola como el momento culmen de su gloria.

    Para entenderlo tenemos que tener en cuenta que para Juan la crucifixión es la exaltación de Jesús, el trono de su gloria.
    Para Juan Jesús es el que controla la situación desde el principio, el domingo de Ramos, Jesús está angustiado porque la hora ha llegado (12,23.27). Al comienzo del capítulo 13 Juan nos dice solemnemente: "Jesús sabía que le había llegado la hora de dejar este mundo para ir al Padre...", el mismo Cristo lo afirma a sus discípulos al anunciar su muerte y celebrar la cena con ellos.
    Para Juan es en ese momento cuando comienza la Pasión, y Jesús celebra ya su triunfo como consumado, ya que Dios no permitirá que triunfe la muerte y lo glorificará con la resurrección.

    Al final del evangelio, Juan dice"... han sido escritas para que creaís que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengais vida en su nombre"

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