El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
La Epifanía del Señor (C)
EVANGELIO
Venimos de Oriente
a adorar al Rey.
+ Lectura del santo evangelio según san Mateo
2, 1-12
Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes.
Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
-« ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto
salir su estrella y venimos a adorarlo.»
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él;
convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde
tenía que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
-«En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
"Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de
las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi
pueblo Israel."»
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el
tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
-«Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis,
avisadme, para ir yo también a adorarlo.»
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la
estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse
encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa,
vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después,
abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a
Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2018-2019 -
6 de enero de 2019
RELATO
DESCONCERTANTE
(Ver homilía del ciclo C -
2012-2013)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2015-2016 -
6 de enero de 2016
RELATO DESCONCERTANTE
(Ver homilía del ciclo C -
2012-2013)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2012-2013 -
6 de enero de 2013
RELATO
DESCONCERTANTE
Ante Jesús se pueden adoptar
actitudes muy diferentes. El relato de los magos nos habla de la reacción de
tres grupos de personas. Unos paganos que lo buscan, guiados por la pequeña luz
de una estrella. Los representantes de la religión del Templo, que permanecen
indiferentes. El poderoso rey Herodes que solo ve en él un peligro.
Los magos no pertenecen al pueblo
elegido. No conocen al Dios vivo de Israel. Nada sabemos de su religión ni de
su pueblo de origen. Solo que viven atentos al misterio que se encierra en el
cosmos. Su corazón busca verdad.
En algún momento creen ver una
pequeña luz que apunta hacia un Salvador. Necesitan saber quién es y dónde
está. Rápidamente se ponen en camino. No conocen el itinerario preciso que han
de seguir, pero en su interior arde la esperanza de encontrar una Luz para el
mundo.
Su llegada a la ciudad santa de
Jerusalén provoca el sobresalto general. Convocado por Herodes, se reúne el
gran Consejo de «los sumos sacerdotes y los escribas del pueblo». Su actuación
es decepcionante. Son los guardianes de la verdadera religión, pero no buscan
la verdad. Representan al Dios del Templo, pero viven sordos a su llamada.
Su seguridad religiosa los ciega.
Conocen dónde ha de nacer el Mesías, pero ninguno de ellos se acercará a Belén.
Se dedican a dar culto a Dios, pero no sospechan que su Misterio es más grande
que todas las religiones, y que tiene sus caminos para encontrarse con todos
sus hijos. Nunca reconocerán a Jesús.
El rey Herodes, poderoso y
brutal, solo ve en Jesús una amenaza para su poder y su crueldad. Hará todo lo
posible por eliminarlo. Desde el poder opresor solo se puede «crucificar» a
quien trae liberación.
Mientras tanto, los magos
prosiguen su búsqueda. No caen de rodillas ante Herodes: no encuentran en él
nada digno de adoración. No entran en el Templo grandioso de Jerusalén: tienen
prohibido el acceso. La pequeña luz de la estrella los atrae hacia el pequeño
pueblo de Belén, lejos de todo centro de poder.
Al llegar, lo único que ven es al
«niño con María, su madre». Nada más. Un niño sin esplendor ni poder alguno.
Una vida frágil que necesita el cuidado de una madre. Es suficiente para
despertar en los magos la adoración.
El relato es desconcertante. A
este Dios, escondido en la fragilidad humana, no lo encuentran los que viven
instalados en el poder o encerrados en la seguridad religiosa. Se les revela a
quienes, guiados por pequeñas luces, buscan incansablemente una esperanza para
el ser humano en la ternura y la pobreza de la vida.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
6 de enero de 2010
SEGUIR LA
ESTRELLA
Hemos
visto salir su estrella.
Estamos demasiado acostumbrados
al relato, Por otra parte, hoy apenas tiene nadie tiempo para detenerse y
contemplar despacio las estrellas. Probablemente, no es sólo un asunto de
tiempo. Pertenecemos a una época en la que es más fácil ver la oscuridad de la
noche que los puntos luminosos que brillan en medio de cualquier tiniebla.
Sin embargo, no deja de ser
conmovedor pensar en aquel viejo escritor cristiano que, al elaborar el relato
midráshico de los Magos, los imaginó en medio de la noche, siguiendo la pequeña
luz de una estrella. La narración respira la convicción profunda de los
primeros creyentes después de la resurrección. En Jesús se han cumplido las
palabras del profeta Isaías: «El pueblo
que camina en tinieblas ha visto una luz grande. Habitaban en una tierra de
sombras, y una luz ha brillado ante sus ojos». (Isaías 9, 1).
Sería una ingenuidad pensar que
nosotros estamos viviendo una hora especialmente oscura, trágica y angustiosa.
¿No es precisamente esta oscuridad, frustración e impotencia que nosotros
captamos en estos momentos, uno de los rasgos que acompañan casi siempre el
caminar del hombre por la tierra?
Basta abrir las páginas de la
historia. Sin duda, encontramos momentos de luz en que se anuncian grandes
éxitos, se buscan grandes liberaciones, se entrevén mundos nuevos, se abren
horizontes más humanos. Y luego, ¿qué viene? Revoluciones que crean nuevas
esclavitudes. Logros que provocan nuevos problemas. Ideales que terminan en
«soluciones a medias». Nobles luchas que acaban en «pactos mediocres». De
nuevo, las tinieblas.
No es extraño que se nos diga que
«ser hombre es muchas veces una
experiencia de frustración». Pero no es ésa toda la verdad. A pesar de
todos los fracasos y frustraciones, el hombre vuelve a recomponerse, vuelve a
esperar, vuelve a ponerse en marcha en dirección a algo. Hay en el ser humano
algo que le llama una y otra vez a la vida y a la esperanza. Hay siempre una
estrella que vuelve a encenderse.
Para los creyentes esa estrella
conduce siempre a Cristo. El cristiano no cree en cualquier mesianismo. Y por
eso, no cae tampoco en cualquier desencanto. El mundo no es «un caso
desesperado». No está en completa tiniebla. El mundo no sólo está mal y tiene que cambiar. El mundo está
reconciliado con Dios y puede cambiar.
Dios será un día el fin del exilio y las tinieblas. Luz total. Hoy sólo lo
vemos en una humilde estrella que nos guía hacia Belén.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
6 de enero de 2007
SEGUIR LA
ESTRELLA
Ver homilía del 06-01-2016.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
6 de enero de 2004
SEGUIR LA
ESTRELLA
Hemos
visto salir su estrella.
Estamos demasiado acostumbrados
al relato, Por otra parte, hoy apenas tiene nadie tiempo para detenerse y
contemplar despacio las estrellas. Probablemente, no es sólo un asunto de
tiempo. Pertenecemos a una época en la que es más fácil ver la oscuridad de la
noche que los puntos luminosos que brillan en medio de cualquier tiniebla.
Sin embargo, no deja de ser
conmovedor pensar en aquel viejo escritor cristiano que, al elaborar el relato
midráshico de los Magos, los imaginó en medio de la noche, siguiendo la pequeña
luz de una estrella. La narración respira la convicción profunda de los
primeros creyentes después de la resurrección. En Jesús se han cumplido las
palabras del profeta Isaías: «El pueblo
que camina en tinieblas ha visto una luz grande. Habitaban en una tierra de
sombras, y una luz ha brillado ante sus ojos». (Isaías 9, 1).
Sería una ingenuidad pensar que
nosotros estamos viviendo una hora especialmente oscura, trágica y angustiosa.
¿No es precisamente esta oscuridad, frustración e impotencia que nosotros
captamos en estos momentos, uno de los rasgos que acompañan casi siempre el
caminar del hombre por la tierra?
Basta abrir las páginas de la
historia. Sin duda, encontramos momentos de luz en que se anuncian grandes
éxitos, se buscan grandes liberaciones, se entrevén mundos nuevos, se abren
horizontes más humanos. Y luego, ¿qué viene? Revoluciones que crean nuevas
esclavitudes. Logros que provocan nuevos problemas. Ideales que terminan en
«soluciones a medias». Nobles luchas que acaban en «pactos mediocres». De
nuevo, las tinieblas.
No es extraño que se nos diga que
«ser hombre es muchas veces una
experiencia de frustración». Pero no es ésa toda la verdad. A pesar de
todos los fracasos y frustraciones, el hombre vuelve a recomponerse, vuelve a
esperar, vuelve a ponerse en marcha en dirección a algo. Hay en el ser humano
algo que le llama una y otra vez a la vida y a la esperanza. Hay siempre una
estrella que vuelve a encenderse.
Para los creyentes esa estrella
conduce siempre a Cristo. El cristiano no cree en cualquier mesianismo. Y por
eso, no cae tampoco en cualquier desencanto. El mundo no es «un caso
desesperado». No está en completa tiniebla. El mundo no sólo está mal y tiene que cambiar. El mundo está
reconciliado con Dios y puede cambiar.
Dios será un día el fin del exilio y las tinieblas. Luz total. Hoy sólo lo
vemos en una humilde estrella que nos guía hacia Belén.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
6 de enero de 2001
ADORAR
Cayendo
de rodillas, le adoraron.
El hombre actual ha quedado, en
gran medida, atrofiado para descubrir a Dios. No es que sea ateo. Es que se ha
hecho «incapaz de Dios». Cuando un hombre o una mujer sólo busca o conoce el
amor bajo formas degeneradas y cuando su vida está movida exclusivamente por
intereses egoístas de beneficio o ganancia, algo se seca en su corazón.
Cuántos viven hoy un estilo de
vida que les abruma y empobrece. Envejecidos prematuramente, endurecidos por
dentro, sin capacidad de abrirse a Dios por ningún resquicio de su existencia,
caminan por la vida sin la compañía interior de nadie.
El gran teólogo A. Delp, ejecutado por los nazis, veía
en este «endurecimiento interior» el mayor peligro para el hombre moderno. «Entonces deja el hombre de alzar hacia las
estrellas las manos de su ser. La incapacidad del hombre actual para adorar, amar,
venerar, tiene su causa en su desmedida ambición y en el endurecimiento de la
existencia».
Esta incapacidad para adorar a
Dios se ha apoderado también de muchos creyentes que sólo buscan un «Dios
útil». Sólo les interesa un Dios que sirva para sus proyectos privados o sus
programas socio-políticos. Dios queda así convertido en un «artículo de
consumo» del que podemos disponer según nuestras conveniencias e intereses.
Pero Dios es otra cosa. Dios es Amor infinito, encarnado en nuestra propia
existencia. Y ante ese Dios, lo primero es adoración, júbilo, acción de
gracias.
Cuando se olvida esto, el
cristianismo corre peligro de convertirse en un esfuerzo gigantesco de
humanización y la Iglesia en una institución siempre tensa, siempre agobiada,
siempre con la conciencia de no lograr el éxito moral por el que lucha y se
esfuerza.
Pero la fe cristiana, antes que
nada, es descubrimiento de la Bondad de Dios, experiencia agradecida de que
sólo Dios salva. El gesto de los Magos ante el Niño de Belén expresa la actitud
primera de todo creyente ante Dios.
Dios existe. Está ahí, en el
fondo de nuestra vida. Somos acogidos por Él. No sabemos a dónde nos quiere
conducir a través de la muerte. Pero podemos vivir con confianza ante el
misterio. Ante un Dios del que sólo sabemos que es Amor, no cabe sino el gozo,
la adoración y la acción de gracias. Por eso, «cuando un cristiano piensa que ya ni siquiera es capaz de orar,
debería tener al menos alegría» (L.Boros).
José Antonio Pagola
HOMILIA
1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
6 de enero de 1998
BUSCAR LA
VERDAD
Cayendo
de rodillas lo adoraron.
¿Qué es la verdad? Ésta es la
pregunta más importante que puede brotar en el corazón humano. Y sería una
equivocación intentar responder precipitadamente a ella, pues si surge en
nosotros es sencillamente porque no conocemos con exactitud la respuesta.
Probablemente, lo primero que
hemos de decir es que la verdad no es una fórmula, una cláusula ni un dogma. La
verdad no es mía ni tuya ni de nadie. No es hindú ni cristiana ni mahometana.
La verdad no pertenece plenamente a ninguna persona. La verdad nos trasciende y
nos exige, antes que nada, una actitud de búsqueda humilde y honesta. Por eso,
sería un error que uno creyera estar en la verdad porque se agarra firmemente a
su propia ideología, su cultura o su religión.
Una persona puede repetir una y
otra vez fórmulas que ha ido tomando de prestado aquí y allá. Puede recitar
credos que ha escuchado a sus antepasados. Puede leer muchos libros, acumular
conocimientos y llegar a ser un erudito. Pero aunque sepa muchas «cosas», ¿qué
sabe todavía de la verdad?
Tal vez, lo primero que hemos de
preguntamos cada uno es si realmente queremos conocer la verdad. Aunque parezca
extraño, es muy raro encontrarse con personas que desean y buscan la verdad. Y
la razón es sencilla. Tenemos miedo a la verdad, pues intuimos que la verdad
nos obligaría a desprendernos de ilusiones y engaños demasiado queridos, y nos
obligaría a cambiar de vida. En realidad, no se trata de esforzarse por poseer
la verdad, sino de dejar que la verdad se vaya apoderando de nosotros y nos
transforme.
Pero hay algo más. Los hombres
que más apasionadamente han buscado la verdad, sean poetas, místicos o
científicos, parecen estar de acuerdo en una cosa: lo esencial permanece fuera
de nuestro alcance, la verdad última sigue siendo misterio. La búsqueda de la
verdad parece conducir al hombre hacia la adoración.
Es cierto que la cultura moderna
ha pretendido borrar el misterio estableciendo, sin fundamento racional alguno,
que sólo tiene que existir aquello que puede ser captado por la razón humana.
Pero, ¿quiénes somos nosotros para decir que sólo existe la verdad que cabe en
nuestras pequeñas mentes?
El relato de los magos es un
símbolo de esa búsqueda sincera, humilde, incansable de unos hombres que
buscando honestamente la verdad terminan adorando el misterio.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
6 de enero de 1995
SIN
FRONTERAS
Unos
magos de Oriente...
El mensaje central del relato
evangélico de los magos es claro: el Salvador nacido en Belén es para todos los
hombres y mujeres de la Tierra. La salvación que trae Cristo es para toda la
humanidad.
Se dice que todos vivimos ya en
una «aldea universal». Pero seguimos
divididos en bloques, enfrentados en razas, pueblos y naciones. El amor
universal que debería brotar de la fe en Jesucristo no logra unir divisiones,
salvar distancias y curar rupturas.
¿Dónde ha quedado el carácter
universal y católico del cristianismo? Porque hemos de reconocer que somos los
cristianos quienes vivimos divididos por particularismos ideológicos y
políticos, separados por discriminaciones y sectarismos de origen diverso.
Nuestro amor no es universal y sin fronteras, capaz de abrirse a todos los hombres
y mujeres de la Tierra, y de buscar la justicia y el bien para todos los
pueblos. Encerrados en nuestros propios intereses, seguimos invocando a Dios
Padre de todos, de espaldas precisamente a los más necesitados.
¿Cómo caminar hacia esa fraternidad
amplia y universal que exige la adhesión al Salvador del mundo? ¿Cómo unir
solidariamente a los hombres y mujeres de la Tierra, si, como ha dicho Aragón, ya no son éstos, días para vivir
separados»? ¿Qué es lo que sucede? ¿Por qué la fe cristiana no nos hace más
universales? ¿Por qué seguimos interesados casi exclusivamente por lo nuestro?
Teilhard de Chardin escribía hace unos años estas
palabras: «No es posible fijar
habitualmente la mirada sobre los grandes horizontes descubiertos por la
ciencia, sin que surja un deseo oscuro de ver ligarse entre los hombres una
simpatía y un conocimiento crecientes, hasta que, bajo los efectos de alguna
atracción divina, no existan más que un solo corazón y un alma única sobre la
faz de la Tierra.»
El relato de los magos nos revela
en el Niño de Belén esa «atracción
divina» de la que habla Teilhard de
Chardin. Ese Niño nos invita a los creyentes a ensanchar nuestro horizonte,
vivir nuestra fe con amplitud universal y colaborar en la creación de una
solidaridad real y efectiva entre todos los pueblos.
El relato evangélico sólo habla
de unos magos o sabios. Más tarde, la tradición empezó a hablar de «tres
magos», fundándose en el número de regalos que ofrecen al Niño: oro, incienso y
mirra. A partir del siglo octavo, se mencionan incluso sus nombres: Melchor,
Gaspar y Baltasar. Más tarde, se los considera como representantes de las tres
razas entonces conocidas: blanca, amarilla y negra. De manera ingenua pero
inteligente, la tradición entendía que el cristianismo estaba llamado a unir a
todos los pueblos de la Tierra.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
6 de enero de 1992
FACIL Y
DIFICIL
Cayendo
de rodillas, lo adoraron.
Orar es tan sencillo que puede
hacerlo un niño pequeño. Pero, a veces, parece tan difícil que millones de
hombres son incapaces de elevar su corazón a Dios y comunicarse con él. Son
bien conocidas las principales dificultades.
«Orar, ¿para qué?». Es la típica objeción de
nuestro pragmatismo occidental. Lo primero que brota de ese hombre que se mueve
entre la autosuficiencia y el utilitarismo. ¿Para qué le quiero a Dios? ¿Es que
me va a resolver los problemas? ¿Me va a dar de comer? ¿Me va a procurar
trabajo, dinero, seguridad? ¿Cómo me voy a dirigir a alguien que no me sirve
para nada? Y, sin embargo, sigue siendo verdad que «no sólo de pan vive el
hombre)>; o ¿es que el hombre de hoy ya no necesita paz interior, perdón,
fuerza de conversión, esperanza?
«¿Orar? No tengo tiempo». Es otra reacción muy general. Porque
esto no lo dice uno u otro. Lo dicen hoy muchos. No hay tiempo para orar.
Tenemos el día totalmente ocupado. Imposible introducir otra tarea más. Sin
embargo, sería mejor llamar a las cosas por su nombre. Siempre tenemos tiempo
para lo que realmente nos interesa. Decir «no tengo tiempo para orar», ¿no
equivale casi siempre a decir «Dios no me interesa»?
Cada uno sabrá cómo va
construyendo su vida. Pero si un creyente no encuentra tiempo para estar con
Dios, tampoco lo tendrá para estar consigo mismo, ni para estar en profundidad
con las personas ni para crecer interiormente. ¿Dónde se alimentará su fe?
« ¿Orar? Es que no sé hacerlo. ¿Qué le puedo decir yo a Dios?». Son
muchas las personas que hablan en términos parecidos. No saben exactamente por qué,
pero se sienten bloqueadas interiormente. No aciertan a ponerse en comunicación
con él.
Las razones pueden ser
diferentes, pero, muchas veces, detrás de todos los razonamientos se esconde
una verdad pura y llana. Sentimos miedo a la oración. Tenemos miedo a vernos
tal como somos. Miedo a entrar dentro de nosotros y descubrir qué frágiles son
los apoyos sobre los que se sustenta esa fachada de lo que aparentamos ser.
No nos atrevemos a afrontar
nuestra propia verdad. Nos da miedo esa realidad tan deslucida de lo que
verdaderamente somos y sentimos. Nos cuesta encontrarnos a solas y cara a cara
con Dios, el espejo más limpio y el que mejor delata nuestras torpezas y
nuestra mediocridad. La misma santa
Teresa decía: «Me espanto de ver en la oración tantas verdades y tan
claras».
¿Qué podemos hacer? ¿Seguir
huyendo de Dios y de nosotros mismos? El episodio de los magos no es sólo un
relato lleno de encanto. La búsqueda esforzada de esos hombres hasta caer de
rodillas ante el Niño en actitud de adoración es una llamada que se nos hace a
todos. La vida del hombre alcanza su mayor grandeza cuando sabe arrodillarse
interiormente ante Dios. En él encuentra su auténtica verdad, el perdón y la
paz.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
6 de enero de 1989
CREER EN
UN DIOS ESCONDIDO
Se
pusieron en camino.
No es fácil determinar qué es lo
que hace que una persona adopte ante la vida una actitud creyente mientras otra
se instala en el mundo prescindiendo totalmente de Dios.
Sin duda, la sensibilidad de cada
uno, la educación, la trayectoria seguida a lo largo de la vida, el ambiente
sociológico y tantos otros factores influyen de manera muy importante en las
convicciones últimas que rigen nuestra vida.
Personalmente, me voy encontrando
cada vez con más hombres y mujeres que desearían creer con más convicción, pero
confiesan honradamente no poder hacerlo.
Han vivido intensamente los
profundos cambios de estos últimos años y ya no aciertan a ver qué puede haber
todavía de auténtico y verdadero en aquella fe infantil que aún recuerdan.
Muchas veces son personas que
sufren una especie de “división interior”. Por una parte, se preguntan si todo
lo que han creído desde niños no habrá sido un grave error o un enorme engaño.
Por otra parte, sienten en su interior la nostalgia y hasta la necesidad de
creer en algo o en alguien que dé un sentido último a todo.
Más de un padre me ha confesado
la situación incómoda y embarazosa en que se ha encontrado ante las preguntas
ingenuas pero tremendamente profundas de sus hijos pequeños.
No es fácil responder a ese niño
que, mirándonos atentamente a los ojos, nos pregunta: “EA dónde ha ido el
abuelo después de morir- se? ¿Cómo es el cielo? ¿Dónde está Dios?”.
En esos momentos, bastantes padres
descubren con claridad que ya no les bastan las respuestas prefabricadas de
siempre. El lenguaje eclesiástico, las formulaciones religiosas, los textos
litúrgicos apenas les dicen ya algo que pueda encontrar eco en sus vidas.
Ese Dios en el que todavía
desearían creer de verdad queda como tapado, encubierto por toda clase de
prejuicios, dudas e incertidumbres. ¿Qué hacer?
Entonces, como siempre, lo más
importante y decisivo es abrirse interiormente a Dios con corazón sencillo y
sincero, sabiendo que Dios, como dice el profeta Isaías, es “un Dios escondido” (Is 45, 15) al que
hemos de buscar a tientas.
Así buscan los magos al Señor. La
estrella se les oculta una y otra vez. Es fácil entonces caer en la duda, la
incertidumbre o la vacilación. Pero ellos siguen buscando y la estrella aparece
de nuevo.
Dios siempre se deja encontrar
por quienes lo buscan con un corazón sincero.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
6 de enero de 1986
RESPONDER
A LA LUZ
La
estrella comenzó a guiarlos.
Según el gran teólogo P. Tillich, la gran tragedia del hombre
moderno es el haber perdido la dimensión de profundidad. Ya no es capaz de
preguntar de dónde viene y a dónde va. No sabe interrogar- se por lo que hace y
debe hacer de sí mismo en este breve lapso de tiempo entre su nacimiento y su
muerte.
Estas preguntas no encuentran ya
respuesta alguna en muchos hombres y mujeres de hoy. Más aún, ni siquiera son
planteadas cuando se ha perdido esa «dimensión de profundidad».
Las generaciones actuales no
tiene ya el coraje de plantearse estas cuestiones con la seriedad y hondura con
que lo han hecho las generaciones pasadas. Prefieren seguir caminando en
tinieblas.
Por eso, en estos tiempos, hemos
de volver a recordar que ser creyente es, antes que nada, preguntar
apasionadamente por el sentido de nuestra vida y estar abiertos a una
respuesta, aun cuando la veamos de manera vacilante y oscura.
El relato de los magos ha sido
visto por los Padres de la Iglesia como ejemplo de unos hombres que, aun
viviendo en las tinieblas del paganismo, han sido capaces de responder
fielmente a la luz que los l1amaba a la fe.
Son hombres que, con su
actuación, nos invitan a secundar toda gracia y toda llamada que nos urge a
caminar de manera fiel hacia Cristo.
Nuestro ser mismo de hombres está
en juego en esta capacidad de escuchar la llamada de la gracia. Esta capacidad
de ser aprehendidos por una aspiración última e incondicional.
Nuestra vida transcurre con
frecuencia en la corteza de la existencia. Trabajos, reuniones, encuentros,
ocupaciones diversas nos llevan y traen, y la vida se nos va pasando llenando
cada instante con algo que hemos de hacer, decir, ver o planear.
Corremos el riesgo de perder
nuestra propia identidad, convertirnos en una cosa más entre otras y no saber
ya en qué dirección caminar.
¿Hay una luz capaz de orientar
nuestra existencia? ¿Hay una respuesta a nuestros anhelos y aspiraciones más
íntimas y profundas? Ciertamente esa respuesta existe. Esa luz brilla ya en ese
Niño nacido en Belén.
Lo importante es descubrir que
vivimos en tinieblas. Que hemos perdido el sentido fundamental de la vida.
Quien descubre esto se encuentra ya muy cerca del verdadero camino.
Ojalá en medio de nuestro vivir
diario, no perdamos nunca la capacidad de estar abiertos a toda luz que pueda
iluminar nuestra existencia, a toda llamada que pueda dar profundidad a nuestra
vida.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1982-1983 – APRENDER A VIVIR
6 de enero de 1983
SABER
REGALAR
Le
ofrecieron regalos.
Es una costumbre ya tradicional
en estas fechas el intercambio de regalos realizado de diversas maneras. En los
países nórdicos es Papá NoeI o Santa Claus el portador de la ilusión. Entre
nosotros los Magos de Oriente o el Olentzero que se desliza por las chimeneas.
En Rusia la legendaria Babuska. En Italia la simpática Befana. Y en muchos
países el mismo Niño Jesús.
Hoy, el regalo navideño ha
adquirido una importancia excepcional. Todo ha sido convenientemente explotado
por una sociedad de consumo que nos invita a comprar, consumir y gastar siempre
más y más.
Lo paradójico de esta sociedad es
que sabe crear gestos tan humanos como el regalo, vaciándolos de su contenido
ms profundo.
Regalar es un -gesto
entrañablemente humano, pues expresa nuestro deseo de ofrecer algo gratis o,
mejor, darnos gratuitamente al amigo o a la persona querida.
Pero, nuestra sociedad interesada
y egoísta está olvidando lo que es el verdadero regalo. Corremos el riesgo de
convertirlo todo en cumplimiento, interés y cálculo interesado.
Por otra parte, es más fácil dar
un regalo a nuestros hijos, nuestra esposa o a las personas queridas, que
ofrecerles nuestra cercanía, nuestra escucha sincera, nuestra entrega generosa
y nuestro amor paciente de cada día.
Otras veces, «ponemos regalos» a
nuestros hijos en una actitud de ostentación, de envidia y de sobresalir por
encima de los demás. Lo importante es que la bicicleta de nuestro hijo sea más
hermosa que la del vecino.
Cuántos niños sufrirán
amargamente esta mañana de Reyes, al comparar con envidia su regalo con el de
sus pequeños compañeros.
Estamos creando una sociedad de
envidiosos que sólo disfrutan poseyendo más que los demás, sin descubrir el
gozo del compartir y del regalar.
Y, mientras tanto, apenas nadie
recordará el regalo que los Magos agradecen en Belén. El regalo que nos ha
hecho el mismo Dios, el único que sabe regalar de verdad. El que nos ha
manifestado su amor insondable regalándonos a su Hijo. «En él se nos ha
manifestado el amor de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres».
José Antonio Pagola
Mira
también:
Para
ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
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