El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
Santa María, Madre de Dios (A, B, C)
EVANGELIO
Encontraron a María y a José, y al niño. A
los ocho días, le pusieron por nombre Jesús.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas 2,16-21
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a
Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al
verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se
admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas
cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y
alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.
Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al
niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de
su concepción.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2018-2019 -
1 de enero de 2019
ORACIÓN
PARA NOCHEVIEJA
Señor, antes de entrar en el
bullicio y el aturdimiento del fin de año, quiero esta tarde encontrarme
contigo despacio y con calma. Son pocas las veces que lo hago. Tú sabes que ya
no acierto a rezar. He olvidado aquellas oraciones que me enseñaron de niño y
no he aprendido a hablar contigo de otra manera más viva y concreta.
Señor, en realidad, ya no sé muy
bien si creo en ti. Han pasado tantas cosas estos años. Ha cambiado tanto la
vida y he envejecido tanto por dentro. Yo quisiera sentirte más vivo y más
cercano a ti. Me ayudaría a creer. Pero me resulta todo tan difícil.
Y sin embargo, Señor, yo te
necesito. A veces me siento muy mal dentro de mí. Van pasando los años y siento
el desgaste de la vida. Por fuera todo parece funcionar bien: el trabajo, la
familia, los hijos. Cualquiera me envidiaría. Pero yo no me siento bien.
Ya ha pasado un año más. Esta
noche comenzaremos un año nuevo, pero yo sé que todo seguirá igual. Los mismos
problemas, las mismas preocupaciones, los mismos trabajos. Y así, ¿hasta
cuándo?
Cuánto desearía poder renovar mi
vida desde dentro. Encontrar en mí una alegría nueva, una fuerza diferente para
vivir cada día. Cambiar, ser mejor conmigo mismo y con todos. Pero a mi edad no
se pueden esperar grandes cambios. Estoy ya demasiado acostumbrado a un estilo
de vida. Ni yo mismo creo demasiado en mi transformación.
Por otra parte, Tú sabes cómo me
dejo arrastrar por la agitación de cada día. Tal vez por eso no me encuentro
casi nunca contigo. Tú estás dentro de mí y yo ando casi siempre fuera de mí
mismo. Tú estás conmigo y yo ando perdido en mil cosas.
Si al menos te sintiera como mi
mejor Amigo. A veces pienso que eso lo cambiaría todo. Qué alegría si yo no te
tuviera esa especie de temor que no sé de dónde brota pero que me distancia
tanto de ti
Señor, graba bien en mi corazón
que tú hacia mí sólo puedes sentir amor y ternura. Recuérdame desde dentro que
tú me aceptas tal como soy, con mi mediocridad y mi pecado, y que me quieres
aunque no cambie.
Señor, se me va pasando la vida
y, a veces, pienso que mi gran pecado es no terminar de creer en ti y en tu
amor. Por eso, esta noche yo no te pido cosas. Sólo que despiertes mi fe lo suficiente
para creer que Tú estás siempre cerca y me acompañas.
Que a lo largo de este año nuevo
no me aleje mucho de ti Que sepa encontrarte en mis sufrimientos y mis
alegrías. Entonces tal vez cambiaré. Será un año nuevo.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2017-2018 -
1 de enero de 2018
HOY
(Ver homilía del ciclo B -
2011-2012)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2016-2017 -
1 de enero de 2017
LA MADRE
(Ver homilía del ciclo A - 2007-2008)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2015-2016 -
1 de enero de 2016
PREGUNTAS
DE AÑO NUEVO
(Ver homilía del 01-01-2004)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2014-2015 -
1 de enero de 2015
LA MADRE
NOS ACOMPAÑA
(ver homilía del 01/01/2006)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2013-2014 -
1 de enero de 2014
LA MADRE
(Ver homilía del ciclo A - 2007-2008)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2012-2013 -
1 de enero de 2013
AÑO NUEVO
No es fácil comenzar el año
nuevo. Lo desconocido inquieta, no sabemos lo que nos traerá. Por eso lo
festejamos de manera ruidosa: ya no es sólo la cena de Nochevieja y las ofertas
especiales de las cadenas televisivas; son cada vez más los que comienzan el
año echando cohetes o haciendo explotar petardos. También los antiguos romanos
metían ruido para ahuyentar los malos espíritus al inicio del año. Pero se
puede comenzar el año en silencio. Es, sin duda, la manera más lúcida de
adentrarnos en el misterio de ese tiempo que no podemos detener y que
constituye nuestra vida.
No es difícil recordar el año que
se va: hemos vivido alegrías y sinsabores, hemos hecho cosas buenas y hemos
cometido errores; nos hemos encontrado con personas nuevas; hemos amado y
sufrido; algo ha crecido en mí y algo se ha apagado. Esa es mi verdad, ese soy
yo. Si en algún rincón de mi alma sigue viva una pequeña fe, puedo agradecer,
pedir perdón y confiar en ese Misterio que los creyentes llaman Dios.
Llega ahora un año nuevo. Lo
nuevo no sólo inquieta, también tiene su atractivo. Lo nuevo es algo intacto,
inédito, lleno de posibilidades: produce un placer especial conducir un coche
nuevo, escuchar por primera vez un compacto, estrenar una prenda de vestir.
Pero, ¿qué puede haber de realmente nuevo en el año que comienza? Tal vez, lo
que más novedad puede introducir en nuestra vida es nuestra manera de vivirla.
¿Puedo ser yo un «hombre nuevo»,
una «mujer diferente»? ¿Se pueden despertar en mí ideas y sentimientos nuevos?
¿Puedo recorrer caminos no transitados, encontrar gestos nuevos, amar con nueva
ternura, acercarme a Dios con corazón renovado? No hace falta que lo cambie
todo. En realidad, lo nuevo está ya en germen dentro de mí. Lo importante es
que viva atento a lo mejor que hay en mi corazón acogiendo aquello que me puede
hacer crecer. Por eso, es bueno que nos deseemos mutuamente un Año Nuevo feliz,
pero es mejor todavía que nos preguntemos: ¿qué deseo realmente para mí?, ¿qué
es lo que necesito?, ¿qué busco?, ¿qué sería para mí algo realmente nuevo y
bueno en este año que comienza?
José Antonio Pagola
HOMILIA
2011-2012 -
1 de enero de 2012
HOY
Lucas concluye su relato del
nacimiento de Jesús indicando a los lectores que «María guardaba todas estas
cosas meditándolas en su corazón». No conserva lo sucedido como un recuerdo
del pasado, sino como una experiencia que actualizará y revivirá a lo largo de
su vida.
No es una observación gratuita.
María es modelo de fe. Según este evangelista, creer en Jesús Salvador no es
recordar acontecimientos de otros tiempos, sino experimentar hoy su fuerza
salvadora, capaz de hacer más humana nuestra vida.
Por eso, Lucas utiliza un recurso
literario muy original. Jesús no pertenece al pasado. Intencionadamente va
repitiendo que la salvación de Jesús resucitado se nos está ofreciendo
"HOY", ahora mismo, siempre que nos encontramos con él. Veamos
algunos ejemplos.
Así se nos anuncia el nacimiento
de Jesús: "Os ha nacido hoy en la ciudad de David un Salvador". Hoy
puede nacer Jesús para nosotros. Hoy puede entrar en nuestra vida y
cambiarla para siempre. Con él podemos nacer a una existencia nueva.
En una aldea de Galilea traen
ante Jesús a un paralítico. Jesús se conmueve al verlo bloqueado por su pecado
y lo sana ofreciéndole el perdón: "Tus pecados quedan perdonados". La
gente reacciona alabando a Dios: "Hoy hemos visto cosas admirables". También
nosotros podemos experimentar hoy el perdón, la paz de Dios y la alegría
interior si nos dejamos sanar por Jesús.
En la ciudad de Jericó, Jesús se
aloja en casa de Zaqueo, rico y poderoso recaudador de impuestos. El encuentro
con Jesús lo transforma: devolverá lo robado a tanta gente y compartirá sus
bienes con los pobres. Jesús le dice: "Hoy ha llegado la salvación a esta
casa". Si dejamos entrar a Jesús en nuestra vida, hoy mismo podemos
empezar una vida más digna, fraterna y solidaria.
Jesús está agonizando en la cruz
en medio de dos malhechores. Uno de ellos se confía a Jesús: "Jesús,
acuérdate de mí cuando estés en tu reino". Jesús reacciona inmediatamente:
"Hoy estarás conmigo en el paraíso". También el día de nuestra
muerte será un día de salvación. Por fin escucharemos de Jesús esas
palabras tan esperadas: descansa, confía en mí, hoy estarás conmigo para
siempre.
Hoy comenzamos un año nuevo.
Pero, ¿qué puede ser para nosotros algo realmente nuevo y bueno? ¿Quién hará
nacer en nosotros una alegría nueva? ¿Qué psicólogo nos enseñará a ser más
humanos? De poco sirven los buenos deseos. Lo decisivo es estar más atentos
a lo mejor que se despierta en nosotros. La salvación se nos ofrece cada
día. No hay que esperar a nada. Hoy mismo puede ser para mí un día de salvación.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 – JESÚS ES PARA TODOS
1 de enero de 2011
LA MADRE
(Ver homilía del ciclo A - 2007-2008)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
1 de enero de 2010
PREGUNTAS
DEL AÑO NUEVO
(Ver homilía del 01-01-2004)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2008-2009 -
1 de enero de 2009
HORAS
IMPORTANTES
Desconocemos lo que nos espera en
el nuevo año. No sabemos siquiera si lo terminaremos. Nadie lo sabe. Así
caminamos los humanos a través del tiempo. Es normal que broten de nosotros
preguntas inquietantes: ¿qué nos traerá el nuevo año?, ¿con qué me iré
encontrando a lo largo de los días?, ¿tendré suerte?, ¿me irá mal?
Tal vez, no son éstas las
preguntas más importantes pues la vida no nos la hacen desde fuera. También nos
podemos preguntar: ¿cómo viviré yo este año?, ¿en qué puedo crecer?, ¿en qué me
puedo estropear?, ¿me renovaré interiormente o envejeceré?, ¿será un año lleno
de vida?, ¿será vacío y rutinario?
No todas las horas del nuevo año
serán iguales. Habrá momentos importantes y momentos que apenas dejarán huella
en nosotros. A veces, experiencias que no parecen dignas de ser registradas en
un diario, pueden tener gran significado en nuestra vida. Quiero recordar
algunas.
Si en algún momento de este año
soy capaz de renunciar al egoísmo en el que normalmente vivo atrincherado y me
decido a hacer algún gesto de bondad sin buscar contrapartidas ni exigir
reconocimiento, habrá sido una hora importante.
Si en alguna circunstancia me
olvido de otros intereses y actuó simplemente por honestidad, aunque sé que voy
a quedar ante muchos como un imbécil, será una hora importante pues habré
recuperado mi dignidad.
Si un día de este nuevo año,
decido por fin pararme a reflexionar para poner más verdad en mi vida,
escuchando la voz íntima de mi verdad en mi vida, escuchando la voz íntima de
conciencia, habrá sido una hora muy importante.
Si en algún momento renuncio a
excusarme como acostumbro, escucho la crítica de quienes me conocen bien, y
hago un esfuerzo por corregir mi vida de defectos y miserias que no aceptaría
en los demás, será una hora importante pues empezaré a cambiar.
Si un día, en vez de rezar como
siempre de manera rutinaria y aburrida, me olvido de pronunciar palabras y me
quedo en silencio ante Dios despertando en mi corazón la confianza y el
agradecimiento, será una hora muy importante en la historia de mi fe.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 -
1 de enero de 2008
LA MADRE
María
conservaba todas estas cosas.
A muchos puede extrañar que la
Iglesia haga coincidir el primer día del nuevo año civil con la fiesta de Santa
María Madre de Dios. Y sin embargo, es significativo que, desde el siglo IV, la
Iglesia, después de celebrar solemnemente el nacimiento del Salvador, desee
comenzar el año nuevo bajo la protección maternal de María, Madre del Salvador
y Madre nuestra.
Los cristianos de hoy nos tenemos
que preguntar qué hemos hecho de María estos últimos años, pues probablemente
hemos empobrecido nuestra fe eliminándola demasiado de nuestra vida.
Movidos, sin duda, por una
voluntad sincera de purificar nuestra vivencia religiosa y encontrar una fe más
sólida, hemos abandonado excesos piadosos, devociones exageradas, costumbres
superficiales y extraviadas.
Hemos tratado de superar una
falsa mariolatría en la que, tal vez, sustituíamos a Cristo por María y veíamos
en ella la salvación, el perdón y la redención que, en realidad, hemos de
acoger desde su Hijo.
Si todo ha sido corregir
desviaciones y colocar a María en el lugar auténtico que le corresponde como
Madre de Jesucristo y Madre de la Iglesia, nos tendríamos que alegrar y
reafirmar en nuestra postura.
Pero, ¿ha sido exactamente así?
¿No la hemos olvidado excesivamente? ¿No la hemos arrinconado en algún lugar
oscuro del alma junto a las cosas que nos parecen de poca utilidad?
Un abandono de María, sin ahondar
más en su misión y en el lugar que ha de ocupar en nuestra vida, no enriquecerá
jamás nuestra vivencia cristiana sino que la empobrecerá. Probablemente hemos
cometido excesos de mariolatría en el pasado, pero ahora corremos el riesgo de
empobrecemos con su ausencia casi total en nuestras vidas.
María es la Madre de Cristo. Pero
aquel Cristo que nació de su seno estaba destinado a crecer e incorporar a sí
numerosos hermanos, hombres y mujeres que vivirían un día de su Palabra y de su
gracia. Hoy María no es sólo Madre de Jesús. Es la Madre del Cristo total. Es
la Madre de todos los creyentes.
Es bueno que, al comenzar un año
nuevo, lo hagamos elevando nuestros ojos hacia María. Ella nos acompañará a lo
largo de los días con cuidado y ternura de madre. Ella cuidará nuestra fe y
nuestra esperanza. No la olvidemos a lo largo del año.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
1 de enero de 2007
TRABAJAR
POR LA PAZ
Dando
gloria y alabanza a Dios.
Hoy se celebra en el mundo entero
el día de la Paz. En medio de una humanidad envuelta en tantas guerras y
conflictos, la Iglesia desea comenzar el nuevo año elevando hasta Dios una
oración por la paz.
Pero, ¿qué puede significar hoy
una oración por la paz en este mundo desgarrado por tanta violencia? ¿Un
entretenimiento religioso para aquellos que no saben o no se atreven a hacer
nada más eficaz por lograrla? ¿Un tranquilizante cómodo que nos consuela de
nuestra pasividad e inhibición?
Antes que nada, conviene recordar
que nuestra oración no es para informar a Dios de la falta de paz que hay entre
nosotros. No es Dios el que necesita «enterarse» de la ausencia de paz en el
mundo, sino nosotros los que necesitamos descubrir los obstáculos que cada uno
ponemos a la justicia y a la paz.
No es Dios quien tiene que
«reaccionar», cambiar de manera de actuar y «hacer algo» para que se cumplan
nuestros deseos de paz. Somos nosotros los que tenemos que cambiar para ajustar
nuestras actuaciones y nuestra vida a los deseos de paz de Dios para la
humanidad.
Si la oración es encuentro
sincero con Dios, no lleva a la evasión y la cobardía. Al contrario, fortalece
nuestra voluntad, estimula nuestra debilidad y robustece nuestro ánimo para
buscar la paz y trabajar por ella incansablemente.
Quien pide la paz ardientemente,
se hace más capaz para acogerla en su corazón. Más aún. Quien ora así a Dios,
está haciendo ya la paz en su interior. No podrá «orar contra nadie» si no es
contra su propio pecado, su ceguera, su egoísmo e intolerancia, sus reacciones
de odio y venganza.
La verdadera oración convierte.
Nos hace más capaces de perdón y reconciliación, más sensibles frente a
cualquier injusticia, abuso y mentira. Más libres frente a cualquier
manipulación.
No se puede trabajar por la paz
de cualquier manera, pues introduciremos inconscientemente nuevos géneros de
violencia y conflictividad entre nosotros. Con el corazón lleno de odio,
condena, intolerancia y dogmatismo, se pueden hacer muchas cosas. Todo menos
aportar verdadera paz a la convivencia entre los hombres. ¿No necesitaremos
todos detenernos más a hacer paz en nuestro corazón? ¿No estará el mundo
necesitado de más oración por la paz?
José Antonio Pagola
HOMILIA
2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
1 de enero de 2006
LA MADRE
NOS ACOMPAÑA
Encontraron
a María y a José con el niño.
Se dice que los cristianos de hoy
vibramos menos ante la figura de María que los creyentes de otras épocas.
Quizás somos víctimas inconscientes de muchos recelos y sospechas ante
deformaciones habidas en la piedad mariana.
A veces, se había insistido de
manera excesivamente unilateral en la función protectora de María, la Madre que
ampara a sus hijos e hijas de todos los males, sin convertirlos a una vida más
evangélica.
Otras veces, algunos tipos de
devoción mariana no han sabido exaltar a María como madre sin crear una
dependencia insana de una «madre idealizada» y fomentar una inmadurez y un
infantilismo religioso.
Quizás, esta misma idealización
de María como «la mujer única» ha podido alimentar un cierto menosprecio a la
mujer real y ser un refuerzo más del dominio masculino. Al menos, no deberíamos
desatender ligeramente estos reproches que, desde frentes diversos, se nos hace
a los católicos.
Pero sería lamentable que los
católicos empobreciéramos nuestra vida religiosa olvidando el regalo que María
puede significar para los creyentes.
Una piedad mariana bien entendida
no encierra a nadie en el infantilismo, sino que asegura en nuestra vida de fe
la presencia enriquecedora de lo femenino. El mismo Dios ha querido encarnarse
en el seno de una mujer. Desde entonces, podemos decir que «lo femenino es camino hacia Dios y de Dios»
(L. Boff).
La humanidad necesita siempre de
esa riqueza que asociamos a lo femenino porque, aunque también se da en el
varón, se condensa de manera especial en la mujer: intimidad, acogida,
solicitud, cariño, ternura, entrega al misterio, gestación, donación de vida.
Siempre que marginamos a María de
nuestra vida, empobrecemos nuestra fe. Y siempre que despreciamos lo femenino,
nos cerramos a cauces posibles de acercamiento a ese Dios que se nos ha
ofrecido en los brazos de una madre.
Comenzamos el año celebrando la
fiesta de Santa María Madre de Dios. Su fidelidad y entrega a la palabra de
Dios, su identificación con los pequeños, su adhesión a las opciones de su Hijo
Jesús, su presencia servidora en la Iglesia naciente y, antes que nada, su
servicio de Madre del Salvador hacen de ella la Madre de nuestra fe y de
nuestra esperanza.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
1 de enero de 2005
ANTE UN NUEVO AÑO
... meditándolas en su corazón.
Dice el teólogo Ladislao Boros en alguno de sus
escritos que uno de los principios cardinales de la vida cristiana consiste en
que «Dios comienza siempre de nuevo».
Con él nada hay definitivamente perdido. En él todo es comienzo y renovación.
Por decirlo de manera sencilla, Dios no se deja
desalentar por nuestra mediocridad. La fuerza renovadora de su perdón y de su
gracia es más vigorosa que nuestros errores y nuestro pecado. Con él, todo
puede comenzar de nuevo.
Por eso, es bueno comenzar el año con voluntad de
renovación. Cada año que se nos ofrece de vida es un tiempo abierto a nuevas
posibilidades, un tiempo de gracia y de salvación en el que se nos invita a
vivir de manera nueva. Por ello, es importante escuchar las preguntas que
pueden brotar de nuestro interior.
¿Qué espero yo del nuevo año? ¿Será un año dedicado
a «hacer cosas», resolver asuntos, acumular tensión, nerviosismo y malhumor o
será un año en que aprenderé a vivir de manera mas humana?
¿Qué es lo que realmente quiero yo este año? ¿A qué
dedicaré el tiempo más precioso e importante? ¿Será, una vez más, un año vacío,
superficial y rutinario, o un año en que amare la vida con gozo y gratitud?
¿Qué tiempo reservaré para el descanso, el silencio,
la música, la oración, el encuentro con Dios? ¿Alimentaré mi vida interior o
viviré de manera agitada, en permanente actividad, corriendo de una ocupación a
otra, sin saber exactamente qué quiero ni para qué vivo?
¿Qué tiempo dedicaré al disfrute íntimo con mi
pareja y a la convivencia gozosa con los hijos? ¿Viviré fuera de mi hogar
organizándome la vida a mi aire o sabré amar con más dedicación y ternura a los
míos?
¿Con quiénes me encontraré este año? ¿A qué personas
me acercaré? ¿Pondré en ellas alegría, vida, esperanza, o contagiaré
desaliento, tristeza y muerte? Por donde yo pase, ¿será la vida más gozosa y
llevadera o más dura y penosa?
¿Viviré este año preocupado sólo por mi pequeño
bienestar o me interesaré también por hacer felices a los demás? ¿Me encerraré
en mi viejo egoísmo de siempre o viviré de manera creativa, tratando de hacer a
mí alrededor un mundo más humano y habitable?
¿Seguiré viviendo de espaldas a Dios o me atreverá a
creer que es mi mejor Amigo? ¿Permaneceré mudo ante él, sin abrir mis labios ni
mi corazón, o brotará por fin desde mi interior una invocación humilde pero
sincera?
José Antonio Pagola
HOMILIA
2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
1 de enero de 2004
PREGUNTAS
DE AÑO NUEVO
María
conservaba estas cosas meditándolas en su corazón.
Hoy comenzamos un «año nuevo».
¿Cómo será?, ¿qué espero yo del nuevo año?, ¿qué deseo de verdad?, ¿qué es lo
que necesito?, ¿a qué dedicaré mi tiempo más precioso e importante?, ¿qué sería
para mí algo realmente nuevo y bueno en este año que hoy comienza?
¿Viviré de cualquier manera,
pasando de una ocupación a otra, sin saber exactamente qué quiero ni para qué
vivo, o aprenderé a distinguir lo importante y esencial de lo que es
secundario? ¿Viviré de forma rutinaria y aburrida, o aprenderé a vivir con
espíritu más creativo?
¿Seguiré este año alejándome un
poco más de Dios o empezaré a buscarlo con más confianza y sinceridad? ¿Seguiré
un año más mudo ante él, sin abrir mis labios ni mi corazón, o brotará por fin
de mi alma maltrecha una invocación pequeña, humilde pero sincera?
¿Viviré también este año
preocupado solo por mi bienestar o sabré preocuparme alguna vez de hacer
felices a los demás?, ¿a qué personas me acercaré?, ¿sembraré en ellas alegría,
o contagiaré desaliento y tristeza? Por donde yo pase, ¿será la vida más amable
y menos dura?
¿Será un año más, dedicado a
hacer cosas y más cosas, acumulando egoísmo, tensión y nerviosismo o tendré
tiempo para el silencio, el descanso, la oración y el encuentro con Dios?, ¿me
encerraré solo en mis problemas o viviré tratando de hacer un mundo más humano
y habitable?
¿Seguiré con indiferencia las
noticias que día a día me llegarán desde los países del hambre?, ¿contemplaré
impasible los cuerpos destrozados de las gentes de Irak o los ahogados de las
pateras?, ¿seguiré mirando con frialdad a los que vienen hasta nosotros
buscando trabajo y pan? ¿Cuándo aprenderé a mirar a los que sufren con corazón
responsable y solidario?
Lo «nuevo» de este año no nos
vendrá de fuera. La novedad solo puede brotar de nuestro interior. Este año
será nuevo si aprendo a creer de manera nueva y más confiada, si encuentro
gestos nuevos y más amables para convivir con los míos, si despierto en mi
corazón una compasión nueva hacia los que sufren.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2002-2003 – REACCIONAR
1 de enero de 2003
CAMBIAR
Al
cumplirse ocho días.
Tampoco este año cambiaremos
mucho. En el calendario será un año nuevo. Nunca lo habíamos vivido con
anterioridad. Pero nuestra vida será parecida pues seguiremos cometiendo los
mismos errores. ¿Se puede hacer algo para aprender a vivir de manera diferente?
No hemos de buscar enseguida
grandes cambios. No estamos preparados. La verdadera transformación se va dando
en nosotros poco a poco, casi sin damos cuenta. No hay soluciones rápidas a
nuestros problemas. Lo primero es escuchar despacio las preguntas que llevamos
dentro: ¿qué deseo exactamente?, ¿qué busco?, ¿hacia dónde quiero caminar?
Hemos de amar y ser pacientes con «lo que
está sin resolver en nuestro corazón». Lo decía el poeta Rilke.
Este año nos pasará seguramente
lo de siempre. Seremos víctimas fáciles de los acontecimientos. Nuestro estado
de ánimo y nuestro comportamiento dependerán de lo que nos vaya ocurriendo. Si
no vivimos en atención vigilante, nuestra vida será una secuencia de reacciones
mecánicas, que no nacen del centro de nuestro ser. Sólo la vigilancia interior
cambia nuestra mente y nuestro corazón. Sólo desde dentro se aprende a ser
mejor.
También este año habrá
acontecimientos, personas y situaciones que romperán nuestros planes y proyectos
provocando en nosotros rabia, frustración, tristeza profunda o sensación de
impotencia. No lo podemos evitar. Lo viviremos como «desgracia» o «mala
suerte», pero pueden ser momentos privilegiados para conocemos mejor, aprender
a reaccionar y, sobre todo, descubrir fuentes más profundas para vivir.
Ése puede ser precisamente
nuestro verdadero problema: no tener fuerzas para cambiar. ¿Quién me puede
ayudar a transformar mi corazón? ¿Qué sicólogo me enseñará a ser más humano
cada día? ¿Quién me indicará la fuente de la verdadera alegría?
La fe no es una receta para
vivir, pero la experiencia de un Dios cercano y el seguimiento evangélico al
Maestro de Galilea ofrecen una luz y una fuerza dificiles de encontrar en otra
parte. Este año será nuevo si aprendo a comunicarme de manera nueva y más honda
con Dios.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
1 de enero de 2002
ARRIESGARSE
…
meditándolas en su corazón.
Los expertos afirman que ha
crecido en la sociedad moderna la búsqueda de seguridad. Es normal que suceda
así en tiempos de crisis. Las personas se arriesgan cada vez menos. Es lo mejor
para no tener problemas o disgustos. No hay que cometer errores. Hay que medir
bien las consecuencias para evitar críticas o rechazos.
Unos se defienden reduciendo su
vida al ámbito de lo privado. Otros se parapetan detrás de una ideología, una
religión o un código de comportamiento social obligado. Hay que ser
políticamente o religiosamente correcto. Es peligroso salirse del «pensamiento
único».
Ahora bien, quien sólo busca
seguridad, termina empobreciendo su existencia. Es difícil que en esa vida
aparezca algo realmente nuevo. Las personas se incapacitan para tener ideas
nuevas. Pierden creatividad. Se les apaga la imaginación. Su vida es pura
repetición.
Ésta búsqueda de seguridad que
tanto puede paralizar la vida no afecta sólo a los individuos. Hay un modo de
hacer política inmediatista y pragmática que ahoga cualquier proyecto renovador
para el futuro. Los problemas siguen bloqueados por falta de voluntad y de
audacia. Algo parecido sucede en la Iglesia. Vivimos tiempos de graves crisis,
pero nos falta valor para intentar caminos nuevos. Nos parece más seguro y
hasta más evangélico seguir haciendo lo de siempre.
Es difícil imaginar un deseo más
irreal y falso que ése del «Año Nuevo, vida nueva», que se repite entre
nosotros estos días. Una cifra nueva en nuestros calendarios no introducirá
nada nuevo en nuestras vidas. Si los políticos no actúan de manera más audaz y
decidida, nuestros problemas seguirán bloqueados. Si en la Iglesia no confiamos
más en la fuerza renovadora del Evangelio, seguiremos evitando posibles riesgos
y errores, pero no aportaremos luz y esperanza al mundo moderno.
Para cada uno de nosotros, este
año será nuevo si nos entusiasmamos por algún proyecto nuevo, si tomamos
iniciativas nuevas, si nos arriesgamos a amar con más generosidad, si nos
atrevemos a creer en Dios con más verdad.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
1 de enero de 2001
HORAS
IMPORTANTES
María
conservaba estas cosas meditándolas en su corazón.
Desconocemos lo que nos espera en
el nuevo año. No sabemos siquiera si lo terminaremos. Nadie lo sabe. Así
caminamos los humanos a través del tiempo. Es normal que se despierten en
nosotros preguntas inquietantes: ¿qué nos traerá el nuevo año?, ¿con qué me iré
encontrando a lo largo de los días?, ¿tendré suerte?, ¿me irá mal?
También nos podemos preguntar:
¿cómo viviré yo este año?, ¿en qué puedo crecer?, ¿en qué me puedo estropear?,
¿me renovaré interiormente o envejeceré?, ¿será un año lleno de vida?, ¿será
vacío y rutinario?
No todas las horas del nuevo año
serán iguales. Habrá momentos importantes y momentos que apenas dejarán huella
en nosotros. Pero, a veces, experiencias que no parecen dignas de ser
registradas en un diario, pueden tener gran significado en nuestra vida. Quiero
recordar algunas.
Si en algún momento de este año
soy capaz de renunciar al egoísmo en el que normalmente vivo atrincherado y me
decido a hacer algún gesto de bondad sin buscar contrapartidas ni exigir
reconocimiento, habrá sido una hora importante.
Si en alguna circunstancia me
olvido de otros intereses y actúo simplemente por honestidad, aunque sé que voy
a quedar ante muchos como un imbécil, será una hora importante, pues habré
recuperado mi dignidad.
Si un día de este nuevo año,
decido por fin pararme a reflexionar para poner más verdad en mi vida,
escuchando la voz íntima de mi conciencia, habrá sido una hora muy importante.
Si en algún momento renuncio a
excusarme como acostumbro, escucho la crítica de quienes me conocen bien, y
hago un esfuerzo por corregir mi vida de defectos y miserias que no aceptaría
en los demás, será una hora importante, pues empezaré a cambiar.
Si un día, en vez de rezar como
siempre de manera rutinaria y aburrida, me olvido de pronunciar palabras y me
quedo en silencio ante Dios despertando en mi corazón la confianza y el
agradecimiento, será una hora muy importante en la historia de mi fe.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1999-2000 – COMO ACERTAR
1 de enero de 2000
AÑO NUEVO
Al
cumplirse los ocho días.
No es fácil comenzar un año
nuevo. Lo desconocido inquieta, no sabemos lo que nos traerá. Por eso lo
festejamos de manera ruidosa: ya no es sólo la cena de Nochevieja y las ofertas
especiales de las cadenas televisivas; son cada vez más los que comienzan el
año echando cohetes o haciendo explotar petardos. También los antiguos romanos
metían ruido para ahuyentar los malos espíritus al inicio del año. Pero se
puede comenzar el año en silencio. Es, sin duda, la manera más lúcida de
adentramos en el misterio de ese tiempo que no podemos detener y que constituye
nuestra vida.
No es difícil recordar el año que
se va: hemos vivido alegrías y sinsabores; hemos hecho cosas buenas y hemos
cometido errores; nos hemos encontrado con personas nuevas; hemos amado y
sufrido; algo ha crecido en mí y algo se ha apagado. Esa es mi verdad, ése soy
yo. Si en algún rincón de mi alma sigue viva una pequeña fe, puedo agradecer,
pedir perdón y confiar en ese Misterio que los creyentes llaman Dios.
Llega ahora un año nuevo. Lo
nuevo no sólo inquieta, también tiene su atractivo. Lo nuevo es algo intacto,
inédito, lleno de posibilidades: produce un placer especial conducir un coche
nuevo, escuchar por primera vez un compacto, estrenar una prenda de vestir.
Pero, ¿qué puede haber de realmente nuevo en el año que comienza? Tal vez, lo
que más novedad puede introducir en nuestra vida es nuestra manera nueva de
vivirla.
¿Puedo ser yo un «hombre nuevo»,
una «mujer diferente»? ¿Se pueden despertar en mí ideas y sentimientos nuevos?
¿Puedo recorrer caminos no transitados, encontrar gestos nuevos, amar con nueva
ternura, acercarme a Dios con corazón renovado? No hace falta que lo cambie
todo. En realidad, lo nuevo está ya en germen dentro de mí. Lo importante es
que viva atento a lo mejor que hay en mi corazón acogiendo aquello que me puede
hacer crecer.
Por eso, es bueno que nos
deseemos mutuamente un Año Nuevo feliz, pero es mejor todavía que nos
preguntemos: ¿qué deseo realmente para mí?, ¿qué es lo que necesito?, ¿qué
busco?, ¿qué sería para mí algo realmente nuevo y bueno en este año que
comienza?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
1 de enero de 1999
NUEVO
Dando gloria y alabanza a Dios.
Mañana comenzaremos un año nuevo. Todos conocemos el
ritual: cenas ruidosas, copas de champagne y augurios de felicidad. ¿Cómo creer
de verdad en esa mentira repetida una y otra vez deseándonos «año nuevo, vida nueva».
Año nuevo, pero vida nada nueva, nada diferente y renovada.
Además, no nos gusta por lo general lo realmente
nuevo. Lo nuevo es desconocido, nos inquieta, no lo podemos controlar. Nos
tranquiliza más recorrer los caminos conocidos de siempre. Es más seguro. Sin
embargo, algo queremos desearnos mutuamente con esos saludos de comienzo de
año. En el fondo, todos intuimos que hemos nacido para vivir algo más grande,
más pleno y verdadero que lo que vamos conociendo año tras año.
Pero, ¿qué puede haber de nuevo en el año que
comienza? ¿Qué puede suceder de nuevo por el hecho de que el reloj dé esta
noche doce campanadas? Nada realmente. También el próximo año se sucederán los
hechos de siempre, las mismas desgracias, los mismos errores, parecidas satisfacciones.
Lo que puede introducir verdadera novedad en nuestra vida es la manera nueva de
vivirla. Nuestra actitud nueva ante los acontecimientos, las personas y las
cosas.
Este año será nuevo si sabemos mirar los rostros de
las personas queridas con más cariño y más comprensión, si sabemos estar más
atentos a los desconocidos y detenemos ante quienes sufren. Será nuevo si
sabemos hacer cosas tan sencillas como mirar de manera diferente la belleza de
los paisajes de siempre o disfrutar más despacio del encanto de las estaciones.
Será un año nuevo si hacemos a Dios más sitio en
nuestra vida, si aprendemos a creer de manera diferente, con más confianza y
menos miedos. Si nos atrevemos a rezarle no sólo con oraciones prestadas, sino
con palabras salidas de nuestro corazón.
En la liturgia de este primer día del año se
recuerda una hermosa bendición judía que dice así: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te
conceda la paz» (Números 6, 24-26). Esta bendición de Dios será nueva cada
día. Dios no se repite y aunque nosotros sigamos los caminos viejos de nuestros
errores y pecados de siempre, El estará cerca buscando en todo nuestro bien.
Dios será la verdadera novedad del año.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
1 de enero de 1998
NUEVO AÑO
Dando
gloria y alabanza a Dios.
Se ha dicho que el aburrimiento
es una de las enfermedades más graves de nuestro tiempo. Las personas se
aburren, se cansan de vivir, no saben ya qué hacer para sentirse vivas por
dentro.
No estamos hablando de esa
sensación que podemos experimentar cuando nos aburre la lectura de un libro o
la conversación con una persona. Se trata de un aburrimiento más profundo, que
viene desde dentro y envuelve toda la existencia de indiferencia, escepticismo
y tedio. Todo parece entonces soso e insípido. Nada merece la pena. Se vive en
un desierto interior.
Este aburrimiento no es una
enfermedad nueva. Los medievales la llamaban acedia, y Santo Tomás de
Aquino dice de ella que es la causa primera de muchos males, pues destruye
de raíz el deseo de vivir de manera activa. Es normal que las personas traten
de huir de este aburrimiento y vacío interior. Pero no todos los caminos son
igualmente acertados.
Hay quienes buscan la huida en la
diversión. Necesitan proteger su vida entreteniéndose en algo. Hay que
disfrutar al máximo de todo. Pero paradójicamente, una vida dedicada al
hedonismo es con frecuencia poco divertida. «La
buena vida puede ser algo desesperadamente poco festivo» (J. Pieper).
Otros buscan la novedad y
variedad. Tratan de romper la monotonía de su vida visitando nuevos lugares,
estableciendo nuevas relaciones o cambiando sus hábitos y costumbres. Todo
puede ser ayuda positiva. Pero la novedad ha de venir de dentro hacia fuera, no
de fuera hacia dentro.
La verdadera liberación consiste
en descubrir de nuevo un sentido a la vida. Recuperar «el amor creador», que es
lo más contrario al aburrimiento. Despertar nuestra vida interior, cuidarla
mejor, enriquecerla.
Hoy comenzamos un año nuevo.
¿Cómo será? ¿Estará marcado por el aburrimiento o por el amor creativo? ¿Será
un año dedicado a «hacer cosas», resolver asuntos, asegurar mi pequeño
bienestar, acumular egoísmo, nerviosismo y tensión? ¿Será un año en que
aprenderé a ser más humano? ¿Sabré amar con más ternura y dedicación?
¿Qué tiempo dedicaré al silencio,
a la intimidad, al descanso, a la amistad, a la oración y al encuentro con
Dios? ¿A qué personas me acercaré, a quienes podré hacer un poco más felices,
en quién despertaré un poco de alegría y esperanza?
¿Qué es lo que realmente quiero
yo de este año? ¿Será un año vacío, aburrido, triste y rutinario? ¿Será un año
en que crecerá mi fe y aumentará mi esperanza? ¿Será un año que me acercará a
la vida eterna?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1996-1997 – DESPERTAR LA FE
1 de enero de 1997
AÑO 2000
Al
cumplirse los ocho días.
Hemos dejado atrás un año más y
nos disponemos a comenzar otro nuevo. Esta vez, un año mágico: el dos mil. El
cambio de los cuatro dígitos es, sin duda, un hecho trivial en sí mismo, pero
parece que nos lleva a tomar conciencia más viva del paso del tiempo, esa
curiosa realidad que, como decía san
Agustín, todos conocemos mientras no nos preguntan por ella.
En realidad, nuestro calendario
no es otra cosa que la medida de las rotaciones de la tierra. En veinticuatro
horas gira la tierra en torno a sí misma, y en trescientos sesenta y cinco días
en torno al sol. El día y el año no son, en definitiva, sino medidas puramente
mecánicas. No es extraño que la civilización griega considerara el tiempo como
una marcha circular que se repite siempre de nuevo. La tierra va realizando su
carrera sin tener en cuenta los sufrimientos o las esperanzas de los hombres y
mujeres que viven sobre ella.
Sólo la fe transforma la
comprensión del tiempo y le da un sentido nuevo. El comienzo cristiano del año
con la celebración de la Navidad es algo totalmente distinto del inicio del año
civil del calendario. Es comenzar un nuevo paso hacia la eternidad de Dios
apoyados en la fe en su Hijo encarnado entre nosotros.
En cualquier caso, es un momento
oportuno para la reflexión. Muchas cosas que nos preocupaban y angustiaban ya
han pasado. Tal vez no tenían la importancia que les habíamos atribuido.
También lo que ahora nos agobia pasará. Con el año viejo se van no sólo las
experiencias duras, sino también las horas hermosas y gozosas. Todo pasa. Nada
permanece. Cuanto más avanzamos en edad mejor percibimos el paso inexorable del
tiempo.
Pero comenzamos un año nuevo.
Dice H. Hesse que «en cada comienzo
hay algo maravilloso que nos ayuda a vivir y nos protege». Qué verdad se
encierra en estas palabras cuando uno mira todo comienzo con ojos de fe. De
nuevo se nos regala un tiempo lleno de posibilidades intactas. ¿Cómo será el nuevo
año? ¿Aprenderemos a distinguir lo esencial de lo secundario? Tendremos tiempo
para trabajar y para divertirnos, para sufrir y para disfrutar; ¿tendremos
tiempo para crecer como personas y como creyentes?
Tendremos tiempo para nuestras
cosas, nuestros «hobbies» y nuestros amigos; ¿tendremos tiempo para ser
nosotros mismos?; ¿tendremos tiempo para Dios? Una cosa es segura, ese Dios
olvidado y arrinconado tantas veces a lo largo del año, «tendrá tiempo» para
nosotros, todo su tiempo, pues nos acompañará con amor día a día.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
1 de enero de 1996
DESPEDIR EL AÑO
Dando gloria y alabanza a Dios.
Paso los últimos días del año conviviendo con
misioneros y misioneras que trabajan en Rwanda. Aquí están, en medio de la
tragedia de este pueblo dividido por el odio y amenazado por la muerte y el
hambre. Aquí viven aliviando el dolor de la gente, curando como pueden a los
enfermos, organizando la acogida a los huérfanos y tratando de quitar el
hambre.
Les oigo hablar de sus experiencias en los campos de
refugiados y de sus visitas a las cárceles. Les veo arriesgar su propia
seguridad para estar cerca de los que sufren. Hablan de las cosas más terribles
con la mayor sencillez. No son héroes. Al menos, ellos, nunca se dejarían
llamar así. Son hombres y mujeres movidos por una fe grande en Dios y por un
amor incondicional al ser humano.
Estos misioneros despiden un año duro y difícil y
comienzan otro lleno de incertidumbre. Mientras convivo con ellos, llegan hasta
aquí noticias de que en el País Vasco sigue corriendo la sangre. Van pasando
los años y nada parece cambiar. ¿Por qué no somos capaces ya de abrir caminos
de diálogo y pacificación?
Llega el momento de despedir el año. Cada uno ha de
hacerlo en lo hondo de su corazón porque cada persona es diferente. El año
vivido por uno, no es igual al que ha vivido el otro. Cada uno va recorriendo
su propio camino. Ha transcurrido un año más. Queda para siempre en nuestro
pasado, con sus trabajos y sus penas, con sus gozos y sus logros.
Pero, ¿dónde queda este año que ahora termina?,
¿desaparece en la nada?, ¿lo podemos confiar a Alguien? Sin duda, este año es
nuestro, lo hemos vivido nosotros y nos pertenece. Pero es un año que lo
dejamos para siempre en manos de Dios.
No lo podemos hacer sin pedir perdón, no sólo por
nuestra mediocridad, sino, sobre todo, por el bien que hemos dejado de hacer.
Hemos de despedirlo también con un sentimiento de agradecimiento. Dios nos ha
ido regalando la vida día a día. No importa que nosotros lo hayamos olvidado.
El ha estado ahí. Como dice san Pablo: «En
Él vivimos, nos movemos y existimos.» No nos ha faltado su bendición. Su
gracia ha sido más grande que nuestro pecado. Su misericordia, mayor que
nuestra mediocridad.
Sin detenernos un instante, entraremos en un año
nuevo. Sabemos que será un año como tantos otros. La única novedad será la que
introduzcamos nosotros mismos en nuestra propia vida.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
1 de enero de 1995
LA PAZ ES
POSIBLE
Dando
gloria y alabanza a Dios.
Con el título “También hoy es posible la paz. Hagámosla”,
el obispo de San Sebastián, José María
Setién, publicaba hace un año una carta pastoral sobre la pacificación en
el País Vasco. El escrito, lleno de realismo y esperanza, es, al mismo tiempo,
una llamada a construir la paz. Recojo algunas de sus afirmaciones más importantes,
en este Día Mundial de la Paz.
La paz habrá de alcanzarse a
través de procesos que sean ellos mismos pacíficos y, por ello,
pacificadores... Las acciones que atentan directamente contra los derechos
fundamentales de personas concretas son incompatibles con la justicia de un
proceso de paz.
Decimos con rotundidad que NO a
los asesinatos, a los secuestros, a las amenazas y a los chantajes de ETA, lo
mismo que decimos NO a las torturas, a los malos tratos y a las violaciones de
los derechos reconocidos a los presos. Ese NO... se convierte en un SÍ radical
a la dignidad humana y a los derechos que la protegen, y también a la
pacificación social.
La calle no debe ser objeto de
conquista para nadie. La calle es patrimonio de todos, como lo es el espacio
público del que necesitamos para no asfixiarnos... Se ha de afirmar el derecho
a un uso plural de los espacios públicos, sin violencias ni contaminaciones que
hagan impracticable e irrespirable el clima que en ellos se pueda crear. No es
verdad que cada cual puede hacer lo que quiera en la calle y con la calle,
solamente porque ello pueda serle útil.
Hay que saber distinguir entre lo
que es el ejercicio de la libre expresión y manifestación, propias de una
sociedad democrática, y lo que es la «lucha» que lleva consigo la agresión
contra los derechos de las personas y contra los bienes materiales públicos o
de personas y entidades privadas.
No trabaja al servicio de la paz
quien responde con agresión a la agresión. Para rechazar las agresiones
injustas deben buscarse caminos distintos de la confrontación cívica... Un
pueblo debe tener y debe ejercer los medios legítimos para la eliminación de la
violencia callejera.
La búsqueda colectiva de la
verdad, necesaria para podernos entender, exige afirmar y asegurar el clima de
libertad necesario para poder decirla, con exclusión de las amenazas veladas o
manifiestas que traten de amordazarla. Nadie tiene derecho a machacar a
cuantos, desde las diversas perspectivas y caminos de acceso a la verdad,
tratan de hacer su aportación en favor de la clarificación de los hechos, de
sus causas y de lo que cree ser un paso hacia adelante al servicio de la
justicia y de la paz.
Dialogar no quiere decir dar por
bueno lo hecho por aquel con quien se dialoga. Lo que el diálogo debe buscar no
es otra cosa que el cambio de la situación dolorosa en que nos hallamos, para
dar así el paso a una situación normalizada y más humana.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
1 de enero de 1994
CON FECHA
DE CADUCIDAD
… meditándolas
en su corazón.
No lo puedo evitar. En cuanto las
grandes cadenas de televisión ponen en marcha sus programas especiales de fin
de año, me viene a la memoria lo que escribía a comienzos de siglo el célebre
filósofo alemán Max Scheler: «Cuanto
más abigarrado, alegre, ruidoso y atractivo se hace el entorno, tanto más
triste es, por lo común, el interior del hombre. Cosas muy alegres,
contempladas por hombres muy tristes, que no saben qué hacer con ellas; tal es
el ‘sentido’ de nuestra cultura del placer en las grandes ciudades.»
Tal vez los jóvenes no lo
perciban todavía así. Pero, a partir de la segunda mitad de la vida, no resulta
tan alegre y divertido ir dejando atrás un año y otro para seguir la travesía
de la vida. Es fácil que esta misma noche, entre cenas ruidosas y animados
«cotillones», más de uno sienta por dentro una insatisfacción profunda, una
ausencia de alegría y entusiasmo por la vida. El descontento no proviene de
ninguna causa en concreto. Se sufre por uno mismo, por la condición fugaz de la
vida, por el paso del tiempo.
A partir de cierta edad, se
comienza a percibir el tiempo de otra manera. Simone de Beauvoir dice que la edad «modifica nuestra relación con
el tiempo. A lo largo de los años, nuestro futuro se encoge, mientras nuestro
pasado se va tomando pesado». El joven cree «disponer» de tiempo sin límite
alguno. Pero, a partir de los cuarenta años, más o menos, el tiempo comienza a
aparecer como una reserva que se va agotando sin remedio. No es fácil entonces
cambiar el calendario sin recordar que uno lleva consigo su propia «fecha de
caducidad».
La primera mitad de la vida es
expansión y desarrollo. La segunda, reducción y atardecer. No se puede vivir de
la misma manera. Es una equivocación «conservarse» siempre joven. La vida misma
reclama un sentido nuevo y nos obliga a redimensionar la existencia, si
queremos proseguir el viaje de forma sana.
Y aquí viene el problema. Nuestra
sociedad no educa para la segunda mitad de la vida. Solo prepara al individuo
para competir y buscarse un sitio en la sociedad. Cuando la persona termina su
formación, sabe de informática, de números, química o estrellas, pero no
entiende casi nada de sí misma. No sabe desde dónde dar sentido a su
existencia. Lo desconoce casi todo sobre las grandes travesías de la vida. Y lo
que es peor: no sabe a dónde recurrir. A nuestra sociedad competitiva no le
interesa nada de esto.
Todavía no contamos entre
nosotros con una experiencia larga y generalizada de lo que es vivir sin fe
todas las fases de la vida, desprovistos de sentido y de esperanza ante lo
irremediable. Pero, cuando la persona pierde con los años la ilusión de la
inmortalidad y comienza a gestarse secretamente en su interior ese «nacimiento
de la muerte» del que habla K Jung,
el ser humano siente la necesidad de definir su existencia desde la verdad
última de todo. El creyente lo hace desde su fe en Dios.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
1 de enero de 1993
BALANCE
Meditándolas en su corazón.
Acabamos de concluir un año para comenzar otro
nuevo. Son días propicios para el balance y la reflexión. La persona que nunca
se detiene para encontrarse consigo misma, corre el riesgo de vivir ausente de
su centro, dejándose llevar por la vida, sin renovarse ni ser ella misma.
Por eso, es bueno en estas fechas detenernos para
ponernos en contacto con nuestro verdadero yo. Sin miedo alguno, con paz, ante
ese Dios que sólo quiere nuestro bien. Pero, ¿cómo se hace un balance personal?
¿Cómo comenzar el año en actitud de renovación? He aquí algunas sugerencias.
Tal vez, lo primero es preguntarnos cuál es nuestro
estado de ánimo en estos momentos. Comienza un año nuevo, ¿qué siento dentro de
mí? ¿Verdad, paz, vida? O por el contrario, ¿percibo turbación, ansiedad y
confusión? Es bueno mirar de frente nuestros sentimientos y ponerles nombre.
Ahí podemos encontrar ya alguna luz para orientar nuestra vida por un camino
más acertado.
Pero hemos de preguntarnos enseguida por lo positivo
que hay en nuestra vida. ¿Qué he recibido de bueno a lo largo de este año? ¿Qué
experiencias y encuentros positivos he vivido? ¿Qué es lo que más he de
agradecer? Experimentar la vida como don que vamos recibiendo gratuitamente es
una de las maneras más espontáneas de ir descubriendo la bondad de Dios. Sólo
este convencimiento podría ya cambiar mi vida.
Hay otras preguntas de suma importancia. ¿Qué he
aprendido este año? ¿Qué he descubierto con más claridad sobre mí mismo o sobre
los demás? He descubierto a Dios en mis gozos y mis penas, en mis temores y en
mis trabajos? ¿Ha habido algún acontecimiento o alguna persona que me ha dado
nueva luz? Nuestra experiencia no crece sólo con el pasar de los años, sino con
la reflexión que vamos haciendo sobre lo vivido.
También hemos de revisar nuestros errores. ¿Qué
equivocaciones he cometido a lo largo de este año? ¿Qué relaciones he
estropeado? ¿Qué es lo que más he descuidado? ¿Por qué he vivido tan ocupado
por mis cosas y tan olvidado del bien de los demás? Arrepentirse y distanciarse
de lo malo que ha habido en nuestra vida es ya una manera de renovarse y
despertar lo mejor que hay dentro de nosotros.
Ahora comienza un año nuevo. ¿No siento ninguna
llamada en mi interior? ¿Cómo quiero que sea este año? ¿Qué he de hacer para
vivir de manera más sana y más humana? No sabemos qué nos espera a lo largo de
este año que comienza. Una cosa es segura. Dios estará siempre buscando nuestro
bien. Podremos confiar en El.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
1 de enero de 1992
POR LA
PAZ
Dando
gloria y alabanza a Dios.
Hoy se celebra en el mundo entero
el Día de la Paz. En medio de una humanidad envuelta en tantas guerras y
conflictos, la Iglesia desea comenzar el nuevo año elevando hasta Dios una
oración por la paz.
Pero, ¿qué puede significar hoy
una oración por la paz en este pueblo desgarrado por tanta violencia? ¿Un entretenimiento
religioso para aquellos que no saben o no se atreven a hacer nada más eficaz
por lograrla? ¿Un tranquilizante cómodo que nos consuela de nuestra pasividad e
inhibición?
Antes que nada, conviene recordar
que nuestra oración no es para informar a Dios de la falta de paz que hay entre
nosotros. No es Dios el que necesita «enterarse» de la ausencia de paz en el
mundo, sino nosotros los que necesitamos descubrir los obstáculos que cada uno
ponemos a la justicia y a la paz.
No es Dios quien tiene que
«reaccionar», cambiar de manera de actuar y «hacer algo» para que se cumplan
nuestros deseos de paz. Somos nosotros los que tenemos que cambiar para ajustar
nuestras actuaciones y nuestra vida a los deseos de paz de Dios para la
humanidad.
Si la oración es encuentro
sincero con Dios, no lleva a la evasión y la cobardía. Al contrario, fortalece
nuestra voluntad, estimula nuestra debilidad y robustece nuestro ánimo para
buscar la paz y trabajar por ella incansablemente.
Quien pide la paz ardientemente,
se hace más capaz para acogerla en su corazón. Más aún. Quien ora así a Dios,
está haciendo ya la paz en su interior. No podrá «orar contra nadie» si no es
contra su propio pecado, su ceguera, su egoísmo e intolerancia, sus reacciones
de odio y venganza.
La verdadera oración convierte.
Nos hace más capaces de perdón y reconciliación, más sensibles frente a
cualquier injusticia, abuso y mentira. Más libres frente a cualquier
manipulación.
No se puede trabajar por la paz
de cualquier manera, pues introduciremos inconscientemente nuevos géneros de
violencia y conflictividad entre nosotros. Con el corazón lleno de odio,
condena, intolerancia y dogmatismo, se pueden hacer muchas cosas. Todo menos
aportar verdadera paz a la convivencia entre los hombres. ¿No necesitaremos
todos detenernos más a hacer paz en nuestro corazón? ¿No estará este pueblo
necesitado de más oración por la paz?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
1 de enero de 1991
VIDA
NUEVA
… meditándolas
en su corazón.
Hacemos muchas cosas a lo largo
de la vida. Trabajamos, nos divertimos, creamos relaciones y nos empeñamos en
mil actividades. Pero lo realmente importante es nuestra manera de ser en todo
eso que realizamos.
Esa manera nuestra de vivir las cosas
es la que da su verdadera calidad a cada instante de nuestra vida. Desde
nuestra actitud interior vamos poniendo un sello personal a todo lo que
hacemos, estropeando los momentos más sublimes o transfigurando los detalles
más insignificantes.
Los instantes más bellos y las
actividades más gozosas se oscurecen cuando la persona los vive desde el
aburrimiento, la tristeza o el resentimiento. Por el contrario, una actitud
positiva y creadora pone calor y vida incluso a los trabajos más aburridos y
desagradables.
El inicio de un nuevo año puede
ser buena ocasión para preguntarnos cómo estamos viviendo, y para decidir cómo
queremos ser a lo largo del año que comienza.
No es necesario elaborar muchos
proyectos. Lo importante no es la cantidad de cosas nuevas que deberíamos hacer
en el nuevo año, sino la calidad de vida que hemos de cuidar día a día.
Lo decisivo es aprender a vivir
de lo esencial. Hacernos preguntas como ésta: Cuando me encuentre agitado y
contrariado por mil experiencias negativas, ¿me detendré a recuperar el centro
de mi vida? Cuando me sienta desbordado por un programa sobrecargado de
actividades y compromisos, ¿dónde pondré yo lo esencial?, ¿a qué le daré
verdadera importancia? Si al pasar de los años no vamos unificando nuestra vida
sino, por el contrario, vivimos cada vez más dispersos, estamos siguiendo un
camino equivocado.
Naturalmente, hemos de ser
realistas y contar siempre con nuestras limitaciones. También en el futuro
seguiremos cometiendo errores: estropearemos nuestras relaciones con nuestro
torpe egoísmo, nos dejaremos llevar más de una vez por intereses mezquinos,
seremos incoherentes con nuestras propias convicciones.
Pero todos esos errores y sombras
pueden ser integrados poco a poco desde una actitud positiva más profunda. Se
puede vivir abierto sinceramente a lo esencial a pesar de todos los pecados y
debilidades. Ese es el secreto y la fuerza del creyente. Los problemas no
desaparecen, la mediocridad sigue ahí. Pero uno cuenta siempre con la acogida y
el perdón renovador de Dios.
Podemos saludar el año nuevo con
confianza. Sólo hemos de preocuparnos de nuestra disponibilidad. Por lo demás,
el Dios que guía nuestra vida quiere para nosotros lo mejor.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
1 de enero de 1990
ANTE UN
NUEVO AÑO
... Meditándolas en su corazón.
Dice el teólogo Ladislao Boros
en alguno de sus escritos que uno de los principios cardinales de la vida
cristiana consiste en que «Dios comienza siempre de nuevo». Con él nada hay definitivamente
perdido. En El todo es comienzo y renovación.
Por decirlo de manera sencilla,
Dios no se deja desalentar por nuestra mediocridad. La fuerza renovadora de su
perdón y de su gracia es más vigorosa que nuestros errores y nuestro pecado.
Con El, todo puede comenzar de nuevo.
Por eso, es bueno comenzar el año
con voluntad de renovación. Cada año que se nos ofrece de vida es un tiempo
abierto a nuevas posibilidades, un tiempo de gracia y de salvación en el que se
nos invita a vivir de manera nueva. Por ello, es importante escuchar las
preguntas que pueden brotar de nuestro interior.
¿Qué espero yo del nuevo año?
¿Será un año dedicado a «hacer cosas», resolver asuntos, acumular tensión,
nerviosismo y malhumor o será un año en que aprenderé a vivir de manera más
humana?
¿Qué es lo que realmente quiero
yo este año? ¿A qué dedicaré el tiempo más precioso e importante? ¿Será, una
vez más, un año vacío, superficial y rutinario, o un año en que amaré la vida
con gozo y gratitud?
¿Qué tiempo reservaré para el
descanso, el silencio, la música, la oración, el encuentro con Dios?
¿Alimentaré mi vida interior o viviré de manera agitada, en permanente
actividad, corriendo de una ocupación a otra, sin saber exactamente qué quiero
ni para qué vivo?
¿Qué tiempo dedicaré al disfrute
íntimo con mi pareja y a la convivencia gozosa con los hijos? ¿Viviré fuera de
mi hogar organizándome la vida a mi aire o sabré amar con más dedicación y
ternura a los míos?
¿Con quiénes me encontraré este
año? ¿A qué personas me acercaré? ¿Pondré en ellas alegría, vida, esperanza, o
contagiaré desaliento, tristeza y muerte? Por donde yo pase, ¿será la vida más
gozosa y llevadera o más dura y penosa?
¿Viviré este año preocupado sólo
por mi pequeño bienestar o me interesaré también por hacer felices a los demás?
¿Me encerraré en mi viejo egoísmo de siempre o viviré de manera creativa,
tratando de hacer a mi alrededor un mundo más humano y habitable?
¿Seguiré viviendo de espaldas a
Dios o me atreveré a creer que es mi mejor Amigo? ¿Permaneceré mudo ante El,
sin abrir mis labios ni mi corazón, o brotará por fin desde mi interior una
invocación humilde pero sincera?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
1 de enero de 1989
ORACION
PARA NOCHEVIEJA
María
conservaba todas estas cosas.
Señor, antes de entrar en el
bullicio y el aturdimiento del fin de año, quiero esta tarde encontrarme
contigo despacio y con calma.
Son pocas las veces que lo hago.
Tú sabes que ya no acierto a rezar. He olvidado aquellas oraciones que me
enseñaron de niño y no he aprendido a hablar contigo de otra manera más viva y
concreta.
Señor, en realidad, ya no sé muy
bien si creo en Tí Han pasado tantas cosas estos años. Ha cambiado tanto la
vida y he envejecido tanto por dentro. Yo quisiera sentirte más vivo y más
cercano. Me ayudaría a creer. Pero me resulta todo tan difícil.
Y sin embargo, Señor, yo te
necesito. A veces me siento muy mal dentro de mí. Van pasando los años y siento
el desgaste de la vida. Por fuera todo parece funcionar bien: el trabajo, la
familia, los hijos. Cualquiera me envidiaría. Pero yo no me siento bien.
Ya ha pasado un año más. Esta
noche comenzaremos un año nuevo, pero yo sé que todo seguirá igual. Los mismos
problemas, las mismas preocupaciones, los mismos trabajos. Y así, ¿hasta
cuándo?
Cuánto desearía poder renovar mi
vida desde dentro. Encontrar en mí una alegría nueva, una fuerza diferente para
vivir cada día. Cambiar, ser mejor conmigo mismo y con todos.
Pero a mi edad no se pueden esperar
grandes cambios. Estoy ya demasiado acostumbrado a un estilo de vida. Ni yo
mismo creo demasiado en mi transformación.
Por otra parte, Tú sabes cómo me
dejo arrastrar por la agitación de cada día. Tal vez por eso no me encuentro
casi nunca contigo. Tú estás dentro de mí y yo ando casi siempre fuera de mí
mismo. Tú estás conmigo y yo ando perdido en mil cosas.
Si al menos te sintiera como mi
mejor Amigo. A veces pienso que eso lo cambiaría todo. Qué alegría si yo no te
tuviera esa especie de temor que no sé de dónde brota pero que me distancia
tanto de Tí
Señor, graba bien en mi corazón
que Tú hacia mí sólo puedes sentir amor y ternura. Recuérdame desde dentro que
Tú me aceptas tal como soy, con mi mediocridad y mi pecado, y que me quieres
incluso aunque no cambie.
Señor, se me va pasando la vida
y, a veces, pienso que mi gran pecado es no terminar de creer en Ti y en tu
amor. Por eso, esta noche yo no te pido cosas. Sólo que despiertes mi fe lo
suficiente para creer que Tú estás siempre cerca y me acompañas.
Que a lo largo de este año nuevo
no me aleje mucho de Tí Que sepa encontrarte en mis sufrimientos y mis
alegrías. Entonces tal vez cambiaré. Será un año nuevo.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
1 de enero de 1988
FELIZ AÑO
NUEVO
Meditándolas
en su corazón.
Estas son las palabras rituales
que repetiremos estos días de manera rutinaria o sentida, con aire distraído o
con verdadero cariño. Feliz Año Nuevo.
Pero, ¿qué es lo que, en
realidad, nos deseamos unos a otros? ¿Que nos acompañe la suerte? ¿Que no nos
afecte desgracia alguna? ¿Que nos veamos libres de problemas?
Es evidente que la verdadera
felicidad no depende del azar. No le llega a cada uno por casualidad. La dicha
es algo que la persona ha de buscar, crear y disfrutar. Y no todos saben
hacerlo.
Al escuchar estos días tantos
deseos de felicidad, viene a mi mente una sabia enseñanza que escuché de labios
de aquel gran maestro indio que fue Tony
de Mello y que no he visto publicada en ninguno de sus escritos.
Según él, hay “placeres
engañosos» que alimentan el propio “yo” de manera falsa. Son placeres que nos
encierran en nosotros mismos, hinchan nuestro egocentrismo pero nos aíslan de
la verdadera vida.
Así es el placer que saboreamos cuando
alguien alaba nuestro éxito, cuando vencemos a un adversario, dominamos a una
persona o logramos por fin poseer un objeto largamente deseado.
Este placer no ofrece felicidad
sino satisfacción de mis deseos. Precisamente por eso está siempre amenazado.
Cuando mis deseos no queden satisfechos, quedaré deprimido y triste.
Hay, por otra parte, “placeres verdaderos” que no hinchan el
propio “yo». No nos encierran en nosotros mismos sino que nos abren a la vida y
nos invitan al agradecimiento y a la alabanza.
Son placeres que no se deben a
nuestro esfuerzo, poder o valía, y, mucho menos, a nuestras injusticias y
opresiones. Placeres que se nos regalan a lo largo de cada día de manera
totalmente gratuita.
No todos saben saborearlos
debidamente. El secreto está, tal vez, en vivir más despacio, de manera más
consciente, atentos a disfrutar todo lo que es vida dentro y fuera de nosotros,
por pequeño que pueda parecer.
Se hace necesario aprender a
mirar, gustar, tocar, oler y escuchar todo de manera nueva. Saborear con otra
hondura los encuentros, las miradas, los rostros, la belleza. Disfrutar más el
lado bueno, positivo y gozoso de las personas y los acontecimientos.
En medio de nuestro vivir
cotidiano se abre entonces un camino humilde pero real hacia la Vida y hacia
Aquel que es la fuente y el origen de todo lo que es felicidad y vida
verdadera. Feliz Alío Nuevo.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
1 de enero de 1987
Le pusieron por nombre Jesús.
Desde hace unos años, las iglesias cristianas de
todo el mundo comienzan el año nuevo celebrando el Día mundial de la paz. La
paz anunciada y promovida por ese Jesús que nace en Belén.
Muchas veces los cristianos no hemos sabido ver algo
que M. Gandhi descubrió con gozo al
leer el evangelio: la profunda convicción de Jesús de que sólo la no-violencia
puede salvar a la humanidad.
Después de su encuentro con el evangelio, Gandhi escribía estas palabras: «Leyendo
toda la historia de esta vida.., me parece que el cristianismo está todavía por
realizar... Mientras no hayamos arrancado de raíz la violencia de la
civilización, Cristo no ha nacido todavía».
La vida entera de Jesús ha sido, desde el principio
hasta el fin, una llamada a resolver los problemas de la humanidad por caminos
no violentos.
La violencia tiende siempre a destruir. Lleva dentro
de sí misma la tendencia al exceso, Pretende solucionar los problemas de la
convivencia humana arrasando al que considera enemigo, pero no hace sino poner
en marcha una reacción en cadena que no tiene fin.
Jesús urge a «hacer violencia a la violencia». El
verdadero enemigo del hombre hacia el que tenemos que dirigir nuestra
agresividad no es el otro sino nuestro propio «yo» egoísta, capaz de destruir a
quien se nos oponga.
Es una equivocación creer que el mal se puede
detener con el mal y la injusticia con la injusticia. El respeto total a cada
hombre y a cada mujer, tal como lo entiende Jesús, está pidiendo un esfuerzo
constante por reducir progresivamente la mutua violencia para ir extendiendo la
cooperación, el diálogo y la búsqueda común de la justicia.
Los cristianos hemos de preguntarnos por qué no
hemos sabido todavía extraer del evangelio todas las consecuencias de la
«no-violencia» de Jesús ni le hemos dado el papel central que ha de ocupar en
la vida y la predicación de las Iglesias.
Paradójicamente, han sido los países de tradición
cristiana los primeros en hacer posible el deseo de los discípulos. Ya tenemos
sobre nuestras cabezas ese «paraguas nuclear» que puede hacer bajar fuego del
cielo y arrasarnos a todos.
Tal vez, uno de los mayores pecados de las Iglesias
actuales sea el no promover e impulsar con fuerza y convicción un movimiento de
no-violencia que vaya desarrollando una cultura diferente de la que estamos
habituados a escuchar de los profetas del armamentismo y el «equilibrio del
terror».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
1 de enero de 1986
CON
CONFIANZA
Al
cumplirse los ocho días.
Sin fe, nuestro calendario no es
otra cosa que la medida de las rotaciones de la tierra. En veinticuatro horas
gira la tierra en torno a sí misma y en trescientos sesenta y cinco días, en
torno al sol. El día y el año no son, en definitiva, más que medidas puramente
mecánicas.
Así, el tiempo es como un
círculo. Una marcha circular que se repite siempre de nuevo. La tierra va
realizando su carrera, prescindiendo de los sufrimientos y las esperanzas de
los hombres y mujeres que viven sobre ella.
Sólo la fe transforma el tiempo y
le da sentido. A lo largo del año celebramos los creyentes las fiestas que nos
recuerdan las acciones de Dios, desde el nacimiento de Jesús hasta la
resurrección de Cristo.
La celebración de estas fiestas
es algo totalmente distinto del discurrir de los días. Es la celebración del
amor inagotable de Dios que nos conduce hacia la eternidad.
Así, el comienzo cristiano del
año con la celebración de la Navidad, es algo totalmente distinto del inicio de
un año civil. Es comenzar un nuevo paso hacia la eternidad de Dios apoyados en
la fe en ese mismo Dios encarnado entre los hombres.
Por eso, todos los años, en el
umbral del nuevo año, la Iglesia nos presenta unas palabras de la Carta a los
gálatas donde se nos invita a gritar: «Abba», Padre. La Iglesia nos sugiere
esas palabras para despertar en nosotros una confianza que nos ayude a caminar
hacia el nuevo año consolados y animosos.
No nos resulta fácil a los
hombres de hoy poner esta invocación en nuestra boca. Nos falta la ingenuidad y
el espíritu filial que nos haga gritar: ¡Padre! Nos resistimos a presentarnos
ante Dios como niños débiles, acostumbrados como estamos a defender nuestra
posición de adultos ante todos.
Sin embargo, tenemos la
experiencia amarga del pasado. Cuando queremos caminar solos por la vida,
terminamos encontrándonos con nuestra propia impotencia. ¿No haremos tampoco
este año la experiencia nueva de vivir con más confianza en el Padre? ¿Por qué
no va a ser posible en estos tiempos modernos vivir con esa confianza profunda en
Dios?
No sabemos lo que nos espera en
el nuevo año, pero sabemos que nos espera Dios. No conocemos los problemas,
conflictos, sufrimientos y soledades que pueden sacudir nuestro corazón, pero
siempre podremos invocar a Dios. No sabemos qué pecados cometeremos y en qué
errores caeremos, pero siempre podremos contar con su perdón.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
1 de enero de 1985
UN AÑO
NUEVO
Meditándolas
en su corazón.
Hemos dejado ya atrás un año más
y nos disponemos a comenzar un año nuevo. En estos momentos nace casi
espontáneamente en nosotros la reflexión. Tomamos conciencia más lúcida del
tiempo, de esa curiosa realidad que vamos gastando sin tomarla demasiado en
cuenta.
Son momentos idóneos para
realizar un balance del pasado y proyectar también nuestra mirada hacia el
porvenir.
Muchas cosas que nos angustiaban
y nos parecían casi insuperables ya han pasado. Hoy nos parecen insignificantes
y sin importancia. Mirando hacia atrás, los días que fueron duros tienen un
aspecto diferente. Ahora nos sentimos más tranquilos y serenos, incluso, ante
lo que ahora nos agobia y que también un día pasará.
Al mismo tiempo, sentimos
nostalgia. Nada permanece. Con el viejo año se van no sólo las cosas difíciles
y duras sino también las hermosas y buenas. Y cuanto más avanza uno en edad
tanto mayor es la fuerza con que percibe el paso inexorable del tiempo.
Este año que ha pasado nos deja
también sabor agridulce. No hemos sido lo que deseábamos ser. No hemos hecho lo
que nos habíamos propuesto. No hemos sido fieles a nosotros mismos. Un año más
que se va sin que hayamos crecido en verdad, en generosidad, en amor.
Hoy comenzamos un año nuevo. Dice
H. Hesse que «en cada comienzo hay
algo maravilloso que nos ayuda a vivir y nos protege». Qué verdad se encierra
en estas palabras cuando uno mira todo comienzo con ojos de fe.
De nuevo se nos ofrece un tiempo
lleno de esperanza y de posibilidades intactas. ¿Qué haremos con él?
Las preguntas que podemos
hacernos son muchas. Aumentaremos nuestro nivel de vida y nuestro confort
quizás, pero, ¿ seguirá empequeñeciéndose nuestro corazón? Tendremos tiempo
para trabajar, para poseer, para disfrutar, ¿lo tendremos también para crecer
como personas?
Este año será semejante a tantos otros.
¿Aprenderemos a distinguir lo esencial de lo accesório, lo importante de lo
accidental y secundario? Tendremos tiempo para nuestras cosas, nuestros amigos,
nuestras relaciones sociales. ¿Tendremos tiempo para ser nosotros mismos?
¿Tendremos tiempo para Dios?
Y sin embargo, ese Dios al que
arrinconamos día tras día entre tantas ocupaciones y distracciones es el que
sostiene nuestro tiempo y puede infundir a nuestra existencia una vida nueva.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
1 de enero de 1984
María conservaba todas estas cosas en su corazón.
A muchos puede extrañar que la Iglesia haga coincidir el
primer día del nuevo año civil con la fiesta de Santa María Madre de Dios.
Y sin embargo, es significativo que, desde el siglo
IV, la Iglesia ,
después de celebrar solemnemente el nacimiento del Salvador, desee comenzar el
año nuevo bajo la protección maternal de María, Madre del Salvador y Madre
nuestra.
Los cristianos de hoy nos tenemos que preguntar qué
hemos hecho de María estos últimos años, pues probablemente hemos empobrecido
nuestra fe eliminándola demasiado de nuestra vida.
Movidos, sin duda, por una voluntad sincera de
purificar nuestra vivencia religiosa y encontrar una fe más sólida, hemos
abandonado excesos piadosos, devociones exageradas, costumbres superficiales y
extraviadas.
Hemos cuidado de superar una falsa mariolatría en la
que, tal vez, sustituíamos a Cristo por María y veíamos en Ella la salvación,
el perdón y la redención que, en realidad, hemos de acoger desde su Hijo.
Si todo ha sido corregir desviaciones y colocar a
María en el lugar auténtico que le corresponde como Madre de Jesucristo y Madre
de la Iglesia ,
nos tendríamos que alegrar y reafirmar en nuestra postura.
Pero, ¿ha sido exactamente así? ¿No la hemos
olvidado excesivamente? ¿No la hemos arrinconado en algún lugar oscuro del alma
junto a las cosas que nos parecen de poca utilidad?
Un abandono de María, sin ahondar más en su misión y
en el lugar que ha de ocupar en nuestra vida, no enriquecerá jamás nuestra
vivencia cristiana sino que la empobrecerá. Probablemente hemos cometido
excesos de mariolatría en el pasado, pero ahora corremos el riesgo de
empobrecernos con su ausencia casi total en nuestras vidas.
María es la
Madre de Cristo. Pero aquel Cristo que nació de su seno
estaba destinado a crecer e incorporar a sí numerosos hermanos, hombres y
mujeres que vivirían un día de su Palabra y de su gracia. Hoy María no es sólo
Madre de Jesucristo. Es la Madre
del Cristo total. Es la Madre
de todos los creyentes.
Es bueno que, al comenzar un año nuevo, lo hagamos
elevando nuestros ojos hacia María. Ella nos acompañará a lo largo de los días
con cuidado y ternura de madre. Ella cuidará nuestra fe y nuestra esperanza. No
la olvidemos a lo largo del año.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1982-1983 – APRENDER A VIVIR
1 de enero de 1983
COMENZAR
UN AÑO NUEVO
Al cumplirse
los ocho días.
No es fácil comenzar un año
nuevo. El paso del tiempo y la proximidad cada vez mayor de la vejez y de la
muerte es algo que resulta insoportable al hombre contemporáneo.
Por eso, no es extraño que, al
despedir el año que ha pasado y comenzar otro nuevo, muchos necesiten olvidar,
aturdirse, engañarse a sí mismos y desearse una vida nueva y feliz. Cuántos
comenzarán el año en la mentira de una cena, celebrada entre ruidosas
carcajadas, copas de champagne, gran «cotillón» y augurios de felicidad y
prosperidad.
Y en las próximas horas nos
encontraremos por las calles y nos repetiremos la misma mentira: «Año nuevo,
vida nueva».
Pero, no será así. Comenzará un
año nuevo. Pero, nuestra vida continuará siendo casi la misma. Porque
continuarán nuestros viejos problemas, nuestros enfrentamientos y nuestras
luchas de siempre.
Llegará un nuevo año. Pero,
seguiremos cometiendo los mismos errores y repitiendo los mismos fallos. Y
seguiremos estropeando cada día nuestra vida y obstaculizando a cada momento
nuestra convivencia.
Y, sin embargo, hay un deseo
verdadero y real en muchos hombres, al comenzar el año nuevo. Ese día es
tradicionalmente la Jornada Mundial por la Paz. Parece como que los hombres
deseamos resumir en esa palabra, todos nuestros deseos de vida, justicia,
convivencia y felicidad verdaderas.
Los Obispos de nuestras diócesis,
siguiendo el mensaje del Papa, han querido dirigirnos, al comienzo del año, una
llamada a construir esa paz, poniendo más verdad en nuestras vidas y en nuestra
sociedad.
Su palabra es la de unos hombres
que creen que una nueva paz es posible entre nosotros, si sabemos buscarla
desde una postura de sinceridad, verdad y diálogo.
Durante estos últimos años se ha
ido extendiendo entre nosotros la falsa idea de que nuestros problemas sólo se
pueden resolver por la fuerza y la lucha violenta. Por eso, estamos acostumbrados
a ver que cada uno tiende a imponer, por cualquier medio y a cualquier precio,
sus propias convicciones, esquemas y proyectos.
Necesitamos creer más en el
hombre y en su capacidad de ir resolviendo los problemas desde una postura
sincera de diálogo.
Nuestros Obispos han apostado por
«la fuerza pacificadora de quienes buscan sinceramente la verdad, por el
diálogo en la acción política». Si su voz tuviera acogida, sería realmente un
año nuevo.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1981-1982 – APRENDER A VIVIR
1 de enero de 1982
PAZ EN LA
TIERRA
Se
admiraban de lo que decían los pastores.
Comenzamos hoy un año nuevo. Un
año todavía intacto, pero que viene ya marcado por las luchas, los trabajos,
sufrimientos y gozos vividos hasta el día mismo de ayer.
Todos comenzamos un año nuevo,
pero todos de manera distinta. Algunos con la incertidumbre quizás de perder su
puesto de trabajo. Otros con el gozo de esperar un nuevo hijo. Alguien con la
angustia de entrar en el último año de su vida. Otro con la ilusión de crear un
nuevo hogar.
Cada uno con sus propios
problemas. Sin embargo, a los creyentes se nos invita hoy a que, olvidando
nuestras preocupaciones individuales, iniciemos el nuevo año con la mirada
puesta en un objetivo urgente para la humanidad: la paz.
Hemos despedido un año sembrado
de violencias, agresividad, muertes y sangre. Y comenzamos otro que no nos
ofrece un horizonte mejor.
Oímos hablar de violencias
injustas y de violencias legítimas. Distinguimos entre una violencia opresora y
otra represora. Pero el caso es que poco a poco va consolidándose entre
nosotros la convicción de que si se quiere realmente lograr algo, es necesario
utilizar «una dosis suficiente de violencia».
Sin embargo, esta idea no es sólo
monstruosa sino falsa. La violencia es útil para lograr ciertos objetivos
inmediatos y parciales, pero nunca para crear una sociedad más reconciliada,
dialogante y fraterna.
Ni de la punta de las metralletas
terroristas ni de los gritos de los torturados puede salir una sociedad más
humana. La paz y la justicia hay que construirlas por otros medios.
Ha llegado quizás la hora de que
todos nos empeñemos en crear una nueva conciencia colectiva de luchar por la
«no-violencia» activa. No podemos dejar nuestro futuro en manos del más
violento.
Es urgente andar otros caminos.
Como ha dicho Rene Habachi, «la
no-violencia es una última tentativa del espíritu y de la libertad, más allá de
la cual sólo hay unas fuerzas impersonales que se enfrentan, sin otra
posibilidad que la victoria de la más implacable».
El respeto a la vida del hermano
es algo esencial a lo que un creyente no puede renunciar. Desde el momento en
que Dios se ha hecho hombre, ningún hombre puede ser un sujeto sacrificable.
Sin duda, es poco lo que cada uno
de nosotros podemos hacer. Pero todos podemos colaborar en la creación de una
nueva conciencia y de un nuevo estilo de vida, que actúe como punta de lanza
que abra a esta sociedad tan violenta hacia un futuro de mayor fraternidad.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
1 de enero de 1981
Encontraron a María y a José con el niño.
Se ha dicho que los cristianos de hoy vibran menos
ante la figura de María que los creyentes de otras épocas. Quizás somos
víctimas inconscientes de muchos recelos y sospechas ante deformaciones habidas
en la piedad mariana.
A veces, se había insistido de manera excesivamente
unilateral en la función protectora de María, la Madre que protege a sus
hijos de todos los males, sin convertirlos a una vida más evangélica.
Otras veces, algunos tipos de devoción mariana no
han sabido exaltar a María como madre sin crear una dependencia insana de una
«madre idealizada» y fomentar una inmadurez y un infantilismo religioso.
Quizás, esta misma idealización de María como «la
mujer única» ha podido alimentar un cierto menosprecio a la mujer real y ser un
refuerzo más del dominio masculino. Al menos, no deberíamos desatender
ligeramente estos reproches que, desde frentes diversos, se nos hace a los católicos.
Pero sería lamentable que los católicos
empobreciéramos nuestra vida religiosa olvidando el regalo que María puede
significar para los creyentes.
Una piedad mariana bien entendida no encierra a
nadie en el infantilismo, sino que asegura en nuestra vida de fe la presencia
enriquecedora de lo femenino.
El mismo Dios ha querido encarnarse en el seno de
una mujer. Desde entonces, podemos decir que «lo femenino es camino hacia Dios
y de Dios» (L. Boff).
La humanidad necesita siempre de esa riqueza que
asociamos a lo femenino porque, aunque también se da en el varón, se condensa
de una manera especial en la mujer: intimidad, acogida, solicitud, cariño,
ternura, entrega al misterio, gestación, donación de vida.
Siempre que marginamos a María de nuestra vida,
empobrecemos nuestra fe. Y siempre que despreciamos lo femenino, nos cerramos a
cauces posibles de acercamiento a ese Dios que se nos ha ofrecido en los brazos
de una madre.
Comenzamos el año celebrando la fiesta de Santa
María Madre de Dios. Que ella esté siempre más presente en nuestro vivir
diario.
Su fidelidad y entrega a la palabra de Dios, su
identificación con los pequeños, su adhesión a las opciones de su Hijo, su
presencia servidora en la
Iglesia naciente y, antes que nada, su servicio de Madre del
Salvador hacen de ella la Madre
de nuestra fe y de nuestra esperanza.
José Antonio Pagola
Para
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