El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
3º domingo Tiempo ordinario (A)
EVANGELIO
Se
estableció en Cafarnaún. Así se cumplió lo que había dicho Isaías.
+
Lectura del santo evangelio según san Mateo 4, 12-23
Al enterarse Jesús de que habían arrestado a
Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto
al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había
dicho el profeta Isaías:
«País de Zabulón y país de Neftalí, camino
del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles.
El pueblo que habitaba en tinieblas vio una
luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les
brilló.»
Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:
-«Convertíos, porque está cerca el reino de
los cielos.»
Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos
hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban
echando el copo en el lago, pues eran pescadores.
Les dijo:
-«Venid y siguidme, y os haré pescadores de
hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo
siguieron.
Y, pasando adelante, vio a otros dos
hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca
repasando las redes. con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también.
Inmediatamente dejaron la barca y a su padre
y lo siguieron.
Recorría toda Galilea, enseñando en las
sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y
dolencias del pueblo.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2016-2017 -
22 de enero de 2017
ALGO
NUEVO Y BUENO
El primer escritor que recogió la
actuación y el mensaje de Jesús lo resumió todo diciendo que Jesús proclamaba
la “Buena Noticia de Dios”. Más tarde, los demás evangelistas emplean el mismo
término griego (euanggelion) y expresan la misma convicción: en el Dios
anunciado por Jesús las gentes encontraban algo “nuevo” y “bueno”.
¿Hay todavía en ese Evangelio
algo que pueda ser leído, en medio de nuestra sociedad indiferente y descreída,
como algo nuevo y bueno para el hombre y la mujer de nuestros días? ¿Algo que
se pueda encontrar en el Dios anunciado por Jesús y que no proporciona
fácilmente la ciencia, la técnica o el progreso? ¿Cómo es posible vivir la fe
en Dios en nuestros días?
En el Evangelio de Jesús los
creyentes nos encontramos con un Dios desde el que podemos sentir y vivir la
vida como un regalo que tiene su origen en el misterio último de la realidad
que es Amor. Para mí es bueno no sentirme solo y perdido en la existencia, ni
en manos del destino o el azar. Tengo a Alguien a quien puedo agradecer la
vida.
En el Evangelio de Jesús nos
encontramos con un Dios que, a pesar de nuestras torpezas, nos da fuerza para
defender nuestra libertad sin terminar esclavos de cualquier ídolo; para no
vivir siempre a medias ni ser unos “vividores”; para ir aprendiendo formas
nuevas y más humanas de trabajar y de disfrutar, de sufrir y de amar. Para mí
es bueno poder contar con la fuerza de mi pequeña fe en ese Dios.
En el Evangelio de Jesús nos
encontramos con un Dios que despierta nuestra responsabilidad para no
desentendernos de los demás. No podremos hacer grandes cosas, pero sabemos que
hemos de contribuir a una vida más digna y más dichosa para todos pensando
sobre todo en los más necesitados e indefensos. Para mí es bueno creer en un
Dios que me pregunta con frecuencia qué hago por mis hermanos.
En el Evangelio de Jesús nos
encontramos con un Dios que nos ayuda a entrever que el mal, la injusticia y la
muerte no tienen la última palabra. Un día todo lo que aquí no ha podido ser,
lo que ha quedado a medias, nuestros anhelos más grandes y nuestros deseos más
íntimos alcanzarán en Dios su plenitud. A mí me hace bien vivir y esperar mi
muerte con esta confianza.
Ciertamente, cada uno de nosotros
tiene que decidir cómo quiere vivir y cómo quiere morir. Cada uno ha de
escuchar su propia verdad. Para mí no es lo mismo creer en Dios que no creer. A
mí me hace bien poder hacer mi recorrido por este mundo sintiéndome acogido,
fortalecido, perdonado y salvado por el Dios revelado en Jesús.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2013-2014 –
26 de enero de 2014
ALGO NUEVO
Y BUENO
(Ver homilía del ciclo A - 2016-2017)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 – JESÚS ES PARA TODOS
23 de enero de 2011
SEGUIDORES
Cuando Jesús se entera de que el
Bautista ha sido encarcelado, abandona su aldea de Nazaret y marcha a la ribera
del lago de Galilea para comenzar su misión. Su primera intervención no tiene
nada de espectacular. No realiza un prodigio. Sencillamente, llama a unos
pescadores que responden inmediatamente a su voz: "Seguidme".
Así comienza el movimiento de seguidores
de Jesús. Aquí está el germen humilde de lo que un día será su Iglesia. Aquí se
nos manifiesta por vez primera la relación que ha de mantenerse siempre viva
entre Jesús y quienes creen en él. El
cristianismo es, antes que nada, seguimiento a Jesucristo.
Esto significa que la fe
cristiana no es sólo adhesión doctrinal, sino conducta y vida marcada por
nuestra vinculación a Jesús. Creer en
Jesucristo es vivir su estilo de vida, animados por su Espíritu,
colaborando en su proyecto del reino de Dios y cargando con su cruz para
compartir su resurrección.
Nuestra tentación es siempre
querer ser cristianos sin seguir a Jesús, reduciendo nuestra fe a una
afirmación dogmática o a un culto a Jesús como Señor e Hijo de Dios. Sin
embargo, el criterio para verificar si creemos en Jesús como Hijo encarnado de
Dios es comprobar si le seguimos sólo a él.
La adhesión a Jesús no consiste
sólo en admirarlo como hombre ni en adorarlo como Dios. Quien lo admira o lo
adora, quedándose personalmente fuera, sin descubrir en él la exigencia a
seguirle de cerca, no vive la fe cristiana de manera integral. Sólo el que sigue a Jesús se coloca en la
verdadera perspectiva para entender y vivir la experiencia cristiana de forma
auténtica.
En el cristianismo actual vivimos
una situación paradójica. A la Iglesia no sólo pertenecen los que siguen o
intentan seguir a Jesús, sino, además, los que no se preocupan en absoluto de
caminar tras sus pasos. Basta estar bautizado y no romper la comunión con la
institución, para pertenecer oficialmente a la Iglesia de Jesús, aunque jamás
se haya propuesto seguirle.
Lo primero que hemos de escuchar
de Jesús en esta Iglesia es su llamada a seguirle sin reservas, liberándonos de
ataduras, cobardías y desviaciones que nos impiden caminar tras él. Estos
tiempos de crisis pueden ser la mejor oportunidad para corregir el cristianismo
y mover a la Iglesia en dirección hacia Jesús.
Hemos de aprender a vivir en
nuestras comunidades y grupos cristianos de manera dinámica, con los ojos fijos
en él, siguiendo sus pasos y colaborando con él en humanizar la vida.
Disfrutaremos de nuestra fe de manera nueva.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 – RECREADOS POR JESÚS
27 de enero de 2008
LA
PRIMERA PALABRA DE JESÚS
Convertíos
El evangelista Mateo cuida mucho
el escenario en el que va a hacer Jesús su aparición pública. Se apaga la voz
del Bautista y se empieza a escuchar la voz nueva de Jesús. Desaparece el
paisaje seco y sombrío del desierto y ocupa el centro el verdor y la belleza de
Galilea. Jesús abandona Nazaret y se desplaza a Cafarnaún a la ribera del lago.
Todo sugiere la aparición de una vida nueva.
Mateo recuerda que estamos en la
«Galilea de los gentiles». Ya sabe que Jesús ha predicado en las sinagogas
judías de aquellas aldeas y no se ha movido entre paganos. Pero Galilea es
cruce de caminos, Cafarnaún una ciudad abierta al mar. Desde aquí llegará la
salvación a todos los pueblos.
De momento, la situación es
trágica. Inspirándose en un texto del profeta Isaías, Mateo ve que «el pueblo
habita en tinieblas». Sobre la tierra «hay sombras de muerte». Reina el caos,
la injusticia y el mal. La vida no puede crecer. Las cosas no son como las
quiere Dios. Aquí no reina el Padre.
Sin embargo, en medio de las
tinieblas, el pueblo va a empezar a ver «una luz grande». Entre las sombras de
muerte, «empieza a brillar una luz». Eso es siempre Jesús: una luz grande que
brilla en el mundo.
Según Mateo, Jesús comenzó su
predicación con un grito: «Convertíos». Esta es su primera palabra. Es la hora
de la conversión. Hay que abrirse al reino de Dios. No quedarse «sentados en
las tinieblas», sino «caminar en la luz».
Dentro de la Iglesia hay una
«gran luz». Es Jesús. En él se nos revela Dios. No lo hemos de ocultar con
nuestro protagonismo. No lo hemos de suplantar con nada. No lo hemos de
convertir en doctrina teórica, en teología fría o en palabra aburrida. Si la
luz de Jesús se apaga, los cristianos nos convertiremos en lo que tanto temía
Jesús: «unos ciegos tratando de guiar a otros ciegos».
Por eso, también hoy ésa es la
primera palabra que tenemos que escuchar de Jesús en la Iglesia: «Convertíos».
Recuperad vuestra identidad cristiana. Volved a vuestras raíces. Ayudad a la
Iglesia a pasar a una nueva etapa de cristianismo más fiel a Jesús. Vivid con
nueva conciencia de seguidores. Poneos al servicio del reino de Dios. Pedid
para la Iglesia un «corazón nuevo».
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
23 de enero de 2005
PUNTOS
CLAVE
Convertíos
porque está cerca el Reino.
Es fácil resumir el mensaje de
Jesús: Dios no es un ser indiferente y lejano, que se mueve en su mundo
desconocido, interesado sólo por su honor y sus derechos. Es alguien que busca
para todos lo mejor. Su fuerza salvadora está actuando en lo más hondo de la
vida. Sólo quiere la colaboración de sus criaturas para conducir el mundo a su
plenitud: «El reino de Dios está cerca.
Cambiad».
Pero, ¿qué es colaborar en el
proyecto de Dios?, ¿en qué hay que cambiar? La llamada de Jesús no se dirige
sólo a los «pecadores» para que abandonen su conducta y se parezcan un poco más
a los que ya observan la ley de Dios. No es lo que le preocupa. Jesús se dirige
a todos, pues todos tienen que aprender a mirar la vida y a actuar de manera
diferente. Su objetivo no es que en Israel se viva una religión más fiel a
Dios, sino que sus seguidores introduzcan en el mundo una nueva dinámica: la
que responde al proyecto de Dios. Señalaré los puntos clave.
Primero. La compasión ha de ser
siempre el principio de actuación. Hay que introducir en el mundo compasión
hacia los que sufren: «Sed compasivos
como es vuestro Padre». Sobran las grandes palabras que hablan de justicia,
igualdad o democracia. Sin compasión hacia los últimos no son nada. Sin ayuda
práctica a los desgraciados de la tierra no hay progreso humano.
Segundo. La dignidad de los
últimos ha de ser la primera meta. «Los
últimos serán los primeros». Hay que imprimir a la historia una nueva
dirección. Hay que poner a la cultura, a la economía, a las democracias y a las
iglesias mirando hacia los que no pueden vivir de manera digna.
Tercero. Hay que impulsar un
proceso de curación que libere a la humanidad de todo lo que la destruye y
degrada. «Id y curad». Jesús no
encontró un lenguaje mejor. Lo decisivo es curar, aliviar el sufrimiento,
sanear la vida, construir una convivencia orientada hacia el máximo de
felicidad para todos.
Esta es la herencia de Jesús.
Nunca en ninguna parte se construirá la vida tal como la quiere Dios, si no es
liberando a los últimos de su humillación y sufrimiento. Nunca será bendecida
por Dios ninguna religión si no busca justicia para ellos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
27 de enero de 2002
AGUAR EL
EVANGELIO
… curando
las enfermedades y dolencias del pueblo
Quienes han bebido de otras aguas
podrán gustar en Cristo un «vino nuevo», una experiencia buena de Dios. Algo de
esto quiere decir el relato de las bodas de Caná. Desgraciadamente siempre es
fácil «aguar» el evangelio y olvidar su sabor original. Basta perder la
perspectiva de Jesús.
El profeta de Galilea no pensó en
otra cosa sino en llamar a las gentes a vivir acogiendo «el reino de Dios y su justicia». Para él, todo lo demás era
secundario. Veinte siglos después, nosotros vivimos ocupados en cuestiones doctrinales
y morales que pueden ser legítimas para organizar bien una religión, pero que
más de una vez nos distraen de lo primero que interesa a Dios: que los pobres,
los hambrientos y los que lloran, puedan ser más felices.
Propiamente, Jesús no enseñó una
doctrina para ser aprendida por sus seguidores, sino que anunció un
acontecimiento que pide ser buscado y acogido. Según él, Dios está ya actuando
en este mundo invitando a todos a buscar un orden de cosas más humano y más
justo. A nosotros nos parece muy importante saber qué pensamos de Dios. Jesús,
por el contrario, soñaba en que hubiera en la tierra hombres y mujeres que
comenzaran a actuar como actúa Dios. Era su obsesión: ¿cómo sería la vida si la
gente se pareciera más a Dios?
Jesús gritaba: «Sed misericordiosos como vuestro Padre es
misericordioso». Era su llamada primera y más importante. Por eso enseñaba
a todos a mirar a las personas de manera diferente: los pecadores eran sus
amigos, las prostitutas le parecían más dignas que muchos piadosos, los últimos
eran para él los primeros, los enfermos constituían su debilidad... ¿Qué ha
sido de la mirada compasiva de Jesús? Para nosotros, las prostitutas son
prostitutas, los pecadores son pecadores mientras no se conviertan, y los
últimos son los últimos.
Uno de los peligros que nos
amenaza hoy a los cristianos es vivir correctamente dentro de una religión
organizada, sin atender ni entender en su verdad original el evangelio de
Jesús. Lo que saboreamos no es muchas veces el «vino nuevo» aportado por él,
sino el cristianismo «aguado» por nosotros mismos.
El evangelio nos recordará
siempre la vida de Jesús: recorría Galilea «proclamando
la Buena Noticia de Dios... y curando las enfermedades y dolencias del pueblo».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
24 de enero de 1999
UN ESTILO
DE AMAR
Curando
las enfermedades y dolencias del pueblo.
El cristianismo inició su
expansión en una sociedad en la que había distintos términos para expresar lo
que nosotros llamamos hoy amor. La palabra más usada era «philia» que designaba el afecto hacia una persona cercana, y se
empleaba para hablar de la amistad, el cariño o el amor a los parientes y
amigos. Se hablaba también del «eros»
para designar la inclinación placentera, el amor apasionado o sencillamente el
deseo orientado hacia quien produce en nosotros goce y satisfacción.
El cristianismo abandonó
prácticamente esta terminología y puso de moda otra palabra casi desconocida, «agape», a la que dieron un contenido
nuevo y original. No querían que se confundiera con cualquier cosa el amor
inspirado en Jesucristo. De ahí su interés en formular bien el «mandato nuevo
del amor»: «Os doy un mandato nuevo: que
os améis unos a otros como yo os he amado» (Jn 13, 34).
El estilo de amar de Jesús es
inconfundible. No se acerca a las personas buscando su propio interés o
satisfacción, su seguridad o bienestar. Sólo parece interesarse en hacer el
bien, acoger, regalar lo mejor que él tiene, ofrecer amistad, ayudar a vivir.
Lo recordarán así años más tarde en las primeras comunidades cristianas: «Pasó toda su vida haciendo el bien.»
Su amor tiene un carácter
servicial. Jesús se pone al servicio de quienes lo pueden necesitar más. Hace
sitio en su corazón y en su vida a quienes no tienen sitio en la sociedad ni en
la preocupación de las gentes. Defiende a los débiles y pequeños, los que no
tienen poder para defenderse a sí mismos, los que no son grandes o importantes
para nadie. Se acerca a quienes están solos y desvalidos, los que no tienen
quien se preocupe de ellos.
Lo habitual entre nosotros es
amar a quienes nos aprecian y quieren de verdad; ser cariñosos y atentos con
nuestros familiares y amigos; vivir indiferentes hacia quienes sentimos como
extraños y ajenos a nuestro pequeño mundo de intereses. Hasta parece correcto
vivir rechazando y excluyendo a quienes nos rechazan o excluyen. Lo que le
distingue al seguidor de Jesús no es cualquier «amor», sino precisamente ese
estilo de amar que consiste en saber acercarse a quienes sufren olvidados de todos.
El evangelista Mateo nos recuerda
cómo vivía Jesús en Galilea y cómo era su estilo de actuar: «Recorría toda Galilea.., proclamando el
Evangelio del Reino y curando las enfermedades y dolencias del pueblo.» Así
era Jesús. No lo deberíamos olvidar.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
21 de enero de 1996
ESCRITO
SUGERENTE
Convertíos
porque está cerca el Reino de los cielos.
Cada vez me encuentro con más
personas interesadas por Dios. Son hombres y mujeres que no se resignan a vivir
pasivamente la crisis religiosa de nuestros tiempos. Algo les pide desde dentro
buscar a Dios incluso desde una fe débil y vacilante. Por lo general, son
encuentros de gran riqueza, que a mí me hacen mucho bien. Pocas cosas hay más
conmovedoras que asomarse al interior de una persona que busca con sinceridad a
Dios en medio de su oscuridad y sus dudas.
Pero, muchas veces, me he quedado
sin saber qué decir cuando me han preguntado por algún libro que pueda
acompañarlos en su caminar: ¿Qué puedo leer mientras sigo buscando?»
Ciertamente, hay muchos estudios que analizan con rigor la actual crisis
religiosa, pero no abundan las publicaciones que, de forma sencilla y clara,
puedan orientar a quien desea reavivar su fe.
Por eso me ha alegrado tanto la Carta
pastoral que acaban de publicar nuestros Obispos. Un escrito nacido, según
dicen ellos mismos, para «ofrecer un servicio concreto a aquellos hombres y
mujeres que quieren saber dónde están en estos momentos de crisis religiosa, y
se preguntan qué camino han de seguir para encontrarse con Dios».
Al lector acostumbrado al estilo
habitual del magisterio eclesiástico le sorprenderá esta vez el lenguaje
sencillo y accesible de este escrito. Por otra parte, se encontrará con un
texto que «hace pensar», ya que las expresiones que se emplean y las preguntas
que se sugieren conectan directamente con la realidad que viven muchos. Más de
uno se dirá: «Esto es exactamente lo que me pasa a mí.»
El escrito no se pierde en
disquisiciones teóricas. Con estilo directo y claro se van abordando las
cuestiones concretas que preocupan hoy a no pocos: ¿Qué puedo hacer yo en medio
de la crisis religiosa de nuestros días?, ¿qué es lo importante para creer en
Dios?, ¿puedo creer en él en medio de tantas dudas?, ¿cómo pasar de ese miedo a
Dios, que todavía siento en el fondo de mi conciencia, a una confianza nueva en
él?, ¿cómo puedo encontrarme con Dios?, ¿por dónde he de empezar?
Esta Carta, leída de forma atenta
y sosegada, puede ayudar a escuchar la llamada que se nos hace desde el
evangelio: «El Reino de Dios está
cerca... Escuchad la Buena Noticia. » Ahora sé qué lectura recomendar a
quien me pida orientación en su búsqueda de Dios. Sencillamente este escrito
que lleva como título: «Al servicio de una fe más viva.»
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
24 de enero de 1993
ENTRE EL
RECHAZO Y LA NECESIDAD
Convertíos
Vivimos tiempos de crisis
religiosa. Parece que la fe va quedando como ahogada en la conciencia de no
pocas personas, reprimida por la cultura moderna y por el estilo de vida del
hombre de hoy. Pero, al mismo tiempo, es fácil observar que de nuevo se
despierta en bastantes la búsqueda de sentido, el anhelo de una vida diferente,
la necesidad de un Dios Amigo.
Es cierto que se ha extendido
entre nosotros un escepticismo generalizado ante los grandes proyectos y las
grandes palabras. Ya no tienen eco los discursos religiosos que ofrecen
«salvación» o «redención». Ha disminuido, hasta casi desaparecer, la esperanza
misma de que pueda realmente oírse una Buena Noticia para la humanidad.
Pero, al mismo tiempo, crece en
no pocos la sensación de que hemos perdido la dirección acertada. Algo se hunde
bajo nuestros pies. Nos estamos quedando sin metas ni puntos de referencia. Nos
damos cuenta de que podemos solucionar «problemas», pero que somos cada vez
menos capaces de resolver «el problema» de la vida. ¿No estamos más necesitados
que nunca de salvación?
Vivimos también «tiempos de
fragmentación». La vida se ha atomizado. Cada uno vive en su compartimento.
Queda muy lejos aquel humanismo que buscaba la verdad y el sentido de
totalidad. Hoy no se escucha al sabio humanista, sino al experto especialista
que sabe mucho de una parcela, pero lo ignora todo sobre el sentido de la vida.
Pero, al mismo tiempo, no pocas
personas comienzan a sentirse mal en este mundo vertiginoso de datos,
informaciones y cifras. No pueden evitar los interrogantes eternos del hombre.
¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿No hay dónde encontrar un sentido último a
la vida?
Son también tiempos de
pragmatismo científico. El hombre moderno ha decidido (no se sabe por qué) que
sólo existe lo que puede comprobar la ciencia. No hay más. Lo que a ella se le
escapa, sencillamente no existe. Naturalmente, en este planteamiento tan simple
como poco científico, Dios no tiene cabida y la fe religiosa queda relegada al
mundo desfasado de los no progresistas.
Sin embargo, son muchos los que
van tomando conciencia de que este planteamiento se queda muy corto, pues no
responde a la realidad. La vida no es un «gran mecano», ni el hombre sólo «una
pieza» de un mundo que pueda ser desentrañado por la ciencia. Por todas partes
se presiente el misterio: en el interior del ser humano, en la inmensidad del
cosmos, en la historia de la humanidad.
Por eso, surge de nuevo la
sospecha: ¿No serán justamente las «cuestiones» sobre las que la ciencia guarda
silencio, las que constituyen el sentido de la vida? ¿No será una grave
equivocación perder la respuesta al misterio de la existencia? ¿No es una tragedia
prescindir tan «ingenuamente» de Dios?
Mientras tanto, siguen ahí las
palabras de Jesús: «Convertíos, porque
está cerca el Reino de Dios. »
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
21 de enero de 1990
LA
SEGUNDA LLAMADA
Jesús los llamó
De ordinario, casi siempre que se
habla de la vocación o de la llamada de Dios, se considera que es un asunto de
jóvenes que todavía apenas han estrenado la vida.
Y, ciertamente, para un creyente
es muy importante la escucha de Dios en esa decisión o dirección inicial que
uno da a su existencia, al elegir un determinado proyecto de vida.
Pero Dios no se queda mudo al
pasar los años, y su llamada, discreta pero persistente, nos puede interpelar
cuando hemos caminado ya un buen trecho de vida. Esta «segunda llamada» puede
ser, en ocasiones, tan importante o más que la primera.
Es normal, en plena juventud,
seguir la propia vocación con temor pero también con ilusión y generosidad. La
pareja que se casa, el sacerdote que sube al altar, la religiosa que se
compromete ante Dios, saben que inician «una aventura», pero lo hacen con
entusiasmo y fe.
Luego, los roces de la vida y
nuestra propia mediocridad nos van desgastando. Aquel ideal que veíamos con
tanta claridad parece oscurecerse. Se puede apoderar de nosotros el cansancio y
la insensibilidad.
Tal vez seguimos caminando, pero
la vida se hace cada vez más dura y pesada. Ya sólo nos agarramos a nuestro
pequeño bienestar. Seguimos «tirando», pero, en el fondo, sabemos que algo ha
muerto en nosotros. La vocación primera parece apagarse.
Es precisamente en ese momento
cuando hemos de escuchar esa «segunda llamada» que puede devolver el sentido y
el gozo a nuestra vida. Dios comienza siempre de nuevo. Es posible reaccionar.
La escucha de la «segunda
llamada» es ahora más humilde y realista. Conocemos nuestras posibilidades y
nuestras limitaciones. No nos podemos engañar. Tenemos que aceptarnos tal como
somos.
Es una llamada que nos obliga a
desasimos de nosotros mismos para confiar más en Dios. Conocemos ya el
desaliento, el miedo, la tentación de la huida. N o podemos contar sólo con
nuestras fuerzas. Puede ser el momento de iniciar una vida más enraizada en
Dios.
Esta «segunda llamada» nos
invita, por otra parte, a no echar a perder por más tiempo nuestra vida. Es el
momento de acertar en lo esencial y responder a lo que pueda dar verdadero
sentido a nuestro vivir diario.
La «segunda llamada» exige
conversión y renovación. Dice L. Boros que «sólo el pecador es viejo,
pues conoce el hastío de la vida, y el hastío es una señal de vejez».
Dios sigue en silencio nuestro
caminar, pero nos está llamando. Su voz la podemos escuchar en cualquier fase
de nuestra vida, como aquellos discípulos de Galilea que, siendo ya adultos,
siguieron la llamada de Jesús.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
25 de enero de 1987
EL DIA
DEL SEÑOR
Convertíos
El domingo se llama justamente
así porque es el día del Señor (dies
dominica), es decir, el día en que, ya desde los primeros tiempos, los
cristianos se reunían para celebrar la resurrección del Señor.
Según todas las tradiciones, los
discípulos se encontraron con el Resucitado al día siguiente del “sabbat” o
sábado y desde entonces, ese día se ha convertido para los cristianos en un día
especial, el día de la alegría y la esperanza, el día festivo por excelencia.
El Concilio Vaticano II, al
invitar a los creyentes a descubrir de nuevo toda la importancia y hondura que
encierra el domingo, nos dice que «el día del Señor es el fundamento y el
núcleo de toda la vida litúrgica”.
Más que una obligación privada e
individual de cada cristiano, celebrar el domingo es deber y misión de toda la
Iglesia que está llamada a ser testigo de la esperanza que la resurrección del
Señor ha abierto para todos los hombres y mujeres.
Sin esa celebración semanal de la
resurrección de Cristo, la esperanza de la Iglesia se debilitaría. Se entienden
bien las palabras de Emérito, aquel
cristiano del siglo tercero que, acusado ante ci procónsul de reunión ilícita
el domingo, ie dice así: «Es cierto, hemos celebrado en mi casa el día del
Señor. Nosotros no podemos vivir sin celebrar el día del Señor”.
Los cristianos no interrumpimos
el trabajo semanal para “pasar el fin de semana” sino “para celebrar el domingo”,
el día del Señor. Y para esto, no basta dejar el atuendo de trabajo y “vestirse
de domingo”. Es necesario, además, revestirnos interiormente de alegría.
Reavivar en nosotros la esperanza en Cristo resucitado.
El domingo no es, sin embargo,
una especie de “aniversario” de Jesús resucitado. No es el recuerdo de un hecho
pasado cada vez más alejado de nosotros. Es la celebración de Cristo resucitado
que vive y está presente ahora en medio de la historia de los hombres y en lo
más hondo de mi propia vida.
En la iglesia más suntuosa o en
el templo más humilde y retirado, cada vez que unos cristianos se reúnen el
domingo para celebrar el día del Señor, sean muchos o sean pocos, elevan sobre
la tierra un signo de esperanza.
Por eso, celebrar el domingo es
mucho más que cumplir un deber religioso. Es alimentar semanalmente nuestra
esperanza cristiana y anunciarla a todos los hombres.
Cada domingo es nuestro grito
obstinado de esperanza incansable, indestructible, en medio de una sociedad, a
veces, tan triste y desencantada.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
22 de enero de 1984
NUNCA ES
TARDE
Convertíos
porque está cerca el Reino de los cielos.
No nos gusta hablar de
conversión. Casi instintivamente, pensamos en algo triste, penoso, muy unido a
la penitencia, la mortificación y el ascetismo. Un esfuerzo casi imposible para
el que no nos sentimos ya con humor ni con fuerzas.
Pero, si nos detenemos ante el
mensaje de Jesús, escuchamos, antes que nada, una llamada alentadora para
cambiar nuestro corazón y aprender a vivir de una manera más humana, porque
Dios está cerca y quiere poner nueva vida en nuestra vida.
La conversión de la que habla
Jesús no es algo forzado. Es un cambio que va creciendo en nosotros en la
medida en que vamos cayendo en la cuenta de que Dios es alguien que quiere
hacer nuestra vida más humana y feliz.
Porque, convenirse no es, antes
que nada, intentar hacer desde ahora todo «mejor», sino sabernos encontrar con
ese Dios que nos quiere mejores y más humanos. No se trata sólo de «hacerse
buena persona» sino de volver a aquél que es bueno con nosotros.
Por eso, la conversión no es algo
triste sino el descubrimiento de la verdadera alegría. No es dejar de vivir
sino sentirse más vivo que nunca. Descubrir hacia dónde debemos vivir. Comenzar
a intuir todo lo que significa vivir.
Convertirse es algo gozoso. Es
limpiar nuestra mente de egoísmos e intereses que empequeñecen nuestro vivir
cotidiano. Liberar ci corazón de angustias y complicaciones creadas por nuestro
afán de dominio y posesión. Liberarnos de objetos que no necesitamos y vivir
para personas que nos necesitan.
Uno comienza a convertirse,
cuando descubre que lo importante no es preguntarse: «cómo puedo ganar más
dinero?», sino «cómo puedo ser más humano?». No «cómo puedo llegar a conseguir
algo?» sino «cómo puedo llegar a ser yo mismo?».
Cuando uno se va convirtiendo a
ese Dios del que nos habla Jesús, sabe que no ha de temerse a sí mismo ni tener
miedo de sus zonas más oscuras. Hay un Dios a quien nos podemos acercar tal
como somos.
Si, al pasar los años, no nos
hemos encontrado nunca con este Dios, podremos llegar a ser algo importante,
pero habremos equivocado el sentido de nuestra vida.
Cuando hoy escuchemos la llamada
de Jesús: «Convertías porque está cerca
el Reino de Dios», pensemos que nunca es tarde para convertirse, porque
nunca es tarde para amar, nunca es tarde para ser más feliz, nunca es demasiado
tarde para dejarse perdonar y renovar por Dios.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
25 de enero de 1981
SEGUIR A
JESUS
… y le
siguieron.
Si preguntáramos a muchos
cristianos qué entienden por fe, descubriríamos que para muchos la fe se reduce
a la pertenencia a la Iglesia, la confesión firme de un credo, la adhesión a la
moral católica o el cumplimiento de unos ritos cultuales.
En las primeras comunidades
cristianas nos hubieran respondido de otra manera. Creer en Jesús es seguirle. Ese es el término casi técnico
que emplean los primeros creyentes. Cristiano es el hombre que se esfuerza por
construir su vida siguiendo las huellas de su Maestro.
Quizás después de veinte siglos,
los cristianos necesitamos recordar de nuevo que el elemento esencial y primero
de la fe cristiana consiste en seguir
a Jesucristo.
Pero debemos entender bien este
seguimiento. No se trata de una postura infantil e inmadura de imitación en la
que falta espíritu creador y responsable.
No se trata de la mera imitación
de un modelo, como si debiéramos copiar literalmente y desde fuera los gestos
de Jesús.
Seguir a Jesús es, más bien,
inspirarse en él para continuar hoy de manera responsable la obra apasionante
de «redención del hombre» comenzada con él y por él. Asumir las grandes
actitudes que dieron sentido a su vida y vivirlas hoy en nuestro propio
contexto histórico de manera creadora.
Considerada así, la fe cristiana
adquiere otro dinamismo y otra vitalidad. Ser cristiano es ir descubriendo poco
a poco el significado salvador que se encierra en Jesús, irse identificando con
las actitudes fundamentales que dieron sentido a su existencia, ir adquiriendo su «estilo de vida».
Se trata de creer lo que él
creyó, dar importancia a lo que él le dio, interesarse por lo que él se
interesó, defender la causa que él defendió, mirar a los hombres como él los
miró, acercarse a los necesitados como él lo hizo, amar a las gentes como él
las amó, confiar en el Padre como él confió, enfrentarse a la vida con la
esperanza con que él se enfrenté.
Los primeros creyentes
entendieron la vida cristiana como una aventura constante de renovación, un
irse haciendo «hombres nuevos».
Si la fe es seguimiento de Jesús,
debemos preguntarnos todos sinceramente a quién seguimos en nuestra vida, qué
mensajes escuchamos, a qué líderes nos adherimos, qué causas defendemos y a qué
intereses obedecemos, al mismo tiempo que pretendemos ser cristianos, es decir,
«seguidores» de Jesucristo.
José Antonio Pagola
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