El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
La Epifanía del Señor (A)
EVANGELIO
Venimos de Oriente a adorar al Rey.
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Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 1-12
Jesús nació en
Belén de Judea en tiempos del rey Herodes.
Entonces, unos
magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
-« ¿Dónde está el
Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos
a adorarlo.»
Al enterarse el rey
Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes
y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.
Ellos le
contestaron:
-«En Belén de
Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
"Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel."»
"Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel."»
Entonces Herodes
llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había
aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
-«Id y averiguad
cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo
también a adorarlo.»
Ellos, después de
oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto
salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el
niño.
Al ver la estrella,
se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María,
su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le
ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido
en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra
por otro camino.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2016-2017 -
6 de enero de 2017
RESPONDER
A LA LUZ
Según el gran teólogo Paul
Tillich, la gran tragedia del hombre moderno es haber perdido la dimensión de
profundidad. Ya no es capaz de preguntar de dónde viene y adónde va. No sabe
interrogarse por lo que hace y debe hacer de sí mismo en este breve lapso de
tiempo entre su nacimiento y su muerte.
Estas preguntas no encuentran ya
respuesta alguna en muchos hombres y mujeres de hoy. Más aún, ni siquiera son
planteadas cuando se ha perdido esa «dimensión de profundidad». Las
generaciones actuales no tienen ya el coraje de plantearse estas cuestiones con
la seriedad y la hondura con que lo han hecho las generaciones pasadas.
Prefieren seguir caminando en tinieblas.
Por eso, en estos tiempos hemos
de volver a recordar que ser creyente es, antes que nada, preguntar
apasionadamente por el sentido de nuestra vida y estar abiertos a una
respuesta, aun cuando no la veamos de manera clara y precisa.
El relato de los magos ha sido
visto por los Padres de la Iglesia como ejemplo de unos hombres que, aun
viviendo en las tinieblas del paganismo, han sido capaces de responder
fielmente a la luz que los llamaba a la fe. Son hombres que, con su actuación,
nos invitan a escuchar toda llamada que nos urge a caminar de manera fiel hacia
Cristo.
Nuestra vida transcurre con
frecuencia en la corteza de la existencia. Trabajos, contactos, problemas,
encuentros, ocupaciones diversas, nos llevan y traen, y la vida se nos va
pasando llenando cada instante con algo que hemos de hacer, decir, ver o
planear.
Corremos así el riesgo de perder
nuestra propia identidad, convertirnos en una cosa más entre otras y vivir sin
saber ya en qué dirección caminar. ¿Hay una luz capaz de orientar nuestra
existencia? ¿Hay una respuesta a nuestros anhelos y aspiraciones más profundas?
Desde la fe cristiana, esa respuesta existe. Esa luz brilla ya en ese Niño
nacido en Belén.
Lo importante es tomar conciencia
de que vivimos en tinieblas, de que hemos perdido el sentido fundamental de la
vida. Quien reconoce esto no se encuentra lejos de iniciar la búsqueda del
camino acertado.
Ojalá en medio de nuestro vivir
diario no perdamos nunca la capacidad de estar abiertos a toda luz que pueda iluminar
nuestra existencia, a toda llamada que pueda dar profundidad a nuestra vida.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2013-2014 -
6 de enero de 2014
Título
---
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 – JESÚS ES PARA TODOS.
6 de enero de 2011
¿A QUIÉN
ADORAMOS?
(Ver homilía del 6 de enero de
2008).
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 – RECREADOS POR JESÚS.
6 de enero de 2008
¿A QUIÉN
ADORAMOS?
Cayendo de rodillas, lo adoraron.
Los magos vienen del «Oriente»,
un lugar que evoca en los judíos la patria de la astrología y de otras ciencias
extrañas. Son paganos. No conocen las Escrituras Sagradas de Israel, pero sí el
lenguaje de las estrellas. Buscan la verdad y se ponen en marcha para
descubrirla. Se dejan guiar por el misterio, sienten necesidad de «adorar».
Su presencia provoca un
sobresalto en todo Jerusalén. Los magos han visto brillar una estrella nueva
que les hace pensar que ya ha nacido «el rey de los judíos» y vienen a «adorarlo».
Este rey no es Augusto. Tampoco Herodes. ¿Dónde está? Ésta es su
pregunta.
Herodes se «sobresalta». La
noticia no le produce alegría alguna. Él es quien ha sido designado por Roma
«rey de los judíos». Hay que acabar con el recién nacido: ¿dónde está ese rival
extraño? Los «sumos sacerdotes y letrados» conocen las Escrituras y
saben que ha de nacer en Belén, pero no se interesan por el niño ni se ponen en
marcha para adorarlo.
Esto es lo que encontrará Jesús a
lo largo de su vida: hostilidad y rechazo en los representantes del poder
político; indiferencia y resistencia en los dirigentes religiosos. Sólo quienes
buscan el reino de Dios y su justicia lo acogerán.
Los magos prosiguen su larga
búsqueda. A veces, la estrella que los guía desaparece dejándolos en la
incertidumbre. Otras veces, brilla de nuevo llenándolos de «inmensa alegría».
Por fin se encuentran con el Niño, y «cayendo de rodillas, lo adoran».
Después, ponen a su servicio las riquezas que tienen y los tesoros más valiosos
que poseen. Este Niño puede contar con ellos pues lo reconocen como su Rey y
Señor.
En su aparente ingenuidad, este
relato nos plantea preguntas decisivas: ¿ante quién nos arrodillamos nosotros?,
¿cómo se llama el «dios» que adoramos en el fondo de nuestro ser? Nos decimos
cristianos, pero ¿vivimos adorando al Niño de Belén?, ¿ponemos a sus pies
nuestras riquezas y nuestro bienestar?, ¿estamos dispuestos a escuchar su
llamada a entrar en el reino de Dios y su justicia? En nuestras vidas siempre
hay alguna estrella que nos guía hacia Belén.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
6 de enero de 2005
ADORAR
(Ver homilía del 6 de enero de 1990)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
6 de enero de 2002
ACOGER A
LOS NIÑOS
Vieron al
niño con María, su madre.
No es fácil adoptar una postura
acertada con los niños. Lo saben muy bien los padres y educadores. A veces, los
idealizamos ingenuamente. Otras, descargamos sobre ellos nuestra irritación. En
ocasiones, los utilizamos. Casi siempre los sometemos a nuestra voluntad. La actitud
sorprendente de Jesús ante los pequeños y su invitación a acoger a los niños
nos han de hacer pensar.
El niño es siempre un ser débil y
vulnerable. Basta mirarlo con un poco de ternura. Su vida es frágil. Si no es
acogido y protegido con amor, está llamado a sufrir lo indecible. Sin amor,
nadie crece de manera sana y feliz.
El niño es sólo una «promesa de
vida». Sólo lo pueden acoger y cuidar bien quienes lo miran con esperanza. Para
ser un buen padre o un buen educador hay que olvidarse de cálculos. Hay que
amar al niño sin ver resultados inmediatos. No todo se puede planificar. Lo
importante es creer, confiar y acompañar con paciencia.
Rara vez el niño agradece lo que
está recibiendo. Sólo se le puede querer con amor gratuito, a fondo perdido. El
padre o el educador que pretenda exigir una respuesta adecuada a lo que está
haciendo por él, se sentirá frustrado. Aquí no funciona la reciprocidad. Sólo
son buenos padres y buenos educadores quienes disfrutan buscando el bien del
niño y no su respuesta agradecida.
Al niño hay que tratar con
alegría que es el signo que acompaña siempre a cualquier tarea creadora. Hacer
feliz a un niño es ayudarle a ser bueno. Enseñarle a disfrutar y enseñarle a
vivir. Esos niños de rostro triste y mirada apagada nos están acusando a todos.
No les estamos transmitiendo la alegría de vivir.
Hay algo más. También los niños
nacidos en esta sociedad tienen derecho a que alguien los inicie en la
reflexión personal, en una cierta vida interior y en la apertura a Dios. Pocas
cosas me apenan más que esos jóvenes a veces tan vacíos de interioridad y tan
desvalidos para descubrir un sentido un poco hondo e inteligente a sus vidas.
No hay mejor «regalo de Reyes» para un niño que encontrarse en la vida con un
buen padre o un buen educador.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
6 de enero de 1999
REGALOS
Le ofrecieron regalos.
Es
una costumbre ya tradicional en estas fechas el intercambio de regalos
realizado de diversas maneras. En los países nórdicos es Papá Noël o Santa
Claus el portador de la ilusión. Entre nosotros los Magos de Oriente o el
Olentzero que se desliza por las chimeneas. En Rusia la legendaria Babushka. En
Italia la simpática Befana. Y en muchos países el mismo niño Jesús.
Hoy
el regalo navideño ha adquirido una importancia excepcional. Todo ha sido
convenientemente explotado por una sociedad que nos invita a comprar, consumir
y gastar siempre más y más. Lo paradójico de esta sociedad es que sabe promover
gestos tan humanos como el regalo, vaciándolos de su contenido más profundo.
Regalar
es un gesto entrañablemente humano, pues expresa nuestro deseo de ofrecer algo
gratis o, mejor, damos gratuitamente al amigo o a la persona querida. Pero
nuestra sociedad interesada y egoísta está olvidando lo que es el verdadero
regalo. Corremos el riesgo de convertirlo todo en cumplimiento, interés y
cálculo interesado.
Por
otra parte, es más fácil dar un regalo a nuestros hijos, nuestra esposa o a las
personas queridas, que ofrecerles cercanía, escucha sincera, entrega generosa y
amor paciente cada día.
Otras
veces, «ponemos regalos» a nuestros hijos en una actitud de ostentación y de
envidia o para sobresalir por encima de los demás. Lo importante es que la
bicicleta de nuestro hijo sea más hermosa que la del vecino. Cuántos niños
sufrirán amargamente esta mañana de Reyes al comparar con envidia su regalo con
el de sus pequeños compañeros.
Estamos
creando una sociedad de envidiosos que sólo disfrutan poseyendo más que los
demás, sin descubrir el gozo del compartir y del regalar. Y, mientras tanto,
apenas recordará nadie el regalo que los Magos agradecen en Belén. El regalo
que nos ha hecho el mismo Dios, el único que sabe regalar de verdad. El que nos
ha manifestado su amor insondable regalándonos a su Hijo. «En Él se nos ha manifestado el amor de Dios nuestro Salvador y su amor
a los hombres» (Tt 3, 4).
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
6 de enero de 1996
ABRIR FRONTERAS
Hemos visto salir su estrella.
La
noción de frontera como límite preciso entre dos estados ha surgido en la edad
moderna, al desarrollarse estados con una administración centralizada. En sus
inicios, la frontera era, más bien, una zona bastante deshabitada, de libre
tránsito, entre dos grupos humanos diferentes. De hecho, las fronteras
concretas que conocemos en la actualidad son un producto histórico, y
representan, con frecuencia, el resultado más o menos estable de un pacto entre
dos tendencias expansionistas.
Las
fronteras indican la existencia de grupos humanos diferentes, y no deben ser
condenadas sin más, pues pueden ser lugar de encuentro, comunicación y
entendimiento entre los grupos que están a ambos lados de las mismas. Sin
embargo, cuando se imponen por la fuerza, cuando se cierran herméticamente a
toda comunicación, o cuando se convierten en puntos de conflicto y
enfrentamiento violento, las fronteras son el mejor exponente del fracaso de la
fraternidad humana.
En
la actualidad hay otras fronteras más difíciles de detectar que las fijadas por
ríos o montañas. Son las fronteras económicas, fruto de egoísmos individuales y
colectivos, que van ahondando cada vez más la separación y la insolidaridad más
trágica entre pueblos y hasta continentes enteros. Basta pensar en la
construcción de la Europa
del bienestar, cerrada a los pueblos hambrientos.
¿Qué
significan estas divisiones levantadas por los hombres, desde una perspectiva
evangélica, según la cual, la fraternidad universal es meta del hombre y de las
sociedades? No faltan pecados y sombras en la vida de la Iglesia , pero no por ello
deja de esforzarse por ser «signo de la
unidad del género humano» (Concilio Vaticano II). El impulso misionero, la
apertura universal de todos los pueblos, la solidaridad entre las Iglesias
están al servicio de la evangelización, pero también de la fraternidad
universal, pues el evangelio que anuncian los misioneros lleva consigo el
esfuerzo y la promesa de establecer unas relaciones más fraternas y solidarias
entre los pueblos.
La
fiesta cristiana de la
Epifanía es el anuncio de la salvación de Dios para todos los
pueblos y, al mismo tiempo, una invitación a abrir fronteras para vivir la fe
de manera más universal. La
Iglesia ha de contribuir eficazmente a promover un mundo sin
fronteras egoístas e insolidarias.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
6 de enero de 1993
UN OLVIDO GRAVE
Se pusieron en camino.
El
cristianismo presenta a Cristo como portador de salvación, pero no pocos se
preguntan hoy de qué nos puede «salvar» una religión: ¿qué necesidad tenemos
nosotros de una «salvación» de naturaleza religiosa? Difícilmente podrá el
hombre contemporáneo intuir las posibilidades que encierra la experiencia
religiosa si no es capaz de detectar sus dolencias más profundas, las enfermedades
que están arruinando su vida.
Uno
de estos males es, sin duda, el olvido del misterio. El hombre ha desarrollado
de manera extraordinaria la razón, pero está perdiendo sabiduría para captar el
misterio. La técnica, con su lenguaje neutral de datos y códigos, es plana y
sin misterio. Los medios de comunicación difunden una cultura del
«entretenimiento», sin eco ni profundidad alguna. Las noticias se suceden unas
a otras, sin tiempo para la reflexión. Atrae lo aparatoso o lo truculento, las
emociones del «reality show», el sexo convertido en consumo, la cultura del
«usar y tirar».
Y,
sin embargo, el misterio nos acompaña de manera permanente, y no es difícil
vislumbrarlo. Detrás de ese rostro que podemos ver con nuestros ojos, está el
misterio de la persona. Tras el cuerpo y la figura del ser querido, se esconde
el misterio de su afecto, su inteligencia, su amor. Detrás de lo que podemos
ver y tocar, late el misterio de la interioridad, el espíritu, la vida. Lo que
nosotros observamos es el rostro exterior, pero «lo esencial es invisible a los
ojos» (Saint-Exupéry).
Este
misterio que hay en la vida no es precisamente enigma u oscuridad; es
sencillamente una realidad más profunda y superior, que escapa a nuestra
visión. No es algo opuesto a la razón; es la cara oculta pero real de lo que
nosotros percibimos, lo que da más claridad y sentido a todo.
La
vida nos remite siempre al misterio: ¿qué hay tras la armonía insondable del
cosmos? ¿Hacia dónde apunta el anhelo de bondad, belleza y verdad que late en
el ser humano? ¿De dónde viene y hacia dónde va la humanidad? ¿Con qué nombre
designar ese «misterio invisible» que se esconde detrás de todo lo que nosotros
vemos o sentimos?
Las
religiones responden: «El misterio del mundo se llama Dios.» Jesús concreta: «El
misterio de Dios es Amor.» Lo profundo de la existencia no es algo tenebroso,
es amor de un Dios Padre. Sin ese misterio de Amor, la vida se convierte en
laberinto, nuestros pasos se pierden por caminos equivocados.
Los
hombres se olvidan del misterio pero Dios no se olvida de ellos. Como escribía J.M. Rovira, Dios «se acerca a ellos
buscando la rendija que el hombre mantiene abierta a lo verdadero, a lo bueno,
a lo bello, a lo humano». Dios sigue ahí, presencia desconocida u olvidada,
sosteniendo y alentando desde el misterio la vida de todo ser humano. El relato
de los Magos buscando al Salvador es una invitación a caminar por la vida
abiertos al Absoluto.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
6 de enero de 1990
ADORAR
Cayendo de rodillas, lo adoraron.
Se habla hoy mucho de crisis de
fe religiosa, pero apenas se dice algo sobre la crisis del sentimiento
religioso. Y, sin embargo, como apunta algún teólogo, el drama del hombre
contemporáneo no es, tal vez, su incapacidad para creer, sino su dificultad
para sentir a Dios como Dios. Incluso los mismos que se dicen creyentes parecen
estar perdiendo capacidad para vivir ciertas actitudes religiosas ante Dios.
Un ejemplo claro es la dificultad
para adorarlo. En tiempos no muy lejanos, parecía fácil sentir reverencia y
adoración ante la inmensidad y misterio insondable de Dios. Es más difícil hoy
adorar a quien reducimos a veces tan ligeramente a compañero o «colega».
Para adorar a Dios es necesario
sentirnos criaturas, infinitamente pequeños ante El, pero infinitamente amados.
Admirar su grandeza insondable y gustar su presencia cercana y amorosa que
envuelve todo nuestro ser.
La adoración es admiración. Es
amor y entrega. Es rendir nuestro ser a Dios y quedarnos en silencio agradecido
y gozoso ante El, admirando su misterio desde nuestra pequeñez e
insignificancia.
Nuestra dificultad para adorar
proviene de raíces diversas. Quien vive aturdido interiormente por toda clase
de ruidos y zarandeado por mil impresiones pasajeras sin detenerse nunca ante
lo esencial, difícilmente encontrará «el rostro adorable» de Dios.
Para adorar a Dios es necesario
detenerse ante el misterio del mundo y saber mirarlo con amor. Quien mira la
vida amorosamente hasta el fondo, comenzará a vislumbrar las huellas de Dios
antes de lo que sospecha.
Por otra parte, sólo Dios es
adorable. Ni las cosas más valiosas ni las personas más amadas son dignas de
ser adoradas como El. Por eso hay que ser libre interiormente para poder adorar
a Dios de verdad.
Esta adoración a Dios no aleja
del compromiso. Quien adora a Dios lucha contra todo lo que destruye a ese
hombre que es su «imagen sagrada». Quien adora al Creador respeta y defiende
todo lo que vive. Están íntimamente unidas adoración y solidaridad, adoración y
ecología. Se entienden las palabras del gran científico y adorador que fue Teilhard
de Chardin: «Cuanto más hombre se haga el hombre, más experimentará la
necesidad de adorar».
El relato de los Magos nos ofrece
un modelo de auténtica adoración. Estos sabios saben mirar el cosmos hasta el
fondo, captar sus signos, acercarse al Misterio y ofrecer su humilde homenaje a
ese Dios encarnado en nuestra vida.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
6 de enero de 1987
ENCONTRAR A DIOS
Se llenaron de inmensa alegría.
El
relato de Mateo nos dice que, después de superar momentos de desconcierto e
incertidumbre, los magos “se llenaron de alegría al ver la estrella» que les
indicaba la presencia del Señor.
Son
muchos los que no pueden siquiera sospechar que encontrarse con Dios pueda
producir alegría. Llevan muchos años reprimiendo de manera constante y
sistemática toda llamada interior y se han hecho ya insensibles a la presencia
de lo divino.
Otros
se dicen creyentes pero les falta precisamente la experiencia personal de Dios.
Y, como dice C. G. Jung, “mientras la
religión no sea sino creencia y forma exterior, y lo religioso no se convierta
en experiencia de la propia alma, no ha tenido lugar lo fundamental”.
Por
eso hemos de felicitarnos por ese nuevo y excelente libro con que acaba de
regalarnos José María Mendiola.
Venciendo
el pudor natural de quien habla de lo más íntimo y secreto de su corazón, el
escritor donostiarra nos desvela de manera cautivadora la historia de su seducción
por Dios.
Porque
eso es, sobre todo, su libro “Encontrar a
Dios”. La apasionante aventura de un hombre de nuestros días que siente la
nostalgia de Dios, se adentra por caminos de silencio, meditación e
interiorización y nos dice con la convicción de quien ha tocado algo real: «No
hay soledad.., la soledad es imposible... Dios está siempre ahí, a tu lado, en
tu interior».
Sospecha
el escritor que el lector que no haya conocido esta experiencia inenarrable
pensará con razón que está loco quien así habla. No lo sé. Tal vez, más de uno
quedará tocado por lo genuino de su testimonio y se pregunte si no nos
estaremos perdiendo lo mejor de la vida.
Porque,
¿qué podemos pensar ante un hombre convencido, que nos repite una y otra vez
que no hay nada comparable ni de lejos con el regalo del encuentro con Dios o
cuando nos asegura fascinado que en la oración hay un placer inmenso,
exquisito, dulce, apasionante?
Tal
vez, José María Mendiola nos comunica
lo mejor de su experiencia precisamente cuando se queda sin palabras para
explicarla: “Algo ocurre dentro de la persona. No sé explicar qué puede ser ese
algo. Solamente sé que sucede, y que este suceso te marca para toda la vida”.
Cada
uno tiene que descubrirlo, experimentarlo y disfrutarlo. Como nos dice el escritor:
“Dios está pugnando por salir, dentro de cada uno de nosotros. Está empujando,
está necesitando que el hombre despierte de una vez del horrible sueño en el
que está inmerso. Dios es despertar”.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
6 de enero de 1984
SIN FRONTERAS
Unos magos de Oriente se presentaron en Belén.
El
mensaje central del relato que Mateo nos ofrece de los magos es claro: el
Salvador nacido en Belén es para todos los hombres. La salvación que trae
Jesucristo es para toda la humanidad.
Vivimos
en un siglo que pretende llamarse del hombre universal, cósmico, planetario.
Pero los hombres andamos divididos, enfrentados, despedazados en bloques,
razas, pueblos, naciones, regiones. ¿No podrá el amor universal nacido de la fe
en Cristo salvar distancias, unir divisiones, curar rupturas?
¿Dónde
ha quedado el carácter universal y católico del cristianismo? Si somos
honestos, hemos de reconocer que también los cristianos vivimos divididos por
particularismos ideológicos, políticos y sentimentales. Separados por
discriminaciones, rupturas y sectarismos de origen diverso.
Vivimos
nuestra fe con horizonte estrecho. Nuestro amor no es universal, sin fronteras,
amplio, capaz de entender a todos los hombres y buscar la justicia y el bien
para todos los pueblos.
Vivimos
encerrados cada uno en nuestras propias adhesiones y grupos. Incluso de
espaldas a otros grupos cristianos. Sin sufrir demasiado por las rupturas que
se dan en nuestra propia Iglesia.
¿Cómo
caminar hacia esa actitud amplia y universal que exige la adhesión al Salvador
del mundo? Como ha dicho Aragón: «Ya
no son éstos, días para vivir separados». Los cristianos hemos de adoptar una
postura de colaboración eficaz en esta tarea de unir fraternalmente a los hombres
y mujeres del mundo.
¿Qué
es lo que sucede entre nosotros? ¿No hemos asimilado el amor de Cristo en
nuestras comunidades? Porque el amor de Cristo hace universal al hombre. Abre
su horizonte y lo hace profunda y anchamente universal.
Teilhard de Chardin escribía hace unos años: «No es posible
fijar habitualmente la mirada sobre los grandes horizontes descubiertos por la
ciencia, sin que surja un deseo oscuro de ver ligarse entre los hombres una
simpatía y un conocimiento crecientes, hasta que, bajo los efectos de alguna
atracción divina, no existan más que un solo corazón y un alma única sobre la
faz de la tierra».
En
esta mañana de Reyes, el relato de los magos nos descubre en ese Niño de Belén
esa «atracción divina» de la que habla Teilhard
de Chardin. Ese Niño nos invita a los creyentes a ensanchar nuestro
horizonte, vivir nuestra fe con mayor amplitud y ser creadores de un clima de
simpatía universal con todos los hombres y mujeres de la tierra.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
6 de enero de 1981
UN HORIZONTE MÁS UNIVERSAL
Unos Magos de Oriente...
Una
vez más, han pasado las fiestas de Navidad. Fiestas llenas de hondura y
contenido religioso. Fiestas que llenan de esperanza el corazón del creyente,
al mismo tiempo que le invitan a cambiar.
Pero,
una vez más, es fácil que toda la hondura cristiana de estas fiestas se nos
haya escapado en la superficialidad de unas cenas abundantes, en la banalidad
de una despedida agridulce del año o en la compra casi alocada de regalos.
No
es fácil en esta sociedad entender el significado profundo de la Navidad. «Dios hecho
hombre».
Cuando
todos queremos subir, Dios quiere «bajar». Cuando todos nos queremos dar
importancia, Dios se hace «poco importante». Cuando todos queremos ser ricos,
Dios se hace pobre. Cuando cada uno parece que nos preocupamos sólo de nuestras
cosas, desentendiéndonos de los demás, Dios se hace solidario de los hombres.
Hoy,
en esta fiesta de Reyes que cierra la celebración navideña, recordamos otro
aspecto importante del gesto de Dios encarnado. El Señor viene a salvar a todos
los hombres.
La
dimensión universal es algo esencial en la vida de un creyente. La experiencia
de tener a Dios como Padre es una llamada a la fraternidad universal con todos
los hombres.
Nuestro
país está viviendo momentos decisivos para su futuro. Es grande el esfuerzo que
hay que realizar para no perder la identidad de pueblo «euskaldun» tan
gravemente amenazada. En el orden político, vivimos pendientes de los logros
concretos que permitan un autogobierno cada vez más real. La crisis económica
absorbe nuestras preocupaciones.
Es
fácil en esta situación olvidar que somos parte de una familia humana más
amplia, y que hay otros pueblos que viven en «el tercer mundo».
En
realidad, pertenecemos al mundo de los privilegiados, y sería una burla
disputar entre nosotros por un mayor bienestar y libertad, olvidando
egoístamente a pueblos que viven sumidos en la miseria y la opresión.
Los
de los pueblos privilegiados debemos vivir siempre con la sospecha de ser
opresores, tal vez, pequeños «opresores oprimidos».
A
la lucha por una sociedad más justa en los pueblos del tercer mundo, debe
responder aquí, entre nosotros, la lucha y la resistencia contra el ideal de
tener siempre más y vivir siempre mejor, al margen de todos los demás pueblos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
ACOGER A
LOS NIÑOS
Vieron al niño con María, su madre.
No es fácil adoptar una postura
acertada con los niños. Lo saben muy bien los padres y educadores. A veces, los
idealizamos ingenuamente. Otras, descargamos sobre ellos nuestra irritación. En
ocasiones, los utilizamos. Casi siempre los sometemos a nuestra voluntad. La
actitud sorprendente de Jesús ante los pequeños y su invitación a acoger a los
niños nos han de hacer pensar.
El niño es siempre un ser débil y
vulnerable. Basta mirarlo con un poco de ternura. Su vida es frágil. Si no es
acogido y protegido con amor, está llamado a sufrir lo indecible. Sin amor,
nadie crece de manera sana y feliz.
El niño es sólo una «promesa de
vida». Sólo lo pueden acoger y cuidar bien quienes lo miran con esperanza. Para
ser un buen padre, una buena madre o un buen educador hay que olvidarse de
cálculos. Hay que amar al niño sin ver resultados inmediatos. No todo se puede
planificar. Lo importante es creer, confiar y acompañar con paciencia.
Rara vez el niño agradece lo que
está recibiendo. Sólo se le puede querer con amor gratuito, a fondo perdido. El
padre, la madre o el educador que pretenda exigir una respuesta adecuada a lo
que está haciendo por él, se sentirá frustrado. Aquí no funciona la
reciprocidad. Sólo son buenos padres y buenos educadores quienes disfrutan
buscando el bien del niño y no su respuesta agradecida.
Al niño hay que tratar con
alegría que es el signo que acompaña siempre a cualquier tarea creadora. Hacer
feliz a un niño es ayudarle a ser bueno. Enseñarle a disfrutar y enseñarle a
vivir. Esos niños de rostro triste y mirada apagada nos están acusando a todos.
No les estamos transmitiendo la alegría de vivir.
Hay algo más. También los niños
nacidos en esta sociedad tienen derecho a que alguien los inicie en la
reflexión personal, en una cierta vida interior y en la apertura a Dios. Pocas
cosas me apenan más que esos jóvenes a veces tan vacíos de interioridad y tan
desvalidos para descubrir un sentido un poco hondo e inteligente a sus vidas.
No hay mejor «regalo de Reyes» para un niño que encontrarse en la vida con un
buen padre, una buena madre o un buen educador.
José Antonio Pagola
HOMILIA
Matar o
adorar
HERODES y su corte de Jerusalén
representan el mundo de los poderosos. Todo vale en este mundo con tal de
asegurar el propio poder: el cálculo, la estrategia y la mentira. Vale incluso
la crueldad, el terror, el desprecio al ser humano y la destrucción de los
inocentes. Es un mundo que conocemos bien pues respiramos su atmósfera hasta la
náusea. Parece un mundo grande y poderoso, se nos presenta como defensor del
orden y la justicia, pero es débil y mezquino pues termina siempre buscando al
niño «para matarlo».
Según el relato de Mateo, unos
magos venidos de Oriente irrumpen en este mundo de tinieblas. Algunos exegetas
interpretan hoy la leyenda evangélica acudiendo a la sicología de lo profundo.
Los magos representan el camino que siguen quienes escuchan los deseos más
nobles del corazón humano: la estrella que los guía es la nostalgia de lo
divino; el camino que recorren es el deseo. Para descubrir lo divino en lo
humano, para adorar al niño en vez de buscar su muerte, para reconocer la
dignidad del ser humano en vez de destruirla, hay que recorrer un camino muy
diferente del que sigue Herodes.
No es un camino fácil. No basta
escuchar la llamada del corazón; hay que ponerse en marcha, exponerse, correr
riesgos. El gesto final de los magos es sublime. No matan al niño sino que lo
adoran. Se inclinan respetuosamente ante su dignidad; ven resplandecer en él la
estrella de Dios, descubren lo divino en lo humano. Es el mensaje central del
Hijo de Dios encarnado en el niño de Belén. Podemos vislumbrar también el
significado simbólico de los regalos que ofrecen al niño. Con el oro reconocen
la dignidad y el valor inestimable del ser humano; todo ha de quedar
subordinado a su felicidad. Un niño merece que se pongan a sus pies todas las
riquezas del mundo. El incienso recoge el deseo de que la vida del niño se
despliegue y su dignidad se eleve hasta el cielo. Todo ser humano está llamado
a participar de la vida misma de Dios. La mirra es medicina para curar
enfermedad y aliviar el sufrimiento. El ser humano necesita de cuidados y
consuelo, no de violencia y agresión.
Con su atención al débil y su
ternura hacia el humillado, este Niño introducirá en el mundo la magia del
amor, única fuerza de salvación, que ya desde ahora hace temblar al poderoso
Herodes.
José Antonio Pagola
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