El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción".
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Para leer, compartir, bajarse o imprimir las homilias de José Antonio Pagola del domingo haz "clic" sobre el título del domingo, o haz "clic" sobre Ciclo A, Ciclo B o Ciclo C, en el menú superior para leer las homilias de cada ciclo.
¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
10º domingo Tiempo ordinario (C)
EVANGELIO
¡Muchacho, a ti te lo
digo, levántate!
+ Lectura del santo
evangelio según san Lucas 7,11-17
En aquel tiempo, iba Jesús camino
de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando estaba cerca de la ciudad,
resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era
viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, le dio lástima
y le dijo:
- No llores.
Se acercó al ataúd, lo tocó (los
que lo llevaban se pararon) y dijo:
- ¡Muchacho, a ti te lo digo,
levántate!
El muerto se incorporó y empezó a
hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos, daban gloria
a Dios, diciendo:
- Un gran Profeta ha surgido
entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.
La noticia del hecho se divulgó
por toda la comarca y por Judea entera.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2015-2016 -
5 de junio de 2016
EL SUFRIMIENTO HA DE SER TOMADO EN SERIO
Jesús llega a Naín cuando en la pequeña aldea se está viviendo un hecho muy triste. Jesús viene del camino, acompañado de sus discípulos y de un gran gentío. De la aldea sale un cortejo fúnebre camino del cementerio. Una madre viuda, acompañada por sus vecinos, lleva a enterrar a su único hijo.
En pocas palabras, Lucas nos ha descrito la trágica situación de la mujer. Es una viuda, sin esposo que la cuide y proteja en aquella sociedad controlada por los varones. Le quedaba solo un hijo, pero también éste acaba de morir. La mujer no dice nada. Solo llora su dolor. ¿Qué será de ella?
El encuentro ha sido inesperado. Jesús venía a anunciar también en Naín la Buena Noticia de Dios. ¿Cuál será su reacción? Según el relato, “el Señor la miró, se conmovió y le dijo: No llores”. Es difícil describir mejor al Profeta de la compasión de Dios.
No conoce a la mujer, pero la mira detenidamente. Capta su dolor y soledad, y se conmueve hasta las entrañas. El abatimiento de aquella mujer le llega hasta dentro. Su reacción es inmediata: “No llores”. Jesús no puede ver a nadie llorando. Necesita intervenir.
No lo piensa dos veces. Se acerca al féretro, detiene el entierro y dice al muerto: “Muchacho, a ti te lo digo, levántate”. Cuando el joven se reincorpora y comienza a hablar, Jesús “lo entrega a su madre” para que deje de llorar. De nuevo están juntos. La madre ya no estará sola.
Todo parece sencillo. El relato no insiste en el aspecto prodigioso de lo que acaba de hacer Jesús. Invita a sus lectores a que vean en él la revelación de Dios como Misterio de compasión y Fuerza de vida, capaz de salvar incluso de la muerte. Es la compasión de Dios la que hace a Jesús tan sensible al sufrimiento de la gente.
En la Iglesia hemos de recuperar cuanto antes la compasión como el estilo de vida propio de los seguidores de Jesús. La hemos de rescatar de una concepción sentimental y moralizante que la ha desprestigiado. La compasión que exige justicia es el gran mandato de Jesús: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”.
Esta compasión es hoy más necesaria que nunca. Desde los centros de poder, todo se tiene en cuenta antes que el sufrimiento de las víctimas. Se funciona como si no hubiera dolientes ni perdedores. Desde las comunidades de Jesús se tiene que escuchar un grito de indignación absoluta: el sufrimiento de los inocentes ha de ser tomado en serio; no puede ser aceptado socialmente como algo normal pues es inaceptable para Dios. Él no quiere ver a nadie llorando.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2012-2013 -
9 de junio de 2013
EL SUFRIMIENTO HA DE SER TOMADO EN SERIO
(Ver homilías del ciclo C - 2015/2016)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
ANESTESIA
(Ver la homilía del 8 de junio de
1986)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
10 de junio de 2007
Título
---
José Antonio Pagola
HOMILIA
2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
ANESTESIA
(Ver la homilía del 8 de junio de
1986)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
CRISIS
No llores.
Desde que nacemos, no hacemos
otra cosa que buscar, anhelar, reclamar algo que no poseemos, pero que
necesitamos para vivir con plenitud. Nuestro error está en pensar que podemos
saciar los anhelos más hondos del corazón satisfaciendo nuestras pequeñas
necesidades de cada día. Por eso, no es malo sentir la sacudida de la crisis
que nos advierte de nuestro error.
A veces, la crisis no es una
ruptura desgarradora. Sólo el «mal sabor» que va dejando en nosotros una
existencia vivida de manera frívola y mediocre. Tengo de todo, podría ser
feliz, ¿de dónde me brota esa fastidiosa sensación de vacío y false re dad?
¿Por qué esa nostalgia a veces tan fuerte de algo diferente, más bello y
auténtico que todo lo que me rodea?
Otras veces, es el cansancio, la
insatisfacción de vivir haciendo siempre lo mismo y del mismo modo, la
frustración de vivir de manera repetitiva y mecánica. ¿Eso es todo? ¿Me he de contentar
con levantarme, trabajar, descansar el fin de semana y volver de nuevo a
repetir el mismo recorrido? ¿Qué es lo que anhela mi ser?
Tarde o temprano, llega también
la crisis que rompe nuestra seguridad. Vivíamos tranquilos, sin problemas ni
preocupaciones. Todo parecía asegurado para siempre. De pronto, la sombra de
una enfermedad grave, la muerte de un ser querido, la crisis de la pareja...
¿por qué no hay paz duradera? Una cosa es clara: mis deseos no tienen límite,
pero yo soy frágil y limitado. En el fondo, ¿no estoy deseando algo que supera
todo lo que conozco?
Estoy convencido de que son
muchas las personas que experimentan algo de esto más de una vez en su vida,
aunque luego no hablen de ello ni sepan cómo explicarlo a otros. Pero estas
crisis se dan y son importantes porque crean un espacio para hacernos
preguntas, para liberarnos de engaños y para enraizar mejor nuestra vida en lo
esencial.
Los evangelistas nos presentan a
Jesús como fuente de esperanza en medio de las crisis del ser humano. En el
relato de Lucas se nos dice que Jesús se encuentra con un entierro en las
afueras de Naim. Sus ojos se fijan en una mujer rota por la desgracia: una
viuda sola y desamparada que acaba de perder a su único hijo. Jesús sólo le
dice dos palabras: «No llores».
Siempre es posible la esperanza.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
MUJERES
VIOLENTADAS
Mujer, no
llores.
Es sorprendente que una sociedad
que parece tan sensible a las diferentes violencias y opresiones, no se atreva
a abordar en profundidad la violencia que los varones ejercen sobre la mujer.
Sin embargo, esta violencia no es algo imaginario, sino, desgraciadamente, una
de las violencias más arraigadas en la Humanidad y que más sufrimiento genera
en el mundo.
Los varones que maltratan,
violentan o degradan a la mujer dentro o fuera del matrimonio son seres reales.
Hombres «respetables» que saben elevar su voz para pedir más libertad y respeto
a los derechos de las personas.
Hemos construido una sociedad
donde la mujer no puede moverse libremente sin temor a los varones. Recientes
estudios realizados en Estados Unidos indican que toda mujer tiene un 46 % de
probabilidades de ser víctima, en un determinado momento de su vida, de una
violación consumada o intentada. ¿Estamos muy lejos de estos niveles entre
nosotros? Los violadores no son necesariamente seres desequilibrados. Son fruto
ellos mismos de un clima de agresividad y violencia donde se sigue perpetuando
el dominio del varón sobre la mujer por la fuerza.
Pcro lo más grave es que todos
los datos disponibles, cada vez más abundantes, indican que las mujeres
violentadas por sus maridos son el doble que las violadas por extraños.
Vejaciones físicas y psicológicas que la esposa ha de sufrir sintiéndose
íntimamente violada por aquel que se supone que la ama.
Pero nadie parece muy interesado
en denunciar estos comportamientos. Las personas de talante conservador,
modeladas por una «cultura patriarcal», se niegan a apoyar una intervención
social en «el santuario de la familia» donde la esposa ha de estar a la total
disponibilidad del marido ya que, de alguna manera, es su «propiedad».
Las personas de talante liberal
que han acogido con gozo «la revolución sexual» se niegan a reconocer que esta
revolución, al banalizar el sexo sin desarrollar la ternura, la mutua acogida y
las relaciones personales de la pareja, está perpetuando la violencia contra la
mujer de una manera todavía más brutal y deshumanizadora.
Mientras tanto, las Iglesias no
parecen escuchar en Jesucristo un mensaje liberador para la mujer. Tal vez no
hemos descubierto todavía a ese Jesús que nos describe Lucas en su evangelio,
preocupado en poner paz y amor entre los sexos, dedicado a liberar a la mujer
de tantas vejaciones y sufrimientos y de cuyos labios salen siempre las mismas
palabras: «Mujer no llores.» Ese
Jesús que, ante la mujer y ante todos, utiliza siempre el poder no para
dominar, sino para crear y liberar del sufrimiento.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
EXPERIENCIA
NUEVA
Dios ha
visitado a su pueblo.
La religión de no pocos está
configurada por imágenes, conceptos y creencias que a ellos mismos les resultan
poco convincentes. No le falta razón al teólogo Torres Queiruga cuando describe la situación religiosa de bastantes
en estos términos: «Se cree, pero se duda
de que las cosas puedan ser así; se duda, pero no se osa preguntar; se
pregunta, pero no se dan respuestas claras... »
Tengo la impresión de que, a
veces, se vive la religión como algo anticuado y poco grato, que todavía se
conserva «por si acaso». A nadie se le oculta que esta manera de vivir la fe
«bajo eterna sospecha» no puede ser fuente de gozo interior ni estímulo para
vivir. ¿Qué hacer? ¿Echar a Dios del corazón? ¿Olvidar todo esto como algo que
sólo puede interesar a gentes que no saben vivir a la altura de los tiempos?
Estoy convencido de que muchas personas necesitan hoy ir al «núcleo de la fe»; desprenderse de
falsas ideas que les impiden el encuentro con el Dios Vivo; deshacer fantasmas
creados por el miedo. En definitiva, vivir una experiencia realmente nueva de
Dios.
Lo primero es revisar a fondo
cómo se entiende y se vive la religión. A veces, se piensa que hay como dos
mundos. Por una parte, «la religión»,
el ámbito de creencias, ritos, oraciones y deberes religiosos; el mundo que le
pertenece a Dios; lo que le interesa a Él. Por otra, «la vida humana», el mundo propiamente «nuestro», en el que nos
movemos, trabajamos y nos divertimos; el mundo de nuestros intereses.
Según esta concepción, Dios
buscaría lo que le conviene a Él, su gloria, mientras los hombres y mujeres nos
afanamos por lo que nos conviene a nosotros. O si se quiere, a Dios sólo le
interesaría de nosotros lo que está relacionado con «lo sagrado», no nuestra
vida. De hecho, no pocos viven la religión tratando de servir a Dios con la
sensación de que hacen lo que le interesa a Él, pero no lo que de verdad les
conviene a ellos.
Qué transformación cuando la
persona descubre que a Dios lo único que le interesa somos nosotros, que no
piensa en sí mismo sino en nuestro bien, que lo único que le da gloria es
nuestra vida vivida en plenitud. Yo he visto a alguien llorar de alegría al
intuir por vez primera con claridad desbordante que Dios sólo quiere nuestra
felicidad total y desde ahora mismo.
El evangelista Lucas nos describe
un entierro en la pequeña aldea de Naím. Al ver a la madre viuda que ha perdido
a su hijo único, Jesús se conmueve y le dice: «No llores. » Al comprobar la intervención vivificadora de Jesús y
ver al joven lleno de vida, la gente que capta lo sucedido grita: «Dios ha visitado a su pueblo. » Dios no
quiere que el ser humano llore.
Alguien me dijo en cierta
ocasión: «Qué suerte si Dios fuera como Vd. lo presenta; pero ¿será así?» No.
Dios no es como yo trato de presentarlo. Dios es siempre mayor y mejor que todo
lo que podamos balbucir los humanos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
PERDER AL
SER QUERIDO
No llores.
Pocas experiencias hay tan
dolorosas en la vida de la persona como la pérdida de un ser querido. El amor
no es eterno. La amistad no es para siempre. Tarde o temprano, llega el momento
del adiós. Y, de pronto, todo se nos hunde. Impotencia, pena, desconsuelo;
parece que nuestra vida ya no podrá ser nunca como antes. ¿Cómo recuperar de
nuevo el sentido de la vida?
Lo primero es recordar que
liberarse del dolor no quiere decir olvidar al ser querido o amarlo menos.
Recuperar la vida no es una deshonra ni una ofensa a la persona que se nos ha
muerto. De alguna manera, esa persona vive en nosotros. Su amor, su cariño, su
manera de ser nos han enriquecido a lo largo de los años. Ahora, hemos de
seguir viviendo.
Hemos de elegir entre hundirnos
en la pena o construir de nuevo la vida; sentirnos víctimas o mirar hacia
adelante con confianza. El pasado ya no puede cambiar. Es nuestra vida de ahora
la que podemos transformar. Reiniciar las actividades abandonadas; proponernos
vivir una hora, esta tarde, un día, sin mirar, cada vez, con angustia todo lo
que nos espera.
Tal vez, por dentro se nos
acumulan toda clase de sentimientos cuando recordamos al ser querido. Momentos
de gozo y de plenitud, recuerdos dolorosos, heridas mutuas, penas compartidas,
proyectos que han quedado a medias. Cómo ayuda entonces poder comunicar lo que
se siente a una persona amiga; poder llorar con alguien que comprende nuestro
dolor.
Puede brotar también en nosotros
el sentimiento de culpa. Ahora que hemos perdido a esa persona, nos damos
cuenta de que no la hemos comprendido, que la podíamos haber querido mejor. No
es justo torturarnos ahora por errores cometidos en el pasado. Sólo sirve para
deprimimos. Es verdad que nuestro amor siempre es imperfecto. Ahora lo
importante es aprender a perdonamos a nosotros mismos y sentirnos perdonados
por Dios.
A veces no es fácil recuperarse.
La ausencia del ser querido nos pesa demasiado, y la tristeza y el desconsuelo
se apoderan de nosotros una y otra vez. Puede ser el momento de acudir a la propia
fe. Desahogarse con Dios no es pecado. Dios no rechaza nuestras quejas. Las
entiende. Cuántos creyentes han encontrado de nuevo la fuerza y la paz en esa
oración. «No sé lo que hubiera hecho si no hubiera tenido fe)); «Dios me está
dando la fuerza que necesito.»
El evangelista Lucas nos describe
una escena conmovedora que invita a despertar nuestra fe. Al acercarse a la
pequeña aldea de Naím, Jesús se encuentra con una viuda que ha perdido a su
hijo único al que llevan a enterrar. Al verla, Jesús se conmueve. Y de sus
labios salen dos palabras que hemos de escuchar desde lo más hondo de nuestro
ser como venidas del mismo Dios: «No
llores».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
11 de junio de 1989
VIOLENCIA
CONTRA LA MUJER
Mujer, no
llores.
Es sorprendente que una sociedad
que parece tan sensible a las diferentes violencias y opresiones, no se atreva
a abordar en profundidad la violencia que los varones ejercen sobre la mujer.
Sin embargo, esta violencia no es
algo imaginario sino, desgraciadamente, una de las violencias más arraigadas en
la Humanidad y que más sufrimiento genera en el mundo.
Los varones que maltratan,
violentan o degradan a la mujer dentro o fuera del matrimonio son seres reales.
Hombres “respetables” que saben elevar su voz para pedir más libertad y respeto
a los derechos de las personas.
Hemos construido una sociedad
donde la mujer no puede mover- se libremente sin temor a los varones. Recientes
estudios realizados en Estados Unidos indican que toda mujer tiene un 46 por
100 de probabilidades de ser víctima, en un determinado momento de su vida, de
una violación consumada o intentada. ¿Estamos muy lejos de estos niveles entre
nosotros?
Los violadores no son
necesariamente seres desequilibrados. Son fruto ellos mismos de un clima de
agresividad y violencia donde se sigue perpetuando el dominio del varón sobre
la mujer por la fuerza.
Pero lo más grave es que todos
los datos disponibles, cada vez más abundantes, indican que las mujeres
violentadas por sus maridos son el doble que las violadas por extraños.
Vejaciones físicas y sicológicas que la esposa ha de sufrir sintiéndose
íntimamente violada por aquel que se supone que la ama.
Pero nadie parece muy interesado
en denunciar estos comportamientos entre esposos que serían delito entre
extraños.
Las personas de talante
conservador, modeladas por una “cultura patriarcal”, se niegan a apoyar una
intervención social en “el santuario de la familia” donde la esposa ha de estar
a la total disponibilidad del marido ya que, de alguna manera, es su
“propiedad”.
Las personas de talante liberal
que han acogido con gozo “la revolución sexual” se niegan a reconocer que esta
revolución, al banalizar el sexo sin desarrollar la ternura, la mutua acogida y
las relaciones personales de la pareja, está perpetuando la violencia contra la
mujer de una manera todavía más brutal y deshumanizadora.
Mientras tanto, las Iglesias no
parecen escuchar en Jesucristo un mensaje liberador para la mujer. Tal vez no
hemos descubierto todavía a ese Jesús que nos describe San Lucas en su
evangelio, preocupado en poner paz y amor entre los sexos, dedicado a liberar a
la mujer de tantas vejaciones y sufrimientos y de cuyos labios salen siempre
las mismas palabras: “Mujer, no llores”.
Ese Jesús que, ante la mujer y
ante todos, utiliza siempre el poder no para dominar sino para crear y liberar
del sufrimiento.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
8 de junio de 1986
ANESTESIA
Le dio
lástima...
Es increíble la necesidad que
parece tener nuestra sociedad de exhibir trágicamente el sufrimiento humano en
las primeras páginas de los periódicos y las pantallas de la televisión. La
fotografía de una mujer llorando a su marido enterrado en una mina, la imagen
de un niño agonizando de hambre en cualquier país del Tercer Mundo o la de unos
palestinos acribillados a balazos en su propio campo de refugio, se cotizan en
muchos miles de dólares.
Todos los días leemos las
noticias más crueles y contemplamos imágenes de destrucciones en masa,
asesinatos, catástrofes, muertes de víctimas inocentes, mientras seguimos
despreocupadamente nuestra vida. Se diría que hasta nos dan una «cierta
seguridad», pues nos parece que esas cosas siempre pasan a otros. Todavía no ha
llegado nuestra hora. Nosotros podemos seguir disfrutando de nuestro fin de
semana y haciendo planes para el futuro.
Cuando la tragedia es más cercana
y el sufrimiento afecta a alguien más próximo a nosotros, nos inquietamos más,
no nos sentimos cómodos, no sabemos cómo eludir la situación para poder
encontrar de nuevo la tranquilidad perdida.
Porque, con frecuencia, es eso lo
que buscamos. Recuperar nuestra pequeña tranquilidad. A ratos, deseamos que
desaparezcan el hambre y la miseria en el mundo, pero simplemente para que no
nos molesten demasiado. Deseamos que nadie sufra junto a nosotros,
sencillamente porque no queremos ver amenazada nuestra pequeña felicidad.
De mil maneras, nos esforzamos
por eludir el sufrimiento, anestesiar nuestro corazón ante el dolor ajeno y
permanecer distantes de todo lo que puede turbar nuestra paz. La actitud de
Jesús nos desenmascara y nos descubre que nuestro nivel de humanidad es
terriblemente bajo. Jesús es alguien que vive con gozo profundo la vida de cada
día. Pero su alegría no es fruto de una cuidada evasión del sufrimiento propio
o ajeno. Tiene su raíz en la experiencia gozosa de Dios como Padre acogedor y
salvador de todos sus hijos e hijas.
Por eso, su alegría no es una
anestesia que le impide ser sensible al dolor que le rodea. Cuando Jesús ve a
una madre llorando la muerte de su hijo único, no se escabulle calladamente.
Reacciona acercándose a su dolor como hermano, amigo, sembrador de paz y de
vida. Lucas describe así la escena. Al entrar en la aldea de Nain, Jesús se encuentra
con un entierro: una viuda marcha a enterrar a su hijo único. «Al verla, el
Señor se conmovió y le dijo: No llores». Así es Jesús. No puede ver llorar a
alguien sin reaccionar.
En Jesús vamos descubriendo los
creyentes que sólo quien tiene capacidad de gozar profundamente del amor del
Padre a los pequeños, tiene capacidad de sufrir con ellos y aliviar su dolor. La
persona que sigue las huellas de Jesús siempre será una persona feliz a quien
le falta todavía la felicidad de los demás.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1982-1983 – APRENDER A VIVIR
5 de junio de 1983
EL
DERECHO A TENER CORAZON
Le dio
lástima.
Con frecuencia alarmante nos
encontramos en la prensa diaria con la noticia casi obligada de que en algún
lugar de nuestra tierra ha caído muerto un hombre cazado implacablemente por
sus adversarios.
A los pocos días podremos leer
los comunicados correspondientes donde se nos informará, de manera generalmente
muy inconcreta, de los delitos que supuestamente legitiman la «ejecución» y que
prueban la justicia y limpieza de aquella muerte.
Otras veces, los comunicados no
se extienden en explicación alguna. Se entiende que la víctima era un enemigo
eliminable y su muerte sólo una cuestión de «racionalidad de medios de cara a
un fin».
Pero nadie nos habla de los
proyectos, las ilusiones y los sueños de ese joven violentamente arrancado de
la vida y que nunca llegarán a realizarse. Nadie nos dice nada del vacío
inmenso que deja en el corazón acongojado de su joven esposa. Nadie parece
recordar demasiado el vacío irreparable y el trauma angustioso que marcará para
siempre a sus hijos.
Todo sucede como si el muerto
fuera sólo una sigla, un uniforme, una pieza que era necesario hacer saltar
dentro de una fría estrategia.
Parece prohibido ver en él a un
hombre como nosotros, un esposo enamorado al que ya no podrá abrazar nunca su
joven viuda, un padre querido al que ya no podrán esperar nunca sus hijos.
Parece que se nos niega el
derecho a tener corazón y sentimientos humanos. Y hasta corre uno el riesgo de
ser tachado de insolidaridad con «la causa vasca» por el mero hecho de querer
ser solidario con la causa del hombre, de todo hombre.
Por eso es bueno que nos
detengamos hoy ante Jesús de Nazaret y aprendamos de su comprensión, su
cercanía y su dolor ante aquel joven muerto, hijo único de una pobre viuda de
Naín. Quizás aprendamos algo muy necesario entre nosotros: sufrir con todos los
que sufren.
Necesitamos hombres de espíritu
lúcido y magnánimo, capaces de compadecer a todo hombre. Al que cae muerto por
las balas de sus ejecutores y al que, durante toda su vida, tendrá que soportar
el haber dado muerte a alguien que en definitiva era su hermano.
Porque cuando un hombre es
ejecutado violentamente, la muerte no alcanza solamente al caído. Hay algo que
muere para siempre en el que se ha atrevido a atentar contra la vida.
José Antonio Pagola
Para
ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
No hay comentarios:
Publicar un comentario
La publicación de los comentarios requerirán la aceptación del administrador del blog.