El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción".
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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Santísima Trinidad (C)
EVANGELIO
Todo lo que tiene el
Padre es mío; el Espíritu tomará de lo mío y os lo anunciará.
+ Lectura del santo
evangelio según san Juan 16,12-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
- Muchas cosas me quedan por deciros,
pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la
verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo:
hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque
recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es
mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2015-2016 -
22 de mayo de 2016
ABRIRNOS
AL MISTERIO DE DIOS
Todo lo
que tiene el Padre es mío.
A lo largo de los siglos, los
teólogos han realizado un gran esfuerzo por acercarse al misterio de Dios
formulando con diferentes construcciones conceptuales las relaciones que
vinculan y diferencian a las personas divinas en el seno de la Trinidad. Esfuerzo,
sin duda, legítimo, nacido del amor y el deseo de Dios.
Jesús, sin embargo, no sigue ese
camino. Desde su propia experiencia de Dios, invita a sus seguidores a
relacionarse de manera confiada con Dios Padre, a seguir fielmente sus pasos de
Hijo de Dios encarnado, y a dejarnos guiar y alentar por el Espíritu Santo. Nos
enseña así a abrirnos al misterio santo de Dios.
Antes que nada, Jesús invita a
sus seguidores a vivir como hijos e hijas de un Dios cercano, bueno y
entrañable, al que todos podemos invocar como Padre querido. Lo que caracteriza
a este Padre no es su poder y su fuerza, sino su bondad y su compasión
infinita. Nadie está solo. Todos tenemos un Dios Padre que nos comprende, nos
quiere y nos perdona como nadie.
Jesús nos descubre que este Padre
tiene un proyecto nacido de su corazón: construir
con todos sus hijos e hijas un mundo más humano y fraterno, más justo y
solidario. Jesús lo llama "reino
de Dios" e invita a todos a entrar en ese proyecto del Padre buscando
una vida más justa y digna para todos empezando por sus hijos más pobres,
indefensos y necesitados.
Al mismo tiempo, Jesús invita a
sus seguidores a que confíen también en él: "No
se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí". Él es
el Hijo de Dios, imagen viva de su Padre. Sus palabras y sus gestos nos
descubren cómo nos quiere el Padre de todos. Por eso, invita a todos a
seguirlo. El nos enseñará a vivir con confianza y docilidad al servicio del
proyecto del Padre.
Con su grupo de seguidores, Jesús
quiere formar una familia nueva donde todos busquen "cumplir la voluntad del Padre". Ésta es la herencia que
quiere dejar en la tierra: un movimiento
de hermanos y hermanas al servicio de los más pequeños y desvalidos. Esa
familia será símbolo y germen del nuevo mundo querido por el Padre.
Para esto necesitan acoger al
Espíritu que alienta al Padre y a su Hijo Jesús: "Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre
vosotros y así seréis mis testigos". Éste Espíritu es el amor de Dios,
el aliento que comparten el Padre y su Hijo Jesús, la fuerza, el impulso y la
energía vital que hará de los seguidores de Jesús sus testigos y colaboradores
al servicio del gran proyecto de la Trinidad santa.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2012-2013 -
26 de mayo de 2013
MISTERIO DE BONDAD
A lo largo
de los siglos, los teólogos se han esforzado por investigar el misterio de Dios
ahondando conceptualmente en su naturaleza y exponiendo sus conclusiones con
diferentes lenguajes. Pero, con frecuencia, nuestras palabras esconden su
misterio más que revelarlo. Jesús no habla mucho de Dios. Nos ofrece
sencillamente su experiencia.
A Dios Jesús
lo llama “Padre” y lo experimenta como un misterio de bondad. Lo vive como una
Presencia buena que bendice la vida y atrae a sus hijos e hijas a luchar contra
lo que hace daño al ser humano. Para él, ese misterio último de la realidad que
los creyentes llamamos “Dios” es una Presencia cercana y amistosa que está
abriéndose camino en el mundo para construir, con nosotros y junto a nosotros,
una vida más humana.
Jesús no
separa nunca a ese Padre de su proyecto de transformar el mundo. No puede
pensar en él como alguien encerrado en su misterio insondable, de espaldas al
sufrimiento de sus hijos e hijas. Por eso, pide a sus seguidores abrirse al
misterio de ese Dios, creer en la Buena Noticia de su proyecto, unirnos a él
para trabajar por un mundo más justo y dichoso para todos, y buscar siempre que
su justicia, su verdad y su paz reinen cada vez más en entre nosotros.
Por otra
parte, Jesús se experimenta a sí mismo como “Hijo” de ese Dios, nacido para
impulsar en la tierra el proyecto humanizador del Padre y para llevarlo a su
plenitud definitiva por encima incluso de la muerte. Por eso, busca en todo
momento lo que quiere el Padre. Su fidelidad a él lo conduce a buscar siempre
el bien de sus hijos e hijas. Su pasión por Dios se traduce en compasión por
todos los que sufren.
Por eso, la
existencia entera de Jesús, el Hijo de Dios, consiste en curar la vida y
aliviar el sufrimiento, defender a las víctimas y reclamar para ellas justicia,
sembrar gestos de bondad, y ofrecer a todos la misericordia y el perdón
gratuito de Dios: la salvación que viene del Padre.
Por último,
Jesús actúa siempre impulsado por el “Espíritu” de Dios. Es el amor del Padre
el que lo envía a anunciar a los pobres la Buena Noticia de su proyecto
salvador. Es el aliento de Dios el que lo mueve a curar la vida. Es su fuerza
salvadora la que se manifiesta en toda su trayectoria profética.
Este
Espíritu no se apagará en el mundo cuando Jesús se ausente. Él mismo lo promete
así a sus discípulos. La fuerza del Espíritu los hará testigos de Jesús, Hijo
de Dios, y colaboradores del proyecto salvador del Padre. Así vivimos los
cristianos prácticamente el misterio de la Trinidad.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
30 de mayo de 2010
ABRIRNOS
AL MISTERIO DE DIOS
(Ver homilía del ciclo C -
2015-2016)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
3 de junio de 2007
VIVIR A
DIOS DESDE JESÚS
Todo lo
que tiene el Padre es mío.
Los teólogos han escrito estudios
profundos sobre la vida insondable de las personas divinas en el seno de la
Trinidad. Jesús, por el contrario, no se ocupa de ofrecer este tipo de doctrina
sobre Dios. Para él, Dios es una experiencia: se siente Hijo querido de un
Padre bueno que se está introduciendo en el mundo para humanizar la vida con su
Espíritu.
Para Jesús, Dios no es un Padre
sin más. Él descubre en ese Padre unos rasgos que no siempre recuerdan los
teólogos. En su corazón ocupan un lugar privilegiado los más pequeños e
indefensos, los olvidados por la sociedad y las religiones: los que nada bueno
pueden esperar ya de la vida.
Este Padre no es propiedad de los
buenos. «Hace salir su sol sobre buenos y malos». A todos bendice, a todos ama.
Para todos busca una vida más digna y dichosa. Por eso se ocupa de manera
especial por quienes viven «perdidos». A nadie olvida, a nadie abandona. Nadie
camina por la vida sin su protección.
Tampoco Jesús es el Hijo de Dios
sin más. Es Hijo querido de ese Padre, pero, al mismo tiempo, nuestro amigo y
hermano. Es el gran regalo de Dios a la humanidad. Siguiendo sus pasos, nos
atrevemos a vivir con confianza plena en Dios. Imitando su vida, aprendemos a
ser compasivos como el Padre del cielo. Unidos a él, trabajamos por construir
ese mundo más justo y humano que quiere Dios.
Por último, desde Jesús
experimentamos que el Espíritu Santo no es algo irreal e ilusorio. Es
sencillamente el amor de Dios que está en nosotros y entre nosotros alentando
siempre nuestra vida, atrayéndonos siempre hacia el bien. Ese Espíritu nos está
invitando a vivir como Jesús que, «ungido» por su fuerza, pasó toda su vida
haciendo el bien y luchando contra el mal.
Es bueno culminar nuestras
plegarias diciendo «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo» para adorar
con fe el misterio de Dios. Y es bueno santiguarnos en el nombre de la Trinidad
para comprometernos a vivir en el nombre del Padre, siguiendo fielmente a
Jesús, su Hijo, y dejándonos guiar por su Espíritu.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
6 de junio de 2004
Miniatura
de Dios
Todo lo
que tiene el Padre es mío.
A lo largo de veinte siglos de
cristianismo, grandes teólogos han escrito estudios profundos sobre la
Trinidad, tratando de pensar conceptualmente el misterio de Dios. Sin embargo,
ellos mismos dicen que, para saber de Dios, lo importante no es «discurrir»
mucho, sino «saber» algo del amor.
La razón es sencilla. La teología
cristiana viene a decir, en definitiva, que Dios es Amor. No es una realidad
fría e impersonal, un ser triste, solitario y narcisista. No hemos de
imaginarlo como poder impenetrable, encerrado en sí mismo. En su ser más
íntimo, Dios es amor, vida compartida, amistad gozosa, diálogo, entrega mutua,
abrazo, comunión de personas.
Lo grande es que nosotros estamos
hechos a imagen de ese Dios. El ser humano es una especie de «miniatura» de
Dios. Es fácil intuirlo. Siempre que sentimos necesidad de amar y ser amados,
siempre que sabemos acoger y buscamos ser acogidos, cuando disfrutamos
compartiendo una amistad que nos hace crecer, cuando sabemos dar y recibir
vida, estamos saboreando el «amor trinitario» de Dios. Ese amor que brota en
nosotros proviene de él.
Por eso, el mejor camino para
aproximarnos al misterio de Dios no son los libros que hablan de él, sino las
experiencias amorosas que se nos regalan en la vida. Cuando dos jóvenes se
besan, cuando dos enamorados se entregan mutuamente, cuando dos esposos hacen
brotar de su amor una nueva vida, están viviendo experiencias que, incluso
cuando son torpes e imperfectas, apuntan hacia Dios.
Quien no sabe nada de dar y
recibir amor, quien no sabe compartir ni dialogar, quien solo se escucha a sí
mismo, quien se cierra a toda amistad, quien busca su propio interés, quien
sólo sabe ganar dinero, competir y triunfar, ¿qué puede saber de Dios?
El amor trinitario de Dios no es
un amor excluyente, un «amor egoísta» entre tres. Es amor que se difunde y
regala a todas las criaturas. Por eso, quien vive el amor desde Dios, aprende a
amar a quienes no le pueden corresponder, sabe dar sin apenas recibir, puede
incluso «enamorarse» de los más pobres y pequeños, puede entregar su vida a
construir un mundo más amable y digno de Dios.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
10 de junio de 2001
¿CÓMO
VIVIR LA TRINIDAD?
Todo lo
que tiene el Padre es mío.
El Padre es el misterio
insondable de amor que da origen a todo lo que vive. Él es la fuente oculta que
no tiene origen y de la que nace todo lo bueno, lo bello y misericordioso. En
él comienza todo lo que es vida y amor. El Padre no sabe sino darse y dar
gratuitamente y sin condiciones. Él es así. Él está conduciendo todo a la
victoria definitiva de la vida.
Creer en un Dios Padre es saberse
acogido. Dios me acepta como soy. Sólo quiere mi vida y mi dicha eterna. Puedo
vivir con confianza y sin temor. No conoceré la experiencia más terrible e
insoportable para un ser humano: sentirse rechazado por todos, no ser aceptado
por nadie. Dios es mi Padre. Nunca seré un extraño para Dios, sino un hijo.
El Hijo existe recibiéndose
totalmente del Padre. Él es así. Pura acogida, respuesta perfecta al Padre,
reflejo fiel de su amor. Por eso, no se apropia de nada. Recibe la vida como
regalo y la difunde sobre nosotros y la creación entera. El Hijo es nuestro
hermano mayor, el que nos revela el rostro verdadero del Padre y nos enseña el
camino hacia él.
Creer en un Dios Hijo es saberse
acompañado. No estamos solos ante Dios, perdidos y desorientados, sin saber
cómo situarnos ante su misterio. El Hijo de Dios hecho hombre nos enseña a
vivir acogiendo y difundiendo el amor del Padre. Enraizados en él no
conoceremos la experiencia destructora de la soledad. Quien no sabe recibir
amor, no sabe lo que es vivir. Quien no sabe dar amor, se muere.
El Espíritu Santo es comunión del
Padre y el Hijo, abrazo recíproco, amor compartido, compenetración mutua. Él es
así. Desbordamiento del amor, fuerza creadora y renovadora, energía amorosa que
lo transforma todo.
Creer en Dios Espíritu Santo es
saberse habitado por el amor. No estamos vacíos y sin núcleo interior,
indefensos ante nuestro propio egoísmo. Nos habita el dinamismo del amor. El
Espíritu nos mantiene en comunión con el Padre y con el Hijo. El nos consuela,
nos renueva y mantiene vivo en nosotros el deseo de Dios reinando en un mundo
más humano y fraterno.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
7 de junio de 1998
SÓLO AMOR
El Espíritu
de la verdad os guiará hasta la verdad plena.
La palabra “Dios” proviene del sánscrito “Dyau”,
y significa “día”. En griego se convierte en “Theos”, que viene a ser “la luz”, “lo brillante”. En el origen del
término “Dios” subyace, por tanto, la idea de la luz que da vida y permite ver.
Dios es el que fundamenta la vida y da el sentido último a todo.
El cristianismo introduce un
lenguaje insólito y revolucionario al hablar de un Dios Trinidad. En la base de esta nueva terminología hay una nueva concepción:
“Dios es amor” Esa divinidad que
sustenta la vida y da sentido a la realidad es amor y sólo amor. Al confesar a
un Dios trinitario estamos tocando el corazón mismo de la fe cristiana. Todo lo
demás es consecuencia. Cuando se olvida o se deforma esta fe en un Dios-Amor,
se está vaciando a la religión cristiana de su esencia.
El amor no es una actividad más
de Dios, sino que toda su actividad consiste en amar. Si crea, crea por amor;
si salva, salva por amor; si juzga, juzga con amor. Todo su ser y su actuar es
amor. Dios no tiene amor, sino que es Amor. En nuestro lenguaje, siempre
limitado, hemos de decir que “Dios ni
sabe ni quiere ni puede hacer otra cosa sino amar” (Torres Queiruga). De
Dios sólo nos llega amor. Podemos dudar de todo, pero nunca de esto: hacia mí
Dios sólo puede sentir amor.
Sin embargo, después de veinte
siglos, los cristianos nos resistimos a creerlo y, sobre todo, a sacar las
consecuencias. Confesamos que Dios es amor, pero luego proyectamos sobre Él
nuestros fantasmas; deformamos y recortamos su amor con nuestra visión egoísta
de todo; lo oscurecemos con nuestros miedos. No nos atrevemos a creer que Dios
es amor sin restricciones, amor incondicional e indestructible. Nos resulta
como “increíble”, algo demasiado hermoso para ser cierto.
Según no pocos teólogos (recordar
el estudio de H.U. von Balthasar, Sólo el amor es digno de fe, Ed.
Sígueme, Salamanca 1994), una de las tareas más urgentes del cristianismo
actual es afirmar sin límites ni temor alguno el amor de Dios con sus “iras,
venganzas y castigos”. No hemos de consentir que se sigua alimentando la idea
de un Dios menos humano que cualquiera de nosotros.
La confesión en un Dios
trinitaria nos ha de llevar a creer de manera práctica en un Dios-Amor. Hemos
sido creados por amor, estamos amasados de amor, destinados a amarnos y a amar
profundamente la vida. Nada hay más importante y decisivo. Nuestro quehacer
esencial es “permanecer en el amor” (Jn
15,10).
José Antonio Pagola
HOMILIA
1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
11 de junio de 1995
QUIERO
CREER
Os guiará
hasta la verdad plena.
Vivimos tiempos de confusión
religiosa. El cristianismo les resulta a bastantes complicado y recargado.
Tratan de vivir la fe con honradez, pero lo hacen de manera dispersa y
fragmentaria. En su conciencia todo está bastante mezclado: Cristo, los
sacramentos, Dios, la resurrección, el Papa, la Virgen.
Sin embargo, no todo es igual ni
tiene la misma importancia. A muchas personas les haría un gran bien captar
dónde está lo esencial de la fe para vivirla de manera unificada y sencilla.
Una religión complicada y confusa no puede despertar gozo en el creyente. He
aquí algunas sugerencias para vivir la fe en Dios Trinidad de forma cordial y
cálida.
«Creo en
Dios Padre, creador del cielo y de la tierra. » No estoy
solo ni vivo olvidado. Dios es mi Padre, Él es mi origen y mi destino. Él me
creó sólo por amor; él me espera con corazón de Padre. No sólo a mí, sino a
todos los hombres y mujeres que son mis hermanos. Su nombre es hoy olvidado,
negado y hasta despreciado. Yo mismo lo olvido con frecuencia. Pero Él es mi
única esperanza, lo mejor que tengo. Aunque dude de muchas cosas, no quiero
perder mi fe en este Dios Padre, pues intuyo que habría perdido lo esencial.
«Creo en
Jesucristo, su único Hijo. » Sé que Jesús fue un hombre
extraordinario, pero en él se encierra algo más. No es sólo un modelo a imitar
o un maestro a seguir. Es el Hijo de Dios enviado por el Padre. En él descubro
el rostro de Dios y también su corazón. Sé cuántas cosas se escriben y se dicen
hoy de Jesús. Para mí, nunca será un hombre más. En sus palabras escucho la voz
de Dios, en sus gestos intuyo su amor. En él le siento a Dios cercano, humano,
amigo. Aunque olvide otras cosas, no quiero olvidar a Jesucristo. ¿Quién podría
ocupar su vacío y ofrecerme la luz y la esperanza que de él recibo?
«Creo en
el Espíritu Santo, Señor y dador de vida. » Creo en su presencia viva
en míy en todos los hombres y mujeres. Sé que es dador de vida porque pone en
mí amor, luz, fortaleza y creatividad. Pero su mayor regalo es saber que ese
misterio de Dios que, a veces, me parece tan lejano e insondable, está en el
fondo de mi ser. Conozco mi superficialidad, pero no quiero vivir sólo desde
fuera, ignorando lo mejor que hay dentro de mí.
Hoy es la fiesta de la Trinidad.
No sé exactamente lo que se encierra detrás de esas palabras. Tampoco pienso
mucho en esas cosas. Pero, a pesar de mi mediocridad y mi poca fe, quiero vivir
y morir «en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo». Quisiera recordarlo cada vez que me santiguo.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
14 de junio de 1992
DIOS,
MISTERIO DEL MUNDO
Os guiará
hasta la verdad plena.
Una de las tareas más urgentes de
las Iglesias es hoy, sin duda, ayudar a la humanidad a recuperar el sentido de
la adoración, la admiración y la alabanza. Una humanidad que no venera la vida
ni sabe agradecer al Creador el regalo de la Tierra, corre el riesgo de
deslizarse progresivamente hacia su autodestrucción. Lo advertía hace ya
algunos años, Teilhard de Chardin con
estas palabras: “Pronto la humanidad deberá escoger entre el suicidio o la
adoración.”
Estamos asistiendo estos días a
los tensos debates y discusiones que se producen en “La Cumbre de Río” sobre el
Medio Ambiente y el Desarrollo. Atrapados entre el miedo a la destrucción y los
intereses económicos de cada nación, los hombres se enfrentan entre sí,
incapaces de cambiar y de orientar su vida de manera diferente sobre la Tierra.
La humanidad va tomando conciencia
de que todo no puede ser dominar y utilizar la Tierra; que es necesario
cuidarla, respetarla y compartirla de manera más humana. Pero, ¿quién será
capaz de liberar a los hombres de la apropiación abusiva, de la explotación
utilitaria, de la insolidaridad egoísta de los poderosos?
Es desastre sólo puede ser
evitado cambiando el rumbo, pero, ¿dónde encontrar el fundamento de una
decisión ética que urja a todos los hombres a sustituir el egoísmo individual y
colectivo por una actitud nueva de fraternidad entre todos los pueblos y de
comunión con el mundo?
El hombre moderno ha ido
expulsando a Dios del mundo. Se ha esforzado por hacer de la Tierra una morada
más segura y confortable, pero ha olvidado al Creador, ha menospreciado el
“origen amoroso” de donde proviene la vida. Se ha creído dueño absoluto del
mundo, pero el mundo se le escapa de las manos hacia la destrucción.
Hemos excluido a Dios como
“Misterio del mundo” (E. Jüngel), y
el mundo se va cerrando cada vez más sobre unos hombres replegados sobre sus
propios intereses. Hemos hecho del mundo “una inmensa fábrica” de producir y
consumir objetos, pero este mundo ya no nos remite a algo más profundo y
sagrado. Hemos prescindido del Creador y hemos desencadenado una agresión a la
creación que ya no sabemos cómo detener.
Probablemente, nunca ha sido tan
necesario el retorno a Dios, fuente misteriosa de la vida, amor original de
donde brota la apasionante aventura del mundo, fundamento último de la dignidad
inalienable del ser humano.
La fiesta de la Trinidad es una
invitación a adorar a Dios como “Misterio del mundo”. Una fe viva en ese Dios
ayudaría a los hombres a recuperar una visión más unitaria de la humanidad y
del mundo, urgiría a una fraternidad real entre todos los pueblos, despertaría
el respeto a la creación entera y suscitaría en los hombres el amor a todo lo
vivo.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
21 de mayo de 1989
¿VUELVE
DIOS?
Os guiará
hasta la verdad plena.
Cada vez le resulta más difícil
al hombre contemporáneo caminar con orgullo y seguridad hacia un progreso
siempre mayor.
El crecimiento de la violencia en
todo el planeta, la posibilidad cada vez más real de un enfrentamiento “total”,
accidentes como el de la central de Chernobyl, el oscuro porvenir laboral para
las nuevas generaciones, una demografía “sin niños” … son algunos de los datos
que están obligando al hombre occidental a preguntarse qué futuro nos espera si
ya no somos capaces de asegurar siquiera nuestra propia supervivencia.
Después de unos años de euforia
atea, son bastantes los que comienzan a preguntarse de nuevo si el mundo es la
verdad absoluta y lo único que nos espera a los seres humanos.
El teólogo alemán H. Zahrnt se hace eco de amplios
sectores europeos cuando escribe: “Ha llegado el momento en que cesa el
sarcasmo sobre Dios y el orgullo comienza a derrumbarse. En lugar de llevar al
mundo sobre sus espaldas como Atlas, el hombre comienza a preguntarse qué
fuerza podrá ayudarle a soportar su carga”.
Hace unos años, Max Horheimer, el filósofo más
representativo de la Escuela de Frankfurt, se expresaba en unos términos que
cobra, tal vez hoy, mayor actualidad: “Soy cada vez más de la opinión de que no
debería hablar de anhelo sino de miedo de que Dios no exista”.
El hombre occidental ha decidido
vivir sin Dios, pero parece llegado el momento de preguntarse si, después de su
expulsión, puede seguir caminando durante mucho tiempo sin perder su rostro
humano.
A la larga, muchos saben hoy día
que no es fácil evitar ese malestar que describe A. Saint-Exupery en una de sus obras: “No hay sino un único
problema, uno solo en el mundo. Aportar a los hombres un significado
espiritual, una inquietud espiritual… No se puede seguir viviendo de
frigoríficos, de política, de balances y palabras cruzadas. No se puede”.
Dios sigue oculto en la sombra,
pero, ¿no la está iluminando hoy con una luz nueva? Dios sigue silencioso, pero
¿no comienzan a escucharse en nuestra sociedad nuevas llamadas que nos invitan
a volver el corazón hacia El?
¿No estará llegando la hora de
repetir con toda verdad aquella oración de San
Agustín? “Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta
que descanse en Ti”.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
25 de mayo de 1986
DIOS NO
SE ABURRE
y os
comunicará …
Son bastantes los que, llamándose
cristianos, tienen una idea absolutamente triste y aburrida de Dios. Para
ellos, Dios sería un ser nebuloso, gris, «sin rostro». Algo impersonal, frío e
indiferente.
Y si se les dice que Dios es
Trinidad, esto, lejos de dar un color nuevo a su fe, lo complica todo aún más,
situando a Dios en el terreno de lo enrevesado, embrollado e ininteligible.
No pueden sospechar todo lo que
la teología cristiana ha querido sugerir acerca de Dios, al balbucir desde
Jesús una imagen trinitaria de la divinidad.
Según la fe cristiana, Dios no es
un ser solitario, condenado a estar cerrado sobre sí mismo, sin alguien con
quien comunicarse. Un ser inerte, que se pertenece sólo a sí mismo, autosatisfaciéndose
aburridamente por toda la eternidad.
Dios es comunión interpersonal,
comunicación gozosa de vida. Dinamismo de amor que circula entre un Padre y un
Hijo que se entregan sin agotarse, en plenitud de infinita ternura.
Pero este amor no es la relación
que existe entre dos que se exprimen y absorben estérilmente el uno al otro,
perdiendo su vida y su gozo en una posesión exclusiva y un egoísmo compartido.
Es un amor que requiere la
presencia del Tercero. Amor fecundo que tiene su fruto gozoso en el Espíritu en
quien el Padre y el Hijo se encuentran, se reconocen y gozan el uno para el
otro.
Es fácil que más de un cristiano
se «escandalice» un poco ante la descripción de la vida trinitaria que hace el
Maestro Eckart: «Hablando en hipérbole,
cuando el Padre le ríe al Hijo, y el Hijo le responde riendo al Padre, esa risa
causa placer, ese placer causa gozo, ese gozo engendra amor, y ese amor da
origen a las personas de la Trinidad, una de las cuales es el Espíritu Santo».
Y sin embargo, este lenguaje
«hiperbólico» apunta, sin duda, a la realidad más profunda de Dios, único ser
capaz de gozar y reír en plenitud, pues la risa y el gozo verdadero brotan de
la plenitud del amor y de la comunicación.
Este Dios no es alguien lejano de
nosotros. Está en las raíces mismas de la vida y de nuestro ser. «En él vivimos, nos movemos y existimos»
(Hechos 17, 28).
En el corazón mismo de la
creación entera está el amor, el gozo, la sonrisa acogedora de Dios. En medio
de nuestro vivir diario, a veces tan apagado y aburrido, otras tan agitado e
inquieto, tenemos que aprender a escuchar con más fe el latido profundo de la
vida y de nuestro corazón.
Quizás descubramos que en lo más
hondo de las tristezas puede haber un gozo sereno, en lo más profundo de
nuestros miedos una paz desconocida, en lo más oculto de nuestra soledad, la
acogida de Alguien que nos acompaña con sonrisa silenciosa.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1982-1983 – APRENDER A VIVIR
29 de mayo de 1983
DIOS NO
ES SOLEDAD
Todo lo
que tiene el Padre …
Creer en Dios no es simplemente
imaginar una Potencia admirable y lejana de la que depende todo. Ni elaborar
intelectualmente un gran ídolo que explique lo que nos parece inexplicable.
Para el cristiano, creer en Dios
es aprender con Jesús y desde Jesús a vivir ante la Realidad última que nos
sostiene, nos acoge y nos espera. Descubrir con gozo que no estamos solos. Que
hay Alguien que nos defiende de irnos perdiendo sin remedio. Alguien que nos
posibilita el llegar a ser ése precisamente que aspiramos poder ser desde lo
más profundo de nuestro ser y en cuyo empeño fracasamos constantemente.
Pero, ¿cuál es el rostro de ese
Dios, origen y destino último de todo nuestro ser? ¿Cómo dar contenido vivo a
ese nombre de «Dios» que hemos escuchado desde nuestra niñez?
Los cristianos creemos que todos
los caminos que recorren apasionadamente los hombres en su búsqueda de Dios
pasan por uno: Jesucristo. Y es desde Jesucristo desde donde descubrimos que
Dios es trinidad.
Dios, en su realidad más
profunda, es una vida de comunidad. La comunión de tres personas que comparten
la vida en plenitud.
Dios no es un ser solitario,
vacío, frío, impenetrable, impersonal. Dios es vida compartida, amor
comunitario, comunión de personas. Dios, en lo más íntimo de su ser, es apertura,
diálogo, entrega mutua, donación recíproca, amor a otro. Dios es pluralismo en
la unidad.
Creer en la Trinidad es creer que
el origen, el modelo y el destino último de toda vida es el amor compartido en
comunidad. Estamos hechos a imagen y semejanza de este Dios. Y no descansaremos
hasta que podamos disfrutar ese amor compartido y encontrarnos todos en esa
sociedad en la que cada uno pueda encontrar su personalidad y felicidad plena
precisamente en la entrega y solidaridad total con el otro.
Por eso, celebrar a la Trinidad
no es pretender penetrar en la inmensidad de Dios y mucho menos resolverla con
el «triángulo» divino. Celebramos a la Trinidad cuando descubrimos con gozo que
la fuente de nuestra vida es un Dios Comunidad y cuando, por tanto, nos
sentimos llamados desde lo más radical de nuestro ser a buscar nuestra
verdadera felicidad en el compartir y en la solidaridad.
Celebramos a la Trinidad siempre
que los hombres nos esforzamos, mucho o poco, por construir una sociedad en la
que las personas vayamos aprendiendo a convivir, compartir y dialogar.
José Antonio Pagola
Para
ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
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