El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción".
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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11º domingo Tiempo ordinario (C)
EVANGELIO
Sus muchos pecados
están perdonados, porque tiene mucho amor.
+ Lectura del santo
evangelio según san Lucas 7,36_8,3
En aquel tiempo, un fariseo
rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo,
se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de
que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume, y,
colocándose detrás, junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con
sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los
ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado, se dijo:
- Si éste fuera profeta, sabría
quién es esta mujer que le está tocando y lo que es: una pecadora.
Jesús tomó la palabra y le dijo:
- Simón, tengo algo que decirte.
Él respondió:
- Dímelo, maestro.
Jesús le dijo:
- Un prestamista tenía dos
deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían
con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?
Simón contestó:
- Supongo que aquél a quien le
perdonó más.
Jesús le dijo:
- Has juzgado rectamente.
Y, volviéndose a la mujer, dijo a
Simón:
- ¿Ves a esta mujer? Cuando yo
entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella en cambio me ha lavado
los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste;
ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me
ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con
perfume. Por eso te digo, sus muchos pecados están perdonados, porque tiene
mucho amor: pero al que poco se le perdona poco ama.
Y a ella le dijo:
- Tus pecados están perdonados.
Los demás convidados empezaron a
decir entre sí:
- ¿Quién es éste, que hasta
perdona pecados?
Pero Jesús dijo a la mujer:
- Tu fe te ha salvado, vete en
paz.
[Más tarde iba caminando de
ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo predicando la buena noticia del Reino de
Dios; le acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos
espíritus y enfermedades: María Magdalena, de la que habían salido siete
demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas
que le ayudaban con sus bienes.]
Palabra de Dios.
HOMILIA
2015-2016 -
12 de junio de 2016
NO
APARTAR A NADIE DE JESÚS
Vete en
paz.
Según el relato de Lucas, un
fariseo llamado Simón está muy interesado en invitar a Jesús a su mesa.
Probablemente, quiere aprovechar la comida para debatir algunas cuestiones con
aquel galileo, que está adquiriendo fama de profeta entre la gente. Jesús
acepta la invitación: a todos ha de llegar la Buena Noticia de Dios.
Durante el banquete sucede algo
que Simón no ha previsto. Una prostituta de la localidad interrumpe la
sobremesa, se echa a los pies de Jesús y rompe a llorar. No sabe cómo
agradecerle el amor que muestra hacia quienes, como ella, viven marcadas por el
desprecio general. Ante la sorpresa de todos, besa una y otra vez los pies de
Jesús y los unge con un perfume precioso.
Simón contempla horrorizado la
escena. ¡Una mujer pecadora tocando a Jesús en su propia casa! No lo puede
soportar: aquel hombre es un inconsciente, no un profeta de Dios. A aquella
mujer impura habría que apartarla rápidamente de Jesús.
Sin embargo, Jesús se deja tocar
y querer por la mujer. Ella le necesita más que nadie. Con ternura especial le
ofrece el perdón de Dios, luego la invita a descubrir dentro de su corazón una
fe humilde que la está salvando. Jesús solo le desea que viva en paz: «Tus pecados te son perdonados… Tu fe te ha
salvado. Vete en paz».
Los evangelios destacan la
acogida y comprensión de Jesús a los sectores más excluidos por casi todos de
la bendición de Dios: prostitutas, recaudadores, leprosos… Su mensaje es
escandaloso: los despreciados por los hombres más religiosos tienen un lugar
privilegiado en el corazón de Dios. La razón es solo una: son los más
necesitados de acogida, dignidad y amor.
Algún día tendremos que revisar,
a la luz de este comportamiento de Jesús, cuál es nuestra actitud en las
comunidades cristianas ante ciertos colectivos como las mujeres que viven de la
prostitución o los homosexuales y lesbianas cuyos problemas, sufrimientos y
luchas preferimos casi siempre ignorar y silenciar en el seno de la Iglesia,
como si para nosotros no existieran.
No son pocas las preguntas que
nos podemos hacer:
·
¿Dónde pueden encontrar entre nosotros una acogida parecida a la
de Jesús?
·
¿A quién le pueden escuchar una palabra que les hable de Dios como
hablaba él?
·
¿Qué ayuda pueden encontrar entre nosotros para vivir su condición
sexual desde una actitud responsable y creyente?
·
¿Con quiénes pueden compartir su fe en Jesús con paz y dignidad?
·
¿Quién es capaz de intuir el amor insondable de Dios a los
olvidados por todas las religiones?
José Antonio Pagola
HOMILIA
2012-2013 -
16 de junio 2013
DEFENSOR
DE LAS PROSTITUTAS
Jesús se encuentra en casa de
Simón, un fariseo que lo ha invitado a comer. Inesperadamente, una mujer
interrumpe el banquete. Los invitados la reconocen enseguida. Es una prostituta
de la aldea. Su presencia crea malestar y expectación. ¿Cómo reaccionará Jesús?
¿La expulsará para que no contamine a los invitados?
La mujer no dice nada. Está
acostumbrada a ser despreciada, sobre todo, en los ambientes fariseos. Directamente
se dirige hacia Jesús, se echa a sus pies y rompe a llorar. No sabe cómo
agradecerle su acogida: cubre sus pies de besos, los unge con un perfume que
trae consigo y se los seca con su cabellera.
La reacción del fariseo no se
hace esperar. No puede disimular su desprecio: “Si este fuera profeta, sabría
quién es esta mujer y lo que es: una pecadora”. El no es tan ingenuo como
Jesús. Sabe muy bien que esta mujer es una prostituta, indigna de tocar a
Jesús. Habría que apartarla de él.
Pero Jesús no la expulsa ni la
rechaza. Al contrario, la acoge con respeto y ternura. Descubre en sus gestos
un amor limpio y una fe agradecida. Delante de todos, habla con ella para
defender su dignidad y revelarle cómo la ama Dios: “Tus pecados están
perdonados”. Luego, mientras los invitados se escandalizan, la reafirma en su
fe y le desea una vida nueva: “Tu fe te ha salvado. Vete en paz”. Dios estará
siempre con ella.
Hace unos meses, me llamaron a
tomar parte en un Encuentro Pastoral muy particular. Estaba entre nosotros un
grupo de prostitutas. Pude hablar despacio con ellas. Nunca las podré olvidar.
A lo largo de tres días pudimos escuchar su impotencia, sus miedos, su
soledad... Por vez primera comprendí por qué Jesús las quería tanto. Entendí
también sus palabras a los dirigentes religiosos: “Os aseguro que los
publicanos y las prostitutas entrarán antes que vosotros en el reino de los
cielos”.
Estas mujeres engañadas y
esclavizadas, sometidas a toda clase de abusos, aterrorizadas para mantenerlas
aisladas, muchas sin apenas protección ni seguridad alguna, son las víctimas
invisibles de un mundo cruel e inhumano, silenciado en buena parte por la
sociedad y olvidado prácticamente por la Iglesia.
Los seguidores de Jesús no
podemos vivir de espaldas al sufrimiento de estas mujeres. Nuestras Iglesias
diocesanas no pueden abandonarlas a su triste destino. Hemos de levantar la voz
para despertar la conciencia de la sociedad. Hemos de apoyar mucho más a
quienes luchan por sus derechos y su dignidad. Jesús que las amó tanto sería
también hoy el primero en defenderlas.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
13 de junio de 2010
NO
APARTAR A NADIE DE JESÚS
(Ver homilía del ciclo C -
2015-2016)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
17 de junio de 2007
MIRADA
DIFERENTE
Tu fe te
ha salvado. Vete en paz.
La prostituta del pueblo
interrumpe de pronto el banquete organizado por un fariseo para agasajar a
Jesús. En cuanto la ve, Simón la reconoce y se pone nervioso. Conoce bien a
estas prostitutas que se acercan al final de los banquetes en busca de
clientes.
La prostituta se dirige
directamente a Jesús. No dice nada. Está conmovida. No sabe cómo expresarle su
agradecimiento y rompe a llorar. Sus lágrimas riegan los pies de Jesús.
Olvidándose de los presentes, se suelta la cabellera y se los seca. Besa una y
otra vez aquellos pies queridos, y, abriendo un pequeño frasco que lleva
colgando de su cuello, se los unge con perfume.
El fariseo contempla la escena
horrorizado. Su mirada de hombre experto en la ley sólo ve en aquella mujer una
«pecadora» indigna que está
contaminando la pureza de los comensales. No repara en sus lágrimas. Sólo ve en
ella los gestos de una mujer de su oficio que sólo sabe soltarse el cabello,
besar, acariciar y seducir con sus perfumes.
Su mirada de desprecio le impide,
al mismo tiempo, reconocer en Jesús al profeta de la compasión de Dios. Su
acogida y su ternura hacia esta mujer lo desconciertan. No puede ser un
profeta.
La mirada de Jesús es diferente.
En aquel comportamiento que tanto escandaliza al «moralista» Simón, él sólo ve
el amor y el agradecimiento grande de una mujer que se sabe muy querida y
perdonada por Dios. Por eso se deja tocar y querer por ella. Le ofrece el
perdón de Dios. Le ayuda a descubrir dentro de sí misma una fe que la está
salvando y le anima a vivir en paz.
Jesús no fue visto nunca como
representante de la norma sino como profeta de la compasión de Dios. Por eso,
en el movimiento de los que hoy tratamos de seguirle, no necesitamos «maestros» que desprecien a los pecadores
y descalifiquen a los «profetas» de
la compasión de Dios. Necesitamos cristianos que miren a los marginados
morales, los desviados y los indeseables con los ojos con que los miraba Jesús.
Dichosos los que están junto a ellos y ellas sosteniendo su dignidad humana y
despertando su fe en ese Dios que los ama, entiende y perdona como nosotros no
sabemos hacerlo.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
13 de junio de 2004
¿EXCLUIDOS
DEL EVANGELIO?
(Ver homilía del 18 de junio de
1.989).
José Antonio Pagola
HOMILIA
2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
17 de junio de 2001
AMOR
COMPASIVO
Tus
pecados están perdonados.
Todos los grupos religiosos
contemporáneos de Jesús se inspiraban para su comportamiento moral en una
exigencia radical que estaba formulada en el viejo libro del Levítico con estas
palabras: «Sed santos como yo, el Senor
vuestro Dios, soy Santo» (Lv 19, 2).
Los judíos entendían esta
santidad como una «separación de lo impuro». Esta manera de entender la
«imitación de Dios» generó en Israel una sociedad discriminatoria y excluyente
donde se honraba a los puros y se menospreciaba a los impuros y pecadores, se
valoraba a los varones y se sospechaba de la pureza de las mujeres, se convivía
con los sanos pero se huía de los leprosos.
En medio de esta sociedad, Jesús
introduce un alternativa revolucionaria: «Sed
compasivos como vuestro Padre es compasivo» (Lc 6, 36). El primer rasgo de Dios es la compasión, no la santidad.
Quien quiera ser como es Dios no tiene que vivir «separándose» de los impuros,
sino amando a todos con amor compasivo.
Por eso, Jesús inició un estilo
de vida nuevo, inspirado sólo en el amor. Tocaba a los leprosos, acogía a los pecadores,
comía con publicanos y prostitutas. Su mesa estaba abierta a todos. Nadie
quedaba excluido porque nadie está excluido del corazón compasivo de Dios.
No basta ser muy religioso, sino
que hay que ver a qué nos conduce la religión. No basta creer en Dios sino
saber en qué Dios creemos. El Dios compasivo en el que creyó Jesús no conduce
nunca a actitudes excluyentes de desprecio, intolerancia o rechazo, sino que
atrae hacia una vida de acogida y hospitalidad, de respeto y de perdón. No nos
hemos de engañar. De Dios no se aprende a vivir de cualquier manera. Él sólo
enseña a amar.
El relato de Lucas es iluminador.
Una mujer «pecadora» se acerca a Jesús. El fariseo Simón reacciona desde su
visión religiosa con una actitud de sospecha y rechazo: no entiende que Jesús
pueda dejarse tocar por aquella pecadora. Jesús, por el contrario, reacciona
desde un amor compasivo. De su corazón sólo brotan palabras de perdón, de
aliento y salvación: «Tus pecados están
perdonados... Vete en paz».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
14 de junio de 1998
APASIONADO
POR LA VIDA
Vete en
paz.
Jesús es un apasionado por la
vida. Su palabra y su actuación están inspirados sólo por un deseo: “Yo he venido para que tengan vida.” Este
es su objetivo: renovar la vida, transformarla, hacerla más digna y dichosa
para todos, instaurar el amor y la confianza mutua, ampliar hasta el infinito
el horizonte, orientarlo todo hacia Dios “Amigo
de la vida”.
Si expulsa del templo a los
mercaderes es porque convierten lo religioso en simple mercado e impiden que la
oración y el culto sean fuente de vida para todos. Si critica a los escribas es
porque sus tradiciones legalistas asfixian la vida y la reducen a mera
observancia cuando la Palabra ha de ser “espíritu y vida”.
Si se acerca a aquellos en
quienes la vida está más enferma y debilitada, más rota y estropeada, es para
curarlos e invitarlos a una vida más sana y saludable. Si perdona a los
pecadores y los libera de la confusión interior y de la desconfianza en Dios es
porque desea que vivan reconciliados consigo mismos y en paz con él.
Se entiende que Jesús busque con
tanto empeño la fecundidad. Nadie ha de vivir de manera estéril, pues la vida
es creación. La higuera que tiene la osadía de vivir sin dar fruto ha de ser
castigada. El siervo de planteamientos mezquinos, que no quiere arriesgar su
talento para hacerlo fructificar no merece vivir. Nadie ha de ahogar la vida
que Dios hace germinar y crecer en nosotros.
Jesús soñaba con un “hombre
nuevo”, un hombre empeñado en transformar la vida y hacerla mejor, capaz de
irse haciendo cada vez más humano, un hombre atraído por la Vida eterna. Como
expuso con admirable fuerza Paul Tillich
en su “Systematic Theology”, la
resurrección de Cristo no es sino la culminación de este “nuevo ser” (New Being) que él predicó, impulsó y
encarnó.
El perdón de Jesús a la mujer
pecadora no es un rito rutinario de “absolución de pecados”. Es mucho más.
Frente a la visión legalista del fariseo Simón y frente a sus capciosos planteamientos
que buscan todo menos el bien real de la mujer, Jesús que sólo quiere para ella
la vida, la libera de su humillación, le devuelve su dignidad, la renueva por
dentro y le abre un nuevo horizonte: “Tu
fe te ha salvado. Vete en paz.”
José Antonio Pagola
HOMILIA
1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
18 de junio de 1995
EL AMOR
NO ES CIEGO
Tiene
mucho amor.
Probablemente, nadie ha planteado
con tanta clarividencia como E. Biser
(Pronóstico de la fe, Herder, 1994) el cambio de expectativa que se ha
producido en el hombre moderno de cara a la religión. Lo que hoy se espera de
la fe no es la revelación de «misterios sobrenaturales», ni siquiera
-directamente al menos- la salvación que lo arranque del pecado. Lo que el
hombre de hoy busca en el misterio de Dios es «apoyo, morada y seguridad» para entenderse y vivirse a sí mismo con
paz.
Los que se interesan de nuevo por
Dios lo hacen desde su necesidad de buscar una salida a su desgarro interior,
su soledad y, sobre todo, su pérdida de identidad. Observa el profesor de
Munich que la cultura moderna está generando un «vacío interno» que lleva a no pocos a preguntar por Dios. Lo que
buscan en él es «suelo firme» para
vivir; lo que anhelan es conocer una «confianza
básica» donde poder sustentarse.
Este nuevo contexto está
originando una forma diferente de plantearse la cuestión de Dios. Las nuevas
generaciones no se interesan por «las pruebas de la existencia de Dios». Está
desapareciendo «la necesidad de probar», que tanto ha obsesionado en años
pasados. Lo que, desde su inseguridad y desgarro interior buscan hoy no pocos,
es que Dios se les comunique y puedan rastrear, de alguna forma, su presencia
amistosa.
Y es aquí donde, de nuevo, cobra
toda su importancia y centralidad el «amor
a Dios”. Se suele decir que el amor es ciego, pero la verdad es que el amor
ayuda a percibir en la persona amada lo que se escapa a una mirada indiferente.
Así sucede con Dios. Quien se coloca ante él en una actitud de amor confiado
comienza a percibirlo de forma diferente. De ahí la importancia del mandato de
Jesús, que puede parecer «pura abstracción», pero que es capaz de transformar
la historia interior de la persona: «Amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. »
Este amor a Dios es lo primero.
Dios habita allí donde se le deja entrar, y la puerta por la que entra en la
vida del ser humano es siempre el amor. Por otra parte, éste es el camino para
que el hombre moderno, «audaz y
desvalido, prepotente y decadente» descubra que es «hijo de Dios» y encuentre ahí su «centro de identificación» (E. Biser).
Estoy convencido de que todo el
que mira a Dios, no con mirada indiferente sino con amor confiado, por muy
perdido que se sienta o muy indigno que se vea, puede decir desde el fondo de
su corazón aquellas palabras de Anselmo
de Canterbury: «iQué lejos estoy de ti y qué cerca estás de mí! ¡Cómo escapas a
mi mirada y qué presente estoy yo en la tuya!»
Es significativa la escena de
Jesús en casa de Simón el fariseo. Este hombre no es capaz de descubrir el
misterio encerrado en Jesús. La mujer, sin embargo, pecadora pero con una gran
capacidad de amor, intuye que Jesús es su salvador y se acerca a él confiada.
Jesús capta lo esencial: esta mujer «tiene
mucho amor» por eso escucha las palabras decisivas: «Tus pecados están perdonados. »
José Antonio Pagola
HOMILIA
1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
ASIGNATURA
PENDIENTE
Simón,
tengo algo que decirte.
Siempre me ha sorprendido el
escaso eco que, por lo general, tienen en los varones las críticas y
reivindicaciones de los movimientos feministas. Cualquier pretexto es bueno
para ignorar la verdad de muchos de sus planteamientos.
Hay varones que adoptan una
actitud absolutamente negativa. La mujer es un ser menos válido que el varón;
es natural que, de alguna manera, le esté sometida. Está bien que se corrijan
algunos abusos, pero nada esencial debe cambiar.
Otros ensalzan la dignidad de la
mujer y la hacen portadora de valores sublimes (“el mito de lo femenino”). Se
entusiasman hablando de las cualidades femeninas de la abnegación, la
sensibilidad o la ternura. Pero en ningún momento ponen en duda la superioridad
y el dominio del varón.
Este dominio del varón está tan
arraigado y asumido (incluso por las mujeres) que fácilmente se piensa que es
algo innato, inserto en la misma naturaleza de la sexualidad humana. Inútil
enfrentarse a un hecho natural. Dios lo ha querido así.
Esta posición, además de ser
científicamente insostenible, no nos ha de hacer olvidar que la actual
dominación de la mujer proviene, en gran parte, de una conducta injusta de los
varones. En el fondo hay una “distorsión de las relaciones humanas” (Rosemary Ruether), originada por el
pecado del varón que, de hecho, trata a la mujer como un ser inferior, le
impone egoístamente su poder y crea unas relaciones de subordinación y
dependencia que no son justas.
De ahí la necesidad de promover
esa “revolución de las conciencias” (B.
Boutreau) que permita encontrar un modelo más justo y humano de relaciones
entre ambos sexos. Este cambio cultural requiere corregir los modelos de mujer
que se fomentan en nuestra sociedad (mujer-objeto, mujer-complemento del varón,
mujer-reclamo, mujer-ayuda para el hombre…), pero exige, además, una conversión
profunda en los varones.
Conversión de esa actitud patriarcal de quien impone sus
decisiones pretendiendo ser dueño y señor de la voluntad de la mujer (“tu te
callas”). Conversión de ese androcentrismo
que considera a la mujer como algo marginal, que sólo es importante en relación
al varón (“ayuda a tu hermano, que tú eres mujer”). Conversión de esa cosificación de la mujer como objeto de
placer al servicio del varón (“ya no me apeteces”).
La tarea en inmensa. Son muchos
los abusos, discriminaciones, menosprecios y malos tratos que hay que eliminar
en el interior del hogar, en la educación, en la vida eclesial y en la
convivencia social.
La Iglesia, en concreto, no
denuncia hoy con la debida fuerza ese comportamiento masculino injusto ni
predica a los varones la necesidad de una conversión profunda en el trato a la
mujer. Es la “asignatura pendiente” de unos cristianos que no sabemos entender
ni seguir la conducta revolucionaria de Jesús, el varón que, lleno del amor de
un Dios Padre de todos, sabía acercarse a las mujeres para restaurar su
dignidad aun provocando escándalos como en la casa del fariseo Simón.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
18 de junio de 1989
¿EXCLUIDOS
DELEVANGELIO?
Es una
pecadora.
Una mujer pecadora está tocando a
Jesús. La reacción de Simón es de indignación y escándalo. Aquella mujer es una
indeseable a la que habría que alejar rápidamente del Profeta. La reacción de
Jesús, por el contrario, es de acogida y comprensión. Sólo parece ver en ella
un ser necesitado de amor, reconciliación y paz.
Esta actitud constante de Jesús,
descrita a lo largo de todo el evangelio de Lucas, de acogida a los que parecen
excluidos de antemano del Reino de Dios, nos ha de obligar a los cristianos a
revisar nuestras actitudes hacia ciertos sectores y grupos a los que parece que
negamos el derecho de acercarse a Jesús.
Entre estos grupos hay uno del
que los cristianos apenas nos atrevemos a hablar: el mundo de los homosexuales
y las lesbianas. Un mundo que las Iglesias han preferido casi siempre silenciar,
mientras, socialmente, eran objeto de distorsiones, desprecios y persecución.
Apenas ni una palabra de
esperanza. Sólo condenas y anatemas para reducirlos a la oscuridad, al silencio
o al desprecio de los demás. ¿Dónde han podido escuchar una palabra que les
hiciera sentirse llamados también ellos al Reino de Dios? ¿Cuándo han podido
saber que Dios es también para los indeseables de la sociedad? ¿Quién les ha
abierto un acceso al Evangelio?
Y, sin embargo, también los
homosexuales y las lesbianas tienen derecho al Evangelio aunque esta simple
afirmación suene de manera extraña y escandalosa a los oídos de bastantes
cristianos.
Las comunidades cristianas nos
hemos de preguntar qué ayuda hemos ofrecido a estos hombres y mujeres para
crecer en madurez humana y responsabilidad cristiana. Qué mensaje han podido
escuchar de nosotros para vivir su homosexualidad desde una actitud responsable
y creyente.
No basta con adoptar una postura
de condena o rechazo ni se puede juzgar de manera total y absoluta la vida de
una persona reduciéndola a su sexualidad, sin tener en cuenta otros valores y
dimensiones de su personalidad.
No se trata de silenciar las
exigencias del evangelio a estos grupos, sino de anunciar y ofrecer también a
estos hombres y mujeres la posibilidad de que descubran en Jesucristo su propia
dignidad, la aceptación responsable de su condición y la acogida liberadora que
les niega casi siempre la sociedad.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
15 de junio de 1986
DIOS, EL
ANTI-MAL
Tu fe te
ha salvado.
Son bastantes los que, en
nuestros días, han abandonado calladamente toda comunicación con Dios.
Bastantes también los que han dado la espalda a todo interrogante religioso
para vivir distraídos únicamente por la vida pequeña y fragmentaria de cada
día.
Y cuando se los escucha
atentamente, se descubre con frecuencia que la religión que abandonan y
rechazan es algo que ha sido vivido como una carga y no como liberación.
Dios está todavía en el fondo de
muchas conciencias como un ser amenazador y exigente que hace más incómoda la
vida y más pesada la existencia. Un Dios vigilante, que impone obligaciones
duras y difíciles y amenaza con castigos oscuros e inexplicables.
Se diría que son bastantes los
que, sin atreverse a confesarlo abiertamente, desearían que Dios no existiera.
Así podríamos vivir con más libertad y más gozo, disfrutando de la vida con más
espontaneidad, libres por fin de amenazas y coacciones eternas.
Dios no ha sido ni es para muchos
«Buena Noticia». La religión no ha sido gracia, liberación, alivio, fuerza y
alegría para vivir.
Y sin embargo, si hay algo
esencial en el cristianismo es la fe en un Dios que quiere únicamente el bien,
la felicidad del hombre. Un Dios que es «Anti-mal» (E. Schillebeeckx), que dice
un no radical a todo lo que provoca el dolor y la desintegración del ser
humano.
Cualquier lectura del evangelio
que lleve a los hombres a la angustia, la desesperanza, el agobio y la
neurosis, es falsa.
Todo lo que impida ver a Dios
como gracia, liberación, perdón, alegría y fuerza para crecer como seres
humanos, es, de alguna manera, blasfema. Todo lo que debilita, entristece y
esclaviza al hombre no es de Dios.
En Jesús se nos ha revelado que
Dios no es destructor de la vida y la felicidad, sino Amor a la vida y Amor al
hombre.
Jesús está siempre del lado del
hombre frente al mal que oprime, desintegra y deshumaniza. Por esto, está
siempre del lado del perdón.
Y por eso también el creyente que
«ha entendido» a Jesús, no desespera ante su propia fragilidad y pequeñez.
Tampoco niega su culpa para echársela cómodamente a los otros. Sabe asumir su
propia responsabilidad y confesar su pecado y su mal, porque se sabe perdonado.
Es un regalo poder escuchar en el
fondo más íntimo de la propia conciencia las mismas palabras que Jesús dirigió
a la pecadora: «Tú fe te ha salvado. Vete en paz». La experiencia del perdón,
ella sola sería capaz de mantener la esperanza en el mundo.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1982-1983 – APRENDER A VIVIR
12 de junio de 1983
NECESIDAD
DEL PERDON
“Al que
poco se le perdona, poco ama”.
Unos de los rasgos más
espectaculares de nuestros días es, sin duda, el paso de una sociedad unitaria
y rígida a una sociedad más pluralista y tolerante en todos los campos de la
vida.
En pocos años se han ido
desmoronando entre nosotros las murallas del uniformismo ideológico. No
solamente se ha admitido públicamente el pluralismo político y confesional. De
hecho, han ido surgiendo y consolidándose entre nosotros diversas ideologías y
actitudes frente a la existencia.
Hoy en día las ideologías y
planteamientos prácticos son muchos y variados. Sociológicamente nadie puede
presentarse con el monopolio de la verdad y la justicia. Ninguna ideología,
ningún sistema, ninguna confesión religiosa ni grupo humano puede pretender
imponerse en nuestra sociedad como el único poseedor de todo lo que es justo y
verdadero.
Sin duda este pluralismo puede
ser grandemente enriquecedor si aprendemos a vivir en el respeto mutuo, en una
sana tolerancia y en diálogo constructivo. Nunca la intransigencia, la
intolerancia y el totalitarismo ayudan a un pueblo a descubrir su verdadero
rostro humano.
Pero es indudable que en una
sociedad pluralista como la nuestra debemos estar atentos a un riesgo nuevo. Un
clima de permisividad pluralista puede conducirnos a un indiferentismo y una
relativización de valores. Más concretamente, tenemos el riesgo de subestimar
cualquier proyecto moral y perder progresivamente la conciencia de
culpabilidad.
Quizás cada uno nos vamos
configurando “una moral a nuestra medida”. Una moral cómoda desde la que
juzgamos duramente a los demás al mismo tiempo que nos sentimos siempre justos.
Esta puede ser nuestra gran
equivocación. La del fariseo Simón, un hombre que, desde sus propios esquemas
morales, juzga duramente a la mujer “pecadora”, mientras es incapaz de
sospechar que también él es pecador y necesita vivir el perdón.
El hombre que siempre se siente
justo y cree que no tiene necesidad del perdón, se halla en peligro. Es un
hombre que corre el riesgo de deshumanizarse poco a poco. Sabe juzgar, condenar
y despreciar. Pero no sabrá acoger, comprender y ayudar.
Un hombre que no siente necesidad
de conversión y perdón, difícilmente nos ayudará a cambiar la sociedad y
hacerla mejor, pues no es capaz de cambiarse a sí mismo.
José Antonio Pagola
HOMILIA
Del libro: JESÚS AROXIMACIÓN HISTÓRICA
Sed
compasivos como vuestro Padre es compasivo.
Jesús insistirá: hay que aprender
a mirar de otra manera a esas gentes extraviadas que casi todos desprecian. Una
pequeña parábola pronunciada por Jesús en casa de un fariseo expresa bien su
manera de pensar. Jesús ha sido invitado a un banquete de carácter festivo. Los
comensales toman parte en la comida, recostados cómodamente sobre una mesa
baja. Son bastantes, todos varones, y, al parecer, no caben en el interior de
la vivienda. El banquete tiene lugar delante de la casa, de manera que los
curiosos pueden acercarse, como era habitual, a observar a los comensales y
escuchar su conversación.
De pronto se hace presente una
prostituta de la localidad. Simón la reconoce inmediatamente y se siente
molesto: esa mujer puede contaminar la pureza de los comensales y estropear el
banquete. La prostituta se dirige directamente a Jesús, se echa a sus pies y
rompe a llorar. No dice nada. Está conmovida. No sabe cómo expresar su alegría
y agradecimiento. Sus lágrimas riegan los pies de Jesús. Prescindiendo de todos
los presentes, se suelta su cabellera y se los seca. Es un deshonor para una
mujer soltarse el cabello delante de varones, pero ella no repara en nada: está
acostumbrada a ser despreciada. Besa una y otra vez los pies de Jesús y,
abriendo el pequeño frasco que lleva colgando de su cuello, se los unge con un
perfume precioso.
Al intuir el recelo de Simón ante
los gestos de la prostituta y su malestar por su acogida serena, Jesús le
interpela con una pequeña parábola:
Un
acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta.
Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?
El ejemplo de Jesús es sencillo y
claro. No sabemos por qué un acreedor perdona la deuda a sus dos deudores. Sin
duda es un hombre generoso que comprende los apuros de quienes no pueden pagar
lo que deben. La deuda de uno es grande: quinientos denarios, el sueldo de casi
dos años de trabajo en el campo, una cantidad casi imposible de pagar para un
campesino. La del segundo solo asciende a cincuenta denarios, una suma más
fácil de conseguir, el sueldo de siete semanas. ¿Cuál de los dos le estará más
agradecido? La respuesta de Simón es lógica: «Supongo que aquel a quien perdonó
más». Los oyentes piensan igual.
Así está sucediendo con la
llegada de Dios. Su perdón despierta la alegría y el agradecimiento en los
pecadores, pues se sienten aceptados por Dios no por sus méritos, sino por la
gran bondad del Padre del cielo. Los «perfectos» reaccionan de manera
diferente: no se sienten pecadores ni tampoco perdonados. No necesitan de la
misericordia de Dios. El mensaje de Jesús los deja indiferentes. Esta
prostituta, por el contrario, conmovida por el perdón de Dios y las nuevas
posibilidades que se abren a su vida, no sabe cómo expresar su alegría y
agradecimiento. El fariseo Simón ve en ella los gestos ambiguos de una mujer de
su oficio, que solo sabe soltarse el cabello, besar, acariciar y seducir con
sus perfumes. Jesús, por el contrario, ve en el comportamiento de aquella mujer
impura y pecadora el signo palpable del perdón inmenso de Dios:
«Mucho se
le debe de haber perdonado, porque es mucho el amor y la gratitud que está
mostrando».
¿No tendrá razón Jesús? ¿No será
el Dios de la misericordia la mejor noticia que podemos escuchar todos? Ser misericordiosos como el Padre del cielo,
¿no será esto lo único que nos puede liberar de la impiedad y la crueldad?
Pero, si todos los hombres y
mujeres viven del perdón y la misericordia de Dios, ¿no habrá que introducir un
nuevo orden de cosas donde la compasión no sea ya una excepción o un gesto
admirable sino una exigencia normal?
¿No será esta la forma práctica
de acoger y extender su reinado en medio de sus hijos e hijas?
José Antonio Pagola
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