El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
2º domingo de Cuaresma (A)
EVANGELIO
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Lectura del santo evangelio según san Mateo 17, 1-9
En aquel tiempo,
Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó
aparte a una montaña alta.
Se transfiguró
delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se
volvieron blancos como la luz.
Y se les
aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro, entonces,
tomó la palabra y dijo a Jesús:
-«Señor, ¡qué bien
se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y
otra para Elías.»
Todavía estaba
hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la
nube decía:
-«Éste es mi Hijo,
el amado, mi predilecto. Escuchadlo.»
Al oírlo, los
discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y,
tocándolos, les dijo:
-«Levantaos, no
temáis.»
Al alzar los ojos,
no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de
la montaña, Jesús les mandó:
«No contéis a nadie
la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Palabra de Dios.
HOMILIA
2016-2017 -
12 de marzo de 2017
ESCUCHAR
A JESÚS
El centro de ese relato complejo,
llamado tradicionalmente “La transfiguración de Jesús”, lo ocupa una Voz que
viene de una extraña “nube luminosa”, símbolo que se emplea en la Biblia para
hablar de la presencia siempre misteriosa de Dios que se nos manifiesta y, al
mismo tiempo, se nos oculta.
La Voz dice estas palabras: “Este
es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo”. Los discípulos no han de
confundir a Jesús con nadie, ni siquiera con Moisés y Elías, representantes y
testigos del Antiguo Testamento. Solo Jesús es el Hijo querido de Dios, el que
tiene su rostro “resplandeciente como el sol”.
Pero la Voz añade algo más:
“Escuchadlo”. En otros tiempos, Dios había revelado su voluntad por medio de
los “diez mandatos” de la Ley. Ahora la voluntad de Dios se resume y concreta
en un solo mandato: escuchad a Jesús. La escucha establece la verdadera relación
entre los seguidores y Jesús.
Al oír esto, los discípulos caen
por los suelos “llenos de espanto”. Están sobrecogidos por aquella experiencia
tan cercana de Dios, pero también asustados por lo que han oído: ¿podrán vivir
escuchando solo a Jesús, reconociendo solo en él la presencia misteriosa de
Dios?
Entonces, Jesús “se acerca y,
tocándolos, les dice: Levantaos. No tengáis miedo”. Sabe que necesitan
experimentar su cercanía humana: el contacto de su mano, no solo el resplandor
divino de su rostro. Siempre que escuchamos a Jesús en el silencio de nuestro
ser, sus primeras palabras nos dicen: Levántate, no tengas miedo.
Muchas personas solo conocen a
Jesús de oídas. Su nombre les resulta, tal vez, familiar, pero lo que saben de
él no va más allá de algunos recuerdos e impresiones de la infancia. Incluso,
aunque se llamen cristianos, viven sin escuchar en su interior a Jesús. Y, sin
esa experiencia, no es posible conocer su paz inconfundible ni su fuerza para
alentar y sostener nuestra vida.
Cuando un creyente se detiene a
escuchar en silencio a Jesús, en el interior de su conciencia, escucha siempre
algo como esto: “No tengas miedo. Abandónate con toda sencillez en el misterio
de Dios. Tu poca fe basta. No te inquietes. Si me escuchas, descubrirás que el
amor de Dios consiste en estar siempre perdonándote. Y, si crees esto, tu vida
cambiará. Conocerás la paz del corazón”.
En el libro del Apocalipsis se
puede leer así: “Mira, estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me
abre la puerta, entraré en su casa”. Jesús llama a la puerta de cristianos y no
cristianos. Le podemos abrir la puerta o lo podemos rechazar. Pero no es lo
mismo vivir con Jesús que sin él.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2013-2014 –
16 de marzo de 2014
ESCUCHAR
A JESÚS
(Ver homilía del ciclo A - 2016-2017)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 - JESÚS ES PARA
TODOS
20 de marzo de 2011
MIEDO A
JESÚS
La escena conocida como "la
transfiguración de Jesús" concluye de una manera inesperada. Una voz
venida de lo alto sobrecoge a los discípulos: «Este es mi Hijo amado»:
el que tiene el rostro transfigurado. «Escuchadle a él». No a Moisés, el
legislador. No a Elías, el profeta. Escuchad a Jesús. Sólo a él.
«Al oír esto, los discípulos caen
de bruces, llenos de espanto». Les aterra la presencia cercana
del misterio de Dios, pero también el miedo a vivir en adelante escuchando sólo
a Jesús. La escena es insólita: los discípulos preferidos de Jesús caídos por
tierra, llenos de miedo, sin atreverse a reaccionar ante la voz de Dios.
La actuación de Jesús es
conmovedora: «Se acerca» para que sientan su presencia amistosa. «Los
toca» para infundirles fuerza y confianza. Y les dice unas palabras
inolvidables: «Levantaos. No temáis». Poneos de pie y seguidme. No
tengáis miedo a vivir escuchándome a mí.
Es difícil ya ocultarlo. En la
Iglesia tenemos miedo a escuchar a Jesús. Un miedo soterrado que nos está
paralizando hasta impedirnos vivir hoy con paz, confianza y audacia tras los
pasos de Jesús, nuestro único Señor.
Tenemos miedo a la innovación,
pero no al inmovilismo que nos está alejando cada vez más de los hombres y
mujeres de hoy. Se diría que lo único que hemos de hacer en estos tiempos de
profundos cambios es conservar y repetir el pasado. ¿Qué hay detrás de este
miedo? ¿Fidelidad a Jesús o miedo a poner en "odres nuevos" el
"vino nuevo" del Evangelio?
Tenemos miedo a unas
celebraciones más vivas, creativas y expresivas de la fe de los creyentes de
hoy, pero nos preocupa menos el aburrimiento generalizado de tantos cristianos
buenos que no pueden sintonizar ni vibrar con lo que allí se está celebrando.
¿Somos más fieles a Jesús urgiendo minuciosamente las normas litúrgicas, o nos
da miedo "hacer memoria" de él celebrando nuestra fe con más verdad y
creatividad?
Tenemos miedo a la libertad de
los creyentes. Nos inquieta que el pueblo de Dios recupere la palabra y diga en
voz alta sus aspiraciones, o que los laicos asuman su responsabilidad
escuchando la voz de su conciencia. En algunos crece el recelo ante religiosos
y religiosas que buscan ser fieles al carisma profético que han recibido de
Dios. ¿Tenemos miedo a escuchar lo que el Espíritu puede estar diciendo a
nuestras iglesias? ¿No tememos apagar el Espíritu en el pueblo de Dios?
En medio de su Iglesia Jesús
sigue vivo, pero necesitamos sentir con más fe su presencia y escuchar con
menos miedo sus palabras: «Levantaos. No tengáis miedo».
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 - Recreados por
Jesús
17 de febrero de 2008
ESCUCHAR
SÓLO A JESÚS
Escuchadlo
Jesús torna consigo a sus
discípulos más íntimos y los lleva a una «montaña alta». No es la montaña a la
que le ha llevado el tentador para ofrecerle el poder y la gloria de «todos los
reinos del mundo». Es la montaña en la que sus más íntimos van a poder descubrir
el camino que lleva a la gloria de la resurrección.
El rostro transfigurado de Jesús
«resplandece como el sol» y manifiesta en qué consiste su verdadera gloria. No
proviene del diablo sino de Dios su Padre. No se alcanza por los caminos
satánicos del poder mundano, sino por el camino paciente del servicio oculto,
el sufrimiento y la crucifixión.
Junto a Jesús aparecen Moisés y
Elías. No tienen el rostro resplandeciente, sino apagado. No se ponen a enseñar
a los discípulos, sino que «conversan con Jesús». La ley y los profetas están
orientados y subordinados a él.
Pedro, sin embargo, no logra
intuir el carácter único de Jesús: «Si quieres haré tres chozas: una para ti,
otra para Moisés y otra para Elías». Coloca a Jesús en el mismo plano que a
Moisés y Elías. A cada uno su choza. No sabe que a Jesús no hay que equipararlo
con nadie.
Es Dios mismo quien hace callar a
Pedro. «Todavía estaba hablando» cuando, entre luces y sombras, oyen su voz
misteriosa: «Este es mi Hijo amado», el que tiene el rostro glorificado por la
resurrección. «Escuchadlo a él». A nadie más. Mi Hijo es el único legislador,
maestro y profeta. No lo confundáis con nadie.
Los discípulos caen por los
suelos «llenos de espanto». Les da miedo «escuchar sólo a Jesús» y seguir su
camino humilde de servicio al reino hasta la cruz. Es el mismo Jesús quién los
libera de sus temores. «Se acercó» a ellos, como sólo él sabía hacerlo; «los
tocó», como tocaba a los enfermos, y les dijo: «Levantaos, no tengáis miedo» de
escucharme y de seguirme sólo a mí.
También a los cristianos de hoy
nos da miedo escuchar sólo a Jesús. No nos atrevemos a ponerlo de verdad en el
centro de nuestras vidas y comunidades. No le dejamos ser la única y decisiva
Palabra. Es el mismo Jesús quien nos puede liberar de tantos miedos, cobardías
y ambigüedades, si le dejamos acercarse a nosotros y dejarnos tocar por él.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
20 de febrero de 2005
MIEDO
Éste es
mi Hijo amado... escuchadlo
Probablemente es el miedo lo que
más paraliza a los cristianos en el seguimiento fiel a Jesucristo. En la
Iglesia actual hay pecado y debilidad pero hay, sobre todo, miedo a correr
riesgos; hemos comenzado el tercer milenio sin audacia para renovar
creativamente la vivencia de la fe cristiana. No es difícil señalar alguno de
estos miedos.
Hay miedo a lo nuevo como si
«conservar el pasado» garantizara automáticamente la fidelidad al Evangelio. Es
cierto que el Concilio Vaticano II afirmó de manera rotunda que en la Iglesia
ha de haber «una constante reforma» pues «como institución humana la necesita
permanentemente». Sin embargo, no es menos cierto que lo que mueve en estos
momentos a la Iglesia no es tanto un Espíritu de renovación como un instinto de
conservación.
Hay miedo para asumir las
tensiones y conflictos que lleva consigo el buscar la fidelidad al Evangelio.
Nos callamos cuando tendríamos que hablar; nos inhibimos cuando deberíamos
intervenir. Se prohíbe el debate de cuestiones importantes para evitar
planteamientos que pueden inquietar; se promueve la adhesión rutinaria que no
trae problemas ni disgusta a la jerarquía.
Hay miedo a la investigación
teológica creativa. Miedo a revisar ritos y lenguajes litúrgicos que no
favorecen hoy la celebración viva de la fe. Miedo a hablar de los «derechos
humanos» dentro de la Iglesia. Miedo a reconocer prácticamente a la mujer un
lugar mas acorde con el Espíritu de Cristo.
Hay miedo a anteponer la
misericordia por encima de todo, olvidando que la Iglesia no ha recibido el
«ministerio del juicio y la condena», sino el «ministerio de la
reconciliación». Hay miedo a acoger a los pecadores como lo hacía Jesús.
Difícilmente se dirá hoy de la Iglesia que es «amiga de pecadores», como se
decía de su Maestro.
Según el relato evangélico, los
discípulos caen por tierra «llenos de miedo» al oír una voz que les dice: «Este
es mi Hijo amado... escuchadlo». Da miedo escuchar sólo a Jesús. Es el mismo
Jesús quien se acerca, los toca y les dice: «Levantaos, no tengáis miedo». Sólo
el contacto vivo con Cristo nos podría liberar de tanto miedo.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
24 de febrero de 2002
EN LO
SECRETO
Éste es
mi Hijo... escuchadle.
Los hechos más importantes de
nuestra vida acontecen dentro de nosotros. En lo secreto del corazón, ante la
mirada insondable de Dios. Ahí se recompone nuestro ser, tal vez roto y
maltratado por la vida. Ahí se decide la orientación que queremos dar a nuestra
existencia en un momento determinado. Ahí se despierta de nuevo la luz y el
aliento para seguir caminando.
Tarde o temprano, todos nos
podemos ver sacudidos por la crisis. No sabemos exactamente lo que nos sucede,
pero nos sentimos mal. La paz ha desaparecido de nuestro corazón. Nada logra
iluminamos por dentro. Nadie consigue alentamos desde fuera. ¿Quién nos puede
arrancar de «las tinieblas»?
Hay algo de importancia suma
dentro de toda crisis: nuestro deseo de encontrar paz, luz y vida. Todo nos
está llamando a vivir. Lo que necesitamos es ir a lo esencial, dejando a un lado
lo que tiene menos importancia o no nos hace bien.
Necesitamos algo más: sentirnos
«acogidos» de manera incondicional. Saber que, en el fondo de todo y a pesar de
todo, Dios está protegiendo nuestra vida. Él nos acepta tal como estamos: con
nuestra fragilidad, frustraciones, errores y heridas. Podemos confiar en él sin
temor a ser juzgados o avergonzados. Dios no quiere vernos sufrir.
Necesitamos, además, luz. Una luz
que puede emerger precisamente con más hondura en esos momentos de sufrimiento
interior. En la confusión o la huída de sí mismo no es posible gustar la paz.
Sabernos acogidos por Dios nos puede ayudar a aceptarnos con nuestras sombras y
heridas. Consolados por la misericordia de Dios, podemos dejarnos iluminar
hasta el fondo, reorientar nuestra vida e iniciar humildemente un camino más
auténtico.
Sin duda, hay personas que nos
pueden ayudar mucho desde fuera con su acogida y su luz, pero nadie como ese
amigo y maestro interior de vida, que es Jesús. El relato evangélico nos habla
de unos discípulos que se sobrecogen y asustan al verse «envueltos en una nube»
que lo oscurece todo. Pero, desde el interior mismo de la nube, escuchan una
voz que los orienta hacia Jesús: «Este es
mi Hijo... escuchadle a él».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
28 de febrero de 1999
PARARSE A
PENSAR
Este es
mi Hijo... Escuchadlo
Todavía hace unos años era la
religión la que ofrecía a la mayoría de las personas criterios para comprender
la realidad y principios para orientar la vida con sentido y responsabilidad.
Hoy, por el contrario, son muchos los que prescinden de toda religión para
enfrentarse solos y sin guía alguna a su vida, sus deseos, miedos y
expectativas.
No es tarea fácil. Probablemente
nunca le ha resultado al individuo tan difícil y problemático el pararse para
pensar, reflexionar y elaborar decisiones sobre sí mismo y sobre lo importante
de su vida. Vivimos sumergidos en una «cultura de la intrascendencia>, que
ata a las personas al «aquí» y al «ahora» haciéndoles vivir sólo para lo
inmediato, sin apertura alguna al misterio último de la vida. Nos movemos en
una «cultura del divertimiento», que arranca al individuo de sí mismo y lo hace
vivir olvidado de las grandes cuestiones que lleva en su corazón el ser humano.
El hombre de nuestros días ha
aprendido muchas cosas, está súper info rmado
de cuanto acontece en el mundo que le rodea, pero no sabe el camino para
conocerse a sí mismo y construir su libertad. Muchos suscribirían la oscura
descripción que hacía el director de La Croix, G. Hourdin, hace algunos años: «El
hombre se está haciendo incapaz de querer; de ser libre, de juzgar por sí
mismo, de cambiar su modo de vida. Se está convirtiendo en el robot
disciplinado que trabaja para ganar el dinero que después disfrutará en unas
vacaciones colectivas. Lee las revistas de moda, ve las emisiones de TV que
todo el mundo ve. Aprende así lo que es, lo que quiere y cómo debe pensar y
vivir.»
Necesitamos más que nunca atender
la llamada evangélica:
«Este es mi Hijo, el amado, mi
predilecto. Escuchadlo. » Necesitamos pararnos, hacer silencio y escuchar más a
Dios. Esa escucha interior ayuda a vivir en la verdad, a saborear la vida en
sus raíces, a no malgastarla de cualquier manera, a no pasar superficialmente
ante lo esencial. Escuchando a Dios, descubrimos nuestra pequeñez y pobreza,
pero también nuestra grandeza de seres amados infinitamente por él.
Cada uno es libre para caminar
por la vida escuchando a Dios o dándole la espalda. Pero, en cualquier caso,
hay algo que hemos de recordar todos aunque resulte escandaloso y contracultural:
vivir sin un sentido último es vivir de manera «in-sensata»; actuar sin
escuchar la voz interior de la conciencia es ser un «in-consciente».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
3 de marzo de 1996
MIEDOS
Levantaos,
no temáis
¿Qué le está pasando al hombre de
hoy? Nunca había tenido antes tantos conocimientos para controlar la vida;
jamás había poseído tantos recursos técnicos y científicos para resolver sus
problemas. Sin embargo, el hombre actual sigue viviendo con muchos miedos.
Según no pocos estudiosos, más inseguro y amenazado que en épocas anteriores,
anidando en su interior miedos de todo tipo, a veces sin razón aparente. ¿Por
qué se escucha a tantos esa extraña frase: «Todo me da miedo»?
El prestigioso psiquíatra y buen
amigo, Vicente Madoz, ha publicado
recientemente un excelente trabajo titulado Los
miedos del hombre moderno (EVD, 1997) donde, con la clarividencia y
sencillez del verdadero experto, va analizando tanto los miedos irracionales
del hombre actual como sus miedos concretos: locura, enfermedad, vejez, muerte,
fracaso, desamor, soledad.
La inquietud y desazón de no
pocos tiene que ver, sin duda, con los profundos y rápidos cambios que se están
produciendo en la sociedad. También con el individualismo, la insolidaridad, el
pragmatismo exagerado y ciertas formas poco sanas de vivir. Pero hay algo más:
esa angustia existencial, a veces solapada o disfrazada, que está muy ligada a
las grandes incógnitas de la vida y que surge, sobre todo, ante la enfermedad,
la vejez, el fracaso, el desamor o la muerte.
El origen de los miedos concretos
que tanto hacen sufrir, a veces de manera inútil y desproporcionada, puede ser
muy diferente y requiere en cada caso una atención específica adecuada, pero no
es difícil percibir en bastantes una «existencia vacía de contenido, dispersa y
desorientada» que, según el doctor Madoz,
«es el caldo de cultivo idóneo sobre el que se alimentan y se nutren, tanto la
angustia fundamental del hombre de hoy como todo tipo de miedos neuróticos
secundarios a la misma.
Pocas palabras se repiten más en
los evangelios como éstas de Jesús: «No tengáis miedo», «Confiad», «No se turbe
vuestro corazón», «No seáis cobardes». El relato del Tabor recoge el mismo
mensaje. Cuando los discípulos, envueltos por las sombras de la nube, caen por
tierra abrumados por el miedo, escuchan estas palabras de Jesús: «Levantaos, no
tengáis miedo.» Enseguida se oye una voz de lo alto: «Este es mi Hijo amado...
Escuchadle.» Nunca hemos de rebajar la fe a remedio psicológico, pero escuchar
a Dios revelado en Jesucristo y dejarse iluminar por su Palabra puede sanar al
ser humano en sus raíces más hondas dando sentido e infundiendo una confianza
básica indestructible.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
7 de marzo de 1993
ENCONTRARSE
CON DIOS
Este es
mi Hijo... Escuchadle
Para encontrarse con Dios, lo
importante no es darle muchas vueltas a la cabeza. Tampoco se trata de hacer
esfuerzos sobrehumanos para llegar hasta lo impenetrable, ni de proferir
fuertes gritos para hacernos oír por El.
Lo primero es hacer silencio, por
fuera y por dentro, y escuchar su presencia en nosotros. Sosegar nuestra casa
interior para acoger al que habita en nosotros. Como dice J. Martín Velasco,
.afinar el oído para captar el murmullo, casi siempre suave como la brisa, de
su paso».
El encuentro con Dios es siempre
personal. Intransferible. Podemos interceder unos por otros, pero nadie puede
orar en lugar de otra persona. No es posible comunicarse con Dios por
procurador. Cada uno ha de abrirse confiadamente a su presencia.
Es cierto que podemos utilizar
fórmulas heredadas de generaciones anteriores, para orar a Dios. Puedo repetir
los salmos y plegarias que otros creyentes han utilizado en otros tiempos.
Pero, al final, soy yo el que tengo que recorrer mi propio camino y encontrar a
Dios en mi vida.
Lo decía León Felipe en los
conocidos versos de su poema:
«Nadie fue ayer, / ni va hoy, /
ni irá mañana / hacia Dios / por este mismo camino / que yo voy. / Para cada
hombre guarda / un rayo nuevo de luz el sol... / y un camino virgen / Dios.»
Cada uno camina hacia Dios desde sus propias peripecias, sus problemas y
estados de ánimo.
Por eso, una oración despersonalizada
es una contradicción. Sólo tiene de oración el nombre y la apariencia. Cuando
se da verdadera comunicación con Dios, allí hay una persona viva, un hombre o
una mujer que interroga, que busca, que suplica, que goza o se queja, que alaba
o confía.
Esta comunicación viva y personal
con Dios es capaz de transformar a la persona y reorientar de manera nueva su
vida. Cuando uno escucha con paz a Dios en el fondo de su corazón, se le
iluminan zonas oscuras que antes escapaban a su mirada; aprende a diferenciar
lo real de lo meramente aparente y engañoso; descubre en su interior fuerzas
que parecían haber desaparecido para siempre. La vida se transforma. Uno cuenta
con una luz nueva, una fuerza que conforta, un espíritu que ¡ibera del
desaliento. Y, sobre todo, se siente amado y con fuerzas para amar.
En el relato evangélico, cargado
de hondas resonancias bíblicas, una nube cubre a los discípulos que se echan a
temblar. De la nube surge una voz: «Este es mi Hijo... escuchadle.» La vida del
creyente cambia y pasa del miedo a la paz cuando sabe escuchar el misterio de
Dios revelado en su Hijo Jesús.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
11 de marzo de 1990
LITERATURA
DE CONSUMO
Escuchadle a El
Basta observar la instalación de nuevos
quioscos y la oferta de revistas en la esquina de cualquier calle para
constatar que sigue creciendo el número de lectores que se acercan, cada fin de
semana, a alimentarse de esa literatura llamada de consumo.
Según los estudios realizados en
España, unos quince millones de personas leen semanalmente revistas ilustradas
del estilo de «¡Hola!», «Interviú», «Semana», «Pronto», «Diez Minutos»...
El objetivo de este tipo de
revistas no es la reflexión ni la formación cultural o estética. Sólo pretenden
entretener, distraer y producir ciertas emociones. Aunque se llaman «revistas
de info rmación», únicamente
seleccionan aquello que puede resultar atractivo, sensacionalista o llamativo.
Según un análisis realizado por
el Instituto «Fe y Secularidad», el «sistema de felicidad» o los valores
más apetecibles que estas revistas proclaman son: salud, dinero, éxito, poder,
placer, imagen atractiva, amor como autoafirmación más que como entrega.
En contrapartida, las desgracias
más temidas son: decadencia corporal (vejez, enfermedad, fealdad, muerte),
pobreza, dolor físico o moral, fracaso, conflicto, engaño, soledad.
Hemos de señalar que están
totalmente ausentes valores como la solidaridad, el altruismo, la conciencia
social, la apertura a lo trascendente, y casi nunca se habla de las injusticias
sociales, la miseria y el hambre en el mundo o la violación de los derechos
humanos.
Se puede decir que, de alguna
manera, estas revistas son exponente de los mitos más importantes de la
sociedad actual y condensan los deseos y los temores más sentidos por el hombre
contemporáneo.
Por otra parte, el mensaje que
transmiten, semana tras semana, va afectando la sensibilidad del lector asiduo,
infiltrándose más o menos en su conciencia y configurando una determinada
visión de la vida. Lo que comienza por ser simple curiosidad puede terminar
generando una deformación de criterios y actitudes.
Sólo unas convicciones fuertes y
constantemente reafirmadas pueden ayudarnos a reaccionar frente a tanto mensaje
deshumanizador, tanta distorsión y tanta mitificación falsa.
Hoy no es posible crecer como
persona sin alimentar constantemente el espíritu. Como tampoco es posible ser
creyente sin escuchar y acoger interiormente la Palabra de Jesucristo. Quien
desee dar un sentido humano y cristiano a su vida ha de cuidar con esmero en
qué fuentes alimenta su existencia. Ha de recordar la palabra evangélica:
«Este es mi Hijo... escuchadle
a El».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
15 de marzo de 1987
VIDA INSENSATA
Escuchadle...
Sin duda, son muchos los hombres
y mujeres que no se atreven a enfrentarse a las cuestiones más hondas que
llevan en su corazón. Tal vez, son todavía más los que, al vivir volcados hacia
fuera y sin tiempo para encontrarse consigo mismos, no son capaces de escuchar
las aspiraciones y anhelos que surgen en su interior.
No es sólo una cuestión de
postura personal. La sociedad tecnológica en que vivimos nos ha habituado a
estudiar casi exclusivamente el funcionamiento de las cosas y parece quitarnos
lucidez y coraje para conocernos a nosotros mismos y plantearnos sinceramente
las cuestiones más radicales de nuestra existencia.
Incluso hay entre nosotros
quienes adoptan una postura de escepticismo total y piensan que no tiene
sentido preguntarse por el sentido de la vida. Según ellos, la existencia es un
enigma insoluble y el hombre ha de resignarse a caminar en la oscuridad total.
Sin embargo, el hombre de hoy
como el de todos los tiempos, no puede acallar ese interrogante que envuelve
toda su existencia y que una y otra vez brota dentro de él de manera
inevitable: ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Qué somos? ¿Qué es lo que buscamos?
No son preguntas forzadas. Son
los interrogantes supremos del hombre que surgen de nosotros mismos y a los que
hemos de encontrar una respuesta convincente.
Los Obispos del País Vasco
escriben su Carta Pastoral de cuaresma persuadidos de que “una vida sin sentido
es una vida insensata”. El hombre necesita dar un sentido a su existencia pues,
de lo contrario, queda atrapado en un vacío existencial que le impide crecer
.como ser humano.
Ciertamente, no es ésta la voz
aislada de unos Obispos. En un grado u otro, son bastantes los que comienzan a
tomar conciencia de que el hombre moderno se siente perdido, impotente ante su
propio poder, sometido a los ídolos que él mismo ha levantado, esclavizado por
las fuerzas que él mismo ha desencadenado, amenazado en lo más profundo de su
ser.
A este hombre contemporáneo le
presentan los Obispos su propia convicción creyente. Con gran respeto a otras
posturas posibles, pero con la conciencia de estar ofreciendo a los hombres su
mejor servicio:
«Creemos que Jesucristo es la
clave del misterio humano ».
“Este es mi Hijo... Escuchadle”.
Para los creyentes «sólo él es el
camino, la verdad y la vida”. Siguiéndole a él, hallamos el verdadero camino en
la existencia, conociéndolo, encontramos nuestra verdad, esperando en él,
alcanzamos la plenitud de la vida.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
18 de marzo de 1984
HUMANIZAR
LOS CONFLICTOS
«escuchadle...
»
Para el cristiano la actitud de
«escucha» es algo esencial. Sólo el que sabe escuchar y prestar atención a la
voz de la verdad que sale de Jesús, puede crecer como creyente. Así se nos
invita hoy en el relato evangélico: «Este es mi Hijo... escuchadle».
Esta escucha no es sólo una
disponibilidad general ante las palabras de Jesús. Es una voluntad eficaz de
configurar nuestro estilo de vida siguiendo las huellas del Maestro.
Por eso, no nos ha de extrañar
que, en su carta pastoral de cuaresma, nuestros obispos nos inviten a ver en
Jesús el modelo de actuación concreta que puede guiar nuestra conducta en medio
de una sociedad tan conflictiva como la nuestra.
Jesús ha vivido en una sociedad
profundamente conflictiva e inestable. ¿Cuál ha sido su actitud fundamental?
Jesús no ignora los conflictos ni
los elude cómodamente. Pero, los conflictos, en cuanto oposición y
enfrentamiento de hombres que todavía no se aceptan en fraternidad, justicia y
verdad, han de ser humanizados.
Por eso, Jesús se hace presente
en la conflictividad de su tiempo como creador de fraternidad y justicia,
haciendo del amor real a todo hombre la norma decisiva de conducta, incluso
ante los enemigos.
Por eso su actuación no es la de
quien busca «prudentemente» la neutralidad y el equilibrio, sino la de quien se
pone de parte de los que más sufren las consecuencias de los conflictos.
Jesús no conocerá la vida
tranquila del que adopta una postura de indiferencia, mutismo o inhibición ante
las injusticias. Precisamente porque busca una verdadera reconciliación y no
una falsa «pacificación», el creador de fraternidad se convertirá en fuente de
conflictos.
Pero, aun entonces, la reacción
personal de Jesús ante la agresión de sus adversarios será siempre de amor
incondicional.
Jesús creador incansable de
convivencia y fraternidad, morirá en la cruz solo, aparentemente fracasado,
víctima del conflicto y rechazo de los hombres, pero ofreciendo su perdón
generoso en un gesto último. y decisivo de reconciliación, amistad y fe en el
hombre.
¿No es urgente entre nosotros la
presencia de hombres y mujeres capaces de, humanizar nuestros conflictos aun a
costa de sufrir alguna crucifixión?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
15 de marzo de 1981
INSTALARSE
Haré tres
tiendas.
Todo hombre corre el riesgo de
«instalarse» en la vida, buscando el refugio cómodo que le permita vivir
tranquilo, sin sobresaltos ni preocupaciones excesivas, renunciando a cualquier
otra aspiración.
Logrado ya un cierto éxito
profesional, encauzada la familia y asegurado, de alguna manera, el porvenir,
es fácil dejarse atrapar por un conformismo cómodo que nos permita seguir
caminando en la vida de la manera más confortable.
Es el momento de buscar una
atmosfera agradable y acogedora. Vivir relajado en un ambiente feliz. Hacer del
hogar un refugio entrañable. Un lugar para descansar. Un rincón para leer y oír
buena música. Saborear unas verdaderas vacaciones. Asegurar unos fines de
semana agradables...
Pero, con frecuencia, es entonces
cuando uno descubre con más claridad que nunca, que la felicidad no coincide
con el bienestar. Hay algo en esa vida que le deja a uno vacío e insatisfecho.
Ahí falta algo que no se puede
comprar con dinero ni asegurar con una vida confortable. Falta sencillamente la
alegría propia de quien sabe vibrar con los problemas y necesidades de los
demás, sentirse solidario de los necesitados y vivir, de alguna manera, más
cerca de los maltratados por la sociedad.
Pero, hay además un modo de
«instalarse» que puede ser falsamente reforzado con «tonos cristianos». Es la
eterna tentación de Pedro que nos acecha siempre a los creyentes: «Plantar
tiendas en lo alto de la montaña». Es decir, cruzarnos de brazos en espera de
que Dios realice la salvación del hombre, eludiendo nuestra propia
responsabilidad individual y colectiva en la transformación de la sociedad y en
el logro de una convivencia más humana.
Y, sin embargo, el mensaje de
Jesús es claro. No es una experiencia verdaderamente cristiana la que nos aísla
de los hermanos, nos instala cómodamente en la vida, nos tranquiliza y nos
aleja del compromiso y el servicio a los más necesitados.
Los Obispos en su carta cuaresmal
nos invitan a los cristianos a salir de nuestro conformismo individualista,
romper con un estilo de vida egoísta en el que cada uno podemos estar
confortablemente instalados, y comenzar a escuchar con más valentía la
interpelación que nos llega desde los más desvalidos de nuestra sociedad.
José Antonio Pagola
HOMILIA
EN LO
SECRETO
Los hechos más importantes de
nuestra vida acontecen dentro de nosotros. En lo secreto del corazón, ante la
mirada insondable de Dios. Ahí se recompone nuestro ser, tal vez roto y
maltratado por la vida. Ahí se decide la orientación que queremos dar a nuestra
existencia en un momento determinado. Ahí se despierta de nuevo la luz y el
aliento para seguir caminando.
Tarde o temprano, todos nos
podemos ver sacudidos por la crisis. No sabemos exactamente lo que nos sucede,
pero nos sentimos mal. La paz ha desaparecido de nuestro corazón. Nada logra
iluminarnos por dentro. Nadie consigue alentarnos desde fuera. ¿Quién nos puede
arrancar de «las tinieblas»?
Hay algo de importancia suma dentro
de toda crisis: nuestro deseo de encontrar paz, luz y vida. Todo nos está
llamando a vivir. Lo que necesitamos es ir a lo esencial, dejando a un lado lo
que tiene menos importancia o no nos hace bien.
Necesitamos algo más: sentirnos
«acogidos» de manera incondicional. Saber que, en el fondo de todo y a pesar de
todo, Dios está protegiendo nuestra vida. Él nos acepta tal como estamos: con
nuestra fragilidad, frustraciones, errores y heridas. Podemos confiar en él sin
temor a ser juzgados o avergonzados. Dios no quiere vernos sufrir.
Necesitamos, además, luz. Una luz
que puede emerger precisamente con más hondura en esos momentos de sufrimiento
interior. En la confusión o la huída de sí mismo no es posible gustar la paz.
Sabernos acogidos por Dios nos puede ayudar a aceptarnos con nuestras sombras y
heridas.
Consolados por la misericordia de
Dios, podemos dejarnos iluminar hasta el fondo, reorientar nuestra vida e
iniciar humildemente un camino más auténtico.
Sin duda, hay personas que nos
pueden ayudar mucho desde fuera con su acogida y su luz, pero nadie como ese
Amigo y Maestro interior de vida, que es Jesús.
El relato evangélico nos habla de
unos discípulos que se sobrecogen y asustan al verse «envueltos en una nube»
que lo oscurece todo. Pero, desde el interior mismo de la nube, escuchan una
voz que los orienta hacia Jesús: «Éste es mi Hijo... escuchadle a él».
José Antonio Pagola
HOMILIA
Para ser cristiano, lo importante
no es qué cosas cree una persona sino qué relación vive con Jesús. Las
creencias, por lo general, no cambian nuestra vida. Uno puede creer que existe
Dios, que Jesús ha resucitado y muchas cosas más, pero no ser un buen
cristiano. Es la adhesión a Jesús y el contacto con él lo que nos puede
transformar.
En las fuentes cristianas se
puede leer una escena que, tradicionalmente, se ha venido en llamar la
«transfiguración» de Jesús. Ya no es posible hoy reconstruir la experiencia
histórica que dio origen al relato. Sólo sabemos que era un texto muy querido
entre los primeros cristianos pues, entre otras cosas, les animaba a creer sólo
en Jesús.
La escena se sitúa poéticamente
en una «montaña alta». Jesús está acompañado de dos personajes
legendarios en la historia judía: Moisés, representante de la Ley, y Elías, el
profeta más querido en Galilea. Sólo Jesús aparece con el rostro transfigurado.
Desde el interior de una nube se escucha una voz: «Éste es mi hijo querido.
Escuchadle a él».
Lo importante no es creer en
Moisés ni en Elías, sino escuchar a Jesús y oír su voz, la del Hijo amado. Lo
decisivo no es creer en la tradición ni en las instituciones sino centrar
nuestra vida en Jesús. Vivir una relación consciente y cada vez más vital y
honda con Jesucristo. Sólo entonces se puede escuchar su voz en medio de la vida,
en la tradición cristiana y en la misma Iglesia.
Sólo esta comunión creciente con
Jesús va transformando nuestra identidad y nuestros criterios, va cambiando
nuestra manera de ver la vida, nos va liberando de las imposiciones de la
cultura, va haciendo crecer nuestra responsabilidad.
Desde Jesús podemos vivir de
manera diferente. Ya las personas no son simplemente atractivas o
desagradables, interesantes o sin interés. Los problemas no son asunto de cada
cual. El mundo no es un campo de batalla donde cada uno se defiende como puede.
Nos empieza a doler el sufrimiento de los más indefensos. Podemos vivir cada
día haciendo un mundo un poco más humano. Nos podemos parecer a Jesús.
José Antonio Pagola
Para
ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
me encantan las homilias del padre pagola me ayudan mucho a meditar y encontrar el mensaje en el evangelio y poderlo transmitir y compartir en la comunidad de la palabra gracias
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