El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
6º domingo Tiempo ordinario (A)
EVANGELIO
Se
dijo a los antiguos, pero yo os digo.
+
Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 17-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«No creáis que he venido a abolir la Ley y
los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes
pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o
tilde de la Ley.
El que se salte uno sólo de los preceptos
menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en
el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en
el reino de los cielos.
Os lo aseguro: Si no sois mejores que los
escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos:
"No matarás", y el que mate será procesado.
Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con
su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil', tendrá
que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "renegado", merece la
condena del fuego.
Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda
sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra
ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu
hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito, procura arreglarte
en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y
el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí
hasta que hayas pagado el último cuarto.
Habéis oído el mandamiento "no cometerás
adulterio". Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya
ha sido adúltero con ella en su interior.
Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y
tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno.
Si tu mano derecha te hace caer, córtatela y
tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno.
Está mandado: "El que se divorcie de su
mujer, que le dé acta de repudio. "
Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer,
excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la
divorciada comete adulterio.
Habéis oído que se dijo a los antiguos:
"No jurarás en falso" y "Cumplirás tus votos al Señor".
Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni
por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus
pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza,
pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir
"sí" o "no". Lo que pasa de ahí viene del Maligno.»
Palabra de Dios.
HOMILIA
2016-2017 -
12 de febrero de 2.017
NO A LA
GUERRA ENTRE NOSOTROS
Los judíos hablaban con orgullo
de la Ley de Moisés. Según la tradición, Dios mismo la había regalado a su
pueblo. Era lo mejor que habían recibido de él. En esa Ley se encierra la
voluntad del único Dios verdadero. Ahí pueden encontrar todo lo que necesitan
para ser fieles a Dios.
También para Jesús la Ley es
importante, pero ya no ocupa el lugar central. Él vive y comunica otra
experiencia: está llegando el reino de Dios; el Padre está buscando abrirse
camino entre nosotros para hacer un mundo más humano. No basta quedarnos con
cumplir la Ley de Moisés. Es necesario abrirnos al Padre y colaborar con él en
hacer una vida más justa y fraterna.
Por eso, según Jesús, no basta
cumplir la ley que ordena “No matarás”. Es necesario, además, arrancar de
nuestra vida la agresividad, el desprecio al otro, los insultos o las
venganzas. Aquel que no mata, cumple la ley, pero si no se libera de la
violencia, en su corazón no reina todavía ese Dios que busca construir con
nosotros una vida más humana.
Según algunos observadores, se
está extendiendo en la sociedad actual un lenguaje que refleja el crecimiento
de la agresividad. Cada vez son más frecuentes los insultos ofensivos
proferidos solo para humillar, despreciar y herir. Palabras nacidas del
rechazo, el resentimiento, el odio o la venganza.
Por otra parte, las
conversaciones están a menudo tejidas de palabras injustas que reparten condenas
y siembran sospechas. Palabras dichas sin amor y sin respeto, que envenenan la
convivencia y hacen daño. Palabras nacidas casi siempre de la irritación, la
mezquindad o la bajeza.
No es este un hecho que se da
solo en la convivencia social. Es también un grave problema en la Iglesia
actual. El Papa Francisco sufre al ver divisiones, conflictos y enfrentamientos
de “cristianos en guerra contra otros cristianos”. Es un estado de cosas tan
contrario al Evangelio que ha sentido la necesidad de dirigirnos una llamada
urgente: “No a la guerra entre nosotros”.
Así habla el Papa: “Me duele
comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aún entre personas
consagradas, consentimos diversas formas de odios, calumnias, difamaciones,
venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier
cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién
vamos a evangelizar con esos comportamientos?”. El Papa quiere trabajar por una
Iglesia en la que “todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a otros, cómo os
dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis”.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2013-2014 –
16 de febrero de 2.014
NO A LA
GUERRA ENTRE NOSOTROS
(Ver homilía del ciclo A - 2016-2017)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 – JESÚS ES PARA TODOS
13 de febrero de 2011
ENTENDER
LAS LEYES COMO JESÚS
Los judíos hablaban con orgullo
de la Ley de Moisés. Era el mejor regalo que habían recibido de Dios. En todas
las sinagogas la guardaban con veneración dentro de un cofre depositado en un
lugar especial. En esa Ley podían encontrar cuanto necesitaban para ser fieles
a Dios.
Jesús, sin embargo, no vive
centrado en la Ley. No se dedica a estudiarla ni a explicarla a sus discípulos.
No se le ve nunca preocupado por observarla de manera escrupulosa. Ciertamente,
no pone en marcha una campaña contra la Ley, pero ésta no ocupa ya un lugar
central en su corazón.
Jesús busca la voluntad del Dios
desde otra experiencia diferente. Le siente a Dios tratando de abrirse camino
entre los hombres para construir con ellos un mundo más justo y fraterno. Esto
lo cambia todo. La ley no es ya lo decisivo para saber qué espera Dios de
nosotros. Lo primero es "buscar el reino de Dios y su justicia".
Los fariseos y letrados se
preocupan de observar rigurosamente las leyes, pero descuidan el amor y la
justicia. Jesús se esfuerza por introducir en sus seguidores otro talante y
otro espíritu: «si vuestra justicia no es
mejor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de Dios».
Hay que superar el legalismo que se contenta con el cumplimiento literal de
leyes y normas.
Cuando se busca la voluntad del
Padre con la pasión con que la busca Jesús, se va siempre más allá de lo que
dicen las leyes. Para caminar hacia ese mundo más humano que Dios quiere para
todos, lo importante no es contar con personas observantes de leyes, sino con
hombres y mujeres que se parezcan a él.
Aquel que no mata, cumple la Ley,
pero si no arranca de su corazón la agresividad hacia su hermano, no se parece
a Dios. Aquel que no comete adulterio, cumple la Ley, pero si desea
egoístamente la esposa de su hermano, no se asemeja a Dios. En estas personas
reina la Ley, pero no Dios; son observantes, pero no saben amar; viven
correctamente, pero no construirán un mundo más humano.
Hemos de escuchar bien las
palabras de Jesús: «No he venido a abolir la Ley
y los profetas, sino a dar plenitud». No ha venido a echar por
tierra el patrimonio legal y religioso del antiguo testamento. Ha venido a «dar
plenitud», a
ensanchar el horizonte del comportamiento humano, a liberar la vida de los
peligros del legalismo.
Nuestro cristianismo será más
humano y evangélico cuando aprendamos a vivir las leyes, normas, preceptos y
tradiciones como los vivía Jesús: buscando ese mundo más justo y fraterno que
quiere el Padre.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 – RECREADOS POR JESÚS
DESARMAR
LA PALABRA
Si uno
llama a su hermano «imbécil».
El conocido escritor italiano,
Alessandro Pronzato, ha publicado un nuevo libro titulado En busca de las virtudes perdidas. Su
tesis es clara: hemos de cuidar mejor actitudes como la paciencia, el respeto,
la discreción, la dulzura, la honradez, el sentido del deber..., si queremos
vivir de manera más humana en una sociedad donde el individualismo, la búsqueda
de eficacia o el éxito fácil parecen invadirlo todo.
Entre otras cosas, Pronzato
denuncia en su libro la «profanación del lenguaje» en nuestros días. No está de
moda hablar respetuosamente y con delicadeza. Es más frecuente el lenguaje decadente
y de mal gusto. Es fácil detectar tres hechos lamentables: la violencia verbal,
la maledicencia en el hablar y la vulgaridad.
El hablar actual refleja con
frecuencia la agresividad que habita el corazón de las personas. De su boca
brota un lenguaje duro e implacable. Palabras ofensivas e hirientes,
pronunciadas sólo para humillar y despreciar, para descalificar y destruir.
¿Por qué está tan extendido este lenguaje hecho de insultos e injurias? A
veces, todo proviene de la agresividad, el rechazo o el deseo de venganza.
Otras, de la antipatía o la envidia. A veces, de la ligereza e inconsciencia.
Otro rasgo del lenguaje actual es
la maledicencia. Las conversaciones están llenas de palabras injustas que
reparten condenas y siembran sospechas. Palabras dichas sin amor y sin respeto,
que envenenan la convivencia y hacen daño. Palabras nacidas casi siempre de la
irritación, la mezquindad o la bajeza. Palabras que no alientan ni construyen.
Otro síntoma penoso es la
vulgaridad, el lenguaje desvergonzado y hasta procaz. Hay quienes no pueden
expresarse sin aludir de forma irreverente a lo sagrado, o sin utilizar
términos groseros e indecentes. No está de moda el lenguaje amable o las
palabras educadas. Impacta más el mal gusto y la transgresión.
No ha perdido actualidad la
advertencia de Jesús pidiendo a sus seguidores no insultar al hermano
llamándolo «imbécil» o «renegado». Cuando se tiene un corazón noble y una
actitud digna, se habla de otra manera más respetuosa y pacífica.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
Título
(No existe)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
PREOCUPACIONES
DIFERENTES
Deja tu
ofrenda ante el altar.
Al parecer, preocupan no poco en
algunos sectores de la Iglesia los abusos que se puedan cometer en la liturgia.
Al menos, esto parece desprenderse de un documento oficial en el que se señalan
hasta 37 abusos de diversa naturaleza, que alteran los ritos, expresan un
excesivo protagonismo de los laicos y laicas o no tienen en cuenta algunas
normas.
La preocupación es tal que en un
párrafo inusitado y sorprendente se dice que cualquier católico, sacerdote,
diácono o laico, «tiene derecho a denunciar cualquier abuso litúrgico» ante el
obispo diocesano o ante la Sede Apostólica de Roma.
Ciertamente no eran éstas las
preocupaciones de Jesús en torno a la liturgia ni éstos los caminos y el
espíritu para corregir actuaciones inadecuadas entre sus seguidores. A Jesús le
preocupa la liturgia que no crea una vida más digna y humana entre las gentes.
Si un día realiza un gesto amenazador contra el Templo no es porque los ritos
no se ajustan a lo prescrito, sino porque aquel culto no crea justicia.
Según Jesús, todas las ofrendas
han de quedar ante el altar y la liturgia ha de ser interrumpida si no nos urge
a construir una sociedad más reconciliada. Sus comidas y cenas, abiertas a
publicanos, pecadores y prostitutas, no tenían otro fin: despertar la fe en el
Dios del perdón y crear una sociedad fraterna.
¿Cuál es el verdadero problema de
nuestra liturgia? ¿Los abusos que se pueden cometer o la falta de verdad,
coherencia y credibilidad? ¿Qué hemos de denunciar? ¿Los «abusos» de algunos o
la falta de sensibilidad y creatividad de todos para buscar formas de
celebración más adecuadas para el hombre y la mujer de hoy?
Las iglesias se vacían, los
jóvenes no entienden nuestro lenguaje multisecular, no pocos asisten
pacientemente a unas misas en las que no resuenan sus verdaderos problemas y
preocupaciones... Sin embargo, nadie reacciona. ¿Es tan difícil preguntarse
(sólo preguntarse) qué liturgia necesitan los hombres y las mujeres de hoy,
sumidos en la desorientación, necesitados de esperanza y hambrientos de un Dios
Amigo?
Lo que ha de alertar nuestra
conciencia son las palabras de Jesús: «Si te acuerdas de que tu hermano tiene
quejas contra ti, deja tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte
con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
14 de febrero de 1999
DESARMAR
LA PALABRA
Si uno
llama a su hermano «imbécil»...
El conocido escritor italiano, Alessandro Pronzato, acaba de publicar
un nuevo libro titulado «En busca de las
virtudes perdidas» (Ed. Sígueme, Salamanca 2001). Su
tesis es clara: hemos de cuidar mejor actitudes como la paciencia, el respeto,
la discreción, la dulzura, la honradez, el sentido del deber..., si queremos
vivir de manera más humana en una sociedad donde el individualismo, la búsqueda
de eficacia o el éxito fácil parecen invadirlo todo.
Entre otras cosas, Pronzato denuncia en su libro la «profanación del lenguaje» en nuestros
días. No está de moda hablar respetuosamente y con delicadeza. Es más frecuente
el lenguaje decadente y de mal gusto. Es fácil detectar tres hechos lamentables:
la violencia verbal, la maledicencia en el hablar y la vulgaridad.
El hablar actual refleja con
frecuencia la agresividad que habita el corazón de las personas. De su boca
brota un lenguaje duro e implacable. Palabras ofensivas e hirientes, pronunciadas
sólo para humillar y despreciar, para descalificar y destruir. ¿Por qué está
tan extendido este lenguaje hecho de insultos e injurias? A veces, todo
proviene de la agresividad, el rechazo o el deseo de venganza. Otras, de la
antipatía o la envidia. A veces, de la ligereza e inconsciencia.
Otro rasgo del lenguaje actual es
la maledicencia. Las conversaciones están llenas de palabras injustas que
reparten condenas y siembran sospechas. Palabras dichas sin amor y sin respeto,
que envenenan la convivencia y hacen daño. Palabras nacidas casi siempre de la
irritación, la mezquindad o la bajeza. Palabras que no alientan ni construyen.
Otro síntoma penoso es la
vulgaridad, el lenguaje desvergonzado y hasta procaz. Hay quienes no pueden
expresarse sin aludir de forma irreverente a lo sagrado, o sin utilizar
términos groseros e indecentes. No está de moda el lenguaje amable o las
palabras educadas. Impacta más el mal gusto y la transgresión.
No ha perdido actualidad la
advertencia de Jesús pidiendo a sus seguidores no insultar al hermano
llamándolo «imbécil» o «renegado». Cuando se tiene un corazón
noble y una actitud digna, se habla de otra manera más respetuosa y pacífica.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
11 de febrero de 1996
¿ES POSIBLE SER FIEL?
No
cometerás adulterio.
No es fácil hablar hoy de
«fidelidad». La confusión es casi total. ¿Hemos de ser fieles a una patria, a
una religión, a una ideología? ¿Debemos ser fieles a unos principios de valor
eterno? ¿He de ser fiel a mi pasado cuando ya no me convence?
Las cosas se complican todavía
más cuando se trata de la «fidelidad matrimonial». ¿Qué quiere decir fidelidad
a un amor que ha desaparecido? Si el cónyuge ya no es el de antes, si ya no le
amo o amo a otra persona, ¿qué es ser fiel?, ¿mantener las apariencias de un
amor inexistente?, ¿sentirme libre para volver a amar a otra persona?, ¿he de
ser fiel a la institución matrimonial o fiel a mí mismo y a la realidad?
Se suele atribuir esta crisis de
la pareja al cambio de rol de la mujer y a su nuevo protagonismo sexual, a la
disolución que se ha abierto entre sexo y fecundidad, al descubrimiento del
erotismo fuera de la institución matrimonial o a factores semejantes. No
deberíamos, sin embargo, olvidar otro dato fundamental: la sociedad moderna
marcada por cambios pro
fundos y acelerados está generando en las personas
inestabilidad, deseo de vivir sólo el presente, miedo a todo compromiso de
carácter duradero.
No son pocos los que sienten más
o menos así: «¿Puedo yo ser fiel a mi compromiso a lo largo de los años si
tanto mi pareja como yo vamos a ir cambiando, y va a cambiar también nuestra
relación, nuestras ideas y sentimientos?» La conclusión es lógica: «estaremos
casados mientras las cosas nos vayan bien».
Lo primero es aclarar que la
fidelidad siempre tiene sentido en relación al otro. No se trata de ser fiel a
la institución matrimonial o al vínculo jurídico, sino a esa persona a la que
ahora amo y prometo amar. Por otra parte, la fidelidad a esa persona amada ha de
ser siempre «nueva» y «creativa» pues la pareja, efectivamente, va cambiando a
lo largo de los años. El «amor muerto» o la convivencia soportada en el
aburrimiento no es propiamente fidelidad. Esta se vive en cada momento de
manera diferente, siempre abierta a situaciones nuevas.
Al afirmar que el hombre se unirá
a la mujer y que «no serán ya dos, sino
una sola carne», Jesús no está invitando a la pareja a soportar una
institución jurídica o a vivir la mentira de un «amor muerto», sino a crecer
juntos, a descubrirse siempre de forma nueva, a consolidar el amor cada vez con
más realismo y más ternura. Está invitando a vivir las exigencias más hondas
del amor humano.
Sin embargo, la fidelidad del
hombre o la mujer será siempre frágil e incierta. Dios que ha creado el corazón
humano lo sabe. Y Dios es siempre gracia, perdón y principio de vida renovada.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
14 de febrero de 1993
EL CAMINO
MÁS EQUIVOCADO
Vete
primero a reconciliarte.
Estoy convencido de que el deseo
sincero de paz que sienten tantos hombres y mujeres de este pueblo se abrirá
camino tarde o temprano. Lo siento así incluso en estos momentos en que se
abren nuevas heridas, aumentan los odios y cunde en no pocos el desaliento.
Eso sí, hacia la paz no se avanza
de cualquier manera. Hay que dar pasos acertados. Y en estos momentos corremos
el peligro de adentramos por los caminos más equivocados.
No se llegará a la paz pidiendo a
gritos la «libertad» del pueblo mientras se legitima el secuestro de una
persona. Es un error engañar la propia conciencia tratando de justificar lo que
es injustificable. ¿Qué «libertad» se está pidiendo cuando no importa la
libertad ni la vida de las personas?
No se llegará a la paz
enfrentando de manera violenta a las personas. Lo que se necesita es aproximar
posturas y aunar fuerzas, no encender la lucha callejera ni ahondar las
divisiones. Así no se hace un pueblo. Así se lo destruye. ¿Qué amor al pueblo
hay en quien pone en marcha un camino tan peligroso y destructor?
No se llegará a la paz provocando
el desprecio, los insultos y la mutua agresión. ¿Qué paz se podrá hacer entre
personas que no se escuchan ni se respetan mutuamente sus ideas? ¿Por qué tengo
yo que despreciar y considerar como enemigo a alguien sólo porque piensa de
diversa manera? ¿Tengo que olvidar que es hombre, que es hermano, que pertenece
a mi propio pueblo?
No se llegará a la paz
introduciendo más pasión y fanatismo entre nosotros. Lo que se necesita es
sembrar objetividad y racionalidad. Sólo quienes busquen con espíritu abierto y
lucidez fórmulas de convivencia política nos acercarán a la paz. ¿Qué puede
esperarse que nazca de posturas dogmáticas intocables de un signo o de otro?
No se llegará a la paz
coaccionando a las personas con graves amenazas y reduciendo al silencio a
quien no piensa igual. Cuando en una sociedad la gente tiene miedo para
expresar lo que piensa, allí se está destruyendo la convivencia democrática. Un
pueblo puede perder la libertad desde fuera, pero la puede perder también
dentro.
En medio de los enfrentamientos
de estos días, escucho la consigna de Jesús: «Si cuando vas a poner tu ofrenda
sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene algo contra ti,
deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu
hermano.» ¿Para qué sirven todas nuestras profesiones de fe en un Dios Padre,
si luego no vivimos como hermanos? ¿Qué puede significar una celebración
cristiana vivida desde el resentimiento y el odio mutuo? El acercamiento a Dios
lleva siempre a una actitud abierta y reconciliadora con todos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
11 de febrero de 1990
NO
MATARAS
No matarás.
Es realmente aterrador estudiar
los Informes que publica cada año, con su habitual rigor, Amnistía
Internacional sobre las violaciones de los derechos humanos en el mundo.
Decenas de miles de personas
mueren anualmente víctimas de matanzas masivas, ejecuciones secretas, juicios
sumarísimos o como consecuencia de torturas inhumanas.
Algunos fueron asesinados a la
puerta de su casa, en mezquitas o iglesias. Otros eliminados en comisarías de
policía, celdas secretas, cuarteles militares o dependencias gubernamentales.
Muchas de estas personas han sido
ejecutadas exclusivamente por sus convicciones políticas o religiosas, o por
razones de color, origen étnico o idioma.
Resulta especialmente
estremecedor constatar los esfuerzos por ocultar tanta indignidad: ejecuciones
nocturnas, desaparición de las víctimas, eliminación de pruebas, intervención
de «escuadrones de la muerte» y fuerzas paramilitares secretas, prohibición de
investigaciones imparciales.
Según los datos, la década de los
ochenta se ha caracterizado por el número extraordinario de asesinatos masivos
o individuales cometidos precisamente por fuerzas gubernamentales.
El «no matarás» bíblico, tan
radicalmente asumido y predicado por Jesús, sigue siendo violado de manera
sistemática en el mundo, incluso por aquellos que tienen el deber de proteger
la vida de las personas.
¿Qué podemos hacer cada uno de
nosotros ante esa barbarie mundial?
¿Cómo contribuir a crear una
conciencia internacional que reaccione con más fuerza ante atentados tan
execrables?
Un cauce sencillo pero eficaz es
colaborar en la actividad que viene realizando de manera incansable Amnistía
Internacional. La actuación de este prestigioso organismo de carácter
independiente se centra sobre todo en estas tareas:
Liberar a «los presos de
conciencia» que no han recurrido a la violencia ni han abogado por ella,
presionando a las autoridades por medio de cartas y escritos, y alertando a la
opinión pública sobre los presos olvidados.
Propugnar juicios imparciales
para todos los presos políticos, defendiéndolos de injusticias y
arbitrariedades.
Detectar y denunciar las torturas
y el trato inhumano y degradante impuestos a cualquier categoría de presos.
Luchar por la abolición de la
pena de muerte vigente todavía en más de cien países y realizar campañas ante
la inminente ejecución de algún recluso.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
15 de febrero de 1987
EL DIA DE
LA EUCARISTIA
Vuelve a
presentar tu ofrenda.
La eucaristía es el centro del
domingo y, por lo tanto, el momento culminante de toda la semana del creyente.
Los cristianos hemos acentuado
mucho la misa como sacrificio redentor pero, a veces hemos olvidado que la
eucaristía es lo que a nosotros nos permite hoy encontrarnos realmente con el
resucitado.
El que se hace presente en la
eucaristía no es propiamente aquel personaje histórico que vivió hace dos mil
años y se llamó Jesús de Nazaret, sino el que vive ahora resucitado y lleno de
vida. Ese Cristo resucitado que alimenta hoy la vida de los creyentes.
Por eso, F.X. Durrwell ha podido decir en su estudio sobre la eucaristía que
ésta es «una forma permanente de aparición pascual» para los cristianos de
todas las épocas.
Así comprenderemos mejor que la
Iglesia no celebra la eucaristía dominical para permitir a cada cristiano que
cumpla con su deber. No se trata de “organizar» misas para ponerlas a
disposición de aquellos que quieran cumplir con sus obligaciones religiosas.
Las comunidades cristianas
celebran cada domingo la eucaristía porque necesitan alimentar su fe y
encontrarse con Cristo resucitado. Como dice S. Juan Crisóstomo: “abstenerse de esta comida es quedar- se
separado del Señor”.
Más de uno dirá, sin embargo, que
no es fácil renovar la esperanza en ciertas misas. Las razones pueden ser
varias: una iglesia mal dispuesta y poco acogedora, una celebración mal
preparada, una actuación torpe del sacerdote, unos cantos mal cantados, una
homilía pesada...
Quejas, con frecuencia, muy
reales y que han de ser escuchadas por quienes podemos y debemos mejorar la
liturgia de las comunidades cristianas. Pero es necesario recordar que Dios se
deja encontrar por quien realmente le busca, incluso en esas circunstancias.
Uno puede poner de su parte
gestos sencillos pero de gran importancia.
Llegar con tiempo suficiente para
estar unos minutos en silencio, liberarnos de otras preocupaciones y hacer paz
en nuestro corazón.
Colocarnos allí donde nos resulte
más fácil participar y vivir la celebración. Cantar y pronunciar las oraciones
dándonos cuenta de lo que decimos. Dar sentido a todos nuestros gestos:
levantarnos en actitud de respeto y atención, sentarnos para escuchar,
arrodillamos para adorar y orar con humildad.
Pero, sin duda, lo más importante
es abrirnos interiormente a Dios, acogerle sin temor, confiarnos a él con gozo.
Que cuando el sacerdote nos invite a que levantemos el corazón, podamos decir
con toda verdad: «Lo tenemos levantado
hacia el Señor».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
12 de febrero de 1984
AGRESION
INUTIL
Si uno
llama «imbécil» a su hermano...
Es insólito que un animal llegue
a destruir a otro de su misma especie. La explicación científica es sencilla.
En los animales, la agresión está controlada por mecanismos biológicos que
impiden su mutua destrucción.
No sucede así en la especie
humana. En nosotros, la agresividad puede convertirse en ataque destructor que
llega, incluso, hasta eliminar a otro hombre.
Nosotros no estamos defendidos
por ningún dispositivo biológico que nos impida destruirnos mutuamente. ¿Qué es
lo que puede salvar a los hombres de la mutua agresión y el exterminio?
Esta pregunta no es hoy algo
teórico y sin importancia, sino una cuestión angustiosa en una sociedad cuya
agresividad está creciendo hasta límites insostenibles.
La respuesta de Jesús es clara.
No basta convertir el homicidio en 4tabú», con la prohibición divina del «no
matarás». Es necesario, además, liberarnos de todo lo que nos lleva a destruir
al otro y reorientar nuestras energías agresivas hacia la construcción de la
fraternidad.
Es una equivocación y una
incoherencia condenar con toda clase de repulsas las muertes violentas y
avivar, al mismo tiempo, entre nosotros, una agresividad tan estéril como
peligrosa.
Lo podemos comprobar una vez más
en esta campaña electoral. Parece que no podemos confrontar nuestras posiciones
políticas, sin degenerar en ataques poco nobles al adversario. No acertamos a
defender nuestras opciones sin despreciar las de los demás. No sabemos
criticarnos mutuamente, sin caer en la acusación desleal, el insulto o la
injuria.
Los dirigentes políticos no
contribuyen a crear un clima social de diálogo, colaboración y búsqueda
solidaria del bien común. Al contrario, enzarzados, con frecuencia, en
agresiones inútiles, producen la impresión de estar más enfrentados que los
mismos ciudadanos a los que representan.
¿Qué sentido pueden tener estos
enfrentamientos estériles, cuando estamos necesitando aunar más que nunca los
esfuerzos de todos para acometer juntos la solución de nuestros graves
problemas?
Hay en el evangelio de Jesús un
mensaje que tampoco hoy deberíamos olvidar: los hombres caminan hacia la
salvación, cuando convierten su «agresividad», no en ataque destructor al
hermano sino en energía positiva, orientada a construir una sociedad más justa
y fraterna.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
15 de febrero de 1981
¿SOLO
DIVORCIO?
El que se
divorcie de su mujer...
El proyecto de ley de divorcio
que se encuentra a la espera de ser debatido próximamente en el Congreso de
Diputados ha levantado ya fuertes reacciones a favor y en contra.
Divorcistas y antidivorcistas se
debaten con argumentos de todo género en una controversia que va adquiriendo
tonos cada vez más fuertes.
A nadie se le escapa que la
aprobación de dicha ley introducirá en nuestra sociedad cambios profundos e
irreversibles en el comportamiento y la conducta matrimonial.
Pero, quizás no sea menor la
influencia que puede tener en la conciencia cristiana de muchos creyentes. No
son pocos los que comienzan a sospechar que Jesús y la Iglesia han cargado al matrimonio
con una pesada ley, insoportable ya para el hombre contemporáneo.
Con demasiada facilidad se olvida
en las discusiones que, en cualquier caso, la fidelidad sigue urgiendo siempre
que ha nacido y se ha logrado un auténtico amor. Un matrimonio fundado en un
verdadero amor conyugal está llamado a ser exclusivo, total e incondicional
para toda la vida.
El proyecto cristiano no es una
agresión absurda y anticuada al matrimonio, sino, precisamente, la exigencia
verdadera del amor que nace en aquellos esposos que se aman sinceramente.
Por esto, ante el fracaso
matrimonial, no es suficiente defender teóricamente la indisolubilidad del
matrimonio ni tampoco posicionarse a favor del proyecto de ley de divorcio.
Nos debemos interrogar sobre las
raíces profundas de tanto fracaso matrimonial y sentirnos interpelados por
tantos esposos que soportan una vida matrimonial vacía y desgarrada, o buscan
liberarse de su soledad en una nueva relación amorosa.
¿Qué hacer ante la falta de
conciencia matrimonial, la ausencia de diálogo conyugal, la inestabilidad y la
incapacidad de fidelidad de tantas parejas?
Una ley divorcista no resolverá
nunca el problema profundo de una sociedad que engendra tantos hombres y
mujeres inestables, inmaduros, frágiles, incapaces de vivir el amor en
fidelidad.
Nuestra sociedad necesita hombres
y mujeres que sepan defender el proyecto de un amor indisoluble, al mismo
tiempo que compren. den y ayudan a quienes son incapaces de vivirlo en el
contexto difícil de esta sociedad.
Los cristianos tenemos un modelo
de conducta a seguir en Aquél que defendió el matrimonio como nadie y, al mismo
tiempo, no quiso lanzar piedras sobre nadie.
José Antonio Pagola
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