El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
7º domingo Tiempo ordinario (A)
EVANGELIO
Amad
a vuestros enemigos.
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Lectura del santo evangelio según san Mateo 5, 38-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo,
diente por diente." Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os
agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la
otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la
capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te
pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.
Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu
prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a
vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de
vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos,
y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué
premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis sólo
a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también
los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es
perfecto.»
Palabra de Dios.
HOMILIA
2016-2017 -
19 de febrero de 2017
UNA
LLAMADA ESCANDALOSA
La llamada al amor es siempre
seductora. Seguramente, muchos acogían con agrado la llamada de Jesús a amar a
Dios y al prójimo. Era la mejor síntesis de la Ley. Pero lo que no podían
imaginar es que un día les hablara de amar a los enemigos.
Sin embargo, Jesús lo hizo. Sin
respaldo alguno de la tradición bíblica, distanciándose de los salmos de
venganza que alimentaban la oración de su pueblo, enfrentándose al clima
general de odio que se respiraba en su entorno, proclamó con claridad absoluta
su llamada: “Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a
los que os aborrecen y rezad por los que os calumnian”.
Su lenguaje es escandaloso y
sorprendente, pero totalmente coherente con su experiencia de Dios. El Padre no
es violento: ama incluso a sus enemigos, no busca la destrucción de nadie. Su
grandeza no consiste en vengarse sino en amar incondicionalmente a todos. Quien
se sienta hijo de ese Dios, no introducirá en el mundo odio ni destrucción de
nadie.
El amor al enemigo no es una
enseñanza secundaria de Jesús, dirigida a personas llamadas a una perfección
heroica. Su llamada quiere introducir en la historia una actitud nueva ante el
enemigo porque quiere eliminar en el mundo el odio y la violencia destructora.
Quien se parezca a Dios no alimentará el odio contra nadie, buscará el bien de
todos incluso de sus enemigos.
Cuando Jesús habla del amor al
enemigo, no está pidiendo que alimentemos en nosotros sentimientos de afecto,
simpatía o cariño hacia quien nos hace mal. El enemigo sigue siendo alguien del
que podemos esperar daño, y difícilmente pueden cambiar los sentimientos de
nuestro corazón.
Amar al enemigo significa, antes
que nada, no hacerle mal, no buscar ni desear hacerle daño. No hemos de
extrañarnos si no sentimos amor alguno hacia él. Es natural que nos sintamos
heridos o humillados. Nos hemos de preocupar cuando seguimos alimentando el
odio y la sed de venganza.
Pero no se trata solo de no
hacerle mal. Podemos dar más pasos hasta estar incluso dispuestos a hacerle el
bien si lo encontramos necesitado. No hemos de olvidar que somos más humanos
cuando perdonamos que cuando nos vengamos alegrándonos de su desgracia.
El perdón sincero al enemigo no
es fácil. En algunas circunstancias a la persona se le puede hacer en aquel
momento prácticamente imposible liberarse del rechazo, el odio o la sed de
venganza. No hemos de juzgar a nadie desde fuera. Solo Dios nos comprende y
perdona de manera incondicional, incluso cuando no somos capaces de perdonar.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2013-2014 –
23 de febrero de 2014
UNA
LLAMADA ESCANDALOSA
(Ver homilía del ciclo A - 2016-2017)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 – JESÚS ES PARA TODOS
20 de febrero de 2011
AMAR A
QUIEN NOS HACE DAÑO
La llamada a amar es seductora.
Seguramente, muchos escuchaban con agrado la invitación de Jesús a vivir en una
actitud abierta de amistad y generosidad hacia todos. Lo que menos se podían
esperar era oírle hablar de amor a los enemigos.
Sólo un loco les podía decir con
aquella convicción algo tan absurdo e impensable: «Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persiguen, perdonad
setenta veces siete... » ¿Sabe
Jesús lo que está diciendo? ¿Es eso lo que quiere Dios?
Los oyentes le escuchaban
escandalizados. ¿Se olvida Jesús de que su pueblo vive sometido a Roma? ¿Ha
olvidado los estragos cometidos por sus legiones? ¿No conoce la explotación de
los campesinos de Galilea, indefensos ante los abusos de los poderosos
terratenientes? ¿Cómo puede hablar de perdón a los enemigos, si todo les está
invitando al odio y la venganza?
Jesús no les habla
arbitrariamente. Su invitación nace de su experiencia de Dios. El Padre de
todos no es violento sino compasivo. No busca la venganza ni conoce el odio. Su
amor es incondicional hacia todos: «El
hace salir su sol sobre buenos y malos, manda la lluvia a justos e injustos».
No discrimina a nadie. No ama sólo a quienes le son fieles. Su amor está
abierto a todos.
Este Dios que no excluye a nadie
de su amor nos ha de atraer a vivir como él. Esta es en síntesis la llamada de
Jesús. "Pareceos a Dios. No seáis
enemigos de nadie, ni siquiera de quienes son vuestros enemigos. Amadlos para
que seáis dignos de vuestro Padre del cielo".
Jesús no está pensando en que los queramos con
el afecto y el cariño que sentimos hacia nuestros seres más queridos. Amar al
enemigo es, sencillamente, no vengarnos, no hacerle daño, no desearle el mal.
Pensar, más bien, en lo que puede ser bueno para él. Tratarlo como quisiéramos
que nos trataran a nosotros.
¿Es posible amar al enemigo?
Jesús no está imponiendo una ley universal. Está invitando a sus seguidores a
parecernos a Dios para ir haciendo desaparecer el odio y la enemistad entre sus
hijos. Sólo quien vive tratando de identificarse con Jesús llega a amar a
quienes le quieren mal.
Atraídos por él, aprendemos a no
alimentar el odio contra nadie, a superar el resentimiento, a hacer el bien a
todos. Jesús nos invita a «rezar
por los que nos persiguen», seguramente, para ir transformando
poco a poco nuestro corazón. Amar a quien nos hace daño no es fácil, pero es lo
que mejor nos identifica con aquel que murió rezando por quienes lo estaban
crucificando: "Padre, perdónalos
porque no saben lo que hacen".
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 – RECREADOS POR JESÚS
LA
NO-VIOLENCIA
(Ver homilía del 21 de febrero de
1999)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
Título
(no existe).
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
NO SOMOS
INOCENTES
Vuestro
Padre...
hace salir su sol sobre malos y buenos.
hace salir su sol sobre malos y buenos.
« Qué
sabéis de salvación vosotros, los que nunca habéis pecado? » Con
estas palabras fustigaba Bernanos a determinados católicos de su tiempo un
cristianismo de carácter fariseo que se cree limpio e inmaculado, sin necesidad
alguna de salvación.
A raíz de los brutales atentados
de Madrid hemos podido escuchar condenas terribles del terrorismo y silencio
casi total sobre nuestra posible complicidad en su gestación. Al parecer, lo
que sucede en el mundo es «una historia de buenos y malos». Nosotros, naturalmente,
somos los buenos. Los cristianos somos más humanos que los musulmanes; los
pueblos desarrollados, más justos que los que viven rozando la miseria. No es
verdad.
El terrorismo es, sin duda, un
crimen execrable y sin justificación alguna. Pero es también un síntoma. No se
produce porque un odio diabólico se ha apoderado de pronto de unos desalmados.
Nace de la desesperación y del fanatismo, del miedo y del odio a los poderosos
de la tierra, de la impotencia ante los que quieren dominar a sus pueblos. Todo
se mezcla de manera irracional. Pero tampoco nosotros somos inocentes.
Hemos convertido el mundo en un
«holocausto global». Cada año mueren de hambre 35 millones y queremos que nadie
nos moleste. Seguimos desarrollando nuestro afán de supremacía y poder para
asegurar nuestro propio bienestar y pretendemos que en el mundo haya paz.
Nosotros no necesitamos organizar «actos terroristas» para sembrar hambre y
muerte en diferentes pueblos de la tierra.
Ante la tragedia del 11 -M hemos
podido oír gritos magníficos de solidaridad: «todos somos madrileños»; «todos
íbamos en ese tren». Pero es insuficiente si no ensanchamos este grito aún más:
«todos somos iraquíes, palestinos o ruandeses»; «todos veníamos en esa patera».
Tomar en serio ese grito nos exigiría reconocer nuestro pecado y cambiar.
Nuestra actitud sería diferente
si viviéramos como hijos de un Padre bueno que «hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e
injustos».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
LA
NO-VIOLENCIA
Amad a
vuestros enemigos.
Los cristianos no sabemos a veces
captar algo que M. Gandhi descubrió
con gozo al leer el Evangelio: la profunda convicción de Jesús de que sólo la
no-violencia puede salvar a la humanidad. Después de su encuentro con el
Evangelio, Gandhi escribía estas palabras: «Leyendo
toda la historia de esta vida.., me parece que el cristianismo está todavía por
realizar... Mientras no hayamos arrancado de raíz la violencia de la
civilización, Cristo no ha nacido todavía.»
La vida entera de Jesús ha sido,
desde el principio hasta el fin, una llamada a resolver los problemas de las
humanidad por caminos no violentos. La violencia tiende siempre a destruir.
Pretende solucionar los problemas de la convivencia arrasando al que considera
enemigo, pero no hace sino poner en marcha una reacción en cadena que no tiene
fin.
Jesús nos llama a «hacer
violencia a la violencia». El verdadero enemigo del hombre hacia el que tenemos
que dirigir nuestra agresividad no es el otro, sino nuestro propio «yo»
egoísta, capaz de destruir a quien se nos oponga.
Es una equivocación creer que el
mal se puede detener con el mal y la injusticia con la injusticia. El respeto
total a cada hombre y a cada mujer, tal como lo entiende Jesús, está pidiendo
un esfuerzo constante por suprimir la mutua violencia y promover el diálogo y
la búsqueda común de una convivencia siempre más justa y fraterna.
Los cristianos hemos de
preguntarnos por qué no hemos sabido todavía extraer del Evangelio todas las
consecuencias de la «no-violencia» de Jesús, y por qué no le hemos dado el
papel central que ha de ocupar en la vida y la predicación de las Iglesias.
No basta denunciar el terrorismo.
No es suficiente sobrecogernos y mostrar repulsa cada vez que se atenta contra
la vida. Día a día hemos de construir entre todos otro clima suprimiendo de
raíz «el ojo por ojo y diente por diente»
y cultivando una actitud reconciliadora difícil pero posible. Las palabras de
Jesús nos interpelan y nos sostienen: «Amad
a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen.»
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
18 de febrero de 1996
VIOLENCIA
VIRTUAL
No hagáis
frente al que os agravia.
No siempre damos la debida
importancia a ese mundo complejo de noticias, crónicas, editoriales, artículos
de opinión, comunicados y entrevistas, que constantemente es generado por el
terrorismo o la violencia. Sin embargo, esa «realidad virtual» sostenida por
los medios es la «atmósfera envolvente» que orienta, en buena parte, la opinión
de la sociedad y favorece o dificulta los procesos de pacificación.
Nadie vive la realidad total de
la violencia «en directo». Tampoco los políticos ni los terroristas. La vivimos
a través del «impacto virtual», condicionados por una determinada orientación y
selección de las noticias, afectados por la dramaticidad y el sensacionalismo
que caracteriza casi siempre a los medios, esforzándonos por conocer la
realidad a través de la distorsión o ambigüedad de lenguajes contradictorios.
He pasado casi dos meses fuera
del País Vasco y, al volver a leer la prensa y escuchar la radio, he tenido más
de una vez la sensación de que necesitamos una verdadera catarsis para vivir de
forma más sana una violencia estancada ya hace tiempo entre nosotros. A estas
alturas, el problema no es ya sólo el terrorismo, sino nuestro modo poco sano
de abordarlo.
De ahí la necesidad de introducir
un aire nuevo en el mundo mediático. Somos muchos los que estamos cansados de
ese lenguaje reiterativo, vacío de esperanza, transmisor de falsos tópicos y
esquemas estereotipados, generador de sectarismos y «cainismos» que no conducen
a ninguna parte. Necesitamos una palabra diferente, que contribuya a desmontar
prejuicios y acercar posiciones, un discurso constructivo que ayude a descubrir
lo que sería bueno para todos.
Es una insensatez seguir
alimentando tanta polémica. La dinámica de la polémica es lo más contrario al
espíritu del diálogo. «En la polémica —escribe Congar— no se acepta nada del otro; se defienden las propias
posiciones sin admitir revisión o replanteamiento alguno.» Por eso, la polémica
es estéril; no busca la paz; sólo intenta vencer al contrario, reducirlo,
dominarlo. Es el diálogo el que hace avanzar hacia la paz porque exige
renunciar a dogmatismos excluyentes y revisar la propia postura para buscar
juntos el bien de todos.
El evangelio es una llamada
constante a adoptar una actitud nueva, dialogante, constructiva,
reconciliadora. Entre nosotros es necesario gritar una y otra vez las palabras
revolucionarias de Jesús: «Sabéis que
está mandado: Ojo por ojo, diente por diente. Pues yo os digo: No hagáis frente
al que os agravia... Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás
a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a
los que os aborrecen.»
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
21 de febrero de 1993
AMOR AL
ENEMIGO
Amad a
vuestros enemigos
«Amad a
vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen.» ¿Qué
podemos hacer los creyentes de hoy ante estas palabras de Jesús? ¿Suprimirlas
del Evangelio? ¿Borrarlas del fondo de nuestra conciencia? ¿Dejarlas para
tiempos mejores?
No cambia mucho, en las
diferentes culturas, la postura básica de los hombres ante el «enemigo», es
decir, ante alguien de quien sólo se han de esperar daños y peligros.
El ateniense Lisias (s. V antes de Cristo) expresa la concepción vigente en la
antigüedad griega con una fórmula que sería bien acogida en nuestros tiempos:
«Considero como norma establecida que uno tiene que procurar hacer daño a sus
enemigos y ponerse al servicio de sus amigos.»
Por eso, hemos de destacar
todavía más la importancia revolucionaria que se encierra en el mandato
evangélico del amor al enemigo, considerado por los especialistas como el
exponente más diáfano del mensaje cristiano.
Cuando Jesús habla del amor al
enemigo no está pensando en un sentimiento de afecto y cariño hacia él (philia), menos todavía en una entrega
apasionada (eros), sino en una
apertura radicalmente humana, de interés positivo, por la persona del enemigo (agapè).
Este es el pensamiento de Jesús.
El hombre es humano cuando el amor está en la base de toda su actuación. Y ni
siquiera la relación con los enemigos debe ser una excepción. Quien es humano
hasta el final, descubre y respeta la dignidad humana del enemigo por muy
desfigurada que se nos pueda presentar. Y no adopta ante él una postura
excluyente de maldición, sino una actitud positiva de interés real por su bien.
Quien quiera ser cristiano y
actuar como tal en el contexto de violencia generado entre nosotros ha de vivir
todo este conflicto sin renunciar a amar, cualquiera que sea su posición
política o ideológica.
Y es precisamente este amor
universal que alcanza a todos y busca realmente el bien de todos, sin
exclusiones, la aportación más positiva y humana que puede introducir el
ciudadano o el político cuya actuación quiera inspirarse en la fe cristiana.
Este amor cristiano al enemigo
parece casi imposible en el clima de indignada crispación que provoca la
violencia terrorista. Sólo recordar las palabras evangélicas puede resultar
irritante para algunos. Y, sin embargo, es necesario hacerlo si queremos vemos
libres de la deshumanización que generan el odio y la venganza.
Hay dos cosas que los cristianos
podemos y debemos recordar hoy en medio de esta sociedad, aun a precio de ser
rechazados. Amar al delincuente injusto y violento no significa en absoluto dar
por buena su actuación injusta y violenta. Por otra parte, condenar de manera
tajante la injusticia y crueldad de la violencia terrorista no debe llevar
necesariamente al odio hacia quienes la instigan o llevan a cabo.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
18 de febrero de 1990
CORDIALIDAD
Si saludáis
sólo a vuestros hermanos...
sólo a vuestros hermanos...
No es la manifestación sensible
de los sentimientos el mejor criterio para verificar el amor cristiano, sino el
comportamiento solícito por el bien del otro. Por lo general, un servicio
humilde al necesitado encierra, casi siempre, más amor que muchas palabras
efusivas.
Pero se ha insistido a veces de
tal manera en el esfuerzo de la voluntad que hemos llegado a privar a la
caridad de su contenido afectivo.
Y, sin embargo, el amor cristiano
que nace de lo profundo de la persona inspira y orienta también los
sentimientos, y se traduce en afecto cordial.
Amar al prójimo exige hacerle
bien, pero significa también aceptarlo, respetarlo, descubrir lo que hay en él
de amable, hacerle sentir nuestra acogida y amor.
La caridad cristiana induce a la
persona a adoptar una actitud cordial de simpatía, solicitud y afecto,
superando posturas de antipatía, indiferencia o rechazo.
Naturalmente, nuestro modo
personal de amar viene condicionado por la sensibilidad, la riqueza afectiva o
la capacidad de comunicación de cada uno. Pero el amor cristiano promueve la
cordialidad, el afecto sincero y la amistad entre las personas.
Esta cordialidad no es mera
cortesía exterior exigida por la buena educación ni simpatía espontánea que
nace al contacto con las personas agradables, sino la actitud sincera y
purificada de quien se deja vivificar por el amor cristiano.
Tal vez no subrayamos hoy
suficientemente la importancia que tiene el cultivo de esta cordialidad en el
seno de la familia, en el ámbito del trabajo y en todas nuestras relaciones.
La cordialidad ayuda a las
personas a sentirse mejor, suaviza las tensiones y conflictos, acerca posturas,
fortalece la amistad, hace crecer la fraternidad.
La cordialidad ayuda a liberarse
de sentimientos de egoísmo y rechazo, pues se opone directamente a nuestra
tendencia a dominar, manipular o hacer sufrir al prójimo. Quienes saben acoger
y comunicar afecto de manera sana y generosa crean en su entorno un mundo más
humano y habitable.
Jesús insiste en desplegar esta
cordialidad, no sólo ante el amigo o la persona agradable, sino incluso ante
quien nos rechaza. Recordemos unas palabras suyas que nos revelan su estilo de
ser: «Si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario?»
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
22 de febrero de 1987
AGRESIVIDAD
DESTRUCTORA
No hagáis
frente al que os agravia...
Las protestas estudiantiles están
provocando honda preocupación en sectores amplios de la sociedad. Los motivos
de alarma son diversos. Sin duda, no es el menor el comprobar con qué facilidad
puede extenderse entre nosotros la agresividad y la violencia.
La sicología moderna nos ha
enseñado a valorar positivamente la agresividad del hombre como una energía
orientada a promover su crecimiento y desarrollo integral. Sin ella, la
humanidad no habría sido capaz de acometer las grandes empresas que le han
llevado a progresar a lo largo de los siglos.
Sin embargo, una y otra vez,
somos testigos de cómo esta agresividad cambia de orientación y se convierte en
ataque ciego e ímpetu destructor. ¿Por qué?
Sería una ingenuidad condenar la
agresividad sin ahondar en las raíces que provocan su desorientación
destructora. Hemos de preguntarnos más bien cuáles pueden ser las causas que
desencadenan su estallido violento en nuestros días.
Sin duda, las reivindicaciones
concretas de los estudiantes encierran graves problemas en el mundo de la
enseñanza que requieren una atención urgente. Pero su protesta, llena de
violencia e ira, es probablemente signo de un malestar más profundo.
Cuando las personas no reciben el
amor que necesitan ni la acogida suficiente que les ayude a enfrentarse a la
vida, es fácil la explosión de ira y odio.
Cuando alguien se siente excluido
de la sociedad y sin futuro, su frustración puede descargarse en violencia y
destrucción.
Cuando las personas se sienten
infravaloradas, inseguras y sin identidad, no es difícil que busquen su
afirmación participando de alguna manera en acciones agresivas aunque sean
realizadas por otros.
¿Es tan extraña la agresividad
destructora de estos jóvenes a veces tan indigentes de verdadero amor, tan
necesitados de seguridad, tan faltos de porvenir?
También aquí hemos de escuchar
las palabras de Jesús invitándonos a no reaccionar ante el agresor con nueva
agresividad. El “ojo por ojo y diente por diente” no erradica el mal. Es
necesario superar el mal con el bien.
Estos jóvenes están pidiendo de
la sociedad una acogida más solícita, una atención más efectiva, una
preocupación más real.
Autoridades públicas,
responsables políticos, educadores y padres hemos de preguntarnos si estamos
escuchando su llamada.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
19 de febrero de 1984
«GUERRA
SUCIA»
Amad a
vuestros enemigos.
Dentro de la espiral incontenible
de violencia que nos asola, ha hecho ya su aparición brutal la llamada «guerra
sucia», nueva versión de la vieja ley del «ojo por ojo y diente por diente».
Se trata, una vez más, de
disuadir al agresor haciéndole sufrir el mismo daño que él causa y con la misma
violencia e inhumanidad pie él mismo practica.
Se piensa así que el mejor método
para disuadir a los terroristas de ETA a desistir de su acción violenta es
hacerles sufrir en su propia carne el mismo horror que ellos provocan en sus
víctimas.
Hemos llegado a tal estado de
exasperación que no son pocos lo que, aun reprobando en voz alta estas
acciones, las aprueban secretamente en su corazón como remedio eficaz para
ahuyentar de nosotros, una vez por todas, la sombra siniestra del terrorismo.
La violencia se está apoderando
hasta tal punto de nuestros corazones y de nuestra convivencia, que tiene que
ser uno demasiado «ingenuo» para atreverse a recordar entre nosotros aquella
llamada original de Jesús: «Amad a ¡os
enemigos».
¿No es esto algo antinatural, que
contradice las leyes más elementales de la sensatez y la eficacia frente a
quienes ponen en peligro nuestra seguridad y siembran de sangre nuestro
instinto, violentarnos a nosotros mismos y forzar en nuestro interior una
actitud de simpatía y unos sentimientos de amor no menos violentos?
Ciertamente, Jesús no plantea así
las cosas. Lo primero es transformar la relación «amigo-enemigo», descubriendo
en el otro al hombre, al hermano.
El otro no es sólo «enemigo». Es
un ser humano, alguien que tiene seres queridos, alguien que ama y es amado,
que sufre y que goza, alguien que tiene el mismo hambre de felicidad que todos
nosotros. Alguien que salió de manos del Padre para disfrutar un día de la vida
plena.
El «enemigo» empieza a ser muy
diverso de lo que nosotros vemos en él, cuando lo contemplamos sencillamente
como hombre.
«Amar al enemigo» no es
introducirlo en el círculo íntimo de nuestras amistades. Pero sí, aceptarlo
como hombre y como hermano, que no ha perdido ci derecho a ser tratado con
justicia y humanidad.
Las «guerras sucias» pueden
parecer eficaces para crear «un equilibrio de terror», pero ensucian aún más
nuestra convivencia y la degradan, buscando una vez más, la solución de
nuestros problemas por el camino inhumano de la sangre y la violencia.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
22 de febrero de 1981
INCLUSO A
LOS ENEMIGOS
Yo os
digo: amad a vuestros enemigos.
Es innegable que vivimos en una
situación realmente paradójica. «Mientras más aumenta la sensibilidad ante los
derechos pisoteados o injusticias violentas, más crece el sentimiento de tener
que recurrir a una violencia brutal o despiadada para llevar a cabo los
profundos cambios que se anhelan» (Documento
de los Provinciales de la Compañía).
No parece haber otro camino para
resolver ¡os problemas que el recurso a la violencia. No es extraño que las
palabras de Jesús resuenen en nuestra sociedad como un grito ingenuo además de
discordante: «Amad a vuestros enemigos, haced ei bien a los que os aborrecen».
Y sin embargo, quizás es la
palabra que más necesitamos escuchar todos en estos momentos en que, sumidos en
la perplejidad, no sabemos qué hacer en concreto para ir arrancando del mundo
la violencia.
Alguien ha dicho que «los
problemas que sólo pueden resolverse con violencia, deben ser planteados de
nuevo» (F. Hacker). Y es precisamente
aquí donde tiene mucho que aportar también hoy el evangelio de Jesús, no para
ofrecernos soluciones técnicas a nuestros conflictos, pero sí para descubrirnos
en qué actitud debemos abordarlos.
Hay una convicción profunda en
Jesús. Al mal no se le puede vencer a base de fuerza, odio y violencia. Al mal
se le vence sólo con el bien. Como decía M.
Luther King, «el último defecto de la violencia es que describe una espiral
descendente que destruye todo lo que engendra. En vez de disminuir el mal, lo
aumenta».
Jesús no se detiene a precisar
si, en alguna circunstancia con- creta, la violencia puede ser legítima. Más
bien nos invita a trabajar y luchar para que no lo sea nunca. Por eso es
importante buscar siempre caminos que nos lleven hacia la fraternidad y no
hacia el fratricidio.
Amar a los enemigos no significa
tolerar las injusticias y retirarse cómodamente de la lucha contra el mal. Lo
que Jesús ha visto con claridad es que no se lucha contra el mal cuando se
destruye a las personas. Hay que combatir el mal sin buscar la destrucción del
adversario.
Pero no olvidemos algo
importante. Esta llamada a renunciar al odio y a la violencia debe dirigirse no
tanto a los débiles que no tienen apenas ningún poder ni acceso a la violencia
destructora, sino sobre todo a quienes manejan el poder, el dinero o las armas,
y pueden por ello acrecentar la violencia de manera decisiva.
José Antonio Pagola
Para
ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
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