El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
8º domingo Tiempo ordinario (A)
EVANGELIO
No
os agobiéis por el mañana.
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Lectura del santo evangelio según san Mateo 6, 24-34
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Nadie puede estar al servicio de dos amos.
Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al
primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.
Por eso os digo: No estéis agobiados por la
vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os
vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el
vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin
embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que
ellos?
¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse,
podrá añadir una hora al tiempo de su vida?
¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos
cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni
Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la
hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste
así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados,
pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los
gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis
necesidad de todo eso.
Sobre todo buscad el reino de Dios y su
justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el
mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus
disgustos. »
Palabra de Dios.
HOMILIA
2016-2017 -
26 de febrero de 2017
NO A LA
IDOLATRÍA DEL DINERO
EL Dinero, convertido en ídolo
absoluto, es para Jesús el mayor enemigo de ese mundo más digno, justo y
solidario que quiere Dios. Hace ya veinte siglos que el Profeta de Galilea
denunció de manera rotunda que el culto al Dinero será siempre el mayor
obstáculo que encontrará la Humanidad para progresar hacia una convivencia más
humana.
La lógica de Jesús es aplastante:
“No podéis servir a Dios y al Dinero”. Dios no puede reinar en el mundo y ser
Padre de todos, sin reclamar justicia para los que son excluidos de una vida
digna. Por eso, no pueden trabajar por ese mundo más humano querido por Dios
los que, dominados por el ansia de acumular riqueza, promueven una economía que
excluye a los más débiles y los abandona en el hambre y la miseria.
Es sorprendente lo que está
sucediendo con el Papa Francisco. Mientras los medios de comunicación y las
redes sociales que circulan por internet nos informan, con toda clase de
detalles, de los gestos más pequeños de su personalidad admirable, se oculta de
modo vergonzoso su grito más urgente a toda la Humanidad: “No a una economía de
la exclusión y la iniquidad. Esa economía mata”.
Sin embargo, Francisco no necesita
largas argumentaciones ni profundos análisis para exponer su pensamiento. Sabe
resumir su indignación en palabras claras y expresivas que podrían abrir el
informativo de cualquier telediario, o ser titular de la prensa en cualquier
país. Solo algunos ejemplos.
“No puede ser que no sea noticia
que muera de frío un anciano en situación de la calle y que sí lo sea la caída
de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar que se tire
comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es iniquidad”.
Vivimos “en la dictadura de una
economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”. Como
consecuencia, “mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente,
las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría
feliz”.
“La cultura del bienestar nos
anestesia, y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos
comprado, mientras todas esa vidas truncadas por falta de posibilidades nos
parecen un espectáculo que de ninguna manera nos altera”.
Como ha dicho él mismo: “este
mensaje no es marxismo sino Evangelio puro”. Un mensaje que tiene que tener eco
permanente en nuestras comunidades cristianas. Lo contrario podría ser signo de
lo que dice el Papa: “Nos estamos volviendo incapaces de compadecernos de los
clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás”.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2013-2014 –
2 de marzo de 2014
NO A LA
IDOLATRÍA DEL DINERO
(Ver homilía del ciclo A - 2016-2017)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 – JESÚS ES PARA TODOS
27 de febrero de 2011
LO
PRIMERO
«Sobre
todo, buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura». Las palabras de Jesús no pueden
ser más claras. Lo primero que hemos de buscar sus seguidores es "el reino
de Dios y su justicia"; lo demás viene después. ¿Vivimos los cristianos de hoy volcados en
construir un mundo más humano, tal como lo quiere Dios, o estamos gastando
nuestras energías en cosas secundarias y accidentales?
No es una pregunta más. Es decisivo
saber si estamos siendo fieles al objetivo prioritario marcado por Jesús, o
estamos desarrollando una religiosidad que nos está desviando de la pasión que
llevaba él en su corazón. ¿No hemos de corregir la dirección y centrar nuestro
cristianismo con más fidelidad en el proyecto del reino de Dios?
La actitud de Jesús es diáfana.
Basta leer los evangelios. Al mismo tiempo que vive en medio de la gente
trabajando por una Galilea más sana, más justa y fraterna, más atenta a los
últimos y más acogedora a los excluidos, no duda en criticar una religión que
observa el sábado y cuida el culto mientras olvida que Dios quiere misericordia
antes que sacrificios.
El cristianismo no es una
religión más, que ofrece unos servicios para responder a la necesidad de Dios
que tiene el ser humano. Es una religión profética nacida de Jesús para
humanizar la vida según el proyecto de Dios. Podemos "funcionar" como
comunidades religiosas reunidas en torno al culto, pero si no contagiamos
compasión ni exigimos justicia, si no defendemos a los olvidados ni atendemos a
los últimos, ¿dónde queda el proyecto que animó la vida entera de Jesús?
Tal vez, la manera más práctica
de reorientar nuestras comunidades hacia el reino de Dios y su justicia es
comenzar por cuidar más la acogida. No se trata de descuidar la celebración
cultual, sino de desarrollar mucho más la acogida, la escucha y el
acompañamiento a la gente en sus penas, trabajos y esperanzas. Compartir el
sufrimiento de las personas nos puede ayudar a comprender mejor nuestro
objetivo: contribuir desde el Evangelio a un mundo más humano.
En su primera encíclica, Juan
Pablo II, recogiendo una idea importante del Concilio Vaticano II, nos recordó a los cristianos cómo hemos de
entender la Iglesia. Lo hizo de manera clara. "La Iglesia no es ella misma
su propio fin, pues está orientada al reino de Dios del cual es germen, signo e
instrumento". Lo primero no es la Iglesia, sino el reino de Dios. Si
queremos una Iglesia más evangélica es porque buscamos contribuir desde ella a buscar un mundo más humano.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 – RECREADOS POR JESÚS
EL
BECERRO DE ORO
No podéis
servir a Dios y al dinero
Los llamados «países libres» de
occidente somos más esclavos que nunca de un «capitalismo sin entrañas» que,
para procurar el bienestar relativo de mil millones de personas, no duda en
condenar a la miseria a los otros cuatro mil quinientos millones que pueblan la
tierra.
Los datos nos dicen que, poco a
poco, pero de manera inexorable, «el pastel se reparte cada vez entre menos
bocas». Aquella Europa que hace unos años ofrecía «acogida generosa» a
trabajadores extranjeros que llegaban a realizar trabajos que nadie quería,
dicta hoy «leyes de extranjería» para poner barreras infranqueables a los
hambrientos que nosotros mismos estamos contribuyendo a crear en el mundo.
¿A quién le importa en Europa que
dos continentes enteros —África y América Latina— tengan hoy un nivel de vida
más bajo que hace diez años? ¿Quién se va a preocupar por los catorce millones
de niños que mueren de hambre cada año, en esta Europa en la que sigue
creciendo el rechazo racista, a veces de manera descarada y casi siempre
maquillada de mil formas diferentes?
La Iglesia no puede hoy anunciar
el Evangelio en Europa sin desenmascarar toda esa inhumanidad, y sin plantear
las preguntas que apenas nadie se quiere hacer.
¿Por qué hay personas que mueren
de hambre, si Dios puso en nuestras manos una tierra que tiene recursos
suficientes para todos?
¿Por qué tenemos que ser
competitivos antes que humanos? ¿Por qué la competitividad tiene que marcar las
relaciones entre las personas y entre los pueblos, y no la solidaridad?
¿Por qué hemos de aceptar como
algo lógico e inevitable un sistema económico que, para lograr el mayor
bienestar de algunos, hunde a tantas víctimas en la pobreza y la marginación?
¿Por qué hemos de seguir
alimentando el consumismo como «filosofía de la vida», si está provocando en
nosotros una «espiral insaciable» de necesidades artificiales que nos va
vaciando de espíritu y sensibilidad humanitaria?
¿Por qué hemos de seguir
desarrollando el culto al dinero como el único dios que ofrece seguridad, poder
y felicidad? ¿Es ésta, acaso, «la nueva religión», que hará progresar al hombre
de hoy hacia niveles de mayor humanidad?
No son preguntas para otros. Cada
uno las hemos de escuchar en nuestra conciencia como eco de aquellas palabras
de Jesús: «No podéis servir a Dios y al
Dinero».
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
Título
(No existe)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
¿SÓLO
CONSUMO?
Lo demás
se os dará por añadidura.
El consumismo penetra en nosotros
de forma sutil. Nadie elige esta manera de vivir después de un proceso de
reflexión. Nos vamos sumergiendo en ella, víctimas de una seducción semiinconsciente.
El ingenio de la publicidad y el atractivo de las modas van captando suavemente
nuestra voluntad. Al final, nos parece imposible vivir de otra manera.
No hay que pensar mucho para
saber cómo actuar. El proyecto de vida para la mayoría es muy sencillo:
Trabajar para ganar dinero con el cual poder disfrutar de unos periodos de
tiempo (fin de semana, vacaciones) en los que se gasta el dinero anteriormente
ganado y se recuperan las fuerzas para volver al trabajo.
Se ha dicho que el consumismo se
ha convertido en la «nueva religión» del hombre moderno. La meta absoluta
consiste en poseer y disfrutar (doctrina dogmática). Para ello es necesario
trabajar y ganar dinero (ética y méritos). Los practicantes acuden fielmente a
su compra semanal (precepto de fin de semana). Se viven con devoción intensa
las grandes fiestas (Navidad, Reyes, vacaciones, bodas, día del padre, de la
madre...).
No es fácil liberarse de la
esclavitud del consumismo. Como decía E. Fromm, «el hombre puede ser un esclavo sin cadenas». El consumismo no ha
hecho sino desplazar las cadenas del exterior al interior. Por dentro estamos
encadenados a un sin fin de necesidades, caprichos y falsas ilusiones. Estas
cadenas interiores son más fuertes que las que se ven por fuera. ¿Cómo
liberamos de esa esclavitud si vivimos creyendo ser libres?
Nuestra vida es insensata. La
obesidad y la anorexia que se dan en no pocas personas son una imagen gráfica
del aletargamiento y la pérdida de vitalidad de muchos espíritus. Tenemos de
todo y carecemos de paz y alegría interior. Queremos vivir triunfando pero
somos cómplices de la mise- ría y el hambre de muchos.
Inmersos en la sociedad del
bienestar nos preocupamos de seleccionar el restaurante donde iremos a comer,
la calidad del vino que vamos a tomar o la marca de nuestro atuendo. Jesús
tenía su visión de las cosas. Es importante pensar en «lo que vais a comer», «lo que vais a beber» o «con qué os vais a
vestir». Pero, «sobre todo, buscad el
reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
LO
PRIMERO
Buscad el
Reino de Dios y su justicia
Cuando las personas sufren en
exceso, suelen quedar mudas. La opresión las deja sin palabras. No son capaces
de gritar su protesta o de articular su defensa. Su
queja sólo es un gemido. Así es hoy, en el ancho mundo, la voz de millones de
niños explotados como esclavos en su trabajo o la voz de millones de mujeres
violentadas y humilladas de mil formas en su dignidad. Así es la voz de quienes
se consumen en el hambre y la miseria.
No oiremos esa voz en la radio o
la televisión. No la reconoceremos en los espacios de publicidad. Nadie les
hace entrevistas en los semanarios de moda ni pronuncian discursos en foros
internacionales. El gemido de los últimos de la Tierra sólo lo escucha cada uno
en el fondo de su conciencia.
No es fácil. Para oír esa voz, lo
primero es querer oírla: prestar atención al sufrimiento y la impotencia de
esos seres; ser sensible a la injusticia y el abuso que reinan en el mundo. Es
necesario, además, desoír otros mensajes que nos invitan a seguir pensando sólo
en nuestro bienestar, no hacer caso de las voces que nos incitan vivir
encerrados en nuestro pequeño mundo, indiferentes al dolor y la destrucción de
los últimos.
Pero, sobre todo, es necesario
arriesgarse. Porque, si se escucha de verdad la voz de los que sufren, ya no se
puede vivir de cualquier manera. Se necesita hacer algo; plantearse cómo se
puede compartir más y mejor lo que tenemos «los ricos del mundo»; cómo
colaborar en proyectos de desarrollo o apoyar campañas en favor de los pueblos
pobres de la Tierra.
En el modelo de Iglesia
presentado por nuestra diócesis se hace esta afirmación: «La intensidad con que
se viven en nuestro pueblo algunos graves problemas, no ha de impedir a nuestra
Iglesia desarrollar la solidaridad con los pueblos empobrecidos de la Tierra y
la colaboración con las Iglesias que sufren con ellos. No queremos mirar sólo a
Europa. El Espíritu de Cristo nos interpela desde los pobres del Tercer Mundo».
No son frases hermosas para publicar en un documento, sino el espíritu que nos
ha de mover hoy a los cristianos del Primer Mundo.
Nada hay más importante y
decisivo en la vida del verdadero discípulo ni en los proyectos de una Iglesia
fiel a su Señor. Lo primero es buscar una vida digna y dichosa para todos. Todo
lo demás viene después. Nos lo recuerdan una vez más las palabras de Jesús: «Buscad el Reino de Dios y su justicia; lo
demás se os dará por añadidura.»
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
HACER
DINERO
No podéis
servir a Dios y al dinero
Poca gente se percibe del daño
que provocan en muchas personas algunos criterios y pautas de actuación que la
economía actual considera «valores indiscutibles». L. González- Carvajal los considera «los demonios de la economía»
que andan sueltos.
El primero es, tal vez, el rendimiento. Durante muchos años, los seres humanos han
tenido el sentido común suficiente como para no trabajar más que lo preciso
para llevar una vida alegre y satisfactoria. El capitalismo moderno, por el
contrario, elevó el trabajo a «sentido de la vida». A B. Franklin se le atribuye la famosa frase «el tiempo es oro».
Quien no lo aprovecha para ganar, está perdiendo su vida.
Sin duda, ese afán de rendimiento
ha contribuido al progreso material de la humanidad, pero cada vez hay más
personas dañadas por el exceso de trabajo y activismo. Ahora se crea más
riqueza, pero, ¿vive la gente más feliz? Por otra parte, se va olvidando el
disfrute de actividades que no resultan productivas. ¿Qué sentido puede tener
la contemplación estética?, ¿para qué puede servir el cultivo de la amistad o
la poesía?, ¿qué utilidad puede tener la oración?
El segundo demonio sería la
obsesión por acumular dinero. Todos
sabemos que el dinero comenzó siendo un medio inteligente para medir el valor
de las cosas y facilitar los intercambios. Hoy, sin embargo, «hacer dinero» es
para muchos una especie de deber. Es difícil llegar a «ser alguien» si no se
tiene dinero y poder económico.
Muy emparentado con este último
demonio está el de la competencia. Lo
decisivo para bastantes es competir y luchar para superar a los demás rivales.
Es innegable que una «sana dosis» de competitividad puede tener aspectos
beneficiosos, pero cuando una sociedad funciona motivada casi exclusivamente
por la rivalidad, las personas corren el riesgo de deshumanizarse, pues la vida
termina siendo una carrera donde lo importante es tener más éxito que los demás.
Hace algunos años, E. Mounier describía así al burgués
occidental: «Un tipo de hombre absolutamente vacío de todo misterio, del
sentido del ser y del sentido del amor, del sufrimiento y de la alegría,
dedicado a la felicidad y a la seguridad; barnizado en las zonas más altas, de
una capa de cortesía, de buen humor y virtud de raza; por abajo, emparedado
entre la lectura somnolienta del periódico, las reivindicaciones profesionales,
el aburrimiento de los domingos y la obsesión por figurar.» Para Jesús la vida
es otra cosa. Su s palabras invitan a
vivir con otro horizonte: «No podéis
servir a Dios y al dinero... No estéis agobiados por la vida pensando qué vais
a comer, ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir... Buscad, sobre
todo, el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura.»
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
LA
CULTURA DE LO EFIMERO
No podéis
servir a Dios y al dinero
Uno de los hechos más
característicos de nuestros tiempos es la aparición constante de nuevos
productos en el mercado. La competencia fuerza a los fabricantes a inundar la
sociedad de artículos siempre nuevos. Ya no interesa elaborar productos que
duren. Es más rentable fabricar objetos efímeros para introducir al poco tiempo
modelos mejorados.
Este fenómeno aparentemente poco
relevante tiene repercusiones notables en nuestro estilo de vida. De hecho,
muchos viven convencidos de que han de adquirir a toda costa los «nuevos
modelos» y exhibir algo moderno y original si quieren contar en la sociedad y
estar al día. Son personas que se dejan influir por una publicidad que estimula
el deseo de no desentonar o el ansia de sobresalir.
Pero, obviamente, para poder
comprar al ritmo acelerado en que van saliendo los nuevos artículos, es necesario
obtener mayores ingresos. Se cae entonces en la trampa de vivir obsesionados
por ganar siempre más, descuidando otros aspectos y valores necesarios para una
vida sana y feliz.
Por otra parte, se va
introduciendo fácilmente la tendencia a equiparar lo nuevo con lo mejor, y,
trasladando erróneamente esta actitud al campo del pensamiento, las costumbres
o la religión, se cree que la última novedad es siempre la más valiosa.
Pero hay algo todavía más grave.
Casi sin advertirlo, se va imponiendo la costumbre de tirar los objetos tan
pronto como han cumplido su función y, a menudo, cuando todavía son
utilizables. Vivimos envueltos en una cultura del «tírese después de usado».
Todo tiende a ser efímero y transitorio. Una vez de usarlo, hay que buscar el nuevo
producto que lo sustituya.
Esta cultura puede estar
configurando también nuestra manera de vivir las relaciones interpersonales. De
alguna manera, «se usa» a las personas y fácilmente se las desecha cuando ya no
interesan. Amistades que se hacen y deshacen rápidamente según la utilidad.
Amores que duran lo que dura el interés y la atracción física. Esposas y
esposos abandonados para ser sustituidos por una relación amorosa más
excitante.
La advertencia de Jesús: «No podéis servir a Dios y al dinero», nos
pone en guardia frente a los efectos deshumanizadores de una sociedad, en gran
parte, consumista y frívola que puede reducir incluso la amistad y el amor a
relaciones de intercambio interesado. Quien sirve exclusivamente a sus
intereses materiales terminará por no conocer el amor.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
25 de febrero de 1990
EL
BECERRO DE ORO
No podéis servir a Dios y al Dinero
La caída de los regímenes
comunistas en los países del Este ha mostrado que no se puede construir la
justicia matando la libertad. Ambas son indisociables. Sólo los pueblos libres
pueden construir un mundo más justo.
Pero los llamados «países libres»
de occidente son más esclavos que nunca de un «capitalismo sin entrañas» que,
para procurar el bienestar relativo de mil millones de personas, no duda en
condenar a la miseria a los otros cuatro mil quinientos millones que pueblan la
tierra.
Los datos nos dicen que, poco a
poco, pero de manera inexorable, «el pastel se reparte cada vez entre menos
bocas». Aquella Europa que hace unos años ofrecía «acogida generosa» a
trabajadores extranjeros que llegaban a realizar trabajos que nadie quería,
dicta hoy «leyes de extranjería» para poner barreras infranqueables al hambre
que nosotros mismos estamos contribuyendo a crear en el Tercer Mundo.
¿A quién le importa en Europa que
dos continentes enteros –África y América Latina- tengan hoy un nivel de vida
más bajo que hace diez años? ¿Quién se va a preocupar por los catorce millones
de niños que mueren de hambre cada año, en esta Europa en la que siguen
creciendo los movimientos racistas, a veces de manera descarada y casi siempre
maquillados de mil formas diferentes?
Ya nos vamos habituando a
contemplar, bien acomodados en nuestro sillón, cómo son expulsados esos
albaneses enfermos, hambrientos y desesperados que llegan a los puertos
italianos. Nadie parece reaccionar con demasiada convicción ante el espectáculo
de esos africanos que intentan «la travesía imposible», para acabar en el fondo
del mar o en los calabozos de la Guardia que vigila las costas de Tarifa.
La Iglesia no puede hoy anunciar
el Evangelio en esta Europa sin desenmascarar toda esa inhumanidad y sin
plantear las preguntas que apenas nadie se quiere hacer.
¿Por qué hay personas que mueren
de hambre, si Dios puso en nuestras manos una tierra que tiene recursos
suficientes para todos?
¿Por qué tenemos que ser
competitivos antes que humanos? ¿Por que la competitividad tiene que marcar las
relaciones entre las personas y entre los pueblos, y no la solidaridad?
¿Por qué hemos de aceptar como
algo lógico e inevitable un sistema económico que, para lograr el mayor
bienestar de algunos, hunde a tantas víctimas en la pobreza y marginación, casi
como por necesidad intrínseca?
¿Por qué hemos de seguir
alimentando el consumismo como «filosofía de la vida», si está provocando en
nosotros una «espiral insaciable » de necesidades artificiales que nos va
vaciando de espíritu y sensibilidad humanitaria?
¿Por qué hemos de seguir
desarrollando el culto al dinero como el único dios que ofrece seguridad, poder
y felicidad? ¿Es ésta, acaso, «la nueva religión», que hará progresar al hombre
moderno hacia niveles de mayor humanidad?
No son preguntas para otros. Cada
uno las hemos de escuchar en nuestra conciencia como eco de aquellas palabras
de Jesús: «No podéis servir a Dios v al Dinero».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
1 de marzo de 1987
AGOBIADOS
No estéis
agobiados...
La invitación insistente de Jesús
a no vivir agobiados por las diferentes preocupaciones de la vida no deja de
producirnos a los hombres de hoy la impresión de ingenuidad y falta de
realismo.
Pero, tal vez, en lugar de
encerrarnos en nuestro escepticismo, debiéramos preguntarnos si no somos nosotros
los que estamos viviendo de manera totalmente errada.
Nosotros damos por supuesto que,
para asegurar nuestra felicidad, tenemos que poseer cosas, dinero, comodidad,
éxito, personas... Pero la experiencia nos dice que, en realidad, por ese
camino encontramos exactamente lo que habíamos buscado: cosas, dinero,
comodidad, personas, pero no necesariamente felicidad.
Las cosas y las personas nos
pueden producir una excitación agradable enormemente valiosa para vivir, pero
que no hemos de confundir precisamente con la paz personal.
Cuando buscamos la felicidad en
las cosas o personas, hacemos depender nuestra dicha de algo exterior a
nosotros mismos. Ponemos la fuente de la felicidad fuera de nosotros, en algo o
alguien a quien entregamos la llave de nuestra felicidad.
Entonces nuestra vida se
convierte en una especie de “yo-yo” que sube y baja constantemente. Cuando todo
responde a nuestros deseos, nos sentimos eufóricos, alegres y dichosos. Cuando
algo nos contraría o no responde a lo que buscábamos, nos deprimimos y
entristecemos.
El problema no se resuelve
buscando nuevas fuentes de satisfacción. Al contrario, cada vez que hacemos
depender nuestra felicidad de más y más cosas, esa felicidad se hace todavía
más problemática e insegura, pues cada vez hay más probabilidades de que algo
nos falle y nos deje vacíos e insatisfechos.
Entonces crece en nosotros la
insatisfacción, el desasosiego y hasta el agobio. No sabemos disfrutar de cada
momento y gozar conscientemente de cada cosa por sencilla que nos parezca. No
sabemos detenernos, entrar en nosotros mismos, encontrarnos con la Fuente de la
vida y agradecer lo que ahora mismo se nos está regalando.
Nuestra atención se centra en ese
pasado ya muerto que no ha sido como nosotros hubiéramos querido o en ese
futuro imaginario por el que, tal vez, nos sentimos amenazados.
Y, mientras tanto, se nos escapa
la vida y se nos olvida todo lo que tenemos ahora mismo para disfrutar el
momento presente sin estar siempre deseando lo que no tenemos.
¿No sería más realista seguir las
indicaciones de Jesús: Buscar en cada momento a Dios, buscar su verdad, su
bondad y su justicia. Y no agobiarnos tanto por el mañana?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
26 de febrero de 1984
LA
PROVIDENCIA, EN BAJA
No estéis
agobiados por la vida...
Con frecuencia, los cristianos
hablamos de Dios con demasiada ligereza y con afirmaciones tan ambiguas y poco
cristianas que hacen caer en descrédito la imagen misma de Dios.
No son pocos los cristianos que
hablan de la «providencia» de Dios identificándola prácticamente con el azar o
la casualidad, añadiéndole quizás, confusamente, un cierto sentido sagrado o
misterioso.
Otros ven la «providencia» de
Dios, sobre todo, en sucesos inesperados que nos preservan del sufrimiento y la
desgracia o en golpes de fortuna que cambian nuestra suerte y nos traen mayor
bienestar.
Si escuchamos el mensaje de
Jesús, descubriremos que hemos de .cristianizar» esta idea de Dios
excesivamente intervencionista y pagana.
Jesús cree, ciertamente, en un
Dios Padre que no olvida a sus criaturas ni las abandona. Un Dios fiel cuya
presencia amorosa y discreta puede el creyente percibir en medio de las
vicisitudes de la vida cotidiana.
Nuestra vida depende radicalmente
de Dios y, precisamente por esto, nuestra existencia ha de estar regada por una
confianza grande, que, según Jesús, es todo lo contrario de la angustia
atormentada y del temor estéril ante del futuro. «No estéis agobiados por la vida».
¿Significa esto que hemos de
despreocupamos de nuestro porvenir en momentos tan críticos como los que
estamos viviendo? ¿ Será, quizás, la postura más cristiana la de vivir
tranquilos y confiados, esperando que Dios en su «providencia» intervenga de
manera imprevista cambiando el rumbo de las cosas?
La acción providente de Dios no
significa que Dios actúe al margen de las leyes del mundo y de las decisiones
de los hombres. Al contrario, su presencia atenta, discreta y respetuosa es la
que funda nuestra autonomía. Dios está tan cerca de nosotros que nos deja ser
nosotros mismos.
Por eso Jesús, después de
invitarnos a vivir sin agobios, añade: «Sobre todo, buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por
añadidura». Esto significa que la
confianza en la providencia de Dios hemos de vivirla como búsqueda activa de la justicia de Dios
entre los hombres.
En momentos de crisis como los
actuales, todos tendemos a buscar con angustia lo que a nosotros nos parece
urgente y vital. Esta es la llamada y el reto de Jesús: No perdáis el ánimo.
Dios no se ha olvidado de vosotros. Buscad con fe la implantación de su
justicia. Lo demás vendrá como consecuencia.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
1 de marzo de 1981
DIOS O EL
DINERO
No podéis
servir a Dios y al dinero.
Uno de ios gritos más firmes de
Jesús y, al mismo tiempo, más escandalosos, es el que volvemos a escuchar en el
evangelio de hoy: «No podéis servir a
Dios y al dinero».
El pensamiento de Jesús es de una
lógica aplastante. Dios no puede reinar entre los hombres sino preocupándose de
todos y haciendo justicia a los que nadie hace. Por tanto, Dios sólo puede ser
servido allí donde se promueve la solidaridad y la fraternidad entre los
hombres.
En consecuencia, los ricos y
privilegiados son llamados a compartir sus bienes con los necesitados. El Padre
que ama a todos los hombres no puede ser servido por quien vive dominado por el
dinero y olvidado de sus hermanos.
Precisamente poi eso, Jesús va a
condenar duramente, a lo largo de su vida, a aquéllos que acaparan y poseen más
de lo necesario para vivir, sin preocuparse de los que junto a ellos padecen
necesidad.
Mientras siga habiendo pobres y
necesitados, toda la riqueza que el hombre acapara para sí mismo, sin
necesidad, es «injusta», porque está privando a otros de lo que necesitan.
En definitiva, la riqueza de
algunos sólo puede mantenerse y crecer a costa de la pobreza de otros. Por eso,
todo hombre que se afana por asegurar su propio bienestar y acumular y
acrecentar su propio capital, sin preocuparse de los necesitados, está
impidiendo el nacimiento de esa sociedad fraterna querida por Dios. O se sirve
al Dios que quiere fraternidad entre los hombres, o se sirve al propio interés
económico.
Y no sirve de nada afirmar que
uno vive en actitud de desapego interior de esos bienes que se siguen
disfrutando cómodamente sin mayor preocupación por los demás. Cuando uno tiene
«espíritu de pobre» y verdadero desapego interior, busca el compartir de alguna
manera lo que tiene, para liberar a los necesitados de una pobreza
deshumanizadora.
Y no sirve tampoco el pensar que
los ricos siempre son los otros. Muchos de nosotros lo somos, en un grado u
otro. Pues rico es, en definitiva, el que sigue teniendo solo para sí más de lo
que necesita, mientras otros carecen de lo indispensable.
Algo falla en nuestra vida
cristiana, cuando somos capaces de vivir disfrutando despreocupadamente de
nuestras cosas, sin sentirnos interpelados en lo más mínimo por el mensaje de
Jesús y las necesidades de los pobres.
José Antonio Pagola
Para
ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
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