El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción".
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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18º domingo Tiempo ordinario (C)
EVANGELIO
Lo que has acumulado,
¿de quién será?
+ Lectura del santo
evangelio según san Lucas 12,13-21
En aquel tiempo, dijo uno del
público a Jesús:
- Maestro, dile a mi hermano que
reparta conmigo la herencia.
Él le contestó:
- Hombre, ¿quién me ha nombrado
juez o árbitro entre vosotros?
Y dijo a la gente:
- Mirad: guardaos de toda clase
de codicia. Pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.
Y les propuso una parábola:
- Un hombre rico tuvo una gran
cosecha. Y empezó a echar cálculos: ¿qué haré? No tengo dónde almacenar la
cosecha.
Y se dijo: haré lo siguiente:
derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo
el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: «Hombre,
tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena
vida».
Pero Dios le dijo: «Necio, esta
noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?».
Así será el que amasa riquezas
para sí y no es rico ante Dios.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2015-2016 -
31 de julio de 2016
DESENMASCARAR
LA INSENSATEZ
Necio…
Así será el que amasa riquezas.
El protagonista de la pequeña
parábola del "rico insensato" es un
terrateniente como aquellos que conoció Jesús en Galilea. Hombres
poderosos que explotaban sin piedad a los campesinos, pensando sólo en aumentar
su bienestar. La gente los temía y envidiaba: sin duda eran los más
afortunados. Para Jesús, son los más insensatos.
Sorprendido por una cosecha que
desborda sus expectativas, el rico propietario se ve obligado a reflexionar:
«¿Qué haré?». Habla consigo mismo. En su horizonte no aparece nadie más. No
parece tener esposa, hijos, amigos ni vecinos. No piensa en los campesinos que
trabajan sus tierras. Sólo le preocupa su bienestar y su riqueza: mi cosecha,
mis graneros, mis bienes, mi vida...
El rico no se da cuenta de que
vive encerrado en sí mismo, prisionero de una lógica que lo deshumaniza
vaciándolo de toda dignidad. Sólo vive para acumular, almacenar y aumentar su
bienestar material: «Construiré graneros más grandes, y almacenaré allí todo el
grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes
bienes acumulados para muchos años; túmbate, come y date buena vida».
De pronto, de manera inesperada,
Jesús le hace intervenir al mismo Dios. Su grito interrumpe los sueños e
ilusiones del rico: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has
acumulado, ¿de quién será?». Ésta es la sentencia de Dios: la vida de este rico
es un fracaso y una insensatez.
Agranda sus graneros, pero no
sabe ensanchar el horizonte de su vida. Acrecienta su riqueza, pero empequeñece
y empobrece su vida. Acumula bienes, pero no conoce la amistad, el amor
generoso, la alegría ni la solidaridad. No sabe dar ni compartir, sólo
acaparar. ¿Qué hay de humano en esta vida?
La crisis económica que estamos
sufriendo es una "crisis de ambición": los países ricos, los grandes
bancos, los poderosos de la tierra... hemos querido vivir por encima de nuestras
posibilidades, soñando con acumular bienestar sin límite alguno y olvidando
cada vez más a los que se hunden en la pobreza y el hambre. Pero, de pronto
nuestra seguridad se ha venido abajo.
Esta crisis no es una más. Es un
"signo de los tiempos" que hemos de leer a la luz del evangelio. No
es difícil escuchar la voz de Dios en el fondo de nuestras conciencias:
"Basta ya de tanta insensatez y tanta insolidaridad cruel". Nunca
superaremos nuestras crisis económicas sin luchar por un cambio profundo de
nuestro estilo de vida: hemos de vivir de manera más austera; hemos de
compartir más nuestro bienestar.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2012-2013 -
4 de agosto de 2013
CONTRA LA
INSENSATEZ
Cada vez sabemos más de la
situación social y económica que Jesús conoció en la Galilea de los años
treinta. Mientras en las ciudades de Séforis y Tiberíades crecía la riqueza, en
las aldeas aumentaba el hambre y la miseria. Los campesinos se quedaban sin
tierras y los terratenientes construían silos y graneros cada vez más grandes.
En un pequeño relato, conservado
por Lucas, Jesús revela qué piensa de aquella situación tan contraria al
proyecto querido por Dios, de un mundo más humano para todos. No narra esta
parábola para denunciar los abusos y atropellos que cometen los terratenientes,
sino para desenmascarar la insensatez en que viven instalados.
Un rico terrateniente se ve
sorprendido por una gran cosecha. No sabe cómo gestionar tanta abundancia.
“¿Qué haré?”. Su monólogo nos descubre la lógica insensata de los poderosos que
solo viven para acaparar riqueza y bienestar, excluyendo de su horizonte a los
necesitados.
El rico de la parábola planifica
su vida y toma decisiones. Destruirá los viejos graneros y construirá otros más
grandes. Almacenará allí toda su cosecha. Puede acumular bienes para muchos
años. En adelante, solo vivirá para disfrutar:”túmbate, come, bebe y date buena
vida”. De forma inesperada, Dios interrumpe sus proyectos: “Imbécil, esta misma
noche, te van a exigir tu vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?”.
Este hombre reduce su existencia
a disfrutar de la abundancia de sus bienes. En el centro de su vida está solo
él y su bienestar. Dios está ausente. Los jornaleros que trabajan sus tierras
no existen. Las familias de las aldeas que luchan contra el hambre no cuentan.
El juicio de Dios es rotundo: esta vida solo es necedad e insensatez.
En estos momentos, prácticamente
en todo el mundo está aumentando de manera alarmante la desigualdad. Este es el
hecho más sombrío e inhumano: ”los ricos, sobre todo los más ricos, se van
haciendo mucho más ricos, mientras los pobres, sobre todo los más pobres, se
van haciendo mucho más pobres” (Zygmunt Bauman).
Este hecho no es algo normal. Es,
sencillamente, la última consecuencia de la insensatez más grave que estamos
cometiendo los humanos: sustituir la cooperación amistosa, la solidaridad y la
búsqueda del bien común de la Humanidad por la competición, la rivalidad y el
acaparamiento de bienes en manos de los más poderosos del Planeta.
Desde la Iglesia de Jesús,
presente en toda la Tierra, se debería escuchar el clamor de sus seguidores
contra tanta insensatez, y la reacción contra el modelo que guía hoy la
historia humana.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
1 de agosto de 2010
DESENMASCARAR
LA INSENSATEZ
(Ver homilía del ciclo C -
2015-2016)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
5 de agosto de 2007
INSENSATEZ TOTAL
Un hombre
rico tuvo una gran cosecha.
Jesús conoció en Galilea una
grave crisis socio-económica. Mientras en Séforis y Tiberíades crecía la
riqueza, en las aldeas aumentaba el hambre y la miseria. Los campesinos se
quedaban sin tierras y los terratenientes construían silos y graneros cada vez
más grandes y hermosos. ¿Qué pensaba Jesús de aquella situación?
Como siempre, habló con toda
claridad en una pequeña parábola. Un rico terrateniente se vio sorprendido por
una cosecha que superaba todas sus expectativas. Ante el inesperado problema,
sólo se pregunta una cosa: ¿Qué haré? Eso se preguntan también los campesinos
pobres que escuchan a Jesús: ¿Qué hará?, ¿se acordará de los que viven de
hambre?
Pronto toma una decisión de
hombre poderoso: no construirá un granero más. Los destruirá todos y construirá
otros nuevos y más grandes. Sólo él disfrutará de aquella inesperada cosecha:
«túmbate, come, bebe y date buena vida». Es lo más inteligente. Los pobres no
piensan así. Este hombre es cruel e inhumano: ¿no sabe que, acaparando para sí
toda la cosecha, está privando a otros de lo que necesitan para vivir?
De forma inesperada interviene
Dios. Aquel rico morirá esa noche sin disfrutar de sus bienes. Por eso, Dios lo
llama «necio» y hace una pregunta: «lo que ha acumulado, ¿de quién será?». Los
pobres no tienen duda alguna: esas cosechas con qué Dios bendice los campos de
Israel, ¿no han de ser antes que nadie de los más pobres?
La parábola desenmascara la
realidad de Galilea. El rico no es un monstruo; hace lo habitual. Los poderosos
sólo piensan en su bienestar. Siempre es así. Los ricos van acaparando cada vez
más bienes y los pobres se van hundiendo cada vez más en la miseria. Son
«imbéciles»: destruyen la vida de los pobres y no pueden asegurar la suya.
Ésta es la verdad que el Primer
Mundo no puede ya ocultar ni disimular: nos creemos sociedades inteligentes,
democráticas y progresistas y sólo somos unos «insensatos» crueles e inhumanos,
que viven de la miseria de millones de seres humanos, de la que, en buena
parte, somos responsables por nuestra injusticia, indiferencia o prepotencia.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
1 de agosto de 2004
NECIOS
Necio…
Así será el que amasa riquezas.
Uno de los rasgos más llamativos
en la predicación de Jesús, es, quizás, la lucidez con que ha sabido
desenmascarar todo el poder alienante y deshumanizador que se puede encerrar en
las riquezas.
La visión de Jesús no es la de un
moralista que se preocupa de saber cómo adquirimos nuestros bienes y cómo los
usamos. El riesgo de quien vive disfrutando de sus riquezas es olvidar su
condición de hijo de un Dios Padre y de hermano de todos los hombres.
De ahí el grito de alerta de
Jesús: «No podéis servir a Dios y al dinero». No puede un hombre ser fiel a un
Dios Padre, que busca la justicia, la solidaridad y la fraternidad de todos los
hombres, y, al mismo tiempo, vivir pendiente de sus bienes y riquezas.
El dinero puede dar poder, fama,
prestigio, seguridad, bienestar..., pero, en la medida en que esclaviza a la
persona, la cierra a Dios Padre, la hace olvidar su condición de hombre y
hermano, y la lleva a romper la solidaridad con los otros. Dios no puede reinar
en la vida de un hombre dominado por el dinero.
La raíz profunda está en que las
riquezas despiertan en nosotros la necesidad insaciable de tener siempre más. Y
entonces crece en la persona la necesidad de acumular, capitalizar, y poseer
siempre más y más.
Jesús considera como una
verdadera locura, insensatez y alienación la vida de aquellos terratenientes de
Palestina, obsesionados por almacenar sus cosechas en graneros cada vez más
grandes. Es una verdadera idiotez consagrar todas las energías, la imaginación,
el tiempo y los mejores esfuerzos a adquirir y conservar nuestras propias
riquezas.
Cuando, al final de la vida, Dios
se acerca al rico para recoger su vida, se pone de manifiesto que la ha
malgastado. Su vida carece de contenido y valor. «Necio... Así será el que
amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios».
Un día el pensamiento cristiano
descubrirá con una claridad que quizás hoy no nos resulta tan diáfana, la
profunda contradicción que existe entre el espíritu que anima al capitalismo y
el espíritu que anima el proyecto de vida intentado y querido por Jesús. Y esta
contradicción no se resuelve ni con la profesión de fe de quienes viven con
espíritu capitalista ni con toda la beneficencia que puedan hacer con sus
ganancias.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
5 de agosto de 2001
DE MANERA
INTELIGENTE
Necio.
«Túmbate, come, bebe y date buena
vida»: ésta consigna del hombre rico de la parábola evangélica no es nueva. Ha
sido el ideal de no pocos a lo largo de la historia, pero hoy se vive a gran
escala y bajo una presión social tan fuerte que es difícil cultivar un estilo
de vida más sobrio y sano.
Hace tiempo que la sociedad
moderna ha institucionalizado el consumo: casi todo se orienta a disfrutar de
productos, servicios y experiencias siempre nuevas. La consigna del bienestar
es clara: «date buena vida». A través de las marcas y modelos de los más
variados objetos lo que se nos ofrece es juventud, elegancia, seguridad,
feminidad o virilidad, naturalidad, poder, vitalidad. La vida la hemos de
alimentar en el consumo.
Otro factor decisivo en la marcha
de la sociedad actual es la moda. Siempre ha habido en la historia de los
pueblos corrientes y gustos fluctuantes. Lo nuevo es el «imperio de la moda»
que se ha convertido en el guía principal de la sociedad moderna. Ya no son las
religiones ni las ideologías las que orientan los comportamientos de la
mayoría. La publicidad y la seducción de la moda van sustituyendo a la Iglesia,
la familia o la escuela. Es la moda la que nos enseña a vivir y a satisfacer
las «necesidades artificiales» del momento.
Otro rasgo que marca el estilo
moderno de vida es la seducción de los sentidos y el cuidado de lo externo. Hay
que atender el cuerpo, la línea, el peso, la gimnasia y los chequeos; hay que
aprender terapias y remedios nuevos; hay que seguir de cerca los programas de
consejos médicos y culinarios. Hay que aprender a «sentirse bien» con uno mismo
y con los demás; hay que saber moverse de manera hábil en el campo del sexo: conocer
todas las formas de posible disfrute, gozar y acumular experiencias nuevas.
Sería un error «satanizar» esta
sociedad que ofrece tantas posibilidades para cuidar las diversas dimensiones
del ser humano y para desarrollar una vida integral e integradora. Pero no
sería menos equivocado dejarse arrastrar frívolamente por cualquier moda o
reclamo reduciendo la existencia a puro bienestar material. La parábola
evangélica invita a descubrir la insensatez que se puede encerrar en este
planteamiento de la vida.
Para acertar en la vida no basta
pasarlo bien. El ser humano no es sólo un animal hambriento de placer y
bienestar. Está hecho también para cultivar el espíritu, conocer la amistad y
la ternura, experimentar el misterio de lo transcendente, agradecer la vida,
vivir la solidaridad. Es inútil quejarse de la sociedad actual. Lo importante
es actuar de manera inteligente.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
2 de agosto de 1998
VIVIR
MOTIVADOS
Guardaos
de toda codicia.
Las recientes y abundantes
investigaciones en torno a la motivación no hacen sino subrayar cada vez más su
importancia. No basta que el individuo posea una personalidad brillante o unas
cualidades admirables. Sólo la persona bien motivada llegará más lejos y
crecerá de manera creativa.
Todos actuamos en la vida
«motivados» de alguna manera por unos objetivos o una meta. A veces son
motivaciones claras, bien conocidas por nosotros. Otras, pueden estar más
ocultas y permanecer incluso como enmascaradas. A veces son convicciones
enraizadas en lo más hondo de nuestro ser. Otras, son más bien «motivaciones
prestadas» que nos llevan actuar gregariamente imitando a otros.
Por todo ello, es importante
hacerse en algún momento preguntas como éstas: «¿por qué hago esto?», «¿por qué
vivo así?», «¿para qué vivo de esta manera?», «¿qué busco con todo esto?». La
motivación que se esconde tras estas preguntas es la que, de hecho, nos va ir
configurando a lo largo de los años.
Una motivación sana mantiene viva
a la persona, la hace crecer, alimenta su creatividad. Por otra parte, estar
motivado significa vivir esperanzado. Lo primero que deteriora la depresión es
la motivación. Desmotivado no se puede vivir con ilusión; la persona cae en la
tristeza, el aburrimiento y la oscuridad.
También en la vivencia de la fe
religiosa es importante la motivación. Cuando se vive con «motivaciones
prestadas» porque falta una experiencia personal de Dios o sólo se conoce su
amor «de oídas», es fácil que la religión se convierta en un comportamiento
externo que se vive sin ilusión alguna y que fácilmente puede apagarse
cualquier día.
La parábola del «rico insensato»
describe la vida de un hombre motivados sólo por un objetivo: ganar y
enriquecerse; y, a partir de esto, «comer, beber y darse buena vida». ¿No es
esta la motivación secreta de muchas vidas, privadas de cualquier ideal más
noble? Vidas gastadas en ganar dinero, ajenas totalmente al Dios del amor.
Jesús las considera vidas «necias».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
1995
¿DE QUE
SIRVE?
Necio.
Entre nosotros se ha extendido
ampliamente la convicción de que lo importante para vivir intensamente es
«obtenerlo todo y ahora mismo». Una educación excesivamente permisiva, una
falta casi total de autodisciplina, un ambiente social lleno de estímulos que
empujan sólo a ganar, gozar, gastar y disfrutar, el miedo a no vivir a tope, el
deseo de no aparecer como fracasados o reprimidos.., está llevando a no pocos a
un estilo de vida donde la renuncia no tiene ya lugar alguno.
Sin embargo, son bastantes los
que comienzan a constatar que no es ése el camino acertado para vivir en
plenitud. Cuando, sistemáticamente, vamos satisfaciendo nuestros deseos de
manera inmediata, no crecemos interiormente. La persona no acierta a saborear
la satisfacción obtenida. El espíritu no se aquieta. Siempre surge un nuevo
deseo más apremiante y excitante que el anterior.
Se comienza entonces a vivir en
tensión, sin saber ya cómo saciar apetencias y ambiciones nuevas. La existencia
se convierte en una carrera donde lo único que llena es tener siempre más y
disfrutar con mayor intensidad. Pero, lograda la satisfacción, llega de nuevo
con frecuencia el vacío, el decaimiento o el hastío. Y de nuevo, vuelta a
empezar atrapados en una trampa que no tiene fin. Quizás esta experiencia pueda
ayudar a entender mejor las palabras de Jesús. « ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si malogra su vida?
¿O qué podrá dar para recobrarla? »
Lo queramos o no, el ser humano
no está hecho para quedar satisfecho con cualquier cosa. El hombre madura y
crece como persona cuando sabe renunciar a la satisfacción inmediata y caprichosa
de sus deseos en aras de una libertad, unos valores y una plenitud de vida más
noble y más digna.
Más aún, Si uno quiere obtenerlo
todo ahora, inmediatamente, a cualquier precio y de cualquier manera, corre el
riesgo de perderse definitivamente. La vida es más que esta vida. No basta
pasarse esta vida estrujándola al máximo. Lo decisivo es vivir buscando una
vida plena y eterna. La vida de un hombre que vive sólo para acumular, comer,
beber y darse buena vida es, según la parábola de Jesús, una «necedad».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
2 de agosto de 1992
ACUMULAR
Guardaos
de toda codicia.
Muchas cosas han cambiado en poco
tiempo sobre nuestro pequeño planeta. Ha quedado atrás el enfrentamiento entre
superpotencias. Al Este ya no hay enemigos sino aliados. Desacreditado el
sistema marxista, conquistan el consenso universal, el mercado libre y la
sociedad de consumo.
Lo importante ahora es diseñar un
nuevo orden internacional. Concentrar todos los esfuerzos en reconstruir
nuestro viejo solar continental. Esa Europa comunitaria que se ha convertido en
la meta hacia la que hay que avanzar con decisión.
Pero se olvida que, de nuevo, el
gran perdedor es el Tercer Mundo. Según todos los indicios, los marginados de
la tierra se quedan sin asidero ideológico y sin futuro revolucionario. Y, por
otra parte, «solidaridad» es una palabra demasiado larga e incómoda para tener
cabida en la vida trepidante de Occidente.
Ya cayó el muro de Berlín, y
hemos de felicitarnos por ello, pero ese otro muro, el que separa al mundo
pobre del mundo rico, está más alto y mejor vigilado que nunca.
Ahí siguen boyantes el
intercambio desigual, la extorsión financiera, el monopolio de la tecnología y
de la información científica, el envío de residuos radiactivos y basuras
peligrosas que nadie quiere. Sin embargo, apenas se habla ya de imperialismo, y
es que ahora «los imperialistas» somos nosotros.
Por otra parte, comienza a tomar
cuerpo en Europa un «apartheid» universal ante quienes no pertenecen a nuestra
comunidad. Brotes de racismo, intolerancia y discriminación, cada vez más
frecuentes, castigan a los intrusos que saltan el muro con el que tratamos de
defender nuestra «Europa de los mercaderes».
Casi sin darnos cuenta, Occidente
va cayendo en una alarmante mezquindad e insolidaridad. Nos preocupa el
colesterol, y olvidamos el hambre y la miseria de ese Tercer Mundo, cada vez
más molesto y desagradable.
Hablando recientemente de este
«eclipse de la solidaridad», Mario Benedetti decía que «la propia Iglesia
restringe su solidaridad a la parcela de las oraciones». Ciertamente no es así.
Y para desmentirlo ahí están esos miles y miles de misioneros extendidos por
todo el mundo conviviendo con los más pobres de la Tierra.
Pero, tal vez, hay algo cierto en
las palabras del escritor uruguayo. Mientras tantos misioneros se desviven por
un desarrollo más humano del Tercer Mundo, nosotros nos contentamos a menudo
con celebrar fechas como el Domund rezando una oración distraída o aquilatando el
donativo que tranquilizará nuestra conciencia.
La parábola del rico insensato
que vive acumulando riquezas y echando a perder su vida, puede estar dirigida
directamente a nosotros. Nos preocupamos mucho por mejorar nuestro nivel de
vida, pero, ¿no es una vida cada vez menos solidaria y, por tanto, menos
humana?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
6 de agosto de 1989
NECIOS
Necio.
Los grandes almacenes y
supermercados que han ido surgiendo entre nosotros son, sin duda, uno de los
símbolos más esclarecedores de la vida contemporánea.
Pocos lugares más apropiados para
observar al hombre de hoy sumergiéndose en ese universo de objetos, tratando de
encontrar en las cosas la identidad que no es capaz de descubrir en sí mismo.
Se diría que las palabras del
rico de la parábola se han convertido en consigna general: “Hombre, tienes
bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida”.
Y eso es todo: adquirir el último
modelo, beber el mejor vino, poseer el aparato más sofisticado, pasar las
vacaciones en la playa de moda.
Siempre ha sido tentador para los
hombres dejarse llevar por el disfrute, incontrolado de las cosas. Lo que
resulta sorprendente en esta sociedad es ver a tantas personas que creen
encontrar en ese estilo de vida su auténtica personalidad.
Hombres y mujeres que, tal vez,
quedarían desconcertados si conocieran aquella observación del famoso
economista Galbraith: «Para estudiar en profundidad toda la gama de la
angustia, lo mejor que podría hacer el psiquiatra es irse a observar a un
supermercado».
Gentes que no aceptarían la
crítica radical de E. Fromm al consumidor de la sociedad occidental “eterno
niño de pecho que llora reclamando su biberón”.
Personas que no se avergüenzan de
ese “consumo ostentoso” estudiado hace muchos años por Veblen, y encaminado
únicamente a impresionar a los demás. Hombres y mujeres que se atreven a
exhibirse con una aureola especial sólo porque poseen el último modelo o el más
sofisticado o el más costoso, sin darse cuenta de que esos “objetos’ no son
sino “prótesis” ridículas donde pretenden apoyar una personalidad mutilada.
Jesús lo volvería a repetir.
“NECIOS”. Necios todos nosotros si no sabemos encontrar metas más humanas a
nuestra vida. Necios si no sabemos descubrir cuáles son nuestras verdaderas
necesidades.
Necios y “criminales”, pues todo
esto sucede mientras en el mundo cien mil personas mueren diariamente de
hambre, según cifras facilitadas por la UNESCO.
Ciertamente, cada uno podemos muy
poco ante el hambre que asola a tantos países del Tercer Mundo. Pero son dos
hombres muy diferentes, el que vive creando necesidades cada vez más
artificiales en su entorno, y el que vive preguntándose cómo colaborar en
cualquier acción o campaña encaminada a promover una mayor solidaridad entre
los hombres y entre los pueblos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
3 de agosto de 1986
ALGO MÁS
QUE UN SISTEMA
Lo que
has acumulado, ¿de quién será?...
Alguien ha dicho que «todos los
hombres somos espontáneamente capitalistas». Lo cierto es que la sed de poseer
sin límites no es exclusiva de una época ni de un sistema social, sino que
descansa en el mismo hombre, cualquiera que sea el sector social al que
pertenezca.
El sistema capitalista lo que
hace es desarrollar esta tendencia innoble del hombre en lugar de combatirla y
favorecer una convivencia más solidaria y fraterna.
Lo estamos viendo todos los días.
El móvil que guía a la empresa capitalista es crear la mayor diferencia posible
entre el precio de venta del producto y el costo de producción.
Pero es que este móvil guía la
conducta de casi toda la sociedad. El máximo beneficio posible y la acumulación
indefinida de riqueza son algo aceptado por la mayoría de los cristianos como
principio indiscutible que orienta su comportamiento práctico en la vida
diaria.
Por otra parte, el capitalismo,
lejos de promover la comunión y la solidaridad, favorece la dominación de unos
sobre otros y tiende a crear y reforzar la lucha de clases.
Pero este mismo espíritu lo
podemos observar ya en muchos «trabajadores» cuyos ingresos y régimen de gastos
en nada ceden a los de los más aventajados capitalistas.
Basta verlos gritar sus propias
reivindicaciones ahondando cada vez más el abismo clasista que los separa de
sus compañeros (?) en paro.
El replegamiento egoísta sobre
los propios bienes, el consumo indiscriminado y sin límites, la lucha
implacable por el propio bienestar, el olvido sistemático de las víctimas más
afectadas por la crisis, son signos de una posición «capitalista» por muchas
confesiones de «socialismo» que puedan salir de nuestros labios.
«El hombre occidental se ha hecho
materialista hasta en su pensamiento, en una sobrevaloración morbosa del dinero
y la propiedad, del poder y la riqueza» (Ph. Bosmans).
Se pretende llenar el vacío
interior con la posesión de cosas. La codicia y el afán de poder son «drogas
aprobadas socialmente».
Es nuestra gran equivocación. Lo
ha gritado Jesús con firmeza contundente. Es una necedad vivir teniendo como
único horizonte «unos graneros donde poder seguir almacenando cosechas». Es
signo de nuestra gran pobreza interior.
Aunque no nos lo creamos, el
dinero nos puede empobrecer. Vivir acumulando, puede ser el fin de todo goce
humano, el fin de toda alegría de vivir, el fin de todo verdadero amor.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1982-1983 – APRENDER A VIVIR
31 de julio de 1983
LA
NECEDAD .DEL «CAPITALISTA»
Necio...
Así será el que amasa riquezas.
Uno de los rasgos más llamativos
en la predicación de Jesús, es, quizás, la lucidez con que ha sabido
desenmascarar todo el poder alienante y deshumanizador que se puede encerrar en
las riquezas.
La visión de Jesús no es la de un
moralista que se preocupara de saber cómo adquirimos nuestros bienes y cómo los
usamos. El riesgo de quien vive disfrutando de sus riquezas es olvidar su
condición de hijo de un Dios Padre y de hermano de todos los hombres.
De ahí el grito de alerta de
Jesús: «No podéis servir a Dios y al dinero». No puede un hombre ser fiel a un
Dios Padre, que busca la justicia, la solidaridad y la fraternidad de todos los
hombres, y, al mismo tiempo, vivir pendiente de sus bienes y riquezas.
El dinero puede dar poder, fama,
prestigio, seguridad, bienestar...; pero, en la medida en que esclaviza a la
persona, la cierra a Dios Padre, la hace olvidar su condición de hombre y
hermano, y la lleva a romper la solidaridad con los otros. Dios no puede reinar
en la vida de un hombre dominado por el dinero.
La raíz profunda está en que las
riquezas despiertan en nosotros la necesidad insaciable de tener siempre más. Y
entonces crece en el hombre la necesidad de acumular, capitalizar, y poseer
siempre más y más.
Jesús considera como una
verdadera locura, insensatez y alienación la vida de aquellos terratenientes de
Palestina, obsesionados por almacenar sus cosechas en graneros cada vez más
grandes.
Es una verdadera idiotez
consagrar todas las energías, la imaginación, el tiempo y nuestros mejores
esfuerzos a adquirir y conservar nuestras propias riquezas.
Cuando, al final de la vida, Dios
se acerca al rico para recoger su vida, se pone de manifiesto que la ha
malgastado. Su vida carece de contenido y valor. «Necio... Así será el que
amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios».
Un día el pensamiento cristiano
descubrirá, con una claridad que quizás hoy no nos. resulta tan diáfana, la
profunda contradicción que existe entre el espíritu que anima el capitalismo y
el espíritu que anima el proyecto de vida intentado y querido por Jesús.
Y esta contradicción no se
resuelve ni con la profesión verbal de fe de quienes viven con espíritu
capitalista ni con toda la beneficencia que puedan hacer con sus ganancias.
José Antonio Pagola
HOMILIA
DE MANERA
INTELIGENTE
«Túmbate,
come, bebe y date buena vida»: ésta consigna del hombre rico
de la parábola evangélica no es nueva. Ha sido el ideal de no pocos a lo largo
de la historia, pero hoy se vive a gran escala y bajo una presión social tan
fuerte que es difícil cultivar un estilo de vida más sobrio y sano.
Hace tiempo que la sociedad
moderna ha institucionalizado el consumo: casi todo se orienta a disfrutar de
productos, servicios y experiencias siempre nuevas. La consigna del bienestar
es clara: «date buena vida».
A través de las marcas y modelos
de los más variados objetos lo que se nos ofrece es juventud, elegancia,
seguridad, feminidad o virilidad, naturalidad, poder, vitalidad. La vida la
hemos de alimentar en el consumo.
Otro factor decisivo en la marcha
de la sociedad actual es la moda. Siempre ha habido en la historia de los
pueblos corrientes y gustos fluctuantes. Lo nuevo es el «imperio de la moda»
que se ha convertido en el guía principal de la sociedad moderna. Ya no son las
religiones ni las ideologías las que orientan los comportamientos de la
mayoría. La publicidad y la seducción de la moda van sustituyendo a la Iglesia,
la familia o la escuela. Es la moda la que nos enseña a vivir y a satisfacer
las «necesidades artificiales» del momento.
Otro rasgo que marca el estilo
moderno de vida es la seducción de los sentidos y el cuidado de lo externo. Hay
que atender el cuerpo, la línea, el peso, la gimnasia y los chequeos; hay que
aprender terapias y remedios nuevos; hay que seguir de cerca los programas de
consejos médicos y culinarios. Hay que aprender a «sentirse bien» con uno mismo
y con los demás; hay que saber moverse de manera hábil en el campo del sexo:
conocer todas las formas de posible disfrute, gozar y acumular experiencias
nuevas.
Sería un error «satanizar» esta
sociedad que ofrece tantas posibilidades para cuidar las diversas dimensiones
del ser humano y para desarrollar una vida integral e integradora. Pero no
sería menos equivocado dejarse arrastrar frívolamente por cualquier moda o
reclamo reduciendo la existencia a puro bienestar material. La parábola
evangélica invita a descubrir la insensatez que se puede encerrar en este
planteamiento de la vida.
Para acertar en la vida no basta
pasarlo bien. El ser humano no es sólo un animal hambriento de placer y
bienestar. Está hecho también para cultivar el espíritu, conocer la amistad y
la ternura, experimentar el misterio de lo transcendente, agradecer la vida,
vivir la solidaridad. Es inútil quejarse de la sociedad actual.
Lo importante es actuar de manera
inteligente.
José Antonio Pagola
Para
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