El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción".
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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LA TRANSFIGURACION DEL SEÑOR (C)
EVANGELIO
Una serie de alusiones establece un notable paralelismo
entre Jesús en la montaña de la Transfiguración y Moisés en el Sinaí. En ambos
casos hay tres testigos (Ex 34,29; Mt 17,1). Al igual que el rostro de Moisés,
el de Jesús irradia una luz resplandeciente (Ex 34,29; Mt 17,2). Aún más que a
Moisés se ha de escuchar a Jesús (Dt 18,15; Mt 17,5). Porque él es el nuevo
legislador que no ha venido a abolir la Ley, sino a darle plenitud (Mt 5,17).
Moisés y los profetas, representados aquí por Elías, dan testimonio de él.
Su rostro
resplandecía como el sol.
+ Lectura del santo
evangelio según san Mateo 17,1-9
En aquel tiempo, Jesús tomó
consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña
alta.
Se transfiguró delante de ellos y
su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la
luz.
Y se les aparecieron Moisés y
Elías conversando con él.
Pedro, entonces, tomó la palabra
y dijo a Jesús:
- Señor, ¡qué hermoso es estar
aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías.
Todavía estaba hablando cuando
una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:
- Éste es mi Hijo, el amado, mi
predilecto. Escuchadlo.
Al oírlo, los discípulos cayeron
de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y tocándolos les
dijo:
- Levantaos, no temáis.
Al alzar los ojos no vieron a
nadie más que a Jesús solo.
Cuando bajaban de la montaña,
Jesús les mandó:
- No contéis a nadie la visión
hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.
Palabra de Dios.
O Bien.
Lo mismo que la teofanía del bautismo a orillas del
Jordán (Lc 3,21), la teofanía de la montaña tiene lugar mientras Jesús está
haciendo oración. San Lucas evita la palabra «transfiguración», que para los
paganos convertidos podía evocar las múltiples metamorfosis atribuidas a los
dioses. Dice simplemente que «el aspecto de su rostro cambió», que mudó de
apariencia. San Lucas es el único de los tres evangelistas que precisa el tema
de conversación de Moisés y Elías con Jesús: su muerte, que próximamente «iba a
consumar en Jerusalén» (Lc 24,51; Hch 1,2). Los tres discípulos no hablan en
ese momento de lo que han visto, porque no comprenden su sentido. Será
necesario que el mismo Jesús les explique, «comenzando por Moisés y siguiendo
por los profetas», todo lo que se refería a él, y en particular cómo «era
necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria» (Lc 24,25-2
7).
Mientras oraba, el
aspecto de su rostro cambió.
Lectura del santo
evangelio según san Lucas 9,28b-36
En aquel tiempo, Jesús cogió a
Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña para orar. Y,
mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de
blancos.
De repente, dos hombres
conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban
de su muerte, que se iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían
de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban
con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:
- Maestro, qué bien se está aquí.
Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando
llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde
la nube decía:
- Éste es mi Hijo, el escogido,
escuchadle.
Cuando sonó la voz, se encontró
Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie
nada de lo que habían visto.
Palabra de Dios.
HOMILIA
Mateo 17,1-9
MIEDO A
JESÚS
La escena conocida como "la
transfiguración de Jesús" concluye de una manera inesperada. Una voz
venida de lo alto sobrecoge a los discípulos: «Este es mi Hijo amado»: el que
tiene el rostro transfigurado. «Escuchadle a él». No a Moisés, el legislador.
No a Elías, el profeta. Escuchad a Jesús. Sólo a él.
«Al oír esto, los discípulos caen
de bruces, llenos de espanto». Les aterra la presencia cercana del misterio de
Dios, pero también el miedo a vivir en adelante escuchando sólo a Jesús. La
escena es insólita: los discípulos preferidos de Jesús caídos por tierra,
llenos de miedo, sin atreverse a reaccionar ante la voz de Dios.
La actuación de Jesús es
conmovedora: «Se acerca» para que sientan su presencia amistosa. «Los toca»
para infundirles fuerza y confianza. Y les dice unas palabras inolvidables:
«Levantaos. No temáis». Poneos de pie y seguidme. No tengáis miedo a vivir
escuchándome a mí.
Es difícil ya ocultarlo. En la
Iglesia tenemos miedo a escuchar a Jesús. Un miedo soterrado que nos está
paralizando hasta impedirnos vivir hoy con paz, confianza y audacia tras los
pasos de Jesús, nuestro único Señor.
Tenemos miedo a la innovación,
pero no al inmovilismo que nos está alejando cada vez más de los hombres y
mujeres de hoy. Se diría que lo único que hemos de hacer en estos tiempos de
profundos cambios es conservar y repetir el pasado. ¿Qué hay detrás de este
miedo? ¿Fidelidad a Jesús o miedo a poner en "odres nuevos" el
"vino nuevo" del Evangelio?
Tenemos miedo a unas
celebraciones más vivas, creativas y expresivas de la fe de los creyentes de
hoy, pero nos preocupa menos el aburrimiento generalizado de tantos cristianos
buenos que no pueden sintonizar ni vibrar con lo que allí se está celebrando.
¿Somos más fieles a Jesús urgiendo minuciosamente las normas litúrgicas, o nos
da miedo "hacer memoria" de él celebrando nuestra fe con más verdad y
creatividad?
Tenemos miedo a la libertad de
los creyentes. Nos inquieta que el pueblo de Dios recupere la palabra y diga en
voz alta sus aspiraciones, o que los laicos asuman su responsabilidad
escuchando la voz de su conciencia. En algunos crece el recelo ante religiosos
y religiosas que buscan ser fieles al carisma profético que han recibido de
Dios. ¿Tenemos miedo a escuchar lo que el Espíritu puede estar diciendo a
nuestras iglesias? ¿No tememos apagar el Espíritu en el pueblo de Dios?
En medio de su Iglesia Jesús
sigue vivo, pero necesitamos sentir con más fe su presencia y escuchar con
menos miedo sus palabras: «Levantaos. No tengáis miedo».
José Antonio Pagola
Para leer más homilías de
este evangelio pulsar en el siguiente enlace:
HOMILIA
Lucas 9,28b-36
ESCUCHAR
A JESÚS
Los cristianos de todos los
tiempos se han sentido atraídos por la escena llamada tradicionalmente "La
transfiguración del Señor". Sin embargo, a los que pertenecemos a la
cultura moderna no se nos hace fácil penetrar en el significado de un relato
redactado con imágenes y recursos literarios, propios de una
"teofanía" o revelación de Dios.
Sin embargo, el evangelista Lucas
ha introducido detalles que nos permiten descubrir con más realismo el mensaje
de un episodio que a muchos les resulta hoy extraño e inverosímil. Desde el
comienzo nos indica que Jesús sube con sus discípulos más cercanos a lo alto de
una montaña sencillamente "para orar", no para contemplar una
transfiguración.
Todo sucede durante la oración de
Jesús: "mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió". Jesús,
recogido profundamente, acoge la presencia de su Padre, y su rostro cambia. Los
discípulos perciben algo de su identidad más profunda y escondida. Algo que no
pueden captar en la vida ordinaria de cada día.
En la vida de los seguidores de
Jesús no faltan momentos de claridad y certeza, de alegría y de luz. Ignoramos
lo que sucedió en lo alto de aquella montaña, pero sabemos que en la oración y
el silencio es posible vislumbrar, desde la fe, algo de la identidad oculta de
Jesús. Esta oración es fuente de un conocimiento que no es posible obtener de
los libros.
Lucas dice que los discípulos
apenas se enteran de nada, pues "se caían de sueño" y solo "al
espabilarse", captaron algo. Pedro solo sabe que allí se está muy bien y
que esa experiencia no debería terminar nunca. Lucas dice que "no sabía lo
que decía".
Por eso, la escena culmina con
una voz y un mandato solemne. Los discípulos se ven envueltos en una nube. Se
asustan pues todo aquello los sobrepasa. Sin embargo, de aquella nube sale una
voz: "Este es mi Hijo, el escogido. Escuchadle". La escucha ha de ser
la primera actitud de los discípulos.
Los cristianos de hoy necesitamos
urgentemente "interiorizar" nuestra religión si queremos reavivar
nuestra fe. No basta oír el Evangelio de manera distraída, rutinaria y gastada,
sin deseo alguno de escuchar. No basta tampoco una escucha inteligente
preocupada solo de entender.
Necesitamos escuchar a Jesús vivo
en lo más íntimo de nuestro ser. Todos, predicadores y pueblo fiel, teólogos y
lectores, necesitamos escuchar su Buena Noticia de Dios, no desde fuera sino
desde dentro. Dejar que sus palabras desciendan de nuestras cabezas hasta el
corazón. Nuestra fe sería más fuerte, más gozosa, más contagiosa.
José Antonio Pagola
Para leer más homilías de
este evangelio pulsar en el siguiente enlace:
Para
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