El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción".
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesús! Retomar la frescura inicial del evangelio.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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Dedicación de la basílica de Letrán (A)
EVANGELIO
Hablaba del templo de su cuerpo.
Lectura
del santo evangelio según san Juan 2,13-22
Se acercaba la Pascua de los judíos, y
Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes,
ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles,
los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció
las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
- Quitad esto de aquí; no convirtáis en un
mercado la casa de mi Padre.
Sus discípulos se acordaron de lo que está
escrito: «El celo de tu casa me devora».
Entonces intervinieron los judíos y le
preguntaron:
- ¿Qué signos nos muestras para obrar así?
Jesús contestó:
- Destruid este templo, y en tres días lo
levantaré.
Los judíos replicaron:
- Cuarenta y seis años ha costado construir
este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y,
cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo
había dicho, y dieron fe a la
Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2013-2014 -
9 de noviembre de 2014
¿CÓMO ES
NUESTRA RELIGIÓN?
El episodio de la intervención de
Jesús en el templo de Jerusalén ha sido recogido por los cuatro evangelios. Es
Juan quien describe su reacción de manera más gráfica: con un látigo Jesús
expulsa del recinto sagrado a los animales que se están vendiendo para ser
sacrificados, vuelca las mesas de los cambistas y echa por tierra sus monedas.
De sus labios sale un grito: “No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”.
Este gesto fue el que desencadenó
su detención y rápida ejecución. Atacar el templo era atacar el corazón del
pueblo judío: el centro de su vida religiosa, social y económica. El templo era
intocable. Allí habitaba el Dios de Israel. Jesús, sin embargo, se siente un
extraño en aquel lugar: aquel templo no es la casa de su Padre sino un mercado.
A veces, se ha visto en esta
intervención de Jesús su esfuerzo por “purificar” una religión demasiado
primitiva, para sustituirla por un culto más digno y unos ritos menos
sangrientos. Sin embargo, su gesto profético tiene un contenido más radical:
Dios no puede ser el encubridor de una religión en la que cada uno busca su
propio interés. Jesús no puede ver allí esa “familia de Dios” que ha comenzado
a formar con sus primeros discípulos y discípulas.
En aquel templo, nadie se acuerda
de los campesinos pobres y desnutridos que ha dejado en las aldeas de Galilea.
El Padre de los pobres no puede reinar desde este templo. Con su gesto
profético, Jesús está denunciando de raíz un sistema religioso, político y
económico que se olvida de los últimos, los preferidos de Dios.
La actuación de Jesús nos ha de
poner en guardia a sus seguidores para preguntarnos qué religión estamos
cultivando en nuestros templos. Si no está inspirada por Jesús, se puede
convertir en una manera “santa” de cerrarnos al proyecto de Dios que él quería
impulsar en el mundo. La religión de los que siguen a Jesús ha de estar siempre
al servicio del reino de Dios y su justicia.
Por otra parte, hemos de revisar
si nuestras comunidades son un espacio donde todos nos podemos sentir en “la
casa del Padre”. Una comunidad acogedora donde a nadie se le cierran las
puertas y donde a nadie se excluye ni discrimina. Una casa donde aprendemos a
escuchar el sufrimiento de los más desvalidos y no solo nuestro propio interés.
No olvidemos que el cristianismo
es una religión profética nacida del Espíritu de Jesús para abrir caminos al
reino de Dios construyendo un mundo más humano y fraterno, encaminado así hacia
su salvación definitiva en Dios.
José Antonio Pagola
HOMILIA
ADULTERAR
LA LITURGIA
Uno de los factores que llevó a
Jesús a su ejecución fue sin duda su ataque frontal a la liturgia del templo
judío. Criticar la estructura del templo era poner en cuestión uno de los
pilares fundamentales de la sociedad judía.
Al subir a Jerusalén, Jesús
encuentra el templo lleno de «vendedores y cambistas», hombres que no buscan a
Dios, sino que se afanan egoístamente por sus propios intereses. Aquella
liturgia no es un encuentro sincero con Dios, sino un culto hipócrita que
encubre injusticias, opresiones, intereses y explotaciones mezquinas a los
peregrinos.
La crítica profunda de Jesús va a
desenmascarar aquel culto falso. El templo no cumple ya su misión de ser signo
de la presencia salvadora de Dios en medio del pueblo. No es la casa de un
Padre que pertenece a todos. No es el lugar donde todos se deben sentir
acogidos y en donde todos pueden vivir la experiencia del amor y la
fraternidad.
Uno se explica la reacción de
malestar y las quejas que puede provocar en algunos creyentes el ver que
algunas celebraciones litúrgicas no se ajustan en todos sus detalles a una
determinada normativa ritual. Pero antes que nada, si no queremos adulterar de
raíz la liturgia de nuestros templos, hemos de saber escuchar la crítica
profunda de Jesús que no se detiene a analizar el ritual judío sino que condena
un culto en donde el templo ya no es la casa del Padre.
Solamente recordaremos un hecho
que desgraciadamente se repite constantemente entre nosotros. Vivimos en una
sociedad en donde los hombres se matan unos a otros y donde todos traen sus
muertos al templo cristiano para llorar su dolor y orar por ellos a Dios. Con
frecuencia son celebraciones ejemplares en donde la fe, la esperanza cristiana
y el perdón sincero prevalecen sobre los sentimientos de impotencia, rabia y venganza
que tratan de apoderarse de los familiares y amigos de las víctimas.
Pero, ¿qué decir de otras
celebraciones que deforman el significado profundo de la liturgia cristiana?
¿Se puede orar a un mismo Padre, llorando la muerte de unos hermanos y pidiendo
la destrucción de otros? ¿Se puede instrumentalizar la Eucaristía y servirse
de lo que debería ser el signo más expresivo de la fraternidad, para acrecentar
los sentimientos de odio y venganza frente al enemigo? ¿Se puede oír fielmente
la palabra de Dios, escuchando de él solamente una condena para los otros? ¿Se
puede intentar «monopolizar» a Dios, tratando de identificarlo con nuestra
causa y nuestros intereses parciales y hasta partidistas?
La trágica situación que estamos
viviendo, hace todavía más urgente la necesidad de encontrar al menos en el
templo un ámbito en donde todos nos dejemos juzgar por el Único que lo hace
justamente, un lugar en donde tratemos de encontrarnos como hermanos ante un
mismo Padre, un espacio en donde busquemos en el Creador de la vida fuerza para
liberarnos del odio y la venganza. No convirtamos la casa del Padre en un lugar
de división, enfrentamientos y mutua destrucción.
José Antonio Pagola
HOMILIA
EL CULTO
AL DINERO
Hay algo alarmante en nuestra
sociedad que nunca denunciaremos lo bastante. Vivimos en una civilización que
tiene como eje de pensamiento y criterio de actuación, la secreta convicción de
que lo importante y decisivo no es lo que uno es sino lo que tiene.
Se ha dicho que el dinero es «el
símbolo e ídolo de nuestra civilización» (Miguel Delibes). Y de hecho, son
mayoría los que le rinden y sacrifican todo su ser.
J. Galbraith, el gran teórico del
capitalismo moderno, describe así el poder del dinero en su obra «La sociedad
de la abundancia». El dinero «trae consigo tres ventajas fundamentales:
primero, el goce del poder que presta al hombre; segundo, la posesión real de
todas las cosas que pueden comprarse con dinero; tercero, el prestigio o
respeto de que goza el rico gracias a su riqueza».
Cuantas personas, sin atreverse a
confesarlo, saben que en su vida, lo decisivo, lo importante y definitivo es
ganar dinero, adquirir un bienestar material, lograr un prestigio económico.
Aquí está sin duda, una de las
quiebras más graves de nuestra civilización. El hombre occidental se ha hecho
materialista y, a pesar de sus grandes proclamas sobre la libertad, la justicia
o la solidaridad, apenas cree en otra cosa que no sea el dinero.
Y, sin embargo, hay poca gente
feliz. Con dinero se puede montar un piso agradable, pero no crear un hogar
cálido. Con dinero se puede comprar una cama cómoda, pero no un sueño
tranquilo. Con dinero se puede adquirir nuevas relaciones pero no despertar una
verdadera amistad. Con dinero se puede comprar placer pero no felicidad.
Pero, los creyentes hemos de
recordar algo más. El dinero abre todas las puertas, pero nunca abre la puerta
de nuestro corazón a Dios.
No estamos acostumbrados los
cristianos a la imagen violenta de un Mesías fustigando a las gentes con un
azote en las manos. Y, sin embargo, ésa es la reacción de Jesús al encontrarse
con hombres que, incluso en el templo, no saben buscar otra cosa sino su propio
negocio.
El templo deja de ser lugar de
encuentro con el Padre cuando nuestra vida es un mercado donde sólo se rinde
culto al dinero. Y no puede haber una relación filial con Dios Padre cuando
nuestras relaciones con los demás están mediatizadas sólo por intereses de
dinero.
Imposible entender algo del amor,
la ternura y la acogida de Dios a los hombres cuando uno vive comprando o
vendiéndolo todo, movido únicamente por el deseo de «negociar» su propio
bienestar.
José Antonio Pagola
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