El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción".
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Para leer, compartir, bajarse o imprimir las homilias de José Antonio Pagola del domingo haz "clic" sobre el título del domingo, o haz "clic" sobre Ciclo A, Ciclo B o Ciclo C, en el menú superior para leer las homilias de cada ciclo.
¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
33º domingo Tiempo ordinario (A)
EVANGELIO
Has sido fiel en lo poco, pasa
al banquete de tu Señor.
+ Lectura del santo evangelio según san Mateo
25, 14-30
En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-«Un hombre, al
irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno
le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su
capacidad; luego se marchó.
El que recibió
cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que
recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo
un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho
tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas
con ellos.
Se acercó el que
habla recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor,
cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo:
"Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo
poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor."
Se acercó luego el
que habla recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste;
mira, he ganado otros dos." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un
empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo
importante; pasa al banquete de tu señor."
Finalmente, se
acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabia que eres
exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo
y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo."
El señor le
respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabias que
siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues deblas haber puesto mi
dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los
intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene
se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que
tiene.
Y a ese empleado
inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de
dientes."
Palabra del Señor
HOMILIA
2013-2014 -
16 de noviembre de 2014
BÚSQUEDA
CREATIVA
A pesar de su aparente inocencia,
la parábola de los talentos encierra una carga explosiva. Sorprendentemente, el
“tercer siervo” es condenado sin haber cometido ninguna acción mala. Su único
error consiste en “no hacer nada”: no arriesga su talento, no lo hace
fructificar, lo conserva intacto en un lugar seguro.
El mensaje de Jesús es claro. No
al conservadurismo, sí a la creatividad. No a una vida estéril, sí a la
respuesta activa a Dios. No a la obsesión por la seguridad, sí al esfuerzo
arriesgado por transformar el mundo. No a la fe enterrada bajo el conformismo,
sí al trabajo comprometido en abrir caminos al reino de Dios.
El gran pecado de los seguidores
de Jesús puede ser siempre el no arriesgarnos a seguirlo de manera creativa. Es
significativo observar el lenguaje que se ha empleado entre los cristianos a lo
largo de los años para ver en qué hemos centrado con frecuencia la atención: conservar
el depósito de la fe; conservar la tradición; conservar las buenas costumbres;
conservar; la gracia; conservar la vocación...
Esta tentación de conservadurismo
es más fuerte en tiempos de crisis religiosa. Es fácil entonces invocar la
necesidad de controlar la ortodoxia, reforzar la disciplina y la normativa;
asegurar la pertenencia a la Iglesia... Todo puede ser explicable, pero ¿no es
con frecuencia una manera de desvirtuar el evangelio y congelar la creatividad
del Espíritu?
Para los dirigentes religiosos y
los responsables de las comunidades cristianas puede ser más cómodo “repetir”
de manera monótona los caminos heredados del pasado, ignorando los
interrogantes, las contradicciones y los planteamientos del hombre moderno,
pero ¿de qué sirve todo ello si no somos capaces de transmitir luz y esperanza
a los problemas y sufrimientos que sacuden a los hombres y mujeres de nuestros
días?
Las actitudes que hemos de cuidar
hoy en el interior de la Iglesia no se llaman “prudencia”, “fidelidad al pasado”,
“resignación”... Llevan más bien otro nombre: “búsqueda creativa”, “audacia”,
“capacidad de riesgo”, “escucha al Espíritu” que todo lo hace nuevo.
Lo más grave puede ser que, lo
mismo que le sucedió al tercer siervo de la parábola, también nosotros creamos
que estamos respondiendo fielmente a Dios con nuestra actitud conservadora,
cuando estamos defraudando sus expectativas. El principal quehacer de la
Iglesia hoy no puede ser conservar el pasado, sino aprender a comunicar la
Buena Noticia de Jesús en una sociedad sacudida por cambios socioculturales sin
precedentes.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 -
13 de noviembre de 2011
MIEDO AL RIESGO
La parábola de los talentos es muy conocida entre
los cristianos. Según el relato, antes de salir de viaje, un señor confía la
gestión de sus bienes a tres empleados. A uno le deja cinco talentos, a otro
dos y a un tercero un talento: «a
cada cual según su capacidad». De todos espera una respuesta
digna.
Los dos primeros se ponen «enseguida» a
negociar con sus talentos. Se les ve trabajar con decisión, identificados con
el proyecto de su señor. No temen correr riesgos. Cuando llega el señor le
entregan con orgullo los frutos: han logrado duplicar los talentos recibidos.
La reacción del tercer empleado es extraña. Lo único
que se le ocurre es «esconder bajo tierra»
el talento recibido para conservarlo seguro. Cuando vuelve su señor, se
justifica con estas palabras: «Señor, sabía que eras exigente y siegas
donde no siembras... Por eso, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo
tierra. Aquí tienes lo tuyo». El señor lo condena como empleado «negligente».
En realidad, la raíz de su comportamiento es más
profunda. Este empleado tiene una imagen falsa del señor. Lo imagina egoísta, injusto
y arbitrario. Es exigente y no admite errores. No se puede uno fiar. Lo mejor
es defenderse de él.
Esta idea mezquina de su señor lo paraliza. No se
atreve a correr riesgo alguno. El miedo lo tiene bloqueado. No es libre para
responder de manera creativa a la responsabilidad que se le ha confiado. Lo más
seguro es «conservar» el talento. Con eso basta.
Probablemente, los cristianos de las primeras
generaciones captaban mejor que nosotros la fuerza interpeladora de la
parábola. Jesús ha dejado en nuestras manos el Proyecto del Padre de hacer un
mundo más justo y humano. Nos ha dejado en herencia el mandato del amor. Nos ha
confiado la gran Noticia de un Dios amigo del ser humano. ¿Cómo estamos
respondiendo hoy los seguidores de Jesús?
Cuando no se vive la fe cristiana desde la confianza
sino desde el miedo, todo se desvirtúa. La fe se conserva pero no se contagia.
La religión se convierte en deber. El evangelio es sustituido por la
observancia. La celebración queda dominada por la preocupación ritual.
Sería un error presentarnos un día ante el Señor con
la actitud del tercer empleado: "Aquí tienes lo tuyo. Aquí está tu
Evangelio, aquí está el proyecto de tu reino y tu mensaje de amor a los que
sufren. Lo hemos conservado fielmente. Lo hemos predicado correctamente. No ha
servido mucho para transformar nuestra vida. Tampoco para abrir caminos de
justicia a tu reino. Pero aquí lo tienes intacto".
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 - Recreados por
Jesús
16 de noviembre de 2008
NO
ENTERRAR NUESTRA RESPONSABILIDAD
Tuve
miedo y fui a esconder mi talento.
La parábola de los talentos es un
relato abierto que se presta a lecturas diversas. De hecho, comentaristas y
predicadores la han interpretado con frecuencia en un sentido alegórico
orientado en diferentes direcciones. Es importante que nos centremos en la
actuación del tercer siervo, pues ocupa la mayor atención y espacio en la
parábola.
Su conducta es extraña. Mientras
los otros siervos se dedican a hacer fructificar los bienes que les ha confiado
su señor, al tercero no se le ocurre otra cosa que «esconder bajo tierra» el
talento recibido para conservarlo seguro. Cuando el señor llega, lo condena
como siervo «negligente y holgazán» que no ha entendido nada. ¿Cómo se explica
su comportamiento?
Este siervo no se siente
identificado con su señor ni con sus intereses. En ningún momento actúa movido
por el amor. No ama a su señor, le tiene miedo. Y es precisamente ese miedo el
que lo lleva a actuar buscando su propia seguridad. El mismo lo explica todo: «Tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo
tierra».
Este siervo no entiende en qué
consiste su verdadera responsabilidad. Piensa que está respondiendo a las
expectativas de su señor, conservando su talento seguro, aunque improductivo.
No conoce lo que es una fidelidad activa y creativa. No se implica en los
proyectos de su señor. Cuando éste llega, se lo dice claramente: «Aquí tienes lo tuyo».
Cuando se piensa que el
cristianismo ha llegado a un punto en el que lo único o lo primordial es «conservar»
y, no tanto, buscar con coraje y confianza en el Señor, caminos nuevos para
acoger, vivir, y anunciar su proyecto del reino de Dios, estamos olvidando cuál
es nuestra verdadera responsabilidad.
Si nunca nos sentimos llamados a
seguir las exigencias de Cristo más allá de lo enseñado y mandado siempre; si
no arriesgamos nada por hacer una Iglesia más fiel a Jesús; si nos mantenemos
ajenos a cualquier conversión que nos pueda complicar la vida; si no asumimos
la responsabilidad del reino como lo hizo Jesús, buscando «vino nuevo en odres
nuevos», es que necesitamos aprender la fidelidad activa, creativa y arriesgada
a la que nos invita su parábola.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
13 de noviembre de 2005
NO
ENTERRAR LA VIDA
Fui a
esconder tu talento bajo tierra.
La parábola de los talentos es,
seguramente, una de las más conocidas. Antes de salir de viaje, un señor confía
sus bienes a tres empleados. Los dos primeros se ponen de inmediato a trabajar.
Cuando el señor regresa, le presentan los resultados: ambos han duplicado los
talentos recibidos. Su esfuerzo es premiado con generosidad pues han sabido
responder a las expectativas de su señor.
La actuación del tercer empleado
es extraña. Lo único que se le ocurre es «esconder
bajo tierra» el talento recibido y conservarlo seguro hasta el final.
Cuando llega el señor, se lo entrega pensando que ha respondido fielmente a sus
deseos: «Aquí tienes lo tuyo». El
señor lo condena. Este empleado «negligente
y holgazán» no ha entendido nada. Sólo ha pensado en su seguridad.
El mensaje de Jesús es claro. No
al conservadurismo, sí a la creatividad. No a una vida estéril, sí a la
respuesta viva al Creador. No a la obsesión por la seguridad, si al esfuerzo
arriesgado por transformar el mundo. No a la fe enterrada bajo el conformismo,
sí al seguimiento comprometido a Jesús.
Es muy tentador vivir siempre
evitando problemas y buscando tranquilidad: no comprometernos en nada que nos
pueda complicar la vida, defender nuestro pequeño bienestar. No hay una forma
mejor de vivir una vida estéril, pequeña y sin horizonte.
Lo mismo sucede en la vida
cristiana. Nuestro mayor riesgo no es salirnos de los esquemas de siempre y
caer en innovaciones exageradas, sino congelar nuestra fe y apagar la frescura
del evangelio. Hemos de preguntamos qué estamos sembrando en la sociedad, a
quiénes contagiamos esperanza, dónde aliviamos sufrimiento.
Sería un error presentarnos ante
Dios con la actitud del tercer siervo: «Aquí tienes lo tuyo. Aquí está tu evangelio,
el proyecto de tu reino, tu mensaje de amor a los que sufren. Lo hemos
conservado fielmente. No ha servido para transformar nuestra vida ni para
introducir tu reino en el mundo. No hemos querido correr riesgos. Pero aquí lo
tienes intacto».
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
17 de noviembre de 2002
ARRIESGARSE
Fui a
esconder tu talento bajo tierra.
Con frecuencia se ha entendido la
religión como un sistema de creencias y prácticas que sirven para protegerse
contra Dios, pero no ayudan a vivir de manera creativa. Esta religión conduce a
una vida triste y estéril donde lo importante es vivir seguros ante Dios, pero
donde falta alegría y dinamismo.
Hay que decirlo sin rodeos. En el
fondo de esa religión sólo hay miedo. Quien busca protegerse de Dios es que le
tiene miedo. Esa persona no ama a Dios, no confía en él, no disfruta de su
misericordia. Sólo le teme y por eso busca en la religión remedio para sus
miedos y fantasmas.
Después de Jesús, no tenemos ya
derecho a entender y vivir así lo religioso. Dios no es un tirano que atemoriza
a los hombres buscando egoístamente su propio interés, sino un Padre que le
confía a cada uno el gran regalo de la vida. Por eso, Jesús imagina a sus
seguidores no como «observantes piadosos» de una religión, sino como creyentes
audaces dis puestos a correr riesgos y superar dificultades para «inventar»
una vida más digna y dichosa para todos. Un discípulo de Jesús se siente
llamado a todo menos a enterrar su vida de manera estéril.
El tercer siervo de la parábola
es condenado, no por hacer algo malo sino porque, paralizado por el temor a su
Señor, «entierra» los talentos que se
le han confiado. El mensaje es claro. A Dios no se le puede devolver la vida
diciendo: «Aquí está lo tuyo. La vida que me diste no ha servido para nada». Es
un error vivir una vida «religiosamente correcta» sin arriesgamos a vivir el
amor de manera más audaz y creativa.
Quien sólo busca cuidar su vida,
protegerla y defenderla, la echa a perder. Quien no sigue las aspiraciones más
nobles de su corazón por miedo a fracasar, ya está fracasando. Quien no toma
iniciativa alguna para no equivocarse, ya se está equivocando. Quien sólo se
dedica a conservar su virtud y su fe, corre el riesgo de enterrar su vida. Al
final, no habremos cometido grandes errores, pero no habremos vivido.
Jesús es una invitación a vivir
intensamente. A lo único que hemos de temer es a vivir siempre con miedo a
arriesgarnos, con temor a salimos de lo «correcto», sin audacia para renovamos,
sin valor para actualizar el evangelio, sin fantasía para inventar el amor
cristiano.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
14 de noviembre de 1999
ARRIESGAR
Fui a
esconder tu talento bajo tierra.
El quehacer de la Iglesia no es
conservar el pasado. Nadie puede poner en duda su necesidad de alimentarse en
la experiencia fundante de Cristo ni de reavivar una y otra vez lo mejor que el
Espíritu ha generado a lo largo de los siglos, pero la Iglesia no ha de
convertirse en monumento de lo que ha sido. De nada sirve ser fieles al pasado
cuando ese pasado apenas guarda relación con los interrogantes y desafíos del
presente.
El objetivo de la Iglesia no es
tampoco sobrevivir. Esto significaría olvidar su misión más profunda que es
comunicar en cada momento histórico la Buena Noticia de un Dios Padre que ha de
ser estímulo, horizonte y esperanza para el ser humano. De nada sirven las
estrategias y adaptaciones externas para restaurar seguridades si no es capaz
de transmitir algo significativo a los hombres y mujeres de hoy.
Por eso las virtudes a
desarrollar en el interior de la Iglesia actual no se llaman «prudencia»,
«conformidad», «resignación», «fidelidad al pasado». Llevan más bien el nombre
de «audacia», «capacidad de riesgo», «búsqueda creativa», «escucha al Espíritu»
que todo lo hace nuevo. Arriesgar no es un camino fácil para ninguna
institución, tampoco para la Iglesia. Pero no hay otro si queremos comunicar la
experiencia cristiana en un mundo que ha cambiado radicalmente.
Cuando se vive del Espíritu
creador de Dios, pertenecer a una institución que tiene dos mil años no es una
excusa para no arriesgarse. Algo está fallando en la Iglesia si la propia
seguridad y la preocupación por el futuro de las instituciones se vuelve más
importante que la búsqueda creativa y arriesgada para servir al hombre de hoy
el Evangelio y la esperanza cristiana.
Lo más grave del «tercer siervo» de la parábola evangélica
no es que entierra su talento sin hacerlo fructificar, sino que piensa
equivocadamente estar respondiendo fielmente a Dios con su postura
conservadora, a salvo de todo riesgo. El hecho de que no hagamos nada que
suponga un cambio de dirección no significa que estamos siendo fieles a Dios.
Nuestra supuesta fidelidad puede ocultar cosas como rigidez, cobardía,
inmovilismo, comodidad y, en definitiva, falta de fe en la creatividad del
Espíritu. La verdadera fidelidad a Dios no se vive desde la pasividad y la
inercia de quien no arriesga, sino desde la vitalidad y el riesgo de quien
trata de escuchar hoy sus llamadas.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
17 de noviembre de 1996
APRENDER
A MIRAR
Fui a
esconder tu talento bajo tierra.
La mirada de muchos se va
haciendo cada vez más pragmática y corta. Las preguntas más habituales ante la
realidad que nos rodea son casi siempre las mismas: ¿Para qué sirve?, ¿cuánto
cuesta?, ¿qué ventajas me puede traer? Si no queremos seguir empobreciéndonos
más, hemos de mirar la existencia de manera diferente.
Lo primero es, tal vez, aprender
a mirar desde nuestro interior. Sólo así se puede captar la vida con cierta
hondura. Lo decía bellamente Paul Claudel:
«Qué buena idea cerrar los ojos para ver claro! Cuando se ha aprendido a
servirse de ellos para adentro, no hay nada que no se vea por fuera mucho
mejor.» Lo ha de saber, sobre todo, quien trata de abrirse al misterio de Dios.
«Quien no encuentra a Dios en sí mismo, no lo encuentra jamás fuera. Pero el
hombre que ha visto a Dios en el templo de su propia alma, lo verá también en
el templo del universo» (G. CH.
Ramacrisna).
Es importante, además, prestar
atención a la inagotable riqueza de la vida. No todo es rentabilidad, dinero o
eficacia. Hay algo más que fútbol y televisión. Está también la belleza, la
emoción del corazón, el amor, el anhelo de lo infinito, la amistad, el disfrute
de lo gratuito.
Es decisivo, por otra parte, no
cerrarse al misterio. «La ciencia podrá ensanchar las dimensiones de la jaula
en la que estamos encerrados; pero jamás podrá sacarnos de la jaula.» (J. M. Zunzunegi). Es necesario aprender
a trascender y trascendernos. Mirar detrás de las cosas, en lo hondo de las
personas, en la entraña de nuestras vidas. Siempre se pueden percibir signos y
llamadas que nos invitan a elevar el corazón hasta la realidad última de Dios,
origen y destino último de nuestro ser.
Por último, es de gran
importancia aprender a mirarlo todo sin resentimiento, en actitud amistosa y
abierta, con simpatía, buscando la comunión con las personas y con la creación
entera. Todo se ve y saborea de manera diferente cuando se ama.
La parábola de los talentos es
una invitación a desarrollar todas las posibilidades que Dios ha sembrado en
nosotros. Es un error vivir con una mirada corta buscando sólo lo seguro, útil
y provechoso. La vida es una aventura en la que la persona ha de ir
respondiendo a la gracia de Dios de forma creativa.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
14 de noviembre de 1993
AUTOESTIMA
Fui a
esconder tu talento bajo tierra.
A juzgar por el número de libros
que se vienen publicando y por los cursos que se organizan, hay un interés cada
vez mayor por la autoestima. Es un tema tratado con frecuencia en talleres de
desarrollo personal o en cursos de formación empresarial.
Junto a este interés se advierte
también en algunos sectores un cierto recelo, pues se piensa que la autoestima
puede llevar a una actitud de individualismo insolidario y de egoísmo
creciente, sobre todo, en una sociedad donde parece imponerse una cultura de
signo narcisista.
El interés por la autoestima se
remonta a William James, a finales
del pasado siglo, pero ha adquirido una importancia central en la psicoterapia
humanista. Basta pensar en la contribución de Carl Rogers para quien la raíz de los problemas de muchas personas
está en que se desprecian o se consideran seres sin valor, indignos de ser
amados.
La importancia de la autoestima
estriba en que incide directamente en nuestra manera de ser. Nadie puede
desentenderse u olvidarse de sí mismo. Constantemente nos estamos percibiendo:
pensamos sobre nosotros mismos y nuestros comportamientos, nos evaluamos, nos
sentimos bien o mal con nosotros, nos aceptamos o nos rechazamos. Y todo esto
tiene repercusiones inmediatas sobre nuestra vida.
Si yo no me valoro en lo que
realmente valgo, sí no aprecio de manera sana y realista las cualidades y
talentos que poseo, no creceré como persona pues no descubriré nunca las
posibilidades que el Creador ha sembrado en mí.
Por otra parte, si no acepto con
paz mis limitaciones y reconozco con serenidad mis defectos, seré víctima fácil
de la inseguridad y desconfianza en mí mismo. Me faltará esa sana «humildad»
necesaria para arriesgarme en proyectos tal vez un poco comprometidos, pero
accesibles a mis posibilidades.
Es un grave error «enterrar la vida»
de manera estéril. La penetrante parábola de Jesús condenando al «tercer siervo» por «enterrar su talento», sin arriesgarse a hacerlo fructificar, es una
llamada a la iniciativa, la creatividad y el compromiso responsable.
Tal vez hemos de empezar por esa
sana aceptación de uno mismo con sus luces y sombras, con sus talentos y
limitaciones. El conocido teólogo Juan
Bautista Metz llega a decir que este «sí a uno mismo» puede considerarse
«como imperativo categórico de la fe cristiana: ¡Aceptarás amorosamente la
humanidad que se te ha confiado!... ¡Te abrazarás a ti mismo!»
Quien sabe aceptarse así, no vive
«ensimismado», enamorado de su propia imagen y encerrado en un egoísmo
insolidario. Al contrario, se siente responsable de su vida y se arriesga a crecer
como persona buscando una vida más humana para todos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
18 de noviembre de 1990
EL MIEDO
AL RIESGO
Fui a esconder tu talento bajo tierra.
Nadie se atrevería hoy a hacer
una crítica tan radical al conservadurismo cristiano como la que hace Jesús en
su parábola de los talentos.
No hemos de olvidar que el tercer
siervo de la parábola es condenado, no porque haya cometido maldad alguna, sino
porque se ha limitado a conservar estérilmente lo recibido sin hacerlo
fructificar.
Lo que Jesús critica no es
simplemente «el pecado de omisión», sino la actitud conservadora de quien, por
miedo al riesgo, reduce la fe a mera autoconservación, impidiendo su
crecimiento y expansión.
No hemos de mirar a otros. El
miedo al riesgo y la tentación fácil del conservadurismo nos acechan a todos.
Pero ese miedo no es cristiano, y puede ocultar una falta de fe en la fuerza
que se encierra en el evangelio.
Es explicable que a los
dirigentes eclesiásticos les preocupe en estos momentos asegurar la ortodoxia y
poner orden en el interior de la Iglesia, pero, ¿es eso lo que va a revitalizar
el espíritu de los creyentes?
Para los teólogos puede ser más
cómodo «repetir» una teología heredada ignorando los interrogantes, intuiciones
y valores del hombre moderno, pero ¿no se esteriliza así el cristianismo
haciéndolo aparecer como una reliquia históricamente superada?
Para los pastores puede ser más
fácil y gratificante «restaurar» formas religiosas tradicionales para ofrecerlas
a quienes todavía se acercan, pero ¿es ésa la manera más evangélica de hacer
fructificar hoy la fuerza salvadora de Jesucristo en las nuevas generaciones?
A todos nos puede parecer hoy más
seguro y prudente defender nuestra fe en una especie de «ghetto» y esperar a
que lleguen tiempos mejores, pero ¿no es más evangélico vivir en medio de la
sociedad actual esforzándonos por construir un mundo mejor y más humano?
Esta actitud defensiva es tanto
más peligrosa cuanto que no se presenta bajo su propio nombre, sino invocando a
la ortodoxia, el sentido de Iglesia o la defensa de los valores cristianos.
Pero, ¿no es, una vez más, una manera de congelar el evangelio?
La Iglesia no pierde su fuerza y
vigor evangélico por los ataques que recibe de fuera, sino porque dentro de
ella no somos capaces de confiar radicalmente en el Espíritu, y de responder de
manera audaz y arriesgada a los retos de nuestro tiempo.
Lo más grave es que, lo mismo que
el siervo de la parábola, creemos estar respondiendo fielmente a Dios con
nuestra postura conservadora, mientras podemos estar defraudando en realidad
sus expectativas.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
15 de noviembre de 1987
VIVIR
CRECIENDO
Fui a
esconder tu talento bajo tierra.
Cuántas personas “mueren” hoy
mucho antes de que les llegue la hora de la muerte. Les harán los funerales
dentro de unos años, pero en realidad, ya «han muerto”. No crecen ni se
desarrollan, no se abren a nada nuevo.
Son hombres y mujeres que viven
repitiéndose día tras día. Encerrados en sus costumbres de siempre. Instalados
en un bienestar decadente y estéril.
Qué fácil es a lo largo de los
años recortar nuestros ideales y aspiraciones, contentarnos con “conservarnos”
lo mejor posible, bloquear las posibilidades encerradas en nosotros y
resignarnos a “ir tirando”.
Qué fácil caer en el conformismo,
adaptarnos a la moda de turno, seguir los caminos superficiales que siguen
todos.
A unos los paraliza el miedo a
correr riesgos. A otros los asusta el asumir responsabilidades que les
complicarán la vida. Hay quienes se han incapacitado para todo lo que requiera
esfuerzo y prefieren vivir satisfaciendo los instintos de siempre.
Pero esa vida, aparentemente la
más fácil y cómoda, es triste y dura porque, como decía S. Gregorio de Nisa es una «vida muerta”. Una vida sin vida y sin
alegría verdadera.
En una parábola realmente
sorprendente, Jesús condena de manera tajante al hombre que sólo sabe conservar
su vida «enterrándola» por miedo a riesgos y complicaciones posibles.
Seguir a Jesús es, más bien,
vivir creciendo. Liberarnos día a día de todo lo que desde dentro o desde fuera
nos bloquea y paraliza. Romper ataduras, servidumbres y cobardías que nos
esterilizan y matan como hombres y como creyentes.
Siempre podemos cambiar y ser
mejores. Siempre podemos liberar en nosotros las fuerzas de una vida más noble
y generosa. Intensificar nuestro amor a cada persona. Generar más vida a
nuestro alrededor.
Pero esta vida sólo puede crecer
cuando en nosotros hay paz y amor. El odio, la envidia, la agresividad no
pueden ser nunca fuente de verdadero crecimiento y creatividad.
El creyente, aunque nadie le
entienda desde fuera, encuentra en Dios “la fuente de vida». Y aun en los
momentos más difíciles acude a El confiado, con aquellas palabras del salmista:
“Señor, consérvame vivo” (Sal 142, 11).
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
18 de noviembre de 1984
MUCHO MÁS
QUE CONSERVAR
Escondí
tu talento.
En poco tiempo hemos visto
hundirse entre nosotros ideales so- dales y religiosos que sólo hace unos años
despertaban la generosidad y entrega de hombres y mujeres. Las nuevas
generaciones difícilmente encuentran causas nobles por las que merezca la pena
luchar. Mejor es vivir el presente intensamente exprimiéndole el máximo placer.
Al mismo tiempo, valores tan
importantes como la familia, la autoridad, la tradición, el magisterio de la
iglesia, han quedado oscurecidos o se han debilitado profundamente en la
conciencia de muchos.
El desconcierto se ha hecho
todavía mayor al caer por los suelos normas concretas de comportamiento y leyes
de conducta que hace unos años eran todavía intocables.
La crisis ha provocado en muchos
una sensación de vértigo, vacío y desorientación. No pocos se preguntan con
inquietud: ¿Ha cambiado la moral? ¿Ya no hay pecado? ¿Hemos vivido equivocados
hasta ahora? ¿ Cuándo volverán de nuevo los tiempos pasados?
No es de extrañar la reacción de
muchos que se defienden instalándose íntegramente en el pasado, cerrándose a
toda novedad y gastando casi todas sus energías en «conservar intacta la moral
de siempre».
Sin embargo, la sorpresa del
«tercer siervo» de la parábola, condenado solamente por preocuparse de
«conservar el talento» sin arriesgar nada más, nos recuerda que seguir a Jesús
es mucho más que conservar intacta nuestra moralidad frente a todo y frente a
todos.
La moral cristiana no consiste en
conservar fielmente la herencia que hemos recibido del pasado, sino en buscar,
movidos por el Espíritu de Jesús, cómo ser más humanos precisamente en el mundo
de hoy.
Las leyes son necesarias. Nos
indican la dirección en que hemos de buscar y nos señalan los límites que no
debemos franquear. Pero sería una equivocación pensar que estamos respondiendo
a las exigencias profundas de Dios sólo porque nos mantenemos íntegros en el
cumplimiento de unas leyes.
Ser creyente es algo mucho más
grande y apasionante que enterrar nuestra vida en unas leyes para conservarla
segura.
El seguimiento a Jesús es siempre
llamada a buscar y crear una humanidad nueva y siempre mejor. Por eso mismo,
seguir a Jesús es riesgo más que seguridad. Exigencia fecunda más que
cumplimiento estéril. Urgencia de amor más que satisfacción del deber cumplido.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
15 de noviembre de 1981
ENTERRAR
LA VIDA
Escondí
tu talento bajo tierra.
A pesar de su aparente
«inocencia», la parábola de los talentos encierra una carga verdaderamente
explosiva. Sorprendentemente, el «tercer siervo» es condenado sin haber
cometido ninguna acción mala.
Su pecado consiste precisamente
en «no hacer nada», no arriesgar su talento, conservarlo del modo más seguro
posible.
Según Jesús, es una grave
equivocación pensar que el hombre da a Dios lo suyo con tal de no cometer
ninguna acción mala. Al contrario, el que no se arríesga de manera positiva y
creadora a realizar el bien, aunque no viole ninguna ley, está ya defraudando
las exigencias profundas de Dios.
El pensamiento de Jesús es claro.
Nuestro gran pecado puede ser la omisión,
el no arriesgarnos en el camino del hacer el bien, el contentarnos con
«conservar el talento».
Basta recordar un cierto lenguaje
«cristiano» para percibir en qué hemos puesto nuestro cuidado. «Conservar» el
depósito de la fe, «conservar» la gracia, «conservar» las buenas costumbres,
«conservar» la vocación... ¿Es este cristianismo «en conserva» el querido por
Jesús?
Alguien ha dicho que «la apatía
constituye el pecado clave del mundo moderno» (H. Cox). Apatía que significa abandono y renuncia a ser realmente
hombre. Negativa a asumir los riesgos de una vida responsable.
Los cristianos hemos visto con
frecuencia al pecador como el hombre soberbio, de actitud rebelde y desafiante.
Quizás tengamos que recordar más este otro pecado de quien «renuncia a las
implicaciones de su propia dignidad humana» (J. Pieper).
Cada uno tenemos ante nosotros un
quehacer al que no podemos renunciar. Una tarea en la que nadie nos puede
sustituir.
En concreto, tenemos que empezar
por decidir quién quiero ser yo en
realidad, y en qué clase de sociedad quiero vivir. Debemos escuchar el
evangelio como una llamada a la iniciativa, a la creatividad, a la
responsabilidad adulta.
Nada nos puede excusar de una
actitud de pasividad, pereza y conservadurismo. No vale decir que bastante
tenemos con «seguir tirando», que apenas hemos recibido en la vida más que un
pequeño talento.
Todos estamos recibiendo
«gracia». No como algo mágico que se nos da desde fuera y se añade a nuestros
esfuerzos, sino como aliento del Oreador que anima toda nuestra existencia.
Renunciar a la creatividad, no
arriesgarse a crecer como personas, no comprometernos en la construcción de una
sociedad mejor, es enterrar nuestra vida
y traicionar no sólo nuestra propia dignidad humana sino también los designios
del Creador.
José Antonio Pagola
Para
ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
No hay comentarios:
Publicar un comentario
La publicación de los comentarios requerirán la aceptación del administrador del blog.