El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción".
En breve esperamos poder compartirla con vosotros.
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¡Volver a Jesús! Retomar la frescura inicial del evangelio.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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28º domingo Tiempo ordinario (A)
EVANGELIO
A todos los que
encontréis, convidadlos a la boda.
+ Lectura del
santo evangelio según san Mateo 22, 1-14
En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a
los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
-«El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su
hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no
quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran:
"Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y
todo está a punto. Venid a la boda.
"Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro
a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron
hasta matarlos.
El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos
asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados:
"La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id
ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a
la boda."
Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que
encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.
Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba
traje de fiesta y le dijo:
"Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?"
El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros:
"Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí
será el llanto y el rechinar de dientes."
Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»
Palabra de Dios.
HOMILIA
2013-2014 -
12 de octubre de 2014
INVITACIÓN
Jesús conocía muy bien cómo
disfrutaban los campesinos de Galilea en las bodas que se celebraban en las
aldeas. Sin duda, él mismo tomó parte en más de una. ¿Qué experiencia podía
haber más gozosa para aquellas gentes que ser invitados a una boda y poder
sentarse con los vecinos a compartir juntos un banquete de bodas?
Este recuerdo vivido desde niño
le ayudó en algún momento a comunicar su experiencia de Dios de una manera
nueva y sorprendente. Según Jesús, Dios está preparando un banquete final para
todos sus hijos pues a todos los quiere ver sentados, junto a él, disfrutando
para siempre de una vida plenamente dichosa.
Podemos decir que Jesús entendió
su vida entera como una gran invitación a una fiesta final en nombre de Dios.
Por eso, Jesús no impone nada a la fuerza, no presiona a nadie. Anuncia la
Buena Noticia de Dios, despierta la confianza en el Padre, enciende en los corazones
la esperanza. A todos les ha de llegar su invitación.
¿Qué ha sido de esta invitación
de Dios? ¿Quién la anuncia? ¿Quién la escucha? ¿Dónde se habla en la Iglesia de
esta fiesta final? Satisfechos con nuestro bienestar, sordos a lo que no sea
nuestros intereses inmediatos, nos parece que ya no necesitamos de Dios ¿Nos
acostumbraremos poco a poco a vivir sin necesidad de alimentar una esperanza
última?
Jesús era realista. Sabía que la
invitación de Dios puede ser rechazada. En la parábola de “los invitados a la
boda” se habla de diversas reacciones de los invitados. Unos rechazan la
invitación de manera consciente y rotunda: “no quisieron ir. Otros responden
con absoluta indiferencia: “no hicieron caso”. Les importan más sus tierras y
negocios.
Pero, según la parábola, Dios no
se desalienta. Por encima de todo, habrá una fiesta final. El deseo de Dios es
que la sala del banquete se llene de invitados. Por eso, hay que ir a “los
cruces de los caminos”, por donde caminan tantas gentes errantes, que viven sin
esperanza y sin futuro. La Iglesia ha de seguir anunciando con fe y alegría la
invitación de Dios proclamada en el Evangelio de Jesús.
El papa Francisco está preocupado
por una predicación que se obsesiona “por la transmisión desarticulada de una
multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia”. El mayor
peligro está según él en que ya “no será propiamente el Evangelio lo que se
anuncie, sino algunos acentos doctrinales o morales que proceden de
determinadas opciones ideológicas. El mensaje correrá el riesgo de perder su
frescura y dejará de tener olor a Evangelio”.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 -
9 de octubre de 2011
INVITACIÓN
A través de sus parábolas Jesús va descubriendo a
sus seguidores cómo experimenta a Dios, cómo interpreta la vida desde sus
raíces más profundas y cómo responde a los enigmas más recónditos de la
condición humana.
Quien entra en contacto vivo con sus parábolas
comienza a cambiar. Algo "sucede" en nosotros. Dios no es como lo
imaginamos. La vida es más grande y misteriosa que nuestra rutina convencional
de cada día. Es posible vivir con un horizonte nuevo. Escuchemos el punto de
partida de la parábola llamada «Invitación
al Banquete».
Según el relato, Dios está preparando una fiesta
final para todos sus hijos e hijas, pues a todos quiere ver sentados junto a
él, en torno a una misma mesa, disfrutando para siempre de una vida plena. Esta
imagen es una de las más queridas por Jesús para sugerir el final último de la
historia humana.
Frente a tantas imágenes mezquinas de un Dios
controlador y justiciero que impide a no pocos saborear la fe y disfrutar de la
vida, Jesús introduce en el mundo la experiencia de un Dios que nos está
invitando a compartir con él una fiesta fraterna en la que culminará lo mejor
de nuestros esfuerzos, anhelos y aspiraciones.
Jesús dedica su vida entera a difundir la gran
invitación de Dios: «El banquete está preparado.
Venid». Este mensaje configura su modo de anunciar a Dios. Jesús
no predica doctrina, despierta el deseo de Dios. No impone ni presiona. Invita
y llama. Libera de miedos y enciende la confianza en Dios. En su nombre, acoge
a su mesa a pecadores e indeseables. A todos ha de llegar su invitación.
Los hombres y mujeres de hoy necesitan descubrir el
Misterio de Dios como Buena Noticia. Los cristianos hemos de aprender a hablar
de él con un lenguaje más inspirado en Jesús, para deshacer malentendidos,
aclarar prejuicios y eliminar miedos introducidos por un discurso religioso
lamentable que ha alejado a muchos de ese Dios que nos está esperando con todo
preparado para la fiesta final.
En estos tiempos en los que el descrédito de la
religión está impidiendo a muchos escuchar la invitación de Dios, hemos de
hablar de su Misterio de Amor con humildad y con respeto a todos, sin forzar
las conciencias, sin ahogar la vida, despertando el deseo de verdad y de luz
que sigue vivo en lo más íntimo del ser humano.
Es cierto que la llamada religiosa encuentra hoy el
rechazo de muchos, pero la invitación de Dios no se ha apagado. La pueden
escuchar todos los que en el fondo de sus conciencias escuchan la llamada del
bien, del amor y de la justicia.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 - Recreados por
Jesús
12 de octubre de 2008
EN LOS
CRUCES DE LOS CAMINOS
Convidad/os
a la boda.
Jesús conocía muy bien la vida
dura y monótona de los campesinos. Sabía cómo esperaban la llegada del sábado
para «liberarse» del trabajo. Los veía disfrutar en las fiestas y en las bodas.
¿Qué experiencia podía haber más gozosa para aquellas gentes que ser invitados
a un banquete y poder sentarse a la mesa con los vecinos a compartir una
fiesta?
Movido por su experiencia de
Dios, Jesús comenzó a hablarles de una manera sorprendente. La vida no es sólo
esta vida de trabajos y preocupaciones, penas y sinsabores. Dios está
preparando una fiesta final para todos sus hijos e hijas. A todos los quiere
ver sentados junto a él, en torno a una misma mesa, disfrutando para siempre de
una vida plenamente dichosa.
Jesús no se contentaba sólo con
hablar así de Dios. Él mismo invitaba a todos a su mesa y comía incluso con
pecadores e indeseables. Quería ser para todos la gran invitación de Dios a la
fiesta final. Los quería ver recibiendo con gozo la invitación y creando entre
todos un clima más amistoso y fraterno que los preparara adecuadamente para la
fiesta final.
¿Qué ha sido de esta invitación?,
¿quién la anuncia?, ¿quién la escucha?, ¿dónde se puede tener noticias de esta
fiesta? Satisfechos con nuestro bienestar, sordos a todo lo que no sea nuestro
propio interés inmediato, no creemos necesitar de Dios. ¿No nos estamos
acostumbrando poco a poco a vivir sin necesidad de una esperanza última en
nada?
En la parábola de Mateo, cuando
los que tienen tierras y negocios rechazan la invitación, el rey dice a sus
criados: «Id ahora a los cruces de los
caminos y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda». La orden es
inaudita, pero refleja lo que siente Jesús. A pesar de tanto rechazo y
menosprecio, habrá fiesta. Dios no ha cambiado. Hay que seguir convidando.
Pero ahora lo mejor es ir a «los
cruces de los caminos» por donde pasan tantas gentes errantes, sin tierras ni
negocios, a los que nadie ha invitado nunca a nada. Ellos pueden entender mejor
que nadie la invitación. Pueden recordarnos la necesidad última que tenemos de
Dios. Pueden enseñarnos la esperanza.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
9 de octubre de 2005
LA
INVITACIÓN DE DIOS
Los
convidados no hicieron caso.
Al parecer, la parábola del
banquete fue muy popular entre las primeras generaciones cristianas, y ha
quedado recogida en Lucas, Mateo e, incluso, en el evangelio apócrifo de Tomás.
Las versiones son tan diferentes y las aplicaciones que se extraen tan diversas
que sólo nos podernos aproximar a los elementos esenciales del relato original.
Dios está preparando una fiesta
final para todos sus hijos, pues a todos los quiere ver sentados, junto a él,
en tomo a una misma mesa, disfrutando para siempre de una vida plena. Ésta fue
ciertamente una de las imágenes más queridas por Jesús para «sugerir» el final
último de la existencia. No se contentaba sólo con decirlo con palabras. Se
sentaba a la mesa con todos, y comía hasta con pecadores e indeseables, pues quería
que todos pudieran ver plásticamente algo de lo que Dios deseaba llevar a cabo.
Por eso, Jesús entendió su vida
como una gran invitación en nombre de Dios. No imponía nada, no presionaba a
nadie. Anunciaba la buena noticia de Dios, despertaba la confianza en el Padre,
quitaba los miedos, encendía la alegría y el deseo de Dios. A todos debía
llegar su invitación, sobre todo, a los más necesitados de esperanza.
Jesús era realista. Sabía que la
invitación podía ser rechazada. En la versión de Mateo, se describen diversas
posibilidades. Unos la rechazan de manera consciente: «no quisieron ir». Otros responden con la indiferencia: «no hicieron caso». Les importan más sus
tierras y negocios. Hubo quienes reaccionaron de manera hostil contra los
criados.
Son muchos los hombres y mujeres
que ya no escuchan llamada alguna de Dios. Les basta con responder de sí mismos
ante sí mismos. Sin ser, tal vez, muy conscientes de ello, viven una existencia
«solitaria», encerrados en un monólogo perpetuo consigo mismos. El riesgo
siempre es el mismo: vivir cada día más sordos a toda llamada que pueda
transformar de raíz su vida.
Tal vez, una de las tareas más
importantes de la Iglesia sea hoy crear espacios y facilitar experiencias donde
las personas puedan escuchar de manera sencilla, transparente y gozosa la
invitación de Dios a la Vida.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
13 de octubre de 2002
DIOS NO
ESTÁ EN CRISIS
A todos
los que encontréis, convidadlos a la boda.
Lo dicen todos los estudios. La
religión está en crisis en las sociedades desarrolladas de Occidente. Son cada
vez menos los que se interesan por las creencias religiosas. Las elaboraciones
de los teólogos no tienen apenas eco alguno. Los jóvenes abandonan las
prácticas rituales. La sociedad se des- liza hacia una indiferencia creciente.
Hay, sin embargo, algo que nunca
ha de olvidar el creyente. Dios no está en crisis. Esa Realidad suprema hacia
la que apuntan las religiones con nombres diferentes (Dios, Yahvé, Alah...)
sigue viva y operante. Dios está también hoy en contacto inmediato con cada ser
humano con una cercanía insuperable. La crisis de lo religioso no puede impedir
que Dios se siga ofreciendo a cada persona en el fondo misterioso de su
conciencia.
Desde esta perspectiva, es un
error «demonizar» en exceso la actual crisis religiosa como si fuera una
situación imposible para la acción salvadora de Dios. No es así. Cada contexto
socio-cultural tiene sus condiciones más o menos favorables para el desarrollo
de una determinada religión, pero el ser humano mantiene intactas sus
posibilidades de abrirse al Misterio último de la vida, que le interpela desde
lo íntimo de su conciencia.
La parábola de «los invitados a la boda» nos lo
recuerda de manera concluyente. Dios no excluye a nadie. Su único anhelo es que
la historia humana termine en una fiesta gozosa. Su único deseo, que la sala
espaciosa del banquete se llene de invitados. Todo está ya preparado. Nadie
puede impedir a Dios que haga llegar a todos su invitación.
Es cierto que la llamada
religiosa encuentra rechazo en no pocos, pero la invitación de Dios no se
detiene. La pueden escuchar todos, «buenos
y malos», los que viven en «la
ciudad» y los que andan perdidos «por
los cruces de los caminos». Toda persona que escucha la llamada del bien,
el amor y la justicia está acogiendo a Dios.
Pienso en tantas personas que lo
ignoran casi todo de Dios. Sólo conocen una caricatura de lo religioso. Nunca
podrán sospechar «la alegría de creer». Estoy seguro de que Dios está vivo y
operante en lo más íntimo de su ser. Estoy convencido de que muchos de ellos
acogen su invitación por caminos que a mí se me escapan.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
10 de octubre de 1999
INVITACIONES
…uno se
marchó a sus tierras, otro a sus negocios...
La parábola de Jesús es de total
actualidad. La invitación a la fiesta del amor y de la fraternidad sigue
escuchándose en el corazón de todo hombre; pero los convidados no hacen caso.
Están ocupados en sus tierras, sus negocios...
¿Dónde buscan los hombres de hoy
la felicidad? ¿A qué puertas llaman buscando salvación? Para la gran mayoría la
felicidad está en tener más, comprar más, poseer más cosas y más seguridad. «Acumular, acumular: en esto consiste la ley
y los profetas» (K. Marx). Otros buscan el goce inmediato e individualista:
sexo, droga, diversión, cenas de fin de semana. Hay que huir de los problemas;
refugiarse en el placer del presente. Hay quienes se entregan al cuidado del
cuerpo. Es importante mantenerse en forma; ser joven; no envejecer nunca.
Son muchas las ofertas de
salvación en nuestra sociedad. Pero son ofertas parciales, reductoras, que no
proporcionan todo lo que el hombre anda buscando. El hombre sigue insatisfecho.
Y la invitación de Dios sigue resonando. Su invitación la hemos de percibir no
al margen, sino en medio de las insatisfacciones, gozos, luchas e
incertidumbres de nuestra vida. «Incluso
allí donde se busca u ofrece algo parcial que tiene acogida entre los hombres,
habrá que atisbar a Dios intentando llegar al hombre» (J.M. Mardones).
Es bueno que el hombre busque un
bienestar mayor para todos, pero, ¿qué plenitud puede haber tras ese afán de
poseer televisores cada vez más perfectos, coches más veloces,
electrodomésticos más sofisticados? ¿No hay personas que poseen ya demasiadas
cosas para ser felices? Porque, después de caminar a la búsqueda de tantas
cosas, no son pocos los que pierden su libertad, su capacidad de amar, su
ternura, el disfrute sencillo de la vida.
Es normal que las nuevas generaciones
busquen con afán otro tipo de salvación. Pero, ¿qué plenitud se puede encontrar
cuando se han estrujado todas las posibilidades del sexo, se ha vuelto del
«viaje» de la droga o se ha hundido uno en el aislamiento de un pasotismo
total?
Los hombres seguirán siendo unos
eternos buscadores de orientación, felicidad, plenitud, verdad, amor. Los
hombres seguirán buscando, de alguna manera, el Absoluto. Por eso, en medio de
nuestra vida, a veces tan alocada y superficial, en medio de nuestra búsqueda
vana de felicidad total, estemos alertas y veamos si no estamos desoyendo una
invitación que, quizás, otros hombres y mujeres sencillos y pobres están
escuchando con gozo «en los cruces de los
caminos» de este mundo nuestro tan paradójico.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
13 de octubre de 1996
PARARSE
Los
convidados no hicieron caso.
Nuestros pueblos y ciudades
ofrecen hoy un clima poco propicio a quien quiera buscar un poco de silencio y
paz para encontrarse consigo mismo y con Dios. Es difícil liberarse del ruido
permanente y del asedio constante de todo tipo de llamadas y mensajes. Por otra
parte, las preocupaciones, problemas y prisas de cada día nos llevan de una
parte a otra, sin apenas permitirnos ser dueños de nosotros mismos.
Ni siquiera en el propio hogar,
escenario de múltiples tensiones e invadido por la televisión, es fácil
encontrar el sosiego y recogimiento indispensables para descansar gozosamente
ante Dios.
Pues bien, paradójicamente, en
estos momentos en que necesitamos más que nunca lugares de silencio,
recogimiento y oración, los creyentes hemos abandonado nuestras iglesias y
templos, y sólo acudimos a ellos masivamente en las eucaristías del domingo.
Se nos ha olvidado lo que es
detenernos, interrumpir por unos minutos nuestras prisas, liberarnos por unos
momentos de nuestras tensiones y dejarnos penetrar por el silencio y la calma
de un recinto sagrado. Muchos hombres y mujeres se sorprenderían al descubrir
que, con frecuencia, basta pararse y estar en silencio un cierto tiempo, para
aquietar el espíritu y recuperar la lucidez y la paz.
Cuánto necesitamos hoy ese
silencio que nos ayude a entrar en contacto con nosotros mismos para recuperar
nuestra libertad y rescatar de nuevo toda nuestra energía interior.
Acostumbrados al ruido y a las palabras, no sospechamos el bienestar del
silencio y la soledad. Ávidos de noticias, imágenes e impresiones, se nos ha
olvidado que sólo alimenta y enriquece de verdad al hombre aquello que es capaz
de escuchar en lo más hondo de su ser.
Sin ese silencio interior, no se
puede escuchar a Dios, reconocer su presencia en nuestra vida y crecer desde
dentro como hombres y como creyentes. La parábola de Jesús es una grave
advertencia. Dios no cesa de llamarnos, pero, lo mismo que los invitados del
relato parabólico, seguimos cada uno, ocupados en nuestras cosas, sin escuchar
su voz con una cierta hondura.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
10 de octubre de 1993
SEDUCCION
Los
convidados no hicieron caso.
Los estudios de G. Lipovetsky nos han ayudado a tomar
conciencia más clara de la fuerza que la seducción ha ido adquiriendo en
nuestros días. La seducción se ha convertido en el principio que organiza, en
gran parte, el consumo, las costumbres y la vida cotidiana del hombre
contemporáneo.
Lo que rige la vida no son las
grandes ideas, sino el reclamo y la comunicación publicitaria. La fascinación
de «lo nuevo’> es más fuerte que el interés por la verdad. La actualidad
candente interesa más que la exposición de las doctrinas.
Es en el consumismo contemporáneo
donde resulta más fácil observar la fuerza seductora que tiene hoy «lo nuevo».
Las industrias innovan constantemente sus productos para ganarse nuevos
clientes. Lo importante es ofrecer modelos siempre nuevos, aunque sea creando
artificialmente nuevas necesidades.
Pero no es sólo un rasgo del
consumismo actual. El hombre contemporáneo vive, en general, fascinado por «lo
nuevo». Lo conocido le aburre. Necesita la emoción de la novedad, la excitación
de lo diferente, lo que cambia. Esta seducción por «lo nuevo» rige hoy la
conducta de no pocos. Elegir «lo nuevo» les da la sensación de ser personas
libres, independientes, sin ataduras respecto al pasado. Pueden presentarse a
la sociedad como «progres».
Por otra parte, los medios de
comunicación no hacen sino potenciar este clima. Lo importante es seducir al
público, impactar, «lograr el efecto». La información ha de retener la
atención, distraer, no aburrir. Los debates han de tener la emoción del directo
y mostrar el ingenio y los posibles «rifi-rafes» de los participantes.
La inquietud cultural, la
búsqueda espiritual, los valores humanos van quedando arrinconados. Lo
anecdótico interesa más que lo fundamental. Lo importante es vivir entretenidos
y pasarlo bien, sin más pretensiones.
En este clima no es fácil
escuchar un mensaje que nos invite a reaccionar. Las personas se van
acostumbrando a vivir distraídas, sin criterios ni sistema alguno de
referencia. Las convicciones religiosas y morales se van disolviendo poco a
poco. Interesa todo menos lo importante. El hombre se va quedando «sin oído
para lo religioso», como diría M. Weber.
La parábola evangélica de las
gentes que desoyen la invitación del rey resulta en este contexto un fuerte
aldabonazo a la conciencia del hombre contemporáneo. Aunque los hombres sigan
desoyendo la llamada de Dios, perdiéndose en mil formas de evasión, Dios no
cesa de invitarnos a una vida más humana. Y aunque su invitación sea rechazada
por muchos, siempre habrá hombres y mujeres que la escucharán con gozo.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
14 de octubre de 1990
SABER
RESPONDER
Los convidados no hicieron caso.
El último libro de Victoria
Camps, titulado Virtudes Públicas es una llamada vigorosa a mejorar
la convivencia social, cultivando virtudes tan maltratadas hoy como la
solidaridad, la responsabilidad, la tolerancia, la buena educación o la
verdadera profesionalidad.
En el capítulo dedicado a la
responsabilidad analiza la profesora catalana un fenómeno que parece extenderse
cada vez más entre nosotros y es la escasa capacidad del hombre para responder
ante sus obligaciones morales más profundas.
Se piensa que buena persona es la
que no crea problemas a los demás. Así, será buen profesor el que no falta a
clase y es puntual en su trabajo. Será buen político el que mantiene contentos
a sus electores. Será buen hijo el que no decepciona a sus padres.
Parece que todo queda reducido a
cumplir aquellas obligaciones que pueden definirse con cierta concreción. ¿Para
qué meterse en más profundidades?
Probablemente, ha sido F.
Nietzsche uno de los filósofos que más ha influido en la configuración de
este modo de entender hoy la responsabilidad. Según Nietzsche, el hombre
sólo debe responder de sí mismo y ante sí mismo. N o tiene por qué mirar a
nadie. No tiene que rendir cuentas a nadie, sino a sí mismo.
Pero, como dice Victoria
Camps, si uno se mira sólo a sí mismo, no tiene por qué responder de sí,
pues toda respuesta supone la interpelación de otro. Dicho de otra manera, ser
responsable es ser capaz de responder a la llamada de otro. Y cuando la persona
pierde esa capacidad de responder ante los demás o responder a Dios, termina
por desentenderse de todo y no responder de nada.
Tal vez, sin ser muy conscientes
de ello, son muchos los que viven hoy esta «moral solitaria» predicada
por el filósofo alemán. Una responsabilidad que se reduce a puro monólogo con
uno mismo y donde falta la vigorosa interpelación que nos llega de los otros y
de Dios.
Jesús ha criticado con fuerza esa
actitud de autoengaño de la persona que se encierra en su pequeño mundo y se va
haciendo cada vez más sorda a cualquier llamada que le exija un verdadero
cambio de conducta.
La «parábola del banquete de
bodas» nos habla de esa invitación que llega insistente a los hombres, pero es
rechazada cuando uno anda ocupado sólo en sus cosas. «Los invitados no hicieron
caso: uno se marchó a sus tierras; otro a sus negocios».
El mensaje es claro: hay que
decidirse. Hay que escuchar la llamada que nos llega de Dios a cambiar nuestra
vida. N o hay que temerla pues, aun siendo exigente, siempre es llamada que
conduce a la fiesta final.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
11 de octubre de 1987
EL
RETORNO DE LO RELIGIOSO
Venida la
boda.
Esta expresión utilizan hoy los
especialistas para designar un he- dio sorprendente que ningún observador había
previsto hace sólo algunos decenios.
En occidente vuelve el interés
por lo religioso. El fenómeno es complejo y reviste formas muy variadas y de
valor diferente.
Por una parte, asistimos al
nacimiento y extensión de incontables sectas y comunidades donde se
entremezclan diferentes tradiciones y elementos más o menos religiosos. Hasta
nosotros ha llegado ya la Asociación Internacional para la Conciencia de
Krishna, la secta Moon, el Guru Maharah Ji, la Gnosis, los Niños de Dios, la
Meditación Trascendental...
Son también muchos los que
practican técnicas de interiorización, frecuentan centros de meditación y
buscan la soledad y el silencio en un clima más o menos sagrado.
Por otra parte, crece el interés
y el cultivo de lo maravilloso, lo fantástico, lo oculto, lo parapsíquico. Cada
vez son más los que acuden a los horóscopos, adivinos, echadoras de cartas,
sesiones de espiritismo.
Sin duda, todo esto encierra una
gran dosis de ambigüedad. Con frecuencia la religión es sustituida por la
superstición, el misterio de Dios queda desfigurado por la magia y la
idolatría. A veces se trata solamente de un “barniz religioso» que oculta
intereses muy poco puros.
Pero, aun así, este fenómeno que
crece día a día entre nosotros puede ser una llamada a la conciencia del hombre
contemporáneo. Una de esas invitaciones que el hombre recibe para buscar a Dios
y que, tantas veces, rechaza según la parábola de Jesús.
Este fenómeno está manifestando
una profunda carencia en esta civilización de carácter predominantemente
científico y técnico. El progreso científico y el desarrollo tecnológico no
llegan a satisfacer las necesidades más hondas del hombre contemporáneo.
En el ser humano se encierra una
necesidad y unas aspiraciones que van más lejos y más allá de lo que pueden
aportar las ciencias, la técnica o el puro desarrollo económico.
Pero además hay algo que la Iglesia
y las comunidades creyentes deberían escuchar ante este fenómeno creciente. ¿Es
que la Iglesia es incapaz de satisfacer “la hambre religiosa» de estas
personas?
Si los “gurús” están de moda, ¿no
será porque, tal vez, en las Iglesias cristianas no es fácil encontrar hoy
verdaderos maestros espirituales?
Si nuestros jóvenes se acercan a
sectas extrañas, ¿no será tal vez porque no encuentran en nuestras comunidades
el clima cálido, amistoso y fraterno que necesitan?
Si las gentes sencillas buscan
con tanto afán lo maravilloso y oculto, ¿no será porque les ofrecemos un
cristianismo excesivamente racionalista donde falta el sentido de lo sagrado y
la presencia del misterio?
En definitiva, ¿no está el hombre
contemporáneo escuchando en el interior mismo de su insatisfacción una
invitación a buscar de nuevo el rostro de Dios?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
14 de octubre de 1984
SIN OIDOS
PARA LO RELIGIOSO
Uno se
marchó a sus tierras, otro a sus negocios...
Son cada vez más los que entre
nosotros se confiesan increyentes. Pero si se observa de cerca su postura,
quizás haya que decir que su increencia no es tanto fruto de una decisión
responsable cuanto resultado de una vida alienada y privada de interioridad.
En la vida de muchos hombres y
mujeres contemporáneos faltan las condiciones mínimas para tomar una postura
seria y responsable ante la fe o la increencia.
Se vive un estilo de vida donde
ni siquiera aparece la necesidad de dar un sentido último a la existencia. Como
dice un ateo contemporáneo, sencillamente «somos nosotros los que tenemos que
dar un sentido a nuestra vida, viviéndola» (F.
Jeanson).
Pero cuando uno vive buscando
sólo un bienestar material cada vez mayor, interesado únicamente en «tener
dinero» y «adquirir símbolos de prestigio», preocupado siempre por ser «algo» y
no por ser «alguien», la persona pierde capacidad para escuchar las llamadas
más profundas que se encierran en el hombre.
Esta persona carece de oídos para
cualquier rumor que no sea el que proviene de su mundo de intereses. No tiene
ojos para percibir otras dimensiones que no sean las del bienestar material, la
posesión y el prestigio social. Como diría M.
Weber, son hombres que «carecen de oído para lo religioso».
La parábola de Jesús nos vuelve a
recordar a todos que en el tondo de la vida hay una invitación a buscar la
libertad y la plenitud por otros caminos. Y nuestra mayor equivocación puede
ser desoír ligeramente la llamada de Dios, marchando cada uno a «nuestras
tierras y nuestros negocios».
Los hombres seguiremos huyendo de
nosotros mismos, perdiéndonos en mil formas de evasión, tratando de olvidarnos
de nosotros mismos y de Dios, evitando cuidadosamente tomar en serio la vida.
Pero la invitación no cesa.
En el fondo de muchas posturas de
increencia, ¿no se esconde un temor al cambio que necesariamente se tendría que
producir en nuestra vida si tomáramos en serio a Dios?
Sin duda, se encierra una gran
verdad en aquella inolvidable invocación de San
Juan de la Cruz: «Señor, Dios mío, tú no eres extraño a quien no se extraña
contigo. ¿Cómo dicen que te ausentas tú?»
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
11 de octubre de 1981
CADA UNO
A SU NEGOCIO
…uno se
marchó a sus tierras, otro a sus negocios…
La parábola de Jesús es de total
actualidad. La invitación a la fiesta, al amor, a la fraternidad sigue
escuchándose en el corazón de todo hombre. Pero, los convidados no hacen caso.
Están ocupados en sus tierras, sus negocios...
¿Dónde buscan los hombres de hoy
la felicidad? ¿A qué puertas llaman buscando salvación? Para la gran mayoría la
felicidad está en tener más, comprar más, poseer más cosas y más seguridad.
«Acumular, acumular: en esto consiste la ley y los profetas» (K. Marx).
Otros buscan el goce inmediato e
individualista: sexo, droga, diversión, cenas de fin de semana. Hay que huir de
los problemas. Refugiarse en el placer del presente.
Hay quienes se entregan al
cuidado del cuerpo. Es importante mantenerse en forma. Ser joven. No envejecer
nunca.
Son muchas las ofertas de
salvación en nuestra sociedad. Pero son ofertas parciales, reductoras, que no
proporcionan todo lo que el hombre anda buscando. El hombre sigue insatisfecho.
Y la invitación de Dios sigue resonando.
Invitación que la debemos percibir
no al margen sino en medio de las insatisfacciones, gozos, luchas e
incertidumbres de nuestra vida. «Incluso allí donde se busca u ofrece algo
parcial que tiene acogida entre los hombres, habrá que atisbar a Dios
intentando llegar al hombre» (J. M. Mardones).
Es bueno que el hombre busque un
bienestar mayor para todos, pero ¿qué plenitud puede haber tras ese afán de
poseer televisores cada vez más perfectos, coches cada vez más veloces,
electrodomésticos cada vez más sofisticados? ¿No hay muchos que poseen ya
demasiadas cosas para ser felices?
Porque, después de caminar a la
búsqueda de tantas cosas, no son pocos los que pierden su libertad, su
capacidad de amar, su ternura, el disfrute sencillo de la vida.
Es normal que las nuevas
generaciones busquen con afán otro tipo de salvación. Pero, ¿qué plenitud se
puede encontrar cuando se han estrujado todas las posibilidades del sexo, se ha
vuelto del «viaje» de la droga o se ha hundido uno en el aislamiento de un
pasotismo total?
Los hombres seguirán siendo unos
eternos buscadores de orientación, felicidad, plenitud, verdad, amor. Los
hombres seguirán buscando, de alguna manera, el Absoluto.
Por eso, en medio de nuestra
vida, a veces tan alocada y superficial, en medio de nuestra búsqueda yana de
felicidad total, estemos alertas y veamos si no estamos desoyendo una
invitación que, quizás, otros hombres y mujeres sencillos y pobres están
escuchando con gozo «en los cruces de los caminos» de este mundo nuestro tan
paradójico.
José Antonio Pagola
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