El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción".
En breve esperamos poder compartirla con vosotros.
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¡Volver a Jesús! Retomar la frescura inicial del evangelio.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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29º domingo Tiempo ordinario (A)
EVANGELIO
Pagadle al
César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
+ Lectura del
santo evangelio según san Mateo 22, 15-21
En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para
comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos
partidarios de Herodes, y le dijeron:
-«Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios
conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente
sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
-«Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.»
Le presentaron un denario. Él les preguntó:
_« ¿De quién son esta cara y esta inscripción?»
Le respondieron:
-«Del César.»
Entonces les replicó:
-«Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»
Palabra de Dios.
HOMILIA
2013-2014 -
19 de octubre de 2014
LOS
POBRES SON DE DIOS
A espaldas de Jesús, los fariseos
llegan a un acuerdo para prepararle una trampa decisiva. No vienen ellos mismos
a encontrarse con él. Les envían a unos discípulos acompañados por unos
partidarios de Herodes Antipas. Tal vez, no faltan entre estos algunos
poderosos recaudadores de los tributos para Roma.
La trampa está bien pensada: “¿Es
lícito pagar impuestos al César o no?”. Si responde negativamente, le podrán
acusar de rebelión contra Roma. Si legitima el pago de tributos, quedará
desprestigiado ante aquellos pobres campesinos que viven oprimidos por los
impuestos, y a los que él ama y defiende con todas sus fuerzas.
La respuesta de Jesús ha sido
resumida de manera lapidaria a lo largo de los siglos en estos términos: “Al
César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Pocas palabras de Jesús
habrán sido citadas tanto como éstas. Y ninguna, tal vez, más distorsionada y
manipulada desde intereses muy ajenos al Profeta, defensor de los pobres.
Jesús no está pensando en Dios y
en el César de Roma como dos poderes que pueden exigir cada uno de ellos, en su
propio campo, sus derechos a sus súbditos. Como todo judío fiel, Jesús sabe que
a Dios “le pertenece la tierra y todo lo que contiene, el orbe y todos sus
habitantes” (salmo 24). ¿Qué puede ser del César que no sea de Dios? Acaso los
súbditos del emperador, ¿no son hijos e hijas de Dios?
Jesús no se detiene en las
diferentes posiciones que enfrentan en aquella sociedad a herodianos, saduceos
o fariseos sobre los tributos a Roma y su significado: si llevan “la moneda del
impuesto” en sus bolsas, que cumplan sus obligaciones. Pero él no vive al
servicio del Imperio de Roma, sino abriendo caminos al reino de Dios y su
justicia.
Por eso, les recuerda algo que
nadie le ha preguntado: “Dad a Dios lo que es de Dios”. Es decir, no deis a
ningún César lo que solo es de Dios: la vida de sus hijos e hijas. Como ha
repetido tantas veces a sus seguidores, los pobres son de Dios, los pequeños
son sus predilectos, el reino de Dios les pertenece. Nadie ha de abusar de
ellos.
No se ha de sacrificar la vida,
la dignidad o la felicidad de las personas a ningún poder. Y, sin duda, ningún
poder sacrifica hoy más vidas y causa más sufrimiento, hambre y destrucción que
esa “dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente
humano” que, según el papa Francisco, han logrado imponer los poderosos de la
Tierra. No podemos permanecer pasivos e indiferentes acallando la voz de
nuestra conciencia en la práctica religiosa.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 -
16 de octubre de 2011
VÍCTIMAS
La pregunta que hacen a Jesús algunos sectores
fariseos, confabulados con partidarios de Antipas, es una trampa preparada con
astucia para ir preparando un clima propicio para eliminarlo: «¿Es lícito pagar impuesto al César o no?».
Si dice que es lícito, Jesús quedará desprestigiado
ante el pueblo y perderá su apoyo: así será más fácil actuar contra él. Si dice
que no es lícito, podrá ser acusado de agitador subversivo ante los romanos
que, en las fiestas de Pascua ya próximas, suben a Jerusalén para ahogar
cualquier conato de rebelión contra el César.
Antes que nada, Jesús les pide que le muestren «la moneda del impuesto» y que
le digan de quién es la imagen y la inscripción. Los adversarios reconocen que
la imagen es del César como dice la inscripción: Tiberio César, Hijo augusto
del Divino Augusto. Pontífice Máximo. Con su gesto, Jesús ha situado la
pregunta en un contexto inesperado.
Saca entonces una primera conclusión. Si la imagen
de la moneda pertenece al César, «dad
al César lo que es del César». Devolvedle lo que es suyo: esa
moneda idolátrica, acuñada con símbolos de poder religioso. Si la estáis
utilizando en vuestros negocios, estáis ya reconociendo su soberanía. Cumplid
con vuestras obligaciones.
Pero Jesús que no vive al servicio del emperador de
Roma, sino "buscando el reino de Dios y su justicia" añade una grave
advertencia sobre algo que nadie le ha preguntado: «A Dios dadle lo que es de Dios». La moneda lleva la
"imagen" de Tiberio, pero el ser humano es "imagen" de
Dios: le pertenece sólo a él. Nunca sacrifiquéis las personas a ningún poder.
Defendedlas.
La crisis económica que estamos viviendo en los
países occidentales no tiene fácil solución. Más que una crisis financiera es
una crisis de humanidad. Obsesionados sólo por un bienestar material siempre
mayor, hemos terminado viviendo un estilo de vida insostenible incluso
económicamente.
No va a bastar con proponer soluciones técnicas. Es
necesaria una conversión de nuestro estilo de vida, una transformación de las
conciencias: pasar de la lógica de la competición a la de la cooperación: poner
límites a la voracidad de los mercados; aprender una nueva ética de la
renuncia.
La crisis va a ser larga. Nos esperan años
difíciles. Los seguidores de Jesús hemos de encontrar en el Evangelio la
inspiración y el aliento para vivirla de manera solidaria. De Jesús escuchamos
la invitación a estar cerca de las víctimas más vulnerables: los que están
siendo sacrificados injustamente a las estrategias de los mercados más
poderosos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 - Recreados por
Jesús
19 de octubre de 2008
SON DE
DIOS, DE NADIE MÁS
A Dios lo
que es de Dios.
«Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Pocas palabras
de Jesús habrán sido tan citadas como éstas. Y ninguna, tal vez, más
distorsionada desde intereses muy ajenos a aquel Profeta que vivió totalmente
dedicado, no precisamente al Emperador sino a los olvidados, empobrecidos y
excluidos por Roma.
El episodio está cargado de
tensión. Los fariseos se han retirado a planear un ataque decisivo contra
Jesús. Para ello envían a «unos discípulos»; no vienen ellos mismos; evitan el
encuentro directo con Jesús. Ellos son defensores del orden vigente y no quieren
perder su puesto privilegiado en aquella sociedad que Jesús está cuestionando
de raíz.
Pero, además, los envían
acompañados «por unos partidarios de Herodes» del entorno de Antipas.
Seguramente, no faltan entre ellos terratenientes y recaudadores encargados de
almacenar el grano de Galilea y enviar los tributos al César.
El elogio que hacen de Jesús es
insólito en sus labios: «Sabemos que eres
sincero y enseñas el camino conforme a la verdad». Todo es una trampa, pero
han hablado con más verdad de lo que se imaginan. Es así. Jesús vive totalmente
entregado a preparar el «camino de Dios» para que nazca una sociedad más justa.
No está al servicio del emperador
de Roma; ha entrado en la dinámica del reino de Dios. No vive para desarrollar
el Imperio, sino para hacer posible la justicia de Dios entre sus hijos e
hijas. Cuando le preguntan si «es lícito pagar impuesto al César o no», su
respuesta es rotunda: «Pagad al Cesar lo
que es del César y a Dios lo que es de Dios».
Jesús no está pensando en Dios y
el César como dos poderes que pueden exigir cada uno sus derechos a sus
súbditos. Como judío fiel, sabe que a Dios le pertenece «la tierra y todo lo
que contiene, el orbe y todos sus habitantes» (salmo 24). ¿Qué le puede
pertenecer al César, que no sea de Dios? Sólo su dinero injusto.
Si alguien vive enredado en el
sistema del César, que cumpla sus «obligaciones», pero si entra en la dinámica
del reino de Dios ha de saber que los pobres le pertenecen sólo a Dios, son sus
hijos predilectos. Nadie ha de abusar de ellos. Esto es lo que Jesús enseña
«conforme a la verdad».
Sus seguidores nos hemos de
resistir a que nadie, cerca o lejos de nosotros, sea sacrificado a ningún poder
político, económico, religioso ni eclesiástico. Los humillados por los
poderosos son de Dios. De nadie más.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
16 de octubre de 2005
LO QUE ES
DE DIOS
A Dios lo
que es de Dios.
La trampa que tienden a Jesús
está bien pensada: «¿Es lícito pagar
tributos al César o no?». Si responde negativamente, lo podrán acusar de
rebelión contra Roma. Si acepta la tributación, quedará desacreditado ante
aquellas gentes que viven en la miseria exprimidas por los impuestos, y a las
que él tanto quiere y defiende.
Jesús les pide que le enseñen «la moneda del impuesto». El no la
tiene, pues vive como un vagabundo itinerante, sin tierras ni trabajo fijo;
hace tiempo que no tiene problemas con los recaudadores. Después les pregunta
por la imagen que aparece en aquel denario de plata. Representa a Tiberio y la
leyenda decía: «Tiberius Caesar, Divi Augusti Filius Augustus». En el reverso
se podía leer: «Pontifex Maximus».
El gesto de Jesús es ya
clarificador. Sus adversarios viven esclavos del sistema pues, al utilizar
aquella moneda acuñada con símbolos políticos y religiosos, están reconociendo
la soberanía del emperador. No es el caso de Jesús que vive de manera pobre
pero libre, dedicado a los más pobres y excluidos del imperio.
Jesús añade entonces algo que
nadie le ha planteado. Le preguntan por los derechos del César y él les
responde recordando los derechos de Dios: «Pagadle
al César lo que es del César, pero dad a Dios lo que es de Dios». La moneda
lleva la imagen del emperador, pero el ser humano, como lo recuerda el viejo
libro del Génesis, es «imagen de Dios». Por eso, nunca ha de ser sometido a
ningún emperador. Jesús lo había recordado muchas veces. Los pobres son de
Dios. Los pequeños son sus hijos predilectos. El reino de Dios les pertenece.
Nadie ha de abusar de ellos.
Jesús no dice que una mitad de la
vida, la material y económica, pertenece a la esfera del César, y la otra
mitad, la espiritual y religiosa, a la esfera de Dios. Su mensaje es otro: si
entramos en el reino, no hemos de consentir que ningún César sacrifique lo que
sólo le pertenece a Dios: los hambrientos del mundo, los subsaharianos
abandonados en el desierto, los sinpapeles de nuestras ciudades. Que ningún
César cuente con nosotros.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
20 de octubre de 2002
LO
PRIMERO, LA VIDA
A Dios lo
que es de Dios.
La exégesis moderna no deja lugar
a dudas. Lo primero para Jesús es la vida, no la religión. Basta analizar la
trayectoria de su actividad. A Jesús se le ve siempre preocupado por suscitar y
desarrollar, en medio de aquella sociedad, una vida más sana y más digna.
Pensemos en su actuación en el
mundo de los enfermos:
Jesús se acerca a quienes viven
su vida de manera disminuida, amenazada e insegura, para despertar en ellos una
vida más plena. Pensemos en su acercamiento a los pecadores:
Jesús les ofrece el perdón que
les haga vivir una vida más digna, rescatada de la humillación y el desprecio.
Pensemos también en los endemoniados, incapaces de ser dueños de su existencia:
Jesús los libera de una vida alienada y desquiciada por el mal.
Como ha subrayado J. Sobrino, «pobres son aquellos para quienes la vida es
una carga pesada pues no pueden vivir con un mínimo de dignidad». Esta
pobreza es lo más contrario al plan original del Creador de la vida. Donde un
ser humano no puede vivir con dignidad, la creación de Dios aparece allí como
viciada y anulada. No es extraño que Jesús se presente como el gran defensor de
la vida ni que la defienda y la exija sin vacilar, cuando la ley o la religión
es vivida «contra la vida».
Ya han pasado los tiempos en que
la teología contraponía «esta vida» (lo natural) y la otra vida (lo
sobrenatural) como dos realidades opuestas. El punto de partida, básico y
fundamental es «esta vida» y, de hecho, Jesús se preocupó de lo que aquellas
gentes de Galilea más deseaban y necesitaban que era, por lo menos vivir, y
vivir con dignidad. El punto de llegada y el horizonte de toda la existencia es
«vida eterna» y, por eso, Jesús despertaba en el pueblo la confianza final en
la salvación de Dios.
A veces los cristianos exponemos
la fe con tal embrollo de conceptos y palabras que, a la hora de la verdad,
pocos se enteran de lo que es exactamente el Reino de Dios del que habla Jesús.
Sin embargo, las cosas no son tan complicadas. Lo único que Dios quiere es
esto: una vida más humana para todos y desde ahora, una vida que alcance su
plenitud en su vida eterna. Por eso, nunca hay que dar a ningún César lo que es
de Dios: la vida y la dignidad de sus hijos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
17 de octubre de 1999
POLÍTICOS
CRISTIANOS
Al César
lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
Nunca han sido fáciles las
relaciones entre fe y política. Tampoco entre la Iglesia y los políticos. A
veces, son éstos quienes tratan de utilizar lo religioso para defender su
propia causa. Otras, es la Iglesia la que pretende servirse de ellos para sus
propios intereses. Y con frecuencia, no se valora debidamente el importante
quehacer del político ni se le ayuda a descubrir el papel que la fe puede jugar
en su tarea.
Para hacer luz, hemos de
comenzar, tal vez, por recordar dos datos ampliamente admitidos por la exégesis
actual. Por una parte, el proyecto que pone en marcha Jesús (llamado por él «Reino de Dios») trata de promover una
transformación profunda en la convivencia humana y está, por ello, llamado a
tener una repercusión política en el sentido amplio y aristotélico de esta
palabra, que es promover el bien común en la sociedad.
Pero, por otra parte, Jesús no
utiliza el poder para llevar adelante su proyecto y, por ello, se aleja de la
«política» en el sentido moderno de la palabra, que es el uso técnico del poder
para estructurar la convivencia. El reino de Dios no se impone por el poder, la
fuerza o la coacción, sino que penetra en la sociedad por la siembra y la
acogida de valores como la justicia, la solidaridad o la defensa de los
débiles.
El episodio del tributo al César
es iluminador. La respuesta de Jesús dice así: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Es
un anacronismo erróneo ver en estas palabras una «separación entre política y
religión», como si la primera se ocupara de los problemas terrestres y la
segunda sólo de lo espiritual. Su sentido es otro. A Jesús le preguntan por los
derechos del César, pero él responde recordando los derechos de Dios por los
que nadie le ha preguntado. La moneda imperial lleva la imagen del César, pero
el ser humano es «imagen de Dios» y su dignidad de hijo de Dios no debe quedar
sometida a ningún César.
El político cristiano no debe
utilizar nunca a Dios para legitimar sus posturas partidistas. La fe cristiana
no se identifica con ninguna opción partidista, pues los valores evangélicos
pueden promoverse desde mediaciones técnicas diversas. Pero esto no significa
que se deba arrinconar la fe al ámbito de lo privado. El Evangelio le ofrece al
político cristiano una inspiración, una visión de la persona y unos valores que
pueden orientar y estimular su quehacer. El gran reto para él es cómo hacer
políticamente operativos en la vida pública esos valores que defiendan al ser
humano de cuanto le puede deshumanizar.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
20 de octubre de 1996
EL
DERECHO A LA VERDAD
Enseñar
el camino de Dios conforme a la verdad.
No es frecuente en nuestra
sociedad defender el derecho de la persona a la verdad. Uno se pregunta por qué
no se escuchan gritos de protesta contra la mentira, al menos, con la misma
fuerza con que se grita contra la injusticia. ¿Será que no somos conscientes de
la mentira que nos envuelve por todas partes? ¿Será que para gritar contra la
mentira, la hipocresía y el engaño, es necesario vivir con un mínimo de
sinceridad personal?
La mentira es hoy uno de los
presupuestos más firmes de nuestra convivencia. El mentir es aceptado como algo
necesario, tanto en el complejo mundo del quehacer político como en la «pequeña
comedia» de nuestras relaciones personales de cada día.
La persona se ve obligada a
pensar, decidir y actuar envuelta en una niebla de mentira y falsedad.
Indefensa ante un cerco de falacias, engaños y ambigüedad de los que no es
fácil liberarse para moverse con acierto.
¿Cómo saber la «verdad» que se
oculta tras las actuaciones de los diversos partidos políticos? ¿Cómo conocer
los verdaderos hilos que mueven a los autores de actos terroristas? ¿Cómo
descubrir los verdaderos intereses que se encierran tras campañas y acciones
que se nos pide defender o rechazar? ¿Cómo actuar con lucidez alimentados por
una información parcial e interesada?
Se dirá que la mentira es
necesaria para actuar con eficacia en la construcción de una sociedad más libre
y justa. Pero, ¿hay alguien que pueda garantizar que estamos haciendo un mundo
más humano cuando desde los centros de poder se oculta la verdad, cuando entre
nosotros se utiliza la calumnia para destruir al adversario, cuando se obliga a
la gente a que sea protagonista de su propia historia desde el engaño y la
ignorancia de la verdad real?
El hombre está hecho para vivir
en la verdad. Y difícilmente se construirá nada verdaderamente humano sobre la
mentira y la falsedad. En el mensaje de Jesús hay una invitación a vivir en la
verdad ante Dios, ante uno mismo y ante los demás. « Yo he venido para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la
verdad, escucha mi voz.»
Es bueno que se escuchen de nuevo
en esta sociedad aquellas palabras inolvidables de Jesús, que son un reto y una
promesa para todo hombre que busca sinceramente una sociedad más humana: «La verdad os hará libres.» Es así. La
mentira no construye una sociedad más democrática ni más liberada. Sólo la
verdad, aunque sea despreciada y perseguida, nos llevará a una convivencia más
pacificada. Este es el mensaje de Jesús, el hombre que, según sus mismos
enemigos «era sincero y enseñaba el camino
de Dios conforme a la verdad».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
17 de octubre de 1993
¿QUE ES
CREER EN DIOS?
Enseñas
el camino de Dios.
Se habla a veces de manera tan
superficial sobre las cuestiones más importantes de la vida, y se opina con tal
ignorancia sobre la religión, que hoy se hace necesario aclarar, incluso, las
cosas más elementales. Por ejemplo, ¿qué significa creer en Dios?
En el lenguaje ordinario, «creer»
puede encerrar significados bastante diferentes. Cuando digo «creo que lloverá», quiero decir que «no
sé con certeza, pero sospecho, intuyo.., que lloverá». Cuando digo «te creo», estoy diciendo mucho más: «me
fío de ti, creo en lo que tú me dices». Si alguien dice «yo creo en ti», está diciendo todavía algo más: «yo pongo mi
confianza en ti, me apoyo en ti». Esta expresión nos acerca ya a lo que vive el
que cree en Dios.
Cuando una persona habla «desde
fuera», sin conocer por experiencia personal lo que es creer en Dios, piensa,
por lo general, que la postura del creyente es, más o menos, ésta: «No sé si
Dios existe, y no lo puedo comprobar con certeza, pero yo pienso que sí, que
algo tiene que existir.» De la misma manera que uno puede creer que hay vida en
otros planetas, aunque no lo pueda saber con seguridad.
Sin embargo, para el que vive
desde la fe, «creer en Dios» es otra cosa. Cuando el creyente dice a Dios «yo creo en Ti», está diciendo: «No
estoy solo, Tú estás en mi origen y en mi destino último; Tú me conoces y me
amas; Tú no me dejarás nunca abandonado, en Ti apoyo mi existencia; nada ni
nadie podrá separarme de tu amor y comprensión.» Esta experiencia del creyente
tiene poco que ver con la postura del que opina «algo tiene que haber». Es una
relación vital con Dios: «Yo vengo de Dios, voy hacia Dios. Mi ser descansa y
se apoya en ese Dios que es sólo amor.»
Por eso, para creer, lo decisivo
no son las «pruebas» a favor o en contra de la existencia de Dios, sino la
postura interior que uno adopta ante el misterio último de la vida. Nuestro mayor
problema hoy es no acertar a vivir desde «el fondo» de nuestro ser (Ruysbroeck). Vivimos por lo general,
con una «personalidad superficial», separados del «fondo». Y esta pérdida de
contacto con lo más auténtico que hay en nosotros, nos impide abrirnos confiadamente
a Dios y nos precipita en la soledad interior.
Lo triste es que ese vacío que
deja la falta de fe en Dios, no puede ser sustituido con nada. Podemos hacer
que nuestra vida sea más agradable poniendo en marcha algunos resortes
sicológicos. Pero nada puede aportar la estabilidad y salud interior que
experimenta el creyente: «Mi pasado pertenece a la misericordia de Dios, mi
futuro está confiado a su amor, sólo queda el presente para vivirlo de manera
agradecida.»
Según el relato evangélico, unas
gentes se acercan a Jesús con estas palabras: «Sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la
verdad.» Esa debería ser hoy una de nuestras tareas: ser sinceros y
ayudarnos unos a otros a descubrir el verdadero «camino de Dios».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
21 de octubre de 1990
LA CÁRCEL
A Dios lo que es de Dios.
He estado bastantes veces en el
interior de la cárcel de Martutene, compartiendo durante algunas horas con los
hombres y mujeres allí internados. Siempre he salido con el ánimo encogido y el
corazón lleno de profunda pena.
Uno va dejando atrás las
sucesivas galerías con sus puertas y cerrojos, pero no puede olvidar fácilmente
esas miradas vacías y cansadas, esos rostros impenetrables y, sobre todo, esos
jóvenes casi adolescentes de cuerpo escuálido y envejecido.
¿Quiénes son estos hombres y
mujeres? ¿Por qué han venido a parar hasta aquí? ¿Por qué los encerramos así,
en estas condiciones? ¿Es esto lo único que les sabemos ofrecer?
Siempre he tenido la impresión de
que estos hombres y mujeres son casi siempre víctimas, más que culpables. Seres
humanos maltratados por la vida y marginados por una sociedad que primeramente
los genera y más tarde los encierra y rechaza de la convivencia, como algo
dañino para el resto de los ciudadanos.
Lo sorprendente es constatar que
quienes conocen más de cerca el mundo de la prisión no creen en el actual
sistema penitenciario como instrumento válido para rehabilitar al delincuente y
reinsertarlo en la sociedad.
La cárcel aísla, destruye,
desintegra. Es un lugar de sufrimiento innecesario donde no existe ni el clima
ni los medios adecuados para ayudar al preso a crecer como persona.
Pero la cárcel sigue y la
sociedad sigue arrojando allí a los delincuentes más débiles e indefensos, sin
que a nadie preocupe mucho cómo saldrán de ella.
Los presos tratan de hacer oír su
voz, pero su palabra está descalificada de antemano. Algunos colectivos gritan
su protesta, pero su grito es recibido como parte de una estrategia ideológica.
Expertos en criminología hablan de alternativas al sistema carcelario, pero no
se dan pasos eficaces.
Por otra parte, se trata de un
colectivo demasiado débil para resultar de interés a los partidos, ni siquiera
para fines propagandísticos. N o es extraño tampoco que apenas ocupen un lugar
apreciable en los presupuestos de una sociedad que olvida siempre a los menos rentables.
Ahí están, tras los muros de
cemento y los barrotes de hierro. Aislados, humillados, ofendidos. Apenas interesan
a nadie. ¿No hemos de reaccionar nadie ante esta situación? No deberíamos
olvidar los cristianos que nunca hay que dar al César lo que es de Dios. Nunca hay
que someterse al poder de las estructuras sociales cuando olvidan los derechos
inalienables del ser humano.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
18 de octubre de 1987
¿QUE
LIBERTAD?
A Dios lo
que es de Dios.
Un deseo profundo de libertad
personal y social late con fuerza en el hombre contemporáneo. Todos defienden
hoy la libertad como algo indiscutible, aunque difícilmente se ponen de acuerdo
a la hora de decidir qué es la libertad y cuál es su verdadero contenido.
A bastantes, la palabra misma
«libertad” les sugiere un clima de facilidad, abandono y despreocupación.
Olvidan que ser libre exige asumir aquellas renuncias y sacrificios que son
absolutamente necesarios para crecer como persona.
De hecho, este olvido está
llevando hoy a bastantes jóvenes a una total inmadurez. Dicen ser libres.
Piensan que hacen lo que quieren. Pero, en realidad, están totalmente en manos
de fuerzas y de instintos que no son ellos mismos.
Para otros, libertad significa
arbitrariedad, anarquía, ruptura de toda normal moral, rechazo de toda fe en
Dios. Olvidan que el hombre necesita orientación y sentido para poder hacer un
proyecto de sí mismo, para esforzarse activamente en la construcción de su
propio destino y para asumir su propia responsabilidad.
Cuando uno arrincona todo esto
como algo ridículo y desfasado, puede creerse muy “liberado», pero corre el
riesgo de terminar viviendo sin ideal alguno, sin aspiraciones profundas, sin
fidelidad alguna, al aire de la última moda.
Otros piensan que conservar la
propia libertad es vivir de manera independiente, preocupados exclusivamente de
los propios intereses, sin crear ningún lazo o dependencia que nos obligue a
ocuparnos de los demás. Olvidan que el ser humano sólo puede disfrutar
gozosamente de la vida cuando acierta a vivir en comunión y amistad con los
otros.
Cuántas personas que se creen
libres e independientes viven esclavas de sus propios egoísmos y frustraciones,
atrapadas por su propia mediocridad, sin conocer las posibilidades de
crecimiento que da el vivir generosamente el amor y la amistad.
No son pocos los que piensan que
conquistar la libertad es liberarse de esquemas, tradiciones y «tabúes» del
pasado. Olvidan que lo decisivo no es nunca «liberarse de» sino “liberarse
para» vivir algo que nos haga crecer como personas.
Si no es así, la persona
supuestamente “liberada” cae en nuevas servidumbres y convencionalismos, sin
descubrir todavía su propia vocación y sus aspiraciones más hondas.
El creyente descubre precisamente
en su adhesión a Dios la fuente más genuina de libertad. Quien sabe vivir en
obediencia filial al Padre se libera de todo ídolo, todo «césar», todo señor
que pueda esclavizarlo.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
21 de octubre de 1984
SOMOS DE
DIOS
A Dios lo
que es de Dios.
Pocas frases de Jesús han sido
objeto de interpretaciones más interesadas e, incluso, de manipulaciones como
ésta que escuchamos en el evangelio de hoy: «Dad al César lo que es del César y
a Dios lo que es de Dios».
Estas palabras de Jesús han sido
utilizadas para establecer una frontera clara entre lo político y lo religioso
y defender así la autonomía absoluta del estado ante cualquier interpelación
hecha desde la fe.
Según esta interpretación, Jesús
habría colocado al hombre, por una parte, ante unas obligaciones de carácter
cívico-político y, por otra, ante una interpelación religiosa. Como si el
hombre tuviera que responder de los asuntos socio-políticos ante el poder
político y de los asuntos religiosos ante Dios.
Ha sido G. Bornkamm quien, con claridad, ha ahondado en el verdadero
sentido de la sentencia de Jesús.
El acento de las palabras de
Jesús está en la parte final. Le han preguntado insidiosamente por el problema
de los tributos y Jesús resuelve prontamente el problema. Si manejan moneda que
pertenece al césar, habrán de someterse a las consecuencias que ello implica.
Pero Jesús introduce una idea nueva que no aparecía en la pregunta de los
adversarios.
De forma inesperada, introduce a
Dios en el planteamiento. La imagen de la moneda pertenece al césar, pero los
hombres no han de olvidar que llevan en sí mismos la imagen de Dios y, por lo
tanto, sólo le pertenecen a El.
Es entonces cuando podemos captar
el pensamiento de Jesús. «Dad al césar lo que le pertenece a él, pero no
olvidéis que vosotros mismos pertenecéis a Dios».
Para Jesús, el césar y Dios no
son dos autoridades de rango semejante que se han de repartir la sumisión de
los hombres. Dios está por encima de cualquier césar y éste no puede nunca
exigir lo que pertenece a Dios.
En unos tiempos en que crece el
poder del estado de manera insospechada y a los ciudadanos les resulta cada vez
más difícil defender su libertad en medio de una sociedad burocrática donde
casi todo está dirigido y controlado perfectamente, los creyentes no hemos de
dejarnos robar nuestra conciencia y nuestra libertad por ningún poder.
Hemos de cumplir con honradez
nuestros deberes ciudadanos, pero no hemos de dejarnos modelar ni dirigir por
ningún poder que nos enfrente con las exigencias fundamentales de la fe.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
18 de octubre de 1981
A DIOS LO
QUE ES DE DIOS
A Dios,
lo que es de Dios.
Pocas frases del evangelio habrán
sido tan manipuladas como ésta que escuchamos hoy de labios de Jesús: «Al César
lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios».
Son muchos los que se han servido
de ella para levantar una separación total entre la religión y la vida
política. De esta manera, la religión quedarla arrinconada al ámbito de lo
individual y privado, sin incidencia alguna en la vida social.
Como si Jesús hubiera puesto en
el mismo plano a Dios y al César, como dos autoridades que hubiera que colocar
al mismo nivel, cada una de ellas con sus exigencias propias de carácter
absoluto.
El pensamiento de Jesús es bien
diferente. Es necesario distinguir los diversos ámbitos que constituyen la vida
del hombre, y atribuirle a cada uno su propia competencia. Pero Jesús no
reconoce ningún derecho divino a nada ni a nadie que no sea el Padre.
No se debe dar a ningún césar lo
que es de Dios. Ningún poder humano puede pretender exigencias absolutas sobre
el hombre. Hay que dar a Dios lo suyo, y no sólo en el ámbito privado e
individual sino también en la vida social y política.
J. B. Metz ha sacudido estos últimos años nuestra
conciencia, haciéndonos ver el riesgo de estar viviendo en Europa no la fe
cristiana nacida del evangelio sino «una religión puramente burguesa».
La sociedad burguesa europea ha
sabido «domesticar», en gran parte, la fe cristiana eludiendo sus exigencias
sociales ms radicales, y convirtiéndola en «una religión privada».
Inconscientemente, la santidad ha
sido concebida como «un ideal estrictamente privado que uno persigue para sí
mismo», pero sin incidencia especial en el contexto social y político.
De esta manera, la religión con
sus prácticas de piedad individual se convierte en «coartada religiosa» y
tranquilizante para una vida social, económica y política que discurre al
margen de las exigencias del evangelio.
Entonces, ya no es la religión la
que transforma la sociedad, sino que es la sociedad burguesa la que acomoda la
religi6n. a sus intereses y conveniencias. El hombre no escucha las exigencias
de Dios, sino que se sirve de la religión cuando la «necesita».
Esta sociedad nuestra necesita
recordar que es el hombre el que esta en juego en la política y en la economía.
Y donde está en juego el hombre, hay que escuchar siempre las exigencias
absolutas de Dios por encima de cualquier otro interés del césar de turno.
No se puede arrinconar a Dios al
mundo de lo privado para no escuchar su voz que nos pide preocuparnos del
hermano.
José Antonio Pagola
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