El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción".
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesús! Retomar la frescura inicial del evangelio.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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31º domingo Tiempo ordinario (A)
La Iglesia ha de
exponer con valentía y claridad el mensaje de Cristo y el conjunto de
exigencias morales que del mismo se derivan. Traicionaría a su misión si no se
atreviera a defender los principios morales y a recordar al hombre su
responsabilidad ante Dios y ante su propia dignidad humana. Pero, según la
advertencia de Jesús, ha de preocuparse también de ayudar al hombre de hoy a
asumir esa moral de manera humana.
EVANGELIO
No hacen lo que
dicen.
+ Lectura del
santo evangelio según san Mateo 23, 1-12
En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo:
-«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y
cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no
hacen lo que dicen.
Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en
los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias
y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los
banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias
por la calle y que la gente los llame maestros.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es
vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es
vuestro Padre, el del cielo.
No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero,
Cristo.
El primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Palabra de Dios.
HOMILIA
2013-2014 -
2 de noviembre de 2014
Título
---
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 -
30 de octubre de 2011
EN ACTITUD DE CONVERSIÓN
Jesús habla con indignación profética. Su discurso
dirigido a la gente y a sus discípulos es una dura crítica a los dirigentes
religiosos de Israel. Mateo lo recoge hacia los años ochenta para que los
dirigentes de la Iglesia
cristiana no caigan en conductas parecidas.
¿Podremos recordar hoy las recriminaciones de Jesús
con paz, en actitud de conversión, sin ánimo alguno de polémicas estériles? Sus
palabras son una invitación para que obispos, presbíteros y cuantos tenemos
alguna responsabilidad eclesial hagamos una revisión de nuestra actuación.
«No
hacen lo que dicen».
Nuestro mayor pecado es la incoherencia. No vivimos lo que predicamos. Tenemos
poder pero nos falta autoridad. Nuestra conducta nos desacredita. Nuestro
ejemplo de vida más evangélica cambiaría el clima en muchas comunidades
cristianas.
«Cargan
fardos pesados sobre los hombros de la gente... pero ellos no están dispuestos
a mover un dedo para empujar». Es cierto. Con frecuencia, somos exigentes y
severos con los demás, comprensivos e indulgentes con nosotros. Agobiamos a la
gente sencilla con nuestras exigencias pero no les facilitamos la acogida del
evangelio. No somos como Jesús que se preocupaba de hacer ligera su carga pues
era sencillo y humilde de corazón.
«Todo
lo que hacen es para que los vea la gente». No podemos negar que es muy fácil vivir pendientes
de nuestra imagen, buscando casi siempre "quedar bien" ante los demás.
No vivimos ante ese Dios que ve en lo secreto. Estamos más atentos a nuestro
prestigio personal.
«Les
gustan los primeros puestos y los asientos de honor... y que les hagan
reverencias por la calle».
Nos da vergüenza confesarlo, pero nos gusta. Buscamos ser tratados de manera
especial, no como un hermano más. ¿Hay algo más ridículo que un testigo de
Jesús buscando ser distinguido y reverenciado por la comunidad cristiana?
«No
os dejéis llamar maestros... ni guías... porque uno solo es vuestro Maestro y vuestro
Guía: Cristo». El
mandato evangélico no puede ser más claro: renunciad a los títulos para no
hacer sombra a Cristo; orientad la atención de los creyentes sólo hacia él.
¿Por qué la Iglesia
no hace nada por suprimir tantos títulos, prerrogativas, honores y dignidades
para mostrar mejor el rostro humilde y cercano de Jesús?
«No
llaméis padre vuestro a nadie en la tierra porque uno solo es vuestro Padre del
cielo». Para Jesús el
título de Padre es tan único, profundo y entrañable que no ha de ser utilizado
por nadie en la comunidad cristiana. ¿Por qué lo permitimos?
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 - Recreados por
Jesús
DICEN Y
NO HACEN
Dicen y
no hacen.
Jesús ha desenmascarado siempre
la mentira que ha encontrado en su caminar diario, pero nunca lo ha hecho con
más violencia que cuando se ha enfrentado a los dirigentes de la sociedad. No
soporta la actuación de aquéllos que «han
sentado cátedra» en medio del pueblo para exigir a los demás lo que ellos
mismos no viven. Jesús condena su descarada incoherencia. «Dicen y no hacen.» Hay una profunda división entre lo que enseñan
y lo que practican, entre lo que pretenden de los demás y lo que se exigen a sí
mismos.
Las palabras de Jesús no han
perdido actualidad. El pueblo sigue escuchando a dirigentes que «no hacen lo que dicen». Defensores del
orden cuya vida es desordenada. Proclamado- res de justicia cuyas actuaciones
están al margen de todo lo que es justo. Educadores cuya conducta deseduca a
quienes la conocen. Reformadores incapaces de reformar su propia vida.
Revolucionarios que no se plantean una transformación radical de su existencia.
Socialistas que no han «socializado» mínimamente su vida.
Pero, no hemos de olvidar que la
invectiva de Jesús se din- ge de manera directa a los dirigentes religiosos.
Porque también en nuestra Iglesia hay quienes viven obsesionados por aplicar a
otros la ley con rigorismo sin preocuparse tanto de vivir la radicalidad del
seguimiento a Jesús. También hoy se levantan maestros que detectan «herejías ocultas»
y diagnostican supuestos peligros para la ortodoxia, sin ayudar luego
positivamente a vivir con fidelidad la adhesión a Jesucristo. También hoy se
condena con rigor desde ciertas cátedras el pecado de los pequeños y débiles, y
se olvidan escandalosamente las injusticias de los poderosos.
Nuestra sociedad no necesita
predicadores de palabras hermosas, sino dirigentes que, con su propia conducta,
impulsen una verdadera transformación social. Nuestra Iglesia no necesita tanto
moralistas minuciosos y teólogos ortodoxos cuanto creyentes verdaderos que con
su vida irradien un aire más evangélico. Hombres y mujeres que vivan su fe.
Necesitamos «maestros de vida». Creyentes de existencia convincente. «Con su vuelta a lo esencial del Evangelio,
con su cordialidad y sinceridad habrán hecho posible la “desintoxicación” de la
atmósfera en la Iglesia »
(L. Boros).
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
30 de octubre de 2005
NI
MAESTROS NI PADRES
No
llaméis padre vuestro a nadie.
El evangelio de Mateo nos ha
trasmitido unas palabras de carácter fuertemente antijerárquico donde Jesús
pide a sus seguidores que se resistan a la tentación de convertir su movimiento
en un grupo dirigido por sabios rabinos, por padres autoritarios o por dirigentes
superiores a los demás.
Son probablemente palabras muy
trabajadas por Mateo para criticar la tendencia a las aspiraciones de grandeza
y poder que se advertía ya entre los cristianos de la segunda generación, pero,
sin duda, eco del pensamiento auténtico de Jesús.
«Vosotros no os dejéis llamar “maestro “porque uno sólo es vuestro
maestro, y todos vosotros sois hermanos». En la comunidad de Jesús nadie
es propietario de su enseñanza. Nadie ha de someter doctrinalmente a otros.
Todos son hermanos que se ayudan a vivir la experiencia de un Dios Padre al
que, precisamente, le gusta revelarse a los pequeños.
«Y no llaméis “padre” vuestro a nadie en la tierra, porque uno
sólo es vuestro padre, el del cielo». En el movimiento de Jesús no
hay «padres». Sólo el del cielo. Nadie ha de ocupar su lugar. Nadie se ha de
imponer desde arriba sobre los demás. Cualquier título que introduzca
superioridad sobre los otros va contra la fraternidad.
Pocas exhortaciones evangélicas
han sido ignoradas o desobedecidas tan frontalmente como ésta a lo largo de los
siglos. Todavía hoy la Iglesia
vive en flagrante contradicción con el evangelio. Es tal el número de títulos,
prerrogativas, honores y dignidades que no siempre es fácil vivir la
experiencia de auténticos hermanos.
Jesús pensó en una Iglesia donde
no hubiera «los de arriba» y «los de abajo»: una Iglesia de hermanos iguales y
solidarios. De nada sirve enmascarar la realidad con el lenguaje piadoso del
«servicio» o llamándonos «hermanos» en la liturgia. No es cuestión de palabras
sino de un espíritu nuevo de servicio mutuo amistoso y fraterno.
¿No veremos nunca cumplida la
llamada del evangelio?, ¿no conoceremos seguidores de Jesús que «no se dejen
llamar maestros ni padres» ni algo semejante? ¿No es posible crear una
atmósfera más sencilla, fraterna y amable en la Iglesia ? ¿Qué lo impide?
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
3 de noviembre de 2002
ES
RESPONSABILIDAD MÍA
Ellos no
hacen lo que dicen.
No son pocos los que se han
alejado de la fe escandalizados o decepcionados por la actuación de una Iglesia
que, según ellos, no es fiel al evangelio, ni actúa en coherencia con lo que
predica. También Jesús criticó con fuerza a los dirigentes religiosos: «No
hacen lo que dicen». Sólo que Jesús no se quedó ahí. Siguió buscando y llamando
a todos a una vida más digna y responsable ante Dios.
A lo largo de los años también yo
he podido conocer, incluso de cerca, actuaciones de la Iglesia poco coherentes
con el evangelio. A veces me han escandalizado, otras me han hecho daño, casi
siempre me han llenado de pena. Hoy, sin embargo, comprendo mejor que nunca que
la mediocridad de la Iglesia no justifica la mediocridad de mi fe.
La Iglesia tendrá que cambiar
mucho, pero lo importante es que cada uno reavivemos nuestra fe, que aprendamos
a creer de manera diferente, que no vivamos eludiendo a Dios, que sigamos con
honestidad las llamadas de la propia conciencia, que cambie nuestra manera de
mirar la vida, que descubramos lo esencial del evangelio y lo vivamos con gozo.
La Iglesia tendrá que superar sus
inercias y miedos para encamar el evangelio en la sociedad moderna, pero cada
uno hemos de descubrir que hoy se puede seguir a Cristo con más verdad que
nunca, sin falsos apoyos sociales y sin rutinas religiosas. Cada uno ha de
aprender a vivir de manera evangélica el trabajo y el erotismo, la actividad y
el silencio, sin dejar- se modelar por la sociedad y sin perder su identidad
cristiana en la frivolidad moderna.
La Iglesia tendrá que revisar a
fondo su fidelidad a Cristo, pero cada uno ha de verificar la calidad de su
adhesión a él. Cada uno ha de apreciar y cuidar su fe en el Dios revelado en
Jesús. El pecado y las miserias de la institución eclesial no me dispensan ni
me desresponsabilizan de nada. La decisión de abrirme a Dios o de rechazarlo es
sólo mía.
La Iglesia tendrá que despertar
su confianza y liberarse de cobardías y recelos que le impiden contagiar
esperanza en el mundo actual, pero cada uno es responsable de su alegría
interior. Cada uno ha de alimentar su esperanza acudiendo a la verdadera
fuente.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
31 de octubre de 1999
DICEN Y
NO HACEN
Dicen y
no hacen.
Jesús ha desenmascarado siempre
la mentira que ha encontrado en su caminar diario, pero nunca lo ha hecho con
más violencia que cuando se ha enfrentado a los dirigentes de la sociedad. No
soporta la actuación de aquéllos que «han
sentado cátedra» en medio del pueblo para exigir a los demás lo que ellos
mismos no viven. Jesús condena su descarada incoherencia. «Dicen y no hacen.» Hay una profunda división entre lo que enseñan
y lo que practican, entre lo que pretenden de los demás y lo que se exigen a sí
mismos.
Las palabras de Jesús no han
perdido actualidad. El pueblo sigue escuchando a dirigentes que «no hacen lo que dicen». Defensores del
orden cuya vida es desordenada. Proclamado- res de justicia cuyas actuaciones
están al margen de todo lo que es justo. Educadores cuya conducta deseduca a
quienes la conocen. Reformadores incapaces de reformar su propia vida.
Revolucionarios que no se plantean una transformación radical de su existencia.
Socialistas que no han «socializado» mínimamente su vida.
Pero, no hemos de olvidar que la
invectiva de Jesús se din- ge de manera directa a los dirigentes religiosos.
Porque también en nuestra Iglesia hay quienes viven obsesionados por aplicar a
otros la ley con rigorismo sin preocuparse tanto de vivir la radicalidad del
seguimiento a Jesús. También hoy se levantan maestros que detectan «herejías
ocultas» y diagnostican supuestos peligros para la ortodoxia, sin ayudar luego
positivamente a vivir con fidelidad la adhesión a Jesucristo. También hoy se
condena con rigor desde ciertas cátedras el pecado de los pequeños y débiles, y
se olvidan escandalosamente las injusticias de los poderosos.
Nuestra sociedad no necesita
predicadores de palabras hermosas, sino dirigentes que, con su propia conducta,
impulsen una verdadera transformación social. Nuestra Iglesia no necesita tanto
moralistas minuciosos y teólogos ortodoxos cuanto creyentes verdaderos que con
su vida irradien un aire más evangélico. Hombres y mujeres que vivan su fe.
Necesitamos «maestros de vida». Creyentes de existencia convincente. «Con su vuelta a lo esencial del Evangelio,
con su cordialidad y sinceridad habrán hecho posible la “desintoxicación” de la
atmósfera en la Iglesia »
(L. Boros).
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
3 de noviembre de 1996
CRISTIANISMO
SIN CRISTO
Uno solo
es vuestro Maestro.
Si me preguntaran cuál es la
experiencia básica de la que arranca la fe cristiana, diría más o menos esto:
una persona comienza a hacerse cristiana cuando descubre a Jesucristo como
Maestro y Amigo, y experimenta en él la cercanía de un Dios Salvador.
Por eso pienso que nuestro riesgo
más grave es vivir un cristianismo donde hay de todo, pero donde falta
precisamente Cristo. De hecho, hay cristianos que se mueven en una atmósfera
religiosa de creencias, convicciones y ritos de indudable valor, pero que no
pueden siquiera sospechar cómo se transformaría su existencia si conocieran la
adhesión viva a la persona de Cristo. Les parecería descubrir una nueva
religión.
Con frecuencia, Jesús no es
amado, sentido ni venerado de una forma que pueda recordar, aunque sea de
lejos, la experiencia que se vivió en las primeras comunidades cristianas.
Jesucristo es considerado como el fundador de la Iglesia y de los
sacramentos o el portador de una nueva moral, pero no ocupa el centro
existencial de la vida de los creyentes. No es el que inspira su vida desde
dentro ni el que sostiene su esperanza.
Por eso, no basta la adhesión
doctrinal a Jesucristo. No es suficiente «creer cosas» acerca de él, afirmar
que hizo milagros, que fue crucificado o que resucitó. Es necesario conocerle,
creer en él, inspirarse en su evangelio, seguir sus pasos, fundamentar en él
nuestra esperanza.
Pensemos en lo que sucede no
pocas veces. Cada domingo el sacerdote predica su homilía, los fieles la oyen
y, más de una vez, todos salen de la iglesia sin haber escuchado al único
importante: Jesucristo. Se lee el Evangelio, pero no se acoge interiormente la Palabra , se celebra la
liturgia pero no se interioriza el misterio de salvación que allí acontece. Se
canta con la boca y se recitan oraciones con los labios, pero el corazón está
ausente.
Por eso, es necesario que en la Iglesia de hoy escuchemos
las palabras de Jesús: «Uno solo es
vuestro Maestro», «Uno solo es vuestro Señor, Cristo». Hoy como en tiempos
de San Pablo, Cristo es «escándalo» y «necedad» para no pocos, pero, ¿es
realmente «fuerza de Dios» y «sabiduría de Dios» para aquellos que decimos
creer en él? La revitalización del cristianismo contemporáneo sólo nacerá del
retorno a la persona viva de Jesucristo.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
31 de octubre de 1993
RABINISMO
Lían
fardos pesados e insoportables.
Una de las críticas más duras de
Jesús a los rabinos de su tiempo es la de que imponen al pueblo la moral
mosaica, pero luego no le ayudan realmente a vivir de manera más humana. Estas
son sus palabras: «Ellos lían fardos
pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros; pero no
están dispuestos a mover un dedo para empujar.»
Esta actitud de Jesús significa,
según los exégetas, una llamada de alerta a su Iglesia ante uno de los defectos
más graves de un peligroso «rabinismo cristiano» (W. Grundmann), que siempre puede brotar en la comunidad eclesial.
Por eso, no basta la insistencia
doctrinal y, mucho menos, la condena desabrida o la indignación amargada ante
la inmoralidad del mundo moderno. El hombre de hoy no necesita sólo condena,
sino fuerzas para cambiar. Y los cristianos nos hemos de esforzar por mostrar
prácticamente, con nuestras vidas, que la moral cristiana no es un conjunto de
arbitrariedades impuestas por Dios para «fastidiar» al hombre, sino la manera
más sana y acertada de vivir.
Por otra parte, en unos tiempos
en los que al hombre se le hace difícil creer en Dios, los creyentes hemos de
saber contagiar la experiencia gozosa, radiante y liberadora de ese Misterio de
amor que llamamos Dios. Si un hombre no ha hecho ni siquiera inicialmente la
experiencia de ese Dios que libera de la soledad, la desesperanza y el miedo
más profundos, ¿cómo podrá entender «los
mandamientos de Dios»? Quizás pueda comprender que la violación de ciertas
normas morales es Sa, pero nunca podrá captar lo que el cristianismo quiere
decir al hablar del pecado y la culpa ante Dios.
Por eso, es importante que la
palabra moral de la Iglesia ,
dicha con valentía y claridad, sea, al mismo tiempo, expuesta de manera que no
produzca la falsa imagen de un Dios rigorista y mezquino. La palabra y el
testimonio de los cristianos no deben nunca dejar dudas sobre la bondad y la
misericordia de Dios.
Hemos de agradecer a Juan Pablo II que, en su reciente
encíclica «Veritatis splendor»,
después de exponer los fundamentos de la moral cristiana, nos haya recordado a
todos que «en la palabra pronunciada por la Iglesia » ha de resonar «la voz del Dios que “sólo
es el Bueno”, que sólo “es el amor”».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
4 de noviembre de 1990
PRESERVATIVOS
Lían fardos pesados e insoportables.
Desde muchos frentes se critica
hoy la moral sexual predicada por el cristianismo. Y la Iglesia ha de escuchar,
ciertamente, la parte de verdad que se encierra en esa crítica al carácter
legalista de determinados planteamientos, al desarrollo de una culpabilidad
malsana o a la utilización del miedo para presionar las conciencias.
Pero, ¿cuál es el mensaje que
predican «los nuevos moralistas», una vez arrinconada la tan denostada «moral
judeo-cristiana»?
La ley suprema parece ser ahora
el máximo goce. La autodisciplina sexual ha de ser sustituida por una
permisividad sin fronteras. Lo importante es buscar una relación pragmática y
placentera entre los sexos.
No resulta sorprendente que esta
sociedad sólo sepa ofrecer preservativos a esos adolescentes a los que ella
misma arrastra hacia una vida sexual desquiciada.
Desde hace unos días, anuncios
televisivos, cuñas radiofónicas, canciones juveniles, pegatinas y camisetas
acompañan la distribución gratuita de más de un millón y medio de preservativos
para que aprendan prácticamente a evitar gonorreas, sida, hongos y embarazos no
deseados.
Pero, ¿ésa es precisamente la
campaña que los adolescentes necesitan para vivir una vida más sana y feliz?
¿Son sólo ésos los riesgos de los que han de «preservarse»?
Los responsables de la campaña
pregonan solemnemente que se trata de «crear cultura», pero, ¿no nos han
advertido voces tan poco sospechosas como las de Rof Carballo que «el
mal supremo de nuestra cultura es la frivolidad, la trivialidad»?
Cierta prensa aplaude el proyecto
porque «introduce racionalidad en el coito de los adolescentes», pero, ¿no
introduce, al mismo tiempo, nuevas frustraciones y vacíos en chicos y chicas
que, habituados al contacto sexual fácil y frívolo, quedan incapacitados, a
veces de manera decisiva, para un amor hondo y estable?
La campaña seguirá suscitando
aplausos y condenas, pero ¿quién está junto a estos adolescentes cultivando
positivamente una libertad disciplinada que les ayude a desplegar toda su
capacidad de amar? ¿Quién se acerca a ellos en los momentos difíciles para
escuchar sus frustraciones, potenciar su autoestima y orientarles en el difícil
aprendizaje sexual en medio de esta sociedad?
La crítica de Jesús a los
letrados de su tiempo es aplicable a los dirigentes de todas las épocas.
Estamos echando «fardos pesados e insoportables» sobre los hombros de estos
chicos y chicas, y, luego, no parecemos muy «dispuestos a mover un dedo» para
ayudarles a vivir de manera más saludable.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
¿QUE
APRENDERAN?
Uno sólo
es vuestro maestro.
Desde hace unas semanas, miles de
niños y jóvenes llenan de nuevo las aulas de nuestros colegios, escuelas e
ikastolas. Día tras día se sientan ante sus profesores y educadores para
aprender. Pero ¿aprender qué?
Tal vez, todo menos lo más
importante que es aprender a vivir. No nos damos cuenta de que, con frecuencia,
a estos niños que acaban de recibir el regalo de la vida, les estamos
proporcionando “un manual de instrucciones para su uso», totalmente
disparatado.
Si siguen muchas de nuestras
instrucciones, están condenados a no conocer nunca la felicidad. Ya no podrán
sospechar siquiera que es posible disfrutar de la vida sin dinero. Se sentirán
frustrados si no pueden ir satisfaciendo todos y cada uno de sus pequeños
caprichos. Se creerán fracasados si no pueden cumplirse sus ambiciones.
Casi sin darnos cuenta, los
iremos programando para la competitividad, la rivalidad, el éxito y el poder.
Les animaremos a “sacar sobresaliente» y a entender la vida como una carrera en
la que la mayor desgracia es quedarse “descolgado”.
Les enseñaremos a subir “al tren
de la vida» y les instruiremos sobre cómo se han de comportar dentro de cada
departamento, pero ¿quién les dirá hacia dónde se dirige ese tren alocado?
En su Exhortación pastoral con
motivo del comienzo del curso, el Obispo de nuestra diócesis decía que «la
comunicación ha de ser el cauce privilegiado para la acción educativa». La
pregunta surge espontánea: ¿Qué pueden aprender las nuevas generaciones al
comunicarse con nosotros?
¿Cómo contagiarles el gozo
verdadero de la vida si nos ven ocupados estúpidamente en mil asuntos y
negocios sin saborear apenas nunca el amor, la belleza y la amistad?
¿Cómo educarlos para la paz si
sufren nuestra violencia, nuestra irritación y toda clase de agresividades?
¿Cómo sensibilizar su corazón a
todo lo bueno, lo bello, lo digno, si ven que, para sentirnos vivos, necesitamos
toda clase de drogas, excepto, naturalmente, las tres o cuatro que hemos de
condenar de manera tajante?
¿Cuáles son las grandes
convicciones que, con toda verdad y honradez, les podemos mostrar como
horizonte y sentido de nuestra vida? ¿Qué Dios pueden descubrir en el fondo de
nuestras creencias y de nuestra vida?
La frase de Jesús nos sigue
interpelando a todos: «No os dejéis llamar maestro porque uno sólo es vuestro
maestro”. Para los cristianos, sólo Jesucristo es el verdadero Maestro. De él
hemos de aprender a vivir todos más humanamente si queremos enseñar algo digno
a las nuevas generaciones.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
4 de noviembre de 1984
REAJUSTE
EN LA IGLESIA
Todos
vosotros sois hermanos...
Durante muchos años hemos
conocido entre nosotros un clero numeroso y activo. Esta realidad que, por una
parte, ha sido tan valiosa y enriquecedora para nuestra iglesia, ha provocado
sin embargo una postura de pasividad y falta de protagonismo en el resto de la
comunidad creyente.
Nos hemos acostumbrado a pensar
que son los sacerdotes los únicos protagonistas y responsables de la vida y la
marcha de la iglesia. Ellos son los que saben qué hay que hacer. Ellos los
únicos que han de pensar, programar y hacerlo todo.
La iglesia la hemos entendido
como una gran pirámide donde toda la responsabilidad parece recaer en el Papa,
los Obispos y los sacerdotes. Sólo en la base de la pirámide están los fieles
dispuestos a escuchar, aprender y recibir todo lo que se les indique.
Sin embargo, esta imagen
piramidal no responde al deseo original de Jesús ni refleja bien el misterio de
la iglesia llamada a ser, antes que nada, comunidad
fraterna.
Jesús ha pensado más bien en una
iglesia donde nadie se sienta «padre» ni «maestro» ni «jefe». Una iglesia hecha
de hermanos donde todos han de encontrar su sitio y su tarea de servicio a los
demás.
Por eso, nadie ha de pretender en
la comunidad cristiana monopolizar toda la responsabilidad ni acaparar todas
las tareas. Y nadie ha de considerarse miembro innecesario o pasivo.
Todos estamos llamados a
participar activamente pues todos somos responsables de la iglesia y de su
misión, aunque no todos seamos responsables de la misma manera.
Esto nos exige a todos un cambio
y una conversión. Los seglares han de ir asumiendo su propia responsabilidad,
colaborando con interés y generosidad, sin rehuir las tareas y funciones que
les corresponden.
Por su parte, los sacerdotes
hemos de aprender a trabajar no sólo para los fieles sino con los fieles. Hemos
de aprender a ser sacerdotes en una iglesia más corresponsable, valorando el
papel de los seglares, promoviendo su participación activa y confiándoles una
responsabilidad mayor. Los sacerdotes somos responsables de que todos sean
responsables.
Esta es una de nuestras grandes
tareas en la iglesia: ir encontrando cada uno nuestro verdadero sitio en la
comunidad cristiana para colaborar de manera fraterna y corresponsable en la
vida y la misión de nuestra iglesia.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
INCOHERENTES
Dicen y
no hacen.
Jesús ha desenmascarado la
mentira que ha encontrado en su caminar diario, pero nunca lo ha hecho con más
violencia que cuando se ha enfrentado a los dirigentes de aquella sociedad.
No soporta la actuación de
aquéllos que «han sentado cátedra» en medio del pueblo para exigir a los demás
lo que ellos mismos no viven.
Jesús condena su descarada
incoherencia. «Dicen y no hacen». Hay
una profunda división entre lo que enseñan y lo que practican, entre lo que
pretenden de los demás y lo que se exigen a sí mismos.
Las palabras de Jesús no han
perdido actualidad. El pueblo sigue escuchando a dirigentes que «no hacen lo
que dicen».
Defensores del orden cuya vida es
desordenada. Proclamadores de justicia cuyas actuaciones están al margen de
todo lo que es justo. Educadores cuya conducta deseduca a quienes la conocen.
Reformadores incapaces de
reformar su propia vida. Revolucionarios que no se plantean una transformación
radical de su existencia. Socialistas que no han «socializado» mínimamente su
vida.
Pero, no deberíamos olvidar que
la invectiva de Jesús se dirige de manera directa a los dirigentes religiosos.
Porque también en nuestra iglesia hay quienes viven obsesionados por aplicar a
otros la ley con rigorismo (admisión de los divorciados a los sacramentos,
práctica de la confesión individual...) sin preocuparse tanto de vivir la
radicalidad del seguimiento a Jesús.
También hoy se levantan maestros
que detectan «herejías ocultas» y diagnostican supuestos peligros para la
ortodoxia, sin ayudar luego positivamente a vivir con fidelidad la adhesión a
Jesucristo.
También hoy se condena con rigor
desde ciertas cátedras el pecado de ios pequeños y débiles, y se olvidan
escandalosamente las injusticias de los poderosos.
Nuestra sociedad no necesita
demagogos declamadores de palabras hermosas sino, dirigentes que, con su propia
conducta, impulsen una verdadera transformación social.
Nuestra iglesia no necesita tinto
moralistas minuciosos y teólogos ortodoxos cuanto creyentes verdaderos que con
su vida irradien un aire más evangélico. Hombres y mujeres que vivan su fe.
Necesitamos «maestros de vida».
Creyentes de existencia convincente. «Con su vuelta a lo esencial del
evangelio, con su cordialidad y sinceridad habrán hecho posible la
‘desintoxicación’ de la atmósfera en la Iglesia » (L.
Boros).
José Antonio Pagola
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