El próximo 2 de octubre a las 19:30 horas, José Antonio Pagola dará la conferencia "Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción", en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela.
Quedáis todos invitados.
Guión de la conferencia.
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¡Volver a Jesús! Retomar la frescura inicial del evangelio.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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26º domingo Tiempo ordinario (A)
La Iglesia anda
ocupada, con frecuencia, en cuestiones que pertenecen a la «epidermis de la
fe», pero apenas ayuda a vivir la experiencia de un encuentro vivo con el Dios
de Jesucristo. La acción pastoral se resiente a veces de una falta alarmante de
«atención a lo interior». Se ofrece doctrina religiosa, se dictan orientaciones
morales, se promueven celebraciones litúrgicas, pero ¿cuándo y cómo comunica la Iglesia esta experiencia
nueva y buena de un Dios Salvador, que tanto necesita el hombre de hoy?
EVANGELIO
Recapacitó y fue.
+ Lectura del
santo evangelio según san Mateo 21, 28-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos
sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
-«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos.
Se acercó al primero y le dijo:
"Hijo, ve hoy a trabajar en la
viña" Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó
y fue.
Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le
contestó: "Voy, señor" Pero no fue.
¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron:
-«El primero.»
Jesús les dijo:
-«Os aseguro que los publicanos y las
prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino
Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en
cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto,
vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»
Palabra del Señor.
HOMILIA
2013-2014 -
28 de septiembre de 2014
POR DELANTE DE NOSOTROS
Un día Jesús pronunció estas duras palabras contra los dirigentes religiosos de su pueblo: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de de Dios”. Hace unos años pude comprobar que la afirmación de Jesús no es una exageración.
Un grupo de prostitutas de diferentes países, acompañadas por algunas Hermanas Oblatas, reflexionaron sobre Jesús con la ayuda del libro Jesús. Aproximación histórica. Todavía me conmueve la fuerza y el atractivo que tiene Jesús para estas mujeres de alma sencilla y corazón bueno. Rescato algunos de sus testimonios.
“Me sentía sucia, vacía y poca cosa, todo el mundo me usaba. Ahora me siento con ganas de seguir viviendo porque Dios sabe mucho de mi sufrimiento... Dios está dentro de mí. Dios está dentro de mí. Dios está dentro de mí. ¡Este Jesús me entiende!...”
“Ahora, cuando llego a casa después del trabajo, me lavo con agua muy caliente para arrancar de mi piel la suciedad y después le rezo a este Jesús porque él sí me entiende y sabe mucho de mi sufrimiento... Jesús, quiero cambiar de vida, guíame porque tú solo conoces mi futuro...”
“Yo pido a Jesús todo el día que me aparte de este modo de vida. Siempre que me ocurre algo, yo le llamo y él me ayuda. El está cerca de mí, es maravilloso... Él me lleva en sus manos, él me carga, siento la presencia de él...”
“En la madrugada es cuando más hablo con él. Él me escucha mejor porque en este horario la gente duerme. Él está aquí, no duerme. Él siempre está aquí. A puerta cerrada, me arrodillo y le pido que merezca su ayuda, que me perdone, que yo lucharé por él...”
“Un día yo estaba apoyada en la plaza y dije: Oh, Dios mío, ¿será que yo solo sirvo para esto? ¿Solo para la prostitución?... Entonces es el momento en que más sentí a Dios cargándome, ¿entendiste?, transformándome. Fue en aquel momento. Tanto que yo no me olvido. ¿Entendiste?...”
“Yo ahora hablo con Jesús y le digo: aquí estoy, acompáñame. Tú viste lo que le sucedió a mi compañera (se refiere a una compañera asesinada en un hotel). Te ruego por ella y pido que nada malo suceda a mis compañeras, Yo no hablo, pero pido por ellas pues ellas son personas como yo...”
“Estoy furiosa, triste, dolida, rechazada, nadie me quiere, no sé a quien culpar, o sería mejor odiar a la gente y a mí, o al mundo. Fíjate, desde que era niña yo creí en Ti y has permitido que esto me pasara... Te doy otra oportunidad para protegerme ahora. Bien, yo te perdono, pero por favor no me dejes de nuevo...”
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 -
25 de septiembre de 2011
EL
PELIGRO DE LA RELIGIÓN
Jesús lleva unos días en
Jerusalén moviéndose en los alrededores del templo. No encuentra por las calles
la acogida amistosa de las aldeas de Galilea. Los dirigentes religiosos que se
cruzan en su camino tratan de desautorizarlo ante la gente sencilla de la
capital. No descansarán hasta enviarlo a la cruz.
Jesús no pierde la paz. Con
paciencia incansable sigue llamándolos a la conversión. Les cuenta una anécdota
sencilla que se le acaba de ocurrir al verlos: la conversación de un padre que
pide a sus dos hijos que vayan a trabajar a la viña de la familia.
El primero rechaza al padre con
una negativa tajante: «No quiero». No le da explicación
alguna. Sencillamente no le da la gana. Sin embargo, más tarde reflexiona, se
da cuenta de que está rechazando a su padre y, arrepentido, marcha a la viña.
El segundo atiende amablemente la
petición de su padre: «Voy, señor». Parece dispuesto a cumplir
sus deseos, pero pronto se olvida de lo que ha dicho. No vuelve a pensar en su
padre. Todo queda en palabras. No marcha a la viña.
Por si no han entendido su
mensaje, Jesús dirigiéndose a «los sumos sacerdotes y a los ancianos del
pueblo», les aplica de manera directa y provocativa la parábola: «Os
aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el
camino del reino de Dios». Quiere que reconozcan su resistencia a
entrar en el proyecto del Padre.
Ellos son los
"profesionales" de la religión: los que han dicho un gran
"sí" al Dios del templo, los especialistas del culto, los guardianes
de la ley. No sienten necesidad de convertirse. Por eso, cuando ha venido el
profeta Juan a preparar los caminos a Dios, le han dicho "no"; cuando
ha llegado Jesús invitándolos a entrar en su reino, siguen diciendo
"no".
Por el contrario, los publicanos
y las prostitutas son los "profesionales del pecado": los que han
dicho un gran "no" al Dios de la religión; los que se han colocado
fuera de la ley y del culto santo. Sin embargo, su corazón se ha mantenido
abierto a la conversión. Cuando ha venido Juan han creído en él; al llegar
Jesús lo han acogido.
La religión no siempre conduce a
hacer la voluntad del Padre. Nos podemos sentir seguros en el cumplimiento de
nuestros deberes religiosos y acostumbrarnos a pensar que nosotros no
necesitamos convertirnos ni cambiar. Son los alejados de la religión los que
han de hacerlo. Por eso es tan peligroso sustituir la escucha del Evangelio por
la piedad religiosa. Lo dijo Jesús: "No todo el que me diga
"Señor", "Señor" entrará en el reino de Dios, sino el que
haga la voluntad de mi Padre del cielo"
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 - Recreados por
Jesús
28 de septiembre de 2008
VAN POR
DELANTE
Las
prostitutas os llevan la delantera.
La parábola es tan simple que
parece poco digna de un gran profeta como Jesús. Sin embargo, no está dirigida
al grupo de niños que corretea a su alrededor, sino a «los sumos sacerdotes y
ancianos del pueblo» que lo acosan cuando se acerca al templo.
Según el relato, un padre pide a
dos de sus hijos que vayan a trabajar a su viña. El primero le responde
bruscamente: «No quiero», pero no se olvida de la llamada del padre y termina
trabajando en la viña. El segundo reacciona con una disponibilidad admirable:
«Por supuesto que voy, señor»; pero todo se queda en palabras. Nadie lo verá
trabajando en la viña.
El mensaje de la parábola es
claro. También los dirigentes religiosos que escuchan a Jesús están de acuerdo.
Ante Dios, lo importante no es «hablar» sino «hacer». Para cumplir la voluntad
del Padre del cielo, lo decisivo no son las palabras, promesas y rezos, sino
los hechos y la vida cotidiana.
Lo sorprendente es la aplicación
de Jesús. Sus palabras no pueden ser más duras. Sólo las recoge el evangelista
Mateo, pero no hay duda de que provienen de Jesús. Sólo él tenía esa libertad
frente a los dirigentes religiosos: «Os
aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el
camino del reino de Dios».
Jesús está hablando desde su
propia experiencia. Los dirigentes religiosos han dicho «sí» a Dios. Son los
primeros en hablar de él, de su ley y de su templo. Pero, cuando Jesús los
llama a «buscar el reino de Dios y su justicia», se cierran a su mensaje y no
entran por ese camino. Dicen «no» a Dios con su resistencia a Jesús.
Los recaudadores y prostitutas
han dicho «no» a Dios. Viven fuera de la ley, están excluidos del templo. Sin
embargo, cuando Jesús les ofrece la amistad de Dios, escuchan su llamada y dan
pasos hacia la conversión. Para Jesús, no hay duda: el recaudador Zaqueo, la
prostituta que ha regado con lágrimas sus pies y tantos otros... van por delante en «el camino del reino
de Dios».
En este camino van por delante,
no quienes hacen solemnes profesiones de fe, sino los que se abren a Jesús
dando pasos concretos de conversión al proyecto de Dios.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
25 de septiembre de 2005
LAS COSAS
NO SON LO QUE PARECEN
Las
prostitutas os llevan la delantera.
La parábola es una de las más
claras y simples. Un padre se acerca a sus dos hijos para pedirles que vayan a
trabajar a la viña. El primero le responde con una negativa rotunda: «No quiero». Luego, lo piensa mejor y va
a trabajar. El segundo reacciona con una docilidad ostentosa: «Por supuesto que voy, senior». Sin
embargo, todo se queda en palabras pues no va a la viña.
También el mensaje de la parábola
es claro y fuera de toda discusión. Ante Dios, lo importante no es «hablar»
sino hacer; lo decisivo no es prometer o confesar, sino cumplir su voluntad.
Las palabras de Jesús no tienen nada de original. Toda la tradición rabínica lo
repite: «Los justos dicen poco y hacen mucho. Los impíos dicen mucho y no hacen
nada».
Lo original es la aplicación que,
según el evangelista Mateo, lanza Jesús a los dirigentes religiosos de aquella
sociedad: «Os aseguro: los publicanos y
las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios».
¿Será verdad lo que dice Jesús?
Los escribas hablan
constantemente de la ley: el nombre de Dios está siempre en sus labios. Los
sacerdotes del templo alaban a Dios sin descanso; su boca está llena de salmos.
Nadie dudaría de que están haciendo la voluntad del Padre. Pero las cosas no
son siempre como parecen. Los recaudadores y las prostitutas no hablan a nadie
de Dios. Hace tiempo que han olvidado su ley. Son pecadores despreciados por
todos. Sin embargo, según Jesús van por delante en el camino del reino de Dios.
Tal vez, porque saben estar junto a los despreciados y tener compasión de los
perdidos. Es exactamente lo que quiere el Padre.
¿Qué importará el credo que
pronuncian nuestros labios si vivimos sin compasión, ocupados sólo en nuestro
bienestar, sin parecernos al Padre que sufre con los que sufren? ¿Qué
importarán las peticiones que dirigimos a Dios para que traiga al mundo paz y
justicia, si luego apenas hacemos nada por construir una vida más digna como él
quiere para todos?
Los cristianos hemos llenado de
palabras muy hermosas la historia de veinte siglos. Hemos construido sistemas
impresionantes que recogen la doctrina cristiana con profundos conceptos. Sin
embargo hoy y siempre, la verdadera voluntad del Padre la hacen aquellos que
traducen en hechos el evangelio de Jesús.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
29 de septiembre de 2002
PROFESIONALES
DE LA RELIGIÓN
Los
publicanos y las prostitutas os llevan la delantera.
La parábola de Jesús es breve y
clara. Un padre envía a sus hijos a trabajar en su viña. El primero le
responde: «No quiero», pero después
se arrepiente y va. El segundo le dice: «Ya
voy», pero luego no marcha a trabajar. Jesús pregunta: ¿Quién de los dos
hizo la voluntad del padre?
La parábola, dirigida por Jesús a
los sacerdotes y dirigentes religiosos de Israel, es una fuerte crítica a los
«profesionales» de la religión, que tienen continuamente en sus labios el
nombre de Dios pero, acostumbrados a la religión, terminan por olvidar o ser
insensibles a la verdadera voluntad del Padre del cielo.
Según Jesús, lo único que Dios
quiere es que sus hijos e hijas vivan desde ahora una vida digna y dichosa. Ése
es siempre el criterio para actuar según su voluntad. Si alguien ayuda a las
personas a vivir, si trata a todos con respeto y comprensión, si contagia
confianza y contribuye a una vida más humana, está «haciendo» lo que desea el
Padre.
Jesús advierte muchas veces a los
escribas, sacerdotes y dirigentes religiosos de uno de los peligros que
amenazan a los «profesionales» de la religión: hablan mucho de Dios, creen
saberlo todo de él, predican en su nombre la ley, el orden y la moral. Pueden
ser personas celosas y diligentes, pero pueden terminar haciendo la vida de las
personas más dura y penosa de lo que ya es.
No es mala voluntad, pero hay un
modo de entender lo religioso que no contribuye a una vida más plena y digna.
Hay personas muy «religiosas» que acusan, amenazan y hasta condenan en nombre
de Dios, sin despertar nunca en el corazón de nadie el deseo de una vida más
elevada. En esa forma de entender la religión, todo parece estar en orden, todo
es perfecto, todo se ajusta a la ley, pero al mismo tiempo, todo es frío y
rígido, nada invita a la vida.
Al terminar la parábola, Jesús
añade estas palabras terribles: «Los
publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de
Dios». Los excluidos oficialmente del ideal religioso, los que no saben
cómo poner en orden su vida, los que aparentemente tienen poco que ver con
Dios, están más cerca de él que los teólogos y sacerdotes, pues entienden y
acogen mejor la comprensión y la bondad de Dios con todos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
26 de septiembre de 1999
SERÉIS
LOS PRIMEROS
Las
prostitutas os llevan la delantera.
Jesús conoció una sociedad
estratificada, llena de barreras de separación y atravesada por complejas
discriminaciones. En ella encontramos judíos que pueden entrar en el templo y
paganos excluidos del culto. Personas «puras» con las que se puede tratar, y
personas «impuras» a las que hay que eludir. «Prójimos» a los que se debe amar,
y «no prójimos» a los que se puede abandonar. Hombres «piadosos» observantes de
la ley, y «gentes malditas» que ni conocen ni cumplen lo prescrito. Personas
«sanas» bendecidas por Dios, y «enfermos» malditos de Yahvé. Personas «justas»,
y hombres y mujeres «pecadores», de profesión deshonrosa.
La actuación de Jesús en esta
sociedad resulta tan sorprendente que todavía hoy nos resistimos a aceptarla.
No adopta la postura de los grupos fariseos que evitan todo contacto con
impuros y pecadores. No sigue la actitud elitista de Qumrán donde se redactan
listas precisas de los que quedan excluidos de la comunidad.
Jesús se acerca precisamente a
los más discriminados. Se sienta a comer con publicanos. Se deja besar los pies
por una pecadora. Toca con su mano a los leprosos. Busca salvar «lo que está perdido». La gente lo llama
«amigo de pecadores». Con una
insistencia provocativa va repitiendo que «los
últimos serán los primeros», que «el
hijo perdido» entrará en la fiesta y el observante quedará fuera, que los
publicanos y las prostitutas van por delante de los justos en el camino del
reino de Dios.
¿Quién sospecha hoy realmente que
los alcohólicos, vagabundos y pordioseros, y todos los que forman el desecho de
la sociedad, puedan ser un día los primeros? ¿Quién se atreve a pensar que las
prostitutas, los heroinómanos o los afectados por el SIDA pueden preceder a no
pocos cristianos de «vida íntegra»?
Sin embargo, aunque ya casi nadie
os lo diga, vosotros, los indeseables y anatematizados, tenéis que saber que el
Dios revelado en Jesucristo sigue siendo realmente vuestro amigo. Vosotros podéis «entender» y acoger el perdón de
Dios mejor que muchos cristianos que no sienten necesidad de arrepentir- se de
nada.
Cuando nosotros os evitamos, Dios
se os acerca. Cuando nosotros os humillamos, Él os defiende. Cuando os
despreciamos, os acoge. En lo más oscuro de vuestra noche no estáis solos. En
lo más profundo de vuestra humillación, no estáis abandonados. No hay sitio
para vosotros en nuestra sociedad ni en nuestro corazón. Por eso precisamente tenéis
un lugar privilegiado en el corazón de Dios.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
29 de septiembre de 1996
MÍSTICA
COTIDIANA
Un hombre
tenía dos hijos.
He tomado parte estos días en un
Congreso Internacional de Teología que, con muy poco ruido y sin apenas eco
social alguno, se ha celebrado en la ciudad de Ávila. No son tiempos para
interesarse por la teología y, menos aún, si se abordan temas tan «inútiles» y
poco prácticos como la evolución actual de la teología mística. Y, sin embargo,
estoy convencido de que en el Congreso resonaban los interrogantes más hondos
del hombre contemporáneo.
Dejando a un lado otras
cuestiones de carácter más específico y técnico, quiero levantar acta de dos
afirmaciones de fondo en que ha habido un consenso generalizado: la necesidad
de una profunda renovación espiritual en la Iglesia , y la búsqueda de una «mística» encarnada
en la vida real y concreta.
El Congreso ha sido contundente a
la hora de analizar el momento actual del cristianismo: una de las causas más
importantes del «desconcierto» de la
Iglesia y del «desmoronamiento» de la fe de no pocos es el
«vacío espiritual» o esa «ausencia de mística» analizada ampliamente por el
teólogo alemán E. Biser en su
importante libro «Pronóstico de la fe.
Orientaciones para la época postsecularizada» (Ed. Herder).
Sin embargo —y ésta ha sido otra
constante del Congreso—, nadie piensa en el retorno a una «mística
neoplatónica», o a un espiritualismo alejado del mundo real y ajeno a los
sufrimientos del hombre de hoy. La aportación de teólogos tan dispares como L. Bou yer, K. Rahner o H. Von Balthasar
ha dejado claro que las «experiencias subjetivas» poco añaden de sustancial o
verdaderamente importante a la unión del hombre con Dios, si falta una vida de
amor práctico y compasivo al hermano.
Uno de los congresistas recordaba
la «mística cotidiana» vivida por el judío Martín
Buber, gran místico de nuestro tiempo, y leía sus propias palabras: «He
abandonado o me ha abandonado a mí ‘lo religioso’ que sólo es excepción,
exceso, salida y éxtasis. No poseo ahora más que la realidad ordinaria... No
conozco más plenitud que la de la exigencia y responsabilidad de cada hora
mortal.»
Cuando volvía de Ávila, pensaba
que estas palabras de Buber son un
comentario excelente a la parábola de Jesús. De los dos hijos, sólo hace la
voluntad del padre el que, de hecho, va a trabajar a la viña. Ante Dios, lo
importante no son las palabras, los sentimientos, las grandes efusiones o
discursos, sino el amor real y efectivo vivido día a día, la «mística
cotidiana».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
26 de septiembre de 1993
ACEDIA
Un hombre
tenía dos hijos...
El cristianismo contemporáneo
está sometido hoy a críticas muy severas, incluso desde sectores que desconocen
por completo el verdadero sentido de la fe. Sin embargo, no siempre se menciona
lo que puede ser el pecado clave que paraliza la vida de muchos cristianos: la
apatía.
La fe queda viciada en su misma
raíz por una actitud difusa de abandono y negligencia. Son «cristianos» que se
niegan a vivir la alegría y la responsabilidad de su fe. Han renunciado hace ya
mucho tiempo a vivir un estilo de vida coherente con sus convicciones, y su
cristianismo se ha convertido en algo abstracto sin apenas repercusión en su
existencia diaria.
Probablemente la teología
medieval hubiera calificado su postura con el término de «acedía», que literalmente significa «descuido, desidia,
indolencia». Esta «acedía» encierra
una renuncia a vivir a la altura de la propia fe y juega un papel demoledor en
la vida cristiana pues genera tristeza, tedio, falta de gusto por las cosas del
espíritu y, en definitiva, aburrimiento religioso.
¿No es ésta la situación de
bastantes «cristianos» que viven como huyendo de su propia fe y abdicando de su
responsabilidad? Cristianos que viven su cristianismo «bajo mínimos’>,
reduciéndolo todo a una especie de «residuo religioso» que difícilmente puede
generar alegría y gozo interior. Personas que siguen confesándose creyentes pero
cuya vida está dictada por criterios y comportamientos que poco tienen que ver
con Jesucristo.
De ahí la actualidad de la
parábola de Jesús. Lo importante no son las palabras que pronuncian los
protagonistas del relato, sino la conducta real y efectiva. Sólo hace la
voluntad del padre el hijo que, de hecho, va a trabajar a la viña.
Ser creyente es bastante más que
confesar nuestra simpatía por algunos aspectos del cristianismo o proclamar
ligeramente «soy creyente pero no practicante». Expresiones como ésta indican
que no se ha comprendido en absoluto que «el Evangelio es una llamada a la
responsabilidad adulta» (Harvey Cox).
Por eso, tal vez el primer paso
que tiene que dar hoy el hombre o mujer que quiere tomar más en serio su vida y
su fe es pararse y responder a preguntas como éstas: ¿Quién quiero ser yo?
¿Cómo quiero orientar mi vida? ¿Qué quiero vivir?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
30 de septiembre de 1990
MIEDO A LA RELIGIÓN
Un hombre tenía dos
hijos...
Dorothee Sólle, tal vez la mujer teólogo de mayor prestigio en
nuestros días, habla en uno de sus libros de un fenómeno social claramente
observable en occidente: «el miedo a tener religión».
No está bien visto ocuparse de religión o
interesarse por el hecho religioso. La misma palabra «religión» despierta en
bastantes una actitud de defensa. Basta plantear la cuestión religiosa en un
grupo para provocar malestar, silencios tensos o un discreto desvío de la
conversación.
Practicar una religión, orar o celebrar la propia fe
es visto a menudo como un comportamiento desfasado e, incluso, impropio de un
hombre progresista.
La religión pertenece, en opinión de muchos, a un
estadio infantil de la humanidad ya superado, y no se comprende bien qué
función pueda tener en una sociedad más adulta y emancipada.
Este «miedo a tener religión» puede estar provocado
por factores socio-culturales diversos, pero la teólogo alemana cree ver una
raíz más profunda: el hombre occidental siente miedo «ante lo absoluto de la
exigencia que la religión recuerda».
Tenemos miedo a la religión porque tenemos miedo a
plantearnos la vida en toda su profundidad. Nos da miedo toda experiencia que pueda
poner en peligro nuestro pequeño mundo egoísta, descubrir el vacío de nuestra
vida y plantearnos exigencias radicales. Preferimos seguir «funcionando sin
alma», vivir sólo de pan, continuar muertos antes que exponernos al peligro de
estar vivos.
Pero hay otra manera de eludir las exigencias más
hondas de la existencia, y es confesar nuestra adhesión a una religión oficial
y sentirnos, por ello mismo, dispensados de escuchar las exigencias concretas
de Dios.
En la parábola de los dos hijos Jesús critica
precisamente la postura ambigua de quienes dicen «sí» a Dios con la boca para
luego decirle «no» con el comportamiento de cada día.
No hemos de sentirnos creyentes por el solo hecho de
confesarnos «católicos». El carácter religioso de nuestros padres, el ambiente
cristiano de la infancia o la educación recibida no son garantía de una fe auténtica.
K. Rahner solía decir de sí mismo que era un hombre «que
esperaba llegar a ser cristiano». Cuando, en cierta ocasión, le preguntaba un entrevistador
cómo podía hablar así después de más de cincuenta años dedicados a la
investigación teológica, Rahner explicaba que «ser cristiano quiere
decir siempre estar haciéndose cristiano».
Y luego, con esa humildad propia de los sabios, le
revelaba una oración que él mismo repetía y que, a su juicio, cualquier
cristiano, sacerdote, obispo o incluso el mismo papa puede hacer siempre: «Dios
mío, ayúdame a no contentarme con creer que soy cristiano, sino haz que llegue
a serlo de verdad».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
27 de septiembre de 1987
LAS
PROSTITUTAS POR DELANTE
Las prostitutas
os llevan la delantera.
Jesús conoció una sociedad
estratificada, llena de barreras de separación y atravesada por complejas
discriminaciones.
En ella encontramos judíos que
pueden entrar en el templo y paganos excluidos del culto. Personas “puras” con
las que se puede tratar y personas “impuras” a las que hay que eludir.
“Prójimos” a los que se debe amar y “no prójimos” a los que se puede abandonar.
Hombres “piadosos” observantes de
la ley y “gentes malditas” que ni conocen ni cumplen lo prescrito. Personas
“sanas” bendecidas por Dios y “enfermos” malditos de Yahvé. Personas “justas” y
hombres y mujeres «pecadores”, de profesión deshonrosa.
La actuación de Jesús en esta
sociedad resulta tan sorprendente que todavía hoy nos resistimos a aceptarla.
No adopta la postura de los
grupos fariseos que evitan todo contacto con impuros y pecadores. No sigue la
actitud elitista de Qumrán donde se redactan listas precisas de los que quedan
excluidos de la comunidad.
Jesús se acerca precisamente a
los más discriminados. Se sienta a comer con publicanos. Se deja besar los pies
por una pecadora. Toca con su mano a los leprosos. Busca salvar “lo que está
perdido”; La gente lo llama «amigo de pecadores».
Con una insistencia provocativa
va repitiendo que “los últimos serán los primeros”, que “el hijo perdido”
entrará en la fiesta y el observante quedará fuera, que los publicanos y las
prostitutas van por delante de los justos en el camino del Reino de Dios.
¿Quién sospecha hoy realmente que
los alcohólicos, vagabundos y pordioseros, y todos los que forman el desecho de
la sociedad, puedan ser un día los primeros? ¿Quién se atreve a pensar que las
prostitutas, los heroinómanos o los afectados por el SIDA pueden preceder a no
pocos cristianos de «vida íntegra”?
Sin embargo, aunque ya casi nadie
os lo diga, vosotros, los indeseables y anatematizados, tenéis que saber que el
Dios revelado en Jesucristo sigue siendo realmente vuestro amigo.
Vosotros podéis “entender» y
acoger el perdón de Dios mejor que muchos cristianos que no sienten necesidad
de arrepentirse de nada.
Cuando nosotros os evitamos, Dios
se os acerca. Cuando nosotros os humillamos, El os defiende. Cuando os
despreciamos, os acoge.
En lo más oscuro de vuestra noche
no estáis solos. En lo más profundo de vuestra humillación, no estáis
abandonados.
No hay sitio para vosotros en
nuestra sociedad ni en nuestro corazón. Por eso precisamente tenéis un lugar
privilegiado en el corazón de Dios.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
30 de septiembre de 1984
INSTALARSE
EN LA FE
Pero no
fue...
Son bastantes los cristianos que
terminan por instalarse cómodamente en su fe sin que su vida apenas se vea
afectada lo más mínimo por su relación con Dios.
Se diría que su fe es un añadido,
un complemento de lujo o una nostalgia que se conserva todavía de los años de
la infancia. Pero no algo nuclear que anima su vivir diario.
Cuántas veces la vida de los
cristianos queda cortada en dos. Actúan, se organizan y viven como todos los
demás a lo largo de los días, y el domingo dedican un cierto tiempo a dirigirse
a un Dios que está ausente de sus vidas el resto de la semana.
Cristianos que se desdoblan y
cambian de personalidad según se arrodillen para orar a Dios o se entreguen a
sus ocupaciones diarias. Dios no penetra en su vida familiar, en su trabajo, en
sus relaciones sociales, en sus proyectos o intereses.
La fe queda convertida así en una
costumbre, un reflejo, una «relajación semanal» como diría J. Onimus y, en cualquier caso, en una prudente medida de seguridad
para ese futuro que tal vez exista después de la muerte.
Todos hemos de preguntarnos con
sinceridad qué significa realmente Dios en nuestro diario vivir. Lo que se
opone a la verdadera fe no es, muchas veces, la increencia sino la falta de
vida.
¿Qué importa el credo que
pronuncian nuestros labios, si falta luego en nuestra vida un mínimo esfuerzo
de seguimiento sincero a Jesucristo?
¿Qué importa —nos dice Jesús en
su parábola— que un hijo diga a su padre que va a trabajar en la viña, si luego
en realidad no lo hace? Las palabras, por muy hermosas y conmovedoras que sean,
no dejan de ser palabras.
¿No hemos reducido, con
frecuencia, nuestra fe a palabras, ideas o sentimientos? ¿No hemos olvidado
demasiado que la fe es una actitud ante Dios que da un significado nuevo y una
orientación diferente a todo el comportamiento del hombre?
Los cristianos no deberíamos
ignorar que, en realidad, no creemos lo que decimos con los labios sino lo que
expresamos con nuestra vida entera.
Los creyentes hemos llenado de
palabras muy hermosas la historia de estos veinte siglos, hemos construido
sistemas doctrinales monumentales que recogen el pensamiento cristiano con
hondura, pero la verdadera fe hoy y siempre la viven aquellos hombres y mujeres
que saben traducir en hechos el evangelio.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
27 de septiembre de 1981
MAS QUE
PALABRAS
Después
se arrepintió y fue.
Los que hemos nacido en una
sociedad «cristiana» corremos el grave riesgo de no llegar a comprender
correctamente el significado y la verdad de nuestra fe.
Con frecuencia, nuestra visión
particular de la fe, elaborada desde los primeros años de la infancia, no es
sometida nunca a una verdadera revisión y no puede, por tanto, fácilmente ser
purificada de parcialidades y deformaciones quizás inevitables.
De ahí que muchos se sientan
«cristianos» por el mero hecho de afirmar verbalmente un credo o por estar
dispuestos a aceptar un conjunto de fórmulas cuyo sentido y valor tampoco
interesan demasiado.
Más de uno se considera cristiano
solamente porque en el fondo de su conciencia cree poseer la respuesta
verdadera al problema último del más allá.
Pero, entonces, la fe no es un
impulso para vivir prácticamente según la orientación evangélica. Al contrario,
puede convertirse en algo que alivia al individuo de la pesada tarea de buscar
por sí mismo el verdadero sentido de la vida, y de decidir prácticamente la
orientación de toda su conducta.
Erich Fromm habla de «los
felices propietarios de la fe verdadera» que aceptan su religión como un
«seguro de vida», sin que su fe sea impulso creativo y dinamizador de sus
personas.
De ahí la actualidad de la
parábola de Jesús. Lo importante no son, las palabras que pronuncian los dos
protagonistas del relato sino su conducta real. Sólo hace la voluntad del padre
el hijo que de hecho va a trabajar a la viña.
Ser creyente es algo más que
recitar fórmulas de fe o confesar nuestra simpatía por la concepción cristiana
de la vida.
No nos apresuremos a
considerarnos creyentes. La fe no es algo que se posee sino un proceso que se
vive. Más importante que confesarnos cristianos es esforzarse prácticamente por
llegar a serlo.
La parábola de Jesús nos obliga a
revisar nuestro cristianismo. La fe no consiste en pensar sino en recorrer el
camino seguido por el Maestro. Somos creyentes en la medida en que la fe
desencadena en nosotros una nueva manera de vivir siguiendo las huellas
trazadas por él.
José Antonio Pagola
HOMILIA
PROFESIONALES
DE LA RELIGIÓN
Los publicanos y las prostitutas os llevan la
delantera.
La parábola de Jesús es breve y
clara. Un padre envía a sus hijos a trabajar en su viña. El primero le
responde: «No quiero», pero después se arrepiente y va. El segundo le
dice: «Ya voy», pero luego no marcha a trabajar. Jesús pregunta: ¿Quién
de los dos hizo la voluntad del padre?
La parábola, dirigida por Jesús a
los sacerdotes y dirigentes religiosos de Israel, es una fuerte crítica a los
«profesionales» de la religión, que tienen continuamente en sus labios el
nombre de Dios pero, acostumbrados a la religión, terminan por olvidar o ser
insensibles a la verdadera voluntad del Padre del cielo. Según Jesús, lo único
que Dios quiere es que sus hijos e hijas vivan desde ahora una vida digna y
dichosa. Ése es siempre el criterio para actuar según su voluntad. Si alguien
ayuda a las personas a vivir, si trata a todos con respeto y comprensión, si
contagia confianza y contribuye a una vida más humana, está «haciendo» lo que
desea el Padre.
Jesús advierte muchas veces a los
escribas, sacerdotes y dirigentes religiosos de uno de los peligros que
amenazan a los «profesionales» de la religión: hablan mucho de Dios, creen
saberlo todo de él, predican en su nombre la ley, el orden y la moral. Pueden ser
personas celosas y diligentes, pero pueden terminar haciendo la vida de las
personas más dura y penosa de lo que ya es.
No es mala voluntad, pero hay un
modo de entender lo religioso que no contribuye a una vida más plena y digna.
Hay personas muy «religiosas» que acusan, amenazan y hasta condenan en nombre
de Dios, sin despertar nunca en el corazón de nadie el deseo de una vida más
elevada. En esa forma de entender la religión, todo parece estar en orden, todo
es perfecto, todo se ajusta a la ley, pero al mismo tiempo, todo es frío y
rígido, nada invita a la vida.
Al terminar la parábola, Jesús
añade estas palabras terribles: «Los publicanos y las prostitutas os llevan
la delantera en el camino del Reino de Dios». Los excluidos oficialmente
del ideal religioso, los que no saben cómo poner en orden su vida, los que
aparentemente tienen poco que ver con Dios, están más cerca de él que los
teólogos y sacerdotes, pues entienden y acogen mejor la comprensión y la bondad
de Dios con todos.
José Antonio Pagola
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