El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
15º domingo Tiempo ordinario (A)
EVANGELIO
Salió el sembrador a sembrar.
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Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 1-23 (lectura breve 13, 1-9)
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó
junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una
barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.
Les habló mucho rato en parábolas:
-«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar,
un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron.
Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde
apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero,
en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.
Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y
lo ahogaron.
El resto cayó en tierra buena y dio grano:
unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta.
El que tenga oídos que oiga.»
[Se le acercaron los discípulos y le
preguntaron:
-«¿Por qué les hablas en parábolas?»
Él les contestó:
-«A vosotros se os ha concedido conocer los
secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y
tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso
les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender.
Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: "Oiréis con los oídos sin
entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de
este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos,
ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo
los cure."
¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y
vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon
ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.
Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador:
Si uno escucha la palabra del reino sin
entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa
lo sembrado al borde del camino.
Lo sembrado en terreno pedregoso significa el
que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es
inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra,
sucumbe.
Lo sembrado en zarzas significa el que
escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas
la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el
que escucha la palabra y la entiende; ese dará fruto y producirá ciento o
sesenta o treinta por uno.]
Palabra de Dios.
HOMILIA
16 de julio de 2017
SEMBRAR
Al terminar el relato de la parábola
del sembrador, Jesús hace esta llamada: “El que tenga oídos para oír, que
oiga”. Se nos pide que prestemos mucha atención a la parábola. Pero, ¿en qué
hemos de reflexionar? ¿En el sembrador? ¿En la semilla? ¿En los diferentes
terrenos?
Tradicionalmente, los cristianos
nos hemos fijado casi exclusivamente en los terrenos en que cae la semilla,
para revisar cuál es nuestra actitud al escuchar el Evangelio. Sin embargo es
importante prestar atención al sembrador y a su modo de sembrar.
Es lo primero que dice el relato:
“Salió el sembrador a sembrar”. Lo hace con una confianza sorprendente. Siembra
de manera abundante. La semilla cae y cae por todas partes, incluso donde
parece difícil que la semilla pueda germinar. Así lo hacían los campesinos de Galilea,
que sembraban incluso al borde de los caminos y en terrenos pedregosos.
A la gente no le es difícil
identificar al sembrador. Así siembra Jesús su mensaje. Lo ven salir todas las
mañanas a anunciar la Buena Noticia de Dios. Siembra su Palabra entre la gente
sencilla que lo acoge, y también entre los escribas y fariseos que lo rechazan.
Nunca se desalienta. Su siembra no será estéril.
Desbordados por una fuerte crisis
religiosa, podemos pensar que el Evangelio ha perdido su fuerza original y que
el mensaje de Jesús ya no tiene garra para atraer la atención del hombre o la
mujer de hoy. Ciertamente, no es el momento de “cosechar” éxitos llamativos,
sino de aprender a sembrar sin desalentarnos, con más humildad y verdad.
No es el Evangelio el que ha perdido
fuerza humanizadora, somos nosotros los que lo estamos anunciando con una fe
débil y vacilante. No es Jesús el que ha perdido poder de atracción. Somos
nosotros los que lo desvirtuamos con nuestras incoherencias y contradicciones.
El Papa Francisco dice que,
cuando un cristiano no vive una adhesión fuerte a Jesús, “pronto pierde el
entusiasmo y deja de estar seguro de lo que transmite, le falta fuerza y
pasión. Y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada,
no convence a nadie”.
Evangelizar no es propagar una
doctrina, sino hacer presente en medio de la sociedad y en el corazón de las
personas la fuerza humanizadora y salvadora de Jesús. Y esto no se puede hacer
de cualquier manera. Lo más decisivo no es el número de predicadores,
catequistas y enseñantes de religión, sino la calidad evangélica que podamos
irradiar los cristianos. ¿Qué contagiamos? ¿Indiferencia o fe convencida?
¿Mediocridad o pasión por una vida más humana?
José Antonio Pagola
HOMILIA
2013-2014 -
13 de julio de 2014
SEMBRAR
(Ver homilía del ciclo A - 2016-2017)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 -
10 de julio de 2011
SALIR A SEMBRAR
Antes
de contar la parábola del sembrador que «salió a sembrar», el
evangelista nos presenta a Jesús que «sale de casa» a encontrarse con
la gente para «sentarse» sin prisas y dedicarse durante «mucho
rato» a sembrar el Evangelio entre toda clase de gentes. Según
Mateo, Jesús es el verdadero sembrador. De él tenemos que aprender también hoy
a sembrar el Evangelio.
Lo
primero es salir de nuestra casa. Es lo que pide siempre Jesús a sus
discípulos: «Id por todo el mundo...», «Id y haced discípulos...». Para sembrar el Evangelio hemos
de salir de nuestra seguridad y nuestros intereses. Evangelizar es
"desplazarse", buscar el encuentro con la gente, comunicarnos con el
hombre y la mujer de hoy, no vivir encerrados en nuestro pequeño mundo
eclesial.
Esta
"salida" hacia los demás no es proselitismo. No tiene nada de
imposición o reconquista. Es ofrecer a las personas la oportunidad de
encontrarse con Jesús y conocer una Buena Noticia que, si la acogen, les puede
ayudar a vivir mejor y de manera más acertada y sana. Es lo esencial.
A
sembrar no se puede salir sin llevar con nosotros la semilla. Antes de pensar
en anunciar el Evangelio a otros, lo hemos de acoger dentro de la Iglesia , en nuestras
comunidades y nuestras vidas. Es un error sentirnos depositarios de la
tradición cristiana con la única tarea de transmitirla a otros. Una Iglesia que
no vive el Evangelio, no puede contagiarlo. Una comunidad donde no se respira
el deseo de vivir tras los pasos de Jesús, no puede invitar a nadie a seguirlo.
Las
energías espirituales que hay en nuestras comunidades están quedando a veces
sin explotar, bloqueadas por un clima generalizado de desaliento y desencanto.
Nos estamos dedicando a "sobrevivir" más que a sembrar vida nueva.
Hemos de despertar nuestra fe.
La
crisis que estamos viviendo nos está conduciendo a la muerte de un cierto
cristianismo, pero también al comienzo de una fe renovada, más fiel a Jesús y
más evangélica. El Evangelio tiene fuerza para engendrar en cada época la fe en
Cristo de manera nueva. También en nuestros días.
Pero
hemos de aprender a sembrarlo con fe, con realismo y con verdad. Evangelizar no
es transmitir una herencia, sino hacer posible el nacimiento de una fe que
brote, no como "clonación" del pasado, sino como respuesta nueva al
Evangelio escuchado desde las preguntas, los sufrimientos, los gozos y las
esperanzas de nuestro tiempo .No es el momento de distraer a la gente con
cualquier cosa. Es la hora de sembrar en los corazones lo esencial del
Evangelio.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 - Recreados por
Jesús
13 de julio de 2008
TENER
OÍDOS Y NO OÍR
Escuchar
sin oír ni entender.
Las parábolas de Jesús han
cautivado siempre a sus seguidores. Los evangelios han conservado cerca de
cuarenta. Seguramente, las que Jesús repitió más veces o las que con más fuerza
se grabaron en el corazón y el recuerdo de sus discípulos. ¿Cómo leer estas
parábolas? ¿Cómo captar su mensaje?
Mateo nos recuerda antes que nada
que las parábolas han sido «sembradas» en el mundo por Jesús. «Salió Jesús de su casa» a enseñar su
mensaje a la gente, y su primera parábola comienza precisamente así: «Salió el
sembrador a sembrar». El sembrador es Jesús. Sus parábolas son una llamada a
entender y vivir la vida tal como la entendía y vivía él. Si no sintonizamos
con Jesús, difícilmente entenderemos sus parábolas.
Lo que Jesús siembra es «la
palabra del Reino». Así dice Mateo. Cada parábola es una invitación a pasar de
un mundo viejo, convencional y poco humano a un «país nuevo», lleno de vida,
tal como lo quiere Dios para sus hijos e hijas. Jesús lo llamaba «reino de
Dios». Si no seguimos a Jesús trabajando por un mundo más humano, ¿cómo vamos a
entender sus parábolas?
Jesús siembra su mensaje «en el
corazón», es decir, en el interior de las personas. Ahí se produce la verdadera
conversión. No basta predicar las parábolas. Si el «corazón» de la Iglesia y de los cristianos
no se abre a Jesús, nunca captaremos su fuerza transformadora.
Jesús no discrimina a nadie. Lo
que ocurre es que a los que son «discípulos» y caminan tras sus pasos Dios les
da a «conocer los secretos del Reino». A los demás no. Los discípulos tienen la
clave para captar las parábolas; su conocimiento del proyecto de Dios será cada
vez más profundo. Pero los que no dan el paso, y viven sin hacer la opción por
Jesús no entienden su mensaje, y lo poco que escuchan lo terminan perdiendo.
Nuestro problema es terminar
viviendo con el «corazón embotado». Entonces sucede algo inevitable. Tenemos
«oídos», pero no escuchamos ningún mensaje. Tenemos «ojos», pero no miramos a
Jesús. Nuestro corazón no entiende nada. ¿Cómo se siembra el evangelio en
nuestras comunidades cristianas? ¿Cómo despertamos entre nosotros la acogida al
Sembrador?
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
10 de julio de 2005
REALISMO
Y CONFIANZA
Salió el
sembrador a sembrar.
No fue fácil para Jesús llevar adelante
su proyecto. Enseguida se encontró con la crítica y el rechazo. Su palabra no
tenía la acogida que cabía esperar. Entre sus seguidores más cercanos empezaba
a despertarse el desaliento y la desconfianza. ¿Merecía la pena seguir
trabajando junto a Jesús? ¿No era todo aquello una utopía imposible?
Jesús les dijo lo que él pensaba.
Les contó la parábola de un sembrador para hacerles ver el realismo con que
trabajaba y la fe inquebrantable que le animaba. Las dos cosas. Hay,
ciertamente, un trabajo estéril que se puede echar a perder, pero el proyecto
final de Dios no fracasará. No hay que ceder al desaliento. Hay que seguir
sembrando. Al final, habrá cosecha abundante.
Los que le escuchaban la
parábola, sabían que estaba hablando de sí mismo. Así era Jesús. Sembraba su
palabra en cualquier parte donde veía alguna esperanza de que pudiera germinar.
Sembraba gestos de bondad y misericordia hasta en los ambientes más
insospechados: entre gentes muy alejadas de la religión.
Jesús sembraba con el realismo y
la confianza de un labrador de Galilea. Todos sabían que la siembra se echaría
a perder en más de un lugar en aquellas tierras tan desiguales. Pero eso no
desalentaba a nadie: ningún labrador dejaba por ello de sembrar. Lo importante
era la cosecha final. Algo semejante ocurre con el reino de Dios. No faltan
obstáculos y resistencias, pero la fuerza de Dios dará su fruto. Sería absurdo
dejar de sembrar.
En el movimiento de Jesús no
necesitamos cosechadores. Lo nuestro no es cosechar éxitos, conquistar la
calle, dominar la sociedad, llenar las iglesias, imponer nuestra fe religiosa.
Lo que nos hace falta son sembradores. Seguidores y seguidoras de Jesús que
siembren por donde pasan palabras de esperanza y gestos de compasión.
Esta es la conversión que hemos
de promover hoy entre nosotros: ir pasando de la obsesión por «cosechar» a la
paciente labor de «sembrar». Jesús nos dejó en herencia la parábola del
sembrador, no la del cosechador.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
14 de julio de 2002
CREATIVIDAD
El que
escucha la Palabra... ése dará fruto.
Durante muchos siglos, las
sociedades premodernas, se han ido desarrollando siguiendo la tradición. Las
generaciones aprendían a vivir mirando al pasado. La tradición ofrecía un
código de saberes, valores y costumbres que se transmitía de padres a hijos. La
sabiduría del pasado servía para regir la vida de las personas y de la sociedad
entera.
Hoy no es así. La tradición ha
entrado en crisis. La sociedad moderna cambia de manera tan acelerada que el
pasado apenas tiene autoridad alguna si no se ve con claridad su interés para
el futuro. Se vive mirando hacia adelante. No hay por qué hacer las cosas como
se han hecho siempre. Las soluciones del pasado no sirven para resolver los
problemas inéditos de estos tiempos. No basta mirar a la tradición. Hay que
aprender a vivir con creatividad.
No es ésta, de ordinario, la
actitud en la Iglesia actual. La creatividad es un concepto prácticamente
ausente en el magisterio de la Iglesia. Por lo general, se tiende a abordar las
cuestiones inspirándose en la tradición. Sin embargo, una Iglesia sin
creatividad es una Iglesia condenada a estancarse. Si el cristianismo es
percibido como un «asunto del pasado», cada vez interesará menos.
La Iglesia actual tiene miedo a
promover la creatividad. Este miedo tiene algo de razonable pues hay quienes
confunden «creatividad» con espontaneidad, improvisación o arbitrariedad. Pero
cortar la creatividad y oponerse sistemáticamente a nuevos planteamientos ante
problemas inéditos en el pasado puede conducir a la Iglesia a un inmovilismo
que está lejos del espíritu que animó a Jesús.
Sorprende la creatividad que
desarrolló la Iglesia en los primeros siglos respondiendo con audacia a las
nuevas circunstancias a las que se fue enfrentando. Impresiona, por ejemplo, su
capacidad para abandonar el contexto cultural y religioso en el que nació el
movimiento de Jesús y enraizarse en la cultura griega o latina. ¿No tiene el
cristianismo actual un derecho a la creatividad semejante al cristianismo de
otras épocas?
La parábola del sembrador nos
sigue interpelando también en nuestros tiempos: ¿Qué frutos podría producir hoy
la Palabra de Jesús acogida con fe en nuestros corazones?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
11 de julio de 1999
Y dio
grano...
La parábola del sembrador es una
invitación a la esperanza. La siembra del Evangelio, muchas veces inútil por
diversas contrariedades y oposiciones, tiene una fuerza incontenible. A pesar
de todos los obstáculos y dificultades y aun con resultados muy diversos, la
siembra termina en cosecha fecunda que hace olvidar otros fracasos.
Los creyentes no hemos de perder
la alegría a causa de la aparente impotencia del reino de Dios. Siempre parece
que «la causa de Dios» está en decadencia y que el Evangelio es algo
insignificante y sin futuro. Y, sin embargo, no es así. El Evangelio no es una
moral ni una política, ni siquiera una religión con mayor o menor porvenir. El
Evangelio es la fuerza salvadora de Dios
«sembrada» por Jesús en el corazón del mundo y de la vida de los hombres.
Empujados por el sensacionalismo
de los actuales medios de comunicación, parece que sólo tenemos ojos para ver
el mal. Y ya no sabemos adivinar esa fuerza de vida que se halla oculta bajo
las apariencias más apagadas o descorazonadas.
Si pudiéramos observar el
interior de las vidas, nos maravillaríamos ante tanta bondad, entrega,
sacrificio, generosidad y amor verdadero. Hay violencia y sangre entre nosotros,
pero está creciendo en muchos hombres el anhelo de una verdadera paz. Se impone
el consumismo egoísta en nuestra sociedad, pero cada vez son más los que
descubren el gozo de una vida sencilla y del compartir. La indiferencia parece
haber apagado la religión, pero son muchos los corazones donde se despierta la
nostalgia de Dios y la necesidad de la plegaria.
La energía transformadora del
Evangelio está ahí trabajando a la humanidad. La sed de justicia y de amor
seguirá creciendo. La siembra de Jesús no terminará en fracaso. Lo que se nos
pide es acoger la semilla. Dar la vuelta a nuestra vida como una dura y difícil
tierra que es preciso remover para que reciba y haga fructificar la siembra de
Dios.
¿No descubrimos en nosotros
mismos esa fuerza que no proviene de nosotros y que nos invita sin cesar a
crecer, a ser más humanos, a transfigurar nuestra vida, a edificar unas
relaciones nuevas entre las personas, a vivir con más transparencia, a abrirnos
con más verdad a Dios?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
14 de julio de 1996
HEDONISMO
Queda
estéril.
Siempre ha buscado el hombre el
placer. Nada hay de ilegítimo en ello. Querer gozar y saber hacerlo es algo
esencial en una vida sana y feliz. Pero hay épocas en las que se exalta el
placer hasta convertirlo prácticamente en el único objetivo de la vida. A nadie
se le oculta que hoy vivimos en una sociedad hedonista, fuertemente polarizada
por la búsqueda del placer.
Este hedonismo contemporáneo
tiene sus rasgos propios y característicos. No es el hedonismo del maestro Epicuro que, para disfrutar de la
felicidad, exigía en ocasiones renunciar al placer, rechazar lo superfluo y
practicar una vida sobria.
No es tampoco el hedonismo de J. Stuart Mill, que aspiraba a una máxima
felicidad para el mayor número de hombres. Una felicidad «a la altura del
hombre», que exige justicia, igualdad y solidaridad.
En el hedonismo actual se busca
la intensificación del propio placer. Interesan muchos placeres, placeres
intensos, abundancia de excitantes, experimentación continua. Por otra parte,
hay una tendencia a sofisticar el placer. Atraen los placeres caros, los que
cuestan dinero. Los placeres sencillos y gratuitos interesan menos.
Este hedonismo es claramente
descomprometido. El hedonista moderno no se compromete a nada que sea
arriesgarse de verdad. De ahí la crisis generalizada de toda clase de
militancias. Pero es además individualista y ególatra. Incapaz muchas veces de
crear relaciones interpersonales de carácter estable y creador. Interesa la
relación breve, novedosa, intensa y fugaz. Es el nuevo estilo. Todo se usa y se
tira. También las personas.
Este hedonismo se está
convirtiendo en el verdadero «opio» de la sociedad moderna. Por otra parte,
está sin duda en la raíz de un alejamiento cada vez mayor del evangelio como
forma de vida fraterna y solidaria. No hemos de olvidar que para ser hedonista
y postmoderno hay que tener un determinado nivel económico y vivir en las
sociedades del bienestar.
La parábola de Jesús es
significativa. La Palabra
de Dios queda estéril en muchas vidas porque la persona «no tiene raíces», o porque «los
afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
11 de julio de 1993
«ZAPPING»
Lo
sembrado en terreno pedregoso.
Cada día es mayor el número d
personas que, armadas de su mando a distancia, se dedican a pasar y repasar los
canales una y otra vez, por ver si encuentran algo que pueda despertar su
interés. Son los adictos al «zapping».
No se trata de elegir el programa
preferido de manera cómoda, sin tener que levantarse a cambiar el canal. El
«zapping» se ha convertido para no pocos en una manera de «matar el tiempo»
pasando de unas imágenes a otras en rápida sucesión, sin detenerse nunca en un
programa concreto.
El fenómeno no se explica, al
parecer, sólo como reacción del telespectador insatisfecho ante la pésima
programación que se le ofrece. Sociólogos y sicólogos analizan el «zapping»
desde diversos ángulos con el fin de ofrecernos algunas claves para su mejor
comprensión.
El «zapping» representa, por lo
general, una avidez de sensaciones e imágenes, difícil de saciar. El individuo
necesita saber qué se está dando en este momento en cada canal. No busca nada
especial. Quiere «poseerlo» todo.
El profesor E. Rojas ve en este
«interés por todo y por nada» un signo de «clara insatisfacción de fondo». La
persona va buscando no se sabe exactamente qué, mientras se deja llevar de
impresiones fugaces y sin conexión alguna entre sí. En el fondo, sólo hay
dispersión. No interesa nada más. Sólo distraerse y olvidar las tensiones y
problemas de cada día.
Es difícil saber los efectos que
el «zapping» puede tener en una persona que vive pegada al televisor de esa
manera. A mi juicio, el fenómeno sería preocupante en la medida en que pudiera
representar toda una manera de vivir cuyos rasgos es fácil detectar en algunas
personas: interés casi obsesivo por todo lo que puede ser «actualidad», junto a
la incapacidad para hacer la propia síntesis; dispersión y deseo de conocer
experiencias siempre nuevas, junto a la falta de proyecto de vida y de
criterios básicos de actuación; culto al deseo inmediato y ausencia de
verdadera libertad personal.
Si el Evangelio no encuentra hoy
eco en muchas personas no es sólo por el egoísmo que habita siempre en el ser
humano. Es también porque el hombre de hoy vive con frecuencia una vida
in-trascendente y superficial. Como dice Jesús en su parábola, la semilla cae
en «terreno pedregoso» y no puede «echar raíces». Cuando se vive lleno de
tópicos, eslóganes e impresiones de todas clases, es difícil acoger un mensaje
que pueda transformar la vida.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
15 de julio de 1990
HOMBRE
«LIGHT»
Sembrado en terreno pedregoso...
Así llama el catedrático de
psiquiatría E. Rojas a cierto tipo de hombre, fruto típico de la
civilización contemporánea.
Todos conocemos esos productos
modernos «rebajados» de su verdadero contenido: café descafeinado, leche
descremada, tabaco sin nicotina. Alimentos y bebidas en forma «light», ligeros
de calorías y atenuados en su fuerza natural.
Pues bien, según prestigiosos
sociólogos y siquiatras, parece crecer entre nosotros un tipo de hombre
«rebajado» de su verdadero contenido humano. Un hombre «light».
Se trata de un hombre
relativamente bien informado, pero con escasa formación humanística. Muy atento
a todo lo pragmático, pero con poca hondura. Interesado por muchas cosas, pero
sólo de manera epidérmica.
Un hombre trivial y ligero,
cargado de tópicos, incapaz de hacer una síntesis personal de cuanto va
llegando hasta él. Un ser con poca consistencia interna, que camina por la vida
sin criterios básicos de conducta.
Un hombre que ha escuchado tantas
doctrinas y teorías, y ha visto tantos cambios y tan rápidos que ya no sabe a
qué atenerse. Su actitud es la del «qué más da», «todo es parecido», «para qué
soñar».
Entonces se busca lo más fácil,
lo más placentero, lo que se puede conseguir al instante con sólo mostrar la
tarjeta de crédito. Como señala el catedrático de sociología Andrés Orizo, «ahora
dinero equivale a éxito. Ya no hay otras formas de triunfar socialmente.
Vivimos tiempos de hedonismo y consumismo».
No es difícil reconocer el perfil
del hombre «light» en algunos rasgos de las personas retratadas por Jesús en su
parábola del sembrador. Hombres «sin raíces», en los que el evangelio o no
puede penetrar o queda rápidamente ahogado «por los afanes de la vida y la
seducción de las riquezas».
Pero este hombre comienza a sentirse
víctima de su propio vacío. Es un ser a la deriva, que está perdiendo hasta el
gusto mismo de vivir. «El hombre light no tiene referente, ha perdido el punto
de mira y está cada vez más perdido ante los grandes interrogantes de la
existencia» (E. Rojas).
Este hombre comienza a sentir
necesidad de una mayor autenticidad humana. No se resigna a vivir como un
autómata en una sociedad estandarizada. Intuye que hay otros caminos para ser
libre sin caer en la esclavitud del «becerro de oro». Algo le llama a una vida
más saludable y natural.
El evangelio tiene hoy de nuevo
su oportunidad. El hombre contemporáneo lo necesita para vivir de manera más
intensa y más sana. Sembrado con convicción, puede producir también hoy nuevos
frutos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
12 de julio de 1987
SEMBRAR
Salió el
sembrador a sembrar.
Todos los años por estas fechas,
las calificaciones escolares se convierten en la máxima preocupación de muchas
familias.
Sin duda, son muy explicables las
reacciones de muchos padres ante el fracaso escolar de sus hijos, pero las
tensiones, riñas, amenazas y castigos no son casi nunca el medio adecuado para
mejorar las cosas.
Mucho menos todavía si se
entremezcla en todo ello el desprecio al hijo incapaz de éxito o la irritación
por unas vacaciones que es necesario recortar o programar de otra manera a
causa de sus suspensos.
Si queremos realmente ayudar a
estos niños o jóvenes, hemos de hacer un esfuerzo por ahondar en las causas de
ese fracaso escolar y preguntarnos serenamente y con sinceridad si no tenemos
también nosotros nuestra parte de culpa.
Tanto los padres como los
profesores solemos tener una serie de expectativas respecto al rendimiento
escolar. Pero esas expectativas no siempre indican un verdadero interés por el
crecimiento humano de ese niño o ese joven.
¿Qué hemos hecho a lo largo del
curso para acercarnos amistosamente a él, conocer sus problemas y compartir sus
desalientos?
¿Cuántas veces nos hemos
preguntado qué sufrimiento se esconde tras ese nerviosismo o atolondramiento
que le impide concentrarse en el estudio? ¿Qué es lo que le lleva al
retraimiento y la indiferencia o le empuja a la rebelión?
¿Qué es lo que realmente nos
preocupa ahora? ¿No poder presentarlo con éxito en una sociedad tan competitiva
como la nuestra? ¿No poder ver realizado tampoco en él aquel ideal que nosotros
tal vez no pudimos alcanzar?
Las notas escolares al final de
un curso no lo son todo. Lo importante es saber si ese niño o ese joven está
aprendiendo a ser cada vez más humano.
Y entonces la pregunta que nos
hemos de hacer es ésta: ¿Qué les estoy enseñando yo no sólo con mis palabras
sino con mi manera de ser y mi conducta? ¿Qué valores y convicciones pueden
percibir en mí? ¿Qué irradio yo en sus vidas? ¿Qué les contagio? ¿Cómo les
ayudo a crecer?
La parábola del sembrador que
escuchamos de labios de Jesús nos invita a preguntarnos no sólo cómo acogemos
lo que se siembra en nosotros, sino también qué estamos sembrando a nuestro
alrededor.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
15 de julio de 1984
UNA
FUERZA OCULTA
Y dio
grano...
La parábola del sembrador es una
invitación a la esperanza. La siembra del evangelio, muchas veces inútil por
diversas contrariedades y oposiciones, tiene una fuerza incontenible.
A pesar de todos los obstáculos y
dificultades y aun con resultados muy diversos, la siembra termina en cosecha
fecunda que hace olvidar otros fracasos y es superior a todas las expectativas.
Los creyentes no hemos de perder
la alegría a causa de la aparente impotencia del reino de Dios. Siempre parece
que «la causa de Dios» está en decadencia y que el evangelio es algo
insignificante y sin futuro. Y sin embargo, no es así.
El evangelio no es una moral ni
una política, ni siquiera una religión con mayor o menor porvenir. El evangelio
es la fuerza salvadora de Dios
«sembrada» por Jesús en el corazón del mundo y de la vida de los hombres.
Empujados por el sensacionalismo
de los actuales medios de comunicación, parece que sólo tenemos ojos para ver
el mal. Y ya no sabemos adivinar esa fuerza de vida que se halla oculta bajo
las apariencias más apagadas o descorazonadoras.
Si pudiéramos observar el
interior de las vidas, nos maravillaríamos ante tanta bondad, entrega,
sacrificio, generosidad y amor verdadero.
Hay violencia y sangre entre
nosotros. Pero está creciendo en muchos hombres el anhelo de una verdadera paz.
Se impone el consumismo egoísta en nuestra sociedad, pero cada vez son más los
que descubren el gozo de la vida sencilla y del compartir. La indiferencia
parece haber apagado la religión, pero son muchos los corazones donde se
despierta la nostalgia de Dios y la necesidad de la plegaria.
La energía transformadora del
evangelio está ahí trabajando a la humanidad. La sed de justicia y de amor
seguirá creciendo. La siembra de Jesús no terminará en fracaso.
Lo que se nos pide es acoger la
semilla. Dar la vuelta a nuestra vida como una dura y difícil tierra que es
preciso remover para que reciba y haga fructificar la siembra de Dios.
¿No descubrimos en nosotros
mismos esa fuerza que no proviene de nosotros y que nos invita sin cesar a
crecer, a ser más humanos, a transfigurar nuestra vida, a edificar unas
relaciones nuevas entre las personas, a vivir con más transparencia, a abrirnos
con más verdad a Dios?
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
12 de julio de 1981
SEMBRAR
CON FE
Salió el
sembrador a sembrar.
En pocos años, estamos pasando de
una sociedad profundamente religiosa donde el cristianismo jugaba un papel
decisivo en la vida de las personas y la regulación de la sociedad, a otro
estilo de vida más laico e increyente donde lo religioso va perdiendo
importancia.
Acostumbrados a una «sociedad de
cristiandad» donde lo religioso estaba presente visiblemente en nuestras
calles, plazas, escuelas y hogares, son muchos los creyentes que sienten
malestar y sufren ante la nueva situación.
Más aun. Casi sin darnos cuenta,
podemos llegar a pensar que el evangelio ha perdido su anterior virtualidad, y
el mensaje de Jesús no tiene ya garra ni fuerza de convicción para el hombre
moderno.
Por eso, se hace necesario
escuchar con atención la parábola de Jesús. Los creyentes no debemos olvidar
que, aun en su aparente insignificancia y modestia, el evangelio sigue
encerrando una virtualidad poderosa para «salvar» al hombre de lo que le
deshumaniza.
Cuando se va penetrando en todo
el contenido y la fuerza del mensaje de Jesús, uno se va convenciendo de que
difícilmente encontrará el hombre de hoy algo o alguien que pueda dar un
sentido más humano y liberador a su vida que el evangelio.
Sin duda, que para ejercer toda
su fuerza liberadora, este evangelio debe ser presentado con fidelidad, en toda
su verdad, sus exigencias y su esperanza. Sin deformaciones ni cobardías. Sin
parcialismos intencionados ni manipulaciones interesadas.
Sin duda, también, que el
evangelio exige una acogida sincera y una disponibilidad total. Y son muchos
los factores que, como la riqueza, los intereses egoístas o la cobardía, pueden
ahogar y anular la eficacia de la palabra de Jesús.
Y, quizás, hay que insistir entre
nosotros en la fidelidad al evangelio precisamente cuando es mal recibido en la
sociedad, y nos puede enfrentar a nuestros amigos, nuestra familia y nuestro
propio pueblo.
Pero el evangelio sigue teniendo
hoy una energía humanizadora insospechada. Olvidarlo sería un error lamentable
para el hombre moderno. En cualquier caso, los creyentes hemos de recodar que
no es éste momento de «cosechar», sino hora de sembrar, con una fe convencida
en la fuerza renovadora que se encierra en el evangelio.
José Antonio Pagola
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