El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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1º domingo de Adviento (A)
EVANGELIO
Estad
en vela para estar preparados.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo 24,37-44
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- Lo que pasó en tiempos de Noé, pasará
cuando venga el Hijo del hombre.
Antes del diluvio la gente comía y bebía y se
casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y, cuando menos lo esperaban,
llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo
del hombre:
Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo
llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la
llevarán y a otra la dejarán.
Estad en vela, porque no sabéis qué día
vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a
qué hora de la noche viene el ladrón estaría en vela y no dejaría abrir un
boquete en su casa.
Por eso estad también vosotros preparados,
porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2016-2017 -
27 de noviembre de 2016
CON LOS
OJOS ABIERTOS
Las primeras comunidades
cristianas vivieron años muy difíciles. Perdidos en el vasto Imperio de Roma,
en medio de conflictos y persecuciones, aquellos cristianos buscaban fuerza y
aliento esperando la pronta venida de Jesús y recordando sus palabras: “Vigilad. Vivid despiertos. Tened los ojos
abiertos. Estad alerta.”
¿Significan todavía algo para
nosotros las llamadas de Jesús a vivir despiertos?
¿Qué es hoy para los cristianos
poner nuestra esperanza en Dios viviendo con los ojos abiertos?
¿Dejaremos que se agote
definitivamente en nuestro mundo secular la esperanza en una última justicia de
Dios para esa inmensa mayoría de víctimas inocentes que sufren sin culpa
alguna?
Precisamente, la manera más fácil
de falsear la esperanza cristiana es esperar de Dios nuestra salvación eterna,
mientras damos la espalda al sufrimiento que hay ahora mismo en el mundo. Un
día tendremos que reconocer nuestra ceguera ante Cristo Juez: ¿Cuándo te vimos
hambriento o sediento, extranjero o desnudo, enfermo o en la cárcel, y no te
asistimos? Este será nuestro dialogo final con él si vivimos con los ojos
cerrados.
Hemos de despertar y abrir bien
los ojos. Vivir vigilantes para mirar más allá de nuestros pequeños intereses y
preocupaciones. La esperanza del cristiano no es una actitud ciega, pues no
olvida nunca a los que sufren. La espiritualidad cristiana no consiste solo en
una mirada hacia el interior, pues su corazón está atento a quienes viven
abandonados a su suerte.
En las comunidades cristianas
hemos de cuidar cada vez más que nuestro modo de vivir la esperanza no nos
lleve a la indiferencia o el olvido de los pobres. No podemos aislarnos en la
religión para no oír el clamor de los que mueren diariamente de hambre. No nos
está permitido alimentar nuestra ilusión de inocencia para defender nuestra
tranquilidad.
Una esperanza en Dios, que se
olvida de los que viven en esta tierra sin poder esperar nada, ¿no puede ser
considerada como una versión religiosa de cierto optimismo a toda costa, vivido
sin lucidez ni responsabilidad? Una búsqueda de la propia salvación eterna de
espaldas a los que sufren, ¿no puede ser acusada de ser un sutil “egoísmo
alargado hacia el más allá”?
Probablemente, la poca
sensibilidad al sufrimiento inmenso que hay en el mundo es uno de los síntomas
más graves del envejecimiento del cristianismo actual. Cuando el Papa Francisco
reclama “una Iglesia más pobre y de los pobres”, nos está gritando su mensaje
más importante a los cristianos de los países del bienestar.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2013-2014 -
1 de diciembre de 2013
CON LOS
OJOS ABIERTOS
(Ver homilía del ciclo A - 2016-2017)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 – JESÚS ES PARA TODOS
28 de noviembre de 2010
SIGNOS DE
LOS TIEMPOS
Estad en
vela.
Los evangelios han recogido, de
diversas formas, la llamada insistente
de Jesús a vivir despiertos y vigilantes, muy atentos a los signos de los tiempos. Al principio, los primeros
cristianos dieron mucha importancia a esta "vigilancia" para estar
preparados ante la venida inminente del Señor. Más tarde, se tomó conciencia de
que vivir con lucidez, atentos a los signos de cada época, es imprescindible
para mantenernos fieles a Jesús a lo largo de la historia.
Así recoge el Vaticano II esta
preocupación: "Es deber permanente
de la Iglesia
escrutar a fondo los signos de esta época e interpretarlos a la luz del
Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda responder a los
perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y
futura...".
Entre los signos de estos
tiempos, el Concilio señala un hecho doloroso: "Crece de día en día el fenómeno de masas que, prácticamente, se
desentienden de la religión". ¿Cómo estamos leyendo este grave signo?
¿Somos conscientes de lo que está sucediendo? ¿Es suficiente atribuirlo al
materialismo, la secularización o el rechazo social a Dios? ¿No hemos de
escuchar en el interior de la
Iglesia una llamada a la conversión?
La mayoría se ha ido marchando
silenciosamente, sin sacar ruido alguno. Siempre han estado mudos en la Iglesia. Nadie les
ha preguntado nada importante. Nunca han pensado que podían tener algo que
decir. Ahora se marchan calladamente. ¿Qué hay en el fondo de su silencio?
¿Quién los escucha? ¿Se han sentido alguna vez acogidos, escuchados y acompañados
en nuestras comunidades?
Muchos de los que se van eran
cristianos sencillos, acostumbrados a cumplir por costumbre sus deberes
religiosos. La religión que habían recibido se ha desmoronado. No han
encontrado en ella la fuerza que necesitaban para enfrentarse a los nuevos
tiempos. ¿Qué alimento han recibido de nosotros? ¿Dónde podrán ahora escuchar
el Evangelio? ¿Dónde podrán encontrarse con Cristo?
Otros se van decepcionados.
Cansados de escuchar palabras que no tocan su corazón ni responden a sus interrogantes.
Apenados al descubrir el "escándalo permanente" de la Iglesia. Algunos
siguen buscando a tientas. ¿Quién les hará creíble la Buena Noticia de
Jesús?
Benedicto XVI viene insistiendo
en que el mayor peligro para la
Iglesia no viene de fuera, sino que está dentro de ella
misma, en su pecado e infidelidad. Es el momento de reaccionar. La conversión
de la Iglesia
es posible, pero empieza por nuestra conversión, la de cada uno.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 - RECREADOS POR JESÚS
2 de diciembre de 2007
¿SEGUIMOS
DESPIERTOS?
Estad en
vela.
Un día la historia apasionante de
los hombres terminará, como termina inevitablemente la vida de cada uno de
nosotros. Los evangelios ponen en boca de Jesús un discurso sobre este final, y
siempre destacan una exhortación: «vigilad», «estad alerta», «vivid
despiertos». Las primeras generaciones cristianas dieron mucha importancia a
esta vigilancia. El fin del mundo no llegaba tan pronto como algunos pensaban.
Sentían el riesgo de irse olvidando poco a poco de Jesús y no querían que los
encontrara un día «dormidos».
Han pasado muchos siglos desde
entonces. ¿Cómo vivimos los cristianos de hoy?, ¿seguimos despiertos o nos
hemos ido durmiendo poco a poco? ¿Vivimos atraídos por Jesús o distraídos por
toda clase de cuestiones secundarias? ¿Le seguimos a él o hemos aprendido a
vivir al estilo de todos?
Vigilar es antes que nada
despertar de la inconsciencia. Vivimos el sueño de ser cristianos cuando, en
realidad, no pocas veces nuestros intereses, actitudes y estilo de vivir no son
los de Jesús. Este sueño nos protege de buscar nuestra conversión personal y la
de la Iglesia. Sin «despertar», seguiremos engañándonos a nosotros mismos.
Vigilar es vivir atentos a la
realidad. Escuchar los gemidos de los que sufren. Sentir el amor de Dios a la
vida. Vivir más atentos a su venida a nuestra vida, a nuestra sociedad y a la
tierra. Sin esta sensibilidad, no es posible caminar tras los pasos de Jesús.
Vivimos inmunizados a las
llamadas del evangelio. Tenemos corazón, pero se nos ha endurecido. Tenemos los
ojos abiertos, pero no escuchamos lo que Jesús escuchaba. Tenemos los ojos
abiertos, pero ya no vemos la vida como la veía él, no miramos a las personas
como él las miraba. Puede ocurrir entonces lo que Jesús quería evitar entre sus
seguidores: verlos como «ciegos conduciendo a otros ciegos».
Si no despertamos, a todos nos
puede ocurrir lo de aquellos de la parábola que todavía, al final de los
tiempos, preguntaban: «Señor, ¿cuándo te
vimos hambriento o sediento o extranjero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y
no te asistimos?»
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
28 de noviembre de 2004
DESPERTAR
Estad en
vela.
Lo repitió Jesús una y otra vez:
«estad siempre despiertos». Era su gran preocupación: que el fuego inicial se
apagara y sus seguidores se durmieran. Es el gran riesgo de los cristianos:
instalarnos cómodamente en nuestras creencias, «acostumbrarnos» al evangelio y
vivir adormecidos en la observancia tranquila de una religión apagada. ¿Cómo
despertar?
Lo primero es volver a Jesús y
sintonizar con la experiencia primera que desencadenó todo. No basta instalamos
«correctamente» en la tradición. Hemos de enraizar nuestra fe en la persona de
Jesús, volver a nacer de su Espíritu. Nada hay más importante que esto en la
Iglesia. Sólo Jesús nos puede conducir de nuevo a lo esencial.
Necesitamos, además, reavivar la
experiencia de Dios. Lo esencial del evangelio no se aprende desde fuera. Lo
descubre cada uno en su interior como Buena Noticia de Dios. Hemos de aprender
y enseñar caminos para encontramos con Dios. De poco sirve desarrollar temas
didácticos de religión o seguir discutiendo de cuestiones de «moral sexual», si
no despertamos en nadie el gusto por un Dios amigo, fuente de vida digna y
dichosa.
Hay algo más. La clave desde la
que Jesús vivía a Dios y miraba la vida entera no era el pecado, la moral o la
ley, sino el sufrimiento de las gentes. Jesús no sólo amaba a los desgraciados
sino que nada amaba más o por encima de ellos. No estamos siguiendo bien los
pasos de Jesús si vivimos más preocupados por la religión que por el
sufrimiento de las personas. Nada despertará a la Iglesia de su rutina,
inmovilismo o mediocridad si no nos conmueve más el hambre, la humillación y el
sufrimiento.
Lo importante para Jesús es
siempre la vida digna y dichosa de las personas. Por eso, si nuestro
«cristianismo» no sirve para hacer vivir y crecer, no sirve para lo esencial
por más nombres piadosos y venerables con que lo queramos designar.
El Adviento es un tiempo
apropiado para reaccionar. No hemos de mirar a otros. Cada uno hemos de
sacudimos de encima la indiferencia, la rutina y la pasividad que nos hace
vivir dormidos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
2 de diciembre de 2001
DESPERTAR
Estad en
vela
Lo repitió Jesús una y otra vez:
«estad siempre despiertos». Era su gran preocupación: que el fuego inicial se
apagara y sus seguidores se durmieran. Es el gran riesgo de los cristianos:
instalarnos cómodamente en nuestras creencias, «acostumbramos» al evangelio y
vivir adormecidos en la observancia tranquila de una religión apagada. ¿Cómo
despertar?
Lo primero es volver a Jesús y
sintonizar con la experiencia primera que desencadenó todo. No basta
instalarnos «correctamente» en la tradición. Hemos de enraizar nuestra fe en la
persona de Jesús, volver a nacer de su espíritu. Nada hay más importante que
esto en la Iglesia. Sólo Jesús nos puede conducir de nuevo a lo esencial.
Necesitamos, además, reavivar la
experiencia de Dios. Lo esencial del evangelio no se aprende desde fuera. Lo
descubre cada uno en su interior como Buena Noticia de Dios. Hemos de aprender
y enseñar caminos para encontramos con Dios. De poco sirve desarrollar temas
didácticos de religión o seguir discutiendo de cuestiones de «moral sexual», si
no despertamos en nadie el gusto por un Dios amigo, fuente de vida digna y
dichosa.
Hay algo más. La clave desde la
que Jesús vivía a Dios y miraba la vida entera no era el pecado, la moral o la
ley, sino el sufrimiento de las gentes. Jesús no sólo amaba a los desgraciados
sino que nada amaba más o por encima de ellos. No estamos siguiendo bien los
pasos de Jesús si vivimos más preocupados por la religión que por el
sufrimiento de las personas. Nada despertará a la Iglesia de su rutina,
inmovilismo o mediocridad si no nos conmueve más el hambre, la humillación y el
sufrimiento.
Lo importante para Jesús es
siempre la vida digna y dichosa de las personas. Por eso, si nuestro
«cristianismo» no sirve para hacer vivir y crecer, no sirve para lo esencial
por más nombres piadosos y venerables con que lo queramos designar.
El Adviento es un tiempo
apropiado para reaccionar. No hemos de mirar a otros. Cada uno hemos de
sacudimos de encima la indiferencia, la rutina y la pasividad que nos hace
vivir dormidos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
29 de noviembre de 1998
REORIENTAR
LA VIDA
Estad en
vela.
No siempre es fácil poner nombre
a ese malestar profundo y persistente que podemos sentir en algún momento de la
vida. Así me lo han confesado en más de una ocasión personas que, por otra
parte, buscaban «algo diferente», una luz nueva, tal vez una experiencia capaz
de dar un color nuevo a su vivir diario.
Lo podemos llamar «vacío interior»,
insatisfacción, incapacidad de encontrar algo sólido que llene el deseo de
vivir intensamente. Tal vez sería mejor llamarlo «aburrimiento», cansancio de
vivir siempre lo mismo, sensación de no acertar con el secreto de la vida: nos
estamos equivocando en algo esencial y no sabemos exactamente en qué.
A veces, la crisis adquiere un
tono religioso. ¿Podemos hablar de «pérdida de fe»? No sabemos ya en qué creer,
nada logra iluminarnos por dentro, hemos abandonado la religión ingenua de
otros tiempos pero no la hemos sustituido por nada mejor. Puede crecer entonces
en nosotros una sensación extraña de culpabilidad: nos hemos quedado sin clave
alguna para orientar nuestra vida. ¿Qué podemos hacer?
Lo primero es no ceder a la
tristeza ni a la crispación: todo nos está llamando a vivir. Dentro de ese
malestar tan persistente hay algo de importancia suma: nuestro deseo de vivir
algo más grande y menos postizo, algo más digno y menos artificial. Lo que
necesitamos es reorientar nuestra vida. No se trata de corregir un aspecto
concreto de nuestra persona. Eso vendrá tal vez después. Ahora lo importante es
ir a lo esencial, encontrar una fuente de vida y de salvación.
Hoy no es un domingo más para los
cristianos. Con este primer domingo de Adviento comenzamos un nuevo año
litúrgico. De ahí, la llamada urgente que se escucha hoy: «Estad en vela», «Daos cuenta del momento que vivís», «Es hora de
despertar». Todos hemos de preguntamos qué es lo que estamos descuidando en
nuestra vida, qué es lo que hemos de cambiar, a qué hemos de dedicar más
atención y más tiempo.
Las palabras de Jesús están
dirigidas a todos y a cada uno de nosotros: «Vigilad.»
Hemos de reaccionar. Si lo hacemos, viviremos uno de esos raros momentos en que
nos sentimos «despiertos» desde lo
más hondo de nuestro ser.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
3 de diciembre de 1995
POR FAVOR
Estad en
vela.
Estoy en Mugina (Rwanda). Cuando
se publiquen estas líneas me encontraré en la región de Butare, cerca de
Burundi, impartiendo un curso intensivo de teología a los misioneros de habla
castellana de Rwanda. Allí viviremos juntos el adviento y, desde allí, trataré
de enviar mis comentarios de los próximos domingos.
Este primer domingo de adviento
revivo la misma sensación que tuve el año pasado cuando visité estas tierras:
no es lo mismo leer el evangelio desde el bienestar de Europa o desde la
miseria y el sufrimiento de Africa.
A pesar de todas las crisis y
problemas, en Europa se piensa que el mundo siempre irá a mejor. Nadie espera
ni quiere el fin de la historia. Nadie desea que cambien mucho las cosas. En el
fondo, nos va bastante bien. Desde esta perspectiva, oír hablar de que un día
todo esto puede desaparecer, «suena» a «visiones apocalípticas» nacidas del
desvarío de mentes pesimistas.
Todo cambia cuando el mismo
evangelio es leído desde el sufrimiento del Tercer Mundo. Cuando la miseria es
ya insoportable y el momento presente es vivido como un sufrimiento
absolutamente destructor, es fácil percibir por dentro un sentimiento
diferente: «Gracias a Dios, esto no durará para siempre.»
Los que sufren así son quienes
mejor pueden comprender el mensaje de Cristo: «Felices los que lloran porque de ellos es el Reino de Dios.» Estos
hombres y mujeres cuya existencia es dolor están esperando algo nuevo y
diferente que responda a sus anhelos más hondos de vida y de paz.
Un día «el sol, la luna y las estrellas temblarán», es decir, todo aquello
en que creíamos poder confiar para siempre se hundirá. Nuestras ideas de poder,
seguridad y progreso se tambalearán. Todo aquello que no conduce al ser humano
a la verdad, la justicia y la fraternidad se derrumbará y «en la tierra habrá angustia de las gentes».
Pero el mensaje de Cristo no es
de desesperanza para nadie: «Aun entonces, en el momento de la verdad última,
no desesperéis, estad despiertos, manteneos en pie, poned vuestra confianza en
Dios.» Estos días, viviendo de cerca el sufrimiento cruel de estas gentes, me
he sorprendido a mí mismo pensando algo que puede parecer extraño en un
cristiano. No es propiamente una oración a Dios. Es un deseo ardiente y una
invocación ante el misterio del dolor humano. Es esto lo que me sale de dentro:
«Por favor, que haya Dios.»
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
29 de noviembre de 1992
DESPERTAR
Estad en
vela...
Los ensayos que conozco sobre el
momento actual insisten mucho en las contradicciones de la sociedad
contemporánea, en la gravedad de la crisis socio-cultural y económica, y en el
carácter decadente de este final de siglo.
Sin duda, también hablan de
fragmentos de bondad y de belleza, y de gestos de nobleza y generosidad, pero
todo ello parece quedar como ocultado por la fuerza del mal, el deterioro de la
vida y la injusticia. Al final, todo son «profecías de desventuras».
Se olvida, por lo general, un
dato enormemente esperanzador. Está creciendo en la conciencia de muchas
personas un sentimiento de indignación ante tanta injusticia, degradación y
sufrimiento. Son muchos los hombres y mujeres que no se resignan ya a aceptar
una sociedad tan poco humana. De su corazón brota un «no» firme a lo inhumano.
Esta resistencia al mal es común
a cristianos y agnósticos. Como decía recientemente el teólogo holandés E. Schillebeeckx, puede hablarse dentro
de la sociedad moderna de «un frente común, de creyentes y no creyentes, de
cara a un mundo mejor, de aspecto más humano».
En el fondo de esta reacción hay
una búsqueda de algo diferente, un reducto de esperanza, un anhelo de algo que
en esta sociedad no se ve cumplido. Es el sentimiento de que podríamos ser más
humanos, más felices y más buenos en una sociedad más justa, aunque siempre
limitada y precaria.
En este contexto cobra una
actualidad particular la llamada de Jesús: «Estad en vela.» Son palabras que
invitan a despertar y a vivir con más lucidez, sin dejarnos arrastrar o modelar
pasivamente por cuanto se impone en esta sociedad.
Tal vez, esto es lo primero.
Reaccionar y mantener despierta la resistencia y la rebeldía. Atrevemos a ser
diferentes. No actuar como todo el mundo. No identificamos con lo inhumano de
esta sociedad. Vivir en contradicción con tanta mediocridad y falta de
sensatez. Iniciar la reacción.
Nos deben animar dos
convicciones. El hombre no ha perdido su capacidad de ser más humano y de organizar
una sociedad más aceptable. Por otra parte, el Espíritu de Dios sigue actuando
en la historia y en el corazón de cada persona.
Es posible cambiar el rumbo
equivocado que lleva esta sociedad. Lo que se necesita es que cada vez haya más
personas lúcidas que se atrevan a introducir sensatez en medio de tanta locura,
sentido moral en medio de tanto vacío ético, calor humano y solidaridad en el
seno de tanto pragmatismo sin corazón.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
3 de diciembre de 1989
NUNCA ES
TARDE
Estad en vela...
Desde que Sigmund Freud formuló
la hipótesis de que toda una sociedad en su conjunto puede estar enferma, no
han sido pocos los que han analizado sus posibles neurosis y enfermedades.
Recientemente se viene hablando
en la sociedad occidental de una «patología de la abundancia» cuyos síntomas
son diversos. Un cierto tipo de bienestar fácil puede llegar a atrofiar el
crecimiento sano de la persona, aletargando su espíritu y adormeciendo su
vitalidad.
Pero, tal vez, uno de sus efectos
más graves y generalizados es la frivolidad. La ligereza en el planteamiento de
los problemas más serios de la vida. La superficialidad que lo invade casi
todo. Este cultivo de lo frívolo se traduce, a menudo, en incoherencias fácilmente
detectables entre nosotros.
Se descuida la educación ética en
la enseñanza o se eliminan los fundamentos de la vida moral, y luego nos
extrañamos por la corrupción de la vida pública.
Se incita a la ganancia del
dinero fácil, se promueven los juegos de azar, y luego nos lamentamos de que se
produzcan fraudes y negocios sucios.
Se educa a los hijos en la
insolidaridad y la búsqueda egoísta de su propio interés, y más tarde sorprende
que se desentiendan de sus padres ancianos.
Protestamos del número alarmante
de violaciones y agresiones sexuales de todo tipo, pero se sigue fomentando el
desenfreno sexual de muchas maneras.
Cada uno se dedica a lo suyo,
ignorando a quien no le sirva para su interés o placer inmediato, y luego nos
extrañamos de sentirnos terriblemente solos.
Se exalta el amor libre y se
trivializan las relaciones extramatrimoniales, y al mismo tiempo nos irritamos
ante el sufrimiento inevitable de los fracasos y rupturas de los matrimonios.
Nos alarmamos ante esa plaga
moderna de la depresión y el «estrés », pero seguimos fomentando un estilo de
vida agitado, superficial y vacío.
De la frivolidad sólo es posible
liberarse despertando de la inconsciencia, reaccionando con vigor y aprendiendo
a vivir de manera más lúcida.
Este es precisamente el grito del
evangelio, al comenzar un nuevo año litúrgico: «Despertad. Sacudíos el sueño.
Sed lúcidos». Nunca es tarde para escuchar la llamada de Jesús a «vivir
vigilantes», despertando de tanta frivolidad y asumiendo la vida de manera más
responsable.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
30 de noviembre de 1986
¿QUEREMOS
DE VERDAD LA PAZ?
Estad en
vela...
Solemos decir que todos queremos
la paz. Las gentes la desean, los políticos la piden, los partidos la incluyen
en sus programas. ¿Quién se atrevería hoy a decir lo contrario en medio de un
pueblo desgarrado por la violencia y los conflictos de todo orden?
Pero no siempre es cierto lo que
los hombres proclamamos individual y colectivamente. Querer la paz no significa
solamente lamentar- se de los hechos violentos que suceden entre nosotros. No
basta irritarse cada cierto tiempo ante la sangre que se derrama en nuestra
tierra.
Tampoco es suficiente esperar a
que otros nos la traigan cuanto antes. Ni quedarnos aguardando a que nazca como
resultado de un equilibrio de fuerzas o como fruto del juego y las estrategias
de los políticos.
Es muy tentador tranquilizar
nuestra conciencia, dando por supuesto que nosotros somos ‘buenas personas” que
queremos y buscamos la paz y que son los otros “los malos” que no la desean ni
la hacen posible.
Por lo general, cada uno de
nosotros tiene una imagen interesada de la paz y lo que buscamos en realidad es
un orden de cosas tranquilo donde se cumplan nuestros intereses individuales y
políticos.
En su Carta Pastoral de Adviento,
Mons. Setién nos recuerda que “no
hemos de creer que la paz haya de resultar automáticamente sólo con que cada
uno busque su propio interés, sin preocuparse de los demás, en virtud de una
especie de juego fatal de egoísmos”. La paz no la vamos a hacer pensando cada
uno sólo en sus cosas, su ideal político y sus intereses.
Por eso hemos de escuchar una vez
más la llamada del evangelio a «despertar” y abrir los ojos. Hemos de
preguntarnos cada uno a nosotros mismos, si realmente queremos la paz aunque no
responda completamente a nuestros objetivos individuales o de grupo.
Probablemente hoy mismo las urnas
reflejarán que la voluntad política de nuestro pueblo está profundamente
dividida y que cada partido es solamente “partido”, es decir, algo parcial, que
sólo representa a una parte del pueblo.
Cuando se llega a una situación
como ésta, se hace más urgente que nunca abrir los ojos para ver hasta qué
punto la paz que buscamos cada uno es, de alguna manera, parcial y está teñida
por diversos intereses, no todos justos y nobles.
Caminar hacia una paz justa y
verdadera para todos, sólo será posible si sabemos escucharnos y buscar juntos
lo que hay de justo y bueno en los diversos planteamientos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
27 de noviembre de 1983
UN
ADVIENTO PARA LA PACIFICACION
Estad en
vela...
Este es el título de la Carta Pastoral que nuestro Obispo nos ha
dirigido para despertar una vez más nuestra conciencia y responsabilidad ante
la escalada y el crecimiento indiscriminado de la violencia.
Es hora de despertar y movilizar
nuestras mejores fuerzas por la paz. Nos puede estar sucediendo también hoy lo
que nos recuerda el evangelio. Como en tiempos de Noé, una humanidad distraída
en diversos asuntos, no ve acercarse su ruina.
Es una grave equivocación y un
pecado vivir hoy en el País Vasco, preocupados cada uno sólo de nuestros
pequeños problemas y nuestra felicidad, cerrando los ojos a la violencia que
asola nuestra tierra y rehuyendo nuestra propia responsabilidad.
No debemos engañarnos. La paz en
el País Vasco no va a nacer espontáneamente del seno de la violencia ni se va a
ir afirmando entre nosotros con el mero pasar del tiempo o el cansancio de los
contendientes.
La paz tiene su precio y hemos de
estar dispuestos a pagarlo. No basta una mayor eficacia policial ni unas
medidas técnicas políticas para enraizar a un pueblo en la paz. Es necesario un
cambio más profundo en todos.
Necesitamos despertar nuestra
conciencia colectiva sobre las graves consecuencias que la violencia puede
tener ya para la supervivencia de nuestro pueblo. ¿Qué importarán los diversos
planteamientos, estrategias y oportunismos políticos, si, al final, es el
pueblo quien queda destrozado, sin la energía necesaria para llevar adelante su
recuperación? Más aún. «Qué valen la independencia o la unidad si es a costa de
la destrucción de un pueblo? ¿Se le ama así de verdad?» (J.M. Setién, Obispo de San Sebastián).
Si está en juego la vida de nuestro
pueblo, somos todo el pueblo los que nos tenemos que comprometer en una lucha
por la paz, hemos de manifestar con más firmeza y claridad que la voluntad
mayoritaria del pueblo es resolver el problema de Euskadi por vías dignas de
nuestra condición humana.
Tenemos el derecho y la
obligación de exigir a nuestros partidos, a nuestros dirigentes políticos y a
quienes dicen luchar con las armas por nuestra liberación, a que renuncien a
actitudes y procedimientos que hacen imposible la paz y amenazan arruinar
nuestro futuro.
La paz es posible. Es una
necesidad. Es un objetivo al que no podemos renunciar. Los creyentes debemos
luchar por ella con la misma fe que anima a nuestro Obispo: «Estamos
convencidos de que también hoy los pensamientos de Dios sobre nuestro pueblo
son pensamientos de paz, no de desgracia, de darnos un porvenir de esperanza » (Jr 29, 11).
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
30 de noviembre de 1980
¿QUE
PUEDO YO ANTE LA VIOLENCIA?
Estad en
vela.
Vivimos respirando un clima de
violencia permanente. Amenazas, extorsiones, secuestros, torturas y muertes
violentas de todo signo nos están haciendo ya caer en una espiral de violencia
de consecuencias imprevisibles.
Mientras tanto, la repetición
constante de las muertes, los comunicados que tratan de «justificar» cada
acción violenta, el descrédito sistemático de las víctimas, las campañas que se
organizan para legitimar tales muertes.., nos están insensibilizando ante la
sangre.
Nos estamos acostumbrando a
valorar estas muertes sólo por los efectos políticos y la utilidad que puedan
tener para los intereses de un grupo o de otro.
Parece que damos por bueno que no
vale lo mismo la vida de todos los hombres. Son bastantes los que, sin mayor
reflexión, piensan que hay vidas cuya destrucción es el camino legítimo y
necesario para resolver los problemas que hoy tiene nuestro pueblo.
No nos detenemos a medir las
consecuencias que estas muertes tienen para las víctimas, familiares y amigos.
Y no atendemos a las consecuencias imprevisibles que puede tener para todo
nuestro pueblo el deterioro progresivo de la convivencia, la escalada de la
violencia, la represión y el miedo, el crecimiento indiscriminado del odio y la
venganza.
Es hora de despertar nuestra
conciencia cristiana. Hay que reaccionar. Los que nos llamamos creyentes hemos
de atrevemos a escuchar con sinceridad la voz de nuestra conciencia y defender
nuestra postura públicamente. O ¿hemos olvidado ya que todo hombre es por
encima de todo un hermano?
Es necesaria la reacción de todos
para que se vea con más claridad que no es legítimo matar en nombre de un
pueblo que ni siquiera puede decidir estas acciones que tienen graves
repercusiones para nuestra convivencia socio-política.
Todos tenemos siempre algo que aportar:
nuestro comportamiento personal, nuestra reacción, el modo de enjuiciar los
hechos, nuestro gesto de condena, la defensa pública de toda vida, el apoyo a
acciones y cauces pacíficos para resolver nuestros problemas.
Los padres, educadores y todos cuantos
tenemos la posibilidad de ejercer alguna influencia en los demás, debemos
promover una reacción permanente, activa y responsable frente a tanta
injusticia, violencia, terror y sangre. Solo así, escucharemos la llamada de
este primer domingo de Adviento: «Estad en vela». «Daos cuenta del momento en
que vivís. Ya es hora de despertar...».
José Antonio Pagola
Para
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