El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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2º domingo de Adviento (A)
EVANGELIO
Haced
penitencia, porque se acerca el reino de los cielos.
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Lectura del santo evangelio según san Mateo 3,1-12
Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó
en el desierto de Judea predicando:
- Convertíos, porque está cerca el reino de
los cielos. Éste es el que anunció el profeta Isaías diciendo: «Una voz grita
en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos».
Juan llevaba un vestido de piel de camello,
con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel
silvestre.
Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de
Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el
Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían
a que los bautizara, les dijo:
- Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a
escapar de la ira inminente?
Dad el fruto que pide la conversión, y no os
hagáis ilusiones pensando: «Abrahán es nuestro padre», pues os digo que Dios es
capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras.
Ya toca el hacha la base de los árboles, y el
árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego.
Yo os bautizo con agua para que os
convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni
llevarle las sandalias.
Él os bautizará con el Espíritu Santo y
fuego.
Él tiene el bieldo en la mano: aventará su
parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no
se apaga.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2016-2017 -
4 de diciembre de 2016
RECORRER
CAMINOS NUEVOS
Por los años 27 o 28 apareció en
el desierto en torno al Jordán un profeta original e independiente que provocó
un fuerte impacto en el pueblo judío: las primeras generaciones cristianas lo
vieron siempre como el hombre que preparó el camino a Jesús.
Todo su mensaje se puede
concentrar en un grito: «Preparad el
camino del Señor, allanad sus senderos». Después de veinte siglos, el papa
Francisco nos está gritando el mismo mensaje a los cristianos: abrid caminos a
Dios, volved a Jesús, acoged el Evangelio.
Su propósito es claro: «Busquemos
ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos». No será fácil. Hemos vivido
estos últimos años paralizados por el miedo. El papa no se sorprende: «La
novedad nos da siempre un poco de miedo porque nos sentimos más seguros si
tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos y
planificamos nuestra vida». Y nos hace una pregunta a la que hemos de
responder: «¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de
Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas que han perdido
capacidad de respuesta?».
Algunos sectores de la Iglesia
piden al papa que acometa cuanto antes diferentes reformas que consideran
urgentes. Sin embargo, Francisco ha manifestado su postura de manera clara:
«Algunos esperan y me piden reformas en la Iglesia, y debe haberlas. Pero antes
es necesario un cambio de actitudes».
Me parece admirable la
clarividencia evangélica del papa. Lo primero no es firmar decretos
reformistas. Antes es necesario poner a las comunidades cristianas en estado de
conversión y recuperar en el interior de la Iglesia las actitudes evangélicas
más básicas. Solo en ese clima será posible acometer de manera eficaz y con
espíritu evangélico las reformas que necesita urgentemente la Iglesia.
El mismo Francisco nos está
indicando todos los días los cambios de actitudes que necesitamos. Señalaré
algunos de gran importancia.
Poner a Jesús en el centro de la
Iglesia: «Una Iglesia que no lleva a Jesús es una Iglesia muerta».
No vivir en una Iglesia cerrada y
autorreferencial: «Una Iglesia que se encierra en el pasado traiciona su propia
identidad».
Actuar siempre movidos por la
misericordia de Dios hacia todos sus hijos: no cultivar «un cristianismo
restauracionista y legalista que lo quiere todo claro y seguro, y no halla
nada».
Buscar una Iglesia pobre y de los
pobres. Anclar nuestra vida en la esperanza, no «en nuestras reglas, nuestros
comportamientos eclesiásticos, nuestros clericalismos».
José Antonio Pagola
HOMILIA
2013-2014 -
8 de enero de 2013.
RECORRER
CAMINOS NUEVOS
(Ver homilía del ciclo A - 2016-2017)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2010-2011 - JESÚS ES PARA TODOS
5 de diciembre de 2010
NO
OLVIDAR LA CONVERSIÓN
Convertíos.
"Convertíos
porque está cerca el reino de Dios". Según Mateo, éstas son
las primeras palabras que pronuncia Juan en el desierto de Judea. Y éstas son
también las primeras que pronuncia Jesús, al comenzar su actividad profética, a
orillas del lago de Galilea.
Con la predicación del Bautista
comienza ya a escucharse la llamada a la conversión que centrará todo el
mensaje de Jesús. No ha hecho todavía su aparición, y Juan está ya llamando a
un cambio radical pues Dios quiere reorientar la vida hacia su verdadera meta.
Esta conversión no consiste en
hacer penitencia. No basta tampoco pertenecer al pueblo elegido. No es
suficiente recibir el bautismo del Jordán. Es necesario "dar el fruto que pide la conversión": una vida nueva,
orientada a acoger el reino de Dios.
Esta llamada que comienza a escucharse
ya en el desierto será el núcleo del mensaje de Jesús, la pasión que animará su
vida entera. Viene a decir así: "Comienza
un tiempo nuevo. Se acerca Dios. No quiere dejaros solos frente a vuestros
problemas y conflictos. Os quiere ver compartiendo la vida como hermanos.
Acoged a Dios como Padre de todos. No olvidéis que estáis llamados a una Fiesta
final en torno a su mesa".
No nos hemos de resignar a vivir
en una Iglesia sin conversión al reino de Dios. No nos está permitido seguir a
Jesús sin acoger su proyecto. El concilio Vaticano II lo ha declarado de manera
clara y firme: "La Iglesia , al prestar ayuda
al mundo y al recibir del mundo múltiple ayuda, no tiene más que una
aspiración: que venga el reino de Dios y se realice la salvación del género
humano”.
Esta conversión no es sólo un
cambio individual de cada uno, sino el clima que hemos de crear en la Iglesia , pues toda ella ha
de vivir acogiendo el reino de Dios. No consiste tampoco en cumplir con más
fidelidad las prácticas religiosas, sino en "buscar el reino de Dios y su justicia" en la sociedad.
No es suficiente cuidar en las
comunidades cristianas la celebración digna de los "sacramentos" de la Iglesia. Es necesario,
además, promover los "signos" del reino que Jesús practicaba: la acogida
a los más débiles; la compasión hacia los que sufren; la creación de una
sociedad reconciliada; el ofrecimiento gratuito del perdón; la defensa de toda
persona.
Por eso, animado por un deseo
profundo de conversión, el Vaticano II dice así: "La liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia , pues para que los
hombres puedan llegar a la celebración, es necesario que antes sean llamados a
la fe y la conversión". No lo tendríamos que olvidar.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2007-2008 - RECREADOS POR JESÚS
9 de diciembre de 2007
CONVERSIÓN
SOSTENIDA
Preparad el camino del
Señor.
Entre el otoño del año 27 y la
primavera del 28 aparece en el horizonte religioso de Palestina un profeta
original e independiente que provoca un fuerte impacto en el pueblo. Su nombre
es Juan. Las primeras generaciones lo vieron siempre como el hombre que preparó
el camino a Jesús.
Hay algo nuevo y sorprendente en
este profeta. No predica en Jerusalén como Isaías y otros profetas: vive
apartado de la elite del templo. Tampoco es un profeta de la corte: se mueve
lejos del palacio de Antipas. De él se dice que es «una voz que grita en el
desierto», un lugar que no puede ser fácilmente controlado por ningún poder.
No llegan hasta el desierto los
decretos de Roma ni las órdenes de Antipas. No se escucha allí el bullicio del
templo. Tampoco se oyen las discusiones de los maestros de la ley. En cambio,
se puede escuchar a Dios en el silencio y la soledad. Es el mejor lugar para
iniciar la conversión a Dios preparando el camino a Jesús.
Éste es precisamente el mensaje
de Juan: «Convertíos»: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos».
Este «camino del Señor» no son las calzadas romanas por donde se mueven las
legiones de Tiberio. Estos «senderos» no son los caminos que llevan al templo.
Hay que abrir caminos nuevos al Dios que llega con Jesús.
Esto es lo primero que
necesitamos también hoy: convertirnos a Dios, volver a Jesús, abrirle caminos
en el mundo y en la
Iglesia. No se trata de un «aggiornamento» ni de una adaptación
al momento actual. Es mucho más. Es poner a la Iglesia entera en estado
de conversión.
Probablemente se necesitará mucho
tiempo para poner la compasión en el centro del cristianismo. No será fácil
pasar de una «religión de autoridad» a una «religión de llamada». Pasarán años
hasta que en las comunidades cristianas aprendamos a vivir para el reino de
Dios y su justicia. Se necesitarán cambios profundos para poner a los pobres en
el centro de nuestra religión.
A Jesús sólo se le puede seguir
en estado de conversión. Necesitamos alimentar una «conversión sostenida». Una
actitud de conversión que hemos de transmitir a las siguientes generaciones.
Sólo una Iglesia así es digna de Jesús.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
5 de diciembre de 2004
NO SOMOS
BAUTISTAS
El que viene detrás de mí
puede más que yo.
La figura del Bautista es
sombría. Su predicación gira en torno al juicio inminente de Dios. Llega ya el
Juez Supremo con rostro airado y enfurecido. Nadie se librará de su terrible
juicio. «Ya está el hacha puesta a la
raíz de los árboles» (Mt 3, 10). Lo único que nos queda es hacer
penitencia, volver al cumplimiento de la ley y ver si podemos evitar así «su ira inminente».
No son sólo palabras. El Bautista
se convierte con su vida en símbolo de este mensaje amenazador. Se retira al
desierto y hace vida de ayuno y penitencia. El Bautista no acoge a los que
sufren, no se acerca a los leprosos, no cura a los enfermos, no perdona a los
pecadores, no bendice a los niños. Lo suyo es predicar el juicio de Dios,
bautizar y llamar a hacer penitencia. El Bautista introduce en los corazones
miedo a Dios pues entiende la religión como espera y preparación de su juicio
terrible.
La aparición de Jesús representa
algo nuevo y sorprendente. Su predicación ya no se centra en el juicio de Dios.
El que llega no es un Juez airado, sino un Padre que quiere reinar y ser
acogido porque sólo busca una vida más digna y dichosa para todos. No oculta
Jesús el riesgo de quedarse fuera de «la
fiesta final», pero Dios ofrece su perdón gratuito a todos, incluso a los
paganos y pecadores.
El mismo Jesús se convierte en el
mejor símbolo de ese Dios bueno. No vive ayunando en el desierto, sino comiendo
con pecadores. No le llaman «bautizador», sino «amigo de publicanos y pecadores». Lo suyo no es promover
penitencia, sino hacer «gestos de bondad»: Jesús defiende a los débiles, cura a
los enfermos, perdona a los pecadores, bendice a los niños. Jesús introduce en
los corazones confianza en un Dios bueno porque entiende la religión no como la
preparación de un juicio, sino como la acogida de un Dios Padre que quiere
vernos convivir como hermanos.
Juan fue un gran hombre. Según
Jesús, «el mayor entre los nacidos de
mujer». Pero entre Juan y Jesús no hay confusión posible. «La
Ley y los Profetas llegaron hasta Juan; a partir de entonces
se anuncia la Buena
Noticia del Reinado de Dios». No nos podemos quedar en
Juan. La Iglesia
ha de seguir a Jesús, no al Bautista. La nuestra no es una religión del miedo,
sino de la confianza en Dios. Lo decisivo no es hacer penitencia, sino «ser misericordiosos como el Padre es
misericordioso».
José Antonio Pagola
HOMILIA
2001-2002 – CON FUEGO
9 de diciembre de 2001
RECUPERAR
CAMINOS
Preparad el camino del
Señor.
Es muy fácil quedarse en la vida
«sin caminos» hacia Dios. No hace falta ser ateo. No es necesario rechazar a
Dios de manera consciente. Basta seguir la tendencia general de nuestros días e
instalarse en la indiferencia religiosa. Poco a poco, Dios desaparece del
horizonte. Cada vez interesa menos. ¿Es posible recuperar hoy caminos nuevos
hacia Dios?
Tal vez, lo primero sea recuperar
«la humanidad de la religión». Abandonar caminos ambiguos que conducen hacia un
Dios interesado y dominador, celoso sólo de su gloria y poder, y en definitiva
poco humano, para abrirse a un Dios que sólo busca y desea, desde ahora y para
siempre, lo mejor para nosotros. Dios no es el Ser Supremo que aplasta y
humiha, sino el Amor Santo que atrae y da vida. Las personas volverán a Dios,
no atraídas por lo «tremendum» sino por lo «fascinans» de su misterio.
Es necesario, al mismo tiempo,
ensanchar el horizonte de nuestra vida. Estamos llenando nuestra existencia de
cosas y nos estamos quedando vacíos por dentro. Vivimos informados de todo,
pero ya no sabemos hacia donde orientar nuestra vida. Nos creemos los seres más
inteligentes y progresistas de la historia, pero no sabemos entrar en nuestro
corazón, meditar, orar o dar gracias. Sólo camina hacia Dios el que no está
satisfecho con el lugar actual y busca uno nuevo para existir.
Es importante, además, buscar un
«fundamento sólido» a la vida. ¿En qué nos podemos apoyar en medio de tanta
incertidumbre y desconcierto? La vida es como una casa: hay que cuidar la
fachada y el tejado, pero lo importante es construir sobre cimiento seguro. Al
final, siempre necesitamos poner nuestra confianza última en algo o en alguien.
¿No será que necesitamos a Dios?
Para recuperar caminos hacia Dios
necesitamos aprender a callar. A lo más íntimo de la existencia se llega, no
cuando hablamos y nos agitamos, sino cuando hacemos silencio. Cuando la persona
se recoge y está callada ante Dios, el corazón tarde o temprano comienza a
abrirse.
Se puede vivir encerrado en uno
mismo, sin caminos hacia nada nuevo y creador. Pero se puede también buscar
nuevos caminos hacia Dios. A ello nos invita el Bautista.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
6 de diciembre de 1998
NO SOMOS
BAUTISTAS
El que viene detrás de mí
puede más que yo.
La figura del Bautista es
sombría. Su predicación gira en tomo al juicio inminente de Dios. Llega ya el
Juez Supremo con rostro airado y enfurecido. Nadie se librará de su terrible
juicio. «Ya está el hacha puesta a la
raíz de los árboles» (Mt 3, 10). Lo único que nos queda es hacer
penitencia, volver al cumplimiento de la
Ley y ver si podemos evitar así «su ira inminente».
No son sólo palabras. El Bautista
se convierte con su vida en símbolo de este mensaje amenazador. Se retira al
desierto y hace vida de ayuno y penitencia. El Bautista no acoge a los que
sufren, no se acerca a los leprosos, no cura a los enfermos, no perdona a los
pecadores, no bendice a los niños. Lo suyo es predicar el juicio de Dios,
bautizar y llamar a hacer penitencia. El Bautista introduce en los corazones
miedo a Dios pues entiende la religión como espera y preparación de su juicio
terrible.
La aparición de Jesús representa
algo nuevo y sorprendente. Su predicación ya no se centra en el juicio de Dios.
El que llega no es un Juez airado, sino un Padre que quiere reinar y ser
acogido porque sólo busca una vida más digna y dichosa para todos. No oculta
Jesús el riesgo de quedarse fuera de «la
fiesta final», pero Dios ofrece su perdón gratuito a todos, incluso a los
paganos y pecadores.
El mismo Jesús se convierte en el
mejor símbolo de ese Dios bueno. No vive ayunando en el desierto, sino comiendo
con pecadores. No le llaman «bautizador», sino «amigo de publicanos y pecadores» (Mt 11, 19). Lo suyo no es
promover penitencia, sino hacer «gestos de bondad»: Jesús defiende a los
débiles, cura a los enfermos, perdona a los pecadores, bendice a los niños.
Jesús introduce en los corazones confianza en un Dios bueno porque entiende la
religión no como la preparación de un juicio, sino como la acogida de un Dios
Padre que quiere vernos convivir como hermanos.
Juan fue un gran hombre. Según
Jesús, «el mayor entre los nacidos de
mujer». Pero entre Juan y Jesús no hay confusión posible. «La
Ley y los Profetas llegaron hasta Juan; a partir de entonces
se anuncia la Buena
Noticia del Reinado de Dios» (Lc 16, 16). No nos podemos
quedar en Juan. La Iglesia
ha de seguir a Jesús, no al Bautista. La nuestra no es una religión del miedo,
sino de la confianza en Dios. Lo decisivo no es hacer penitencia, sino «ser misericordiosos como el Padre es
misericordioso» (Lc 6, 36).
José Antonio Pagola
HOMILIA
1995-1996 – SANAR LA VIDA
10 de diciembre de 1995
EN EL
DESIERTO
Una voz grita en el
desierto.
Una vez más, en medio de este
tiempo de Adviento que nos prepara a las fiestas de Navidad, se escuchan las
palabras del profeta Isaías pronunciadas con fuerza por Juan el Bautista: « Una voz grita en el desierto: preparad el
camino del Señor, allanad sus senderos.»
En la mentalidad semita, el
«desierto» es, entre otras cosas, el lugar de la verdad, donde las personas se
ven obligadas a vivir de lo esencial. Lo superfluo y artificial queda eliminado
y el ser humano se ve enfrentado a su verdadera realidad. Es significativo que
las grandes religiones que guían a la humanidad hayan nacido muchas veces en el
desierto. Siempre es importante para la humanidad escuchar «la voz que clama en el desierto».
Yo la escucho estos días en
Rwanda. Aunque se puede disfrutar cada noche de un hermoso cielo donde brillan
Orión y la Cruz
del Sur, y aunque el paisaje es de gran belleza, todo recuerda aquí al
«desierto». No hay lugar para lo superfluo. El hambre es una amenaza
permanente. Huérfanos y viudas luchan cada día por sobrevivir. Presos hacinados
en las cárceles esperan en vano su liberación. No es muy difícil escuchar aquí
el clamor del ser humano necesitado de salvación.
Europa no puede «preparar el camino al Señor», como pide
el Bautista, si no escucha el clamor de estos pueblos abandonados. Hace tiempo
que el Primer Mundo se ha desviado de lo esencial para seguir caminos tortuosos
que nos están deshumanizando a todos. Hemos levantado toda clase de obstáculos
de injusticia e insolidaridad que impiden a Dios reinar como Padre de los
hombres y mujeres que habitan la Tierra. Vivimos instalados en una indiferencia
cruel, y no nos damos cuenta de que, mientras nosotros nos preparamos para
celebrar una vez más la
Navidad del bienestar y la abundancia, miles de seres humanos
estarán esos mismos días muriendo de hambre y desnutrición.
¿Quién será capaz de liberar a
Occidente de su ceguera y embotamiento? ¿Quién puede provocar un giro radical
en la actitud del Primer Mundo? Las Iglesias cristianas tienen que elevar su
voz sin descanso. No se le puede acoger a Dios en el mundo con cantos y
celebraciones litúrgicas si no le dejamos entrar como Padre de todos los
pueblos.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1992-1993 – CON HORIZONTE
6 de diciembre de 1992
SUGERENCIAS
Preparad el camino del
Señor
Cada vez me encuentro con más personas
que, después de muchos años de vivir alejadas de cualquier experiencia
religiosa, sienten hoy de nuevo la necesidad de creer en un Dios vivo. ¿Cómo
encontrarse con El? He aquí algunas sugerencias.
Antes que nada, tienes que
valorar ese deseo de Dios que hay dentro de ti. Aunque te sientas con pocas
fuerzas y tus deseos no se puedan traducir inmediatamente en realidad, Dios
conoce tu corazón y también tu debilidad. El te entiende y está cerca. No te
compares con otros. Tú tienes que recorrer tu propio camino. No importa tu
pasado. Ahora lo decisivo es que confíes en Dios y en ti mismo.
Piensa en lo mejor que hay en tu
vida. Lo que a pesar de todas las dificultades y crisis te sostiene y te hace
vivir: el amor de tu esposo o esposa, la alegría de tus hijos, los amigos, las
experiencias positivas, lo que te da fuerza para sentirte vivo. En el fondo de
todo está ese Dios a quien tú buscas.
Entra también dentro de tu
corazón y descubre todo lo bueno que hay dentro de ti. No pienses en análisis
sicológicos interminables. No necesitas tampoco mucho tiempo para hacer esa
peregrinación a tu interior. Toma conciencia de tus sentimientos buenos, de tus
acciones generosas y nobles, de tus deseos de vivir con más coherencia y
verdad. Dentro de ti y a pesar de tu mediocridad hay siempre una llamada de
Dios.
Puedes dar otro paso. Recuerda
alguna experiencia religiosa que haya dejado huella en tu corazón. Algún
momento importante de tu vida en que has invocado a Dios de verdad, alguna
frase del Evangelio que no has olvidado, el encuentro con alguna persona
creyente que te ha impactado.
Si puedes, intenta rezar. Al
comienzo, no te saldrá nada. Después de tantos años, te parecerá algo
artificial en ti. No necesitas muchas palabras. Puedes decirle a Dios: «Quiero
creer. Ayúdame en mi debilidad.» Ch. de
Foucauld solía repetir: «Dios mío, si existes, haz que yo te conozca.»
Y, ¿después? Nadie puede prever
lo que puede pasar. ¿Se despertará de nuevo tu fe? ¿Habrá un cambio en tu vida?
¿Seguirá todo igual? Lo esencial es tu postura sincera de búsqueda de Dios.
En cualquier caso, siempre
deberás recordar que aunque tú vuelvas a tu vida mediocre y rutinaria de
siempre, Dios seguirá ahí sosteniéndote con amor. Aunque desoigas todas sus
llamadas y tu fe siga apagándose, Dios no te abandonará. Esa es la Buena Nueva de Cristo:
Dios no se aleja de nosotros ni siquiera cuando pecamos contra El. Incluso
cuando pecas, El te está perdonando, y si ese perdón no llega hasta ti es sólo
porque tú te cierras.
Recuerda las palabras de Juan el
Bautista: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.» Tú puedes
abrirte más a Dios. Un día, no se sabe la hora, tal vez te encuentres con el
Dios vivo de Jesucristo. Lo notarás al sentir su paz dentro de ti.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1989-1990 – NUNCA ES TARDE
10 de diciembre de 1989
REPRIMIDOS
RELIGIOSAMENTE
Preparad el camino del Señor.
Han pasado ya bastantes años
desde que S. Freud afirmara de manera casi dogmática que «la religión es
la neurosis obsesiva común al género humano». La investigación actual no
confirma hoy esta visión freudiana del hecho religioso.
El profesor V. Frankl, reconocido
mundialmente como el fundador de la tercera escuela vienesa de psicoterapia
(logoterapia), llega a decir, por el contrario, que la religiosidad reprimida
de manera indebida es patógena y se está convirtiendo en fuente de neurosis del
hombre contemporáneo.
En su obra, «La presencia
ignorada de Dios. Psicoterapia y religión » (Ed. Herder, 1988), V. Frankl habla
de un Dios presente en la profundidad inconsciente de muchos hombres y mujeres
de hoy. Un «Dios inconsciente» que está latente en lo profundo de muchas
personas, aunque la relación con él haya quedado reprimida.
Los factores que producen esta
represión pueden ser múltiples y, con frecuencia, actúan de manera simultánea
en una misma persona.
A veces, es el imperio absoluto y
despótico de la razón científica mal entendida el que ahoga la inquietud
religiosa que brota del corazón humano.
Otras veces, la persona se
instala en una vida pragmática y superficial que le impide llegar con un poco
de hondura al fondo de su ser. Sólo interesa la satisfacción inmediata y el
placer a cualquier precio. Ya no queda sitio para Dios.
Con frecuencia, el vacío dejado
por Dios viene a ser ocupado por «los dioses de paisano» de la era moderna: el
dinero, el sexo, el prestigio social.
Pero la religiosidad queda ahí
latente, incluso en personas que se dicen increyentes, aunque se trate, muchas
veces, de una religiosidad poco desarrollada, adherida a imágenes y vivencias
de la infancia.
Lo grave es que esta
religiosidad, atrofiada y reprimida, perturba la relación sana con Dios y puede
producir, lo mismo que cualquier otra represión, efectos muy negativos en la
persona.
La curación, como en todos los
procesos de falsa represión, sólo se logra cuando la persona se plantea de
manera consciente y responsable su actitud. En este caso, se trata de cerrar
definitivamente las puertas a Dios o bien de acogerlo de manera consciente y
hacerle un sitio en la propia vida.
De nuevo, una voz nos grita a
todos: «Preparad los caminos del Señor». Quitad los obstáculos que
impiden la llegada de Dios a vuestras vidas. No bloqueéis su presencia. No
reprimáis por más tiempo vuestra «nostalgia» inconsciente de Dios.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
7 de diciembre de 1986
No os hagáis ilusiones...
Cambiad.
Casi siempre nos parece que la
paz es algo que se juega ahí, fuera de nosotros, en la calle, en las relaciones
de las personas, los enfrentamientos de los diferentes grupos y los juegos de
los partidos. La echamos de menos cuando leemos el periódico o vemos en el
televisor los hechos violentos que suceden o la conflictividad que se endurece
día a día.
Entonces, fácilmente llegamos a
la conclusión de que nada tiene que ver con esa paz lo que cada uno de nosotros
podamos sentir, pensar o desear. ¿Qué puede importar lo que yo piense o desee,
con el logro de esa paz que todos decimos es tan necesaria para nuestro pueblo?
Casi inconscientemente, cada uno
de nosotros descargamos nuestra propia responsabilidad y nos hacemos la ilusión
de que la paz nos la traerán ese pequeño grupo de personas que llamamos «los
políticos», con su habilidad, sus estrategias y su capacidad de negociación.
Creemos que la paz se logrará si
se llega por fin a unos acuerdos básicos entre las fuerzas políticas y se
firman unos pactos que permitan seguir funcionando sin traumas graves y con un
equilibrio suficiente. Todo ello, sin que cambiemos nada cada uno de nosotros.
Entonces olvidamos algo que
nuestro Obispo nos recuerda este adviento en su Carta Pastoral: «es del corazón
del hombre de donde brotan las buenas o las malas acciones. También las que
hacen o destrozan la paz”.
La paz no nos va a llegar desde
fuera, sólo como resultado de un juego de fuerzas o negociaciones capaces de
imponer un orden más pacífico en la vida social.
Cada uno de nosotros, con nuestra
manera de sentir, pensar y reaccionar, podemos escoger entre lo que nos acerca
a la paz o lo que nos aleja de ella. Cada uno de nosotros podemos construir paz
o desorden. Cada uno podemos hacer justicia o provocar injusticias, promover lo
que lleva a la vida o fomentar la muerte.
¿Puede la paz arraigar
profundamente en la vida de este pueblo, si cada uno de nosotros absolutizamos
nuestras posturas hasta el punto de no detenernos ni siquiera ante el derecho a
la vida que tiene cada persona? ¿Se puede avanzar hacia una paz verdadera si
cada uno de nosotros sigue defendiendo su propia postura de manera dogmática e
intolerante, negándonos a aceptar que puede haber algo de positivo y noble en
lo que defienden nuestros adversarios? ¿Se logrará la paz si cada uno pretende
llegar a ella imponiendo su propio proyecto o alternativa como sea, contra el
que sea y por los medios que sean?
Es muy fácil considerar este
planteamiento como algo ingenuo y perfectamente inútil. Probablemente,
seguiremos todavía mucho tiempo luchando y sufriendo, sin que nadie cambie aquí
de postura. Pero las palabras del evangelio seguirán ahí con toda su fuerza
interpeladora: “No os hagáis ilusiones... Convertíos... Cambiad”.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
4 de diciembre de 1983
EL CAMINO
HACIA LA PAZ
Preparad el camino del
Señor.
Si algo hemos de hacer en estos
momentos como hombres, como creyentes y como hijos de este pueblo es no aceptar
la violencia como un mal endémico del País Vasco.
¿A quién puede interesar que la
violencia quede enquistada en el seno de este pueblo vasco sin otro resultado
que la degradación de nuestra convivencia socio-política y la ruina progresiva
de nuestra economía? ¿Qué es lo que buscan quienes nos imponen la violencia
para un tiempo indefinido? ¿Cuáles son sus últimas intenciones sobre nuestro
pueblo?
La voz del Bautista que grita a
todo el pueblo: «Preparad los caminos del Señor» tiene hoy unas exigencias muy
concretas entre nosotros. Tenemos que crear una conciencia colectiva cada vez
más clara y firme que nos lleve a abandonar caminos equivocados que nos están
cerrando a la paz, para abrir otros nuevos que, aunque parezcan pequeños, nos
pueden conducir a una pacificación progresiva y justa.
Hay algo a lo que no podemos
renunciar y nos lo ha recordado nuestro Obispo en su reciente Carta Pastoral.
Todos los caminos hacia la paz pasan por la defensa firme de los valores éticos
y morales y su aplicación práctica a nuestra situación histórica concreta.
Sería una equivocación el dejar
para más tarde la aplicación de los principios éticos, pensando que ahora lo
importante es ser eficaces y resolver los problemas «como sea».
Y esto es válido para todos. Para
aquellos que imponen la violencia terrorista sin respetar siquiera el derecho a
la vida, afirmando que un día, lograda una determinada alternativa política,
las cosas serán distintas. Y también para aquellos que desearían erradicar el
terrorismo «a cualquier precio», buscando sólo la eficacia.
No se avanza hacia un nivel de
mayor justicia y paz, cometiendo injusticias, violando los derechos humanos o
imponiendo la mentira. «Relegar para más tarde, para cuando se haya alcanzado
la tranquilidad y la paz, la aplicación de los imperativos de la verdad, de la
justicia, de la libertad y del amor, equivale a demoler de principio, lo que
después se pretende edificar» (J.M.
Setién, Obispo de San Sebastián).
Cuando se trata de ir caminando
hacia una sociedad más humana, justa y pacífica, lo más eficaz, en definitiva,
es buscar toda clase de caminos humanos, justos y pacíficos. Y si no lo hacemos
así, una vez más habremos errado el verdadero camino.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1980-1981 – APRENDER A VIVIR
7 de diciembre de 1980
SIN
CAMBIO, NO HABRA PAZ
Preparad el camino.
Una vez más, en medio del
Adviento, se nos presenta la figura austera y enigmática del Bautista gritando
a las gentes la necesidad de una profunda conversión: «Preparad el camino del
Señor».
Su llamada resultará a muchos
estridente y fuera de lugar. No son tiempos de escuchar a los profetas. Y, sin
embargo, a uno le hace pensar la peregrinación humilde de aquel pueblo de
Israel que marcha al desierto a confesar su pecado e iniciar una vida nueva.
Un pueblo tiene futuro cuando
sabe confesar su pecado, reconocer sus errores, abandonar caminos equivocados y
abrir otros nuevos que le conduzcan a una convivencia más humana.
Y hay un pecado grave que se está
cometiendo en nuestro pueblo. Estamos impidiendo que Dios reine aquí y ahora,
entre nosotros, como verdadero Padre de todos. No queremos escuchar esa llamada
que hay en el fondo de todo hombre, al respeto a la vida, al diálogo y la
fraternidad.
También hoy nuestro pueblo tiene
que confesar su pecado y sus errores. La violencia no es el camino para avanzar
hacia una convivencia más libre y justa. Una vez más, el enfrentamiento sólo
originará vencedores y vencidos, pero no hombres libres que sepan dialogar.
Necesitamos abrir nuevos caminos.
Y quizás nuestra verdadera tragedia es el haber entrado de nuevo por el camino
viejo de siempre. Los caminos de la violencia y de la sangre.
La violencia actual en nuestro
pueblo es, sin duda, el fruto de viejas violencias e injusticias, cometidas
durante largos años. Pero, ¿no es una grave equivocación responder con los
mismos métodos?
La violencia busca una solución
rápida y eficaz a los graves problemas de nuestro pueblo. Pero lo hace
sembrando nuevas violencias y enfrentamientos. No transforma las conciencias.
No nos educa para construir una sociedad diferente, más respetuosa con los
derechos de las personas y de los grupos.
La violencia quiere ir por el
atajo, pero corre el riesgo de no llegar nunca a la verdadera meta. No ofrece
una alternativa más bu. mana y justa. Con la violencia estamos preparando una
sociedad donde de nuevo la última palabra la tendrá no el pueblo, sino los que tengan
el poder y las armas.
No es posible una alternativa de
paz y justicia para nuestro pueblo, si no reaccionamos todos frente a acciones,
represiones y manipulaciones de diverso signo, que sin respetar el valor
absoluto de cada persona, la convierten en instrumento al servicio de unos
intereses políticos cuestionables.
No hay dogmas ni planteamientos
políticos intocables. Ni la unidad actual del Estado Español, ni la
independencia política del País Vasco, justifican la destrucción de la vida que
se está dando entre nosotros. Nuestra postura cristiana debe ser firme, aunque
se tenga que enfrentar a organizaciones, partidos o grupos cuyas siglas o
ideología esté cercana a nuestra propia posición personal.
José Antonio Pagola
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