El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción".
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola.
José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.
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33º domingo Tiempo ordinario (C)
EVANGELIO
Con vuestra
perseverancia salvaréis vuestras almas.
+ Lectura del santo
evangelio según san Lucas 21,5-19
En aquel tiempo, algunos
ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos.
Jesús les dijo:
- Esto que contempláis, llegará
un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.
Ellos le preguntaron:
- Maestro, ¿cuándo va a ser eso?,
¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?
Él contestó:
- Cuidado con que nadie os
engañe. Porque muchos vendrán usando mi nombre diciendo: «Yo soy» o bien «el
momento está cerca»; no vayáis tras ellos.
Cuando oigáis noticias de guerras
y de revoluciones, no tengáis pánico.
Porque eso tiene que ocurrir
primero, pero el final no vendrá enseguida.
Luego les dijo:
- Se alzará pueblo contra pueblo
y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias
y hambre.
Habrá también espantos y grandes
signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán
mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán
comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: así tendréis
ocasión de dar testimonio.
Haced propósito de no preparar
vuestra defensa: porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá
hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y
parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de
vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre.
Pero ni un cabello de vuestra
cabeza perecerá: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.
Palabra de Dios.
HOMILIA
2015-2016 -
13 de noviembre de 2016
PARA
TIEMPOS DIFÍCILES
Tendréis
ocasión de dar testimonio.
Los profundos cambios
socioculturales que se están produciendo en nuestros días y la crisis religiosa
que sacude las raíces del cristianismo en occidente, nos han de urgir más que
nunca a buscar en Jesús la luz y la fuerza que necesitamos para leer y vivir
estos tiempos de manera lúcida y responsable.
Llamada
al realismo. En ningún momento augura Jesús a sus seguidores un camino fácil
de éxito y gloria. Al contrario, les da a entender que su larga historia estará
llena de dificultades y luchas. Es contrario al espíritu de Jesús cultivar el
triunfalismo o alimentar la nostalgia de grandezas. Este camino que a nosotros
nos parece extrañamente duro es el más acorde a una Iglesia fiel a su Señor.
No a la
ingenuidad. En momentos de crisis, desconcierto y confusión no es extraño
que se escuchen mensajes y revelaciones proponiendo caminos nuevos de
salvación. Éstas son las consignas de Jesús. En primer lugar, «que nadie os engañe»: no caer en la
ingenuidad de dar crédito a mensajes ajenos al evangelio, ni fuera ni dentro de
la Iglesia. Por tanto, «no vayáis tras
ellos»: No seguir a quienes nos separan de Jesucristo, único fundamento y
origen de nuestra fe.
Centrarnos
en lo esencial. Cada generación cristiana tiene sus propios problemas,
dificultades y búsquedas. No hemos de perder la calma, sino asumir nuestra
propia responsabilidad. No se nos pide nada que esté por encima de nuestras
fuerzas. Contamos con la ayuda del mismo Jesús: «Yo os daré palabras y sabiduría»… Incluso en un ambiente hostil de
rechazo o desafecto, podemos practicar el evangelio y vivir con sensatez
cristiana.
La hora
del testimonio. Los tiempos difíciles no han de ser tiempos para los lamentos,
la nostalgia o el desaliento. No es la hora de la resignación, la pasividad o
la dimisión. La idea de Jesús es otra: en tiempos difíciles «tendréis ocasión de dar testimonio». Es
ahora precisamente cuando hemos de reavivar entre nosotros la llamada a ser
testigos humildes pero convincentes de Jesús, de su mensaje y de su proyecto.
Paciencia. Ésta es
la exhortación de Jesús para momentos duros: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas». El término
original puede ser traducido indistintamente como "paciencia" o
"perseverancia". Entre los cristianos hablamos poco de la paciencia,
pero la necesitamos más que nunca. Es el momento de cultivar un estilo de vida
cristiana, paciente y tenaz, que nos ayude a responder a nuevas situaciones y
retos sin perder la paz ni la lucidez.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2012-2013 -
17 de noviembre de 2013
TIEMPOS
DE CRISIS
En los evangelios se recogen
algunos textos de carácter apocalíptico en los que no es fácil diferenciar el
mensaje que puede ser atribuido a Jesús y las preocupaciones de las primeras
comunidades cristianas, envueltas en situaciones trágicas mientras esperan con
angustia y en medio de persecuciones el final de los tiempos.
Según el relato de Lucas, los
tiempos difíciles no han de ser tiempos de lamentos y desaliento. No es tampoco
la hora de la resignación o la huida. La idea de Jesús es otra. Precisamente en
tiempos de crisis “tendréis ocasión de dar testimonio”. Es entonces cuando se
nos ofrece la mejor ocasión de dar testimonio de nuestra adhesión a Jesús y a
su proyecto.
Llevamos ya cinco años sufriendo
una crisis que está golpeando duramente a muchos. Lo sucedido en este tiempo
nos permite conocer ya con realismo el daño social y el sufrimiento que está
generando. ¿No ha llegado el momento de plantearnos cómo estamos reaccionando?
Tal vez, lo primero es revisar
nuestra actitud de fondo: ¿Nos hemos posicionado de manera responsable,
despertando en nosotros un sentido básico de solidaridad, o estamos viviendo de
espaldas a todo lo que puede turbar nuestra tranquilidad? ¿Qué hacemos desde
nuestros grupos y comunidades cristianas? ¿Nos hemos marcado una línea de
actuación generosa, o vivimos celebrando nuestra fe al margen de lo que está
sucediendo?
La crisis está abriendo una
fractura social injusta entre quienes podemos vivir sin miedo al futuro y
aquellos que están quedando excluidos de la sociedad y privados de una salida
digna. ¿No sentimos la llamada a introducir algunos “recortes” en nuestra vida
para poder vivir los próximos años de manera más sobria y solidaria?
Poco a poco, vamos conociendo más
de cerca a quienes se van quedando más indefensos y sin recursos (familias sin
ingreso alguno, parados de larga duración, inmigrantes enfermos...) ¿Nos
preocupamos de abrir los ojos para ver si podemos comprometernos en aliviar la
situación de algunos? ¿Podemos pensar en alguna iniciativa realista desde las comunidades cristianas?
No hemos de olvidar que la crisis
no solo crea empobrecimiento material. Genera, además, inseguridad, miedo,
impotencia y experiencia de fracaso. Rompe proyectos, hunde familias, destruye
la esperanza. ¿No hemos de recuperar la
importancia de la ayuda entre familiares, el apoyo entre vecinos, la acogida y
el acompañamiento desde la comunidad cristiana...? Pocas cosas pueden ser más
nobles en estos momentos que el aprender a cuidarnos mutuamente.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
14 de noviembre de 2010
PARA
TIEMPOS DIFÍCILES
Tendréis
ocasión de dar testimonio.
(Ver homilía del ciclo C -
2015-2016)
José Antonio Pagola
HOMILIA
2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
18 de noviembre de 2007
DAR POR
TERMINADO
No
quedará piedra sobre piedra.
Es la última visita de Jesús a
Jerusalén. Algunos de los que lo acompañan se admiran al contemplar la belleza del templo. Jesús, por el
contrario, siente algo muy diferente. Sus ojos de profeta ven el templo de
manera más profunda: en aquel lugar grandioso no se está acogiendo el reino de
Dios. Por eso, Jesús lo da por acabado:
Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra:
todo será destruido.
De pronto, sus palabras han roto
la insensibilidad y el autoengaño que se vive en el entorno del templo. Aquel
edificio espléndido está alimentando una ilusión falsa de eternidad. Aquella
manera de vivir la religión sin acoger la justicia de Dios ni escuchar el
clamor de los que sufren es engañosa y perecedera: todo aquello será destruido.
Las palabras de Jesús no nacen de
la ira. Menos aún, del desprecio o el resentimiento. El mismo Lucas nos dice un
poco antes que, al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, Jesús se echó a llorar. Su llanto es
profético. Los poderosos no lloran. El profeta de la compasión sí.
Jesús llora ante Jerusalén porque
ama la ciudad más que nadie. Llora por una «religión vieja» que no se abre al
reino de Dios. Sus lágrimas expresan su solidaridad con el sufrimiento de su
pueblo, y, al mismo tiempo, su crítica radical a aquel sistema religioso que
obstaculiza la visita de Dios: Jerusalén (la ciudad de la paz!) no conoce lo que conduce a la paz porque
está oculto a sus ojos.
La actuación de Jesús arroja no
poca luz sobre la situación actual. A veces, en tiempos de crisis, como los
nuestros, la única manera de abrir caminos a la novedad creadora del reino de
Dios es dar por terminado aquello que alimenta una religión caduca, pero no
genera la vida que Dios quiere introducir en el mundo.
Dar por terminado algo vivido de
manera sacra durante siglos no es fácil. No se hace condenando a quienes lo
quieren conservar como eterno y absoluto. Se hace llorando pues los cambios exigidos por la conversión al reino de
Dios hacen sufrir a muchos. Los profetas denuncian el pecado de la Iglesia
llorando.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
14 de noviembre de 2004
NO
DEMONIZAR LA CRISIS
Con
vuestras perseverancia.
¿Cómo vivir estos tiempos de
«crisis religiosa» con lucidez y responsabilidad, sin desviamos del Evangelio y
sin hundimos en la desesperanza? Ésta es, tal vez, una de las preguntas más
inquietantes que se despiertan hoy en quienes creemos en Jesucristo.
Es claro que la fe cristiana no
se puede vivir ni comunicar desde actitudes negativas. Es inútil alimentar el
victimismo, vivir de la nostalgia o acumular resentimiento. Todo eso nos aleja
del espíritu con que vivía Jesús. Es el momento de aprender a leer y vivir
estos tiempos de manera más positiva, confiada y evangélica.
La llamada de Jesús a «perseverar» nos ha de hacer pensar. Es
un error «demonizar» la crisis actual viviéndola como una situación imposible.
Dios no está en crisis. Continúa actuando en cada ser humano. Ninguna crisis
puede impedir que el Creador siga ofreciéndose, comunicándose y salvando a cada
uno de sus hijos e hijas por caminos que a nosotros se nos escapan.
Esta humanidad tan querida por
Dios vive sufriendo. No acierta con el camino que la podría conducir a una vida
más digna y más dichosa. La crisis religiosa de la que tanto hablamos los
creyentes es sólo un fragmento de una crisis más global que lo sacude todo. Nos
puede inquietar qué va a ser de la Iglesia entre nosotros, pero, si miramos las
cosas desde Dios, lo que nos ha de preocupar es qué va a ser del mundo.
Lo importante es «perseverar»: no desviarnos del
Evangelio; buscar siempre el Reino de Dios y su justicia, no nuestros pequeños
intereses; actuar desde el espíritu de Jesús, no desde nuestro instinto de
conservación; buscar el bien de todos y no sólo el nuestro. No nos engañemos:
el que realmente piensa en la felicidad de todos es Dios, no nosotros.
«Perseverar» no es repetir de manera vacía palabras que ya no dicen
nada, sino encender nuestra fe en contacto directo y personal con Cristo. «Perseverar» no es ponemos a la defensiva
ante cualquier cambio, sino mantener la capacidad de escuchar la acción de Dios
en nuestros días. «Perseverar» no es
exigir a otros, sino vivir nosotros en continua conversión.
José Antonio Pagola
HOMILIA
2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
18 de noviembre de 2001
CON
PERSEVERANCIA
Con
vuestra perseverancia...
¿Desaparecerá un día lo que los
hombres van construyendo con tanto esfuerzo, sudor y luchas? Los científicos no
tienen la menor duda: la especie humana, el planeta Tierra, el sistema solar y
las galaxias no existirán para siempre. Se discute si será por exceso de calor
o de frío, pero un día todo terminará. La lejanía de este final no impide que
nazcan en nosotros preguntas nada frívolas. Si esto es realmente así, ¿qué será
de nuestra vida?, ¿cuál es el destino de la Humanidad?, ¿qué decir de ese Dios
al que buscan e invocan las diferentes religiones?
Mientras tanto, en las sociedades
modernas de Occidente, asentadas en el bienestar, no se quiere pensar en final
alguno. Se vive por lo general desde una sensación de seguridad inamovible. A
pesar de todos los conflictos y tragedias, el mundo siempre irá mejorando. No
es imaginable la destrucción, sólo el progreso. Hablar del «fin del mundo» es
cosa de pesimistas impenitentes o de visionarios apocalípticos.
Basta, sin embargo, un hecho como
el del 11 de septiembre para que el mundo entero enmudezca y todo se tambalee.
Ni el poder de los poderosos es tan poderoso ni la seguridad del progreso es
tan indiscutible. De pronto parece que se nos desvela un poco más la
inconsistencia del ser humano, su incapacidad para construir un mundo más digno
y su impotencia para salvarse a sí mismo.
Se dice que «algo nuevo» ha
comenzado el 11 de septiembre. No parece que sea para mejor. Seguimos esclavos
del viejo y perverso mecanismo de la «acción y reacción». Se justifica una vez
más la guerra que mata a nuevos inocentes y no se piensa en dar un nuevo rumbo
a la política mundial. De nuevo habr victoria de los ganadores, pero no habrá
ni más paz ni más justicia en el mundo. En las sociedades del bienestar «todo
volverá a ir bien», pero en el mundo cincuenta millones de personas seguirán
muriendo de hambre.
Las palabras de Jesús recogidas
en lo que se llama «el apocalipsis sinóptico» son de un realismo sorprendente:
la historia estará tejida de guerras, odios, hambres y muertes, y después
llegará un día el Fin. Sin embargo, su mensaje es de una confianza increíble:
hay que seguir buscando el reino de Dios y su justicia, hay que trabajar por un
«hombre nuevo», hay que seguir creyendo en el amor. «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
15 de noviembre de 1998
MÁS
NECESARIA QUE NUNCA
Con
vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas.
Apenas se habla hoy de la
paciencia. No está de moda. Atrae más la actitud rebelde y agresiva, la
reacción vehemente ante cualquier adversidad. Desprestigiada socialmente a
veces y mal entendida otras, la paciencia va quedando relegada como algo poco
importante, propio quizás de espíritus débiles. Sin embargo, sin el aprendizaje
de la paciencia no es posible el arte de vivir.
La paciencia no es fruto de la
debilidad. Al contrario, supone fortaleza interior. La persona paciente
moviliza todas sus energías para no doblegarse ante la adversidad y seguir
luchando con firmeza, sin dejarse perturbar por el mal. Se necesita mucha
entereza para mantener el ánimo sereno y confiado cuando todo se nos pone en
contra.
Aunque parezca fuerte y violento,
el impaciente es una persona débil, incapaz de tolerarse a sí mismo y de
soportar las contrariedades de la vida. Por lo general, los niños son
impacientes. No han aprendido todavía a vivir con paz y sosiego las diversas
realidades de la existencia.
La verdadera paciencia nada tiene
que ver con una resignación pasiva. Ser paciente con uno mismo y con los demás
no significa soportar la vida de forma apática y sin espíritu de iniciativa. No
es «aguantar» porque uno no sabe o no se atreve a hacer otra cosa. La persona
paciente se mantiene activa, sigue buscando lo mejor, responde a nuevas
situaciones y retos inesperados, pero lo hace sin perder la paz ni la lucidez.
La paciencia no es virtud de un
momento, sino un estilo de perseverar de forma pacífica pero tenaz, sin
rendirse ante la adversidad. Por eso, en las primeras comunidades cristianas,
el término «hypomone» se traduce
indistintamente como «paciencia» o «perseverancia». Ésa es la exhortación de
Jesús: «Con vuestra perseverancia
salvaréis vuestras vidas» (Lucas 21, 19). El creyente alimenta su paciencia
en ese Dios que tiene paciencia inmensa con todas sus criaturas.
Bien entendida, la paciencia es
tal vez más necesaria que nunca entre nosotros. No es posible dejar atrás la
violencia y promover un proceso de pacificación sin una actitud paciente y
tenaz por parte de todos. No se recupera en un día la confianza rota por tanto
enfrentamiento. No es posible aproximar posturas y buscar juntos lo mejor para
todos sin un trabajo paciente, sereno y lúcido. Por eso, ni impaciencia ni
desaliento. Sencillamente, paciencia activa.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
19 de noviembre de 1995
¿ESTA
CERCA EL FIN DEL MUNDO?
Con vuestra perseverancia...
No son hoy pocos los que afirman
con total seriedad que estamos ya en «los
últimos tiempos». Según su convicción, el fin es inminente; hay que
prepararse ya para el gran Final. La proximidad del año dos mil parece haber
reactivado una vez más la obsesión por el fin del mundo.
Basta acercarse a la literatura
esotérica que se ofrece en las librerías o estar atento a ciertos programas de
TV. La confusión es total. Se mezclan visiones milenaristas de la Edad Media
con las especulaciones del astrólogo francés Nostradamus. Mientras unos recurren al «mensaje secreto» de Fátima,
otros escrutan la «Profecía de los Papas» del abad irlandés san Malaquías.
Por otra parte, expertos n sectas
y movimientos religiosos contemporáneos como J. Vernette nos informan de la creciente audiencia que encuentra en
Europa el mensaje apocalíptico predicado por Testigos de Jehovah, Adventistas o
Iglesias bautistas.
A pesar de la anarquía de tanta
especulación, se observan algunos rasgos comunes en todo este fenómeno. Todos
coinciden en una visión catastrofista de la sociedad actual; el mundo está
dominado por el Mal; las guerras y hambres, la degradación del planeta y la
amenaza nuclear son signos de que el fin se acerca. Todos piensan, además, en
una intervención directa de Dios que destruirá este mundo para dar comienzo a
«algo nuevo». Casi siempre, lo que más interés suscita es calcular el momento
preciso en que esto sucederá.
El fenómeno no deja de prestarse
a análisis de interés. Para algunos, es un síntoma más de la frustración del
hombre actual y de su nostalgia de un mundo mejor. Otros destacan la necesidad
sentida por no pocos, de buscar seguridad en la religión. Sin embargo, es
obligado decir que, desde una perspectiva cristiana, este mensaje apocalíptico
significa un olvido de lo esencial.
Es cierto que también Jesús vivió
en su tiempo un clima de expectativa escatológica y que, en su enseñanza, ocupa
un lugar importante la llegada del Reino de Dios. Pero, si se quiere ser fiel a
su pensamiento, hay que recordar algunas ideas básicas.
La historia del mundo y de los
hombres discurre siempre, según Jesús, bajo el amor insondable de Dios. El
mundo no está bajo el poder de Satán. Dios está actuando ahora mismo en todos y
cada uno de los hombres y mujeres. Podemos confiar en El para transformar y
mejorar esta vida.
Para cada individuo, el fin del
mundo coincide con el fin de su vida. Será, sobre todo, en nuestra muerte donde
experimentaremos cada uno nuestra finitud y la acción salvadora de Dios. Pero,
también el mundo llegará un día a su fin. Nadie sabe cómo ni cuándo. No es esto
lo que, según Jesús, nos ha de preocupar. Lo importante es mantener la
confianza en Dios. Esta es su advertencia: «Con
vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas. »
José Antonio Pagola
HOMILIA
1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
15 de noviembre de 1992
PACIENCIA
Con
vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.
Lucas recoge las palabras de
Jesús sobre las persecuciones y la tribulación futuras subrayando de manera
especial la necesidad de enfrentarse a la crisis con paciencia. El término
empleado por el evangelista (hypomone)
significa entereza, aguante, perseverancia, capacidad de mantenerse firme ante
las dificultades de la vida, paciencia activa.
Apenas se habla de la paciencia
en nuestros días y, sin embargo, pocas veces habrá sido tan necesaria como en
estos momentos de grave crisis socio-cultural, incertidumbre generalizada y
frustración existencial.
Son muchos los que viven hoy a la
intemperie y, al no poder encontrar cobijo en nada que les ofrezca sentido,
seguridad y esperanza, caen en el desaliento, la crispación o la apatía.
La paciencia de la que se habla
en el evangelio no es una virtud propia del hombre fuerte y aguerrido como en Platón o Aristóteles. Es, más bien, la actitud serena de quien cree en un
Dios paciente y fuerte que deja desarrollarse esta historia, a veces tan
incomprensible para nosotros, con ternura y amor compasivo.
El hombre animado por esta
paciencia no se deja perturbar por las tribulaciones y crisis de la existencia.
Mantiene el ánimo sereno y confiado. Su secreto es la paciencia fuerte y fiel
de ese Dios que, a pesar de tanta injusticia absurda y tanta contradicción,
sigue su obra hasta cumplir sus promesas.
Al impaciente la espera se le hace
larga. Por eso se crispa y se vuelve tan intolerante. Aunque aparece violento,
agresivo y fuerte, en realidad es un hombre débil y sin raíces. Se agita mucho,
pero construye poco; critica constantemente, pero apenas siembra nada; condena,
pero no libera. El impaciente puede terminar en el desaliento, el cansancio o
la resignación amarga. Ya no espera nada. Ya no espera en nadie.
El hombre paciente, por el
contrario, no se irrita ni se deja deprimir por la tristeza. Contempla la vida
con respeto y hasta con simpatía. Deja ser a los demás, no anticipa el juicio
de Dios, no pretende imponer su propia justicia a su manera.
No por eso cae en la apatía, el
escepticismo o la dejación. El hombre paciente lucha y combate día a día,
precisamente porque vive animado por una esperanza. «Si nos fatigamos y luchamos es porque tenemos puesta la esperanza en
el Dios vivo» (1 Tm 4, 10).
La paciencia del creyente se
enraíza en ese Dios Amigo de la vida. A pesar de las injusticias que
encontramos en nuestro camino y de los golpes que da la vida, a pesar de tanto
sufrimiento absurdo o inútil, Dios sigue su obra. En él ponemos nuestra
esperanza.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
19 de noviembre de 1989
SIN
PERSECUCION
Os
perseguirán...
Los cristianos de las Iglesias
occidentales ya no hablamos de persecución ni de martirio. Y sin embargo, según
Jesús, la persecución es, en un grado u otro, ingrediente normal de la vida
cristiana.
Toda la tradición evangélica es
unánime en afirmar que la fidelidad a Cristo produce persecución. El rechazo y
el conflicto no han sido solamente el destino histórico de Jesús sino que, de
ordinario, es el destino que espera a sus seguidores: “Si a mí me han
perseguido, también a vosotros os perseguirán».
Por ello, si la persecución no
está presente de ninguna forma y en ningún grado en los cristianos y en la
Iglesia, hemos de preguntarnos, al menos, cuál puede ser la razón. Qué puede
haber ocurrido para que ya nadie persiga hoy a las comunidades cristianas del
Primer Mundo.
La persecución no es algo que
sucede, de repente, debido a la maldad o ceguera de algunos perseguidores. La
verdadera persecución comienza a gestarse cuando la Iglesia se convierte en
amenaza para los intereses egoístas e injustos de los sectores más poderosos e
influyentes de una sociedad.
Por eso, la persecución no se
dirige normalmente a todos los cristianos por igual, sino más bien a aquellos
que, movidos por el espíritu de Jesucristo, ponen en peligro un determinado
«orden de cosas» establecido. Incluso, puede suceder que, mientras unos
cristianos son víctimas de una persecución más o menos declarada, otros sean
alabados y privilegiados.
Todo ello se explica porque en la
raíz de toda persecución a las Iglesias cristianas se esconde siempre la
voluntad de neutralizar la fuerza transformadora que se encierra en el
cristianismo cuando es vivido por los creyentes con todas sus consecuencias.
Por eso, la ausencia de una
verdadera persecución en el mundo occidental puede significar que nadie siente
necesidad de acosar hoy la fe para tratar de anularla, pues los mismos
cristianos nos encargamos de vaciarla de su fuerza con la mediocridad y rutina
de nuestras vidas.
Puede ser también signo de que
vivimos esa fe de manera privada e intimista, sin repercusión alguna en la vida
pública y social.
Por eso, hemos de saber valorar
desde la fe ciertos rechazos, ataques y agresividad que la Iglesia comienza a
sufrir entre nosotros estos últimos años. Es un buen síntoma para una Iglesia
que busca permanecer fiel a Jesucristo.
José Antonio Pagola
HOMILIA
1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
16 de noviembre de 1986
ESPERANZAS
INSUFICIENTES
Con
vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.
El hombre tiene esperanza cuando
cree que las cosas pueden cambiar y piensa que es posible transformar la
situación y llegar a disfrutar de una vida más humana.
Por eso son muchas las preguntas
que comienzan a despertar en el corazón del hombre moderno: ¿Qué esperanza
pueden tener hoy los hombres? ¿Qué es lo que pueden esperar? ¿Dónde se puede
apoyar su esperanza? ¿Hay algo que nos puede permitir una vida más liberada y
humana?
Todos experimentamos la necesidad
de vivir más intensamente, más libremente, con mayor plenitud y seguridad. Y
casi instintivamente buscamos «algo» capaz de llenar nuestras aspiraciones.
Y cuando nos parece haber
encontrado algo que puede realizar nuestras esperanzas, casi sin darnos cuenta,
lo «sacralizamos», lo absolutizamos y le rendimos nuestro ser.
Por eso son muchos los que,
habiendo abandonado toda religión y toda fe en Dios, «sacralizan» ahora la
ciencia, el progreso, la política, el dinero, el bienestar, como nuevos
«dioses» que nos pueden ofrecer hoy la «salvación». Como decía Bossuet: «Todo es Dios menos Dios
mismo».
Pero la humanidad sufre hoy una
profunda crisis de realismo. Nuestras esperanzas no se cumplen. Nuestras
aspiraciones quedan insatisfechas. Cada vez es más difícil seguir poniendo la
esperanza en algo que puede ofrecernos verdadera «salvación».
Ya no hay ciencia capaz de
garantizar un final feliz de la aventura humana sobre la tierra. No hay sistema
económico capaz de ofrecernos un porvenir más seguro. Ninguna ideología capaz
de abrirnos un horizonte de esperanza nueva. Ni el colectivismo marxista ni el
desarrollo capitalista despiertan una esperanza razonable en las nuevas
generaciones.
Mientras tanto, el «suicidio
colectivo» de la humanidad es ya históricamente posible. Cada vez es más
insostenible el «equilibrio de terror» entre los grandes bloques del planeta. La
carrera de armamentos crece sin control. Las guerras de hoy pueden desencadenar
ya «el holocausto de la especie humana».
La esperanza cristiana no se
alimenta del fracaso de otras esperanzas que puede alimentar el hombre. No nace
tampoco del resentimiento o el desprecio a los esfuerzos de la ciencia, la
economía o la política. Sencillamente descubre que son esperanzas insuficientes.
La fe nos permite descubrir con
más claridad que la salvación que buscamos y necesitamos supera todo lo que los
hombres nos podemos dar a nosotros mismos.
Nuestra tarea es perseverar en esa búsqueda de una
salvación final. Orientar todos los esfuerzos de la humanidad hacia esa meta
definitiva de una sociedad de fraternidad y libertad. Seguir luchando
obstinadamente, pacientemente, incansablemente. Dios nos ha creado creadores.
Su promesa nos sostiene: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».
José Antonio Pagola
HOMILIA
1982-1983 – APRENDER A VIVIR
13 de noviembre de 1983
SI
PERSEVERAIS, OS SALVAREIS
Con
vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.
Al recoger el mensaje de Jesús
sobre el final de los tiempos, Lucas se preocupa de subrayar que «el final no
vendrá enseguida». La historia de la humanidad se prolongará. Una historia
llena de problemas y dificultades, en la que no faltarán momentos de crisis,
violencia y enfrentamientos.
Situaciones en las que todo lo
que asegura la vida parecerá tambalearse. La paz será destruida por la
violencia y los enfrentamientos. La solidaridad entre los hombres se romperá.
Se llegará al odio y a la muerte entre hermanos. El mismo universo parecerá
negarse a sostener la vida de los hombres.
La intención de Jesús no es la de
hacernos vivir sobrecogidos esperando casi con morbosidad cuándo ocurrirá todo
esto. Jesús nos invita, por el contrario, a enfrentarnos con lucidez y
responsabilidad a una historia larga, difícil y conflictiva.
Y, concretamente, se nos subraya
una actitud fundamental: la perseverancia.
Lo que puede llevar a los hombres a la verdadera salvación no es ni la
violencia arrolladora que lo pretende resolver todo por la fuerza, ni el
abandono y la dimisión de los que se cansan de seguir luchando por un futuro
mejor. Sólo el trabajo constante y tenaz de los incansables abre un porvenir de
salvación.
Vivimos en una sociedad cuya
complejidad ha crecido de manera insospechada en pocos años. Los problemas se
enredan y complican de tal manera que no es fácil saber cuál puede ser la
solución más adecuada. A veces, se diría que el hombre es incapaz de resolver
un problema sin provocar, al mismo tiempo, otros muchos.
Pero, por otra parte, el hombre
de la sociedad técnica está adquiriendo una mentalidad que le empuja a buscar
soluciones eficaces e inmediatas, cuyos resultados se puedan rápidamente
constatar. Entonces es fácil la tentación de apelar a medios violentos y
resolutivos, antes que comprometerse en una labor callada, constante y
aparentemente menos eficaz.
Sin embargo, no hay «fórmulas
mágicas» para construir rápidamente una sociedad mejor y más humana. Nos
estamos acostumbrando a analizar los problemas a abordar su solución en
términos de violencia, y tendemos casi inconscientemente a imponer nuestro
propio proyecto a cualquier precio y de cualquier manera.
Pero, ¿dónde está también hoy la
salvación del hombre y el futuro de nuestra sociedad? ¿En esa violencia que se
enraíza cada vez más profundamente entre nosotros, sembrando una división cada
vez más honda, un dolor, una desconfianza y un miedo capaz de paralizar el
diálogo y la colaboración necesaria, o en el compromiso incansable de los que
siguen trabajando día a día en favor de los valores humanos, y buscan con fe
otros caminos para crear la paz en la justicia y en la libertad?
José Antonio Pagola
Para
ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
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