lunes, 7 de noviembre de 2016

13-11-2016 - 33º domingo Tiempo ordinario (C)

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El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
"Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción". 
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.
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Para leer, compartir, bajarse o imprimir las homilias de José Antonio Pagola del domingo haz "clic" sobre el título del domingo, o haz "clic" sobre Ciclo A, Ciclo B o Ciclo C, en el menú superior para leer las homilias de cada ciclo.

¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

No dejes de visitar la nueva página de VÍDEOS DE LAS CONFERENCIAS DE JOSÉ ANTONIO PAGOLA .

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33º domingo Tiempo ordinario (C)


EVANGELIO

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,5-19

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo:
- Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.
Ellos le preguntaron:
- Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?
Él contestó:
- Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usando mi nombre diciendo: «Yo soy» o bien «el momento está cerca»; no vayáis tras ellos.
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.
Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá enseguida.
Luego les dijo:
- Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre.
Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: así tendréis ocasión de dar testimonio.
Haced propósito de no preparar vuestra defensa: porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2015-2016 -
13 de noviembre de 2016

PARA TIEMPOS DIFÍCILES

Tendréis ocasión de dar testimonio.

Los profundos cambios socioculturales que se están produciendo en nuestros días y la crisis religiosa que sacude las raíces del cristianismo en occidente, nos han de urgir más que nunca a buscar en Jesús la luz y la fuerza que necesitamos para leer y vivir estos tiempos de manera lúcida y responsable.
Llamada al realismo. En ningún momento augura Jesús a sus seguidores un camino fácil de éxito y gloria. Al contrario, les da a entender que su larga historia estará llena de dificultades y luchas. Es contrario al espíritu de Jesús cultivar el triunfalismo o alimentar la nostalgia de grandezas. Este camino que a nosotros nos parece extrañamente duro es el más acorde a una Iglesia fiel a su Señor.
No a la ingenuidad. En momentos de crisis, desconcierto y confusión no es extraño que se escuchen mensajes y revelaciones proponiendo caminos nuevos de salvación. Éstas son las consignas de Jesús. En primer lugar, «que nadie os engañe»: no caer en la ingenuidad de dar crédito a mensajes ajenos al evangelio, ni fuera ni dentro de la Iglesia. Por tanto, «no vayáis tras ellos»: No seguir a quienes nos separan de Jesucristo, único fundamento y origen de nuestra fe.
Centrarnos en lo esencial. Cada generación cristiana tiene sus propios problemas, dificultades y búsquedas. No hemos de perder la calma, sino asumir nuestra propia responsabilidad. No se nos pide nada que esté por encima de nuestras fuerzas. Contamos con la ayuda del mismo Jesús: «Yo os daré palabras y sabiduría»… Incluso en un ambiente hostil de rechazo o desafecto, podemos practicar el evangelio y vivir con sensatez cristiana.
La hora del testimonio. Los tiempos difíciles no han de ser tiempos para los lamentos, la nostalgia o el desaliento. No es la hora de la resignación, la pasividad o la dimisión. La idea de Jesús es otra: en tiempos difíciles «tendréis ocasión de dar testimonio». Es ahora precisamente cuando hemos de reavivar entre nosotros la llamada a ser testigos humildes pero convincentes de Jesús, de su mensaje y de su proyecto.
Paciencia. Ésta es la exhortación de Jesús para momentos duros: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas». El término original puede ser traducido indistintamente como "paciencia" o "perseverancia". Entre los cristianos hablamos poco de la paciencia, pero la necesitamos más que nunca. Es el momento de cultivar un estilo de vida cristiana, paciente y tenaz, que nos ayude a responder a nuevas situaciones y retos sin perder la paz ni la lucidez.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2012-2013 -
17 de noviembre de 2013

TIEMPOS DE CRISIS

En los evangelios se recogen algunos textos de carácter apocalíptico en los que no es fácil diferenciar el mensaje que puede ser atribuido a Jesús y las preocupaciones de las primeras comunidades cristianas, envueltas en situaciones trágicas mientras esperan con angustia y en medio de persecuciones el final de los tiempos.
Según el relato de Lucas, los tiempos difíciles no han de ser tiempos de lamentos y desaliento. No es tampoco la hora de la resignación o la huida. La idea de Jesús es otra. Precisamente en tiempos de crisis “tendréis ocasión de dar testimonio”. Es entonces cuando se nos ofrece la mejor ocasión de dar testimonio de nuestra adhesión a Jesús y a su proyecto.
Llevamos ya cinco años sufriendo una crisis que está golpeando duramente a muchos. Lo sucedido en este tiempo nos permite conocer ya con realismo el daño social y el sufrimiento que está generando. ¿No ha llegado el momento de plantearnos cómo estamos reaccionando?
Tal vez, lo primero es revisar nuestra actitud de fondo: ¿Nos hemos posicionado de manera responsable, despertando en nosotros un sentido básico de solidaridad, o estamos viviendo de espaldas a todo lo que puede turbar nuestra tranquilidad? ¿Qué hacemos desde nuestros grupos y comunidades cristianas? ¿Nos hemos marcado una línea de actuación generosa, o vivimos celebrando nuestra fe al margen de lo que está sucediendo?
La crisis está abriendo una fractura social injusta entre quienes podemos vivir sin miedo al futuro y aquellos que están quedando excluidos de la sociedad y privados de una salida digna. ¿No sentimos la llamada a introducir algunos “recortes” en nuestra vida para poder vivir los próximos años de manera más sobria y solidaria?
Poco a poco, vamos conociendo más de cerca a quienes se van quedando más indefensos y sin recursos (familias sin ingreso alguno, parados de larga duración, inmigrantes enfermos...) ¿Nos preocupamos de abrir los ojos para ver si podemos comprometernos en aliviar la situación de algunos? ¿Podemos pensar en alguna iniciativa realista  desde las comunidades cristianas?
No hemos de olvidar que la crisis no solo crea empobrecimiento material. Genera, además, inseguridad, miedo, impotencia y experiencia de fracaso. Rompe proyectos, hunde familias, destruye la esperanza.  ¿No hemos de recuperar la importancia de la ayuda entre familiares, el apoyo entre vecinos, la acogida y el acompañamiento desde la comunidad cristiana...? Pocas cosas pueden ser más nobles en estos momentos que el aprender a cuidarnos mutuamente.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
14 de noviembre de 2010

PARA TIEMPOS DIFÍCILES

Tendréis ocasión de dar testimonio.

(Ver homilía del ciclo C - 2015-2016)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
18 de noviembre de 2007

DAR POR TERMINADO

No quedará piedra sobre piedra.

Es la última visita de Jesús a Jerusalén. Algunos de los que lo acompañan se admiran al contemplar la belleza del templo. Jesús, por el contrario, siente algo muy diferente. Sus ojos de profeta ven el templo de manera más profunda: en aquel lugar grandioso no se está acogiendo el reino de Dios. Por eso, Jesús lo da por acabado: Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.
De pronto, sus palabras han roto la insensibilidad y el autoengaño que se vive en el entorno del templo. Aquel edificio espléndido está alimentando una ilusión falsa de eternidad. Aquella manera de vivir la religión sin acoger la justicia de Dios ni escuchar el clamor de los que sufren es engañosa y perecedera: todo aquello será destruido.
Las palabras de Jesús no nacen de la ira. Menos aún, del desprecio o el resentimiento. El mismo Lucas nos dice un poco antes que, al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, Jesús se echó a llorar. Su llanto es profético. Los poderosos no lloran. El profeta de la compasión sí.
Jesús llora ante Jerusalén porque ama la ciudad más que nadie. Llora por una «religión vieja» que no se abre al reino de Dios. Sus lágrimas expresan su solidaridad con el sufrimiento de su pueblo, y, al mismo tiempo, su crítica radical a aquel sistema religioso que obstaculiza la visita de Dios: Jerusalén (la ciudad de la paz!) no conoce lo que conduce a la paz porque está oculto a sus ojos.
La actuación de Jesús arroja no poca luz sobre la situación actual. A veces, en tiempos de crisis, como los nuestros, la única manera de abrir caminos a la novedad creadora del reino de Dios es dar por terminado aquello que alimenta una religión caduca, pero no genera la vida que Dios quiere introducir en el mundo.
Dar por terminado algo vivido de manera sacra durante siglos no es fácil. No se hace condenando a quienes lo quieren conservar como eterno y absoluto. Se hace llorando pues los cambios exigidos por la conversión al reino de Dios hacen sufrir a muchos. Los profetas denuncian el pecado de la Iglesia llorando.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
14 de noviembre de 2004

NO DEMONIZAR LA CRISIS

Con vuestras perseverancia.

¿Cómo vivir estos tiempos de «crisis religiosa» con lucidez y responsabilidad, sin desviamos del Evangelio y sin hundimos en la desesperanza? Ésta es, tal vez, una de las preguntas más inquietantes que se despiertan hoy en quienes creemos en Jesucristo.
Es claro que la fe cristiana no se puede vivir ni comunicar desde actitudes negativas. Es inútil alimentar el victimismo, vivir de la nostalgia o acumular resentimiento. Todo eso nos aleja del espíritu con que vivía Jesús. Es el momento de aprender a leer y vivir estos tiempos de manera más positiva, confiada y evangélica.
La llamada de Jesús a «perseverar» nos ha de hacer pensar. Es un error «demonizar» la crisis actual viviéndola como una situación imposible. Dios no está en crisis. Continúa actuando en cada ser humano. Ninguna crisis puede impedir que el Creador siga ofreciéndose, comunicándose y salvando a cada uno de sus hijos e hijas por caminos que a nosotros se nos escapan.
Esta humanidad tan querida por Dios vive sufriendo. No acierta con el camino que la podría conducir a una vida más digna y más dichosa. La crisis religiosa de la que tanto hablamos los creyentes es sólo un fragmento de una crisis más global que lo sacude todo. Nos puede inquietar qué va a ser de la Iglesia entre nosotros, pero, si miramos las cosas desde Dios, lo que nos ha de preocupar es qué va a ser del mundo.
Lo importante es «perseverar»: no desviarnos del Evangelio; buscar siempre el Reino de Dios y su justicia, no nuestros pequeños intereses; actuar desde el espíritu de Jesús, no desde nuestro instinto de conservación; buscar el bien de todos y no sólo el nuestro. No nos engañemos: el que realmente piensa en la felicidad de todos es Dios, no nosotros.
«Perseverar» no es repetir de manera vacía palabras que ya no dicen nada, sino encender nuestra fe en contacto directo y personal con Cristo. «Perseverar» no es ponemos a la defensiva ante cualquier cambio, sino mantener la capacidad de escuchar la acción de Dios en nuestros días. «Perseverar» no es exigir a otros, sino vivir nosotros en continua conversión.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
18 de noviembre de 2001

CON PERSEVERANCIA

Con vuestra perseverancia...

¿Desaparecerá un día lo que los hombres van construyendo con tanto esfuerzo, sudor y luchas? Los científicos no tienen la menor duda: la especie humana, el planeta Tierra, el sistema solar y las galaxias no existirán para siempre. Se discute si será por exceso de calor o de frío, pero un día todo terminará. La lejanía de este final no impide que nazcan en nosotros preguntas nada frívolas. Si esto es realmente así, ¿qué será de nuestra vida?, ¿cuál es el destino de la Humanidad?, ¿qué decir de ese Dios al que buscan e invocan las diferentes religiones?
Mientras tanto, en las sociedades modernas de Occidente, asentadas en el bienestar, no se quiere pensar en final alguno. Se vive por lo general desde una sensación de seguridad inamovible. A pesar de todos los conflictos y tragedias, el mundo siempre irá mejorando. No es imaginable la destrucción, sólo el progreso. Hablar del «fin del mundo» es cosa de pesimistas impenitentes o de visionarios apocalípticos.
Basta, sin embargo, un hecho como el del 11 de septiembre para que el mundo entero enmudezca y todo se tambalee. Ni el poder de los poderosos es tan poderoso ni la seguridad del progreso es tan indiscutible. De pronto parece que se nos desvela un poco más la inconsistencia del ser humano, su incapacidad para construir un mundo más digno y su impotencia para salvarse a sí mismo.
Se dice que «algo nuevo» ha comenzado el 11 de septiembre. No parece que sea para mejor. Seguimos esclavos del viejo y perverso mecanismo de la «acción y reacción». Se justifica una vez más la guerra que mata a nuevos inocentes y no se piensa en dar un nuevo rumbo a la política mundial. De nuevo habr victoria de los ganadores, pero no habrá ni más paz ni más justicia en el mundo. En las sociedades del bienestar «todo volverá a ir bien», pero en el mundo cincuenta millones de personas seguirán muriendo de hambre.
Las palabras de Jesús recogidas en lo que se llama «el apocalipsis sinóptico» son de un realismo sorprendente: la historia estará tejida de guerras, odios, hambres y muertes, y después llegará un día el Fin. Sin embargo, su mensaje es de una confianza increíble: hay que seguir buscando el reino de Dios y su justicia, hay que trabajar por un «hombre nuevo», hay que seguir creyendo en el amor. «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
15 de noviembre de 1998

MÁS NECESARIA QUE NUNCA

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas.

Apenas se habla hoy de la paciencia. No está de moda. Atrae más la actitud rebelde y agresiva, la reacción vehemente ante cualquier adversidad. Desprestigiada socialmente a veces y mal entendida otras, la paciencia va quedando relegada como algo poco importante, propio quizás de espíritus débiles. Sin embargo, sin el aprendizaje de la paciencia no es posible el arte de vivir.
La paciencia no es fruto de la debilidad. Al contrario, supone fortaleza interior. La persona paciente moviliza todas sus energías para no doblegarse ante la adversidad y seguir luchando con firmeza, sin dejarse perturbar por el mal. Se necesita mucha entereza para mantener el ánimo sereno y confiado cuando todo se nos pone en contra.
Aunque parezca fuerte y violento, el impaciente es una persona débil, incapaz de tolerarse a sí mismo y de soportar las contrariedades de la vida. Por lo general, los niños son impacientes. No han aprendido todavía a vivir con paz y sosiego las diversas realidades de la existencia.
La verdadera paciencia nada tiene que ver con una resignación pasiva. Ser paciente con uno mismo y con los demás no significa soportar la vida de forma apática y sin espíritu de iniciativa. No es «aguantar» porque uno no sabe o no se atreve a hacer otra cosa. La persona paciente se mantiene activa, sigue buscando lo mejor, responde a nuevas situaciones y retos inesperados, pero lo hace sin perder la paz ni la lucidez.
La paciencia no es virtud de un momento, sino un estilo de perseverar de forma pacífica pero tenaz, sin rendirse ante la adversidad. Por eso, en las primeras comunidades cristianas, el término «hypomone» se traduce indistintamente como «paciencia» o «perseverancia». Ésa es la exhortación de Jesús: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas» (Lucas 21, 19). El creyente alimenta su paciencia en ese Dios que tiene paciencia inmensa con todas sus criaturas.
Bien entendida, la paciencia es tal vez más necesaria que nunca entre nosotros. No es posible dejar atrás la violencia y promover un proceso de pacificación sin una actitud paciente y tenaz por parte de todos. No se recupera en un día la confianza rota por tanto enfrentamiento. No es posible aproximar posturas y buscar juntos lo mejor para todos sin un trabajo paciente, sereno y lúcido. Por eso, ni impaciencia ni desaliento. Sencillamente, paciencia activa.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
19 de noviembre de 1995

¿ESTA CERCA EL FIN DEL MUNDO?

Con vuestra perseverancia...

No son hoy pocos los que afirman con total seriedad que estamos ya en «los últimos tiempos». Según su convicción, el fin es inminente; hay que prepararse ya para el gran Final. La proximidad del año dos mil parece haber reactivado una vez más la obsesión por el fin del mundo.
Basta acercarse a la literatura esotérica que se ofrece en las librerías o estar atento a ciertos programas de TV. La confusión es total. Se mezclan visiones milenaristas de la Edad Media con las especulaciones del astrólogo francés Nostradamus. Mientras unos recurren al «mensaje secreto» de Fátima, otros escrutan la «Profecía de los Papas» del abad irlandés san Malaquías.
Por otra parte, expertos n sectas y movimientos religiosos contemporáneos como J. Vernette nos informan de la creciente audiencia que encuentra en Europa el mensaje apocalíptico predicado por Testigos de Jehovah, Adventistas o Iglesias bautistas.
A pesar de la anarquía de tanta especulación, se observan algunos rasgos comunes en todo este fenómeno. Todos coinciden en una visión catastrofista de la sociedad actual; el mundo está dominado por el Mal; las guerras y hambres, la degradación del planeta y la amenaza nuclear son signos de que el fin se acerca. Todos piensan, además, en una intervención directa de Dios que destruirá este mundo para dar comienzo a «algo nuevo». Casi siempre, lo que más interés suscita es calcular el momento preciso en que esto sucederá.
El fenómeno no deja de prestarse a análisis de interés. Para algunos, es un síntoma más de la frustración del hombre actual y de su nostalgia de un mundo mejor. Otros destacan la necesidad sentida por no pocos, de buscar seguridad en la religión. Sin embargo, es obligado decir que, desde una perspectiva cristiana, este mensaje apocalíptico significa un olvido de lo esencial.
Es cierto que también Jesús vivió en su tiempo un clima de expectativa escatológica y que, en su enseñanza, ocupa un lugar importante la llegada del Reino de Dios. Pero, si se quiere ser fiel a su pensamiento, hay que recordar algunas ideas básicas.
La historia del mundo y de los hombres discurre siempre, según Jesús, bajo el amor insondable de Dios. El mundo no está bajo el poder de Satán. Dios está actuando ahora mismo en todos y cada uno de los hombres y mujeres. Podemos confiar en El para transformar y mejorar esta vida.
Para cada individuo, el fin del mundo coincide con el fin de su vida. Será, sobre todo, en nuestra muerte donde experimentaremos cada uno nuestra finitud y la acción salvadora de Dios. Pero, también el mundo llegará un día a su fin. Nadie sabe cómo ni cuándo. No es esto lo que, según Jesús, nos ha de preocupar. Lo importante es mantener la confianza en Dios. Esta es su advertencia: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas. »

José Antonio Pagola

HOMILIA

1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
15 de noviembre de 1992

PACIENCIA

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

Lucas recoge las palabras de Jesús sobre las persecuciones y la tribulación futuras subrayando de manera especial la necesidad de enfrentarse a la crisis con paciencia. El término empleado por el evangelista (hypomone) significa entereza, aguante, perseverancia, capacidad de mantenerse firme ante las dificultades de la vida, paciencia activa.
Apenas se habla de la paciencia en nuestros días y, sin embargo, pocas veces habrá sido tan necesaria como en estos momentos de grave crisis socio-cultural, incertidumbre generalizada y frustración existencial.
Son muchos los que viven hoy a la intemperie y, al no poder encontrar cobijo en nada que les ofrezca sentido, seguridad y esperanza, caen en el desaliento, la crispación o la apatía.
La paciencia de la que se habla en el evangelio no es una virtud propia del hombre fuerte y aguerrido como en Platón o Aristóteles. Es, más bien, la actitud serena de quien cree en un Dios paciente y fuerte que deja desarrollarse esta historia, a veces tan incomprensible para nosotros, con ternura y amor compasivo.
El hombre animado por esta paciencia no se deja perturbar por las tribulaciones y crisis de la existencia. Mantiene el ánimo sereno y confiado. Su secreto es la paciencia fuerte y fiel de ese Dios que, a pesar de tanta injusticia absurda y tanta contradicción, sigue su obra hasta cumplir sus promesas.
Al impaciente la espera se le hace larga. Por eso se crispa y se vuelve tan intolerante. Aunque aparece violento, agresivo y fuerte, en realidad es un hombre débil y sin raíces. Se agita mucho, pero construye poco; critica constantemente, pero apenas siembra nada; condena, pero no libera. El impaciente puede terminar en el desaliento, el cansancio o la resignación amarga. Ya no espera nada. Ya no espera en nadie.
El hombre paciente, por el contrario, no se irrita ni se deja deprimir por la tristeza. Contempla la vida con respeto y hasta con simpatía. Deja ser a los demás, no anticipa el juicio de Dios, no pretende imponer su propia justicia a su manera.
No por eso cae en la apatía, el escepticismo o la dejación. El hombre paciente lucha y combate día a día, precisamente porque vive animado por una esperanza. «Si nos fatigamos y luchamos es porque tenemos puesta la esperanza en el Dios vivo» (1 Tm 4, 10).
La paciencia del creyente se enraíza en ese Dios Amigo de la vida. A pesar de las injusticias que encontramos en nuestro camino y de los golpes que da la vida, a pesar de tanto sufrimiento absurdo o inútil, Dios sigue su obra. En él ponemos nuestra esperanza.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
19 de noviembre de 1989

SIN PERSECUCION

Os perseguirán...

Los cristianos de las Iglesias occidentales ya no hablamos de persecución ni de martirio. Y sin embargo, según Jesús, la persecución es, en un grado u otro, ingrediente normal de la vida cristiana.
Toda la tradición evangélica es unánime en afirmar que la fidelidad a Cristo produce persecución. El rechazo y el conflicto no han sido solamente el destino histórico de Jesús sino que, de ordinario, es el destino que espera a sus seguidores: “Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán».
Por ello, si la persecución no está presente de ninguna forma y en ningún grado en los cristianos y en la Iglesia, hemos de preguntarnos, al menos, cuál puede ser la razón. Qué puede haber ocurrido para que ya nadie persiga hoy a las comunidades cristianas del Primer Mundo.
La persecución no es algo que sucede, de repente, debido a la maldad o ceguera de algunos perseguidores. La verdadera persecución comienza a gestarse cuando la Iglesia se convierte en amenaza para los intereses egoístas e injustos de los sectores más poderosos e influyentes de una sociedad.
Por eso, la persecución no se dirige normalmente a todos los cristianos por igual, sino más bien a aquellos que, movidos por el espíritu de Jesucristo, ponen en peligro un determinado «orden de cosas» establecido. Incluso, puede suceder que, mientras unos cristianos son víctimas de una persecución más o menos declarada, otros sean alabados y privilegiados.
Todo ello se explica porque en la raíz de toda persecución a las Iglesias cristianas se esconde siempre la voluntad de neutralizar la fuerza transformadora que se encierra en el cristianismo cuando es vivido por los creyentes con todas sus consecuencias.
Por eso, la ausencia de una verdadera persecución en el mundo occidental puede significar que nadie siente necesidad de acosar hoy la fe para tratar de anularla, pues los mismos cristianos nos encargamos de vaciarla de su fuerza con la mediocridad y rutina de nuestras vidas.
Puede ser también signo de que vivimos esa fe de manera privada e intimista, sin repercusión alguna en la vida pública y social.
Por eso, hemos de saber valorar desde la fe ciertos rechazos, ataques y agresividad que la Iglesia comienza a sufrir entre nosotros estos últimos años. Es un buen síntoma para una Iglesia que busca permanecer fiel a Jesucristo.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
16 de noviembre de 1986

ESPERANZAS INSUFICIENTES

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

El hombre tiene esperanza cuando cree que las cosas pueden cambiar y piensa que es posible transformar la situación y llegar a disfrutar de una vida más humana.
Por eso son muchas las preguntas que comienzan a despertar en el corazón del hombre moderno: ¿Qué esperanza pueden tener hoy los hombres? ¿Qué es lo que pueden esperar? ¿Dónde se puede apoyar su esperanza? ¿Hay algo que nos puede permitir una vida más liberada y humana?
Todos experimentamos la necesidad de vivir más intensamente, más libremente, con mayor plenitud y seguridad. Y casi instintivamente buscamos «algo» capaz de llenar nuestras aspiraciones.
Y cuando nos parece haber encontrado algo que puede realizar nuestras esperanzas, casi sin darnos cuenta, lo «sacralizamos», lo absolutizamos y le rendimos nuestro ser.
Por eso son muchos los que, habiendo abandonado toda religión y toda fe en Dios, «sacralizan» ahora la ciencia, el progreso, la política, el dinero, el bienestar, como nuevos «dioses» que nos pueden ofrecer hoy la «salvación». Como decía Bossuet: «Todo es Dios menos Dios mismo».
Pero la humanidad sufre hoy una profunda crisis de realismo. Nuestras esperanzas no se cumplen. Nuestras aspiraciones quedan insatisfechas. Cada vez es más difícil seguir poniendo la esperanza en algo que puede ofrecernos verdadera «salvación».
Ya no hay ciencia capaz de garantizar un final feliz de la aventura humana sobre la tierra. No hay sistema económico capaz de ofrecernos un porvenir más seguro. Ninguna ideología capaz de abrirnos un horizonte de esperanza nueva. Ni el colectivismo marxista ni el desarrollo capitalista despiertan una esperanza razonable en las nuevas generaciones.
Mientras tanto, el «suicidio colectivo» de la humanidad es ya históricamente posible. Cada vez es más insostenible el «equilibrio de terror» entre los grandes bloques del planeta. La carrera de armamentos crece sin control. Las guerras de hoy pueden desencadenar ya «el holocausto de la especie humana».
La esperanza cristiana no se alimenta del fracaso de otras esperanzas que puede alimentar el hombre. No nace tampoco del resentimiento o el desprecio a los esfuerzos de la ciencia, la economía o la política. Sencillamente descubre que son esperanzas insuficientes.
La fe nos permite descubrir con más claridad que la salvación que buscamos y necesitamos supera todo lo que los hombres nos podemos dar a nosotros mismos.
Nuestra tarea es perseverar en esa búsqueda de una salvación final. Orientar todos los esfuerzos de la humanidad hacia esa meta definitiva de una sociedad de fraternidad y libertad. Seguir luchando obstinadamente, pacientemente, incansablemente. Dios nos ha creado creadores. Su promesa nos sostiene: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1982-1983 – APRENDER A VIVIR
13 de noviembre de 1983

SI PERSEVERAIS, OS SALVAREIS

Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

Al recoger el mensaje de Jesús sobre el final de los tiempos, Lucas se preocupa de subrayar que «el final no vendrá enseguida». La historia de la humanidad se prolongará. Una historia llena de problemas y dificultades, en la que no faltarán momentos de crisis, violencia y enfrentamientos.
Situaciones en las que todo lo que asegura la vida parecerá tambalearse. La paz será destruida por la violencia y los enfrentamientos. La solidaridad entre los hombres se romperá. Se llegará al odio y a la muerte entre hermanos. El mismo universo parecerá negarse a sostener la vida de los hombres.
La intención de Jesús no es la de hacernos vivir sobrecogidos esperando casi con morbosidad cuándo ocurrirá todo esto. Jesús nos invita, por el contrario, a enfrentarnos con lucidez y responsabilidad a una historia larga, difícil y conflictiva.
Y, concretamente, se nos subraya una actitud fundamental: la perseverancia. Lo que puede llevar a los hombres a la verdadera salvación no es ni la violencia arrolladora que lo pretende resolver todo por la fuerza, ni el abandono y la dimisión de los que se cansan de seguir luchando por un futuro mejor. Sólo el trabajo constante y tenaz de los incansables abre un porvenir de salvación.
Vivimos en una sociedad cuya complejidad ha crecido de manera insospechada en pocos años. Los problemas se enredan y complican de tal manera que no es fácil saber cuál puede ser la solución más adecuada. A veces, se diría que el hombre es incapaz de resolver un problema sin provocar, al mismo tiempo, otros muchos.
Pero, por otra parte, el hombre de la sociedad técnica está adquiriendo una mentalidad que le empuja a buscar soluciones eficaces e inmediatas, cuyos resultados se puedan rápidamente constatar. Entonces es fácil la tentación de apelar a medios violentos y resolutivos, antes que comprometerse en una labor callada, constante y aparentemente menos eficaz.
Sin embargo, no hay «fórmulas mágicas» para construir rápidamente una sociedad mejor y más humana. Nos estamos acostumbrando a analizar los problemas a abordar su solución en términos de violencia, y tendemos casi inconscientemente a imponer nuestro propio proyecto a cualquier precio y de cualquier manera.
Pero, ¿dónde está también hoy la salvación del hombre y el futuro de nuestra sociedad? ¿En esa violencia que se enraíza cada vez más profundamente entre nosotros, sembrando una división cada vez más honda, un dolor, una desconfianza y un miedo capaz de paralizar el diálogo y la colaboración necesaria, o en el compromiso incansable de los que siguen trabajando día a día en favor de los valores humanos, y buscan con fe otros caminos para crear la paz en la justicia y en la libertad?

José Antonio Pagola



Blog:               http://sopelakoeliza.blogspot.com

Para ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
                        http://iglesiadesopelana3v.blogspot.com


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